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Jesucristo
es el rostro de la
Misericordia
del Padre
2
AÑO DE LA MISERICORDIA
El Papa Francisco ha anunciado un año dedicado a la mise-
ricordia y esto no ocurre casualmente, porque un día le parezca
un tema muy bonito y lance la idea. No, él sabe escrutar los sig-
nos de los tiempos y ve, palpa y siente cómo los hombres de hoy
están necesitados al máximo de esa misericordia de Dios que cu-
ra las heridas y restaña las brechas de una sociedad maltrecha,
muchas veces debido a la libertad humana mal empleada y siem-
pre respetada por Él, porque quiso hacer al hombre libre. Una
sociedad en la que existen las guerras, la violencia, el hambre, y
la injusticia.
Los Papas, todos ellos, han dedicado documentos, cateque-
sis y charlas al tema de la misericordia. Recordemos, por ejem-
plo la encíclica de San Juan Pablo II, Dives in misericordia, y la
de Benedicto XVI, Deus Caritas est.
Ya desde el Antiguo Testamento esta idea se hallaba arrai-
gada en el corazón del pueblo. Hay textos muy bellos sobre este
tema y los mismos salmos acuden una y otra vez a la misericor-
dia de Dios. El salmo 135 es un buen exponente desde el comien-
zo hasta el fin: «Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es
eterna su misericordia», frase repetida en cada estrofa como un
rumor litánico que va calando en el orante.
Podríamos preguntarnos qué es la misericordia, qué significa
ésta palabra. Dicen los expertos que sugiere la idea de un corazón -
cor en latín- que se compadece de la miseria humana. De ahí el voca-
blo «misericordia» que en el fondo, aunque se diferencian un poco,
viene a ser lo mismo que «compasión» o «padecer con».
La fe y la palabra de Dios nos aseguran que Él es compasi-
vo y misericordioso, no es un Dios lejano, al que no le importan
nuestros sufrimientos. A Dios le duele nuestro dolor, es un Dios
con sentimientos, un Dios que ama, o, mejor aún, que es AMOR.
En Jesús de Nazaret vemos con meridiana claridad esta
verdad porque, al ser Dios, el sufrimiento de Jesús es sufrimiento
de Dios, de tal forma que, haciéndose hombre, asumió todo lo
nuestro. Por ello puede sentir con nosotros y sufrir con nosotros.
AÑO DE LA MISERICORDIA
2
3
Hizo suyos nuestros problemas, sufrimientos, angustias,
enfermedades... ¡Todo excepto el pecado! Ante el dolor humano,
reaccionó comprendiendo, compadeciéndose, acogiendo, sanan-
do, perdonando y siempre amando, hasta entregar su vida por
nosotros. Fue -y es- pura misericordia, ternura y compasión.
San Pablo en Efesios 1,8, nos dice que el tesoro de su gracia,
ha sido un derroche para con nosotros porque Dios no se da «a
cuenta gotas» sino volcándose, «derrochando», comunicándonos
el torrente amor misericordioso sin medida.
Este aspecto entrañable debe llevarnos a recibir, a acoger
esa misericordia que es eterna porque Él, nuestro Dios, busca esa
acogida, se ofrece pero nunca se impone. Nuestra actitud ha de
ser la de la apertura a todo este torrente de amor, pero no debe-
mos quedarnos ahí, sino que hemos de reflejar y comunicar a los
hermanos la misma misericordia que recibimos. Nuestros ojos
han de reflejar su ternura, nuestras manos han de acoger con
amor y nuestra vida ha de ser un testimonio de la vida nueva que
Jesús Resucitado nos comunica.
En la segunda Carta de San Pablo a los Corintios, se nos
dice: «Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Pa-
dre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consue-
la en todas nuestras tribulaciones para que podamos consolar
nosotros con el consuelo con que nosotros somos consolados por
Dios» (2Co 1,3-4). Es, pues, un recibir para dar.
El Papa Francisco no quiere que nos quedemos solamente
en el ámbito de las ideas, por muy bellas que sean; él mismo, al
anunciar que desea la celebración de un año dedicado a la mise-
ricordia, nos da ejemplo de cómo debemos transmitirla, porque
sus gestos y sus palabras rezuman comprensión y amor.
Juan Pablo II, al canonizar en el año 2000 a Sor Faustina
Kowalska, quiso extender por el mundo entero el mensaje de la
misericordia divina y dedicó el segundo domingo de Pascua a tal
fin. No es la misericordia una devoción más, es la médula del
cristianismo que tiene -y siempre tendrá- como meta el amor.
Sor María Eugenia Maeso O. P.
Salamanca (España)
3
4
El Cardenal vietnamita defendía que la crisis madre de todas las cri-
sis es una crisis de santidad: “¡Hay pocos santos!, se lamentaba Van Thuan,
porque no se puede ser santo en días alternos”. Para él, ser santo es “mirar
largamente la Cruz, abrazarte a ella y
guardar silencio en tu corazón, como
la Virgen María”. Además, “La auda-
cia es una de las condiciones de la
santidad. Imita la osadía genial de los
niños. Si quieres ser santo, haz peque-
ñas cosas, aunque te parezcan carentes
de sentido, pero pon en ellas todo tu
amor. La Virgen sólo hizo cosas de lo
más ordinario. Y María fue una mujer alegre. El santo está siempre alegre,
porque tiene a Dios”.
El propio Miguel Ángel Velasco, autor de una larga lista de biografí-
as de santos, recuerda que si Van Thuan pudo, ¿por qué los demás no va-
mos a poder? No hay que olvidar nunca la palabra del Señor: “Sin Mí, no
podéis hacer nada”. Parece claro que no es cosa de empeñarse uno mismo,
sino de dejarse hacer. La palabra clave puede ser docilidad. Los santos no
nacen, sino que se hacen, o más bien se dejan hacer. La santidad no es cosa
nuestra, sino la sencilla y humilde y gozosa y ardua docilidad a lo que Dios
quiere de nosotros. Y el Señor también dijo: “Yo estoy siempre con voso-
tros hasta el fin de los tiempos”.
Tomado de Alfa y Omega
******
En 1825 una mujer francesa tuvo una extraordinaria intuición pro-
fética con la que renació la devoción del Rosario.
El 22 de Julio de 1799 nació en Lyón, Francia, Pauline-Marie Jari-
cot, la última de siete hermanos. Sus padres, Juana y Antonio, eran ricos
comerciantes de seda. La infancia y adolescencia de Pauline-Marie trans-
currió en un ambiente cristiano. Un día Fileas, el hermano predilecto de
Pauline, le confió su deseo de irse como misionero a China. Ella le dijo:
LA SANTIDAD SEGÚN UN SANTO
EL “ROSARIO VIVIENTE” DE PAULINE-MARIE JARICOT
5
“Iré contigo”. Y Fileas respondió:
“Prefiero que reces por mí y recojas li-
mosnas para enviarme a China”. Estas
palabras quedaron impresas para siempre
en Pauline-Marie: “Orar, trabajar y reco-
ger limosnas para las misiones”.
Un domingo de cuaresma de 1817,
Pauline Marie escuchó durante la misa un
pasaje del evangelio de Marcos. “Vanidad
de vanidades, todo lo que no sea amar a
Dios y servirle sólo a Él, es vanidad”. En
aquel momento decidió dar un cambio
radical a su vida. Abandonó todas las co-
modidades, dejó los lujosos trajes que
poseía y se vistió con ropas pobres.
La Nochebuena de 1817 subió al
santuario de Fourviere para hacer una promesa solemne ante la imagen de
la Virgen María: “Dios mío, por medio de María Santísima, te ofrezco mi
voto de virginidad para siempre”. Entonces comenzó a entrar en los talleres
y acercarse a las obreras; les entregaba un distintivo (una cruz con los ins-
trumentos de la pasión de Jesús) y las invitaba a hacer obras de caridad y a
reunirse todos los domingos para profundizar en el conocimiento de Dios.
Una noche de otoño, Pauline-Marie pensó: “Sería fácil encontrar a
diez personas dispuestas a dar semanalmente una moneda para la Propaga-
ción de la Fe. A su vez, cada una podría conectar con otras diez y así suce-
sivamente”. A partir de entonces puso en práctica su idea y los resultados
fueron tan espectaculares que, el 3 de mayo de 1822, nació la Obra de la
Propagación de la Fe al servicio de la Iglesia.
Aplicando el mismo método, Pauline-Marie propuso a personas que
ya rezaban a la Virgen con el rosario, encontrar otros cinco nuevos amigos
que realizasen la misma práctica devocional y así sucesivamente. La joven
Jaricot, que siempre amó el Rosario, contribuyó de esta manera a su renaci-
miento y, en el año 1825, refundó el “Rosario viviente”. Y decimos refundó
porque años atrás, mejor dicho, siglos, en nuestro convento de Santo Do-
mingo de San Sebastián concretamente el 17 de julio de 1663, estando la
Orden de Predicadores de la Provincia de España con suma aflicción y su
Prelado el P. Maestro Fr. Juan Martínez del Prado, Provincial y su Consejo,
desterrados por su Majestad en la Peña de Francia, por no haberse rendido a
la voluntad de los dichos, sin la de sus Prelados de la Santa Iglesia en mate-
ria tocante a ella.
6
Le pidió su Majestad encomendase sus armas en su Religión, en par-
ticular lo de Portugal que estaba muy apretado, y como tan celoso del bien
común, mandó en su Patente de toda la provincia, se hiciesen procesiones y
prerrogativas acostumbradas en tales ocasiones.
Y en este Convento de San Sebastián
el Antiguo, se comenzaron las procesiones
con una imagen de N. Señora que se vene-
raba con especial cariño. En la cuarta pro-
cesión que se hizo en un día muy ocupado,
se hallaban solo quince monjas profesas de
velo negro, que por las ocupaciones muy
precisas, faltaba la M. Priora y Subpriora, y así con dichas quince monjas
se comenzó la procesión con la letanía del Rosario, desde el coro alto hasta
el bajo, llegando a él, se puso la imagen sobre el altar, y en las palabras
“Consolatrix aflictorum” se vio que la santa imagen bajó la cabeza hacia el
Niño Jesús, que tiene en el brazo derecho, de suerte que no se le aparecían
las gargantillas del cuello, con el rostro muy afligido y el Niño muy retira-
do, descolorido y la corona medio caída al lado, como la Madre, desgreña-
da todo el cabello y tocado. Las monjas muy impresiona-
das pues lo vieron todas y una de ella, miro a la Virgen y
dijo: “Hermanas, no se aflijan, que el bajar la cabeza no
es señal de castigo, sino de misericordia.¡Ay nuestras
almas de España!” Otra respondió, “Digamos la Salve”.
Y comenzó la cantora el canto viendo todas como levan-
taba la cabeza, se descubrieron las gargantillas, con que
echaron de ver lo cierto del suceso. La M. Priora, llegó
antes de acabar la Salve, y se cercioraron del prodigio, la
Virgen quedó con el rostro más resplandeciente y lo mis-
mo el Niño. Llamaron al P. Prior de San Telmo y al oír
el suceso, dijo no se dijera nada, pero había obreros que lo publicaron de
inmediato. El P. Provincial ordenó se rezase un misterio del rosario entre
las quince, y cuando muriera alguna, entrara en suerte otra.
Esta asociación rosariana, constituida por grupos de quince personas,
que se comprometían a rezar diariamente un misterio del Rosario, que se
les señalaba cada mes se aseguraba así el rezo diario de los quince misterios
por quince personas distintas. Debido a este milagro ocurrido en el conven-
to, se debe su fundación al P. Juan Martínez del Prado, dominico, en el año
1664, en San Sebastián, aunque se reconoce como promotora celosísima a
la Venerable Pauline-Marie Jaricot, la que lo extendió mucho por Francia a
partir de 1825, fundó el “Rosario viviente”.
7
En pocos años la liga del “Rosario viviente” llegó a tener en Francia,
un millón de inscritos. Más tarde se difundió por Europa, América, Asia y
en todas las tierras de misión. “Los Rosarios se multiplicaron con una rapi-
dez increíble. Las coronas vivientes formadas en Esmirna y Constantinopla
son las que dan mayores esperanzas. “De la devoción al Rosario, me han
venido todos los bienes” testimoniará Pauline-Marie.
Esta práctica fue aprobada por el Papa Gregorio XVI. Sin embargo,
Pauline-Marie, que había ingresado en la Tercera Orden de santo Domingo,
no estuvo sola en esta obra de difusión
del Rosario. Contó con la ayuda del
Padre Domingo Lacordaire, que la de-
fendió de los ataques de los escépticos,
muy numerosos en aquellos tiempos
por las condiciones histórico-culturales
posrevolucionarias (revolución france-
sa, revolución científica e industrial) de
la Francia de la primera mitad del siglo
XIX. En 1877 el Papa Pío IX confió
oficialmente la asociación del “Rosario
viviente” a la Orden Dominicana.
Pauline-Marie Jaricot murió al
alba del 9 de enero de 1862, tras una
larga enfermedad. Dos horas antes de
fallecer, dirigió su última sonrisa e
invocación a su amada Virgen María.
