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La Intervención Educativa: Una visión holística de los problemas
                                                sociales.
                                                                   Daniel Antonio Jiménez Estrada1


                                               El campo de observación del científico social, el mundo
                                               social, no es esencialmente inestructurado. Tiene un
                                               sentido particular y una estructura de significados para los
                                               seres humanos que viven, piensan y actúan dentro de él (…)
                                               estos han preseleccionado y preinterpretado este mundo
                                               mediante construcciones de sentido común acerca de la
                                               realidad cotidiana. Estos objetos de pensamiento
                                               determinan su conducta, definen los objetivos de su acción,
                                               los medios disponibles para alcanzarlos (…) los ayudan a
                                               orientarse dentro de su medio natural y sociocultural y a
                                               relacionarse con él.                      Alfred Schutz.


                                               Resumen
Hoy por hoy la educación se encuentra entre las funciones públicas más cuestionadas en
cuanto a los resultados que se están alcanzando. Las formas aisladas de realizar el
trabajo, sin fundamentos claros, con formas arbitrarias de organización, realización y
seguimiento, han ido creando un abismo entre los propósitos educativos y los alcances
logrados, cada vez más distantes de las expectativas de una educación de equidad,
igualdad, y calidad. Precisamente esta desvinculación de las prácticas educativas con la
función social de ésta, han generado que volvamos los ojos hacia otros actores de la
práctica educativa, que han sido fuertes pilares de la acción real y que hoy están en
muchos casos ausentes (actores como lo son los miembros de las ONGs, gestores
públicos que no son docentes, promotores comunitarios, etc.).
           Es aquí donde la Intervención Educativa debe responder a la satisfacción de
necesidades reales siendo un impulsor del dinamismo interno de las organizaciones
sociales, porque el capital más importante lo constituye sus actores, que multiplican
exponencialmente los esfuerzos, tomando en cuenta los aspectos relevantes que influyen
en las prácticas cotidianas, la experiencia de los y las participantes, el reconocimiento
de su contexto y las problemáticas a las que se enfrentan, para dar sentido a los
diferentes cursos.


           Palabras clave: Intervención, educación, sociedad, método, profesiones.


1
    Profesor/ investigador de la Universidad Pedagógica Nacional – Unidad 291, Tlaxcala.

                                                                                                       16
Introducción.
El presente trabajo parte de la reflexión acerca de la formación en México de un
profesional que ha logrado integrar en su campo de conocimiento distintos enfoques
teóricos y metodológicos de las diversas disciplinas sociales.
       El contexto de las transformaciones de las dos últimas décadas, los procesos de
globalización, la transformación de la economía mediante el uso intensivo del
conocimiento, el surgimiento de la sociedad de la información, las nuevas cuestiones
asociadas a la gobernabilidad y la ciudadanía, la potenciación de modelos de desarrollo
basados en la competitividad internacional y las capacidades nacionales de crecimiento,
son factores que condicionan el nuevo escenario de la educación, así como las
demandas por calidad, eficiencia y equidad del sistema educativo. Estos procesos han
orientado la formación del intervencionista en educación, a quien debemos considerar
como un investigador de los procesos formales y no formales de educación, fundado en
modelos de diagnóstico y en teorías susceptibles de transformar la realidad a partir de
enfoques psicopedagógicos y/o socioeducativos.
       El trabajo que aquí se presenta, se divide en seis apartados, en el primero, se
hace una breve descripción de los fundamentos que orientan la creación de la LIE, en el
segundo se presentan las aportaciones que varias disciplinas hacen al campo de la
intervención, destacando el enfoque multidisciplinario con que se ha fundamentado su
accionar. En un tercer momento, se presenta el debate sobre la pertinencia del uso del
método científico y la nueva aportación de la teoría de sistemas, enfoques ambos que
obligan al intervencionista a fundar su perspectiva profesional, en el cuarto apartado se
presenta un análisis del papel de las profesiones en México y de la Licenciatura en
Intervención Educativa en particular. En un quinto apartado se comenta la fase actual
que vive la educación superior en México, caracterizada por los procesos de
acreditación institucional y certificación profesional y, finalmente, se presentan algunas
reflexiones que dan la pauta para continuar con el debate acerca de la pertinencia de esta
nueva profesión en México, más que conclusiones.


I. Fundamentación para la creación de la LIE.
Hoy por hoy, la educación se encuentra entre las funciones públicas más cuestionadas
en cuanto a los resultados que se están alcanzando. Las formas aisladas de realizar el
trabajo, sin fundamentos claros, con formas arbitrarias de organización, realización y


                                                                                       17
seguimiento han ido creando un abismo entre los propósitos educativos y los alcances
logrados, cada vez más distantes de las expectativas de una educación de equidad,
igualdad, y calidad. Precisamente esta desvinculación de las prácticas educativas con la
función social de ésta, han generado que volvamos los ojos hacia otros actores de la
práctica educativa, que han sido fuertes pilares de la acción real y que hoy están en
muchos casos ausentes (actores como lo son los miembros de las ONGs, gestores
públicos que no son docentes, promotores comunitarios, etc.).
       ¿Pero qué hacer para incidir en esas prácticas educativas actuales y
transformarlas?, ¿cómo alcanzar los propósitos de desarrollo pleno de los y las
estudiantes?, ¿cómo lograr ambientes propicios para el desarrollo de la formación y
autonomía de los colectivos?, ¿con qué finalidad haremos los cambios?, ¿cómo lograr la
articulación entre las diferentes instituciones educativas, que ha ocasionado rupturas y
desarticulaciones entre los diferentes actores educativos?
       Desde el diseño de esta línea, la Intervención Educativa debe responder a la
satisfacción de necesidades reales siendo un impulsor del dinamismo interno de las
organizaciones sociales, porque el capital más importante lo constituye sus actores, que
multiplican exponencialmente los esfuerzos, tomando en cuenta los aspectos relevantes
que influyen en las prácticas cotidianas, la experiencia de los y las participantes, el
reconocimiento de su contexto y las problemáticas a las que se enfrentan, para dar
sentido a los diferentes cursos.
       El contexto de las transformaciones de las dos últimas décadas, los procesos de
globalización, la transformación de la economía mediante procesos intensivos en
conocimiento, el surgimiento de la sociedad de la información, las nuevas cuestiones
asociadas a la gobernabilidad y la ciudadanía, y la potenciación de modelos de
desarrollo basados en la competitividad internacional y las capacidades nacionales de
crecimiento, son factores que condicionan el nuevo escenario de la educación y las
nuevas demandas por calidad, eficiencia y equidad del sistema educativo (Brunner
1999; The World Bank, 1998).
       Por otra parte, la tendencia hacia la descentralización de los sistemas educativos
demanda a los actores una mayor capacidad para actuar de manera autónoma y tomar
decisiones cercanas a los escenarios educativos. Esta responsabilidad cercana por los
resultados alcanzados impone la necesidad de mayores capacidades tanto para evaluar,
analizar el contexto, diseñar políticas y proyectos pertinentes, consolidar comunidades
comprometidas con determinados objetivos, negociación con los diversos grupos, etc.

                                                                                      18
Es decir, los cambios en los centros de decisión hacen necesario un nuevo profesional
que se transforme en gestor de procesos educativos (UPN, 2000: 3).
       Se está viviendo una creciente dinamización social que exige una comprometida
y corresponsable actuación de todos los participantes (directivos, administradores,
empleados, empleadores, maestros, padres de familia, alumnos, y diversos grupos
sociales) en los procesos educativos.
       Asimismo, la evidencia de múltiples investigaciones han puesto de relieve que el
accionar educativo no se circunscribe al ámbito de lo escolar, sino que presenta un
horizonte de intervenciones mucho más amplio, en donde se entrecruzan los sistemas de
gestión de la educación y los diversos grupos sociales en forma conjunta aunque no
siempre coordinada, para implementar acciones educativas.
       Además, cabe señalar que hasta hace poco tiempo el ejercicio de las tareas de
gestión y orientación educativa era asumido por profesionales no formados dentro de
este campo, con la consecuente improvisación, el hacer sobre el ensayo-error y la
asunción de modelos no siempre idóneos. Actualmente los requerimientos apuntan
hacia la necesidad de contar con perfiles más acordes, si se espera coadyuvar con ello a
una mejora en los procesos y resultados.
       Por otro lado, es innegable la articulación entre los programas de financiamiento
que se condicionan a una estrategia de rendición de cuentas y evaluación externa, que
ejerce presión sobre los sistemas de administración de los recursos para responder a
estas políticas determinadas desde afuera. Este tipo de imposiciones está permeando a
los centros educativos progresivamente, lo cual los ubica en una dinámica de “competir
para sobrevivir” y las exigencias de certificación (Ibid. 4).
       Recomendaciones de los diversos organismos internacionales para fortalecer los
procesos de gestión de los sistemas educativos: modelos de planeación, transformación
de las convocatorias para la participación social, equilibrio entre las preocupaciones de
equidad y calidad, fortalecimiento de los procesos de autonomía de las instituciones
educativas a partir de potenciar la dinámica colectiva propia, transparencia en el uso de
los recursos, política de rendición de cuentas hacia la sociedad, etc.
Finalmente, la infiltración de los movimientos de calidad total en los sistemas
educativos que otorgan mayor relevancia a la satisfacción de los beneficiarios (clientes)
y derecho para exigir mejores servicios, son algunos de los factores que justifican la
creación de la Licenciatura en Intervención Educativa, misma que comienza a funcionar
en el ciclo escolar agosto 2002 – julio 2003.

                                                                                      19
II. Las Influencias.
Definir a la intervención educativa representa un gran reto, sobre todo si partimos del
origen (surgimiento) de las ciencias en la historia universal, podemos afirmar que esta
es una disciplina –que como sus antecesoras- sigue la tradición de los más antiguos
campos de conocimiento, que han logrado instituir conceptos, categorías y teorías
propias de sus respectivos ámbitos de competencia. El camino que recorrieron para
encontrar un espacio en el mundo de la ciencia ha sido producto del ensayo-error.
Entonces, ¿por qué debemos pensar que la intervención ha de ser diferente?, ¿qué
argumentos esgrime este campo del conocimiento para apostar a un proceso distinto a
otras disciplinas? La intervención es una disciplina que se ha tenido que nutrir de
distintos campos del conocimiento humano.
       Algunas de las disciplinas que la han influenciado son:
a) La Sociología. Es una ciencia que ofrece a la intervención la posibilidad de entender
los procesos sociales propios de la conformación de estructuras, funciones y sistemas
complejos que han caracterizado a las sociedades en el mundo. Esta ciencia aporta una
clara sistematización de las formas en que se explica a la organización social y sus
interrelaciones. Como bien se sabe, distinguiendo el rol que los hombres asumen ante
las distintas expresiones culturales, políticas, económicas, ideológicas, etc., la
intervención logra identificar procesos, formas, estructuras y funciones propias del
contexto en que está inmersa la actividad del interventor.
b) La Ciencia Política. Una de las más largas tradiciones en el mundo de la ciencia es
precisamente el de este campo, que ofrece un análisis complejo de las formas de
organización y funcionamiento de los estados modernos. Es esta disciplina la que aporta
a la intervención la posibilidad de posicionarse en el análisis de las políticas públicas,
ámbito que ilustra la hechura, implementación, impacto y evaluación de estas,
otorgando al interventor la posibilidad de comprender el papel que en la realidad toman
las decisiones del Estado y uno de sus principales actores (los gobernantes).
c) La Historia. Vincula a la intervención con los elementos teóricos-metodológicos que
le permiten analizar la realidad desde la perspectiva de la evolución (espacio-temporal).
Situando al interventor en la posibilidad de comprender los hechos sociales en la
comprensión de su carácter multifactorial. Haciendo posible entender los distintos
contextos que dan origen a las manifestaciones sociales que serán objeto de la
intervención.


