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                    San Pablo:
             saber de quién nos fiamos:


       Estuvo entre los primeros cristianos. Como él mismo relata en sus cartas y
es descrito hasta tres veces en el libro de los Hechos de los Apóstoles, su vida fue
un verdadero milagro, una elección gratuita. Tanto más sorprendente cuanto que
fue encontrado por aquel a quien él perseguía. Tal paradoja le dejó para siempre
descabalgado de toda su pasión torcida y confundida. Y siguió teniendo pasión,
más si cabe todavía, pero ya no anidaba en su entraña ni el rencor ni la insidia.
Fue fulgurante aquel inesperado e inmerecido encuentro, y al fulgor de su exce-
siva luz sus ojos cambiaron de dueño: no serán ya para la persecución, sino para
la adoración de Dios y para el celo misionero.
       Me estoy refiriendo a Pablo de Tarso, el Apóstol de los gentiles, junto con
Pedro una verdadera columna de la Iglesia del Señor. Dios le tocó el corazón, le
abrió los ojos y su vida quedó del todo cambiada para siempre. El mundo se le
hizo pequeño para contar de mil modos su encuentro con Jesucristo en el camino
de Damasco, y no pararía de viajar para decir a todos de quién se había fiado, el
tesoro que había encontrado en el Señor, y cómo Dios se hizo para él cercano
como un abrazo, tierno como el mismo amor, humilde como la entrega de la vida.
       No fundó ninguna congregación de vida consagrada, pero fue sembrando
la Palabra de Dios en toda aquella inmensa tierra que sus pies viajeros pisaron. Y
surgieron comunidades cristianas a las que se dirigía con la espada de su voz y el
ardor del misionero que llevaba dentro. Roma, Galacia, Tesalónica, Corinto,
Filipos, Atenas... España quizás. Indómito en su vivencia de Cristo, es en este año
jubilar un referente para la vida consagrada en todas sus formas.
       En esta jornada dedicada precisamente a la Vida Consagrada, encontramos
en San Pablo ese perfil de alguien que ha volcado su tiempo, sus espacios, su
amor y su vida entera al Señor. Tenía límites que no quiso desvelarnos y los dejó
tras el pudoroso anonimato del aguijón que le espoleaba, pero nos dijo mucho
más cuando nos compartió el gran secreto: la gracia le bastaba. Todo lo conside-




                                                                             3
Si tu vida es Cristo

ró basura con tal de ganar la única riqueza verdadera: Cristo. Y hasta en los
momentos más duros, los más incomprendidos, los de mayor acoso y algún derri-
bo, sacará fuerzas precisamente de su indigencia: cuando él era débil entonces
paradójicamente tenía fortaleza, por fiarse una y otra vez del Señor que en todo
le confortaba.
       San Pablo es también un reclamo para la vida consagrada, porque el amor
apasionado por Cristo, el celo misionero de llegar a las gentes, y su inquebranta-
ble fidelidad a la Iglesia, hacen de él un paradigma en el seguimiento del Señor a
través de los diversos carismas. El Papa Benedicto XVI recordaba en una cate-
quesis cómo el Apóstol Pablo era un hijo de la Iglesia: «San Pablo no actúa como
un “solista”, como un individuo aislado, sino (...) en el «nosotros» de la Iglesia.
Este “yo” de Pablo no es un “yo” aislado, sino un “yo” en el “nosotros” de la
Iglesia, en el «nosotros» de la fe apostólica» (31.ene.2007).
       Esta armonía complementaria que aparece en Pablo entre su «yo» perso-
nal y el «nosotros» eclesial, es todo un itinerario que permite vivir los carismas
desde la comunión entre ellos, y la comunión con la Iglesia como tal. Por este
motivo, Benedicto XVI afirma: «Pablo no es para nosotros una figura del pasado,
que recordamos con veneración. El es también nuestro maestro, apóstol y anun-
ciador de Jesucristo también para nosotros» (28.jun.2008). Todo un perfil que
despierta y acompaña la fidelidad en la vocación recibida.



                                                     © Jesús Sanz Montes, ofm
                                                    Obispo de Huesca y de Jaca
                                  Presidente de la C.E. para la Vida Consagrada




    4
manifiéstalo                  (Filp 1,21)




    Fiesta de la presentación del Señor

MONICIÓN DE ENTRADA
       Queridos hermanos todos. Hemos sido convocados por el Señor Jesús
para celebrar hoy la fiesta de su Presentación en el Templo. Sus padres, María y
José, cumpliendo con la tradición de su pueblo, acuden al Templo con el Niño
en brazos, a los 40 días de su nacimiento. Hoy, justo 40 días después de la
Natividad del Señor, también nosotros somos presentados ante el Dios de la Vida
por la misma la Virgen María en su maternidad eclesial y la fiel custodia de san
José, en la paternidad pastoral de nuestro Obispo diocesano.
      Los consagrados y consagradas hemos recibido en la Iglesia esta hermo-
sa vocación de vivir completamente entregados a Dios para estar dedicados

Palabra y celebrar el sacramento de la Eucaristía, verdadero sacrificio de ala-
gozosamente a su servicio. Y hoy nos congregamos en Su Casa para escuchar Su

banza por el que somos transformados a diario en una ofrenda permanente,
agradable al Padre, por Jesús, en el Espíritu.

fiesta como el día de la Vida Consagrada. Hoy, todos nosotros renovamos la
       Hace años, el venerado siervo de Dios el papa Juan Pablo II, instituyó esta

consagración presididos por nuestro Obispo, y salimos al encuentro del Señor
con la luz que el Espíritu Santo ha hecho arder en nuestros corazones.


RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN
[Acabada la homilía, los miembros de los Institutos de Vida Consagrada renue-
van su consagración en el seguimiento de Cristo y en la misión de la Iglesia.]

El Celebrante:


     En esta fiesta de la Presentación –popularmente conocida por la
      Hermanos y Hermanas:

Candelaria–, somos invitados al agradecimiento sincero por nuestra vocación




                                                                           5
Si tu vida es Cristo

consagrada, suscitada en la Iglesia como una luz que el Padre ha puesto en el
candelero, para que alumbre a todos los de la Casa. Nosotros, llamados por la
misericordia de Dios, hacemos presente en este mundo el Amor de Dios, Su
Compasión, Su Visita. La diversidad de carismas en las distintas formas de con-
sagración pone de manifiesto la múltiple gracia con que el Dios Trinitario ha
querido adornar y embellecer a su Iglesia. Hoy renovamos nuestro particular

(Todos oran en silencio durante algún tiempo)
seguimiento de Cristo pobre, casto y siempre obediente al Padre.



El Celebrante:
       Bendito seas, Señor, Padre Nuestro, porque en tu gran misericordia, con
el susurro de tu Espíritu, no has dejado de llamar, a lo largo de la historia, a hom-
bres y mujeres que, consagrados a Ti, fuesen en la Iglesia manifestación viva del
seguimiento radical de Cristo, testigos creíbles del Evangelio, profetas humildes
y valientes de tu Reino, hijos fieles de la Iglesia, peregrinos hacia la patria del
Cielo. Por ello ¡te glorificamos!

Cantor: Gloria a Ti, por los siglos.
Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos.

