CANTOS DEL COMPAÑERO MUERTO (1975-1977) Concha de Marco
Orueta lirica
1. Lirica chilena
N O M B R E : J U A N PA B L O O R U E TA T R I C I O
PROFESOR: CRISTIÁN RAMÍREZ VENGAS
ASIGNTURA: LENGUAJE
F E C H A: 11 / 0 4 / 2 0 1 2
2. Lirica del siglo XIX
Reseña del poeta: Rosa Araneda Orellana fue una
poetisa popular chilena del siglo XIX nacida en San
Vicente de Tagua Tagua en 1861. Alcanzó
popularidad en su tiempo por su trabajo literario que
recreaban la vida del pueblo chileno,
3. poesia
Dos plagas más el volcán Calbuco y el cambio tan bajo.
El volcán vomita fuego (Nuestra tierra está en un duelo)
en la noche y en el día:
¡Ay, Jesús, Virgen María,
atiende este triste ruego!
Señas del juicio final
son las que ya se están viendo:
en todos, según lo entiendo,
es la ruina en general;
contra el terrible mal
habrá que ponerle luego,
y así vivirá en sosiego
la gente, según se opina,
y para aumentar la ruina
el volcán vomita fuego. (Nuestra tierra está en un duelo)
El cambio a trece penique
es otra plaga infernal,
que no podrá serle igual
el Calbuco aunque se pique;
no digan que esto es palique,
ni descaro y villanía;
es sobre la carestía
que reina con tal pelambre;
mueren hoy los pobres de hambre
en la noche y en el día.
4. Yo me admiro del Gobierno,
aunque tranquilo repose;
¿por qué diablos no conoce
que esto es un castigo eterno?
Pronto su boca el averno
abrirá por tal orgía,
viendo, pues, la tiranía
que en Chile reina en sí mismo,
y abrense las del abismo...
¡Ay, Jesús, Virgen María!
El volcán es un aviso (El tsunami es un aviso)
para los hombres de ciencia
que han perdido la conciencia
por la plata de improviso;
al pensar me aterrorizo;
y de mi patria reniego;
ya que a la razón me allego
a nombre de la nación,
¡santo Dios de la mansión,
atiende este triste ruego!
Al fin, señores ¿por qué
nos hacen tanto sufrir?
¿No piensan que han de morir,
que tienen tan poca fe?
Después les acordaré,
para el año venidero;
por si acaso antes me muero
daré a saber sin demora:
para los ricos de ahora
solo es el dios Don Dinero.
6. Lirica del siglo XX
Reseñas del poeta: Pablo de Rokha 17 de octubre de
1894 en Licantén, Chile – m. 10 de septiembre de
1968 en Santiago, Chile, poeta chileno.
7. Lirica siglo XX
Soy el hombre casado, soy el hombre casado que inventó el matrimonio;
varón antiguo y egregio, ceñido de catástrofes, lúgubre;
hace mil, mil años hace que no duermo cuidando los chiquillos y las estrellas desveladas;
por eso arrastro mis carnes peludas de sueño
encima del país gutural de las chimeneas de ópalo.
Dromedario, polvoroso dromedario,
gran animal andariego y amarillo de verdades crepusculares,
voy trotando con mi montura de amores tristes...
Alta y ancha rebota la vida tremenda
sobre mi enorme lomo de toro ;
el pájaro con tongo de lo cuotidiano se sonríe de mis guitarras tentaculares y absortas;
acostumbrado a criar hijos y cantos en la montaña,
degüello los sarcasmos del ave terrible con mis cuchillos inexistentes,
y continúo mis grandes estatuas de llanto;
los pueblos futuros aplauden la vieja chaqueta de verdugo de mis tonadas.
Comparo mi corazón al preceptor de la escuela del barrio,
y papiroteo en las tumbas usadas
la canción oscura de aquel que tiene deberes y obligaciones con lo infinito.
an, desde la otra vida...
—
8. Lirica siglo XX
Además van, a orillas mías, los difuntos precipitados de ahora y sus andróginos en
aceite ;
los domino con la mirada muerta de mi corbata,
y mi actitud continúa encendiendo las lámparas despavoridas.
Cuando los perros mojados del invierno aúllan, desde la otra vida,
y, desde la otra vida, gotean las aguas,
yo estoy comiendo charqui asado en carbones rumorosos,
los vinos maduros cantan en mis bodegas espirituales ;
sueña la pequeña Winétt, acurrucada en su finura triste y herida,
ríen los niños y las brasas alabando la alegría del fuego,
y todos nos sentimos millonarios de felicidad, poderosos de felicidad,
contentas de la buena pobreza,
y tranquilos,
seguros de la buena pobreza y la buena tristeza que nos torna humildes y
emancipados,
...entonces, cuando los perros mojados del invierno aúll
9. Lirica el siglo XX
Bueno es que el hombre aguante, le digo—,
así le digo al esqueleto cuando se me anda quedando atrás, refunfuñando,
y le pego un puntapié en las costillas.
Frecuentemente voy a comprar avellanas o aceitunas al cementerio,
voy con todos los mocosos, bien alegre,
como un fabricante de enfermedades que se hiciese vendedor de rosas;
a veces encuentro a la muerte meando detrás de la esquina,
o a una estrella virgen con todos los pechos desnudos.
Mis dolores cuarteladas
tienen un ardor tropical de orangutanes; poeta del Occidente,
tengo los nervios mugrientos de fábricas y de máquinas,
las dactilógrafas de la actividad me desparraman la cara trizada de abatimiento,
y las ciudades enloquecieron mi tristeza
con la figura trepidante y estridente del automóvil:
civiles y municipales,
mis pantalones continúan la raya quebrada del siglo;
semejante a una inmensa oficina de notario,
poblada de aburrimiento,
la tinaja ciega de la voluntad llena de moscas.
Un muerto errante llora debajo de mis canciones deshabitadas.
Y un pájaro de pólvora
canta en mis manos tremendas y honorables, lo mismo que el permanganato,
la vieja tonada de la gallina de los huevos azules.
11. Lirica siglo XXI
Reseña del poeta: Barquero pasó la infancia
entre el ambiente campesino de su pueblo natal,
Piedra Blanca. Estudió Derecho en la Universidad de
Chile, y Pedagogía en Castellano en el Instituto
Pedagógico
12. Lirica del siglo XXI
FUEGO HUMANO
La gente hablaba de la proximidad de su muerte
y él vio por primera vez la muerte con rostro humano.
Entiérrame en ti misma, le pidió a su mujer.
Quiero estar al lado tuyo cuando enciendes el fuego,
cuando soplas la cara dormida de las piedras.
Al inclinarte me oirás respirar sordamente
y sentirás calor durante toda la noche.
El hombre calló, ambos se estremecieron
como dos sombras friolentas en la penumbra.
Ella obedeció, arrodillándose para hacer el fuego,
y él comenzó a morir desde ese mismo instante.
Fue como una sombra que oscurecía los ojos de su mujer
quien ya no lo miraba igual que antes
y comenzó a nombrarlo de otra manera.
Con uno de esos nombres que nos dan y nos quitan de niños.
Y el hombre sólo la reconocía al alumbrar el fuego
cuando toda ella se convertía en ella misma.
Menos sus ojos oscurecidos por las llamas.