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1
La Justicia como Virtud y las
Políticas Económicas.
Por: Ezequiel Alejandro Volpe.
Asignatura: Derecho Político.
Profesores: Dr. Adolfo Saravia y Dr. Javier
Barraza.
Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del
Salvador.
2
Índice:
-Introducción…………………. Página 3
1) La justicia como virtud…………………. Página 5
2) El liberalismo…………………. Página 8
3) El marxismo…………………. Página 11
4) Doctrina Social de la Iglesia…………………. Página 15
-Conclusiones…………………. Página 19
3
Introducción:
En el siguiente trabajo monográfico, tendremos por objeto analizar cuestiones que han desvelado
al hombre durante cientos de años. Siempre que hablamos de justicia y de políticas económicas,
nos estamos refiriendo a elementos que, sin lugar a dudas, son esenciales para el desarrollo del
ser humano como tal.
Y la prueba de que estos tópicos llaman la atención del hombre desde las civilizaciones más
antiguas, la podemos encontrar en uno de los hitos fundamentales de nuestra cultura occidental:
el derecho romano.
Con el fin de comenzar a dar noción alguna de cuáles serán los fines que persigue el presente
trabajo, intentaremos comenzar a explicar qué es la justicia como virtud. De esta forma, podremos
relacionarla firmemente con la política económica y, así, tendremos los cimientos necesarios para
adentrarnos mucho más en los distintos elementos que buscará analizar la presente monografía.
Y para pensar qué es la justicia como virtud, dijimos anteriormente que recurriríamos al
sempiterno derecho romano. Allí podremos encontrar la definición de quien fue llamado por
Santo Tomás de Aquino como “El Jurista”, haciendo mención a Ulpiano. Él fue quien nos dijo que
la justicia es la “constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo”1
.
La definición que nos es dada por Ulpiano permite avizorar primitivamente por qué buscaremos
entablar férreas relaciones entre la justicia como virtud y las políticas económicas.
En el mundo dentro del cual nos encontramos inmersos hoy por hoy, podemos afirmar que las
políticas económicas son un elemento clave y fundamental para ver si efectivamente se le da a
cada uno lo suyo.
No cabe duda alguna de que en el mundo actual, una política económica puede derivar en que
todas las personas tengan lo necesario para llevar una vida digna o puede derivar también en
una situación donde las personas pasen hambre y miseria, a la vez que aparecen también otros
que detentan una mayor proporción de bienes materiales.
De lo susodicho se puede concluir que, evidentemente, nos encontraremos con políticas
económicas que son más justas y con otras que son más injustas. Es decir, habrá algunas más
cercanas a la justicia como virtud y otras que, sin hesitar, permanecerán en sus antípodas.
Para el presente análisis, hemos decidido tomar principalmente tres vertientes económicas y
ponerlas bajo la lupa, de manera de dilucidar cuáles permanecen más cercanas a la justicia y
cuáles están más lejos de ella. Estas vertientes que comenzaremos a desmenuzar son el
liberalismo (tal como fue concebido por Adam Smith), el marxismo y la Doctrina Social de la
Iglesia.
El motivo por el que trataremos estas tres vertientes económicas es porque dos de ellas son
concebidas popularmente como extremos que permanecen irreconciliables, y la restante será la
que busque conciliar los dos planos yuxtapuestos en los que vive permanentemente el hombre: el
1
Costa, José Carlos. Manual de Derecho Romano Público y Privado. Abeledo Perrot, Bs. As. 2016, p. 11.
4
público y el privado.2
Es evidente que, en primer término, nos referimos al liberalismo y al
marxismo, y en último lugar hacemos referencia a la Doctrina Social de la Iglesia.
Es dable destacar que lo vertido en el presente trabajo estará signado por un grado de
subjetividad, ya que la cuestión de las políticas económicas es absolutamente opinable y
criticable. Sin embargo, buscaremos alcanzar conclusiones a través de análisis que sean los más
objetivos posible y pensándolos desde una perspectiva lo más académica y científica que nos
permita la coyuntura.
Realizada esta aclaración, buscaremos enfatizar en la importancia de que las personas –más allá
de sus distintos puntos de vista- tengan conciencia de los roles centrales que juegan la justicia y la
economía dentro del mundo en el que nos encontramos inmersos.
Hecho este breve introito, comenzaremos a profundizar en los elementos anteriormente
enunciados.
2
Apuntes de Derecho Político, Cátedra de los Dres. Adolfo Saravia y Javier Barraza. Facultad de Cs. Jurídicas,
Universidad del Salvador.
5
1) La justicia como virtud:
Luego de la introducción realizada ut supra, comenzaremos a estudiar el marco dentro del cual se
encuentra englobado el análisis que llevaremos a cabo más adelante sobre las distintas políticas
económicas que hemos tomado.
En párrafos anteriores hemos explicado que según Ulpiano, la justicia es, en resumidas cuentas,
“dar a cada uno lo suyo”.
Dicha conceptualización será el punto de partida desde donde comenzaremos nuestra exposición
sobre el significado de la justicia como virtud.
Pero para comenzar a darle forma a nuestro marco teórico, recurriremos a Josef Pieper, uno de los
autores que sigue la filosofía aristotélico-tomista y, por ello, enmarca a la Justicia dentro de las
cuatro virtudes cardinales.
Las virtudes cardinales, tal como nos lo dice su nomenclatura, son las que dirigen la vida del
hombre y lo ayudan a entender hacia dónde tiene que ir. Se desprende de esto que la Justicia es
una de las virtudes que debe tener el hombre y hacia donde debe apuntar para ser una persona
completa.
Dentro de las virtudes cardinales, la Justicia aparece en segundo lugar, solo después de la
prudencia.
Si bien excede al objeto propio del presente trabajo, daremos una definición de prudencia ya que
dicha virtud se encuentra ligada íntimamente a la justicia, tal como nos dice Josef Pieper.
La prudencia es “la virtud mediante la cual discernimos, elegimos y aplicamos medios buenos para
alcanzar fines buenos”.3
Lo que podemos ver es que la virtud de la prudencia nos ayudará a encontrar los medios para
poder alcanzar la justicia, para poder ser justos. Debido a esto, es habitual oír que la prudencia es
la virtud propia del gobernante, que es quien tiene la máxima responsabilidad de adecuar los
medios a los fines.
Pero luego de mencionada la primera virtud cardinal, pasamos ahora al análisis de la que nos
atañe en la presente monografía: la justicia.
Pieper nos dice que “la justicia es la base de la posibilidad de ser bueno. El hombre bueno, es en
principio justo”.4
Por otro lado, encontramos a Aristóteles, quien citado por Pieper, nos dice que “la más elevada
entre las virtudes es la de la justicia; ni el lucero de la mañana ni el vespertino puede serle
comparados en belleza”.
3
Apuntes Seminario I, Dr. Eugenio Ariel Díaz Jausoro. Cátedra del Dr. Montejano. Facultad de Cs. Jurídicas,
Universidad del Salvador.
4
Josef Pieper, “Las Virtudes Cardinales”, versión española, Madrid, Ediciones Rialp S.A., 1997, p. 19.
6
Lo que hay que tener en cuenta a la hora de estudiar la virtud de la justicia es que la misma se
encuentra subordinada a los derechos de las personas. En dicho sentido, Santo Tomás nos dice
que “es manifiesto que el derecho es el objeto de la justicia”.5
De esto podemos deducir que la
fórmula de Ulpiano, que nos habla de dar a cada uno lo suyo, refiere más exactamente a dar a
cada uno su derecho.
De esto podemos concluir que, para alcanzar la justicia como virtud, una persona tiene que estar
constante y perpetuamente dispuesta a darle a cada cual su derecho. Y esta elucubración que
acabamos de realizar será fundamental, más tarde, para pensar si una política económica es justa
o injusta.
Pero hay un análisis fundamental que emprende Pieper en su mentada obra, y es aquel que versa
sobre cuál es el origen de los derechos del hombre. El autor nos dice que “si es cierto que hay
algo que le corresponda al hombre sin paliativo de ningún género, que el hombre posee
irrevocablemente un derecho que pueda defender contra cualquiera y que a todos obliga al
menos a no lesionarlo, ello es porque el hombre es persona, vale decir, un ser espiritual, que es
un todo en sí (…)”6
.
Estas rotundas palabras de Pieper fundamentan sin dejar atisbo alguno de duda por qué el
hombre tiene determinados derechos fundamentales. “El hombre es persona, un ser espiritual”.
Aquí tenemos la razón esencial por la que el hombre tiene derechos inalienables, innatos e
imprescriptibles, como lo son el derecho a la vida y el derecho a la dignidad.
Este último es absolutamente reafirmado por el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, donde
le pide “a cada persona de este mundo que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a
quitarle”.7
Y en este sentido, es fundamental no olvidar cuál es el sentido principal de la palabra “derecho”
para la escuela naturalista: el derecho, al fin y al cabo, no es otra cosa que lo justo.
Esto nos permite cerrar el círculo que abrimos con la definición de Ulpiano, y encontramos el
motivo por el cual a cada hombre debe dársele “lo suyo”.
Hoy en día, en pleno Siglo XXI, encontramos un ordenamiento jurídico que es altamente propenso
(al menos en lo normativo) a dar a cada hombre lo que le corresponde. Así, podemos encontrar
todo tipo de normativa legal que busca a darles a todas las personas su derecho a la dignidad. De
hecho, en el derecho argentino, esto podemos encontrarlo explícitamente consagrado en el
artículo 51 del Código Civil y Comercial de la Nación, que reconoce a todas las personas su derecho
a la dignidad en cualquier circunstancia.
En cuanto al derecho a la vida, lo podemos encontrar también en el artículo 4º, inciso 1º de la
Convención Americana de Derechos Humanos, que en nuestro país goza de jerarquía
constitucional debido al artículo 75, inciso 22º de nuestra Constitución Nacional.
5
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica. 2-2, 57, 1.
6
Op. Cit., Josef Pieper, p. 95.
7
Papa Francisco, Laudato Si. Párrafo 205.
7
Estos ejemplos son esenciales para entender los fines que debe perseguir todo el derecho
positivo. En este sentido, podemos encontrar la definición del Profesor Zorraquín Becú, quien
nos dice que el derecho objetivo es el “ordenamiento social impuesto para la realización de
justicia”.8
Así vemos que todo el derecho positivo debería estar construido en derredor de la justicia como
virtud, es decir, en torno a la premisa de darle a cada cual su derecho.
La cuestión es que no siempre el marco normativo imperante puede asegurar los derechos de
todas las personas. Y para ser claros y realistas, la realidad es que de hecho ningún ordenamiento
positivo lo asegura. Y aquí es donde tenemos que pensar el papel que juegan en nuestra realidad
temporal las políticas económicas.
Es muy habitual encontrar, sobre todo en la teoría marxista, las concepciones del derecho y de la
realidad económica como dos realidades irreconciliables, al menos desde el punto de vista de la
clase proletaria. Marx nos dice que las personas “en la política encuentran la libertad porque son
reconocidos como individuos jurídicamente libres e iguales ante la ley (…), y (…) en las relaciones
económicas pierden su libertad porque los individuos tienen que acudir inevitablemente al
mercado para resolver sus necesidades”.9
Si decimos que la ley debería estar para asegurar que cada uno tenga lo suyo, es decir, para
concretar la justicia como virtud, ¿es posible un sistema económico que no asegure los derechos
que el ordenamiento jurídico busca asegurar?
Lo que Karl Marx nos dice es que los marcos normativos que nos rigen son al fin y al cabo una
ilusión, una fantasía, que hace que las personas se sientan “libres e iguales ante la ley” cuando
lo que impera es un sistema económico en el que “los individuos pierden su libertad”.
Más allá de concordar o no con el pensamiento de Marx en este aspecto, es menester reconocer
que lo citado precedentemente nos permite introducirnos en tópicos transcendentales. Lo que es
evidente es que el ordenamiento jurídico y las políticas económicas deberían ir de la mano en pos
de asegurar a cada cual su derecho.
Teniendo siempre como faro el objetivo de asegurar a cada ser humano sus derechos
fundamentales, y basándonos en la fundamentación de su destino trascendente y de su condición
de creaturas de Dios, nos dedicaremos de aquí en más a analizar qué políticas económicas
aparecen como más cercanas a la justicia como virtud y cuáles más lejanas. Y por ende,
analizaremos también cuáles están más cercanas a los derechos reconocidos por el ordenamiento
jurídico y cuáles permanecen más lejos de los mismos.
8
Apuntes Orientación al Derecho, Cátedra de los Dres. Schvindt y Gaido. Facultad de Cs. Jurídicas,
Universidad del Salvador.
9
Guillermo Rodríguez, “Otra Introducción a Marx”. Bs. As. Catálogos, 1998, p. 93.
8
2) El liberalismo:
Luego de haber explicado por qué la justicia como virtud se relaciona tan íntimamente con las
políticas económicas que se crearon a lo largo de la historia para aplicar al mundo concreto, será
ahora momento de dedicarnos a estudiar las vertientes económicas que mencionamos en los
albores del presente trabajo.
A la hora de estudiar las tres doctrinas que pondremos bajo análisis, lo haremos de forma de
poder explicar cómo se relacionan (o no se relacionan) con la premisa fundamental de “dar a cada
uno su derecho”. Evidentemente, sobre cada tema a desarrollar se podrían realizar elucubraciones
de gran extensión, donde se desmenuce hasta el más subrepticio elemento de cada una de las
teorías económicas.
Sin embargo, no será esa nuestra tarea, sino que intentaremos entender las estructuras de los
distintos sistemas puesto bajo la lupa y de esa forma pensar, mediante lo que vayamos
descubriendo, cuáles son más justos y cuáles más injustos.
Nuestra labor comenzará con el liberalismo, que sin dudas es la primera teoría que fue planteada
en términos económicos. A esto se debe que su ideólogo, el filósofo Adam Smith, sea conocido
como “el padre de la economía”. Esto es porque hasta ese entonces, el estudio económico era
realizado a través de la filosofía y no se conocía a dicha ciencia como tal.
Las teorías de Adam Smith deben entenderse dentro del contexto en el cual nacen: intentando
superar las amarras del feudalismo. En esa coyuntura, es absolutamente normal buscar un sistema
económico que permita a las personas una mayor libertad.
Así las cosas, podemos señalar que Smith es el creador de la idea de una economía de libre
mercado. Al respecto, hay que mencionar que “en una economía de libre mercado el Estado no
interviene en la asignación de los recursos”10
.
