1. Tema 6
Los sistemas económicos: teoría e historia
I. UNA INTRODUCCIÓN TEÓRICA: QUÉ ES LA ECONOMÍA; EL PROCESO DE PRODUCCIÓN Y
DISTRIBUCIÓN
II. GÉNESIS Y CONSOLIDACIÓN DEL CAPITALISMO LIBERAL
A. Punto de partida: la economía medieval
B. Capitalismo y revolución industrial
C. La doctrina económica de la época: la escuela clásica y su rela ción con el capitalismo
liberal
III. CRÍTICA AL CAPITALISMO LIBERAL Y ALTERNATIVA SOCIALISTA
A. Desarrollo y crisis del capitalismo
B. Los socialistas utópicos
C. El socialismo de Marx
D. Las primeras rupturas en el seno del socialismo
E. La revolución rusa
IV. DEL CAPITALISMO LIBERAL AL CAPITALISMO MIXTO: EL ESTADO DE BIENESTAR
A. Las grandes crisis del capitalismo liberal
B. De la escuela neoclásica a la revisión teórica de Keynes
C. El Estado social o Estado de bienestar
V. LA EVOLUCIÓN DEL SOCIALISMO: DESDE EL COLECTIVISMO A LA SOCIALDEMOCRACIA
A. El desarrollo del colectivismo
B. La evolución del socialismo democrático y la socialdemocracia
VI. LAS NUEVAS COORDENADAS DE LA ECONOMÍA MUNDIAL: DE LA CRISIS DE LOS AÑOS 1970
A LA GLOBALIZACIÓN
A. La crisis económica que se inicia en los años 1970 y sus consecuencias
B. La caída del colectivismo
C. La crisis del Estado social
E. La globalización: sus dimensiones
F. Globalización y neoliberalismo
VII. UNA REFLEXIÓN ÉTICA PARA CONCLUIR: ÉTICA DEL MERCADO
A. El mercado teórico y los mercados reales
B. Las limitaciones del mercado ideal
C. Conclusión: la necesidad de complementar el mercado
Conceptos de interés
Acumulación de capital Distribución (proceso) Mercado Riqueza
Bienes de consumo y de Distribución de la renta Mercancía Socialismo científico
inversión Estado de bienestar Neoliberalismo Socialismo utópico
Capital Estado intervencionista Planificación centralizada Unidades de producción
Capitalismo comercial Estado providencia Producción (proceso) y de consumo
Capitalismo de Estado Estado social Productividad Valor añadido
Capitalismo industrial Factores de producción Reprivatización Valor de cambio
Capitalismo liberal Globalización Renta Valor de uso
Desregulación Inversión Revolución industrial Valor económico
2. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
El objetivo de este tema es encuadrar nuestra reflexión moral en la historia pero al mismo
tiempo ofrecer un marco teórico de comprensión. Puesto que tratamos sobre realidades que están
sometidas a una continua evolución, es conveniente acostumbrarse desde el comienzo a basar la
reflexión ética en un conocimiento lo más exacto posible del contexto histórico de los fenómenos
que analizamos. Pero, como una base para ello, comenzaremos haciendo una breve presentación
teórica de lo que es la economía y concluiremos con una consideración ética de la institución que
está en el núcleo mismo de la economía: el mercado.
I. UNA INTRODUCCIÓN TEÓRICA: QUÉ ES LA ECONOMÍA; EL PROCESO DE
PRODUCCIÓN Y DISTRIBUCIÓN
Solo en una economía muy primitiva la satisfacción de necesidades se logra mediante el uso directo
de los recursos que la naturaleza ofrece tal como esta los produce. Lo normal es someterlos a un
proceso de transformación, que los hace más adecuados para ese uso. Y esa transformación
(proceso de producción), que la realiza el ser humano con su actividad (trabajo), se facilita en la
medida en que se perfeccionan los instrumentos de que se vale para ello (capital). Mejora así la
capacidad productiva del sujeto (la productividad). Pero esta mejora también con la
especialización: gracias a ella la actividad se distribuye entre todos de manera que cada uno no se
vea obligado a producir todos los bienes que él necesita, sino que entre todos produzcan lo que
todos necesiten en conjunto y se llegue luego a una adecuada distribución.
Ahora bien, la especialización exige el intercambio: lo que cada uno produce de más en aquello
en que se ha especializado con lo que cada uno necesita de lo que otros producen. Y para que
dichos intercambios resulten fluidos hace falta un medio que sea aceptado por todos a cambio de
cualquier cosa: ese será el dinero. El dinero que uno gana con su actividad productiva le sirve para
comprar a otros aquellos bienes que precisa para hacer frente a sus necesidades.
Durante mucho tiempo, la humanidad casi limitó su actividad a recoger los recursos que la
naturaleza ofrecía: no tenían capacidad (o tiempo) para más. Las actividades de cultivo de la tierra
y extracción de los productos de esta (así como del subsuelo y del mar) agotaban toda la capacidad
de trabajo humano, completamente desasistido de otros instrumentos.
A medida que la técnica avanza y facilita medios eficaces de producción, el porcentaje de
población trabajadora que se ocupa en actividades primarias comienza a disminuir; simultánea-
mente crece el número de personas que se dedican a un transformación ulterior de los bienes.
Como resultado, el nivel de elaboración de los bienes aumenta, así como la diversificación de estos.
