2. Un microrrelato es un cuento muy breve,
no un fragmento de un texto más largo.
Hay microrrelatos de muchos tipos: de
humor, de amor, de terror, fantásticos... El
de la siguiente diapositiva es un poco
cruel. Complétalo y luego da tu opinión
sobre él.
3. Rellena los huecos con las palabras en negrita
alhajas apilando atraviesan azar Bizco bolsa botín ciudad
compañeros frontera ganar hombros mesa mientras
naipes por resuelto retirada ruinas saqueado velas
Bandidos asaltan la _______de Mexcatle y ya dueños del botín de guerra
emprenden la _______. El plan es refugiarse al otro lado de la ______, pero
_________ tanto pasan la noche en una casa en _______, abandonada en el
camino.
A la luz de las _______ juegan a los ________. Cada uno apuesta las prendas que
ha ________. Partida tras partida, el ________favorece al Bizco, quien va
__________ las ganancias debajo de la _______: monedas, relojes, ________,
candelabros...
Temprano _____la mañana el Bizco mete lo ganado en una ____, la carga sobre
los ____ y agobiado bajo ese peso sigue a sus ____, que marchan cantando hacia
la frontera. La __________, llegan sanos y salvos a la encrucijada donde han
_________ separarse y allí matan al _________. Lo habían dejado __________
para que les transportase el pesado _________.
Anderson Imbert, Enrique
4. ¿Te parece que es fácil contar una
historia en tan pocas palabras?
¿Crees que, pese a su brevedad,
tiene interés? ¿Serías tú capaz de
escribir uno?
5. Ahora vamos a leer otros microrrelatos
de muy diversos tipos:
El pozo
Luis Mateo Díez
Mi hermano Alberto cayó al pozo
cuando tenía cinco años. Fue una de
esas tragedias familiares que sólo
alivian el tiempo y la circunstancia de la
familia numerosa. Veinte años después,
mi hermano Eloy sacaba agua un día
de aquel pozo al que nadie jamás había
vuelto a asomarse. En el caldero
descubrió una pequeña botella con un
papel en su interior. “Éste es un mundo
como otro cualquiera”, decía el
mensaje.
6. El viejo, su mujer y el ladrón
Era un mercader rico, pero muy viejo, que
tenía una mujer joven y hermosísima, a la que
él mucho amaba. Una noche entró un ladrón
en casa del mercader, y su mujer, que estaba
despierta, tuvo tanto miedo, que se metió en la
cama de su esposo y le abrazó tan reciamente,
que lo despertó. Entonces él vio al ladrón y le
dijo: "Toma cuanto pudieres llevar y vete sin
miedo, porque me has dado la dicha de que
mi mujer me abrace".
7. El árbol de la vida
Juan Pedro Aparicio
Encontró el árbol de la vida y no se lo dijo a nadie.
Él solo comió de sus frutos. Y solo quedó en el mundo
cuando la Humanidad desapareció.
Ahora busca por toda la eternidad el árbol de la muerte.
8. Las llaves de Stella
Jorge Ariel Madrazo
Ste lla abrió la pue rta de su casa, radiante co mo
sie mpre . Entre cuatro de do s de su mano de re cha- e n
po sició n supina- ag itaba las llave s y co n la o tra mano
suje taba a su pe rra blanca, Ste phanía, a la q ue lle vaba
al pase o no cturno . De pro nto co mpro bó : ya no te nía las
llave s. N unca apare ce rían. En la sig uie nte o po rtunidad
afe rraba la co rre a pe rruna cuando , e n una distracció n
o alg o así, advirtió co n alarma q ue ya no la suje taba.
De la pe rra, nunca supo . Una no che de l me s sig uie nte
apo yó una mano e n una pare d de su casa y ¡zaz! é sta se
e sfumó ante su ate rrado e stupo r.
De cidió e nto nce s invitar a salir al ho mbre a q uie n
o diaba, lo afe rró de un brazo co n fue rza. N ada. Ste lla
ig no raba q ue e l do n de las de saparicio ne s le había sido
o to rg ado po r e l dio s bro mista só lo para se r e je cutado
tre s ve ce s. Re sig nada, Ste lla de scubrió e n cambio q ue e l
ho mbre no e ra tan de sag radable . Y po se ía llave s, pe rro
y casa.
9. Paternidad responsable
Carlos Alfaro
Era tu padre. Estaba igual, más joven incluso que antes de su
muerte, y te miraba sonriente, parado al otro lado de la calle,
con ese gesto que solía poner cuando eras niño y te iba a
recoger a la salida del colegio cada tarde. Lógicamente, te
quedaste perplejo, incapaz de entender qué sucedía, y no
reparaste ni en que el disco se ponía rojo de repente ni en que
derrapaba en la curva un autobús y se iba contra ti
incontrolado. Fue tremendo. Ya en el suelo, inmóvil y medio
atragantado de sangre, volviste de nuevo tus ojos hacia él y
comprendiste. Era, siempre lo había sido, un buen padre, y te
alegró ver que había venido una vez más a recogerte.
10. Ajuar funerario
Fernando Iwasaki
Cuando llegué al sanatorio, encontré a
mi madre enlutada en las escaleras.
-Pero mamá, tú estás muerta.
-Tú también, mi niño.
Y nos abrazamos desconsolados.
11. Después de muchos años ha vuelto la vida a la vieja
mansión familiar y todo me resulta nuevo y extraño: los
cuadros, la vajilla, los muebles.
Hay algo aterrador que
me impide reconocer
cuanto me rodea, pero
lo peor es la niña que
viene por las noches a
mi cuarto para
atormentarme de
nuevo con ese horror
azul en los ojos. Dice
que es su cuarto, pero
yo estaba aquí mucho Aire de familia
antes. Fernando Iwasaki
13. Estaba sentado en la terraza de mi chalet.
De repente escuché ruidos dentro de la casa. Me
asomé por la ventana y pude ver al ladrón
robando. Al lado de la puerta había una pistola,
seguro que se le había caído a él. Sin miedo, y al
oír una sirena de policía, no lo pensé, disparé
con puntería sobre la pierna del hombre y llamé
al coche patrulla. Se lo llevaron y yo seguí
leyendo mi libro en el porche.
14. Adiós
Y allí estábamos otra vez, mi padre y yo ante la colosal
arquitectura. No me cabía en la cabeza que ese edificio
que irradiaba tanta majestuosidad pudiera ser la
residencia del sufrimiento.
Entramos y subimos a la sexta planta: Cardiología, y
nada más salir del ascensor estaba el abuelo con una
sonrisa de oreja a oreja, estuvimos hablando toda la
tarde. Y al salir supe que ese era el final y que nada sería
igual sin...MIS PLAYERAS.