PRINCIPALES LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN SOBRE INTERFERENCIAS PARENTALES Y ALIENACIÓN PARENTAL EN LA ACTUALIDAD
1. LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN EN EL ÁMBITO DE
LAS INTERFERENCIAS PARENTALES Y DE LA
ALIENACIÓN PARENTAL
Introducción
Recientes estudios confirman la presencia de los criterios de la AP en algunas
familias inmersas en procesos de ruptura matrimonial, siendo más evidente en aquellas
cuyos progenitores han interrumpido el contacto con sus hijos a consecuencia del
proceso de divorcio o por conflictos en los derechos de visita (Vilalta, 2011).
A pesar de la controversia generada en torno a la AP desde 1980 acerca de si se
trata de una enfermedad, síndrome o trastorno; sobre su etiología, manifestaciones o
pronóstico; y sobre cuándo intervenir, cómo y con quién, algunos autores sugieren que,
en general, parece existir más acuerdo que desacuerdo entre los profesionales
experimentados, coincidiendo en su mayoría que se trata de una entre otras muchas
formas de relación disfuncional, que no puede ser considerada en presencia de
negligencia, maltrato o abuso parental, y que en definitiva se trata de un rechazo
desproporcionado por parte de los hijos a uno de los progenitores sin que exista una
razón que lo justifique (Rand, 1997).
Otro de los signos que muestra la continua revisión del fenómeno de la AP, es el
cambio en la forma de interpretarlo, pasando de contemplarlo como el resultado directo
de las interferencias de un progenitor sobre el menor, a un trastorno relacional
prototípico ampliamente reconocido por los profesionales de la salud mental (Bernet,
2008; Bernet et al., 2010).
Principales líneas de investigación
Las discrepancias en cuanto a la interpretación de la AP en su conjunto se
manifiestan en la variación del foco atencional establecido por los diferentes autores en
sus investigaciones y explicación del fenómeno. En referencia a esta variabilidad,
pueden encontrarse descripciones de casos y estudios que toman como principal objeto
de atención la respuesta del niño (comportamental, cognitiva y emocional) a las
estrategias de AP y sus consecuencias sobre el menor a corto y largo plazo; estudios
2. centrados en los propios patrones o estrategias de alienación llevadas a cabo por el
progenitor alienante (tipologías de progenitor alienante y progenitor alienado); o bien,
investigaciones que consideran la AP como un patrón relacional disfuncional, que
incluye necesariamente a los diferentes miembros del grupo familiar y las dinámicas
específicas entre ellos (Bernet et al., 2010), pudiendo aparecer relacionado con una
patología en uno o más miembros de la unidad relacional o en ausencia de otros
trastornos (Jarne y Arch, 2009).
Algunos autores expanden los factores explicativos de la aparición de la AP,
entendiendo la alienación no sólo como propia de los progenitores y/o los menores, sino
como un problema sistémico. En este sentido, Kelly y Johnston (2001) desarrollaron el
concepto de continuo, situando en uno de sus extremos el apego fuerte y el deseo de
estar con ambos progenitores, y en el otro, el rechazo absoluto y no justificado del
contacto con uno de ellos (alienación patológica) ante la situación de separación o
divorcio. Para estos autores, la alienación sería, por tanto, el resultado de la interrelación
entre los procesos sistémicos y factores ambientales responsables de la consolidación o,
incluso, creación, de la AP entre las distintas partes implicadas.
Ante la perspectiva del síndrome como un fenómeno sistémico, donde todos los
miembros desempeñan un papel específico, Waldron y Joanis (1996) resaltaron también
que, en este proceso, cada participante o miembro del sistema familiar tiene sus propios
motivos que contribuyen al desarrollo de la alienación resistiéndose al mismo tiempo a
intentos de solución externos. Según este modelo explicativo, la dinámica patológica
establecida sería “un mecanismo de defensa del sistema familiar, en el que es posible
detectar una sutil complicidad subyacente entre sus miembros” (p. 3). Así, la AP
ayudaría a proteger la autoestima del progenitor aceptado y su dificultad para separarse,
manteniendo su relación simbiótica con los hijos, ayudando a su vez a canalizar su furia
y sus deseos de venganza. En este acercamiento sistémico, se resta significación a la
patología individual y se subraya el papel del conflicto interparental durante la
alienación, debiendo tenerse en cuenta a la hora de plantear cualquier intervención, ya
que se considera que el progenitor alienado hace sus propias aportaciones a la
problemática en la relación con sus hijos y al mantenimiento de la discordia con el otro
progenitor. El conflicto entre las figuras parentales, estimulado por las diferencias en su
estilo educativo (donde generalmente el padre resulta “rígido y distante” para los hijos,
incluso autoritario, mientras la madre es vista como indulgente y extremadamente
3. cercana), en combinación con un contexto situacional altamente conflictivo, ofrecería
un escenario idóneo para el desarrollo de la AP (Lund, 1995).
