1. Latin American and Caribbean Law and
Economics Association
From the SelectedWorks of Fernando Villaseñor Rodríguez
January 2009
Dirigismo y proteccionismo: las claves del milagro
japonés
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Author SelectedWorks of New Work
Available at: http://works.bepress.com/fernando_villasenor_rodriguez/17
2. Fernando Villaseñor Rodríguez
Dirigismo y proteccionismo:
Las claves del milagro japonés
Podemos pensar en Japón como un país que dejó un fuerte nivel de aislacionismo
en el Siglo XIX, para convertirse en un miembro más del concierto de naciones a
principios del Siglo XX; un país que luego de ser devastado por la guerra y de
conocer en suelo propio el holocausto nuclear en sendas ocasiones, pudo
levantarse de las cenizas y resurgir como una potencia mundial; un país que pasó
del militarismo económico al dirigismo pacifista; un país donde el eje económico
parece subordinar a aquellos otros políticos, sociales y hasta culturales; sin
embargo ¿Qué hay de cierto en todas estás generalizaciones cuando las
estudiamos más profundamente?
Evidentemente, este trabajo no pretende ahondar en cada una de estas
precomprensiones, sino referirse solamente a una de ellas: la del milagro
económico japonés. En primer lugar me circunscribiré temporalmente al Japón del
Siglo XX y más concretamente al de la postguerra. En segundo lugar no trataré
todas las facetas del resurgimiento nipón sino solamente aquellas que se pueden
vincular a lo económico. Por último, pienso enfocarme especialmente en el papel
que tuvieron o tienen los diseñadores de las políticas económicas como las
Fuerzas de Ocupación Norteamericanas y el MITI (Ministry of International Trade
and Industry) como actores principales en todo este proceso.
En este orden de ideas, son muchas las hipótesis que se han formulado
para explicar el milagro económico nipón: las características psico-sociales
inherentes al pueblo japonés (nihonjin-ron); el proteccionismo norteamericano que
les permitió a los japoneses crecer sin los peligros de volatilidad militar, económica
y política del mundo de posguerra; la fuerte cohesión interna del pueblo japonés
que hace viable un dirigismo en la producción más poderoso incluso que aquel
otro soviético, etc.
3. Todas las anteriores hipótesis tienen su grado de verdad, sin embargo, es
mi opinión que el milagro económico japonés tiene que ver, principalmente, con
los dos factores que le dan título al presente ensayo: el dirigismo y el
proteccionismo. Me parece importante intentar explicar la estructura que llevó a
Japón a tener un sitio privilegiado en la segunda mitad del Siglo XX. Para ese
efecto, pretendo trabajar basándome únicamente en las dos variables antes
citadas afirmando que han tenido a su vez dos momentos y dos líderes.
El primer momento al que me referiré será el de los años inmediatos a la
posguerra (1947-1952), su líder fue el Ejército de Ocupación Norteamericano y su
importancia radica en haber sentado las bases para las relaciones Gobierno-
Empresarios y, por consecuencia, Estado-Producción y Política-Economía,
mismas que facilitarían la reconstrucción de Japón. El segundo momento al que
me referiré es el del crecimiento económico acelerado y la estabilidad japonesa en
el orden mundial (1952-1973), su líder fue el MITI y su importancia radica en
tratarse del modelo que llevó a Japón a un auge que no terminaría propiamente
sino hasta principios de los años 90.
La posguerra y la ocupación norteamericana
Tras la derrota de Japón y la firma de la Declaración de Postdam en agosto de
1945, se nombró al General Douglas MacArthur como Supremo Comandante de
las Fuerzas de Ocupación. MacArthur a través de sus servicios de información e
inteligencia, se percató de dos elementos fundamentales para el éxito de su
encomienda de desmilitarizar y democratizar Japón. En primer lugar, no podría
acabar con algunos elementos del antiguo régimen (el más importante de ellos era
el Emperador) sin que los costos fueran demasiado elevados para que valiera la
pena. En segundo lugar, se podía y debía instaurar un proteccionismo y dirigismo
económico en Japón que permitiera su reconstrucción y al mismo tiempo, que más
tarde pudiera servir como nodo estratégico para los intereses norteamericanos.
MacArthur tomó los dos puntos anteriores como premisas fundamentales y
ya desde el mes de septiembre del mismo año, realizó una purga de antiguos
4. oficiales vinculados a la política beligerante nipona. Se juzgaron y condenaron a
los líderes destacados de la estructura militar, pero se aprovecharon los muchos
hábiles y eficientes burócratas que ahora se habían subordinado a las órdenes de
la Ocupación ahorrándoles recursos económicos y humanos. Al mismo tiempo,
estos burócratas se volverían en un vértice del llamado triangulo de hierro de la
economía japonesa, asegurándose de que las políticas económicas se formularan
adecuadamente y se ejecutaran con éxito.
