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PERFIL


“Siento que no me define lo que
hago”
Matías Portugau se convirtió en campeón mundial de taekwondo de un año
para el otro. Pero se resiste a que ese título determine quién es. Ni quién
será.


Matías finge que saltará fuera de la lona. El oponente ve ahí su
oportunidad y salta a atacarlo, pero Matías le arroja una patada de
espaldas, directo al pecho. Ahora le pega un puñetazo en la cara:
otro punto clarísimo. Los jueces anotan. Matías vuelve a saltar…Y
se le va la pierna derecha. Siente el tirón. Es un desgarro. El juez
pide tiempo y Matías se arrastra al rincón, junto a su coach, y se
plantea abandonar. Entonces, el juez se acerca y le anuncia que
restan 30 segundos de lucha. Matías se reincorpora y regresa a la
lona. Si se limita a amagar y a esquivar, puede que tenga suerte.
Intenta esa estrategia unos segundos. Pero la pierna falla otra
vez… Matías queda tendido en el suelo. Piensa que hasta ahí llegó.
No llora. Pero el juez anuncia que es el fin del combate. Toma su
brazo y lo levanta: es la señal de la victoria.
La lesión valió la pena: Matías Portugau (1987) se convirtió así en el
campeón mundial de taekwondo, en noviembre de 2008. Un año antes,
había ganado la Copa América. Y ocho meses antes de eso, ni siquiera
tenía pensado empezar a practicar ese deporte.


-Todo indica que sos una persona sumamente ambiciosa…


-Sí, cuando se me pone algo en la mente lo trato de cumplir, trato de
superarme. Me gusta mejorar, siempre se puede hacerlo. Me divierte.


Mientras habla, mueve compulsivamente un pie. Cada pocos segundos se
lleva el pelo hacia atrás con una mano. Una mano muy grande. Es de
imaginar que, dentro de los guantes rojos que usa para pelear, deben dar
miedo. Vino en longboard a la entrevista. Un luchador de taekwondo que
anda en una patineta larga. Pero también hace surf, boxeo, musculación,
antes jugaba al rugby… Y planea iniciar clases de paracaidismo.


Aún así, afirma que no se autodefine con ningún estilo en especial. “Antes
era medio punk, pero eso es normal. Todos seguimos tendencias alguna
vez”. Entonces, podría inferirse que el piercing que tiene en la lengua no
significa nada en especial.

Cree que la respuesta a su ascenso vertiginoso es la dedicación. “No es mi
vocación porque nunca creí que haría plata con eso. Siempre me gustó el
deporte, sobre todo los de adrenalina”. Según su madre, Jacqueline Pons,
se trata de demasiada adrenalina. Al principio no estaba de acuerdo con
que su hijo mayor practicara ese deporte: “me parecía muy peligroso y
violento. Me sigue pareciendo”. Aún así, Matías arrancó sin que sus padres
lo supieran. “Cuando les dije, ya hacía rato que lo estaba haciendo”.
Aunque no lo aprobaran, siempre le “dieron para delante”.


Matías compite en “categoría libre”, es decir, para los que pesan 82 kilos o
más: para el mundial “quería engordar, porque tuve la oportunidad de
bajar de categoría pero ya lo había hecho y me sentía débil. Preferí
aumentar en masa y llegué a los 85 kilos necesarios para estar pesado y
potente a la vez. Era mi peso”. Ahora ha vuelto a los 82 kilos, y mide 1.87
metros. Por eso no puede resultar extraño cuando explica, entre risas, que
cuando empezó a practicar taekwondo, “quería mejorar en motricidad”,
porque se sentía “medio duro en eso”. Arrancó como un “complemento” y
después le encantó como se sentía después de practicar… “Está muy
bueno”.


-Te gustó el triunfo…


-Claro (asiente, serio). El rugby es otro tipo de triunfo, es más colectivo. En
taekwondo lo vez más directamente. Todo lo que hacés repercute en tu




rendimiento final.


Su hermano, Ramiro Portugau (1990), lo confirma al destacar de la
personalidad de Matías “su habilidad de ponerse metas importantes a largo
plazo e ir cumpliendo cada paso de ese camino”. Además, agrega, “cuando
se propone a cumplir algo siempre lo cumple”. Enfatiza el “siempre”, y con
razón. Nada indica lo contrario a lo que –también- afirma la madre de
ambos: Matías es “perseverante, consecuente”. Pero, aunque suene un
lugar común recordarlo, nada es gratis en la vida.


