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Sancho VI de Navarra (1150-1194)
Sancho el Sabio:
el por qué de un nombre




José Ramón Díaz de Durana
Sancho el Sabio: el por qué de un nombre




                   José Ramón Díaz de Durana


   Sancho VI de Navarra (1150-1194)
Sancho el Sabio: el por qué de un nombre


       a Fundación Sancho el Sabio toma su nombre del rey navarro

L      Sancho VI el Sabio que dio fuero a Vitoria en 1181. Su reinado se
       extendió sobre el viejo reino durante casi cuarenta y cuatro años,
entre 1150 y 1194. El objetivo de este trabajo es abordar su biografía, de
modo que el lector pueda conocer algunos de los hechos fundamentales
en los que intervino y sus iniciativas políticas, militares y diplomáticas.
En primer lugar, trataré de concretar por qué ha pasado a la historia con
ese sobrenombre. A continuación, siguiendo a quienes se han ocupado de
estudiar su reinado –especialmente a los profesores José María Lacarra,
Ángel J. Martín Duque, Luis Javier Fortún y Juan Francisco Elizari– divi-
diré su reinado en cuatro etapas, en torno a las cuales organizaré la infor-
mación sobre el mismo.

1. ¿Por qué se le conoce como Sancho VI el Sabio?
      El calificativo de Sabio, según el profesor José María Lacarra, ya
fue utilizado durante el siglo XIII para distinguirlo de su hijo y sucesor, a
quien calificarán como el Valiente o el Fuerte. Así se recoge en el
Cronicón latino que sigue a algunos manuscritos del Fuero General de
Navarra que lo califica de vir magnae sapientiae –varón de gran sabidu-
ría–, valoración que está presente a finales del siglo XIV en la Crónica
d’Espayña de García de Eugui: “fue mucho buen rey en Nabarra e sabio”,



                                    39
SANCHO EL SABIO




o en la Crónica del Príncipe de Viana, escrita a mediados del siglo XV:
“Acabados sus días el rey don García Remíriz, començó de regnar su fijo
don Sancho el Sabio, el quoal, como su nombre denotó, fue hombre de
grant sabiduría…”. Ignoramos cuál era la sabiduría que le atribuían los
intelectuales navarros responsables de la elaboración del discurso sobre el
devenir histórico del reino al final de la Edad Media, pero todo parece
indicar que hacen referencia a su habilidad política, es decir, al gobierno
prudente de los asuntos del reino durante su extenso reinado. Es esta una
clave de obligada referencia para entender por qué Sancho VI fue conoci-
do desde entonces como el Sabio. Como ha afirmado Ángel J. Martín
Duque “…las realizaciones de Sancho el Sabio parecen evidenciar, entre
otras condiciones, una notable prudencia, rara habilidad, sensatez y pon-
deración, y también, según los momentos y circunstancias, importantes
dosis de audacia y fortaleza, tenacidad y valor a toda prueba”.

2. La herencia política de García Ramírez. El ascenso al trono
      Sancho VI accedió al trono a la muerte de su padre, García Ramírez,
en 1150. Apenas contaba diecisiete años. Su edad coincidía prácticamen-
te con la restauración de la dinastía pamplonesa en 1134, protagonizada
por su padre a la muerte de Alfonso I el Batallador sin sucesión directa.
Las empresas políticas y militares desarrolladas durante su reinado estu-
vieron destinadas precisamente a consolidar la supervivencia de la inaca-
bada restauración paterna de la monarquía, y a mantener la independen-
cia tanto frente al reino de Aragón, al que había estado asociado entre
1076 y 1134, como frente al poderoso reino de Castilla. Una tarea com-
pleja. Su padre había frenado las pretensiones legitimistas aragonesas,
pero no había logrado anularlas definitivamente. Para la Curia romana
padre e hijo fueron, simplemente, un dux Pampilonensium o Navarrorum.
Solo Sancho el Fuerte fue saludado como rex. Por otra parte, ambos rei-
nos habían dejado a los navarros sin frontera con Al-Andalus, bloquean-
do de ese modo su futura expansión territorial. Su soberanía estaba limi-
tada por la vinculación vasallática que había establecido su antecesor con
el emperador Alfonso VII, un título que reivindicaba la hegemonía caste-
llano-leonesa en la península.



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Sancho el Sabio: el por qué de un nombre




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1. Vista general del casco medieval de Vitoria –en realidad Nova Victoria–, el nuevo nombre con el
que se denominó a la vieja aldea de Gasteiz. Fototeca Caja Vital Kutxa.




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SANCHO EL SABIO




       Pero las dificultades para consolidar la monarquía pamplonesa no
solo tenían relación con los reinos vecinos o la Curia romana. En su pro-
pio reino, la política de Sancho, estaba condicionada por las circunstan-
cias en las que se produjo la restauración de la monarquía y por el siste-
ma de elección propio del reino basado en el consenso con la minoría
nobiliaria dirigente. Por ello, había de tener en cuenta a los barones que
habían colaborado en la restauración, siempre deseosos de cobrarse los
servicios prestados. Algunos de ellos, como el Conde Vela Ladrón, uno de
los más significados representantes de los milites alavenses, le abandona-
ron, rompiendo la fidelidad debida a su señor natural sustituyéndola por
la del rey castellano. Pero los linajes a los que pertenecían permanecieron
en la Curia regia y le sirvieron en el control del territorio: los Rada, los
Almoravid, los Aibar, los Lehet, los Subiza, los Oteiza, los Azagra y los
Vela.

3. Las etapas del reinado
       Durante su extenso reinado, Sancho VI, puso en marcha un conjun-
to de iniciativas políticas y militares con el objetivo de asegurar la dinas-
tía y recuperar los dominios que históricamente se le habían reconocido,
así como mantener la independencia del reino frente a sus poderosos veci-
nos. Adoptó también decisiones desde el punto de vista interno tratando
de incrementar los recursos de la Corona, ordenar y articular el espacio
occidental del reino, etc. El profesor Ángel J. Martín Duque, buen cono-
cedor de su reinado, lo ha dividido en cuatro periodos que tomaré como
referencia para ordenar la narración. La primera etapa se desarrolló entre
los años 1150 y 1158, un periodo durante el cual se mantiene el vasallaje
a Castilla. La segunda, entre 1159 y 1169, se corresponde con la recupe-
ración de los dominios históricos de la dinastía pamplonesa. Durante la
tercera, entre 1170 y 1179, se produce la reacción de Castilla, si bien el
monarca navarro logra el reconocimiento de un espacio de soberanía que
hasta entonces se le había negado. Finalmente, durante la última, entre
1180 y 1194, Sancho VI mira hacia el interior de su reino y avanza en la
reordenación de la monarquía.




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2 y 3. Santuario de Estíbaliz. Fototeca Caja Vital Kutxa.




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SANCHO EL SABIO




a) Bajo la tutela del emperador castellano-leonés.
      Los primeros años del reinado de Sancho VI estuvieron marcados
por el vasallaje a Alfonso VII. Inicialmente, siguiendo la estela de su
padre, apenas unas semanas más tarde de la muerte de éste, se aproximó
al conde barcelonés Ramón Berenguer IV con el que mantuvo una reu-
nión en Fillera, cerca de Sos, con el fin de concretar una futura campaña
conjunta contra los musulmanes en el Maestrazgo. Sin embargo, la entre-
vista fracasó gracias a la rápida intervención del emperador castellano-
leonés que acordó con el conde barcelonés el reparto del reino de
Pamplona. Quizá, como ha afirmado el profesor A. J. Martín Duque, el
tratado de Tudején –un lugar cercano a Fitero–, firmado a finales de enero
de 1151, era una maniobra castellana que trataba de intimidar al monarca
navarro. Si así fue, surtió efecto: tres días más tarde renovaba el homena-
je que su padre había hecho a Alfonso VII y asistía a la boda de su her-
mana Blanca con el hijo del emperador, el futuro Sancho III. Apenas dos
años más tarde, el dos de junio, en Soria, los lazos entre el monarca nava-
rro y el emperador, entre el reino de Pamplona y el reino castellano leo-
nés, se anudaron aún más: Alfonso VII nombró caballero a Sancho VI y
le entregó a su hija Sancha en matrimonio.
      La vinculación vasallática que mantenía con Castilla lastraba consi-
derablemente su actuación. Se ha hablado de él como un régulo, un reye-
zuelo dominante en un reino menor. No obstante, un conjunto de luctuo-
sos acontecimientos en la corte castellana –las muertes de su hermana
Blanca (1156), de Alfonso VII (1157) y de su sucesor Sancho III (1158),
con quien había renovado el vasallaje– y la minoría de edad de Alfonso
VIII, que contaba con apenas tres años cuando accedió al trono, modifi-
caron sensiblemente las relaciones con Castilla, desligándose del vasalla-
je concertado con los monarcas de ese reino hasta entonces.

