1. EL SENTIMIENTO DE CULPA. PRINCIPAL ELEMENTO FACILITADOR
DEL VACIO EXISTENCIAL TRAS LA RUPTURA DE PAREJA.
Por Ignacio González Sarrió.
Toda ruptura de pareja supone dejar atrás vivencias y experiencias compartidas,
intereses, hábitos y modos de vida que, a lo largo de los años, sustentaron y dieron
sentido al día a día de dos personas que un día se amaron y que, en sus buenos
momentos, compartieron un proyecto de vida, una ilusión, una preocupación mutua
por su bienestar. Esa unión, si es auténtica, se convierte en el centro de la vida de la
pareja y de hecho la pervivencia y calidad de la relación dependerá, básica y
fundamentalmente, de la implicación en el cuidado de ese proyecto común, de esa
unión y de la ilusión por mantenerla viva.
Pero en ocasiones surgen dificultades, adversidades externas o internas, y, por diferentes
motivos, la pareja se ve desbordada e incapaz de hacerlas frente con éxito. Esta
situación se convierte, sino se acierta en la toma de decisiones, en un elemento
erosionante de la convivencia viéndose afectadas, de manera ineludible, las principales
áreas que soportan una relación sana como son: la confianza, la sinceridad, la
comunicación, la empatía y la preocupación sincera por el otro.
Todo ello va generando un escenario de suspicacia mutua, de distanciamiento y de
hostilidad, terminando por alcanzar un grado de deterioro tal que, la pareja, no puede
soportar fundamentalmente porque entiende que va en contra de la esencia misma de
toda relación humana íntima, el amor y la felicidad. Así pues, terminamos por ver a la
persona amada, a la persona a la que confiamos nuestras más íntimos deseos,
confidencias y aspiraciones en un ser hostil, un enemigo, un extraño.
Llegados a este punto, en el que la persona toma conciencia de la frustración y
sufrimiento que le ocasiona la convivencia, elabora y madura la idea de la ruptura, de
la separación, del final del proyecto en común. Esa primera idea le generará un cierto
alivio, una esperanza, él o ella piensan que en cierta forma está en su mano terminar
con todo este sufrimiento, este padecimiento, solo le falta llenarse de valor y tomar
2. la decisión. Para ello, la vía más fácil, es aumentar la tensión hasta un punto en el que
las discusiones, las faltas de respeto, la desconfianza mutua se instale de tal manera, que
se convierta en la protagonista cotidiana. Se trata de odiarse, de terminar
definitivamente con el amor y con la imagen anterior que se tenía del otro.
Así pues la ruptura y la separación está servida, cada uno de los miembros de la pareja
vierte todos sus esfuerzos en cargarse de razones acerca de la insolidaridad, egoísmo,
arbitrariedad y desconfianza del otro. En esta fase se instala el dolor y las hostilidades
mutuas, faltas de respeto, todo con el objeto de romper esa imagen y auto-convencerse
de que la decisión tomada es la más conveniente.
Pero en muchos casos, las personas no tomamos en consideración las consecuencias de
este proceso, de esta decisión, una decisión muchas veces basada en la incapacidad
para valorar lo que se tiene y en la impotencia provocada por la sensación de
angustia e infelicidad que nos crea sentirnos incapaces de cambiar las cosas,
haciéndonos pensar que la mejor opción es la huída, la retirada.
Este tipo de situaciones, a la larga, dan lugar a la presencia de un estado que aparece
una vez transcurrido un tiempo y las cosas se calman. Aparece entonces una enorme
sensación de vacío provocada por la pérdida de la vida en común, y surgen los
recuerdos de esa vida, de esos intereses y proyectos comunes, las imágenes de días
felices, la calidez de la sonrisa y el abrazo de la persona amada y uno toma conciencia
de ese hueco enorme, insondable, inabarcable.
Entonces la persona, todavía inconsciente de que se encuentra inmerso en un estado
peligroso de duelo no resuelto, inicia una serie de acciones dirigidas a llenar ese vacío,
trata de conocer a otras personas, ocupar su tiempo, pero nada le resulta interesante, más
bien se siente ridículo y estafado, francamente frustrado y enfadado consigo mismo.
Surge la culpabilidad, los pensamientos auto-culpabilizadores y los recuerdos se
instalan de manera obsesiva en la mente del individuo. En ese momento, aunque trate de
iniciar acciones de acercamiento a la ex pareja, en realidad están destinadas al fracaso,
3. ese proceso está acabado. No obstante, la culpabilidad se instala, se aposenta y se
cronifica debido al sesgo cognitivo que el sujeto se aplica a sí mismo y que consiste en
discriminar todas aquellas actitudes y comportamientos propios que le llevaron a la
separación.
En este momento la persona se encuentra en un período realmente crítico, merced a un
mecanismo psicológico perverso que le impedirá ver la realidad con objetividad,
elaborar el pasado y el duelo de la ruptura y que le generará un estado depresivo o
melancólico profundo incapacitándole para abrirse a nuevas experiencias y conocer a
nuevas personas.
Si la persona no inicia un exhaustivo y complejo proceso de auto-reconciliación
consigo mismo, en el cual su principal objetivo sea la restauración de su propia
autoestima, se irá introduciendo más y más en su propio infierno de soledad.