“Madre mía, Madre mía”, dijo, “soy toda vuestra”.
Sor Ana María Calvo O.P.
******
“Quien encuentra de verdad a Jesús no puede permanecer igual que antes”
En la Misa por la Presentación del Señor y
la Jornada de la Vida Consagrada cuyo Año con-
cluyó con esta celebración, el Papa Francisco
invitó a los religiosos y religiosas de la Iglesia a
tener un “deseo del encuentro, custodiar el estu-
por y la alegría de la gratitud”:
CLAUSURA AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA
8
Hoy ante nuestra mirada se presenta un hecho simple, humilde y
grande: Jesús es llevado por María y José al templo de Jerusalén. Es un ni-
ño como tantos, como todos, pero es único: es el Unigénito venido para
todos. Este Niño nos ha traído la misericordia y la ternura de Dios: Jesús es
el rostro de la Misericordia del Padre. Es éste el ícono que el Evangelio nos
ofrece al final del Año de la Vida Consagrada, un año vivido con mucho
entusiasmo. Él, como un río, confluye ahora en el mar de la misericordia,
en este inmenso misterio de amor que estamos experimentando con el Jubi-
leo extraordinario.
La fiesta de hoy, sobre todo en
Oriente, es llamada fiesta del encuentro.
En efecto, en el Evangelio que ha sido pro-
clamado, vemos diversos encuentros (cfr
Lc 2,22-40). En el templo Jesús viene a
nuestro encuentro y nosotros vamos a su
encuentro. Contemplamos el encuentro con
el viejo Simeón, que representa la espera
fiel de Israel y el regocijo del corazón por
el cumplimiento de las antiguas promesas.
Admiramos también el encuentro con la
anciana profetisa Ana, que, al ver al Niño,
exulta de alegría y alaba a Dios. Simeón y
Ana son la espera y la profecía, Jesús es la novedad y el cumplimiento: Él
se nos presenta como la perenne sorpresa de Dios; en este Niño nacido para
todos se encuentran el pasado, hecho de memoria y de promesa, y el futuro,
lleno de esperanza.
En esto podemos ver el inicio de la vida consagrada. Los consagra-
dos y las consagradas están llamados ante todo a ser hombres y mujeres del
encuentro. La vocación, de hecho, no toma las mociones de un proyecto
nuestro pensado “con cálculo”, sino de una gracia del Señor que nos alcan-
za, a través de un encuentro que cambia la vida. Quien verdaderamente en-
cuentra a Jesús no puede permanecer igual que antes. Él es la novedad que
hace nuevas todas las cosas. Quien vive este encuentro se convierte en testi-
monio y hace posible el encuentro para los otros; y también se hace promo-
tor de la cultura del encuentro, evitando la autoreferencialidad que nos hace
encerrarnos en nosotros mismos.
El pasaje de la Carta a los Hebreos, que hemos escuchado, nos re-
cuerda que el mismo Jesús, para salir a nuestro encuentro, no dudó en com-
partir nuestra condición humana: «Lo mismo que los hijos participan de la
carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y san-
9
gre» (v. 14). Jesús no nos ha salvado “desde el exterior”, no se ha quedado
fuera de nuestro drama, sino que ha querido compartir nuestra vida. Los
consagrados y las consagradas están llamados a ser signo concreto y profé-
tico de esta cercanía de Dios, de éste compartir la condición de fragilidad,
de pecado y de heridas del hombre de nuestro tiempo. Todas las formas de
vida consagrada, cada una según sus características, están llamadas a estar
en permanente estado de misión, compartiendo «las alegrías y las esperan-
zas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy, sobre todo de los
pobres y de todos aquellos que sufren» (Gaudium et spes, 1).
El Evangelio también nos dice que «su padre y su madre estaban ad-
mirados por lo que se decía del niño» (v. 33). José y María custodian el
estupor por este encuentro lleno de luz y de esperanza para todos los pue-
blos. Y también nosotros, como cristianos y como personas consagradas,
somos custodios del estupor. Un estupor que pide ser renovado siempre; ay
de la costumbre en la vida espiritual; ay de cristalizar nuestros carismas en
una doctrina abstracta: los carismas de los fundadores –como he dicho otras
veces– no son para sellar en una botella, no son piezas de museo. Nuestros
fundadores han sido movidos por el Espíritu y no han tenido miedo de en-
suciarse las manos con la vida cotidiana, con los problemas de la gente,
recorriendo con coraje las periferias geográficas y existenciales. No se de-
tuvieron ante los obstáculos y las incomprensiones de los otros, porque
mantuvieron en el corazón el estupor por el encuentro con Cristo. No han
domesticado la gracia del Evangelio; han tenido siempre en el corazón una
sana inquietud por el Señor, un deseo vehemente de llevarlo a los demás,
como han hecho María y José en el templo. También hoy nosotros estamos
llamados a cumplir elecciones proféticas y valientes.
Finalmente, de la fiesta de hoy aprendemos a vivir la gratitud por el
encuentro con Jesús y por el don de la vocación a la vida consagrada. Agra-
decer, acción de gracias: Eucaristía. Cuán hermoso es cuando encontramos
el rostro feliz de personas consagradas, quizás ya con tantos años como
Simeón o Ana, felices y llenas de gratitud por la propia vocación. Esta es
una palabra que puede sintetizar todo aquello que hemos vivido en este
Año de la Vida Consagrada: gratitud por el don del Espíritu Santo, que ani-
ma siempre a la Iglesia a través de los diversos carismas.
El Evangelio concluye con esta expresión: «El niño, por su parte, iba
creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba
con él» (v. 40). Que el Señor Jesús pueda, por la maternal intercesión de
María, crecer en nosotros, y aumentar en cada uno el deseo del encuentro,
la custodia del estupor y la alegría de la gratitud. Entonces otros serán atraí-
dos por su luz, y podrán encontrar la misericordia del Padre. Así sea.
10
El martes 2 de febrero de 2016,
tras la Misa en la fiesta de la Presen-
tación del Señor, el Santo Padre
Francisco dirigió un saludo especial
a la multitud de religiosos y religiosas
consagrados reunidos en la Plaza de
San Pedro del Vaticano.
Queridos hermanos y hermanas consagrados:
Muchas gracias. Participasteis de la Eucaristía con un poco de fresco.
Pero el corazón arde. Gracias por terminar así, todos juntos, este Año de la
Vida Consagrada. Seguid adelante. Cada uno de nosotros tiene un lugar, un
trabajo en la Iglesia. Por favor no olvidar la primera vocación, la primera
llamada. Haced memoria: con ese amor con el que fuisteis llamados, hoy el
Señor continúa llamándote. Que no disminuya la belleza y el estupor de la
primera llamada. Después, continuad trabajando. Es bello continuar. Siem-
pre hay algo que hacer. Lo principal es rezar, el centro de la vida consagra-
da es la oración. Rezar. Y así envejecer, envejecer como el buen vino.
Os digo una cosa, a mí me gusta tanto cuando encuentro a esos reli-
giosos, religiosas ancianos, pero con los ojos brillantes porque tienen el
fuego de la vida espi-
ritual encendido. No
se apagó, no se apagó
ese fuego. Seguid
adelante hoy. Conti-
nuad trabajando. Mi-
rad el mañana con
esperanza pidiendo
siempre al Señor que
nos envíe vocaciones,
así nuestra obra de
consagración puede
seguir adelante. La
memoria: no olvidéis la primera llamada; el trabajo de todos los días. Des-
pués la esperanza de ir adelante y sembrar bien. Que otros que vienen de-
trás de nosotros puedan recibir la herencia que nosotros les dejaremos.
NO OLVIDÉIS LA PRIMERA LLAMADA
11
«La mayor misericordia es invitar a la amistad con Dios»
La Orden de Predicadores celebra un Año Jubilar por sus 800 años de
vida. Fray Bruno Cadoré, maestro general de los dominicos nos responde:
-¿Cómo habría sido la Iglesia sin santo Domingo de Guzmán?
Lo primero que viene a la mente son los grandes santos de la Orden,
hombres y mujeres como santo Domingo de Guzmán, san Alberto Magno,
santo Tomás de Aquino, santa Catalina de Siena, san Martín de Porres, Fra
Angélico, san Vicente Ferrer… y también otras figuras importantes, aunque
no hayan sido canonizados, como el maestro Eckhart, Francisco de Vitoria,
Bartolomé de las Casas o Henri-Dominique Lacordaire. También podemos
pensar en las muchas maneras en que hombres y mujeres dominicos han
predicado el Evangelio en estos 800 años: a través de la palabra y de la es-
critura, por medio de su compromiso en favor de los más pobres y la pro-
moción de los derechos humanos, a través de la música y las artes, a través
de la vida de las comunidades y la celebración de los sacramentos. Los do-
minicos hemos sido grandes misioneros, llevando el Evangelio a todos los
rincones del mundo, a América del Norte, Latinoamérica, Asia, África y
Oceanía. Los dominicos hemos sido en la Iglesia memoria de la primera
predicación del Evangelio. Es tarea para toda la Iglesia, una llamada a to-
dos los cristianos, y los dominicos queremos recordar que esta tarea no se
olvida en la Iglesia.
-¿Cuál es la realidad de la Orden hoy?
Hay cerca de 6.000 frailes dominicos, unas 2.700 monjas de clausu-
ra, unas 23.000 hermanas de vida activa, unos 165.000 laicos dominicos y
alrededor de 275 sacerdotes diocesanos que pertenecen a fraternidades sa-
cerdotales de la Orden. Hay vocaciones a todas las ramas de la Orden, al
menos en algunas partes del mundo. En Europa, por ejemplo, la mayoría
son frailes mayores, pero también hay algunos jóvenes que entran cada año,
si bien no tantos como antes. En otras partes del mundo, especialmente en
el hemisferio sur, hay muchos frailes jóvenes, en Colombia, Nigeria, África
ecuatorial, India o Vietnam.
La Orden está presente en la mayoría de los países del mundo. Algu-
nas de estas presencias, en Europa por ejemplo, vienen desde los orígenes
de la Orden, y algunas otras son muy recientes, como Myanmar, Timor
Oriental y Tailandia o las Iglesias aún jóvenes de África. Santo Domingo
envió a los primeros frailes a los centros universitarios para estudiar, para
predicar y establecer conventos. Todavía es una tendencia natural de la Or-
PREDICADOR DE LA GRACIA
12
den la de vivir en las grandes ciudades y estar presentes, donde es posible,
en los grandes centros universitarios. Para la Orden es una prioridad la re-
flexión filosófica y teológica sobre el Evangelio, sobre la situación de los
seres humanos y sobre la presencia y las promesas de Dios para la vida
humana. Pero también es posible encontrar dominicos predicando en muy
diferentes contextos y situaciones. Los dominicos predicamos y enseñamos,
escribimos y damos conferencias, publicamos libros y revistas, trabajamos
en la televisión y en la radio, predicamos en Internet y utilizamos las redes
sociales para construir fraternidad entre las personas, para compartir expe-
riencias, para orar juntos.
-¿Se están incorporando laicos en la espiritualidad de la Orden?
Hay en torno a 165.000 hombres y mujeres que son laicos domini-
cos. Viven su vida cristiana según una regla establecida por la Orden que
les permite participar del carisma de santo Domingo de una forma adaptada
a sus otras responsabilidades. Así, rezan y estudian juntos, y predican de
diferentes maneras a través de proyectos específicos encomendados a fra-
ternidades concretas o a través de su propia colaboración en la vida parro-
quial, en la atención pastoral en escuelas o prisiones, como escritores o pro-
fesores, etc.
Un grupo más pequeño de laicos pertenecen a Institutos seculares,
emiten algunos votos, en particular el del celibato, pero por lo demás se
integran en la vida habitual ordinaria y tratan de ser levadura en el mundo.
Y en la Orden siempre ha habido, junto con los sacerdotes, hermanos
cooperadores –frailes no ordenados–; algunos de los santos más destacados
han venido de este grupo, como san Martín de Porres.
-El panorama de la evangelización ha cambiado desde santo Domingo.
¿Cómo predican ustedes hoy?
Santo Domingo fundó la Orden en una época en que era necesaria
una nueva evangelización. Obviamente tenemos medios de comunicación
de los que no disponían santo Domingo
ni los primeros dominicos: la imprenta y
la radio, la televisión e internet, formas
de viajar que nunca hubieran imagina-
do… Por eso, los métodos de evangeli-
zación han cambiado significativamente
desde santo Domingo, como también lo
ha hecho el contexto en el que se hace
la predicación.
Pero está presente el mismo entusiasmo y ardor por la predicación.
