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Por las márgenes de río Chanza: desde Cortegana hasta Pomarao
Introducción.
Cortegana permanece muy identificada con el río Chanza. Desde tiempos lejanos,
dedica no sólo el nombre a una de sus calles, sino que amplía el homenaje a todo un
barrio popular donde se establecieron, junto con el barrio de la Fuente Vieja, sus
primeros pobladores. También llevan el nombre de Chanza: asociaciones, residencia,
centro de ocio… Aún se conservan en Chanza casas de una planta con tapiales de
adobe hechos con barro y paja, paredes encaladas sin apenas ventanales; y si
aparecen, suelen ser pequeñas aberturas en el tramo superior de la fachada principal.
Orgullo de los corteganeses es la conservación de una casa medieval que muestra al
visitante como seña de parte de su historia. Fue el barrio de Chanza lugar de trabajo
de taponeros y aperaores, pero sobre todo amparo del trasiego de lavanderas, apañaoras,
arrieros y hortelanos.
Hasta ahora, en la Sierra occidental de Huelva, ha habido poca conciencia de los
valores que encierran los tramos del río Chanza (el Chanza o la Rivera para los
lugareños): el nacimiento del río en Cortegana y su descenso rápido hasta alcanzar
los llanos de Aroche, el gran valle fluvial del tramo medio desde La Coronela hasta
la Pasada de Abad, la zona de Rosal, fronteriza con Portugal en Ficalho, en Santa
Bárbara y en Paymogo, detenidas sus aguas en fructífero pantano y, finalmente, su
desembocadura en el Guadiana, allá en Pomarao. No obstante, recientemente se nota
cierto interés de los serranos por conocer los secretos geográficos, paisajísticos, agro-
ganaderos, literarios, históricos, antropológicos, lingüísticos… que albergan sus
riberas.
A ese interés responde la planificación emprendida por un pequeño grupo de
gentes de Cortegana, Aroche y Encinasola, con la intención de recorrer a pie el gran
río de la Sierra occidental, desde el barrio de Chanza hasta Corte do Pinto, antes de
hacerse embalse. Sebastián Martín Vargas, Antonio Rodríguez Guillén, Eduardo
López Berjano, Pepe Márquez y José Luis Lobo Moriche emprendemos el recorrido
desde la placita de Chanza con el deseo de recoger por escrito una visión colectiva
de los múltiples atractivos que guardan sus riberas. Gentes serranas como el Chanza,
que reflejaremos nuestras vivencias para disfrute de todas las personas que aman la
Sierra. Decir Chanza es decir Parque Natural o Reserva de la Biosfera; es decir
Cortegana, Aroche, Rosal de la Frontera, Ficalho, Santa Bárbara, Paymogo, Andévalo
occidental, Baixo Alentejo, Corte do Pinto, Santana do Cambás, Pomarao; es aunar
vidas y sentimientos, a veces compartidos y otras veces enfrentados entre sí por haber
gozado o sufrido conjuntamente muchos avatares históricos.
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1ª etapa: Cortegana- Turóbriga. 27/02/2021. Distancia recorrida: 18,5
kilómetros
Nos hemos reunido en la placita de Chanza. Son las ocho de la mañana. El castillo
de Cortegana aparece alumbrado por los primeros rayos de sol, que apenas alcanzan
aún los tejados del barrio, y la luna se alza en el poniente. En cambio, el sonido de
las aguas que vierten los dos chorreros de la fuente sigue -al amanecer- igual de vivo.
Fuente, pilarillo, abrevadero y lavadero conforman un conjunto de gran belleza.
Mármol y granito de la zona, materiales duros con intención de que el lugar se haga
eterno. ¿Y cómo surgiría esta bendición de agua para hacerse enseguida huertos,
albercones, presas, acequias, norias, madres y regaeras que conducen las aguas de
reparto? Los geólogos nos hablan de la diorita, de la serie volcanosedimentaria, de
los gneises limítrofes al cuerpo intrusivo. Demasiada profundidad de saberes para la
primera labriega que nos anuncia “Buen día tengáis”.
Alusión al nacimiento del Chanza
Desconocemos quiénes labraron tan diestramente la piedra: 1883, recoge una de
las piezas marmóreas. Desde 1880 a 1883, Cortegana sufrió también la convulsión
política nacional entre conservadores y liberales. Hubo varios alcaldes, incluso uno
de ellos fue condenado por malversación de fondos. En 1883 era alcalde Miguel
Casimiro Sánchez, corteganés, tratante de ganado, director de subastas públicas,
miembro de la junta de cárcel, secretario del Ayuntamiento, concejal, aspirante a
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diputado provincial. Cortegana le agradeció su labor municipal dándole su nombre a
una de las calles más empinadas, la Cuesta.
Fuente de Chanza
Pilar abrevadero
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Lavaderos
Pilón
Leemos en la hemeroteca nacional que, por entonces, el vizconde de Chancelleis
visitaba el lugar, atraído por la forma de vida rural, por la serenidad que le suscitaban
los huertos de Chanza. Belleza plasmada por dibujantes, pintores y amantes de la
Literatura. Naturaleza modelada por anónimos hortelanos, cientos de arrieros,
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cabreros en los escondidos callejones, descorchadores, talaores, colmeneros, mujeres
labriegas, apañaoras o lavanderas en el pilar. ¡Cuántas historias de amoríos encierran
la placita, la fuente, el callejón y las higueras de los huertos!
Dibujo del barrio de Chanza en primer plano. Autor desconocido
A veces, el lirismo del espacio fue incapaz de detener los impulsos devastadores de
los humanos. Y entonces, el pozo del camino se convirtió en testigo de guerra o vigía
ante las razias portuguesas. A pesar de que algunas de las páginas de sus callejones
estén salpicadas de sangre, en la conciencia colectiva del pueblo impera el amor a este
espacio, cantado en verso:
De una fuente entre castaños
nace el Chanza, y sus espumas
resplandor de limpio estaño
son caricias de la Luna.
Hondo canto que en sus penas
de los yunques chispas salta.
Abre el Sol en vieja arena
capa de oro en la Peñalta.
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Con el eco de un castillo
de la Historia testimonio
es de coplas estribillo
el día de San Antonio.
Río que en lírico embeleso
pone en labios de serranas
ese fuego con que impreso
siempre dejan en sus besos
el amor de Cortegana.
(Cuna del Chanza. Letra de Antonio García Barrón a una canción compuesta por el
Maestro don Francisco Luque García, director de la Escuela Gregoriana San
Fernando de Sevilla)
Amantes de la musicalidad, de las vivencias pueblerina plasmadas en canción lírica,
como recoge el poeta del valle florido de Los Romeros, Federico Martín Delgado,
en sus poemillas serranos:
El agua saca poemas
de una fuente pura y clara
donde se duerme la Sierra
y los poetas le cantan.
Tú no puedes, cantarillo,
llevarte para tu casa
toda la hermosa canción
que el manantial te regala.
Versos que dan vida al río, como en este poemilla que nuestro inolvidable Antonio
Carlos Ruiz nos legó:
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Huertos, vegas, sudores, suspiros, sueños…, mezclados con chorreros de agua que
obran el milagro de dar vida a esta primera arrancada del Chanza en forma de
barranquillo. Surgen al lado de los callejones del camino orillado grandes albercones,
donde los hortelanos retendrán las aguas. Y detrás de tanto laberinto de regadío se
esconde el legado de la cultura árabe. Pasear entre callejones y huertos nos retrae a
tiempos en que los hombres y mujeres conformaron una forma de vida compartida
y que aún se mantiene: el agua de reparto.
Albercón
Cortegana: barrio bajo desde el camino de Chanza
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El camino de Chanza se abre paso entre grandes alcornoques y quejigos. Corchos
que, según algunos historiadores, dieron nombre a Cortegana. ¡Son tantas las
alusiones al origen del topónimo! La villa bien merece una detenida visita para
adentrarse en sus calles, el castillo medieval, la iglesia parroquial y su tesoro, la iglesia
de San Sebastián, los casinos, casas de estilo ecléctico, las maravillosas panorámicas
que ofrecen los barrios altos, la Fuente Vieja, La Peñalta, la industria romanera, la
alfarería, sus fuentes…
Mientras tanto, el sol va dorando las torres del castillo:
Sobre un cerro de cumbre embravecida
posado está cual águila altanera.
(Antonio García Barrón)
Tierra del poeta soñador, roja, ceñida por áureo broche… tanta luz se encierra en
sus campos que al mismo Sol hace guerra y alumbra al cielo de noche. Cortegana de
perfil hermoso en Chanza, y también en Carabaña, Cazalla y Los Andrinos. O como
describe el poeta Thassio: Atardeceres flamígeros en las tardes de otoño, cuando los
castaños se despojan del oro de sus hojas, y el cielo se transforma en una
ensangrentada quemadura en busca de algodones, mientras un escalofrío de plata se
desliza sobre el cristal del Chanza, irisando la nítida transparencia del entorno del río-
niño.
Camino de Chanza
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Enseguida, se nos viene a la memoria el cuento que, en 1915, escribió el corteganés
José A. Vázquez, y que situó en el cerro Talavera:
“Saliendo de Cortegana, por las riberas del Chanza… el viajero puede ver, en el
picacho de una sierra abrupta, la roca famosa que en su hueco cobijara al funesto
fantasma. Y al pasar por allí tal vez oiga de labios campesinos el cantar que perpetuara
el recuerdo de la espantosa tragedia:
No salgas al campo, niña
que si el fantasma está allí
al verte tan buena moza
se enamorará de ti”.
Los castaños de las Cabezás y de la Maruta se despiden de los caminantes y nos
regalan la cuesta de María Andrés, los primeros chopos y un Chanza que ha dejado
de ser barranquillo y que empieza a sonar en los bajos de la chopea, allí donde el
poeta local Antonio García Barrón plasmara versos de amores en las riberas del
Chanza:
Ebrios de miel y de luna
cabalgan de la rivera
dos corazones serranos
que unidos laten con fuerza.
En la copa de un castaño
graznan al par dos cornejas
y el potro burla a los montes
como el testuz de las fieras.
Chopea de María Andrés hecha metáfora por Federico Martín Delgado:
Libro de hojas amarillas
en otoño, donde leen los poetas
su eterno pasado.
Al poniente, los montes de Navarrayo nos insinúan el giro que tomará el río. Es el
instante en que desiste de su intento de abrazar a la Alcalaboza, porque la sierra de la
Castellana les obliga a emprender cauces distintos. Ambos tendrán que esperar a
tierras fronterizas con Portugal para unir sus aguas, delimitar los baldíos rosaleños y
abrir las puertas del Andévalo occidental.
