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HISTORIAS Y REEMERGENCIAS
DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
CIENCIAS SOCIALES
Introducción. Política y emancipación | Pueblos indígenas: definición y alcance | Antes y después: historias | El
“antes” como mundo-otro | “Después”: la conquista infinita, resistencia y rebeliones | Ahora: reemergencias | Ámbitos
de disputa y demandas de los pueblos indígenas | ¿Hacia Estados multiétnicos, pluriculturales y plurinacionales?
Autor: Dr. Áxel Lazzari (UBA) | Coordinación Autoral: Dra. Patricia Funes (UBA y CONICET) y Dr. Áxel Lazzari (UBA)
PROGRAMA
DE CAPACITACIÓN
MULTIMEDIAL
EXPLORALAS CIENCIAS EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
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2 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES
Desde hace más de dos décadas, las
sociedades y los Estados nacionales en
América Latina se han transformado en es-
cenario de la reemergencia de los pueblos
indígenas. El "¡Basta ya!" del Ejército Za-
patista de Liberación Nacional, los tocados
de plumas de los diputados xavante en
Brasilia, el contrafestejo del Quinto Cente-
nario, las marchas, los bloqueos y votos de
los indígenas en Ecuador y Bolivia y el premio
Nobel a una mujer indígena son algunos de
los hitos con impacto continental y mundial
que tienen por protagonistas a estos pue-
blos. Estos acontecimientos son apenas la
punta del iceberg de procesos políticos más
vastos en los que está en juego no sólo la
supervivencia de poblaciones, sino también
su derecho a existir en tanto que pueblos
indígenas. Los reclamos indígenas no son he-
chos aislados, sino que se inscriben en prác-
ticas políticas más amplias de emancipación
y democratización de las estructuras econó-
mico-políticas vigentes en América Latina.
El activismo indígena actual se distingue
de otros episodios de reemergencia porque
busca articularse en pie de igualdad con
otros movimientos sociales sin que se diluya
su identidad ni su protagonismo. Asimismo,
las protestas de los pueblos originarios di-
fieren entre sí, lo que equivale a decir que
son el efecto de historias diversas, en las
que se manifiestan estilos históricos de
dominación diferenciados que afectan las
formas en que los indígenas elaboran y lle-
van adelante sus proyectos políticos. Las
demandas indígenas no se restringen al
reconocimiento de "aportes culturales" a la
nación −como las ubicuas estatuas a la raza
desaparecida−, sino que exigen además una
urgente redistribución de riquezas y de los
medios para producirla, sin lo cual lo anterior
queda en meras "reparaciones simbólicas".
No obstante, el aspecto simbólico de la
lucha indígena es importante, pues lo que
la reemergencia pone en cuestión es el aún
vigente imaginario colonialista que cam-
pea, con su cara maldita y su cara afable,
por la sociedad latinoamericana. En este
sentido, el movimiento indígena debe "ren-
dir examen" ante ámbitos de poder en don-
de abundan imágenes ideológicas sobre el
indio como raza inferior, primitivo y otras
aparentemente más objetivas como la de
"obstáculo al desarrollo", o más humanita-
rias, como la de la pobre y eterna víctima.
Esto se refuerza con la aprendida y activa
indiferencia de la población hacia la cues-
tión. En conjunto, estos códigos de com-
prensión tienen en común extender un velo
sobre los pueblos indígenas que los torna
relativamente opacos al análisis social y
político. En este sentido, sólo podemos atis-
bar las formidables resistencias ideológicas
que enfrenta la reemergencia indígena.
En este fascículo nos proponemos presen-
tar algunas de las causas, modalidades y sig-
nificados del resurgimiento político de los
pueblos indígenas en América Latina. La pre-
misa básica de la que partimos establece que
la situación de subordinación de los pueblos
indígenas está indisolublemente vinculada a
la trayectoria histórica de los Estados y socie-
dades nacionales que rompieron, a medias,
con el orden colonial. Esperamos brindar
elementos para reevaluar la presencia polí-
tica indígena en América Latina, atendien-
do tanto a los procesos históricos de larga
duración que la determinan como a las
actuales condiciones en las que se enmarca,
los campos de disputas en los que se inser-
tan sus reclamos y las alianzas, estrategias y
formas de organización que presentan fren-
te al horizonte de un Estado que se dice
democrático y pluralista.
MaxiFailla
MuseoEtnográfico/UBA
¿Algo del pasado? indios exhibidos como
rarezas en un circo porteño de 1920.
La Wipala, símbolo del movimiento indígena, entre otras banderas en una protesta.
INTRODUCCIÓN.
POLÍTICA Y EMANCIPACIÓN
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Pueblo indígena no es una” raza”.
Entre los grupos en situación de subor-
dinación dentro de una sociedad na-
cional, los pueblos indígenas u originarios
−como también se autodenominan− son
aquellos que se ven y son vistos como los
descendientes de las agrupaciones que
"estaban antes" de los procesos de con-
quista, colonización y nacionalización que
desencadenó la expansión mundial de las
naciones europeas. Indígena es toda perso-
na que manifiesta descender de los pueblos
y comunidades autóctonos que fueron ven-
cidos y que hoy siguen sufriendo las conse-
cuencias de esa derrota incesante. Ser indí-
gena es tener algún tipo de conciencia de
que la marginalidad y exclusión que afecta
depende de que es autóctona, o sea, que
sus orígenes culturales no se encuentran
“afuera” de este continente ligados a los
conquistadores y los inmigrantes. Pueblo
indígena es una categoría político-cultural
que remite a un conjunto de personas y
grupos con capacidad de actuar y confron-
tar colectivamente sobre la base de intere-
ses comunes, creencias y valores comparti-
dos. En este sentido, es un error confundir
pueblo indígena con "cultura indígena",
"comunidad indígena" y más aún con "raza
indígena", aunque estos términos aparez-
can legitimando la acción de un pueblo indí-
gena, del Estado o la sociedad. La relación
de dominio que se establece entre las socie-
3HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Pueblo indígena no es una ”cultura”.
dades nacionales y los pueblos indígenas
suele basarse en ideologías "culturales" y
"raciales" que supuestamente explican por
qué los indígenas ocupan el escalón más
bajo de las jerarquías sociales. Entre otros
grupos, ellos son separables del resto de
la población porque están marcados por la
"raza" −rasgos visibles e invisibles que se
creen "fijos"− y la "cultura" −rasgos visibles
e invisibles que se creen "modificables"−. En
efecto, si bien el gesto racista o culturalista
más común consiste en ubicar a los indios
como una "raza inferior" o una "cultura pri-
mitiva", son las propias ideas de raza y de
cultura las que, al asignarse a los indígenas,
operan discriminatoriamente, como si no hu-
biese otra forma de pensarlos. Si no nos
suena familiar la idea de ciudadano indígena
es porque estamos condicionados ideológi-
camente para creer que para ser ciudadano
hay que dejar de ser indio, o sea, hay que
"blanquearse". Por consiguiente, la subordi-
nación de los indígenas no consiste sólo en
considerarlos como "racial" y "culturalmen-
te" inferiores sino también en ligarlos a for-
mas "irracionales" de organización como la
raza, la cultura, o su eufemismo, lo étnico.
PUEBLOS INDÍGENAS:
DEFINICIÓN Y ALCANCE
MuseoEtnográfico/UBA
ONU
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4 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES
ANTES Y DESPUÉS:
HISTORIAS
Por otra parte, pueblo indígena es una
categoría jurídica de alcance mundial y apa-
rece consagrada en documentos de la Or-
ganización Internacional del Trabajo y de las
Naciones Unidas. Hay pueblos indígenas en
todas las regiones del mundo donde se
constate la lucha por los derechos por parte
de poblaciones descendientes de pueblos
autóctonos conquistados. Si en América La-
tina estos pueblos indígenas son los llama-
dos indios, en Canadá se los conoce como
first nations (primeras naciones), en Estados
Unidos como native americans (america-
nos nativos), en África y Asia son tribal
peoples (pueblos tribales), y en Australia,
aboriginal peoples (pueblos aborígenes).
También los hay en otros lugares inespera-
dos, como los sami (lapones) en Suecia y
Finlandia o los ainu en Japón.
¿Qué decir de los pueblos indígenas en
América Latina? Se considera que existen
más de 40 millones de personas que así se
autorreconocen. La proporción dentro de
cada nación varía entre menos del uno por
ciento, como en Brasil, hasta constituir la
mayoría de la población, como en Bolivia y
Guatemala. No se trata aquí de enumerar
exhaustivamente a esos grupos sino de
tomar conciencia de que en las actuales
condiciones de reemergencia no hay ni
puede haber un mapa ni un registro defini-
tivo de los pueblos indígenas existentes.
Censos y mapas −sobre todo los diseñados
por los organismos estatales que gobiernan
los asuntos indígenas− son medios de sim-
plificación y control que reflejan interesada-
mente las realidades sociales. Hay que insis-
tir en que, a pesar del común denominador
de la autoctonía y del estatus de conquista-
dos, existe una amplia gama de realidades
indígenas. Las maneras de ser indio −y de
organizarse como tal− en América Latina se
relacionan no sólo con la diversidad cultural
previa a la conquista, sino también con las
modalidades que esta asumió según los
recursos en disputa y el tiempo en que tuvo
lugar. Así, hay pueblos supuestamente
extinguidos en los primeros siglos de
dominio colonial, como los pataxó en
Brasil o los huarpe en Argentina, que hoy
reaparecen rearticulando novedosamente
identidades fragmentarias. También están
los llamados "pueblos aislados" del
Amazonia −que, como anuncia la prensa,
viven en la "edad de piedra"− o los folclo-
rizados indios de las comunidades andinas
y de las reservas indígenas. Si agregamos a
estas realidades la fuerte presencia abori-
gen en pueblos y ciudades de provincia y
en las megalópolis latinoamericanas, se
obtiene un panorama social, demográfico
y cultural nada simple.
Daremos aquí un vistazo, necesaria-
mente esquemático, de los procesos
y relaciones históricas que llevaron a la
situación de subordinación de los pueblos
indígenas. Esta condición no es un dato
inmutable ni una predestinación, sino el
efecto acumulado de acciones humanas
que se dieron en el marco cambiante de
enfrentamientos entre grupos con pode-
res desiguales. Por lo tanto, descartamos
de antemano que los indígenas sean testi-
monio cristalizado de un pasado arcaico,
pueblos sin historia o, como reza otra idea
falsa, seres de la naturaleza. Nos interesa
mostrar, en cambio, lo variable, complejo
e interdependiente en los ámbitos de civi-
lización indígenas antes de la conquista,
por una parte, y los patrones de relación
que surgieron en las sociedades colonia-
les y en las naciones latinoamericanas,
por la otra.
En todo el mundo los pueblos indígenas luchan por sus derechos , como los maoríes de Australia.
NewZelandHerald
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AmericanMuseumofNaturalHistory/EE.UU.
Guerra: pintores aztecas del siglo XVI representan el ataque al templo de Tenochtitlán,
México (Códice florentino).
5HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
EL "ANTES" COMO MUNDO-OTRO
Sólo a partir de la conquista europea la his-
toria anterior de América puede imagi-
narse como "precolombina" o "prehispá-
nica". Aunque sea difícil abordar ese
"antes" sin abusar de las comillas, intente-
mos asomarnos a ese espacio-tiempo como
sede de un desarrollo autocentrado. Se trata
de un mundo otro, y no el mundo de "el
otro", el "otro mundo" o el "nuevo mundo"
que "esperaba" a Europa y a los "blancos"
para ser descubierto, completarse y adquirir
sentido. El antropólogo argentino Miguel
Bartolomé señala que "antes de la invasión
europea, la actual América Latina ofrecía la
visión de un conjunto heterogéneo y a
veces yuxtapuesto de complejos culturales,
resultantes de la expansión de procesos
civilizatorios abarcativos que se ramificaban
y concretaban en distintas civilizaciones sin-
gulares". Mesoamérica (actuales México y
Guatemala) fue el marco de civilizaciones
milenarias de distinta complejidad, de las
cuales, los aztecas (mexicas) y mayas fue-
ron los últimos exponentes. En las Antillas
y América Central también hubo desarro-
llos semejantes en relación con los caribes.
Para seguir la convención de los antropó-
logos, hay que distinguir, en América del
Sur, entre dos grandes áreas de civilización:
las "tierras altas" (el cordón andino, con
sus altiplanos, valles y pedemontes) y las
"tierras bajas" (las llanuras, estepas, selvas
y desiertos). En las tierras altas, los incas,
por ejemplo, fueron precedidos por una
larga tradición civilizatoria que incluía,
entre otras, la mochica y la tiahuanaco.
También los grupos de habla aymara de la
Puna y o de lengua cacana en el actual nor-
oeste argentino (los "diaguitas") formaban
parte de una prolongada historia. En las tie-
rras bajas, las civilizaciones amazónicas de
los grandes ríos y del interior −grupos de
lengua gê y tupí-guaraní, por citar sólo dos
casos− también compartían una rica y com-
pleja interacción milenaria. Más al sur, el
Gran Chaco (repartido entre los actuales
Bolivia, Paraguay y Argentina), los Andes
Meridionales, la Pampa y la Patagonia eran,
desde hacía siglos, espacio generador de
formas socioculturales diversas.
Abya Yala −término de los indios kuna
utilizado hoy por el movimiento indígena
para sustituir el de América− contenía, "an-
tes" de su origen americano, formas de vida
"otras", diferentes de la civilización euro-
pea, que, como sostiene Bartolomé, se ca-
racterizaban por propender a la diferencia-
ción y no a la uniformización de realidades
culturales, tendencia esta que se haría pa-
tente a partir de la conquista.
"DESPUÉS":
LA CONQUISTA INFINITA,
RESISTENCIA Y REBELIONES
¿Cuándo comienza la civilización? ¿En
1492 para los nativos de Guanahaní (hoy
Islas Bahamas)? ¿En 1880 para los indíge-
nas del Mamül Mapu (hoy La Pampa)? ¿En
1940, año del Primer Congreso Indigenista
Americano en México, cuando se prometió
al indígena americano la integración a la
nación? ¿O llega ahora con el reconoci-
miento a los pueblos indígenas de dere-
chos colectivos a la diferencia, entre los
cuales está el de rechazar la civilización,
como lo muestra el caso paradójico de los
haramkbut, pueblo no contactado del
Amazonia? Estos interrogantes refieren
metafóricamente a cuatro situaciones histó-
ricas bien definidas. La primera, la inaugura-
ción por parte de Occidente de sus derechos
de conquista tras un efímero asombro ante
el salvaje edénico. La segunda, la extensión
de esos mismos derechos de conquista
sobre los territorios indígenas situados en
las fronteras "interiores" de las repúblicas
americanas, plagadas de "indios bandidos".