Posteriormente se irán desarrollando otras actividades que facilitarán aún más el uso de los bienes,
sin afectar ya a su forma material (por ejemplo, el comercio en sus distintas modalidades). Todo
esto es posible gracias al desarrollo de la técnica, que permite multiplicar los productos y ofrecerlos
al usuario cada vez más adecuados para satisfacer sus necesidades.
Por consiguiente, el proceso de producción se irá alargando a medida que sobre mano de obra
en las tareas más elementales; y esto a su vez dependerá de los medios de que se vale el trabajo
para producir. Cuanto más eficaces sean estos medios, mayor será la productividad, o producto
realizado por unidad de tiempo. El alargamiento del proceso significa que el producto final
alcanzará un nivel más elevado de elaboración. Pero, por muy elaborado que esté el producto no se
2
3. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
puede ocultar que la base de todo proceso de producción es la materia prima: es decir, aquello que
suministra la naturaleza.
Entre los bienes que se producen conviene distinguir dos tipos. Los bienes de consumo son
aquellos que sirven para satisfacer con su uso directo las necesidades de la población. Los bienes
de inversión sirven para producir otros bienes y tienen, por tanto, un carácter instrumental. No
están destinados a un consumo inmediato, sino a facilitar todos los procesos de producción.
Todo lo dicho se refiere a la producción de bienes y servicios reales. Pero ese proceso real
tiene otra dimensión: la estrictamente económica. El proceso de producción no solo produce
bienes: produce también un valor económico o valor añadido. Es el valor que se va añadiendo al
producto a medida que este se perfecciona y se hace más apto para satisfacer necesidades, y se ma-
nifiesta en la diferencia entre los precios del producto final y de los bienes empleados para
producirlo. Cuanto más largo es el proceso de producción mayor es el valor añadido.
¿De dónde procede este aumento de valor? Sencillamente, del trabajo humano incorporado en
el proceso, ya sea directamente, ya de forma indirecta a través de la producción previa de los
instrumentos empleados ahora. Por eso dicho valor añadido tiene como destino el trabajo y el
capital, es decir, las personas que desarrollan su actividad productiva y las que facilitan los
instrumentos de trabajo. Trabajo y capital son los factores de producción: ambos, actuando sobre
una materia prima, producen el bien final; a ambos corresponde, en consecuencia, el valor añadido.
El proceso de producción ha dado lugar al proceso de distribución, a través del cual el valor
económico o renta generada se reparte y distribuye entre los factores de producción.
El uso que hagan de esta renta sus destinatarios –trabajadores, como retribución de su trabajo, o
propietarios del capital, que la reciben como rendimiento de este – es decisivo en relación con el
desarrollo futuro de la economía. Es completamente diferente que se dediquen a bienes de consumo
o bienes de inversión. En el primer caso, se produce un gasto: se trata por tanto de una renta que no
se va a recuperar, que se consume en el disfrute del bien que se adquirió con ella. En el segundo
caso, estamos ante una inversión: supone la renuncia a emplear esa renta o dinero en satisfacer
necesidades inmediatas con el fin de hacerle generar nueva renta. Naturalmente esto solo puede
hacerlo el que percibe una renta suficiente para cubrir sus necesidades de consumo y to davía tiene
un excedente que puede ahorrar. Pero el que ahorra no pretende solo atesorar recursos sobrantes
(guardarlos e inmovilizarlos): pretende hacerlos producir. Y esta parte de la renta, a diferencia de la
gastada, no solo es siempre recuperable, sino que además es susceptible de generar más renta. Esta
renta ahorrada y acumulada, capaz de producir y orientada a eso, es el capital1.
La inversión tiene, pues, un doble efecto: uno individual (aumenta la renta del propietario, ya
que este recupera lo invertido y recibe además la retribución de su inversión); otro colectivo (su
inversión supone un aumento de los recursos que la sociedad puede emplear para producir, lo que
redundará en un aumento de la renta total producida). El enriquecimiento de la sociedad depen de,
en gran parte, de su capacidad de ahorrar y de acumular capital que financie los medios de
producción y haga posible una mayor eficacia productiva del trabajo. Una sociedad que genera una
renta o valor añadido apenas suficiente para que sus miembros subsistan puede decirse que carece
de capacidad de ahorro, ya que dicha renta queda destinada en su práctica totalidad a la compra de
bienes de consumo. Solo cuando la renta total generada supera las exigencias de la subsistencia y el
consumo, la sociedad ahorra, invierte y crece económicamente. La acumulación de capital provoca
una nueva acumulación de capital. Imperceptiblemente hemos pasado de la conducta individual del
ahorrador-inversor al comportamiento general de la economía co mo consecuencia de estas
1
Suele distinguirse el concepto de capital del de riqueza precisamente por eso: en la riqueza no existe esta
orientación de los recursos propios hacia la generación de nuevos recursos. El capital es ―riqueza que se
posee por cuanto que puede generar más riqueza‖.
3
4. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
decisiones particulares: la
inversión de los ahorros
privados beneficia –en
principio– a la sociedad, y
Bienes y servicios
por eso se le retribuye;
algo semejante a lo que Trabajo y capital
ocurre con los recursos
humanos. Unidades Unidades
de de
Pero no siempre consumo producción
capital y trabajo se
relacionan Salarios y dividendos
complementariamente y en
Precios
beneficio de todos. El
capital impone muchas
veces su ley al trabajo por el afán de apropiarse de una parte mayor de la renta generada o de
producir más para acumular más. Y puede también, con el mismo fin, sustituir al trabajo y reducir
al trabajador a la situación de desempleo (privándole así, al menos en principio, del acceso a la
renta). El conflicto se localiza, pues, en el terreno de la distribución de la renta.