Por otro lado, la democratización de Japón llevó en un principio a un
resurgimiento de los partidos políticos. Empero, la oposición de izquierda sería
rápidamente sofocada por la línea anticomunista que implicó la llamada “vía de
regreso”, título con el que se le conoce el radical distanciamiento respecto a la
postura incluyente y promotora que en un principio tuviera la Ocupación. Esto
llevaría al surgimiento de un segundo vértice del triangulo de hierro: las fuerzas de
derecha que finalmente tomarían forma en el Partido Liberal Demócrata.
El tercer vértice del triangulo de hierro también tuvo un tratamiento
contradictorio por la Ocupación. En un primer momento, MacArthur persiguió e
intentó desaparecer a los zaibatsu, antiguos oligopolios a los cuales se asociaba
con la economía de guerra. En un segundo momento, estos zaibatsu no sólo
dejaron de prohibirse, sino que se fomentaron por la Ocupación, siempre y cuando
se dedicaran a la producción de insumos fundamentales para EUA en su batalla
contra el comunismo asiático.
Así, la vía de regreso dejaba algo en claro: Japón estaría limitado en su
actuar por los intereses norteamericanos. Sin embargo, no pensemos por ello que
Japón no sería recompensado o que se trataba de una colonia esclavizada por el
poderío de EUA. Los japoneses se vieron beneficiados con la protección del más
fuerte hermano mayor que se podía tener en el mundo de posguerra. EUA no sólo
proveyó de fondos para la reconstrucción del archipiélago, también garantizó la
venta a buen precio de la producción nipona y la estabilidad cambiaria del yen con
el famoso “360”.
5. Dicho en otras palabras, dentro de los muchos puntos álgidos que siempre
implica el sometimiento de una nación (la literatura de los 60s encuentra en
autores como Mishima, Oe y Nosaka múltiples denuncias sobre los abusos de los
army men hacia la población local), podemos pensar que la Ocupación se dio en
circunstancias relativamente tranquilas e, incluso, de cooperación. Esto se debió
en gran parte a que los japoneses también estaban recibiendo beneficios de los
norteamericanos, siendo uno de los más importantes el denominado know how
capitalista. Con este conocimiento, el gobierno japonés y más concretamente, los
tres vértices del triangulo de hierro, encontrarían la forma no solo de reconstruir
Japón, sino por fin, según el sueño del siglo XIX inmortalizado en el lema fukoku
kyohei!, modernizarse y prosperar para ser considerados igualitariamente en el
plano internacional.
Es a partir de este momento que podemos desglosar las dos variables que
anunciábamos líneas atrás. El dirigismo económico implicó en este primer periodo
que los zaibatsu, burócratas y políticos (sobre todo los miembros del gabinete, ya
que en este momento el partidismo y la Dieta no serían tan trascendentes como
cuando cuajara el PLD), siguieran las órdenes de la Ocupación a través de sus
consejeros económicos y alianzas estratégicas de producción.
En estos años de la vía de regreso, y a pesar de que la industria pesada
fuera prohibida hasta 1947, Japón invirtió millones para mejorar los sectores de la
metalurgia, la química pesada y las refacciones de artículos bélicos
norteamericanos. La inversión se vio inmediatamente recompensada ya que
apenas podían darle abasto a los compradores de la Ocupación. En este vector se
entrelazaron el dirigismo en la producción de insumos de guerra y el
proteccionismo, al contar con compradores seguros y no existir competencia en
estos ramos.
Por otro lado, también resultó fundamental la asesoría macroeconómica y
bursátil recibida de hombres de la talla de Joseph Dodge, quienes sugirieron una
disciplina económica que más tarde serviría para “administrar la abundancia”.
Gracias a Dodge no solo se fijó la paridad cambiaria del yen con el dólar, lo que en
6. mi hipótesis implica proteccionismo, sino que también significó el dirigismo por
medio de políticas fiscales y recaudatorias más eficientes, la reducción del
presupuesto a fin de controlar una posible inflación y la decisión de apoyar ciertos
bancos nacionales y desconocer a otros, llevándolos a la quiebra.
Las instituciones de participación ciudadana, laboral y política fueron otro
eje influido por nuestras dos variables. El dirigismo norteamericano primero implicó
el ondear de la bandera democrática con la famosa Constitución de Japón, la
promoción de una cultura de partidos políticos y el fomento al sindicalismo.
