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Vendedora de amor
Novela de José Antonio Zúniga Avellán
La prostitución es un flagelo difícil de erradicar; es patrimonio de la miseria humana. Un sistema en el cual las
mujeres se dejan atrapar como consecuencia de su situación económica, de su falta de instrucción cultural,por
no tener una formación profesional, de las carencias afectivas, educativas de su infancia y su adolescencia, y de los
conflictos psicológicos y sexuales padecidos en su juventud.
Por lo tanto, es un mal social que se ensaña en mujeres de escasos recursos, que por su misma necesidad son
manipuladas por proxenetas y tratas de blanca que sacan provecho de ellas.
Para erradicarla tenemos que tipificarla en la ley penal como un crimen contra la mujer.
Voy a contarles mi historia, no la hice en ninguna mansión lujosa, ni la escribí a ratos perdidos en mi vida diaria,
ni de ocho de la mañana a cinco de la tarde, ni en la prisión, porque,aunque tarde aprendí a no ir a esos centros
de prostitución,no cometí el mismo error que muchos desvergonzados proxenetas cometieron.
La hice en la calle; en idas y venidas platicando con las protagonistas e Invirtiendomi tiempo en adentrarme
en la vida de estas sufridas mujeres. Identificándome con las más pobres y más brutalmente explotadas, y lo
hice también por amor a esas mujeres.
La siguiente novela es un tributo de solidaridada esas sufridas mujeres:
Parte Uno.
Mi nombre es Eduardo y vivo en Costa Rica; un inmigrante nacido en Nicaragua y que por la situación de guerra
que había en este país, me trasladé al vecino país Costa Rica.
Alquilo un cuarto en los alrededores de San José, mejor dicho, es una posada comúnmente llamada cuartería, en
donde se vive en condiciones de hacinamiento y con un ambiente extremadamente húmedo, por la poca
ventilación y por su estructura de madera vieja; aunque el clima de San José te permite no padecer de calor.
Es en este lugar donde empieza mi historia:
Se llama Adriana, aunque no podría decir si ese es su verdadero nombre o es un nombre de batalla,
posiblemente ficticio en ese mundo del "mercado de la carne".
Me di cuenta de su condición de prostituta,cuandotodas las tardes, en cuanto comenzaba a caer la noche,
ella salía apresurada para que nadie la viera, vestida con atuendos provocativos que dejaban ver sus encantos
más de lo necesario y que siempre trataba en vano de bajar el ruedo de su falda imaginariamente cómo para
tapar su vergüenza de vendedora de sexo.
Cuando la vi por primera vez a mediados de diciembre, apenas sospechaba sus adentros.
Empecé a ver en ella (en el reflejo de sus ojos), la triste soledad que la envolvía y una aureola de penas en su
frente, revoloteaban como alas de mariposa triste al borde de romperse en llanto.
Su cuarto estaba casi al frente del mío y por mi pequeña ventana de vidrio refractario podía verla cuando dejaba
apenas un poco la puerta abierta y es que en esas cuarterías era difícil encerrarse por completo por el
hacinamiento y la falta de ventilación.
Muchas veces la topé en el pasillo y ella me sonreía a medias como para evitar un acercamiento, me decía "hola",
con una voz apenas perceptible y yo le contestaba cada vez con más ánimo tratando de darle confianza.
A veces la llegaba a visitar una mujer un poco mayor que ella, después me di cuenta que era su hermana mayor,
que llegaba de Nicaragua mensualmente a traer dinero. Se veía un poco desliñada por la pobreza que se
reflejaba en su rostro y luego de llegar, ambas se enfrascaban en pláticas recriminatorias y poco cordiales.
Cada una de ellas argumentaba posiciones de conducta que afectaban a la familia.
Al final Andrea sacaba su bolso y depositaba en la mano de su hermana una buena cantidad de dinero; esto
cambiaba el panorama y como la necesidad tiene cara de perro, por último, la hacía menear el rabo y hasta
sonreía.
Entonces su hermana, ya con el dinero en la mano, empezaba a narrar un rosario de necesidades; pues ella
cuidaba a la única hija que tenía Adriana allá en Nicaragua y restregando entre sus dedos el dinero que le
había dado su hermana, le prometía que lo invertiría lo mejor que pudiera entre la niña y la madre de ambas.
Cuando su hermana se despedía y regresaba a Nicaragua, ella se quedaba sumida en una angustia que calaba
en lo más profundo y era cuando la veía llorar, al comienzo sin comprender.
Era un llanto seco, desolado y pensé que era el calor del verano. Pero siguió llorando en invierno...y pensé que era
la lluvia; en el otoño, su llanto caía como lluvia en el asfalto de su triste alma, como si fueran hojas secas.
Y ya no pude más, quería saber cuál era la fuente de ese inmenso manantial de sufrimiento.
Un día, ya sin poder aguantar la curiosidad, la detuve junto al pasillo, le dije que me disculpara por
entrometerme en su vida, pero que su dolor me estaba afectando ya que para mí una mujer es sagrada y la falta
de mi madre que había muerto hace un año me recordaba ese sufrimiento.
Entonces le pregunté con un tono bajo de voz, cómo para no ahuyentar sus sentimientos.
¿Por qué lloras? -dime ¿por qué sufres? y ella ya sin poder detener su llanto, me dijo con una voz que no he
de olvidar:
-Es que muchacho, como te habrás dado cuenta, todas las noches salgo a vender mi cuerpo y para mi es
una vergüenza.
Esa vergüenza está sembrada en mi piel como marca de un recuerdo cruel, de lo que fui, de lo que soy: basura
de la noche bajo los aleros de los edificios de San José, vendedora de amor, prostituta de la calle.
He llevado mi cuerpo desde que vine a este país, a todas partes conmigo, como producto, como mercancía, en la
espesura de la noche cuando los hombres abstraían mi piel, palpitaba en mí la angustia, el asco.
