2. Texto: Hebreos 7:1-8
Tema: Melquisedec
“Juro Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según
el orden de Melquisedec.”
Salmo 110:4
Uno de los personajes bíblicos que más ha llamado mi atención es sin duda alguna,
Melquisedec, Rey de Salem. Creo que mucho de los conocedores de la Palabra de Dios
son intrigados por la misma curiosidad que a mí me tenía fascinado. Hasta que Dios en
su misericordia me abrió el entendimiento para comprender esta compleja escritura.
La Palabra de Dios dice: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libre” Juan 8:32
También dice la Palabra: “Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si
no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.” Juan 8:24 Si algo debemos
conocer y entender perfectamente, es a nuestro Dios y Señor Jesucristo. Pero para
conocerle tal como Él es, es necesario buscarle con todo nuestro corazón. Al hacer de
esta manera, Él nos dará revelación y se manifestara a nosotros para conocerlo y
entenderlo.
“Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a
recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien
asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente
Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; sin padre, sin
madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho
semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.” Hebreos 7:1-3
Conjeturar que antes de Leví hubiera un sacerdocio humano de acuerdo a la voluntad
de Dios seria suposición nuestra en lugar de los hechos. La verdad es que nuestro
Señor Jesucristo sé a manifestado al hombre desde el principio. Desde el huerto del
Jardín del Edén, Dios platicaba con Adán cara a cara (Génesis 3:8-10). Usted puede
alegar todo lo que quiera pero estos son los hechos bíblicos.
En el principio, cuando el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas, la
primera cosa que Dios creó fue la Luz (Génesis 1:3). Pero, ¿a qué Luz se estaba
refiriendo Dios? Porque el sol, la luna y las estrellas fueron creadas en el cuarto día.
Eso dice la bendita palabra del Señor. La palabra Luz en el Hebreo (#216 ôwr y #215
Strong’s Concordance) La define como alba, alegría amanecer, aclarar, dar luz,
encender, glorioso. También está asociada con la vida, salvación, prosperidad,
sabiduría, y justicia. Se menciona 120 veces en el Viejo Testamento. ¿Asombroso
verdad?
Esa Luz, es a lo que la Biblia menciona como el Hijo (Juan 1:4-10). “Otra vez Jesús les
hablo, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12) Dios es Espíritu (Juan 4:24) y también a
Dios nadie le vio jamás (Juan 1:18, 1 Juan 4:12). Pero eso no detuvo a Dios para
manifestarse al hombre. Así que por Su palabra, Él se formó un Templo en donde
3. morar y manifestarse al hombre. Como Espíritu, no podía llevar a cabo esta gran
faena, ya que un espíritu no se puede ver. “Y el Padre que me envió, ese ha dado
testimonio de mí. Pero no habéis oído jamás Su voz ni habéis visto su apariencia”
(Juan 5:37 LBLA). Así que se formo un cuerpo celestial (1 Corintios 15:40) para
manifestarse a Su creación. Dirá usted, ¿Cómo que un cuerpo celestial? 1 de Corintios
15:38 nos dice que Dios le da el cuerpo como Él quiso. Él es Dios y por Su palabra hace
todas las cosas (Proverbios Cp. 8).
“El (Jesucristo) es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
Porque en él (Jesucristo) fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las
que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean
principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él (Jesucristo) y para él
(Jesucristo). Y él (Jesucristo) es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él
(Jesucristo) subsisten; y él (Jesucristo) es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él
que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la
preeminencia (Preeminencia: privilegio, distinción, preferencia); por cuanto agrado al
Padre que en él habitase toda plenitud.” Colosenses 1:15-19 (*Agregué el nombre de
Jesucristo en paréntesis)
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza...” (Génesis 1:26). Si un espíritu no tiene forma o imagen, ¿cómo es que
Dios hizo al hombre a Su imagen? Pero si nos alineamos con la bendita palabra de Dios
y no nos salimos de orden, podremos entender que Dios ya tenía una imagen o un
molde de donde el hombre podría tomar semejanza. De acuerdo con la escritura de
arriba (Efesios 1:15), esa imagen es el Hijo de Dios. Y también quisiera explicar sobre
Génesis 1:26, porque al decir Dios “Hagamos al hombre,” muchos creyentes se
confunden y tropiezan con la pluralidad de esta palabra (hagamos). Más, sin embargo,
Dios no es Dios de confusión. Pensar que la pluralidad de la palabra “Hagamos”
comprueba que existen “otras” personas en la Divinidad es erróneo. Dios es Uno (Dt
6:4) y Él se manifestó a Su creación en el Hijo. Por ese motivo el mismo dijo en San
Juan 10: 30, “Yo y el Padre uno somos.”
