Revista Estudiantil de la Carrera de Contaduría Pública de la Universidad May...
El liderazgo emprendedor de iñigo de loyola
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EL LIDERAZGO EMPRENDEDOR DE IÑIGO DE LOYOLA.
Manfred Nolte
Conocí a Chris Lowney el 14 de Noviembre de 2006. Lowney era autor del best-
seller titulado ‘Heroic leadership’ (Liderazgo heroico, 2.003) que luego se
traduciría al castellano por ‘El liderazgo al estilo de los Jesuitas’(2.005). La
Universidad de Deusto tuvo la oportuna idea de invitarle a una conferencia en el
campus de Donostia primero y en el de Bilbao después. Me encargue de
recogerle en San Sebastián y acompañarle en mi coche hasta Bilbao.
Almorzamos en un céntrico hotel de la capital vizcaína, donde aguantó
estoicamente el asedio de mis preguntas y por la tarde presentó en público su
original interpretación del liderazgo jesuítico.
Lowney y su atípico mensaje causaron un cierto impacto en mis criterios acerca
de la gestión corporativa en general y del liderazgo en particular. Los anaqueles
de las librerías y los archivos de los e-books digitales están repletos de manuales
de adoctrinamiento que se repiten con excesiva frecuencia. Lowney tuvo el
acierto de estudiar y difundir un caso de estudio, una historia de éxito,
discurrida quizá inadvertidamente a nuestro lado pero de una importancia
singular: el caso de Ignacio de Loyola y de los principios inspiradores de la
corporación jesuítica.
Lowney, estudiante jesuita y posteriormente alto ejecutivo en el Banco de
Negocios americano J. P. Morgan, ha diseccionado los principios del liderazgo
que han guiado durante casi cinco siglos a la Compañía de Jesús en sus diversas
actividades, y los pilares sobre los que descansa el edificio de una de las
sociedades civiles más reconocidas del mundo. Esta empresa multinacional sin
ánimo de lucro, fue creada en 1540 por diez hombres bien formados en letras
pero sin conocimientos contables, financieros ni de marketing, sin capital
fundacional, sin ningún plan estratégico o de negocio, con el nudo sometimiento
a las leyes de la Iglesia de Roma y de su Obispo Universal. De esa manera los
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Jesuitas edificaron una organización jerárquica y multifuncional dedicada al
servicio y diseminación de la fe (A.M.D.G.), al alivio de la pobreza, a la
educación a todos los niveles, al trabajo misionero y a la pastoral urbana,
constituyendo desde entonces una especial fuente de inspiración y de ejemplo.
A lo largo de los años han servido a monarcas europeos, al emperador chino
Ming, al ‘Shogun’ japonés y el emperador ‘Mughal’ de la India, sin aparente
competencia por parte de cualquier otra entidad comercial, religiosa o
gubernamental. Sus exploradores figuraron entre los primeros europeos que
cruzaron el Himalaya para adentrase en el Tíbet, remando por las aguas de la
cabecera del Nilo 0 cartografiando el rio Mississippi. En Europa los jesuitas
crearon la mayor red mundial de educación superior, comenzando por 30
colegios mayores en su primera década de existencia. A finales del siglo XVIII,
sus 700 escuelas y colegios se expandían por los cinco continentes , ofertando el
20% de la educación superior europea. Los astrónomos y matemáticos jesuitas
aportaban sus conocimientos en Roma, China, Francia, Asia y África. Los
fundadores de la Orden lanzaban su proyecto hacia un mundo complejo que
había cambiado en los últimos 50 años más que en los mil anteriores, algo que
lo asemeja al escenario actual.
La trayectoria de la Compañía no ha estado exenta de detractores, de tal manera
que en 1.773 una bula pontificia disolvió la Orden jesuítica en todo el mundo.
Todos sabrán, que la referida supresión no puso fin a la historia de los Jesuitas,
sino que 45 años después resurgió con una redoblada vitalidad, brío y aliento
que se extienden hasta nuestros días. Tras la supresión y reconstitución los
jesuitas caminan hacia su quinto centenario. Considérese, a modo de
comparación, que sólo 16 de las 100 compañías más grandes de Estados Unidos
en 1900, han vivido tanto como para celebrar un centenario.
