2. • CALÍGULA
Emperador de Roma, sucesor de Tiberio en el
año 37.
Se le dio el sobrenombre de Calígula, porque en su juventud había calzado
la cáliga, especie de sandalia que llevaban los soldados romanos.
El nuevo emperador justificó por el pronto todas las esperanzas que en él se habían
fundado. Quemó todos los papeles de Tiberio, prohibió las acusaciones de lesa
majestad, abrió las prisiones, adoptó al joven Tiberio Gemelo, dándole el título de
Príncipe de la juventud, gratificó a los soldados, se mostró generoso con el pueblo
y devolvió a los magistrados el pleno ejercicio de sus derechos, sin que de sus
instancias se pudiera apelar al emperador.
El entusiasmo era tal, que en tres meses se sacrificaron 160.000 víctimas en los
altares de los dioses en acción de gracias por haber recibido tal emperador, y el
Senado decretó que el día de su advenimiento se celebrase cual si fuera el
aniversario de una nueva fundación de Roma.
3. • A los ocho meses cayó enfermo a causa de los
excesos a que se entregaba; curó, pero desde
entonces quedó atacado de una especie de locura
furiosa, a la que se atribuye su cambio de conducta,
pero que ya, según dicen, había previsto Tiberio,
diciendo que le dejaba vivir para su desdicha y la del
mundo.
Un día que en el circo faltaban criminales que echar a
las fieras, hizo bajar a varios espectadores. Obligaba
a los padres a presenciar la ejecución de sus hijos, y a
la noche siguiente mandaba asesinarlos. Creíase un
dios, y mandó que se le adorase bajo el nombre de
Júpiter Latial; también pretendía ser diosa, y solía
aparecer en público con los atributos de Venus o de
Diana.
4. • Un día que necesitaba dinero, se lo procuró matando a unos
cuantos personajes que se hallaban en palacio.
Sostenía casas de prostitución en Roma, y era tal su
inmoralidad, que sostuvo públicas relaciones incestuosas con
sus hermanas, y de una de ellas, Drusila, estuvo
apasionadamente enamorado.
Su caballo Incitato tenía pesebres de mármol y marfil y mantas
de púrpura con piedras preciosas; lo había nombrado individuo
del Colegio sacerdotal, y proyectaba hacerlo cónsul. No se sabe
qué admirar más, si la locura de este hombre o la debilidad,
cobardía y afeminación de los romanos que lo sufrieron durante
cuatro años. Por fin, Quereas, tribuno de los pretorianos,
seguido de varios conjurados, dio muerte a Calígula el 24 de
enero del año 41.
5. BREVE DEFINICIÓN DE LA OLIGOFRENIA
Retraso del desarrollo intelectual. / Sinónimo de
Deficiencia mental. / Desarrollo psíquico insuficiente
cuyo origen se remonta al nacimiento o la primera
infancia.
COMENTARIOS: El oligofrénico no posee la
capacidad normal de aprender, de adaptarse a
nuevas situaciones, de desarrollar juicios críticos, de
prever, de hacer razonamientos abstractos; en suma,
su inteligencia es subnormal; además, es un sujeto
siempre inmaduro, que no controla los impulsos ni la
afectividad.
6. Es la forma más leve de deficiencia mental (v.
OLIGOFRENIA) y aunque habitualmente se
utilizan en su definición términos que hacen
referencia al cociente intelectual (C.I.
comprendido entre 50 y 70, o, edad mental de
10 años), existen en el niño débil mental toda
una serie de incidencias debidas a la
personalidad global del enfermo, a las
influencias del medio ambiente y a su propia
organización, que hacen cada vez más
necesaria la utilización de conceptos que
superen el simple nivel intelectual o cociente
intelectual.
7. Así, si se quiere apreciar al débil mental en
toda su complejidad, no es únicamente de su
inteligencia de lo que hay que hablar, sino de su
situación total, de su mentalidad, de su
personalidad Para fijar el límite donde comienza
la d. m., hay que recurrir necesariamente a
criterios tales como el fracaso para organizar y
estabilizar económica y socialmente una
existencia independiente. La debilidad intelectual
se caracteriza por la escasez de juicio, la
dificultad de abstracción, la imposibilidad de
concebir ideas generales.