Pero es evidente la manera de expresión o forma de hablar que Jesús y los Apóstoles
empleaban. “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23) El Hijo
empleaba esta pluralidad en Sus expresiones por la simple razón que Él “siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse...” (Filipenses
2:6) (Estimó: Considero, reflexiono, imagino, presumió) “Estas cosas habló Jesús, y
levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para
que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne,
para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” (Juan
17:3) Si usted se estaba preguntando cuál es la vida eterna, pues el Señor Jesús no lo
acaba de declarar—conocer a Dios y a Jesucristo.
El Apóstol Pablo, para referirse a Dios se expresaba de la siguiente manera, “Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo...” (Efesios 1:3) “a los santos y fieles
hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios
nuestro Padre y del Señor Jesucristo.” (Colosenses 1:2) Santiago, hermano del Señor
4. Jesús empleaba el mismo uso de palabras, “Santiago, siervo de Dios y del Señor
Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.” (Santiago 1:1) El
Apóstol Pedro también empleaba el mismo juego de palabras, “Gracia y paz os sean
multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesucristo.” (1ª Pedro
1:2) El Apóstol Juan también se añade a la lista, “lo que hemos visto y oído, eso os
anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra
comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.” ( 1ª Juan 1:3)
Todo este empleo de palabras nos hace ver como si el Padre fuera uno y el Hijo fuera
otro. Vemos que los Apóstoles hicieron distinción para referirse al Padre y al Señor
Jesucristo. Usan la pluralidad en vez de la singularidad. Todo esto tiene una
explicación.
Al decir Dios “hagamos al hombre a nuestra imagen,” Él empleó la pluralidad para
demostrar que era en el Hijo que toda la plenitud de la Deidad estaría presente. El
Hijo fue el Tabernáculo que Dios usó para depositar Su Santísima presencia. Al decir
Dios “Hagamos,” el Padre se estaba glorificando en el Hijo (Juan 17:5). A imagen de
Su tabernáculo (cuerpo celestial), Dios formó al hombre del polvo de la tierra (cuerpo
terrenal), pero esto no fue suficiente sino que le dio aliento de vida (Génesis 2: 7).
Dios hizo al hombre a imagen del Hijo. De otra manera, ¿cómo pudiera hacer Dios al
hombre a Su imagen si Dios es Espíritu? (Juan 4:24) Sin embargo, Dios creó al hombre
a imagen del Hijo. Con esto no estoy diciendo que el Padre es uno y el Hijo es otro,
“Porque Dios es uno...” (Romanos 3:30) “...y de los cuales, según la carne, vino
Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.” (Romanos
9:5) Pero necesitamos aprender a leer la santa palabra de Dios y saber interpretarla y
colocar lo espiritual a lo espiritual. Amén. Veamos otro ejemplo que nos ayudara a
entender el empleo de palabras plurales que el mismo Señor Jesús usaba. “Vosotros
juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie. Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero;
porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre. Y en vuestra ley está
escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio
de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí. Ellos le dijeron: ¿Dónde
está tu Padre? Respondió Jesús: NI A MÍ ME CONOCEIS, NI A MI PADRE; SI A MÍ ME
CONOCIESEIS, TAMBIÉN A MI PADRE CONOCERÍAIS.” (Juan 8:15-19) El Señor Jesús le
estaba diciendo que no era Él solo, un simple hombre, un profeta, como muchos
piensan, sino que Él Padre estaba en Él. Al decir Jesús que el testimonio de dos
hombres es verdadero, Él le estaba diciendo que no era solamente el hombre
terrenal, sino que también había un Ser Divino dentro de Él. Lo que siempre ha
privado que el hombre vea a Dios en su totalidad ha sido el Hijo. Ningún hombre
puede ver a Dios y luego vivir. Cualquier hombre que viera a Dios cara a cara moriría
(Éxodo 33:20; Isaías 6:5; Jueces 6:22-23; 13:22). Ningún mortal podría sobrevivir la
vista del esplendor de la gloria de Dios. Así que, Dios se manifestó a Su creación en el
Hijo. Los judíos no comprendían (como muchos cristianos hoy día) que a Dios el Padre
le plació manifestarse en el Hijo.
“No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque
ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que
Jesús es el Cristo (el Ungido, el Mesías)? Este es anticristo, el que niega al Padre y al
Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo,
tiene también al Padre. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en
5. vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también
vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. (1ª Juan 2:21-24) Cristo significa
Ungido, y lo mismo significa Mesías. Para que alguien este ungido primero necesita ser
lleno de la Unción de Dios. La Unción es el Espíritu, y el Espíritu es Dios mismo (Juan
4:24; 1ª Juan 2:20). En el Hijo, Dios derramó toda Su plenitud. La misma presencia de
Dios y todo lo que Dios es esta en el Hijo. Por eso, todo aquel que cree en el Hijo,
también tiene al Padre. Dios se manifestó en el Hijo, y sin el Hijo, no hizo nada (Juan
1:3).
Por esta razón, pensar que el Padre es uno y el Hijo es otro está equivocado. Pensar
que el Padre se manifestó en el Viejo Testamento y el Hijo en el Nuevo Testamento
está equivocado. Dios siempre se manifestó en el Hijo desde el principio. Amén. Esto
está de acuerdo a la Santa Palabra de Dios y armoniza perfectamente.