                                                                                       20
d) La Pedagogía. Siendo este uno de los campos que explican las formas de
conocimiento que se generan a partir del proceso enseñanza-aprendizaje, resulta
sumamente destacada la aplicación y recuperación de modelos acordes a la realidad que
estudia la intervención. Para ello hace uso de los modelos formales y no formales de
educación que se circunscriben no sólo al espacio áulico, sino también a todos aquellos
modelos extraescolares.
e) La Antropología. Derivado de la propuesta metodológica de esta disciplina, la
intervención utiliza como estrategias de estudio, a la etnometodología y la etnografía
para recuperar los saberes comunitarios, así como para identificar la lógica de las
estructuras de poder y su distribución en dichos espacios. Le permite identificar formas
de expresión culturales, así como el uso de métodos cualitativos propios de esta ciencia.
f) El Trabajo Social. Gracias a este enfoque, la intervención ha logrado incursionar en
los ámbitos sociales de acción comunitaria, generando expectativas de participación
actuante y redefinición de roles que posibilitan la reasignación de recursos y programas
entre los actores objeto de la intervención.
g) La Medicina. Sin lugar a dudas, este es uno de los campos que han permitido a la
intervención posicionarse como el principal intermediario entre la realidad de las
instituciones y las comunidades y sus necesidades y demandas. Es esta disciplina la que
otorga la creencia de que un buen diagnóstico generará amplias expectativas a la
intervención.
h) La Psicología. Dotada de instrumentos propios del análisis comportamental, la
psicología ofrece a la intervención, escenarios de acción definidos por la interpretación
de actitudes humanas propias de la racionalidad (irracionalidad). Esta disciplina permite
integrar al análisis situacional, valores analíticos que cada individuo posee y que a su
vez refleja en los ámbitos en que se desenvuelve. Aunado a otras disciplinas
(pedagogía) permite entender aquellos elementos de comportamiento sobre todo en el
espacio áulico.
i) El Desarrollo Regional. El desarrollo regional es un proceso orientado a la
organización y transformación de los espacios y los territorios. Como concepto, el
desarrollo regional tiene atribuciones que definen un campo de interacción en las
dimensiones más importantes del desarrollo, en lo que concierne a cambios cualitativos
en los planos económico, social, político, ambiental, tecnológico y territorial. En la
práctica se asocia a la organización productiva y al progreso técnico con las tareas de
gobernabilidad y gestión; la preservación del ambiente y la organización territorial de la

                                                                                       21
sociedad que habita dentro de las mismas. El desarrollo regional incorpora principios de
equidad y participación y se reconocen las vertientes del desarrollo en un sentido
integral.
        Si bien estas son sólo algunas de las disciplinas que más se acercan al ámbito de
formación en México del intervencionista, no son las únicas, ya que los métodos
cuantitativos (estadística) y cualitativos (etnometodología, etnografía, entrevista en
profundidad, etc.), también están presentes como herramientas necesarias para la
obtención de datos de la realidad.
        En estricto sentido, y como se puede apreciar en cada una de las disciplinas que
han estado presentes en su ámbito de formación, la visión multidisciplinaria es
predominante sobre los intereses unidisciplinarios. Esto incide directamente, ya que
genera una visión aislada (sesgada) en la formación profesional del interventor,
otorgando primacía al ámbito de conocimiento del cual parte el docente. La enseñanza y
las explicaciones en el aula, se caracterizan por asumir una visión parcial del proceso,
generando confusión en el uso de conceptos y dificultad para apropiarse de los
contenidos, y para integrarlos a su campo de conocimientos.
        Otro aspecto que debe aunarse a la explicación de esta visión multidisciplinaria
es la presencia de enfoques teóricos que tratan de comprender la realidad social,
ofreciendo al intervencionista una perspectiva aún más compleja del proceso. Ante ello,
se ven envueltos en el análisis de corrientes como el constructivismo, entendido como
una explicación de los procesos que llevan a cabo los seres humanos para conocer,
comprender y entender su entorno; es decir, explica las diversas maneras de pensar del
sujeto concreto, que se dispone a elaborar conocimientos sobre los objetos y fenómenos
del mundo real y los acontecimientos de sus situaciones vitales (Hidalgo, 2006: 1).
        Es importante destacar que la educación en y para toda la vida es la apuesta para
el futuro que se plantea en el informe que presentó a la UNESCO la Comisión
Internacional sobre Educación para el Siglo XXI, afirma que la sobrevivencia de la
humanidad depende de la educación en valores morales y del respeto y la valoración del
pluralismo cultural.
        Bajo este enfoque se forman actualmente las generaciones de profesionales
como los de la LIE, a quienes se les infunden los valores de la educación a lo largo de la
vida, que se sustenta en cuatro pilares (competencias):
- Aprender a conocer combinando una cultura general suficientemente amplia con la
posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número de materias. Lo

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que supone, además aprender para aprovechar las posibilidades que ofrece la educación
a lo largo de la vida.
- Aprender a hacer con el fin de adquirir, no sólo una calificación profesional, sino una
competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y
para trabajar en equipo. Pero también aprender a hacer en el marco de las distintas
experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes.
- Aprender a vivir juntos desarrollando comprensión del otro y la percepción de las
formas de interdependencia, realizando proyectos comunes y preparándose para tratar
los conflictos respetando los valores del pluralismo, la comprensión mutua y la paz.
- Aprender a ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones
de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal.
Con tal fin, no menospreciar en la educación ninguna de las posibilidades de cada
individuo: memoria, razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitud para
comunicar (Elizondo, 2001: 37-38).
       Por otra parte, en la formación de los Intervencionistas en Educación los
docentes asumen posturas ideológicas como la de Pablo Freire, que tratan de incorporar
en los saberes de los estudiantes la visión mesiánica de los educadores
latinoamericanistas, contrario a los nuevos enfoques que la economía neoliberal ha
desarrollado, donde se integra la visión moderna y posmoderna de la educación. Pensar
en competencias, (de acuerdo al modelo curricular la LIE), es sinónimo de modernidad
por ejemplo. Si definimos a las competencias como: una forma de actuar de manera
eficaz en un tipo definido de situación, capacidad que se apoya en conocimientos, pero
no se reduce a ellos (Perrenaoud, 2002: 7).
       Para los fines de este trabajo, y como resultado de la revisión hecha hasta este
momento, consideramos que el interventor educativo es: un investigador de los procesos
formales y no formales de educación, fundado en modelos de diagnóstico y en teorías
susceptibles de transformar la realidad a partir de enfoques psicopedagógicos y/o
socioeducativos.
       Uno de los principales supuestos de los que parte la intervención, es que ésta se
hace en situación, donde se transforma en la medida en que los sujetos participantes
hacen el cambio con su acción. Esta doble función, la de transformar y generar
conocimiento es la condición que permite entender los procesos de investigación
formales.


                                                                                       23
Por lo tanto, un programa o proyecto de intervención es el que cuestiona y,
posteriormente, resuelve una situación situando en ella un conflicto o tensión entre dos
o más de sus constitutivos. Intervenir implica resolver esa contradicción, tensión o
conflicto produciendo una nueva lógica que no sea una de las anteriores, pero surgida de
ellas mismas. En la intervención se construyen patrones conceptuales y de acciones que
permiten establecer que la intervención produjo cambios cercanos a los esperados
(Sañudo, 2005: 5).
       Para concluir este apartado, queremos destacar que la intervención es un campo
fascinante y muy amplio el cuál exige de mucha reflexión, la experiencia nos indica que
se puede intervenir en la comunidad, la familia, la escuela, la religión, en la cultura, en
hospitales, en el medio rural, en la calle he incluso en el barrio. El mismo interventor,
durante el proceso de intervención llega a transformar su estructura conceptual, es decir,
así como el interventor puede ayudar a cambiar formas de pensar y actuar de una
persona, él también puede llegar a cambiar su forma de pensar y actuar, de esta manera
podemos establecer que desarrolla procesos de negociación.


III. El uso del método científico en la Intervención Educativa.
Como es sabido, el método tiene una decisiva función en la ciencia. Su uso nos permite
diferenciar entre el conocimiento científico y otros modos de conocer la realidad.
       Su fundamentación se encuentra en el pensamiento racional-analítico. Es a
través de este razonamiento que se obtienen avances en disciplinas como la matemática,
la política o la economía, por ejemplo. Y como señala Darío Rodríguez (2006: 27), “el
método, además, debe permitir que el acto de conocer quede determinado por el objeto.
En otras palabras, el conocer es un proceso interactivo entre un sujeto que conoce y un
objeto que es conocido. En esta interacción, es posible que el sujeto vea lo que quiere
ver, es decir, que deje –consciente o inadvertidamente- que sus preferencias y
prejuicios alteren las características del objeto conocido. El método debe impedir esta
interferencia de lo subjetivo con el conocimiento”.
       De acuerdo con el mismo autor, con el surgimiento de la teoría de sistemas, se
produce un cambio en la aproximación al conocimiento y, en consecuencia en el método
científico. En definitiva, al tener pretensiones de universalidad, se ve obligada a
considerarse a sí misma como parte de su objeto de estudio.




