Sistema de Control Interno aplicaciones en nuestra legislacion
(287)long debe y haber de la inmigracion
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DEBE Y HABER DE LA INMIGRACION.
Manfred Nolte
Jeroen Dijsselbloem, Presidente del Eurogrupo, ha advertido días atrás que la
crisis de los refugiados en Europa puede tener una influencia notoria en los
presupuestos de algunos de los países de acogida. Ciertamente la alusión podría
referirse a Grecia, país que pugna por renacer nuevamente de sus cenizas y al
que han llegado –solamente en Octubre- 210.000 personas entre emigrantes y
refugiados, prácticamente el cien por cien de las nuevas llegadas. Bruselas ha
aclarado que no computará el déficit causado a los países que asuman costes
extraordinarios por la atención a refugiados. La inercia oficialista detenta en
consecuencia un discurso defensivo que induce a pensar en primera instancia
que la llegada masiva de inmigrantes representa siempre un quebranto para las
sociedades de acogida.
Verdaderamente, la crisis migratoria está suponiendo un reto monumental para
Europa, un desafío a sus principales postulados éticos, culturales, demográficos
y económicos. Enfrentada a un proceso de integración improvisado, el viejo
continente asume confuso el asilo a los refugiados, al tiempo que carece de un
plan conjunto y evalúa temeroso el peligro que se cierne sobre sus sistemas de
bienestar social, sanidad, educacionales y otros. No puede negarse que en el
corto plazo los flujos migratorios tendrán costes derivados de la regularización
de los huéspedes imprevistos y de la necesidad de ofrecerles cobertura temporal
y recursos para cubrir sus necesidades básicas. ¿Pero son estos efectos
finalmente positivos o negativos? ¿Van siempre en el mismo sentido o son
cambiantes y reversibles?
Las evidencias pasadas pueden aportar elementos de respuesta al futuro
inmediato e inaplazable de las preguntas planteadas. Se omiten, por lo demás,
en las reflexiones que siguen aquellos aspectos relativos a la delincuencia, la
convivencia o la integración cultural, con las posibles lacras a largo plazo de la
marginación y los guetos, que quedan al margen de la mera valoración
económica. Asier Minondo ha publicado hace poco una entrada desmintiendo la
relación entre migración y criminalidad. Diversos estudios avalan la falta de
relación entre la inmigración y los crimenes violentos, y solamente existe una
relación muy débil entre inmigración y crímenes contra la propiedad.
Adicionalmente, una conclusión muy importante de dichos estudios es que se
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produce una reducción muy importante en la actividad criminal de los
inmigrantes si se regulariza su situación.
El estudio ‘Perspectivas de Migración Internacional’ de la OCDE analiza el
impacto migratorio en las finanzas públicas concluyendo que las contribuciones
fiscales netas de los emigrantes son inferiores a las de los nacionales del país en
cuestión, pero solamente debido a que pagan menos impuestos y no porque
disfruten de mayores beneficios. Estima, en su conjunto, que la migración no
representa beneficios ni pérdidas significativas para los presupuestos de los
Estados. Analicemos el caso de un país referente en la recepción de refugiados.
Alemania es el país líder de acogida en Europa. El RWI (Instituto de Renania-
Westfalia para la Investigación económica) de Essen, fija en 10.000 millones de
euros para 2015 el coste público de la nueva emigración, cifra similar a la
recogida en fuentes gubernamentales de 12.000 euros por refugiado y año, lo
que no impedirá que las cuentas públicas alemanas se salden con un superávit
del 0,6% del PIB en 2015, superior al registrado (o,3%) en 2014. Lo significativo
del tema es que el nuevo gasto migratorio es un gasto público social no
planificado. El recordar que el gasto de acogida a los emigrantes incrementa la
demanda agregada el país (y con ella la renta disponible, el PIB y el empleo) es
una faceta poco subrayada. Mas allá del gasto inicial, la contribución a medio
plazo de los emigrantes a los ingresos presupuestarios dependerá obviamente
de su acceso gradual al mercado activo de trabajo.
Atención especial merece el análisis de los efectos de la inmigración sobre el
mercado de trabajo. Lidia Farré desarrolla una panorámica de la literatura
relevante sobre el tema. La mayoría de los estudios concluyen que los efectos de
la inmigración sobre los salarios y el empleo de los trabajadores nativos es muy
pequeño o simplemente inexistente. Foged y Perihan recogido este mismo año
una experiencia danesa de la que se derivan tres resultados concluyentes. En
primer lugar, la llegada de refugiados empuja a los nacionales hacia empleos
más complejos y menos manuales. En segundo lugar, se estima un efecto nulo o
positivo sobre el nivel de empleo y salarios de los nacionales. Finalmente se
constata que estos efectos perduran en el tiempo. Resultados similares han sido
constatados en trabajos de campo sobre Europa, España, Estados Unidos y
Turquía, citados por Lidia Farré.
Otro hallazgo interesante es el de la complementariedad entre trabajadores
inmigrantes y mujeres nativas cualificadas. Muchos inmigrantes se dedican al
cuidado de niños y ancianos. Ello permite a amas de casa nacionales sustituir
sus labores domésticas por horas de trabajo remunerado fuera del hogar. Los
inmigrantes responden a las condiciones laborales, en términos de movilidad
geográfica, en mayor medida que los trabajadores nacionales, más restringidos
por sus lazos familiares, lo que estimula la flexibilidad laboral.
Sara de la Rica subraya los efectos más destacables de los inmigrantes sobre la
economía española. Hasta la llegada de la crisis, a mediados del 2008, y desde el
punto de vista demográfico, la inmigración ha sido determinante para el
crecimiento de la población española y, lo que es más importante, para el
rejuvenecimiento de la misma. Este impulso demográfico tiene además una
consecuencia económica importante, ya que permite retrasar el problema de
sostenibilidad de pensiones durante aproximadamente unos cinco años. Con la
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llegada de la crisis económica los trabajos ocupados por los inmigrantes han
sido los primeros en desaparecer si bien es cierto que acceden a un nuevo
empleo también con relativa facilidad.
No debería faltar una mención a nuestro entorno cercano en Euskadi. Un
reciente estudio de Ikuspegi alerta del discurso extendido en la sociedad vasca
criticando lo que los emigrantes reciben, pero omitiendo lo que aportan,
discurso, en consecuencia que distorsiona el saldo de la inmigración. El
informe clarifica que la aportación económica neta del colectivo de emigrantes
en el País Vasco ha sido positiva tanto con anterioridad como con posterioridad
a la crisis y que “la hipótesis extendida en nuestra sociedad de que el colectivo
de nacionalidad extranjera aporta menos de lo que recibe a través del sistema de
protección social no se sustenta en datos estadísticos disponibles”.
El actual estallido migratorio en Europa afecta en estos momentos solo de
forma tangencial a España y a Euskadi. Los que huyen del epicentro del horror
bélico o de las trampas más profundas de la pobreza han puesto su mirada en
centroeuropa y la desbordante magnitud del fenómeno puede depararnos
mañana sorpresas que hoy ignoramos. Quizá las experiencias futuras invaliden
las pasadas.
Pero, por ahora, todos los estudios disponibles concluyen que los efectos
negativos de la inmigración sobre la balanza fiscal, la balanza asistencial, el
mercado laboral o el estado del bienestar del país de acogida son nulos o, en su
caso, manejables, y que tienden a desaparecer con el paso del tiempo. Una
conclusión digna de ser meditada.