Pudiéramos ver otras escrituras que testifican que Dios se formó un cuerpo en donde
morar desde el principio. Y ese cuerpo se le conoce Bíblicamente como el Hijo, ya
que Él es el principio, como lo declara esta escritura (Efesios 1:15-19). Pero creo que
con estas citas es suficiente. Para entender esto debemos de tener en cuenta que
Dios no tiene principio como Padre, pues la Biblia declara en Isaías 9:6 que Él es Padre
Eterno. Jesucristo en Su deidad, es eterno, “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por
los siglos.” Hebreos 13:8. Pero el Hijo, Su manifestación como Salvador, Redentor y
Cordero Expiatorio, tiene principio y tiene fin, así lo dice en Apocalipsis 1:8 y 21:6. El
Apóstol Pablo lo declara de la siguiente manera en 1 Corintios 15:24-28, “Luego el fin,
cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda
autoridad y potencia. Porque preciso es que él (el Hijo) reine hasta que haya puesto a
todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la
muerte. Porque todas las cosas las sujeto debajo de sus pies. Y cuando dice que todas
las cosas han sido sujetadas a él (el Hijo), claramente se exceptúa aquel (el Padre, Su
deidad) que sujeto a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén
sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujeto a él todas las
cosas, para que Dios sea todo en todos.”
Pasajes como estos son muy profundos y muy delicados de interpretar. Mas, sin
embargo, el Señor Jesús nos dijo en Juan 16:13, “Pero cuando venga el Espíritu de
Verdad, él os guiará a toda la verdad...” Por esta razón nos podemos acercar delante
de Dios y pedirle que nos abra el entendimiento para comprender pasajes oscuros
como este. El hecho de que Dios ha creado una posición intercesora dentro de su plan
redentor; posición que el mismo Padre de los espíritus, ha ocupado en el Hijo. Y todo
lo que la entrega del Hijo significa es que el Dios del Génesis absorberá o integrara su
postura de Dios Único desde la eternidad, dejando de ser el Hijo que para entonces
habrá cumplido su misión de Hijo de Dios, Cordero-Hombre y Redentor por sangre. El
cuerpo físico de nuestro Señor Jesucristo ya ha sido glorificado y puede ser integrado
al Espíritu Eterno de Dios de donde ha procedido (Juan 3:31) para que Dios sea todo y
en todos.
Dios, en Su manifestación como Hijo de Dios, Cordero-Hombre y Mediador, tiene
principio y tiene fin. Por este motivo Él mismo declara que Él es el principio y el fin. Y
Su manifestación como Hijo es desde el principio de la creación. El Padre mora en el
Hijo desde el principio, antes de la fundación del mundo. ¿Desde qué principio? El
principio del tiempo, pues Dios en su eternidad NO ESTA SUJETO A TIEMPO. “¿No crees
6. que yo soy en el Padre, y el Padre en mi? Las palabras que yo os hablo, no las hablo
por mi propia cuenta, sino que EL PADRE QUE MORA EN MI, él hace las obras.” Juan
14:10 Y también dice en Juan 17: 5, “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo,
con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.” Muchos discutirán que
aquí Dios se refería a un pensamiento que Él tenía en Su mente referente a la venida
de Jesús, mas esto no armoniza con la palabra de Dios. Mas, sin embargo, la Palabra
da testimonio a lo aquí escrito. “En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a
quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos
1:2) “Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus
manos.” (Hebreos 1:10) Todo esto se nos dice del Hijo, pero en ocasiones cometemos
el error de pensar que aquí se refiere a Cristo en los días de Su carne (Hebreos 5:7).
No obstante, Dios por medio de los labios del Profeta Isaías nos recomienda escudriñar
la escritura “Mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras
renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá.”
El Hijo es desde el principio del tiempo y fue a través de Él que Dios fundó la tierra,
los cielos, los mares y todo lo que hay en ellos. De otra manera, ¿cómo podrían darle
gloria, honra y alabanza todos sus ángeles? Pero al Padre, morando en Su cuerpo
celestial que nosotros conocemos como el Hijo, le fue posible recibir gloria y honra de
toda su creación y de todo el ejército celestial. “Entonces él dijo: Oye, pues, palabra
de Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejercito de los cielos estaba
junto a él, a su derecha y a su izquierda.” (1 Reyes 22:19). El Profeta Micaías vio en
visión al Señor Jesucristo sentado en el trono, siendo glorificado por los ángeles de
Dios. Dios es Espíritu. Y anteriormente leímos que a Dios NADIE le vio jamás, y la
escritura no puede ser quebrantada ni puesta en tela de juicio, antes sea Dios veraz y
todo hombre mentiroso (Romanos 3:4). Entonces, ¿cómo es que Sus ángeles y seres
celestiales y aun Micaías pudo ver a Jehová? ¡Fue a través del Hijo! ¡Amen, Aleluya!