Nicholas (1997), en los resultados de su estudio mediante un sistema de encuesta
a evaluadores de custodia, destacó que el núcleo de la dinámica de la AP se daba entre
el progenitor alienador y el niño, considerando mucho menos influyente el
comportamiento del padre alienado respecto a la génesis del rechazo.
A este respecto, aunque la mayoría de autores considera la AP como un conjunto
de condiciones presentes en el niño, otros como Stahl (2003) han subrayado que la
alienación patológica se relaciona directamente con las actitudes y comportamientos de
las tres partes: el progenitor alienador, el progenitor rechazado, y el niño. Algunos
autores también han entendido este fenómeno como un “problema sistémico” en el que
deben tenerse en consideración, además de a los progenitores y al menor, otros
elementos presentes en torno a los miembros de la familia, como las familias extensas,
amigos, nuevas parejas, y los sistemas judicial y psicosocial. Dicho sistema judicial es a
menudo un factor presente en el proceso de alienación parental, pudiendo incluso
agravarlo por la complejidad de las disputas por la custodia del menor. Por tanto, a
menudo se limita este problema al contexto de divorcio, a pesar de que ha sido
observado también en familias intactas (Baker, 2006, 2010) siendo, por tanto,
considerado una dinámica familiar específica en la que el hijo queda atrapado en medio
de las peleas de sus padres.
Por otra parte, se encuentran aquellos autores que reconocen la inclusión del
menor en el proceso de la AP pero considerándole un participante pasivo del mismo,
que termina siendo objeto de manipulación y lavado de cerebro por parte de uno de sus
progenitores, convirtiéndose en un eco de los sentimientos negativos del cuidador
principal hacia el progenitor no residente, e internalizando esta imagen negativa como
propia (Mercer y Pruett, 2001). Para estos autores, la figura del progenitor alienante
sería la clave en el desarrollo y mantenimiento de la alienación. Por ejemplo, Darnall
(1998) considera la AP como propio del progenitor alienante, empleando el término AP
para describir los comportamientos y procesos de los adultos que lo causan (Darnall,
1998).
Turkat (1995, 1997, 2000, 2002, 2005) entiende la AP como el diagnóstico de uno
de los progenitores exclusivamente, valorando que son las estrategias concretas que
manifiesta el progenitor custodio el principal objeto de atención clínica (King, 2002;
4. Levy y Sauber, 2012). Los intentos directos o indirectos de esta figura por alienar al
menor son patológicos y resultan, finalmente, en el desarrollo de fuertes sentimientos
negativos, totalmente injustificados, hacia el progenitor no residente, así como en una
interferencia en la visitación (Turkat, 2002). El rechazo del contacto suele estar causado
por la fuerte manipulación mental de un hijo por parte de un progenitor del que es
dependiente.
Burrill (2001), por su parte, ha resaltado también la importancia del papel
desempeñado por el progenitor alienador, afirmando que el aumento de la intensidad de
los comportamientos negativos y hostilidad manifestados por éste se relacionarían
directamente con el aumento de las conductas negativas del hijo hacia el progenitor
alienado.
Sin embargo, el menor no es solamente víctima del conflicto entre sus
progenitores, ya que, como señala Hannuniemi (2007), la alienación no resulta
únicamente del progenitor cercano actuando intencionalmente, semi-intencionalmente o
subconscientemente para alienar al hijo del otro progenitor, sino que su retrato clínico
incluye también la parte del menor, en la cual él/ella y por consiguiente su sentido de
lealtad hacia el progenitor cercano, es susceptible al adoctrinamiento practicado por ese
progenitor, y se aliena activamente a sí mismo del progenitor distante. En consonancia
con la idea anterior, Lasbats (2004) mantiene que son las manipulaciones ejercidas por
uno de los progenitores y la contribución propia del niño los factores coadyuvantes de la
alienación, entendiéndose al menor como parte activa del proceso.