Pasados los años cuarenta, estas actitudes dieron un giro de 180 grados y se
promovieron únicamente los partidos democráticos y liberales, siendo ambos
sinónimos de capitalismo. Al mismo tiempo, el sindicalismo se frenó y transformó
en una pantomima; de enfrentamientos entre empresas y asociaciones de
trabajadores, se volvió una serie de negociaciones controladas por los intereses
económicos de unos pocos.
En suma Japón, lejos de defender el laisser faire, laisser passer, estaba
involucrándose cada vez más en designar los actores del juego de la economía y
el poder y en deshacerse de aquellos otros que supuestamente obstaculizaban la
recuperación y el desarrollo; pero aún más, lo estaba haciendo con el visto bueno
de los EUA. Así, como en el Siglo XIX sugiriera el Presidente de la Suprema Corte
de Massachussets, Oliver Wendell Holmes, respecto de la Constitución Meiji: “Al
introducir el nuevo gobierno constitucional, es necesario limitar la participación
popular en un principio, para extenderla más adelante”, así también los líderes de
la Ocupación primero y los propios miembros del triángulo de hierro después,
limitaron severamente la participación en la toma de decisiones del país.
Fue en esta forma que el dirigismo y el proteccionismo se volvieron, desde
entonces, un binomio indisoluble. Las políticas económicas y sociales dirigidas por
la Ocupación y el surgente triangulo de hierro eran obedecidas porque se ofrecía
protección a cambio de esa obediencia. En este sentido, no podemos criticar la
falta de resistencia o la inexistencia de una oposición trascendente; en una
sociedad de posguerra que pocos años atrás se preocupaba por sobrevivir, la
7. oferta de recibir estabilidad, paz y desarrollo a cambio de sacrificar participación,
soberanía y libre empresa seguramente parecería bastante razonable.
Crecimiento económico y el milagro japonés
Tras la firma de la paz mediante el Tratado de San Francisco en 1951 y la salida
de las tropas de Ocupación en 1952, los japoneses parecieron seguir aquel adagio
popular que indica “¿para qué arreglar lo que no está roto?”. Y es que lejos de lo
que pudiera pensarse, la autonomía recuperada por los japoneses no los llevó a
distanciarse radicalmente de muchas de las políticas instauradas durante la
Ocupación. Antes bien, algunas de estas políticas se fortalecieron y
perfeccionaron “a la japonesa”.
Así por ejemplo, el aprovechamiento que los EUA hicieran de la burocracia
los había vuelto un grupo con el conocimiento y la experiencia que normalmente
les correspondería exclusivamente a los políticos y legisladores. Dentro de esta
burocracia debemos mencionar el surgimiento del MITI que se construyó sobre las
bases del desaparecido Ministerio de Comercio e Industria en 1949. Aunque
inicialmente parecería tener semejanza con las Secretaría o Ministerios de
Comercio Exterior, el MITI de facto controló aspectos internos y externos de la
economía japonesa coordinando otros grupos dentro del gabinete en turno,
manipulando diversas agencias económicas e incluso, participando indirectamente
en la Dieta y sus decisiones legislativas. No es de sorprender que según el estudio
de Chalmers Johnson, el MITI sea considerado el principal artífice del milagro
económico japonés.
Empero, en mi opinión, el MITI es un engrane más dentro de la maquinaria
político-económica japonesa. No podemos dejar fuera a los zaibatsu, al PLD y con
sus distintos momentos y personajes claves, a los demás miembros del Gabinete.
Sí, quizás del MITI hayan salido las líneas de acción que llevaron a Japón a lograr
su milagro, pero ese solo era el inicio del proceso, se requería de mecanismos que
crearan consenso y de otros que implementaran las medidas planteadas. En otras
8. palabras, podríamos considerar al multicitado triangulo de hierro, como uno
isósceles, teniendo en su punta al MITI pero sosteniéndose sobre la base de
empresarios y políticos que pudieran llevar sus planes a la práctica.
Los burócratas del MITI eran hombres de acción. Como indica Johnson “se
prefería a los ingenieros y técnicos en un principio o a abogados que no ejercieran
ya que lo importante era poder tomar decisiones así como implementarlas”. Estos
hombres, reclutados en un principio de la prestigiosa Universidad Nacional de
Tokio, habían conocido los pros y contras de los tiempos de la militarización,
guerra y ocupación y estaban listos para poner en práctica esa experiencia y
conocimiento. Así, el MITI retomó de sus antecesores al mando la comunicación
directa con los grandes empresarios japoneses y por medio de reuniones y
“recomendaciones”, logró forjar una relación bastante estrecha con el sector
productivo en Japón.