Cuando se le pregunta por su entrenamiento, Matías mira hacia arriba y
frunce levemente el ceño, como recordando un pasado un poco lejano, un
poco increíble. Cuenta que un día de su rutina para prepararse para el
mundial (que fue cuando más estuvo “al palo”), consistía en una dieta
estricta (“abundante”, se ríe), y en entrenar taekwondo de mañana,
gimnasio de tarde, y de vuelta taekwondo. “Mucho combate… y también
practiqué mucho ruptura de tablas”. Hacía seis comidas al día. Seis. “De
noche sólo una sopita porque no tenía hambre ‘ni a palos’, te imaginarás…”,
bromea.


La dieta se la armó él. Buscó información en Internet y seleccionó lo que le
pareció. Lo cuenta como si hubiera hecho algo arriesgado. “De mañana
jugo de naranja y yogurt con cereales; de almuerzo: pasta ‘a cara de perro’
con salsa de tomate; antes de irme de tarde, licuado de banana con clara
de huevo o why protain (un complemento con proteína) con leche, vainilla…
Era rico”, agrega, tal vez porque no está convencido de cómo sonó lo que
acaba de decir. También habla como riéndose de sí mismo, como si
estuviera señalando su perfil más obsesivo. Pero ya no sigue con esa dieta.
“El cuerpo me pide comer mucho cuando entreno: siempre prefiero un
licuado de banana antes que pizza”, explica. Y cuando no entrena, confiesa
que come “cualquier porquería”.


Con cinco comidas adentro, y cinco horas de ejercicio físico en el cuerpo y
en la mente, a las siete de la tarde estaba en la facultad. El año pasado
terminó de cursar una Licenciatura en Negocios Internacionales en la
Universidad Católica.


Comenta que, en ese sentido, se considera “bastante leonino” (se dice que
Leo es egocéntrico, ambicioso y perseverante): “Todo ese tema del
taekwondo fue re egocéntrico para mí. En el sentido de que todo lo que
hacía lo basaba sólo en mí: mi entrenamiento, mi facu…”


-Toda esta dedicación, ¿te perjudicó en el estudio?


-Sí, más que nada en el segundo semestre de 2008 antes del mundial, que
estuve bastante flojo en las materias. Estaba muerto y cuando estudiaba lo
hacía en el almuerzo, antes o después de ir al gimnasio.


Pero cuando se le pregunta si pensó en abandonar alguna vez, responde
con un seguro “no”: “He tenido etapas en que lo dejé, que estuve sin
practicar, pero siempre tengo que volver”.
Actualmente trabaja en zona franca. Dice que se puede conjugar
entrenamiento y trabajo, pero que no podría si tuviera que entrenar para el
mundial, porque “rendís mucho menos en las dos cosas”. A su vez,
entiende que “no se puede” combinar trabajo, estudio, entrenamiento y
vida social (esta última, equivalente a “salir con amigos”).


Admite tener admiradores en el ámbito deportivo. “Uruguay es un lugar
chiquito, hacés algo y en seguida te hacés conocido”. Agrega creer que
“reconocen que gané mucho siendo nuevo en esto”.


-Tu entrenador debe estar fascinado. ¿Sentiste alguna vez que eras
su “favorito”?


-(Mira para abajo y se ríe) No, no, él no dice nada, es muy objetivo. Nunca
grita “vamos”. Cuando ganamos, lo máximo que lo vi hacer fue un
(ademán con el brazo que significa “vamos”).




Cuando dice “ganamos” se refie                                           re
a él y a su entrenador. “Lo siento así porque él me entrenó a mí y estamos
ahí los dos”. Sin embargo, Víctor Fuentes, presidente de la Federación
Uruguaya de Taekwondo y entrenador de Matías, difiere con esta idea.
Sostiene que no siente que haya sido victoria suya sino de los compañeros
de práctica de Matías, quienes “le exigen día a día, impulsándolo a
superarse”.
Víctor Fonte, Matías Portugau.Comenta que su alumno triunfa “siempre que
se pone las pilas; cuando está conectado con el deporte. Es su actitud la
que lo lleva al compromiso”.


