Este documento discute los nuevos perfiles de personas que enfrentan problemas de drogodependencia y exclusión social en la actualidad. Identifica varios grupos como personas con problemas de salud mental, colectivos en riesgo y personas con adicciones que no acuden a recursos. El objetivo es replantear el trabajo de las asociaciones para abordar adecuadamente estos nuevos perfiles.
Decreto Ejecutivo 255 Reglamento de Seguridad y Salud en el Trabajo
Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
SEMINARIO DE ESTUDIO 2007-2008
ABORDAJE DE LOS NUEVOS
PERFILES DESDE EL MOVIMIENTO
ASOCIATIVO
Federación Andaluza de Drogodependencias y Sida
ENLACE
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
Conclusiones del Seminario de Estudio 2007-2008 de la
Federación Andaluza de Drogodependencias y Sida
ENLACE. Texto definitivo aprobado en la Asamblea
Ordinaria de marzo de 2009
Edita: Federación Andaluza de Drogodependencias y Sida ENLACE.
Marzo de 2009
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN
2. UNA APROXIMACIÓN A DISTINTOS PERFILES RELACIONADOS CON LAS
DROGODEPENDENCIAS Y LA EXCLUSIÓN SOCIAL.
3. INTERVENCIÓN CON PERSONAS CON PROBLEMÁTICAS ASOCIADAS DE
SALUD MENTAL.
4. INTERVENCIÓN CON COLECTIVOS DE RIESGO.
5. INTERVENCIÓN CON COLECTIVOS CON PROBLEMAS DE ADICCIÓN QUE
NO ACUDEN A NINGÚN RECURSO.
6. NECESIDADES Y PLANTEAMIENTOS.
a. ASOCIACIONES.
b. FEDERACIONES PROVINCIALES.
c. FEDERACION ENLACE.
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
1. INTRODUCCIÓN
El Seminario de Estudio 2007-2008, “Abordaje de los nuevos perfiles
desde el movimiento asociativo”, es una continuación del anterior, en el que
abordamos los cambios en el actual modelo socioeconómico, la evolución del
fenómeno de las drogodependencias y nuestro papel como asociaciones de
drogodependencias en este nuevo contexto.
De esta reflexión conjunta surge la necesidad de replantearnos nuestro
posicionamiento y papel como asociaciones de drogodependencias, teniendo
en cuenta el modelo de sociedad actual y los cambios producidos en nuestro
ámbito de intervención.
Apuntes sobre el modelo de sociedad actual
Ya en el Seminario de Estudio anterior concluimos que vivimos en una
sociedad en la que la dimensión económica está por encima de todo, en la que
existe un reparto desigual de la riqueza, y en la que los valores dominantes son
el individualismo, el consumismo (tener por encima de ser, obtención de placer
de forma inmediata), el hedonismo (placer como fin supremo de la vida),
competitividad, cultura del ocio, etc.
En este contexto, se generan problemas que afectan a todos en la
sociedad actual: vivienda, precariedad laboral, falta de redes sociales, exceso
de información (no necesariamente adecuada, manipulada en muchos casos
por los medios de comunicación), carencias personales, provocadas, en
muchos casos, por todo lo anterior, falta de horizontes y expectativas, cultura
del miedo, etc.
Por otro lado, el modelo de sociedad actual favorece la multiplicación de
los rostros de exclusión, fenómeno que ya no se determina sólo por tener o no
tener, por estar a un lado o al otro de la pobreza, sino que puede afectar a
personas en muy variadas situaciones: personas que emigran para sobrevivir o
mejorar sus condiciones de vida y que viven múltiples situaciones de
precariedad (legal, económica, familiar…); minorías étnicas que se enfrentan a
la ausencia de políticas efectivas de integración; personas con algún tipo de
discapacidad que no tienen apoyo suficiente; personas ancianas dependientes
con necesidad de atención continua; personas desempleadas de edad
avanzada, que tienen muy complicado el retorno al mercado laboral; mujeres
con dificultades para conciliar la vida laboral y privada; o los propios jóvenes,
educados en la sociedad de consumo y bajo una fuerte presión hacia el mismo,
con poca tolerancia a la frustración, pero que se quedan fuera del mercado
laboral o sólo acceden de forma precaria, pese a disfrutar, en general, de más
oportunidades de formación que en épocas anteriores.
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Cambios en el fenómeno de las drogodependencias
En relación a la evolución del fenómeno de las drogodependencias, la
década de los ochenta estuvo marcada por la expansión del consumo de
heroína que fue muy rápida entre jóvenes pertenecientes a barrios periféricos
o marginales de las ciudades y pueblos, llegando a constituir en esta etapa un
perfil de consumidores muy definido, bajo el concepto de “drogadicto”: jóvenes,
principalmente urbanos, con altos índices de fracaso escolar, problemas
familiares y grandes dificultades de inserción socio-laboral, consumidores sobre
todo de heroína, aunque también de otras sustancias, utilizando la vía
inyectada como principal modo de consumo. Estas personas a menudo
entraban en la espiral “droga, delincuencia y cárcel”, fenómeno que no ha
desaparecido en la actualidad.