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La chopea. Al fondo, Navarrayo
Los caminantes bajando María Andrés
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Chopea
Atrás quedaron bellos parajes que alimentan con sus veneros, barranquillos y
regajos el cauce del río: Los Andrinos, Las Cabezás, La Maruta, La Brujera, María
Andrés, El Cabezo… Bajada la cuesta de María Andrés, las aguas asoman al camino,
pero enseguida se esconden entre los chopos de sus orillas. Por allí las márgenes del
Chanza se hacen huertos y cercados donde pastan pequeños rebaños de ovejas. Hay
vida en el camino y en las riberas, y ya apenas son audibles las campanadas del reloj
de la torre de Cortegana que nos anuncian que son las diez de la mañana.
El Chanza empieza a crecer en María Andrés
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Los caminantes cruzan el río
Ahora el río casi lame los surcos de las constantes huertas que se asoman al camino.
Los caminantes pasan por los Huertos. Un hortelano madrugador nos saluda y nos
desea suerte durante la caminata. Los lugareños llaman al nuevo paraje El Pontón.
Aunque algunos antropólogos de la zona relacionan su nombre con el pontón, palo
que sirve de sujeción, nosotros nos inclinamos a que alude a un diminutivo de puente,
usado para que los hortelanos puedan acceder a sus huertos en época de crecidas.
Aún hoy existen allí varios pontones con el uso citado.
En El Pontón
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En la vega de El Pontón no queda una sola cuartilla de tierra que no sea destinada
a huerta. Melocotoneros, higueras, cerezos, membrilleros, ciruelos empiezan a
abrotoñar, y pronto les surgirán las hojas y flores que vestirán al valle de un colorido
variado. Las márgenes se enmarañan de vallados, mimbreras, saúcos, hiedras…
Labriegos, hortelanos, norias, gavias, albercones, pozos, cortijillos, galápagos, ranas
y gaitanas llenan de vida la vega. Balan las ovejas y humean las chimeneas de los
cortijillos apegados al río. Dos perros mastines nos advierten con sus vastos ladridos
de que el ganado tiene amo.
Pontón para acceder a Los Huertos
El Chanza sale de El Pontón
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De pronto, el río hace un brusco giro y se encallejona entre dos taludes de
peñascos. Entonces, sus aguas se aprietan y nos sorprenden con un rumor inquieto
que asusta al caminante. Nos viene a la memoria una escena infantil de un coche
arrastrado unos cien metros por el ímpetu de una crecida, un pompo de agua como
las llamamos por estas altas serranías de Huelva.
El camino atraviesa dos veces seguidas el río, y los caminantes nos situamos en la
margen derecha. La margen izquierda nos ofrece precipicios rocosos que las aguas
han descubierto del fondo ígneo, pero que conforman un paisaje de gran belleza.
¡Con qué esfuerzos levantarían nuestros antepasados el molino aceitero que se abre
para que el camino pase por debajo de él! Es La Máquina, y la huella humana está
presente entre sus altos muros de piedra.
Si yo fuera golondrina
siempre anidaría
debajo del pacífico
y humilde alero
de un molino serrano.
(El molino. Federico Martín Delgado)
La Máquina
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En La Máquina
Sigue el río creciendo con aguas de Corteganilla, Las Ojalvas, Navarrayo, Giraldo,
Jabaca y Valdepiedras, que fue paraje de la hermandad de San Bartolomé. Las dehesas
de encinares de Tejadilla despiden al Chanza, ahora sus aguas entran en el término
municipal de Aroche. Un cortijillo en ruinas es testigo de esa caprichosa división de
municipios: medio cortijillo en Cortegana y el restante alero del tejado indicando que
empiezan las tierras de Aroche.
El candil toca su fin
y en las brasas cenicientas
renacerá un nuevo día
en los campos de mi Sierra.
(Federico Martín Delgado)
El grupo llega a Arroyofrío. Isidro nos ha facilitado paso por sus propiedades, que
están fuera del cauce público. Nos recibe cordialmente y nos ofrece un “buchino de
café”. Presuroso a nuestra demanda, nos acompaña hasta unas parieras de cerdos,
levantadas en piedras por un artesano portugués. Forman un conjunto de arte
popular que encaja perfectamente con el espacio.
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En El Cañuelo
Abandonamos Arroyofrío por la Vega de los Gitanos. Recordamos al grupo que
es el lugar donde el artesano que había construido las parieras que acabábamos de
ver fue herido en una de las batidas celebradas durante la guerra civil contra los
republicanos huidos. Antes de que llegaran a él las tropas rebeldes, sacó su navaja y
se degolló.
Enseguida, los caminantes entramos en un espacio dificultoso, pues las márgenes
del río están llenas de vallados de zarzamoras y zarzaparrillas. Dificultad acrecentada
porque el Chanza baja encallejonado: la margen izquierda asentada en El Cañuelo y
la derecha discurre por los bajos de Las Camorras. Una vez que el grupo sale del
matracal de monte, damos con un lanchar que nos ofrece estupendos sentaderos. Son
las doce de la mañana, el momento justo para recobrar fuerzas y henchirse
espiritualmente de tantas emociones y sensaciones.
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Sebastián Martin descansando
El Cañuelo es un paraje bellísimo, una sierra apretada de coscojas, jaras, aulagas,
algunas chaparras y un rodeo de quejigos en la parte más alta de la umbría. Grandes
lapares engrandecen aún más la cara que da vista al río. Cañuelo y Camorras, dos
topónimos que aluden perfectamente al lugar. Un gran caño de agua brota de la
umbría, y los hortelanos –antes de que el agua vierta al río- la tienen canalizada para
el aprovechamiento hortícola. Varios registros de minas testimonian de la fiebre
minera que imperó en la Sierra durante el siglo XIX y principios del XX. El término
Camorras es de origen prerromano, con significado de dureza pétrea. Palabras
relacionadas son calamorro, morro/a, chamorro…
Umbría de El Cañuelo desde Las Camorras
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El Chanza, antes de abandonar El Cañuelo y toparse con una elevación de terreno,
da una gran revuelta para franquear el parapeto que se le antepone. Los caminantes
salimos del trance dificultoso por la llamada portera de la Cía, donde tomamos un
camino antiguo abierto para los sondeos mineros. Vuelven los alcornocales y
quejigos antes de que alcancemos de nuevo la margen derecha del río. Al paraje los
lugareños lo denominan La Mezquita. El terreno bajo se nos ofrece como dehesas
de encinas, mientras que por la margen derecha bajan barrancos desde Maladúa y Las
Pájaras.
El barranco de Maladúa riega varias huertas. Antaño constituyó un grupo de
caseríos con identidad de aldea. Hoy habita allí una familia dedicada a la cría y
engorde del cerdo manchado. Los jamones de Maladúa se están cotizando en el
mercado como los más caros del mundo. Las Pájaras constituyen la caída abrupta de
La Garrapata a los llanos de Aroche. Maladúa y Garrapata fueron zonas de extensos
olivares que aportaban gran cantidad de aceitunas que se molían en el molino de la
Suerte de la Iglesia, próximo a ambos parajes. Sus altas cumbres fueron testigos de
asentamientos prerromanos, mientras que en las vaguadas se esparcen tejoletas y
ladrillos que sustentaron villas romanas.
Cortijillo abandonado, en La Mezquita
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El Chanza tras salir de El Cañuelo y entrar en La Mezquita
En La Mezquita
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Eduardo López Berjano atravesando una zona enmarañada
En La Mezquita
Tras abandonar La Mezquita, el río intercede con la carretera nacional N-433
Sevilla-Lisboa. El grupo pasa por debajo del primer puente, y se abre ante nosotros
la profundidad del valle del Chanza. Ese punto constituye el inicio del tramo medio.
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Estamos en La Coronela, dehesas con casas-palacios como la del conde de Bagaes
en La Belleza o la del conde del Álamo.
Es el valle un ejemplo de vega fluvial, de más de 15 kilómetros, que va desde La
Coronela hasta La Pasada de Abad, en término municipal de Rosal de la Frontera, en
sentido este a oeste, encajado al norte por una sucesión de montañas de mediana
elevación, donde en sus crestas más altas afloran las rocas metamórficas de las
pizarras: solanas de Montepuerto, Maribarba, Los Benitos, Bejarano, Los Cebros,
Monteblanco, El Brueco, La Venta, Tabacas… Y encajado el valle fluvial al sur por
el Alto del Carmen, Alto de Gargallón, Cumbre de la Giralda, La Castellana, Cumbre
de Enmedio, Los Rasos, Cerro del Madroño… El fondo plutónico del valle, una vez
colmado de depósitos de origen sedimentario, constituye una de las zonas más ricas
de la Sierra para la agricultura y ganadería. Gran auge está tomando, en el inicio del
valle, el cultivo de arándanos y cerezos, que están sustituyendo a la dedicación
ganadera y a la siembra de cereales, que en siglos pasados se molían en varios molinos
harineros situados en las márgenes del Chanza. Agricultura intensiva que pronto hará
que surjan problemas desconocidos hasta ahora.
En La Coronela
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Molino harinero de La Coronela
El grupo se detiene en el molino de La Coronela. José Luis Lobo Moriche nos
retrae en la historia y relata que, en 1900, el molinero tenía fama de adinerado. Una
noche llegaron nueve individuos, que saquearon el caserío, apoderándose de 11.000
pesetas. También se llevaron a la hija del molinero, joven muy agraciada a la que
atropellaron brutalmente. Fueron detenidos, no sin antes agredir con navaja a un
teniente de la Guardia Civil.
Antonio Rodríguez Guillén nos acerca al funcionamiento del molino harinero:
“Cortaban el Chanza con una presa, desviaban el agua por una lieva hasta un cubo,
un cilindro por el que cae el agua a una zona donde hay una bóveda. En medio de la
bóveda hay una rueda de madera que pivota en el centro con una pieza en cruz que
es de bronce. Y abajo tiene un tintero que, como termina en punta, hace que gire
rápidamente. Esta conexión del bronce con la rueda termina en un varón de hierro
que atraviesa la bóveda… El agua cae, mueve la rueda con hendidura y va soltando
el agua a la rivera. Al mover el varón, se encuentra con la piedra con agujero, llamada
solera, y la piedra volandera, que no tiene agujero, está cogida al varón por abajo. El
movimiento hidráulico hace que el varón dé vueltas y mueva la piedra de arriba sobre
la de abajo”.
Pasamos muy cerca del dolmen de la Belleza, un sepulcro megalítico de cámara
poligonal y corredor. Cubierta adintelada y una cámara de tendencia trapezoidal.
