2. Estamos en el segundo domingo de Adviento,
que significa venida del Señor. En este domingo
ya se hace más presente la primera venida de
Jesús en su nacimiento.
Para que su
recuerdo
tenga más
vida, hoy
trataremos
de su
preparación.
3. El domingo pasado, 1º de Adviento, la Iglesia se fijaba
sobre todo en prepararse para recibir a Jesús que
vendrá: al final del mundo, que es sobre todo el día de
nuestra muerte.
Hoy se acentúa el
hecho de que Dios
viene.
4. Se trata de un
presente continuo,
es decir, de una
acción que se
realiza siempre: está
ocurriendo, ocurre
ahora y ocurrirá
también en el futuro.
En todo momento
"Dios viene".
5. Decía el papa: “No es un Dios que está en el cielo,
desinteresándose de nosotros y de nuestra
historia, sino que es el Dios-que-viene. Es un
Padre que nunca deja de pensar en nosotros y,
respetando totalmente nuestra libertad, desea
encontrarse con nosotros y visitarnos; quiere
venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en
nosotros.
Viene porque desea
liberarnos del mal y
de la muerte, de todo
lo que impide nuestra
verdadera felicidad,
Dios viene a
salvarnos.”
6. Para que sea más real y vivo este encuen-
tro con el Señor nos debemos preparar.
Una buena preparación
debe ser, en primer lugar,
por medio de la oración.
Hoy en el evangelio nos
dirá cómo san Juan
Bautista se preparó para
predicar estando en el
“desierto”. El desierto es
un símbolo de oración, de
apartarse del ruido
mundano para estar
mejor con Dios.
7. El hecho de orar es ya acrecentar nuestra unión
con Dios. Eso significa que ya va viniendo; pero
también debemos pedirle que venga a tantos que
le olvidan.
Le pidamos
que venga
con las
gracias que
necesitamos.
9. Ven, danos tu
Salvador, fuerza y
ven sin verdad.
tardar,
Hacer CLICK
10. Todos los años, en
este segundo y en el
tercer domingo de
Adviento la Iglesia nos
presenta a san Juan
Bautista, quien nos
señala el camino de la
preparación.
En el evangelio oiremos al
Bautista que repite lo del
profeta Isaías.
Lucas 3,1-6
11. En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
En el año quince del reinado del emperador Tiberio,
siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes
virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y
Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo
sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios
sobre Juan, Hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un
bautismo de conversión para perdón de los pecados,
como está escrito en el libro de los oráculos del profeta
Isaías:
"Una voz grita en el desierto: preparad el camino del
Señor, allanad sus senderos; elévense los valles,
desciendan los montes y colinas; que lo torcido se
enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la
salvación de Dios".
12. San Lucas, que es el evangelista más
técnico en el sentido literario, presenta un
cuadro magnífico para encuadrar la figura
de Jesús (y la del Bautista) en la historia.
Va diciendo quiénes eran los gobernantes:
en Judea, en Galilea, en Roma.
13. Nuestra religión
no es algo
hetéreo, sino es
histórica de
verdad. Jesús
vivió en un
tiempo
determinado y
una región
determinada.
Hoy nos presenta predicando al
precursor, que es san Juan Bautista.
20. La voz sin palabras no tiene sentido. El Bautista nos
dirá unas pocas palabras, muy significativas, porque
son anuncio de que llega la Palabra, que es el Verbo de
Dios, que se hace hombre para salvarnos.
21. Lo que predicaba el Bautista, y nos predica también
ahora para prepararnos a recibir la Palabra, es la
CONVERSIÓN. Todos necesitamos convertirnos, que es
cambiar de mentalidad en muchas cosas.
22. Para muchos convertirse es cambiar su actitud ante la
Navidad. Hay gente que la navidad la entiende sólo como
luces, comidas, felicitaciones, regalos. Se quedan en la
fachada exterior. La Navidad es sobre todo Jesús que
quiere venir más íntimamente a nuestro corazón.
Y para que
venga Jesús,
debemos quitar
los pecados,
sabernos
perdonar y
convertirnos
más hacia Dios.
23. Por ello la preparación no es cualquier cosa. Hoy
san Juan, siguiendo el ejemplo del profeta Isaías,
nos habla de preparar el camino.