13
Esperamos que la celebración de los 800 años de vida de la Orden
nos dé un nuevo impulso en este sentido. Un Capítulo general en los prime-
ros tiempos de la Orden animó a los frailes a «aprender el lenguaje de los
vecinos», y debemos continuar haciendo esto. El lenguaje de los vecinos no
se refiere simplemente a aprender alemán, francés o español, sino a las for-
mas de pensar, modos de conocimiento, métodos científicos, formas cultu-
rales de vida, al impacto de las redes sociales. Hay tantas preguntas sobre
cómo vivir una vida plenamente humana… y los predicadores del Evange-
lio deben afrontarlas en el estudio y la contemplación, antes de atreverse a
hablar de estas cuestiones en el diálogo, la enseñanza y la presentación del
Evangelio. Sabiendo que su principal responsabilidad es la predicación del
Evangelio, la reflexión de la Orden se centra en cómo debe hacerse, aten-
diendo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
-El Papa Francisco está poniendo el acento en la misericordia. ¿Cómo
ofrecen la misericordia los padres y religiosas dominicas?
Una de las antífonas a santo Domingo que cantamos al finalizar la
oración de la noche lo describe
como «predicador de la gracia».
En la Biblia, los términos de gra-
cia y misericordia son a menudo
intercambiables; se refieren a la
vez a la bondad, el perdón, la lla-
mada, el amor, el interés, la fide-
lidad, la vida, el amor inagotable
de Dios. Así, la misión de la pre-
dicación de la Orden puede entenderse como una misión de misericordia.
La primera tarea de los dominicos fue predicar y oír confesiones. La
predicación pretendía abrir el camino a la reconciliación. La celebración del
sacramento de la misericordia de Dios fue considerada como la conclusión
natural de la predicación. «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?», preguntó
la gente a los apóstoles cuando comenzaron a predicar la resurrección de
Jesús. Los primeros dominicos podrían haber dicho: «Arrepentíos y confe-
sad vuestros pecados». Nosotros decimos: «Deja de lado todo lo que debili-
ta y envenena tu vida y busca la plenitud de vida que Cristo vino a darnos».
Los dominicos también ofrecemos misericordia en el mundo a través
de nuestras obras de caridad, ayudando a las personas en situaciones con-
cretas de necesidad. Mostramos misericordia cuando predicamos el Evan-
gelio que es la Buena Noticia de la gracia de Dios, que nos llama a la amis-
tad con Él. Esta es la mayor misericordia: ser invitados a esta amistad.
14
Bautizada para la vida eterna: la vida de María Victoria duró una
hora exacta. Dio mucho amor a quienes la besamos y, de repente, se mar-
chó. En mis veinte años de sacerdocio nunca se me había hecho un regalo
tan inesperado…
Las doce de la noche no son horas para llamar por teléfono, es una
frontera psicológica que marca el inicio de la preocupación. Sin embargo,
para un capellán de hospital es cosa ordinaria, un asunto que no espera de-
mora. Una familia está a punto de dar a luz a su cuarto hijo, es niña y llega
con síndrome de Edwards (me tuve que ir a Wikipedia para saber qué me
estaban diciendo), una trisomía incompatible con la vida.
Bajé a paritorio para hablar con los padres. Me dijeron que, si nacía
con vida, querían bautizar a su hija María Victoria. Tenían el aspecto de
familia corriente, expectante ante la llegada de un nuevo milagro. Según
Wikipedia la niña podía vivir unas horas, una semana, quizá un mes, pero
no más. Hablé con una matrona: «Bueno, hay madres que interrumpen el
embarazo porque si el bebé llega con esa clase de incompatibilidad prefie-
ren ahorrarse el dolor, en cambio las hay que escogen ver a su hijo». No
entendí bien el argumento, porque el sentido común nos dice que cada vida,
más allá de la voluntad de los progenitores, llega con afán de seguir adelan-
te, ya le sobrevenga un tiesto en la cabeza con doce años, un ictus a los no-
venta, o una trisomía que solo les ponga una semana por delante.
Subí a mi habitación avisando de que me llamaran inmediatamente
en el momento del parto. María Victoria nació sin llorar, pronunciaba rítmi-
camente una escasa variedad de hipidos, estaba cetrina pero era guapa. No
tenía las arrugas típicas de los bebés, que ya llegan al mundo lamentándose
de un trauma. Tenía las facciones perfectas.
María Victoria llegó a la vida dormida, sugiriendo que por favor no
la molestaran. La bauticé sobre el pecho de su madre. Yo era consciente de
que era un momento que llevaba en su envés una marca histórica, el niño
que ve nevar por primera vez, el pie de Amstrong en la luna, la pulveriza-
ción de una marca olímpica. Detrás de mí todo el equipo médico estaba
quieto y callado, nunca tanto silencio se acercó tanto a una oración. La ma-
dre me dijo: «Padre, ¿es consciente de que acaba de bautizar a mi hija para
el más allá y no para esta vida?». Y yo me callé, como si estuviera ante el
David de Miguel Ángel.
El padre, muy emocionado, besaba a su mujer y a su hija sin ninguna
clase de patrón. Llevaron la cama a una habitación aparte para que los pa-
LA VIDA CABE EN UNA HORA
15
dres tuvieran más tranquilidad. Entonces, no sé de dónde, aparecieron los
hermanos de María Victoria. La ma-
dre les había dicho que muy pronto
se iba a ir al Cielo y ellos querían
estar allí, con su hermanita. Llegaron
con un regalo, flores para la recién
nacida, estaban dispuestos a no per-
derse la fiesta. Eran muy pequeños,
de esas edades inciertas con las que
uno nunca termina de atinar, no lle-
gaban a los doce pero seguro que
pasan de siete. La fueron besando
con besos de bienvenida, no se esta-
ban despidiendo, el suyo era un co-
mité de recepción en toda regla. Y
pusieron el cuarto patas arriba, se
perseguían por aquella habitación de
ocho metros cuadrados contando
chistes inocentes, se hicieron cientos
de fotos… La madre los mandaba callar: «Chicos, que nos van a echar del
hospital», y los niños se reían, porque sabían que mamá estaba feliz y no
hablaba muy en serio. Y entonces María Victoria se fue al Cielo, solo la
madre se dio cuenta de que la niña ya no dormía, había dejado este mundo
y sugirió a sus hijos que era hora de marcharse. Los chavales remolonea-
ron, pero se fueron. Empezó un pequeño duelo en los padres, ahora sí eran
lagrimas de despedida. Una enfermera se me acercó: «Envidio profunda-
mente a esta familia». En el backstage, llegaron los funcionarios que habla-
ban de los trámites de la funeraria, de protocolos, papeleos, orden de actua-
ción, pero eso ocurría en el backstage, yo viví otra cosa.
La vida de María Victoria duró una hora exacta, trajo la emoción de
su nacimiento, mientras estuvo con vida dio mucho amor a quienes la besa-
mos, y de repente se marchó. Todo estuvo allí muy concentrado, la emo-
ción del parto, esa alegría inesperada de ponerse a vivir, como si viniéra-
mos al mundo polinizados por un misterio profundo, la enfermedad y el
momento de la separación. No hace falta decir que es la primera vez que
veo el ciclo completo de una vida y quizá parezca extraño, pero aquella
noche fue inolvidable. En mis veinte años de sacerdocio nunca se me había
hecho un regalo tan inesperado.
Javier Alonso Sandoica (Alfa y Omega)
16
Momentos antes, en un clima de amistad, Jesús había pedido fer-
vorosamente: "Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu
Hijo te glorifique a Ti" (Jn. 17,1). Sabía perfectamente que su glorificación
pasaba por esta hora, su hora, la hora de Dios. Le faltaba una cosa o mu-
chas cosas en una, después de tantas obras buenas como había hecho: la
Pasión, resumen de sufrimientos físicos y morales. En Getsemaní, la sole-
dad, el abandono, el beso y el prendimiento. En el palacio del Sumo Sacer-
dote Caifas, burlas, bofetadas, salivazos, calumnias y negaciones. En el
Pretorio, azotes, espinas y sentencia capital. En el camino del Calvario, el
peso del madero, y en el Gólgota, la muerto de cruz a la hora de nona.
Jesús tenía plena conciencia de que su glorificación, como Hijo de
Dios y Redentor del hombre, estaba fijada para esta hora, simultáneamente
suya y de sus enemigos. Dos relojes sincronizados marcaban la misma
hora, en una esfera, blanca como la inocencia y en otra, negra como el pe-
cado. La hora de Jesús coincidía con la de sus rivales mas encarnizados, los
sacerdotes, representantes de Dios, contra el Hijo de Dios y las tinieblas
como símbolo de la lucha contra la Luz.
Getsemaní demuestra cómo se puede y se debe glorificar al Padre en
momentos difíciles y oscuros, cuando todo se derrumba, al resquebrajarse
los cimientos de la confianza y amistad humanas. No hay remedio. Se ave-
cina una catástrofe que arrastrará su vida a la muerte: ¡Una muerte de cruz!
(Fil.2,8). Jesús oía en Getsemaní que el torrente de su pasión rugía más
fuerte que el Cedrón, despeñándose en el valle. Se tambaleaban su nombre
y su fama, su persona y al fin, todo se hundía en aquel naufragio. El fracaso
era inevitable.
A pesar de todo, Jesús ponía su confianza en el Padre y gritaba una y
otra vez en medio de la tormenta; "Padre, si quieres, aparta de mí este cá-
liz" (Lc. 22,42). Esto era imposible o, mejor, era posible pero no convenía
para su glorificación como el Señor (Fil. 2,11). "Era necesario que Cristo
padeciera todo esto, y así entrara en su gloria" (Lc, 24,26). Por eso bebió
el cáliz hasta las heces, y computó segundo a segundo aquella hora, la más
larga de la historia, hasta entregar su espíritu al Padre que lo glorificaría por
toda la eternidad.
A la entrada de Getsemaní, Jesús, después de comunicar a todo el
grupo que deseaba retirarse a orar, hizo una selección previa de discípulos,
pasando la selectividad del amor Pedro, Santiago y Juan, elegidos por Cris-
to para las grandes manifestaciones mesiánicas. El Maestro les hizo una
confidencia singular, aunque ellos no la valoraran en aquellos momentos
LA ORACIÓN DE JESÚS EN GETSEMNANÍ
17
por la nocturnidad, el cansancio y el sopor: "Mi alma está triste hasta la
muerte; quedaos aquí y velad conmigo" (Mt. 26,38). La primera parte des-
cubre la intimidad y las intimidades reservadas de Cristo: amistad profunda,
confianza desbordante, sentimientos, emociones a flor de piel, tristeza y
angustia mortal. La segunda insinúa la oración como rasgo distintivo del
apóstol y como gesto de solidaridad con Jesús.
El Señor abrió su corazón manifestando sus secretos personales a los
más íntimos, los incondiciona-
les, sin que éstos se inmutaran
ante la situación. Poco después
se durmieron como desentendi-
dos de la película coprotagoni-
zada por ellos, a pesar del con-
sejo y el ejemplo del Maestro
que, con el rostro en tierra,
gritaba desde lo hondo del al-
ma: "Padre, si es posible que
pase de mí esta copa pero no
se haga mi voluntad sino la
tuya" (Mt. 26,39).
Los olivos acompañaron
a Jesús en aquellas horas de
oración desgarradora, como
ejercicio de calentamiento para
la Pasión. Además respaldaron
a los apóstoles dormidos, total-
mente ajenos a un drama con
visos de tragedia, que empeza-
ba a desarrollarse entre bambalinas de tinieblas interiores y exteriores. Los
discípulos dormían despreocupados, Jesús oraba insistentemente en lo mis-
mo, como si no hubiera más que pedir en aquella noche triste.
La oración personal, como verdadero masaje de robustecimiento so-
brenatural antes de la lucha, faltó desafortunadamente en el primer conjunto
apostólico. En nuestros días, sufre eclipses parciales o totales en personas
dedicadas a la evangelización del hombre. La carencia de este valor se hace
más notoria en los preferidos. Pedro no dijo como en el Tabor, podemos
hacer aquí tres tiendas (Mt. 17,4). A pesar de la reiteradas promesas, se rin-
dió al sueño, los demás hicieron lo mismo. A todos les faltó la dosis de ora-
ción necesaria para enfrentarse a la prueba, dura prueba que se avecinaba:
la fidelidad al Maestro.
18
      SOLO ANTE EL VENDAVAL    SOLO ANTE EL VENDAVAL    SOLO ANTE EL VENDAVAL      
     Estaba hundido en la sima     Estaba hundido en la sima     Estaba hundido en la sima   
de su propia soledad,de su propia soledad,de su propia soledad,   
con el alma a flor de labioscon el alma a flor de labioscon el alma a flor de labios   
y una congoja mortaly una congoja mortaly una congoja mortal   
que, anudada a su garganta,que, anudada a su garganta,que, anudada a su garganta,   
apretaba más y másapretaba más y másapretaba más y más   
el lazo de sus temores,el lazo de sus temores,el lazo de sus temores,   
al quererlo desatar.al quererlo desatar.al quererlo desatar.      