8. Los débiles ven las cosas desde un solo punto
de vista y precisamente del más concreto, del
más estrecho. Su falta de crítica los vuelve
obstinados y los hace cometer errores de los
que no se dan cuenta; incapaces de juzgar el
valor relativo de las cosas, se pierden, al hablar,
en mil detalles superfluos; son difusos,
imprecisos en sus explicaciones.
A pesar de su insuficiencia intelectual, son
capaces de adquirir técnicas y conocimientos a
veces muy diferenciados.
9. No es, pues, el escaso grado de sus conocimientos
lo que puede agruparlos, sino la dificultad que tienen
para abarcar en un mismo momento de pensamiento
distintos datos, objetos, situaciones o valores y para
basar sus actuaciones sobre la aportación simultánea
de cada uno de estos datos.
La escasez de razonamiento y de juicio del débil,
así como su falta de matices y de relatividad se
explicarían por la imposibilidad de «conservar»
aquello que establece una relación entre dos datos,
que los liga unos a otros y por este hecho los hace
coexistentes. Todo pasa como si la concentración
sobre un nuevo dato destruyera más o menos el
antiguo
10. De ahí la imposibilidad de resolver un problema aritmético, de
tener en cuenta las reglas sociales o morales, o también de
matizar una opinión.
El niño deficiente puede representar para sus padres la prueba de
una tara ancestral o bien ser interpretado como un castigo por
una culpabilidad.
Estos sentimientos, más o menos conscientes por parte de
los padres, determinan a menudo una serie de conductas que van
haciendo la situación aún más dramática. Entre estas conductas
una de las más frecuentes es la de rechazar al niño, según
grados: deseo de ocultarle (aislamiento social) o alejarle
(internamiento).
La hostilidad frente al niño puede manifestarse por exigencias
absurdas, una actitud punitiva o la tendencia a hacer responsable
al niño de gran parte de sus fracasos, a cargar a su pereza o a su
travesura los malos resultados escolares.
11. Esta repulsa, generalmente inconsciente, provoca en los
padres una actitud compensadora: sobreprotección,
solicitud ansiosa, indulgencia exagerada, obstinación en
esperanzas de curación manifiestamente absurdas,
sobreestimación de los progresos realizados por el niño,
los cuales no son ya juzgados por comparación con las
normas habituales. Muy frecuentemente el equilibrio
conyugal está también comprometido; se crea un clima
de desconfianza mutua con investigación permanente
de las distintas responsabilidades. Como resultado, el
niño cristalizará conflictos familiares, de los cuales
llegará a ser la expresión y al mismo tiempo la víctima,
pues de esta forma se verá privado de la seguridad
afectiva que le es imprescindible para su adaptación.
12. La aceptación del niño mentalmente
retrasado, ha sido demostrada claramente, es
más fácil en los medios socialmente bajos; las
exigencias de estos medios son mínimas, las
diferencias con sus hermanos y hermanas
menos evidentes, la tolerancia más fácil, y, por
ello, la aceptación recíproca será mejor, de todo
lo cual resulta una baja frecuencia de trastornos
reaccionales. Por el contrario, en un medio
socialmente cultivado, donde el canon de
normalidad requiere exigencias mucho más
altas, el umbral de intolerancia es
particularmente bajo.
13. La consecuencia será una incapacidad del niño para
adaptarse a estas exigencias, a las prohibiciones, a las
situaciones en las que se exigen prestaciones que le
sobrepasan. El niño puede entonces, por imposibilidad
de adaptación, refugiarse en actitudes de dimisión o de
oposición que vendrán a agravar aún más su
deficiencia.
Es evidente que la aceptación del niño con d. m. es
posible y lo es incluso cada día más frecuentemente,
gracias a los esfuerzos realizados por asociaciones,
ligas u organismos que se ocupan de sacar a la luz los
factores que dificultan esta aceptación y establecer
medidas terapéuticas y de higiene mental adecuadas.