Me siento oscurecida, borrada o fragmentada quiero recuperar mi existencia individual que me hace ser yo, no
quiero ser un producto sexual, pero la necesidad de mi familia me obliga a no desligarme de este flagelo que
consume mi cuerpo.
Lloro caricias y besos restregados por hombres sin rostros. Lloro mi cuerpo vacío y desolado. ¡Y cuando siento
que ya está, que ya es suficiente! que ya basta, que se vaya este dolor, que estoy harta, que estoy muerta.
Entonces me brotan raíces en ambas manos, que me jalan de ese profundo abismo al que me he metido, pero no
puedo salir y me sumerjo de nuevo en el fango.
Me sujeto a la esperanza de que algún día ha de cambiar mi vida, y que algún podré encontrar algún trabajo
honrado y la fuente de un amor puro, que lave mi vergüenza.
Me lo dijo con una tristeza que no he de olvidar.
Parte dos.
Con el tiempo ya como su amigo, empecé a verla diferente, amarla y comprender su dolor.
Poco a poco, toda ella, se me fue metiendo, en los ojos, en la boca, me salía el cariño por los poros y un día sin
más le dije:
- déjame ser tu agua, déjame ser tu fuente que te quite la sed. Y comencé a quererla y a su dolor también.
Y ella también empezó a quererme.
Dentro de mí se presenta como una mujer sufrida. Más sin embargo la belleza no se resiste a dejarla, posee un
vientre liso y brillante de tanto estrenar, donde la sangre fluye caminos de deseo.
Exhibe una belleza extraña, marchita por las noches de desvelos, porque tiempo atrás, en los burdeles el
dolor le descuartizo la piel. Y fue usada su carne hasta sangrar. Pero poco a poco, recupera sus pedazos.
Platico con ella en la intimidad de la noche, tratando que olvide, ahoraque ha honrado su pudor conmigo.
Todos los domingos salimos a pasear al parque, a que nos dé el sol de la mañana.
Su risa posee una estridencia poderosa y sensual, sus dientes brillantes, tienen el filo suficiente para cortar la
respiración del deseo; sus palabras explotan en su boca con la luz de un te quiero.
Parece brotarle el deseo de todas partes, del pelo, de la cintura, de sus erectos pechos.
Esas caderas ondulantes como olas, las he bañado de besos y espumas que salen de mis ansias.
En su frágil vientre, todas las mañanas agoniza una estrellade amor.
Ella acostumbra andar desnuda junto mí, en la intimidad y la gente piensa que no es buena compañía, pero a ella
no le importa.
Tiene unos pechos cálidos y una fragilidad dulce de mujer que me hierve las entrañas.
Cuando permanece callada toco su boca para tapar su silencio, esa boca que es de la medida exacta de la mía y
cuando me sumerjo en su ser, descubro el santuario secreto donde se atrinchera la humedad del deseo.
Me revuelco en sus entrañas, festejoese par de piernas que como tenazas se prenden en mis caderas.
Despacito, acaricio el silencio de su cansancio, de su último extractor, y sin querer, me ocurre el milagro de bañar
de amor, las costas de su frágil vientre.
Nuestra luna de miel duró lo que dura una estación del año; con el retiro de ella como trabajadora social, la
economía se nos vino al suelo.
Yo no ganaba lo suficiente para llenar las necesidades más apremiantes de ella, que era mandarle un poco de
dinero a su pequeña hija
Parte tres.
Con el mes de mayo, las lluvias llenaron las tardes, las noches, las madrugadas frías de una humedad triste y lóbrega
y de nuevo la nostalgia se apoderó de ella.
Su hermana no aparecía, pues había dejado por un tiempo de enviarle algo de dinero.
De nuevo apareció en su rostro la tristeza que la caracterizó al comienzo, cuando la conocí por primera
vez.
Un día al salir ella a la calle, según me dijo, a hacer unas compras al súper mercado, que estaba a unos 600
metros de nuestra cuartería, se tardó más de la cuenta en llegar.
Su retraso aumentaba mi angustia y no volvió en toda la noche.
Yo a cada instante me cercioraba de la hora en mi reloj de pulsera, como tratando de aligerar sus pasos con
mis pensamientos y con el deseo de que toda fuera una pesadilla y la viera llegar de pronto con su rostro
alegre argumentando una razón de peso por su inesperada tardanza;pero todo fue en vano.
Las horas siguieron devorando al tiempo y ella no aparecía.
Al fin un poco angustiado y temeroso de que le haya pasado algún percance, traté en vano de hallar la manera de
hacer algo, pero no podía, a esas horas de la noche es demasiado peligroso salir a las calles; así que decidí seguir
esperando.
Cuando ya casi me estaba quedando dormido,escuché muy levemente el ronronear del motor de un vehículo,
empezó a devorar el silencio que se había apoderado de la calle y luego el sonido de unas llaves, queriendo
adivinar el hueco del candado para que se abriera la puerta.
Una vez abierta, la incertidumbre se apoderó de su cuerpo y de su sombra. Avanzando a tientas, con paso
lentos llegó hasta la puerta de su cuarto.
Entonces encendí la luz, no para recriminarle, sino más bien para ver el estado en que venía y si necesitaba
alguna ayuda.
Bajó su rostro y se acomodó las manos entre la frente, como para tapar su vergüenza y llorando me dijo que
era una ingrata y una cualquiera, pues no pudo detenerse de entregar de nuevo su cuerpo, ante la angustia
de pensar que su hija y su madre estaban pasando calamidades por la falta de dinero.
Yo le dije entonces que se callara, que mañana hablaríamos con más calma y tomándola por los hombres la
acompañé a su habitación para que descansaray se pusiera cómoda.
Me acosté un momento con ella rodeándola con mi brazo y acercándome a su cara la besé muy suavemente.
Sentí en su boca el suave temblor de sus labios y lo aspiré como si quisiera llenarme de las intimidades de
su cuerpo y conocer sus más profundos pensamientos.