     Temblaba en Getsemaní,     Temblaba en Getsemaní,     Temblaba en Getsemaní,   
solo, frente al vendavalsolo, frente al vendavalsolo, frente al vendaval   
de la Pasión inclemente,de la Pasión inclemente,de la Pasión inclemente,   
que veía despuntarque veía despuntarque veía despuntar   
en la mañana morada,en la mañana morada,en la mañana morada,   
como aurora borealcomo aurora borealcomo aurora boreal   
de las oscuras tinieblasde las oscuras tinieblasde las oscuras tinieblas   
y el abandono, al compásy el abandono, al compásy el abandono, al compás   
de la traición solapadade la traición solapadade la traición solapada   
bajo un beso de amistad.bajo un beso de amistad.bajo un beso de amistad.      
     Se estremeció todo el huerto,     Se estremeció todo el huerto,     Se estremeció todo el huerto,   
oyendo a Jesús gritaroyendo a Jesús gritaroyendo a Jesús gritar   
desde el hondo de su alma:desde el hondo de su alma:desde el hondo de su alma:   
"No se haga mi voluntad,"No se haga mi voluntad,"No se haga mi voluntad,   
cúmplase, Padre, la tuya", cúmplase, Padre, la tuya", cúmplase, Padre, la tuya",    
para que intente probarpara que intente probarpara que intente probar   
el cáliz de tus designiosel cáliz de tus designiosel cáliz de tus designios   
hasta la muerte pascual.hasta la muerte pascual.hasta la muerte pascual.      
     Pálida, la blanca luna     Pálida, la blanca luna     Pálida, la blanca luna   
filtró más su claridadfiltró más su claridadfiltró más su claridad   
sobre el rostro sudorososobre el rostro sudorososobre el rostro sudoroso   
de Cristo en el olivarde Cristo en el olivarde Cristo en el olivar   
cuando el Ángel de Salcillocuando el Ángel de Salcillocuando el Ángel de Salcillo   
le dio un calmante de paz, le dio un calmante de paz, le dio un calmante de paz,    
indicándole el senderoindicándole el senderoindicándole el sendero   
de la victoria final... de la victoria final... de la victoria final...    
Jesús acercó sus labiosJesús acercó sus labiosJesús acercó sus labios   
y apuró el cáliz, sin másy apuró el cáliz, sin másy apuró el cáliz, sin más.                                                          .                                                          .                                                          A. M. C.A. M. C.A. M. C.   
19
              JESÚS RESUCITADO SE APARECE A MARÍA              JESÚS RESUCITADO SE APARECE A MARÍA              JESÚS RESUCITADO SE APARECE A MARÍA   
   
    La Madre esperaba y cuando embebida está en oraciónLa Madre esperaba y cuando embebida está en oraciónLa Madre esperaba y cuando embebida está en oración   
Te siente a su lado y escucha TU VOZ...Te siente a su lado y escucha TU VOZ...Te siente a su lado y escucha TU VOZ...   
goza ya encendida Tu Resurrección.goza ya encendida Tu Resurrección.goza ya encendida Tu Resurrección.      
    Un estrecho abrazo os funde a los Dos...Un estrecho abrazo os funde a los Dos...Un estrecho abrazo os funde a los Dos...   
Te besa las llagas, se abrasan sus labios con nuevo calor...Te besa las llagas, se abrasan sus labios con nuevo calor...Te besa las llagas, se abrasan sus labios con nuevo calor...   
fruto deseado de Resurrección.fruto deseado de Resurrección.fruto deseado de Resurrección.      
    Descubre el Costado Jesús Salvador...Descubre el Costado Jesús Salvador...Descubre el Costado Jesús Salvador...   
a la Madre amante, que tanto sufrió...a la Madre amante, que tanto sufrió...a la Madre amante, que tanto sufrió...   
para que Le bese la herida brillante que la lanza abrió...para que Le bese la herida brillante que la lanza abrió...para que Le bese la herida brillante que la lanza abrió...   
recibe la Virgen en frutos sabrosos Tu Resurrección.recibe la Virgen en frutos sabrosos Tu Resurrección.recibe la Virgen en frutos sabrosos Tu Resurrección.      
    Ya todo ha pasado. Ella, como Madre, siente aún dolor,Ya todo ha pasado. Ella, como Madre, siente aún dolor,Ya todo ha pasado. Ella, como Madre, siente aún dolor,   
con gozo mezclado de alegres recuerdos...con gozo mezclado de alegres recuerdos...con gozo mezclado de alegres recuerdos...   
percibe esa voz que la llama ¡MADRE!percibe esa voz que la llama ¡MADRE!percibe esa voz que la llama ¡MADRE!   
y lee en los ojos del Hijo mejor...y lee en los ojos del Hijo mejor...y lee en los ojos del Hijo mejor...      
    Ya ha pasado todo: desprecios, tristezas, azotes,Ya ha pasado todo: desprecios, tristezas, azotes,Ya ha pasado todo: desprecios, tristezas, azotes,   
corona de espinas, angustia, traiciones, ¡pavor!corona de espinas, angustia, traiciones, ¡pavor!corona de espinas, angustia, traiciones, ¡pavor!   
muerte, enterramiento, negrura, sabor de amargura...muerte, enterramiento, negrura, sabor de amargura...muerte, enterramiento, negrura, sabor de amargura...   
¡Alégrate! Madre Ya todo pasó.¡Alégrate! Madre Ya todo pasó.¡Alégrate! Madre Ya todo pasó.      
    Vivamos como Ella, que, sufriendo, amó,Vivamos como Ella, que, sufriendo, amó,Vivamos como Ella, que, sufriendo, amó,   
las gracias sublimes que Cristo alcanzó para los humanos:las gracias sublimes que Cristo alcanzó para los humanos:las gracias sublimes que Cristo alcanzó para los humanos:   
una gloria eterna de Resurrección.una gloria eterna de Resurrección.una gloria eterna de Resurrección.      
Carmen CerezoCarmen CerezoCarmen Cerezo   
20
Este es el día
en que actuó el Señor,
sea nuestra alegría
y nuestro gozo
Domingo, 28 de
febrero de 2016, a las 7
de la tarde, en nuestro
Monasterio, tuvo lugar
un CONCIERTO SE-
LECTO para seguir con la festejos en este JUBILEO que estamos celebran-
do con motivo de los 800 años de la fundación de nuestra ORDEN. Los
protagonistas de este acontecimiento “DOMINICA PRAEDICARE” son:
PALOMA GÓMEZ BORRERO, que recitó poemas sobre Santo Domingo.
LUIS SANTANA, barítono y ANTONIO LOPEZ SERRANO, que acom-
pañó con el piano. Todo preparado, la Iglesia completamente abarrotada de
fieles, y eso que era un día desapacible, de invierno crudo.
No faltaron al evento, nuestros hermanos Dominicos, 5 Frailes del
Convento de Villava, y el P. Alfonso Salas O.P. que vino desde Caleruega.
Se retiró el Santísimo, y no faltó
detalle de las sacristanas y herma-
nas de la Comunidad para que to-
do estuviera en su punto. Y que
decir, de nuestro técnico Miguel
Paulis, que une a su profesionali-
dad, su carnet de identidad de
buen cristiano y que no descansa
para ayudar a todo lo que sea real-
zar el culto divino. Y a su lado el
sacerdote diocesano, Dn. Esteban Munilla, especialista en los medios de
comunicación, entre otras cosas y hermano carnal de nuestro Sr. Obispo Dn
José Ignacio Munilla .
Comienza Paloma su presentación:
Con no poca emoción estamos hoy en San Sebastián, después de
haber vivido con la querida familia dominicana en Caleruega, el día históri-
co de la creación de la nueva Provincia Hispania, en la patria chica del San-
to Fundador, Domingo de Guzmán. Se encontraban el Maestro General de
la Orden, Fray Bruno y Fr. Jesús, el Prior Provincial de la nueva Hispania.
CONCIERTO: DOMINICA PRAEDICARE
21
Hoy volvemos a vivir en este querido convento de Dominicas, con
gozo y devoción, al Fundador Domingo de Guzmán, que entregó su vida al
Señor y a través de la predicación… de la Palabra que es Cristo.
En los 800 años de la Fundación de la Orden queremos ofrecer este
concierto-recital hecho de música y poesía y lo hemos unido a otra gran
santa castellana… Teresa de Jesús, intrépida y valiente como Domingo.
Teresa de Cepeda que estuvo muy vinculada a los Dominicos ya que en la
reforma del Carmelo, le guiaron los hijos de Santo Domingo.
Domingo de Guzmán fundó la Orden en plena herejía Albigense y
mientras el Papa Inocencio III pretendía controlarla con la espada (como
una Cruzada), Domingo va hacia ellos con la predicación. La palabra de
Dios transmitida ante todo con la caridad.
En estos momentos de violencia y odio contra los cristianos en tantos
lugares… y no solo fuera de nuestras fronteras sino en España, con enfren-
tamientos ideológicos, provocaciones que hieren, que pisotean ideales y
sentimientos, cobra mayor autenticidad lo que Santo Domingo predicaba:
que Dios debe ser creído y anunciado mediante el amor y el diálogo. Inter-
calamos poemas, canciones y claro está, que no podemos dejar de contar
alguna anécdota de San Juan Pablo II que aprendió español, y a los 28 años,
siendo joven sacerdote, en 1946 llegó a Roma y estudió en el prestigioso
“Angélicum” de los dominicos, donde hizo el Doctorado sobre San Juan de
la Cruz, bajo la dirección del profesor en historia ascética y mística, Padre
Paul Philipp en el convento dominicano mencionado. Amor a Dios y a la
Santísima Virgen, los dominicos eran llamados “los frailes de María”
Vamos a comenzar el concierto en la for-
ma como se despierta en un convento de Domi-
nicas o Dominicos, con las tres campanadas que
anuncian como si fuera una diana que indica que
hay levantarse y ofrecer la jornada a Dios... Ave
María Gratia Plena, Dominus Tecum… el claus-
tro adormecido se despierta, al tintineo de la
campanilla, paz en la creación, gozo profundo
ante el saludo que a la Virgen Madre los frailes
de Domingo cantan al alba... Ave María, lucero
matinal, fuente sellada. Ave María, llena de gra-
cia, el Señor es contigo… los hijos de Guzmán
tienen sed de tu agua, siempre los protegiste y
siempre te cantaban como su fundador por los
caminos, el Ave María Stella, del Mater alma,
esta Orden es tuya, tuya siempre María, los cuidas y los guardas bajo los
22
pliegues de tu manto azul frescor
de gozo virgen ¡Oh Reina Inma-
culada!... (sigue el barítono Luis
Santana, con el canto del Ave
María de Giulio Caccini, acom-
pañado por el pianista Antonio
López Serrano).
Y ahora vamos a recorrer
el claustro el claustro en busca
de Domingo, a través de la niebla que lo invade todo, en el quicio del tiem-
po de estas viejas paredes, una mística de fe, nos abraza los sueños, apenas
se escucha ruido, un silencio celestial, nos acoge sincero, en la distancia del
tiempo, ocho siglos de camino, aun perdura su anhelo… (se interpreta
“Siguiendo las huellas de Domingo”, compuesta para este Jubileo por el
Maestro Javier Centeno).
Ha llegado Domingo, todo canta su nombre y una dominica, Sor Ma-
ría Eugenia Maeso O.P., nos lo dice así:
Una paloma azul que cruzó mi ventana me susurró… Domingo,
y la hoja del árbol que cayó ante mis pies, me repitió… Domingo,
y la inmensa llanura que se abre a mi mirada y que sus ojos vieron,
y las lomas verdosas y el agua cristalina y las flores del campo…
Todo canta a Domingo…
(a continuación, se canta del Ave María de Charles Gounod)
Después de recitar “Oh Domingo festivo” se entona el Ave María de
Franz Shubert. Y tras el canto del Ave María, Paloma declama “Yo tengo
un hábito blanco” del fraile Fr. José María Guervós O.P.:
Yo tengo un hábito blanco, como una vida que empieza,
y, como grito de muerte, lo cubre una capa negra…
Y es perfecto; que al mirarlo, vida y muerte se recuerdan,
y vida y muerte se hermanan, y se amigan, y se besan,
y no es ya la muerte signo, de terrores y tristezas,
no es ya ni muerte tan solo, que es, ¡puerta de vida eterna!
¡Que meditación tan honda mi cuerpo sobre sí lleva!
La vida y la muerte juntas, como alegres compañeras,
¡qué prodigio de equilibrio, y que lección de prudencia!
Negro y blanco, muerte y vida, seguiréis siendo en la tierra,
pero en el cielo seréis, negro y blanco, ¡vida eterna!
23
Continuó Paloma deleitándonos con anécdotas vivenciales propias
acerca de san Juan Pablo II.
Nuestro Obispo que estaba
presente, subió al presbiterio, para
saludar a Paloma:
Conocí a Paloma antes de
ser Obispo, siendo párroco en Zu-
márraga y para la inauguración de
la nueva Parroquia del Salvador
por el año 2001, se nos ocurrió,
-entonces todavía vivía el Papa-, a
que nos hablase de él, así nos co-
nocimos y a partir de entonces, la
Providencia, hizo que nos encon-
tráramos en otras ocasiones. Palo-
ma ha sido para mi una referencia
de amor y cariño a la Iglesia y al
Papa, al que debemos amar pues
según decía la dominica Santa Catalina de Siena, es el Dulce Cristo en la
tierra. Muchas gracias Paloma y acompañantes por esta bella integración de
música y poesía, para que podamos vivir aquí en San Sebastián, en el Mo-
nasterio de las M.M. Dominicas, este Jubileo de los 800 años de la funda-
ción de la Orden.