La tercera, el despliegue del indigenismo,
política compensatoria de los Estados nacio-
nales del siglo XX, con el fin de integrar a los
ya vencidos contingentes indígenas a la
nación. La cuarta, una política de tolerancia
o respeto de nuevo cuño hacia los indígenas
asentada en los derechos culturales.
Veamos, seguidamente, los patrones de
relación interétnica entre indígenas y no
indígenas simbolizados en las tres primeras
fechas, dejando para el final la situación
contemporánea.
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6 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES
EN TORNO A 1492:
"ESTADOS DE CONQUISTA"
Si el destino de "extinción" de los taínos que
Colón "encontró" y esclavizó en el Caribe
muestra a las claras el significado último del
"descubrimiento" desde el punto de vista
indígena, los "Estados de conquista" −tér-
mino de Miguel Bartolomé− implantados
en América tuvieron que asegurar un domi-
nio que preservara poblaciones y territorios
para hacer viable la continua extracción de
riquezas −sobre todo metales− para su tras-
lado a Europa.
La sociedad colonial no incorporó del mis-
mo modo a las sociedades autóctonas bajo
su dominio. Las civilizaciones de Mesoamé-
rica y los Andes constituyeron el centro so-
bre el cual el poder español se asentó y la
cabeza de puente para emprender nuevas
conquistas. Allí, la dominación se reguló a
través de instituciones económicas, políti-
cas y jurídicas como la encomienda (que
comprometía al encomendero español a
evangelizar a los indios a cambio de tribu-
tos), el trabajo obligatorio (la mita, el
repartimiento, etc.) y el servicio personal
(especie de servidumbre). Ellas se combina-
ban con formas de fijación territorial como
las reducciones, pueblos de indios y
haciendas, sistemas de disciplinamiento
ideológico −misiones y doctrinas− y garan-
tías de protección jurídica, como las Leyes
de Indias.
En lo que luego sería, Brasil, muchas
sociedades de lengua tupí que poblaban el
litoral, conocidas genéricamente como
tupinambá, y las de lengua gê de tierra
adentro llamadas tapuyas, fueron obliga-
das por los portugueses a cortar pau brasil
(madera de la que se extraía una tintura
color rojo brasa) y plantar azúcar. Más tar-
de, ante el bajo rendimiento laboral indíge-
na, los conquistadores inauguraron la
doble empresa esclavista que caracterizó la
colonia en el Brasil: por un lado, la caza y
esclavización de indios mediante las ban-
deiras, las famosas expediciones de guerra
que también buscaban oro, y por otro, la
importación de esclavos negros desde Áfri-
ca en navíos negreiros.
Los guaraníes que habitaban en las cuen-
cas de los ríos Paraguay y Paraná fueron
sometidos por los españoles a través de
encomiendas, especialmente la llamada en-
comienda originaria por la que se otorgaba
diez o más mujeres indias a un conquista-
dor. Luego, los jesuitas, aprovechando el
descontento de los guaraníes con la explo-
tación de los encomenderos y su indefen-
sión ante las incursiones de los bandeiran-
tes, organizaron sobre la base de la misión
un experimento de colonización ordenada
de cariz teocrático.
En contraposición a estos modelos de
incorporación se destacan los vínculos enta-
blados con las sociedades que permane-
cieron en los márgenes, pero no ajenas al
sistema colonial; vínculos que se dieron me-
diante guerras, comercio, alianzas políti-
cas y movimientos demográficos. En esta
situación se encontraban los llamados
indios alzados, bravos o aucas. Entre ellos
estaban los avá-guaraníes (chiriguanos) y
los guaycurúes (genérico que incluía a tobas,
abipones, mocovíes, pilagá, entre otros)
que habitaban el Gran Chaco; los mapu-
ches, pampas y tehuelches de la Pampa, la
Patagonia y la Araucania; los chichimecas
que vivían en el norte de Nueva España
(México) o los chunchos de las selvas que
bordeaban los virreinatos del Perú y Nueva
Granada. Eran todos ellos "indios de fron-
tera", participantes en ese espacio de rela-
ciones interétnicas que también incluía a
mestizos, esclavos negros escapados y
Siervos de Dios, amos de indios.
GentilezaTheBritishLibrary
¿Moctezuma vasallo voluntario del rey de España? Grabado español del siglo XVIII.
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7HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
renegados políticos en conflictos y alianzas
con comerciantes, pioneros y militares.
Existe un tercer caso límite en el mundo
colonial: las sociedades indígenas que nunca
se plegaron a la dominación europea y crio-
lla. Muchas habitaban en las selvas amazóni-
cas y de Yucatán, en los montes y sabanas
interiores del continente. Tuvieron poco o
ningún contacto directo con poblaciones
coloniales, lo que no significaba un total des-
conocimiento de ellas. Más bien, puede
decirse que su condición de refugio fue una
respuesta a la situación colonial.
Si el consentimiento de los vencidos con el
orden colonial fue, en cierto modo, inevita-
ble, también lo fueron las manifestaciones
de resistencia. Estaban motivadas tanto por
la nostalgia de lo que se había perdido como
por el deseo de hacer cumplir las bondades
de la civilización que Occidente no cesaba de
prometer. Por ejemplo, aunque el ayllu andi-
no −la comunidad local de parentesco− fue
rediseñado para servir a la economía política
colonial, continuó siendo un punto de refe-
rencia para la reproducción cultural de los in-
dígenas. Las propias Leyes de Indias también
funcionaron como espacios de negociación
del dominio, al posibilitar litigios contra enco-
menderos o la obtención de títulos de tierras
para las comunidades. Las rebeliones y moti-
nes de los indios sojuzgados fueron constan-
tes, y las guerras llegaron a ser endémicas en
algunas zonas fronterizas. Entre las primeras,
el Taqui Ongoy fue un movimiento milenaris-
ta que se expandió por las sierras del Perú en
el siglo XVI buscando volver el mundo atrás.
Guerras importantes se libraron en los actua-
les Valles Calchaquíes de la Argentina duran-
te el siglo XVI y XVII. Más al sur, los españoles
se encontraron con la vigorosa oposición
reche (hoy mapuche), que abrió el largo capí-
tulo de la llamada Guerra de Arauco. En la
actual Guatemala y sur de México, distintos
grupos mayas montaron fuertes resistencias
entre los siglos XVI y XVIII. A principios del
siglo XVIII se produjo la última gran tentativa
indígena de frenar la colonización ganadera
del norte del Brasil −la "guerra de los bárba-
ros"− que terminó con la masacre y extinción
de muchos grupos tapuya.
Hay que resaltar que estas rebeliones, al
tiempo que suponían la defensa de autono-
mías por parte de los grupos indígenas,
también eran formas violentas de crear
interdependencias entre los colonizadores,
los "indios amigos" y los que se negaban a
someterse. Las grandes insurrecciones andi-
nas de fines del siglo XVIII lideradas, entre
otros, por Tupac Amaru y Tomás Katari,
muestran que la restauración del Incario que
propugnaban no excluía complejas alianzas
interétnicas, diversidad de orígenes de los
revolucionarios y una fuerte cohabitación
de tradiciones europeas y nativas. Por lo
tanto, se puede concluir que el dominio
colonial transformó al mundo-otro en mun-
do “indio”, y a lo largo del tiempo estable-
ció ciertas continuidades y rupturas entre lo
que eran los "indios" al inicio del contacto y
los "indios" del final de la colonia.
HACIA 1880:
"ESTADOS EXPROPIADORES"
A mediados del siglo XIX, el régimen colonial
se había disgregado casi por completo, salvo
en Cuba y Puerto Rico, que todavía perma-
necían bajo dominio español. Las nuevas
repúblicas levantadas tras guerras de inde-
pendencia y luchas civiles se sostuvieron en
MuseoHistóricoNacional
Indios dóciles y sensatos: representación del Campamento de Matorras en el claro,
óleo de T. Cabreras (1774).
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8 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES
¿Cuál es el impacto del término
"indio", el exitoso error de Colón que
devino categoría social y jurídica discri-
minatoria durante la colonia y llega
hasta hoy con sentidos semejantes?
"Indio" es el signo de dos procesos lle-
vados a cabo desde la colonia: la frag-
mentación de las sociedades indíge-
nas y la consiguiente rearticulación de
sus miembros como población venci-
da. Guillermo Bonfil Batalla decía
que "al indio lo crea el europeo, por-
que toda situación colonial exige la
definición global del colonizado como
diferente e inferior". El término
"indio" refiere a una forma de huma-
nidad incompleta, supuestamente
transitoria, que se liga a Europa y, lue-
go, a una América Latina europeísta, a
través de lo que le falta, de lo que la
separa de ellas. Esa brecha, sin embar-
go, no se cierra nunca, pues los meca-
nismos ideológicos de la civilización
requieren que los indios sigan siendo
indios. En el imaginario colonial aún
vivo, ser "indio" es un "todavía no",
un "casi" humano puesto bajo la mira-
da escrutadora del amo que siempre
identifica en él una falla que lo
devuelve al "estado salvaje". Para
quién se pone en el lugar del "civiliza-
do", la palabra "indio" convoca lo que
más se desea salvar y hacer progresar
y, a la vez, lo que más se desprecia y
teme. La ambivalencia comenzó en
el momento en que se estableció este
código para fragmentar y homogenei-
zar las sociedades "precolombinas" sin
poder nunca evitar que por sus bordes
afloraran oblicuamente las experien-
cias de los dominados. Porque "indio"
no es sólo la imagen del débil, sino
también el poder del débil. Precisa-
mente por este carácter doble, y desde
el punto de vista de los indígenas,
"indio" se presenta desde hace mucho
como una herramienta disponible
para interpelar al dominador. Las
sucesivas resistencias y rebeliones y la
actual reemergencia son actos de
"apropiación" de lo "indio", el ele-
mento cultural más ajeno a las tradi-
ciones originarias y más fuertemente
controlado en sus significados por el
sector dominante, pero a la vez el más
íntimamente ligado a la historia de
este sujeto colonial.
LA AMBIGÜEDAD DE LA DOMINACIÓN: EL "INDIO" Y SUS BORDES
los ideales emancipadores europeos que
combinaban liberalismo económico-político
y nacionalismo. Incluso el Imperio del Brasil,
proclamado en 1825, hacía lugar a la doctri-
na liberal en su constitución monárquica.
La creación de los Estados nacionales
estuvo acompañada de un discurso de ciu-
dadanía universal: la república es "para
todos". "Todos", en rigor, eran aquellos
sectores sociales, numéricamente ínfimos,
que podían sentirse representados por un
modelo de hombre individual y propietario y,
por lo tanto, libre e igual. Al transformarse
en realidad, esta visión del mundo produjo
efectos desastrosos entre los indígenas. En
las tierras altas, los ataques de los liberales al
patrimonio fundiario de los antiguos enco-
menderos y la Iglesia afectaron al de las
comunidades indias bajo su control que aún
conservaban ciertos derechos colectivos
sobre sus tierras. Cuando se estableció por
ley que la propiedad de la tierra sólo podía
demostrarse mediante títulos individuales,
se reinició el ciclo de disgregación de territo-
rios y el desarraigo de la población. Surgía,
desde el punto de vista indígena, el Estado
expropiador, como lo denomina Bartolomé.
Sobre esta población indígena desterri-
torializada, los nuevos dueños legales de
las tierras rearticularon su dominio sobre la
base del peonazgo por deudas, el concha-
vo, el concertaje, el arriendo y otras formas
de arreglos "personales y tradicionales"
entre el patrón y el indio (denominado yana-
cona, huasipungo, inquilino, mediero, arren-
derro según las regiones y países). En fin, con
las nuevas repúblicas los indios se vieron eco-
nómicamente "libres": para vender mercan-
cías (sobre todo su propio trabajo) y para
comprar productos en un mercado que, sin
embargo, no existía ya que casi todo depen-
día de la coacción extraeconómica. Políti-
camente, los indios también eran "libres" e
"iguales", pero sus derechos civiles sólo fun-
cionaban como coartada jurídica para los
contratos de compra-venta, mientras sus de-
rechos políticos eran recortados por un sinfín
de disposiciones coloniales y racistas (como
la negativa al derecho el voto).
Junto a la "liberación de los siervos" pre-
gonada por las clases dominantes criollas, las
nuevas naciones emprendieron la reconquis-
ta de las fronteras coloniales y la colonización
de las supuestas "tierras vacías". Hacia fines
del siglo XIX, las llamadas Conquistas del De-
sierto (Pampa-Patagonia) y del Desierto Ver-
de (Chaco argentino) encuentran paralelos
con las campañas de Pacificación de la Arau-
canía lanzadas por Chile contra los mapu-
ches o las razzias contra los chiriguanos en
Bolivia hacia 1892. Poco tiempo después, la
expansión de la frontera amazónica de Perú,
Ecuador, Colombia, Bolivia y Brasil en busca
de caucho costó miles de cadáveres de indios
y mestizos. En todos estos casos, las dirigen-
Un indio rebelde vale un souvenir fotográfico. Quintín
Lame es arrestado en 1915 en Colombia.
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9HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
cias, asociadas a intereses empresariales
nacionales y extranjeros, vieron en los indíge-
nas un obstáculo que debía superarse para la
construcción de sociedades y mercados
nacionales "integrados al mundo" de la épo-
ca. Frente a la profecía civilizatoria de "orden
y progreso" que las élites morales creían
ineluctable, las poblaciones indígenas fueron
condenadas a la "extinción natural" o "asisti-
da", esto es, a la muerte o a la desarticula-
ción de sus sociedades que, en el mejor de los
casos, las transformaba en viveros de campe-
sinos y proletarios rurales dependientes de
sus patrones o del Estado.
La conquista republicana nacional y la
penetración de relaciones capitalistas no fue-
ron aceptadas pasivamente por las poblacio-
nes indígenas; quienes en varias ocasiones se
rebelaron en la defensa de la tierra. En el
norte de Brasil, entre 1835 y 1850 explotaba
la Cabanagem, una larga insurrección de tri-
bus indígenas, indios destribalizados y mesti-
zos contra la opresión de la clase propietaria.
En 1874, en la Argentina se sublevaron los
kollas de la Puna contra los impuestos del
aún vigente Marquesado de Yavi. Ya en el
siglo XX, muchas de las poblaciones venci-
das en las campañas de fronteras siguieron
resistiendo su reducción en colonias y misio-
nes, como lo atestigua el caso de los milena-
rismos guaycurúes en el Chaco hasta los
años veinte del siglo pasado. Para esa misma
época se iniciaba en el Perú una serie de
importantes levantamientos campesinos
contra los gamonales, los propietarios de
latifundios. En Colombia durante el siglo XIX
y principios del XX se produjeron varias
revueltas de indios, entre las que destacan las
de los indios páez o nasa al mando de
Quintín Lame. En México, durante el siglo XIX
los indígenas de Yucatán protagonizaron la
"guerra de castas", mientras más al norte,
los indios yaquis y apaches todavía defendían
su territorio contra los rancheros criollos. Más
tarde, en 1910 estallaba la revolución mexi-
cana de base agrarista en la que participaron
ingentes ejércitos de campesinos indígenas.