En ese momento pensé que ya llevaba algunos meses viviendo con ella y no la conocía lo suficiente para
imaginarme esa caída que tuvo.
Al verla de nuevo, pensé ella quería morir, desaparecer para siempre.
De pronto tuve la sensación de que no podría vivir sin ella y ya acostado a su lado, me imaginaba que, si me
faltara, prefería morir.
Conmovido por esa imagen hundí en ese momento la cara en la almohada junto a la cabeza de ella y permanecí
así durante mucho tiempo.
Me dio pena que, en una situación como esa, en la que un hombre de verdad sería capaz de tomar
inmediatamente una decisión; si retenerla o dejarla partir, para que vuelva a su vida anterior de prostituta.
No es que dudase de su cariño, de su entrega; no sería capaz de privarme así de su significado sincero cuando
me entregó su amor, de los momentos más hermosos y maravillosos que he vivido con ella.
Estaba ahí, junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir sin su amor. Me enfadé conmigo mismo, pero
luego se me ocurrió que en realidad era
bastante natural que no supiera lo que quería.
El hombre nunca puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus
vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores.
No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación
alguna.
El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si fuera un actor que representase su obra sin
ningún tipo de ensayo.
Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un
boceto.
Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un
cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro”.
Amaneció. Caía una pequeña llovizna que llenaba de frío el entorno y el sonido estridente de la lluvia en el
tejado golpeaba el silen cio que se había adueñado del ambiente.
Las horas pasaron sin prisa, era preferible matar el tiempo dentro de la cama, que encarar una realidad que
nadie quería enfrentar.
Mas sin embargo todo tiene su momento y no se pueden tapar las cosas porq1ue después se convierte
en costumbre y puede tener consecuencias graves en nuestras vidas.
Por otro lado, yo traté de no herirla, ni recriminarla, ya que pondría nuestra relación en peligro,pues más de
una vez ella me había dicho que si caía de nuevo, no iba a permitir que yo me convirtiera en una especie de
Chulo y que mejor se separara de mí.
Así que mejor opté por llevar a cabo un plan de recuperación de forma gradual, de buscar ayuda en alguna
organización de protección de la mujer, en donde ella se fijara metas y nuevas aptitudes que la apartaran de ese
infierno.
El sonido de una sirena se desvanecía a lo lejos. En algún lugar se hizo añicos un cristal y alguien gritó como para
espantar a los vagos que consumían marihuana y crac cerca del barrio; esto me hizo meditar ante el peligro al que
estuvo expuesta Adriana y mejor traté de cerrar los ojospara ver si así me vencía el sueño.
Me levanté como a las diez de la mañana y preparé un desayuno liviano con un café muy fuerte que apagara el
estrés a que estuvimos sometidos la noche anterior.
Me dirigí a la cama donde descansaba mi amada y con la mano desocupada le toqué suavemente el hombro y
le dije como si nada hubiera pasado:
-Siéntate mi amor y come este delicioso plato que te preparé.
Ella me quedó viendo como si todo hubiera sido un sueño, luego se fue arrastrando suavemente en el
espaldar de la cama y tomando la comida, me dijo: -Gracias.
Y ya no habló más, dedicándose a comer a ratos y con la mirada perdida a cualquier punto del cuarto y sin
mirarme la cara.
Yo me retiré para dejarla sola y que ella agarrara confianza evitando comentar sobre lo ocurrido la noche
anterior.
Ese día no fui al trabajo; así que me di un baño con agua fría para que se me quitara la pereza del desvelo a
que estuve sometido, luego me vestí y salí a caminar como evitando tocar el asunto con ella, pues no quería
remover algo que estaba flotando todavía en el ambiente.
Me dirigí caminando al parque Morazán aquí en San José Costa Rica.; en sus alrededores abundan los hoteles
y casinos.
Por las noches circulan gran cantidad de extranjeros, en busca de suerte en las mesas de juego; aunque la mayoría
prefiere buscar el placer de las vendedoras de sexo que abundan en ese sector.
Adriana me había contado que aquí fue motivada a meterse a la prostitución.
Todo empezó con un anuncio que encontró en el diario “La Nación” y que le llamó la atención por el buen salario
que pagaban. El anuncio decía así: “Buscamos señoritas de 18 a 25 años, con muy buena presentación para atender
las mesas del Casino. Salario mensual: 300.000 Colones.llamar al Teléfono 24123648”.
Por fin para ella se le cumplió el día de tal ansiada entrevista.
Cuando llegó al Hotel Morazán, había unas cuantas mujeres que esperaban también encontrar una
oportunidadde trabajo.
Se dirigió a la recepcionista y dijo con voz algo temerosa:
- ¡Buenas tardes señorita!
-Vengo por el anuncio del periódico.
La secretaria la quedó viendo, como para asimilar el porte y la figura de la joven, cuando pensó que Adriana
llenaba y sobrepasaba los requisitos,sacó una pequeña ficha y se la dio.
En un cuaderno apuntó el nombre que le dio ella.
-Espere su turno joven, la llamaran dentro de poco.
Estuvo por largo ratos sentada en un enorme sofá gris, que en forma alargada cubría casi todo el living del hotel
y en donde se habían sentado algunas de las muchachas que esperaban turno para la entrevista.
Casi se marea ante la angustia de la espera, pues a toda costa necesitaba ese trabajo; había venido de
Nicaragua apenas dos semanas antes.
La situación en ese país se le había hecho difícil por la falta de empleo y había que garantizarle la comida a su
pequeña hija, que habíanacido sin la sombra de un padre.
Ella tuvo que hacer de tripas corazón para h acer de madre y padre y aunque su madre vivía con ella no se daba
abasto económico para tantas necesidades.
Su madre lavaba y planchaba a domicilio y ella que se había graduado de secretaria, hacía horas extras
con un abogado que le pagaba una miseria.