Para finalizar, todos juntos cantamos, el LAUDARE, BENEDICE-
RE, PRAEDICARE. Alabar, con nuestros santos a Dios. Bendecir con el
alma y corazón. Predicando proclamamos su Palabra. Presencia del amor
de Dios. Presencia profética, Presencia compasiva, Sembradores de espe-
ranza.
Edita: MM.Dominicas
Consejo de Redacción. Dominicos seglares y Cofradía del Rosario
Dirección: Monasterio de Santo Domingo
Avda. A. José Elósegui, 75
20015 SAN SEBASTIÁN ( Guipúzcoa ) Teléfono . 943-270703

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  • 1. Jesucristo es el rostro de la Misericordia del Padre
  • 2. 2 AÑO DE LA MISERICORDIA El Papa Francisco ha anunciado un año dedicado a la mise- ricordia y esto no ocurre casualmente, porque un día le parezca un tema muy bonito y lance la idea. No, él sabe escrutar los sig- nos de los tiempos y ve, palpa y siente cómo los hombres de hoy están necesitados al máximo de esa misericordia de Dios que cu- ra las heridas y restaña las brechas de una sociedad maltrecha, muchas veces debido a la libertad humana mal empleada y siem- pre respetada por Él, porque quiso hacer al hombre libre. Una sociedad en la que existen las guerras, la violencia, el hambre, y la injusticia. Los Papas, todos ellos, han dedicado documentos, cateque- sis y charlas al tema de la misericordia. Recordemos, por ejem- plo la encíclica de San Juan Pablo II, Dives in misericordia, y la de Benedicto XVI, Deus Caritas est. Ya desde el Antiguo Testamento esta idea se hallaba arrai- gada en el corazón del pueblo. Hay textos muy bellos sobre este tema y los mismos salmos acuden una y otra vez a la misericor- dia de Dios. El salmo 135 es un buen exponente desde el comien- zo hasta el fin: «Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia», frase repetida en cada estrofa como un rumor litánico que va calando en el orante. Podríamos preguntarnos qué es la misericordia, qué significa ésta palabra. Dicen los expertos que sugiere la idea de un corazón - cor en latín- que se compadece de la miseria humana. De ahí el voca- blo «misericordia» que en el fondo, aunque se diferencian un poco, viene a ser lo mismo que «compasión» o «padecer con». La fe y la palabra de Dios nos aseguran que Él es compasi- vo y misericordioso, no es un Dios lejano, al que no le importan nuestros sufrimientos. A Dios le duele nuestro dolor, es un Dios con sentimientos, un Dios que ama, o, mejor aún, que es AMOR. En Jesús de Nazaret vemos con meridiana claridad esta verdad porque, al ser Dios, el sufrimiento de Jesús es sufrimiento de Dios, de tal forma que, haciéndose hombre, asumió todo lo nuestro. Por ello puede sentir con nosotros y sufrir con nosotros. AÑO DE LA MISERICORDIA 2
  • 3. 3 Hizo suyos nuestros problemas, sufrimientos, angustias, enfermedades... ¡Todo excepto el pecado! Ante el dolor humano, reaccionó comprendiendo, compadeciéndose, acogiendo, sanan- do, perdonando y siempre amando, hasta entregar su vida por nosotros. Fue -y es- pura misericordia, ternura y compasión. San Pablo en Efesios 1,8, nos dice que el tesoro de su gracia, ha sido un derroche para con nosotros porque Dios no se da «a cuenta gotas» sino volcándose, «derrochando», comunicándonos el torrente amor misericordioso sin medida. Este aspecto entrañable debe llevarnos a recibir, a acoger esa misericordia que es eterna porque Él, nuestro Dios, busca esa acogida, se ofrece pero nunca se impone. Nuestra actitud ha de ser la de la apertura a todo este torrente de amor, pero no debe- mos quedarnos ahí, sino que hemos de reflejar y comunicar a los hermanos la misma misericordia que recibimos. Nuestros ojos han de reflejar su ternura, nuestras manos han de acoger con amor y nuestra vida ha de ser un testimonio de la vida nueva que Jesús Resucitado nos comunica. En la segunda Carta de San Pablo a los Corintios, se nos dice: «Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Pa- dre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consue- la en todas nuestras tribulaciones para que podamos consolar nosotros con el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios» (2Co 1,3-4). Es, pues, un recibir para dar. El Papa Francisco no quiere que nos quedemos solamente en el ámbito de las ideas, por muy bellas que sean; él mismo, al anunciar que desea la celebración de un año dedicado a la mise- ricordia, nos da ejemplo de cómo debemos transmitirla, porque sus gestos y sus palabras rezuman comprensión y amor. Juan Pablo II, al canonizar en el año 2000 a Sor Faustina Kowalska, quiso extender por el mundo entero el mensaje de la misericordia divina y dedicó el segundo domingo de Pascua a tal fin. No es la misericordia una devoción más, es la médula del cristianismo que tiene -y siempre tendrá- como meta el amor. Sor María Eugenia Maeso O. P. Salamanca (España) 3
  • 4. 4 El Cardenal vietnamita defendía que la crisis madre de todas las cri- sis es una crisis de santidad: “¡Hay pocos santos!, se lamentaba Van Thuan, porque no se puede ser santo en días alternos”. Para él, ser santo es “mirar largamente la Cruz, abrazarte a ella y guardar silencio en tu corazón, como la Virgen María”. Además, “La auda- cia es una de las condiciones de la santidad. Imita la osadía genial de los niños. Si quieres ser santo, haz peque- ñas cosas, aunque te parezcan carentes de sentido, pero pon en ellas todo tu amor. La Virgen sólo hizo cosas de lo más ordinario. Y María fue una mujer alegre. El santo está siempre alegre, porque tiene a Dios”. El propio Miguel Ángel Velasco, autor de una larga lista de biografí- as de santos, recuerda que si Van Thuan pudo, ¿por qué los demás no va- mos a poder? No hay que olvidar nunca la palabra del Señor: “Sin Mí, no podéis hacer nada”. Parece claro que no es cosa de empeñarse uno mismo, sino de dejarse hacer. La palabra clave puede ser docilidad. Los santos no nacen, sino que se hacen, o más bien se dejan hacer. La santidad no es cosa nuestra, sino la sencilla y humilde y gozosa y ardua docilidad a lo que Dios quiere de nosotros. Y el Señor también dijo: “Yo estoy siempre con voso- tros hasta el fin de los tiempos”. Tomado de Alfa y Omega ****** En 1825 una mujer francesa tuvo una extraordinaria intuición pro- fética con la que renació la devoción del Rosario. El 22 de Julio de 1799 nació en Lyón, Francia, Pauline-Marie Jari- cot, la última de siete hermanos. Sus padres, Juana y Antonio, eran ricos comerciantes de seda. La infancia y adolescencia de Pauline-Marie trans- currió en un ambiente cristiano. Un día Fileas, el hermano predilecto de Pauline, le confió su deseo de irse como misionero a China. Ella le dijo: LA SANTIDAD SEGÚN UN SANTO EL “ROSARIO VIVIENTE” DE PAULINE-MARIE JARICOT
  • 5. 5 “Iré contigo”. Y Fileas respondió: “Prefiero que reces por mí y recojas li- mosnas para enviarme a China”. Estas palabras quedaron impresas para siempre en Pauline-Marie: “Orar, trabajar y reco- ger limosnas para las misiones”. Un domingo de cuaresma de 1817, Pauline Marie escuchó durante la misa un pasaje del evangelio de Marcos. “Vanidad de vanidades, todo lo que no sea amar a Dios y servirle sólo a Él, es vanidad”. En aquel momento decidió dar un cambio radical a su vida. Abandonó todas las co- modidades, dejó los lujosos trajes que poseía y se vistió con ropas pobres. La Nochebuena de 1817 subió al santuario de Fourviere para hacer una promesa solemne ante la imagen de la Virgen María: “Dios mío, por medio de María Santísima, te ofrezco mi voto de virginidad para siempre”. Entonces comenzó a entrar en los talleres y acercarse a las obreras; les entregaba un distintivo (una cruz con los ins- trumentos de la pasión de Jesús) y las invitaba a hacer obras de caridad y a reunirse todos los domingos para profundizar en el conocimiento de Dios. Una noche de otoño, Pauline-Marie pensó: “Sería fácil encontrar a diez personas dispuestas a dar semanalmente una moneda para la Propaga- ción de la Fe. A su vez, cada una podría conectar con otras diez y así suce- sivamente”. A partir de entonces puso en práctica su idea y los resultados fueron tan espectaculares que, el 3 de mayo de 1822, nació la Obra de la Propagación de la Fe al servicio de la Iglesia. Aplicando el mismo método, Pauline-Marie propuso a personas que ya rezaban a la Virgen con el rosario, encontrar otros cinco nuevos amigos que realizasen la misma práctica devocional y así sucesivamente. La joven Jaricot, que siempre amó el Rosario, contribuyó de esta manera a su renaci- miento y, en el año 1825, refundó el “Rosario viviente”. Y decimos refundó porque años atrás, mejor dicho, siglos, en nuestro convento de Santo Do- mingo de San Sebastián concretamente el 17 de julio de 1663, estando la Orden de Predicadores de la Provincia de España con suma aflicción y su Prelado el P. Maestro Fr. Juan Martínez del Prado, Provincial y su Consejo, desterrados por su Majestad en la Peña de Francia, por no haberse rendido a la voluntad de los dichos, sin la de sus Prelados de la Santa Iglesia en mate- ria tocante a ella.
  • 6. 6 Le pidió su Majestad encomendase sus armas en su Religión, en par- ticular lo de Portugal que estaba muy apretado, y como tan celoso del bien común, mandó en su Patente de toda la provincia, se hiciesen procesiones y prerrogativas acostumbradas en tales ocasiones. Y en este Convento de San Sebastián el Antiguo, se comenzaron las procesiones con una imagen de N. Señora que se vene- raba con especial cariño. En la cuarta pro- cesión que se hizo en un día muy ocupado, se hallaban solo quince monjas profesas de velo negro, que por las ocupaciones muy precisas, faltaba la M. Priora y Subpriora, y así con dichas quince monjas se comenzó la procesión con la letanía del Rosario, desde el coro alto hasta el bajo, llegando a él, se puso la imagen sobre el altar, y en las palabras “Consolatrix aflictorum” se vio que la santa imagen bajó la cabeza hacia el Niño Jesús, que tiene en el brazo derecho, de suerte que no se le aparecían las gargantillas del cuello, con el rostro muy afligido y el Niño muy retira- do, descolorido y la corona medio caída al lado, como la Madre, desgreña- da todo el cabello y tocado. Las monjas muy impresiona- das pues lo vieron todas y una de ella, miro a la Virgen y dijo: “Hermanas, no se aflijan, que el bajar la cabeza no es señal de castigo, sino de misericordia.¡Ay nuestras almas de España!” Otra respondió, “Digamos la Salve”. Y comenzó la cantora el canto viendo todas como levan- taba la cabeza, se descubrieron las gargantillas, con que echaron de ver lo cierto del suceso. La M. Priora, llegó antes de acabar la Salve, y se cercioraron del prodigio, la Virgen quedó con el rostro más resplandeciente y lo mis- mo el Niño. Llamaron al P. Prior de San Telmo y al oír el suceso, dijo no se dijera nada, pero había obreros que lo publicaron de inmediato. El P. Provincial ordenó se rezase un misterio del rosario entre las quince, y cuando muriera alguna, entrara en suerte otra. Esta asociación rosariana, constituida por grupos de quince personas, que se comprometían a rezar diariamente un misterio del Rosario, que se les señalaba cada mes se aseguraba así el rezo diario de los quince misterios por quince personas distintas. Debido a este milagro ocurrido en el conven- to, se debe su fundación al P. Juan Martínez del Prado, dominico, en el año 1664, en San Sebastián, aunque se reconoce como promotora celosísima a la Venerable Pauline-Marie Jaricot, la que lo extendió mucho por Francia a partir de 1825, fundó el “Rosario viviente”.