Como resumen de todo lo dicho, nos encontramos con que, frente a las personas y sus
necesidades, existe un sistema productivo capaz de generar medios para satis facerlas: frente a las
unidades de consumo (familias y todo el que demanda bienes o servicios) están las unidades de
producción. En la sociedad todos somos consumidores, porque todos necesitamos determinados
bienes que se producen en ella. Muchos somos, además, productores en la medida en que contribui-
mos directa o indirectamente a la producción de los bienes. Como productores aportamos nuestros
recursos (trabajo o capital) al sistema productivo para poner a punto bienes y servicios; y recibimos
a cambio (gracias al proceso de distribución) una parte de la renta producida. Como consumidores
empleamos una parte de esa renta en comprar al sistema productivo los bienes y servicios que
necesitamos. Por una parte, existe un circuito de carácter real: las unidades de pro ducción
suministran bienes a las unidades de consumo, en tanto que estas ponen a dis posición de aquellas
los medios o factores de producción para hacerlas funcionar. Pero todo esto no se hace
gratuitamente: por eso existe otro circuito de carácter mone tario, a través del cual el suministro de
bienes es retribuido mediante los precios, y el de factores mediante los salarios del traba jo o las
rentas del capital (en sus diversas formas). El dinero, por tanto, permite el funcionamiento de todo
el sistema y lo dota, además, de una extraordinaria fluidez.
II. GÉNESIS Y CONSOLIDACIÓN DEL CAPITALISMO LIBERAL
Esta introducción teórica a lo que es la economía, concretada al proceso de producción y de
distribución, vamos a proyectarla ahora sobre los sistemas de organización de la actividad
económica que se han desarrollado a lo largo de la historia. Pero no nos remontaremos a la
antigüedad. Nos contentaremos con estudiar los dos grandes sistemas de organización de la
economía moderna y sus variantes históricas. Para eso comenzaremos con la génesis del
capitalismo. Al recorrer estos siglos fijaremos especialmente nuestra atención en la rela ción
hechos-doctrina. Es indudable la conexión entre ambos. Es cierto que los hechos y las instituciones
suelen ser anteriores a las doctrinas. Pero estas sirven en primer lugar para dar razón o explicación
de los hechos; y también para consolidar y legitimar ciertas instituciones, o, en algunos casos para
cuestionarlas.
A. Punto de partida: la economía medieval
4
5. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
La economía antigua, incluida la medieval, era una economía de subsistencia: el escaso nivel
productivo hacía que todo el trabajo humano se consumiese casi exclusivamente en producir
aquellos bienes de necesidad más inmediata. El sector primario (cultivo de la tierra y extracción de
los productos de esta) ocupaba casi toda la capacidad de trabajo, tarea en la que el hombre se
encontraba bastante desasistido aún por la técnica y la maquinaria.
He aquí algunos datos ilustrativos:
* Parece seguro que en la Francia anterior a la revolución de 1789 las clases campesinas (la
mayoría de la población) empleaba el 50% de sus ingresos en pan.
* El trabajador agrícola producía al año una cantidad media de alimentos que solo sobrepa-
saba en un 20 o un 30% el consumo de su propia familia.
* Hacia 1700 un 77% de la población activa de los países hoy desa rrollados trabajaba en la
agricultura. En 1800 este porcentaje es todavía del 73%. Desciende al 48% en 1900, y al 14% en
1970.
* En la Europa medieval se necesitaban unas 1.500 horas de tra bajo humano para producir
una tonelada de trigo. En Estados Unidos bastaba con 138 horas en 1800 y con 4 horas en 1970.
Tal estado de la producción condiciona también la demografía. Baste decir que hasta 1700 la
población mundial solo alcanzó los 600 millones de habitantes. En 1900 llegábamos a 1.600
millones: en 200 años la población del planeta no había llegado a triplicarse. En 1998 habíamos
rebasado ya los 6.000 millones: en unos 100 años se ha multiplicado casi por 4.
Ya a finales de la Edad Media se observan algunos hechos que anuncian el advenimiento de
una época nueva: el desarrollo de las ciudades (siglos XII-XIII), los grandes descubrimientos
geográficos (siglos XV-XVI) y el descubrimiento de los metales preciosos. Todo ello estimulará el
desarrollo del comercio y de los intercambios. La actividad comenzará a concebirse como un
negocio, como una oportunidad para obtener ganancias. Está naciendo una nueva mentalidad y un
nuevo sistema económico, que es el capitalismo. Primero se perfilará como capitalismo comercial
(porque se desarrollará sobre todo en actividades comerciales), pero pronto se convertirá en
capitalismo industrial. Este paso del capitalismo comercial al industrial se inicia en Ingla terra ya en
el siglo XVI en tres sectores concretos: la industria textil, la del cuero y la pequeña metalurgia.
