Theresa May sufrió otra derrota en el Parlamento sobre su acuerdo del Brexit, pero logró evitar un Brexit sin acuerdo. El Parlamento votó a favor de solicitar una prórroga a la UE para retrasar la fecha de salida del 29 de marzo. Sin embargo, la UE debe aprobar la prórroga de forma unánime y fijar su duración. El proceso del Brexit ha estado plagado de improvisaciones por parte del gobierno británico.
1. THERESA MAY: ¿ZOMBI O AVE FENIX?
Manfred Nolte
Los puertos de montaña, uno de los obstáculos más duros de vencer en la
competición ciclista, se clasifican por categorías en función de su desnivel y
dureza, esto es, según la altura alcanzada y la pendiente de las rampas.
Concediéndonos la licencia de equiparar el debate parlamentario británico a las
grandes pruebas deportiva sobre las dos ruedas, podríamos calificar la semana
recién transcurrida como de etapa reina en el interminable ‘Tour’ del Brexit
británico.
Una etapa con tres puertos de primera categoría, uno de ellos, el segundo, de
categoría especial. Los puertos se refieren, como es adivinable, a las sucesivas
votaciones habidas en el Parlamento de Westminster: La primera referida a la
propuesta de Theresa May acordada con la Unión Europea (UE) (martes 12)
saldada con una sonora derrota; la segunda en relación a la posibilidad de un
Brexit sin acuerdo (miércoles 13), votación superada a los puntos, con matices; y
la tercera, la eventual petición de una prórroga para la fecha prevista de salida del
29 de marzo (jueves 14). Los comunes han respaldado por 412 a 202 esta última
estrategia, que, en caso de resultar en un nuevo fracaso para la propuesta de la
Señora May, supondría que la prórroga solicitada podría llegar hasta el 2020 o
mas allá. No se ha obtenido acuerdo favorable para la convocatoria de un segundo
referéndum.
La elevación del segundo puerto a la ‘categoría especial’ obedece al heroísmo
intelectual de la posición adoptada en la referida segunda votación. Léase
enajenación, si se quiere, para mejor entender el alcance del vocablo ‘heroísmo’.
2. Se sometía a los parlamentarios la cuestión de asumir o no, en su caso, para el día
29 de marzo la posibilidad de una salida no consensuada con la UE, esto es, la
eventualidad de un Brexit caótico o ‘duro’. Hemos visto al pelotón de sus señorías
británicas retorcerse en su ascensión hacia una cima escarpada limitada por
terraplenes sobrecogedores. Y así, aunque hayan rechazado mayoritariamente la
decisión de una ruptura no consensuada (‘no-deal’) como opción en cualquier
circunstancia, el margen de 4 votos se antoja tan exiguo, que al espectador
imparcial aun le produce espanto pensar que más de un 45% de los
representantes políticos del Reino Unido hayan votado en favor de una salida de
la UE sin acuerdo, lo que ha quedado ya probado en todos los estudios acometidos
sobre el tema como la antesala del suicidio económico. La conclusión es que dado
que lo que buscan los partidarios del ‘leave’ es mera fantasía, ninguna versión
racional logrará convencerles y siempre tendrán alguna excusa para oponerse a
ella.
Ahora, la nueva meta volante se sitúa en la votación del miércoles día 20. Lo que
ya tenemos por cierto es que el Reino Unido pedirá una prórroga a la fecha teórica
de salida del 29 de marzo, con independencia del resultado de las votaciones que
tengan lugar ese día en la Cámara de los Comunes. Si la propuesta presentada por
la Primera Ministra se aprobase el próximo miércoles, la extensión técnica
llegaría hasta finales de junio para no interferir en las elecciones europeas. Si es
rechazada por tercera vez, el retraso planteado sería previsiblemente mayor. En
todo caso, la fecha inicial para el Brexit del 29 de marzo parece definitivamente
descartada.
La autoridad moral de Theresa May seriamente dañada se refuerza ligeramente
después de que el intento de Parlamento de adjudicarse la gestión directa del
Brexit en busca de alternativas viables haya fracasado, aunque haya sido por un
puñado de votos.
Al posarse la polvareda de los debates en la Cámara, surgen dos interrogantes
inmediatos: si los líderes europeos, de los que se requiere una posición unánime,
darán su visto bueno a la petición británica y en segundo lugar la fijación del plazo
de la prórroga.
El bloque europeo, bajo la férrea batuta de Michel Barnier ha hecho sus deberes
y mantiene sus posiciones con la dignidad exigible. Por el contrario, el proceso de
desanexión y salida y posterior ratificación parlamentaria se ha llevado
penosamente por parte de los británicos. Enrique Feás lo resume en un tweet
certero: “El Gobierno británico no había previsto el resultado del referéndum, ni
el alcance de la cláusula ‘backstop’ irlandesa; tampoco había previsto el rechazo
del acuerdo de salida, ni el dictamen Cox, ni la enmienda Spelman.” Lo que aun
maravilla es que esta carrera tenga una meta definida de llegada. No por querer
una cosa, o por creer en ella e insistir hasta la saciedad en que sea verdad, puede
uno convertir la fantasía en realidad. He ahí la gran lección que nos está dictando
el penoso proceso del Brexit británico. El argumentario del voto ‘leave’ sobre un
Brexit rápido, simple, sin daños económicos o políticos colaterales, beneficioso
en todos los aspectos, se ha reducido a una retahíla de medias verdades o
mentiras, con su correspondiente desencanto.
3. Finalmente, puestos a ello, como predecir es gratis, la probabilidad de que la
propuesta consensuada May-UE salga adelante el día 20 va ganando enteros, por
mera reducción al absurdo. La prórroga larga no anticipa nada nuevo y solo
agregaría más incertidumbre. No habría segundo referéndum y la prórroga se
extendería solamente hasta finales de junio de este año. Salvo que la UE, esto es
alguno o algunos de sus miembros, no concedan el aplazamiento solicitado.