1. E
l síndrome de Casandra
es aquella situación en
la que alguien predice
un hecho certero pero
sin que nadie le crea. Se habla de
ese síndrome cuando no nos atre-
vemos a ser sinceros por las con-
secuencias que puede tener. Ca-
sandra era una sacerdotisa del tem-
plo del diosApolo. Éste, para con-
seguir su amor, le ofrece el don
de la profecía. En el momento que
recibe la capacidad de adivinar el
futuro, Casandra rechaza a Apo-
lo, lo que lleva al dios a vengarse
de su amada incluyendo en el don
otra característica: nadie creerá
sus pronósticos. Casandra vatici-
nó la caída deTroya, pero nadie le
dio crédito; previó su propia des-
gracia, pero tampoco pudo evitar-
la. A los autores de este artículo
el mito de Casandra se nos viene
a la cabeza cada vez que explica-
mos el futuro de las pensiones en
España.
El sistema de pensiones es uno
de los grandes éxitos de nuestro
Estado del Bienestar porque ha
conseguido que la vejez no sea si-
nónimo de pobreza. Las socieda-
des avanzadas organizaron en los
últimos años del siglo XIX siste-
mas para garantizar que cuando
las personas dejaran de trabajar a
causa de la edad dispusieran de, al
menos, una renta básica mensual.
Entre otros aspectos se fijaron los
65 años como la edad para dejar de
trabajar. Pero hoy el problema en
todos los países avanzados es de
fondo y se resume en cómo adap-
tarse a las tendencias demográfi-
cas para seguir ofreciendo pensio-
nes adecuadas.
Aprincipiosdelsiglopasadoape-
nas una persona de cada cien lle-
gaba a los 65 años; hoy son nueve
de cada diez. En España, en 2030
el 25% de la población tendrá de-
recho a una pensión porque supe-
rará los 65 años, de manera que la
previsión es que en 2050 cada tra-
bajador tendría que sostener a un
pensionista.Exactamenteunpen-
sionista por cada 1,34 trabajado-
res.
En la Alemania de Bismarck
–el primer país que puso en mar-
cha el actual sistema de pensio-
nes–seestimabacomomuchouna
supervivencia de una década. Hoy
la esperanza de vida germana pa-
sados los 65 años supera los vein-
te. En España, conforme a datos
del INE, los años efectivos de per-
cepción de la pensión superan los
23. De hecho, según BBVA, en Es-
paña todas las aportaciones al sis-
tema público de pensiones que ha
hecho un trabajador que se jubile
ahora mismo se agotan tras doce
años de pensión, cuando le queda-
rían, conforme a su esperanza de
vida, otros nueve de vida.
ComoCasandra, los autores de
este artículo queremos atrevernos
a decir la verdad, aunque espera-
mos tener más predicamento que
lajovenhelena.Laspensionescada
año serán más bajas y de una tasa
de reposición menor. Es decir, en
unpardedécadaselporcentajedel
último sueldo que cubrirá la pen-
sión pasará del 80% actual a un
50% de éste.
Pero aún estamos a tiempo de
revertir este proceso si aplicamos
dos soluciones. Por una parte, in-
crementar la tasa de ahorro de los
españoles y, por la otra, atender la
necesidad de extender en parte el
período de vida laboral.
Si asumimos que las pensiones
públicas irremediablemente serán
másbajas,lagranmayoríadelapo-
blación tendrá un serio problema
yaquesólotieneesafuentederen-
taensuretiro.Peroexisteuname-
didaparagarantizarelniveldevida
de las personas tras su jubilación,
y es diversificar las fuentes de ren-
ta de los futuros jubilados cuando
tienen capacidad de ir acumulan-
do. Es decir, mientras todavía tra-
bajan.
En resumen, habrá que ahorrar
más. En este sentido, la mayoría
de los países de nuestro entorno
haidocreandomecanismosdeaho-
rro,másomenosobligatorios,para
que grandes capas de la población
vayan constituyendo un patrimo-
nio complementario a la pensión
pública.
España es uno de los pocos que
aún no lo ha hecho. Este retraso
no es inocuo. A lo largo de toda la
vida laboral cada mes un español
está ahorrando cien euros menos
que un sueco, alrededor de ochen-
tamenosqueunbritánicoounho-
landés y 44 menos que un ciuda-
dano que viva en Francia.