Alguien le dijo que en Costa Rica las mujeres conseguían más rápido empleo que los hombres. Vendió un
pequeño televisor para conseguir el pasaporte y ajustar algo para el pasaje.
Dejo a su pequeña hija al cuidado de su madre y de su hermana, que vivía muy cerca de ellas y se entregó a las
manos de Dios y la providencia en ese desconocido viaje.
Una voz la sacó de su letargo. Escucho su nombre desde adentro. Levantándose con pasos presurosos se adentró
de inmediato dentro de la amplia y cómoda oficina.
Un hombre bastante joven y con rostro sonriente la quedó viendo con ojos inquisidores y como si se la
estuviera comiendo en un almuerzo con la boca cerrada y las ganas abiertas.
Adriana reconoció al instante esa mirada lasciva, que como en su barrio, allá en su Nicaragua natal, le prodigaban
moros y cristianos debido a su atractiva belleza; en donde le llovían piropos y las palabras de doble sentido; así que
no le dio importancia, pues ya estaba acostumbrada a esas miradas.
Él le dijo educadamente:
-Muy buenos días jovencita, es un gusto conocerla.
-siéntese y póngase cómoda
-Hola mucho gusto. Contesto ella
-Así que viene por lo del trabajo.
Pues vera, está bastante difícil la cosa, hay mucha demanda y pocas ofertas-Dijo él.
-Pero déjeme decirle su aspecto físico es una gran ventaja a la hora de la escogencia y es muy probable
que consiga el trabajo.
-Eso si le adelanto que somos muy estrictos en cuanto a la obediencia absoluta a los principios del hotel. No
toleramos ni un pequeño gesto de desprecio a nuestros clientes, pues ellos son la razón de nuestra sobrevivencia.
-Venga mañana muy temprano para saber los resultados.
-Muchas gracias señor, se lo agradezco y espero me ayude.
Dio la vuelta y salió radiante y feliz, ante la posibilidad de conseguir ese trabajo.
Cuando alguien abre una esperanza en las circunstancias actuales, debiéramos los humanos saber hasta dónde
podemos confiar.
El mundo es un gran hervidero de intereses creados, nadie da nada así por así. Todo se resuelve por la oferta y la
demanda.
La labia o sea el convencimiento por la palabra, siempre ha sido un recurso necesario de aquellos que se
aprovechan de la ingenuidad o de la ignorancia para manejar a una persona a su gusto y antojo.
Para Adriana, sin saberlo, esto fue el comienzo de una larga pesadilla que le iba a tener consecuencias funestas.
Al día siguiente, que le tocaba ir a la entrevista, se levantó muy de mañana, tratando de no hacer ruido, pues
una amiga de Nicaragua le daba posada mientras conseguía trabajoy no quería ser inoportuna.
Se vistió con el mejor atuendo que tenía, se arregló el pelo con soltura, poniendo un poco de color a sus
encendidas mejías, quería causar una buena impresión al señor que la entrevistó.
Cuando llegó al hotel la recepcionista todavía no había llegado, por lo que se sentó a esperar en aquel
enorme sofá que había en la sala.
Parte quinta.
LA ENTRVISTA FINAL.
Llegó el día esperado de enfrentarse a una nueva situación si lograba conseguir el tan ansiadoempleo.
Iba bastante presentable para lograr obtener resultados visuales, su atuendo estaba a la medida de su bello cuerpo
y una sonrisa fresca y llena de humildad la acompañaba en esa ansiada entrevista.
Llegando hasta el living, la secretaria le puso la mirada y la hizo pasar de inmediato a la oficina del jefe.
Una vez adentro notó una mirada profunda y descriptiva de aquel hombre bastante guapo y bien vestido.
Sintió nervios y trató de suavizar la tensión de su rostro tratando de adaptarse al ambiente solitario de la oficina.
Hola dijo el hombre, por favor tome asiento.
-antes que todo permítame felicitarla por lograr realizar su sueño de trabajar para nosotros.
Voy a tratar de ser directo en las explicaciones y las reglas que nos rigen; porque ante todo su trabajo va a consistir
en hacerle agradable el ambiente a nuestros clientes.
Ud. Debe tratar en todo momento de adaptarse a las necesidades del cliente y tener cierta tolerancia si siente
algunas molestias por el trato.
Ud. Será colocada de observadora y dar atención al cliente. Si el cliente gasta bastante no hay que escatimar en
mantenerlo bien atendido y debe mantener una sonrisa permanente con él para que se sienta como en su casa.
Notará que hay mujeres en el casino bastante liberadas que tratan de conseguir algo de dinero por un servicio de
compañía; pero no hay problema déjelas que hagan su esfuerzo, no se meta en sus asuntos. Sólo trate de que haya
paz y tranquilidad en el ambiente utilizandola persuasión como método y el convencimiento moderado.
El hombre siguió dándole consejos para su futuro trabajo y ella calló y asimilaba con la cabeza su aceptación como
si fuera un sí señor.
Talvez hubo alguna duda en sus adentros, pero no llegó a analizarla a fondo.
A veces la palabra es dueña del miedo cuando no se logra analizarla a profundidad.
Nos dicen cosas bonitas y nosotros las creemos, es decir estamos atrapados por los intereses de los poderosos y
por las mafias, ellos ponen los hilos de telarañas que nos llevan a caer en sus redes si no nos portamos sumisos.
El administrador del casino la despidió amablemente y le fijó el horario de su trabajo, que era de las 6 de la noche
hasta el amanecer, cosa que a ella no le parecía, pero por la necesidad tenía que adaptarse.
Al comienzo su trabajo fue normal, a no ser por algunas insinuaciones amorosas de los clientes y propinas que
llevaban a un acercamiento para agarrar confianza.
Ese fue el primer paso que utilizan esos negocios para adaptarlas al ambiente, lo demás viene por añadidura, el
dinero se convierte en el motor que mueve los sueños y que al final se convierte en pesadilla.