Periodo calcolítico, 2500-1700 antes de Cristo. Los arándanos lo tapan: cultura y
cultivo intensivo parecen incompatibles.
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Tras rodear la extensa explotación de arándanos de La Belleza, entramos en el
sorprendente espacio del valle fluvial que alberga la ciudad hispanorromana de
Turóbriga y la ermita de San Pedro de la Zarza. Turóbriga fue fundada en época de
Nerón (54-68 d.c). Corresponde al proceso del control de la Beturia Céltica, para
proteger las extracciones mineras de la cuenca. La ermita de San Pedro de la Zarza
se construyó en el siglo XIII, durante el proceso de repoblación de la zona. Ambas
son de obligada visita. Acompañados de una arboleda de alisos llegamos al final de
etapa.
El grupo en la ermita de San Pedro de la Zarza
El grupo reponiendo fuerzas tras el recorrido
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2ª etapa: Turóbriga-Pasada de Abad. 16/3/2021. Distancia recorrida: 25,1
kilómetros
Ermita, Turóbriga y Aroche
Turóbriga, citada por Plinio, nos ha conmovido. Atrás quedan las inscripciones
votivas e imperiales, su necrópolis, la línea de muralla, el foro, el templo dedicado a
Apolo y Diana o, quizás, al emperador Trajano. Por unos instantes, los caminantes
hemos imaginado ajetreo en la Curia, placidez en las termas o bullicio en la palestra.
También hemos oído los golpes de armas en el campo de Marte. Los habitantes de
los poblados prerromanos de los alrededores le prestaron su nombre, y Roma ofreció
el modelo económico, jurídico y urbanístico.
El río Chanza lame los restos de la muralla, pero la presencia romana será constante
a lo largo de su cauce, en forma de villas rústicas. Incluso nos han llegado los nombres
de aquellas familias romanas asentadas en las riberas del río, que se dedicaban a una
economía minera de grado inferior: Vibii, Sertorii, Baebii, Tinitii, Plotii…
Roma nos retrotrae a este rincón de la Beturia Céltica, la tierra de los Segumarus y
Talabarus. En los montes que circundan a Turóbriga hay restos de sus poblados: en
Maribarba, los Benitos y las Cabezas. Montes con caminos a Lacimurga, Encinasola,
la frontera hondonada, donde el huido general Sertorio buscó apoyo para guarecerse
del hostigamiento de Pompeyo, concretamente hay huellas de estas trifulcas
guerreras en el yacimiento de San Sixto.
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Montes de las Cabezas
Enseguida el barranco Arochete nos sorprende con su extenso caudal y por las
aguas bravas que vienen de los parajes empinados del Galindo, las Aliserillas, la
Cortesonoble, la Torre, el Huerto Antón, Maribarba, los Agudos, los Lobo, Terrazos,
Los Benitos, Las Cabezas… Altos cabezos que entierran necrópolis, torres
medievales y que en sus laderas quedaron esparcidos restos del ejército del general
Ballesteros en sus enfrentamientos a los franceses: cabezo Verde y el pico de los
Ballesteros.
Arucitanos cabezos
que las leyendas envuelven.
(Antonio García Barrón)
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Arucitanos cabezos
El camino sale al puente de la carretera HU-2112 que asciende hasta la meseta de
las Contiendas y se adentra en las tierras portuguesas de Barrancos, Santo Aleixo o
Encinasola. Un valle hondo y su barranco mueren a orillas del Chanza: Valdesotella,
que regala a los labriegos las aguas limpias en forma de pantanillo, casi cegado ya por
el arrastre de los terregales de las terrazas que fueron sembradas de eucaliptos.
Esparcidos por el valle suben hasta el collado del Miedo varios cortijillos y un camino
casi perdido de grandes lanchas que serpentea al par del barranco antes de alcanzar
la Contienda. Una vez que el camino corona, las aguas vertientes de las sierras
buscarán la rivera del Múrtiga. Hablar de Contiendas nos retrae a conflictos
fronterizos, a razias, a quema de sembrados, robos de ganado, amparo de bandoleros,
extensa meseta sin amos. El reparto definitivo entre Aroche, Encinasola y Moura no
llegó hasta 1922.
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Pantanillo de Valdesotella
A la salida del puente, los caminantes nos situamos en la margen derecha del río,
que no abandonaremos hasta el final de la etapa. Es la vereda de Portugal a Sevilla,
hoy abierta en carril paralelo al río y que acerca a los campesinos a las dehesas y
cortijillos extendidos en el valle, hasta Monteblanco.
¡Qué hermoso alejarse
por el puente del cuento
y volver hecho primavera
de cantos eternos!
(Federico Martín Delgado)
Las aguas que entran por la margen izquierda, tras atravesar la carretera nacional
N- 433 Sevilla-Lisboa, permanecerán ocultas a los caminantes. Barranquillos de poco
caudal y que vierten sus mansas aguas: Semedero, Belladama, la Pajarita, don Juan, la
Tobala… Incluso la margen derecha se esconde a veces entre la tupida maleza que la
enmaraña. Sólo de vez en cuando se nos descubre la belleza del entorno fluvial, que
nos obliga a detenernos para contemplar tanta quietud y poesía. El camino, en
cambio, se proyecta lineal, como queriendo llegar pronto a Monteblanco.
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Margen derecha del Chanza al inicio del camino
Volvemos la vista atrás, con el deseo de atrapar los encantos que Aroche regala a
sus visitantes.
¡Ay, Aroche de murallas!
La gran valiente y noble tierra.
Antiguo pueblo que canta
por sí solo su grandeza.
(Federico Martín Delgado)
Delicioso jardín de fantasía
donde la flor de la mujer es broche,
que prendido retiene el sol del día,
sin dar paso al misterio de la noche.
Es un pueblo al que quiso la poesía
bautizarlo, sublime, por Aroche.
(Cancionero serrano. Antonio García Barrón)
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Aroche desde la lejanía
Dicen los historiadores locales que la población de Turóbriga fue el origen de
Arucci, asentada en la margen izquierda del Chanza; y que en época medieval los
arucitanos se establecieron en la actual Aroche, que dista de ella unos 12 kilómetros.
Aroche nos regala la iglesia de Ntra. Señora de la Asunción, mandada construir por
los Reyes Católicos, en 1483; la muralla artillera, de 1200 metros de perímetro; la
torre de San Ginés; el castillo almohade del siglo XII, qasaba o alcazaba de la
población andalucí; el museo arqueológico, ubicado en el convento de la Cilla; el
museo del Rosario; el puente de los Pelambres, mandado construir por Felipe II en
1577…
La sierra de Bejarano atrapa a cualquier caminante con sus entresijos e historias
que envuelven la vida de muchos serranos. Sierras, barrancos, caminos y trochas que
ascienden a los montes más altos antes de coronar la Contienda. Nombrar estos
lugares abruptos es rememorar tiempos de penurias y hambre, de cafeteros que
buscaban en las tres cantinas fronterizas una mochila de café o de harina para intentar
subsistir. Carabineros, guardias civiles, tiros, carreras huidizas, miedos, noches de
lobo, engaños, corrupción… e, incluso, la muerte presentida se dibuja aún con la voz
entrecortada de los hijos y nietos de quienes malvivieron momentos indeseables.
Solidaridad y protección encontradas entre los pastores de las cañadas y en los
cortijeros, porqueros, pastores, cisqueros y carboneros de las riberas del Chanza.
Pero, a veces, el pompo de agua del río intentaba impedir el anhelo de llegar a casa
con la mochila de café, y se les anteponía la tragedia con figura de muerte y guadaña.
36. 36
Sierras
Cortijillo junto al Chanza
Sierras que invitan a contagiarnos de cierto lirismo cromático y que no pasan
desapercibidas a los ojos de los poetas serranos:
37. 37
Que describe con primor
un serrano en su cantar,
el Chanza en el murmurar
o el paisaje seductor.
(Ambiente de serranía. Antonio García Barrón)
Cortijillo aledaño al camino
Restos de horno cercano al río
38. 38
Sierras y valle
Las sierras nos sorprenden con su constante deslizamiento hacia el valle, parece
que intencionadamente se inclinan sobre él, tal como si fuese un regazo que les presta
el descanso. Sierras y valle conforman un cuadro hermoso de líneas quebradas, de
verdes muy diversos. Entre estas sierras se desliza el barranco los Cebros, que nos
abre las puertas del paraje de Monteblanco. Su nombre alude a los cebros, caballos
salvajes ya extinguidos.
Entre el barranco los Cebros y Bejarano debió subir el poeta Miguel Hernández en
busca de la libertad que se le resistía en su España, pero encontró la delación y su
detención en tierras portuguesas. Sierras demasiado abruptas para que un poeta
nacido en tierras muy distantes se adentrara solitario en ellas. ¡Cuánta poesía sentiría
el poeta pastor de Orihuela al contemplar los vericuetos que equivocadamente
presentía que le llevaban a la libertad!, ¡cuánta humanidad y solidaridad vería en los
cafeteros que le abrían paso de noche por los lomos de las sierras!, ¡y cuántos adioses
y gracias poéticas les daría al cruzar los marcos fronterizos cuando vislumbraba ya
las lucecillas de Santo Aleixo o pasaba por la fonte de Arouche! Los Cebros ofrecen,
al igual que entonces, la belleza natural de su chorrero y la mina, casi inalcanzables
para los caminantes.
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Sierras
Pasado los Cebros, el Chanza entra en Monteblanco, una sucesión de ricas dehesas
asentadas entre las solanas y el río. El grupo de caminantes se acerca al cortijo de
José Pedro Lobo.
Casa-palacio de Monteblanco
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Escudo nobiliario de los Jaraquemada
Reloj de sol
La casa-palacio de Monteblanco nos sorprende, tanto por las huellas históricas que
aún resisten en su fachada como por el emplazamiento de la misma. Las solanas que
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vienen del este buscan, recostada una en otra, el poniente portugués; mientras que la
casa-palacio yergue noble en el fértil llano.
Solanas
Solanas que ascienden hasta los Umbrizos fronterizos, sierras que olieron a café y
que nos siguen regalando las flores serranas y los amores cantados en forma de jotilla
de Aroche:
En dónde la has aprendido
la copla que estás cantando.
La aprendí por esos montes
de oír a los pastorcillos.
En la sierra de Aroche, sierra de flores
donde cantan las mozas
coplas de amores.
(Popular)
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Aún resuenan los ecos de amoríos de los serranos con súplicas al contrabandista,
cantados por Juanita Cuenca:
Contrabandista de Aroche
pásame de contrabando
dos ojos que están llorando
más allá de la frontera.
En la península entera
no habrá mujer más bonita
que aquella portuguesa
que mis caricias espera.