                                                                                        24
Contrario a la visión predominante hasta antes de su aparición, la teoría de
sistemas tiene como objeto la comprensión de una totalidad compleja, entendida como
una visión global, y no de forma analítico-reduccionista.
       Bajo este enfoque, el interventor educativo (observador) pasa a ocupar una
posición central con el uso de esta teoría. El sistema entonces incluirá al observador,
planteándose la disyuntiva de ser el ente autorreferido. A partir de ese momento, toda
apreciación que el observador haga describirá al sistema e influirá en él. El observador
no podrá volver a observar sin ser observado.
       Según Rodríguez (2006: 28) “sujeto y objeto no pueden ser entendidos ya como
entes separados, sino integrados en el acto creador de conocer”. De este hecho deriva
el problema de la objetividad en la investigación científica, aspecto que tampoco puede
eludir el interventor educativo.
       Si la objetividad corresponde con el reflejo fiel de la realidad, y si lo que la
ciencia estudia son hechos, entonces, corresponderán a observaciones empíricamente
verificables.
       Dos son las visiones con las que debe trabajar el intervencionista desde nuestro
punto de vista: la perspectiva positivista que señala la imposibilidad de tener acceso al
mundo real (sólo es posible adquirir el conocimiento en lo perceptible, en el mundo
sensible, aquel que podemos captar a través de nuestros sentidos), desarrollándose las
técnicas como la observación, la entrevistas, la encuesta, etc., y por la otra, la
perspectiva epistemológica que señala que la comprobación de la objetividad de un
aserto científico se logra mediante su mejor aproximación a la realidad. Y de acuerdo
con Rodríguez (2006), “cualquier atajo directo que lleve a la realidad sin pasar por la
experiencia está vedado para la ciencia” (Ibíd: 29).
       Para algunos autores como Humberto Maturana, citado por Rodríguez (2006),
hay dos formas de validar una explicación cualquiera:
i) Recurriendo a la realidad externa, independientemente del observador, de tal modo
que será válida una afirmación que logre demostrar que es un reflejo fiel de esta
realidad.
ii) Aceptando la realidad del observador en la construcción de lo observado. Esto
implica “poner la objetividad entre paréntesis”, que no es lo mismo que subjetividad,
sino simplemente desechar el argumento de la realidad externa, independiente del
observador, como criterio de validación. La validación se hace entonces haciendo
referencia a la experiencia (Ibíd: 30).

                                                                                      25
Según Rodríguez esta perspectiva conduce al problema planteado desde un
principio: la imposibilidad de recurrir a una adecuación con la realidad externa como
forma de validación de las afirmaciones científicas.
       Por ello Maturana establece cuatro operaciones que, si son satisfechas
cabalmente, permitirán que una explicación pueda ser aceptada como explicación válida
en el dominio de las explicaciones científicas.
i) Descripción del fenómeno a explicar en términos de lo que el observador debe hacer
para tener la experiencia del fenómeno que se quiere explicar.
ii) Hipótesis explicativa, que consiste en la proposición de un mecanismo que si es
hecho operar por el observador, le permitirá experimentar –en su dominio de
experiencias- el fenómeno que se quiere explicar.
iii) Deducción, a partir del operar del mecanismo generativo o hipótesis explicativa, de
otras experiencias que deberían surgir en el dominio de experiencias del observador y
de las observaciones que el observador debería hacer para experimentarlas: “si ocurre b,
debería ocurrir x en tales y cuales condiciones”.
iv) La realización de estas experiencias, mediante la satisfacción de las operaciones
deducidas en el inciso anterior (Ibíd: 30-31).
       Dado lo anterior, la responsabilidad del investigador se hace ineludible, porque
que no podrá responsabilizar jamás de sus errores a un objeto externo, sino a su propia
experiencia o a las explicaciones de la misma.
       En las ciencias sociales el objeto de estudio es un observador, que observa su
mundo, que observa a otros observadores y que se da explicaciones acerca de su estar
en este mundo con otros observadores. Este es el problema de la “doble hermenéutica”
inherente al estudio de la social, a que se refiere Anthony Guiddens.
       Sólo para concluir con este apartado, señalaré que, “la observación de la
observación permitirá ver lo que los observadores observados no pueden ver: sus
esquemas de distinción. Pero siempre quedará algo sin ser visto por el observador de
los sistemas observados: sus propios esquemas de distinción” (Ibíd: 32).
       Hasta aquí, hemos desarrollado una perspectiva útil para destacar la gran
dificultad que enfrenta el trabajo del interventor educativo. Por otra parte, afirmamos
que, si el uso del método es el elemento que caracteriza a las ciencias, entonces
consideramos a la Intervención Educativa como una de ellas.




                                                                                     26
IV. Las Profesiones en México.
Las profesiones en México han jugado un papel determinante en el desarrollo del
Estado, a diferencia de lo que ocurre en países como Estados Unidos o Inglaterra, donde
su devenir ha sido independiente de las políticas gubernamentales (Cleaves, 1985: 185),
y en donde el Estado interviene de diversas formas en la regulación de las profesiones,
generalmente en alianza con los intereses de éstas, y en algunas, en oposición a ellos.
       De acuerdo con Fernández y Barajas (2003: 96) se afirma que una profesión es
una comunidad autorregulada que tiene un poder exclusivo, normalmente respaldado
por el Estado, para adiestrar a nuevos miembros o admitirlos en sus prácticas,
reservándose el derecho de juzgar la actuación profesional de sus propios miembros.
       Por su parte, la formación profesional se define como el conjunto de procesos
sociales de preparación y conformación del sujeto, referido a fines precisos para un
posterior desempeño en el ámbito laboral. Es el proceso educativo que tiene lugar en las
instituciones de educación superior, orientado a la apropiación por parte de los alumnos
de los conocimientos, habilidades, actitudes, valores culturales y éticos, contenidos en
un perfil profesional y que corresponda a los requerimientos para un determinado
ejercicio de una profesión (Ibíd).
       Visto desde esta perspectiva, los egresados son:
        “profesionales de la educación que responden a las nuevas demandas de la sociedad;
       conformando así, una nueva licenciatura en Intervención Educativa, cuyo modelo
       curricular ha sido diseñado desde el enfoque por competencias, el cual está constituido
       por un área de formación inicial en Ciencias Sociales, un área de formación básica en
       educación y seis líneas específicas: Interculturalidad, Educación de las Personas
       Jóvenes y Adultas, Gestión Educativa, Educación Inclusiva, Orientación Educativa y
       Educación Inicial. Cada una de las líneas específicas consta de doce cursos, además de
       tres espacios que apoyan las prácticas profesionales y dos el proceso de titulación”
       (UPN, 2002: 1).
       De acuerdo con la justificación para la creación de esta nueva licenciatura, se
plantea que:
        “Hoy por hoy, la educación se encuentra entre las funciones públicas más
       cuestionadas en cuanto a los resultados que se están alcanzando. Las formas aisladas
       de realizar el trabajo, sin fundamentos claros, con formas arbitrarias de organización,
       realización y seguimiento han ido creando un abismo entre los propósitos educativos y
       los alcances logrados, cada vez más distantes de las expectativas de una educación de
       equidad, igualdad, y calidad. Precisamente esta desvinculación de las prácticas

                                                                                           27
educativas con la función social de ésta, han generado que volvamos los ojos hacia
       otros actores de la práctica educativa, que han sido fuertes pilares de la acción real y
       que hoy están en muchos casos ausentes (actores como lo son los miembros de las
       ONGs -en el país existen 1916 organizaciones no gubernamentales-, gestores públicos
       que no son docentes, promotores comunitarios, etc.).
       ¿Pero qué hacer para incidir en esas prácticas educativas actuales y
transformarlas?, ¿cómo alcanzar los propósitos de desarrollo pleno de los y las
estudiantes? ¿Cómo lograr ambientes propicios para el desarrollo de la formación y
autonomía de los colectivos? ¿Con qué finalidad haremos los cambios? ¿Cómo lograr la
articulación entre las diferentes instituciones educativas, que ha ocasionado rupturas y
desarticulaciones entre los diferentes actores educativos?;
       Desde el diseño de esta licenciatura se considera debe responder a la satisfacción de
       necesidades reales y como un impulsor del dinamismo interno de las organizaciones
       sociales, porque el capital más importante lo constituye las acciones de los principales
       actores sociales, que multiplican exponencialmente los esfuerzos, tomando en cuenta
       los aspectos relevantes que influyen en las prácticas cotidianas, la experiencia de los y
       las participantes, el reconocimiento de su contexto y las problemáticas a las que se
       enfrentan, para dar sentido a los diferentes cursos” (Ibíd: 1).
       Bajo esta perspectiva, a la Licenciatura en Intervención Educativa se le han
generado expectativas acordes a las transformaciones del mundo contemporáneo,
mismas que se pueden encontrar en el documento base de su creación, desde la
perspectiva de la Gestión Educativa:
        “…la evidencia de múltiples investigaciones han puesto de relieve que el accionar
       educativo no se circunscribe al ámbito de lo escolar, sino que presenta un horizonte de
       intervenciones mucho más amplio, en donde se entrecruzan los sistemas de gestión de
       la educación y los diversos grupos sociales en forma conjunta aunque no siempre
       coordinada, para implementar acciones educativas.
       Además, cabe señalar que hasta hace poco tiempo el ejercicio de las tareas de gestión
       eran asumidas por profesionales no formados dentro de este campo, con la consecuente
       improvisación, el hacer sobre el ensayo-error y la asunción de modelos no siempre
       idóneos. Actualmente los requerimientos apuntan hacia la necesidad de contar con
       perfiles más convergentes con las funciones de gestión educativa, si se espera
       coadyuvar con ello a una mejora en los procesos y resultados.
       Por otro lado, es innegable la articulación entre los programas de financiamiento que
       se condicionan a una estrategia de rendición de cuentas y evaluación externa, que
       ejerce presión sobre los sistemas de administración de los recursos para responder a

                                                                                             28
estas políticas determinadas desde afuera. Este tipo de imposiciones está permeando a
       los centros educativos progresivamente, lo cual los ubica en una dinámica de
       “competir para sobrevivir” y las exigencias de la acreditación y la certificación (Ibíd:
       2).
       De acuerdo con lo anteriormente expuesto, queda claro que la Licenciatura en
Intervención Educativa surge como una propuesta académica que viene a ocupar un
espacio en el mundo de las profesiones y que, vuelve sus ojos hacia actores que,
tradicionalmente han sido marginados:
       “otros actores de la práctica educativa, que han sido fuertes pilares de la acción real y
       que hoy están en muchos casos ausentes (miembros de las ONGs, gestores públicos que
       no son docentes, promotores comunitarios, etc.)” (Ibíd: 3).
       Por otra parte, y partiendo del análisis del estudio de las profesiones, podemos
afirmar que, quienes tienen la sartén por el mango (poder) determinan las profesiones a
veces por “negociación” en base a intereses creados, ellos tienen la decisión
“adecuada”, aunque el discurso vaya en función al “beneficio público” solo es
intercambio de intereses, la sociedad no tiene gran protagonismo en el asunto, ésta
situación contradictoria tiene consecuencias graves como la existencia de profesionistas
sin mercado laboral, puesto que en la negociación no se establecen estudios de
necesidades sociales reales de mercado, sino intereses particulares entre los implicados
en este asunto que se escudan en la autonomía, el monopolio y el control.
       De aquí deriva que la negociaciones entre la élite del poder y las profesiones
deben evitar el monopolio, de tal suerte que las profesiones no deben estar totalmente
supeditadas a los designios del poder, lo urgente es que deben estar vigentes en la
economía política, las decisiones de alto mando no siempre van en relación con las
necesidades reales de competencia, para lograr se cristalice, es vital su vinculación con
el campo laboral, lo complejo de las negociaciones obliga a que surjan profesiones
saturadas en el mercado, a fin de evitar esta situación, las negociaciones deben
establecerse con el propósito de cubrir las exigencias de la demanda necesaria y real,
tomado en cuenta la colectividad social y el avance, creando las condiciones para
cumplir con las expectativas sociales, nacionales y mundiales.
       Siguiendo a Gyarmati (1999: 16) el problema de las profesiones está
estrechamente vinculado con la distribución del poder y lo determina en gran parte la
naturaleza que tiene la sociedad así como el desarrollo de la misma, las profesiones se
fortalecen mediante las relaciones con algunos sectores e instituciones sociales,

                                                                                             29
constituyéndose en centros de importancia del poder político; con el propósito de tratar
de comprender el papel que juegan las profesiones socialmente, es necesario entender su
dinámica, y la naturaleza del poder con que cuentan, así como enterarse, qué acciones
realizan para lograrlo y finalmente el uso que le dan, a fin de clarificar este asunto,
primeramente se juzga pertinente y necesario analizar el sistema de profesiones a partir
de: la organización, el control del conocimiento, la construcción social presente en la
realidad y finalmente la estructura prevaleciente del poder político.
       Actualmente la formación profesional en México se realiza en un contexto
educativo bajo parámetros institucionales que regulan las actividades consideradas
como necesarias y pertinentes, avalando la preparación ofrecida mediante la expedición
de certificados y títulos profesionales. De acuerdo con esta perspectiva, es de esperarse
que la Licenciatura en Intervención Educativa, se encuentre influenciada por dos temas
que se han convertido en ejes centrales de la educación superior en México, la
acreditación de instituciones y programas de educación superior y la certificación de
profesionistas.