La moral y las buenas costumbres desaparecen cuando uno empieza asimilar y a gustarle ese tipo de ambientes, por
lo fácil de ganar dinero, por quedar atrapadas en la rutina de hacer lo mismo todas las noches y por la necesidad.
Adriana no fue la excepción y su vida no volvió a ser la misma.
Vendedora de amor
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Vendedora de amor

  • 1. Vendedora de amor Novela de José Antonio Zúniga Avellán La prostitución es un flagelo difícil de erradicar; es patrimonio de la miseria humana. Un sistema en el cual las mujeres se dejan atrapar como consecuencia de su situación económica, de su falta de instrucción cultural,por no tener una formación profesional, de las carencias afectivas, educativas de su infancia y su adolescencia, y de los conflictos psicológicos y sexuales padecidos en su juventud. Por lo tanto, es un mal social que se ensaña en mujeres de escasos recursos, que por su misma necesidad son manipuladas por proxenetas y tratas de blanca que sacan provecho de ellas. Para erradicarla tenemos que tipificarla en la ley penal como un crimen contra la mujer. Voy a contarles mi historia, no la hice en ninguna mansión lujosa, ni la escribí a ratos perdidos en mi vida diaria, ni de ocho de la mañana a cinco de la tarde, ni en la prisión, porque,aunque tarde aprendí a no ir a esos centros de prostitución,no cometí el mismo error que muchos desvergonzados proxenetas cometieron. La hice en la calle; en idas y venidas platicando con las protagonistas e Invirtiendomi tiempo en adentrarme en la vida de estas sufridas mujeres. Identificándome con las más pobres y más brutalmente explotadas, y lo hice también por amor a esas mujeres. La siguiente novela es un tributo de solidaridada esas sufridas mujeres: Parte Uno. Mi nombre es Eduardo y vivo en Costa Rica; un inmigrante nacido en Nicaragua y que por la situación de guerra que había en este país, me trasladé al vecino país Costa Rica. Alquilo un cuarto en los alrededores de San José, mejor dicho, es una posada comúnmente llamada cuartería, en donde se vive en condiciones de hacinamiento y con un ambiente extremadamente húmedo, por la poca ventilación y por su estructura de madera vieja; aunque el clima de San José te permite no padecer de calor. Es en este lugar donde empieza mi historia: Se llama Adriana, aunque no podría decir si ese es su verdadero nombre o es un nombre de batalla, posiblemente ficticio en ese mundo del "mercado de la carne". Me di cuenta de su condición de prostituta,cuandotodas las tardes, en cuanto comenzaba a caer la noche, ella salía apresurada para que nadie la viera, vestida con atuendos provocativos que dejaban ver sus encantos más de lo necesario y que siempre trataba en vano de bajar el ruedo de su falda imaginariamente cómo para tapar su vergüenza de vendedora de sexo. Cuando la vi por primera vez a mediados de diciembre, apenas sospechaba sus adentros. Empecé a ver en ella (en el reflejo de sus ojos), la triste soledad que la envolvía y una aureola de penas en su frente, revoloteaban como alas de mariposa triste al borde de romperse en llanto. Su cuarto estaba casi al frente del mío y por mi pequeña ventana de vidrio refractario podía verla cuando dejaba apenas un poco la puerta abierta y es que en esas cuarterías era difícil encerrarse por completo por el hacinamiento y la falta de ventilación.
  • 2. Muchas veces la topé en el pasillo y ella me sonreía a medias como para evitar un acercamiento, me decía "hola", con una voz apenas perceptible y yo le contestaba cada vez con más ánimo tratando de darle confianza. A veces la llegaba a visitar una mujer un poco mayor que ella, después me di cuenta que era su hermana mayor, que llegaba de Nicaragua mensualmente a traer dinero. Se veía un poco desliñada por la pobreza que se reflejaba en su rostro y luego de llegar, ambas se enfrascaban en pláticas recriminatorias y poco cordiales. Cada una de ellas argumentaba posiciones de conducta que afectaban a la familia. Al final Andrea sacaba su bolso y depositaba en la mano de su hermana una buena cantidad de dinero; esto cambiaba el panorama y como la necesidad tiene cara de perro, por último, la hacía menear el rabo y hasta sonreía. Entonces su hermana, ya con el dinero en la mano, empezaba a narrar un rosario de necesidades; pues ella cuidaba a la única hija que tenía Adriana allá en Nicaragua y restregando entre sus dedos el dinero que le había dado su hermana, le prometía que lo invertiría lo mejor que pudiera entre la niña y la madre de ambas. Cuando su hermana se despedía y regresaba a Nicaragua, ella se quedaba sumida en una angustia que calaba en lo más profundo y era cuando la veía llorar, al comienzo sin comprender. Era un llanto seco, desolado y pensé que era el calor del verano. Pero siguió llorando en invierno...y pensé que era la lluvia; en el otoño, su llanto caía como lluvia en el asfalto de su triste alma, como si fueran hojas secas. Y ya no pude más, quería saber cuál era la fuente de ese inmenso manantial de sufrimiento. Un día, ya sin poder aguantar la curiosidad, la detuve junto al pasillo, le dije que me disculpara por entrometerme en su vida, pero que su dolor me estaba afectando ya que para mí una mujer es sagrada y la falta de mi madre que había muerto hace un año me recordaba ese sufrimiento. Entonces le pregunté con un tono bajo de voz, cómo para no ahuyentar sus sentimientos. ¿Por qué lloras? -dime ¿por qué sufres? y ella ya sin poder detener su llanto, me dijo con una voz que no he de olvidar: -Es que muchacho, como te habrás dado cuenta, todas las noches salgo a vender mi cuerpo y para mi es una vergüenza. Esa vergüenza está sembrada en mi piel como marca de un recuerdo cruel, de lo que fui, de lo que soy: basura de la noche bajo los aleros de los edificios de San José, vendedora de amor, prostituta de la calle. He llevado mi cuerpo desde que vine a este país, a todas partes conmigo, como producto, como mercancía, en la espesura de la noche cuando los hombres abstraían mi piel, palpitaba en mí la angustia, el asco. Me siento oscurecida, borrada o fragmentada quiero recuperar mi existencia individual que me hace ser yo, no quiero ser un producto sexual, pero la necesidad de mi familia me obliga a no desligarme de este flagelo que consume mi cuerpo. Lloro caricias y besos restregados por hombres sin rostros. Lloro mi cuerpo vacío y desolado. ¡Y cuando siento que ya está, que ya es suficiente! que ya basta, que se vaya este dolor, que estoy harta, que estoy muerta. Entonces me brotan raíces en ambas manos, que me jalan de ese profundo abismo al que me he metido, pero no puedo salir y me sumerjo de nuevo en el fango. Me sujeto a la esperanza de que algún día ha de cambiar mi vida, y que algún podré encontrar algún trabajo honrado y la fuente de un amor puro, que lave mi vergüenza. Me lo dijo con una tristeza que no he de olvidar. Parte dos.
