Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
La Guerra Civil Española
1. Procacci, G. Historia general del siglo XX, Barcelona, Crítica, 2007.
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
Entre los países de la Europa occidental, España fue uno de los pocos que no se vio involucrado
en la Primera Guerra Mundial y no tuvo, por tanto, que experimentar las perturbaciones de la
posguerra. Es más, su economía sacó provecho de las dificultades de los países beligerantes y
durante los años 20 registró una considerable expansión y un sensible incremento de las
exportaciones. No obstante, España seguía siendo un país caracterizado por los
desequilibrios regionales y los contrastes sociales y políticos típicos de una condición de
retraso: el país de los “grandes de España”, con sus inmensos latifundios, y de los miserables
braceros andaluces; de los anarquistas catalanes y los carlistas navarros; del catolicismo más
integrista y del anticlericalismo más enraizado y radical.
El país no se libró de la crisis de 1929 y sus consecuencias fueron relevantes también, y sobre
todo, en el plano político. De la crisis salió profundamente mermado el bloque de la burguesía
industrial y los terratenientes en el que se sostenía el sistema político español, son
consecuencias extremadamente desestabilizadoras.
En poco más de un año se sucedieron la dimisión del dictador Primo de Rivera, quien
había gobernado desde 1923, la abdicación del rey Alfonso XIII en abril de 1931 y la
proclamación de la República.
Todas las tensiones y los rencores que durante décadas habían permanecido sepultados bajo
una capa de represión y resignación, salieron a la superficie. En el campo los campesinos
ocupaban las tierras de los grandes propietarios, en las ciudades docenas de Iglesias y
conventos eran saqueados. La respuesta fue un intento de golpe militar en 1932 que fracasó.
El gobierno republicano que se constituyó tras las elecciones de junio de 1931, presidido por
el republicano de izquierdas Azaña y compuesto por ministros radicales y socialistas, se
empeñó a fondo en una obra de transformación del estado y de la escuela en sentido
laico, llegando hasta la disolución de la Compañía de Jesús, y concedió a Cataluña un
estatuto de autonomía. Más tibia, en cambio, fue su acción en el sector de las reformas
sociales. Reforma agraria de 1932 fue aplicada sólo parcialmente.
En 1933 la Guardia Civil1 reprimió por la fuerza un motín anarquista de la aldea de Casas
Viejas. Por esto Azaña fue obligado a dimitir.
En las siguientes elecciones, anarquistas se abstuvieron, los partidos de derecha
prevalecieron claramente y formaron un gobierno presidido por Alejandro Lerroux. Se iniciaba
así el “BIENIO NEGRO” durante el cual la legislación reformadora emprendida por el
anterior gobierno fue puesta al margen o desmantelada y la represión se convirtió en la única
respuesta a los conflictos laborales.
En octubre de 1934 una INSURRECCIÓN DE MINEROS EN ASTURIAS2 fue sofocada de
manera sangrienta por una unidad del ejército encabezada por el general Francisco
Franco (el FRANCO que conocemos) y por la legión extranjera. Los muertos fueron más de
mil y los prisioneros políticos, entre ellos Azaña, fueron 30.000. La experiencia de la revuelta
de Asturias representó una doble enseñanza para la izquierda española: 1-había sido
posible porque sus promotores habían sabido superar sus divisiones, dando vida a organismos
unitarios –las Alianzas obreras-; 2- había sido derrotada porque las divisiones existentes en la
izquierda del resto del país habían posibilitado el aislamiento de la revuelta misma.
Hacía falta alcanzar en el ámbito nacional la misma unidad que en Asturias y en esta
dirección se movió la izquierda. Se llegó así a la formación de una amplia concentración de
fuerzas políticas:
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La Guardia Civil popularmente llamada Benemérita, es un Instituto Armado de naturaleza militar que forma parte
de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de España. Dado el grave problema de seguridad pública que existía en el
ámbito rural de España tras finalizar la Guerra de la Independencia contra el invasor francés, el gobierno de Luis
González Bravo, cuyo ministro de la Gobernación era el marqués de Peñaflorida, dispuso en el año 1844 que se
creara esta fuerza policial.
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Esto es reeeee importante.
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2. Procacci, G. Historia general del siglo XX, Barcelona, Crítica, 2007.
• el Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
• y la fuerte central sindical a éste vinculada (UGT),
• los republicanos de izquierdas de Azaña.
• Los autonomistas y los separatistas catalanes,
• el pequeño Partido Comunista y una formación de extrema izquierda,
• el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), de simpatías trotskistas.