V. La fase actual de la educación superior en México. En busca de la
calidad (los procesos de acreditación y certificación).
En la última década, los temas de la evaluación de la calidad y de la acreditación de
instituciones y de programas académicos han ocupado un lugar central en las políticas
públicas del sector de la educación superior en la región y en los medios académicos. Y
con razón, puesto que las dinámicas de transformación de los sistemas educativos los
han conducido a incorporar la tarea de “rendir cuentas” como un valor que incrementa
su legitimidad, mejora su calidad y favorece su transparencia (Orozco y Cardoso, 2003:
1).
       Fernández y Barajas (2003: 97) por su parte, afirman que, la finalidad de todo
proceso de acreditación, busca legitimar públicamente la calidad de la educación
impartida en una carrera específica y los fines de una institución, a fin de exponer la
integridad de una gestión institucional. Esta acreditación proviene de la comparación
que una institución realiza de sus procesos educativos con relación a los parámetros
establecidos en los estándares de calidad. Los estándares establecen las características y
las condiciones bajo las cuales debe realizarse una actividad determinada. Puede decirse
entonces que el proceso de acreditación es un conjunto de actividades regidas por un


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procedimiento establecido que permiten evaluar y verificar el quehacer académico y
administrativo de la escuela.
       Como señala Do Amaral (1999) en México tradicionalmente ha sido el Estado
quien otorga a las instituciones universitarias, públicas y privadas, las autorizaciones de
impartir y desarrollar programas educativos y es el aval de la calidad de dichos
servicios, por lo que se ha definido a la acreditación como el reconocimiento formal por
parte de una autoridad competente hacia una institución de educación que cumple con
los estándares mínimos de calidad aceptable.
       En este sentido, y siguiendo a Fernández y Barajas (2003: 98), es necesario
precisar algunos aspectos:
1) La acreditación se realiza frente a un organismo especializado e independiente, por lo
que el concepto acreditación depende de un juicio externo.
2) La acreditación constituye una constancia de credibilidad, más no un diagnóstico
evaluativo.
3) La acreditación registra la conformidad de una institución o de un programa en
relación con estándares de excelencia.
       La pregunta es ¿cuál es la instancia competente o adecuada para avalar la calidad
de la Licenciatura en Intervención Educativa?, la respuesta es más compleja de lo que
parece, ya que se requiere de instancias (pares) con afinidad y experiencia en el campo
profesional. Por lo tanto, la complejidad estriba en la novedad de la licenciatura y de la
escasa presencia de profesionales (Interventores Educativos) en el mercado laboral
(egresados).
       A partir de la firma del TLC, la Secretaría de Educación Pública ha promovido
la creación de instancias colegiadas de acreditación para los programas de educación
superior. En este sentido, organismos como el Centro Nacional de Evaluación
(CENEVAL), los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación
Superior (CIEES) y el Consejo para la Evaluación de la Educación Superior (COPAES),
desarrollan acciones que les permiten establecer modelos de acreditación institucional y
certificación de las profesiones mexicanas.
       Bajo esta perspectiva, la acreditación tendrá que venir desde fuera en una
primera instancia y con ello, lograr que la madurez del programa y de las instituciones
que lo imparten genere sus propias estrategias a nivel nacional, logrando que se
cumplan con los tres aspectos señalados por Fernández y Barajas; es decir, someterse a


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una evaluación externa, presentar ante la sociedad una constancia de credibilidad y,
alcanzar estándares de excelencia en las propias instituciones.
       Todo ello relacionado con los programas y las instituciones, pero al hablar de
certificación estamos refiriéndonos al reconocimiento que una instancia formal hace de
una persona al cumplir con los requisitos académicos y los estándares de competencia
establecidos para el ejercicio de una profesión (Do Amaral, 1999: 21).
       En nuestro país se reconocen tres formas de certificación de profesionistas: la
académica, otorgada a través de los títulos profesionales expedidos por las Instituciones
de Educación Superior: la oficial, cuyo carácter legal está sustentado en la expedición
de la cédula profesional y el Registro Nacional de Profesiones por parte de la Dirección
General de Profesiones; y la certificación emitida por organismos independientes como
el Centro Nacional de Evaluación (CENEVAL), los Comités Interinstitucionales para la
Evaluación de la Educación Superior (CIEES), el Consejo para la Evaluación de la
Educación Superior (COPAES), el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), el
Consejo de Normalización y Certificación de Competencias Laborales (CONOCER) y
los Colegios de Profesionistas.
       Este último tendrá que ser el espacio a desarrollar por los egresados de la
Licenciatura en Intervención Educativa, ya que formará parte de un proceso de
complejidad creciente en el desempeño laboral de los nuevos profesionistas, en y para la
sociedad. Se asume que la acreditación y la certificación de profesionales forman parte
de un conjunto de estrategias tendientes a estimular la calidad en el trabajo profesional.
Bajo esta lógica, las formas de evaluación estarán basadas en la medición de datos
concretos o en opiniones de clientes y de los mismos profesionistas.


Reflexiones Finales.
En el mundo contemporáneo estar bien educado significa, como lo señala Eduardo
Andere (2003: 7), “poseer habilidades y conocimientos que le permitan a una persona
desarrollarse. Además, contar con calidad, definida esta como educación que nos
posibilite para ser competitivos doméstica e internacionalmente”.
       Siguiendo este razonamiento, la única posibilidad de obtener un empleo bien
remunerado, que permita alcanzar los satisfactores mínimos (aceptables y decentes),
está sustentada en una educación de calidad. Esta perspectiva nos obliga a reorientar los




                                                                                       32
esfuerzos institucionales y académicos de la UPN, ofreciendo una alternativa
profesional sustentable, que logre el cumplimiento de los objetivos trazados cómo son:
a) Formar profesionales de la educación que respondan a las nuevas demandas de la
sociedad.
b) Cumplir con el modelo curricular que ha sido diseñado desde el enfoque por
competencias.
c) Como profesión, lograr que el campo de la educación deje de ser de las funciones
públicas más cuestionadas en cuanto a los resultados que se están alcanzando, cada vez
más distantes de las expectativas de una educación con equidad, igualdad y calidad.
d) Que verdaderamente permita volver los ojos de la sociedad hacia otros actores de la
práctica educativa, que han sido fuertes pilares de la acción real y que hoy están en
muchos casos ausentes (los miembros de las ONGs, gestores públicos que no son
docentes, promotores comunitarios, etc.).
e) Que permita alcanzar los propósitos de desarrollo pleno de los y las estudiantes.
f) Lograr ambientes propicios para el desarrollo de la formación y autonomía de los
colectivos.
g) Responder a la satisfacción de necesidades reales e impulsar el dinamismo interno de
las organizaciones sociales, porque el capital más importante lo constituye las acciones
de los principales actores sociales, que multiplican exponencialmente los esfuerzos,
tomando en cuenta los aspectos relevantes que influyen en las prácticas cotidianas, la
experiencia de los y las participantes, el reconocimiento de su contexto y las
problemáticas a las que se enfrentan, para dar sentido a los diferentes cursos.
       El reto más importante de toda institución de educación superior en la actualidad
es trabajar para que el tipo de imposiciones que están permeando a los centros
educativos progresivamente, “competir para sobrevivir” alcance las exigencias de la
acreditación y la certificación, y la UPN, junto con la LIE, no puede mantenerse al
margen de esta realidad.
       Importante sin duda será el reconocer la necesaria transformación de la UPN al
egresar de sus aulas a hombres y mujeres con un nuevo perfil profesional, obligando a
la planta académica a actualizar su práctica docente, pero sobre todo, sentar las bases
para incursionar y fortalecer la educación continua. Afirmamos que, para poder cumplir
con la tarea de formar a los nuevos profesionales en Intervención Educativa, se requiere
de un nuevo perfil de docente, capas de integrar un conjunto de competencias o
características como:

                                                                                       33
-      Preparación cultural.
-      Análisis crítico.
-      Capacidad reflexiva.
-      Conocimiento técnico.
-      Capacidad de adaptación.
-      Capacidad de trabajo en equipo o cooperativo.
-      Capacidad organizativa.
-      Competencia en áreas de gestión administrativa.
       Estas características, por cierto todas deseables en un profesional de la
educación, nos entregan las primeras condiciones en el tema de las nuevas competencias
en los docentes (Imbernón, 1998: 30).
       De esta manera, la institución se podrá convertir en una organización estratégica
entre las propuestas del entorno y el logro de una mejora en la práctica (Bolivar, 2002:
16). Otro aspecto a destacar es que, sin una radical “reculturación” de la escuela como
institución, pocos nuevos modos de enseñanza y aprender cabe esperar (Fullan, 1991:
201). En otras palabras, trabajar en este nuevo modelo de profesional nos permitirá
incidir en la transformación de la cultura y no sólo en los aspectos estructurales de
nuestro entorno.


Bibliografía.
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       México en riesgo?. Edit. Planeta. México, D. F.
Bolivar, Antonio (2002). Como Mejorar los Centros Educativos. Edit. Síntesis S. A.
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                                                                                      34
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      Profesional de la Medicina. Revisión del tema y análisis de situación en seis
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      globalización, las profesiones y el aula. En Antología, Seminario de
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UPN (2002). Licenciatura en Intervención Educativa. Línea de Gestión Educativa.
      México, D. F.