  • 7. 7 En pocos años la liga del “Rosario viviente” llegó a tener en Francia, un millón de inscritos. Más tarde se difundió por Europa, América, Asia y en todas las tierras de misión. “Los Rosarios se multiplicaron con una rapi- dez increíble. Las coronas vivientes formadas en Esmirna y Constantinopla son las que dan mayores esperanzas. “De la devoción al Rosario, me han venido todos los bienes” testimoniará Pauline-Marie. Esta práctica fue aprobada por el Papa Gregorio XVI. Sin embargo, Pauline-Marie, que había ingresado en la Tercera Orden de santo Domingo, no estuvo sola en esta obra de difusión del Rosario. Contó con la ayuda del Padre Domingo Lacordaire, que la de- fendió de los ataques de los escépticos, muy numerosos en aquellos tiempos por las condiciones histórico-culturales posrevolucionarias (revolución france- sa, revolución científica e industrial) de la Francia de la primera mitad del siglo XIX. En 1877 el Papa Pío IX confió oficialmente la asociación del “Rosario viviente” a la Orden Dominicana. Pauline-Marie Jaricot murió al alba del 9 de enero de 1862, tras una larga enfermedad. Dos horas antes de fallecer, dirigió su última sonrisa e invocación a su amada Virgen María. “Madre mía, Madre mía”, dijo, “soy toda vuestra”. Sor Ana María Calvo O.P. ****** “Quien encuentra de verdad a Jesús no puede permanecer igual que antes” En la Misa por la Presentación del Señor y la Jornada de la Vida Consagrada cuyo Año con- cluyó con esta celebración, el Papa Francisco invitó a los religiosos y religiosas de la Iglesia a tener un “deseo del encuentro, custodiar el estu- por y la alegría de la gratitud”: CLAUSURA AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA
  • 8. 8 Hoy ante nuestra mirada se presenta un hecho simple, humilde y grande: Jesús es llevado por María y José al templo de Jerusalén. Es un ni- ño como tantos, como todos, pero es único: es el Unigénito venido para todos. Este Niño nos ha traído la misericordia y la ternura de Dios: Jesús es el rostro de la Misericordia del Padre. Es éste el ícono que el Evangelio nos ofrece al final del Año de la Vida Consagrada, un año vivido con mucho entusiasmo. Él, como un río, confluye ahora en el mar de la misericordia, en este inmenso misterio de amor que estamos experimentando con el Jubi- leo extraordinario. La fiesta de hoy, sobre todo en Oriente, es llamada fiesta del encuentro. En efecto, en el Evangelio que ha sido pro- clamado, vemos diversos encuentros (cfr Lc 2,22-40). En el templo Jesús viene a nuestro encuentro y nosotros vamos a su encuentro. Contemplamos el encuentro con el viejo Simeón, que representa la espera fiel de Israel y el regocijo del corazón por el cumplimiento de las antiguas promesas. Admiramos también el encuentro con la anciana profetisa Ana, que, al ver al Niño, exulta de alegría y alaba a Dios. Simeón y Ana son la espera y la profecía, Jesús es la novedad y el cumplimiento: Él se nos presenta como la perenne sorpresa de Dios; en este Niño nacido para todos se encuentran el pasado, hecho de memoria y de promesa, y el futuro, lleno de esperanza. En esto podemos ver el inicio de la vida consagrada. Los consagra- dos y las consagradas están llamados ante todo a ser hombres y mujeres del encuentro. La vocación, de hecho, no toma las mociones de un proyecto nuestro pensado “con cálculo”, sino de una gracia del Señor que nos alcan- za, a través de un encuentro que cambia la vida. Quien verdaderamente en- cuentra a Jesús no puede permanecer igual que antes. Él es la novedad que hace nuevas todas las cosas. Quien vive este encuentro se convierte en testi- monio y hace posible el encuentro para los otros; y también se hace promo- tor de la cultura del encuentro, evitando la autoreferencialidad que nos hace encerrarnos en nosotros mismos. El pasaje de la Carta a los Hebreos, que hemos escuchado, nos re- cuerda que el mismo Jesús, para salir a nuestro encuentro, no dudó en com- partir nuestra condición humana: «Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y san-
  • 9. 9 gre» (v. 14). Jesús no nos ha salvado “desde el exterior”, no se ha quedado fuera de nuestro drama, sino que ha querido compartir nuestra vida. Los consagrados y las consagradas están llamados a ser signo concreto y profé- tico de esta cercanía de Dios, de éste compartir la condición de fragilidad, de pecado y de heridas del hombre de nuestro tiempo. Todas las formas de vida consagrada, cada una según sus características, están llamadas a estar en permanente estado de misión, compartiendo «las alegrías y las esperan- zas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy, sobre todo de los pobres y de todos aquellos que sufren» (Gaudium et spes, 1). El Evangelio también nos dice que «su padre y su madre estaban ad- mirados por lo que se decía del niño» (v. 33). José y María custodian el estupor por este encuentro lleno de luz y de esperanza para todos los pue- blos. Y también nosotros, como cristianos y como personas consagradas, somos custodios del estupor. Un estupor que pide ser renovado siempre; ay de la costumbre en la vida espiritual; ay de cristalizar nuestros carismas en una doctrina abstracta: los carismas de los fundadores –como he dicho otras veces– no son para sellar en una botella, no son piezas de museo. Nuestros fundadores han sido movidos por el Espíritu y no han tenido miedo de en- suciarse las manos con la vida cotidiana, con los problemas de la gente, recorriendo con coraje las periferias geográficas y existenciales. No se de- tuvieron ante los obstáculos y las incomprensiones de los otros, porque mantuvieron en el corazón el estupor por el encuentro con Cristo. No han domesticado la gracia del Evangelio; han tenido siempre en el corazón una sana inquietud por el Señor, un deseo vehemente de llevarlo a los demás, como han hecho María y José en el templo. También hoy nosotros estamos llamados a cumplir elecciones proféticas y valientes. Finalmente, de la fiesta de hoy aprendemos a vivir la gratitud por el encuentro con Jesús y por el don de la vocación a la vida consagrada. Agra- decer, acción de gracias: Eucaristía. Cuán hermoso es cuando encontramos el rostro feliz de personas consagradas, quizás ya con tantos años como Simeón o Ana, felices y llenas de gratitud por la propia vocación. Esta es una palabra que puede sintetizar todo aquello que hemos vivido en este Año de la Vida Consagrada: gratitud por el don del Espíritu Santo, que ani- ma siempre a la Iglesia a través de los diversos carismas. El Evangelio concluye con esta expresión: «El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él» (v. 40). Que el Señor Jesús pueda, por la maternal intercesión de María, crecer en nosotros, y aumentar en cada uno el deseo del encuentro, la custodia del estupor y la alegría de la gratitud. Entonces otros serán atraí- dos por su luz, y podrán encontrar la misericordia del Padre. Así sea.
  • 10. 10 El martes 2 de febrero de 2016, tras la Misa en la fiesta de la Presen- tación del Señor, el Santo Padre Francisco dirigió un saludo especial a la multitud de religiosos y religiosas consagrados reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Queridos hermanos y hermanas consagrados: Muchas gracias. Participasteis de la Eucaristía con un poco de fresco. Pero el corazón arde. Gracias por terminar así, todos juntos, este Año de la Vida Consagrada. Seguid adelante. Cada uno de nosotros tiene un lugar, un trabajo en la Iglesia. Por favor no olvidar la primera vocación, la primera llamada. Haced memoria: con ese amor con el que fuisteis llamados, hoy el Señor continúa llamándote. Que no disminuya la belleza y el estupor de la primera llamada. Después, continuad trabajando. Es bello continuar. Siem- pre hay algo que hacer. Lo principal es rezar, el centro de la vida consagra- da es la oración. Rezar. Y así envejecer, envejecer como el buen vino. Os digo una cosa, a mí me gusta tanto cuando encuentro a esos reli- giosos, religiosas ancianos, pero con los ojos brillantes porque tienen el fuego de la vida espi- ritual encendido. No se apagó, no se apagó ese fuego. Seguid adelante hoy. Conti- nuad trabajando. Mi- rad el mañana con esperanza pidiendo siempre al Señor que nos envíe vocaciones, así nuestra obra de consagración puede seguir adelante. La memoria: no olvidéis la primera llamada; el trabajo de todos los días. Des- pués la esperanza de ir adelante y sembrar bien. Que otros que vienen de- trás de nosotros puedan recibir la herencia que nosotros les dejaremos. NO OLVIDÉIS LA PRIMERA LLAMADA
  • 11. 11 «La mayor misericordia es invitar a la amistad con Dios» La Orden de Predicadores celebra un Año Jubilar por sus 800 años de vida. Fray Bruno Cadoré, maestro general de los dominicos nos responde: -¿Cómo habría sido la Iglesia sin santo Domingo de Guzmán? Lo primero que viene a la mente son los grandes santos de la Orden, hombres y mujeres como santo Domingo de Guzmán, san Alberto Magno, santo Tomás de Aquino, santa Catalina de Siena, san Martín de Porres, Fra Angélico, san Vicente Ferrer… y también otras figuras importantes, aunque no hayan sido canonizados, como el maestro Eckhart, Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas o Henri-Dominique Lacordaire. También podemos pensar en las muchas maneras en que hombres y mujeres dominicos han predicado el Evangelio en estos 800 años: a través de la palabra y de la es- critura, por medio de su compromiso en favor de los más pobres y la pro- moción de los derechos humanos, a través de la música y las artes, a través de la vida de las comunidades y la celebración de los sacramentos. Los do- minicos hemos sido grandes misioneros, llevando el Evangelio a todos los rincones del mundo, a América del Norte, Latinoamérica, Asia, África y Oceanía. Los dominicos hemos sido en la Iglesia memoria de la primera predicación del Evangelio. Es tarea para toda la Iglesia, una llamada a to- dos los cristianos, y los dominicos queremos recordar que esta tarea no se olvida en la Iglesia. -¿Cuál es la realidad de la Orden hoy? Hay cerca de 6.000 frailes dominicos, unas 2.700 monjas de clausu- ra, unas 23.000 hermanas de vida activa, unos 165.000 laicos dominicos y alrededor de 275 sacerdotes diocesanos que pertenecen a fraternidades sa- cerdotales de la Orden. Hay vocaciones a todas las ramas de la Orden, al menos en algunas partes del mundo. En Europa, por ejemplo, la mayoría son frailes mayores, pero también hay algunos jóvenes que entran cada año, si bien no tantos como antes. En otras partes del mundo, especialmente en el hemisferio sur, hay muchos frailes jóvenes, en Colombia, Nigeria, África ecuatorial, India o Vietnam. La Orden está presente en la mayoría de los países del mundo. Algu- nas de estas presencias, en Europa por ejemplo, vienen desde los orígenes de la Orden, y algunas otras son muy recientes, como Myanmar, Timor Oriental y Tailandia o las Iglesias aún jóvenes de África. Santo Domingo envió a los primeros frailes a los centros universitarios para estudiar, para predicar y establecer conventos. Todavía es una tendencia natural de la Or- PREDICADOR DE LA GRACIA
  • 12. 12 den la de vivir en las grandes ciudades y estar presentes, donde es posible, en los grandes centros universitarios. Para la Orden es una prioridad la re- flexión filosófica y teológica sobre el Evangelio, sobre la situación de los seres humanos y sobre la presencia y las promesas de Dios para la vida humana. Pero también es posible encontrar dominicos predicando en muy diferentes contextos y situaciones. Los dominicos predicamos y enseñamos, escribimos y damos conferencias, publicamos libros y revistas, trabajamos en la televisión y en la radio, predicamos en Internet y utilizamos las redes sociales para construir fraternidad entre las personas, para compartir expe- riencias, para orar juntos. -¿Se están incorporando laicos en la espiritualidad de la Orden? Hay en torno a 165.000 hombres y mujeres que son laicos domini- cos. Viven su vida cristiana según una regla establecida por la Orden que les permite participar del carisma de santo Domingo de una forma adaptada a sus otras responsabilidades. Así, rezan y estudian juntos, y predican de diferentes maneras a través de proyectos específicos encomendados a fra- ternidades concretas o a través de su propia colaboración en la vida parro- quial, en la atención pastoral en escuelas o prisiones, como escritores o pro- fesores, etc. Un grupo más pequeño de laicos pertenecen a Institutos seculares, emiten algunos votos, en particular el del celibato, pero por lo demás se integran en la vida habitual ordinaria y tratan de ser levadura en el mundo. Y en la Orden siempre ha habido, junto con los sacerdotes, hermanos cooperadores –frailes no ordenados–; algunos de los santos más destacados han venido de este grupo, como san Martín de Porres. -El panorama de la evangelización ha cambiado desde santo Domingo. ¿Cómo predican ustedes hoy? Santo Domingo fundó la Orden en una época en que era necesaria una nueva evangelización. Obviamente tenemos medios de comunicación de los que no disponían santo Domingo ni los primeros dominicos: la imprenta y la radio, la televisión e internet, formas de viajar que nunca hubieran imagina- do… Por eso, los métodos de evangeli- zación han cambiado significativamente desde santo Domingo, como también lo ha hecho el contexto en el que se hace la predicación. Pero está presente el mismo entusiasmo y ardor por la predicación.