No es una quimera conseguir-
lo. En nuestro país, en Gipuzkoa,
la exitosa experiencia de Geroa,
conlosplanesdepensionesdeem-
pleo, nos anima a defender estos
pilares alternativos de ahorro. De
hecho, hoy dos de cada tres traba-
jadores de ese territorio se benefi-
cian de una pensión complemen-
taria a la pública que les iguala en
ingresos para la vejez con sus ve-
cinos franceses.
Trabajar más es la segunda me-
didaque,comoCasandra,nosotros
nos atrevemos a reivindicar tam-
bién en esta reflexión. No habla-
mos solamente del desplazamien-
to progresivo de la edad de retiro
hasta los 67 años que la mayoría
de los países europeos están im-
plementando. Nos referimos tam-
bién a la necesidad de parar el eda-
dismo, o la discriminación que su-
fren los mayores en el mercado la-
boral. Si conseguimos revertir ese
proceso y acercarnos a tasas de ac-
tividad de los trabajadores mayo-
res de 55 años equivalentes a eco-
nomías como Nueva Zelanda o
Suecia,nosoloconseguiremosma-
yores ingresos para afrontar el fu-
turo,sinounaeconomíamásgran-
de que soporte mejor nuestro sis-
tema del bienestar.
CASANDRA Y LAS PENSIONES
MODELO ESPAÑOL
Los autores
subrayan la
necesidad de
ahorrar mientras
se trabaja y
retirarse más
tarde, pero
también de frenar
la discriminación
laboral de los
mayores de 55
años
ANÁLISIS
ANTONIO HUERTAS E IÑAKI ORTEGA
Presidente de Mapfre y director de la sede madrileña de Deusto Business
School, autores ‘La revolución de las canas’
L
legada la jubilación
la principal fuente
de ingresos suele ser
la pensión pública,
una ‘nómina’ que se puede
complementar con distintos
productos financieros, desde
planes de pensiones a segu-
ros que nos garantizan una
renta mensual. Estos, comer-
cializados bajo el nombre de
rentas vitalicias, son cada vez
más populares y, de hecho,
según Unespa, hasta septiem-
bre acumulaban unas provi-
siones técnicas de 89.931 mi-
llones de euros, un 2,28% más
que un año atrás.
IRATXE BERNAL
PRODUCTOS
DE AHORRO
Más de 29.000 personas ya complementan
su pensión con este tipo de seguro de ahorro
fija hasta su fallecimiento. La
cuantía de esta renta viene
determinada por el capital
aportado y la rentabilidad que
éste pueda haber generado,
que no suele ser muy eleva-
da ya se prima la seguridad
frente al riesgo.
En el informe ‘Soluciones
para la jubilación’, elaborado
por Analistas Financieros In-
ternacionales (AFI) para Unes-
pa hace un par de años, se cal-
culaba que para lograr una
renta vitalicia de 379 euros al
mes un hombre de 57 años
debería aportar 59.151 euros
y una mujer de la misma edad,
74.821. Puede parecer mucho,
pero si fuéramos nosotros
mismos los que, sin contratar
este tipo se seguros, nos pa-
gamos esa mensualidad con-
sumiríamos ese dinero en 13
años, el caso de los hombres,
y en 16,4 en el de las mujeres.
Su contratación tiene ade-
más ventajas fiscales porque,
a partir de los 65 años, las ga-
nancias hasta 240.000 euros
obtenidas de las venta de ele-
mentos patrimoniales están
exentas de tributación si se
destinan a la constitución de
la renta vitalicia asegurada a
su favor.
Las rentas vitalicias, una
fórmula en crecimiento
Es decir, 29.200 mayores
de 65 años habían transfor-
mado parte de su patrimonio
en una renta vitalicia a través
de la contratación de un se-
guro de ahorro que les garan-
tiza el cobro de una cantidad
periódica a lo largo de toda la
vida a partir de una aporta-
ción, que generalmente es
una única prima procedente
de la venta de una segunda
vivienda, fondos de inversión
o acciones. La aseguradora
toma ese dinero y lo invier-
te, comprometiéndose a pa-
gar al titular mensual o tri-
mestralmente una cantidad
6 AHORRO
INVERSIÓN
Domingo 24.11.19
EL CORREO