Nuestro posicionamiento como movimiento asociativo ante esta realidad
preocupante surgió de la reflexión conjunta de todas las asociaciones que
componían ENLACE, llegando a consensuar, en 1992, un documento en el que
establecimos que el problema de las drogodependencias no se podía ceñir a
los efectos nocivos del consumo abusivo de determinadas sustancias, sino que
era una muestra de las consecuencias que tiene, para muchas personas, vivir
en una sociedad generadora de graves desigualdades sociales y en la que
imperan valores como el individualismo, la competitividad, el consumismo sin
medida, etc.
En la segunda mitad de la década de los noventa comienzan a
diversificarse los perfiles de consumo. Al tiempo que se resalta la figura del
“politoxicómano”, que consume alcohol, heroína, cocaína, barbitúricos, etc.,
comienza a hablarse de las drogas de diseño que, supuestamente, iban a
sustituir a la heroína en el primer puesto de la lista de drogas problemáticas.
Sobre estas sustancias se crea un gran alarmismo.
En la actualidad, nos encontramos con la convivencia de viejos y
nuevos patrones de consumo ya que, si bien se han diversificado las formas
de consumo abusivo y las sustancias consumidas, siguen existiendo personas
con problemáticas cronificadas de larga duración o con patología dual, a las
que aún no se ha dado una respuesta adecuada e integral. Pero también son
cada vez más los jóvenes que consumen drogas como forma de diversión, ya
sea que estén en una situación de vulnerabilidad social o en una situación más
normalizada. Además, teniendo en cuenta que una de las preocupaciones que
nos han identificado como movimiento asociativo de drogodependencias ha
sido el trabajo hacia la transformación social, poniendo el énfasis en las
personas de la sociedad que se encuentran en una situación de mayor
vulnerabilidad y/o en exclusión social, en la actualidad nos podemos encontrar
distintas situaciones sociales preocupantes relacionadas con los consumos
problemáticos de drogas y con otras situaciones de exclusión social. E incluso
nos podemos encontrar personas en muy distintas situaciones de exclusión
social que, a priori, no tienen por qué presentar consumos problemáticos de
drogas.
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A pesar de todo, la alarma social en torno a la problemática de las drogas
parece haber descendido, sin embargo, desde nuestro movimiento asociativo
seguimos pensando que los problemas asociados a las drogodependencias
seguirán existiendo mientras se sigan dando las condiciones sociales que los
provocan.
2. UNA APROXIMACIÓN A DISTINTOS PERFILES RELACIONADOS
CON LAS DROGODEPENDENCIAS Y/O LA EXCLUSIÓN SOCIAL
• Personas que han sido consumidoras principalmente de heroína, en
tratamiento o no, con enfermedades asociadas (Sida, hepatitis…), con
problemas jurídicos (personas privadas de libertad y/o exreclusas). Este
es el perfil atendido de forma tradicional por las asociaciones y sobre el
que ya existe una profunda reflexión.
• Jóvenes consumidores de distintas sustancias, tanto en situación de
exclusión social (con problemas de fracaso escolar, pertenecientes a
familias multiproblemáticas), como de entornos más normalizados.
Pueden llegar a tener consumos problemáticos, muy asociados al ocio y
dentro de un contexto marcadamente consumista. Búsqueda de nuevas
sustancias (por ejemplo, Ketamina), consumo intensivo de alcohol, etc.
• Personas preocupadas por haber detectado algún tipo de consumo de
drogas en algún miembro de su familia. Suelen ser padres, madres,
hermanos…, que perciben que alguien de su familia puede estar
consumiendo drogas.
• Consumidores adultos, hombres y mujeres, generalmente con un perfil
distinto al del drogodependiente atendido tradicionalmente en las
asociaciones: dependientes a la cocaína, mujeres adictas a fármacos,
personas con problemas de alcoholismo, etc.
o En los hombres, principalmente se dan consumos abusivos de
cocaína, no asociados necesariamente a la marginación o a la
exclusión, en algunas ocasiones relacionados con la eficacia y el
éxito social, pero que no dejan de ser problemáticos.
o Asimismo, encontramos adultos con dependencia al alcohol.
o Mujeres adictas a fármacos, que sufren su problemática desde la
invisibilidad social y que en ocasiones son víctimas de violencia de
género y tienen grandes dificultades para acceder al mercado
laboral.
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• Personas con problemas de patología dual, en las cuales concurren
problemas mentales y de adicciones.