Luego de tres años de práctica, Matías puede afirmar que se considera un
buen perdedor, y asegura que la derrota que más lo ha marcado coincide
con la victoria más emocionante: “en el mundial, cuando me desgarré,
porque gané en combate pero quería ganar en todo. Había entrenado
mucho para eso”. Otro triunfo destacable es el de ruptura de tablas en
2007, cuando descubrió que en verdad se destacaba de los demás en esa
categoría.


Pero, también después de tres años, puede decir un adiós provisorio al
Taekwondo. Tiene planeado irse a Nueva Zelanda en noviembre de este
año, una vez que




se gradúe. El plan: “abrir la cabeza”. Sostiene que quiere llevar una vida
sana, “todo lo contrario a la de acá”. Nueva Zelanda, a su vez, no es una
elección azarosa, sino que lo eligió porque “es un país que tiene todo, todo
el año”. Pero el trasfondo de todo, explica, es formar una base de un año
en ese país, que lo lleve a conocer Japón, Australia, y Europa.
Por esto es que su próxima meta es llegar a ser “cinturón negro”. Una vez
en el extranjero, piensa seguir entrenando solo, ya que, aunque no sea
para competir, asegura que puede seguir manteniéndose físicamente apto
para volver.


Va a extrañar, no tiene dudas. Pero cree que es necesario irse porque
necesita “ver todo más en perspectiva”. Son las consecuencias de vivir en
un “pueblo chico”; estando acá, “te das cuenta de que esto no es todo”.




Sobre todo para un deportista. Fontes subraya el hecho de que en Uruguay
es muy difícil ser deportista, porque “no hay apoyo” de ningún tipo, pero
“tenés que trabajar muchísimo todo el tiempo”.


Pero esto no parece ser un impedimento para Matías. Tal vez porque no
considera que sus acciones lo determinen: “siento que no me define lo que
hago”. Haber sido campeón mundial de Taekwondo no significa para él que
es eso lo que será para siempre. Resume su objetivo de vida en dos
palabras: estar realizado. “Eso, para mí, es disfrutar; no quiero estar
dependiendo de un trabajo. Ni de nada”.