La economía japonesa aún gozaba de la protección que había dejado el
Plan Dodge y con estas previsiones, el MITI se pudo dar el lujo de recomendar
una nueva inversión en tecnología enfocada esta vez, a fines distintos de los
estrictamente militares. No sólo eso, ya que EUA había dejado en buena medida
el territorio nipón (no olvidemos que Okinawa y sus bases militares tendrían una
caducidad posterior), debía considerarse un mercado que compensara esa
demanda asegurada. Siendo más claro, era momento de considerar un mercado
local para la producción japonesa.
Ese mercado implicaba productos básicos (alimentos, materias primas,
combustibles) pero poco a poco y con la influencia extranjera también se fue
abriendo paso un consumo más especializado. Un ejemplo de esto lo
encontramos en los procesos de miniaturización que llevaron a industrias como
Sony y Honda de ser maquiladores para compañías multinacionales, a convertirse
en exportadores de radios de transistores, televisiones portátiles y motores de
combustión interna. Estos productos en un principio ni siquiera eran conocidos por
los consumidores japoneses, sin embargo, ya en la segunda parte de los años
9. cincuenta, se creó un nicho local para este mercado y ya entrados los sesenta los
japoneses eran consumidores casi tan feroces como los norteamericanos.
En contrapartida, se desarrolló un nuevo proteccionismo que impidió o
restringió severamente (y sigue restringiendo) la entrada de productos extranjeros.
El argumento oficial expresado por el MITI y repetido por los políticos de los finales
de los cincuenta y principios de los sesenta era que “Japón no estaba listo aún
para entrar al libre mercado”. Sobre esta base, pioneros como Coca-Cola e IBM
tuvieron que ceder a las estrictas limitaciones del MITI que entre otras cuestiones
exigía que: a) La entrada de inversión extranjera debía de hacerse en
coparticipación con una empresa japonesa (joint venture) y bajo supervisión del
Ministerio; b) La participación accionaria extranjera no podía superar el 49%, lo
que significaba que Japón conservaba el control accionario; c) Debía haber una
transferencia de tecnología por parte de las empresas extranjeras de modo que
después las filiales locales fueran autosustentables; d) Se aplicaría un trato fiscal
mucho más favorable para industrias locales que produjeran lo mismo que las
extranjeras.
Como lo indica Dennis Encarnation en su artículo “Neither MITI nor
America”, todas estas circunstancias permitieron a Japón desarrollar un
nacionalismo del consumo, aprovechándose al mismo tiempo de las patentes y de
los secretos industriales de las empresas extranjeras. Por otro lado, sigue
comentando que “en los sesentas la única forma segura de que el MITI aprobará
un proyecto extranjero de inversión era si ese proyecto era altamente inviable”. El
proteccionismo japonés implicó que los compromisos de liberalizar su economía
eran cumplidos solo a medias y en este sentido el derecho ha jugado desde
entonces un papel muy importante.
Precisando un poco, Japón ha adquirido desde los sesentas el compromiso
de fortalecer el libre mercado en su territorio mediante acuerdos de corte general.
No obstante ello, en la práctica, estos acuerdos generales se ven restringidos y
limitados al grado de volverse prácticamente inoperantes cuando se reglamentan
a nivel local. En un ejemplo revelador, a pesar de que Japón se comprometió a
10. permitir la entrada de empresas refresqueras como Coca Cola y Pepsi en los
sesentas, en ese mismo periodo subsidió los insumos para industrias locales que
antes producían únicamente bebidas como sake y cerveza, y que ahora
“curiosamente”, habían ingresado a la industria de bebidas azucaradas sin alcohol.
Este problema de monopolios no es nuevo en Japón. Ya desde tiempos
Tokugawa con el mismo surgimiento de los zaibatsu el gobierno empezó
haciéndose de la vista gorda primero y participando directamente después, en las
grandes empresas y sus políticas predatorias. En la posguerra, el colmo se
alcanzó cuando el MITI sugirió que las cerca de diez compañías automotrices se
redujeran a dos: Nissan y Mitsubishi. No sólo esta medida expresa el dirigismo
económico en el cual se busca una especie de “eugenesia industrial”, sino que
también ejemplifica como se protege a aquellos sectores o industrias que se
consideran “más probablemente aptos para competir a nivel internacional”.
