PIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonables
Yo, claudia
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“…Trauma precoz-Defensa-Latencia-Desencadenamiento de la neurosis-Retorno parcial de lo
reprimido; he aquí la fórmula que establecimos para el desarrollo de una neurosis. Ahora invitamos
al lector a que dé un paso màs, aceptando que en la vida de la especie humana acaeció algo similar
a los sucesos de la existencia individual, es decir, que también en aquella ocurrieron conflictos de
contenido sexual agresivo que dejaron efectos permanentes, pero que en su mayor parte fueron
rechazados, olvidados, llegando a actuar sólo màs tarde, después de una prolongada latencia, y
produciendo entonces fenómenos análogos a los síntomas por su tendencia y su estructura…”
(Sigmund Freud , “Moisés y la religión monoteísta”, Edición Alianza Editorial S,A,, 1984, página 113
Yo, Claudia
Tiempo lento, brutal. Como escondiendo parte de lo que somos. A gritos, el silencio se apodera de
los espacios. Ciudad que se ha tornado precaria en lo que el amor fraterno reivindica. Y vamos
hablando. Vamos pasando calles en absoluta soledad. Como que, cada quien, sigue insistiendo en
ser uno solo o una sola. De tanto leer y escuchar estadísticas que vuelan. Como puro novelón
palaciego. Y ni si quiera, las pautas, permiten avizorar algún sentido de pertenencia. En lo que supone
convocar al entendido preciso. ¡Que la pandemia, sigue abriendo brecha. Que lo que fuimos ya no
seremos!. Espíritu agarrotado. De tanto ver la torpeza que pretende empoderarse, a nombre de la
esperanza. Gobernanzas sigilosas o abiertas. Cada quien por fuera de la certeza.
Y sí que, este tiempo, como que recuerda lo que hemos sido, somos y seremos. De tanto silencio
íngrimo. De tanta pulsión de soledad manifiesta. Y se potencian las voces que pretenden desaparecer
la holgura de cada sujeto. Como caminando en un entendido de familia desamparada. Un universo
de velocidades aciagas. Dando cuenta de contagios y de quienes van muriendo. Quisiéramos volver
a la calidez. Pero como que solo enhebramos el vacío causado por la ausencia de la ternura real,
cierta. Como que hemos perdido el rumbo. En este sentimiento de pura zozobra.
Cómo anhelamos la presencia de la madre guía que no podemos ver. De la sinceridad perdida, de
tanto escuchar palabras que se tornan aviesas. Como en esa lejanía, envolvente. Como cuando las
escenas de lo cotidiano, simplemente se repiten en la precondicionalidad. De lo que era antes la
figura de lo societario. Amplia disertación en torno al barrio. Y la posición de los otros y las otras.
Y siguen las sombras acompañando todos los pasos. Todas las ideas y las ilusiones. País sufriente.
Tanto como entender que, al mando, sigue la pavura de poderes camuflados o abiertos. De
trastrocamiento de los valores. Poder ampuloso y perverso. Que deviene en florituras aspaventosas.
Que pretenden esconder las afugias. Y el dolor causado por los asesinatos selectivos. De los matones
dirigiendo ejército y policía. En velocidad nutriendo de vejámenes. a las etnias. A las niñas,
violentadas. En exacerbación de acciones de lesa humanidad. Poder pretendidamente solidario. Pero
que, en el día a día, es mera expresión de intereses de quienes, siempre, han instaurado el control.
De quienes han tenido el poder económico y politico.
Nefasta política al mando. Y, como si nada, siguen imponiendo su visión de futuro. Galopando sobre
la miseria de quienes somos sometidos y sometidas. Y sí que, el nervio punzante de la vida; se ha
venido diluyendo. En el dolor de la pandemia que se extiende. En la ausencia de posibilidades de
subsistencia. Como que vamos el horizonte acechante. Con todo dispuesto por los beneficiarios del
poder. Presentando, a cada paso, lugares comunes. En agrio manejo del sistema de salud. Con
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mentirosos mensajes que pretenden desconocer una crisis que siempre ha estado ahí, latente. Pero
que, ahora, rompe, potente.
Estadísticas de los voceros de palacio. Torcidas ejecuciones que ejercen como logotipo perverso.
Anclado en ilusionarios impertinentes. Una noción de justicia que va y viene permitiendo las tropelías
de chafarotes y de bandidos que siempre han sido. Y hay quienes siguen dando tumbos. En veces
frenéticos. Casi emparentados con los pirobos que gobiernan con los valores de Centro Democrático.
Templarios modernos. Que desconocen cualquiera alusión a derechos fundamentales. La vida no vale
nada, para ellos y ellas. Puros vozarrones de origen fascista. Y lo digo sin pretender necedades
demagógicas. Simplemente es como, en este tiempo lento, brutal, reclamar el derecho a entender la
dinámica que nos va llevando al colapso. En medio de la palabrería del sujeto presidente y de sus
epígonos.
