Ha aparecido recientemente en Estados Unidos el libro “La Gran División” (The Great Divide – Norton & Company – New York) del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. El tema que analiza es la división cada vez más profunda entre el 1% de la población más rica y el 99 % restante, principalmente en los Estados Unidos y también en el resto del mundo. Va en el mismo sentido que el libro “El Capital en el Siglo XXI” del economista francés Thomas Piketty, al cual se refiere en varias partes de su reciente obra.
El libro es la profundización de la visión crítica que Stiglitz tiene sobre la economía norteamericana y mundial, en especial sobre el capital financiero, la ciudadela más concentrada del poder económico. En este sentido es una radicalización de su propio pensamiento económico y político. Este economista, a pesar de haber recibido una formación tradicional en economía en el MIT de Boston, siempre se interesó en los temas de distribución del ingreso y la riqueza. Su tesis de doctorado en la década del sesenta, que fue supervisada por los también premios Nobel Robert Solow y Paul Samuelson, versaba sobre el tema.
1. LA GRAN DIVISIÓN
Jorge Molinero*
Ha aparecido recientemente en Estados Unidos el libro “La Gran División” (The Great Divide –
Norton & Company – New York) del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. El tema que
analiza es la división cada vez más profunda entre el 1% de la población más rica y el 99 %
restante, principalmente en los Estados Unidos y también en el resto del mundo. Va en el mismo
sentido que el libro “El Capital en el Siglo XXI” del economista francés Thomas Piketty, al cual
se refiere en varias partes de su reciente obra.
El libro es la profundización de la visión crítica que Stiglitz tiene sobre la economía
norteamericana y mundial, en especial sobre el capital financiero, la ciudadela más concentrada
del poder económico. En este sentido es una radicalización de su propio pensamiento económico
y político. Este economista, a pesar de haber recibido una formación tradicional en economía en
el MIT de Boston, siempre se interesó en los temas de distribución del ingreso y la riqueza. Su
tesis de doctorado en la década del sesenta, que fue supervisada por los también premios Nobel
Robert Solow y Paul Samuelson, versaba sobre el tema.
Durante sus muchos años como economista fue ocupando puestos importantes, llegando a ser
jefe del Consejo de Asesores Económicos del presidente Bill Clinton y Economista Jefe y
Vicepresidente del Banco Mundial. Su visión crítica lo fue alejando gradualmente de la corriente
principal del pensamiento económico neoliberal. Ello se nota especialmente en las obras que
escribe a partir de la crisis mundial desatada en 2008 tras el estallido de la burbuja especulativa
de las hipotecas inmobiliarias subprime. Ya se delineaba esta visión crítica en “El malestar de la
globalización” (2002) y luego del estallido de la crisis se fue profundizando en “Caída libre”
(2010) y “El precio de la desigualdad” (2012), obras que fueron traducidas al castellano y
editadas en la Argentina. De seguro The Great Divide será traducida en breve. Es de hacer notar
que Stiglitz ha estado varias veces en la Argentina, y en su última y reciente visita estuvo reunido
por más de una hora con la presidenta Cristina. En mayo pasado declaró “Critican a la Argentina
porque les hizo frente a los fondos buitre y habló en voz alta”, en una reunión del Atlantic
Council en Washington, flanqueado por representantes del FMI y el JP Morgan, que no lo
contradijeron.
Es la política,……..!!
A diferencia de la mayoría de los economistas, indica claramente la importancia de la política en
la distribución del ingreso nacional. Mientras que para la corriente principal del pensamiento
económico (neoliberal) la distribución desigual de la riqueza es el resultado inevitable de la
evolución económica, para el autor “el nivel de desigualdad en Estados Unidos no es inevitable,
2. no es el resultado inexorable de leyes económicas. Es un asunto de políticas y de los
políticos.”(Introducción).
Entiende a la desigualdad de ingresos y riqueza tanto como consecuencia de las políticas
económicas seguidas por los distintos gobiernos norteamericanos desde 1980 cuando asumió
Ronald Reagan (y Margareth Thatcher en Gran Bretaña). Los desarreglos en la economía
norteamericana, y en el mundo por la globalización, interpreta que están relacionadas con el rol
de los intereses especiales en la conducción de la política en general y la económica en
particular. Son intereses que representan cada vez más estrechamente al 1 % de los más ricos
dentro de esa sociedad, en especial a los representantes del capital financiero en todas sus
expresiones. “Pero mientras la política ha sido parte de la causa de nuestros problemas, sólo será
a través de la política que nosotros encontraremos las soluciones: el mercado por sí solo no lo
hará.”