Frontera, frontera de Portugal
porque no puedo olvidarla
después de verla llorar.
Contrabandista que pasas
por la Sierra de Aroche
trae contigo a mi morena
que llora tras la montaña.
Que si la suerte acompaña
mi contrabando de amores
será como un jardín de flores
entre Portugal y España.
Frontera, frontera de Portugal
si ella viniese a mi lado
cuántos besos le iba a dar.
Frontera, frontera de Portugal
porque no puedo olvidarla
después de verla llorar.
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Los barrancos Refugio, Agostizo y Umbrizo descargan al río las aguas casi
portuguesas, las que Alfonso X mandó delimitar:
Aguas vertientes al Chanza para los castellanos.
Aguas vertientes al Murtigón para los portugueses.
El Chanza antes de entrar en los chorreros
Uno de los tramos más bellos de esta segunda etapa es el chorrero de los Gatos.
El río ha abierto allí un lecho profundo hasta toparse con una base pétrea que se
resiste al ímpetu constante de la caída. Las aguas del Chanza caen en delicados
chorros que originan charcos con forma de olla. Tanta belleza obliga a los caminantes
a que nos detengamos a gozar de los encantos que ofrece la naturaleza modelada por
los saltos de agua. Es el lugar ideal para el descanso y disfrute de las emociones que
el río nos regala, el momento en que descolgamos nuestras mochilas y reponemos
fuerzas. Tras la margen izquierda se vislumbran las dehesas de la Concepción y la
Zafra. Constantes parejas de patos sobrevuelan por el lecho y en los arenales de las
orillas aparecen restos de almejas de río.
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El Chanza antes de entrar en los chorreros
El Chanza alcanzando los chorreros
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Siguen bajando desde las sierras los barrancos fronterizos, que se descuelgan desde
Umbrizo, el Brueco y las Alpiedras. Crestas pizarrosas que se asoman como cuchillos
y que van delimitando la frontera entre España y Portugal. En tiempos de posguerra
cobijaron vida fatal, la lucha endiablada de los cafeteros por esquivar el control de
carabineros y guardias civiles, que trataban de que los encamisados con zapatillas de
tela no alcanzasen alguna de las tres cantinas abastecedoras del preciado grano negro
torrefactado. Hoy, permanecen los mismos números de los mojones: 1006, 1007,
1008, 1009, 1010, 1011… También siguen imborrables en la memoria colectiva de
los pueblos serranos los sufrimientos de sus antepasados, como permanecen allí
inalterables Piedras Altas y la fuente de las Berrazas. El resto del escenario trágico,
además de una salvaje repoblación forestal, es ruinas: cantina por cantina, chozas,
caseríos, casetas de la Guardia Civil… Incluso las trochas abiertas por los pasos
humanos ya son parte olvidada de la historia maldita.
Adiós a los canchales
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Noria de la Venta
El pueblo romano supo valorar el emplazamiento ideal que les ofrecieron las
dehesas que se orillan hasta el Chanza, las tierras de la Venta y Fuenteseca. Lugares
repletos de villas romanas, de inscripciones funerarias del siglo I a.c. Una vez
abandonada Turóbriga, fundaron Arucci en los llanos de Fuenteseca. Nombre latino,
sin huella prerromana, citada por Plinio y Ptolomeo, en la vía que iba a Pax Iulia, la
actual Beja portuguesa. Aún conserva restos de su enclave urbano, un pequeño
acueducto, muralla, necrópolis y un enterramiento monumental.
La margen izquierda del Chanza da vida a las dehesas de encinas; en cambio, la
margen derecha se recuesta sobre las terrazas de las solanas de la Venta y Tabacas,
que siguen repletas de la especie foránea de los eucaliptos. Unas solanas que fueron
bellas, que alimentaron a miles de cabras y que sustentaban los espesos bosques de
alcornoque que proporcionaban un corcho de una calidad excepcional. Desde sus
cumbres bajan al río barrancos y regajos que sólo conservan la belleza del nombre
que les pusieron nuestros antepasados, descienden sin la alegría de antaño porque los
inmensos bosques de eucaliptos retienen en sus entrañas las aguas que deberían
verter los barrancos de Piletas, la Parra, Juanita, Tipinas, En Medio, la Higuera…
Sierras que recordamos porque se siguen contando historias y trapisondas de
cafeteros que se enrochaban solana abajo, y porque fueron cantadas por poetas
soñadores:
Entonaba la guitarra
una triste melodía
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por el monte de pizarras
la guitarra se extendía.
(Llora la guitarra. Antonio García Barrón)
Casco de luna el sombrero
manta al relente en la noche
ronda un gentil bandolero
entre los cerros de Aroche
con su caballo lucero.
(Fandanguillo serrano. Antonio García Barrón)
Acercándose a la Pasada de Abad
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La Pasada de Abad constituye el cierre del valle fluvial del Chanza, que se inicia en
la Coronela. Es un paso obligado de entrada o salida al valle. Desde los montes
aledaños se controlaba fácilmente el tránsito de ganado, de mercancías y se estaba
alerta ante cualquier peligro. A esta ubicación privilegiada corresponde que en sus
cabezos haya varios restos de poblados de la época calcolítica: Juana Núñez, cabezo
del Castillo… Asentamientos de carácter agrícola con enterramientos en cistas.
Riberas de la Pasada de Abad
Los caminantes alcanzando el final de etapa
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Fin de etapa
En la Pasada de Abad, el Chanza se esconde bajo el puente de la carretera N-433
Sevilla-Lisboa, y los caminantes alcanzamos el final de la segunda etapa. Como postre
de tan suculenta marcha, nos recibe el conjunto megalítico. Aparte de los poblados
que siguen enterrados, destaca el crómlech.
Conjunto magalítico
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Cromlech de la Pasada de Abad
Y, mientras tanto, el Chanza
Serpentea en busca de la frontera,
mientras el aliso eleva sus ramas
por encima de retorcidas adelfas.
El sol va descubriendo el ocaso
en el horizonte de la Contienda.
Las jaras perfuman de verano
el croar de las ranas sedientas.
La luz se percibe mansa
al despertar febril la mañana
cuando la plenitud de la sierra
se sumerge en las aguas del Chanza.
(Casto Sancha Maestre, poeta arocheno)
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3ª etapa: Puente de Rosal (A-495)-Junta de Alcalaboza con Chanza.
27/3/2021. Distancia recorrida: 20 kilómetros.
Antes de emprender la tercera etapa, volvemos la vista al conjunto megalítico de la
Pasada de Abad, datado en la Edad del Cobre, entorno al III milenio a.c. Nos vuelve
a sorprender el pequeño círculo formado por dos menhires de pizarra negra y tres
grandes piedras, dos de granito y una de pizarra. Tanto misterio atrae a cualquier
viajero, a nosotros nos resulta un paisaje muy humanizado y un arte abstracto. ¿Qué
motivaciones llevaron a aquellos prerromanos para reflejar en piedra y pizarra su
simbolismo? ¿Sería una invocación a una de las diosas madres? Enseguida
recordamos a la Aetaecina Turobrigensis, íntimamente relacionada con la vida, la
primavera y la vegetación. Nos despedimos de este lugar de la Beturia Céltica y se
nos viene a la mente el nombre del dios celta Endovelicus, ahora que iniciamos la
marcha hacia el Andévalo occidental, y recordamos el cabezo de Andévalo, situado
en la Peramora arochena, ¡cuánto misterio y evolución encierra la transformación de
Endovelicus a Andévalo!
Más adelante, el Chanza se cierra en círculo, llega a casi topar otra vez la N-433 y
envolver a Rosal de la Frontera.
Con el espejo del Chanza
Rosal no tiene fronteras,
suspira por Portugal
pero en su España se queda.
(Federico Martín Delgado)
El Chanza irá tomando las aguas de barrancos y arroyos que le entran por la
margen derecha: Remolinos, Perero, Cuervo, Víbora, Cañas, Tío Martín, Acebuche,
Mirlo, Mina y el fronterizo barranco de la Raya. Por la izquierda le llegarán aguas del
barranco de la Vereda de Portugal a Sevilla, Fuente del Rey, Cortelana…
La zona estuvo poblada desde el Neolítico: dólmenes, cromlechs, poblados
prerromanos… Y de época medieval, la aldea El Gallego. El topónimo lo dice todo:
a estas tierras venían a pastar los rebaños de la Mesta. Rodrigo Caro alude a sus
pobladores, los arabricenses. El Gallego desapareció como aldea al ser destruida, en
1642, por lusitanos, holandeses y franceses al mando del Conde de Prados.
Bien conocen las riberas del Chanza las vicisitudes sufridas por los doscientos
sesenta vecinos de Aroche en sus intentos de repoblar la dehesa de Rosal que, junto
con la dehesa de la Cortelana y Boyal, pertenecían al municipio de Aroche. El alma
de la idea repobladora de la dehesa Rosal fue el clérigo don Gaspar García Soria,
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diácono de Aroche, quien siguió en 1838 el intento repoblador que ya existía latente
desde 1822.
Toribio Silvera, un personaje casi novelesco, tomó la acción de la repoblación, pero
muchos vecinos de Aroche no estaban dispuestos a ceder parte de su municipio. Y
llegaron los incendios parciales y la constitución de un Tercio de Milicia Nacional
para defender a los nuevos colonos. Ante esta situación de enfrentamientos, la
Diputación de Huelva nombró como regidores interinos de Rosal a los concejiles del
Ayuntamiento de Santa Bárbara.
En 1843, Toribio Silvera constituye por su cuenta el primer Ayuntamiento de Rosal
de Cristina y se proclama alcalde. Ante esta situación ilegal, se sigue causa judicial
contra él. Finalmente consiguió mantenerse como alcalde hasta 1850. Los nuevos
regidores mencionan ante las autoridades provinciales y nacionales los grandes
atractivos del lugar: “Río Chanza, cuya corriente pasa lamiendo mansamente la
circunferencia de la población que se intenta renovar”. Fue Rosal de Cristina un
diseño de población semejante al seguido en tiempos de Carlos III, calles de tipo
reticular. Es la única población serrana que no siguió en su construcción las curvas
de nivel del terreno.
Calle principal de Rosal de la Frontera
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Aprovechando la coyuntura revolucionaria nacional, en 1869 la nueva población
pasó a llamarse Rosal de la Frontera.
Rosal de María Cristina
que hoy llamamos de la Frontera.
Tus rosas orlan la estera
que pisa un Sol que termina
de ver mi Sierra y camina
con paso de cobre al son
de hispano-lusa canción
que con nostalgia le canta
a aquella otra reina santa
que a Portugal dio Aragón.