                                                                                 35

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Visión holística

  • 1. La Intervención Educativa: Una visión holística de los problemas sociales. Daniel Antonio Jiménez Estrada1 El campo de observación del científico social, el mundo social, no es esencialmente inestructurado. Tiene un sentido particular y una estructura de significados para los seres humanos que viven, piensan y actúan dentro de él (…) estos han preseleccionado y preinterpretado este mundo mediante construcciones de sentido común acerca de la realidad cotidiana. Estos objetos de pensamiento determinan su conducta, definen los objetivos de su acción, los medios disponibles para alcanzarlos (…) los ayudan a orientarse dentro de su medio natural y sociocultural y a relacionarse con él. Alfred Schutz. Resumen Hoy por hoy la educación se encuentra entre las funciones públicas más cuestionadas en cuanto a los resultados que se están alcanzando. Las formas aisladas de realizar el trabajo, sin fundamentos claros, con formas arbitrarias de organización, realización y seguimiento, han ido creando un abismo entre los propósitos educativos y los alcances logrados, cada vez más distantes de las expectativas de una educación de equidad, igualdad, y calidad. Precisamente esta desvinculación de las prácticas educativas con la función social de ésta, han generado que volvamos los ojos hacia otros actores de la práctica educativa, que han sido fuertes pilares de la acción real y que hoy están en muchos casos ausentes (actores como lo son los miembros de las ONGs, gestores públicos que no son docentes, promotores comunitarios, etc.). Es aquí donde la Intervención Educativa debe responder a la satisfacción de necesidades reales siendo un impulsor del dinamismo interno de las organizaciones sociales, porque el capital más importante lo constituye sus actores, que multiplican exponencialmente los esfuerzos, tomando en cuenta los aspectos relevantes que influyen en las prácticas cotidianas, la experiencia de los y las participantes, el reconocimiento de su contexto y las problemáticas a las que se enfrentan, para dar sentido a los diferentes cursos. Palabras clave: Intervención, educación, sociedad, método, profesiones. 1 Profesor/ investigador de la Universidad Pedagógica Nacional – Unidad 291, Tlaxcala. 16
  • 2. Introducción. El presente trabajo parte de la reflexión acerca de la formación en México de un profesional que ha logrado integrar en su campo de conocimiento distintos enfoques teóricos y metodológicos de las diversas disciplinas sociales. El contexto de las transformaciones de las dos últimas décadas, los procesos de globalización, la transformación de la economía mediante el uso intensivo del conocimiento, el surgimiento de la sociedad de la información, las nuevas cuestiones asociadas a la gobernabilidad y la ciudadanía, la potenciación de modelos de desarrollo basados en la competitividad internacional y las capacidades nacionales de crecimiento, son factores que condicionan el nuevo escenario de la educación, así como las demandas por calidad, eficiencia y equidad del sistema educativo. Estos procesos han orientado la formación del intervencionista en educación, a quien debemos considerar como un investigador de los procesos formales y no formales de educación, fundado en modelos de diagnóstico y en teorías susceptibles de transformar la realidad a partir de enfoques psicopedagógicos y/o socioeducativos. El trabajo que aquí se presenta, se divide en seis apartados, en el primero, se hace una breve descripción de los fundamentos que orientan la creación de la LIE, en el segundo se presentan las aportaciones que varias disciplinas hacen al campo de la intervención, destacando el enfoque multidisciplinario con que se ha fundamentado su accionar. En un tercer momento, se presenta el debate sobre la pertinencia del uso del método científico y la nueva aportación de la teoría de sistemas, enfoques ambos que obligan al intervencionista a fundar su perspectiva profesional, en el cuarto apartado se presenta un análisis del papel de las profesiones en México y de la Licenciatura en Intervención Educativa en particular. En un quinto apartado se comenta la fase actual que vive la educación superior en México, caracterizada por los procesos de acreditación institucional y certificación profesional y, finalmente, se presentan algunas reflexiones que dan la pauta para continuar con el debate acerca de la pertinencia de esta nueva profesión en México, más que conclusiones. I. Fundamentación para la creación de la LIE. Hoy por hoy, la educación se encuentra entre las funciones públicas más cuestionadas en cuanto a los resultados que se están alcanzando. Las formas aisladas de realizar el trabajo, sin fundamentos claros, con formas arbitrarias de organización, realización y 17
  • 3. seguimiento han ido creando un abismo entre los propósitos educativos y los alcances logrados, cada vez más distantes de las expectativas de una educación de equidad, igualdad, y calidad. Precisamente esta desvinculación de las prácticas educativas con la función social de ésta, han generado que volvamos los ojos hacia otros actores de la práctica educativa, que han sido fuertes pilares de la acción real y que hoy están en muchos casos ausentes (actores como lo son los miembros de las ONGs, gestores públicos que no son docentes, promotores comunitarios, etc.). ¿Pero qué hacer para incidir en esas prácticas educativas actuales y transformarlas?, ¿cómo alcanzar los propósitos de desarrollo pleno de los y las estudiantes?, ¿cómo lograr ambientes propicios para el desarrollo de la formación y autonomía de los colectivos?, ¿con qué finalidad haremos los cambios?, ¿cómo lograr la articulación entre las diferentes instituciones educativas, que ha ocasionado rupturas y desarticulaciones entre los diferentes actores educativos? Desde el diseño de esta línea, la Intervención Educativa debe responder a la satisfacción de necesidades reales siendo un impulsor del dinamismo interno de las organizaciones sociales, porque el capital más importante lo constituye sus actores, que multiplican exponencialmente los esfuerzos, tomando en cuenta los aspectos relevantes que influyen en las prácticas cotidianas, la experiencia de los y las participantes, el reconocimiento de su contexto y las problemáticas a las que se enfrentan, para dar sentido a los diferentes cursos. El contexto de las transformaciones de las dos últimas décadas, los procesos de globalización, la transformación de la economía mediante procesos intensivos en conocimiento, el surgimiento de la sociedad de la información, las nuevas cuestiones asociadas a la gobernabilidad y la ciudadanía, y la potenciación de modelos de desarrollo basados en la competitividad internacional y las capacidades nacionales de crecimiento, son factores que condicionan el nuevo escenario de la educación y las nuevas demandas por calidad, eficiencia y equidad del sistema educativo (Brunner 1999; The World Bank, 1998). Por otra parte, la tendencia hacia la descentralización de los sistemas educativos demanda a los actores una mayor capacidad para actuar de manera autónoma y tomar decisiones cercanas a los escenarios educativos. Esta responsabilidad cercana por los resultados alcanzados impone la necesidad de mayores capacidades tanto para evaluar, analizar el contexto, diseñar políticas y proyectos pertinentes, consolidar comunidades comprometidas con determinados objetivos, negociación con los diversos grupos, etc. 18
  • 4. Es decir, los cambios en los centros de decisión hacen necesario un nuevo profesional que se transforme en gestor de procesos educativos (UPN, 2000: 3). Se está viviendo una creciente dinamización social que exige una comprometida y corresponsable actuación de todos los participantes (directivos, administradores, empleados, empleadores, maestros, padres de familia, alumnos, y diversos grupos sociales) en los procesos educativos. Asimismo, la evidencia de múltiples investigaciones han puesto de relieve que el accionar educativo no se circunscribe al ámbito de lo escolar, sino que presenta un horizonte de intervenciones mucho más amplio, en donde se entrecruzan los sistemas de gestión de la educación y los diversos grupos sociales en forma conjunta aunque no siempre coordinada, para implementar acciones educativas. Además, cabe señalar que hasta hace poco tiempo el ejercicio de las tareas de gestión y orientación educativa era asumido por profesionales no formados dentro de este campo, con la consecuente improvisación, el hacer sobre el ensayo-error y la asunción de modelos no siempre idóneos. Actualmente los requerimientos apuntan hacia la necesidad de contar con perfiles más acordes, si se espera coadyuvar con ello a una mejora en los procesos y resultados. Por otro lado, es innegable la articulación entre los programas de financiamiento que se condicionan a una estrategia de rendición de cuentas y evaluación externa, que ejerce presión sobre los sistemas de administración de los recursos para responder a estas políticas determinadas desde afuera. Este tipo de imposiciones está permeando a los centros educativos progresivamente, lo cual los ubica en una dinámica de “competir para sobrevivir” y las exigencias de certificación (Ibid. 4). Recomendaciones de los diversos organismos internacionales para fortalecer los procesos de gestión de los sistemas educativos: modelos de planeación, transformación de las convocatorias para la participación social, equilibrio entre las preocupaciones de equidad y calidad, fortalecimiento de los procesos de autonomía de las instituciones educativas a partir de potenciar la dinámica colectiva propia, transparencia en el uso de los recursos, política de rendición de cuentas hacia la sociedad, etc. Finalmente, la infiltración de los movimientos de calidad total en los sistemas educativos que otorgan mayor relevancia a la satisfacción de los beneficiarios (clientes) y derecho para exigir mejores servicios, son algunos de los factores que justifican la creación de la Licenciatura en Intervención Educativa, misma que comienza a funcionar en el ciclo escolar agosto 2002 – julio 2003. 19
  • 5. II. Las Influencias. Definir a la intervención educativa representa un gran reto, sobre todo si partimos del origen (surgimiento) de las ciencias en la historia universal, podemos afirmar que esta es una disciplina –que como sus antecesoras- sigue la tradición de los más antiguos campos de conocimiento, que han logrado instituir conceptos, categorías y teorías propias de sus respectivos ámbitos de competencia. El camino que recorrieron para encontrar un espacio en el mundo de la ciencia ha sido producto del ensayo-error. Entonces, ¿por qué debemos pensar que la intervención ha de ser diferente?, ¿qué argumentos esgrime este campo del conocimiento para apostar a un proceso distinto a otras disciplinas? La intervención es una disciplina que se ha tenido que nutrir de distintos campos del conocimiento humano. Algunas de las disciplinas que la han influenciado son: a) La Sociología. Es una ciencia que ofrece a la intervención la posibilidad de entender los procesos sociales propios de la conformación de estructuras, funciones y sistemas complejos que han caracterizado a las sociedades en el mundo. Esta ciencia aporta una clara sistematización de las formas en que se explica a la organización social y sus interrelaciones. Como bien se sabe, distinguiendo el rol que los hombres asumen ante las distintas expresiones culturales, políticas, económicas, ideológicas, etc., la intervención logra identificar procesos, formas, estructuras y funciones propias del contexto en que está inmersa la actividad del interventor. b) La Ciencia Política. Una de las más largas tradiciones en el mundo de la ciencia es precisamente el de este campo, que ofrece un análisis complejo de las formas de organización y funcionamiento de los estados modernos. Es esta disciplina la que aporta a la intervención la posibilidad de posicionarse en el análisis de las políticas públicas, ámbito que ilustra la hechura, implementación, impacto y evaluación de estas, otorgando al interventor la posibilidad de comprender el papel que en la realidad toman las decisiones del Estado y uno de sus principales actores (los gobernantes). c) La Historia. Vincula a la intervención con los elementos teóricos-metodológicos que le permiten analizar la realidad desde la perspectiva de la evolución (espacio-temporal). Situando al interventor en la posibilidad de comprender los hechos sociales en la comprensión de su carácter multifactorial. Haciendo posible entender los distintos contextos que dan origen a las manifestaciones sociales que serán objeto de la intervención. 20