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  • 1. PERFIL “Siento que no me define lo que hago” Matías Portugau se convirtió en campeón mundial de taekwondo de un año para el otro. Pero se resiste a que ese título determine quién es. Ni quién será. Matías finge que saltará fuera de la lona. El oponente ve ahí su oportunidad y salta a atacarlo, pero Matías le arroja una patada de espaldas, directo al pecho. Ahora le pega un puñetazo en la cara: otro punto clarísimo. Los jueces anotan. Matías vuelve a saltar…Y se le va la pierna derecha. Siente el tirón. Es un desgarro. El juez pide tiempo y Matías se arrastra al rincón, junto a su coach, y se plantea abandonar. Entonces, el juez se acerca y le anuncia que restan 30 segundos de lucha. Matías se reincorpora y regresa a la lona. Si se limita a amagar y a esquivar, puede que tenga suerte. Intenta esa estrategia unos segundos. Pero la pierna falla otra vez… Matías queda tendido en el suelo. Piensa que hasta ahí llegó. No llora. Pero el juez anuncia que es el fin del combate. Toma su brazo y lo levanta: es la señal de la victoria.
  • 2. La lesión valió la pena: Matías Portugau (1987) se convirtió así en el campeón mundial de taekwondo, en noviembre de 2008. Un año antes, había ganado la Copa América. Y ocho meses antes de eso, ni siquiera tenía pensado empezar a practicar ese deporte. -Todo indica que sos una persona sumamente ambiciosa… -Sí, cuando se me pone algo en la mente lo trato de cumplir, trato de superarme. Me gusta mejorar, siempre se puede hacerlo. Me divierte. Mientras habla, mueve compulsivamente un pie. Cada pocos segundos se lleva el pelo hacia atrás con una mano. Una mano muy grande. Es de imaginar que, dentro de los guantes rojos que usa para pelear, deben dar miedo. Vino en longboard a la entrevista. Un luchador de taekwondo que anda en una patineta larga. Pero también hace surf, boxeo, musculación, antes jugaba al rugby… Y planea iniciar clases de paracaidismo. Aún así, afirma que no se autodefine con ningún estilo en especial. “Antes era medio punk, pero eso es normal. Todos seguimos tendencias alguna vez”. Entonces, podría inferirse que el piercing que tiene en la lengua no significa nada en especial. Cree que la respuesta a su ascenso vertiginoso es la dedicación. “No es mi vocación porque nunca creí que haría plata con eso. Siempre me gustó el deporte, sobre todo los de adrenalina”. Según su madre, Jacqueline Pons, se trata de demasiada adrenalina. Al principio no estaba de acuerdo con que su hijo mayor practicara ese deporte: “me parecía muy peligroso y violento. Me sigue pareciendo”. Aún así, Matías arrancó sin que sus padres lo supieran. “Cuando les dije, ya hacía rato que lo estaba haciendo”. Aunque no lo aprobaran, siempre le “dieron para delante”. Matías compite en “categoría libre”, es decir, para los que pesan 82 kilos o más: para el mundial “quería engordar, porque tuve la oportunidad de bajar de categoría pero ya lo había hecho y me sentía débil. Preferí aumentar en masa y llegué a los 85 kilos necesarios para estar pesado y
  • 3. potente a la vez. Era mi peso”. Ahora ha vuelto a los 82 kilos, y mide 1.87 metros. Por eso no puede resultar extraño cuando explica, entre risas, que cuando empezó a practicar taekwondo, “quería mejorar en motricidad”, porque se sentía “medio duro en eso”. Arrancó como un “complemento” y después le encantó como se sentía después de practicar… “Está muy bueno”. -Te gustó el triunfo… -Claro (asiente, serio). El rugby es otro tipo de triunfo, es más colectivo. En taekwondo lo vez más directamente. Todo lo que hacés repercute en tu rendimiento final. Su hermano, Ramiro Portugau (1990), lo confirma al destacar de la personalidad de Matías “su habilidad de ponerse metas importantes a largo plazo e ir cumpliendo cada paso de ese camino”. Además, agrega, “cuando se propone a cumplir algo siempre lo cumple”. Enfatiza el “siempre”, y con razón. Nada indica lo contrario a lo que –también- afirma la madre de ambos: Matías es “perseverante, consecuente”. Pero, aunque suene un lugar común recordarlo, nada es gratis en la vida. Cuando se le pregunta por su entrenamiento, Matías mira hacia arriba y frunce levemente el ceño, como recordando un pasado un poco lejano, un poco increíble. Cuenta que un día de su rutina para prepararse para el mundial (que fue cuando más estuvo “al palo”), consistía en una dieta estricta (“abundante”, se ríe), y en entrenar taekwondo de mañana,