Aquí ya podemos apreciar una idea fundamental de una política económica liberal: el Estado no
tiene injerencia alguna en dicho sistema. Esto se debe preeminentemente a que se considera que
el mercado es eficiente en la asignación de recursos y que el Estado no debe inmiscuirse de
ninguna forma, ya que eso ocasionaría desbarajustes.
Al fin y al cabo, en una política económica de matiz liberal, todo quedará librado a la ley de oferta
y demanda, la cual afirma que todo producto ofrecido en el mercado generará su propia demanda
y esto fijará los precios, sin intervención de ningún tercero. En este sentido, “Smith sostiene que
los individuos que buscan su interés personal en una economía de mercado se ven llevados como
por una mano invisible (…)”11
.
Esto comienza a darnos una noción de que para la doctrina liberal hay algo superior que regula al
mercado, una “mano invisible” que lo guía y le permite autorregularse.
10
Fischer, Dornbusch, Schmalensee. Economía, segunda edición, 1989, p. 15.
11
Fischer, Dornbusch, Schmalensee, Op. Cit., p. 15.
9
En sentido de lo que hemos mencionado de la ley de oferta y demanda como elemento
fundamental de toda relación económica, es menester agregar que “en una economía de libre
mercado, los precios determinan no solo lo que se produce y cómo se produce sino también para
quién se produce. Las personas que tienen recursos valiosos recibirán una mayor cantidad de
producción de la sociedad. Las que parten con menos o prefieren trabajar menos recibirán
menos”.12
Y acá sí ya comenzamos a encontrar elementos que son fundamentales para la materia sobre la
que versa el presente análisis monográfico. Podemos leer que “las personas que tienen recursos
valiosos recibirán una mayor cantidad de producción de la sociedad (…) las que parten con
menos, recibirán menos”. Aquí encontramos una idea que, debido a que el mercado estaría
regido por leyes naturales que están por encima de cualquier otra regulación, nos empieza a decir
que es absolutamente natural que unos pocos concentren abundantes riquezas mientras otros
reciben solo algunas pequeñas dádivas del poder concentrado.
Esta idea que estamos mencionando, saliendo un poco del plano estrictamente económico, la
podemos encontrar ya en la Grecia Antigua, donde era presentada como una tesis central para
aquellos que eran los grandes enemigos dialécticos de Sócrates: los sofistas. En particular, esto es
sostenido por Calicles, quien “ataca a los gobiernos que establecen leyes igualitarias, pues son
contrarias a la naturaleza ya que esta ha dotado a algunos hombres con mejores cualidades que a
otros”.13
Así las cosas, podemos comenzar a avizorar que el liberalismo implica un sistema donde la ley de
oferta y demanda sería algo así como una “deidad del sistema económico”, permitiéndosenos la
analogía.
Para un sistema que considera que el Estado solo puede generar irregularidades en el mercado, su
“intromisión” asegurando derechos económicos, sociales o culturales es una especie de blasfemia.
De esta forma, podemos comenzar a aseverar que un sistema económico liberal no asegura a las
personas los derechos fundamentales que busca asegurar el ordenamiento jurídico.
La cuestión aparece a la hora de pensar cuál es el origen de la premisa “a cada uno lo suyo”.
Nosotros hemos partido de la idea cristiana de que el hombre es una persona, un ser espiritual,
y por eso es acreedor de derechos imprescriptibles e inalienables. Evidentemente, hay una clara
confrontación entre el fundamento cristiano de los derechos esenciales de las personas y el
fundamento liberal, para el cual las prerrogativas fundamentales de todo ser humano no
emanarían más que de “tener recursos valiosos”.
Es evidente que para la idea político-económica liberal, el mercado sería el único capaz de dar a
cada uno su derecho. Si la ley de oferta y demanda te asigna un recurso, taxativamente sería ese el
que te corresponde.
12
Fischer, Dornbusch, Schmalensee, Op. Cit., p. 16.
13
Orígenes de la Filosofía del Derechos y los Griegos, texto de Cátedra Angeloz, Filosofía. Facultad de Cs.
Jurídicas, Universidad del Salvador.
10
Esta noción a la que podemos arribar luego de realizada una rápida mirada por sobre las premisas
del liberalismo nos permite concluir una tesis que luego será refutada por el marxismo y por la
Doctrina Social de la Iglesia.
Podemos apreciar en el liberalismo que el hombre tiene derecho o no a determinadas
liberalidades según sus recursos sean o no valiosos. Esto, sin ningún lugar a la duda, pone al ser
humano en un segundo plano con respecto a los objetos materiales, que serían los
determinantes de toda concepción económica.
Como dijimos, esta tesis liberal será refutada tanto por el marxismo como por la Doctrina Social de
la Iglesia, solo que Marx lo hará desde una perspectiva materialista y la doctrina cristiana lo hará
desde una visión trascendente de la existencia de la persona humana.
Hay que dejar a las claras que la teoría liberal no es aplicada en forma pura en ningún lugar del
mundo, y de hecho, no es aplicada tal como fue concebida ni siquiera en los Estados Unidos, cuya
economía sostiene –aun contra lo que se cree popularmente- abundantes rasgos proteccionistas,
al menos para con su industria local.14
El motivo de que el liberalismo en su concepción más pura no sea aplicado en ningún lugar del
mundo seguramente encuentre asidero en la clara antinomia en la que se encuentra con
respecto a los derechos que reconoce hoy el ordenamiento jurídico a las personas.
Prácticamente ningún derecho podría ser asegurado hoy si rigiera como norma suprema la ley de
oferta y demanda y se creyera en aquellas fuerzas invisibles que regularían al mercado.
Si bien las ideas de Smith son absolutamente comprensibles para la época en que las elucubra –
Siglo XVIII-, el problema es que hoy se intente imponer este sistema económico, cuando se tiene
amplio conocimiento de que esta concepción político-económica solo serviría para continuar
concentrando riquezas en pocas manos (algo de que de hecho sucede permanentemente en el
mundo de hoy).
Por eso es habitual ver hoy gobiernos que, si bien nunca podrían sostener un esquema económico
que sea puramente de esta índole, sí se dirigen hacia un sistema lo más liberalizado posible. Y
según logramos advertir en los párrafos anteriores, un sistema de ese tipo solo podría lograr
vulnerar derechos esenciales.
14
Iván Heyn, Economía Callejera, Bs. As., Ediciones Continente, 2014, p. 99.
11
El marxismo:
En el acápite anterior, hemos visto la doctrina que sentó las bases de las distintas formulaciones
que irían apareciendo a posteriori en el campo de la economía política. Probablemente, el mayor
mérito de las teorías económicas liberales haya sido el rico desarrollo que permitirían, sobre todo
desde las distintas refutaciones que se harían a los dogmas allí establecidos.
Y en dicho sentido, a la hora de pensar en las refutaciones al liberalismo económico, sin dudas
encontraremos como punto sobresaliente la doctrina marxista.
Marx basa toda su obra en una crítica minuciosa del modo de producción capitalista, que sin
dudas guarda una estrecha relación con las formulaciones emprendidas con anterioridad por
Adam Smith.
En sus escritos, Marx busca dejar a las claras cuál es la base del liberalismo económico, y allí lo
explica mediante lo que fue expuesto supra por nosotros: los recursos económicos como fuente
de los derechos. Y el ideólogo del comunismo nos dice claramente en este sentido que, para el
liberalismo, “lo que el dinero puede comprar, eso soy yo”.15
Así podemos ver cómo Marx sustenta su obra en explicar cuáles son las características del sistema
de producción capitalista, el cual sienta bases en gran parte en las doctrinas liberales, y asimismo
nos recuerda que para el susodicho sistema económico, la fuente y razón de los derechos de las
personas está en los recursos susceptibles de apreciación pecuniaria.
Marx, en cambio, busca otra fuente a los derechos esenciales del hombre. Cuando volvemos otra
vez a la pregunta de qué es lo que da origen a la preeminencia del ser humano, la respuesta
marxista estará alejada tanto de la concepción cristiana como de la concepción liberal.
Primeramente, debemos resaltar que Karl Marx parte de una visión materialista de la historia, y
según esta mirada, es imposible que el hombre tenga derechos por su calidad de “ser espiritual”,
que es lo que pudimos ver en Pieper.
Marx engloba el origen de la preeminencia del hombre en su concepción dialéctica, donde hay
permanentemente cosas que se enfrentan. Él nos dice que “el hombre con el trabajo recibe el
don natural que le da capacidad de acción sobre la naturaleza en lugar de seguir pasivamente
sus leyes (…) el hecho indudable es que el hombre deviene ser social porque en su lucha contra
la naturaleza logra dominarla”.16
Aquí ya podemos comenzar a ver un esbozo del análisis de Marx, que nos dice que el hombre es
tal porque enfrenta a la naturaleza y logra dominarla mediante su trabajo. Ese trabajo, según
vimos, le da al ser humano una “capacidad de acción sobre la naturaleza”.
Entonces, en pos de sintetizar, podemos aseverar que Marx encuentra la supremacía del hombre
en su confrontación permanente con la naturaleza, a la cual lograría vencer debido a su
capacidad de transformarla y obtener los bienes necesarios para facilitar su subsistencia.
Es evidente que, si pensamos en los animales, ellos toman elementos de la naturaleza para
15
José Antonio Merino. Humanismo Franciscano, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1982, p. 248.
16
Guillermo Rodríguez, Op. Cit., p. 20.
12
asegurar el sostenimiento de sus funciones vitales, pero no transforman lo que encuentran en su
entorno, sino que lo toman y lo consumen de manera rudimentaria. El hombre, en cambio,
consigue transformar las materias primas que encuentra para su satisfacción. En esto,
encontramos ínsito cuál es el origen para el marxismo de los derechos fundamentales del hombre.
El hombre tendría preeminencia por lograr vencer a la naturaleza en esta confrontación y, de
esa manera, alcanzaría una posición que lo dotaría de prerrogativas esenciales como la dignidad
o la libertad.
Teniendo ya una mirada de cuál es la fuente de los derechos del hombre para la doctrina marxista,
debemos pensar ahora cuál es la gran crítica que hace Marx a las formulaciones que hereda del
liberal Adam Smith. Y la respuesta se encuentra absolutamente ligada a lo que hemos explicado en
el párrafo anterior, ya que el gran problema del modo de producción capitalista para Marx
estaría en que el hombre estaría saliendo de ese lugar de preeminencia que le es dado por
lograr imponerse por sobre la naturaleza en la mentada confrontación.
Así las cosas, el marxismo nos dice que “cuando el producto del trabajo se independiza de su
creador, este queda imposibilitado de reconocerse en él: las relaciones sociales devienen un
sistema social alienante, porque los hombres se desvinculan de aquello que es concretamente su
esencia, el producto de su propio trabajo”.17
Asimismo, nos dice explícitamente Marx que “la vida
que ha prestado al objeto se le enfrenta (a su creador) como cosa extraña y hostil”.18
Aquí ya tenemos cuál es la crítica fundamental que realiza Marx al sistema formulado por Adam
Smith: el hombre, que había conseguido su primacía por vencer a la naturaleza, queda
desplazado de ese lugar central por los objetos que el propio ser humano crea para satisfacer
sus necesidades. Es decir, en lugar de estar el hombre en el centro del sistema y tener objetos a su
disposición, los que están en el centro del sistema son dichos objetos y el hombre es el que pasa a
estar a disposición de ellos. Y esto lo pudimos ver claramente en el apartado donde hablamos del
liberalismo, donde explicamos a través de los profesores del Instituto Tecnológico de
Massachusetts que, para aquel sistema, el hombre tiene derechos según cuán valiosos sean sus
recursos económicos.
Una vez deducido esto, Marx piensa en buscar una solución a esta situación que a todas luces es
injusta, ya que el hombre se encuentra subordinado a los objetos que él mismo creó. ¿Qué
propone entonces? Un sistema donde no exista más la propiedad privada, ya que esa propiedad
privada sería lo que no permitiría a los hombres vivir en una verdadera libertad. Como podemos
observar, esto último guarda absoluta relación con lo elucubrado precedentemente.
Y aquí volvemos a lo que planteamos cuando adelantamos algo sobre Marx en el acápite
reservado a la justicia como virtud. En dicho pasaje, explicamos que para el marxismo los hombres
son libres y jurídicamente iguales ante la ley, pero en las relaciones económicas pierden su
libertad porque deben acudir inevitablemente al mercado para satisfacer sus necesidades.
17
Guillermo Rodríguez, Op. Cit., p. 28.
18
1er Manuscrito, Editorial Altaya, p. 110.
13
Con esto, Marx nos dice que el ordenamiento jurídico no sería más que una normativa que lo
que hace es sustentar el sistema de explotación del capitalismo. Guillermo Rodríguez, quien
analiza muy lúcidamente la obra del autor que ponemos bajo la lupa, nos dice que “las relaciones
sociales económicas son la base o estructura del sistema”.19
Y, en parte, debemos darle la razón al marxismo en este punto: es imposible negar que en la
coyuntura en las que nos encontramos inmersos, un sistema económico imperante tiene plena
aptitud para vulnerar todo tipo de derechos fundamentales de los hombres reconocidos por los
ordenamientos jurídicos vigentes. Hoy tenemos reglamentaciones de toda índole que buscan
proteger la dignidad humana, y sin embargo la misma se ve obliterada en todo momento, a toda
hora y en cualquier lugar del mundo.
Si bien será en el momento de las conclusiones cuando formularemos nuestra opinión,
comenzamos a ver que “ese dar a cada uno lo suyo” que se ve bastante reflejado en el
ordenamiento jurídico puede ser vulnerado sin ningún inconveniente por un sistema económico
que se imponga.
Pero luego del análisis que hemos llevado a cabo, debemos pensar otras cuestiones
fundamentales que plantea la teoría marxista: más arriba, hemos dicho que Marx propone
terminar con la propiedad privada para que, de esa manera, el hombre deje de estar subordinado
a esos objetos que él mismo creó y ahora “se le dieron vuelta”.
¿Cuál es el problema de abolir toda clase de propiedad privada? Que se estaría vulnerando un
aspecto fundamental de la personalidad humana, y se trata del derecho fundamental que tiene
todo hombre a reservarse un espacio para sí mismo, para su intimidad. El hombre estaría
despojado así de toda clase de propiedad sobre cualquier objeto, y de esa manera nos
encontraríamos con un Estado (ahora socialista, ya que tiene todos los medios de producción en
sus manos) que avanza sobre la privacidad de las personas.