Siguiendo la estela de Francia y por sugerencia de los comunistas se le puso a la alianza
FRENTE POPULAR. Quedaban al margen sólo los anarquistas de la Federación Anarquista
Ibérica (FAI) y de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Pero en las elecciones de
febrero de 1936, muchos militantes y simpatizantes anarquistas votaron por el Frente Popular,
cuestión que permitió obtener una segura mayoría parlamentaria en las Cortes. Azaña volvió
así al poder, encabezando un gobierno constituido por representantes de su partido y de otras
formaciones menores afines y lo dejó sólo para asumir en mayo en cargo de presidente de la
República.
El programa del Frente Popular consistía esencialmente en relanzar la política de reformas
emprendida por el primer gobierno republicano y que el bienio negro había interrumpido. Los
presos políticos fueron liberados, se restituyó a Cataluña su estatuto y la reforma agraria se
aplicó con mayor determinación y eficacia. Pero esto se consideraba insuficiente no sólo por
parte de los anarquistas, empeñados en promover experimentos de “colectivización” donde les
fuese posible, sino también del PSOE, que no participaba en el gobierno y que por influencia de
su líder Largo Caballero mantenía posiciones de izquierda radical. Para ellos, la victoria del
Frente Popular no era más que un primer paso en el camino hacia la revolución y Azaña era un
nuevo Kerensky. El Frente Popular se reveló sólo como una alianza electoral y no una
fuerza de gobierno. Mientras que las divisiones de la izquierda no daban muestras de
solucionarse, la derecha trabajaba en cerrar filas, con la perspectiva de un golpe. Entre los
más activos se señalaban José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la falange, un
movimiento de inspiración filofascista, y Calvo Sotelo, líder de la derecha. Pero la dirección
quedaba en manos de los militares: el general Franco, el hombre de la represión asturiana, que
la República había alejado, poniéndolo a la cabeza de la guarnición de Canarias, y el general
Mola, él también trasladado de Marruecos a Navarra. La situación seguía siendo inestable y
salpicada por continuos episodios de violencia y de guerrilla urbana y rural. El 13 de julio de 1936
fue asesinado Calvo Sotelo: la guerra civil ya estaba a las puertas.
El 17 de julio las guarniciones de Marruecos y Canarias encabezadas por Francisco
Franco se amotinaron y al día siguiente su ejemplo fue seguido por las de Sevilla,
Córdoba, Burgos, Pamplona y otras ciudades. Arrancaba así la operación que los generales
habían estado preparando durante mucho tiempo y que, aunque anunciada, cogió por sorpresa
al gobierno de Casares Quiroga. El 19, después de que al dimisionario Quiroga le sucediese un
nuevo gobierno presidido por José Giral, cuando se repartieron entre el pueblo las armas que
éste reclamaba y se comenzó a preparar la defensa. A los pocos días, la situación parecía ya
relativamente estabilizada: los “nacionales” controlaban Marruecos, Canarias, Mallorca,
todo el territorio del noroeste salvo el País Vasco y Asturias, algunas ciudades y una parte
de la costa de Andalucía, con las ciudades de Sevilla y Córdoba. El resto, incluidas Madrid
y Barcelona, quedaban en manos de los republicanos. La sorpresa proyectada por los
generales, pues, había fracasado y el gobierno republicano podía proceder a reorganizarse
y consolidarse. En septiembre el gobierno de Giral dimitía y en su lugar tomaba posesión
una coalición presidida por Largo Caballero, con la participación de todos los partidos de
izquierda, salvo los anarquistas que, sin embargo, entraron pocas semanas después en el
gobierno catalán y posteriormente también en el nacional. En noviembre, una ofensiva de
los franquistas contra Madrid se estrellaba contra la resistencia de los milicianos y de la
población. La que se anunciaba era, pues, una guerra civil áspera y de larga duración.
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La guerra civil que tenía todas las características de una guerra combatida por ejércitos
regulares y con las armas más modernas, aviación incluida. [En el colegio yo había visto que la
guerra civil española fue donde Hitler probó sus armas para la 2GM]. El bombardeo alemán a la
ciudad vasca de Guernika en abril de 1937, causó enorme impresión en el mundo. La guerra
civil española dejaba de ser un asunto interno para convertirse en una cuestión internacional,
que ningún gobierno y ninguna opinión pública podía ignorar.