b) La recuperación de los dominios históricos: el reino de Navarra.
      Los acontecimientos señalados y la posterior muerte de Ramón
Berenguer IV en 1162, aceleraron los proyectos de Sancho VI. Para
empezar, acordó una tregua con los tutores de Alfonso II de Aragón que
habría de durar trece años. De ese modo, pudo concentrar toda su energía



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Sancho el Sabio: el por qué de un nombre




en la frontera con Castilla, sumida en esos años en la solución de graves
problemas internos. El objetivo era la recuperación de los dominios his-
tóricos de la Corona pamplonesa antes de su desaparición en 1076. En
octubre de 1162 inició una campaña militar en tierras riojanas, conquis-
tando rápidamente Logroño, Navarrete y Entrena, mientras que Nájera y
Calahorra resistieron la ofensiva navarra. La campaña se prolongó inu-
sualmente hasta marzo de 1163, penetrando hacia el corazón de Castilla e
incorporando, entre otras plazas, Grañón, Briviesca, Miranda de Ebro,
Ameyugo, Santa Gadea y Salinas de Añana. La ofensiva había sido exito-
sa: la mayor parte de la Rioja obedecía al rey de Navarra y se había abier-
to una cuña en el territorio castellano desde Miranda de Ebro y la Bureba.
Se recuperó también Álava, con Estíbaliz, Divina y la tierra de Durango,
cuyo conde, Vela, se incorporó de nuevo al servicio de Sancho VI.
       Pero la actividad militar del rey navarro no se redujo a la frontera
castellana. Aragón y Castilla habían bloqueado la expansión territorial del
reino alejándolo de Al-Andalus. La nobleza no intervenía bajo el pendón
real navarro en las campañas contra los musulmanes y no participaba del
botín producto de la guerra. Espoleado quizá por los propios nobles,
Sancho, en el contexto de la transición entre el dominio almorávide y el
de los nuevos invasores almohades, se involucró en las tareas de conquis-
ta en las que participaban castellanos y aragoneses. En la primavera de
1163, condujo a los suyos a tierras levantinas en socorro del “Rey Lobo”
de Murcia que tradicionalmente había recurrido, para defenderse de los
almohades, a otros reyes cristianos. En estos contactos se enmarcan los
episodios relacionados con el control posterior por uno de los magnates,
Pedro Ruiz de Azagra, del enclave navarro de Albarracín.
       La conquista de nuevas tierras y la participación en empresas mili-
tares más allá de los límites soñados por generaciones anteriores, fueron
posibles gracias al apoyo de la nobleza y de las gentes de las villas del
reino. Por un lado, Sancho, al igual que su padre, mediante donaciones de
tierras y lugares, había alcanzado cierto entendimiento con las órdenes
militares, principales agraviadas en 1134 en la sucesión de Alfonso I el
Batallador. En esas fechas, se incorpora una nueva generación de la noble-
za navarra y, además, algunos magnates del reino que le habían abando-
nado y se habían situado al servicio del monarca castellano, volvieron a



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SANCHO EL SABIO




la fidelidad del rey navarro que, para asegurarla en el futuro, les entregó
nuevos honores. A Pedro Ruiz de Arazuri le encomendó el gobierno de
Tudela (1159) y más tarde, una vez conquistada, la villa de Logroño
(1162). Lo mismo sucedió en el caso del conde Vela Ladrón, cuya fami-
lia enseñoreaba Álava y Vizcaya, pues en 1162, era tenente en Guipúzcoa.
       La superación de las fronteras del reino estuvo precedida, durante
los meses anteriores a la campaña, de acuerdo con el profesor A. J. Martín
Duque, de un rearme ideológico que “revela una mutación conceptual de
la realeza navarra frente a cualquier vasallaje hacia arriba y hacia abajo,
y contra toda tacha de ilegitimidad”. Se introduce entonces en los diplo-
mas regios un cambio aparentemente formal que consiste en sustituir la
vieja intitulación que venían utilizando los reyes desde 1134
–Pampilonensium rex, rey de los pamploneses, un término que identifica
a los miembros de los linajes nobiliarios articuladores de la sociedad
navarra–, por una nueva: rex Navarre o Navarrorum, que “desvela un pro-
yecto más o menos consciente de integración social” que abarca al con-
junto de los estamentos del cuerpo social del reino “como una reacción
frente a la cúspide privilegiada de los barones y sus veleidades plurivasa-
lláticas”. No es este un asunto menor, sino “la proclamación explícita de
una imagen de la realeza en consonancia con otros ámbitos de soberanía,
por ejemplo el de Castilla y León. Y comporta al parecer un repudio
implícito de cualquier especie de vasallaje a un monarca extraño”. Todo
ello, aún más, dotaba a la autoridad real de una mayor proyección territo-
rial de la soberanía y relegando a un segundo plano la personal.

c) La contraofensiva castellana.
      Coincidiendo con la mayoría de edad de Alfonso VIII, a partir de
1169 vuelve a producirse un reajuste de fronteras. Los acuerdos de 1170
entre Castilla y Aragón –Alfonso II de Aragón era tío de Alfonso VIII–, la
boda del rey castellano con Leonor Plantagenet –aún una niña– hija de
Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, en el verano de ese año
en Tarazona, crearon lazos diplomáticos entre los reinos vecinos que fue-
ron cercando el territorio navarro. Las campañas militares desarrolladas
entre los años 1173 y 1176, alguna de ellas realizada conjuntamente con



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Sancho el Sabio: el por qué de un nombre




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4. La villa fortificada de Antoñana recibió el Fuero de Logroño en 1182. Fototeca Caja Vital Kutxa.
5. Basílica de San Prudencio en Armentia. Fototeca Caja Vital Kutxa.




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el rey aragonés, permitieron al castellano penetrar en Navarra a fines de
julio de 1176 y conquistar el castillo de Leguín, la clave del sistema de
reductos fortificados navarros que vigilaban los accesos de Pamplona,
forzando de ese modo el armisticio. Apenas unos días más tarde, el 25 de
agosto, Sancho VI y Alfonso VIII decidieron someterse al arbitraje de
Enrique II, rey de Inglaterra, y establecieron una tregua de siete años.
       Los argumentos de las partes eran prolijos y arrancaban del siglo
anterior, de la época de García de Nájera y Alfonso VI. En síntesis, como
propuso el profesor José María Lacarra, los castellanos reclamaban las
tierras conquistadas por Sancho VI durante sus campañas de los años
sesenta, argumentando que se había tratado de un despojo violento, por
invasión. Así mismo mencionaban la existencia de un vasallaje de los
monarcas navarros hacia Alfonso VI, Alfonso VII y Sancho III, que había
sido roto unilateralmente por Sancho el Sabio. Reivindicaban, también, la
mitad de Tudela argumentando que pertenecía a Alfonso VIII por heren-
cia materna. Los navarros, por el contrario, afirmaban que sus fronteras
habían sido violadas en el siglo XI por Alfonso VI y más tarde, por
Alfonso VII y Alfonso VIII. En estos términos de desacuerdo absoluto se
produjo el arbitraje. La sentencia de Enrique II, dictada en Westminster en
marzo de 1177, mandaba restituir a las partes las conquistas hechas en
tiempo de Alfonso VIII, es decir, Logroño, Navarrete, Entrena, Autol y
Ausejo, a Castilla; Leguín, Portilla y el castillo de Godín, a Navarra. Les
ordenaba también guardar la tregua y que Alfonso VIII pagara a Sancho
3.000 maravedíes anuales durante 10 años.
       Este arbitraje, con todo, no agradó a las partes, particularmente en
lo tocante a las tierras alavesas, guipuzcoanas y vizcaínas. La pacificación
sólo llegó en 1179 después de una entrevista personal entre los reyes cele-
brada entre Nájera y Logroño. Se estableció allí, con precisión, una fron-
tera en la que, esencialmente, las tierras al sur del Ebro, entre Alfaro y
Miranda de Ebro, quedaban en manos castellanas. Al norte, Navarra man-
tenía Laguardia, Portilla y llegaba hasta el mar cantábrico incluyendo
Zuiabarrutia y Durango, sobre una línea divisoria que, según J. González,
discurría por el Nervión y el Bayas. Las tierras reclamadas por Navarra en
Burgos y Soria quedaban para Castilla. El acuerdo, pretendía arreglar para
siempre las diferencias fronterizas entre ambos reinos, pero conviene



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Sancho el Sabio: el por qué de un nombre




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6. Documento del Fuero de Vitoria (1181).
7. La restauración del reino de Navarra (1134-1194). Atlas de Navarra Geográfico-Económico-
Histórico, Caja de Ahorros de Navarra, Badalona, 1977, p. 47.