          Lector 1º:
(I)
          Te glorificamos, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra porque en tu Hijo
          Jesús nos has mostrado el camino del amor sin medida en el servicio de
          la Caridad. Cristo ha hecho de Tu voluntad su alimento y su descanso, su
          fortaleza y su alegría.

          Lector 2º:
          Gracias, Padre, por habernos querido asociar íntimamente a este misterio de
          Obediencia filial, en Cristo, por Cristo y con Cristo. La Virgen María, la
          Sierva obediente, siempre dócil a tu Palabra, nos toma de su mano para reno-
          var hoy nuestra sincera adhesión a tu Santa Voluntad, confesada mediante el
          voto de obediencia que un día profesamos en el seno de tu Iglesia.

          Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos.




      6
manifiéstalo                  (Filp 1,21)




        Lector 1º:
(II)
        Te glorificamos, Padre, y te bendecimos, porque en Jesucristo, nuestro
        Dios y Señor, nos has dado la Verdad de tu Amor, donación sin reservas y
        entrega sin límite. Él, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos

        mansos y humildes de corazón, los pobres de espíritu, los misericordio-
        con su pobreza, nos ha mostrado la dicha evangélica reservada para los

        sos, los que trabajan por la paz, los perseguidos y los que sufren a diario
        por causa de tu Reino.

        Lector 2º:
        Gracias, Padre, porque en Cristo nos lo has entregado todo. Él es tu Hijo
        Amado, en quien tienes puestas todas tus complacencias. Él, nuestro
        maestro y nuestro hermano, es el Hombre-Dios paciente y misericordio-
        so, compasivo y fiel, que ha venido a buscar lo que estaba perdido y a
        enseñarnos a caminar hacia el Cielo. De Él aprendemos que no tenemos,
        aquí en la tierra, otro lugar donde reclinar nuestra cabeza que no sea su
        pecho traspasado en el madero de su cruz gloriosa. Junto a Él estamos
        felices de vivir desprendidos y generosos, compartiendo nuestros bienes
        con los necesitados y proclamando que sólo Cristo es nuestra Riqueza y
        nuestro Tesoro.

        Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos.


        Lector 1º:
(III)
        Te glorificamos, Padre, y te damos gracias, porque en Jesucristo, el Hijo
        Bendito de la Bendita María, hemos sido seducidos por Tu Amor, enamo-
        rados de tu Reino y conducidos a la virginidad de nuestros corazones.
        Como María podemos hoy decir: ¡Somos de Cristo y le pertenecemos
        sólo a Él!

        Lector 2º:
        Gracias, Padre, por tu Hijo Jesucristo, Esposo fiel de la Iglesia. Renueva
        Tú en nosotros el fuego de tu Amor, la dicha y la alegría de vivir la ver-




                                                                            7
Si tu vida es Cristo


           auténtica humanidad lograda en la santidad de nuestra consagración.
           dadera castidad y la pureza sincera, de cuerpo, mente y corazón, una


           Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos.

El celebrante:
       ¡Oh Señor!: mira con ojos de misericordia a estos hijos tuyos y a estas

¡Renueva hoy en sus vidas el fuego ardiente del amor primero! ¡Ayúdales a
hijas tuyas: un día les llamaste y ellos te siguieron. Lo dejaron todo por Ti.

caminar presurosos tras de Ti e infunde en sus corazones el auténtico discipula-
do que nace de tu llamada! ¡Dales la adhesión del corazón a tu Santo Evangelio
y la comunión sin fisuras con nuestra Madre la Iglesia! ¡Hazlos fieles coopera-
dores de la Verdad y leales colaboradores de tu Reino. Te lo pedimos en el
Nombre de Jesús, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Asamblea: (Cantando) Amén, amén, amén.


PRECES
[A las preces completas de la Solemnidad, se propone añadir estas cuatro espe-
cíficas]

           Señor, tu Palabra es lámpara para nuestros pasos. Te pedimos hoy por
   •

           Luz radiante del Evangelio. Roguemos al Señor.
           todos los jóvenes que te buscan aun sin saberlo; conduce sus vidas con la

   •       Te pedimos también Señor por todos los religiosos, los miembros de ins-
           titutos seculares y de nuevas formas de vida consagrada, por el orden de
           las vírgenes, por cuantos han recibido el don de la llamada a la consagra-
           ción, para que, alcanzados por Cristo como el apóstol Pablo, sean autén-

           tra sociedad y en el mundo entero. Roguemos al Señor.
           ticos testigos de la Resurrección y firmes defensores de la Vida, en nues-

   •       Por las familias, elegidas por Dios para transmitir la fe a la próxima gene-
           ración, para que impulsadas por la esperanza y el amor de Jesús, puedan




       8
manifiéstalo                      (Filp 1,21)




    ejercer su misión de engendrar vocaciones para el Cielo. Roguemos al
    Señor.
•   Por quienes estamos participando en esta celebración de acción de gracias
    por la vida consagrada, para que todos seamos uno por el Amor y el

    Roguemos al Señor.
    mundo crea en Jesucristo, único Salvador de todos los hombres.




«Pertenecer totalmente a Cristo quiere decir arder con su amor
incandescente, quedar transformados por el esplendor de su belle-
za: nuestra pequeñez se le ofrece como sacrificio de suave fragan-
cia para que se convierta en testimonio de la grandeza de su pre-
sencia para nuestro tiempo, que tanta necesidad tiene de quedar
ebrio por la riqueza de su gracia. Pertenecer al Señor: esta es la
misión de los hombres y mujeres que han optado por seguir a
Cristo casto, pobre y obediente, para que el mundo crea y se
salve.»

                                      (BENEDICTO XVI, Audiencia a los Superiores y
                                    Superioras Generales de los Institutos de Vida
                Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, 22 de mayo de 2006).




                                                                              9
Si tu vida es Cristo


     Testigo de un Dios Providente que
        nunca nos deja de su mano

        Nací en Tobar (Burgos) en el seno de una familia cristiana. Mis padres eran
cristianos convencidos, sobre todo mi madre, una mujer muy religiosa y de gran
fe. Tengo dos hermanos y una hermana.
       Mi vocación nació en mí de forma espontánea. Puedo decir que creció con-
migo desde la infancia. Me sentía atraída hacia la Vida Religiosa, inclinación ali-
mentada al ver y oír a mis tías y una prima que eran Religiosas Hospitalarias.
También me influía la lectura asidua de una hoja dominical, titulada «El Buen
Amigo», que iba relatando la historia de un misionero. En realidad no sé si esta
lectura me influenciaba o yo la leía porque estaba convencida de mi vocación y
en esa lectura veía, de alguna forma reflejada, lo que yo quería que fuese mi vida.
        Un día pasó por el pueblo una Religiosa, «Hermana de San José de
Gerona», preguntando abiertamente si «había chicas que quisieran ser monjas».
Mi madre, que conocía mis inclinaciones, fue enseguida a buscarme, (pues tam-
bién le hacía ilusión tener una hija religiosa) y al decir yo que sí estaba dispues-
ta, fue hacia la Hermana y me presentó a ella. Después de hacerme unas cuantas
preguntas, le pareció correcto lo que yo decía y fui admitida al colegio de
Barcelona, desde donde se hacía la preparación para futuras religiosas. Yo estaba
para cumplir 12 años cuando fui a Barcelona a la «Escuela Apostólica».
       Éramos cuatro niñas del pueblo y se nos añadieron otras de pueblos cercanos
hasta formar un grupo de dieciocho. El dejar a mi familia me costó. Sentía que «me
dolía el alma». Al llegar a Barcelona y encontrar un grupo numeroso de jóvenes y
niñas, más o menos como yo, que tenían vocación religiosa, me animé mucho y en
poco tiempo me acostumbré al ambiente y las prácticas del colegio. Me gustaban tam-
bién mucho los juegos y los cantos que aprendíamos. Pero el recuerdo de mis padres
y hermanos, persistía siempre.
       Otra cosa que me gustaba y me llenaba mucho era asistir a la misa y otros
rezos que hacíamos las «Aspirantes» –como éramos llamadas– sobre todo cuan-
do era junto a las Hermanas profesas. Todo me gustaba, aunque seguía recordan-