Melquisedec
Ahora, aclarado todo esto, podemos empezar a hablar sobra Melquisedec, Rey de
Salem. Dice en la escritura inicial que Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios
Altísimo, salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo
(Hebreos 7:1).
Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, salió a recibir a Abraham
que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien asimismo dio Abraham
los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y
también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; (Hebreos 7:1-2)
Un sacerdote es una persona designada para realizar los ritos sagrados de una
creencia; un agente mediador entre Dios y la humanidad. El sacerdote tiene como
oficio, ministrar delante de Dios (1 Cr 23:13), cumple los deberes del santuario (Ex
27:21; Nm 3:38) y bendice al pueblo (Nm 6:23-27; Dt 21:5).
Bajo el Nuevo Pacto, Jesucristo es nuestro Gran Sumo Sacerdote (Hebreos 4:14) el
cual ministra e intercede por nosotros delante del Dios Altísimo. En Melquisedec, se
7. combinan dos funciones: Rey y Sacerdote, todo lo cual apunta hacia Jesucristo,
nuestro Rey-Sacerdote. Muchos eruditos bíblicos y teólogos están de acuerdo en que
Melquisedec era un tipo de Jesucristo. Otros dicen que era una teofanía de Dios
(Teofanía: Una manifestación de Dios en forma visible). Esto contradice lo que Jesús
declaro en Juan 5:37-38. Lo que la Biblia demuestra, sin lugar a duda, es que este
Melquisedec era nadie más y nadie menos que Jesucristo, el Hijo de Dios mismo
manifestándose en Su futura gloria. Toda la Biblia, de principio a fin, apunta, habla y
da testimonio de Jesucristo, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Pero, sigamos
adelante explicando este punto.
Melquisedec bendijo a Abraham. Tenemos que entender que Abraham, el Padre de la
Fe, siendo sumamente temeroso de Dios, no iba a permitir ser bendecido por
cualquier persona, por decirlo así. Más, sin embargo, aquí no vemos a Abraham
oponiéndose a la bendición de Melquisedec, que como sacerdote de Dios, estaba
realizando su oficio.
Pero colocando lo espiritual a lo espiritual, y probando con las escrituras que
Melquisedec es Jesucristo, vayamos a San Juan 8:56-58. “Abraham vuestro padre se
gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozo. Entonces le dijeron los judíos:
Aun no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús les dijo: De cierto, de
cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.” Muchos creyentes están en la
misma posición que los judíos al no entender las Santas Escrituras y comprender que
Melquisedec es Jesucristo. ¿Cuándo fue que Abraham vio al Señor Jesús? Cuando salió
a recibirlo como Melquisedec. Unos versículos previos a estos encontramos a Jesús
discutiendo con los incrédulos judíos: “Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es
Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.
Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he
oído de Dios; no hizo esto Abraham.” (Juan 8:39-40) Sabemos que Abraham se le
conoció en la Escritura como el amigo de Dios (2ª Crónicas 20:7). Y Jesús les dice aquí
a los judíos que si fueran hijos de Abraham, las obras de Abraham harían, ósea, ser
amigos de Él como lo fue Abraham. Mas, sin embargo, ellos querían matarlo, por lo
cual, Jesús les declara, NO HIZO ESTO ABRAHAM. Todo lo contrario, Abraham le dio el
diezmo del botín, le mostró reverencia al someterse a Él y recibió Su bendición.
Abraham no discutió con Jesús (Melquisedec) como lo estaban haciendo los judíos.
Si está teniendo problemas en entender todo esto, pídale sabiduría y entendimiento a
Dios y Él se lo dará para que conozca al Dios Verdadero en toda Su Majestad y Gloria.
Todo esto es muy profundo y difícil de comprender si no hay oración, ayuno y
meditación en la Palabra de Dios. Primero es la comunión y la intimidad con Él, y
después la revelación. Amén.
Melquisedec significa Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz.
Esto es a lo que se le conoce como nombres descriptivos de Dios. Desde el libro de
Génesis hasta Apocalipsis, toda la Biblia describe, apunta y testifica de Jesucristo. Es
interesante ver que el autor de la carta a los Hebreos escribió la palabra Rey con
mayúscula. Los escritores de la Biblia nunca usaron la palabra Rey con mayúscula para
referirse a los reyes bíblicos sino únicamente para referirse a Jesucristo (Sal 5:2; Mt
2:2; Lc 19:38; Jn 19:14; 1 Ti 1:17; 1 Ti 6:15). “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú
eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.” (Juan 1:49) Por lo tanto, no cabe duda
que el autor de la carta a los Hebreos se estaba refiriendo a Jesucristo al hablar de
8. Melquisedec.
¿Quién es el Rey de justicia sino nuestro Señor Jesucristo? “En sus días será salvo
Judá, e Israel morará seguro; y este es su nombre por el cual será llamado: El Señor,
justicia nuestra.” (Jeremías 23:6 LBLA) “De mí dirán: “Solo en el Señor hay justicia y
fuerza.” (Isaías 45:24(a) LBLA) “En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitara
segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra.” (Jeremías 33:16) La Biblia declara
que no hay justo ni aun uno (Ro 3:10), así que Melquisedec es nuestro Señor
Jesucristo, justicia nuestra, manifestado como Rey de justicia.