  • 13. 13 Esperamos que la celebración de los 800 años de vida de la Orden nos dé un nuevo impulso en este sentido. Un Capítulo general en los prime- ros tiempos de la Orden animó a los frailes a «aprender el lenguaje de los vecinos», y debemos continuar haciendo esto. El lenguaje de los vecinos no se refiere simplemente a aprender alemán, francés o español, sino a las for- mas de pensar, modos de conocimiento, métodos científicos, formas cultu- rales de vida, al impacto de las redes sociales. Hay tantas preguntas sobre cómo vivir una vida plenamente humana… y los predicadores del Evange- lio deben afrontarlas en el estudio y la contemplación, antes de atreverse a hablar de estas cuestiones en el diálogo, la enseñanza y la presentación del Evangelio. Sabiendo que su principal responsabilidad es la predicación del Evangelio, la reflexión de la Orden se centra en cómo debe hacerse, aten- diendo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. -El Papa Francisco está poniendo el acento en la misericordia. ¿Cómo ofrecen la misericordia los padres y religiosas dominicas? Una de las antífonas a santo Domingo que cantamos al finalizar la oración de la noche lo describe como «predicador de la gracia». En la Biblia, los términos de gra- cia y misericordia son a menudo intercambiables; se refieren a la vez a la bondad, el perdón, la lla- mada, el amor, el interés, la fide- lidad, la vida, el amor inagotable de Dios. Así, la misión de la pre- dicación de la Orden puede entenderse como una misión de misericordia. La primera tarea de los dominicos fue predicar y oír confesiones. La predicación pretendía abrir el camino a la reconciliación. La celebración del sacramento de la misericordia de Dios fue considerada como la conclusión natural de la predicación. «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?», preguntó la gente a los apóstoles cuando comenzaron a predicar la resurrección de Jesús. Los primeros dominicos podrían haber dicho: «Arrepentíos y confe- sad vuestros pecados». Nosotros decimos: «Deja de lado todo lo que debili- ta y envenena tu vida y busca la plenitud de vida que Cristo vino a darnos». Los dominicos también ofrecemos misericordia en el mundo a través de nuestras obras de caridad, ayudando a las personas en situaciones con- cretas de necesidad. Mostramos misericordia cuando predicamos el Evan- gelio que es la Buena Noticia de la gracia de Dios, que nos llama a la amis- tad con Él. Esta es la mayor misericordia: ser invitados a esta amistad.
  • 14. 14 Bautizada para la vida eterna: la vida de María Victoria duró una hora exacta. Dio mucho amor a quienes la besamos y, de repente, se mar- chó. En mis veinte años de sacerdocio nunca se me había hecho un regalo tan inesperado… Las doce de la noche no son horas para llamar por teléfono, es una frontera psicológica que marca el inicio de la preocupación. Sin embargo, para un capellán de hospital es cosa ordinaria, un asunto que no espera de- mora. Una familia está a punto de dar a luz a su cuarto hijo, es niña y llega con síndrome de Edwards (me tuve que ir a Wikipedia para saber qué me estaban diciendo), una trisomía incompatible con la vida. Bajé a paritorio para hablar con los padres. Me dijeron que, si nacía con vida, querían bautizar a su hija María Victoria. Tenían el aspecto de familia corriente, expectante ante la llegada de un nuevo milagro. Según Wikipedia la niña podía vivir unas horas, una semana, quizá un mes, pero no más. Hablé con una matrona: «Bueno, hay madres que interrumpen el embarazo porque si el bebé llega con esa clase de incompatibilidad prefie- ren ahorrarse el dolor, en cambio las hay que escogen ver a su hijo». No entendí bien el argumento, porque el sentido común nos dice que cada vida, más allá de la voluntad de los progenitores, llega con afán de seguir adelan- te, ya le sobrevenga un tiesto en la cabeza con doce años, un ictus a los no- venta, o una trisomía que solo les ponga una semana por delante. Subí a mi habitación avisando de que me llamaran inmediatamente en el momento del parto. María Victoria nació sin llorar, pronunciaba rítmi- camente una escasa variedad de hipidos, estaba cetrina pero era guapa. No tenía las arrugas típicas de los bebés, que ya llegan al mundo lamentándose de un trauma. Tenía las facciones perfectas. María Victoria llegó a la vida dormida, sugiriendo que por favor no la molestaran. La bauticé sobre el pecho de su madre. Yo era consciente de que era un momento que llevaba en su envés una marca histórica, el niño que ve nevar por primera vez, el pie de Amstrong en la luna, la pulveriza- ción de una marca olímpica. Detrás de mí todo el equipo médico estaba quieto y callado, nunca tanto silencio se acercó tanto a una oración. La ma- dre me dijo: «Padre, ¿es consciente de que acaba de bautizar a mi hija para el más allá y no para esta vida?». Y yo me callé, como si estuviera ante el David de Miguel Ángel. El padre, muy emocionado, besaba a su mujer y a su hija sin ninguna clase de patrón. Llevaron la cama a una habitación aparte para que los pa- LA VIDA CABE EN UNA HORA
  • 15. 15 dres tuvieran más tranquilidad. Entonces, no sé de dónde, aparecieron los hermanos de María Victoria. La ma- dre les había dicho que muy pronto se iba a ir al Cielo y ellos querían estar allí, con su hermanita. Llegaron con un regalo, flores para la recién nacida, estaban dispuestos a no per- derse la fiesta. Eran muy pequeños, de esas edades inciertas con las que uno nunca termina de atinar, no lle- gaban a los doce pero seguro que pasan de siete. La fueron besando con besos de bienvenida, no se esta- ban despidiendo, el suyo era un co- mité de recepción en toda regla. Y pusieron el cuarto patas arriba, se perseguían por aquella habitación de ocho metros cuadrados contando chistes inocentes, se hicieron cientos de fotos… La madre los mandaba callar: «Chicos, que nos van a echar del hospital», y los niños se reían, porque sabían que mamá estaba feliz y no hablaba muy en serio. Y entonces María Victoria se fue al Cielo, solo la madre se dio cuenta de que la niña ya no dormía, había dejado este mundo y sugirió a sus hijos que era hora de marcharse. Los chavales remolonea- ron, pero se fueron. Empezó un pequeño duelo en los padres, ahora sí eran lagrimas de despedida. Una enfermera se me acercó: «Envidio profunda- mente a esta familia». En el backstage, llegaron los funcionarios que habla- ban de los trámites de la funeraria, de protocolos, papeleos, orden de actua- ción, pero eso ocurría en el backstage, yo viví otra cosa. La vida de María Victoria duró una hora exacta, trajo la emoción de su nacimiento, mientras estuvo con vida dio mucho amor a quienes la besa- mos, y de repente se marchó. Todo estuvo allí muy concentrado, la emo- ción del parto, esa alegría inesperada de ponerse a vivir, como si viniéra- mos al mundo polinizados por un misterio profundo, la enfermedad y el momento de la separación. No hace falta decir que es la primera vez que veo el ciclo completo de una vida y quizá parezca extraño, pero aquella noche fue inolvidable. En mis veinte años de sacerdocio nunca se me había hecho un regalo tan inesperado. Javier Alonso Sandoica (Alfa y Omega)
  • 16. 16 Momentos antes, en un clima de amistad, Jesús había pedido fer- vorosamente: "Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti" (Jn. 17,1). Sabía perfectamente que su glorificación pasaba por esta hora, su hora, la hora de Dios. Le faltaba una cosa o mu- chas cosas en una, después de tantas obras buenas como había hecho: la Pasión, resumen de sufrimientos físicos y morales. En Getsemaní, la sole- dad, el abandono, el beso y el prendimiento. En el palacio del Sumo Sacer- dote Caifas, burlas, bofetadas, salivazos, calumnias y negaciones. En el Pretorio, azotes, espinas y sentencia capital. En el camino del Calvario, el peso del madero, y en el Gólgota, la muerto de cruz a la hora de nona. Jesús tenía plena conciencia de que su glorificación, como Hijo de Dios y Redentor del hombre, estaba fijada para esta hora, simultáneamente suya y de sus enemigos. Dos relojes sincronizados marcaban la misma hora, en una esfera, blanca como la inocencia y en otra, negra como el pe- cado. La hora de Jesús coincidía con la de sus rivales mas encarnizados, los sacerdotes, representantes de Dios, contra el Hijo de Dios y las tinieblas como símbolo de la lucha contra la Luz. Getsemaní demuestra cómo se puede y se debe glorificar al Padre en momentos difíciles y oscuros, cuando todo se derrumba, al resquebrajarse los cimientos de la confianza y amistad humanas. No hay remedio. Se ave- cina una catástrofe que arrastrará su vida a la muerte: ¡Una muerte de cruz! (Fil.2,8). Jesús oía en Getsemaní que el torrente de su pasión rugía más fuerte que el Cedrón, despeñándose en el valle. Se tambaleaban su nombre y su fama, su persona y al fin, todo se hundía en aquel naufragio. El fracaso era inevitable. A pesar de todo, Jesús ponía su confianza en el Padre y gritaba una y otra vez en medio de la tormenta; "Padre, si quieres, aparta de mí este cá- liz" (Lc. 22,42). Esto era imposible o, mejor, era posible pero no convenía para su glorificación como el Señor (Fil. 2,11). "Era necesario que Cristo padeciera todo esto, y así entrara en su gloria" (Lc, 24,26). Por eso bebió el cáliz hasta las heces, y computó segundo a segundo aquella hora, la más larga de la historia, hasta entregar su espíritu al Padre que lo glorificaría por toda la eternidad. A la entrada de Getsemaní, Jesús, después de comunicar a todo el grupo que deseaba retirarse a orar, hizo una selección previa de discípulos, pasando la selectividad del amor Pedro, Santiago y Juan, elegidos por Cris- to para las grandes manifestaciones mesiánicas. El Maestro les hizo una confidencia singular, aunque ellos no la valoraran en aquellos momentos LA ORACIÓN DE JESÚS EN GETSEMNANÍ
  • 17. 17 por la nocturnidad, el cansancio y el sopor: "Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo" (Mt. 26,38). La primera parte des- cubre la intimidad y las intimidades reservadas de Cristo: amistad profunda, confianza desbordante, sentimientos, emociones a flor de piel, tristeza y angustia mortal. La segunda insinúa la oración como rasgo distintivo del apóstol y como gesto de solidaridad con Jesús. El Señor abrió su corazón manifestando sus secretos personales a los más íntimos, los incondiciona- les, sin que éstos se inmutaran ante la situación. Poco después se durmieron como desentendi- dos de la película coprotagoni- zada por ellos, a pesar del con- sejo y el ejemplo del Maestro que, con el rostro en tierra, gritaba desde lo hondo del al- ma: "Padre, si es posible que pase de mí esta copa pero no se haga mi voluntad sino la tuya" (Mt. 26,39). Los olivos acompañaron a Jesús en aquellas horas de oración desgarradora, como ejercicio de calentamiento para la Pasión. Además respaldaron a los apóstoles dormidos, total- mente ajenos a un drama con visos de tragedia, que empeza- ba a desarrollarse entre bambalinas de tinieblas interiores y exteriores. Los discípulos dormían despreocupados, Jesús oraba insistentemente en lo mis- mo, como si no hubiera más que pedir en aquella noche triste. La oración personal, como verdadero masaje de robustecimiento so- brenatural antes de la lucha, faltó desafortunadamente en el primer conjunto apostólico. En nuestros días, sufre eclipses parciales o totales en personas dedicadas a la evangelización del hombre. La carencia de este valor se hace más notoria en los preferidos. Pedro no dijo como en el Tabor, podemos hacer aquí tres tiendas (Mt. 17,4). A pesar de la reiteradas promesas, se rin- dió al sueño, los demás hicieron lo mismo. A todos les faltó la dosis de ora- ción necesaria para enfrentarse a la prueba, dura prueba que se avecinaba: la fidelidad al Maestro.
  • 18. 18       SOLO ANTE EL VENDAVAL    SOLO ANTE EL VENDAVAL    SOLO ANTE EL VENDAVAL            Estaba hundido en la sima     Estaba hundido en la sima     Estaba hundido en la sima    de su propia soledad,de su propia soledad,de su propia soledad,    con el alma a flor de labioscon el alma a flor de labioscon el alma a flor de labios    y una congoja mortaly una congoja mortaly una congoja mortal    que, anudada a su garganta,que, anudada a su garganta,que, anudada a su garganta,    apretaba más y másapretaba más y másapretaba más y más    el lazo de sus temores,el lazo de sus temores,el lazo de sus temores,    al quererlo desatar.al quererlo desatar.al quererlo desatar.            Temblaba en Getsemaní,     Temblaba en Getsemaní,     Temblaba en Getsemaní,    solo, frente al vendavalsolo, frente al vendavalsolo, frente al vendaval    de la Pasión inclemente,de la Pasión inclemente,de la Pasión inclemente,    que veía despuntarque veía despuntarque veía despuntar    en la mañana morada,en la mañana morada,en la mañana morada,    como aurora borealcomo aurora borealcomo aurora boreal    de las oscuras tinieblasde las oscuras tinieblasde las oscuras tinieblas    y el abandono, al compásy el abandono, al compásy el abandono, al compás    de la traición solapadade la traición solapadade la traición solapada    bajo un beso de amistad.bajo un beso de amistad.bajo un beso de amistad.            Se estremeció todo el huerto,     Se estremeció todo el huerto,     Se estremeció todo el huerto,    oyendo a Jesús gritaroyendo a Jesús gritaroyendo a Jesús gritar    desde el hondo de su alma:desde el hondo de su alma:desde el hondo de su alma:    "No se haga mi voluntad,"No se haga mi voluntad,"No se haga mi voluntad,    cúmplase, Padre, la tuya", cúmplase, Padre, la tuya", cúmplase, Padre, la tuya",     para que intente probarpara que intente probarpara que intente probar    el cáliz de tus designiosel cáliz de tus designiosel cáliz de tus designios    hasta la muerte pascual.hasta la muerte pascual.hasta la muerte pascual.            Pálida, la blanca luna     Pálida, la blanca luna     Pálida, la blanca luna    filtró más su claridadfiltró más su claridadfiltró más su claridad    sobre el rostro sudorososobre el rostro sudorososobre el rostro sudoroso    de Cristo en el olivarde Cristo en el olivarde Cristo en el olivar    cuando el Ángel de Salcillocuando el Ángel de Salcillocuando el Ángel de Salcillo    le dio un calmante de paz, le dio un calmante de paz, le dio un calmante de paz,     indicándole el senderoindicándole el senderoindicándole el sendero    de la victoria final... de la victoria final... de la victoria final...     Jesús acercó sus labiosJesús acercó sus labiosJesús acercó sus labios    y apuró el cáliz, sin másy apuró el cáliz, sin másy apuró el cáliz, sin más.                                                          .                                                          .                                                          A. M. C.A. M. C.A. M. C.   