1940 Y ALREDEDORES:
"ESTADOS INDIGENISTAS"
No es casual que la experiencia política
mexicana condujera, tras varios decenios de
"revolución congelada", al primer Congreso
Indigenista Americano, celebrado en Pátz-
cuaro en 1940. El congreso dotó de estatu-
to internacional al mentado problema indí-
gena y expandió a toda Latinoamérica los
ideales de reparación histórica e integración
nacional del indio. Incluso encontró eco el
modelo indigenista brasileño inaugurado
por el mariscal Rondón en 1910 con sus
expediciones al Mato Grosso y su discurso
de "protección fraternal" de los indios.
El primer indigenismo fue una política de
Estado tendiente a desarrollar acciones com-
pensatorias hacia el sector indígena margi-
nado durante el período de las repúblicas
liberales. Su objetivo era dirigir y administrar
racionalmente la incorporación de los indios
a la nación −la nacionalización del indio−
recurriendo a la dosificación controlada de
modelos de conducta civilizados. Al calor de
estas políticas se crearon organismos guber-
namentales que fomentaban la entrada de
los indios a la economía, sociedad, política y
cultura nacionales interpelándolos como
"campesinado". Los principales programas
indigenistas se centraron en la reforma agra-
ria, la educación, la cooperativización y la sin-
dicalización, todas ellas vías de conexión con
la burocracia estatal y los partidos nacional-
populistas de la época. En los países donde se
realizaron reformas agrarias entre los años
treinta y setenta, los efectos sobre los indíge-
nas variaron según la profundidad de los
cambios. En México, el indigenismo estuvo
muy ligado a la dislocación de estructuras
latifundistas y al cambio en el régimen de
tenencia de la tierra y de producción (ejidos y
cooperativas). Algo semejante ocurrió con la
revolución boliviana de 1952 y, en menor
medida, en los procesos chileno y peruano.
¿Qué idea de nación conllevaba el indige-
nismo clásico? Con el objetivo de integrar a
los indígenas, la nación era concebida como
una comunidad aún en formación, por lo
que debían subrayarse todos los rasgos que
unificaban, descartando los que podían
generar divergencias. En este modelo de
nación los gobiernos fomentaban una sola
lengua −el castellano o portugués−, una
sola religión −la católica−, la idea de un
territorio indiviso −la patria− y la noción de
una única "raza" −la blanca o al menos el
ideal racista del "blanqueamiento". Es tan
cierto que la idea de nación ha sido la clave
emancipadora del dominio colonial como
que sus beneficios no han sido los mismos
para todos a los que representaba. La nación
llega a funcionar como una fuente de opre-
sión que, a través de mecanismos simbólicos
y materiales, conduce a la sistemática exclu-
sión de la ciudadanía de ciertas tradiciones
y grupos de la "gran familia" nacional. Es el
caso de los indios. Frente a los valores
nacionales, sus religiones se tornaron
"supersticiones", sus lenguas, "segundas
lenguas" o "dialectos", su "raza", cobriza,
sus tierras y fuerza de trabajo…de propieta-
rios particulares o del fisco. Y todo esto sin
perjuicio de los ensayos de intelectuales y
artistas que al mismo tiempo "indigeniza-
ban" las representaciones europeístas de la
nación, como fue notable en México y los
países andinos. En resumen, ante el indige-
nismo clásico, los indios se vieron confron-
tados a una integración nacional excluyente
en la cual no participaban como actores
decisorios ni decisivos, mientras sus "dife-
rencias" con la nación eran licuadas en la
profecía del mestizaje latinoamericano.
Dejamos planteado el interrogante: ¿a los
indios les hace falta más nacionalización o
más ciudadanía? ¿Nación y ciudadanía
siempre van juntas?
AgenciadeCorreosdeBolivia
Asimetría indigenista. Un indio desconocido es abrazado por
el presidente Siles Suazo.
reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 9
10 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES
AHORA: REEMERGENCIAS
Las noticias nos hablan de confederacio-
nes y partidos indígenas, centros cultura-
les y universidades indígenas, constituciones
y leyes que los amparan y, con más insisten-
cia, de la creciente movilización política de
estos grupos en distintos lugares de América.
¿Qué ha cambiado en el pulso de las socie-
dades y los Estados latinoamericanos para
que el proyecto de integración nacional,
excluyente y homogeneizador, que "escon-
día" a los indios bajo la alfombra, haya sido
sustituido por otro orientado hacia su visibili-
zación dentro del "nosotros" de la nación?
Existe cierto acuerdo entre los analistas en
que el fenómeno de la reemergencia indí-
gena se enmarca en un proceso social para-
dójico y contradictorio que abarca a la región
en su totalidad. Básicamente, resulta de
una combinación de cuatro factores: el pro-
ceso de democratización iniciado en los
años ochenta; el impacto de los movimien-
tos internacionales de derechos humanos y
ecologistas; los efectos de la reforma del
estado y del ajuste estructural de los noven-
ta y las experiencias de lucha y formas orga-
nizacionales previas.
A partir de los sucesivos "retornos demo-
cráticos" comenzó un proceso de reorgani-
zación de la sociedad civil (legalización de
libertades de asociación y derechos de voto)
que posibilitó nuevas oportunidades para
reconstruir la histórica demanda indígena.
A esto contribuyó el aumento y complejiza-
ción de una red de lazos con movimientos
ecuménicos de defensa de derechos entre
los que los indígenas habían encontrado
apoyo para presionar a los Estados naciona-
les ya desde los años setenta. Sin embargo,
el principal factor que aceleró las condicio-
MESTIZAJE Y NACIÓN
Mestizaje es una noción cuyo uso
sugiere significados contrapuestos.
Del lado "oficial" y del sentido
común, el mestizaje es una ideología
de fusión de las diferencias (biológi-
cas y culturales). Del lado "crítico",
remite a un proceso abierto de dife-
renciación constante donde no hay
punto de fusión, ni crisol posible. Las
naciones latinoamericanas edifica-
ron sus ideologías nacionalistas
sobre la primera noción de mestiza-
je, elevando las ideas y valores de lo
mestizo −llámese criollo, cholo o
ladino− a símbolos de sus nacionali-
dades. Bajo esta aparente democra-
cia se encubren otras posibilidades
identitarias, pero, sobre todo, se des-
conoce el proceso de diferenciación
social y cultural que hace surgir
"diferencias" impensadas. El punto
clave de esta ideología es el estable-
cimiento de una jerarquía entre los
tipos de fusión deseables y los grados
de esa fusión. Así, bajo la noción
genérica de mestizo puede entrar el
patrón criollo −criollo por ser ameri-
cano−, el profesional liberal "gringo"
−criollo por aclimatado o hijo de
inmi-grantes−, el mestizo propiamen-
te dicho −los mistis andinos, que tie-
ne orígenes indios y "españoles" o la
chola que es una "india en la ciu-
dad"−. Los "indios-indios", como se
dice, quedan como los menos "mez-
clados", los más puramente no-mesti-
zos y, por ello mismo, los que deben
ser integrados, es decir, "acriollados",
"ladinizados", "cholificados". Las for-
mas históricas concretas del uso del
mestizaje −sea pensado como "cru-
za" o como "educación" hacia el
"blanqueamiento"− revelan que tras
la ideología nacional de la mezcla
reaparecen los estatutos de pureza
racial en los dos extremos: la buena
sangre de las elites (los "blancos" o
"blanqueados") y la sangre salvaje
del indio (a veces mala pero también
buena para los románticos).
La nación mestiza mexicana y Malinche. Óleo de Antonio Ruiz, Sueño de Malinche, 1939.
GentilezaLuisaBarrios
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11HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
nes de la reemergencia fue el proceso de
reforma del Estado. Hay que entender por
ella un momento más del proceso formati-
vo del Estado en América Latina en el que
se redefinen los ejes de la dominación social
y las coordenadas de gobierno en el con-
texto de una internacionalización acelerada
de mercados, regímenes jurídicos y movi-
mientos de protesta. Así, desde los años
noventa puede observarse la paradoja de
una "democracia neoliberal" que, mientras
por un lado incentiva proyectos de participa-
ción, descentralización, autonomía, toleran-
cia y pluralismo, por otro "ajusta" al máximo
la distribución de recursos sociales y econó-
micos en la población. La retórica del Estado
"eficiente" se traduce en una creciente mar-
ginación de los indígenas como ciudadanos
y un veloz deterioro de sus condiciones de
reproducción material y cultural. En efecto,
han aumentado los ritmos de concentración
latifundista en manos privadas (nacionales y
extranjeras), pasando por encima de las tie-
rras indígenas (por lo general ya transforma-
das en minifundios o con títulos precarios) y
generando la expulsión de grandes números
de campesinos que van a las ciudades, al
extranjero o quedan como población "sin
tierra". Esto, a su vez, provoca la baja de
salarios y a la expansión del hambre en el
campo y las ciudades. En paralelo, se produ-
ce el debilitamiento de las organizaciones
"nacionalizadoras" creadas por el Estado
benefactor en el marco de las reformas agra-
rias −sindicatos y cooperativas−, a partir de
las que gran parte de la población rural
había sido incorporada al ámbito civil y políti-
co. En el contexto de la democracia neolibe-
ral, muchos indios, que antes habían sido
interpelados por el Estado benefactor, auto-
ritario y paternalista como población rural
nacional, campesinos o trabajadores sindica-
lizados del campo, hoy se reorganizan como
"pueblos indígenas" aprovechando, sin du-
da, la experiencia política adquirida en la vi-
da sindical y cooperativa de antaño. En estos
casos, la reemergencia indígena supone la
convergencia entre dicha experiencia históri-
ca de lucha y la revitalización de una identi-
dad indígena tras décadas de desindianiza-
ción. Si antes se pasó de indio a campesino,
ahora se pasa de una identidad campesina a
la de pueblo indígena.
El reencantamiento de la memoria de
esas épocas que se atisba en muchas de
las demandas indígenas tiene, no obstan-
te, sus límites. En primer lugar, como es
evidente, hoy el reclamo se sostiene en la
lucha por la autonomía basada en la iden-
tidad "propia", antes negada por el discur-
so del "campesino indígena" o el "indio
nacional" del indigenismo asimilacionista.
En segundo lugar, la actual reemergencia
se distingue por poner en juego otros orí-
genes. En efecto, los procesos de naciona-
lización de indios antes referidos no se die-
ron del mismo modo a lo largo de América
Latina. En muchas zonas coincidentes con
las fronteras internas de los Estados nacio-
nales, los indígenas conservaron, en los
hechos, una mayor autonomía relativa, a
pesar de que en esas áreas el Estado
¿El gobierno boliviano en manos de un indio? El presidente Evo Morales es coronado "líder
supremo" (Apu Mallku) el 21 de enero de 2006.
MaxiFailla
Indígenas deforestados (Brasil).
HumbertoPradera/AE
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12 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES
se activó en el marco del conflicto entre el
latifundio y el Estado −"benefactor"o no−
como en tierras altas, sino frente a la "ame-
naza de extinción" en la que el mismo Estado
participaba (la palabra etnocidio surge en los
setenta para describir esta situación). En estos
casos hay que entender por reemergencia no
tanto la recuperación de una memoria indí-
gena marginada por la nación −algo que no
se verificaba en las zonas selváticas y semide-
sérticas−, sino la primera experiencia de
conexión entre las sociedades indígenas y la
acción política para revertir una situación
límite que afectaba su misma existencia.
Al no tener eco en los gobiernos nacionales
ni en los sindicatos, las demandas de los indí-
genas de tierras bajas se canalizaron a través
de comunidades de base de iglesias católicas
o protestantes y en las nacientes ONG. La
resonancia internacional que adquirieron las
denuncias de exterminio puso de relieve el
papel de legitimación jugado por las llamadas
"comunidades de conocimiento" −biólogos,
ecólogos, antropólogos, sociólogos, aboga-
dos, misioneros, trabajadores sociales, etc.−,
y otros activistas globales, a los que se agre-
garon, desde los noventa, agentes de de-
sarrollo de organismos multilaterales, como
el BID y, el Banco Mundial, o internacionales,
como la Comunidad Europea.
La voz indígena fue cobrando ímpetu de la
mano de dos discursos justificadores: la de-
fensa de los derechos humanos y, desde fines
de los ochenta, el discurso ambientalista,
configurando así una estrategia política indí-
gena de "acción global". Este proceso hizo
eclosión en 1992 durante la Cumbre de Río,
Eco 92 y los contrafestejos del Quinto
Centenario del "Descubrimiento de Améri-
ca". Desde entonces, estas alianzas tácticas
de mutuo interés (en las que los científicos y
"agentes de desarrollo" recurren a los
"saberes locales" de los indígenas para legi-
timar sus actividades) han atravesado
malentendidos y reformulaciones a medida
que las organizaciones indígenas cobraban
mayor autonomía para determinar su agen-
da político-cultural y avanzaban simultánea-
mente en las escalas locales, regionales, na-
cionales e internacionales.
En cualquier caso, hoy la movilización
indígena continental tiende a aunar, sin
disolver, las diferentes experiencias históri-
cas de ser un sujeto indio colonizado −las
de "indios nacionalizados" y las de "indios
de frontera"− particularidades que no estu-
fomentó violentos procesos de "extrac-
ción" de riqueza y trabajo a través de
empresas de colonización oficial o privada.
En las fronteras, por su condición de tales,
una vez más la "civilización" se antepuso
como objetivo táctico a la "nacionalización",
es decir, se privilegió la "humanización" de
los "salvajes" sobre hacerlos "compatrio-
tas". En esto sigue pesando el acendrado
prejuicio acerca de los cazadores-recolec-
tores que viven en ese hábitat y que suelen
ser descriptos como holgazanes, improduc-
tivos y, por ello, mismo "salvajes" en com-
paración con las "civilizaciones indias" agrí-
colas y la sociedad industrial. Entre los
muchos ejemplos de traducción de estos
prejuicios en muertes, cabe mencionar la
desarticulación demográfica y cultural de los
xavantes luego de la apertura de la ruta
transamazónica en el Brasil del milagro
setentista o la migración desde los sesenta
de los indígenas sin tierra de la sierra perua-
na, quienes, en busca de "oportunidades de
progreso", se emplean en las empresas
extractivistas de la selva y terminan enfren-
tándose con los indígenas que las habitan.