B. Capitalismo y revolución industrial
La revolución industrial suele considerarse como la segunda gran revolución en la historia de la hu-
manidad. La primera, que tuvo lugar hace 9.000 o 10.000 años, es la revolución neolítica. El hom-
bre abandona una economía basada en la recolección, caza y pesca (en la que se limita a recoger los
frutos espontáneos de la naturaleza) para pasar a otra basada en la agricultura y la ganadería (en la
que toma la iniciativa y hace producir a la tierra y a la natura leza según sus necesidades). La segun-
da, que surge en Inglaterra a mediados del siglo XVIII, es la revolución industrial.
Para que la revolución industrial se produzca no falta más que aplicar los nuevos inventos
técnicos a la producción. Será el capital previamente acumulado en el comercio el que financiará la
utilización de instrumentos de producción (maquinaria) susceptible de aumentar la capacidad pro-
ductiva del trabajo. La primera aplicación de los avances técnicos a la producción in dustrial ten-
drán lugar en el sector textil y en la metalurgia. Pero el gran invento que proporcionó una nueva
fuerza motriz (capaz de sustituir a las tradicionales: la fuerza huma na, la animal o el agua de los
ríos) fue la máquina de vapor, descubierta y perfeccionada por JAMES WATT en las últimas décadas
del siglo XVIII.
La revolución industrial supone, por otra parte, la generalización de unas nuevas relaciones de
producción, que se caracteriza porque el trabajador se separa de quien es propietario de los
instrumentos de trabajo (capitalista). Esta transformación es lenta, pero avanza de modo
5
6. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
incontenible: si en las sociedades tradicionales los trabajadores por cuenta ajena no alcanzaban el
15 o el 20% de la población activa, a mitad del siglo XIX habían llegado ya al 60%.
C. La doctrina económica de la época: la escuela clásica y su relación con el capitalismo
liberal
El trasfondo ideológico de la revolución industrial y del rápido desarrollo que le sigue hay que bus-
carlo en el liberalismo. Y el liberalismo, como concepción de la persona que exalta la d imensión
individual y la libertad, tiene sus propias exigencias para la organización de la sociedad y de la
economía. En concreto, la afirmación de la libertad individual en el te rreno económico se traduce
en el postulado del ―laissez faire, laissez passer‖: máxima libertad en la industria (para hacer =
―faire‖) y en el comercio (para hacer pasar = ―passer‖), sin las tradicionales restricciones prove-
nientes de los gremios y otras instituciones medievales. Este es el único camino –se piensa– por el
que se puede alcanzar el máximo bienestar posible para la sociedad.
ADAM SMITH (1723-1790), el primero de los grandes economistas llamados clásicos, lo
expresará con una formulación que se hizo clásica: dejando a cada individuo actuar de acuerdo con
sus intereses, aun los más egoístas, se obtendrá como resultado el bien de toda la sociedad, gracias
a un mecanismo oculto, al que denominará la “mano invisible”, la cual se encargaría de conducir
los esfuerzos individuales de todos al bien de la sociedad. Al Estado le corresponde solo la tarea de
guardián de la libertad: garantizar que las libertades individuales puedan actuar.
Como expresión paradigmática de este afán de no poner ningún tipo de tra bas a la libertad in-
dividual suelen citarse dos importantes leyes promulgadas en Francia en 1791, poco después de la
Revolución de 1789: el decreto de ALLARDE, que proclama la libertad del comercio y de la industria
contra las restricciones del sistema gremial y del monopolio los grandes comerciantes; y la ley de
LE CHAPELIER, que prohíbe todo tipo de corporación, así como toda agrupación que se quiera hacer
en nombre de ―pretendidos intereses comunes‖.
III. LA CRÍTICA AL CAPITALISMO LIBERAL Y LA ALTERNATIVA SOCIALISTA
A. Desarrollo y crisis del capitalismo
Nadie podrá negar que el capitalismo industrial generó un aumento rápido de la producción y de los
recursos disponibles para toda la sociedad. Pero la distribución de estos recursos fue muy desigual.
El problema se agudiza en los centros urbanos industriales, adonde acude una gran masa humana
procedente del campo en busca de trabajo. El exceso de mano de obra disponible frente a las
necesidades de la industria explica unas condiciones de contratación cada vez más infrahumanas.
A esta paradoja de la mala distribución y la miseria creciente de la clase trabajadora se une otro
problema que afectará gravemente al sistema capitalista a finales del siglo XIX. Cada vez es más
preocupante su tendencia a entrar en fases de profunda crisis, caracterizadas por caída incontrolada
de los precios, quiebra de muchas empresas y aumento del desempleo. Esta última secuela reves tía
especial gravedad al afectar a unas clases proletarias que carecían de recursos económicos (ahorro)
y de medios institucionales (subsidios) para paliar los efectos de la falta de trabajo.
B. Los socialistas utópicos
Ya desde los comienzos del siglo XIX surgen en toda Europa dife rentes corrientes que se muestran
críticas frente al orden económico vigente. Pero cuanto más se agravan los problemas que
acabamos de mencionar, más aguda se hace la crítica y más amplio el movimiento que la sostiene.
6
7. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
Dentro de una enorme variedad de movimientos, una cosa hay en común en todos ellos: su re-
chazo del orden existente y su denuncia de la propiedad privada como el origen de todos sus males:
todos basaban sus propuestas alternativas en formas comunitarias o socializadas de propiedad.
Marx los criticará a todos, calificándolos como socialistas utópicos, que es el nombre que ha
quedado en la posteridad. Pero todos quedaron pronto eclipsados por el empuje de Marx.