(Rosal. Antonio García Barrón)
Frontera que en mis sueños
muchas veces crucé de alas dotado.
Anhelo del pequeño
que huía de un pasado
en vejez prematura ya tornado.
De ocaso ya teñida
hoy contemplo y traspaso la frontera
hastiado de la vida
de aquel que desespera
de alcanzar una dicha verdadera.
(Frontera. Antonio García Barrón)
El río Chanza se entrecruza con la carretera A-495 que lleva a Gibraleón. Los
caminantes tomamos la margen izquierda. Dos jóvenes hortelanos están plantando
naranjos en un huerto cercano. Adelfas, cañaverales y sotos espesos de tamujos casi
invaden el campo barbechado. En cambio, el cauce se nos muestra amplio, un
remanso para las aguas y un sosiego de paz para los caminantes. Pero no todo el
lecho es un tamujal, a veces las aguas y las orillas se revisten de color, un amarillo
intenso en las márgenes y un blanco de agua en la corriente pausada.
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Los cabezos se recortan y se muestran más redondeados. Vuelan parejas de patos,
y una hembra aguanta echada en su nido hasta que los caminantes invadimos el
terreno elegido para procrear. Entonces, tanto silencio ribereño se rompe con un
inesperado graznido.
Cabezos recortados y redondos
Cauce floreado
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Dehesa con ganado
Encinas, flores y más flores blanquecinas que aguantan flotantes en la superficie,
tamujos y más tamujos hirientes, altos cañaverales y adelfas del poeta.
Adelfa, tú que ardes
entre cantares de grillos
con espumas de aguas claras
y brotes de pececillos.
(Piropo a la adelfa. Federico Martín Delgado)
La sierra de Ficalho se dibuja cercana; y el pueblo parece dormido a sus pies, hecho
ya llanura alentejana. Montes de Ficalho, que se divisan desde el mojón de Lallares,
serán vigilantes permanentes de nuestros pasos hasta los baldíos de Rosal. Sierra alta
y bravía portuguesa que se desvanece enseguida para darnos la bienvenida y
ofrecernos la consabida cordialidad que exhala el pueblo lusitano, expresada con la
dulzura melosa de su lengua. Montes de Ficalho sobre los que se recuesta el sol, en
los atardeceres del verano, despedido desde Cortegana. ¡Cuánta poesía se dibuja en
las lomas de Piedras Altas y en las solanas de Monteblanco cuando las enciende el
sol durante el ocaso!
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Al fondo, sierras de Ficalho
Chanza y sierras de Ficalho
Corre, caballito, corre,
galopa a la par del viento
y, en Portugal, de tus cascos
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que España recoja el eco.
Corre, caballito, corre,
que en la frontera ya veo
con claveles verdigranas
guardirrojos crisantemos
y más allá en el Rosal
oigo el rumor de unos besos.
(Del Cancionero Serrano. Antonio García Barrón)
Vila Verde de Ficalho y el río Chança se unen en paisajes, tierras amplias, árboles
y silencio. En agradecimiento a tanta hermosura, la freguesía del Concejo de Serpa le
dedica unas de sus calles, porque en su término el río se hace mayor, floreado y
fronterizo. Ficalho tuvo su condado, creado por el rey Felipe II, el lugar ideal para
escapar de nosotros mismos -dice Manuel Moya, el poeta serrano-; o el fin de la
jornada entre Pax Julia (Beja) y nuestra Arucci Vetus –dicen los etimólogos.
Aparte de la cocina alentejana que tanto gusta a los serranos, Ficalho ofrece a los
caminantes una visita a la iglesia matriz, ermita de las Pazes, Fuente Figueira, iglesia
de San Jorge, museo, Talefe de la sierra de Adiça… Indagar en la historia de Ficalho
nos retrae a tiempos de enfrentamientos entre pueblos rayanos, frontera vigilada para
evitar que llegaran a España las ideas liberales escritas en los diarios O Portugués y
Juornal de Comercio o reflejo de entendimientos entre dictadores; pero hoy nos
quedamos con la leyenda de Nossa Senhora das Pazes: “No tempo da guerra de
Espanha com Portugal, houve uma grande batalha em Ficalho e durante a batalha
apareceu uma Santa no cimo de uma azinheira e acaboucom a guerra. Entâo nesse
sitio foi construida uma capela, a capela da Nossa Senhora das Pazes. Ainda hoje é a
padroeira da povoaçao”.
Estamos en la grande y ardiente tierra del Baixo Alentejo, de casas bajas y blancas
que abrazan al viajero con la cal que ciñen sus calles, donde mestizan sus
monumentos con arte manuelino y mudéjar, como la ermita de San Sebastián, en
Ficalho. Baixo Alentejo y Andévalo occidental frente a frente de las orillas del
Chanza, desde Ficalho hasta Pomarao, donde las tierras se harán Algarve. Mientras
tanto, los serranos disfrutaremos, en el castillo de Cortegana, del cante alentejano,
que entrelaza sonoridades cristianas, judías y árabes. El grupo Os Arraianos de
Ficalho nos conmueve desfilando lentamente por las calles serranas. “Se mueven con
movimiento pendular de los pies, parece que no andan. El tenor lanza los primeros
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versos, el contratenor levanta el tono, y luego el coro, macizo como el bloque de
cuerpos que se acercan, llena los espacios de la noche y del corazón” (José Saramago).
Nossa Senhora das Pazes
Teus festa teus arraial
És a Santa maís bonita
És a Santa maís bonita
Para nos nao há igual.
Revuelta
Llega el momento en que el río Chanza cede su margen derecha a nuestra hermana
Portugal. Los caminantes se detienen en el mojón 1047, que sirve de testigo de que
nuestro río –serrano hasta ahora- se ha hecho internacional. En frente, desagua el
barranco Pan y Aceite que ha servido de frontera menor. El paraje compartido se
nos hace más luminoso y amplio. Ya no es que presintamos el Baixo Alentexo,
estamos a metros de esa grande y ardiente tierra de Alentejo, casi tocamos sus yermos
y cabezos redondeados, y nos inunda el mismo silencio sobrecogedor que envuelve
el lugar en que las aguas se abrazan. ¡Qué paso más grande dimos cuando fuimos
conscientes de que aduanas y objetos a declarar no tienen sentido entre ciudadanos
del mundo! El Chanza nos reclama que dos pueblos hermanos deben de compartir
no solo sus aguas hechas embalse sino también los sueños ibéricos venideros.
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El ingeniero militar Antonio Gaver, en 1750, nombraba todos los molinos del
Chanza. Enseguida que los caminantes hemos topado con tierras lusitanas, se nos
presenta, en buen estado de conservación, el molino de Bargen y su presa de
retención de las aguas. Es un tipo de molino en que el agua entra directamente en él.
Hasta hace unos años, los cortijeros tenían montada una dinamo para dar luz al
cortijo, aprovechando la fuerza motriz del río.
Molino de Bargen
Presa del molino de Bargen
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Huevos de pata
Alto en el camino
Caminamos por la vereda del Chanza, incluso nos lo recuerda un par de cartelones.
Siguen cayendo a las riberas los cabezos redondeados con encinas, y envuelve al
espacio un silencio que no sabemos de dónde viene. Las aguas de los barranquillos
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que vierten al río callan, y él en silencio las recibe también. Vuelan decenas de patos
por encima de los caminantes. Un sol casi tórrido, entre andevaleño y alentejano, nos
castiga con intensidad y obliga al descanso. Amigos necesitamos en todas partes, pero
nos sorprende la presencia del rosaleño Pedro Machado a orillas del Chanza. Alegría
compartida e información detallada sobre sus tierras adehesadas y linderas con los
baldíos de Rosal. Nuestro amigo nos aconseja que nos acerquemos a ver el antiguo
cuartel de Pereriñas.
Vereda de Chanza
Cada vez los pasos se hacen más torpes por culpa de un sol fuerte envuelto en
vientecillo solano. Salimos de las dehesas particulares y entramos en los terrenos
públicos de los baldíos de Rosal, un conjunto de lotes comunales. El paisaje cambia
bruscamente, se hace muy pizarroso, sin apenas árboles y sólo aparecen de vez en
cuando salpicados entre los cotorros pizarrosos. Los montes de Ficalho, ya lejos de
los caminantes, nos siguen vigilando, y dos manchas blancas desparramadas en los
horizontes nos recuerdan que Ficalho y Rosal de la Frontera continúan allí. Un
sembrado de tremosilla ha hecho el milagro de darles color a varios cabezos.
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Montes de los baldíos de Rosal
Al fondo, el cuartel de Pereriñas
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Pereriñas refleja bien la situación penosa que soportó la población serrana durante
los años de la posguerra, el contrabando del hambre. Hoy nos resulta una situación
incomprensible y surrealista, a la que la Historia acabó por ridiculizar. El edificio del
cuartel llena el espacio pizarroso, altivo, desafiante, como muestra de poderío ante
las debilidades de los cafeteros, un símbolo de la España que soñaba con una
economía autárquica, pero que acabó manchada de sangre, corrupción, miseria y
penalidades. Hoy, Pereriñas podría albergar a cualquier escuela o residencia
estudiantil; pero fue levantado en medio de unas tierras baldías con unas intenciones
que las nuevas generaciones no alcanzamos a comprender. El Ayuntamiento de Rosal
de la Frontera mandó sustentar sus muros para que Pereriñas quedara como señal
perenne de una época no deseada. Chanza, Pereriñas, mojones fronterizos, caseríos
ribereños, molinos harineros, trochas, baldíos, tierras pizarrosas, chozas, pedrizos,
sierras solitarias y lejanas, andares con alpargatas. Por suerte, el cuartel está vacío de
carabineros y de guardias civiles. Inunda sus interiores el mismo silencio que ha
acompañado a los caminantes. Ni siquiera unas ovejas que buscan algunas briznas de
hierbas en las cañadas de los jarales balan ante nuestra presencia.
Fachada del cuartel de Pereriñas
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Desde el cuartel de Pereriñas
Baldíos de Rosal, zona sembrada de tremosilla
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La visita al cuartel de Pereriñas ha trastocado nuestros planes de seguir el curso del
Chanza hasta la junta con la Alcalaboza, que tenemos marcada como final de la etapa.
La fuerza del sol nos va doblegando cada vez más. Inmersos en un entramado de
cabezos despoblados, el espacio nos resulta poco atractivo, a pesar de que varios
cortijillos se dibujan en las lejanías. Cuesta ya sumergirse en la Beturia Céltica
portuguesa, que llegaría hasta los confines del Chanza. Nos esforzamos por
encontrar vida tras las aguas fronterizas, sólo encontramos en nuestra memoria
algunos nombres de aquellas familias celtas que deambulaban por la zona: Annicia,
Antutia, Asinia, Aurelia, Baebia… Hemos leído que a la dea medica Ataecina rendían
culto desde allí hasta el Guadiana, pero nuestro cuerpo y mente no están para
recordar historias.