• Personas en distintas situaciones de exclusión social, no siempre
drogodependientes: personas sin hogar, inmigrantes, desempleados de
larga duración, drogodependientes que sufren recaídas, jóvenes en
situación de exclusión social y/o en riesgo de estarlo, mujeres
prostitutas… Son las muy distintas y variadas situaciones de exclusión
social que nos podemos encontrar en la actualidad, y que no siempre
conllevan consumos problemáticos de drogas.
En un intento de sistematización de las distintas formas de consumo y de
perfiles de personas que sufren las consecuencias de las drogodependencias o
están en riesgo de hacerlo, así como de la variada casuística que las rodean,
podríamos establecer tres grupos en donde encuadrar las distintas situaciones:
personas con problemas de salud mental, colectivos en situación de riesgo y
colectivos con problemas de adicción que no acuden a ningún recurso. Somos
conscientes de que la realidad es mucho más compleja, pero al mismo tiempo,
esta clasificación nos puede resultar útil para reflexionar sobre nuestro trabajo y
nuestras formas de intervención.
La variedad que existe entre las entidades es muy amplia, no todos los
perfiles acuden o se detectan de igual manera en todas ellas las entidades.
Hay algunas que los atienden desde hace tiempo y otras por las que no
aparecen o no se detectan en su contexto.
3. INTERVENCIÓN CON PERSONAS CON PROBLEMATICAS
ASOCIADAS DE SALUD MENTAL
Son personas que, como consecuencia de su drogodependencia y/o de
otras situaciones que han propiciado su deterioro personal, han desarrollado
problemas de salud mental. Y personas con problemas de salud mental que
son más “propensas” a consumir distintas sustancias de forma compulsiva.
Entre las personas que presentan un cuadro de patología dual nos
encontramos con varios perfiles:
• Adultos, hombres y mujeres, consumidores de heroína en su día, que en
la actualidad están en tratamiento para su adicción, en programas de
metadona, o lo han estado en algún momento, que siguen consumiendo
de forma esporádica, sobre todo “rebujao”, y que han desarrollado en los
últimos años un trastorno mental (de tipo psicótico, depresivo, compulsivo,
etc.). En muchos casos, no están ni diagnosticados, ni en tratamiento por
el trastorno mental, y en el caso de que exista diagnóstico y tratamiento,
en general, la adhesión al mismo es bastante baja, ya que, o bien no lo
hacen de la forma adecuada, o bien siguen consumiendo de forma
esporádica, lo cual interfiere en los efectos del mismo, siendo también
muy usuales los abandonos del tratamiento.
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• Al perfil anterior, en el caso de las mujeres, se le suman situaciones
familiares de posible retiradas de menores, descontrol en la casa (ya que,
en la mayoría de los casos, suelen ser las mujeres las que llevan la
organización familiar).
• Personas jóvenes, que han consumido de forma abusiva, sobre todo
cocaína y pastillas, que desarrollan un trastorno mental, y que suelen
tener una baja conciencia de su enfermedad (negación de la realidad,
poca conciencia del riesgo…) con necesidad de ocupar su tiempo libre,
con pocas opciones de trabajar, etc. Suelen estar fuera de la red de
recursos de salud mental.
• Personas que padecen un trastorno mental y que hacen un uso abusivo
de sustancias, sobre todo, de forma compulsiva.
En cualquiera de los casos anteriores, suelen existir problemas de
convivencia familiar (incluida violencia en muchos de los casos), económicos,
jurídicos (multas por consumo, peleas…), desorganización del tiempo, falta de
hábitos saludables y, en general, una carencia de redes sociales de apoyo (no
pertenecen a ningún grupo, ni al de enfermos mentales, ni al
drogodependientes…). Un rasgo común es que el consumo suele tener un
carácter muy compulsivo.
Las demandas que plantean estas personas cuando acuden a las
entidades, suelen ser las de búsqueda de trabajo y ocupación de ocio y tiempo
libre, fundamentalmente. Pero implícitamente, encuentran en nuestras
entidades un lugar en el que se les acoge y se les escucha, donde tienen un
espacio para hablar y donde se trabaja con ellos abordando todos los aspectos
de su persona.
Sin embargo, presentan una serie de características personales que
hacen muy difícil el trabajo con ellos y el hecho de que se nos planteen nuevos
retos de intervención.