26. El ejemplo de preparar el camino es lo que
sucedía cuando el emperador u otra persona
muy importante quería ir a cierto lugar para el
que no había casi camino. Mandaban tropas y
gentes a prepararlo. Si había algún montecito, se
quitaba; se rellenaban valles y los senderos
torcidos se enderezaban.
27. Esto es lo que tenemos que hacer en nuestra
vida espiritual para preparar dignamente el
encuentro con el Señor. Allanar el camino
significa rellenar los valles, abajar los montes y
enderezar los senderos.
28. 1. Debemos poner
muchas cosas o virtudes
que nos faltan. Cuando
en la misa se dice:
“levantemos el corazón”,
es que nuestro corazón
debe llenarse de la
verdadera alegría, que va
unida con la paz y la
esperanza. Los valles a
rellenar son las grandes
faltas, desconfianzas y
depresiones.
29. 2. Y debemos
quitar de
nosotros
montes de
egoísmo,
autosuficiencia,
envidias, odios
quizá.
Y también la soberbia, el orgullo y la prepotencia.
Cuanto más nos examinemos, veremos
montañitas que estorban la verdadera venida de
Jesús a nuestro corazón.
30. 3. Debemos enderezar
muchas cosas torcidas,
como son los pecados
en general, los vicios y
malas pasiones.
Especialmente las
mentiras en muchos
terrenos: en la política,
en el trabajo, en la vida
corriente.
Hay que ser sinceros con Dios y con
el prójimo.
31. Todos estos arreglos que hay que hacer en
nuestro camino pueden ser de tipo personal o
social. En el sentido sociológico igualar el camino
es procurar que no haya tanta diferencia entre los
que están “arriba” y los que están “abajo”.
En la Navidad
se suele
tender a quitar
algo, pero hay
demasiadas
injusticias.
32. Este sentido de allanar el camino aparece también en la
primera lectura, que es del profeta Baruc. Éste era un
profeta, que era secretario del gran profeta Jeremías,
que vivió unos 500 años antes de Jesucristo. Pero dicen
los entendidos que este libro está escrito unos 150 años
antes de Jesucristo.
Así que un anónimo,
inspirado por Dios, usó
el nombre de Baruc para
que leyesen mejor su
mensaje.
Baruc 5, 1-9
33. Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y viste
las galas perpetuas de la gloria que Dios te da; envuélvete en
el manto de la justicia de Dios y ponte a la cabeza la diadema
de la gloria perpetua, porque Dios mostrará tu esplendor a
cuantos viven bajo el cielo. Dios te dará un nombre para
siempre: "Paz en la justicia, Gloria en la piedad".
Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia oriente y
contempla a tus hijos, reunidos de oriente a occidente, a la
voz del Espíritu, gozosos, porque Dios se acuerda de ti. A pie
se marcharon, conducidos por el enemigo, pero Dios te los
traerá con gloria, como llevados en carroza real.
Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados, a
todas las colinas encumbradas, ha mandado que se llenen los
barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel camine con
seguridad, guiado por la gloria de Dios; ha mandado al
bosque y a los árboles fragantes hacer sombra a Israel.
Porque Dios guiará a Israel entre fiestas, a la luz de su gloria,
con su justicia y su misericordia.
34. Eran tiempos dificultosos para el pueblo de
Israel; pero se sentía que ya venía la salvación
por parte de Dios. Por esto el profeta anuncia
que el pueblo volverá como en carroza real.
Eso
significaba
que el
camino debía
estar
arreglado
como para
una carroza.
35. Eran palabras de
esperanza y de
alegría por la
liberación. Palabras
que se aplican a
nosotros, porque
Dios viene a
salvarnos. Dios
quiere que salgamos
del destierro para
recibirle en libertad
de espíritu.
36. Al fin todo
encuentro con
Dios es un signo
del amor de Dios,
que quiere nuestra
correspondencia
de amor.
Todo el allanar el camino, levantar valles y bajar
colinas, debe ser un acto continuado de amor.
37. Hoy a nosotros se nos
dice: “Ponte en pie”. Es
un acto de fortaleza, que
es un don del Espíritu
cuando va unida a la fe y
el amor. Vayamos con
entusiasmo al encuentro
del Señor, quitando los
obstáculos que puedan
entorpecerlo.
Sintamos en nuestro corazón las palabras que
el profeta decía para Jerusalén.
38. Ponte ya de pie que ha llegado tu luz,
sobre ti la gloria del Señor.
Automático