Ironizan con acritud los economistas americanos Kenneth Rogoff y Carmen Reinhardt al constatar que la inmensa mayoría de las veces, las crisis no son diferentes, sino que son debidas, repetidamente, a la estulticia humana, a la mala gestión empresarial y a la deficiente supervisión de las autoridades responsables del control.
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EL RESCATE DE SVB.
Manfred Nolte
En el ‘best seller’ titulado ‘Esta vez es diferente’ (‘This time is different’), quizá el
mejor y más exhaustivo relato que se haya escrito sobre el ciclo económico, sus
autores Carmen Reinhardt y Kenneth Rogoff ironizan acerca de las disculpas
surgidas en las sucesivas crisis económicas, donde sus autores y colaboradores
necesarios alegan que ‘esta vez es diferente’ y que el desastre les ha cogido por
sorpresa. Ironizan con acritud los economistas americanos al constatar que la
inmensa mayoría de las veces, las crisis no son diferentes, sino que son debidas,
repetidamente, a la estulticia humana, a la mala gestión empresarial y a la
deficiente supervisión de las autoridades responsables del control. Añaden a las
citadas razones la inefable desmemoria de los implicados para aprender de
errores anteriores y tropezar una y otra vez en la misma piedra.
El premio Nobel Sir John R. Hicks, dijo en una ocasión que en el mundo de la
gestión empresarial no había nada más importante que el balance general y la
cuenta de resultados. Con la quiebra de Silicon Valley Bank (SVB) días atrás, esas
palabras han resonado con vibrante actualidad. Ni los gestores del SVB ni los
supervisores gubernamentales estaban prestando atención al balance de SVB, o
si lo estaban, no lo entendían. Tres organismos americanos, el Tesoro, el FDIC
(Fondo de Garantía) y la Reserva Federal han sido incapaces de anticipar el
colapso de SVB -el banco de los superfrikis tecnológicos- y del Signature Bank.
Las razones aducidas como responsables del desastre de SVB se centran en una
gestión inadecuada de los riesgos de interés de la entidad, donde inversiones a
largo plazo -el 98% de la inversión total- se venían financiando con ingentes
recursos a corto plazo en una proporción imprudente. La subida de tipos ha ido
encareciendo la fuente de alimentación a corto y al trascender la aparición de
sustanciosas pérdidas latentes, las filtraciones han producido una estampida de
depósitos, tanto más grave cuanto que en esta ocasión los clientes retiraban
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meteóricamente sus depósitos vía ‘on line’ (42.000 millones de dólares en un solo
día). A continuación, SVB lanzó una oferta de acciones de 2.000 millones de
dólares que fue la proclamación publica de su debilidad. Para atender las salidas
de depósitos, SVB tuvo que vender deuda consolidando las pérdidas latentes. Con
ellas el valor patrimonial de la entidad se volvió negativo lo que significó
técnicamente la insolvencia. Está claro que los gestores de SVB no consideraron
en su momento las duraciones de su balance, el riesgo de interés inherente a la
renta fija, un riesgo que muchos más ignoran pero que azota sin misericordia a
sus propietarios cuando los tipos de interés a largo suben. Una anunciada
consecuencia de la inversión de la curva de rentabilidades. La laxitud supervisora
ha hecho el resto: o no había visto lo que estaba sucediendo o no lo había
entendido en toda su dimensión.
Las autoridades han abierto una investigación ya que hay evidencias de que varios
ejecutivos vendieron acciones de la entidad semanas antes de su colapso
acelerando simultáneamente el pago de sus bonus.
El efecto dominó que los siniestros de entidades financieros producen en el resto
del sistema ha derivado en una caída dramática en la cotización de los bancos
medios y pequeños extendiéndose a los grandes del resto del mundo, a España y
en particular a Suiza, donde Credit Suisse también ha tenido que ser rescatado.
De espectacular hay que calificar el trasvase de depósitos desde los bancos de
pequeño tamaño a los de mayor dimensión.