C. El socialismo de Marx
Movido por su experiencia de la miseria del proletariado industrial en Europa, Marx se propone
analizar el sistema económico vigente buscando la raíz de tantas desigualdades. Frente a las co-
rrientes anteriores, a las que englobó bajo el calificativo despectivo de socialismo utópico, él pro-
pugnó un socialismo científico, que pretendía basarse en un análisis riguroso de las leyes históricas.
Dicho análisis le permitiría conocer la evolución previsible de dicho sistema y aprovechar las opor-
tunidades de acelerar el curso de los acontecimientos para salir cuanto antes de ese estado de cosas.
En realidad la obra de Marx es más un análisis del capitalismo que una des cripción del sistema
llamado a sustituirle en el futuro. También él piensa que la propiedad privada es la causa de to dos
los males del capitalismo, pero le da un tratamiento diferente del que le habían dado los socialistas
utópicos: para él la existencia de la propiedad privada no es tanto la consecuencia de la avaricia de
los propietarios, cuanto la manifestación de una estructura esencial al sistema.
Porque la propiedad privada es la institución a través de la cual el propietario explota al
trabajador por cuenta ajena arrebatándole una parte de lo que produce. En la distribución de la renta
generada entre capital y trabajo, aquel se vale de su fuerza para desequilibrar el reparto en su favor,
manteniendo la retribución del trabajo en niveles ínfimos (los estrictamente necesarios para su
supervivencia).
Los socialistas utópicos, que intuían algo de esto, afirmaban que la propiedad era un robo. A
Marx le parece esto una formulación ingenua: ―moralizante‖, dice él. Porque no se trata –insiste–
de algo que depende de la voluntad de los individuos, sino de algo que pertenece a la esencia
misma del sistema, y sin lo cual no podría funcionar. Por tanto, no es que los individuos (en este
caso, los capitalistas) sean malos: es el sistema el que es malo. En consecuencia, se trata, no de
cambiar el comportamiento de los individuos, sino el sistema (eliminando la propiedad privada).
Pero el sistema no se puede cambiar por una decisión de la voluntad, sino actuando sobre los
mecanismos y las estructuras sociales. Hay que preguntarse —y aquí de nuevo la obsesión de Marx
por el rigor científico— hacia dónde conduce la dinámica histórica analizando las leyes de su
desarrollo. Este análisis es el que le lleva a concluir de forma tajante: el sistema mercantilista (capi-
talismo, diríamos nosotros) 2 está destinado irremediablemente a aniquilarse como consecuencia de
las mismas contradicciones que encierra. Dos son los cauces de este proceso de autodestrucción:
a) La explotación creciente de los asalariados. La rentabilidad cada vez menor de los
medios de producción (que trae consigo una caída de los beneficios) querrán com pensarla los
capitalistas aumentando la explotación del trabajador (disminuyendo los salarios y/o aumentando la
jornada laboral). Pero esta táctica producirá, a su vez, una disminución del poder adquisitivo y, por
tanto, de la producción, con aumento de los despidos, una atmósfera creciente de malestar social y,
finalmente, el colapso de todo el sistema.
2
Marx designa a este sistema con el nombre de mercantilista para expresar cómo en él interesa más el valor
de cambio de un producto (su posibilidad de ser intercambiado) que su valor de uso (su utilidad efectiva para
satisfacer las necesidades de alguien). Se trata de producir para vender: por eso el producto es, ante todo,
mercancía.
7
8. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
b) La concentración creciente de la propiedad. En un ambiente de competencia despiadada
entre los capitalistas, las grandes empresas, con mayores márgenes de beneficio, expulsarán poco a
poco a las pequeñas del mercado o las irán absorbiendo. Los pequeños propietarios se verán
obligados a engrosar las filas del proletariado. Los medios de producción irán quedando cada vez
en menos manos, frente a la masa cada vez más numerosa de los trabajadores. Ello, unido al ma-
lestar social previsible, facilitará un cambio violento de situación. Los medios de producción serán
arrebatados violentamente a los capitalistas para hacer de ellos patrimonio de toda la sociedad.
El mensaje último de Marx es que la revolución, que con tantas fuerzas alentó durante su vida,
no será el producto del voluntarismo humano, sino el compromiso racional con la dinámica de la
historia: no se trata de cambiar el proceso histórico, sino de acelerar su ritmo. Ser revolucionario es
conocer a fondo las leyes del desarrollo histórico para aprovecharlas en beneficio de las clases más
desfavorecidas.
D. Las primeras rupturas en el seno del socialismo
La variedad de tendencias socialistas de comienzos del siglo XIX, siempre dentro de una ideología
de orientación básicamente socialista, quedarán eclipsadas por la fuerza de movimiento
revolucionario liderado en el tercer cuarto del siglo por Bakunin y Marx en la Primera Interna-
cional (1864-1876).
Pero esta unión no será muy duradera, porque la Primera Internacional se rompe en 1889,
dando origen a la Segunda Internacional, que nace con una orientación inequívocamente marxista,
una vez eliminada la componente anarquista (inspirada por Bakunin). En esta nueva Internacional
va adquiriendo una fuerte relevancia la dimensión internacionalista y pacifista, cuyo líder serán
EDOUARD BERNSTEIN (1850-1932).