Sin embargo, nos quedan algunas dudas sobre cuál es el reconocimiento que realiza el marxismo
sobre la esfera privada del hombre, ya que en el Manifiesto Comunista nos encontramos con una
cita que dice que “Las relaciones entre los sexos tendrán un carácter puramente privado,
perteneciente sólo a las personas que toman parte en ellas, sin el menor motivo para la injerencia
de la sociedad”20
. Aquí podemos encontrar una oración donde el marxismo reconoce el derecho a
un ámbito privado, el cual se ve claramente avasallado al pensar en un mundo sin ninguna clase de
propiedad privada. Evidentemente, debemos reconocer aquí un punto gris.
Por otro lado, cuando pensamos en la visión materialista de la historia que realiza Marx, la
misma descarta de pleno la idea de que el hombre es un ser espiritual y con un destino
trascendente. Para el marxismo, el ser humano no sería más que pura materia, y tendría
preeminencia no por los argumentos que encontramos en la concepción tomista, sino por una
cuestión fáctica que fue expuesta en los albores del presente acápite.
19
Guillermo Rodríguez, Op. Cit. p. 93.
20
Marx, Engels. Manifiesto Comunista. Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, México, 2011, p. 123.
14
Si bien es muy difícil exponer toda la formulación de Marx en un espacio tan acotado, buscamos
aquí dejar plasmados aspectos centrales que nos permitan al final de la presente monografía
explayar nuestras conclusiones y analizar qué elementos son más positivos y cuáles más negativos
en el sistema económico que propone el marxismo, el cual hemos intentado explicar ut supra a
través de sus aspectos sobresalientes.
Desde ya, consideramos dable aclarar que, dentro del abanico de elementos a poner bajo análisis
que nos propone el marxismo, hemos tomado aquellos que son esenciales para seguir pensando
qué clase de política económica está más cerca de “dar a cada uno lo suyo”.
Confiamos en poder concluir nuestra tarea en los apartados que seguirán al presente.
15
Doctrina Social de la Iglesia:
Durante los dos capítulos anteriores nos hemos dedicado a estudiar doctrinas que plantean
sistemas económicos que, según consideramos, serían los que estarían más cercanos a los
extremos. Habitualmente, el liberalismo es identificado con la derecha y el marxismo con la
izquierda dura. Si bien hemos hecho observaciones a ambas doctrinas, las mismas serán
explicadas con mayor profundidad en el acápite subsiguiente al presente.
Pero será ahora nuestra tarea comenzar a entender la doctrina económica que nos presenta la
Iglesia Católica, la cual evidentemente se basa en el mensaje de Cristo y tiene un amplio desarrollo
en toda la teorización histórica que se ha llevado a cabo.
Y como la fuente primordial de la Doctrina Social de la Iglesia está en Cristo, será allí por donde
comenzaremos nuestro análisis.
En los capítulos anteriores, donde intentamos presentar aspectos esenciales del liberalismo y del
marxismo, buscamos descifrar de dónde proviene la preeminencia del hombre y cuál es el lugar
que debe ocupar en un sistema económico. En el liberalismo (o capitalismo) nos encontramos que
el hombre tiene determinados derechos por el valor pecuniario que pueden tener sus recursos, en
el marxismo vimos que el hombre tiene una prevalencia por ser el animal que logró vencer a la
naturaleza y puede procurarse lo necesario para vivir a través de su propio trabajo. Y ahora llegará
el momento de pensar qué lugar tiene el hombre para el cristianismo.
Hasta aquí, hemos visto que en el liberalismo el hombre está de alguna forma subordinado a los
bienes materiales y, en el marxismo, el hombre debería primar y servirse de los bienes materiales
para la satisfacción de sus necesidades. En este sentido, el marxismo coincidirá con la Doctrina
Social de la Iglesia, ya que el hombre sería el que esté en el centro de todo sistema y los bienes
deberían estar para servirlo. Y esto lo podemos encontrar nada más y nada menos que en el
Evangelio: en un pasaje, Jesús dice a los fariseos que “el sábado ha sido hecho para el hombre y
no el hombre para el sábado”.21
Lo esencial del sistema económico propuesto por el cristianismo se puede resumir en la citada
frase de Jesús que encontramos en las Sagradas Escrituras. Sin ningún lugar a dudas, el hombre
debe estar en el centro de todo sistema y los objetos no son más que aquello que debe servir al
ser humano en su paso por el mundo terrenal.
Lo que vemos aquí es que el cristianismo coincidirá con el marxismo en que el hombre tiene un
lugar central por el hecho de ser hombre y no por el valor que puedan tener sus recursos
pecuniarios. En lo que no coincidirán ambas doctrinas evidentemente es en el fundamento de
esto: mientras que para el marxismo la preeminencia del hombre es una cuestión meramente
fáctica e histórica, para el cristianismo hay algo superior a ese materialismo propuesto por
Marx, y refiere al destino trascendente que tiene el ser humano en cuanto ser humano.
21
Marcos 2, 27.
16
Para el cristianismo, el hombre tiene determinados derechos fundamentales por el mero hecho de
ser hijos de Dios y de estar llamados a un destino trascendente que es muy superior a cualquier
planteo que busque quedarse solamente con los perennes bienes materiales.
Así, podemos comenzar a ver que para la Doctrina Social de la Iglesia ese “dar a cada uno lo
suyo” no tendrá su fundamento en un objeto sino en la dignidad que es inherente a cada ser
humano por haber nacido como tal.
Otro elemento esencial que deberemos pensar al momento de analizar el sistema económico
propuesto por la Doctrina Social de la Iglesia es el tema de la propiedad. Y en este sentido,
deberemos enfatizar primordialmente en aquella formulación cristiana conocida como “destino
universal de los bienes”. Para pensar en ello, recurriremos al Papa Francisco, quien –citando a
Juan Pablo II- en Laudato Si nos dice que “la Iglesia defiende, sí, el legítimo derecho a la
propiedad privada, pero enseña con no menos claridad que sobre toda propiedad privada grava
siempre una hipoteca social, para que los bienes sirvan a la destinación general que Dios les ha
dado (…) Por lo tanto, no es conforme con el designio de Dios usar este don de modo tal que sus
beneficios favorezcan solo a unos pocos”. Asimismo, también podemos leer en dicha encíclica
que “quien se apropia algo es solo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos,
cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros.”22
Estas citas nos permiten entender perfectamente cuál es valor que da la Doctrina Social de la
Iglesia a la propiedad: existe y es necesaria, pero es un don de Dios y debe ser distribuida
justamente y respetando su destino social, debiendo estar la propiedad privada siempre al servicio
del bien común.
Y lo que nos dice aquí la doctrina cristiana no es otra cosa que el mensaje siempre altruista que
encontramos en los Evangelios y en las enseñanzas de Jesús, donde vemos una predisposición
permanente por ir al encuentro de los excluidos de la sociedad de los tiempos de Cristo.
En este sentido, en Populorum Progressio, Pablo VI expresa que “no es parte de tus bienes —así
dice San Ambrosio— lo que tú das al pobre; lo que le das le pertenece. Porque lo que ha sido
dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo y no
solamente para los ricos. Es decir, que la propiedad privada no constituye para nadie un derecho
incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a
la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario.”23
En la encíclica de Pablo VI encontramos el reflejo de la Opción por los Pobres alrededor de la cual
gira el Evangelio y fundamentalmente las enseñanzas de Cristo. Y aquí encontramos una clarísima
oposición del mensaje cristiano y de la doctrina liberal. Para esta última, el derecho a la
propiedad sí sería incondicional y absoluto, y sería aquello que dotaría a la persona de
prerrogativas esenciales. Para el mensaje cristiano, evidentemente esto no es así: reiteramos que
22
Papa Francisco, Op. Cit., párrafos 93 y 95.
23
Pablo VI, Populorum Progressio, párrafo 23.
17
la condición de ser hijos de Dios y el destino trascendente del hombre serían el fundamento de sus
derechos fundamentales.
Pero lo mencionado anteriormente no es la única situación donde el mensaje cristiano está en las
antípodas del liberalismo, sino que en la encíclica Laudato Si podemos encontrar otros pasajes que
van en concordancia con esto. Así, en su párrafo 203 podemos leer que “el consumismo obsesivo
es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico. Tal paradigma hace creer a todos que son
libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen
la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero”.24
Por último, para poder explicar los lineamientos generales de la Doctina Social de la Iglesia,
debemos acudir a la cuestión del principio de subsidiariedad. Para ello, recurriremos al
Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, donde encontramos que “diversas circunstancias
pueden aconsejar que el Estado ejercite una función de suplencia. Piénsese, por ejemplo, en las
situaciones donde es necesario que el Estado mismo promueva la economía, a causa de la
imposibilidad de que la sociedad civil asuma autónomamente la iniciativa; piénsese también en
las realidades de grave desequilibrio e injusticia social, en las que sólo la intervención pública
puede crear condiciones de mayor igualdad, de justicia y de paz. A la luz del principio de
subsidiaridad, sin embargo, esta suplencia institucional no debe prolongarse y extenderse más
allá de lo estrictamente necesario, dado que encuentra justificación sólo en lo excepcional de la
situación.”25
Aquí lo que encontramos es un Estado que debe participar cuando los particulares no pueden
resolver por sí mismos alguna cuestión. El Compendio menciona, por ejemplo, los casos referidos a
la promoción de la economía o a las situaciones de injusticia social. Según la D.S.I., allí sería donde
el Estado debería intervenir para paliar la situación. Cuando la participación del Estado no sea
necesaria, sencillamente no debería intervenir. Y aquí la doctrina del catolicismo se diferencia
tanto del liberalismo como del marxismo: para el primero, el Estado no debería intervenir nunca, y
para el segundo –al menos en la etapa socialista, previa al comunismo- el Estado debería
intervenir siempre al estar todos los medios de producción en sus manos.
La Doctrina Social de la Iglesia, en cambio, procura pensar en un Estado que intervenga para
asegurar los derechos fundamentales de las personas siempre que se vean vulnerados. Y esto,
claramente, incluye que ese propio Estado no atropelle las libertades individuales.
Aparentemente, según cuál sea la situación social el Estado debería intervenir más o menos,
siempre pensando en corregir las desigualdades y vulneraciones que se puedan suscitar. Lo que
vemos en la situación de hoy es un contexto nacional e internacional donde encontramos en
todo momento seres humanos a los que se les desconocen sus derechos fundamentales, sobre
todo con las formas aún vigentes de esclavitud y con determinadas políticas económicas que no
aseguran el derecho imprescriptible e inalienable a la dignidad humana. Y, evidentemente, en
24
Papa Francisco, Op. Cit., Párrafo 203.
25
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, párrafo 188.
18
estos casos el Estado debería participar para asegurar que cada uno tenga aquello que le
corresponde, cumpliendo con la premisa fundamental de la justicia como virtud.
Así las cosas, podremos concluir que la Doctrina Social de la Iglesia cree en asegurar los derechos
de todos, lo cual se puede hacer solamente poniendo al hombre en el centro de cualquier
sistema, en consonancia con su destino trascendente. En esto disiente el cristianismo con la
doctrina liberal (que subordina al hombre a los objetos materiales) y con la doctrina marxista (que
desconoce el destino trascendente de todo ser humano).
Además, la Doctrina Social de la Iglesia se distingue de las otras dos teorizaciones estudiadas en
que reconoce que la persona se encuentra inmersa en dos ámbitos de gran importancia, que son
el público y el privado, donde sin hesitar ninguno puede obliterar al otro.
Con todos los elementos que hemos intentado desmenuzar y exponer a lo largo de lo que lleva el
presente trabajo, a continuación buscaremos explicar cuáles son nuestras conclusiones y abrir el
juego para poder seguir pensado cuáles son las políticas económicas que permanecen más
cercanas a la premisa de “dar a cada uno lo suyo”. Hacia allí vamos.
19
Conclusiones:
Finalmente, luego de analizar los tres sistemas económicos que nos propusimos en la introducción
de la presente monografía, hemos llegado al momento donde intentaremos arribar a las
conclusiones sobre lo que hemos venido desarrollando.
En un principio, nos propusimos pensar qué es la justicia como virtud y relacionarlo con las
políticas económicas, realizando esto a través de tres vertientes que como hemos visto son el
liberalismo, el marxismo y la Doctrina Social de la Iglesia.
¿Por qué elegimos estas tres? Fundamentalmente porque permite pensar lineamientos generales.
Por ejemplo, hoy en el mundo es imposible encontrar un sistema que sea meramente liberal, pero
no hay ningún lugar a dudas de que el neoliberalismo que se aplica en muchos lugares del mundo
es una adaptación de las primitivas ideas de Adam Smith, solo que adecuadas a la actualidad que
corre donde es inconcebible un Estado que no tenga participación alguna. Pero sí podemos
afirmar que un Estado neoliberal tiene por meta participar lo menos posible en la economía,
asegurándose solamente el control de determinados servicios que quedan en manos privadas.
Por otro lado, elegimos el marxismo por su gran importancia histórica como contrapunto al
capitalismo y como resabio que nos deja a las nuevas generaciones lo que fue conocido como “el
mundo bipolar”. Por ello, nos pareció pertinente plantear por un lado el liberalismo –que sirve en
buena parte de fuente al capitalismo actual, aunque evidentemente no hay una igualdad absoluta
entre ambos- y al marxismo por el otro, que sirvió de fuente doctrinal para la Revolución Rusa de
1917 y la posterior conformación de la ya desaparecida Unión Soviética.
Y finalmente, pensamos en la Doctrina Social de la Iglesia principalmente por funcionar como un
modelo que no adhiere a ninguno de los anteriores, sino que escapa de la visión materialista del
mundo y se ubica en el fin trascendente del hombre, intentando además respetar tanto el ámbito
público como el privado y pensando que el ser humano se encuentra permanentemente actuando
en ambos. Además, deberemos reconocer que elegimos particularmente la doctrina cristiana y no
una economía mixta en general por una cuestión relacionada a nuestras creencias y a nuestra
concepción del mundo, en el cual juega un rol central el mensaje de Cristo y las elaboraciones
históricas de su Iglesia.
Aclarado lo mencionado ut supra, intentaremos comenzar a pensar cuáles son las políticas
económicas que son más justas y cuáles son más injustas dentro de las que hemos decidido poner
bajo análisis.