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SANCHO EL SABIO




recordar que, apenas veinte años más tarde, en 1200, Alfonso VIII incor-
poró definitivamente a Castilla las tierras alavesas –a excepción de las tie-
rras de la actual Rioja alavesa que lo fueron en 1461– y las guipuzcoanas.
       Los acuerdos fijaron las fronteras, pero la evolución política de la
zona dependió fundamentalmente –como ha puesto de relieve reciente-
mente Ignacio Álvarez Borge– de la posición adoptada por las grandes
familias que controlaban ese espacio. Así, cuando Sancho el Sabio con-
quistó parte de la Rioja actual, en algunos lugares fueron nombrados
tenentes navarros, pero las grandes familias continuaron asentadas en el
territorio y vinculadas al rey de Castilla, lo cual provocó la debilidad del
rey navarro al sur del Ebro y favoreció la recuperación de esa demarca-
ción durante los años siguientes. El desarrollo de los poderes señoriales
era lo que realmente condicionaba la vida en la frontera en esos años.
        Finalmente, conviene resaltar con el profesor A. J. Martín Duque
que tanto el arbitraje de Westminster como los acuerdos entre ambos
monarcas, se tradujeron en el caso navarro en el reconocimiento de un
espacio propio, de plena soberanía, que hasta entonces, y desde 1134,
había sido cuestionado por los monarcas aragoneses y castellanos.

d) La reordenación del reino
      Hasta entonces, Sancho VI había actuado con gran prudencia y
habilidad en la esfera militar y diplomática hasta alcanzar el reconoci-
miento de un espacio propio de soberanía equiparable al resto de los rei-
nos hispánicos. En el tramo final de su vida, dedicó mayor atención a los
asuntos internos del reino. En primer lugar, al territorio nuclear de
Navarra. La normalización de las relaciones con los reinos vecinos impul-
só y multiplicó la actividad de los centros urbanos más importantes del
reino, particularmente los de Pamplona, Tudela y Estella, que incremen-
taron su población al formarse nuevos barrios. Así en Pamplona se crea el
burgo de San Nicolás (1174-1177), articulado en torno a esa parroquia.
Lo mismo ocurrió en Estella: al otro lado del Ega fueron surgiendo espon-
táneamente el barrio de San Miguel (1187), el de San Juan (1188) y el de
San Salvador (1188). También en Sangüesa se desarrolla, en este caso al
otro lado del río Aragón, el barrio del Pueyo de Castellón (1186).



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Sancho el Sabio: el por qué de un nombre




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8. El recinto amurallado cobijó a gentes procedentes sobre todo de las aldeas de la Llanada.
Reconstrucción de las murallas de Vitoria. Fototeca Caja Vital Kutxa.




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SANCHO EL SABIO




       Las nuevas pueblas, acogen a francos y autóctonos y todas ellas
reciben en las fechas señaladas cartas de franquicia. El Camino de
Santiago es el eje vertebrador del crecimiento urbano y comercial del
reino, pero la concesión de fueros y la formación de núcleos urbanos se
utilizó también para asegurar la frontera con Castilla. Si en la etapa ante-
rior se habían creado Laguardia (1164) y San Vicente de la Sonsierra
(1172), ahora recibirán el fuero de Logroño, Vitoria (1181), Antoñana y
Bernedo (1182) y La Puebla de Arganzón (1191).
       El rey Sabio modificó también de un modo sensible, y en paralelo
a lo que sucedía en el resto de Europa, las cargas que pagaban los cam-
pesinos. Esto sucedió especialmente en las tierras de realengo, es decir, en
los lugares que pertenecían al rey, allí donde era él quien recibía las car-
gas de los censos y prestaciones que debían los campesinos. Se trata de
un proceso que conocemos con el nombre de unificación de pechas, bien
estudiado por J. Fortún. Consistió básicamente en la simplificación de las
numerosas cargas que pagaban hasta entonces los campesinos sustituyén-
dolas por una cantidad anual asociada a cada casa o a la comunidad cam-
pesina. Apenas contienen referencias a prestaciones en trabajo. El nuevo
sistema permitió multiplicar los ingresos de la Corona y reducir los cos-
tes de recaudación. El proceso desborda el reinado de Sancho el Sabio:
estuvo en vigor hasta la segunda mitad del siglo XIII. Y permitió un ali-
geramiento progresivo de las cargas y prestaciones y la abolición de
malos usos; supuso, en definitiva, una serie de mejoras en la situación
social de la población aldeana.
       Pero las medidas destinadas a ordenar y fortalecer internamente el
reino no solo se concentraron en la Navarra nuclear. También alcanzaron
a las tierras alavesas, guipuzcoanas y vizcaínas que habían quedado incor-
poradas al reino después del acuerdo de 1179. El profesor A. J. Martín
Duque plantea como hipótesis que Sancho el Sabio se propuso trasladar
algunos modelos del ordenamiento político y social vigentes entonces en
Navarra a sus dominios alaveses. Política que, de acuerdo con L. J. Fortún,
continuó Sancho VII el Fuerte, su sucesor. No resulta en absoluto desca-
bellado, aunque había algunos obstáculos de cierta importancia, en parti-
cular la ausencia de grupos burgueses en asentamientos urbanos y de
dominios directos de la Corona. Buena prueba de ese traslado fue la apli-



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9. En 1164 Sancho VI de Navarra creó la villa de Laguardia. Fototeca Caja Vital Kutxa.




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SANCHO EL SABIO




cación en Álava del régimen de honores y tenencias desde la periferia
navarra hasta el corazón de la Llanada y de Guipúzcoa, así como la crea-
ción de dos centros urbanos que recogían las sinergias existentes en cada
una de las áreas –San Sebastián (1180) y Vitoria (1181)– que configura-
rán núcleos de población burguesa ligados directamente al monarca.
      Desde el punto de vista de la política exterior, destaca la expansión
ultrapirenáica y la proyección navarra en la tierra de Cisa, en
Ultrapuertos, lo que sería la Baja Navarra. Esta presencia está asociada al
matrimonio entre Berenguela, hija de Sancho VI, y Ricardo Corazón de
León, rey de Inglaterra, en Chipre, en mayo de 1191. Un matrimonio que,
como ha señalado Susana Herreros, propició una alianza anglo-navarra
que se tradujo en el reconocimiento del asentamiento navarro en esas tie-
rras hasta entonces de dominio inglés.