Situación actual del problema
Pese al reconocimiento generalizado de la existencia de las interferencias
parentales y de la alienación parental, es difícil establecer datos concisos sobre su
prevalencia tanto a nivel nacional como internacional, a lo que habría que sumar el
hecho de la amplia variabilidad de resultados ofrecida por los diversos autores en
función del método, muestra, y criterios empleados para su estimación (véase Tabla 12).
En una amplia revisión de la literatura científica llevada a cabo por Bernet et al.
(2010), puede encontrarse evidencia del fenómeno de la AP en numerosas publicaciones
científicas, exponiendo la abundancia de investigación cualitativa, y en menor medida
5. cuantitativa, en torno a la alienación parental, pero también en relación a la publicación
de observaciones informales llevadas a cabo por profesionales de la salud mental.
En la cuidada revisión de Bernet et al. (2010) se ha estimado una prevalencia de la
AP en los Estados Unidos en torno a un 1%, lo que se traduce en 740.000 niños y
adolescentes, una cifra que supone que, de los menores inmersos en disputas por su
custodia, el 25% desarrolla AP. En este contexto de litigio, Johnston (2003, 2005) ha
estimado que la AP afectaría a un 21% de los menores, y Kopetski (1998) a un 20%.
Este porcentaje descendería a un 15% en muestras de familias en divorcio no
judicializadas (Johnston, 2003, 2005). No obstante, según Baker (2010) los progenitores
de familias divorciadas no judicializadas exhiben estrategias de AP en una proporción
que oscilaría entre el 40% y el 80%. Los profesionales de la salud mental de Nueva
York a cargo de evaluaciones de custodia, encuestados por Baker (2006), establecían la
ocurrencia de AP en una media del 11.2% (DE=13) de sus casos. En España, en cambio,
en un estudio realizado con 69 familias y llevado a cabo por Cartié et al. (2005), se ha
identificado que el 10% de la población atendida manifestaba AP.
Otros estudios se han centrado en la revisión de la presencia de la AP en la
jurisdicción como forma de determinar la prevalencia del mismo, al menos a nivel de
población jurídica. Así, Pérez (2012) ha analizado recientemente 21 sentencias
publicadas por la editorial Aranzadi entre los años 2004 a 2011, en las que hubiera
referencias a la AP (o SAP) (1 sentencia del TEDH, 18 de Audiencias Provinciales
españolas, y 2 de juzgados de instancia). El estudio recogió además 17 sentencias
civiles (relacionadas con la custodia de menores) y 4 penales, destacándose que en 14
del total de las 21 se admitió la existencia de AP por parte del juzgador. De estas 14, en
10 de ellas la AP fue incitada por la madre, y en las 4 restantes, por el padre. Asimismo,
de las 6 que no se certificó la presencia de AP, en la mitad de ellas se atribuyó al padre,
y en la otra mitad, a la madre.
Por otra parte, del estudio también recientemente realizado por Tejero y González
(2013), se desprende que la figura que recibió más acusaciones de ejercer AP sobre los
menores fue la materna (38 resoluciones de un total de 58 analizadas, lo que supone el
65.5% del total), mientras que la figura paterna recibió un total de 19 acusaciones de
ejercer la AP (32.8% del total). Únicamente en una resolución (el 1.7% del total) se
llegó a acusar a otras figuras (abuelos y tíos del menor). Los resultados obtenidos en
este estudio parecen consistentes con los mostrados por Pérez (2012), en el sentido de
6. no atribuir exclusivamente la perpetración de la AP a la mujer, aunque sí sea la figura
más culpada (un 71% de los casos en los que se documentó la presencia de AP). La
explicación de esta diferencia de porcentajes entre madres y padres alienadores (el
doble) parece que no sería tanto debida a una cuestión de género, sino más bien por
motivos de índole social, cultural, y jurídico, ya que tradicionalmente se ha atribuido la
custodia a la figura materna ejerciendo el rol de progenitor custodio, algo que se ha
relacionado con una mayor probabilidad de ejercer la alienación sobre los hijos (García-
Garnica, 2009).
Sin embargo, todos los estudios parecen resaltar que la AP, o más concretamente
el rechazo parental, suele expresarse con más frecuencia hacia padres que hacia madres
(Bolaños, 2000; Pérez, 2012; Tejero y González, 2012), y que, indefectiblemente, el
rechazo suele ir siempre dirigido hacia el progenitor con el cual el menor no convive.