    10
manifiéstalo                   (Filp 1,21)




do mucho a mis padres. El amor a mi familia no ha decaído nunca, pero la atrac-
ción en el seguimiento de Jesús era tan fuerte, que no dudé nunca de que ese era
mi lugar en el mundo. Asistir a los enfermos, a los que sufren, y hacerlo como
Jesús lo hacía en el Evangelio, era mi objetivo primero, lo que más me motivaba.
Todas las dificultades se me hacían llevaderas con tal de conseguir mi objetivo.
       Ya más mayor, durante el Postulantado y más intensamente en el
Noviciado, fui valorando y sopesando la autenticidad de mi vocación, y fui rea-
firmándome en ella. Lo que supuso para mí una gran ayuda fueron las enseñan-
zas de la Madre Maestra, quien con gran sencillez –propio de ella– nos inculca-
ba el amor y la fidelidad a Cristo.
       Después, durante el tiempo de Votos Temporales, inmersa entre los estu-
dios y el trabajo apostólico, fui madurando en mi opción, ayudada y estimulada
por las enseñanzas y los ejemplos de las Hermanas mayores. Estas vivencias me
han afianzado en la fidelidad a Cristo que he perseguido siempre. He estado siem-
pre realizando mi labor apostólica con los enfermos. En los primeros años en
Barcelona, Madrid, y en algunos lugares de Francia, donde pude aprender bien el
francés.
       La vocación misionera estuvo siempre muy dentro de mí, pero no se exte-
riorizó claramente hasta 1975, cuando nuestro Instituto incorporó las Misiones en
África, si bien ya hacía muchos años que estábamos en países de América Latina.
Pidieron voluntarias para ir a África y, entre las primeras que se ofrecieron esta-
ba yo.
       Primero estuve en Guinea Ecuatorial por espacio de 2 años; vine a España
porque mi madre enfermó gravemente y ya no regresé a Guinea. En 1995 fui des-
tinada a la República Democrática del Congo, a Rubare; con toda ilusión me
incorporaba de nuevo a la tarea misionera, como enfermera en «Mi rincón de
Rubare»; tenía sus encantos –aunque también sus desencantos– pero para mí era
un lugar maravilloso. Un lago grandísimo (el lago Kivu), flores, árboles enormes,
cafetales, la cadena de volcanes... Estos eran los encantos. Pero tenía también sus
«desencantos»: las chozas en las que vive la gente, allí apiñada por falta de terre-
no. La inmensa pobreza de la gente, todos descalzos, vestidos con harapos, llenos
de llagas, de tiña y otras enfermedades más graves, malaria, cólera… Era asom-
broso, en contraposición con la riqueza del país: rico geográficamente, petróleo,
maderas nobles, el suelo produce dos cosechas anuales, los lagos, los minerales.




                                                                            11
Si tu vida es Cristo

Y como contraste, la miseria y la falta de satisfacer las necesidades básicas de la
población. ¡Cuánto trabajo que hacer! Y ¡qué impotencia y sufrimiento el poder
hacer tan poco!
         Sí, pero tiene también sus compensaciones: ver a la gente que con poco se
contenta. Lo felices que eran ante la conclusión de un pequeño proyecto de ayuda al
desarrollo. Son alegres, cuando están enfermos no se quejan y soportan el dolor con
gran valentía. ¿Están acostumbrados? (¿Se puede acostumbrar una persona a
sufrir...?). Son muy agradecidos, con frecuencia ante el menor servicio, te dicen «que
Dios le bendiga».
      Nuestra comunidad está formada por cuatro Hermanas, tres trabajamos en el
«Centro de Salud San José» y la otra es maestra e imparte clases en un colegio cer-
cano.
        Alguien me preguntó si sabía que estaba en una zona de peligro. Lo supe
antes de ir. Mirando el mapa con uno de mis hermanos me dijo: ¿Sabes que vas
a la línea de fuego? Y fui. Por dos veces he visto de cerca el peligro, pero siem-
pre me confié en el Señor y reafirmé la certeza de que nada me ocurriría sin estar
Él conmigo. Así llegó el día 28 de octubre de este año 2008. Y a Él me confié.
Eso me daba fuerza, confianza, y yo creo que alejaba el miedo. Le doy infinitas
gracias porque no me ha abandonado, como yo sabía, y me permite seguir vivien-
do para dar testimonio de que es un Dios Providente que nunca nos deja de su
mano.
      De mis tres hermanos, añadir, que uno está en una residencia de personas
mayores; mi hermana es monja, Clarisa de clausura, y el otro hermano es padre
de familia.
       Con la ayuda de Dios, todo lo puedo.



                                                Religiosa de San José de Gerona
                                              Hna. Mª Presentación López Vivar




    12
manifiéstalo                   (Filp 1,21)




               El que busca, encuentra

       Siempre que me piden un testimonio sobre cómo he llegado hasta aquí
me da la sensación de que me repito, pero la verdad es que no puedo decir otra
cosa… La historia de mi vida la ha trazado Dios y yo sólo me limito a contarla
con la comprensión y luz que hasta el día de hoy Él me da.
      Mi vocación a la vida consagrada no la entiendo como algo aislado…
quiero decir, que forma parte de un plan de Dios mucho más amplio. Distingo
en mi vida varias llamadas que Dios me ha hecho y a las que tarde o temprano,

       La primera fue la llamada a la vida; este fue el primer don que Dios me
con mayor o menor consciencia, he tenido que responder.

dio. La respuesta no es consciente por nuestra parte pero, a medida que pasan
los años, nos llega el momento de responder a este primer don que nuestro Dios
Creador nos otorga. Respondemos como criaturas reconociéndole como nuestro
Origen y Meta, como Creador de todo, por quien somos, nos movemos y exis-

       A lo segundo que Dios me llamó fue a ser su hija, a la participación de
timos y por quien todo participa de un orden que debemos respetar.

la vida divina en Cristo, a formar parte de su Iglesia, y esto se me concedió por
el bautismo; por supuesto que siendo niña tampoco era consciente, pero también
llegó un momento donde, alcanzada cierta madurez, tuve que responder y deci-
dí vivir como cristiana (al menos intentarlo) siguiendo a Cristo junto a mis her-

       Y llegó la tercera llamada: ser esposa de Cristo. ¡Vaya!, ésta ya me pilló
manos en la Iglesia.

más adulta, pero no me la esperaba, pues yo tenía otros planes… En esta voca-

mo, una consagración especial dentro de la consagración bautismal. Ser virgen
ción se muestra la forma singular de mi seguimiento de Cristo; es algo más ínti-

consagrada configura mi identidad más profunda; responder a ella supone
encontrarme conmigo misma, con Dios, con los demás; es una vocación que

       Creo que cuando respondes a estas llamadas todo encaja, la vida tiene
integra todo mi ser.

sentido, se adquiere entonces una visión nueva de todo.