  • 6. d) La Pedagogía. Siendo este uno de los campos que explican las formas de conocimiento que se generan a partir del proceso enseñanza-aprendizaje, resulta sumamente destacada la aplicación y recuperación de modelos acordes a la realidad que estudia la intervención. Para ello hace uso de los modelos formales y no formales de educación que se circunscriben no sólo al espacio áulico, sino también a todos aquellos modelos extraescolares. e) La Antropología. Derivado de la propuesta metodológica de esta disciplina, la intervención utiliza como estrategias de estudio, a la etnometodología y la etnografía para recuperar los saberes comunitarios, así como para identificar la lógica de las estructuras de poder y su distribución en dichos espacios. Le permite identificar formas de expresión culturales, así como el uso de métodos cualitativos propios de esta ciencia. f) El Trabajo Social. Gracias a este enfoque, la intervención ha logrado incursionar en los ámbitos sociales de acción comunitaria, generando expectativas de participación actuante y redefinición de roles que posibilitan la reasignación de recursos y programas entre los actores objeto de la intervención. g) La Medicina. Sin lugar a dudas, este es uno de los campos que han permitido a la intervención posicionarse como el principal intermediario entre la realidad de las instituciones y las comunidades y sus necesidades y demandas. Es esta disciplina la que otorga la creencia de que un buen diagnóstico generará amplias expectativas a la intervención. h) La Psicología. Dotada de instrumentos propios del análisis comportamental, la psicología ofrece a la intervención, escenarios de acción definidos por la interpretación de actitudes humanas propias de la racionalidad (irracionalidad). Esta disciplina permite integrar al análisis situacional, valores analíticos que cada individuo posee y que a su vez refleja en los ámbitos en que se desenvuelve. Aunado a otras disciplinas (pedagogía) permite entender aquellos elementos de comportamiento sobre todo en el espacio áulico. i) El Desarrollo Regional. El desarrollo regional es un proceso orientado a la organización y transformación de los espacios y los territorios. Como concepto, el desarrollo regional tiene atribuciones que definen un campo de interacción en las dimensiones más importantes del desarrollo, en lo que concierne a cambios cualitativos en los planos económico, social, político, ambiental, tecnológico y territorial. En la práctica se asocia a la organización productiva y al progreso técnico con las tareas de gobernabilidad y gestión; la preservación del ambiente y la organización territorial de la 21
  • 7. sociedad que habita dentro de las mismas. El desarrollo regional incorpora principios de equidad y participación y se reconocen las vertientes del desarrollo en un sentido integral. Si bien estas son sólo algunas de las disciplinas que más se acercan al ámbito de formación en México del intervencionista, no son las únicas, ya que los métodos cuantitativos (estadística) y cualitativos (etnometodología, etnografía, entrevista en profundidad, etc.), también están presentes como herramientas necesarias para la obtención de datos de la realidad. En estricto sentido, y como se puede apreciar en cada una de las disciplinas que han estado presentes en su ámbito de formación, la visión multidisciplinaria es predominante sobre los intereses unidisciplinarios. Esto incide directamente, ya que genera una visión aislada (sesgada) en la formación profesional del interventor, otorgando primacía al ámbito de conocimiento del cual parte el docente. La enseñanza y las explicaciones en el aula, se caracterizan por asumir una visión parcial del proceso, generando confusión en el uso de conceptos y dificultad para apropiarse de los contenidos, y para integrarlos a su campo de conocimientos. Otro aspecto que debe aunarse a la explicación de esta visión multidisciplinaria es la presencia de enfoques teóricos que tratan de comprender la realidad social, ofreciendo al intervencionista una perspectiva aún más compleja del proceso. Ante ello, se ven envueltos en el análisis de corrientes como el constructivismo, entendido como una explicación de los procesos que llevan a cabo los seres humanos para conocer, comprender y entender su entorno; es decir, explica las diversas maneras de pensar del sujeto concreto, que se dispone a elaborar conocimientos sobre los objetos y fenómenos del mundo real y los acontecimientos de sus situaciones vitales (Hidalgo, 2006: 1). Es importante destacar que la educación en y para toda la vida es la apuesta para el futuro que se plantea en el informe que presentó a la UNESCO la Comisión Internacional sobre Educación para el Siglo XXI, afirma que la sobrevivencia de la humanidad depende de la educación en valores morales y del respeto y la valoración del pluralismo cultural. Bajo este enfoque se forman actualmente las generaciones de profesionales como los de la LIE, a quienes se les infunden los valores de la educación a lo largo de la vida, que se sustenta en cuatro pilares (competencias): - Aprender a conocer combinando una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número de materias. Lo 22
  • 8. que supone, además aprender para aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida. - Aprender a hacer con el fin de adquirir, no sólo una calificación profesional, sino una competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y para trabajar en equipo. Pero también aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes. - Aprender a vivir juntos desarrollando comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia, realizando proyectos comunes y preparándose para tratar los conflictos respetando los valores del pluralismo, la comprensión mutua y la paz. - Aprender a ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no menospreciar en la educación ninguna de las posibilidades de cada individuo: memoria, razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitud para comunicar (Elizondo, 2001: 37-38). Por otra parte, en la formación de los Intervencionistas en Educación los docentes asumen posturas ideológicas como la de Pablo Freire, que tratan de incorporar en los saberes de los estudiantes la visión mesiánica de los educadores latinoamericanistas, contrario a los nuevos enfoques que la economía neoliberal ha desarrollado, donde se integra la visión moderna y posmoderna de la educación. Pensar en competencias, (de acuerdo al modelo curricular la LIE), es sinónimo de modernidad por ejemplo. Si definimos a las competencias como: una forma de actuar de manera eficaz en un tipo definido de situación, capacidad que se apoya en conocimientos, pero no se reduce a ellos (Perrenaoud, 2002: 7). Para los fines de este trabajo, y como resultado de la revisión hecha hasta este momento, consideramos que el interventor educativo es: un investigador de los procesos formales y no formales de educación, fundado en modelos de diagnóstico y en teorías susceptibles de transformar la realidad a partir de enfoques psicopedagógicos y/o socioeducativos. Uno de los principales supuestos de los que parte la intervención, es que ésta se hace en situación, donde se transforma en la medida en que los sujetos participantes hacen el cambio con su acción. Esta doble función, la de transformar y generar conocimiento es la condición que permite entender los procesos de investigación formales. 23
  • 9. Por lo tanto, un programa o proyecto de intervención es el que cuestiona y, posteriormente, resuelve una situación situando en ella un conflicto o tensión entre dos o más de sus constitutivos. Intervenir implica resolver esa contradicción, tensión o conflicto produciendo una nueva lógica que no sea una de las anteriores, pero surgida de ellas mismas. En la intervención se construyen patrones conceptuales y de acciones que permiten establecer que la intervención produjo cambios cercanos a los esperados (Sañudo, 2005: 5). Para concluir este apartado, queremos destacar que la intervención es un campo fascinante y muy amplio el cuál exige de mucha reflexión, la experiencia nos indica que se puede intervenir en la comunidad, la familia, la escuela, la religión, en la cultura, en hospitales, en el medio rural, en la calle he incluso en el barrio. El mismo interventor, durante el proceso de intervención llega a transformar su estructura conceptual, es decir, así como el interventor puede ayudar a cambiar formas de pensar y actuar de una persona, él también puede llegar a cambiar su forma de pensar y actuar, de esta manera podemos establecer que desarrolla procesos de negociación. III. El uso del método científico en la Intervención Educativa. Como es sabido, el método tiene una decisiva función en la ciencia. Su uso nos permite diferenciar entre el conocimiento científico y otros modos de conocer la realidad. Su fundamentación se encuentra en el pensamiento racional-analítico. Es a través de este razonamiento que se obtienen avances en disciplinas como la matemática, la política o la economía, por ejemplo. Y como señala Darío Rodríguez (2006: 27), “el método, además, debe permitir que el acto de conocer quede determinado por el objeto. En otras palabras, el conocer es un proceso interactivo entre un sujeto que conoce y un objeto que es conocido. En esta interacción, es posible que el sujeto vea lo que quiere ver, es decir, que deje –consciente o inadvertidamente- que sus preferencias y prejuicios alteren las características del objeto conocido. El método debe impedir esta interferencia de lo subjetivo con el conocimiento”. De acuerdo con el mismo autor, con el surgimiento de la teoría de sistemas, se produce un cambio en la aproximación al conocimiento y, en consecuencia en el método científico. En definitiva, al tener pretensiones de universalidad, se ve obligada a considerarse a sí misma como parte de su objeto de estudio. 24
  • 10. Contrario a la visión predominante hasta antes de su aparición, la teoría de sistemas tiene como objeto la comprensión de una totalidad compleja, entendida como una visión global, y no de forma analítico-reduccionista. Bajo este enfoque, el interventor educativo (observador) pasa a ocupar una posición central con el uso de esta teoría. El sistema entonces incluirá al observador, planteándose la disyuntiva de ser el ente autorreferido. A partir de ese momento, toda apreciación que el observador haga describirá al sistema e influirá en él. El observador no podrá volver a observar sin ser observado. Según Rodríguez (2006: 28) “sujeto y objeto no pueden ser entendidos ya como entes separados, sino integrados en el acto creador de conocer”. De este hecho deriva el problema de la objetividad en la investigación científica, aspecto que tampoco puede eludir el interventor educativo. Si la objetividad corresponde con el reflejo fiel de la realidad, y si lo que la ciencia estudia son hechos, entonces, corresponderán a observaciones empíricamente verificables. Dos son las visiones con las que debe trabajar el intervencionista desde nuestro punto de vista: la perspectiva positivista que señala la imposibilidad de tener acceso al mundo real (sólo es posible adquirir el conocimiento en lo perceptible, en el mundo sensible, aquel que podemos captar a través de nuestros sentidos), desarrollándose las técnicas como la observación, la entrevistas, la encuesta, etc., y por la otra, la perspectiva epistemológica que señala que la comprobación de la objetividad de un aserto científico se logra mediante su mejor aproximación a la realidad. Y de acuerdo con Rodríguez (2006), “cualquier atajo directo que lleve a la realidad sin pasar por la experiencia está vedado para la ciencia” (Ibíd: 29). Para algunos autores como Humberto Maturana, citado por Rodríguez (2006), hay dos formas de validar una explicación cualquiera: i) Recurriendo a la realidad externa, independientemente del observador, de tal modo que será válida una afirmación que logre demostrar que es un reflejo fiel de esta realidad. ii) Aceptando la realidad del observador en la construcción de lo observado. Esto implica “poner la objetividad entre paréntesis”, que no es lo mismo que subjetividad, sino simplemente desechar el argumento de la realidad externa, independiente del observador, como criterio de validación. La validación se hace entonces haciendo referencia a la experiencia (Ibíd: 30). 25