Vemos entonces que el proceso organiza-
tivo de los indígenas de las tierras bajas no
IWGIA
Reemergencia en tierras altas: organizaciones indígenas exigen la renuncia del presidente ecuatoriano Jamil Mahuad en el año 2000.
reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 12
13HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
ÁMBITOS DE DISPUTA Y DEMANDAS
DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
ESTATUS JURÍDICO:
¿QUIÉNES Y CUÁNTOS
SON (LEGALMENTE) LOS INDIOS?
Si indígena debiera ser hoy un ciudadano que
goza de los derechos individuales comunes a
todos y, a la vez, de derechos especiales deri-
vados de pertenecer a un colectivo particular,
¿quién establece y cómo los criterios para
determinar a esa persona jurídica? En este
campo, la principal demanda del movimiento
indígena es el derecho a la autodefinición,
individual y grupal. Esto supone una negocia-
vieron ni están exentas de generar conflic-
tos entre los propios indígenas.
En las estrategias de reivindicación del
movimiento indígena podemos señalar un
fuerte énfasis en planteos legales. La juridi-
zación de la cuestión indígena es conse-
cuencia directa de las reformas constitucio-
nales ocurridas en las últimas décadas en
los países latinoamericanos, que reconocie-
ron por primera vez a los indígenas como
ciudadanos portadores de ciertos "dere-
chos especiales" derivados de su situación
de "preexistencia". Estos derechos colecti-
vos aluden, en general, al respeto y protec-
ción a la autonomía cultural, de lo cual se
derivan los derechos a la tierra y al territo-
rio, al autogobierno y a la participación
política, al desarrollo económico-social, a la
identidad, a la educación bilingüe, etc. Al
reconocimiento constitucional se le agrega
un conjunto de leyes o estatutos indigenis-
tas en los niveles nacional y provincial.
Finalmente, existe un paraguas legal inter-
nacional que ha contribuido de modo fun-
damental a la estrategia jurídica de los pue-
blos indígenas. Nos referimos al Convenio
169 de la OIT, refrendado por varios países
latinoamericanos, entre ellos la Argentina,
en el que se menciona explícitamente a los
indígenas como "pueblos", suponiendo en
ello sus derechos a la "autodeterminación".
Este cuadro de reconocimiento jurídico pro-
vee justificativos importantes para la lucha
indígena que busca hacer efectivos los dere-
chos que los Estados dicen proteger y que,
no obstante, se violan constantemente
mediante maniobras administrativas y dila-
ciones políticas, muchas veces con la com-
plicidad de los propios organismos de
gobierno encargados de hacerlas respetar.
La rebelión del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN) constituye una
excepción parcial a la juridización, ya que es
producto también de las negativas del
gobierno mexicano a las demandas legales
que venían realizando las poblaciones
mayas desde diez años antes de las hostili-
dades. La vía insurreccional también la en-
sayaron algunos grupos aymaras en Bolivia,
pero tuvo poca incidencia. En otros casos
como en Perú y Colombia, muchos indíge-
nas quedaron atrapados en el medio de
luchas entre el ejército y las organizaciones
guerrilleras.
ción con las categorizaciones de los gobier-
nos que, aún hoy, recurren a supuestos ras-
gos "objetivos" para definir y medir el grado
de indianidad, sin consultar a los propios inte-
resados. Por ejemplo, no faltaron censos indí-
genas que, sobre la base de criterios que
identificaban lo indígena únicamente con
una población rural o con la presencia de una
lengua vernácula, dejaron sin contar todos
aquellos indígenas que vivían en ciudades o
habían dejado de hablar su idioma. En la
Argentina, el último censo de 2001 señala
alrededor de 280.000 hogares con al menos
un miembro indígena. Se impone la pregun-
ta: ¿Aumentó tanto la población indígena o
cambiaron los criterios de medición? Vemos,
Constitución Nacional de 1994.
Capítulo IV, Atribuciones del
Congreso.
Artículo 75. Corresponde
al Congreso:
17. Reconocer la preexistencia étnica
y cultural de los pueblos indígenas
argentinos.
Garantizar el respeto a su identidad y
el derecho a una educación bilingüe
e intercultural; reconocer la persone-
ría jurídica de sus comunidades, y la
posesión y propiedad comunitarias
de las tierras que tradicionalmente
ocupan; y regular la entrega de otras
aptas y suficientes para el desarrollo
humano; ninguna de ellas será enaje-
nable, transmisible ni susceptible de
gravámenes o embargos. Asegurar su
participación en la gestión referida a
sus recursos naturales y los demás
intereses que los afecten. Las provin-
cias pueden ejercer concurrentemen-
te estas atribuciones.
ARGENTINA
Constitución de 1995.
Título Primero, Capítulo I.
Artículo 4.
La nación mexicana tiene una com-
posición pluricultural sustentada ori-
ginalmente en sus pueblos indígenas.
La ley protegerá y promoverá el de-
sarrollo de sus lenguas, culturas, usos,
costumbres, recursos y formas especí-
ficas de organización social, y garan-
tizará a sus integrantes el efectivo
acceso a la jurisdicción del Estado. En
los juicios y procedimientos agrarios
en que aquellos sean parte, se toma-
rán en cuenta sus prácticas y costum-
bres jurídicas en los términos que
establezca la ley.
Artículo 27.
VII. Se reconoce la personalidad jurí-
dica de los núcleos de poblaciones eji-
dales y comunales y se protege su
propiedad sobre la tierra, tanto para
el asentamiento humano como para
actividades productivas. La ley prote-
gerá la integridad de las tierras de los
grupos indígenas.
MÉXICO
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14 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES
pues, que la determinación de "quién es
quién" es, ante todo, un hecho político de la
reemergencia en la que están involucrados
tanto indígenas como no indígenas, ya que
de la identificación de los sujetos y de su
peso demográfico dependen la asignación
de recursos, el diseño de políticas públicas y
las estrategias de legitimación de los pro-
pios indígenas. La lucha por el reconoci-
miento legal del principio de autoidentifica-
ción −considerado un derecho humano−
sólo se entiende en el contexto de fortaleci-
miento de la conciencia indígena que deja
atrás el estigma que antes obligaba a
esconder la indianidad.
TIERRA Y TERRITORIO:
¿LOS INDIOS DEMANDAN
MUCHAS TIERRAS?, ¿ATENTAN
CONTRA LA SOBERANÍA TERRITORIAL?
El derecho a la tierra y el territorio justifica la
más fundamental de las demandas indíge-
nas y hace a las reivindicaciones de equidad
material. Las organizaciones indígenas siem-
pre han visto en el reclamo de tierras (titula-
ción, demarcación, devolución, expropia-
ción, etc.) un foco de cohesión política: "la
lucha por la recuperación de nuestras tierras
es la que más nos une", declara el Consejo
Regional Indígena del Cauca, Colombia.
Para los indios, la tierra (suelo y recursos
naturales) no es sólo un medio u objeto de
producción, también es el entramado sim-
bólico de la identidad y la reproducción del
grupo y su cultura. Por esta razón, en la
gran mayoría de los casos, las organizacio-
nes indígenas reclaman que las tierras sean
devueltas a título comunitario.
En Brasil, hay fuertes intereses que se opo-
nen al avance del gobierno en los progra-
mas de identificación y demarcación de tie-
rras indígenas. Hacendados, empresas de
energía, compañías mineras, buscadores de
oro y militares sostienen que, dado el déficit
de tierras en Brasil, hay "mucha tierra para
pocos indios", quienes, además, son consi-
derados "improductivos". Contra este lugar
común del discurso racista del desarrollo, el
antropólogo Pacheco de Oliveira ha desta-
cado que la mayoría de las tierras sin pro-
ducción están bajo control latifundista. Esta
circunstancia provoca una presión campesi-
na que se intenta desviar hacia áreas "vací-
as" pero que, en realidad, están habitadas
por indígenas. Por otra parte, la supuesta
improductividad de la economía aborigen
tiene que ver con que ésta no se orienta a la
obtención de una ganancia, sino que se
inserta en ciclos de reciprocidad que distri-
buyen la riqueza socialmente producida. Por
eso, el derecho a la tierra, junto con el de
autonomía, involucra la posibilidad de dise-
ñar estrategias productivas sustentables
basadas en las propias tradiciones culturales
(etnodesarollo). La lucha por territorios indí-
genas va más allá del reclamo de tierra que,
en buena medida, también es extensible a
campesinados de memoria no indígena
(como los "sin tierra"). Se busca el control
de un espacio −un territorio ancestral− que
abarca el reclamo de autonomía política. La
mayoría de las organizaciones indígenas
reclaman territorios autonómos dentro del
Estado, lo que implica el desafío de crear
modos de ejercer la soberanía estatal más
inclusivos y menos homogeneizantes. Este
sería el objetivo político de máxima del EZLN,
pero lleva un largo tiempo disipar la paranoia
de los gobiernos que, con un ojo en las rela-
ciones internacionales, no pueden entender
el reclamo territorial más que como la altera-
No bastan las leyes. En Panamá, los kuna hacen cumplir la demarcación de sus territorios.
AlejandroParellada/IWGIA
CelsoJunior/AE
Enfrentamiento por tierras en Brasil.
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ción de equilibrios geopolíticos. Actualmen-
te, los procesos más avanzados para crear
régimenes de autonomía territorial étnica
tienen lugar en Nicaragua (el caso Awas
Tingi en la costa Mosquito) y en las zonas de
resguardos indígenas en Colombia.
IDENTIDAD CULTURAL:
¿EL INDIO "TIENE" CULTURA?
El derecho a identidad cultural supone una
lucha por afirmarse y afirmar, contra los
poderes vigentes, el valor positivo de las cos-
tumbres tradicionales y, en especial, las len-
guas vernáculas, la espiritualidad y las visio-
nes históricas indígenas. En el siglo XIX,
cuando se le dio un sesgo antropológico al
sentido de cultura, se pensaba que los indios
"tenían" algo de cultura, pero no mucho. En
el siglo XX, la antropología pensó que los
indígenas constituían "culturas" diferentes,
pero luego, por los procesos de colonización,
"perdieron" esa diferencia cultural (se asimi-
laron y aculturaron como "campesinos",
"villeros", etc.). Hoy la antropología y las
ciencias sociales piensan que la cultura es un
proceso de creación y recreación de formas
de vida. Los pueblos indígenas se muestran
como hacedores de cultura y, más precisa-
mente, de de su identidad a partir de lo que
consideran su cultura. Las discusiones en tor-
no a los programas de interculturalidad y
bilingüismo en la educación, los proyectos
de escrituración de lenguas orales, los talle-
15HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
IWGIA
res de (contra)memoria histórica, las repa-
triaciones de restos humanos exhibidos en
museos, la producción de artesanías, etc.,
muestran un activo ámbito de recreación
cultural de la identidad indígena, en el que
estas −siempre en discusión con las ideas y
los valores de los no indígenas− se revelan en
su valor emocional, ético y político. En estos
procesos se evidencian herramientas como
el video, la televisión, la radio e Internet
como potenciadores de la autorrepresenta-
ción y divulgación de la identidad cultural y
la perspectiva política indígena.
AUTOGOBIERNO Y PARTICIPACIÓN:
¿LOS INDIOS ESTÁN "POLITIZADOS"?
Las reivindicaciones antedichas solamente
cobran sentido dentro del reclamo de mayor
y mejor participación política. Hoy no sola-
mente se lucha por derechos políticos o por
cuotas de representación en los partidos
políticos y la administración públicas, sino
que también se pugna por el derecho al
autogobierno. El objetivo primordial es ase-
gurar una participación ciudadana efectiva
−no subsidiaria ni formal− que controle el
proceso de decisión y la elección de represen-
tantes sobre asuntos de vital importancia
para el pueblo: la economía, la salud, la
vivienda, la cultura y la administración de jus-
ticia. Sólo a partir de estas posibilidades reales
de etnodesarrollo podrán combatirse la mise-
ria que campea entre los pueblos originarios.
Los indígenas no están "politizados" en el
sentido peyorativo del término. Sólo quie-
ren hacer cumplir sus derechos y crear
otros, pretensión que por cierto exacerba
prevenciones respecto a que "se pasaron
de la raya" o están comenzando a "faltar el
respeto". Lo cierto es que los pueblos indí-
genas están adquiriendo voz y capacidad
de acción política para mostrar en un nuevo
escenario lo que desde la conquista, ¿infini-
ta?, se impuso como una necesidad: articu-
lar una utopía de regeneración en las duras
condiciones del despojo.
Indios y mexicanos, pero de otro modo. Formación del EZLN ante la bandera mexicana.
AxelLazzari
Repatriación de los ancestros. Los ranqueles muestran sus respetos al cacique Mariano Rosas.
reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:21 p.m. PÆgina 15
16 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES
La revitalización actual de las culturas e
identidades aborígenes llevada adelan-
te por las organizaciones políticas indíge-
nas y sus aliados no indígenas, lejos de bus-
car "resolver" unilateralmente un supuesto
"problema indígena", muestra la necesi-
dad de disolverlo y replantearlo en el marco
más amplio del problema de la ciudadanía,
la democracia y el Estado-nación en Lati-
noamérica. Ante el desafío de los "indios"
−categoría que ha mutado a lo largo de la
historia−, se trata de recrear aquellas abstrac-
ciones de modo que respondan a un doble
plano de justicia: el del reconocimiento de la
diferenciación y el de la distribución de la
riqueza y de los medios para producirla. Un
Estado multiétnico y pluricultural −y quizá un
Estado plurinacional− será aquel que pueda
reconocer en su interior y en un pie de igual-
dad grupos de orígenes diferentes que se
siguen diferenciando entre ellos y de sí mis-
mos. Y esto sin esconder la historia de sus
antagonismos, pues de ello depende una
genuina "reparación histórica" no como cíni-
ca práctica de justificar al reparador a par-
tir del estereotipo del diferente −el gesto
usual−, sino como un hacer justicia a lo que
se diferencia. Será esta una comunidad en la
que el reconocimiento de la diferenciación
(no sólo la de origen indígena y étnico) circu-
le a través un espacio político siempre tenso
y nunca del todo reducible a las políticas
públicas, de cuño indigenista o no.
¿HACIA ESTADOS MULTIÉTNICOS, PLURICULTURALES Y PLURINACIONALES?
Bibliografía
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http://www.cwis.org/americas.html
http://www.djweb.com.br/historia/
http://www.ezln.org/
http://www.indigenas.oit.or.cr/
http://www.nativenetworks.si.edu/ri.html
http://www.trabalhoindigenista.org.br/
http://www.un.org/esa/socdev/unpfii/index.html
Agradecimientos
El equipo de Publicaciones de la Dirección Nacional de Gestión Curricular
y Formación Docente agradece a las siguientes instituciones y personas
por permitirnos reproducir material fotográfico y colaborar en la docu-
mentación de imágenes: New Zeland Herald (Nueva Zelanda); UNESCO
Photobank; American Museum of Natural History (EE.UU.); Museo Paulista
de la USP (Brasil); Museo KHM de Viena (Austria); The British Library
(Reino Unido); CIMI (Brasil); Agencia de Correos de Bolivia; Museo
Histórico Nacional; Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires;
Alejandro Parellada y Diana Vinding, de IWGIA; Maxi Failla; Luisa Barrios;
Mariana Pérez Amor.