                                                                          13
Si tu vida es Cristo


      Quizá Dios tiene pensado hacerme otra llamada que vaya perfilando -
todavía más- mi vida, no lo sé… pero espero estar dispuesta y preparada para
responder «sí». Al menos así se lo pido.
       Lo dicho hasta ahora queda muy bonito, ¡y lo es!, pero no todo ha sido
camino fácil ni siempre he respondido diligentemente. El plan que Dios tenía
pensado para mí, lo que soy ante Él, no ha quedado exento de ser atacado por el

el ambiente, las asechanzas y trampas del diablo, la fragilidad de nuestra natu-
enemigo de muy diversas maneras… ¿Quién no tiene experiencia de que a veces

raleza, y tantas otras realidades amenazan nuestra vida y vocación por lo que en
ocasiones no percibimos con nitidez la voz de Dios, su voluntad? Así, entre
luchas, caídas, levantadas, alegrías, esfuerzos, ganas, oración… he ido y voy
recorriendo el camino que me lleva a ser fiel a esa voluntad de Dios sobre mi
vida; con la confianza de que ni el mal, ni el pecado tienen ni tendrán nunca la
última palabra.
       Recuerdo con ternura la primera vez que el Señor despertó en mi corazón
el deseo de entregarle toda mi vida; sorprendida, no sabía donde ni cómo sería
eso. Después de un largo periodo de búsqueda (en el que, si bien es cierto que
sufrí mucho, también lo es que aprendí y me hizo madurar enormemente), en el
momento que Él quiso, vi con claridad cuál era el lugar en la Iglesia que Dios
había pensado para mí: El Orden de Vírgenes.


        – Primigenia: por tratarse de una vocación que está en los orígenes de la
        Descubrí entonces una vocación:


          Iglesia primitiva. Me entusiasmó el poder compartir la misma llamada
          de aquellas mujeres cristianas de la Iglesia naciente en los primeros


        – Eclesial: pues no tenemos un fundador o fundadora que no sea Cristo
          siglos del cristianismo, muchas de la cuales murieron mártires.



          específicamente cristiana; no tenemos Constituciones o Reglas como
          mismo. ¡Somos de la Iglesia!, sin otra espiritualidad que no sea la

          las familias religiosas de la tradición católica; nuestra única Regla es
          el Evangelio y nuestras Constituciones el Magisterio de la Madre
          Iglesia; tampoco sobresalimos por un acento carismático distinto de la
          misma virginidad esponsal; y no vivimos otra devoción particular que
          la netamente mariana, pues es María nuestro modelo, como primera




   14
manifiéstalo                   (Filp 1,21)




         virgen consagrada enteramente a Jesucristo. Hacemos nuestro y ama-


      – Esponsal, pues por medio del rito por el que somos consagradas que-
         mos todo lo que pertenece a la Iglesia.


        damos configuradas explícitamente en ‘esposas de Cristo’. Esta iden-
        tidad nos lleva a seguir al Cordero a donde quiera que vaya y amar al
        Esposo que se hizo pobre y obediente, no desde una renuncia a la pose-
        sión de bienes o la obediencia a una superiora, sino con la pobreza del
        trabajo, la sencillez de vida y la obediencia a Dios a través de sus
        mediaciones, tanto de personas como de circunstancias de la vida, tal


      – De oración y de servicio en la Caridad a la Iglesia, cuerpo de Cristo
        y como Jesús y María formalmente las vivieron.


        (al que nos hemos entregado), nos ponemos bajo la autoridad del
        Obispo de la diócesis, quien, como sucesor de los apóstoles, nos con-
        sagra y nos introduce así en el gozo y frescura de la donación amoro-


      – Exclusivamente femenina pues es la virgen consagrada como mujer la
        sa ofrecida según las cualidades y capacidades de cada una.


        que representa y significa –de un modo más visible–, a ejemplo de
        María, la esponsalidad, maternidad y fecundidad espiritual de la
        Iglesia.


ritual en la Iglesia después de tantos siglos de silencio para esta original forma
        Agradezco infinitamente al Señor que haya recuperado esta vocación y su

de consagración. Es enorme la alegría que se experimenta cuando después de
tanto buscar, lo que llevas por dentro (que al fin y al cabo lo pone Dios) es ver-
dadero y ¡está en la Iglesia de Cristo! Y es que, como asegura Jesús en el
Evangelio, ¡el que busca, encuentra!
       Sólo me queda pues caminar humildemente y acoger con amor esta bella
invitación de Dios hasta la última llamada que será el día de mi Pascua defini-

el Esposo y no quiero decir como los de la parábola «Señor, Señor, he hablado
tiva de este mundo a la Casa del Padre (el día de mi muerte). Me presentaré ante

de ti, mira lo que he hecho por ti…». ¡No! No diré nada, sólo esperaré en su

embellecida por Su Misericordia, Jesús me diga al verme: «te estaba esperan-
amor de Esposo, para que habiéndome preparado bien durante toda la vida y

do, ven, entra al banquete de tu Señor», y que su mirada reconozca en mí la




                                                                           15
Si tu vida es Cristo


imagen que Dios había pensado desde toda la eternidad. Y entonces será el
momento de decir ese SI con mayúsculas que me permitirá vivir en plenitud y
consumar lo que en esta vida he empezado a saborear.



                                                            Ordo Virginum
                                                          Mercedes Luján

                                                   Archidiócesis de Madrid




  «Queridos hermanos y hermanas, irradiad siempre y en todo lugar
  el amor de Cristo, luz del mundo. María santísima, la Mujer consa-
  grada, os ayude a vivir plenamente vuestra especial vocación y
  misión en la Iglesia, para la salvación del mundo.»
                                                            (BENEDICTO XVI)




   16
manifiéstalo                        (Filp 1,21)




               Palabra de Dios y vida consagrada

La vida consagrada nace de la escucha de la Palabra de Dios y
acoge el Evangelio como su norma de vida. En la escuela de la
Palabra, redescubre continuamente su identidad y se convierte en
«evangelica testificatio» para la Iglesia y para el mundo.
Llamada a ser «exégesis» viviente de la Palabra de Dios (cf.
Benedicto XVI, 2 de febrero de 2008), es ella misma una palabra
con la cual Dios sigue hablando a la Iglesia y al mundo.
El Sínodo agradece a las personas consagradas su testimonio del
Evangelio y su disponibilidad a proclamarlo en las fronteras geo-
gráficas y culturales de la misión mediante sus servicios carismáti-
cos.
Les exhorta al mismo tiempo a cuidar los espacios personales y
comunitarios de escucha de la Palabra de Dios y a promover escue-
las de oración bíblica abiertas a los laicos, sobre todo a los jóvenes.
Sepan escuchar la Palabra de Dios con corazón de pobres y expre-
sen su respuesta en el compromiso por la justicia, la paz y la inte-
gridad de la creación.
                                                        (De la Proposición 24.
                                            Sínodo sobre La Palabra de Dios
                                        en la vida y en la misión de la Iglesia)




                                                                           17
Si tu vida es Cristo




                     María, a ti, Madre de la Iglesia,
   que deseas la renovación espiritual y apostólica de tus hijos e hijas
           en la respuesta de amor y de entrega total a Cristo,
                   elevamos confiados nuestra súplica.
                 Tú que has hecho la voluntad del Padre,
                       disponible en la obediencia,
                          intrépida en la pobreza
                  y acogedora en la virginidad fecunda,
                        alcanza de tu divino Hijo,
   que cuantos han recibido el don de seguirlo en la Vida Consagrada,
          sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada,
                         caminando gozosamente,
            junto con todos los otros hermanos y hermanas,
           hacia la patria celestial y la luz que no tiene ocaso.

