2. Le llevaron un sordo y
tartamudo, rogándole
que le impusiera las
manos. Él lo llevó
aparte, le metió los
dedos en los oídos y,
escupiendo, le tocó la
lengua, y mirando al
cielo dijo: ¡Ábrete!
Y se abrieron sus
oídos y se le soltó la
lengua hasta hablar
correctamente.
Marcos 7, 31-37
3. En su incansable itinerario, Jesús llega a tierras paganas: la
región de Tiró y Sidón. Allí le presentan a un sordo y mudo.
Jesús se compadece de él: desea la paz, la alegría y el bien
de las personas.
4. Esta es su misión: dar vida, abrir ojos, oídos y soltar las
lenguas trabadas. Pero antes es preciso abrir el corazón.
¡Ábrete! Es un grito que también se dirige a los cristianos de
hoy. Abramos nuestro corazón a Dios, a la vida, al esposo o
esposa, al amigo, a la sociedad, al mundo…
5. El enfermo no es solamente el sordo, sino el que no quiere
oír. Abrirse pide dar un vuelco radical a nuestra vida.
La rutina nos ensordece y nos impide leer el sentido
profundo de la vida cotidiana. Abrirse provoca el milagro.
6. Cuando la persona se
abre es cuando puede
ser ayudada. Más allá
del prodigio
sobrenatural, el
auténtico milagro es la
apertura de corazón.
Cuando nos abrimos a
la vida, la energía
estalla en el interior y
aflora al exterior.
7. Dios es un gran terapeuta.
No vemos. No escuchamos. No hablamos lo bastante de
Dios. Somos un poco ciegos, sordos y mudos.
Nos cuesta cambiar… y nos cuesta evangelizar.
8. Tenemos mil
excusas: si somos
tan imperfectos y
pecadores, ¿cómo
vamos a predicar el
evangelio? El miedo
y una falsa
prudencia nos
tientan a callar,
cuando deberíamos
prorrumpir en
alabanzas a Dios por
todo lo que nos ha
dado.
9. La vida para contemplar la belleza, el olfato para aspirar la
fragancia de las flores, el oído para escuchar la voz amada,
el tacto para sentir y dejarnos acariciar por una mano
amiga… Todos los sentidos son regalos de Dios.
Estallamos en comunicación.
10. Con el tiempo nos anquilosamos y perdemos
facultades. Dejamos de escuchar, mirar, sentir… y, en
cambio tragamos cientos de mensajes llenos de
frivolidad que nos invaden por la calle, Internet, los
aparatos móviles, los medios… se nos embotan los
sentidos y también la sensibilidad.
11. Y nos volvemos ciegos,
sordos y mancos,
discapacitados
espirituales.
El evangelio de hoy nos
invita a cantar, alabar,
hacer poesía de la
creación y de los seres
creados: todo lo que Dios
nos regala cada día.
12. Abramos nuestra inteligencia y nuestro corazón para
llenarnos de Dios.
Recuperemos nuestros sentidos para experimentar su
gozo y darle gloria.