Melquisedec también es Rey de paz. “Oh Dios, da tus juicios al rey, Y tu JUSTICIA al
hijo del rey. Él juzgara a tu pueblo con JUSTICIA, y a tus afligidos con juicio. Los
montes llevarán PAZ al pueblo, y los collados JUSTICIA.” (Salmos 72:1-3) “Escucharé
lo que dirá Dios el Señor, porque hablará paz a su pueblo, a sus santos...” (Salmo 85:8
LBLA) “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera” –dice el Señor de
los ejércitos—“y en este lugar daré paz” –declara el Señor de los ejércitos.” (Hageo
2:9 LBLA). “Jehová, tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas
nuestras obras.” (Isaías 26:12) “Porque así dice Jehová: He aquí que yo extiendo sobre
ella paz como un río, y la gloria de las naciones como torrente que se desborda...”
(Isaías 66:12) Nuestro Señor Jesucristo en Su Deidad es nuestro Rey de Paz. El Profeta
Isaías describiendo al Señor Jesús en los tiempos de Su carne le llamó “Príncipe de
Paz” (Is 9:6)
Con todas estas citas en mente se puede entender que Melquisedec es nuestro Rey de
justicia y nuestro Rey de paz, el Señor Jesucristo.
“Sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de
vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.”
(Hebreos 7:3)
Jesucristo en su Deidad no tiene padre, ni madre, ni genealogía; tampoco tiene
principio de días, ni fin de vida, ya que Él es eterno. (Semejante: Análogo, igual, que
semeja a una persona o cosa; Diccionario Larousse 1990) ¿Por qué usó el autor de esta
carta la palabra semejante al Hijo de Dios y no declaró que Melquisedec era el Hijo de
Dios? Porque cuando Jesucristo se manifestó como Melquisedec, Él se manifestó en
toda Su futura Gloria y no como Cordero-Hombre (Lea detenidamente Mt 17:1-7 y 2
Pedro 1:16-18). Jesucristo, como Hijo de Dios, Salvador Redentor y Cordero-Hombre,
tiene principio y fin, pero como Padre Eterno, El es por los siglos de los siglos y no
está sujeto a tiempo.
“Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
y en medio de los siete candeleros, a uno SEMEJANTE al Hijo del Hombre, vestido de
una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su
cabeza y sus cabellos eran blancos como llama de fuego; y sus pies SEMEJANTES al
bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas
aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos
filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. Cuando le vi, caí
como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: no temas; yo soy
el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los
siglos de los siglos, amen. Y tengo las llaves de la muerte y el Hades.” (Apocalipsis
9. 1:12-18).
Esta revelación le fue permitida verla al Apóstol Juan, el cual estando en la Isla de
Patmos vio al Señor Jesucristo en toda Su Gloria y Majestad. El Apóstol Juan vio al
Señor Jesucristo sentado en Su trono vestido de Juez y listo para ejecutar justicia.
(También puede leer Daniel 7:9-28; 10:4-10 para mas referencia y comparación)
Podemos ver en la escritura de arriba que Juan, al igual que el autor de la carta a los
Hebreos, emplea la misma expresión: “semejante al Hijo del Hombre.” Al emplear la
palabra ¨semejante¨ los escritores de la Biblia no están tratando de mostrar que
existen “varias personas” en la Divinidad sino mas bien están colocando las
manifestaciones de Un Solo Dios en su debido orden (1 Co 15:23-28).
Jesucristo en Su Deidad no tiene padre, ni madre, ni genealogía, ni principio de días,
ni fin de vida. Él es el que era, el que es y el que ha de venir, el Todopoderoso,
Omnisciente, Omnipresente, y Omnipotente. Jesucristo es el Anciano de Días en Su
Deidad en Daniel 7:9 y Él mismo es el Hijo de Hombre en su humanidad (Cordero-
Hombre) en Daniel 7:13.
“Considerad, pues, cuan grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio
diezmos del botín.” (Hebreos 7:4)
Al darse cuenta Abraham que Melquisedec era el mismo Dios Creador de los cielos y la
tierra, en obediencia y sumisión le dio los diezmos del botín. Si leemos
detenidamente el libro de Génesis, desde el principio al fin, al Único que los Hebreos
le traían ofrenda o diezmo era a Dios (Génesis 4:3-4; 28:22). Este versículo nos invita
a CONSIDERAD cuán grande era Melquisedec. Considerad significa que pensemos y
meditemos con ATENCIÓN alguna cosa o asunto. Dios hablando a través del Profeta
Óseas, “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.” (Óseas 4:6) El pueblo
de Dios se confunde porque le falta conocimiento. No prestan atención a Su palabra
con cuidado y diligencia sino que creen todo lo que leen o lo que otras personas les
enseñan. Desprecian las riquezas de Dios en Su santa palabra. El pueblo de Dios
necesita ser enseñado a escudriñar las escrituras. A encontrar esas pepitas de oro
espirituales que llenan de gozo nuestros corazones.