Coordinadora del Área de Ciencias
Sociales, Lic. Raquel Gurevich
Coordinadora del Área de Desarrollo
Profesional, Lic. Silvia Storino
Coordinadora del Programa de
Capacitación Explora, Lic. Viviana Celso
Coordinadora de Publicaciones,
Lic. Raquel Franco
Coordinación y documentación,
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Edición, Lic. Gonzalo Blanco
Diseño y diagramación,
DG María Eugenia Más
Corrección, Norma A. Sosa Pereyra
www.me.gov.ar
Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología, Lic. Daniel Filmus
Secretario de Educación, Lic. Juan Carlos Tedesco
Subsecretaria de Equidad y Calidad, Lic. Alejandra Birgin
Directora Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente,
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HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

  • 1. HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS CIENCIAS SOCIALES Introducción. Política y emancipación | Pueblos indígenas: definición y alcance | Antes y después: historias | El “antes” como mundo-otro | “Después”: la conquista infinita, resistencia y rebeliones | Ahora: reemergencias | Ámbitos de disputa y demandas de los pueblos indígenas | ¿Hacia Estados multiétnicos, pluriculturales y plurinacionales? Autor: Dr. Áxel Lazzari (UBA) | Coordinación Autoral: Dra. Patricia Funes (UBA y CONICET) y Dr. Áxel Lazzari (UBA) PROGRAMA DE CAPACITACIÓN MULTIMEDIAL EXPLORALAS CIENCIAS EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:19 p.m. PÆgina 1
  • 2. 2 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES Desde hace más de dos décadas, las sociedades y los Estados nacionales en América Latina se han transformado en es- cenario de la reemergencia de los pueblos indígenas. El "¡Basta ya!" del Ejército Za- patista de Liberación Nacional, los tocados de plumas de los diputados xavante en Brasilia, el contrafestejo del Quinto Cente- nario, las marchas, los bloqueos y votos de los indígenas en Ecuador y Bolivia y el premio Nobel a una mujer indígena son algunos de los hitos con impacto continental y mundial que tienen por protagonistas a estos pue- blos. Estos acontecimientos son apenas la punta del iceberg de procesos políticos más vastos en los que está en juego no sólo la supervivencia de poblaciones, sino también su derecho a existir en tanto que pueblos indígenas. Los reclamos indígenas no son he- chos aislados, sino que se inscriben en prác- ticas políticas más amplias de emancipación y democratización de las estructuras econó- mico-políticas vigentes en América Latina. El activismo indígena actual se distingue de otros episodios de reemergencia porque busca articularse en pie de igualdad con otros movimientos sociales sin que se diluya su identidad ni su protagonismo. Asimismo, las protestas de los pueblos originarios di- fieren entre sí, lo que equivale a decir que son el efecto de historias diversas, en las que se manifiestan estilos históricos de dominación diferenciados que afectan las formas en que los indígenas elaboran y lle- van adelante sus proyectos políticos. Las demandas indígenas no se restringen al reconocimiento de "aportes culturales" a la nación −como las ubicuas estatuas a la raza desaparecida−, sino que exigen además una urgente redistribución de riquezas y de los medios para producirla, sin lo cual lo anterior queda en meras "reparaciones simbólicas". No obstante, el aspecto simbólico de la lucha indígena es importante, pues lo que la reemergencia pone en cuestión es el aún vigente imaginario colonialista que cam- pea, con su cara maldita y su cara afable, por la sociedad latinoamericana. En este sentido, el movimiento indígena debe "ren- dir examen" ante ámbitos de poder en don- de abundan imágenes ideológicas sobre el indio como raza inferior, primitivo y otras aparentemente más objetivas como la de "obstáculo al desarrollo", o más humanita- rias, como la de la pobre y eterna víctima. Esto se refuerza con la aprendida y activa indiferencia de la población hacia la cues- tión. En conjunto, estos códigos de com- prensión tienen en común extender un velo sobre los pueblos indígenas que los torna relativamente opacos al análisis social y político. En este sentido, sólo podemos atis- bar las formidables resistencias ideológicas que enfrenta la reemergencia indígena. En este fascículo nos proponemos presen- tar algunas de las causas, modalidades y sig- nificados del resurgimiento político de los pueblos indígenas en América Latina. La pre- misa básica de la que partimos establece que la situación de subordinación de los pueblos indígenas está indisolublemente vinculada a la trayectoria histórica de los Estados y socie- dades nacionales que rompieron, a medias, con el orden colonial. Esperamos brindar elementos para reevaluar la presencia polí- tica indígena en América Latina, atendien- do tanto a los procesos históricos de larga duración que la determinan como a las actuales condiciones en las que se enmarca, los campos de disputas en los que se inser- tan sus reclamos y las alianzas, estrategias y formas de organización que presentan fren- te al horizonte de un Estado que se dice democrático y pluralista. MaxiFailla MuseoEtnográfico/UBA ¿Algo del pasado? indios exhibidos como rarezas en un circo porteño de 1920. La Wipala, símbolo del movimiento indígena, entre otras banderas en una protesta. INTRODUCCIÓN. POLÍTICA Y EMANCIPACIÓN reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:19 p.m. PÆgina 2
  • 3. Pueblo indígena no es una” raza”. Entre los grupos en situación de subor- dinación dentro de una sociedad na- cional, los pueblos indígenas u originarios −como también se autodenominan− son aquellos que se ven y son vistos como los descendientes de las agrupaciones que "estaban antes" de los procesos de con- quista, colonización y nacionalización que desencadenó la expansión mundial de las naciones europeas. Indígena es toda perso- na que manifiesta descender de los pueblos y comunidades autóctonos que fueron ven- cidos y que hoy siguen sufriendo las conse- cuencias de esa derrota incesante. Ser indí- gena es tener algún tipo de conciencia de que la marginalidad y exclusión que afecta depende de que es autóctona, o sea, que sus orígenes culturales no se encuentran “afuera” de este continente ligados a los conquistadores y los inmigrantes. Pueblo indígena es una categoría político-cultural que remite a un conjunto de personas y grupos con capacidad de actuar y confron- tar colectivamente sobre la base de intere- ses comunes, creencias y valores comparti- dos. En este sentido, es un error confundir pueblo indígena con "cultura indígena", "comunidad indígena" y más aún con "raza indígena", aunque estos términos aparez- can legitimando la acción de un pueblo indí- gena, del Estado o la sociedad. La relación de dominio que se establece entre las socie- 3HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS Pueblo indígena no es una ”cultura”. dades nacionales y los pueblos indígenas suele basarse en ideologías "culturales" y "raciales" que supuestamente explican por qué los indígenas ocupan el escalón más bajo de las jerarquías sociales. Entre otros grupos, ellos son separables del resto de la población porque están marcados por la "raza" −rasgos visibles e invisibles que se creen "fijos"− y la "cultura" −rasgos visibles e invisibles que se creen "modificables"−. En efecto, si bien el gesto racista o culturalista más común consiste en ubicar a los indios como una "raza inferior" o una "cultura pri- mitiva", son las propias ideas de raza y de cultura las que, al asignarse a los indígenas, operan discriminatoriamente, como si no hu- biese otra forma de pensarlos. Si no nos suena familiar la idea de ciudadano indígena es porque estamos condicionados ideológi- camente para creer que para ser ciudadano hay que dejar de ser indio, o sea, hay que "blanquearse". Por consiguiente, la subordi- nación de los indígenas no consiste sólo en considerarlos como "racial" y "culturalmen- te" inferiores sino también en ligarlos a for- mas "irracionales" de organización como la raza, la cultura, o su eufemismo, lo étnico. PUEBLOS INDÍGENAS: DEFINICIÓN Y ALCANCE MuseoEtnográfico/UBA ONU reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:19 p.m. PÆgina 3
  • 4. 4 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES ANTES Y DESPUÉS: HISTORIAS Por otra parte, pueblo indígena es una categoría jurídica de alcance mundial y apa- rece consagrada en documentos de la Or- ganización Internacional del Trabajo y de las Naciones Unidas. Hay pueblos indígenas en todas las regiones del mundo donde se constate la lucha por los derechos por parte de poblaciones descendientes de pueblos autóctonos conquistados. Si en América La- tina estos pueblos indígenas son los llama- dos indios, en Canadá se los conoce como first nations (primeras naciones), en Estados Unidos como native americans (america- nos nativos), en África y Asia son tribal peoples (pueblos tribales), y en Australia, aboriginal peoples (pueblos aborígenes). También los hay en otros lugares inespera- dos, como los sami (lapones) en Suecia y Finlandia o los ainu en Japón. ¿Qué decir de los pueblos indígenas en América Latina? Se considera que existen más de 40 millones de personas que así se autorreconocen. La proporción dentro de cada nación varía entre menos del uno por ciento, como en Brasil, hasta constituir la mayoría de la población, como en Bolivia y Guatemala. No se trata aquí de enumerar exhaustivamente a esos grupos sino de tomar conciencia de que en las actuales condiciones de reemergencia no hay ni puede haber un mapa ni un registro defini- tivo de los pueblos indígenas existentes. Censos y mapas −sobre todo los diseñados por los organismos estatales que gobiernan los asuntos indígenas− son medios de sim- plificación y control que reflejan interesada- mente las realidades sociales. Hay que insis- tir en que, a pesar del común denominador de la autoctonía y del estatus de conquista- dos, existe una amplia gama de realidades indígenas. Las maneras de ser indio −y de organizarse como tal− en América Latina se relacionan no sólo con la diversidad cultural previa a la conquista, sino también con las modalidades que esta asumió según los recursos en disputa y el tiempo en que tuvo lugar. Así, hay pueblos supuestamente extinguidos en los primeros siglos de dominio colonial, como los pataxó en Brasil o los huarpe en Argentina, que hoy reaparecen rearticulando novedosamente identidades fragmentarias. También están los llamados "pueblos aislados" del Amazonia −que, como anuncia la prensa, viven en la "edad de piedra"− o los folclo- rizados indios de las comunidades andinas y de las reservas indígenas. Si agregamos a estas realidades la fuerte presencia abori- gen en pueblos y ciudades de provincia y en las megalópolis latinoamericanas, se obtiene un panorama social, demográfico y cultural nada simple. Daremos aquí un vistazo, necesaria- mente esquemático, de los procesos y relaciones históricas que llevaron a la situación de subordinación de los pueblos indígenas. Esta condición no es un dato inmutable ni una predestinación, sino el efecto acumulado de acciones humanas que se dieron en el marco cambiante de enfrentamientos entre grupos con pode- res desiguales. Por lo tanto, descartamos de antemano que los indígenas sean testi- monio cristalizado de un pasado arcaico, pueblos sin historia o, como reza otra idea falsa, seres de la naturaleza. Nos interesa mostrar, en cambio, lo variable, complejo e interdependiente en los ámbitos de civi- lización indígenas antes de la conquista, por una parte, y los patrones de relación que surgieron en las sociedades colonia- les y en las naciones latinoamericanas, por la otra. En todo el mundo los pueblos indígenas luchan por sus derechos , como los maoríes de Australia. NewZelandHerald reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:19 p.m. PÆgina 4
  • 5. AmericanMuseumofNaturalHistory/EE.UU. Guerra: pintores aztecas del siglo XVI representan el ataque al templo de Tenochtitlán, México (Códice florentino). 5HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS EL "ANTES" COMO MUNDO-OTRO Sólo a partir de la conquista europea la his- toria anterior de América puede imagi- narse como "precolombina" o "prehispá- nica". Aunque sea difícil abordar ese "antes" sin abusar de las comillas, intente- mos asomarnos a ese espacio-tiempo como sede de un desarrollo autocentrado. Se trata de un mundo otro, y no el mundo de "el otro", el "otro mundo" o el "nuevo mundo" que "esperaba" a Europa y a los "blancos" para ser descubierto, completarse y adquirir sentido. El antropólogo argentino Miguel Bartolomé señala que "antes de la invasión europea, la actual América Latina ofrecía la visión de un conjunto heterogéneo y a veces yuxtapuesto de complejos culturales, resultantes de la expansión de procesos civilizatorios abarcativos que se ramificaban y concretaban en distintas civilizaciones sin- gulares". Mesoamérica (actuales México y Guatemala) fue el marco de civilizaciones milenarias de distinta complejidad, de las cuales, los aztecas (mexicas) y mayas fue- ron los últimos exponentes. En las Antillas y América Central también hubo desarro- llos semejantes en relación con los caribes. Para seguir la convención de los antropó- logos, hay que distinguir, en América del Sur, entre dos grandes áreas de civilización: las "tierras altas" (el cordón andino, con sus altiplanos, valles y pedemontes) y las "tierras bajas" (las llanuras, estepas, selvas y desiertos). En las tierras altas, los incas, por ejemplo, fueron precedidos por una larga tradición civilizatoria que incluía, entre otras, la mochica y la tiahuanaco. También los grupos de habla aymara de la Puna y o de lengua cacana en el actual nor- oeste argentino (los "diaguitas") formaban parte de una prolongada historia. En las tie- rras bajas, las civilizaciones amazónicas de los grandes ríos y del interior −grupos de lengua gê y tupí-guaraní, por citar sólo dos casos− también compartían una rica y com- pleja interacción milenaria. Más al sur, el Gran Chaco (repartido entre los actuales Bolivia, Paraguay y Argentina), los Andes Meridionales, la Pampa y la Patagonia eran, desde hacía siglos, espacio generador de formas socioculturales diversas. Abya Yala −término de los indios kuna utilizado hoy por el movimiento indígena para sustituir el de América− contenía, "an- tes" de su origen americano, formas de vida "otras", diferentes de la civilización euro- pea, que, como sostiene Bartolomé, se ca- racterizaban por propender a la diferencia- ción y no a la uniformización de realidades culturales, tendencia esta que se haría pa- tente a partir de la conquista. "DESPUÉS": LA CONQUISTA INFINITA, RESISTENCIA Y REBELIONES ¿Cuándo comienza la civilización? ¿En 1492 para los nativos de Guanahaní (hoy Islas Bahamas)? ¿En 1880 para los indíge- nas del Mamül Mapu (hoy La Pampa)? ¿En 1940, año del Primer Congreso Indigenista Americano en México, cuando se prometió al indígena americano la integración a la nación? ¿O llega ahora con el reconoci- miento a los pueblos indígenas de dere- chos colectivos a la diferencia, entre los cuales está el de rechazar la civilización, como lo muestra el caso paradójico de los haramkbut, pueblo no contactado del Amazonia? Estos interrogantes refieren metafóricamente a cuatro situaciones histó- ricas bien definidas. La primera, la inaugura- ción por parte de Occidente de sus derechos de conquista tras un efímero asombro ante el salvaje edénico. La segunda, la extensión de esos mismos derechos de conquista sobre los territorios indígenas situados en las fronteras "interiores" de las repúblicas americanas, plagadas de "indios bandidos". La tercera, el despliegue del indigenismo, política compensatoria de los Estados nacio- nales del siglo XX, con el fin de integrar a los ya vencidos contingentes indígenas a la nación. La cuarta, una política de tolerancia o respeto de nuevo cuño hacia los indígenas asentada en los derechos culturales. Veamos, seguidamente, los patrones de relación interétnica entre indígenas y no indígenas simbolizados en las tres primeras fechas, dejando para el final la situación contemporánea. reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 5