  • 19. 19               JESÚS RESUCITADO SE APARECE A MARÍA              JESÚS RESUCITADO SE APARECE A MARÍA              JESÚS RESUCITADO SE APARECE A MARÍA            La Madre esperaba y cuando embebida está en oraciónLa Madre esperaba y cuando embebida está en oraciónLa Madre esperaba y cuando embebida está en oración    Te siente a su lado y escucha TU VOZ...Te siente a su lado y escucha TU VOZ...Te siente a su lado y escucha TU VOZ...    goza ya encendida Tu Resurrección.goza ya encendida Tu Resurrección.goza ya encendida Tu Resurrección.           Un estrecho abrazo os funde a los Dos...Un estrecho abrazo os funde a los Dos...Un estrecho abrazo os funde a los Dos...    Te besa las llagas, se abrasan sus labios con nuevo calor...Te besa las llagas, se abrasan sus labios con nuevo calor...Te besa las llagas, se abrasan sus labios con nuevo calor...    fruto deseado de Resurrección.fruto deseado de Resurrección.fruto deseado de Resurrección.           Descubre el Costado Jesús Salvador...Descubre el Costado Jesús Salvador...Descubre el Costado Jesús Salvador...    a la Madre amante, que tanto sufrió...a la Madre amante, que tanto sufrió...a la Madre amante, que tanto sufrió...    para que Le bese la herida brillante que la lanza abrió...para que Le bese la herida brillante que la lanza abrió...para que Le bese la herida brillante que la lanza abrió...    recibe la Virgen en frutos sabrosos Tu Resurrección.recibe la Virgen en frutos sabrosos Tu Resurrección.recibe la Virgen en frutos sabrosos Tu Resurrección.           Ya todo ha pasado. Ella, como Madre, siente aún dolor,Ya todo ha pasado. Ella, como Madre, siente aún dolor,Ya todo ha pasado. Ella, como Madre, siente aún dolor,    con gozo mezclado de alegres recuerdos...con gozo mezclado de alegres recuerdos...con gozo mezclado de alegres recuerdos...    percibe esa voz que la llama ¡MADRE!percibe esa voz que la llama ¡MADRE!percibe esa voz que la llama ¡MADRE!    y lee en los ojos del Hijo mejor...y lee en los ojos del Hijo mejor...y lee en los ojos del Hijo mejor...           Ya ha pasado todo: desprecios, tristezas, azotes,Ya ha pasado todo: desprecios, tristezas, azotes,Ya ha pasado todo: desprecios, tristezas, azotes,    corona de espinas, angustia, traiciones, ¡pavor!corona de espinas, angustia, traiciones, ¡pavor!corona de espinas, angustia, traiciones, ¡pavor!    muerte, enterramiento, negrura, sabor de amargura...muerte, enterramiento, negrura, sabor de amargura...muerte, enterramiento, negrura, sabor de amargura...    ¡Alégrate! Madre Ya todo pasó.¡Alégrate! Madre Ya todo pasó.¡Alégrate! Madre Ya todo pasó.           Vivamos como Ella, que, sufriendo, amó,Vivamos como Ella, que, sufriendo, amó,Vivamos como Ella, que, sufriendo, amó,    las gracias sublimes que Cristo alcanzó para los humanos:las gracias sublimes que Cristo alcanzó para los humanos:las gracias sublimes que Cristo alcanzó para los humanos:    una gloria eterna de Resurrección.una gloria eterna de Resurrección.una gloria eterna de Resurrección.       Carmen CerezoCarmen CerezoCarmen Cerezo   
  • 20. 20 Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo Domingo, 28 de febrero de 2016, a las 7 de la tarde, en nuestro Monasterio, tuvo lugar un CONCIERTO SE- LECTO para seguir con la festejos en este JUBILEO que estamos celebran- do con motivo de los 800 años de la fundación de nuestra ORDEN. Los protagonistas de este acontecimiento “DOMINICA PRAEDICARE” son: PALOMA GÓMEZ BORRERO, que recitó poemas sobre Santo Domingo. LUIS SANTANA, barítono y ANTONIO LOPEZ SERRANO, que acom- pañó con el piano. Todo preparado, la Iglesia completamente abarrotada de fieles, y eso que era un día desapacible, de invierno crudo. No faltaron al evento, nuestros hermanos Dominicos, 5 Frailes del Convento de Villava, y el P. Alfonso Salas O.P. que vino desde Caleruega. Se retiró el Santísimo, y no faltó detalle de las sacristanas y herma- nas de la Comunidad para que to- do estuviera en su punto. Y que decir, de nuestro técnico Miguel Paulis, que une a su profesionali- dad, su carnet de identidad de buen cristiano y que no descansa para ayudar a todo lo que sea real- zar el culto divino. Y a su lado el sacerdote diocesano, Dn. Esteban Munilla, especialista en los medios de comunicación, entre otras cosas y hermano carnal de nuestro Sr. Obispo Dn José Ignacio Munilla . Comienza Paloma su presentación: Con no poca emoción estamos hoy en San Sebastián, después de haber vivido con la querida familia dominicana en Caleruega, el día históri- co de la creación de la nueva Provincia Hispania, en la patria chica del San- to Fundador, Domingo de Guzmán. Se encontraban el Maestro General de la Orden, Fray Bruno y Fr. Jesús, el Prior Provincial de la nueva Hispania. CONCIERTO: DOMINICA PRAEDICARE
  • 21. 21 Hoy volvemos a vivir en este querido convento de Dominicas, con gozo y devoción, al Fundador Domingo de Guzmán, que entregó su vida al Señor y a través de la predicación… de la Palabra que es Cristo. En los 800 años de la Fundación de la Orden queremos ofrecer este concierto-recital hecho de música y poesía y lo hemos unido a otra gran santa castellana… Teresa de Jesús, intrépida y valiente como Domingo. Teresa de Cepeda que estuvo muy vinculada a los Dominicos ya que en la reforma del Carmelo, le guiaron los hijos de Santo Domingo. Domingo de Guzmán fundó la Orden en plena herejía Albigense y mientras el Papa Inocencio III pretendía controlarla con la espada (como una Cruzada), Domingo va hacia ellos con la predicación. La palabra de Dios transmitida ante todo con la caridad. En estos momentos de violencia y odio contra los cristianos en tantos lugares… y no solo fuera de nuestras fronteras sino en España, con enfren- tamientos ideológicos, provocaciones que hieren, que pisotean ideales y sentimientos, cobra mayor autenticidad lo que Santo Domingo predicaba: que Dios debe ser creído y anunciado mediante el amor y el diálogo. Inter- calamos poemas, canciones y claro está, que no podemos dejar de contar alguna anécdota de San Juan Pablo II que aprendió español, y a los 28 años, siendo joven sacerdote, en 1946 llegó a Roma y estudió en el prestigioso “Angélicum” de los dominicos, donde hizo el Doctorado sobre San Juan de la Cruz, bajo la dirección del profesor en historia ascética y mística, Padre Paul Philipp en el convento dominicano mencionado. Amor a Dios y a la Santísima Virgen, los dominicos eran llamados “los frailes de María” Vamos a comenzar el concierto en la for- ma como se despierta en un convento de Domi- nicas o Dominicos, con las tres campanadas que anuncian como si fuera una diana que indica que hay levantarse y ofrecer la jornada a Dios... Ave María Gratia Plena, Dominus Tecum… el claus- tro adormecido se despierta, al tintineo de la campanilla, paz en la creación, gozo profundo ante el saludo que a la Virgen Madre los frailes de Domingo cantan al alba... Ave María, lucero matinal, fuente sellada. Ave María, llena de gra- cia, el Señor es contigo… los hijos de Guzmán tienen sed de tu agua, siempre los protegiste y siempre te cantaban como su fundador por los caminos, el Ave María Stella, del Mater alma, esta Orden es tuya, tuya siempre María, los cuidas y los guardas bajo los
  • 22. 22 pliegues de tu manto azul frescor de gozo virgen ¡Oh Reina Inma- culada!... (sigue el barítono Luis Santana, con el canto del Ave María de Giulio Caccini, acom- pañado por el pianista Antonio López Serrano). Y ahora vamos a recorrer el claustro el claustro en busca de Domingo, a través de la niebla que lo invade todo, en el quicio del tiem- po de estas viejas paredes, una mística de fe, nos abraza los sueños, apenas se escucha ruido, un silencio celestial, nos acoge sincero, en la distancia del tiempo, ocho siglos de camino, aun perdura su anhelo… (se interpreta “Siguiendo las huellas de Domingo”, compuesta para este Jubileo por el Maestro Javier Centeno). Ha llegado Domingo, todo canta su nombre y una dominica, Sor Ma- ría Eugenia Maeso O.P., nos lo dice así: Una paloma azul que cruzó mi ventana me susurró… Domingo, y la hoja del árbol que cayó ante mis pies, me repitió… Domingo, y la inmensa llanura que se abre a mi mirada y que sus ojos vieron, y las lomas verdosas y el agua cristalina y las flores del campo… Todo canta a Domingo… (a continuación, se canta del Ave María de Charles Gounod) Después de recitar “Oh Domingo festivo” se entona el Ave María de Franz Shubert. Y tras el canto del Ave María, Paloma declama “Yo tengo un hábito blanco” del fraile Fr. José María Guervós O.P.: Yo tengo un hábito blanco, como una vida que empieza, y, como grito de muerte, lo cubre una capa negra… Y es perfecto; que al mirarlo, vida y muerte se recuerdan, y vida y muerte se hermanan, y se amigan, y se besan, y no es ya la muerte signo, de terrores y tristezas, no es ya ni muerte tan solo, que es, ¡puerta de vida eterna! ¡Que meditación tan honda mi cuerpo sobre sí lleva! La vida y la muerte juntas, como alegres compañeras, ¡qué prodigio de equilibrio, y que lección de prudencia! Negro y blanco, muerte y vida, seguiréis siendo en la tierra, pero en el cielo seréis, negro y blanco, ¡vida eterna!
  • 23. 23 Continuó Paloma deleitándonos con anécdotas vivenciales propias acerca de san Juan Pablo II. Nuestro Obispo que estaba presente, subió al presbiterio, para saludar a Paloma: Conocí a Paloma antes de ser Obispo, siendo párroco en Zu- márraga y para la inauguración de la nueva Parroquia del Salvador por el año 2001, se nos ocurrió, -entonces todavía vivía el Papa-, a que nos hablase de él, así nos co- nocimos y a partir de entonces, la Providencia, hizo que nos encon- tráramos en otras ocasiones. Palo- ma ha sido para mi una referencia de amor y cariño a la Iglesia y al Papa, al que debemos amar pues según decía la dominica Santa Catalina de Siena, es el Dulce Cristo en la tierra. Muchas gracias Paloma y acompañantes por esta bella integración de música y poesía, para que podamos vivir aquí en San Sebastián, en el Mo- nasterio de las M.M. Dominicas, este Jubileo de los 800 años de la funda- ción de la Orden. Para finalizar, todos juntos cantamos, el LAUDARE, BENEDICE- RE, PRAEDICARE. Alabar, con nuestros santos a Dios. Bendecir con el alma y corazón. Predicando proclamamos su Palabra. Presencia del amor de Dios. Presencia profética, Presencia compasiva, Sembradores de espe- ranza.
  • 24. Edita: MM.Dominicas Consejo de Redacción. Dominicos seglares y Cofradía del Rosario Dirección: Monasterio de Santo Domingo Avda. A. José Elósegui, 75 20015 SAN SEBASTIÁN ( Guipúzcoa ) Teléfono . 943-270703