  • 3. Con el tiempo ya como su amigo, empecé a verla diferente, amarla y comprender su dolor. Poco a poco, toda ella, se me fue metiendo, en los ojos, en la boca, me salía el cariño por los poros y un día sin más le dije: - déjame ser tu agua, déjame ser tu fuente que te quite la sed. Y comencé a quererla y a su dolor también. Y ella también empezó a quererme. Dentro de mí se presenta como una mujer sufrida. Más sin embargo la belleza no se resiste a dejarla, posee un vientre liso y brillante de tanto estrenar, donde la sangre fluye caminos de deseo. Exhibe una belleza extraña, marchita por las noches de desvelos, porque tiempo atrás, en los burdeles el dolor le descuartizo la piel. Y fue usada su carne hasta sangrar. Pero poco a poco, recupera sus pedazos. Platico con ella en la intimidad de la noche, tratando que olvide, ahoraque ha honrado su pudor conmigo. Todos los domingos salimos a pasear al parque, a que nos dé el sol de la mañana. Su risa posee una estridencia poderosa y sensual, sus dientes brillantes, tienen el filo suficiente para cortar la respiración del deseo; sus palabras explotan en su boca con la luz de un te quiero. Parece brotarle el deseo de todas partes, del pelo, de la cintura, de sus erectos pechos. Esas caderas ondulantes como olas, las he bañado de besos y espumas que salen de mis ansias. En su frágil vientre, todas las mañanas agoniza una estrellade amor. Ella acostumbra andar desnuda junto mí, en la intimidad y la gente piensa que no es buena compañía, pero a ella no le importa. Tiene unos pechos cálidos y una fragilidad dulce de mujer que me hierve las entrañas. Cuando permanece callada toco su boca para tapar su silencio, esa boca que es de la medida exacta de la mía y cuando me sumerjo en su ser, descubro el santuario secreto donde se atrinchera la humedad del deseo. Me revuelco en sus entrañas, festejoese par de piernas que como tenazas se prenden en mis caderas. Despacito, acaricio el silencio de su cansancio, de su último extractor, y sin querer, me ocurre el milagro de bañar de amor, las costas de su frágil vientre. Nuestra luna de miel duró lo que dura una estación del año; con el retiro de ella como trabajadora social, la economía se nos vino al suelo. Yo no ganaba lo suficiente para llenar las necesidades más apremiantes de ella, que era mandarle un poco de dinero a su pequeña hija
  • 4. Parte tres. Con el mes de mayo, las lluvias llenaron las tardes, las noches, las madrugadas frías de una humedad triste y lóbrega y de nuevo la nostalgia se apoderó de ella. Su hermana no aparecía, pues había dejado por un tiempo de enviarle algo de dinero. De nuevo apareció en su rostro la tristeza que la caracterizó al comienzo, cuando la conocí por primera vez. Un día al salir ella a la calle, según me dijo, a hacer unas compras al súper mercado, que estaba a unos 600 metros de nuestra cuartería, se tardó más de la cuenta en llegar. Su retraso aumentaba mi angustia y no volvió en toda la noche. Yo a cada instante me cercioraba de la hora en mi reloj de pulsera, como tratando de aligerar sus pasos con mis pensamientos y con el deseo de que toda fuera una pesadilla y la viera llegar de pronto con su rostro alegre argumentando una razón de peso por su inesperada tardanza;pero todo fue en vano. Las horas siguieron devorando al tiempo y ella no aparecía. Al fin un poco angustiado y temeroso de que le haya pasado algún percance, traté en vano de hallar la manera de hacer algo, pero no podía, a esas horas de la noche es demasiado peligroso salir a las calles; así que decidí seguir esperando. Cuando ya casi me estaba quedando dormido,escuché muy levemente el ronronear del motor de un vehículo, empezó a devorar el silencio que se había apoderado de la calle y luego el sonido de unas llaves, queriendo adivinar el hueco del candado para que se abriera la puerta. Una vez abierta, la incertidumbre se apoderó de su cuerpo y de su sombra. Avanzando a tientas, con paso lentos llegó hasta la puerta de su cuarto. Entonces encendí la luz, no para recriminarle, sino más bien para ver el estado en que venía y si necesitaba alguna ayuda. Bajó su rostro y se acomodó las manos entre la frente, como para tapar su vergüenza y llorando me dijo que era una ingrata y una cualquiera, pues no pudo detenerse de entregar de nuevo su cuerpo, ante la angustia de pensar que su hija y su madre estaban pasando calamidades por la falta de dinero. Yo le dije entonces que se callara, que mañana hablaríamos con más calma y tomándola por los hombres la acompañé a su habitación para que descansaray se pusiera cómoda. Me acosté un momento con ella rodeándola con mi brazo y acercándome a su cara la besé muy suavemente. Sentí en su boca el suave temblor de sus labios y lo aspiré como si quisiera llenarme de las intimidades de su cuerpo y conocer sus más profundos pensamientos. En ese momento pensé que ya llevaba algunos meses viviendo con ella y no la conocía lo suficiente para imaginarme esa caída que tuvo. Al verla de nuevo, pensé ella quería morir, desaparecer para siempre. De pronto tuve la sensación de que no podría vivir sin ella y ya acostado a su lado, me imaginaba que, si me faltara, prefería morir. Conmovido por esa imagen hundí en ese momento la cara en la almohada junto a la cabeza de ella y permanecí así durante mucho tiempo. Me dio pena que, en una situación como esa, en la que un hombre de verdad sería capaz de tomar inmediatamente una decisión; si retenerla o dejarla partir, para que vuelva a su vida anterior de prostituta.