4. Sancho el Sabio y el fuero de Vitoria de 1181
      He reseñado hasta aquí, brevemente, el reinado de Sancho VI el
Sabio de Navarra. Pero la relación entre nuestro protagonista y la
Fundación que hoy lleva su nombre está estrechamente relacionado con la
concesión del fuero a Vitoria. Vitoria –en realidad Nova Victoria– es el
nuevo nombre con el que se denomina a la vieja aldea de Gasteiz, un lugar
de cierta importancia desde el punto de su población, cuyos habitantes
recibirán el fuero de Logroño en septiembre de 1181.
      El profesor José Ángel García de Cortázar ha destacado que esta
decisión de Sancho VI es fruto de la voluntad, manifestada en distintos
momentos a lo largo de su reinado, de fortalecer el realengo en el corazón
del territorio del señorío colectivo de los seniores alavenses. La elección
del emplazamiento, a la nueva luz de los descubrimientos realizados en
las excavaciones del subsuelo y de las inmediaciones de la llamada
Catedral Vieja de Santa María –publicados por A. Azkarate y J. L.
Solaun–, no fue adoptada al azar. En aquellos momentos, la aldea de
Gasteiz era un asentamiento sólidamente fortificado que sugiere procesos
anteriores de encuadramiento del campesinado por los poderes feudales al
igual que en otras áreas europeas. La fortificación demostró sobradamen-
te sus potencialidades defensivas al resistir durante varios meses a



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Sancho el Sabio: el por qué de un nombre




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                                                                                                       11

10 y 11. La elección del emplazamiento de Vitoria, a la nueva luz de los descubrimientos realiza-
dos en las inmediaciones de la Catedral Vieja de Santa María, no fue adoptada al azar. Fototeca
Caja Vital Kutxa.




                                              55
SANCHO EL SABIO




Alfonso VIII en 1200. El rey navarro aprovechó, además, como ha seña-
lado J. Á. García de Cortázar, la dinámica de crecimiento de la Llanada y
la polarización de unos ciertos núcleos de autoridad dentro de ella, tanto
desde el punto de vista político y mercantil –los mercados de Estíbaliz y
Divina–, como desde el punto de vista eclesiástico –Armentia– .
       El fuero de Vitoria remite al ordenamiento jurídico logroñés salvo
en una excepción que hace referencia a la nivelación del estatuto jurídico
de clérigos e infanzones con las gentes que acuden a Vitoria: todos debe-
rán contribuir pagando en los asuntos comunes. Presenta además algunas
adiciones que, según señaló G. Martínez Díez, lo caracterizan. Entre todas
ellas destacan la elección popular del alcalde, un gran paso hacia la auto-
nomía del concejo que otras villas aún no habían alcanzado, y la inclusión
de un precepto que ordena que las adquisiciones de tierras se hagan
mediante documento escrito con testigos y fiador, un avance en el campo
de las garantías en la compraventa de inmuebles de gran utilidad para la
futura evolución del término de la villa, pues los vitorianos, durante los
años siguientes, fueron comprando tierras a los hidalgos de las aldeas cer-
canas permitiéndoles ampliar el exiguo término municipal que les fue
entregado en el fuero.
       El éxito de la nueva villa fue inmediato. El recinto amurallado cobi-
jó a gentes procedentes de otras tierras y sobre todo de las aldeas de la
Llanada: campesinos dependientes que abandonaron las tierras de los
seniores alavenses que hasta entonces cultivaban y se instalaron en las
calles del nuevo centro urbano incorporándose progresivamente a las acti-
vidades artesanales de la nueva villa. El nuevo fuero igualaba a campesi-
nos e hidalgos y, muy pronto, estas gentes dieron muestras de su dina-
mismo y de su espíritu emprendedor en el artesanado y el comercio.
Fueron enriqueciéndose y comprando tierras a los hidalgos de las inme-
diaciones. La decisión real de fundar una villa en el corazón de las tierras
de los señores y el éxito de sus gentes fueron interpretadas por estos últi-
mos como una amenaza a sus tradicionales bases de poder.
Probablemente, el mejor testimonio de su reacción fue el apoyo en 1200
a Alfonso VIII, facilitando la conquista y definitiva incorporación de
Vitoria y de las tierras alavesas y guipuzcoanas a la Corona castellana.



                                    56
Sancho el Sabio: el por qué de un nombre




5. El legado del rey sabio
       Sancho el Sabio murió el 27 de junio de 1194, cuando contaba con
sesenta años. Fue enterrado en la catedral de Pamplona. Estuvo casado
con Sancha, hija de Alfonso VII el Emperador, que murió en agosto de
1179. Le sobrevivieron cinco hijos: el primogénito y heredero, el futuro
Sancho VII el Fuerte, Fernando, Constanza, Berenguela, que acabará
casándose con Ricardo I de Inglaterra, y Blanca que se casó con Teobaldo
III, conde de Chanpaña.
       Reinó durante casi cuarenta y cuatro años. El Libro de las genera-
ciones, elaborado durante el último cuarto del siglo XIII, se refería a ese
periodo del siguiente modo: “El rey don Sancho fo buen rey et mantovo
justicia et fo buen guerrero et gano siempre de sus vecinos. Nunca en sus
días non perdió nada, si por avenencia non fo”. Una valoración que acep-
tan los estudiosos de su reinado cuando destacan que el rey Sabio “demos-
tró, en palabras del profesor José María Lacarra, una gran sabiduría polí-
tica al conservar la integridad de su reino pese a las fuertes presiones de
Castilla y de Aragón: ataca en el momento oportuno y se apresura a nego-
ciar cuando las armas no pueden decidir el triunfo”. Su esfuerzo por cons-
truir una unidad política más grande y fuerte tuvo éxito. La monarquía
navarra, como ha subrayado J. F. Elizari, ganó durante esos años “en cohe-
rencia interna y definición territorial”.
       Este es, sin duda, uno de los elementos esenciales de su reinado que
remató con una proyección exterior difícilmente imaginable durante el
periodo anterior: construyó una red de alianzas matrimoniales con
Ricardo Corazón de León y Teobaldo de Chanpaña, cuyos descendientes
heredarán el reino en el siglo XIII. Estos apoyos externos ayudarán a fre-
nar los ataques de castellanos y aragoneses. Pero tan largo y fructífero rei-
nado, coronado por el título de rex Navarre, fue posible gracias al desa-
rrollo agrícola y al dinamismo de las gentes de las villas del reino sobre
las que el rey se apoyó entregándoles importantes fueros. En esos años
aumentaron los burgos de francos en Pamplona y Estella, aumentó la
población del reino y se vivió, pese a las carestías, una etapa de cierta
bonanza económica que, a su vez, financió la expansión del reino.




                                    57
SANCHO EL SABIO




Bibliografía
      Para elaborar este estudio he utilizado los siguientes trabajos: J. Mª
Lacarra, Historia política del Reino de Navarra desde sus orígenes hasta
su incorporación a Castilla, Pamplona, 1972; “En torno a los fueros
municipales navarros de la segunda mitad del siglo XII”, Vitoria en la
Edad Media, Vitoria, 1982, pp. 255-264; A. Martín Duque, “Sancho el
Sabio y el fuero de Vitoria”, Vitoria en la Edad Media, Vitoria, 1982, pp.
283-295; A. Martín Duque, “La restauración de la monarquía Navarra y
las órdenes militares (1134-1194), Homenaje a D. José Mª Lacarra de
Miguel en su jubilación del profesorado: estudios medievales, I,
Zaragoza, 1977, pp. 331-337; J. Fco. Elizari, Sancho VI el Sabio de
Navarra, Pamplona, 1991; L. J. Fortún, “La quiebra de la soberanía nava-
rra en Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado (1199-1200), Revista
Internacional de los Estudios Vascos, 45-2 (2000), pp. 439-494; L. J.
Fortún, “Los fueros menores y el señorío realengo en Navarra (siglos XI-
XIV”, Príncipe de Viana, 46 (1985), pp. 603-673. Sobre las relaciones
con la Corona de Castilla: J. González, El reino de Castilla en la época de
Alfonso VIII, 3 vols, Madrid, 1960; “Alfonso VIII en Álava”, Vitoria en la
Edad Media, Vitoria, 1982, pp. 241-251; I. Álvarez Borge, Cambios y
Alianzas. La política regia en la frontera del Ebro en el reinado de
Alfonso VIII de Castilla (1158-1214), Madrid, 2008. En torno a la funda-
ción de las villas y la reordenación del espacio occidental: José Ángel
García de Cortázar, “La sociedad alavesa medieval antes de la concesión
del Fuero de Vitoria”, Vitoria en la Edad Media, Vitoria, 1982, pp. 87-
114; José Ángel García de Cortázar, “La sociedad guipuzcoana antes del
Fuero de San Sebastián”, El Fuero de San Sebastián y su época, San
Sebastián, 1982, pp. 89-109; J. Gautier Dalché, “Formation et develope-
ment du réseau urbain médiéval en Álava”, Vitoria en la Edad Media, pp.
217-237, Vitoria 1982; G. Martínez Díez, Álava Medieval, 2 vols.,
Vitoria, 1974.