La intervención que se plantea con estas personas, tanto en el caso de
que ya sean usuarios de las entidades, como si es la primera vez que se
acercan a ellas, es el de hacerles una buena acogida, atendiendo y
escuchando sus demandas, tanto de ellos como de sus familias, intentando
crear un espacio en el que se sientan escuchados…
De cara a la intervención, lo primero que hay que plantearse es conseguir
un diagnóstico adecuado para así poder establecer un buen tratamiento. Para
ello, tendremos que lograr una buena coordinación entre los recursos de salud
mental y los específicos de drogodependencias. En paralelo, habrá que trabajar
la motivación tanto de la personas, como de su familia, para que acudan a los
recursos y mantengan la adherencia al tratamiento. Una vez se haya
conseguido esto, habrá que hacer un seguimiento en coordinación con su
familia, si es posible, de diversos aspectos, tales como la toma correcta de la
medicación, control de consumo de otras sustancias (que interfieren con el
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tratamiento), asistencia a las citas correspondientes, etc., así como trabajar
aspectos de su vida tales como la ocupación del tiempo libre, incorporación
laboral, pagas, salud en general,…
En los casos de patología dual, se hace muy necesaria la coordinación
con distintos recursos, tales como los centros específicos de
drogodependencias, salud mental, centros de salud o servicios sociales; los
centros de drogodependencias deben adaptarse a las nuevas características
de las personas que acuden a sus recursos y actualizar sus “tratamientos”.
Además, es necesario conseguir una adecuada coordinación entre ellos,
para hacer efectivo el seguimiento integral de estas personas, ya que en la
mayoría de los casos, la coordinación entre estos recursos es nula y lo que
hacen es “pasarse” los pacientes de unos a otros, sin establecer tratamientos
integrales y adecuados. En muchos casos, los tratamientos se limitan a la
prescripción de fármacos, sin establecer mecanismos de seguimiento.
Sería necesaria la creación de recursos públicos especializados, o la
adaptación de los que ya existen a las características actuales, por ejemplo,
que en todos los centros de salud hubiese dispositivos de salud mental, lo que
facilitaría la asistencia y seguimiento de estos casos.
En las entidades nos encontramos con muchas dificultades para abordar
estos casos, aparte de las descritas anteriormente (falta de recursos
inespecíficos, problemas de coordinación), entre ellas, la falta de formación de
las personas que atienden a estas personas en la asociación (técnicos y
voluntarios).
4. INTERVENCIÓN CON COLECTIVOS DE RIESGO
En este grupo incluimos a personas que se encuentran en riesgo de
exclusión social –o incluso en situación de exclusión social– por motivos
diversos, sin que dicha situación tenga que estar asociada a un consumo
problemático de sustancias adictivas, a pesar de que en algunos casos pueda
existir el hábito de consumo. Las situaciones y perfiles de personas que se
encuentran en riesgo de exclusión social pueden ser muy diversos, desde
personas inmigrantes que viven en condiciones precarias y que, en ocasiones,
añaden a sus problemáticas consumos abusivos de sustancias como el
alcohol, hasta jóvenes que desarrollan conductas de riesgo (consumo intensivo
de drogas, prácticas sexuales no protegidas, etc.) y que no cuentan con hábitos
protectores. En muchas ocasiones, las personas que demandan orientación y
apoyo a las asociaciones para intervenir en situaciones de este tipo son los
propios familiares –sobre todo en el caso de adolescentes y jóvenes–, movidos
por una gran preocupación y/o por sentirse desbordados para actuar por sí
mismos. En otros casos, la asociación es una entidad de referencia en la
comunidad y estas personas llegan a ella a través de recomendaciones de
otras personas que recibieron apoyo en momentos anteriores, resultándoles
más accesible la asociación que un recurso público –por ejemplo, para
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
personas inmigrantes que no cuentan con residencia legal en el país-. También
incide el hecho de recibir en la asociación una atención integral, más allá de
centrar la intervención en una u otra problemática específica, que, además, en
muchas ocasiones, no es percibida como tal por la persona afectada.
Las problemáticas asociadas a situaciones de vulnerabilidad o riesgo de
exclusión social son muy variadas, tanto como los perfiles antes descritos.
Centrándonos en el perfil de adolescentes y/o jóvenes, para empezar, la
propia edad es una condición considerada “de riesgo”, ya que en este periodo
de la vida son habituales actitudes como la experimentación, la necesidad de
construir una identidad en contraste o en relación con el entorno y los grupos
con los que se relaciona (familiares, otros adultos, grupo de iguales, etc.) y, en
general, la falta de percepción de que determinadas experiencias o situaciones
que le afectan directamente, son problemáticas, o pueden serlo.
El consumo se convierte en un medio de socialización, pudiendo ser
esporádico o bien llegar a un aumento, tanto del consumo como de la
periodicidad, que puede convertirse en problemático.
También podemos encontrar en este perfil situaciones añadidas, como
problemas de conducta, cambios de carácter (violencia, agresividad hacia la
familia y su entorno…), etc. Así como factores que provocan o agravan
situaciones de riesgo o exclusión social en adolescentes y jóvenes, tales como
carencias afectivas o de pautas de educación, desestructuración familiar o
incluso maltrato en el seno de la familia.