El cansancio y el calor que irradian los yermos nos va debilitando a marcha
acelerada. Un laberinto de caminos, la mayoría sin salidas, nos desespera. Tardamos
en encontrar dónde habíamos dejado el todoterreno, que creíamos haber aparcado
muy cerca de la junta. Tras el encuentro gozoso con nuestro auto, los cuerpos de los
caminantes se han hecho más perezosos. Desistimos de buscar la junta, el hambre y
la sed aprietan. Compartimos nuestras viandas, cervezas y café. Quizás hayamos
comido en demasía, intentamos de nuevo encontrar la junta de la Alcalaboza pero la
trocha termina en un matracal impenetrable. Desistimos, volvemos hacia el cruce de
caminos y buscamos en dirección contraria. De nuevo, el fin del trayecto escogido
termina en un raspaero forestal. El cuerpo y la mente no responden para interpretar
adecuadamente lo que marcan los planos en el teléfono. Chamizo, que hace más de
un lustro visitó la junta, da la voz sensata: dejar la junta para la cuarta etapa.
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4ª etapa: desde la Junta de la Alcalaboza con el Chanza hasta el puente
fronterizo de Paymogo. 11/abril/2021. Distancia recorrida: 28 kilómetros
Ayer, la tarde se cerró tormentosa en la Sierra occidental. El cielo chascó mucha
agua, acompañada de abundantes rayos y truenos. Tormentas en las sierras de
Cortegana, Aroche y Rosal de la Frontera. Y otra vez, los arroyos y barrancos de
umbrías y solanas han ayudado a que el río Chanza haya cogido un pompo de agua
que en nada ayudará a los caminantes. La mañana ha amanecido triste y grisácea,
nubarrones chispeantes nos hacen temer que la ansiada llegada a la junta de la
Alcalaboza con el Chanza tengamos que posponerla para otro día menos
amenazante.
Vistas las dificultades que encierra la jornada, hemos decidido que el arocheno
Antonio Colete nos traslade en su furgoneta hasta el baldío de Rosal, y que por la
tarde nos recoja en el puente fronterizo de Paymogo, final de la cuarta etapa.
Previamente, Antonio Chamizo tiene ya perfectamente ubicada la junta de la
Alcalaboza, gracias a la ayuda del alcalde de Rosal de la Frontera, quien gentilmente
se prestó a enseñársela.
De nuevo, hemos atravesado los baldíos rosaleños hasta la dehesa del Carmen.
Bajamos de la furgoneta nuestras mochilas y nos despedimos de Colete. Chamizo
nos explica cuáles fueron las causas que motivaron que no encontráramos la junta en
la etapa anterior. Son las ocho y media de la mañana y los cinco caminantes estamos
completamente aislados: sin cobertura telefónica, a una quincena de kilómetros hasta
una carretera, sierras bravías por los cuatro costados y, sobre todo, muchas dudas de
que la etapa acabe exitosa.
Nos hacemos las consabidas fotografías de grupo, antes de iniciar la jornada.
Pronto, somos conscientes de nuestros errores de orientación durante el final de la
tercera etapa. Estábamos tan desorientados que, incluso, delimitamos mal hacia
dónde corría el río. Inmersos en sierras de dudas, emprendemos nuestros primeros
pasos. Sabemos que bajamos hacia el vértice de la junta: los caminantes somos la
bisectriz, la Alcalaboza a nuestra izquierda y el Chanza a la derecha. Mejor, lo
intuimos. Porque ni vemos la rivera ni el río. Se nos esconden. Nadie comenta nada,
señal de que no estamos muy convencidos de que nos podamos situar en la margen
izquierda. El ángulo se va cerrando cada vez más y la tensión interior impone un
silencio profundo, mezclado con el rumor oculto de las aguas.
88. 88
Por fin, hemos alcanzado la esperada junta de la Alcalaboza con el río Chanza.
Resulta emocionante y casi increíble que ambos nacieran a las puertas de Cortegana
y vengan a hermanar sus aguas hasta este lugar tan escondido y lejano. ¡Cuánto
misterio de orografías al marcar sus cauces! Por decenas de metros, la Alcalaboza no
se hace fronterizo ni río, se queda en rivera que vierte sus aguas en él. Casi con
certeza, más de un caminante ha trazado en su cerebro la línea quebrada y
descendente de la Alcalaboza hasta haber alcanzado el Chanza: puerto de las Veredas,
Alcalabocinos, Vínculos, Caldera, Tronca, Huerta Zarza, la Peramora, Monterrey, la
Madre de Dios, las Peñas de Aroche, la Naranja… y los baldíos de Rosal.
¡Qué nombre tan arabesco le pusieron, y cuánta riqueza histórica hay en sus orillas!
Menhires, cistas, poblados prerromanos, fortificaciones en cinchas, minas romanas,
calzadas, capiteles visigodos, pozos árabes y bellos topónimos que nos retraen hasta
el dios Endovelicus.
Antes de juntarse con el Chanza, hasta la Alcalaboza ha llegado, para cederle su
braveza, el barranco Aserraor, de cauce profundo y nacido cercano a El Mustio,
sobre rocas de pizarras y cuarcitas, y lugar de acogida a una numerosa colonia de
buitres negros. Las aguas de El Aserraor constituyen un refugio para una población
abundante de jarabugos, un pequeño pez amenazado, y lugar habitado por vencejos
cafres, galápagos leprosos… y una variada vegetación mediterránea de plantas
xerófitas (jaras, jaguarzos, aulagas, tomillos, romeros). En umbrías crecen piruétanos,
durillo, madroño, lentisco, brezo; y en zonas inundadas, los juncos, adelfas, brezos,
sauces, alisos… Para conseguir tanta pureza, no se nos pasa por alto que el Aserraor
nace, crece y muere lejano del ser humano. Hoy, sus aguas discurren por un desierto
arbóreo de eucaliptos.
Esta mañana, como los caminantes preveíamos, las aguas de la Alcalaboza y del
Chanza amanecen demasiado revueltas, embarradas con las tierras de los cabezos
serranos que han sido castigados por las pasadas tormentas. Así, que empiezan las
dificultades para situarnos en la margen izquierda del Chanza, que no debemos dejar
hasta alcanzar el puente fronterizo de Paymogo. El nivel de la Alcalaboza espanta a
cualquiera y se nos acrecientan los temores. Resulta imposible saber qué altura ha
alcanzado, porque el fondo es imperceptible. Además, las aguas bajan bastante
violentas, muy peligrosas. Una inoportuna caída conllevaría un desenlace fatal. Por
nuestras mentes pasa la idea de que tenemos vetado el paso de la junta, que
tendremos que desistir de alcanzar la orilla del Chanza; pero también se nos viene la
imagen de Antonio Colete, tan distante de nosotros en estos momentos. Tendremos
que arriesgarnos. Una hora ha durado encontrar el sitio menos dificultoso para
atravesar la rivera revuelta y amenazadora. Márquez se decide por una anchura donde
varios cepellones de vegetación afloran hasta la superficie. Son momentos de cierta
89. 89
preocupación. Guiado por un largo palo, avanza lentamente y alcanza la ansiada
orilla. Luego, Pepe Luis, Chamizo, Eduardo y Sebastián.
Buscando un paso adecuado
Alcalaboza arriba, Alcalaboza abajo
91. 91
Junta de Alcalaboza y Chanza
Semidesnudos, ayudados por largos palos y con temor a ser arrastrados por la
corriente, hemos alcanzado la orilla izquierda de la Alcalaboza. Enseguida
contemplamos emocionados cómo sus aguas agitadas se hacen más impetuosas al
unirse al río hermano. La imagen de la unión quedará grabada en la mente del
caminante durante mucho tiempo. Un suspiro de alivio trata de contrarrestar el mal
fario que nos estaba acechando.
Permanecemos en la junta unos minutos, ensimismados con la bravura de las aguas
y el maravilloso paraje del encuentro, tan apartado y escondido, donde nos
encontramos sumidos. Una fuerte umbría nos recibe orillada en la margen izquierda
del río. Una sierra prieta de coscojas, acebuches, charnescas que se nos hace
impenetrable. La margen derecha, frontera portuguesa, no es tan brava pero se
distancia mucho de la zona de los baldíos. Ahora el campo portugués parece que no
perteneciera al Baixo Alentejo, montes rocosos con oquedades profundas y cabezos
menos redondeados. Ambas orillas comparten la soledad y el silencio, sólo roto por
la furia momentánea de las aguas que las tormentas serranas han causado.
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Por Pierna Seca
El caminante agradece que los romanos hubiesen rebajado el suelo pétreo que
sustenta la embarbascada umbría y que, de nuevo, sirva de acceso a una zona casi
impenetrable. Resulta difícil de comprender el ahínco del pueblo romano por
alcanzar y dar vida a todos los rincones conquistados; y la ardua tarea que supondría
perforar el manto rocoso. El camino, al ser tan duro, está libre de maleza que pudiese
impedir que los caminantes aceleraran sus pasos.
Al camino de Pierna Seca van cayendo los arroyos con aguas más claras, exentas
del lodo que arrastra el Chanza. Señal evidente de que estas tierras, ya pertenecientes
al municipio de Santa Bárbara de Casa, no han sido azotadas por las tormentas.
Vamos situando estos arroyos en el mapa: Valderranas y Antón Alonso.
El camino aparece muy bien resaltado entre los peñascos; y el caminante se queda
embobado con las sierras tan tupidas que aprietan al río. Entonces, agradece de
nuevo la prodigiosa obra romana.
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Arroyo
Alto en el camino
Tanta soledad y belleza invitan a que Sebastián nos ofrezca una copa de su
cosecha de Oporto. La escena tiene su encanto, plena de fraternidad. Un vino de
esencia portuguesa y dos orillas de un río que hermana a dos pueblos que comparten
ahora un espacio maravilloso. Las caras de los caminantes expresan bien este caminar
fuera de atolladeros.
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El río circunda el Posto Fiscal de Penalva. El viajero es tentado a acercarse a él.
Pero mira hacia el Chanza y razonablemente desiste del intento.
Posto Fiscal de Penalva
Orilla portuguesa
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Poco a poco, las sierras que orillan al Chanza van perdiendo espesura bravía y es
más notable la presencia de un paisaje humanizado. Aparecen molinos harineros en
ambas orillas, tan cerca uno del otro que parecen pertenecer a un mismo molinero.