  • 6. 6 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES EN TORNO A 1492: "ESTADOS DE CONQUISTA" Si el destino de "extinción" de los taínos que Colón "encontró" y esclavizó en el Caribe muestra a las claras el significado último del "descubrimiento" desde el punto de vista indígena, los "Estados de conquista" −tér- mino de Miguel Bartolomé− implantados en América tuvieron que asegurar un domi- nio que preservara poblaciones y territorios para hacer viable la continua extracción de riquezas −sobre todo metales− para su tras- lado a Europa. La sociedad colonial no incorporó del mis- mo modo a las sociedades autóctonas bajo su dominio. Las civilizaciones de Mesoamé- rica y los Andes constituyeron el centro so- bre el cual el poder español se asentó y la cabeza de puente para emprender nuevas conquistas. Allí, la dominación se reguló a través de instituciones económicas, políti- cas y jurídicas como la encomienda (que comprometía al encomendero español a evangelizar a los indios a cambio de tribu- tos), el trabajo obligatorio (la mita, el repartimiento, etc.) y el servicio personal (especie de servidumbre). Ellas se combina- ban con formas de fijación territorial como las reducciones, pueblos de indios y haciendas, sistemas de disciplinamiento ideológico −misiones y doctrinas− y garan- tías de protección jurídica, como las Leyes de Indias. En lo que luego sería, Brasil, muchas sociedades de lengua tupí que poblaban el litoral, conocidas genéricamente como tupinambá, y las de lengua gê de tierra adentro llamadas tapuyas, fueron obliga- das por los portugueses a cortar pau brasil (madera de la que se extraía una tintura color rojo brasa) y plantar azúcar. Más tar- de, ante el bajo rendimiento laboral indíge- na, los conquistadores inauguraron la doble empresa esclavista que caracterizó la colonia en el Brasil: por un lado, la caza y esclavización de indios mediante las ban- deiras, las famosas expediciones de guerra que también buscaban oro, y por otro, la importación de esclavos negros desde Áfri- ca en navíos negreiros. Los guaraníes que habitaban en las cuen- cas de los ríos Paraguay y Paraná fueron sometidos por los españoles a través de encomiendas, especialmente la llamada en- comienda originaria por la que se otorgaba diez o más mujeres indias a un conquista- dor. Luego, los jesuitas, aprovechando el descontento de los guaraníes con la explo- tación de los encomenderos y su indefen- sión ante las incursiones de los bandeiran- tes, organizaron sobre la base de la misión un experimento de colonización ordenada de cariz teocrático. En contraposición a estos modelos de incorporación se destacan los vínculos enta- blados con las sociedades que permane- cieron en los márgenes, pero no ajenas al sistema colonial; vínculos que se dieron me- diante guerras, comercio, alianzas políti- cas y movimientos demográficos. En esta situación se encontraban los llamados indios alzados, bravos o aucas. Entre ellos estaban los avá-guaraníes (chiriguanos) y los guaycurúes (genérico que incluía a tobas, abipones, mocovíes, pilagá, entre otros) que habitaban el Gran Chaco; los mapu- ches, pampas y tehuelches de la Pampa, la Patagonia y la Araucania; los chichimecas que vivían en el norte de Nueva España (México) o los chunchos de las selvas que bordeaban los virreinatos del Perú y Nueva Granada. Eran todos ellos "indios de fron- tera", participantes en ese espacio de rela- ciones interétnicas que también incluía a mestizos, esclavos negros escapados y Siervos de Dios, amos de indios. GentilezaTheBritishLibrary ¿Moctezuma vasallo voluntario del rey de España? Grabado español del siglo XVIII. reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 6
  • 7. 7HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS renegados políticos en conflictos y alianzas con comerciantes, pioneros y militares. Existe un tercer caso límite en el mundo colonial: las sociedades indígenas que nunca se plegaron a la dominación europea y crio- lla. Muchas habitaban en las selvas amazóni- cas y de Yucatán, en los montes y sabanas interiores del continente. Tuvieron poco o ningún contacto directo con poblaciones coloniales, lo que no significaba un total des- conocimiento de ellas. Más bien, puede decirse que su condición de refugio fue una respuesta a la situación colonial. Si el consentimiento de los vencidos con el orden colonial fue, en cierto modo, inevita- ble, también lo fueron las manifestaciones de resistencia. Estaban motivadas tanto por la nostalgia de lo que se había perdido como por el deseo de hacer cumplir las bondades de la civilización que Occidente no cesaba de prometer. Por ejemplo, aunque el ayllu andi- no −la comunidad local de parentesco− fue rediseñado para servir a la economía política colonial, continuó siendo un punto de refe- rencia para la reproducción cultural de los in- dígenas. Las propias Leyes de Indias también funcionaron como espacios de negociación del dominio, al posibilitar litigios contra enco- menderos o la obtención de títulos de tierras para las comunidades. Las rebeliones y moti- nes de los indios sojuzgados fueron constan- tes, y las guerras llegaron a ser endémicas en algunas zonas fronterizas. Entre las primeras, el Taqui Ongoy fue un movimiento milenaris- ta que se expandió por las sierras del Perú en el siglo XVI buscando volver el mundo atrás. Guerras importantes se libraron en los actua- les Valles Calchaquíes de la Argentina duran- te el siglo XVI y XVII. Más al sur, los españoles se encontraron con la vigorosa oposición reche (hoy mapuche), que abrió el largo capí- tulo de la llamada Guerra de Arauco. En la actual Guatemala y sur de México, distintos grupos mayas montaron fuertes resistencias entre los siglos XVI y XVIII. A principios del siglo XVIII se produjo la última gran tentativa indígena de frenar la colonización ganadera del norte del Brasil −la "guerra de los bárba- ros"− que terminó con la masacre y extinción de muchos grupos tapuya. Hay que resaltar que estas rebeliones, al tiempo que suponían la defensa de autono- mías por parte de los grupos indígenas, también eran formas violentas de crear interdependencias entre los colonizadores, los "indios amigos" y los que se negaban a someterse. Las grandes insurrecciones andi- nas de fines del siglo XVIII lideradas, entre otros, por Tupac Amaru y Tomás Katari, muestran que la restauración del Incario que propugnaban no excluía complejas alianzas interétnicas, diversidad de orígenes de los revolucionarios y una fuerte cohabitación de tradiciones europeas y nativas. Por lo tanto, se puede concluir que el dominio colonial transformó al mundo-otro en mun- do “indio”, y a lo largo del tiempo estable- ció ciertas continuidades y rupturas entre lo que eran los "indios" al inicio del contacto y los "indios" del final de la colonia. HACIA 1880: "ESTADOS EXPROPIADORES" A mediados del siglo XIX, el régimen colonial se había disgregado casi por completo, salvo en Cuba y Puerto Rico, que todavía perma- necían bajo dominio español. Las nuevas repúblicas levantadas tras guerras de inde- pendencia y luchas civiles se sostuvieron en MuseoHistóricoNacional Indios dóciles y sensatos: representación del Campamento de Matorras en el claro, óleo de T. Cabreras (1774). reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 7
  • 8. 8 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES ¿Cuál es el impacto del término "indio", el exitoso error de Colón que devino categoría social y jurídica discri- minatoria durante la colonia y llega hasta hoy con sentidos semejantes? "Indio" es el signo de dos procesos lle- vados a cabo desde la colonia: la frag- mentación de las sociedades indíge- nas y la consiguiente rearticulación de sus miembros como población venci- da. Guillermo Bonfil Batalla decía que "al indio lo crea el europeo, por- que toda situación colonial exige la definición global del colonizado como diferente e inferior". El término "indio" refiere a una forma de huma- nidad incompleta, supuestamente transitoria, que se liga a Europa y, lue- go, a una América Latina europeísta, a través de lo que le falta, de lo que la separa de ellas. Esa brecha, sin embar- go, no se cierra nunca, pues los meca- nismos ideológicos de la civilización requieren que los indios sigan siendo indios. En el imaginario colonial aún vivo, ser "indio" es un "todavía no", un "casi" humano puesto bajo la mira- da escrutadora del amo que siempre identifica en él una falla que lo devuelve al "estado salvaje". Para quién se pone en el lugar del "civiliza- do", la palabra "indio" convoca lo que más se desea salvar y hacer progresar y, a la vez, lo que más se desprecia y teme. La ambivalencia comenzó en el momento en que se estableció este código para fragmentar y homogenei- zar las sociedades "precolombinas" sin poder nunca evitar que por sus bordes afloraran oblicuamente las experien- cias de los dominados. Porque "indio" no es sólo la imagen del débil, sino también el poder del débil. Precisa- mente por este carácter doble, y desde el punto de vista de los indígenas, "indio" se presenta desde hace mucho como una herramienta disponible para interpelar al dominador. Las sucesivas resistencias y rebeliones y la actual reemergencia son actos de "apropiación" de lo "indio", el ele- mento cultural más ajeno a las tradi- ciones originarias y más fuertemente controlado en sus significados por el sector dominante, pero a la vez el más íntimamente ligado a la historia de este sujeto colonial. LA AMBIGÜEDAD DE LA DOMINACIÓN: EL "INDIO" Y SUS BORDES los ideales emancipadores europeos que combinaban liberalismo económico-político y nacionalismo. Incluso el Imperio del Brasil, proclamado en 1825, hacía lugar a la doctri- na liberal en su constitución monárquica. La creación de los Estados nacionales estuvo acompañada de un discurso de ciu- dadanía universal: la república es "para todos". "Todos", en rigor, eran aquellos sectores sociales, numéricamente ínfimos, que podían sentirse representados por un modelo de hombre individual y propietario y, por lo tanto, libre e igual. Al transformarse en realidad, esta visión del mundo produjo efectos desastrosos entre los indígenas. En las tierras altas, los ataques de los liberales al patrimonio fundiario de los antiguos enco- menderos y la Iglesia afectaron al de las comunidades indias bajo su control que aún conservaban ciertos derechos colectivos sobre sus tierras. Cuando se estableció por ley que la propiedad de la tierra sólo podía demostrarse mediante títulos individuales, se reinició el ciclo de disgregación de territo- rios y el desarraigo de la población. Surgía, desde el punto de vista indígena, el Estado expropiador, como lo denomina Bartolomé. Sobre esta población indígena desterri- torializada, los nuevos dueños legales de las tierras rearticularon su dominio sobre la base del peonazgo por deudas, el concha- vo, el concertaje, el arriendo y otras formas de arreglos "personales y tradicionales" entre el patrón y el indio (denominado yana- cona, huasipungo, inquilino, mediero, arren- derro según las regiones y países). En fin, con las nuevas repúblicas los indios se vieron eco- nómicamente "libres": para vender mercan- cías (sobre todo su propio trabajo) y para comprar productos en un mercado que, sin embargo, no existía ya que casi todo depen- día de la coacción extraeconómica. Políti- camente, los indios también eran "libres" e "iguales", pero sus derechos civiles sólo fun- cionaban como coartada jurídica para los contratos de compra-venta, mientras sus de- rechos políticos eran recortados por un sinfín de disposiciones coloniales y racistas (como la negativa al derecho el voto). Junto a la "liberación de los siervos" pre- gonada por las clases dominantes criollas, las nuevas naciones emprendieron la reconquis- ta de las fronteras coloniales y la colonización de las supuestas "tierras vacías". Hacia fines del siglo XIX, las llamadas Conquistas del De- sierto (Pampa-Patagonia) y del Desierto Ver- de (Chaco argentino) encuentran paralelos con las campañas de Pacificación de la Arau- canía lanzadas por Chile contra los mapu- ches o las razzias contra los chiriguanos en Bolivia hacia 1892. Poco tiempo después, la expansión de la frontera amazónica de Perú, Ecuador, Colombia, Bolivia y Brasil en busca de caucho costó miles de cadáveres de indios y mestizos. En todos estos casos, las dirigen- Un indio rebelde vale un souvenir fotográfico. Quintín Lame es arrestado en 1915 en Colombia. reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 8