Consideramos menester resaltar nuevamente que este análisis lo haremos a la luz del mundo con
el que nos encontramos en el Siglo XXI. Siempre debemos tener en cuenta el contexto histórico
post-feudal donde desarrolla sus formulaciones Adam Smith y el contexto de revolución industrial
donde se inserta la visión propugnada por Karl Marx.
Sin embargo, como dichas ideas se encuentran aún vigentes –aunque, como se aclaró, hayan
sufrido diferentes mutaciones- consideramos que es interesante (y a la vez esencial) pensar cuál
20
ingresaría mejor dentro de la virtud de la justicia en la coyuntura dentro de la que nos
encontramos inmersos.
Para comenzar a exponer nuestras conclusiones, deberemos volver a lo formulado en los albores
del presente trabajo y recordaremos que la justicia como virtud no es otra cosa que “la constante
y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo”. Según vimos que se desprende de la filosofía
tomista, ese “dar a cada uno lo suyo” implica dar a cada uno su derecho. Y para ello, hemos ido
pensando a lo largo de nuestra monografía de dónde provienen los derechos fundamentales de
una persona para las distintas vertientes económicas que pusimos bajo análisis.
En apretada síntesis, recordaremos que para el liberalismo la persona tiene derechos según cuán
valiosos sean sus recursos, para el marxismo la persona tiene derechos por haber enfrentado a la
naturaleza y haber triunfado mediante la producción de lo que necesita el hombre para vivir, y
finalmente para el cristianismo la persona tiene derechos debido a su destino trascendente y a su
condición humana como tal, y a esa dignidad que le confiere sencillamente ser hijos de Dios.
Como pudimos ver, las distintas posiciones fueron respaldadas con bibliografía correspondiente a
profesores y teóricos en las materias tratadas. Sin dudas, los temas mencionados dan para un
largo análisis, pero eso al menos es lo que pudimos observar en las fuentes consultadas para el
trabajo en curso.
Luego de este breve recorrido por lo que hemos explicado en la monografía, consideramos estar
en condiciones de empezar a analizar cuán justos o injustos son los distintos sistemas expuestos.
Creemos que, sin ningún lugar a dudas, el liberalismo es el sistema más injusto dentro de los que
hemos analizado. Esto, cabe aclarar nuevamente, lo afirmamos a la luz de los tiempos que corren
y reafirmamos que Adam Smith lo formuló en otro momento histórico.
¿Por qué creemos que es injusto? Evidentemente, consideramos que el sistema liberal no
asegura a cada uno lo suyo. Esto se debe a que, según creemos, de ninguna manera el hombre
puede quedar subordinado a los bienes materiales que posea ni puede depender de ellos para
acceder a algún derecho. Asimismo, si pensamos hoy en un sistema donde el Estado no
intervenga de ninguna forma y todo quede librado al juego de la oferta y la demanda, es evidente
que muchísimas personas quedarán excluidas de ese mercado, donde claramente lo que se va a
imponer es la ley del más fuerte.
Si hoy en día pensamos en un Estado que no intervenga de ninguna forma, estamos pensando en
un “juego” donde no hay ningún tipo de regla fuera de la mentada “mano invisible” que lleva a
actuar a las personas. Lo que sostenemos es que el liberalismo evidentemente es sinónimo de
exclusión y de triunfo del más fuerte por sobre el más débil. La parte vulnerable, en este sistema
económico, quedaría totalmente fuera del sistema y sin oportunidad de desarrollar una vida
digna conforme a su condición humana.
A esto se debe que, al momento en que expusimos el liberalismo, mencionamos la opinión del
sofista Calicles, quien creía que lo natural era que el más fuerte venza al más débil y para ello
debían desaparecer las leyes igualitarias que imponen los Estados. Consideramos que la doctrina
21
liberal se asemeja a ello: un sistema sin reglas más que las del mercado, donde el más fuerte
destruye al más débil y lo deja apartado de ese juego que entonces se concentraría en cada vez
menos manos, las manos de los vencedores.
Desde la concepción que tenemos, donde todos los hombres tienen una dignidad que es
inseparable de ellos desde el comienzo de su existencia hasta la muerte natural, el liberalismo no
hace otra cosa que atacar y dañar dicha dignidad, desconociendo la esencia trascendental del
hombre (y aquí comenzamos a adelantar un poco cuál es para nosotros el sistema más justo).
Desde ya, creemos poder afirmar que el liberalismo es absolutamente injusto por no dar a cada
uno lo suyo, debido a que concluimos que no es capaz de asegurar (ni le interesa ser capaz de
hacerlo) la dignidad fundamental que tiene cada ser humano como tal.
Asimismo, criticamos su concepción absolutamente material (la misma crítica le haremos a Marx)
y, así como subrayamos que el marxismo solo sostiene la faz pública del hombre, creemos que el
liberalismo sostiene solo la faz privada y de esa forma termina desconociendo el otro ámbito
donde se encuentra inmersa la persona. Si bien el liberalismo reconoce que el Estado debe cumplir
algunas funciones mínimas, creemos que está desconociendo la faz pública al disminuirla tan
drásticamente.
Luego, en el medio, ubicaremos al marxismo. A la teoría de Marx le reconoceremos una cosa y le
criticaremos dos: aquello que vamos a reconocerle es que sitúa al hombre en el lugar central de
un sistema económico. Mientras el liberalismo subordina al hombre a los objetos materiales, el
marxismo propicia un sistema donde el hombre vuelva a tener el control de esos bienes que supo
crear como fruto de su trabajo.
En esto, el marxismo concuerda con la Doctrina Social de la Iglesia, aunque como aclaramos, los
fundamentos de ambas posturas son absolutamente disímiles.
Y aquí realizaremos la primera crítica a las formulaciones de Marx: desde ya, no coincidimos con
su visión materialista del mundo, elemento en el que coincide con el liberalismo. Ambos niegan el
sentido trascendente del hombre y lo limitan a lo que podemos encontrar en el mundo terrenal, a
lo que es susceptible de apreciación a través de nuestros sentidos.
Nosotros creemos que el hombre tiene un destino que es muy superior a lo tangible, y que esto se
basa en su trascendencia. Sin embargo, reconocemos que esto se ubica fuertemente en nuestras
creencias y es una crítica que hacemos claramente desde nuestra visión cristiana, respetando
absolutamente cualquier otro tipo de creencia religiosa.
Retomando con lo expuesto precedentemente, creemos que el marxismo se acerca un poco más a
dar a cada hombre su derecho cuando lo coloca en el lugar central de un sistema económico y
pone a los objetos como aquello que está para satisfacer necesidades humanas, y no como
elementos que determinan las prerrogativas esenciales de las personas.
Pero, si bien le reconocemos eso, resaltamos que desde nuestra perspectiva niega al hombre un
derecho fundamental, y es el derecho a la trascendencia. Como queda dicho, en esta negación
ingresan tanto el liberalismo como el marxismo.
22
Por otro lado, criticamos del marxismo que reduce la vida del hombre a su faz pública,
desconociendo el otro plano en que se encuentra inmerso, que es el privado. Sin embargo, así
como dijimos que el liberalismo reconoce una mínima presencia del Estado, también diremos que
en el Manifiesto Comunista encontramos alguna cita que reserva algún papel al ámbito privado de
las personas. Sin embargo, consideramos que ese ámbito reservado es demasiado mínimo para lo
que necesita el hombre en su desarrollo diario.
Por los motivos expuestos, creemos que las formulaciones de Marx están aún alejadas de dar a
cada uno su derecho, pero al menos logran acercarse a ello más que el liberalismo ya que el
hombre vuelve a estar en un lugar de preeminencia por sobre cualquier objeto creado.
Sin embargo, consideramos pertinente realizarle una crítica a Marx: aun cuando él afirma que el
liberalismo es sinónimo de miseria, hambre y exclusión, cree que es preferible un sistema liberal
(que evidentemente generaría esas consecuencias) por sobre uno proteccionista. ¿Por qué?
Recurriremos a la cita: "Pero, en general, el sistema proteccionista es hoy un sistema conservador,
mientras que el sistema librecambista actúa destructivamente. Desintegra las nacionalidades
anteriores y hace culminar el antagonismo entre el proletariado y la burguesía. En una palabra, el
sistema de la libertad de comercio acelera la revolución social. Solamente en este sentido
revolucionario emito yo, señores, mi voto en favor del librecambio".26
¿Cuál es la crítica que le hacemos a Marx? Que termina pronunciándose a favor de violar derechos
fundamentales de las personas (los que según él viola el liberalismo) para llegar así a un punto de
miseria tal que permita la revolución social donde el hombre recuperaría, según su formulación,
esos derechos esenciales basados en ser dueño de su propia producción. Así entonces, la
vulneración de todo derecho humano sería aceptable para Marx con el objeto de alcanzar la
revolución socialista. Lo que vemos aquí es un simple planteo maquiavélico, de tinte similar a los
que encontramos en la obra “El Príncipe”. Por confrontación, podemos decir que el mensaje
sobresaliente de dicho trabajo de Maquiavelo es que “el fin justifica los medios”. En el contexto
histórico en que se encuentra inmerso el autor, significaría que cualquier medio se ve justificado
por el fin de construir finalmente el Estado italiano.
Nosotros consideramos difícil aceptar que se debe aceptar la vulneración de todo tipo de
derechos para alcanzar luego el reconocimiento de los mismos. Sin embargo, eso es lo que
parece plantear Marx en la cita aportada.
Y finalmente, acudiremos ahora al análisis de cuál es para nosotros el sistema económico más
justo dentro de los estudiados. Y allí, para nosotros la respuesta estará en la Doctrina Social de la
Iglesia. Y ello lo fundamentaremos en que, al menos desde sus formulaciones, busca asegurar
todos los derechos fundamentales del hombre.
Primordialmente, diremos que la D.S.I. pone al hombre en el lugar central –como creemos que
debe ser- debido al papel supremo que le asigna Dios en la creación. Para la doctrina cristiana, el
26
Guillermo Rodríguez, Op. Cit., p. 125.
23
hombre tiene derechos fundamentales (sobre todo la dignidad) por su carácter trascendente
que es común a todo ser humano existente en el mundo. En este punto, ya creemos que la
Doctrina Social de la Iglesia está logrando el propósito de reconocer a cada uno su derecho, dar
a cada uno lo suyo.
Pensemos por un momento la importancia extrema que tiene respetar a cada persona su derecho
a la dignidad, que como dijimos, debe ser protegido desde la concepción hasta la muerte natural.
Por eso, el Estado debe estar en todo momento asegurando derechos fundamentales y siempre
cumpliendo con la premisa de no atropellar libertades individuales.
Creemos que la Doctrina Social de la Iglesia da a cada uno lo suyo además porque reconoce que el
hombre se encuentra inmerso en dos planos de gran importancia, donde uno no debe anular al
otro: el público y el privado. A ello se debe que formula el principio de subsidiariedad, donde el
Estado debe intervenir ante una injusticia social y debe dejar de intervenir cuando la misma
haya sido efectivamente paliada. Consideramos que aquí, nuevamente, la Doctrina Social de la
Iglesia está asegurando a cada uno el derecho que posee.
Asimismo, consideramos esencial el mensaje cristiano de realizar opción por los pobres y
ponerlos en el centro de todo sistema, atendiendo sus necesidades y procurando asegurarles
una existencia terrenal que sea digna, adecuándose al ejemplo dado por Cristo y que podemos
encontrar en los Evangelios. Esto incluye dar a cada persona una cantidad de bienes que le
permita llevar una vida llena de dignidad y plenitud, de forma de asegurar que dichos bienes
tengan el destino universal dado por Dios y que es sostenido uniformemente por la tradición
cristiana, que según vimos, nunca reconoció la propiedad privada como algo absoluto. En
cambio, reconoce a los hombres como administradores de los bienes dados por Dios, los cuales
deben ser distribuidos de conformidad con el bien común de la sociedad.
Por todos los motivos que hemos expuesto, creemos que la Doctrina Social de la Iglesia es el
sistema económico más justo dentro de los analizados: es el que más se acerca a la justicia como
virtud y a esa constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo.
Y para finalizar con nuestra exposición monográfica, consideramos necesario regresar a aquella
afirmación de Marx que aseveraba que los derechos reconocidos por los ordenamientos jurídicos
se ven vulnerados por las políticas económicas que se aplican en el mundo.
Reafirmamos que aquí, para nosotros, tiene mucho de cierto lo que formula Marx: hoy en día, una
política económica injusta tiene la capacidad de avasallar cualquier derecho esencial reconocido
por el ordenamiento jurídico.
En líneas generales, el ordenamiento jurídico busca asegurar los derechos fundamentales de los
hombres y de esa manera dar a cada uno lo suyo, orientándose a la justicia como virtud. Sin
embargo, esos derechos reconocidos por los ordenamientos no serán más que papel mojado si se
ven vulnerados por los sistemas económicos imperantes. Y a esto se debe fundamentalmente que,
dentro de una carrera de Derecho, hayamos considerado fundamental poner sobre la mesa las
24
distintas doctrinas económicas y pensar cuál está más cerca de respetar las prerrogativas
esenciales que reconoce nuestra normativa vigente.
Por eso, queremos concluir la presente monografía afirmando que las políticas económicas
deberían asegurar los derechos fundamentales de las personas, yendo en consonancia con los
lineamientos generales de los ordenamientos jurídicos (a los cuales sin dudas hay que mejorar
muchísimo, para asegurar el cumplimiento efectivo de aun más derechos). De esta manera, y
únicamente así, será posible asegurar que se le dé a cada uno lo suyo. Únicamente así será
posible alcanzar la justicia como virtud.
Es inútil pensar si el derecho está sobre la economía o si la economía está sobre el derecho. Lo útil
sería que ambos vayan de la mano buscando asegurar los derechos fundamentales de todo ser
humano.
25
Bibliografía:
- Apuntes de Derecho Político, Cátedra de los Dres. Adolfo Saravia y Javier Barraza.
Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador.
- Apuntes Orientación al Derecho, Cátedra de los Dres. Schvindt y Gaido. Facultad de Cs.
Jurídicas, Universidad del Salvador.
- Apuntes Seminario I, Dr. Eugenio Ariel Díaz Jausoro. Cátedra del Dr. Montejano. Facultad
de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador.
- Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
- Costa, José Carlos. Manual de Derecho Romano Público y Privado. Abeledo Perrot, Bs. As.