En la actualidad la Compañía de Jesús completa una nómina de 16.740
profesionales al frente de más de 2.000 obras pastorales, educativas o sociales,
en 127 países del planeta.
Celebrándose hoy la festividad del Santo de Loyola, me ha parecido oportuno
resumir algunas de las ideas-fuerza de aquella conferencia, que consistió en el
relato del liderazgo visionario del vasco más universal e influyente de todos los
tiempos: Iñigo de Loyola.
Ignacio de Loyola inspiró a sus estudiantes y compañeros para poder salir
airosos en todos los frentes de actuación corporativa, pero desechando un estilo
de liderazgo aparatoso para concentrarse en cuatro valores esenciales: que
entendieran sus fortalezas, sus debilidades y sus valores y tuvieran una visión
trascendente del mundo; que innovaran confiadamente y se adaptaran a un
mundo cambiante; que trataran a los demás con afecto y una actitud positiva; y
finalmente, que se motivaran a sí mismos y a los demás con aspiraciones
heroicas. En otras palabras, personas dotadas de conocimiento de sí mismo,
ingenio, amor y heroísmo. Más allá de estos principios ajenos a la técnica,
promovía el abandono indiferente e ilusionado de uno mismo al buen fin –
providencialista- de los acontecimientos.
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Cualquier organización humana, y los individuos en dichas organizaciones,
tienen que practicar hábitos similares: motivarse a si mismo y a los demás,
establecer objetivos ambiciosos y vender ideas y productos a los demás de una
forma convincente. Lo que sorprende es que estos clérigos del siglo XVI y XVII
llevaban a cabo estos postulados de una manera posiblemente más ingeniosa
que el resto de las organizaciones de su tiempo y aun del modo de operar de las
actuales. El ‘ingenio’ ignaciano significa abandonar cualquier provincianismo,
el miedo a lo desconocido, las ataduras al estatus y a las posesiones, los
prejuicios y una falsa aversión al riesgo. Previamente, como subraya Lowney,
está el conocerse, el descubrirse a uno mismo, lo que quieres y a quien
defiendes. Esta es la esencia de la propia conciencia, que ordena y alimenta al
resto de virtudes.
Terminaré apuntando algunos rasgos notables que acompañan, en mi opinión, a
la gestión corporativa ignaciana.
En primer lugar, frente a la cultura directiva del miedo, el principal motivador
de las empresas, Ignacio propone la cultura de la adhesión por el afecto.
Maquiavelo advertía a los príncipes que “ser temidos es mucho más seguro que
ser amados”, consejo que no sorprende en boca de un maquinador que sostenía
que “los seres humanos son ingratos, volubles, mentirosos e impostores,
cobardes y ávidos de ganancias”. Loyola tenia un criterio diametralmente
opuesto, aconsejando a los jesuitas con mando “gobernar con todo el amor y
modestia y caridad posibles” de manera que sus equipos medrasen en
ambientes de “más amor que temor”.
En segundo lugar el realismo financiero de las nuevas obras emprendidas como
contrapunto a la austeridad practicada por sus promotores para con ellos
mismos. Ignacio quiere que los suyos vivan en pobreza. Los primeros jesuitas
cuando van de viaje se alojan en los hospitales del tiempo en los que se daba
cobijo a los más menesterosos. El mismo Ignacio, cuando volvió desde Paris a
recuperar su salud con los aires natales, lo hace en el hospital de Azpeitia,
rechazando alojarse en la Casa Torre, a pesar de los ruegos de su familia. Sin
embargo, Ignacio, cuando había que fundar cualquier Institución, o iniciar una
empresa apostólica, pedía dinero a conocidos, amigos y personas influyentes, y
lo mismo hacían los compañeros de su tiempo. Las obras nuevas tenían que
estar capitalizadas para su viabilidad y someterse al principio de suficiencia.
Ignacio no instituye Colegios o Universidades si no estaban bien fundadas.