  • 9. 9HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS cias, asociadas a intereses empresariales nacionales y extranjeros, vieron en los indíge- nas un obstáculo que debía superarse para la construcción de sociedades y mercados nacionales "integrados al mundo" de la épo- ca. Frente a la profecía civilizatoria de "orden y progreso" que las élites morales creían ineluctable, las poblaciones indígenas fueron condenadas a la "extinción natural" o "asisti- da", esto es, a la muerte o a la desarticula- ción de sus sociedades que, en el mejor de los casos, las transformaba en viveros de campe- sinos y proletarios rurales dependientes de sus patrones o del Estado. La conquista republicana nacional y la penetración de relaciones capitalistas no fue- ron aceptadas pasivamente por las poblacio- nes indígenas; quienes en varias ocasiones se rebelaron en la defensa de la tierra. En el norte de Brasil, entre 1835 y 1850 explotaba la Cabanagem, una larga insurrección de tri- bus indígenas, indios destribalizados y mesti- zos contra la opresión de la clase propietaria. En 1874, en la Argentina se sublevaron los kollas de la Puna contra los impuestos del aún vigente Marquesado de Yavi. Ya en el siglo XX, muchas de las poblaciones venci- das en las campañas de fronteras siguieron resistiendo su reducción en colonias y misio- nes, como lo atestigua el caso de los milena- rismos guaycurúes en el Chaco hasta los años veinte del siglo pasado. Para esa misma época se iniciaba en el Perú una serie de importantes levantamientos campesinos contra los gamonales, los propietarios de latifundios. En Colombia durante el siglo XIX y principios del XX se produjeron varias revueltas de indios, entre las que destacan las de los indios páez o nasa al mando de Quintín Lame. En México, durante el siglo XIX los indígenas de Yucatán protagonizaron la "guerra de castas", mientras más al norte, los indios yaquis y apaches todavía defendían su territorio contra los rancheros criollos. Más tarde, en 1910 estallaba la revolución mexi- cana de base agrarista en la que participaron ingentes ejércitos de campesinos indígenas. 1940 Y ALREDEDORES: "ESTADOS INDIGENISTAS" No es casual que la experiencia política mexicana condujera, tras varios decenios de "revolución congelada", al primer Congreso Indigenista Americano, celebrado en Pátz- cuaro en 1940. El congreso dotó de estatu- to internacional al mentado problema indí- gena y expandió a toda Latinoamérica los ideales de reparación histórica e integración nacional del indio. Incluso encontró eco el modelo indigenista brasileño inaugurado por el mariscal Rondón en 1910 con sus expediciones al Mato Grosso y su discurso de "protección fraternal" de los indios. El primer indigenismo fue una política de Estado tendiente a desarrollar acciones com- pensatorias hacia el sector indígena margi- nado durante el período de las repúblicas liberales. Su objetivo era dirigir y administrar racionalmente la incorporación de los indios a la nación −la nacionalización del indio− recurriendo a la dosificación controlada de modelos de conducta civilizados. Al calor de estas políticas se crearon organismos guber- namentales que fomentaban la entrada de los indios a la economía, sociedad, política y cultura nacionales interpelándolos como "campesinado". Los principales programas indigenistas se centraron en la reforma agra- ria, la educación, la cooperativización y la sin- dicalización, todas ellas vías de conexión con la burocracia estatal y los partidos nacional- populistas de la época. En los países donde se realizaron reformas agrarias entre los años treinta y setenta, los efectos sobre los indíge- nas variaron según la profundidad de los cambios. En México, el indigenismo estuvo muy ligado a la dislocación de estructuras latifundistas y al cambio en el régimen de tenencia de la tierra y de producción (ejidos y cooperativas). Algo semejante ocurrió con la revolución boliviana de 1952 y, en menor medida, en los procesos chileno y peruano. ¿Qué idea de nación conllevaba el indige- nismo clásico? Con el objetivo de integrar a los indígenas, la nación era concebida como una comunidad aún en formación, por lo que debían subrayarse todos los rasgos que unificaban, descartando los que podían generar divergencias. En este modelo de nación los gobiernos fomentaban una sola lengua −el castellano o portugués−, una sola religión −la católica−, la idea de un territorio indiviso −la patria− y la noción de una única "raza" −la blanca o al menos el ideal racista del "blanqueamiento". Es tan cierto que la idea de nación ha sido la clave emancipadora del dominio colonial como que sus beneficios no han sido los mismos para todos a los que representaba. La nación llega a funcionar como una fuente de opre- sión que, a través de mecanismos simbólicos y materiales, conduce a la sistemática exclu- sión de la ciudadanía de ciertas tradiciones y grupos de la "gran familia" nacional. Es el caso de los indios. Frente a los valores nacionales, sus religiones se tornaron "supersticiones", sus lenguas, "segundas lenguas" o "dialectos", su "raza", cobriza, sus tierras y fuerza de trabajo…de propieta- rios particulares o del fisco. Y todo esto sin perjuicio de los ensayos de intelectuales y artistas que al mismo tiempo "indigeniza- ban" las representaciones europeístas de la nación, como fue notable en México y los países andinos. En resumen, ante el indige- nismo clásico, los indios se vieron confron- tados a una integración nacional excluyente en la cual no participaban como actores decisorios ni decisivos, mientras sus "dife- rencias" con la nación eran licuadas en la profecía del mestizaje latinoamericano. Dejamos planteado el interrogante: ¿a los indios les hace falta más nacionalización o más ciudadanía? ¿Nación y ciudadanía siempre van juntas? AgenciadeCorreosdeBolivia Asimetría indigenista. Un indio desconocido es abrazado por el presidente Siles Suazo. reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 9
  • 10. 10 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES AHORA: REEMERGENCIAS Las noticias nos hablan de confederacio- nes y partidos indígenas, centros cultura- les y universidades indígenas, constituciones y leyes que los amparan y, con más insisten- cia, de la creciente movilización política de estos grupos en distintos lugares de América. ¿Qué ha cambiado en el pulso de las socie- dades y los Estados latinoamericanos para que el proyecto de integración nacional, excluyente y homogeneizador, que "escon- día" a los indios bajo la alfombra, haya sido sustituido por otro orientado hacia su visibili- zación dentro del "nosotros" de la nación? Existe cierto acuerdo entre los analistas en que el fenómeno de la reemergencia indí- gena se enmarca en un proceso social para- dójico y contradictorio que abarca a la región en su totalidad. Básicamente, resulta de una combinación de cuatro factores: el pro- ceso de democratización iniciado en los años ochenta; el impacto de los movimien- tos internacionales de derechos humanos y ecologistas; los efectos de la reforma del estado y del ajuste estructural de los noven- ta y las experiencias de lucha y formas orga- nizacionales previas. A partir de los sucesivos "retornos demo- cráticos" comenzó un proceso de reorgani- zación de la sociedad civil (legalización de libertades de asociación y derechos de voto) que posibilitó nuevas oportunidades para reconstruir la histórica demanda indígena. A esto contribuyó el aumento y complejiza- ción de una red de lazos con movimientos ecuménicos de defensa de derechos entre los que los indígenas habían encontrado apoyo para presionar a los Estados naciona- les ya desde los años setenta. Sin embargo, el principal factor que aceleró las condicio- MESTIZAJE Y NACIÓN Mestizaje es una noción cuyo uso sugiere significados contrapuestos. Del lado "oficial" y del sentido común, el mestizaje es una ideología de fusión de las diferencias (biológi- cas y culturales). Del lado "crítico", remite a un proceso abierto de dife- renciación constante donde no hay punto de fusión, ni crisol posible. Las naciones latinoamericanas edifica- ron sus ideologías nacionalistas sobre la primera noción de mestiza- je, elevando las ideas y valores de lo mestizo −llámese criollo, cholo o ladino− a símbolos de sus nacionali- dades. Bajo esta aparente democra- cia se encubren otras posibilidades identitarias, pero, sobre todo, se des- conoce el proceso de diferenciación social y cultural que hace surgir "diferencias" impensadas. El punto clave de esta ideología es el estable- cimiento de una jerarquía entre los tipos de fusión deseables y los grados de esa fusión. Así, bajo la noción genérica de mestizo puede entrar el patrón criollo −criollo por ser ameri- cano−, el profesional liberal "gringo" −criollo por aclimatado o hijo de inmi-grantes−, el mestizo propiamen- te dicho −los mistis andinos, que tie- ne orígenes indios y "españoles" o la chola que es una "india en la ciu- dad"−. Los "indios-indios", como se dice, quedan como los menos "mez- clados", los más puramente no-mesti- zos y, por ello mismo, los que deben ser integrados, es decir, "acriollados", "ladinizados", "cholificados". Las for- mas históricas concretas del uso del mestizaje −sea pensado como "cru- za" o como "educación" hacia el "blanqueamiento"− revelan que tras la ideología nacional de la mezcla reaparecen los estatutos de pureza racial en los dos extremos: la buena sangre de las elites (los "blancos" o "blanqueados") y la sangre salvaje del indio (a veces mala pero también buena para los románticos). La nación mestiza mexicana y Malinche. Óleo de Antonio Ruiz, Sueño de Malinche, 1939. GentilezaLuisaBarrios reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 10
  • 11. 11HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS nes de la reemergencia fue el proceso de reforma del Estado. Hay que entender por ella un momento más del proceso formati- vo del Estado en América Latina en el que se redefinen los ejes de la dominación social y las coordenadas de gobierno en el con- texto de una internacionalización acelerada de mercados, regímenes jurídicos y movi- mientos de protesta. Así, desde los años noventa puede observarse la paradoja de una "democracia neoliberal" que, mientras por un lado incentiva proyectos de participa- ción, descentralización, autonomía, toleran- cia y pluralismo, por otro "ajusta" al máximo la distribución de recursos sociales y econó- micos en la población. La retórica del Estado "eficiente" se traduce en una creciente mar- ginación de los indígenas como ciudadanos y un veloz deterioro de sus condiciones de reproducción material y cultural. En efecto, han aumentado los ritmos de concentración latifundista en manos privadas (nacionales y extranjeras), pasando por encima de las tie- rras indígenas (por lo general ya transforma- das en minifundios o con títulos precarios) y generando la expulsión de grandes números de campesinos que van a las ciudades, al extranjero o quedan como población "sin tierra". Esto, a su vez, provoca la baja de salarios y a la expansión del hambre en el campo y las ciudades. En paralelo, se produ- ce el debilitamiento de las organizaciones "nacionalizadoras" creadas por el Estado benefactor en el marco de las reformas agra- rias −sindicatos y cooperativas−, a partir de las que gran parte de la población rural había sido incorporada al ámbito civil y políti- co. En el contexto de la democracia neolibe- ral, muchos indios, que antes habían sido interpelados por el Estado benefactor, auto- ritario y paternalista como población rural nacional, campesinos o trabajadores sindica- lizados del campo, hoy se reorganizan como "pueblos indígenas" aprovechando, sin du- da, la experiencia política adquirida en la vi- da sindical y cooperativa de antaño. En estos casos, la reemergencia indígena supone la convergencia entre dicha experiencia históri- ca de lucha y la revitalización de una identi- dad indígena tras décadas de desindianiza- ción. Si antes se pasó de indio a campesino, ahora se pasa de una identidad campesina a la de pueblo indígena. El reencantamiento de la memoria de esas épocas que se atisba en muchas de las demandas indígenas tiene, no obstan- te, sus límites. En primer lugar, como es evidente, hoy el reclamo se sostiene en la lucha por la autonomía basada en la iden- tidad "propia", antes negada por el discur- so del "campesino indígena" o el "indio nacional" del indigenismo asimilacionista. En segundo lugar, la actual reemergencia se distingue por poner en juego otros orí- genes. En efecto, los procesos de naciona- lización de indios antes referidos no se die- ron del mismo modo a lo largo de América Latina. En muchas zonas coincidentes con las fronteras internas de los Estados nacio- nales, los indígenas conservaron, en los hechos, una mayor autonomía relativa, a pesar de que en esas áreas el Estado ¿El gobierno boliviano en manos de un indio? El presidente Evo Morales es coronado "líder supremo" (Apu Mallku) el 21 de enero de 2006. MaxiFailla Indígenas deforestados (Brasil). HumbertoPradera/AE reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 11
  • 12. 12 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES se activó en el marco del conflicto entre el latifundio y el Estado −"benefactor"o no− como en tierras altas, sino frente a la "ame- naza de extinción" en la que el mismo Estado participaba (la palabra etnocidio surge en los setenta para describir esta situación). En estos casos hay que entender por reemergencia no tanto la recuperación de una memoria indí- gena marginada por la nación −algo que no se verificaba en las zonas selváticas y semide- sérticas−, sino la primera experiencia de conexión entre las sociedades indígenas y la acción política para revertir una situación límite que afectaba su misma existencia. Al no tener eco en los gobiernos nacionales ni en los sindicatos, las demandas de los indí- genas de tierras bajas se canalizaron a través de comunidades de base de iglesias católicas o protestantes y en las nacientes ONG. La resonancia internacional que adquirieron las denuncias de exterminio puso de relieve el papel de legitimación jugado por las llamadas "comunidades de conocimiento" −biólogos, ecólogos, antropólogos, sociólogos, aboga- dos, misioneros, trabajadores sociales, etc.−, y otros activistas globales, a los que se agre- garon, desde los noventa, agentes de de- sarrollo de organismos multilaterales, como el BID y, el Banco Mundial, o internacionales, como la Comunidad Europea. La voz indígena fue cobrando ímpetu de la mano de dos discursos justificadores: la de- fensa de los derechos humanos y, desde fines de los ochenta, el discurso ambientalista, configurando así una estrategia política indí- gena de "acción global". Este proceso hizo eclosión en 1992 durante la Cumbre de Río, Eco 92 y los contrafestejos del Quinto Centenario del "Descubrimiento de Améri- ca". Desde entonces, estas alianzas tácticas de mutuo interés (en las que los científicos y "agentes de desarrollo" recurren a los "saberes locales" de los indígenas para legi- timar sus actividades) han atravesado malentendidos y reformulaciones a medida que las organizaciones indígenas cobraban mayor autonomía para determinar su agen- da político-cultural y avanzaban simultánea- mente en las escalas locales, regionales, na- cionales e internacionales. En cualquier caso, hoy la movilización indígena continental tiende a aunar, sin disolver, las diferentes experiencias históri- cas de ser un sujeto indio colonizado −las de "indios nacionalizados" y las de "indios de frontera"− particularidades que no estu- fomentó violentos procesos de "extrac- ción" de riqueza y trabajo a través de empresas de colonización oficial o privada. En las fronteras, por su condición de tales, una vez más la "civilización" se antepuso como objetivo táctico a la "nacionalización", es decir, se privilegió la "humanización" de los "salvajes" sobre hacerlos "compatrio- tas". En esto sigue pesando el acendrado prejuicio acerca de los cazadores-recolec- tores que viven en ese hábitat y que suelen ser descriptos como holgazanes, improduc- tivos y, por ello, mismo "salvajes" en com- paración con las "civilizaciones indias" agrí- colas y la sociedad industrial. Entre los muchos ejemplos de traducción de estos prejuicios en muertes, cabe mencionar la desarticulación demográfica y cultural de los xavantes luego de la apertura de la ruta transamazónica en el Brasil del milagro setentista o la migración desde los sesenta de los indígenas sin tierra de la sierra perua- na, quienes, en busca de "oportunidades de progreso", se emplean en las empresas extractivistas de la selva y terminan enfren- tándose con los indígenas que las habitan. Vemos entonces que el proceso organiza- tivo de los indígenas de las tierras bajas no IWGIA Reemergencia en tierras altas: organizaciones indígenas exigen la renuncia del presidente ecuatoriano Jamil Mahuad en el año 2000. reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 12