                                    58
Sancho el Sabio: el por qué de un nombre




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                                                                                                      13

12. Puerta de Santa Ana en Durango (Bizkaia), incluida en los dominios de Navarra, que llegaban
entonces hasta el Cantábrico. Fototeca Caja Vital Kutxa.
13. Vista general de Durango (Bizkaia). Fototeca Caja Vital Kutxa.




                                             59
Sancho VI de Navarra (1150-1194) Sancho el Sabio el por qué de un nombre

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Sancho VI de Navarra (1150-1194) Sancho el Sabio el por qué de un nombre

  • 1. Sancho VI de Navarra (1150-1194) Sancho el Sabio: el por qué de un nombre José Ramón Díaz de Durana
  • 2.
  • 3. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre José Ramón Díaz de Durana Sancho VI de Navarra (1150-1194) Sancho el Sabio: el por qué de un nombre a Fundación Sancho el Sabio toma su nombre del rey navarro L Sancho VI el Sabio que dio fuero a Vitoria en 1181. Su reinado se extendió sobre el viejo reino durante casi cuarenta y cuatro años, entre 1150 y 1194. El objetivo de este trabajo es abordar su biografía, de modo que el lector pueda conocer algunos de los hechos fundamentales en los que intervino y sus iniciativas políticas, militares y diplomáticas. En primer lugar, trataré de concretar por qué ha pasado a la historia con ese sobrenombre. A continuación, siguiendo a quienes se han ocupado de estudiar su reinado –especialmente a los profesores José María Lacarra, Ángel J. Martín Duque, Luis Javier Fortún y Juan Francisco Elizari– divi- diré su reinado en cuatro etapas, en torno a las cuales organizaré la infor- mación sobre el mismo. 1. ¿Por qué se le conoce como Sancho VI el Sabio? El calificativo de Sabio, según el profesor José María Lacarra, ya fue utilizado durante el siglo XIII para distinguirlo de su hijo y sucesor, a quien calificarán como el Valiente o el Fuerte. Así se recoge en el Cronicón latino que sigue a algunos manuscritos del Fuero General de Navarra que lo califica de vir magnae sapientiae –varón de gran sabidu- ría–, valoración que está presente a finales del siglo XIV en la Crónica d’Espayña de García de Eugui: “fue mucho buen rey en Nabarra e sabio”, 39
  • 4. SANCHO EL SABIO o en la Crónica del Príncipe de Viana, escrita a mediados del siglo XV: “Acabados sus días el rey don García Remíriz, començó de regnar su fijo don Sancho el Sabio, el quoal, como su nombre denotó, fue hombre de grant sabiduría…”. Ignoramos cuál era la sabiduría que le atribuían los intelectuales navarros responsables de la elaboración del discurso sobre el devenir histórico del reino al final de la Edad Media, pero todo parece indicar que hacen referencia a su habilidad política, es decir, al gobierno prudente de los asuntos del reino durante su extenso reinado. Es esta una clave de obligada referencia para entender por qué Sancho VI fue conoci- do desde entonces como el Sabio. Como ha afirmado Ángel J. Martín Duque “…las realizaciones de Sancho el Sabio parecen evidenciar, entre otras condiciones, una notable prudencia, rara habilidad, sensatez y pon- deración, y también, según los momentos y circunstancias, importantes dosis de audacia y fortaleza, tenacidad y valor a toda prueba”. 2. La herencia política de García Ramírez. El ascenso al trono Sancho VI accedió al trono a la muerte de su padre, García Ramírez, en 1150. Apenas contaba diecisiete años. Su edad coincidía prácticamen- te con la restauración de la dinastía pamplonesa en 1134, protagonizada por su padre a la muerte de Alfonso I el Batallador sin sucesión directa. Las empresas políticas y militares desarrolladas durante su reinado estu- vieron destinadas precisamente a consolidar la supervivencia de la inaca- bada restauración paterna de la monarquía, y a mantener la independen- cia tanto frente al reino de Aragón, al que había estado asociado entre 1076 y 1134, como frente al poderoso reino de Castilla. Una tarea com- pleja. Su padre había frenado las pretensiones legitimistas aragonesas, pero no había logrado anularlas definitivamente. Para la Curia romana padre e hijo fueron, simplemente, un dux Pampilonensium o Navarrorum. Solo Sancho el Fuerte fue saludado como rex. Por otra parte, ambos rei- nos habían dejado a los navarros sin frontera con Al-Andalus, bloquean- do de ese modo su futura expansión territorial. Su soberanía estaba limi- tada por la vinculación vasallática que había establecido su antecesor con el emperador Alfonso VII, un título que reivindicaba la hegemonía caste- llano-leonesa en la península. 40
  • 5. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre 1 1. Vista general del casco medieval de Vitoria –en realidad Nova Victoria–, el nuevo nombre con el que se denominó a la vieja aldea de Gasteiz. Fototeca Caja Vital Kutxa. 41
  • 6. SANCHO EL SABIO Pero las dificultades para consolidar la monarquía pamplonesa no solo tenían relación con los reinos vecinos o la Curia romana. En su pro- pio reino, la política de Sancho, estaba condicionada por las circunstan- cias en las que se produjo la restauración de la monarquía y por el siste- ma de elección propio del reino basado en el consenso con la minoría nobiliaria dirigente. Por ello, había de tener en cuenta a los barones que habían colaborado en la restauración, siempre deseosos de cobrarse los servicios prestados. Algunos de ellos, como el Conde Vela Ladrón, uno de los más significados representantes de los milites alavenses, le abandona- ron, rompiendo la fidelidad debida a su señor natural sustituyéndola por la del rey castellano. Pero los linajes a los que pertenecían permanecieron en la Curia regia y le sirvieron en el control del territorio: los Rada, los Almoravid, los Aibar, los Lehet, los Subiza, los Oteiza, los Azagra y los Vela. 3. Las etapas del reinado Durante su extenso reinado, Sancho VI, puso en marcha un conjun- to de iniciativas políticas y militares con el objetivo de asegurar la dinas- tía y recuperar los dominios que históricamente se le habían reconocido, así como mantener la independencia del reino frente a sus poderosos veci- nos. Adoptó también decisiones desde el punto de vista interno tratando de incrementar los recursos de la Corona, ordenar y articular el espacio occidental del reino, etc. El profesor Ángel J. Martín Duque, buen cono- cedor de su reinado, lo ha dividido en cuatro periodos que tomaré como referencia para ordenar la narración. La primera etapa se desarrolló entre los años 1150 y 1158, un periodo durante el cual se mantiene el vasallaje a Castilla. La segunda, entre 1159 y 1169, se corresponde con la recupe- ración de los dominios históricos de la dinastía pamplonesa. Durante la tercera, entre 1170 y 1179, se produce la reacción de Castilla, si bien el monarca navarro logra el reconocimiento de un espacio de soberanía que hasta entonces se le había negado. Finalmente, durante la última, entre 1180 y 1194, Sancho VI mira hacia el interior de su reino y avanza en la reordenación de la monarquía. 42
  • 7. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre 2 3 2 y 3. Santuario de Estíbaliz. Fototeca Caja Vital Kutxa. 43
