1. La culpa no es de la Troika.
Manfred Nolte
Los graves episodios de guerrilla callejera registrados en Bilbao el pasado 3 de
marzocon motivo de la celebración en el Museo Guggenheim de un „Foro
Económico‟ del máximo relieve internacional invitan a formular algunas
consideraciones no tanto sobre sus consecuencias directas sino, sobre todo, en
relación a sus efectos secundarios.
Como ha sentenciado el representante de nuestroConsistorio, los hechos
acaecidos en esa fecha constituyen “uno de los ataques de violencia y
vandalismo más duro y grave que ha sufrido en su historia la Villa de Bilbao, un
ataque de violencia organizada y orquestada contra la ciudad en su conjunto”.
Es verdad que por unas horas los autores de los destrozos en la principal arteria
de la Villa y en el Casco Viejo, -un nutridogrupo de terroristas de baja
intensidad-, han despertado viejas pesadillas de luchas callejeras y terroretarra.
Pero las cosas están en su sitio yla contundente repulsa de los hechos por parte
de la Sociedad e Instituciones vascas ha consolidado en sus posiciones a los
demócratas, que siguen siendo la gran mayoría. Con la cerrada repulsa de
aquellos sucesos, la vida vuelve a sus afanes, aventurando además que lo
acaecido responderá a un hecho aislado, que por otra parte se produce con
alguna frecuencia en otros países y ciudadescuando se congregan las elites de la
gobernanza mundial. Condenable y condenado , el hecho queda
contextualizado, se relativiza,y nuestra urbe recupera la paz perdida durante
algunas horas.
Todo podría acabar ahí, si no fuera porque al hilo del debate abierto con
posterioridad a los referidos episodios de violencia, se ha ido tejiendode forma
aparentemente inocente y tangencialun discursocuyos limites, de seguir
expandiéndose,pueden hacer variar nuestra interpretación de la
1
2. realidadeconómica y consiguientemente el juicio que merecen las medidas y
sacrificios en curso para superar la grave crisis que aun nos atenaza.
Y es que, lamentablemente, de forma paralela a la condena del vandalismo
callejero, se ha ampliado dicha reprobación –de forma corregida y aumentadaa las propias Instituciones de la „Troika‟ comparecientes en Bilbao ahora hace
una semana. Durante los días siguientes a los episodios narrados hemos visto y
escuchado sin notable oposición de nadiereferirse a la Troika como a una
“cuadrilla de sanguinarios, sicópatas y criminales”, causantes “de estragos en
millones de personas”, “auténticos delincuentes”, defendiendo que los episodios
protagonizados por los radicales son “solo una parte” ya que “la parte principal
se halla en el interior del Museo”, sugiriendo añadidamente que dados “los
crímenes contra la humanidad” cometidos por la Troika, la Ertzaintza, en lugar
de utilizar los dineros públicos a reprimir a los descontentos, debiera proceder a
la detención y entrega a los jueces de Instituciones y personas acusadas de
gravísimos delitos contra la sociedad. Pueden consultar el archivo digital de
nuestra televisión autonómica y seleccionar las tertulias vespertinas de máxima
audiencia de los días 4 y 5 pasados.Salvadas las distancias, el Comunicado
diocesano de días atrás también ha contribuido a echar leña al fuego en alguna
de sus aseveraciones centrales.Tales exabruptos se han extendidocon relativa
naturalidada otros ámbitos escritos y de la Radio, logrando con su
reiteracióncrear un peligrosísimo estado de opinión en el ciudadano medio que
las da por buenas cuando nadie las niega. Lo grave de este discurso no es que se
haya producido sino que apenas ha producido contestación alguna.
Como todas lasdeclaraciones temerarias también estas solo pueden tener su
origen en una intencionalidad bastarda, o alternativamente en la ignorancia
supina de los hechos. Particularmente debo inclinarme por el segundo de las
motivos.
Y es que en la trama de la liquidez oceánica en la que se vio inmersa la economía
española en los años siguientes a la adopción del euro, que arrastró a España a
un desenfreno crediticio, a la acumulación de un insostenible déficit de balanza
por cuenta corriente, a la creación de una imponente burbuja inmobiliaria con
cuyo estallido se destruyeron cientos de miles de puestos de trabajo poniendo al
descubierto un modelo obsoleto y carente de competitividad, poco o nada ha
tenido que ver la Troika. Y en la subsiguiente crisis bancaria derivada tanto de
los excesos del inmobiliario como de la codicia e incompetencia de un grupo de
políticos-bancarios, algunos de ellos hoy encausados, poco o nada ha tenido
que ver la Troika. En nuestras vastas bolsas de corrupción y en la tolerada
economía sumergida poco o nada ha tenido que ver la Troika.
Ha tenido eso si, una influencia decisiva, cuando bajo la providencia de Mario
Draghi, los programas del BCE salvaron de la quiebra a la economía española –
y de rebote a la vasca- a las que ya nadie estaba dispuesta a financiar. Y también
ha tenido un montón que ver en la concesión de una línea multimillonaria
preferencial para rescatar a la Banca, léase a nuestros ahorros depositados en
ella. Y en relación a la condicionalidad que se nos impone, somos nosotros
quienes debemos en todo caso autoimponérnosla porque este país ha firmado
los tratados de la Unión y desea cumplirlos y en todo caso carece de futuro si
año tras año ahonda el agujero de su déficit y arrastra el importe de la deuda a
2
3. niveles insostenibles. No hace falta tampoco recordar que Bruselas ha sido
nuestro secular mecenas desde 1986 volcandomiles demillones de euros en las
arcas españolas, a través de los fondos estructurales y de cohesión.
Naturalmente, este lenguaje no vende porque hay mucho dolor en cada rincón
de nuestra tierra. Pero también porque es extraordinariamente duro
contemplarnos en el espejo global y reconocer un país que necesita
imperiosamente renovarse para retomar el tren del crecimiento. Vende mucho
más, sin duda, criminalizar a otras instancias terceras y entregarse ilusamente a
los tópicos y la demagogia, alimentando el monstruo de un descontento que
amenaza con alejarnos violentamentede una senda de reformas que ya
empiezan a dar sus frutos. Pero, de ser así, la culpa no habrá sido de la Troika.
3