  • 13. 13HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS ÁMBITOS DE DISPUTA Y DEMANDAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS ESTATUS JURÍDICO: ¿QUIÉNES Y CUÁNTOS SON (LEGALMENTE) LOS INDIOS? Si indígena debiera ser hoy un ciudadano que goza de los derechos individuales comunes a todos y, a la vez, de derechos especiales deri- vados de pertenecer a un colectivo particular, ¿quién establece y cómo los criterios para determinar a esa persona jurídica? En este campo, la principal demanda del movimiento indígena es el derecho a la autodefinición, individual y grupal. Esto supone una negocia- vieron ni están exentas de generar conflic- tos entre los propios indígenas. En las estrategias de reivindicación del movimiento indígena podemos señalar un fuerte énfasis en planteos legales. La juridi- zación de la cuestión indígena es conse- cuencia directa de las reformas constitucio- nales ocurridas en las últimas décadas en los países latinoamericanos, que reconocie- ron por primera vez a los indígenas como ciudadanos portadores de ciertos "dere- chos especiales" derivados de su situación de "preexistencia". Estos derechos colecti- vos aluden, en general, al respeto y protec- ción a la autonomía cultural, de lo cual se derivan los derechos a la tierra y al territo- rio, al autogobierno y a la participación política, al desarrollo económico-social, a la identidad, a la educación bilingüe, etc. Al reconocimiento constitucional se le agrega un conjunto de leyes o estatutos indigenis- tas en los niveles nacional y provincial. Finalmente, existe un paraguas legal inter- nacional que ha contribuido de modo fun- damental a la estrategia jurídica de los pue- blos indígenas. Nos referimos al Convenio 169 de la OIT, refrendado por varios países latinoamericanos, entre ellos la Argentina, en el que se menciona explícitamente a los indígenas como "pueblos", suponiendo en ello sus derechos a la "autodeterminación". Este cuadro de reconocimiento jurídico pro- vee justificativos importantes para la lucha indígena que busca hacer efectivos los dere- chos que los Estados dicen proteger y que, no obstante, se violan constantemente mediante maniobras administrativas y dila- ciones políticas, muchas veces con la com- plicidad de los propios organismos de gobierno encargados de hacerlas respetar. La rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) constituye una excepción parcial a la juridización, ya que es producto también de las negativas del gobierno mexicano a las demandas legales que venían realizando las poblaciones mayas desde diez años antes de las hostili- dades. La vía insurreccional también la en- sayaron algunos grupos aymaras en Bolivia, pero tuvo poca incidencia. En otros casos como en Perú y Colombia, muchos indíge- nas quedaron atrapados en el medio de luchas entre el ejército y las organizaciones guerrilleras. ción con las categorizaciones de los gobier- nos que, aún hoy, recurren a supuestos ras- gos "objetivos" para definir y medir el grado de indianidad, sin consultar a los propios inte- resados. Por ejemplo, no faltaron censos indí- genas que, sobre la base de criterios que identificaban lo indígena únicamente con una población rural o con la presencia de una lengua vernácula, dejaron sin contar todos aquellos indígenas que vivían en ciudades o habían dejado de hablar su idioma. En la Argentina, el último censo de 2001 señala alrededor de 280.000 hogares con al menos un miembro indígena. Se impone la pregun- ta: ¿Aumentó tanto la población indígena o cambiaron los criterios de medición? Vemos, Constitución Nacional de 1994. Capítulo IV, Atribuciones del Congreso. Artículo 75. Corresponde al Congreso: 17. Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la persone- ría jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enaje- nable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y los demás intereses que los afecten. Las provin- cias pueden ejercer concurrentemen- te estas atribuciones. ARGENTINA Constitución de 1995. Título Primero, Capítulo I. Artículo 4. La nación mexicana tiene una com- posición pluricultural sustentada ori- ginalmente en sus pueblos indígenas. La ley protegerá y promoverá el de- sarrollo de sus lenguas, culturas, usos, costumbres, recursos y formas especí- ficas de organización social, y garan- tizará a sus integrantes el efectivo acceso a la jurisdicción del Estado. En los juicios y procedimientos agrarios en que aquellos sean parte, se toma- rán en cuenta sus prácticas y costum- bres jurídicas en los términos que establezca la ley. Artículo 27. VII. Se reconoce la personalidad jurí- dica de los núcleos de poblaciones eji- dales y comunales y se protege su propiedad sobre la tierra, tanto para el asentamiento humano como para actividades productivas. La ley prote- gerá la integridad de las tierras de los grupos indígenas. MÉXICO reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:20 p.m. PÆgina 13
  • 14. 14 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES pues, que la determinación de "quién es quién" es, ante todo, un hecho político de la reemergencia en la que están involucrados tanto indígenas como no indígenas, ya que de la identificación de los sujetos y de su peso demográfico dependen la asignación de recursos, el diseño de políticas públicas y las estrategias de legitimación de los pro- pios indígenas. La lucha por el reconoci- miento legal del principio de autoidentifica- ción −considerado un derecho humano− sólo se entiende en el contexto de fortaleci- miento de la conciencia indígena que deja atrás el estigma que antes obligaba a esconder la indianidad. TIERRA Y TERRITORIO: ¿LOS INDIOS DEMANDAN MUCHAS TIERRAS?, ¿ATENTAN CONTRA LA SOBERANÍA TERRITORIAL? El derecho a la tierra y el territorio justifica la más fundamental de las demandas indíge- nas y hace a las reivindicaciones de equidad material. Las organizaciones indígenas siem- pre han visto en el reclamo de tierras (titula- ción, demarcación, devolución, expropia- ción, etc.) un foco de cohesión política: "la lucha por la recuperación de nuestras tierras es la que más nos une", declara el Consejo Regional Indígena del Cauca, Colombia. Para los indios, la tierra (suelo y recursos naturales) no es sólo un medio u objeto de producción, también es el entramado sim- bólico de la identidad y la reproducción del grupo y su cultura. Por esta razón, en la gran mayoría de los casos, las organizacio- nes indígenas reclaman que las tierras sean devueltas a título comunitario. En Brasil, hay fuertes intereses que se opo- nen al avance del gobierno en los progra- mas de identificación y demarcación de tie- rras indígenas. Hacendados, empresas de energía, compañías mineras, buscadores de oro y militares sostienen que, dado el déficit de tierras en Brasil, hay "mucha tierra para pocos indios", quienes, además, son consi- derados "improductivos". Contra este lugar común del discurso racista del desarrollo, el antropólogo Pacheco de Oliveira ha desta- cado que la mayoría de las tierras sin pro- ducción están bajo control latifundista. Esta circunstancia provoca una presión campesi- na que se intenta desviar hacia áreas "vací- as" pero que, en realidad, están habitadas por indígenas. Por otra parte, la supuesta improductividad de la economía aborigen tiene que ver con que ésta no se orienta a la obtención de una ganancia, sino que se inserta en ciclos de reciprocidad que distri- buyen la riqueza socialmente producida. Por eso, el derecho a la tierra, junto con el de autonomía, involucra la posibilidad de dise- ñar estrategias productivas sustentables basadas en las propias tradiciones culturales (etnodesarollo). La lucha por territorios indí- genas va más allá del reclamo de tierra que, en buena medida, también es extensible a campesinados de memoria no indígena (como los "sin tierra"). Se busca el control de un espacio −un territorio ancestral− que abarca el reclamo de autonomía política. La mayoría de las organizaciones indígenas reclaman territorios autonómos dentro del Estado, lo que implica el desafío de crear modos de ejercer la soberanía estatal más inclusivos y menos homogeneizantes. Este sería el objetivo político de máxima del EZLN, pero lleva un largo tiempo disipar la paranoia de los gobiernos que, con un ojo en las rela- ciones internacionales, no pueden entender el reclamo territorial más que como la altera- No bastan las leyes. En Panamá, los kuna hacen cumplir la demarcación de sus territorios. AlejandroParellada/IWGIA CelsoJunior/AE Enfrentamiento por tierras en Brasil. reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:21 p.m. PÆgina 14
  • 15. ción de equilibrios geopolíticos. Actualmen- te, los procesos más avanzados para crear régimenes de autonomía territorial étnica tienen lugar en Nicaragua (el caso Awas Tingi en la costa Mosquito) y en las zonas de resguardos indígenas en Colombia. IDENTIDAD CULTURAL: ¿EL INDIO "TIENE" CULTURA? El derecho a identidad cultural supone una lucha por afirmarse y afirmar, contra los poderes vigentes, el valor positivo de las cos- tumbres tradicionales y, en especial, las len- guas vernáculas, la espiritualidad y las visio- nes históricas indígenas. En el siglo XIX, cuando se le dio un sesgo antropológico al sentido de cultura, se pensaba que los indios "tenían" algo de cultura, pero no mucho. En el siglo XX, la antropología pensó que los indígenas constituían "culturas" diferentes, pero luego, por los procesos de colonización, "perdieron" esa diferencia cultural (se asimi- laron y aculturaron como "campesinos", "villeros", etc.). Hoy la antropología y las ciencias sociales piensan que la cultura es un proceso de creación y recreación de formas de vida. Los pueblos indígenas se muestran como hacedores de cultura y, más precisa- mente, de de su identidad a partir de lo que consideran su cultura. Las discusiones en tor- no a los programas de interculturalidad y bilingüismo en la educación, los proyectos de escrituración de lenguas orales, los talle- 15HISTORIAS Y REEMERGENCIAS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS IWGIA res de (contra)memoria histórica, las repa- triaciones de restos humanos exhibidos en museos, la producción de artesanías, etc., muestran un activo ámbito de recreación cultural de la identidad indígena, en el que estas −siempre en discusión con las ideas y los valores de los no indígenas− se revelan en su valor emocional, ético y político. En estos procesos se evidencian herramientas como el video, la televisión, la radio e Internet como potenciadores de la autorrepresenta- ción y divulgación de la identidad cultural y la perspectiva política indígena. AUTOGOBIERNO Y PARTICIPACIÓN: ¿LOS INDIOS ESTÁN "POLITIZADOS"? Las reivindicaciones antedichas solamente cobran sentido dentro del reclamo de mayor y mejor participación política. Hoy no sola- mente se lucha por derechos políticos o por cuotas de representación en los partidos políticos y la administración públicas, sino que también se pugna por el derecho al autogobierno. El objetivo primordial es ase- gurar una participación ciudadana efectiva −no subsidiaria ni formal− que controle el proceso de decisión y la elección de represen- tantes sobre asuntos de vital importancia para el pueblo: la economía, la salud, la vivienda, la cultura y la administración de jus- ticia. Sólo a partir de estas posibilidades reales de etnodesarrollo podrán combatirse la mise- ria que campea entre los pueblos originarios. Los indígenas no están "politizados" en el sentido peyorativo del término. Sólo quie- ren hacer cumplir sus derechos y crear otros, pretensión que por cierto exacerba prevenciones respecto a que "se pasaron de la raya" o están comenzando a "faltar el respeto". Lo cierto es que los pueblos indí- genas están adquiriendo voz y capacidad de acción política para mostrar en un nuevo escenario lo que desde la conquista, ¿infini- ta?, se impuso como una necesidad: articu- lar una utopía de regeneración en las duras condiciones del despojo. Indios y mexicanos, pero de otro modo. Formación del EZLN ante la bandera mexicana. AxelLazzari Repatriación de los ancestros. Los ranqueles muestran sus respetos al cacique Mariano Rosas. reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:21 p.m. PÆgina 15
  • 16. 16 EXPLORA CIENCIAS SOCIALES La revitalización actual de las culturas e identidades aborígenes llevada adelan- te por las organizaciones políticas indíge- nas y sus aliados no indígenas, lejos de bus- car "resolver" unilateralmente un supuesto "problema indígena", muestra la necesi- dad de disolverlo y replantearlo en el marco más amplio del problema de la ciudadanía, la democracia y el Estado-nación en Lati- noamérica. Ante el desafío de los "indios" −categoría que ha mutado a lo largo de la historia−, se trata de recrear aquellas abstrac- ciones de modo que respondan a un doble plano de justicia: el del reconocimiento de la diferenciación y el de la distribución de la riqueza y de los medios para producirla. Un Estado multiétnico y pluricultural −y quizá un Estado plurinacional− será aquel que pueda reconocer en su interior y en un pie de igual- dad grupos de orígenes diferentes que se siguen diferenciando entre ellos y de sí mis- mos. Y esto sin esconder la historia de sus antagonismos, pues de ello depende una genuina "reparación histórica" no como cíni- ca práctica de justificar al reparador a par- tir del estereotipo del diferente −el gesto usual−, sino como un hacer justicia a lo que se diferencia. Será esta una comunidad en la que el reconocimiento de la diferenciación (no sólo la de origen indígena y étnico) circu- le a través un espacio político siempre tenso y nunca del todo reducible a las políticas públicas, de cuño indigenista o no. ¿HACIA ESTADOS MULTIÉTNICOS, PLURICULTURALES Y PLURINACIONALES? Bibliografía Barre, Marie-Chantal: Ideologías y movimientos indigenistas, México, Siglo XXI; 1983. Bartolomé, Miguel Alberto: “Procesos civilizatorios, pluralismo cultural y autonomías étnicas en América Latina”, Andes, nº 9, Salta,1998. Bonfil Batalla, Guillermo:” El concepto de indio en América: una categoría de la situación colonial”, Anales de Antropología, nº 9, México, 1972. Briones, Claudia (ed.): Cartografías argentinas: políticas indigenistas y for- maciones provinciales de alteridad, Buenos Aires, Antropofagia, 2005. Carrasco, Morita: Los derechos de los pueblos indígenas en Argentina, Buenos Aires, Lahka Honat-IWGIA-Vinciguerra; 2000. Choque , María Eugenia y Carlos Mamaní: Reconstitución del ayllu y derechos de los pueblos indígenas: el movimiento indio en los Andes de Bolivia: Journal of Latin American Anthropology, 6,1, Illinois, 2001. De Oliveira Filho, João Pacheco (org.): Indigenismo e territorialização. Poderes, rotinas e saberes coloniais no Brasil contemporaneo, Río de Janeiro, Contracapa, 1998. Lenton, Diana: De centauros a protegidos. Los debates parlamentarios sobre la cuestión indígena en Argentina. 1880-1970, tesis doctoral, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, mimeo. Segovia, Laureano y Olhamel Otichunchayaj: Nuestra memoria, Buenos Aires, Eudeba, 1998. Van Cott, Donna Lee (ed.): Indigenous Peoples and Democracy in Latin America, Nueva York, St. Martin's Press,1994. Yashar, Deborah: “Contesting Citizenship. Indigenous Movements and Democracy in Latin America”, Comparative Politics, 31,1, 1998. 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Coordinadora del Área de Ciencias Sociales, Lic. Raquel Gurevich Coordinadora del Área de Desarrollo Profesional, Lic. Silvia Storino Coordinadora del Programa de Capacitación Explora, Lic. Viviana Celso Coordinadora de Publicaciones, Lic. Raquel Franco Coordinación y documentación, Lic. Rafael Blanco Edición, Lic. Gonzalo Blanco Diseño y diagramación, DG María Eugenia Más Corrección, Norma A. Sosa Pereyra www.me.gov.ar Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología, Lic. Daniel Filmus Secretario de Educación, Lic. Juan Carlos Tedesco Subsecretaria de Equidad y Calidad, Lic. Alejandra Birgin Directora Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente, Lic. Laura Pitman reemergencia de los pueblos.qxd 21/03/2007 04:21 p.m. PÆgina 16