  • 5. No es que dudase de su cariño, de su entrega; no sería capaz de privarme así de su significado sincero cuando me entregó su amor, de los momentos más hermosos y maravillosos que he vivido con ella. Estaba ahí, junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir sin su amor. Me enfadé conmigo mismo, pero luego se me ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera lo que quería. El hombre nunca puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si fuera un actor que representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro”. Amaneció. Caía una pequeña llovizna que llenaba de frío el entorno y el sonido estridente de la lluvia en el tejado golpeaba el silen cio que se había adueñado del ambiente. Las horas pasaron sin prisa, era preferible matar el tiempo dentro de la cama, que encarar una realidad que nadie quería enfrentar. Mas sin embargo todo tiene su momento y no se pueden tapar las cosas porq1ue después se convierte en costumbre y puede tener consecuencias graves en nuestras vidas. Por otro lado, yo traté de no herirla, ni recriminarla, ya que pondría nuestra relación en peligro,pues más de una vez ella me había dicho que si caía de nuevo, no iba a permitir que yo me convirtiera en una especie de Chulo y que mejor se separara de mí. Así que mejor opté por llevar a cabo un plan de recuperación de forma gradual, de buscar ayuda en alguna organización de protección de la mujer, en donde ella se fijara metas y nuevas aptitudes que la apartaran de ese infierno. El sonido de una sirena se desvanecía a lo lejos. En algún lugar se hizo añicos un cristal y alguien gritó como para espantar a los vagos que consumían marihuana y crac cerca del barrio; esto me hizo meditar ante el peligro al que estuvo expuesta Adriana y mejor traté de cerrar los ojospara ver si así me vencía el sueño. Me levanté como a las diez de la mañana y preparé un desayuno liviano con un café muy fuerte que apagara el estrés a que estuvimos sometidos la noche anterior. Me dirigí a la cama donde descansaba mi amada y con la mano desocupada le toqué suavemente el hombro y le dije como si nada hubiera pasado: -Siéntate mi amor y come este delicioso plato que te preparé. Ella me quedó viendo como si todo hubiera sido un sueño, luego se fue arrastrando suavemente en el espaldar de la cama y tomando la comida, me dijo: -Gracias. Y ya no habló más, dedicándose a comer a ratos y con la mirada perdida a cualquier punto del cuarto y sin mirarme la cara.
  • 6. Yo me retiré para dejarla sola y que ella agarrara confianza evitando comentar sobre lo ocurrido la noche anterior. Ese día no fui al trabajo; así que me di un baño con agua fría para que se me quitara la pereza del desvelo a que estuve sometido, luego me vestí y salí a caminar como evitando tocar el asunto con ella, pues no quería remover algo que estaba flotando todavía en el ambiente. Me dirigí caminando al parque Morazán aquí en San José Costa Rica.; en sus alrededores abundan los hoteles y casinos. Por las noches circulan gran cantidad de extranjeros, en busca de suerte en las mesas de juego; aunque la mayoría prefiere buscar el placer de las vendedoras de sexo que abundan en ese sector. Adriana me había contado que aquí fue motivada a meterse a la prostitución. Todo empezó con un anuncio que encontró en el diario “La Nación” y que le llamó la atención por el buen salario que pagaban. El anuncio decía así: “Buscamos señoritas de 18 a 25 años, con muy buena presentación para atender las mesas del Casino. Salario mensual: 300.000 Colones.llamar al Teléfono 24123648”. Por fin para ella se le cumplió el día de tal ansiada entrevista. Cuando llegó al Hotel Morazán, había unas cuantas mujeres que esperaban también encontrar una oportunidadde trabajo. Se dirigió a la recepcionista y dijo con voz algo temerosa: - ¡Buenas tardes señorita! -Vengo por el anuncio del periódico. La secretaria la quedó viendo, como para asimilar el porte y la figura de la joven, cuando pensó que Adriana llenaba y sobrepasaba los requisitos,sacó una pequeña ficha y se la dio. En un cuaderno apuntó el nombre que le dio ella. -Espere su turno joven, la llamaran dentro de poco. Estuvo por largo ratos sentada en un enorme sofá gris, que en forma alargada cubría casi todo el living del hotel y en donde se habían sentado algunas de las muchachas que esperaban turno para la entrevista. Casi se marea ante la angustia de la espera, pues a toda costa necesitaba ese trabajo; había venido de Nicaragua apenas dos semanas antes. La situación en ese país se le había hecho difícil por la falta de empleo y había que garantizarle la comida a su pequeña hija, que habíanacido sin la sombra de un padre. Ella tuvo que hacer de tripas corazón para h acer de madre y padre y aunque su madre vivía con ella no se daba abasto económico para tantas necesidades. Su madre lavaba y planchaba a domicilio y ella que se había graduado de secretaria, hacía horas extras con un abogado que le pagaba una miseria. Alguien le dijo que en Costa Rica las mujeres conseguían más rápido empleo que los hombres. Vendió un pequeño televisor para conseguir el pasaporte y ajustar algo para el pasaje. Dejo a su pequeña hija al cuidado de su madre y de su hermana, que vivía muy cerca de ellas y se entregó a las manos de Dios y la providencia en ese desconocido viaje. Una voz la sacó de su letargo. Escucho su nombre desde adentro. Levantándose con pasos presurosos se adentró de inmediato dentro de la amplia y cómoda oficina.