                                                      (Vita Consecrata, 112)




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Vida Consagrada 2009

  • 1. manifiéstalo (Filp 1,21) San Pablo: saber de quién nos fiamos: Estuvo entre los primeros cristianos. Como él mismo relata en sus cartas y es descrito hasta tres veces en el libro de los Hechos de los Apóstoles, su vida fue un verdadero milagro, una elección gratuita. Tanto más sorprendente cuanto que fue encontrado por aquel a quien él perseguía. Tal paradoja le dejó para siempre descabalgado de toda su pasión torcida y confundida. Y siguió teniendo pasión, más si cabe todavía, pero ya no anidaba en su entraña ni el rencor ni la insidia. Fue fulgurante aquel inesperado e inmerecido encuentro, y al fulgor de su exce- siva luz sus ojos cambiaron de dueño: no serán ya para la persecución, sino para la adoración de Dios y para el celo misionero. Me estoy refiriendo a Pablo de Tarso, el Apóstol de los gentiles, junto con Pedro una verdadera columna de la Iglesia del Señor. Dios le tocó el corazón, le abrió los ojos y su vida quedó del todo cambiada para siempre. El mundo se le hizo pequeño para contar de mil modos su encuentro con Jesucristo en el camino de Damasco, y no pararía de viajar para decir a todos de quién se había fiado, el tesoro que había encontrado en el Señor, y cómo Dios se hizo para él cercano como un abrazo, tierno como el mismo amor, humilde como la entrega de la vida. No fundó ninguna congregación de vida consagrada, pero fue sembrando la Palabra de Dios en toda aquella inmensa tierra que sus pies viajeros pisaron. Y surgieron comunidades cristianas a las que se dirigía con la espada de su voz y el ardor del misionero que llevaba dentro. Roma, Galacia, Tesalónica, Corinto, Filipos, Atenas... España quizás. Indómito en su vivencia de Cristo, es en este año jubilar un referente para la vida consagrada en todas sus formas. En esta jornada dedicada precisamente a la Vida Consagrada, encontramos en San Pablo ese perfil de alguien que ha volcado su tiempo, sus espacios, su amor y su vida entera al Señor. Tenía límites que no quiso desvelarnos y los dejó tras el pudoroso anonimato del aguijón que le espoleaba, pero nos dijo mucho más cuando nos compartió el gran secreto: la gracia le bastaba. Todo lo conside- 3
  • 2. Si tu vida es Cristo ró basura con tal de ganar la única riqueza verdadera: Cristo. Y hasta en los momentos más duros, los más incomprendidos, los de mayor acoso y algún derri- bo, sacará fuerzas precisamente de su indigencia: cuando él era débil entonces paradójicamente tenía fortaleza, por fiarse una y otra vez del Señor que en todo le confortaba. San Pablo es también un reclamo para la vida consagrada, porque el amor apasionado por Cristo, el celo misionero de llegar a las gentes, y su inquebranta- ble fidelidad a la Iglesia, hacen de él un paradigma en el seguimiento del Señor a través de los diversos carismas. El Papa Benedicto XVI recordaba en una cate- quesis cómo el Apóstol Pablo era un hijo de la Iglesia: «San Pablo no actúa como un “solista”, como un individuo aislado, sino (...) en el «nosotros» de la Iglesia. Este “yo” de Pablo no es un “yo” aislado, sino un “yo” en el “nosotros” de la Iglesia, en el «nosotros» de la fe apostólica» (31.ene.2007). Esta armonía complementaria que aparece en Pablo entre su «yo» perso- nal y el «nosotros» eclesial, es todo un itinerario que permite vivir los carismas desde la comunión entre ellos, y la comunión con la Iglesia como tal. Por este motivo, Benedicto XVI afirma: «Pablo no es para nosotros una figura del pasado, que recordamos con veneración. El es también nuestro maestro, apóstol y anun- ciador de Jesucristo también para nosotros» (28.jun.2008). Todo un perfil que despierta y acompaña la fidelidad en la vocación recibida. © Jesús Sanz Montes, ofm Obispo de Huesca y de Jaca Presidente de la C.E. para la Vida Consagrada 4
  • 3. manifiéstalo (Filp 1,21) Fiesta de la presentación del Señor MONICIÓN DE ENTRADA Queridos hermanos todos. Hemos sido convocados por el Señor Jesús para celebrar hoy la fiesta de su Presentación en el Templo. Sus padres, María y José, cumpliendo con la tradición de su pueblo, acuden al Templo con el Niño en brazos, a los 40 días de su nacimiento. Hoy, justo 40 días después de la Natividad del Señor, también nosotros somos presentados ante el Dios de la Vida por la misma la Virgen María en su maternidad eclesial y la fiel custodia de san José, en la paternidad pastoral de nuestro Obispo diocesano. Los consagrados y consagradas hemos recibido en la Iglesia esta hermo- sa vocación de vivir completamente entregados a Dios para estar dedicados Palabra y celebrar el sacramento de la Eucaristía, verdadero sacrificio de ala- gozosamente a su servicio. Y hoy nos congregamos en Su Casa para escuchar Su banza por el que somos transformados a diario en una ofrenda permanente, agradable al Padre, por Jesús, en el Espíritu. fiesta como el día de la Vida Consagrada. Hoy, todos nosotros renovamos la Hace años, el venerado siervo de Dios el papa Juan Pablo II, instituyó esta consagración presididos por nuestro Obispo, y salimos al encuentro del Señor con la luz que el Espíritu Santo ha hecho arder en nuestros corazones. RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN [Acabada la homilía, los miembros de los Institutos de Vida Consagrada renue- van su consagración en el seguimiento de Cristo y en la misión de la Iglesia.] El Celebrante: En esta fiesta de la Presentación –popularmente conocida por la Hermanos y Hermanas: Candelaria–, somos invitados al agradecimiento sincero por nuestra vocación 5
  • 4. Si tu vida es Cristo consagrada, suscitada en la Iglesia como una luz que el Padre ha puesto en el candelero, para que alumbre a todos los de la Casa. Nosotros, llamados por la misericordia de Dios, hacemos presente en este mundo el Amor de Dios, Su Compasión, Su Visita. La diversidad de carismas en las distintas formas de con- sagración pone de manifiesto la múltiple gracia con que el Dios Trinitario ha querido adornar y embellecer a su Iglesia. Hoy renovamos nuestro particular (Todos oran en silencio durante algún tiempo) seguimiento de Cristo pobre, casto y siempre obediente al Padre. El Celebrante: Bendito seas, Señor, Padre Nuestro, porque en tu gran misericordia, con el susurro de tu Espíritu, no has dejado de llamar, a lo largo de la historia, a hom- bres y mujeres que, consagrados a Ti, fuesen en la Iglesia manifestación viva del seguimiento radical de Cristo, testigos creíbles del Evangelio, profetas humildes y valientes de tu Reino, hijos fieles de la Iglesia, peregrinos hacia la patria del Cielo. Por ello ¡te glorificamos! Cantor: Gloria a Ti, por los siglos. Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos. Lector 1º: (I) Te glorificamos, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra porque en tu Hijo Jesús nos has mostrado el camino del amor sin medida en el servicio de la Caridad. Cristo ha hecho de Tu voluntad su alimento y su descanso, su fortaleza y su alegría. Lector 2º: Gracias, Padre, por habernos querido asociar íntimamente a este misterio de Obediencia filial, en Cristo, por Cristo y con Cristo. La Virgen María, la Sierva obediente, siempre dócil a tu Palabra, nos toma de su mano para reno- var hoy nuestra sincera adhesión a tu Santa Voluntad, confesada mediante el voto de obediencia que un día profesamos en el seno de tu Iglesia. Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos. 6