  • 8. SANCHO EL SABIO a) Bajo la tutela del emperador castellano-leonés. Los primeros años del reinado de Sancho VI estuvieron marcados por el vasallaje a Alfonso VII. Inicialmente, siguiendo la estela de su padre, apenas unas semanas más tarde de la muerte de éste, se aproximó al conde barcelonés Ramón Berenguer IV con el que mantuvo una reu- nión en Fillera, cerca de Sos, con el fin de concretar una futura campaña conjunta contra los musulmanes en el Maestrazgo. Sin embargo, la entre- vista fracasó gracias a la rápida intervención del emperador castellano- leonés que acordó con el conde barcelonés el reparto del reino de Pamplona. Quizá, como ha afirmado el profesor A. J. Martín Duque, el tratado de Tudején –un lugar cercano a Fitero–, firmado a finales de enero de 1151, era una maniobra castellana que trataba de intimidar al monarca navarro. Si así fue, surtió efecto: tres días más tarde renovaba el homena- je que su padre había hecho a Alfonso VII y asistía a la boda de su her- mana Blanca con el hijo del emperador, el futuro Sancho III. Apenas dos años más tarde, el dos de junio, en Soria, los lazos entre el monarca nava- rro y el emperador, entre el reino de Pamplona y el reino castellano leo- nés, se anudaron aún más: Alfonso VII nombró caballero a Sancho VI y le entregó a su hija Sancha en matrimonio. La vinculación vasallática que mantenía con Castilla lastraba consi- derablemente su actuación. Se ha hablado de él como un régulo, un reye- zuelo dominante en un reino menor. No obstante, un conjunto de luctuo- sos acontecimientos en la corte castellana –las muertes de su hermana Blanca (1156), de Alfonso VII (1157) y de su sucesor Sancho III (1158), con quien había renovado el vasallaje– y la minoría de edad de Alfonso VIII, que contaba con apenas tres años cuando accedió al trono, modifi- caron sensiblemente las relaciones con Castilla, desligándose del vasalla- je concertado con los monarcas de ese reino hasta entonces. b) La recuperación de los dominios históricos: el reino de Navarra. Los acontecimientos señalados y la posterior muerte de Ramón Berenguer IV en 1162, aceleraron los proyectos de Sancho VI. Para empezar, acordó una tregua con los tutores de Alfonso II de Aragón que habría de durar trece años. De ese modo, pudo concentrar toda su energía 44
  • 9. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre en la frontera con Castilla, sumida en esos años en la solución de graves problemas internos. El objetivo era la recuperación de los dominios his- tóricos de la Corona pamplonesa antes de su desaparición en 1076. En octubre de 1162 inició una campaña militar en tierras riojanas, conquis- tando rápidamente Logroño, Navarrete y Entrena, mientras que Nájera y Calahorra resistieron la ofensiva navarra. La campaña se prolongó inu- sualmente hasta marzo de 1163, penetrando hacia el corazón de Castilla e incorporando, entre otras plazas, Grañón, Briviesca, Miranda de Ebro, Ameyugo, Santa Gadea y Salinas de Añana. La ofensiva había sido exito- sa: la mayor parte de la Rioja obedecía al rey de Navarra y se había abier- to una cuña en el territorio castellano desde Miranda de Ebro y la Bureba. Se recuperó también Álava, con Estíbaliz, Divina y la tierra de Durango, cuyo conde, Vela, se incorporó de nuevo al servicio de Sancho VI. Pero la actividad militar del rey navarro no se redujo a la frontera castellana. Aragón y Castilla habían bloqueado la expansión territorial del reino alejándolo de Al-Andalus. La nobleza no intervenía bajo el pendón real navarro en las campañas contra los musulmanes y no participaba del botín producto de la guerra. Espoleado quizá por los propios nobles, Sancho, en el contexto de la transición entre el dominio almorávide y el de los nuevos invasores almohades, se involucró en las tareas de conquis- ta en las que participaban castellanos y aragoneses. En la primavera de 1163, condujo a los suyos a tierras levantinas en socorro del “Rey Lobo” de Murcia que tradicionalmente había recurrido, para defenderse de los almohades, a otros reyes cristianos. En estos contactos se enmarcan los episodios relacionados con el control posterior por uno de los magnates, Pedro Ruiz de Azagra, del enclave navarro de Albarracín. La conquista de nuevas tierras y la participación en empresas mili- tares más allá de los límites soñados por generaciones anteriores, fueron posibles gracias al apoyo de la nobleza y de las gentes de las villas del reino. Por un lado, Sancho, al igual que su padre, mediante donaciones de tierras y lugares, había alcanzado cierto entendimiento con las órdenes militares, principales agraviadas en 1134 en la sucesión de Alfonso I el Batallador. En esas fechas, se incorpora una nueva generación de la noble- za navarra y, además, algunos magnates del reino que le habían abando- nado y se habían situado al servicio del monarca castellano, volvieron a 45
  • 10. SANCHO EL SABIO la fidelidad del rey navarro que, para asegurarla en el futuro, les entregó nuevos honores. A Pedro Ruiz de Arazuri le encomendó el gobierno de Tudela (1159) y más tarde, una vez conquistada, la villa de Logroño (1162). Lo mismo sucedió en el caso del conde Vela Ladrón, cuya fami- lia enseñoreaba Álava y Vizcaya, pues en 1162, era tenente en Guipúzcoa. La superación de las fronteras del reino estuvo precedida, durante los meses anteriores a la campaña, de acuerdo con el profesor A. J. Martín Duque, de un rearme ideológico que “revela una mutación conceptual de la realeza navarra frente a cualquier vasallaje hacia arriba y hacia abajo, y contra toda tacha de ilegitimidad”. Se introduce entonces en los diplo- mas regios un cambio aparentemente formal que consiste en sustituir la vieja intitulación que venían utilizando los reyes desde 1134 –Pampilonensium rex, rey de los pamploneses, un término que identifica a los miembros de los linajes nobiliarios articuladores de la sociedad navarra–, por una nueva: rex Navarre o Navarrorum, que “desvela un pro- yecto más o menos consciente de integración social” que abarca al con- junto de los estamentos del cuerpo social del reino “como una reacción frente a la cúspide privilegiada de los barones y sus veleidades plurivasa- lláticas”. No es este un asunto menor, sino “la proclamación explícita de una imagen de la realeza en consonancia con otros ámbitos de soberanía, por ejemplo el de Castilla y León. Y comporta al parecer un repudio implícito de cualquier especie de vasallaje a un monarca extraño”. Todo ello, aún más, dotaba a la autoridad real de una mayor proyección territo- rial de la soberanía y relegando a un segundo plano la personal. c) La contraofensiva castellana. Coincidiendo con la mayoría de edad de Alfonso VIII, a partir de 1169 vuelve a producirse un reajuste de fronteras. Los acuerdos de 1170 entre Castilla y Aragón –Alfonso II de Aragón era tío de Alfonso VIII–, la boda del rey castellano con Leonor Plantagenet –aún una niña– hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, en el verano de ese año en Tarazona, crearon lazos diplomáticos entre los reinos vecinos que fue- ron cercando el territorio navarro. Las campañas militares desarrolladas entre los años 1173 y 1176, alguna de ellas realizada conjuntamente con 46
  • 11. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre 4 5 4. La villa fortificada de Antoñana recibió el Fuero de Logroño en 1182. Fototeca Caja Vital Kutxa. 5. Basílica de San Prudencio en Armentia. Fototeca Caja Vital Kutxa. 47
  • 12. SANCHO EL SABIO el rey aragonés, permitieron al castellano penetrar en Navarra a fines de julio de 1176 y conquistar el castillo de Leguín, la clave del sistema de reductos fortificados navarros que vigilaban los accesos de Pamplona, forzando de ese modo el armisticio. Apenas unos días más tarde, el 25 de agosto, Sancho VI y Alfonso VIII decidieron someterse al arbitraje de Enrique II, rey de Inglaterra, y establecieron una tregua de siete años. Los argumentos de las partes eran prolijos y arrancaban del siglo anterior, de la época de García de Nájera y Alfonso VI. En síntesis, como propuso el profesor José María Lacarra, los castellanos reclamaban las tierras conquistadas por Sancho VI durante sus campañas de los años sesenta, argumentando que se había tratado de un despojo violento, por invasión. Así mismo mencionaban la existencia de un vasallaje de los monarcas navarros hacia Alfonso VI, Alfonso VII y Sancho III, que había sido roto unilateralmente por Sancho el Sabio. Reivindicaban, también, la mitad de Tudela argumentando que pertenecía a Alfonso VIII por heren- cia materna. Los navarros, por el contrario, afirmaban que sus fronteras habían sido violadas en el siglo XI por Alfonso VI y más tarde, por Alfonso VII y Alfonso VIII. En estos términos de desacuerdo absoluto se produjo el arbitraje. La sentencia de Enrique II, dictada en Westminster en marzo de 1177, mandaba restituir a las partes las conquistas hechas en tiempo de Alfonso VIII, es decir, Logroño, Navarrete, Entrena, Autol y Ausejo, a Castilla; Leguín, Portilla y el castillo de Godín, a Navarra. Les ordenaba también guardar la tregua y que Alfonso VIII pagara a Sancho 3.000 maravedíes anuales durante 10 años. Este arbitraje, con todo, no agradó a las partes, particularmente en lo tocante a las tierras alavesas, guipuzcoanas y vizcaínas. La pacificación sólo llegó en 1179 después de una entrevista personal entre los reyes cele- brada entre Nájera y Logroño. Se estableció allí, con precisión, una fron- tera en la que, esencialmente, las tierras al sur del Ebro, entre Alfaro y Miranda de Ebro, quedaban en manos castellanas. Al norte, Navarra man- tenía Laguardia, Portilla y llegaba hasta el mar cantábrico incluyendo Zuiabarrutia y Durango, sobre una línea divisoria que, según J. González, discurría por el Nervión y el Bayas. Las tierras reclamadas por Navarra en Burgos y Soria quedaban para Castilla. El acuerdo, pretendía arreglar para siempre las diferencias fronterizas entre ambos reinos, pero conviene 48