Para Bernstein, lo esencial al socialismo era promover la emancipación de los trabajado res y,
más en general, de toda la sociedad; pero no pensaba que ello tuviese que ser el resultado del
colapso del capitalismo o de un levantamiento revolucionario de las masas, sino de una evolución
lenta de las cosas. Estas ideas conectaban con el hecho de que, en la mayoría de las so ciedades
democráticas modernas, había un cierto consenso en la búsqueda de una mayor igualdad: de ahí
que su objetivo se concentrara en profundizar la democracia y acelerar las reformas sociales.
En este nuevo enfoque, el objetivo central será la formación de un gran partido de masas que
logre la conquista del poder por la vía democrática, para proceder desde ahí a una transformación
del sistema socioeconómico. Esta finalidad última (que todavía conserva el carácter revolucionario)
será la que dé origen a más polémicas, sobre todo cuando se plantea la posibilidad de que estos
partidos socialistas colaboren con gobiernos de derecha, que son ajenos a todo planteamiento de
cambio radical.
Naturalmente esta orientación chocará pronto con la otra corriente más radical, que sigue
aferrada a la lucha de clases y a la batalla contra el capitalismo. Aunque durante años se mantiene
casi como un dogma el conservar la unidad, la ruptura acaba por consumarse cuando Lenin en
1919, una vez estabilizada la revolución rusa, se separe de la Segunda Internacional para crear en
Moscú la Tercera Internacional: en ella el partido comunista ruso se convierte en líder indiscutible,
que impone sus puntos de vista y propone como objetivo hacer de la Internacional un único partido
de dimensiones mundiales.
E. La revolución rusa
Marx nunca previó que la revolución socialista tendría lugar en la Rusia precapitalista. Y la ra zón
era esta: que aún no habían llegado a darse las condiciones objetivas para la superación del capi-
talismo en un país donde el 80% de la población era campesina.
8
9. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
La primera guerra mundial y los reveses en ella sufridos por Rusia fueron los factores
desencadenantes del proceso revolucionario. El caos social en que el país estaba sumida desembocó
en la revolución de febrero de 1917: el zar fue destronado y se instauró un régimen republicano.
Ocho meses después (octubre de 1917), el partido bolchevique ocupa el poder constitu yendo el
primer estado socialista de la historia.
Pero Lenin encontró enormes problemas prácticos y teóricos para llevar adelante la revolución,
que solo superó gracias a la flexibilidad con que actuó en todo momento. Eso le obligó a rectificar
sobre la marcha las medidas drásticas de colectivización de la propiedad, que se tomaron
inicialmente, ante la evidencia de que la gran mayoría del pueblo no estaba en condiciones de
entenderlas ni de aceptarlas.
Pero además Lenin tuvo que justificar la revolución desde el punto de vista teórico, explicando
por qué esta se producía en un país en el que no se daban las condiciones que Marx había supuesto.
Para ello elabora la teoría del capitalismo imperialista. Parte de la decepción que le produce el
hecho de que los partidos socialistas occidentales hayan apoyado la guerra de 1914, traicionando
así la tradición pacifista y el internacionalismo, propia de socialismo. Y explica este cambio
denunciando cómo el proletariado de estos países capitalistas se ha dejado llevar del bienestar
económico renunciando a su talante revolucionario. Ese proletariado se ha aliado con la clase
capitalista para construir su bienestar económico en la explotación de los países más pobres. Con
ello la dinámica del capitalismo desborda las fronteras del Estado y adquiere dimensiones
mundiales: con otras palabras, el capitalismo se ha hecho internacional (capitalismo imperialista).
La guerra de 1914 es la expresión de este conflicto interna cional: ya no son las clases sociales
dentro de una nación las que se enfrentan, sino las naciones proletarias con las naciones
explotadoras. Por eso, una nación puede llegar a la industrializa ción y a la revolución sin pasar por
la fase capitalista, puesto que está ya inmersa en el sistema capitalista mundial. En este sentido
Rusia se ha erigido en avanzadilla de la revolución mundial.
Para movilizar al proletariado Lenin emplea un modelo de partido, que rompe también con la
tradición del socialismo de la época. Según este, el partido socialista habría de ser un partido de
masas con la tarea de organizar a la clase trabajadora dentro de la legalidad. Lenin propone un
partido de reducidas dimensiones, formado por un grupo de revolucionarios profesionales, bien dis-
ciplinados, que actúan en la clandestinidad. Este modelo de partido se caracte riza para Lenin por:
a) su profunda comprensión del marxismo; b) su superioridad intelectual y moral sobre la masa; c)
su carácter rígidamente centralizado. Este fue el instrumento esencial para llevar adelante la
revolución en un país donde las masas no están en condiciones para secundar este movimiento.
IV. DEL CAPITALISMO LIBERAL AL CAPITALISMO MIXTO: EL ESTADO SOCIAL
A. Las grandes crisis del capitalismo liberal
Ninguna guerra de los siglos anteriores puede compararse a la primera guerra mundial, que costó
al mundo unos 11 millones de muertos. Pero además produjo una distorsión total de las estructuras
económicas vigentes: el sector metalúrgico y el de fabricación de armamentos se desarrollaron de
forma desorbitada; la producción agraria, en cambio, disminuyó considerablemente a causa de las
destrucciones bélicas y de la movilización de los campesinos; las corrientes tradicionales de inter-
cambios comerciales sufrieron también profundas modificaciones como consecuencia de las alian-
zas militares y de la necesidad de los países beligerantes de pedir ayuda a las naciones neutrales o
menos afectadas (Estados Unidos, Japón, América Latina). Para hacer frente a todos estos gastos
los países beligerantes tuvieron que endeudarse por encima de todo límite prudencial.