Molinos
Vegetación de ribera
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Caminamos convencidos de que alcanzaremos el puente fronterizo de Paymogo a
la hora prevista, las tres de la tarde. Pero ante nosotros se nos presenta
inesperadamente el barranco del Butrón, que nos impide seguir el camino. Charcos
muy encallejonados y profundos, compartidos con un bosquejo de vallados, detienen
obligatoriamente nuestro fácil caminar. Vueltas y más vueltas pero el Butrón sigue
terco, ¡Que no, que no pasáis!
Obstamos por subir la montaña por donde baja el barranco, alcanzar la cima y
descender una vez superada la hondonada del barranco. Sabemos de más que la tarea
conllevará perder otra hora sobre el horario previsto. Con esfuerzo y tiempo
alcanzamos la cima, pero falta Antonio Chamizo. Voces, mensajes, suposiciones…
sin respuestas. Los cuatro caminantes, con la carga de la preocupación que supone la
no presencia de Chamizo, alcanzamos por fin el paso del barranco del Butrón donde
creemos que nos esperará nuestro compañero. Ni rastro. Voces, más voces y
elucubraciones… temores y más dudas. Muy preocupados, reemprendemos el
camino. Enseguida, Pepe Luis vitorea que nuestro compañero va camino abajo, que
las huellas de sus botas han quedado marcadas en el lodazal. El grupo se libera de los
temores acumulados, aunque se mantienen aún ciertas dudas. Varios kilómetros
después, quedan resueltas cuando hemos visto los restos de un plátano que muy
recientemente ha sido degustado. Y más tranquilos nos quedamos cuando vemos
escrito en el suelo el nombre de Chamizo.
El grupo se ha reducido
102. 102
Es digno de resaltar el interés del Ayuntamiento de Paymogo por adecentar el
camino paralelo al río Chanza: puentes de madera para sortear los barrancos (aún
recordamos la trapisonda del Butrón), carteles referidos a la flora y fauna, bancos,
merenderos…
Puente
Con tanta humanidad en las orillas del Chanza, compartimos nuestros andares con
el canto lírico de una poeta portuguesa:
Corre, corre, riberinho
Corre, corre sem parar
Corre, corre, riberinho
ve se consegues chegar ao mar.
Assim faz o pobrezinho
Todo o día a trabalhar
A ver se consegues coitadinho
Algún dinheiro a mealhar.
(Cantos e Poesía. Elisa Nunes Machado)
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Los caminantes hemos entrado en la ruta del contrabando, la senda que antaño
recorrieron los contrabandistas andevaleños hacia las vecinas tierras de Portugal, para
proveerse de productos escasos en la comarca. Una serie de molinos harineros
jalonan el curso del Chanza, en el término municipal de Paymogo: molino de la
Cirujana, de Pablo, de la Laguna… Volvemos a valorar el esfuerzo que hace el
Ayuntamiento paymoguero por fomentar el espacio, la fauna, la flora, la cultura y
tradiciones. El caminante se sorprende de que el camino sigue encontrándose
perfectamente abierto y adaptado para el disfrute de la naturaleza: laderas restauradas,
pasos elevadizos, bancos, mesas, miradores, información detalla con paneles…
Naturaleza, molino y río
El matorral mediterráneo, la vegetación de ribera y las especies adaptadas al agua
testimonian, con su variado colorido, la plena primavera: jaras, cantuesos, mirtos,
adelfas… Nos abren paso, con un suave vuelo plano, varias garzas y patos. Por fin,
topamos con gente en la orilla portuguesa: dos pacientes y silenciosos pescadores
están atentos a sus cañas. Nos saludamos de lejos. La tentación de la comunicación
nos arrastra a preguntas y a desearles suerte: ¿Falta mucho para llegar al puente?
Caen al Chanza las aguas de arroyos y barrancos que embellecen aún más la margen
izquierda: El Águila, La Orza, Los Pilones, Las Veredas, La Parra, Fresnito Grande,
Majaditas y El Perro.
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Mientras caminamos por la ruta del contrabando, interiormente vamos recitando
versos de autores andevaleños, cantados en forma de fandangos:
Cantando…
Por la rivera del Chanza
El agua viene cantando
Que ya no existen fronteras
Ni jacas de contrabando
Ni Guardia carabinera.
(Letra de Casto Márquez Ronchel. Grabado por El Lebrijano)
La luna se reflejaba
En las pupilas del Chanza.
La Guardia carabinera
Me acechaba en lontananza
Y mi jaca, compañera.
(José María de Soto Morón)
La dejé sola y nadando
Y ella se buscó las mañas
Pa pasarme el contrabando.
Viva mi jaca castaña.
(Autor desconocido)
Cansados y preocupados por la ausencia de nuestro compañero Antonio Chamizo,
el grupo se acerca al final de la etapa. Paymogo sigue estando presente en cada
descanso a orillas del Chanza. Paymogo y Aromas de la Sierra de Manuel María de Soto
y Vázquez:
Yo soy un humilde cantor y poeta.
Yo soy un oscuro juglar provinciano
que siente la vida como una saeta,
que siente que todo dolor es su hermano.
Paymogo, el de los montes adehesados, de rituales festivos, el de la horizontalidad
de sus paisajes, el del color pardo de sus suelos, el del relieve ondulado, el de dehesas
boyales y de yeguas, el de Pagos de Sierra. Pero también, el de paisaje agreste, áspero,
amable, evocador. Paymoguillo, el del País del Mago y sus plantas medicinales.
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Paymogo, la patria del excelso novelista José María Vaz de Soto:
Paymogo.
Paymoguillo el del Andévalo,
el del Andévalo pobre,
el del Andévalo seco.
Pero Paymogo es alegre,
blanco, dorado y risueño.
Paymogo y paymogueros cantados por poetas andevaleños, como en el intimista
poema que Ramón Llanes dedica a Paymogo ante la pérdida de un amigo:
La tarde está cayendo. Allá en la serranía
se apaga en este instante el último arrebol.
La hora se ha inundado de la melancolía
que segrega el crepúsculo, tibio de tanto sol.
Al norte está la iglesia con su muralla rota,
vieja estampa con fondo de eucaliptos y cielo;
Al sur, el encinar inmenso, donde flota,
con la tarde vencida, un invencible anhelo.
En levante la sierra sustenta el horizonte
sobre las verdinegras copas del encinar.
En poniente la luz se extingue tras los montes
del lado allá del Chanza, que corre hacia la mar.
En la hora de tu muerte, la madre patria tierra
te acoge en este pueblo de estirpe vieja y recia
de corazones grandes como el Pago de Sierra
y almas humildes como la torre de su iglesia.
Entre verso y verso y golpe a golpe de nuestros pasos ya cansinos, alcanzamos el
puente fronterizo de Paymogo. Son las cinco y media de la tarde, dos horas de retraso
sobre el horario previsto. Las tripas no dejan de retorcerse y las piernas piden quietud.
Debajo del puente, Colete nos espera. Le acompaña nuestro amigo entrañable y
compañero perdido.
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5ª etapa: desde el puente fronterizo de Paymogo hasta Corte do Pinto.
15/5/2021. Distancia recorrida: 17, 5 kilómetros
El cierre de las fronteras de España y Portugal ha ocasionado que la realización de
la etapa se haya retrasado demasiado. Tememos que el sol tórrido que suele caer, en
esta época del año, sobre los campos andevaleños y alentejanos nos provoque
algunas dificultades. La primavera se presentó seca y ha mermado bastante el caudal
del Chanza.
Antes de iniciar la etapa, hemos llevado uno de nuestros coches a Corte do Pinto.
Nunca habíamos visto una carretera tan estrecha, donde apenas cabe un coche. Con
muchas dudas de si nos llevaría al lugar del final de la etapa, alcanzamos Sao Marcos,
Corte Azinha y situamos en el mapa el merendero del barranco Dos Alcaides.
Finalmente, llegamos a Corte do Pinto, una freguesia portuguesa de unos mil
habitantes, perteneciente al concelho de Mértola. Dejamos allí un coche, y
regresamos en otro al puente de Paymogo.
A las 8:45 horas iniciamos la 5ª etapa, la última programada del recorrido del
Chanza, antes de que sus aguas sean retenidas en el pantano que lleva su nombre.
Nos fotografiamos en el puente fronterizo y nos situamos en la margen derecha.
Caminamos, pues, por Portugal. Enseguida, nos percatamos de que las laderas están
prietas de monte bajo, un terreno pedregoso que nos obliga a separarnos del cauce.
Por tierras de Paymogo
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En el puente fronterizo de Paymogo
Una suave brisa, bien recibida por los caminantes, nos acompaña durante las
primeras horas de la mañana. Dos países, pero un mismo paisaje: Andévalo y Baixo
Alentejo, sumergidos ahora en campos de soledades, inundados de un hondo
silencio. Nos llama la atención de que no hay señales de ganado en las orillas. Por
tanto, nuestros pasos van aplastando por primera vez el matarotaje inhiesto que
embarbasca la margen derecha.
Por la margen derecha
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La margen izquierda nos regala la presencia de otro molino paymoguero, en buen
estado de conservación. A partir de él, los campos de Paymogo empiezan a hacerse
Pagos. Los caminantes sorteamos los escollos que se nos presentan, tras haber
ascendido pronunciados raspaderos. Lentitud en el caminar para avanzar pocos
metros, pero el caminante sabe que la paciencia debe ser nuestra aliada antes de
alcanzar la meta propuesta.
Molino paymoguero
Lento caminar
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Caminar con el Chanza bajo nuestros pies provoca una extraña sensación, como si
lo sobrevoláramos a baja altura. Los jarales de los campos paymogueros se nos
muestran de un verde casi mortecino, cabezos ondulados y repetitivos, sin apenas
vida. Se encadenan las soledades y el silencio profundo que lo envuelve todo. En la
margen portuguesa también hay pocos rastros de vida animal, menos aún de recientes
señales humanas. Sólo nos topamos con artilugios empleados por el ser humano para
la caza de zorros, puestos de madera en las escasas encinas de los mustios collados,
comederos artificiales para jabalíes… Entonces, al caminante se le atropellan las
imágenes del contraste de estos terrenos andevaleños y alentejanos con los montes
serranos, tan diferentes de aquellos cabezos floridos del valle que se inicia en la
Coronela. Seguro que estos montes también encierran una belleza que, por ahora, no
alcanzamos a ver. Aunque el paisaje no sea tan embrujador que nos provoque ¡ay! de
admiración, el caminante se henchía de soledad y silencio en unos campos hermanos
de un mismo río. Ni siquiera tenemos la dicha de toparnos con alguien que nos
comunique algo en esa lengua tan melosa con la que el pueblo portugués envuelve la
melodía de sus fados.