Mando nefasto. Estadísticas manejadas a puro pulso de intereses políticos. La pandemia que erosiona
el espíritu. La soledad del yo inmediato, tendencial, profundo. Sentir la vida en el vuelo de muerte.
Y, a cada palabra de las voces oficiales, sintiendo que no existe unidad de mando. Versiones de cada
quien. Según sea el día y la necesidad de quienes manejan los medios. Llamados burlescos a la
unidad. Es algo asì como sentir la necesidad de reconocerse como personas que hemos visto la
desvertebración constante. Como en esa canción que habla del juego de la vida. O, en un esfuerzo
de mayor vuelo, recordando la soledad pintada por Freud. En donde, lo colectivo, se expresa como
neurosis ampliada. Sin el resguardo cálido de las ilusiones perdidas. Y, en ese ardor policròmico, nos
subsumimos. De cuarentena y en cuarentena. Rigurosa o simple. Siendo lo único cierto, el hecho de
ser violentados y violentadas en lo que màs amamos: el ser libre, creativo y lúdico. Envolventes
mensajes aciagos.
La mentira se ha convertido, también, en pandemia. La dolencia de ser mal informados e informadas.
Sistema de salud, encasillado. Ministro mentiroso. En puro vuelo extendido hacia el fortalecimiento
del sujeto presidente y de sus corifeos. Situaciones que están ahí y que nunca serán explicadas.
Pruebas que pruebas yendo en el cada día. Que si son, pero que no dan prueba de nada. Miserable
emplazamiento a quienes estamos a merced de datos manejados al garete. Casi como endilgándonos
la velocidad de las afectaciones. Casi como diciéndonos que todo puede pasar. Y que lo que pase
será de responsabilidad nuestra.
Tiempo lento, brutal. Como escondiendo parte de lo que somos. A gritos, el silencio se apodera de
los espacios. Ciudad que se ha tornado precaria en lo que el amor fraterno reivindica. Y vamos
hablando. Vamos pasando calles en absoluta soledad. Como que, cada quien, sigue insistiendo en
ser uno solo o una sola. De tanto leer y escuchar estadísticas que vuelan. Como puro novelón
palaciego. Y ni si quiera, las pautas, permiten avizorar algún sentido de pertenencia. En lo que supone
convocar al entendido preciso. ¡Que la pandemia, sigue abriendo brecha. Que lo que fuimos ya no
seremos!. Espíritu agarrotado. De tanto ver la torpeza que pretende empoderarse, a nombre de la
esperanza. Gobernanzas sigilosas o abiertas. Cada quien por fuera de la certeza.
Y sí que, este tiempo, como que recuerda lo que hemos sido, somos y seremos. De tanto silencio
íngrimo. De tanta pulsión de soledad manifiesta. Y se potencian las voces que pretenden desaparecer
la holgura de cada sujeto. Como caminando en un entendido de familia desamparada. Un universo
de velocidades aciagas. Dando cuenta de contagios y de quienes van muriendo. Quisiéramos volver
a la calidez. Pero como que solo enhebramos el vacío causado por la ausencia de la ternura real,
cierta. Como que hemos perdido el rumbo. En este sentimiento de pura zozobra.
Cómo anhelamos la presencia de la madre guía que no podemos ver. De la sinceridad perdida, de
tanto escuchar palabras que se tornan aviesas. Como en esa lejanía, envolvente. Como cuando las
escenas de lo cotidiano, simplemente se repiten en la precondicionalidad. De lo que era antes la
figura de lo societario. Amplia disertación en torno al barrio. Y la posición de los otros y las otras.
Y siguen las sombras acompañando todos los pasos. Todas las ideas y las ilusiones. País sufriente.
Tanto como entender que, al mando, sigue la pavura de poderes camuflados o abiertos. De
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trastrocamiento de los valores. Poder ampuloso y perverso. Que deviene en florituras aspaventosas.
Que pretenden esconder las afugias. Y el dolor causado por los asesinatos selectivos. De los matones
dirigiendo ejército y policía. En velocidad nutriendo de vejámenes. a las etnias. A las niñas,
violentadas. En exacerbación de acciones de lesa humanidad. Poder pretendidamente solidario. Pero
que, en el día a día, es mera expresión de intereses de quienes, siempre, han instaurado el control.
De quienes han tenido el poder económico y politico.
Este es un tiempo brutal. Casi como réplica de un dolor extendido. Van pasando hechos. Casi todos
como desilusión. Es un vuelo a ras de la tierra. Como si todo ser en sí, sintiera la fuerza desmedida
de la soledad; de la caída vertical. Valores que se traslapan. Voces que hieren como arengas
perdularias. Como contraternura aviesa.