Asimismo, en el medio escolar, los adolescentes y/o jóvenes pueden vivir
diferentes circunstancias que van desde los problemas de adaptación,
pasando por el aislamiento en relación al resto de la comunidad educativa,
hasta llegar a situaciones que se convierten en estructurales tales como el
absentismo y/o fracaso escolar.
La falta de herramientas protectoras frente a posibles experiencias de
riesgo puede provocar la aparición de enfermedades, por ejemplo, de
transmisión sexual. También se pueden desarrollar patologías, tanto físicas
como de carácter mental, asociadas a situaciones de desestructuración tales
como el hecho de vivir en la calle, ya sea de forma permanente o durante un
periodo de tiempo.
En relación a la intervención que podemos desarrollar con personas que
se encuentran en situación de riesgo de exclusión social, presenten o no
consumos problemáticos de drogas, en primer lugar, es fundamental realizar
una acogida adecuada. Teniendo en cuenta que en muchas ocasiones no
existe percepción de la existencia de problemáticas como tales, es muy
importante hacerles ver que pueden contar con nuestro apoyo, ya que han
dado el paso de acercarse hasta la Asociación.
Por lo tanto, como respuestas inmediatas ante una demanda de ayuda
realizada por personas que presentan este perfil, podemos realizar una acogida
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
en la que le ofrezcamos información, apoyo y asesoramiento en torno a la
problemática o problemáticas planteadas, indagando, al mismo tiempo, en
otras necesidades y problemas añadidos o que influyen en su situación.
En el caso de familiares que solicitan apoyo para abordar situaciones
relacionadas con sus hijos u otros familiares menores de edad, es importante
ofrecer apoyo tanto a unos como a otros.
El abanico de actuaciones que podemos desplegar en estos casos es
muy variado, empezando por el acompañamiento y seguimiento, tanto al menor
como a su familia. Podemos desarrollar desde la asociación las acciones que
consideremos adecuadas, por ejemplo, la intervención en los problemas de
conductas o en las pautas de ocio, tener en cuenta la importancia de incidir en
todos los ámbitos de socialización (familiar, educativo, laboral, etc.), o bien
derivar a las personas a entidades que aborden problemáticas específicas y
que pueden ofrecerle una respuesta adecuada. De todas formas, en este
apartado, es muy importante el trabajo en red y la coordinación con todo tipo de
espacios y recursos: centros educativos, servicios sociales, centros
provinciales de drogodependencias, asociaciones juveniles, ayuntamientos,
programas específicos como el de “Ciudades ante las drogas”, recursos de
empleo… Otra iniciativa que podemos impulsar o utilizar en nuestras
actuaciones es contar con Mediadores Sociales.
Asimismo, también nos encontramos con la propia inexperiencia de
trabajo en este terreno, por ejemplo, en estrategias de acercamiento a los
familiares o para abordar actitudes en las personas atendidas, tales como la
agresividad, la negación del problema o incluso el rechazo a recibir el apoyo
prestado por la asociación. A esta situación, se une también el
desconocimiento de aquellos recursos que pueden resultarnos útiles para
realizar una intervención integral.
En relación a los recursos externos en los que podemos apoyarnos,
existen muchos déficit, empezando por su escasez: por ejemplo, de
mediadores sociales o de programas tales como los de Garantía Social o los
Programas de Cualificación Profesional Inicial. Además, en su funcionamiento
no siempre se produce una gestión adecuada.
También pueden producirse dificultades en la coordinación, porque
pueden confluir puntos de vista muy distintos, interferir prejuicios de técnicos o
voluntarios, o verse afectadas decisiones exclusivamente terapéuticas o de
intervención, por cuestiones políticas totalmente ajenas, sin olvidar que en
muchas ocasiones no existe una voluntad política de compromiso real para
abordar las diversas problemáticas.
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5. INTERVENCIÓN CON COLECTIVOS CON PROBLEMAS DE
ADICCION QUE NO ACUDEN A NINGUN RECURSO
En este grupo se incluyen a personas que no acuden a nuestra
asociación, ni a ningún otro recurso de drogodependencias, a pesar de tener
como hábito el consumo de sustancias adictivas. Entre este perfil podemos
encontrarnos con mujeres que consumen alcohol y/o fármacos, sobre todo
tranquilizantes, sin prescripción médica (muchas veces fomentado por la
medicamentalización de los problemas en el sistema actual de salud), hombres
adultos que consumen alcohol y/o cocaína, y jóvenes en general, con la
característica común de tener un consumo abusivo de sustancias, sin recurrir a
ningún tipo de dispositivo, a pesar de que presentan problemas de distinto tipo
relacionados con dicho consumo. En la mayoría de los casos, el consumo de
estas sustancias está tolerado en nuestra sociedad. El conocimiento de estas
situaciones nos llega, en muchas ocasiones, a través de personas cercanas
(familiares, vecinos, amigos) o de profesionales de otros recursos (otras
asociaciones del entorno, servicios sociales comunitarios, centros
educativos…). Por otro lado, en el caso de los jóvenes, la detección de hace
también, muchas veces, por medio del trabajo de calle que realizan algunas
entidades.