Sirva de ejemplo el estudio realizado por Bolaños (2000), en donde el 80% de los
menores que presentaba rechazo vivía con sus madres, sin que se encontrara relación
entre la edad del progenitor rechazado y el rechazo parental en sí mismo. Además, la
edad media de los menores que presentaban rechazo estuvo en torno a los 10.26 años,
predominando la franja de edad entre los 7 y los 14 años, más específicamente entre los
11 y 14. Estos hallazgos son consistentes con los encontrados por Wallerstein y
Blakeslee (1989), o por Waldron y Joanis (1996), los cuales coinciden en situar la pre-
adolescencia y primeros momentos de la adolescencia como los más proclives para la
aparición del rechazo, lo que podría indicar que los conflictos de rechazo aumentarían
con la edad de los hijos. Además, y aunque el género de los menores no parece ser una
variable significativa en sí misma, sí lo es sobre quien recae el rechazo, ya que solo el
20% de los menores que manifestó rechazo lo hizo hacia la madre, mientras que el 80%
restante lo manifestó hacia el padre. Por otra parte, el estudio de Bolaños (2000)
también reveló que los niños tienden a mostrar preferentemente rechazo leve y
moderado, mientras que las niñas muestran un rechazo marcadamente más intenso.
Los trabajos publicados hasta la fecha apenas hacen referencia sobre diferencias
por género, no obstante, en los escasos trabajos en los que se valora, se indica una
mayor predisposición de los niños para mostrar el rechazo (Johnston y Campbell, 1988;
Buchanan, Maccoby y Dornbusch, 1991). Los datos existentes tienden a confirmar que,
efectivamente, los niños tienen más probabilidad de desarrollar actitudes de rechazo,
pero cuando lo hacen, este suele ser de menor intensidad que en las niñas. Igualmente,
7. existiría una relación significativa entre la edad del menor en el momento de la ruptura
de los padres y la intensidad del rechazo, siendo mayor la intensidad a una mayor edad
del menor en el momento de la misma. Por último, parece que habría un mayor rechazo
parental en presencia de ciertas circunstancias, como cuando se da la convivencia con
una nueva pareja por parte del progenitor rechazado (Bolaños, 2000).
Tabla 1.
Estudios relativos a la prevalencia de la AP/SAP a nivel internacional
Autor Año Lugar Muestra Método Resultados
Bernet et al. 2010 EE.UU. Población general
infantil EE.UU.
Revisión
literatura y
datos censales
EE.UU. (2009)
740.000 niños y
adolescentes (1%
población total) alienados
parentalmente.
Bernet et al. 2010 EE.UU. Población infantil en
contexto de disputa
por custodia
Revisión
literatura y
datos censales
EE.UU. (2009)
25 % niños y
adolescentes desarrollan
alienación parental.
Johnston, 2003/2005 California Familias en divorcio - 15% de los niños
manifestaban
alineamiento con un
progenitor y negatividad
hacia el otro.
Johnston, 2003/2005 California Familias en disputa
por custodia infantil
- 21% de los niños
manifestaban
alineamiento con un
progenitor y negatividad
hacia el otro.
Kopetski, 1998 Colorado Familias en disputa
por custodia infantil
- 20% de las familias
manifestaban SAP
Baker y
Darnall
2007 Nueva
York
Profesionales de la
salud mental en
relación con
evaluaciones de
custodia (n= 106)
Encuesta Ocurrencia de SAP en
una media de 11,2% de
sus casos (SD= 13)
Bow et al. 2009 EE.UU. Profesionales jurídicos
y de la salud mental
(n= 448)
Encuesta Presencia de AP en una
media de 26% de los
casos (SD= 22)
Baker, 2010 EE.UU. Familias en divorcio - 40% a 80% de todas las
familias en divorcio, al
menos uno de los
progenitores exhibe
estrategias de alienación
parental.
Baker. 2007 EE.UU. Adultos (población
general)
- 28% declararon haber
sido expuestos, de niños,
a estrategias de
alienación por un
progenitor.
Cartiè et. al. 2005 España Familias en contexto
judicial (n= 69).
Estudio
retrospectivo de
83 niños en 69 familias
manifestaban SAP (10%
8. los expedientes de la población atendida)
Ref. Tesis doctoral: “Las interferencias parentales y la alienación parental en el
contexto jurídico español: revisión de sentencias judiciales en materia de guarda y
custodia”. Autor: Ignacio González Sarrió. Universidad de Valencia. 2017.