El que recibe el diezmo es mayor que el que lo ofrece y el que bendice mayor que el
que recibe bendición. Ambas cosas señalan la mayor grandeza e importancia de
Melquisedec en comparación con Abraham. En la antigüedad los patriarcas eran jefes
de familia. Por lo general, en el Nuevo Testamento los patriarcas se consideran ser los
individuos que precedieron a la nación de Israel (Hechos 7:8-9; Hebreos 7:4), aunque
se menciona al rey David (Hechos 2:29) como uno de ellos.
Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen
mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus
hermanos, aunque estos también hayan salido de los lomos de Abraham. (Hebreos
7:5)
Leví fue uno de los doce hijos de Jacob. En el éxodo de Egipto, los miembros de la
tribu de Leví tenían la responsabilidad de cuidar el tabernáculo. Moisés y Aarón eran
de la tribu de Leví y fueron apartados para el servicio sacerdotal. Aarón llegó a ser el
10. primer sumo sacerdote y sus descendientes fueron consagrados para esa tarea (Ex 29;
Nm 17-18).
Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los
diezmos, y bendijo al que tenia las promesas. Y sin discusión alguna, el menor es
bendecido por el mayor. (He 7:6-7)
El escritor nos sigue haciendo el punto más y más claro y prosigue con el pensamiento
de la grandeza de Melquisedec, cuya genealogía no es contada con el sacerdocio
levítico. Vemos a Abraham, heredero de las promesas, padre de la fe, siendo
bendecido por Melquisedec. El menor siendo bendecido por el mayor. Por esta razón
el Señor Jesús declaró que Abraham se gozó de ver Su día (Juan 8:56). ¿Cuándo lo vio?
Cuando el mismo Señor Jesucristo en la manifestación descriptiva de Melquisedec lo
bendijo. La conclusión es clara: Melquisedec es superior a Abraham, y el sacerdocio
de Cristo es superior al sacerdocio levítico.
Pero veamos unas citas bíblicas que le dan luz a nuestro tema. En el evangelio según
San Juan 10:22-39, encontramos a Jesús teniendo una discusión con los judíos.
Veamos de qué se trata esta discusión. “Celebrase en Jerusalén la fiesta de la
dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. Y le
rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el
Cristo, dínoslo abiertamente. (Muchos cristianos están igual que los judíos religiosos
de aquellos tiempos. Quieren que Jesucristo les diga abiertamente que Él es Dios. Los
judíos tropezaron en la Roca de caída; 1ª Pedro 2:6-8; Mateo 11:6) Jesús les
respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre,
ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas,
como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy
vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que
me las dio, es MAYOR QUE TODOS, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi
Padre. (Note el juego de palabras que empleó Jesús en esta historia, “ni nadie las
arrebatará de mi mano” y luego “nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre,”
dando a entender que Él mismo es. Sin embargo, muchas veces leemos citas como
esta pero sin entendimiento porque no meditamos en lo que el Señor Jesús nos quiere
revelar. Pero veamos el siguiente versículo para la culminación de esta revelación)
“YO y el PADRE UNO somos.” No son dos, ni tampoco tres, es solamente UNO. Dios es
Uno. También es importante notar que Jesús mismo glorifica al Padre al decir, “Mi
Padre que me las dio, es Mayor Que Todos” ¿Por qué dijo Jesús esta expresión que nos
hace ver como si se tratara de dos individuos? Porque el Hijo vino a honrar en todo al
Padre. Jesús como Hijo de Dios, fue y es obediente a todo lo que está escrito en la
Santa Palabra de Dios. Él es nuestro ejemplo a seguir como hijos de Dios. No obstante,
el mismo Jesús, como Padre, Mayor es que Todos.
¿Significa esto que el Padre se manifestó en el Viejo Testamento fuera de la
manifestación del Hijo? De ninguna manera, pues el Padre usó la imagen del Hijo
desde el Viejo Testamento para manifestarse al hombre. Pero acabemos con esta cita
en San Juan para viajar hacia el Viejo Testamento y hacer comparaciones. “Entonces
los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas
buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le
11. respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la
blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: ¿No está
escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la
palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y
envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? Si no
hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí,
creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre es en mi, y yo en el Padre.
Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.” Jesús siempre
declaró que el Padre estaba en Él. Es una unidad, ya que Dios estaba dentro de ese
cuerpo que la Biblia manifiesta como el Hijo. ¿Después del nacimiento en Belén –o-
desde el principio? Desde el principio, y lo mostraremos con varias citas bíblicas para
entender mejor este punto.