9
10. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
Acabada la guerra, los países emprendieron su reconstrucción entre grandes dificultades. El
miedo a contraer mayores deudas llevó a estos a cerrarse sobre sí mismos apoyándose solo en sus
propios y escasos recursos. Pero esta tendencia solo condujo a empeorar la situación, al reducir los
intercambios comerciales y desacelerar aún más la economía. Habían renacido viejos hábitos del
siglo XIX, que parecían definitivamente superados: el miedo y las actitudes defensivas llevaron a
los países que más ayuda necesitaban a encerrarse dentro de sus propias fronteras.
Pero los efectos más graves –las consecuencias últimas de la guerra– no se habían desen-
cadenado aún. Cuando los países beligerantes comenzaban a recuperarse se produjo la mayor crisis
económica de los tiempos modernos: la de 1929. El 19 de octubre se pro dujo el famoso ―crack‖ de
la Bolsa neoyorquina: la puesta en venta ese día de 5 millones de títulos en Nueva York, produjo
una espectacular caída de las cotizaciones que se prolongó de modo incontenible hasta 1932.
Entre octubre de 1929 y la primavera de 1932 se asistió a un hundimiento general de los
precios, lo que provocó una espectacular caída de la producción y un incremen to alarmante del
paro. En 1932 había 12 millones de parados en Estados Unidos, 5,5 millones en Alemania y 1,5
millones en Inglaterra. A través del comercio exterior, que comenzaba a recuperarse, y de las
relaciones financieras internacionales la crisis se extendió a todos los países in dustrializados.
B. De la escuela neoclásica a la revisión teórica de Keynes
Pero esta no había sido la única crisis económica. En realidad, las crisis se venían sucediendo a lo
largo de todo el siglo XIX, alternándose con momentos de bonanza y expansión económica. Y, lo
que era peor, las crisis eran cada vez de proporciones mayores. La de 1929 era la última de la serie,
y especialmente grave.
Esta historia de las fluctuaciones del sistema económico capitalista contrastaba con lo que
decían por aquellos años los economistas. La escuela que más se desarrolló –conocida como
escuela neoclásica– sostenía que la economía tendía a corregir sus fluctuaciones, de manera que
podía confiarse en que el equilibrio se alcanzaba espontáneamente. Para ello bastaba con una
condición: que se garantizara el libre juego del mercado. Si existía libertad para comprar y para
producir, el mercado corregía sus desviaciones. Cuando se entraba en un periodo recesivo, que se
manifestaba en fenómenos como el desempleo y la caída de los precios, llegaba un momento en
que se la tendencia se invertía: empezaba a crearse empleo y a recuperarse los precios. Y cuando
estos comenzaban a subir sin freno y sobraban puestos de trabajo, se llegaba a una situación de tal
tensión que la tendencia se invertía: se desaceleraban los precios y el empleo disminuía. Este
carácter cíclico de la economía era inevitable, pero bastaba confiar en el poder del mercado libre
para autocorregirse.
Pero esta visión teórica chocaba con la experiencia histórica. Sería LORD J. M. KEYNES (1883-
1946) quien se encargaría de mostrar por qué las cosas no ocurrían como pensaban los economistas
teóricos. Su obra, no solo es fundamental en la historia del pensamiento económico, sino que
además es la base teórica del modelo económico que sustit uirá al capitalismo liberal3. Lo que
Keynes muestra es que el mercado por sí solo no es capaz de corregir de modo aceptable sus
propias fluctuaciones: explica, echando mano de la teoría económica, lo que los hechos ponen en
evidencia cada día. Y propone como vía de salida que actúe sobre el mercado una instancia que le
sea externa y que emplee criterios diferentes al de los intereses de los agentes económicos. Esa
instancia habrá de ser el poder político.
Dicho poder ya no se limitará a garantizar la libertad de los agentes económicos; tendrá además
que impulsar la actividad económica contrarrestando los movimientos espontáneos del mercado.
3
En su obra más conocida, que había publicado en 1936, Teoría general de la ocupación, el interés y el
dinero, sometió a una crítica definitiva la teoría del equilibrio de la escuela neoclásica.
10
11. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
Esta intervención del Estado se hará mediante su poder de dar normas, pero también con
instrumentos estrictamente económicos 4.
C. El Estado social o Estado de bienestar
Los efectos de la segunda guerra mundial fueron mucho más graves que los de la primera: solo en
pérdidas humanas las cifras se elevan a 35 millones muertos. Sin embargo en esta ocasión no se
producirá la crisis de 1929. Ello se debió a los mecanismos puestos a punto para garantizar las
relaciones económicas internacionales, que evitarían un colapso como el que siguió a la primera
guerra. Hablaremos de ello más adelante. En este contexto de la posguerra es donde se comienza a
construir un nuevo modelo socioeconómico (en concreto, en las demo cracias capitalistas in-
dustrializadas de Europa), apoyado en KEYNES, pero también en BEVERIDGE, que se conoce hasta
hoy con el nombre de Estado de bienestar (Welfare State) o Estado social. Las tareas principales
encomendadas ahora al Estado son de dos tipos:
* Intervención en la economía para contrarrestar las deficiencias del mercado cuando este
no puede mantener el pleno empleo o, al menos, garantizar un alto nivel de ocupación. Esta tarea se
irá ampliando para incorporar otros objetivos económicos que se consideran beneficiosos para toda
la sociedad (por ejemplo, distribuir mejor la riqueza entre grupos sociales o entre regiones de un
país) (Estado intervencionista).
