1. Voy a llamar al Séptimo de Caballería, o ¿estaré equivocado?
Vale, tenemos un problema. Sí, tienes razón. Seguramente me voy a quedar calvo con este
alarde deductivo. En cualquier caso, es lo que hay. No merece mucho tiempo dedicarse a analizar
la simpleza de mi conclusión.
A mí me gustan las ideas (soluciones) que pueden ser aplicadas, por tanto vamos a ver
cómo formulo la aplicación de mi idea para solucionar el problema. Esto, hoy, es fácil. Basta coger
el teléfono y recurrir a Houston. Sí. Hay que comunicar a Houston que “Tenemos un problema”. Ya
está, a esperar y listo. Mañana a otra cosa. ¿No te lo crees? Te lo explico. En Houston hay muy
buenos profesionales, con unos medios impresionantes, con una experiencia brutal. Hay que
reconocer, también, que vamos a tener que aflojar la billetera de manera importante. Pero son
buenos, muy buenos. Desde Houston llevan tiempo solucionando problemas a grandes
corporaciones y compañías. La nuestra, que es más pequeña pero igual de importante, es un juego
de niños para Houston. Lo tenemos ahí, coger el teléfono y listo. Mi incipiente calvicie (derivada
de mis enormes deducciones) me permite ser capaz de vislumbrar que nuestra billetera no admite
mucho “meneo”. Tranquilo, Houston es comprensivo y seguramente tengan alguna sección con
dedicación a casos como el nuestro. Hay que asumir un poco de “staffing” (véase El Efecto
Riverside del Dr. Montgomery Lee) pero todo sea por encontrar la solución.
Como eres persona seria y cabal, has ido corriendo a buscar el libro. Has quemado tus
pestañas en el “ebook” o en el formato papel de toda la vida (porque eres de los que te gusta lo
clásico). En definitiva tus pelos se han puesto como escarpias y, definitivamente, acabas de
desechar mi propuesta. No quieres ni Houston ni Houstan, al carajo la idea. Bueno, tú te lo
pierdes.
Vista tú postura, voy a ver cómo te planteo alguna otra alternativa. Hoy tengo un algo
especial, las ideas surgen sin esfuerzo. Ya está. Vamos a lo seguro, El Séptimo de Caballería. Sí,
seguro que ahora esbozas una sonrisa. Esto te gusta. Tú disfrutabas, como yo, cuando el General
Custer dirigía el Séptimo de Caballería y era la solución para los colonos del lejano oeste frente a
los malvados indios. Estos sí que están curtidos en el cuerpo a cuerpo, no se andan con florituras.
Sufren a nuestro lado, se embarran lo que haga falta, y demuestran una estoica fidelidad. Sí, no
me he olvidado de la billetera. Tranquilo, son gente cercana. No nos van a pedir nada que no
podamos pagar, incluso con facilidades de pago. Definitivamente, van a luchar con nosotros en
nuestra particular Batalla de Little Big Horn. Ya puedes dormir tranquilo, nuestro problema tiene
solución.
Despierta, no te duermas. Ahora un poco de historia real. Debido a la prisa que Custer tenía
por llegar a “solucionar nuestro problema”, extenuó a “nuestro equipo”. A esta insensibilidad por
“nuestro equipo” se sumó la imprudencia de no querer llevar consigo a la artillería. Por último,
Custer cometió otro error más: dividir a “nuestro equipo” en dos. En lugar de ir de frente al
problema, buscó los flancos (lo superficial). Soluciones, en definitiva, copiadas de otras batallas.
2. Bajo estas circunstancias, la marcha del Séptimo de Caballería terminó en un desastre militar. El
regimiento perdió la mayor parte de sus efectivos y fin. Nada que ver con la película “Murieron
con las botas puestas”. Sí, yo también he tirado mis “indios y vaqueros” a la basura. Ya no quiero
jugar con ellos. ¿Estaré equivocado?
Bueno después de farfullar un montón de improperios y cabrearse. Hay que seguir
buscando la solución.
Mira, la solución está en nuestro equipo si:
1) Los directivos son capaces de trabajar en equipo y no individualmente.
2) Los directivos tienen capacidades diferentes a las puestas en práctica en el pasado.
Tienen que estar formados para el futuro.
3) Los directivos no se están pegando de tortas en luchas intestinas sucesorias o para
salvar su despacho.
4) Los directivos son capaces de debatir y analizar opciones divergentes frente a conseguir
acciones consensuadas y unánimes a toda costa.
Y si nuestro equipo no es así, por cierto necesitamos un equipo (solos no vamos a ningún
lado); hay que buscar a un profesional que nos diga y demuestre que:
Nuestro equipo es un conjunto de directivos individualistas,
sin formación adecuada, egoístas y alienados.
Luego pídele que:
1) Trabaje con nosotros y no para nosotros.
2) Nos enseñe, a ti y a nuestro equipo, como hace las cosas. Que no que nos de la
solución sino que nos diga cómo ha llegado a ella.
3) No se convierta en una sanguijuela que sistemáticamente se pega a la billetera
aduciendo que tenemos muchos problemas.
Ahora, ya tienes la solución a nuestro problema. Solo hace falta que lo creas y lo pongas en
práctica.
Por cierto, citando a Carlos Abadía Jordana, soy Consultor (con perdón).