2016.
- Evangelio según Marcos.
- Fischer, Dornbusch, Schmalensee. Economía, segunda edición, 1989.
- Guillermo Rodríguez, “Otra Introducción a Marx”. Bs. As. Catálogos, 1998.
- Iván Heyn, Economía Callejera, Bs. As., Ediciones Continente, 2014.
- José Antonio Merino. Humanismo Franciscano, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1982.
- Josef Pieper, “Las Virtudes Cardinales”, versión española, Madrid, Ediciones Rialp S.A.,
1997.
- Karl Marx, 1er Manuscrito, Editorial Altaya.
- Marx, Engels. Manifiesto Comunista. Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, México,
2011.
- Pablo VI, Populorum Progressio.
-Papa Francisco, Laudato Si.
- Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica.
- Texto de Cátedra Angeloz, Orígenes de la Filosofía del Derechos y los Griegos, Filosofía.
Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador.

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La justicia como virtud y las políticas económicas copia

  • 1. 1 La Justicia como Virtud y las Políticas Económicas. Por: Ezequiel Alejandro Volpe. Asignatura: Derecho Político. Profesores: Dr. Adolfo Saravia y Dr. Javier Barraza. Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador.
  • 2. 2 Índice: -Introducción…………………. Página 3 1) La justicia como virtud…………………. Página 5 2) El liberalismo…………………. Página 8 3) El marxismo…………………. Página 11 4) Doctrina Social de la Iglesia…………………. Página 15 -Conclusiones…………………. Página 19
  • 3. 3 Introducción: En el siguiente trabajo monográfico, tendremos por objeto analizar cuestiones que han desvelado al hombre durante cientos de años. Siempre que hablamos de justicia y de políticas económicas, nos estamos refiriendo a elementos que, sin lugar a dudas, son esenciales para el desarrollo del ser humano como tal. Y la prueba de que estos tópicos llaman la atención del hombre desde las civilizaciones más antiguas, la podemos encontrar en uno de los hitos fundamentales de nuestra cultura occidental: el derecho romano. Con el fin de comenzar a dar noción alguna de cuáles serán los fines que persigue el presente trabajo, intentaremos comenzar a explicar qué es la justicia como virtud. De esta forma, podremos relacionarla firmemente con la política económica y, así, tendremos los cimientos necesarios para adentrarnos mucho más en los distintos elementos que buscará analizar la presente monografía. Y para pensar qué es la justicia como virtud, dijimos anteriormente que recurriríamos al sempiterno derecho romano. Allí podremos encontrar la definición de quien fue llamado por Santo Tomás de Aquino como “El Jurista”, haciendo mención a Ulpiano. Él fue quien nos dijo que la justicia es la “constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo”1 . La definición que nos es dada por Ulpiano permite avizorar primitivamente por qué buscaremos entablar férreas relaciones entre la justicia como virtud y las políticas económicas. En el mundo dentro del cual nos encontramos inmersos hoy por hoy, podemos afirmar que las políticas económicas son un elemento clave y fundamental para ver si efectivamente se le da a cada uno lo suyo. No cabe duda alguna de que en el mundo actual, una política económica puede derivar en que todas las personas tengan lo necesario para llevar una vida digna o puede derivar también en una situación donde las personas pasen hambre y miseria, a la vez que aparecen también otros que detentan una mayor proporción de bienes materiales. De lo susodicho se puede concluir que, evidentemente, nos encontraremos con políticas económicas que son más justas y con otras que son más injustas. Es decir, habrá algunas más cercanas a la justicia como virtud y otras que, sin hesitar, permanecerán en sus antípodas. Para el presente análisis, hemos decidido tomar principalmente tres vertientes económicas y ponerlas bajo la lupa, de manera de dilucidar cuáles permanecen más cercanas a la justicia y cuáles están más lejos de ella. Estas vertientes que comenzaremos a desmenuzar son el liberalismo (tal como fue concebido por Adam Smith), el marxismo y la Doctrina Social de la Iglesia. El motivo por el que trataremos estas tres vertientes económicas es porque dos de ellas son concebidas popularmente como extremos que permanecen irreconciliables, y la restante será la que busque conciliar los dos planos yuxtapuestos en los que vive permanentemente el hombre: el 1 Costa, José Carlos. Manual de Derecho Romano Público y Privado. Abeledo Perrot, Bs. As. 2016, p. 11.
  • 4. 4 público y el privado.2 Es evidente que, en primer término, nos referimos al liberalismo y al marxismo, y en último lugar hacemos referencia a la Doctrina Social de la Iglesia. Es dable destacar que lo vertido en el presente trabajo estará signado por un grado de subjetividad, ya que la cuestión de las políticas económicas es absolutamente opinable y criticable. Sin embargo, buscaremos alcanzar conclusiones a través de análisis que sean los más objetivos posible y pensándolos desde una perspectiva lo más académica y científica que nos permita la coyuntura. Realizada esta aclaración, buscaremos enfatizar en la importancia de que las personas –más allá de sus distintos puntos de vista- tengan conciencia de los roles centrales que juegan la justicia y la economía dentro del mundo en el que nos encontramos inmersos. Hecho este breve introito, comenzaremos a profundizar en los elementos anteriormente enunciados. 2 Apuntes de Derecho Político, Cátedra de los Dres. Adolfo Saravia y Javier Barraza. Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador.
  • 5. 5 1) La justicia como virtud: Luego de la introducción realizada ut supra, comenzaremos a estudiar el marco dentro del cual se encuentra englobado el análisis que llevaremos a cabo más adelante sobre las distintas políticas económicas que hemos tomado. En párrafos anteriores hemos explicado que según Ulpiano, la justicia es, en resumidas cuentas, “dar a cada uno lo suyo”. Dicha conceptualización será el punto de partida desde donde comenzaremos nuestra exposición sobre el significado de la justicia como virtud. Pero para comenzar a darle forma a nuestro marco teórico, recurriremos a Josef Pieper, uno de los autores que sigue la filosofía aristotélico-tomista y, por ello, enmarca a la Justicia dentro de las cuatro virtudes cardinales. Las virtudes cardinales, tal como nos lo dice su nomenclatura, son las que dirigen la vida del hombre y lo ayudan a entender hacia dónde tiene que ir. Se desprende de esto que la Justicia es una de las virtudes que debe tener el hombre y hacia donde debe apuntar para ser una persona completa. Dentro de las virtudes cardinales, la Justicia aparece en segundo lugar, solo después de la prudencia. Si bien excede al objeto propio del presente trabajo, daremos una definición de prudencia ya que dicha virtud se encuentra ligada íntimamente a la justicia, tal como nos dice Josef Pieper. La prudencia es “la virtud mediante la cual discernimos, elegimos y aplicamos medios buenos para alcanzar fines buenos”.3 Lo que podemos ver es que la virtud de la prudencia nos ayudará a encontrar los medios para poder alcanzar la justicia, para poder ser justos. Debido a esto, es habitual oír que la prudencia es la virtud propia del gobernante, que es quien tiene la máxima responsabilidad de adecuar los medios a los fines. Pero luego de mencionada la primera virtud cardinal, pasamos ahora al análisis de la que nos atañe en la presente monografía: la justicia. Pieper nos dice que “la justicia es la base de la posibilidad de ser bueno. El hombre bueno, es en principio justo”.4 Por otro lado, encontramos a Aristóteles, quien citado por Pieper, nos dice que “la más elevada entre las virtudes es la de la justicia; ni el lucero de la mañana ni el vespertino puede serle comparados en belleza”. 3 Apuntes Seminario I, Dr. Eugenio Ariel Díaz Jausoro. Cátedra del Dr. Montejano. Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador. 4 Josef Pieper, “Las Virtudes Cardinales”, versión española, Madrid, Ediciones Rialp S.A., 1997, p. 19.
  • 6. 6 Lo que hay que tener en cuenta a la hora de estudiar la virtud de la justicia es que la misma se encuentra subordinada a los derechos de las personas. En dicho sentido, Santo Tomás nos dice que “es manifiesto que el derecho es el objeto de la justicia”.5 De esto podemos deducir que la fórmula de Ulpiano, que nos habla de dar a cada uno lo suyo, refiere más exactamente a dar a cada uno su derecho. De esto podemos concluir que, para alcanzar la justicia como virtud, una persona tiene que estar constante y perpetuamente dispuesta a darle a cada cual su derecho. Y esta elucubración que acabamos de realizar será fundamental, más tarde, para pensar si una política económica es justa o injusta. Pero hay un análisis fundamental que emprende Pieper en su mentada obra, y es aquel que versa sobre cuál es el origen de los derechos del hombre. El autor nos dice que “si es cierto que hay algo que le corresponda al hombre sin paliativo de ningún género, que el hombre posee irrevocablemente un derecho que pueda defender contra cualquiera y que a todos obliga al menos a no lesionarlo, ello es porque el hombre es persona, vale decir, un ser espiritual, que es un todo en sí (…)”6 . Estas rotundas palabras de Pieper fundamentan sin dejar atisbo alguno de duda por qué el hombre tiene determinados derechos fundamentales. “El hombre es persona, un ser espiritual”. Aquí tenemos la razón esencial por la que el hombre tiene derechos inalienables, innatos e imprescriptibles, como lo son el derecho a la vida y el derecho a la dignidad. Este último es absolutamente reafirmado por el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, donde le pide “a cada persona de este mundo que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle”.7 Y en este sentido, es fundamental no olvidar cuál es el sentido principal de la palabra “derecho” para la escuela naturalista: el derecho, al fin y al cabo, no es otra cosa que lo justo. Esto nos permite cerrar el círculo que abrimos con la definición de Ulpiano, y encontramos el motivo por el cual a cada hombre debe dársele “lo suyo”. Hoy en día, en pleno Siglo XXI, encontramos un ordenamiento jurídico que es altamente propenso (al menos en lo normativo) a dar a cada hombre lo que le corresponde. Así, podemos encontrar todo tipo de normativa legal que busca a darles a todas las personas su derecho a la dignidad. De hecho, en el derecho argentino, esto podemos encontrarlo explícitamente consagrado en el artículo 51 del Código Civil y Comercial de la Nación, que reconoce a todas las personas su derecho a la dignidad en cualquier circunstancia. En cuanto al derecho a la vida, lo podemos encontrar también en el artículo 4º, inciso 1º de la Convención Americana de Derechos Humanos, que en nuestro país goza de jerarquía constitucional debido al artículo 75, inciso 22º de nuestra Constitución Nacional. 5 Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica. 2-2, 57, 1. 6 Op. Cit., Josef Pieper, p. 95. 7 Papa Francisco, Laudato Si. Párrafo 205.
  • 7. 7 Estos ejemplos son esenciales para entender los fines que debe perseguir todo el derecho positivo. En este sentido, podemos encontrar la definición del Profesor Zorraquín Becú, quien nos dice que el derecho objetivo es el “ordenamiento social impuesto para la realización de justicia”.8 Así vemos que todo el derecho positivo debería estar construido en derredor de la justicia como virtud, es decir, en torno a la premisa de darle a cada cual su derecho. La cuestión es que no siempre el marco normativo imperante puede asegurar los derechos de todas las personas. Y para ser claros y realistas, la realidad es que de hecho ningún ordenamiento positivo lo asegura. Y aquí es donde tenemos que pensar el papel que juegan en nuestra realidad temporal las políticas económicas. Es muy habitual encontrar, sobre todo en la teoría marxista, las concepciones del derecho y de la realidad económica como dos realidades irreconciliables, al menos desde el punto de vista de la clase proletaria. Marx nos dice que las personas “en la política encuentran la libertad porque son reconocidos como individuos jurídicamente libres e iguales ante la ley (…), y (…) en las relaciones económicas pierden su libertad porque los individuos tienen que acudir inevitablemente al mercado para resolver sus necesidades”.9 Si decimos que la ley debería estar para asegurar que cada uno tenga lo suyo, es decir, para concretar la justicia como virtud, ¿es posible un sistema económico que no asegure los derechos que el ordenamiento jurídico busca asegurar? Lo que Karl Marx nos dice es que los marcos normativos que nos rigen son al fin y al cabo una ilusión, una fantasía, que hace que las personas se sientan “libres e iguales ante la ley” cuando lo que impera es un sistema económico en el que “los individuos pierden su libertad”. Más allá de concordar o no con el pensamiento de Marx en este aspecto, es menester reconocer que lo citado precedentemente nos permite introducirnos en tópicos transcendentales. Lo que es evidente es que el ordenamiento jurídico y las políticas económicas deberían ir de la mano en pos de asegurar a cada cual su derecho. Teniendo siempre como faro el objetivo de asegurar a cada ser humano sus derechos fundamentales, y basándonos en la fundamentación de su destino trascendente y de su condición de creaturas de Dios, nos dedicaremos de aquí en más a analizar qué políticas económicas aparecen como más cercanas a la justicia como virtud y cuáles más lejanas. Y por ende, analizaremos también cuáles están más cercanas a los derechos reconocidos por el ordenamiento jurídico y cuáles permanecen más lejos de los mismos. 8 Apuntes Orientación al Derecho, Cátedra de los Dres. Schvindt y Gaido. Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador. 9 Guillermo Rodríguez, “Otra Introducción a Marx”. Bs. As. Catálogos, 1998, p. 93.