  • 5. manifiéstalo (Filp 1,21) Lector 1º: (II) Te glorificamos, Padre, y te bendecimos, porque en Jesucristo, nuestro Dios y Señor, nos has dado la Verdad de tu Amor, donación sin reservas y entrega sin límite. Él, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos mansos y humildes de corazón, los pobres de espíritu, los misericordio- con su pobreza, nos ha mostrado la dicha evangélica reservada para los sos, los que trabajan por la paz, los perseguidos y los que sufren a diario por causa de tu Reino. Lector 2º: Gracias, Padre, porque en Cristo nos lo has entregado todo. Él es tu Hijo Amado, en quien tienes puestas todas tus complacencias. Él, nuestro maestro y nuestro hermano, es el Hombre-Dios paciente y misericordio- so, compasivo y fiel, que ha venido a buscar lo que estaba perdido y a enseñarnos a caminar hacia el Cielo. De Él aprendemos que no tenemos, aquí en la tierra, otro lugar donde reclinar nuestra cabeza que no sea su pecho traspasado en el madero de su cruz gloriosa. Junto a Él estamos felices de vivir desprendidos y generosos, compartiendo nuestros bienes con los necesitados y proclamando que sólo Cristo es nuestra Riqueza y nuestro Tesoro. Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos. Lector 1º: (III) Te glorificamos, Padre, y te damos gracias, porque en Jesucristo, el Hijo Bendito de la Bendita María, hemos sido seducidos por Tu Amor, enamo- rados de tu Reino y conducidos a la virginidad de nuestros corazones. Como María podemos hoy decir: ¡Somos de Cristo y le pertenecemos sólo a Él! Lector 2º: Gracias, Padre, por tu Hijo Jesucristo, Esposo fiel de la Iglesia. Renueva Tú en nosotros el fuego de tu Amor, la dicha y la alegría de vivir la ver- 7
  • 6. Si tu vida es Cristo auténtica humanidad lograda en la santidad de nuestra consagración. dadera castidad y la pureza sincera, de cuerpo, mente y corazón, una Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos. El celebrante: ¡Oh Señor!: mira con ojos de misericordia a estos hijos tuyos y a estas ¡Renueva hoy en sus vidas el fuego ardiente del amor primero! ¡Ayúdales a hijas tuyas: un día les llamaste y ellos te siguieron. Lo dejaron todo por Ti. caminar presurosos tras de Ti e infunde en sus corazones el auténtico discipula- do que nace de tu llamada! ¡Dales la adhesión del corazón a tu Santo Evangelio y la comunión sin fisuras con nuestra Madre la Iglesia! ¡Hazlos fieles coopera- dores de la Verdad y leales colaboradores de tu Reino. Te lo pedimos en el Nombre de Jesús, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Asamblea: (Cantando) Amén, amén, amén. PRECES [A las preces completas de la Solemnidad, se propone añadir estas cuatro espe- cíficas] Señor, tu Palabra es lámpara para nuestros pasos. Te pedimos hoy por • Luz radiante del Evangelio. Roguemos al Señor. todos los jóvenes que te buscan aun sin saberlo; conduce sus vidas con la • Te pedimos también Señor por todos los religiosos, los miembros de ins- titutos seculares y de nuevas formas de vida consagrada, por el orden de las vírgenes, por cuantos han recibido el don de la llamada a la consagra- ción, para que, alcanzados por Cristo como el apóstol Pablo, sean autén- tra sociedad y en el mundo entero. Roguemos al Señor. ticos testigos de la Resurrección y firmes defensores de la Vida, en nues- • Por las familias, elegidas por Dios para transmitir la fe a la próxima gene- ración, para que impulsadas por la esperanza y el amor de Jesús, puedan 8
  • 7. manifiéstalo (Filp 1,21) ejercer su misión de engendrar vocaciones para el Cielo. Roguemos al Señor. • Por quienes estamos participando en esta celebración de acción de gracias por la vida consagrada, para que todos seamos uno por el Amor y el Roguemos al Señor. mundo crea en Jesucristo, único Salvador de todos los hombres. «Pertenecer totalmente a Cristo quiere decir arder con su amor incandescente, quedar transformados por el esplendor de su belle- za: nuestra pequeñez se le ofrece como sacrificio de suave fragan- cia para que se convierta en testimonio de la grandeza de su pre- sencia para nuestro tiempo, que tanta necesidad tiene de quedar ebrio por la riqueza de su gracia. Pertenecer al Señor: esta es la misión de los hombres y mujeres que han optado por seguir a Cristo casto, pobre y obediente, para que el mundo crea y se salve.» (BENEDICTO XVI, Audiencia a los Superiores y Superioras Generales de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, 22 de mayo de 2006). 9
  • 8. Si tu vida es Cristo Testigo de un Dios Providente que nunca nos deja de su mano Nací en Tobar (Burgos) en el seno de una familia cristiana. Mis padres eran cristianos convencidos, sobre todo mi madre, una mujer muy religiosa y de gran fe. Tengo dos hermanos y una hermana. Mi vocación nació en mí de forma espontánea. Puedo decir que creció con- migo desde la infancia. Me sentía atraída hacia la Vida Religiosa, inclinación ali- mentada al ver y oír a mis tías y una prima que eran Religiosas Hospitalarias. También me influía la lectura asidua de una hoja dominical, titulada «El Buen Amigo», que iba relatando la historia de un misionero. En realidad no sé si esta lectura me influenciaba o yo la leía porque estaba convencida de mi vocación y en esa lectura veía, de alguna forma reflejada, lo que yo quería que fuese mi vida. Un día pasó por el pueblo una Religiosa, «Hermana de San José de Gerona», preguntando abiertamente si «había chicas que quisieran ser monjas». Mi madre, que conocía mis inclinaciones, fue enseguida a buscarme, (pues tam- bién le hacía ilusión tener una hija religiosa) y al decir yo que sí estaba dispues- ta, fue hacia la Hermana y me presentó a ella. Después de hacerme unas cuantas preguntas, le pareció correcto lo que yo decía y fui admitida al colegio de Barcelona, desde donde se hacía la preparación para futuras religiosas. Yo estaba para cumplir 12 años cuando fui a Barcelona a la «Escuela Apostólica». Éramos cuatro niñas del pueblo y se nos añadieron otras de pueblos cercanos hasta formar un grupo de dieciocho. El dejar a mi familia me costó. Sentía que «me dolía el alma». Al llegar a Barcelona y encontrar un grupo numeroso de jóvenes y niñas, más o menos como yo, que tenían vocación religiosa, me animé mucho y en poco tiempo me acostumbré al ambiente y las prácticas del colegio. Me gustaban tam- bién mucho los juegos y los cantos que aprendíamos. Pero el recuerdo de mis padres y hermanos, persistía siempre. Otra cosa que me gustaba y me llenaba mucho era asistir a la misa y otros rezos que hacíamos las «Aspirantes» –como éramos llamadas– sobre todo cuan- do era junto a las Hermanas profesas. Todo me gustaba, aunque seguía recordan- 10