Para prevenir el llamado ‘riesgo sistémico’, la FED y el FDIC han procedido a la
intervención de la entidad creando un banco puente que es el propietario de los
activos, asegurando que todos los depósitos bancarios serán devueltos, -más allá
de los 250.000 dólares por persona física o jurídica que protege el FDIC-
devolviendo una relativa calma a los mercados. Hay que señalar que del total de
depósitos bancarios de la entidad sólo estaban asegurados por el FDIC el 5,69%,
dado que el resto superaba los 250.00 dólares citados. Los demás pasivos serán
liquidados y los accionistas y los tenedores de bonos asumirán sus pérdidas.
Faltan por evaluar los riesgos indirectos en otras entidades financieras, así como
la fuerte crítica surgida desde sectores conservadores aludiendo al riesgo moral
(‘moral hazard’) implícito en un rescate no contemplado en la ley básica de la
banca (Dodd-Frank), e incompatible, según ellos, con la eficiencia de los
mercados. Lo del riesgo moral da para más comentarios, pero no en esta ocasión.
Parece evidente que la catástrofe podría haberse previsto sin los cambios
producidos en la ley Dodd-Frank y de cuya supervisión más estricta fue eximido
SVP. En 2018, bajo el mandato presidencial de Donald Trump se elevó el umbral
desde 50.000 a 250.000 millones de dólares de cifra de balance para definir a los
bancos que representaban una amenaza sistémica, relajando la exigencia de
supervisión para los situados por debajo de dicho umbral. Si no se hubiera
desplazado este límite, SVB habría estado sujeto a pruebas de estrés obligatorias
y a otras reglas diseñadas para ayudar a los bancos a sobrevivir a salidas súbitas
de depósitos.
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Al mismo tiempo, la Reserva Federal lanzó un nuevo programa de préstamos para
permitir que cualquier banco obtenga préstamos mediante entrega de colateral
valorado a valor histórico contable en lugar de su precio de mercado. A fines de
2022, los bancos americanos registraban 620.000 millones de dólares en
minusvalías no realizadas.
Como es lógico la FED sopesa imponer reglas más duras a la banca revisando los
requisitos de capital y liquidez para las entidades con activos entre 100.000 y
250.000 M, consideradas como ‘medianas’.
Como recordatorio, en España está vigente el Mecanismo de Resolución acordado
en la Comisión y el Consejo europeos. Se permitirá la liquidación de una entidad
bancaria insolvente, siempre que represente un coste o alternativa menor que su
resolución. En cualquier caso, el derecho comunitario protege hasta los 100.000
euros los depósitos de los clientes. Los ahorradores depositantes españoles deben
extremar su cautela en relación con la entidad en la que colocan sus fondos. Como
norma prudencial nunca deberán depositar más de 100.000 euros en una misma
entidad bajo una misma titularidad.
Las enseñanzas más trascendentes del fiasco SVB son varias. La primera, que hay
que leer con atención máxima el balance de la entidad. La segunda que unas
subidas descarnadas de tipos de interés son deflacionistas y deprimen los activos
financieros. Afloran inconsistencias bancarias que en otra circunstancia no
hubiesen surgido. Los Bancos centrales no han valorado esta incidencia.
La tercera radica en el hecho de que en 2023 la economía financiera no puede
entenderse sin el recurso al Estado que se constituye en su Mutua aseguradora.
Estado y mercado están condenados a unir esfuerzos porque la eficiencia de este
último se mezcla con episodios descarnados de mala gestión y el sistema no puede
permitirse una debacle de efectos imprevisibles en cascada. No siempre podemos
fiarnos de la disciplina del mercado y tenemos que virar a la disciplina
regulatoria. Si la moviola funcionase en modo marcha atrás Lehman Brothers no
volvería a ser abandonado a su suerte. No hay que denostar al Estado y luego
pedirle sopitas. Olvídense del fantasma pretérito del neoliberalismo
manchesteriano. No está, no contesta.