  • 8. 8 2) El liberalismo: Luego de haber explicado por qué la justicia como virtud se relaciona tan íntimamente con las políticas económicas que se crearon a lo largo de la historia para aplicar al mundo concreto, será ahora momento de dedicarnos a estudiar las vertientes económicas que mencionamos en los albores del presente trabajo. A la hora de estudiar las tres doctrinas que pondremos bajo análisis, lo haremos de forma de poder explicar cómo se relacionan (o no se relacionan) con la premisa fundamental de “dar a cada uno su derecho”. Evidentemente, sobre cada tema a desarrollar se podrían realizar elucubraciones de gran extensión, donde se desmenuce hasta el más subrepticio elemento de cada una de las teorías económicas. Sin embargo, no será esa nuestra tarea, sino que intentaremos entender las estructuras de los distintos sistemas puesto bajo la lupa y de esa forma pensar, mediante lo que vayamos descubriendo, cuáles son más justos y cuáles más injustos. Nuestra labor comenzará con el liberalismo, que sin dudas es la primera teoría que fue planteada en términos económicos. A esto se debe que su ideólogo, el filósofo Adam Smith, sea conocido como “el padre de la economía”. Esto es porque hasta ese entonces, el estudio económico era realizado a través de la filosofía y no se conocía a dicha ciencia como tal. Las teorías de Adam Smith deben entenderse dentro del contexto en el cual nacen: intentando superar las amarras del feudalismo. En esa coyuntura, es absolutamente normal buscar un sistema económico que permita a las personas una mayor libertad. Así las cosas, podemos señalar que Smith es el creador de la idea de una economía de libre mercado. Al respecto, hay que mencionar que “en una economía de libre mercado el Estado no interviene en la asignación de los recursos”10 . Aquí ya podemos apreciar una idea fundamental de una política económica liberal: el Estado no tiene injerencia alguna en dicho sistema. Esto se debe preeminentemente a que se considera que el mercado es eficiente en la asignación de recursos y que el Estado no debe inmiscuirse de ninguna forma, ya que eso ocasionaría desbarajustes. Al fin y al cabo, en una política económica de matiz liberal, todo quedará librado a la ley de oferta y demanda, la cual afirma que todo producto ofrecido en el mercado generará su propia demanda y esto fijará los precios, sin intervención de ningún tercero. En este sentido, “Smith sostiene que los individuos que buscan su interés personal en una economía de mercado se ven llevados como por una mano invisible (…)”11 . Esto comienza a darnos una noción de que para la doctrina liberal hay algo superior que regula al mercado, una “mano invisible” que lo guía y le permite autorregularse. 10 Fischer, Dornbusch, Schmalensee. Economía, segunda edición, 1989, p. 15. 11 Fischer, Dornbusch, Schmalensee, Op. Cit., p. 15.
  • 9. 9 En sentido de lo que hemos mencionado de la ley de oferta y demanda como elemento fundamental de toda relación económica, es menester agregar que “en una economía de libre mercado, los precios determinan no solo lo que se produce y cómo se produce sino también para quién se produce. Las personas que tienen recursos valiosos recibirán una mayor cantidad de producción de la sociedad. Las que parten con menos o prefieren trabajar menos recibirán menos”.12 Y acá sí ya comenzamos a encontrar elementos que son fundamentales para la materia sobre la que versa el presente análisis monográfico. Podemos leer que “las personas que tienen recursos valiosos recibirán una mayor cantidad de producción de la sociedad (…) las que parten con menos, recibirán menos”. Aquí encontramos una idea que, debido a que el mercado estaría regido por leyes naturales que están por encima de cualquier otra regulación, nos empieza a decir que es absolutamente natural que unos pocos concentren abundantes riquezas mientras otros reciben solo algunas pequeñas dádivas del poder concentrado. Esta idea que estamos mencionando, saliendo un poco del plano estrictamente económico, la podemos encontrar ya en la Grecia Antigua, donde era presentada como una tesis central para aquellos que eran los grandes enemigos dialécticos de Sócrates: los sofistas. En particular, esto es sostenido por Calicles, quien “ataca a los gobiernos que establecen leyes igualitarias, pues son contrarias a la naturaleza ya que esta ha dotado a algunos hombres con mejores cualidades que a otros”.13 Así las cosas, podemos comenzar a avizorar que el liberalismo implica un sistema donde la ley de oferta y demanda sería algo así como una “deidad del sistema económico”, permitiéndosenos la analogía. Para un sistema que considera que el Estado solo puede generar irregularidades en el mercado, su “intromisión” asegurando derechos económicos, sociales o culturales es una especie de blasfemia. De esta forma, podemos comenzar a aseverar que un sistema económico liberal no asegura a las personas los derechos fundamentales que busca asegurar el ordenamiento jurídico. La cuestión aparece a la hora de pensar cuál es el origen de la premisa “a cada uno lo suyo”. Nosotros hemos partido de la idea cristiana de que el hombre es una persona, un ser espiritual, y por eso es acreedor de derechos imprescriptibles e inalienables. Evidentemente, hay una clara confrontación entre el fundamento cristiano de los derechos esenciales de las personas y el fundamento liberal, para el cual las prerrogativas fundamentales de todo ser humano no emanarían más que de “tener recursos valiosos”. Es evidente que para la idea político-económica liberal, el mercado sería el único capaz de dar a cada uno su derecho. Si la ley de oferta y demanda te asigna un recurso, taxativamente sería ese el que te corresponde. 12 Fischer, Dornbusch, Schmalensee, Op. Cit., p. 16. 13 Orígenes de la Filosofía del Derechos y los Griegos, texto de Cátedra Angeloz, Filosofía. Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador.
  • 10. 10 Esta noción a la que podemos arribar luego de realizada una rápida mirada por sobre las premisas del liberalismo nos permite concluir una tesis que luego será refutada por el marxismo y por la Doctrina Social de la Iglesia. Podemos apreciar en el liberalismo que el hombre tiene derecho o no a determinadas liberalidades según sus recursos sean o no valiosos. Esto, sin ningún lugar a la duda, pone al ser humano en un segundo plano con respecto a los objetos materiales, que serían los determinantes de toda concepción económica. Como dijimos, esta tesis liberal será refutada tanto por el marxismo como por la Doctrina Social de la Iglesia, solo que Marx lo hará desde una perspectiva materialista y la doctrina cristiana lo hará desde una visión trascendente de la existencia de la persona humana. Hay que dejar a las claras que la teoría liberal no es aplicada en forma pura en ningún lugar del mundo, y de hecho, no es aplicada tal como fue concebida ni siquiera en los Estados Unidos, cuya economía sostiene –aun contra lo que se cree popularmente- abundantes rasgos proteccionistas, al menos para con su industria local.14 El motivo de que el liberalismo en su concepción más pura no sea aplicado en ningún lugar del mundo seguramente encuentre asidero en la clara antinomia en la que se encuentra con respecto a los derechos que reconoce hoy el ordenamiento jurídico a las personas. Prácticamente ningún derecho podría ser asegurado hoy si rigiera como norma suprema la ley de oferta y demanda y se creyera en aquellas fuerzas invisibles que regularían al mercado. Si bien las ideas de Smith son absolutamente comprensibles para la época en que las elucubra – Siglo XVIII-, el problema es que hoy se intente imponer este sistema económico, cuando se tiene amplio conocimiento de que esta concepción político-económica solo serviría para continuar concentrando riquezas en pocas manos (algo de que de hecho sucede permanentemente en el mundo de hoy). Por eso es habitual ver hoy gobiernos que, si bien nunca podrían sostener un esquema económico que sea puramente de esta índole, sí se dirigen hacia un sistema lo más liberalizado posible. Y según logramos advertir en los párrafos anteriores, un sistema de ese tipo solo podría lograr vulnerar derechos esenciales. 14 Iván Heyn, Economía Callejera, Bs. As., Ediciones Continente, 2014, p. 99.
  • 11. 11 El marxismo: En el acápite anterior, hemos visto la doctrina que sentó las bases de las distintas formulaciones que irían apareciendo a posteriori en el campo de la economía política. Probablemente, el mayor mérito de las teorías económicas liberales haya sido el rico desarrollo que permitirían, sobre todo desde las distintas refutaciones que se harían a los dogmas allí establecidos. Y en dicho sentido, a la hora de pensar en las refutaciones al liberalismo económico, sin dudas encontraremos como punto sobresaliente la doctrina marxista. Marx basa toda su obra en una crítica minuciosa del modo de producción capitalista, que sin dudas guarda una estrecha relación con las formulaciones emprendidas con anterioridad por Adam Smith. En sus escritos, Marx busca dejar a las claras cuál es la base del liberalismo económico, y allí lo explica mediante lo que fue expuesto supra por nosotros: los recursos económicos como fuente de los derechos. Y el ideólogo del comunismo nos dice claramente en este sentido que, para el liberalismo, “lo que el dinero puede comprar, eso soy yo”.15 Así podemos ver cómo Marx sustenta su obra en explicar cuáles son las características del sistema de producción capitalista, el cual sienta bases en gran parte en las doctrinas liberales, y asimismo nos recuerda que para el susodicho sistema económico, la fuente y razón de los derechos de las personas está en los recursos susceptibles de apreciación pecuniaria. Marx, en cambio, busca otra fuente a los derechos esenciales del hombre. Cuando volvemos otra vez a la pregunta de qué es lo que da origen a la preeminencia del ser humano, la respuesta marxista estará alejada tanto de la concepción cristiana como de la concepción liberal. Primeramente, debemos resaltar que Karl Marx parte de una visión materialista de la historia, y según esta mirada, es imposible que el hombre tenga derechos por su calidad de “ser espiritual”, que es lo que pudimos ver en Pieper. Marx engloba el origen de la preeminencia del hombre en su concepción dialéctica, donde hay permanentemente cosas que se enfrentan. Él nos dice que “el hombre con el trabajo recibe el don natural que le da capacidad de acción sobre la naturaleza en lugar de seguir pasivamente sus leyes (…) el hecho indudable es que el hombre deviene ser social porque en su lucha contra la naturaleza logra dominarla”.16 Aquí ya podemos comenzar a ver un esbozo del análisis de Marx, que nos dice que el hombre es tal porque enfrenta a la naturaleza y logra dominarla mediante su trabajo. Ese trabajo, según vimos, le da al ser humano una “capacidad de acción sobre la naturaleza”. Entonces, en pos de sintetizar, podemos aseverar que Marx encuentra la supremacía del hombre en su confrontación permanente con la naturaleza, a la cual lograría vencer debido a su capacidad de transformarla y obtener los bienes necesarios para facilitar su subsistencia. Es evidente que, si pensamos en los animales, ellos toman elementos de la naturaleza para 15 José Antonio Merino. Humanismo Franciscano, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1982, p. 248. 16 Guillermo Rodríguez, Op. Cit., p. 20.
  • 12. 12 asegurar el sostenimiento de sus funciones vitales, pero no transforman lo que encuentran en su entorno, sino que lo toman y lo consumen de manera rudimentaria. El hombre, en cambio, consigue transformar las materias primas que encuentra para su satisfacción. En esto, encontramos ínsito cuál es el origen para el marxismo de los derechos fundamentales del hombre. El hombre tendría preeminencia por lograr vencer a la naturaleza en esta confrontación y, de esa manera, alcanzaría una posición que lo dotaría de prerrogativas esenciales como la dignidad o la libertad. Teniendo ya una mirada de cuál es la fuente de los derechos del hombre para la doctrina marxista, debemos pensar ahora cuál es la gran crítica que hace Marx a las formulaciones que hereda del liberal Adam Smith. Y la respuesta se encuentra absolutamente ligada a lo que hemos explicado en el párrafo anterior, ya que el gran problema del modo de producción capitalista para Marx estaría en que el hombre estaría saliendo de ese lugar de preeminencia que le es dado por lograr imponerse por sobre la naturaleza en la mentada confrontación. Así las cosas, el marxismo nos dice que “cuando el producto del trabajo se independiza de su creador, este queda imposibilitado de reconocerse en él: las relaciones sociales devienen un sistema social alienante, porque los hombres se desvinculan de aquello que es concretamente su esencia, el producto de su propio trabajo”.17 Asimismo, nos dice explícitamente Marx que “la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta (a su creador) como cosa extraña y hostil”.18 Aquí ya tenemos cuál es la crítica fundamental que realiza Marx al sistema formulado por Adam Smith: el hombre, que había conseguido su primacía por vencer a la naturaleza, queda desplazado de ese lugar central por los objetos que el propio ser humano crea para satisfacer sus necesidades. Es decir, en lugar de estar el hombre en el centro del sistema y tener objetos a su disposición, los que están en el centro del sistema son dichos objetos y el hombre es el que pasa a estar a disposición de ellos. Y esto lo pudimos ver claramente en el apartado donde hablamos del liberalismo, donde explicamos a través de los profesores del Instituto Tecnológico de Massachusetts que, para aquel sistema, el hombre tiene derechos según cuán valiosos sean sus recursos económicos. Una vez deducido esto, Marx piensa en buscar una solución a esta situación que a todas luces es injusta, ya que el hombre se encuentra subordinado a los objetos que él mismo creó. ¿Qué propone entonces? Un sistema donde no exista más la propiedad privada, ya que esa propiedad privada sería lo que no permitiría a los hombres vivir en una verdadera libertad. Como podemos observar, esto último guarda absoluta relación con lo elucubrado precedentemente. Y aquí volvemos a lo que planteamos cuando adelantamos algo sobre Marx en el acápite reservado a la justicia como virtud. En dicho pasaje, explicamos que para el marxismo los hombres son libres y jurídicamente iguales ante la ley, pero en las relaciones económicas pierden su libertad porque deben acudir inevitablemente al mercado para satisfacer sus necesidades. 17 Guillermo Rodríguez, Op. Cit., p. 28. 18 1er Manuscrito, Editorial Altaya, p. 110.
  • 13. 13 Con esto, Marx nos dice que el ordenamiento jurídico no sería más que una normativa que lo que hace es sustentar el sistema de explotación del capitalismo. Guillermo Rodríguez, quien analiza muy lúcidamente la obra del autor que ponemos bajo la lupa, nos dice que “las relaciones sociales económicas son la base o estructura del sistema”.19 Y, en parte, debemos darle la razón al marxismo en este punto: es imposible negar que en la coyuntura en las que nos encontramos inmersos, un sistema económico imperante tiene plena aptitud para vulnerar todo tipo de derechos fundamentales de los hombres reconocidos por los ordenamientos jurídicos vigentes. Hoy tenemos reglamentaciones de toda índole que buscan proteger la dignidad humana, y sin embargo la misma se ve obliterada en todo momento, a toda hora y en cualquier lugar del mundo. Si bien será en el momento de las conclusiones cuando formularemos nuestra opinión, comenzamos a ver que “ese dar a cada uno lo suyo” que se ve bastante reflejado en el ordenamiento jurídico puede ser vulnerado sin ningún inconveniente por un sistema económico que se imponga. Pero luego del análisis que hemos llevado a cabo, debemos pensar otras cuestiones fundamentales que plantea la teoría marxista: más arriba, hemos dicho que Marx propone terminar con la propiedad privada para que, de esa manera, el hombre deje de estar subordinado a esos objetos que él mismo creó y ahora “se le dieron vuelta”. ¿Cuál es el problema de abolir toda clase de propiedad privada? Que se estaría vulnerando un aspecto fundamental de la personalidad humana, y se trata del derecho fundamental que tiene todo hombre a reservarse un espacio para sí mismo, para su intimidad. El hombre estaría despojado así de toda clase de propiedad sobre cualquier objeto, y de esa manera nos encontraríamos con un Estado (ahora socialista, ya que tiene todos los medios de producción en sus manos) que avanza sobre la privacidad de las personas. Sin embargo, nos quedan algunas dudas sobre cuál es el reconocimiento que realiza el marxismo sobre la esfera privada del hombre, ya que en el Manifiesto Comunista nos encontramos con una cita que dice que “Las relaciones entre los sexos tendrán un carácter puramente privado, perteneciente sólo a las personas que toman parte en ellas, sin el menor motivo para la injerencia de la sociedad”20 . Aquí podemos encontrar una oración donde el marxismo reconoce el derecho a un ámbito privado, el cual se ve claramente avasallado al pensar en un mundo sin ninguna clase de propiedad privada. Evidentemente, debemos reconocer aquí un punto gris. Por otro lado, cuando pensamos en la visión materialista de la historia que realiza Marx, la misma descarta de pleno la idea de que el hombre es un ser espiritual y con un destino trascendente. Para el marxismo, el ser humano no sería más que pura materia, y tendría preeminencia no por los argumentos que encontramos en la concepción tomista, sino por una cuestión fáctica que fue expuesta en los albores del presente acápite. 19 Guillermo Rodríguez, Op. Cit. p. 93. 20 Marx, Engels. Manifiesto Comunista. Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, México, 2011, p. 123.