Reivindica la necesidad de que sea el Estado, en representación del interés general, el que regule
las actividades de los crecientes monopolios. Hace especial hincapié en el sector financiero, pero
también de nuevas formas de servicios concentrados como el sistema operativo Windows de
Microsoft, o el perverso sistema de patentes medicinales que han impuesto los grandes
laboratorios, entre otros.
Stiglitz indica que a la salida de la Segunda Guerra Mundial, tanto Europa como Estados Unidos
y Japón crecieron fuertemente al tiempo que mejoraba la distribución del ingreso, beneficiando a
las grandes mayorías. Es el período conocido como “los gloriosos treinta” por los años de
consolidación del Estado de Bienestar en los países centrales. Pero esa política toca a su fin con
la contraofensiva conservadora que llevó al poder a Ronald Reagan (1980) en Estados Unidos y
Margareth Thatcher (1979) en Gran Bretaña, y más adelante en el resto de los países centrales,
tanto en su versión formalmente de centro derecha como en la vergonzante versión
socialdemócrata. Desde esos momentos la política económica comenzó la desregulación de las
actividades financieras (que habían sido muy activamente controladas luego de la Gran
Depresión de los años treinta), la reducción de la tasa de impuesto a las ganancias a los sectores
más ricos de la población (con el promesa incumplida de que cuanto más ganasen más invertirían
generando trabajo), forzando además la apertura comercial y financiera de todos los países del
mundo, la lucha contra la sindicalización de los obreros, la irrestricta “flexibilización laboral”,
etc.
Si bien en esta obra Stiglitz apunta claramente a la política como la generadora de esta creciente
desigualdad, no describe las razones últimas que invirtieron el signo de los años dorados de
posguerra. En nuestra opinión hay un momento en los años setenta en que el gran capital y sus
expresiones políticas entienden que las concesiones a los trabajadores en los países centrales, que
afecta negativamente a la tasa de ganancia, no son más necesarias para mantener su dominio y
contener el avance del comunismo. El tema de la radicalización de los trabajadores europeos tras
la finalización de la Segunda Guerra impulsó las políticas reformistas y de mayor participación,
3. generando un prolongado boom de ingresos y de avances políticos en Europa Occidental, pero
también en Estados Unidos y Japón. Esas políticas, generosamente apoyadas por créditos
norteamericanos desde el Plan Marshall de 1948, rindieron sus frutos. Las clases trabajadoras
europeas votaban a partidos de izquierda, comunistas o socialistas, al tiempo que mejoraban su
situación económica y conquistaban avances en derechos como vacaciones, aguinaldos, seguro
social, salud pública y educación generalizada.
Pero esos mismos socialistas o comunistas no estaban atraídos por la versión soviética del
socialismo y no eran revolucionarios. Si los trabajadores no estaban dispuestos a cambiar el
sistema capitalista reformado por un socialismo de tipo soviético, para qué continuar
distribuyendo la riqueza si se podía volver a concentrar en los sectores del privilegio? La nueva
ofensiva política conservadora contó con el apoyo de economistas que siempre fueron contrarios
a la intervención del Estado. Dado que siempre habían sido liberales, en esta etapa post Estado
de Bienestar, se los comenzó a llamar “neoliberales”, pero son los mismos que estaban
agazapados a la espera de su nueva oportunidad, y vaya que la tuvieron!
Es de hacer notar que esta ofensiva conservadora comienza varios años antes de la implosión del
sistema socialista en Europa Oriental (1989) y la Unión Soviética (1991), y obviamente se
refuerza a partir de esos eventos. Esta radicalización neoliberal es descripta por Stiglitz, pero
consideramos que no está claramente explicado el movimiento previo que llevó al resurgimiento
conservador.
La generación de la última crisis
Quizá los capítulos más importantes del libro son los que relacionan la creciente desigualdad en
Estados Unidos con la generación de las crisis económicas, en especial la por él llamada “La
Gran Recesión” que comenzó en 2008 (para diferenciarla de “La Gran Depresión” que estalló en
1929). La última crisis, que aún perdura en bajo crecimiento, alta desocupación y
endeudamiento de Estados, es la más severa de la historia económica mundial después de la de
1929.