Primero, en las profecías que Jacob declaro a sus hijos, encontramos estas líneas: “Le
causaron amargura, le asaetearon, Y le aborrecieron los arqueros; Mas su arco se
mantuvo poderoso, Y los brazos de sus manos se fortalecieron Por las manos del
Fuerte de Jacob (Por el nombre del Pastor, la Roca de Israel), Por el Dios de tu padre,
el cual te ayudara, Por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá...” (Génesis 49:23-
25). Vemos a Jacob declarando esta profecía sobre su hijo José. Pero aquí hay
revelación y con la ayuda del Espíritu Santo, vamos a profundizarnos más.
Primeramente que nada, Jesús dijo en Juan 10:11 que Él es el buen pastor. En Juan
10:7 dice que Él es la puerta. Quizá usted sé este preguntando hacia donde voy. En
esta profecía, Jacob está diciendo que el Pastor, la Roca de Israel es su Dios. Eso está
diciendo Jacob.
El Apóstol Pedro dice en el Capitulo 2 versículo 6 al 8 en su primera epístola, “ Por lo
cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del
ángulo, escogida, preciosa; Y el que creyere en él, no será avergonzado. Para
vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra
que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo: y: Piedra de
tropiezo, y roca que hace caer..” La Roca de Israel, el Dios de Jacob, es nuestro Señor
Jesucristo. Eso dice la Escritura de arriba. Piedra de tropiezo porque los judíos
tropezaron en la manifestación del Hijo de Dios en cuerpo de carne. Pero
comparémosla con una cita en el Viejo Testamento para ver si concuerda y para ver
cómo nos ayuda con este estudio de Melquisedec.
Vamos a Génesis 28:10-22 y observemos qué fue lo que Jacob llamaba como su Dios.
“Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. Y llegó a un cierto lugar, y durmió
allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a
su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba
apoyada en tierra, y su extremo tocaba el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían
y descendían por ella (compare con Juan 1:51 y vera que es Jesús, el Hijo). Y he aquí,
Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu
padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estas acostado te la daré a ti y a tu
descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al
occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas
en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardare por dondequiera que
fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejare hasta que haya hecho lo
que te he dicho. Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová esta en
12. este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es
otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. Y se levanto Jacob de mañana, y tomó
la piedra que había puesto de cabecera, la alzó por señal, derramó aceite encima de
ella. Y llamo el nombre de aquel lugar Bet-el, aunque Luz era el nombre de la ciudad
primero. E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este
viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz
a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será
casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el DIEZMO APARTARE PARA TI.”
Hasta este preciso momento, Jacob no conocía al Señor Dios. Él estaba como muchos
Cristianos de hoy en día que solamente conocen de Dios lo que los demás les dicen.
Jacob sabía mucho acerca de Dios a través de lo que su padre Isaac y su abuelo
Abraham le habían contado. Sin embargo, no le conocía cara a cara. El Señor se le
manifestó a través de este sueño. El Señor le dijo que Él era el Dios de su padre
Abraham e Isaac. En su asombro, Isaac declara exactamente lo que él vio, la casa de
Dios, ósea él Hijo. Sabemos de citas que ya vimos anteriormente que a Dios nadie le
vio jamás. Así que lo que Jacob vio fue al Padre a través del Hijo (Su cuerpo
celestial). Note como Jacob llamó aquel lugar Bet-el, ósea Casa de Dios (el Hijo).
También es importante notar la revelación que esta cita nos da pues Jacob declara
que Él es la puerta al cielo (Jesús dice que Él es la puerta Juan 10:7). Al levantar
Jacob la piedra como señal, y derramarle aceite sobre ella, él estaba señalando lo
que vio, al Ungido de Dios, la Piedra Angular, Jesucristo mismo. ¡Maravilloso Dios! Al
ver Jacob al Hijo de Dios, él lo describió como una casa de Dios, ya que Jacob pudo
entender con esta revelación que Dios moraba en ese cuerpo. Por eso él mismo
exclama y dice, “esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios” refiriéndose
a Cristo. Y al igual que su abuelo Abraham, antes de él hizo con Jesucristo
(Melquisedec), Jacob también se compromete a darle los diezmos a Él.
Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de
quien se da testimonio de que vive. (He 7:8)
El sacerdocio según el orden de Melquisedec es eterno. El Señor Jesús heredó tal
sacerdocio. El sacerdocio según el orden de Melquisedec es inmutable, indestructible,
y tampoco puede ser disuelto o desecho. Es sumamente evidente que el único
inmortal y eterno es nuestro Señor Jesucristo.
Es asombroso oír personas con cuantiosa educación bíblica decir que Melquisedec no
es Jesucristo porque el Hijo de Dios se manifestó en Belén, en el Nuevo Testamento
pero no en el Viejo Testamento. Y dicen que el Hijo no existía previo al nacimiento
virginal en Belén, únicamente en la mente de Dios. Por lo tanto, dicen que
Melquisedec era solamente una teofanía de Dios o que era un tipo de Jesucristo, mas
no era el mismo Señor Jesús.