  • 9. manifiéstalo (Filp 1,21) do mucho a mis padres. El amor a mi familia no ha decaído nunca, pero la atrac- ción en el seguimiento de Jesús era tan fuerte, que no dudé nunca de que ese era mi lugar en el mundo. Asistir a los enfermos, a los que sufren, y hacerlo como Jesús lo hacía en el Evangelio, era mi objetivo primero, lo que más me motivaba. Todas las dificultades se me hacían llevaderas con tal de conseguir mi objetivo. Ya más mayor, durante el Postulantado y más intensamente en el Noviciado, fui valorando y sopesando la autenticidad de mi vocación, y fui rea- firmándome en ella. Lo que supuso para mí una gran ayuda fueron las enseñan- zas de la Madre Maestra, quien con gran sencillez –propio de ella– nos inculca- ba el amor y la fidelidad a Cristo. Después, durante el tiempo de Votos Temporales, inmersa entre los estu- dios y el trabajo apostólico, fui madurando en mi opción, ayudada y estimulada por las enseñanzas y los ejemplos de las Hermanas mayores. Estas vivencias me han afianzado en la fidelidad a Cristo que he perseguido siempre. He estado siem- pre realizando mi labor apostólica con los enfermos. En los primeros años en Barcelona, Madrid, y en algunos lugares de Francia, donde pude aprender bien el francés. La vocación misionera estuvo siempre muy dentro de mí, pero no se exte- riorizó claramente hasta 1975, cuando nuestro Instituto incorporó las Misiones en África, si bien ya hacía muchos años que estábamos en países de América Latina. Pidieron voluntarias para ir a África y, entre las primeras que se ofrecieron esta- ba yo. Primero estuve en Guinea Ecuatorial por espacio de 2 años; vine a España porque mi madre enfermó gravemente y ya no regresé a Guinea. En 1995 fui des- tinada a la República Democrática del Congo, a Rubare; con toda ilusión me incorporaba de nuevo a la tarea misionera, como enfermera en «Mi rincón de Rubare»; tenía sus encantos –aunque también sus desencantos– pero para mí era un lugar maravilloso. Un lago grandísimo (el lago Kivu), flores, árboles enormes, cafetales, la cadena de volcanes... Estos eran los encantos. Pero tenía también sus «desencantos»: las chozas en las que vive la gente, allí apiñada por falta de terre- no. La inmensa pobreza de la gente, todos descalzos, vestidos con harapos, llenos de llagas, de tiña y otras enfermedades más graves, malaria, cólera… Era asom- broso, en contraposición con la riqueza del país: rico geográficamente, petróleo, maderas nobles, el suelo produce dos cosechas anuales, los lagos, los minerales. 11
  • 10. Si tu vida es Cristo Y como contraste, la miseria y la falta de satisfacer las necesidades básicas de la población. ¡Cuánto trabajo que hacer! Y ¡qué impotencia y sufrimiento el poder hacer tan poco! Sí, pero tiene también sus compensaciones: ver a la gente que con poco se contenta. Lo felices que eran ante la conclusión de un pequeño proyecto de ayuda al desarrollo. Son alegres, cuando están enfermos no se quejan y soportan el dolor con gran valentía. ¿Están acostumbrados? (¿Se puede acostumbrar una persona a sufrir...?). Son muy agradecidos, con frecuencia ante el menor servicio, te dicen «que Dios le bendiga». Nuestra comunidad está formada por cuatro Hermanas, tres trabajamos en el «Centro de Salud San José» y la otra es maestra e imparte clases en un colegio cer- cano. Alguien me preguntó si sabía que estaba en una zona de peligro. Lo supe antes de ir. Mirando el mapa con uno de mis hermanos me dijo: ¿Sabes que vas a la línea de fuego? Y fui. Por dos veces he visto de cerca el peligro, pero siem- pre me confié en el Señor y reafirmé la certeza de que nada me ocurriría sin estar Él conmigo. Así llegó el día 28 de octubre de este año 2008. Y a Él me confié. Eso me daba fuerza, confianza, y yo creo que alejaba el miedo. Le doy infinitas gracias porque no me ha abandonado, como yo sabía, y me permite seguir vivien- do para dar testimonio de que es un Dios Providente que nunca nos deja de su mano. De mis tres hermanos, añadir, que uno está en una residencia de personas mayores; mi hermana es monja, Clarisa de clausura, y el otro hermano es padre de familia. Con la ayuda de Dios, todo lo puedo. Religiosa de San José de Gerona Hna. Mª Presentación López Vivar 12
  • 11. manifiéstalo (Filp 1,21) El que busca, encuentra Siempre que me piden un testimonio sobre cómo he llegado hasta aquí me da la sensación de que me repito, pero la verdad es que no puedo decir otra cosa… La historia de mi vida la ha trazado Dios y yo sólo me limito a contarla con la comprensión y luz que hasta el día de hoy Él me da. Mi vocación a la vida consagrada no la entiendo como algo aislado… quiero decir, que forma parte de un plan de Dios mucho más amplio. Distingo en mi vida varias llamadas que Dios me ha hecho y a las que tarde o temprano, La primera fue la llamada a la vida; este fue el primer don que Dios me con mayor o menor consciencia, he tenido que responder. dio. La respuesta no es consciente por nuestra parte pero, a medida que pasan los años, nos llega el momento de responder a este primer don que nuestro Dios Creador nos otorga. Respondemos como criaturas reconociéndole como nuestro Origen y Meta, como Creador de todo, por quien somos, nos movemos y exis- A lo segundo que Dios me llamó fue a ser su hija, a la participación de timos y por quien todo participa de un orden que debemos respetar. la vida divina en Cristo, a formar parte de su Iglesia, y esto se me concedió por el bautismo; por supuesto que siendo niña tampoco era consciente, pero también llegó un momento donde, alcanzada cierta madurez, tuve que responder y deci- dí vivir como cristiana (al menos intentarlo) siguiendo a Cristo junto a mis her- Y llegó la tercera llamada: ser esposa de Cristo. ¡Vaya!, ésta ya me pilló manos en la Iglesia. más adulta, pero no me la esperaba, pues yo tenía otros planes… En esta voca- mo, una consagración especial dentro de la consagración bautismal. Ser virgen ción se muestra la forma singular de mi seguimiento de Cristo; es algo más ínti- consagrada configura mi identidad más profunda; responder a ella supone encontrarme conmigo misma, con Dios, con los demás; es una vocación que Creo que cuando respondes a estas llamadas todo encaja, la vida tiene integra todo mi ser. sentido, se adquiere entonces una visión nueva de todo. 13