  • 14. 14 Si bien es muy difícil exponer toda la formulación de Marx en un espacio tan acotado, buscamos aquí dejar plasmados aspectos centrales que nos permitan al final de la presente monografía explayar nuestras conclusiones y analizar qué elementos son más positivos y cuáles más negativos en el sistema económico que propone el marxismo, el cual hemos intentado explicar ut supra a través de sus aspectos sobresalientes. Desde ya, consideramos dable aclarar que, dentro del abanico de elementos a poner bajo análisis que nos propone el marxismo, hemos tomado aquellos que son esenciales para seguir pensando qué clase de política económica está más cerca de “dar a cada uno lo suyo”. Confiamos en poder concluir nuestra tarea en los apartados que seguirán al presente.
  • 15. 15 Doctrina Social de la Iglesia: Durante los dos capítulos anteriores nos hemos dedicado a estudiar doctrinas que plantean sistemas económicos que, según consideramos, serían los que estarían más cercanos a los extremos. Habitualmente, el liberalismo es identificado con la derecha y el marxismo con la izquierda dura. Si bien hemos hecho observaciones a ambas doctrinas, las mismas serán explicadas con mayor profundidad en el acápite subsiguiente al presente. Pero será ahora nuestra tarea comenzar a entender la doctrina económica que nos presenta la Iglesia Católica, la cual evidentemente se basa en el mensaje de Cristo y tiene un amplio desarrollo en toda la teorización histórica que se ha llevado a cabo. Y como la fuente primordial de la Doctrina Social de la Iglesia está en Cristo, será allí por donde comenzaremos nuestro análisis. En los capítulos anteriores, donde intentamos presentar aspectos esenciales del liberalismo y del marxismo, buscamos descifrar de dónde proviene la preeminencia del hombre y cuál es el lugar que debe ocupar en un sistema económico. En el liberalismo (o capitalismo) nos encontramos que el hombre tiene determinados derechos por el valor pecuniario que pueden tener sus recursos, en el marxismo vimos que el hombre tiene una prevalencia por ser el animal que logró vencer a la naturaleza y puede procurarse lo necesario para vivir a través de su propio trabajo. Y ahora llegará el momento de pensar qué lugar tiene el hombre para el cristianismo. Hasta aquí, hemos visto que en el liberalismo el hombre está de alguna forma subordinado a los bienes materiales y, en el marxismo, el hombre debería primar y servirse de los bienes materiales para la satisfacción de sus necesidades. En este sentido, el marxismo coincidirá con la Doctrina Social de la Iglesia, ya que el hombre sería el que esté en el centro de todo sistema y los bienes deberían estar para servirlo. Y esto lo podemos encontrar nada más y nada menos que en el Evangelio: en un pasaje, Jesús dice a los fariseos que “el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”.21 Lo esencial del sistema económico propuesto por el cristianismo se puede resumir en la citada frase de Jesús que encontramos en las Sagradas Escrituras. Sin ningún lugar a dudas, el hombre debe estar en el centro de todo sistema y los objetos no son más que aquello que debe servir al ser humano en su paso por el mundo terrenal. Lo que vemos aquí es que el cristianismo coincidirá con el marxismo en que el hombre tiene un lugar central por el hecho de ser hombre y no por el valor que puedan tener sus recursos pecuniarios. En lo que no coincidirán ambas doctrinas evidentemente es en el fundamento de esto: mientras que para el marxismo la preeminencia del hombre es una cuestión meramente fáctica e histórica, para el cristianismo hay algo superior a ese materialismo propuesto por Marx, y refiere al destino trascendente que tiene el ser humano en cuanto ser humano. 21 Marcos 2, 27.
  • 16. 16 Para el cristianismo, el hombre tiene determinados derechos fundamentales por el mero hecho de ser hijos de Dios y de estar llamados a un destino trascendente que es muy superior a cualquier planteo que busque quedarse solamente con los perennes bienes materiales. Así, podemos comenzar a ver que para la Doctrina Social de la Iglesia ese “dar a cada uno lo suyo” no tendrá su fundamento en un objeto sino en la dignidad que es inherente a cada ser humano por haber nacido como tal. Otro elemento esencial que deberemos pensar al momento de analizar el sistema económico propuesto por la Doctrina Social de la Iglesia es el tema de la propiedad. Y en este sentido, deberemos enfatizar primordialmente en aquella formulación cristiana conocida como “destino universal de los bienes”. Para pensar en ello, recurriremos al Papa Francisco, quien –citando a Juan Pablo II- en Laudato Si nos dice que “la Iglesia defiende, sí, el legítimo derecho a la propiedad privada, pero enseña con no menos claridad que sobre toda propiedad privada grava siempre una hipoteca social, para que los bienes sirvan a la destinación general que Dios les ha dado (…) Por lo tanto, no es conforme con el designio de Dios usar este don de modo tal que sus beneficios favorezcan solo a unos pocos”. Asimismo, también podemos leer en dicha encíclica que “quien se apropia algo es solo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros.”22 Estas citas nos permiten entender perfectamente cuál es valor que da la Doctrina Social de la Iglesia a la propiedad: existe y es necesaria, pero es un don de Dios y debe ser distribuida justamente y respetando su destino social, debiendo estar la propiedad privada siempre al servicio del bien común. Y lo que nos dice aquí la doctrina cristiana no es otra cosa que el mensaje siempre altruista que encontramos en los Evangelios y en las enseñanzas de Jesús, donde vemos una predisposición permanente por ir al encuentro de los excluidos de la sociedad de los tiempos de Cristo. En este sentido, en Populorum Progressio, Pablo VI expresa que “no es parte de tus bienes —así dice San Ambrosio— lo que tú das al pobre; lo que le das le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos. Es decir, que la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario.”23 En la encíclica de Pablo VI encontramos el reflejo de la Opción por los Pobres alrededor de la cual gira el Evangelio y fundamentalmente las enseñanzas de Cristo. Y aquí encontramos una clarísima oposición del mensaje cristiano y de la doctrina liberal. Para esta última, el derecho a la propiedad sí sería incondicional y absoluto, y sería aquello que dotaría a la persona de prerrogativas esenciales. Para el mensaje cristiano, evidentemente esto no es así: reiteramos que 22 Papa Francisco, Op. Cit., párrafos 93 y 95. 23 Pablo VI, Populorum Progressio, párrafo 23.
  • 17. 17 la condición de ser hijos de Dios y el destino trascendente del hombre serían el fundamento de sus derechos fundamentales. Pero lo mencionado anteriormente no es la única situación donde el mensaje cristiano está en las antípodas del liberalismo, sino que en la encíclica Laudato Si podemos encontrar otros pasajes que van en concordancia con esto. Así, en su párrafo 203 podemos leer que “el consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico. Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero”.24 Por último, para poder explicar los lineamientos generales de la Doctina Social de la Iglesia, debemos acudir a la cuestión del principio de subsidiariedad. Para ello, recurriremos al Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, donde encontramos que “diversas circunstancias pueden aconsejar que el Estado ejercite una función de suplencia. Piénsese, por ejemplo, en las situaciones donde es necesario que el Estado mismo promueva la economía, a causa de la imposibilidad de que la sociedad civil asuma autónomamente la iniciativa; piénsese también en las realidades de grave desequilibrio e injusticia social, en las que sólo la intervención pública puede crear condiciones de mayor igualdad, de justicia y de paz. A la luz del principio de subsidiaridad, sin embargo, esta suplencia institucional no debe prolongarse y extenderse más allá de lo estrictamente necesario, dado que encuentra justificación sólo en lo excepcional de la situación.”25 Aquí lo que encontramos es un Estado que debe participar cuando los particulares no pueden resolver por sí mismos alguna cuestión. El Compendio menciona, por ejemplo, los casos referidos a la promoción de la economía o a las situaciones de injusticia social. Según la D.S.I., allí sería donde el Estado debería intervenir para paliar la situación. Cuando la participación del Estado no sea necesaria, sencillamente no debería intervenir. Y aquí la doctrina del catolicismo se diferencia tanto del liberalismo como del marxismo: para el primero, el Estado no debería intervenir nunca, y para el segundo –al menos en la etapa socialista, previa al comunismo- el Estado debería intervenir siempre al estar todos los medios de producción en sus manos. La Doctrina Social de la Iglesia, en cambio, procura pensar en un Estado que intervenga para asegurar los derechos fundamentales de las personas siempre que se vean vulnerados. Y esto, claramente, incluye que ese propio Estado no atropelle las libertades individuales. Aparentemente, según cuál sea la situación social el Estado debería intervenir más o menos, siempre pensando en corregir las desigualdades y vulneraciones que se puedan suscitar. Lo que vemos en la situación de hoy es un contexto nacional e internacional donde encontramos en todo momento seres humanos a los que se les desconocen sus derechos fundamentales, sobre todo con las formas aún vigentes de esclavitud y con determinadas políticas económicas que no aseguran el derecho imprescriptible e inalienable a la dignidad humana. Y, evidentemente, en 24 Papa Francisco, Op. Cit., Párrafo 203. 25 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, párrafo 188.
  • 18. 18 estos casos el Estado debería participar para asegurar que cada uno tenga aquello que le corresponde, cumpliendo con la premisa fundamental de la justicia como virtud. Así las cosas, podremos concluir que la Doctrina Social de la Iglesia cree en asegurar los derechos de todos, lo cual se puede hacer solamente poniendo al hombre en el centro de cualquier sistema, en consonancia con su destino trascendente. En esto disiente el cristianismo con la doctrina liberal (que subordina al hombre a los objetos materiales) y con la doctrina marxista (que desconoce el destino trascendente de todo ser humano). Además, la Doctrina Social de la Iglesia se distingue de las otras dos teorizaciones estudiadas en que reconoce que la persona se encuentra inmersa en dos ámbitos de gran importancia, que son el público y el privado, donde sin hesitar ninguno puede obliterar al otro. Con todos los elementos que hemos intentado desmenuzar y exponer a lo largo de lo que lleva el presente trabajo, a continuación buscaremos explicar cuáles son nuestras conclusiones y abrir el juego para poder seguir pensado cuáles son las políticas económicas que permanecen más cercanas a la premisa de “dar a cada uno lo suyo”. Hacia allí vamos.