Vayamos a las Escrituras para ver lo que dicen a lo aquí aludido. En el relato de los
endemoniados gadarenos vemos a los demonios entablando una conversación con el
Señor. “Y clamaron diciendo: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has
13. venido acá para atormentarnos antes de tiempo? (Mateo 8:29) Noten que estos
demonios o legión de demonios, conocían al Señor Jesús desde antes, pues ellos le
hablaron por nombre (Jesús) y por rango (Hijo de Dios). Es sumamente claro que le
conocían desde mucho antes pues le dijeron “Has venido acá...” dando a entender
que en otro lugar anteriormente se habían conocido.
Usted podrá decir que los demonios conocían al que estaba dentro de Jesús, ósea al
Padre, pero ellos no dijeron nada referente al Padre porque la Biblia dice que al
Padre nadie le vio jamás (Juan 1:18). Amén. Esto es Biblia y armoniza como tal. Mas
bien, esta legión de demonios se dirigieron a Jesús como Hijo de Dios porque fue al
que conocieron en el principio (Colosenses 1:16) y el mismo que los expulsó del cielo
(Lucas 10:18). “Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo,
que dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido
para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.” (Marcos 1:23-24). “Este, al ver a
Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes
conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.” “Y le
pregunto Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos
demonios habían entrado en él. Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.” (Lucas
8:28, 30,31). Todas estas citas bíblicas demuestran como estos demonios conocían la
identidad del Hijo de Dios. Al postrarse estos demonios y reverenciar al Señor Jesús
demostraban que le conocían e incluso lo habían honrado anteriormente. Ellos sabían
quien tenía el poder para mandarlos al abismo. Juan Marcos lo declara de la siguiente
manera en San Marcos 3:11-12, “Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban
delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Mas él les reprendía
mucho para que no le descubriesen.”
Los espíritus inmundos se postraban delante del Señor Jesús porque ellos sabían quién
era Él. Sabían que dentro de ese Templo moraba la misma presencia de Dios mismo.
Sabían que este era el Hijo de Dios, contra el cual ellos mismos se habían rebelado en
el principio. Más Jesús los reprendía mucho para que no le descubriesen. ¿Por qué
motivo o razón no quería Jesús que los demonios lo descubriesen? Él mismo le decía a
la gente que Él era el Hijo de Dios (Juan 10:36). Lo que Jesús no quería que se supiera
abiertamente, ya que los demonios si lo sabían, era que el Padre estaba en el Hijo, y
esto, desde el principio. Los espíritus inmundos lo conocían. Sabían que Dios mismo
era el que estaba dentro de Jesús, porque desde el principio de la creación Dios le dio
toda la autoridad al Hijo (Filipenses 2:9-11; Colosenses 1:16-20). “Tú crees que Dios
es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.” (Santiago 2:19). Los
demonios saben lo que muchos Cristianos ignoran, y esto es que Dios es Uno, y que Él
se manifestó en el Hijo desde el principio. Por esta razón cuando ellos veían a Jesús,
ellos sabían que Su creador estaba delante de ellos. Ellos se postraban y temblaban
como dice la escritura de Santiago 2:19, porque sabían que el Padre de toda creación
estaba dentro de ese Templo que nosotros todos conocemos como el Hijo de Dios.
14. Conclusión:
El estudio de la Palabra es profundo y su contenido sumamente rico. Dios se ha
manifestado en diferentes maneras y en diferentes tiempos. No obstante, Él sigue
siendo el mismo, porque Dios es Uno. A Abraham le toco conocerle como Melquisedec,
la gloria postrera de Jesucristo, Rey y Sumo Sacerdote de Su Cuerpo (Hebreos 3:1-6).
A Jacob le toco verlo como la Puerta del Cielo y la Casa de Dios. Jacob también luchó
con el Señor, y llamo aquel lugar Peniel, que significa el rostro de Dios (Génesis
32:24-31). Moisés lo vio como columna de nube y de fuego (Éxodo 13:21-22), y
también se le manifestó en medio de una zarza (Hechos 7:30-32) A Josué se le
manifestó como Príncipe de Dios (5:13-15) A Gedeón se le manifestó como un ángel
(6:22-23) A Daniel se le manifestó como el Anciano de Días y el Hijo del Hombre
(Daniel 7:13). Y así sucesivamente Dios se ha manifestado al hombre en diferentes
maneras y en diferentes tiempos. Un solo Dios manifestándose a Su creación.
Melquisedec es una de las manifestaciones del Señor Jesús de las cuales se menciona
en el Antiguo Testamento y en el Nuevo. Demostrando con esto la armonía de la
Palabra de Dios y así mismo la veracidad de ella. Seguiremos adelante pidiéndole a
Dios más sabiduría y más discernimiento para entender y comprender las
profundidades de Su santa palabra.
A Dios sea toda la gloria y toda la honra por Su misericordia y por haberme permitido
escribir lo referente a Melquisedec.
Escrito como me lo revelo el Señor Jesús: Hno. Joe Garza