Ante estas situaciones se nos plantean una serie de interrogantes,
partiendo de la cuestión de por qué no se acercan a nuestras entidades, bien
porque no consideran que tienen un problema, o bien porque, si reconocen que
están teniendo problemas de distinta índole, no los relacionan con el consumo
de sustancias (en el caso de medicamentos), no consideran que desde
nuestras asociaciones se les puede prestar ayuda (ya que nos tienen
asociadas a otro tipo de perfil de consumidores), etc.
Una vez que se establece el contacto, las demandas que se plantean son
de acercamiento y escucha, y nuestra intervención debe ir dirigida a trabajar la
toma de conciencia para hacerles ver su situación de consumo y las
consecuencias que eso les está trayendo, tales como problemas físicos
(cansancio, de salud, trastornos del sueño, etc.), familiares (desorganización,
dejadez de tareas, etc.), accidentes (domésticos, de coche, laborales, etc.).
Por ello, para poder acceder a “trabajar” con este tipo de personas, nos
planteamos distintas estrategias a corto y a largo plazo.
A corto plazo serían el acercamiento, toma de contacto, trabajo de calle,
cercanía, calidez, detección de otras necesidades para realizar una
intervención integral, etc.
A largo plazo, estaríamos ante la apertura de nuestra asociación a la
comunidad, que conozcan nuestros programas, ser un referente en el barrio o
en nuestro entorno, modificar nuestra imagen, de forma que sea un recurso
que da cabida diversos tipos de “consumos”, etc.
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
Para conseguir esto, es necesaria la coordinación con otros recursos, así
como la formación en distintas áreas, sobre todo acerca de los dispositivos con
los que nos tenemos que coordinar.
Y, finalmente, sería necesario contar con más programas de
acercamientos a jóvenes y a padres.
6. NECESIDADES Y PLANTEAMIENTOS
A continuación, exponemos una serie de planteamientos e ideas
generales, que nos permitan avanzar como asociaciones, federaciones
provinciales y federación andaluza –y también en la coordinación con otras
entidades y recursos–, para mejorar la atención e intervención con los distintos
perfiles recogidos en este documento, así como en una mayor visibilización
social de sus problemáticas y necesidades.
De modo general, podemos plantear las siguientes ideas. Para empezar,
las asociaciones viven situaciones muy diversas que, en cierto modo, también
influyen en la atención prestada a los distintos perfiles, desde aquellas que son
reconocidas como referentes por los servicios ofrecidos (especialmente, la
capacidad de acogida y escucha), hasta aquellas otras en las que las personas
que intervienen, pese a realizar una labor de calidad, son tratadas como
“profesionales de segunda”, sin valorar que en muchas ocasiones prestamos
una labor que nadie más realiza. En este sentido, el escaso reconocimiento
(social o institucional) que tiene la asociación no se corresponde con su
experiencia, trayectoria o labor.
Otra circunstancia común es la falta de recursos económicos. De esta
forma, una estrategia cada vez más necesaria es la diversificación de las
fuentes de financiación, apoyándonos no sólo en la pública, sino también en la
privada, así como la búsqueda de autofinanciación, con la que, además,
podemos reducir al máximo, posibles interferencias de naturaleza política en el
trabajo que queramos desarrollar.
También nos encontramos, de forma general, con limitaciones y carencias
en los recursos humanos con los que contamos para desarrollar nuestra labor,
a lo que se añade una burocratización cada vez más creciente que afecta a
nuestra capacidad de ofrecer una atención individualizada. En particular, existe
un alto grado de rotación de profesionales por la precariedad laboral del sector
y una reducción progresiva de voluntariado como motor de las asociaciones, a
lo que se añade, en ambos casos, la necesidad permanente de formación (en
técnicas, estrategias, instrumentos, habilidades sociales…).
Y, finalmente, una conclusión común es la realidad de que debemos
mejorar nuestras estrategias de acercamiento a las familias, ya que
constatamos que, en muchos casos, los padres y madres, o cualquier otro
familiar, no llegan a la asociación, o sólo lo hacen cuando perciben que tienen
una problemática que les desborda.
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
Por otro lado, también constatamos que la red pública no se adapta a las
necesidades de los nuevos patrones de consumo y no invierte
económicamente en este necesario “reciclaje”. Al mismo tiempo, como hemos
mencionado, las necesidades van cambiando y percibimos que las
asociaciones nos acoplamos a esta realidad antes que la Administración.