  • 19. 19 Conclusiones: Finalmente, luego de analizar los tres sistemas económicos que nos propusimos en la introducción de la presente monografía, hemos llegado al momento donde intentaremos arribar a las conclusiones sobre lo que hemos venido desarrollando. En un principio, nos propusimos pensar qué es la justicia como virtud y relacionarlo con las políticas económicas, realizando esto a través de tres vertientes que como hemos visto son el liberalismo, el marxismo y la Doctrina Social de la Iglesia. ¿Por qué elegimos estas tres? Fundamentalmente porque permite pensar lineamientos generales. Por ejemplo, hoy en el mundo es imposible encontrar un sistema que sea meramente liberal, pero no hay ningún lugar a dudas de que el neoliberalismo que se aplica en muchos lugares del mundo es una adaptación de las primitivas ideas de Adam Smith, solo que adecuadas a la actualidad que corre donde es inconcebible un Estado que no tenga participación alguna. Pero sí podemos afirmar que un Estado neoliberal tiene por meta participar lo menos posible en la economía, asegurándose solamente el control de determinados servicios que quedan en manos privadas. Por otro lado, elegimos el marxismo por su gran importancia histórica como contrapunto al capitalismo y como resabio que nos deja a las nuevas generaciones lo que fue conocido como “el mundo bipolar”. Por ello, nos pareció pertinente plantear por un lado el liberalismo –que sirve en buena parte de fuente al capitalismo actual, aunque evidentemente no hay una igualdad absoluta entre ambos- y al marxismo por el otro, que sirvió de fuente doctrinal para la Revolución Rusa de 1917 y la posterior conformación de la ya desaparecida Unión Soviética. Y finalmente, pensamos en la Doctrina Social de la Iglesia principalmente por funcionar como un modelo que no adhiere a ninguno de los anteriores, sino que escapa de la visión materialista del mundo y se ubica en el fin trascendente del hombre, intentando además respetar tanto el ámbito público como el privado y pensando que el ser humano se encuentra permanentemente actuando en ambos. Además, deberemos reconocer que elegimos particularmente la doctrina cristiana y no una economía mixta en general por una cuestión relacionada a nuestras creencias y a nuestra concepción del mundo, en el cual juega un rol central el mensaje de Cristo y las elaboraciones históricas de su Iglesia. Aclarado lo mencionado ut supra, intentaremos comenzar a pensar cuáles son las políticas económicas que son más justas y cuáles son más injustas dentro de las que hemos decidido poner bajo análisis. Consideramos menester resaltar nuevamente que este análisis lo haremos a la luz del mundo con el que nos encontramos en el Siglo XXI. Siempre debemos tener en cuenta el contexto histórico post-feudal donde desarrolla sus formulaciones Adam Smith y el contexto de revolución industrial donde se inserta la visión propugnada por Karl Marx. Sin embargo, como dichas ideas se encuentran aún vigentes –aunque, como se aclaró, hayan sufrido diferentes mutaciones- consideramos que es interesante (y a la vez esencial) pensar cuál
  • 20. 20 ingresaría mejor dentro de la virtud de la justicia en la coyuntura dentro de la que nos encontramos inmersos. Para comenzar a exponer nuestras conclusiones, deberemos volver a lo formulado en los albores del presente trabajo y recordaremos que la justicia como virtud no es otra cosa que “la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo”. Según vimos que se desprende de la filosofía tomista, ese “dar a cada uno lo suyo” implica dar a cada uno su derecho. Y para ello, hemos ido pensando a lo largo de nuestra monografía de dónde provienen los derechos fundamentales de una persona para las distintas vertientes económicas que pusimos bajo análisis. En apretada síntesis, recordaremos que para el liberalismo la persona tiene derechos según cuán valiosos sean sus recursos, para el marxismo la persona tiene derechos por haber enfrentado a la naturaleza y haber triunfado mediante la producción de lo que necesita el hombre para vivir, y finalmente para el cristianismo la persona tiene derechos debido a su destino trascendente y a su condición humana como tal, y a esa dignidad que le confiere sencillamente ser hijos de Dios. Como pudimos ver, las distintas posiciones fueron respaldadas con bibliografía correspondiente a profesores y teóricos en las materias tratadas. Sin dudas, los temas mencionados dan para un largo análisis, pero eso al menos es lo que pudimos observar en las fuentes consultadas para el trabajo en curso. Luego de este breve recorrido por lo que hemos explicado en la monografía, consideramos estar en condiciones de empezar a analizar cuán justos o injustos son los distintos sistemas expuestos. Creemos que, sin ningún lugar a dudas, el liberalismo es el sistema más injusto dentro de los que hemos analizado. Esto, cabe aclarar nuevamente, lo afirmamos a la luz de los tiempos que corren y reafirmamos que Adam Smith lo formuló en otro momento histórico. ¿Por qué creemos que es injusto? Evidentemente, consideramos que el sistema liberal no asegura a cada uno lo suyo. Esto se debe a que, según creemos, de ninguna manera el hombre puede quedar subordinado a los bienes materiales que posea ni puede depender de ellos para acceder a algún derecho. Asimismo, si pensamos hoy en un sistema donde el Estado no intervenga de ninguna forma y todo quede librado al juego de la oferta y la demanda, es evidente que muchísimas personas quedarán excluidas de ese mercado, donde claramente lo que se va a imponer es la ley del más fuerte. Si hoy en día pensamos en un Estado que no intervenga de ninguna forma, estamos pensando en un “juego” donde no hay ningún tipo de regla fuera de la mentada “mano invisible” que lleva a actuar a las personas. Lo que sostenemos es que el liberalismo evidentemente es sinónimo de exclusión y de triunfo del más fuerte por sobre el más débil. La parte vulnerable, en este sistema económico, quedaría totalmente fuera del sistema y sin oportunidad de desarrollar una vida digna conforme a su condición humana. A esto se debe que, al momento en que expusimos el liberalismo, mencionamos la opinión del sofista Calicles, quien creía que lo natural era que el más fuerte venza al más débil y para ello debían desaparecer las leyes igualitarias que imponen los Estados. Consideramos que la doctrina
  • 21. 21 liberal se asemeja a ello: un sistema sin reglas más que las del mercado, donde el más fuerte destruye al más débil y lo deja apartado de ese juego que entonces se concentraría en cada vez menos manos, las manos de los vencedores. Desde la concepción que tenemos, donde todos los hombres tienen una dignidad que es inseparable de ellos desde el comienzo de su existencia hasta la muerte natural, el liberalismo no hace otra cosa que atacar y dañar dicha dignidad, desconociendo la esencia trascendental del hombre (y aquí comenzamos a adelantar un poco cuál es para nosotros el sistema más justo). Desde ya, creemos poder afirmar que el liberalismo es absolutamente injusto por no dar a cada uno lo suyo, debido a que concluimos que no es capaz de asegurar (ni le interesa ser capaz de hacerlo) la dignidad fundamental que tiene cada ser humano como tal. Asimismo, criticamos su concepción absolutamente material (la misma crítica le haremos a Marx) y, así como subrayamos que el marxismo solo sostiene la faz pública del hombre, creemos que el liberalismo sostiene solo la faz privada y de esa forma termina desconociendo el otro ámbito donde se encuentra inmersa la persona. Si bien el liberalismo reconoce que el Estado debe cumplir algunas funciones mínimas, creemos que está desconociendo la faz pública al disminuirla tan drásticamente. Luego, en el medio, ubicaremos al marxismo. A la teoría de Marx le reconoceremos una cosa y le criticaremos dos: aquello que vamos a reconocerle es que sitúa al hombre en el lugar central de un sistema económico. Mientras el liberalismo subordina al hombre a los objetos materiales, el marxismo propicia un sistema donde el hombre vuelva a tener el control de esos bienes que supo crear como fruto de su trabajo. En esto, el marxismo concuerda con la Doctrina Social de la Iglesia, aunque como aclaramos, los fundamentos de ambas posturas son absolutamente disímiles. Y aquí realizaremos la primera crítica a las formulaciones de Marx: desde ya, no coincidimos con su visión materialista del mundo, elemento en el que coincide con el liberalismo. Ambos niegan el sentido trascendente del hombre y lo limitan a lo que podemos encontrar en el mundo terrenal, a lo que es susceptible de apreciación a través de nuestros sentidos. Nosotros creemos que el hombre tiene un destino que es muy superior a lo tangible, y que esto se basa en su trascendencia. Sin embargo, reconocemos que esto se ubica fuertemente en nuestras creencias y es una crítica que hacemos claramente desde nuestra visión cristiana, respetando absolutamente cualquier otro tipo de creencia religiosa. Retomando con lo expuesto precedentemente, creemos que el marxismo se acerca un poco más a dar a cada hombre su derecho cuando lo coloca en el lugar central de un sistema económico y pone a los objetos como aquello que está para satisfacer necesidades humanas, y no como elementos que determinan las prerrogativas esenciales de las personas. Pero, si bien le reconocemos eso, resaltamos que desde nuestra perspectiva niega al hombre un derecho fundamental, y es el derecho a la trascendencia. Como queda dicho, en esta negación ingresan tanto el liberalismo como el marxismo.
  • 22. 22 Por otro lado, criticamos del marxismo que reduce la vida del hombre a su faz pública, desconociendo el otro plano en que se encuentra inmerso, que es el privado. Sin embargo, así como dijimos que el liberalismo reconoce una mínima presencia del Estado, también diremos que en el Manifiesto Comunista encontramos alguna cita que reserva algún papel al ámbito privado de las personas. Sin embargo, consideramos que ese ámbito reservado es demasiado mínimo para lo que necesita el hombre en su desarrollo diario. Por los motivos expuestos, creemos que las formulaciones de Marx están aún alejadas de dar a cada uno su derecho, pero al menos logran acercarse a ello más que el liberalismo ya que el hombre vuelve a estar en un lugar de preeminencia por sobre cualquier objeto creado. Sin embargo, consideramos pertinente realizarle una crítica a Marx: aun cuando él afirma que el liberalismo es sinónimo de miseria, hambre y exclusión, cree que es preferible un sistema liberal (que evidentemente generaría esas consecuencias) por sobre uno proteccionista. ¿Por qué? Recurriremos a la cita: "Pero, en general, el sistema proteccionista es hoy un sistema conservador, mientras que el sistema librecambista actúa destructivamente. Desintegra las nacionalidades anteriores y hace culminar el antagonismo entre el proletariado y la burguesía. En una palabra, el sistema de la libertad de comercio acelera la revolución social. Solamente en este sentido revolucionario emito yo, señores, mi voto en favor del librecambio".26 ¿Cuál es la crítica que le hacemos a Marx? Que termina pronunciándose a favor de violar derechos fundamentales de las personas (los que según él viola el liberalismo) para llegar así a un punto de miseria tal que permita la revolución social donde el hombre recuperaría, según su formulación, esos derechos esenciales basados en ser dueño de su propia producción. Así entonces, la vulneración de todo derecho humano sería aceptable para Marx con el objeto de alcanzar la revolución socialista. Lo que vemos aquí es un simple planteo maquiavélico, de tinte similar a los que encontramos en la obra “El Príncipe”. Por confrontación, podemos decir que el mensaje sobresaliente de dicho trabajo de Maquiavelo es que “el fin justifica los medios”. En el contexto histórico en que se encuentra inmerso el autor, significaría que cualquier medio se ve justificado por el fin de construir finalmente el Estado italiano. Nosotros consideramos difícil aceptar que se debe aceptar la vulneración de todo tipo de derechos para alcanzar luego el reconocimiento de los mismos. Sin embargo, eso es lo que parece plantear Marx en la cita aportada. Y finalmente, acudiremos ahora al análisis de cuál es para nosotros el sistema económico más justo dentro de los estudiados. Y allí, para nosotros la respuesta estará en la Doctrina Social de la Iglesia. Y ello lo fundamentaremos en que, al menos desde sus formulaciones, busca asegurar todos los derechos fundamentales del hombre. Primordialmente, diremos que la D.S.I. pone al hombre en el lugar central –como creemos que debe ser- debido al papel supremo que le asigna Dios en la creación. Para la doctrina cristiana, el 26 Guillermo Rodríguez, Op. Cit., p. 125.
  • 23. 23 hombre tiene derechos fundamentales (sobre todo la dignidad) por su carácter trascendente que es común a todo ser humano existente en el mundo. En este punto, ya creemos que la Doctrina Social de la Iglesia está logrando el propósito de reconocer a cada uno su derecho, dar a cada uno lo suyo. Pensemos por un momento la importancia extrema que tiene respetar a cada persona su derecho a la dignidad, que como dijimos, debe ser protegido desde la concepción hasta la muerte natural. Por eso, el Estado debe estar en todo momento asegurando derechos fundamentales y siempre cumpliendo con la premisa de no atropellar libertades individuales. Creemos que la Doctrina Social de la Iglesia da a cada uno lo suyo además porque reconoce que el hombre se encuentra inmerso en dos planos de gran importancia, donde uno no debe anular al otro: el público y el privado. A ello se debe que formula el principio de subsidiariedad, donde el Estado debe intervenir ante una injusticia social y debe dejar de intervenir cuando la misma haya sido efectivamente paliada. Consideramos que aquí, nuevamente, la Doctrina Social de la Iglesia está asegurando a cada uno el derecho que posee. Asimismo, consideramos esencial el mensaje cristiano de realizar opción por los pobres y ponerlos en el centro de todo sistema, atendiendo sus necesidades y procurando asegurarles una existencia terrenal que sea digna, adecuándose al ejemplo dado por Cristo y que podemos encontrar en los Evangelios. Esto incluye dar a cada persona una cantidad de bienes que le permita llevar una vida llena de dignidad y plenitud, de forma de asegurar que dichos bienes tengan el destino universal dado por Dios y que es sostenido uniformemente por la tradición cristiana, que según vimos, nunca reconoció la propiedad privada como algo absoluto. En cambio, reconoce a los hombres como administradores de los bienes dados por Dios, los cuales deben ser distribuidos de conformidad con el bien común de la sociedad. Por todos los motivos que hemos expuesto, creemos que la Doctrina Social de la Iglesia es el sistema económico más justo dentro de los analizados: es el que más se acerca a la justicia como virtud y a esa constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo. Y para finalizar con nuestra exposición monográfica, consideramos necesario regresar a aquella afirmación de Marx que aseveraba que los derechos reconocidos por los ordenamientos jurídicos se ven vulnerados por las políticas económicas que se aplican en el mundo. Reafirmamos que aquí, para nosotros, tiene mucho de cierto lo que formula Marx: hoy en día, una política económica injusta tiene la capacidad de avasallar cualquier derecho esencial reconocido por el ordenamiento jurídico. En líneas generales, el ordenamiento jurídico busca asegurar los derechos fundamentales de los hombres y de esa manera dar a cada uno lo suyo, orientándose a la justicia como virtud. Sin embargo, esos derechos reconocidos por los ordenamientos no serán más que papel mojado si se ven vulnerados por los sistemas económicos imperantes. Y a esto se debe fundamentalmente que, dentro de una carrera de Derecho, hayamos considerado fundamental poner sobre la mesa las
  • 24. 24 distintas doctrinas económicas y pensar cuál está más cerca de respetar las prerrogativas esenciales que reconoce nuestra normativa vigente. Por eso, queremos concluir la presente monografía afirmando que las políticas económicas deberían asegurar los derechos fundamentales de las personas, yendo en consonancia con los lineamientos generales de los ordenamientos jurídicos (a los cuales sin dudas hay que mejorar muchísimo, para asegurar el cumplimiento efectivo de aun más derechos). De esta manera, y únicamente así, será posible asegurar que se le dé a cada uno lo suyo. Únicamente así será posible alcanzar la justicia como virtud. Es inútil pensar si el derecho está sobre la economía o si la economía está sobre el derecho. Lo útil sería que ambos vayan de la mano buscando asegurar los derechos fundamentales de todo ser humano.
  • 25. 25 Bibliografía: - Apuntes de Derecho Político, Cátedra de los Dres. Adolfo Saravia y Javier Barraza. Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador. - Apuntes Orientación al Derecho, Cátedra de los Dres. Schvindt y Gaido. Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador. - Apuntes Seminario I, Dr. Eugenio Ariel Díaz Jausoro. Cátedra del Dr. Montejano. Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador. - Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. - Costa, José Carlos. Manual de Derecho Romano Público y Privado. Abeledo Perrot, Bs. As. 2016. - Evangelio según Marcos. - Fischer, Dornbusch, Schmalensee. Economía, segunda edición, 1989. - Guillermo Rodríguez, “Otra Introducción a Marx”. Bs. As. Catálogos, 1998. - Iván Heyn, Economía Callejera, Bs. As., Ediciones Continente, 2014. - José Antonio Merino. Humanismo Franciscano, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1982. - Josef Pieper, “Las Virtudes Cardinales”, versión española, Madrid, Ediciones Rialp S.A., 1997. - Karl Marx, 1er Manuscrito, Editorial Altaya. - Marx, Engels. Manifiesto Comunista. Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, México, 2011. - Pablo VI, Populorum Progressio. -Papa Francisco, Laudato Si. - Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica. - Texto de Cátedra Angeloz, Orígenes de la Filosofía del Derechos y los Griegos, Filosofía. Facultad de Cs. Jurídicas, Universidad del Salvador.