  • 13. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre 6 7 6. Documento del Fuero de Vitoria (1181). 7. La restauración del reino de Navarra (1134-1194). Atlas de Navarra Geográfico-Económico- Histórico, Caja de Ahorros de Navarra, Badalona, 1977, p. 47. 49
  • 14. SANCHO EL SABIO recordar que, apenas veinte años más tarde, en 1200, Alfonso VIII incor- poró definitivamente a Castilla las tierras alavesas –a excepción de las tie- rras de la actual Rioja alavesa que lo fueron en 1461– y las guipuzcoanas. Los acuerdos fijaron las fronteras, pero la evolución política de la zona dependió fundamentalmente –como ha puesto de relieve reciente- mente Ignacio Álvarez Borge– de la posición adoptada por las grandes familias que controlaban ese espacio. Así, cuando Sancho el Sabio con- quistó parte de la Rioja actual, en algunos lugares fueron nombrados tenentes navarros, pero las grandes familias continuaron asentadas en el territorio y vinculadas al rey de Castilla, lo cual provocó la debilidad del rey navarro al sur del Ebro y favoreció la recuperación de esa demarca- ción durante los años siguientes. El desarrollo de los poderes señoriales era lo que realmente condicionaba la vida en la frontera en esos años. Finalmente, conviene resaltar con el profesor A. J. Martín Duque que tanto el arbitraje de Westminster como los acuerdos entre ambos monarcas, se tradujeron en el caso navarro en el reconocimiento de un espacio propio, de plena soberanía, que hasta entonces, y desde 1134, había sido cuestionado por los monarcas aragoneses y castellanos. d) La reordenación del reino Hasta entonces, Sancho VI había actuado con gran prudencia y habilidad en la esfera militar y diplomática hasta alcanzar el reconoci- miento de un espacio propio de soberanía equiparable al resto de los rei- nos hispánicos. En el tramo final de su vida, dedicó mayor atención a los asuntos internos del reino. En primer lugar, al territorio nuclear de Navarra. La normalización de las relaciones con los reinos vecinos impul- só y multiplicó la actividad de los centros urbanos más importantes del reino, particularmente los de Pamplona, Tudela y Estella, que incremen- taron su población al formarse nuevos barrios. Así en Pamplona se crea el burgo de San Nicolás (1174-1177), articulado en torno a esa parroquia. Lo mismo ocurrió en Estella: al otro lado del Ega fueron surgiendo espon- táneamente el barrio de San Miguel (1187), el de San Juan (1188) y el de San Salvador (1188). También en Sangüesa se desarrolla, en este caso al otro lado del río Aragón, el barrio del Pueyo de Castellón (1186). 50
  • 15. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre 8 8. El recinto amurallado cobijó a gentes procedentes sobre todo de las aldeas de la Llanada. Reconstrucción de las murallas de Vitoria. Fototeca Caja Vital Kutxa. 51
  • 16. SANCHO EL SABIO Las nuevas pueblas, acogen a francos y autóctonos y todas ellas reciben en las fechas señaladas cartas de franquicia. El Camino de Santiago es el eje vertebrador del crecimiento urbano y comercial del reino, pero la concesión de fueros y la formación de núcleos urbanos se utilizó también para asegurar la frontera con Castilla. Si en la etapa ante- rior se habían creado Laguardia (1164) y San Vicente de la Sonsierra (1172), ahora recibirán el fuero de Logroño, Vitoria (1181), Antoñana y Bernedo (1182) y La Puebla de Arganzón (1191). El rey Sabio modificó también de un modo sensible, y en paralelo a lo que sucedía en el resto de Europa, las cargas que pagaban los cam- pesinos. Esto sucedió especialmente en las tierras de realengo, es decir, en los lugares que pertenecían al rey, allí donde era él quien recibía las car- gas de los censos y prestaciones que debían los campesinos. Se trata de un proceso que conocemos con el nombre de unificación de pechas, bien estudiado por J. Fortún. Consistió básicamente en la simplificación de las numerosas cargas que pagaban hasta entonces los campesinos sustituyén- dolas por una cantidad anual asociada a cada casa o a la comunidad cam- pesina. Apenas contienen referencias a prestaciones en trabajo. El nuevo sistema permitió multiplicar los ingresos de la Corona y reducir los cos- tes de recaudación. El proceso desborda el reinado de Sancho el Sabio: estuvo en vigor hasta la segunda mitad del siglo XIII. Y permitió un ali- geramiento progresivo de las cargas y prestaciones y la abolición de malos usos; supuso, en definitiva, una serie de mejoras en la situación social de la población aldeana. Pero las medidas destinadas a ordenar y fortalecer internamente el reino no solo se concentraron en la Navarra nuclear. También alcanzaron a las tierras alavesas, guipuzcoanas y vizcaínas que habían quedado incor- poradas al reino después del acuerdo de 1179. El profesor A. J. Martín Duque plantea como hipótesis que Sancho el Sabio se propuso trasladar algunos modelos del ordenamiento político y social vigentes entonces en Navarra a sus dominios alaveses. Política que, de acuerdo con L. J. Fortún, continuó Sancho VII el Fuerte, su sucesor. No resulta en absoluto desca- bellado, aunque había algunos obstáculos de cierta importancia, en parti- cular la ausencia de grupos burgueses en asentamientos urbanos y de dominios directos de la Corona. Buena prueba de ese traslado fue la apli- 52
  • 17. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre 9 9. En 1164 Sancho VI de Navarra creó la villa de Laguardia. Fototeca Caja Vital Kutxa. 53
  • 18. SANCHO EL SABIO cación en Álava del régimen de honores y tenencias desde la periferia navarra hasta el corazón de la Llanada y de Guipúzcoa, así como la crea- ción de dos centros urbanos que recogían las sinergias existentes en cada una de las áreas –San Sebastián (1180) y Vitoria (1181)– que configura- rán núcleos de población burguesa ligados directamente al monarca. Desde el punto de vista de la política exterior, destaca la expansión ultrapirenáica y la proyección navarra en la tierra de Cisa, en Ultrapuertos, lo que sería la Baja Navarra. Esta presencia está asociada al matrimonio entre Berenguela, hija de Sancho VI, y Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra, en Chipre, en mayo de 1191. Un matrimonio que, como ha señalado Susana Herreros, propició una alianza anglo-navarra que se tradujo en el reconocimiento del asentamiento navarro en esas tie- rras hasta entonces de dominio inglés. 4. Sancho el Sabio y el fuero de Vitoria de 1181 He reseñado hasta aquí, brevemente, el reinado de Sancho VI el Sabio de Navarra. Pero la relación entre nuestro protagonista y la Fundación que hoy lleva su nombre está estrechamente relacionado con la concesión del fuero a Vitoria. Vitoria –en realidad Nova Victoria– es el nuevo nombre con el que se denomina a la vieja aldea de Gasteiz, un lugar de cierta importancia desde el punto de su población, cuyos habitantes recibirán el fuero de Logroño en septiembre de 1181. El profesor José Ángel García de Cortázar ha destacado que esta decisión de Sancho VI es fruto de la voluntad, manifestada en distintos momentos a lo largo de su reinado, de fortalecer el realengo en el corazón del territorio del señorío colectivo de los seniores alavenses. La elección del emplazamiento, a la nueva luz de los descubrimientos realizados en las excavaciones del subsuelo y de las inmediaciones de la llamada Catedral Vieja de Santa María –publicados por A. Azkarate y J. L. Solaun–, no fue adoptada al azar. En aquellos momentos, la aldea de Gasteiz era un asentamiento sólidamente fortificado que sugiere procesos anteriores de encuadramiento del campesinado por los poderes feudales al igual que en otras áreas europeas. La fortificación demostró sobradamen- te sus potencialidades defensivas al resistir durante varios meses a 54