También es necesario un mayor grado de reivindicación de todas estas
situaciones, que se hagan visibles socialmente y que la administración asuma
sus competencias fomentando la creación de dispositivos especializados y la
adaptación de los ya existentes a las nuevas realidades que se presentan.
Y, en general, seguir trabajando para mejorar la imagen que proyectamos
exteriormente y adaptarla a la diversidad y riqueza actual de intervenciones que
realizamos. En definitiva, mostrarnos como entidades que actuamos abiertas a
la comunidad, con calidad y calidez.
Además de todo lo anterior, podemos realizar los siguientes
planteamientos y propuestas específicos desde el ámbito de las asociaciones,
las federaciones provinciales y la federación andaluza.
Asociaciones
En general, además de insistir, una vez más, en la carencia de recursos
humanos y la necesidad de trabajar este aspecto, una idea importante es
asumir que, como asociaciones, no podemos abarcarlo todo ni pretender
resolver con nuestra intervención directa todos los frentes de problemáticas y/o
de exclusión social presentes en nuestro entorno.
Por lo tanto, una línea de actuación será la de seguir apostando por la
coordinación con el resto de recursos de la comunidad en la que nos ubicamos.
Asimismo, tampoco es necesario diseñar programas exclusivos y específicos
para abordar cada uno de los diversos perfiles que nos vayamos encontrando.
Es importante avanzar en planteamientos y estrategias de intervención
eficaces, basadas en principios como el acompañamiento, el tratamiento
individualizado, la incorporación de la persona atendida en el diseño y
seguimiento de la intervención, etc., introduciendo en dichas estrategias,
cuando sea necesario, cuestiones específicas tales como la perspectiva de
género, la multiculturalidad…
En relación al perfil de personas que presentan problemas de salud
mental, es importante que nuestras asociaciones sean espacios de “puertas
abiertas”, es decir, que no nos convirtamos en un recurso más que da la
espalda a esta problemática. No podemos olvidar que estas personas, en
general, no encuentran respuesta en la mayoría de recursos a los que acuden
–si es que lo hacen–, y que sufren en muchas ocasiones continuas
derivaciones de un recurso a otro sin recibir una atención adecuada. Y también
es importante desarrollar estrategias de acercamiento eficaces, a través de la
educación de calle. Otras intervenciones con las que podemos mejorar la
situación de estas personas son las de visibilización de su problemática y de
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
sensibilización comunitaria acerca de la importancia de actuar de forma
conjunta para abordar este tipo de situaciones.
No obstante, debemos ser conscientes de que no siempre vamos a contar
con la formación adecuada, por lo que se abren caminos diversos para dar
respuesta a esta carencia. Por un lado, podemos esforzarnos en contar con
personal especializado en la atención a personas con problemas de salud
mental. Para ello, es importante cuidar la formación en la asociación, buscando
incluso financiación específica para ello.
Sin embargo, el hecho de que en una asociación contemos con una
formación adecuada para realizar la acogida y acompañamiento a estas
personas, no implica que asumamos competencias que no nos corresponden.
Por lo tanto, otra línea de intervención es la de esforzarnos por establecer y/o
mejorar de forma constante la coordinación con recursos públicos y privados
específicos de salud mental y, en general, con toda la comunidad. En
particular, podemos avanzar en aspectos prácticos como la elaboración y
puesta en marcha de protocolos comunes y consensuados, que ayuden a
coordinar las actuaciones de los distintos recursos.
Respecto a la intervención con personas en situación de riesgo social,
también es necesario aprender y saber cambiar como asociaciones. En
particular, propiciar un cambio o convivencia generacional en las personas que
forman la asociación puede contribuir a mejorar la atención, sobre todo la
dirigida a adolescentes y jóvenes. Por eso, una estrategia que tenemos que
mejorar es la captación de voluntariado joven y comprometido con esta tarea. Y
desarrollar estrategias que nos permitan estar más presentes, por ejemplo, en
la calle, en los ámbitos de socialización informarles de los adolescentes y
jóvenes. También debemos ser conscientes de que, en muchas ocasiones, los
jóvenes no se acercan a nuestra entidad porque la vinculan con un perfil
“tradicional” de personas con problemas de drogodependencias muy alejado de
su realidad. Una opción podría ser la de actualizar los documentos de la
entidad y reflejar en los fines o incluso en nuestro nombre, la evolución de
nuestra asociación en sus ámbitos de intervención. No se tratar de ocultar que
nuestro ámbito de intervención –o uno de ellos- es el de las
drogodependencias, sino de mostrar una identidad pública más adaptada a
nuestra realidad actual. De la misma manera que en el perfil anterior,
cuestiones como la formación, o la búsqueda de financiación, también son
básicas.