El Chanza desde los cabezos portugueses
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Enseguida que las laderas nos dan un resquicio de descanso, bajamos a la orilla del
río. No hay señal evidente de camino alguno, como si nuestras pisadas estuviesen
haciendo el primer camino abierto entre el matorral de ribera. El Chanza continúa
lento, a sus aguas le cuesta trabajo buscar el embalse que se le avecina. A veces, se
nos presenta el ancho cauce que llenan las crecidas invernales, pero que hoy sólo es
un tupido lecho de cantos rodados.
Cauce pedregoso
Haciendo camino
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Abrir camino por un lugar desconocido acarrea tensión emocional, visualizar desde
lejos el espacio que tendremos que atravesar, suponer de antemano las dificultades
con las que nos encontraremos. Un juego colectivo de dudas, suposiciones y
estratagemas. Los caminantes nos decidimos por alternar ambas márgenes, según
aparezcan en una de ellas algunas líneas calvas de vegetación. Ello supone constantes
paradas para descalzarnos, remangar nuestro pantalón y cruzar de país a país por un
Chanza que se mantiene apretado por las laderas en las que se apoyan sus aguas.
Un Chanza cerrado
Dificultades
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Buscando Portugal
Los Pagos paymogueros acaban y dan paso a fincas particulares, que al caminante
se le antojan como una prolongación de los mismos. El paisaje cambia poco, los
jarales asfixian casi las orillas del río. Incomprensible el abandono en que se encuentra
el cauce: restos de electrodomésticos y cientos de metros de alambrada semienterrada
entre los arenales de la margen española. El Chanza se desliza en línea recta muy
prolongada como anuncio de que en las dos próximas curvas se encuentra el final de
nuestro recorrido.
Verticalidad
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El camino de Santo Domingo cruza el río, y permite que curioseemos, en la margen
española, los restos de una mina fronteriza que ahora se encuentra inactiva. Allí, el
barranco Trimpachos entrega sus aguas enrojecidas. En un mismo punto: frontera,
Chanza, barranco, mina y camino.
Camino de Santo Domingo
Con un brazo en Portugal y otro en España
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Miramos hacia atrás y nos despedimos de nuestro Chanza como río. Ahora le
tocará hacerse a la fuerza embalse y que sus aguas no corran ya libremente, que sean
reconducidas por el ser humano entre canales.
Antes de hacerse pantano
Antes de despedirnos de él, aún nos regala los restos de otro molino harinero.
Último molino harinero
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Cruzamos el Chanza por última vez y la margen portuguesa nos recibe con un
merendero y un cartel que dice mucho del pueblo portugués.
Cartel
Desde el merendero arranca un ancho carril de cuatro kilómetros de longitud que
nos llevará hasta Corte do Pinto. Son las tres de la tarde, seis horas de marcha.
Corte do Pinto
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Iglesia de Corte do Pinto
Las calles de Corte do Pinto están desiertas, la fregesia se nos antoja como una
prolongación del mismo paisaje recorrido, la misma soledad salpicada ahora de
casitas con puertas entornadas y calles sin chiquillería. Nos resulta difícil encontrar a
alguien que nos indique dónde cae el bar Pedraza, que tenemos anotado como lugar
en donde satisfaremos nuestras necesidades estomacales. Nos recibe un cartel que
dice Fechado. Pero nuestras caras deben reflejar clemencia. Alguien nos abre las
puertas con la dulzura mamada desde siglos y llena nuestra mesa con sagres, queso
alentejano, presunto, chorizo, y un pan con cuerpo que los viajeros agradecemos.
Antes de iniciar el regreso al puente de Paymogo, curioseamos algunos rincones de
Corte do Pinto. Nos topamos con la fachada de una de sus casas que rebosa las
esencias más profundas del Baixo Alentejo. Una escena rural como testigo de una
época ya pasada: campesina, altiva, de pie, con una hoz y una gavilla de cereal entre
sus manos, ataviada a la usanza alentejana; mientras que el campesino aparece
sentado, ancho de barriga, pose estudiada, y con una copa de vino mira hacia abajo.
Y eso que el poeta Manuel Alfonso Gaspar cantara:
O Alentejano é valente
O Alentejano tem valor
O Alentejano é prudente.
O Alentejano é senhor.
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6ª etapa: por el embalse del Chanza, hasta Pomarao. 19/5/2021
Finalizamos la etapa anterior en la revuelta Falsa de Corte do Pinto, en donde el
Chanza acusa ya que sus aguas empiezan a ser retenidas. Desde allí hasta su
desembocadura al Guadiana, en Pomarao, el río se abre en dos grandes brazos que
dan lugar a muchas revueltas: de los Carros, de los Paymogueros, de las Higueras, de
las Barriñas, de las Revueltas… Con tantos entrantes y salientes, resulta casi
imposible realizar un recorrido por el borde del embalse. Por tanto, los caminantes
actuaremos como viajeros que se adentran en varios puntos del mismo, con la
intención de visitar los lugares más significativos de la zona.
La mina de Sao Domingos sorprende por la luminosidad metálica de las paredes
de su corta y por el fuerte reflejo de las aguas ácidas. Enclavada en la Faja Pirítica
Ibérica (al igual que las minas corteganesas de San Telmo y Poyatos), destella metales
básicos como el cobre, zin, plomo, azufre…, una mina a cielo abierto, que fue
explotada desde el primer milenio a.c. En el periodo moderno trabajaban allí más de
mil obreros. Incluso se construyó una línea férrea hasta Pomarao y la primera central
eléctrica del Alentejo. La historia de Sao Domingos está jalonada de palabras propias
de la mineralogía: plata, cobre, romanos, barcos, gerentes extranjeros, planta de
tratamiento, central eléctrica, explosiones, incendios, huelgas, crisis, abandono,
palacio de administración, barrio inglés (tenis, música…), letrinas comunes, casas
adosadas, muelles, cortas, malacates, escombreras, talleres, claudetita, galena, azufre,
pirita, sulfuros, espejos de falla, arselonita, malaquita, goethita, costras de hematites,
connellita…, y demasiada agua ácida.
Las paredes de la corta muestran un corte vertical muy pronunciado, y vistas
durante las primeras horas de la mañana conforman un armonioso haz de luces de
diferentes tonalidades. Junto a la corta, un pequeño cementerio cerrado y adornado
con varios cipreses alberga en su suelo varias lápidas con nombres en inglés, la de
aquellos administrativos que tenían agua corriente y luz eléctrica en sus casas, que
jugaban al tenis y escuchaban música cercanos al templete levantado en su honor.
Luego, llegaron el abandono, el éxodo, las ruinas, el vandalismo… Hoy es conjunto
de interés público.
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Corta de la mina Sao Domingos
Corta de la mina Sao Domingos
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Sao Domingos goza también de una playa fluvial próxima a sus calles, muy bien
cuidada.
Playa fluvial de Sao Domingos
Desde Sao Domingos los viajeros nos hemos trasladado hasta Santana do Cambás,
una pequeña freguesia que nos recibe cordialmente. Un descanso en la placita de la
iglesia, e intenciones de visitar el museo del contrabandista. Nos informan que está
cerrado.
Santana do Cambás
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Ni siquiera tenemos necesidad de preguntar cuál es el camino para acceder al
embalse del Chanza. Un ancho carril de unos tres kilómetros de longitud, que parte
desde el cementerio local, nos lleva sin titubeos hasta él. La clara luminosidad de la
mañana baña las aguas del Chanza de un celeste muy sugestivo. Hay vida en sus
orillas: vacas que beben plácidamente, hombres que llenan sus pipas de agua,
generadores eólicos que mueven sus aspas en las cumbres recortadas de El Granado,
barcas varadas, islotes, merenderos, caminos abiertos. Pero, sobre todo, luces sobre
luces que ciegan el paraje.
Luminosidad
El grupo en el embalse
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Belleza armónica
Desde la parte del embalse ubicada cerca de Santana de Cambás, nos dirigimos al
muro. Repasamos los datos técnicos: la obra (1989) fue proyectada por P. Murga,
presa tipo gravedad hormigón, altura 85 metros, longitud de coronación 338 metros,
cota de coronación 66 metros, cota de cimentación 19 metros, cota de cauce 0,4
metros, superficie del cuerpo de agua 2239 hectáreas, capacidad total 338
hectómetros cúbicos. El día de nuestra visita (19/5/2021) el agua embalsada es 265
hectómetros cúbicos, 77,71%. Consta de dos estaciones de bombeo: “Captación
Bocachanza” y “Palafito”. Se bombea al embalse del Piedras, y abastece al polígono
industrial de Huelva, núcleo urbano de Huelva, la llamada Huerta Verde (Cartaya,
Lepe, Isla Cristina, San Bartolomé, Villabranca, Ayamonte y Gibraleón). Existe,
además, la Central Hidroeléctrica del Chanza.
La población más cercana es Janela, y la presa está construida en el término
municipal de El Granado.
135. 135
Las aguas sobrantes no tienen tiempo alguno de desperezarse y correr a su antojo,
a unos cien metros las espera el Guadiana. Sobre ese corto lecho se alza el puente
fronterizo del Chanza, que entrelaza las tierras de Huelva y del Alentejo. El grupo
posa ante el séptimo y último puente construido sobre el Chanza.
En el puente fronterizo
El Chanza abrazando al Guadiana
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El Guadiana recibe al Chanza
La aldea portuguesa de Pomarao tiene la dicha de darle la bienvenida a nuestro río.
Lo recibe con la calma constante que nos ha acompañado durante los 110 kilómetros
recorridos a pie. No pudo elegir el Chanza otro lugar más bello y apacible para
entregar sus aguas al Guadiana. Nos cuesta abandonar tan singular emplazamiento,
los restos de la línea férrea que hacía llegar el mineral de Sao Domingos para ser
embarcado, su coqueto puerto, y el abrazo constante de un Chanza que le cede al
Guadiana el testigo de ser línea fronteriza entre España y Portugal.
Pomarao
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Y ahí van ya arrebujadas las aguas de nuestro río serrano en busca de Ayamonte,
del Algarve, de la mar, a hacerse inmenso, universal, salado y atlántico. Al viajero y
caminante le cuesta contener sus emociones cuando cierra los ojos ante las imágenes
que se le agolpan.
Miro Chanza, nacer
el agua más antigua,
cuando la tarde ostenta
su amatista en la piedra.
Y quedó en mi desvelo
sellado como un símbolo
un rumor lacerante
que me envuelve en su encanto.
(Pueblo. Francisco Carrasco, poeta corteganés)