  • 19. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre 10 11 10 y 11. La elección del emplazamiento de Vitoria, a la nueva luz de los descubrimientos realiza- dos en las inmediaciones de la Catedral Vieja de Santa María, no fue adoptada al azar. Fototeca Caja Vital Kutxa. 55
  • 20. SANCHO EL SABIO Alfonso VIII en 1200. El rey navarro aprovechó, además, como ha seña- lado J. Á. García de Cortázar, la dinámica de crecimiento de la Llanada y la polarización de unos ciertos núcleos de autoridad dentro de ella, tanto desde el punto de vista político y mercantil –los mercados de Estíbaliz y Divina–, como desde el punto de vista eclesiástico –Armentia– . El fuero de Vitoria remite al ordenamiento jurídico logroñés salvo en una excepción que hace referencia a la nivelación del estatuto jurídico de clérigos e infanzones con las gentes que acuden a Vitoria: todos debe- rán contribuir pagando en los asuntos comunes. Presenta además algunas adiciones que, según señaló G. Martínez Díez, lo caracterizan. Entre todas ellas destacan la elección popular del alcalde, un gran paso hacia la auto- nomía del concejo que otras villas aún no habían alcanzado, y la inclusión de un precepto que ordena que las adquisiciones de tierras se hagan mediante documento escrito con testigos y fiador, un avance en el campo de las garantías en la compraventa de inmuebles de gran utilidad para la futura evolución del término de la villa, pues los vitorianos, durante los años siguientes, fueron comprando tierras a los hidalgos de las aldeas cer- canas permitiéndoles ampliar el exiguo término municipal que les fue entregado en el fuero. El éxito de la nueva villa fue inmediato. El recinto amurallado cobi- jó a gentes procedentes de otras tierras y sobre todo de las aldeas de la Llanada: campesinos dependientes que abandonaron las tierras de los seniores alavenses que hasta entonces cultivaban y se instalaron en las calles del nuevo centro urbano incorporándose progresivamente a las acti- vidades artesanales de la nueva villa. El nuevo fuero igualaba a campesi- nos e hidalgos y, muy pronto, estas gentes dieron muestras de su dina- mismo y de su espíritu emprendedor en el artesanado y el comercio. Fueron enriqueciéndose y comprando tierras a los hidalgos de las inme- diaciones. La decisión real de fundar una villa en el corazón de las tierras de los señores y el éxito de sus gentes fueron interpretadas por estos últi- mos como una amenaza a sus tradicionales bases de poder. Probablemente, el mejor testimonio de su reacción fue el apoyo en 1200 a Alfonso VIII, facilitando la conquista y definitiva incorporación de Vitoria y de las tierras alavesas y guipuzcoanas a la Corona castellana. 56
  • 21. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre 5. El legado del rey sabio Sancho el Sabio murió el 27 de junio de 1194, cuando contaba con sesenta años. Fue enterrado en la catedral de Pamplona. Estuvo casado con Sancha, hija de Alfonso VII el Emperador, que murió en agosto de 1179. Le sobrevivieron cinco hijos: el primogénito y heredero, el futuro Sancho VII el Fuerte, Fernando, Constanza, Berenguela, que acabará casándose con Ricardo I de Inglaterra, y Blanca que se casó con Teobaldo III, conde de Chanpaña. Reinó durante casi cuarenta y cuatro años. El Libro de las genera- ciones, elaborado durante el último cuarto del siglo XIII, se refería a ese periodo del siguiente modo: “El rey don Sancho fo buen rey et mantovo justicia et fo buen guerrero et gano siempre de sus vecinos. Nunca en sus días non perdió nada, si por avenencia non fo”. Una valoración que acep- tan los estudiosos de su reinado cuando destacan que el rey Sabio “demos- tró, en palabras del profesor José María Lacarra, una gran sabiduría polí- tica al conservar la integridad de su reino pese a las fuertes presiones de Castilla y de Aragón: ataca en el momento oportuno y se apresura a nego- ciar cuando las armas no pueden decidir el triunfo”. Su esfuerzo por cons- truir una unidad política más grande y fuerte tuvo éxito. La monarquía navarra, como ha subrayado J. F. Elizari, ganó durante esos años “en cohe- rencia interna y definición territorial”. Este es, sin duda, uno de los elementos esenciales de su reinado que remató con una proyección exterior difícilmente imaginable durante el periodo anterior: construyó una red de alianzas matrimoniales con Ricardo Corazón de León y Teobaldo de Chanpaña, cuyos descendientes heredarán el reino en el siglo XIII. Estos apoyos externos ayudarán a fre- nar los ataques de castellanos y aragoneses. Pero tan largo y fructífero rei- nado, coronado por el título de rex Navarre, fue posible gracias al desa- rrollo agrícola y al dinamismo de las gentes de las villas del reino sobre las que el rey se apoyó entregándoles importantes fueros. En esos años aumentaron los burgos de francos en Pamplona y Estella, aumentó la población del reino y se vivió, pese a las carestías, una etapa de cierta bonanza económica que, a su vez, financió la expansión del reino. 57
  • 22. SANCHO EL SABIO Bibliografía Para elaborar este estudio he utilizado los siguientes trabajos: J. Mª Lacarra, Historia política del Reino de Navarra desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla, Pamplona, 1972; “En torno a los fueros municipales navarros de la segunda mitad del siglo XII”, Vitoria en la Edad Media, Vitoria, 1982, pp. 255-264; A. Martín Duque, “Sancho el Sabio y el fuero de Vitoria”, Vitoria en la Edad Media, Vitoria, 1982, pp. 283-295; A. Martín Duque, “La restauración de la monarquía Navarra y las órdenes militares (1134-1194), Homenaje a D. José Mª Lacarra de Miguel en su jubilación del profesorado: estudios medievales, I, Zaragoza, 1977, pp. 331-337; J. Fco. Elizari, Sancho VI el Sabio de Navarra, Pamplona, 1991; L. J. Fortún, “La quiebra de la soberanía nava- rra en Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado (1199-1200), Revista Internacional de los Estudios Vascos, 45-2 (2000), pp. 439-494; L. J. Fortún, “Los fueros menores y el señorío realengo en Navarra (siglos XI- XIV”, Príncipe de Viana, 46 (1985), pp. 603-673. Sobre las relaciones con la Corona de Castilla: J. González, El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII, 3 vols, Madrid, 1960; “Alfonso VIII en Álava”, Vitoria en la Edad Media, Vitoria, 1982, pp. 241-251; I. Álvarez Borge, Cambios y Alianzas. La política regia en la frontera del Ebro en el reinado de Alfonso VIII de Castilla (1158-1214), Madrid, 2008. En torno a la funda- ción de las villas y la reordenación del espacio occidental: José Ángel García de Cortázar, “La sociedad alavesa medieval antes de la concesión del Fuero de Vitoria”, Vitoria en la Edad Media, Vitoria, 1982, pp. 87- 114; José Ángel García de Cortázar, “La sociedad guipuzcoana antes del Fuero de San Sebastián”, El Fuero de San Sebastián y su época, San Sebastián, 1982, pp. 89-109; J. Gautier Dalché, “Formation et develope- ment du réseau urbain médiéval en Álava”, Vitoria en la Edad Media, pp. 217-237, Vitoria 1982; G. Martínez Díez, Álava Medieval, 2 vols., Vitoria, 1974. 58
  • 23. Sancho el Sabio: el por qué de un nombre 12 13 12. Puerta de Santa Ana en Durango (Bizkaia), incluida en los dominios de Navarra, que llegaban entonces hasta el Cantábrico. Fototeca Caja Vital Kutxa. 13. Vista general de Durango (Bizkaia). Fototeca Caja Vital Kutxa. 59