  • 12. Si tu vida es Cristo Quizá Dios tiene pensado hacerme otra llamada que vaya perfilando - todavía más- mi vida, no lo sé… pero espero estar dispuesta y preparada para responder «sí». Al menos así se lo pido. Lo dicho hasta ahora queda muy bonito, ¡y lo es!, pero no todo ha sido camino fácil ni siempre he respondido diligentemente. El plan que Dios tenía pensado para mí, lo que soy ante Él, no ha quedado exento de ser atacado por el el ambiente, las asechanzas y trampas del diablo, la fragilidad de nuestra natu- enemigo de muy diversas maneras… ¿Quién no tiene experiencia de que a veces raleza, y tantas otras realidades amenazan nuestra vida y vocación por lo que en ocasiones no percibimos con nitidez la voz de Dios, su voluntad? Así, entre luchas, caídas, levantadas, alegrías, esfuerzos, ganas, oración… he ido y voy recorriendo el camino que me lleva a ser fiel a esa voluntad de Dios sobre mi vida; con la confianza de que ni el mal, ni el pecado tienen ni tendrán nunca la última palabra. Recuerdo con ternura la primera vez que el Señor despertó en mi corazón el deseo de entregarle toda mi vida; sorprendida, no sabía donde ni cómo sería eso. Después de un largo periodo de búsqueda (en el que, si bien es cierto que sufrí mucho, también lo es que aprendí y me hizo madurar enormemente), en el momento que Él quiso, vi con claridad cuál era el lugar en la Iglesia que Dios había pensado para mí: El Orden de Vírgenes. – Primigenia: por tratarse de una vocación que está en los orígenes de la Descubrí entonces una vocación: Iglesia primitiva. Me entusiasmó el poder compartir la misma llamada de aquellas mujeres cristianas de la Iglesia naciente en los primeros – Eclesial: pues no tenemos un fundador o fundadora que no sea Cristo siglos del cristianismo, muchas de la cuales murieron mártires. específicamente cristiana; no tenemos Constituciones o Reglas como mismo. ¡Somos de la Iglesia!, sin otra espiritualidad que no sea la las familias religiosas de la tradición católica; nuestra única Regla es el Evangelio y nuestras Constituciones el Magisterio de la Madre Iglesia; tampoco sobresalimos por un acento carismático distinto de la misma virginidad esponsal; y no vivimos otra devoción particular que la netamente mariana, pues es María nuestro modelo, como primera 14
  • 13. manifiéstalo (Filp 1,21) virgen consagrada enteramente a Jesucristo. Hacemos nuestro y ama- – Esponsal, pues por medio del rito por el que somos consagradas que- mos todo lo que pertenece a la Iglesia. damos configuradas explícitamente en ‘esposas de Cristo’. Esta iden- tidad nos lleva a seguir al Cordero a donde quiera que vaya y amar al Esposo que se hizo pobre y obediente, no desde una renuncia a la pose- sión de bienes o la obediencia a una superiora, sino con la pobreza del trabajo, la sencillez de vida y la obediencia a Dios a través de sus mediaciones, tanto de personas como de circunstancias de la vida, tal – De oración y de servicio en la Caridad a la Iglesia, cuerpo de Cristo y como Jesús y María formalmente las vivieron. (al que nos hemos entregado), nos ponemos bajo la autoridad del Obispo de la diócesis, quien, como sucesor de los apóstoles, nos con- sagra y nos introduce así en el gozo y frescura de la donación amoro- – Exclusivamente femenina pues es la virgen consagrada como mujer la sa ofrecida según las cualidades y capacidades de cada una. que representa y significa –de un modo más visible–, a ejemplo de María, la esponsalidad, maternidad y fecundidad espiritual de la Iglesia. ritual en la Iglesia después de tantos siglos de silencio para esta original forma Agradezco infinitamente al Señor que haya recuperado esta vocación y su de consagración. Es enorme la alegría que se experimenta cuando después de tanto buscar, lo que llevas por dentro (que al fin y al cabo lo pone Dios) es ver- dadero y ¡está en la Iglesia de Cristo! Y es que, como asegura Jesús en el Evangelio, ¡el que busca, encuentra! Sólo me queda pues caminar humildemente y acoger con amor esta bella invitación de Dios hasta la última llamada que será el día de mi Pascua defini- el Esposo y no quiero decir como los de la parábola «Señor, Señor, he hablado tiva de este mundo a la Casa del Padre (el día de mi muerte). Me presentaré ante de ti, mira lo que he hecho por ti…». ¡No! No diré nada, sólo esperaré en su embellecida por Su Misericordia, Jesús me diga al verme: «te estaba esperan- amor de Esposo, para que habiéndome preparado bien durante toda la vida y do, ven, entra al banquete de tu Señor», y que su mirada reconozca en mí la 15
  • 14. Si tu vida es Cristo imagen que Dios había pensado desde toda la eternidad. Y entonces será el momento de decir ese SI con mayúsculas que me permitirá vivir en plenitud y consumar lo que en esta vida he empezado a saborear. Ordo Virginum Mercedes Luján Archidiócesis de Madrid «Queridos hermanos y hermanas, irradiad siempre y en todo lugar el amor de Cristo, luz del mundo. María santísima, la Mujer consa- grada, os ayude a vivir plenamente vuestra especial vocación y misión en la Iglesia, para la salvación del mundo.» (BENEDICTO XVI) 16
  • 15. manifiéstalo (Filp 1,21) Palabra de Dios y vida consagrada La vida consagrada nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio como su norma de vida. En la escuela de la Palabra, redescubre continuamente su identidad y se convierte en «evangelica testificatio» para la Iglesia y para el mundo. Llamada a ser «exégesis» viviente de la Palabra de Dios (cf. Benedicto XVI, 2 de febrero de 2008), es ella misma una palabra con la cual Dios sigue hablando a la Iglesia y al mundo. El Sínodo agradece a las personas consagradas su testimonio del Evangelio y su disponibilidad a proclamarlo en las fronteras geo- gráficas y culturales de la misión mediante sus servicios carismáti- cos. Les exhorta al mismo tiempo a cuidar los espacios personales y comunitarios de escucha de la Palabra de Dios y a promover escue- las de oración bíblica abiertas a los laicos, sobre todo a los jóvenes. Sepan escuchar la Palabra de Dios con corazón de pobres y expre- sen su respuesta en el compromiso por la justicia, la paz y la inte- gridad de la creación. (De la Proposición 24. Sínodo sobre La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia) 17
  • 16. Si tu vida es Cristo María, a ti, Madre de la Iglesia, que deseas la renovación espiritual y apostólica de tus hijos e hijas en la respuesta de amor y de entrega total a Cristo, elevamos confiados nuestra súplica. Tú que has hecho la voluntad del Padre, disponible en la obediencia, intrépida en la pobreza y acogedora en la virginidad fecunda, alcanza de tu divino Hijo, que cuantos han recibido el don de seguirlo en la Vida Consagrada, sepan testimoniarlo con una existencia transfigurada, caminando gozosamente, junto con todos los otros hermanos y hermanas, hacia la patria celestial y la luz que no tiene ocaso. (Vita Consecrata, 112) 18