  • 11. Según Rodríguez esta perspectiva conduce al problema planteado desde un principio: la imposibilidad de recurrir a una adecuación con la realidad externa como forma de validación de las afirmaciones científicas. Por ello Maturana establece cuatro operaciones que, si son satisfechas cabalmente, permitirán que una explicación pueda ser aceptada como explicación válida en el dominio de las explicaciones científicas. i) Descripción del fenómeno a explicar en términos de lo que el observador debe hacer para tener la experiencia del fenómeno que se quiere explicar. ii) Hipótesis explicativa, que consiste en la proposición de un mecanismo que si es hecho operar por el observador, le permitirá experimentar –en su dominio de experiencias- el fenómeno que se quiere explicar. iii) Deducción, a partir del operar del mecanismo generativo o hipótesis explicativa, de otras experiencias que deberían surgir en el dominio de experiencias del observador y de las observaciones que el observador debería hacer para experimentarlas: “si ocurre b, debería ocurrir x en tales y cuales condiciones”. iv) La realización de estas experiencias, mediante la satisfacción de las operaciones deducidas en el inciso anterior (Ibíd: 30-31). Dado lo anterior, la responsabilidad del investigador se hace ineludible, porque que no podrá responsabilizar jamás de sus errores a un objeto externo, sino a su propia experiencia o a las explicaciones de la misma. En las ciencias sociales el objeto de estudio es un observador, que observa su mundo, que observa a otros observadores y que se da explicaciones acerca de su estar en este mundo con otros observadores. Este es el problema de la “doble hermenéutica” inherente al estudio de la social, a que se refiere Anthony Guiddens. Sólo para concluir con este apartado, señalaré que, “la observación de la observación permitirá ver lo que los observadores observados no pueden ver: sus esquemas de distinción. Pero siempre quedará algo sin ser visto por el observador de los sistemas observados: sus propios esquemas de distinción” (Ibíd: 32). Hasta aquí, hemos desarrollado una perspectiva útil para destacar la gran dificultad que enfrenta el trabajo del interventor educativo. Por otra parte, afirmamos que, si el uso del método es el elemento que caracteriza a las ciencias, entonces consideramos a la Intervención Educativa como una de ellas. 26
  • 12. IV. Las Profesiones en México. Las profesiones en México han jugado un papel determinante en el desarrollo del Estado, a diferencia de lo que ocurre en países como Estados Unidos o Inglaterra, donde su devenir ha sido independiente de las políticas gubernamentales (Cleaves, 1985: 185), y en donde el Estado interviene de diversas formas en la regulación de las profesiones, generalmente en alianza con los intereses de éstas, y en algunas, en oposición a ellos. De acuerdo con Fernández y Barajas (2003: 96) se afirma que una profesión es una comunidad autorregulada que tiene un poder exclusivo, normalmente respaldado por el Estado, para adiestrar a nuevos miembros o admitirlos en sus prácticas, reservándose el derecho de juzgar la actuación profesional de sus propios miembros. Por su parte, la formación profesional se define como el conjunto de procesos sociales de preparación y conformación del sujeto, referido a fines precisos para un posterior desempeño en el ámbito laboral. Es el proceso educativo que tiene lugar en las instituciones de educación superior, orientado a la apropiación por parte de los alumnos de los conocimientos, habilidades, actitudes, valores culturales y éticos, contenidos en un perfil profesional y que corresponda a los requerimientos para un determinado ejercicio de una profesión (Ibíd). Visto desde esta perspectiva, los egresados son: “profesionales de la educación que responden a las nuevas demandas de la sociedad; conformando así, una nueva licenciatura en Intervención Educativa, cuyo modelo curricular ha sido diseñado desde el enfoque por competencias, el cual está constituido por un área de formación inicial en Ciencias Sociales, un área de formación básica en educación y seis líneas específicas: Interculturalidad, Educación de las Personas Jóvenes y Adultas, Gestión Educativa, Educación Inclusiva, Orientación Educativa y Educación Inicial. Cada una de las líneas específicas consta de doce cursos, además de tres espacios que apoyan las prácticas profesionales y dos el proceso de titulación” (UPN, 2002: 1). De acuerdo con la justificación para la creación de esta nueva licenciatura, se plantea que: “Hoy por hoy, la educación se encuentra entre las funciones públicas más cuestionadas en cuanto a los resultados que se están alcanzando. Las formas aisladas de realizar el trabajo, sin fundamentos claros, con formas arbitrarias de organización, realización y seguimiento han ido creando un abismo entre los propósitos educativos y los alcances logrados, cada vez más distantes de las expectativas de una educación de equidad, igualdad, y calidad. Precisamente esta desvinculación de las prácticas 27
  • 13. educativas con la función social de ésta, han generado que volvamos los ojos hacia otros actores de la práctica educativa, que han sido fuertes pilares de la acción real y que hoy están en muchos casos ausentes (actores como lo son los miembros de las ONGs -en el país existen 1916 organizaciones no gubernamentales-, gestores públicos que no son docentes, promotores comunitarios, etc.). ¿Pero qué hacer para incidir en esas prácticas educativas actuales y transformarlas?, ¿cómo alcanzar los propósitos de desarrollo pleno de los y las estudiantes? ¿Cómo lograr ambientes propicios para el desarrollo de la formación y autonomía de los colectivos? ¿Con qué finalidad haremos los cambios? ¿Cómo lograr la articulación entre las diferentes instituciones educativas, que ha ocasionado rupturas y desarticulaciones entre los diferentes actores educativos?; Desde el diseño de esta licenciatura se considera debe responder a la satisfacción de necesidades reales y como un impulsor del dinamismo interno de las organizaciones sociales, porque el capital más importante lo constituye las acciones de los principales actores sociales, que multiplican exponencialmente los esfuerzos, tomando en cuenta los aspectos relevantes que influyen en las prácticas cotidianas, la experiencia de los y las participantes, el reconocimiento de su contexto y las problemáticas a las que se enfrentan, para dar sentido a los diferentes cursos” (Ibíd: 1). Bajo esta perspectiva, a la Licenciatura en Intervención Educativa se le han generado expectativas acordes a las transformaciones del mundo contemporáneo, mismas que se pueden encontrar en el documento base de su creación, desde la perspectiva de la Gestión Educativa: “…la evidencia de múltiples investigaciones han puesto de relieve que el accionar educativo no se circunscribe al ámbito de lo escolar, sino que presenta un horizonte de intervenciones mucho más amplio, en donde se entrecruzan los sistemas de gestión de la educación y los diversos grupos sociales en forma conjunta aunque no siempre coordinada, para implementar acciones educativas. Además, cabe señalar que hasta hace poco tiempo el ejercicio de las tareas de gestión eran asumidas por profesionales no formados dentro de este campo, con la consecuente improvisación, el hacer sobre el ensayo-error y la asunción de modelos no siempre idóneos. Actualmente los requerimientos apuntan hacia la necesidad de contar con perfiles más convergentes con las funciones de gestión educativa, si se espera coadyuvar con ello a una mejora en los procesos y resultados. Por otro lado, es innegable la articulación entre los programas de financiamiento que se condicionan a una estrategia de rendición de cuentas y evaluación externa, que ejerce presión sobre los sistemas de administración de los recursos para responder a 28
  • 14. estas políticas determinadas desde afuera. Este tipo de imposiciones está permeando a los centros educativos progresivamente, lo cual los ubica en una dinámica de “competir para sobrevivir” y las exigencias de la acreditación y la certificación (Ibíd: 2). De acuerdo con lo anteriormente expuesto, queda claro que la Licenciatura en Intervención Educativa surge como una propuesta académica que viene a ocupar un espacio en el mundo de las profesiones y que, vuelve sus ojos hacia actores que, tradicionalmente han sido marginados: “otros actores de la práctica educativa, que han sido fuertes pilares de la acción real y que hoy están en muchos casos ausentes (miembros de las ONGs, gestores públicos que no son docentes, promotores comunitarios, etc.)” (Ibíd: 3). Por otra parte, y partiendo del análisis del estudio de las profesiones, podemos afirmar que, quienes tienen la sartén por el mango (poder) determinan las profesiones a veces por “negociación” en base a intereses creados, ellos tienen la decisión “adecuada”, aunque el discurso vaya en función al “beneficio público” solo es intercambio de intereses, la sociedad no tiene gran protagonismo en el asunto, ésta situación contradictoria tiene consecuencias graves como la existencia de profesionistas sin mercado laboral, puesto que en la negociación no se establecen estudios de necesidades sociales reales de mercado, sino intereses particulares entre los implicados en este asunto que se escudan en la autonomía, el monopolio y el control. De aquí deriva que la negociaciones entre la élite del poder y las profesiones deben evitar el monopolio, de tal suerte que las profesiones no deben estar totalmente supeditadas a los designios del poder, lo urgente es que deben estar vigentes en la economía política, las decisiones de alto mando no siempre van en relación con las necesidades reales de competencia, para lograr se cristalice, es vital su vinculación con el campo laboral, lo complejo de las negociaciones obliga a que surjan profesiones saturadas en el mercado, a fin de evitar esta situación, las negociaciones deben establecerse con el propósito de cubrir las exigencias de la demanda necesaria y real, tomado en cuenta la colectividad social y el avance, creando las condiciones para cumplir con las expectativas sociales, nacionales y mundiales. Siguiendo a Gyarmati (1999: 16) el problema de las profesiones está estrechamente vinculado con la distribución del poder y lo determina en gran parte la naturaleza que tiene la sociedad así como el desarrollo de la misma, las profesiones se fortalecen mediante las relaciones con algunos sectores e instituciones sociales, 29