  • 4. gimnasio de tarde, y de vuelta taekwondo. “Mucho combate… y también practiqué mucho ruptura de tablas”. Hacía seis comidas al día. Seis. “De noche sólo una sopita porque no tenía hambre ‘ni a palos’, te imaginarás…”, bromea. La dieta se la armó él. Buscó información en Internet y seleccionó lo que le pareció. Lo cuenta como si hubiera hecho algo arriesgado. “De mañana jugo de naranja y yogurt con cereales; de almuerzo: pasta ‘a cara de perro’ con salsa de tomate; antes de irme de tarde, licuado de banana con clara de huevo o why protain (un complemento con proteína) con leche, vainilla… Era rico”, agrega, tal vez porque no está convencido de cómo sonó lo que acaba de decir. También habla como riéndose de sí mismo, como si estuviera señalando su perfil más obsesivo. Pero ya no sigue con esa dieta. “El cuerpo me pide comer mucho cuando entreno: siempre prefiero un licuado de banana antes que pizza”, explica. Y cuando no entrena, confiesa que come “cualquier porquería”. Con cinco comidas adentro, y cinco horas de ejercicio físico en el cuerpo y en la mente, a las siete de la tarde estaba en la facultad. El año pasado terminó de cursar una Licenciatura en Negocios Internacionales en la Universidad Católica. Comenta que, en ese sentido, se considera “bastante leonino” (se dice que Leo es egocéntrico, ambicioso y perseverante): “Todo ese tema del taekwondo fue re egocéntrico para mí. En el sentido de que todo lo que hacía lo basaba sólo en mí: mi entrenamiento, mi facu…” -Toda esta dedicación, ¿te perjudicó en el estudio? -Sí, más que nada en el segundo semestre de 2008 antes del mundial, que estuve bastante flojo en las materias. Estaba muerto y cuando estudiaba lo hacía en el almuerzo, antes o después de ir al gimnasio. Pero cuando se le pregunta si pensó en abandonar alguna vez, responde con un seguro “no”: “He tenido etapas en que lo dejé, que estuve sin practicar, pero siempre tengo que volver”.
  • 5. Actualmente trabaja en zona franca. Dice que se puede conjugar entrenamiento y trabajo, pero que no podría si tuviera que entrenar para el mundial, porque “rendís mucho menos en las dos cosas”. A su vez, entiende que “no se puede” combinar trabajo, estudio, entrenamiento y vida social (esta última, equivalente a “salir con amigos”). Admite tener admiradores en el ámbito deportivo. “Uruguay es un lugar chiquito, hacés algo y en seguida te hacés conocido”. Agrega creer que “reconocen que gané mucho siendo nuevo en esto”. -Tu entrenador debe estar fascinado. ¿Sentiste alguna vez que eras su “favorito”? -(Mira para abajo y se ríe) No, no, él no dice nada, es muy objetivo. Nunca grita “vamos”. Cuando ganamos, lo máximo que lo vi hacer fue un (ademán con el brazo que significa “vamos”). Cuando dice “ganamos” se refie re a él y a su entrenador. “Lo siento así porque él me entrenó a mí y estamos ahí los dos”. Sin embargo, Víctor Fuentes, presidente de la Federación Uruguaya de Taekwondo y entrenador de Matías, difiere con esta idea. Sostiene que no siente que haya sido victoria suya sino de los compañeros de práctica de Matías, quienes “le exigen día a día, impulsándolo a superarse”. Víctor Fonte, Matías Portugau.Comenta que su alumno triunfa “siempre que
  • 6. se pone las pilas; cuando está conectado con el deporte. Es su actitud la que lo lleva al compromiso”. Luego de tres años de práctica, Matías puede afirmar que se considera un buen perdedor, y asegura que la derrota que más lo ha marcado coincide con la victoria más emocionante: “en el mundial, cuando me desgarré, porque gané en combate pero quería ganar en todo. Había entrenado mucho para eso”. Otro triunfo destacable es el de ruptura de tablas en 2007, cuando descubrió que en verdad se destacaba de los demás en esa categoría. Pero, también después de tres años, puede decir un adiós provisorio al Taekwondo. Tiene planeado irse a Nueva Zelanda en noviembre de este año, una vez que se gradúe. El plan: “abrir la cabeza”. Sostiene que quiere llevar una vida sana, “todo lo contrario a la de acá”. Nueva Zelanda, a su vez, no es una elección azarosa, sino que lo eligió porque “es un país que tiene todo, todo el año”. Pero el trasfondo de todo, explica, es formar una base de un año en ese país, que lo lleve a conocer Japón, Australia, y Europa.
  • 7. Por esto es que su próxima meta es llegar a ser “cinturón negro”. Una vez en el extranjero, piensa seguir entrenando solo, ya que, aunque no sea para competir, asegura que puede seguir manteniéndose físicamente apto para volver. Va a extrañar, no tiene dudas. Pero cree que es necesario irse porque necesita “ver todo más en perspectiva”. Son las consecuencias de vivir en un “pueblo chico”; estando acá, “te das cuenta de que esto no es todo”. Sobre todo para un deportista. Fontes subraya el hecho de que en Uruguay es muy difícil ser deportista, porque “no hay apoyo” de ningún tipo, pero “tenés que trabajar muchísimo todo el tiempo”. Pero esto no parece ser un impedimento para Matías. Tal vez porque no considera que sus acciones lo determinen: “siento que no me define lo que hago”. Haber sido campeón mundial de Taekwondo no significa para él que es eso lo que será para siempre. Resume su objetivo de vida en dos palabras: estar realizado. “Eso, para mí, es disfrutar; no quiero estar dependiendo de un trabajo. Ni de nada”.