En relación a las personas que tienen problemáticas diversas, pero que
no acuden a los recursos, además de potenciar estrategias de acercamiento
como la educación de calle, debemos diversificar las actuaciones que
realizamos, porque si no han acudido a la asociación, entre otros motivos,
debemos entender que puede deberse a que nos les hemos ofrecido
respuestas adaptadas a su realidad. O bien, abrir nuestros recursos y
programas, por ejemplo, talleres ocupacionales, a otro perfil de personas al que
queremos atender. También debemos asumir que en nuestra intervención
podemos encontrarnos una gran probabilidad de abandono por parte de las
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
personas que atendemos, por su extrema vulnerabilidad social o por la falta de
conciencia del problema.
En particular, mejorar nuestra intervención en el ámbito familiar
repercutirá en que los padres y madres perciban la asociación como un recurso
de referencia. Y, en general, tenemos que aprender a abrir la asociación a la
comunidad, haciéndola más visible o mejorando la imagen que proyectamos a
la sociedad, por ejemplo, dando a conocer nuestro trabajo, o intensificando la
concienciación social o trabajando para disminuir o eliminar el rechazo social
hacia determinados perfiles de personas con las que trabajamos o queremos
trabajar. Finalmente, en este caso, como en los anteriores, es imprescindible
impulsar la coordinación con el resto de recursos. Y no podemos olvidar la
importancia de reivindicar a las administraciones públicas la adaptación de sus
recursos a las diversas problemáticas.
Federaciones Provinciales
En relación a las Federaciones Provinciales, existen varias líneas de
actuación que pueden impulsarse para mejorar la atención a los perfiles
citados: actividades que intensifiquen la coordinación entre las asociaciones
que componen la federación provincial; facilitar a las asociaciones más
información sobre subvenciones y recursos; ofrecer formación específica sobre
intervención con los distintos perfiles (cursos, jornadas conjuntas, materiales,
etc.); mayor labor de sensibilización y presencia en los medios de
comunicación, aprovechándola, entre otras cuestiones, para hacer más visible
el trabajo realizado por las asociaciones y para difundir realidades sociales
demasiado invisibles, por ejemplo, el abuso de fármacos en el ámbito
doméstico; utilización de las nuevas tecnologías (tanto para la comunicación y
prestación de servicios a las asociaciones como para la sensibilización social,
por ejemplo, impulsando la página Web o publicaciones periódicas digitales);
mayor coordinación con administraciones relacionadas con nuestro ámbito de
intervención; así como contar con herramientas para disponer de un mayor
conocimiento de la labor realizada por las asociaciones.
Federación Andaluza
Respecto a la Federación Andaluza, es necesario impulsar estrategias
que permitan consolidar una cercanía constante con las asociaciones. Entre
otras cuestiones, la fluidez de contacto permite conocer más a fondo la labor
realizada por cada una de ellas, así como sus necesidades y dificultades
cotidianas. Esta información, además, puede resultar útil para elaborar
informes y estudios que nos permitan introducir medidas de mejora colectivas y
específicas, y, al mismo tiempo, hacer más visible el trabajo de las
asociaciones (reportajes en la revista de la federación andaluza, información
trasladada a los medios de comunicación, etc.).
Como labor propia de la Federación, es necesario incidir más en los
medios de comunicación, a fin de garantizar una presencia constante y
convertirnos en referente público en los medios de comunicación, valorando la
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Abordaje de los nuevos perfiles desde el movimiento asociativo
viabilidad y oportunidad de acciones como la inserción de anuncios en el medio
televisivo o introduciendo medidas de mejora de la imagen corporativa.
También se pueden fomentar más encuentros y jornadas para facilitar a
las asociaciones la formación, el debate y el intercambio de experiencias sobre
la realidad y abordaje de los distintos perfiles que nos encontramos en nuestro
entorno de actuación.
Otro ámbito al que dedicar esfuerzos es el de la sensibilización y la
elevación de demandas (más ayudas, recursos, coordinación…) a las
administraciones implicadas.
Y el apoyo no sólo debe ir dirigido a las asociaciones, sino también a las
federaciones provinciales, como una forma de asegurar indirectamente que
también llegue a las primeras.
También desde la Federación Andaluza se puede seguir ofreciendo apoyo
específico a la labor de intervención de las asociaciones, por ejemplo, en el
asesoramiento jurídico. Y es importante, además, consolidar la labor de
investigación, aprovechando la riqueza de las asociaciones como observadoras
de la realidad a pie de calle, convirtiéndose la Federación en altavoz de los
problemas que no tienen respuesta, y ofreciendo alternativas y propuestas
construidas desde el análisis y el estudio profundo de la realidad.