El primer factor a tener en cuenta es la actuación de las potencias fascistas, que ya en
noviembre de 1936 reconocieron como gobierno legítimo el que se había instalado en Burgos
con el general Franco a la cabeza, gobierno que ellas apoyaron con ayuda militar. Pero si
Alemania se limitó a una ayuda esencialmente técnica y a experimentar, como en Guernica, en
los campos de batalla españoles las armas de una guerra futura, Italia, envió un cuerpo de
voluntarios (60.000). Los apoyos y simpatías de los que gozaba Franco no se limitaban a Italia,
Alemania, al Portugal de Salazar y al resto del fascismo internacional. Simpatizaban con él
también aquellos sectores de la opinión pública que veían un valor indiscutible en el
orden constituido y en la subversión el peligro se sentían alarmados por una “España
Roja”. Por su parte, la Iglesia católica no se limitó a condenar las persecuciones y las
masacres de religiosos que se produjeron en las zonas republicanas, sino que en junio de 1937
nombró a un representante ante el gobierno franquista.
El gobierno británico fue promotor de un comité de “no intervención” al que se sumaron
todas las grandes potencias. El organismo era una ficción. Igualmente, el hecho de que lo
hayan hecho demuestra que Francia e Inglaterra no tenían intenciones de participar en un
conflicto bélico de magnitudes internacionales. Privilegiaron las razones del pacifismo
respecto de las del anfifascismo. La preocupación de que el conflicto español pudiera degenerar
en un conflicto general fue el principal argumento.
Sin embargo, mucho más numerosos fueron los que, al haber tomado partido en defensa de la
España republicana y siendo adversos a la política de no intervención, consideraban que una
derrota del fascismo en España alejaría el peligro de un conflicto y por ende la alternativa entre
pacifismo y antifascismo no tenía sentido; al contrario, no se podía ser coherentemente pacifistas
sin ser al mismo tiempo antifascistas. De ello estaban convencidos no sólo muchos de los que se
enrolaron en las BRIGADAS INTERNACIONALES y se fueron a luchar a España, sino también
prestigiosos representantes de la Internacional socialista.
Entre las grandes potencias, la única que se puso del lado republicano, proporcionando
ayudas políticas y militares al gobierno de Madrid, fue la URSS. A partir de octubre de 1936,
buques soviéticos comenzaron a llegar a los puertos españoles con su carga de armamentos y
los consejeros militares soviéticos empezaron a colaborar con las autoridades militares
republicanas en la difícil tarea de encuadrar y disciplinar a un ejército tan entusiasmado como
inexperto. Valorar en conjunto la entidad de las ayudas soviéticas es imposible, pero es seguro
que fueron inferiores a las que aportaron las potencias del Eje al bando contrario. Pero
también es cierto que las ayudas contribuyeron de manera relevante a mejorar la moral y la
eficiencia del ejército republicano.
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En el contexto internacional que hemos bosquejado, las posibilidades de que la España
republicana, contando casi exclusivamente con sus propias fuerzas, pudieses ganar eran bien
pocas, y tanto más en cuanto que dentro del bando republicano permanecían e incluso se
acentuaban los contrastes entre los comunistas, que daban la prioridad al objetivo de la victoria
militar, y los que, como los anarquistas y el POUM, consideraban la revolución como la premisa y
la condición necesaria para la victoria. La situación se precipitó en mayo de 1937, cuando
durante algunos días las calles y las plazas de Barcelona fueron el escenario de
enfrentamientos sangrientos entre anarquistas y plumistas, por un lado, y comunistas y
policía de la Generalitat controlada por ellos, por otro, enfrentamientos que dejaron 400
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muertos y a los que puso fin sólo la intervención de las tropas enviadas por el gobierno central. A
raíz de los hechos de Barcelona, Largo Caballero, que se había negado a aceptar la petición
comunista de disolver el POUM estuvo obligado a dimitir y le sucedió a la cabeza del gobierno
Juan Negrín, también socialista, pero de notorias simpatías hacia los comunistas y la URSS.
Negrín formó un gobierno en el que los anarquistas de la CNT se negaron a participar. En junio
el POUM catalán quedaba ilegalizado. Su líder, Andrés Nin fue capturado por los hombres de
los servicios secretos soviéticos y asesinado, sin que el gobierno ni el propio Partido Comunista
español fuesen informados. Así, los métodos de la represión estalinista se exportaban a España.
Todo ello no contribuyó a mejorar la situación en los frentes; antes bien, afectó negativamente a
la moral del ejército. En junio, los franquistas que ya en febrero habían tomado Málaga,
expugnaban Bilbao y, tras haber partido en 2 al territorio republicano al llegar en abril al
Mediterráneo, extendieron, en octubre, su control a todo el norte del país. En noviembre
de 1938 las Brigadas Internacionales se retiraban de España, cuando ya la guerra civil, en
la que habían encontrado la muerte miles de españoles, llegaba a su fin. Barcelona cayó
en enero de 1939 y Madrid en Marzo.
Mapa extraído de Villani, P. La edad contemporánea, 1914-1945, p.134.
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