  • 7. Un hombre bastante joven y con rostro sonriente la quedó viendo con ojos inquisidores y como si se la estuviera comiendo en un almuerzo con la boca cerrada y las ganas abiertas. Adriana reconoció al instante esa mirada lasciva, que como en su barrio, allá en su Nicaragua natal, le prodigaban moros y cristianos debido a su atractiva belleza; en donde le llovían piropos y las palabras de doble sentido; así que no le dio importancia, pues ya estaba acostumbrada a esas miradas. Él le dijo educadamente: -Muy buenos días jovencita, es un gusto conocerla. -siéntese y póngase cómoda -Hola mucho gusto. Contesto ella -Así que viene por lo del trabajo. Pues vera, está bastante difícil la cosa, hay mucha demanda y pocas ofertas-Dijo él. -Pero déjeme decirle su aspecto físico es una gran ventaja a la hora de la escogencia y es muy probable que consiga el trabajo. -Eso si le adelanto que somos muy estrictos en cuanto a la obediencia absoluta a los principios del hotel. No toleramos ni un pequeño gesto de desprecio a nuestros clientes, pues ellos son la razón de nuestra sobrevivencia. -Venga mañana muy temprano para saber los resultados. -Muchas gracias señor, se lo agradezco y espero me ayude. Dio la vuelta y salió radiante y feliz, ante la posibilidad de conseguir ese trabajo. Cuando alguien abre una esperanza en las circunstancias actuales, debiéramos los humanos saber hasta dónde podemos confiar. El mundo es un gran hervidero de intereses creados, nadie da nada así por así. Todo se resuelve por la oferta y la demanda. La labia o sea el convencimiento por la palabra, siempre ha sido un recurso necesario de aquellos que se aprovechan de la ingenuidad o de la ignorancia para manejar a una persona a su gusto y antojo. Para Adriana, sin saberlo, esto fue el comienzo de una larga pesadilla que le iba a tener consecuencias funestas. Al día siguiente, que le tocaba ir a la entrevista, se levantó muy de mañana, tratando de no hacer ruido, pues una amiga de Nicaragua le daba posada mientras conseguía trabajoy no quería ser inoportuna. Se vistió con el mejor atuendo que tenía, se arregló el pelo con soltura, poniendo un poco de color a sus encendidas mejías, quería causar una buena impresión al señor que la entrevistó. Cuando llegó al hotel la recepcionista todavía no había llegado, por lo que se sentó a esperar en aquel enorme sofá que había en la sala. Parte quinta.
  • 8. LA ENTRVISTA FINAL. Llegó el día esperado de enfrentarse a una nueva situación si lograba conseguir el tan ansiadoempleo. Iba bastante presentable para lograr obtener resultados visuales, su atuendo estaba a la medida de su bello cuerpo y una sonrisa fresca y llena de humildad la acompañaba en esa ansiada entrevista. Llegando hasta el living, la secretaria le puso la mirada y la hizo pasar de inmediato a la oficina del jefe. Una vez adentro notó una mirada profunda y descriptiva de aquel hombre bastante guapo y bien vestido. Sintió nervios y trató de suavizar la tensión de su rostro tratando de adaptarse al ambiente solitario de la oficina. Hola dijo el hombre, por favor tome asiento. -antes que todo permítame felicitarla por lograr realizar su sueño de trabajar para nosotros. Voy a tratar de ser directo en las explicaciones y las reglas que nos rigen; porque ante todo su trabajo va a consistir en hacerle agradable el ambiente a nuestros clientes. Ud. Debe tratar en todo momento de adaptarse a las necesidades del cliente y tener cierta tolerancia si siente algunas molestias por el trato. Ud. Será colocada de observadora y dar atención al cliente. Si el cliente gasta bastante no hay que escatimar en mantenerlo bien atendido y debe mantener una sonrisa permanente con él para que se sienta como en su casa. Notará que hay mujeres en el casino bastante liberadas que tratan de conseguir algo de dinero por un servicio de compañía; pero no hay problema déjelas que hagan su esfuerzo, no se meta en sus asuntos. Sólo trate de que haya paz y tranquilidad en el ambiente utilizandola persuasión como método y el convencimiento moderado. El hombre siguió dándole consejos para su futuro trabajo y ella calló y asimilaba con la cabeza su aceptación como si fuera un sí señor. Talvez hubo alguna duda en sus adentros, pero no llegó a analizarla a fondo. A veces la palabra es dueña del miedo cuando no se logra analizarla a profundidad. Nos dicen cosas bonitas y nosotros las creemos, es decir estamos atrapados por los intereses de los poderosos y por las mafias, ellos ponen los hilos de telarañas que nos llevan a caer en sus redes si no nos portamos sumisos. El administrador del casino la despidió amablemente y le fijó el horario de su trabajo, que era de las 6 de la noche hasta el amanecer, cosa que a ella no le parecía, pero por la necesidad tenía que adaptarse. Al comienzo su trabajo fue normal, a no ser por algunas insinuaciones amorosas de los clientes y propinas que llevaban a un acercamiento para agarrar confianza. Ese fue el primer paso que utilizan esos negocios para adaptarlas al ambiente, lo demás viene por añadidura, el dinero se convierte en el motor que mueve los sueños y que al final se convierte en pesadilla. La moral y las buenas costumbres desaparecen cuando uno empieza asimilar y a gustarle ese tipo de ambientes, por lo fácil de ganar dinero, por quedar atrapadas en la rutina de hacer lo mismo todas las noches y por la necesidad. Adriana no fue la excepción y su vida no volvió a ser la misma.