La alcaldesa Claudia Nayibe López Hernández, como inmersa en lo que pudiéramos asociar al
Síndrome de Estocolmo. Que, para el caso, sería el síndrome del Palacio de Nariño. Como que las
oscilaciones pendulares estuvieran ajustadas a periodos insanos. Vertebrando opciones a la manera
del complejo de culpa de Kierkegaard
“Me cuesta dominar la ansiedad que me acomete en este instante en que me resuelvo a transcribir,
con el mayor cuidado, la copia que entonces hice con precipitación y con el corazón alterado. Pero
incluso hoy, no obstante, siento idéntica inquietud y me hago idénticos reproches…” (Soren
Kierkegaard, Diario de un seductor, en www.elaleph.com, página 1)
Y todo cosido enhebrando la aguja del tenebroso poder de la dictadura civil de Iván Duque Márquez
y su Partido Centro Democrático. Deslizándose (la alcaldesa) hacia lo más profundo del pulso
militarista. En un afán de presentarse como prístina defensora de lo que ella llama “nuestra fuerza
pública”.
Es decir, ella, ya no tiene pudor. Ha ensombrecido su lenguaje y sus actuaciones. Las acotaciones
expresadas el día martes 10 de agosto de 2021 son propias de quien ha dejado de ser representante
de una opción humanista y democrática. Como lisonjera sujeto que trata de hacer creer que soldados
y policías son el soporte de del Estado Social de Derecho.
Pero, a decir verdad, no es la primera vez. Claudia López nunca hizo un pronunciamiento ante el
asesinato colectivo de cuarenta detenidos en la Cárcel Modelo, en marzo de 2020. Cuando el Inpec
y la policía los mataran en condición de indefensión. Por esa misma época avaló la versión del médico
pistolero que mató a tres personas disparándoles con pistola de alta gama. De aquellas que disparan
ráfagas, argumentando que le iban a robar y que estaban armados. Y tal parece que las armas de
las víctimas eran navajas, O, cuando mucho, cuchillos…de esos de pelar papas. Y, entonces, prosperó
la tipificación de “defensa propia”.
Y, en agosto 10, arremetió en contra del Senador Gustavo Bolívar y en contra de su Movimiento
Politico “Colombia Humana”. Una versión mendaz. Propia de los chafarotes que ella llama “nuestros
policías y soldados de la patria”. Ya, Claudia López, está del lado del cretino inquilino de la Casa de
Nariño y de su Partido neo fascista Centro Democrático. Pero lo más grave aún es que ha tratado de
ocultar parte de la verdad. Porque, entre otras cosas, el video tomado por una persona no
propiamente de Colombia Humana y que muestra imágenes en las cuales no solo se ve a “sus policías”
en actitud, por lo menos, muy extraña cerca al bus que fue incinerado. Asimismo, Claudia López, ha
enmudecido ante las quejas del movimiento de ciudadanos y ciudadanas defensoras de uno de los
humedales en Suba que fueron violentados y violentadas por “sus policías”. Como dirían las tías “puso
el grito en el cielo por la muerte de uno de “sus policías”; pero no se ha pronunciado ante el hecho
que involucra a uno de “sus policías” en la muerte de dos personas en un establecimiento público en
donde estaba bebiendo y les disparó en indefensión. Obviamente “su policía pistolero” sigue como si
nada.
El día 12 de agosto de 2021, mientras Claudia López visitaba a uno de “sus policías” herido y cuando
supuestamente asistía a una reunión en la Secretaría de Educación del Distrito Capital para el
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lanzamiento del Programa de Educación Superior Pública para jóvenes; le pasó lo que pasó con
Belisario Betancur Cuartas en la tenebrosa retoma del Palacio de Justicia en 1985: El ñurido ministro
de defensa y los chafarotes de “su policía nacional”, dieron golpe de mano al poder civil de Bogotá
D.C. ;modificaron todo lo concerniente a la politica pública de seguridad ciudadana. En una repartija
que hace inocua cualquier expresión democrática. Todas las Alcaldías Locales quedarán subsumidas
al mando de los chafarotes.
“…Era muy demadrugada,cuando Abrahamselevantó,abrazó a Sara,desposadadesu vejez,y Sara
besó a Isaac,quelehabía librado dela vergüenza y era su orgullo y la esperanza desu descendencia.
Cabalgaron en silencio duranteel camino y Abrahamno levantó losojosdelsuelo hasta quellegó el
cuarto día,entoncesalzó la mirada y vio a lo lejos el monteMoriah,y de nuevo susojosvolvieron al
suelo. En silencio recogió la leña para el sacrificio y en silencio ató a Isaac: en silencio empuñó el
cuchillo: entonces vio el carnero que Dios había dispuesto. Lo sacrificó y regresó al hogar… Desde
aquel día Abraham fue un anciano; no podía olvidar lo que Dios le había exigido. Isaac continuó
creciendo,tan florido como antes;pero la mirada de Abrahamsehabía empañado y nunca másvio
la alegría…” (Soren Kierkegaard, Temor y temblor, en www.academia.com, página 34)