En su descripción del armado de la crisis el autor indica que tras las reducciones de impuestos a
los altos ingresos y la desregulación financiera, los ingresos comenzaron a concentrarse cada vez
más en los sectores más ricos de la población. A pesar del crecimiento de la productividad,
durante los últimos treinta y cinco años el ingreso del norteamericano medio está estancado. A
dónde fue entonces el crecimiento económico? Casi exclusivamente al sector capital, y dentro
de éste al capital financiero. Las ganancias crecientes del sector financiero tenían que encontrar
demanda donde realizarse, o su rendimiento caería por inactividad. Pero la capacidad de
consumo de las mayorías estaba limitada por el estancamiento de sus ingresos. Es cuando los
economistas que entonces manejaban la Fed (el Banco Central de Estados Unidos) deciden (una
vez más) reducir la tasa de interés y relajar las regulaciones bancarias. Es así como en los
primeros años del nuevo siglo se genera una nueva burbuja especulativa de crecientes créditos
4. hipotecarios, que comienza con créditos a sectores solventes que va haciendo crecer el valor de
las propiedades, y cuando ese crecimiento no alcanza a movilizar todos los ingentes fondos que
las reducciones impositivas y otros beneficios al capital implicaban, se avanza en créditos
hipotecarios a sectores de ingresos insuficientes para comprar propiedades. Se generan las
hipotecas basura, pudorosamente llamadas “subprime”. Es de hacer notar que a mediados de la
primera década del siglo el 80 % de los hogares norteamericanos gastaba el 110 % de sus
ingresos. En algún momento esa subida de precios de las propiedades y la demanda ficticia que
se había creado con los préstamos a personas insolventes tenía que estallar. Ya en 2007 se ve que
los precios de las propiedades comienzan a caer, que los casos de morosidad comienzan a crecer,
que la venta de los derivados financieros que contenían hipotecas basura en su composición
tienen dificultades para ser realizados (y habían sido vendidos en todo el mundo!!). En 2008
finalmente la crisis estalla y la magnitud de la caída fue proporcional a la magnitud de los
ingresos extraídos a los sectores del trabajo y concentrados en el pináculo del capital financiero.
Aun hoy, a siete años del estallido, se mantienen las secuelas de esa crisis.
El salvataje a los bancos
Sin embargo, la administración de Barack Obama, lejos de enmendar bien los desaguisados de
las administraciones anteriores que condujeron a la crisis, se dedicó a salvar a los bancos que la
produjeron y poco y nada a los millones de propietarios que perdían sus viviendas. Tras la crisis,
no se volvió a regular la actividad financiera y se le prestaron ingentes cantidades de dinero a los
bancos que habían jugado con las hipotecas y que se habían enriquecido impúdicamente, tanto
accionistas como sus ejecutivos con fabulosas bonificaciones y premios. Los préstamos del
Gobierno a los banco fue casi sin interés. Luego esos bancos usaban esos fondos, que impidieron
su quiebra, para prestarle al Gobierno a tasas más elevadas y volver a repartir bonos y premios.
Un robo al conjunto de la sociedad en toda la línea.
El proceso es claro. Los cambios en la política económica, con leyes que benefician a los ricos,
producen concentración económica y estancamiento de los ingresos de la mayoría. El sector
financiero gana en la parte ascendente de la burbuja financiera y vuelve a ganar en la crisis
cuando el gobierno los salva y les presta dinero con el argumento de que “son muy grandes para
caer” y arrastrarían (más aún) al conjunto de la economía en su caída. Stiglitz indica que esa
actitud es lo que se denomina “riesgo moral” (moral hazard), la cínica especulación de los
bancos que por su magnitud no los dejarán caer.
Lo que bien marca Stiglitz es que el rescate se hizo sin consecuencia para los accionistas y
directivos. Si por un lado reconoce que había que salvar a los bancos y financieras puesto que su
caída generalizada hubiese significado una crisis de mayor envergadura que la de 1929/1933,
indica que no había razón alguna para salvar a los accionistas y directivos bancarios, y bien
podían continuar los bancos pero con la propiedad de quien había puesto el dinero para su
salvación, el Estado. Pero la propiedad estatal es tabú político en Estados Unidos y ese prejuicio
5. anti intervencionista lo están pagando caro con una muy lenta recuperación tras años de
sufrimientos sociales, pérdida de recursos y alta desocupación.
Lo resumido es apenas una fracción del interesante libro. Contiene muchos otros temas de gran
interés y es comprensible para no economistas, ya que no utiliza tecnicismos ni abruma con
cifras. Es de esperar que sea prontamente traducido y editado en la Argentina para provecho de
los lectores.
*Licenciado en Sociología (UBA 1967) - Licenciado en Economía Política (UBA 1970) - Ex-Profesor de
Historia Económica (Fac. Ciencias Económicas UBA - 1971/1974) - Miembro de la Comisión de
Economía de Carta Abierta