En tercer lugar la convicción ignaciana de que el líder jesuita debía estar
reclutado bajo estrictos principios de selectividad, y cómo el capital humano
debía ser un requisito previo de cualquier actuación en una nueva obra
abordada. La Compañía de Jesús requería “quamplurimi et quam aptissimi”, en
castellano: ‘los más posibles de entre los mejores’. Pero los quilates de los
mejores se actualizaban y perfeccionaban continuamente. Los primeros amigos
que luego fundarían la orden estudiarán en la Sorbona, porque nada en la
Compañía podía ser vulgar o iletrado. Hasta el apostolado espiritual directo
debía ser ‘ilustrado’. El heroísmo sin base era como la entrega sin finalidad. El
clérigo ilustrado será el más preparado para una acción inspiradora y heroica.
De ahí la consigna ignaciana del ‘magis’, una energía infatigable a la búsqueda
de oportunidades para sacar de ellas lo más posible en su primer objetivo “a la
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mayor gloria de Dios”. Un líder, según Ignacio, no espera la llegada del gran
momento sino que lo crea.
Termino: La pretensión de resumir en unas burdas pinceladas el gigantesco
legado del liderazgo ignaciano roza el atropello. Confío en contar con la
benevolencia del lector frente a mi atrevimiento.
Evolución demográfica de la Compañía de Jesús
1965 1973 2002 2003 2007 2009 2012 2013 2014 2015 2016
36 038 29 436 21 061 20 403 19 216 18 516 17 637 17 287 16 968 16 740 16 378
(Fuente: catholic-hierarchy)
Obras encomendadas en la actualidad: Obras de la SJ o encomendadas a ella son: Radio
Vaticana, Observatorio Astronómico Vaticano, el Apostolado de la Oración, el Movimiento de
Educación Popular Fe y Alegría (obra intercongregacional fundada en Venezuela, que dirige la
SJ y cuenta con 2600 centros en Hispanoamérica), Hogar de Cristo (obra social presente en
Chile, Perú y Ecuador), Servicio Jesuita a Refugiados, fundado por Pedro Arrupe (general entre
1965 y 1983), centenares de misiones, parroquias y centros sociales. Otro frente del trabajo
ignaciano son los centros de espiritualidad y casas de ejercicios espirituales. Del apostolado
educativo de la Orden, prioritaria ya desde el gobierno de san Ignacio, se habla más abajo.
Además, son asesores de una institución laica de derecho pontificio: las Comunidad de Vida
Cristiana (CVX), con los que comparten la misma espiritualidad.
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Obras o instituciones educativas propias: La educación es asumida por la Compañía de
Jesús como una participación en la misión evangelizadora de la Iglesia. Por eso sus centros
ofrecen a la sociedad, según su propio criterio, una clara inspiración cristiana y un modelo de
educación liberadora y humana. Los jesuitas tienen instituciones en todos los niveles
educativos: universidades, colegios, centros de formación profesional o redes educativas.
• En 69 países la Compañía tiene 231 instituciones de educación superior (universidades),
462 de secundaria, 187 de primaria y 70 de profesional o técnica.
• En ellas trabajan 130.571 seglares y 3.732 jesuitas como educadores o administradores.
• Además, existen las Redes Educativas (principalmente de Fe y Alegría en
Latinoamérica) con 2.947 centros.
• El número total de alumnos se calcula en unos 2.928.806.
Los jesuitas han fundado centros educativos en todos los continentes; en 1640 contaban ya con
500 de estudios superiores repartidos por Europa y América. La cifra fue aumentando a lo largo
del siglo siguiente, hasta alcanzar la más importante red educativa de la época: más de 800
colegios y universidades al momento de su supresión.
Eran muy reconocidos los métodos que empleaban en materia de educación, que básicamente se
fundamentaban, desde 1599, en la Ratio Studiorum y en la IV Parte de las Constituciones de la
Compañía. Desde 1986 han actualizado sus métodos y paradigmas educativos por medio del
documento Características de la Educación SJ, al que siguió en 1993 Pedagogía Ignacia: un
planteamiento práctico.