  • 15. constituyéndose en centros de importancia del poder político; con el propósito de tratar de comprender el papel que juegan las profesiones socialmente, es necesario entender su dinámica, y la naturaleza del poder con que cuentan, así como enterarse, qué acciones realizan para lograrlo y finalmente el uso que le dan, a fin de clarificar este asunto, primeramente se juzga pertinente y necesario analizar el sistema de profesiones a partir de: la organización, el control del conocimiento, la construcción social presente en la realidad y finalmente la estructura prevaleciente del poder político. Actualmente la formación profesional en México se realiza en un contexto educativo bajo parámetros institucionales que regulan las actividades consideradas como necesarias y pertinentes, avalando la preparación ofrecida mediante la expedición de certificados y títulos profesionales. De acuerdo con esta perspectiva, es de esperarse que la Licenciatura en Intervención Educativa, se encuentre influenciada por dos temas que se han convertido en ejes centrales de la educación superior en México, la acreditación de instituciones y programas de educación superior y la certificación de profesionistas. V. La fase actual de la educación superior en México. En busca de la calidad (los procesos de acreditación y certificación). En la última década, los temas de la evaluación de la calidad y de la acreditación de instituciones y de programas académicos han ocupado un lugar central en las políticas públicas del sector de la educación superior en la región y en los medios académicos. Y con razón, puesto que las dinámicas de transformación de los sistemas educativos los han conducido a incorporar la tarea de “rendir cuentas” como un valor que incrementa su legitimidad, mejora su calidad y favorece su transparencia (Orozco y Cardoso, 2003: 1). Fernández y Barajas (2003: 97) por su parte, afirman que, la finalidad de todo proceso de acreditación, busca legitimar públicamente la calidad de la educación impartida en una carrera específica y los fines de una institución, a fin de exponer la integridad de una gestión institucional. Esta acreditación proviene de la comparación que una institución realiza de sus procesos educativos con relación a los parámetros establecidos en los estándares de calidad. Los estándares establecen las características y las condiciones bajo las cuales debe realizarse una actividad determinada. Puede decirse entonces que el proceso de acreditación es un conjunto de actividades regidas por un 30
  • 16. procedimiento establecido que permiten evaluar y verificar el quehacer académico y administrativo de la escuela. Como señala Do Amaral (1999) en México tradicionalmente ha sido el Estado quien otorga a las instituciones universitarias, públicas y privadas, las autorizaciones de impartir y desarrollar programas educativos y es el aval de la calidad de dichos servicios, por lo que se ha definido a la acreditación como el reconocimiento formal por parte de una autoridad competente hacia una institución de educación que cumple con los estándares mínimos de calidad aceptable. En este sentido, y siguiendo a Fernández y Barajas (2003: 98), es necesario precisar algunos aspectos: 1) La acreditación se realiza frente a un organismo especializado e independiente, por lo que el concepto acreditación depende de un juicio externo. 2) La acreditación constituye una constancia de credibilidad, más no un diagnóstico evaluativo. 3) La acreditación registra la conformidad de una institución o de un programa en relación con estándares de excelencia. La pregunta es ¿cuál es la instancia competente o adecuada para avalar la calidad de la Licenciatura en Intervención Educativa?, la respuesta es más compleja de lo que parece, ya que se requiere de instancias (pares) con afinidad y experiencia en el campo profesional. Por lo tanto, la complejidad estriba en la novedad de la licenciatura y de la escasa presencia de profesionales (Interventores Educativos) en el mercado laboral (egresados). A partir de la firma del TLC, la Secretaría de Educación Pública ha promovido la creación de instancias colegiadas de acreditación para los programas de educación superior. En este sentido, organismos como el Centro Nacional de Evaluación (CENEVAL), los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES) y el Consejo para la Evaluación de la Educación Superior (COPAES), desarrollan acciones que les permiten establecer modelos de acreditación institucional y certificación de las profesiones mexicanas. Bajo esta perspectiva, la acreditación tendrá que venir desde fuera en una primera instancia y con ello, lograr que la madurez del programa y de las instituciones que lo imparten genere sus propias estrategias a nivel nacional, logrando que se cumplan con los tres aspectos señalados por Fernández y Barajas; es decir, someterse a 31
  • 17. una evaluación externa, presentar ante la sociedad una constancia de credibilidad y, alcanzar estándares de excelencia en las propias instituciones. Todo ello relacionado con los programas y las instituciones, pero al hablar de certificación estamos refiriéndonos al reconocimiento que una instancia formal hace de una persona al cumplir con los requisitos académicos y los estándares de competencia establecidos para el ejercicio de una profesión (Do Amaral, 1999: 21). En nuestro país se reconocen tres formas de certificación de profesionistas: la académica, otorgada a través de los títulos profesionales expedidos por las Instituciones de Educación Superior: la oficial, cuyo carácter legal está sustentado en la expedición de la cédula profesional y el Registro Nacional de Profesiones por parte de la Dirección General de Profesiones; y la certificación emitida por organismos independientes como el Centro Nacional de Evaluación (CENEVAL), los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES), el Consejo para la Evaluación de la Educación Superior (COPAES), el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), el Consejo de Normalización y Certificación de Competencias Laborales (CONOCER) y los Colegios de Profesionistas. Este último tendrá que ser el espacio a desarrollar por los egresados de la Licenciatura en Intervención Educativa, ya que formará parte de un proceso de complejidad creciente en el desempeño laboral de los nuevos profesionistas, en y para la sociedad. Se asume que la acreditación y la certificación de profesionales forman parte de un conjunto de estrategias tendientes a estimular la calidad en el trabajo profesional. Bajo esta lógica, las formas de evaluación estarán basadas en la medición de datos concretos o en opiniones de clientes y de los mismos profesionistas. Reflexiones Finales. En el mundo contemporáneo estar bien educado significa, como lo señala Eduardo Andere (2003: 7), “poseer habilidades y conocimientos que le permitan a una persona desarrollarse. Además, contar con calidad, definida esta como educación que nos posibilite para ser competitivos doméstica e internacionalmente”. Siguiendo este razonamiento, la única posibilidad de obtener un empleo bien remunerado, que permita alcanzar los satisfactores mínimos (aceptables y decentes), está sustentada en una educación de calidad. Esta perspectiva nos obliga a reorientar los 32
  • 18. esfuerzos institucionales y académicos de la UPN, ofreciendo una alternativa profesional sustentable, que logre el cumplimiento de los objetivos trazados cómo son: a) Formar profesionales de la educación que respondan a las nuevas demandas de la sociedad. b) Cumplir con el modelo curricular que ha sido diseñado desde el enfoque por competencias. c) Como profesión, lograr que el campo de la educación deje de ser de las funciones públicas más cuestionadas en cuanto a los resultados que se están alcanzando, cada vez más distantes de las expectativas de una educación con equidad, igualdad y calidad. d) Que verdaderamente permita volver los ojos de la sociedad hacia otros actores de la práctica educativa, que han sido fuertes pilares de la acción real y que hoy están en muchos casos ausentes (los miembros de las ONGs, gestores públicos que no son docentes, promotores comunitarios, etc.). e) Que permita alcanzar los propósitos de desarrollo pleno de los y las estudiantes. f) Lograr ambientes propicios para el desarrollo de la formación y autonomía de los colectivos. g) Responder a la satisfacción de necesidades reales e impulsar el dinamismo interno de las organizaciones sociales, porque el capital más importante lo constituye las acciones de los principales actores sociales, que multiplican exponencialmente los esfuerzos, tomando en cuenta los aspectos relevantes que influyen en las prácticas cotidianas, la experiencia de los y las participantes, el reconocimiento de su contexto y las problemáticas a las que se enfrentan, para dar sentido a los diferentes cursos. El reto más importante de toda institución de educación superior en la actualidad es trabajar para que el tipo de imposiciones que están permeando a los centros educativos progresivamente, “competir para sobrevivir” alcance las exigencias de la acreditación y la certificación, y la UPN, junto con la LIE, no puede mantenerse al margen de esta realidad. Importante sin duda será el reconocer la necesaria transformación de la UPN al egresar de sus aulas a hombres y mujeres con un nuevo perfil profesional, obligando a la planta académica a actualizar su práctica docente, pero sobre todo, sentar las bases para incursionar y fortalecer la educación continua. Afirmamos que, para poder cumplir con la tarea de formar a los nuevos profesionales en Intervención Educativa, se requiere de un nuevo perfil de docente, capas de integrar un conjunto de competencias o características como: 33
  • 19. - Preparación cultural. - Análisis crítico. - Capacidad reflexiva. - Conocimiento técnico. - Capacidad de adaptación. - Capacidad de trabajo en equipo o cooperativo. - Capacidad organizativa. - Competencia en áreas de gestión administrativa. Estas características, por cierto todas deseables en un profesional de la educación, nos entregan las primeras condiciones en el tema de las nuevas competencias en los docentes (Imbernón, 1998: 30). De esta manera, la institución se podrá convertir en una organización estratégica entre las propuestas del entorno y el logro de una mejora en la práctica (Bolivar, 2002: 16). Otro aspecto a destacar es que, sin una radical “reculturación” de la escuela como institución, pocos nuevos modos de enseñanza y aprender cabe esperar (Fullan, 1991: 201). En otras palabras, trabajar en este nuevo modelo de profesional nos permitirá incidir en la transformación de la cultura y no sólo en los aspectos estructurales de nuestro entorno. Bibliografía. Andere, Eduardo M. (2003). La Educación en México: Un fracaso monumental ¿Está México en riesgo?. Edit. Planeta. México, D. F. Bolivar, Antonio (2002). Como Mejorar los Centros Educativos. Edit. Síntesis S. A. Madrid, España. Brunner (1999). The World Bank 1998. Cantón Mayo, Isabel (Coord.) (2001). La Implantación de la Calidad en los Centros Educativos. Una perspectiva aplicada y reflexiva. Edit. CCS. Madrid, España. Cleaves, P. S. (1985). Las Profesiones y el Estado: El caso de México. Colección Jornadas. México: El Colegio de México. México, D. F. Fernández Pérez, Jorge A. y Barajas Arrollo, Guadalupe (2003). Una Nueva Cultura Profesional. Notas para un debate. En Revista de Divulgación Científica Universciencia. Edit. Universidad de Oriente Puebla. Año 2, nº 5. Septiembre – Diciembre. Puebla, México. 34
  • 20. Do Amaral, J. L. (1999). Calidad y Regulación de la Educación y del Ejercicio Profesional de la Medicina. Revisión del tema y análisis de situación en seis países de América Latina. Programa de desarrollo de recursos humanos. Brasil: Organización Panamericana de la Salud. Brasil. Elizondo Huerta, Aurora (2001). La Nueva Escuela, I. Dirección, liderazgo, y gestión escolar. Edit. Paidós. México, D. F. Fullan, M. (1991). The new meaning of educational change. Teachers College. Press/Cassell. Nueva York / Londres. Gyarmati, Gabriel (1999). Notas para una teoría política de las profesiones en: La globalización, las profesiones y el aula. En Antología, Seminario de Investigación: Maestría en Educación. Campo Formación Docente en el Ámbito Regional. UPN - 291, Tlaxcala, México. Hidalgo Guzmán, Juan Luis (2006). ¿Qué es el constructivismo?. En Monografías.com Imbernón, Francisco (1998). La Formación del Profesorado. Edit. Laia. Barcelona, España. Orozco Silva, Luis Enrique y Cardoso Rodríguez, Rodrigo (2003). La Evaluación Como Estrategia de Autorregulación y Cambio Institucional. Edit. Revista Perfiles Educativos – UNAM. México, D. F. Perrenoud, Philippe (2002). Construir Competencias Desde la Escuela. Edit. Dolmen Ediciones – Océano. Santiago de Chile. Rodríguez, Darío (2006). Diagnóstico Organizacional. “Fundamentos del Diagnóstico” “El Diagnóstico Organizacional” y “Modelos de análisis”. Edit. Alfaomega. México, D. F. Sañudo Guerra, Lya (2005). Los programas de intervención una modalidad para investigar en la educación. 3er. Congreso Nacional de Investigación Educativa. Jalisco México. UPN (2000). Programa de Reordenamiento de la Oferta Educativa de la Unidades UPN. Licenciatura en Intervención Educativa. Línea de Educación Inicial. México, D. F. UPN (2002). Licenciatura en Intervención Educativa. Línea de Gestión Educativa. México, D. F. 35