Después de la reconstrucción, el MITI estaba desesperado por continuar el
crecimiento económico japonés no importándole el aumento de problemas de
contaminación y el descuido en las condiciones laborales. Si en los cuarentas el
pueblo japonés no había hecho protestas significativas, la estabilidad de los
sesentas y el “milagro japonés” también había despertado una nueva conciencia
en la población. Estos nuevos factores, inexistentes o fácilmente destruibles unos
años antes, se estaban convirtiendo poco a poco en un problema que sumaba
presión a las demandas extranjeras por permitir la libre competencia en tierras
japonesas.
Pero el modelo de dirigismo y proteccionismo aún no estaba listo para
desaparecer. A las exigencias extranjeras se les respondió con una bomba de
humo que implicó la ayuda humanitaria como el recurso con que Japón se
mostraba “internacionalmente comprometido”. Al mismo tiempo, su admisión a
organismos internacionales como la ONU y la OECD pareció bajar un poco la
guardia, sin embargo, en los años siguientes Japón decidió contraatacar dirigiendo
su economía para poder exportar sus productos a los países que les exigían abrir
sus fronteras.
11. La lógica era tan simple, que quizás nos parezca infantil, “nosotros
podemos producir mejor y más barato para economías donde no hay un
nacionalismo de consumo ¡de inmediato inundaremos esos mercados atacándolos
con su propias armas!”. Y en muchos sentidos, esta política tuvo éxito. Cuando
vemos a principios de los setenta y sobre todo en los ochenta, el terror de los
productores norteamericanos ante las gigantescas plantas de Honda, Nissan o
Sony, podemos darnos cuenta que efectivamente aquello de que “el dinero no
tiene nacionalidad” puede ser una espada de doble filo.
Sin embargo, EUA y otros líderes del capitalismo no se quedarían de
brazos cruzados ante estos excesos. En primer lugar, dejarían de respaldar un
Yen estacionario y exigirían su devaluación y flotación cambiaria. En segundo
lugar, cambiarían su consumo a maquiladores de latinoamérica y el sureste de
Asia. Por último, así como lo hicieran los japoneses, impondrían fuertes aranceles
y restricciones para la importación de productos nipones.
En este momento comenzaba un redireccionamiento en las dos variables
que hemos venido analizando. El dirigismo se centró ahora en fortalecer la
producción y el consumo local de manera prioritaria y sólo secundariamente el
MITI respaldó los proyectos de empresas transnacionales de origen japonés. El
proteccionismo dejó de ser tan burdo y se transformó en asesoría y respaldo en
las negociaciones entre las empresas privadas y sus contrapartes extranjeras, en
vez de los subsidios al interior y los obstáculos al exterior de algunos años atrás.
En mi opinión, cuando estas dos variables dejaron de ser aplicables, en
buena medida porque el nuevo orden internacional y el surgimiento de una
economía globalizada las volvieron insostenibles, comenzó la crisis de la burbuja.
Esto implicó la última fase de nuestras variables. Por un lado, el proteccionismo
demostró su lado negativo incluso para los propios japoneses quienes habían
adquirido créditos sin otorgar suficientes garantías, llevando finalmente a una
economía sin respaldo que en un “efecto bumerán” afectó a las pequeñas y
medianas empresas. Por otro, el dirigismo perdió mucha fuerza cuando los
12. intereses del mercado mundial comenzaron a fluctuar a razón de días, sino es que
horas de diferencia.
A manera de conclusión
Sin duda alguna, las dos variables del milagro económico japonés: dirigismo y
proteccionismo, merecen un replanteamiento después de los años ochenta. ¿Cuál
será el éxito de Japón en la alta volatilidad de mercados, en la producción
variable, en la inviabilidad de los empleos de por vida, en las nuevas y crecientes
tasas de desempleo y subempleo? Aunque estas respuestas aún no podemos
conocerlas, el panorama no parece favorable, al menos en comparación al Japón
de los años sesenta, setenta y ochenta.
Si acaso, a manera de conclusión podría aventurarme a afirmar que las
variables analizadas en este texto, efectivamente, nos proveen la mejor
explicación del milagro económico japonés hasta 1991. Más allá de eso
necesitamos considerar una serie de nuevas variables que no solamente están
vinculadas con Japón, sino que se relacionan con el mundo y su estatus tras la
Guerra Fría, con la desconcentración de la producción y los capitales, con la
economía dominante que ya no se supedita a la industria militar, y con un sistema
de crisis económica que, en su profunda interdependencia, hace creer seriamente
en las teorías del “efecto mariposa”. Estas nuevas variables no solo determinarán
como Japón se adaptará al nuevo milenio, sino también, como lo haremos en el
resto del mundo.
Bibliografía básica:
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