* Provisión pública de una serie de servicios sociales para todos (universales), incluyendo
transferencias para cubrir necesidades sociales básicas de los ciudadanos en una sociedad compleja
y cambiante (por ejemplo, educación, asistencia sanitaria, pensiones, ayudas familiares y vivienda).
La universalidad significa que los servicios sociales están dirigidos a todos los grupos de renta: el
acceso a ellos no depende del nivel de ingresos (Estado providencia).
Esto significa que al Estado se le encomienda la responsabilidad de mantener un nivel mínimo
de bienestar para todos, cubriendo ciertas necesidades de todo ciudadano: y que todo ello ha de
entenderse como derecho, como algo que se debe a todos los ciudadanos de un a comunidad
nacional moderna y democrática.
El modelo de Estado intervencionista, que se generalizará en Europa occidental tras la segun da
guerra mundial, hizo posible que la reconstrucción de las naciones europeas se llevara a cabo de
forma acelerada. El fuerte dinamismo económico inducido por los poderes públicos, con el apoyo
de todas las fuerzas políticas, se prolongó más allá de la reconstrucción dando origen a un largo pe-
ríodo de desarrollo sostenido, que sirvió de base al desarrollo del Estado providencia.
Pero este último no se puede comprender sin abordar el problema de su financiación. Ofrecer
más prestaciones a la sociedad implica gastar más y, por consiguiente, exige disponer de más
recursos. Ahora bien, el Estado no es una entidad productiva, ni genera riqueza: luego, sus recursos
solo pueden proceder de lo que aporta la sociedad (a partir de su actividad productiva): de la renta
que esta genera, una parte es detraída y transferida al Estado, a través del sistema fiscal, para que
este haga frente a sus muchos gastos en beneficio de la misma sociedad.
Pero las demandas de prestaciones sociales hechas al Estado no son estables, sino que van
creciendo con el paso del tiempo. Y crecen en la medida en que la sociedad está dispuesta a
financiar ese crecimiento permitiendo una mayor presión fiscal. Esta permisividad es mayor en
épocas de crecimiento económico porque entonces los efectos de esa presión creciente son mucho
4
Entre estos que destacan tres: a) la política monetaria, a través del control de los tipos de interés para
estimular o desestimular la inversión; b) la política fiscal y presupuestaria, que utiliza los ingresos y los
gastos del Estado para estimular o enfriar la actividad económica; c) la política exterior, mediante el control
de importaciones y exportaciones o la manipulación de los tipos de cambio de la moneda.
11
12. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
menos perceptibles. Y eso fue lo que ocurrió en las primeras décadas después de la segunda guerra.
Las complicaciones vinieron cuando estalla la crisis de mediados de los años 1970: mientras que se
mantiene la inercia a demandar nuevas prestaciones (incrementando el bienestar social), aumenta la
resistencia a soportar una mayor presión fiscal.
V. LA EVOLUCIÓN DEL SOCIALISMO: DESDE EL COLECTIVISMO A LA SOCIALDEMO-
CRACIA
A. El desarrollo del colectivismo
El nuevo modelo nacido de la revolución de 1917 se organiza pronto según el sistema llamado
de planificación centralizada: existe un órgano central, encargado de estructurar toda la producción
nacional, determinando con detalle qué se iba a producir, cómo y a qué precios. A partir de los
objetivos marcados a escala nacional, se asignaban las materias primas a las empresas y se fijaban
los niveles de producción que debería alcanzar cada una.
Entre 1928 y 1953 (bajo el mandato de Stalin) se entremezclan luces y som bras. Los logros son
espectaculares. Por su volumen de producción la Unión Soviética llega a situarse en el segundo
puesto del mundo, con tasas de crecimiento anual entre el 5 y el 8%. El progreso educativo (factor
complementario del desarrollo industrial), la reestructuración geográfica de la población, el garanti-
zar un nivel de vida seguro a todos los grupos sociales...: todos esos son logros incuestionables,
sobre todo si se tienen en cuenta las dimensiones de la población y del territorio soviéticos.
La principal sombra, frente a todos esos éxitos, es el autoritarismo dictatorial del Partido único
y del gobierno. Aparte de sus consecuencias humanas y sociales, en el terreno eco nómico tal
régimen impidió la libre discusión de los muchos problemas planteados por la puesta en práctica
del colectivismo. En concreto, la opción por la planificación como alternativa del mercado –opción
llevada al extremo más riguroso– supuso graves desequilibrios entre producción y necesidades, así
como un alto nivel de despilfarro.
B. La evolución del socialismo democrático y la socialdemocracia
La evolución de socialismo en línea democrática le encamina hacia la socialdemocracia. No
siempre resulta fácil comprender los límites que separan uno y otro concepto.
Teóricamente, habría que seguir definiendo al socialismo estricto por su voluntad de llegar a
una superación del capitalismo. Pero ello resulta cada vez más difícil en las nuevas condiciones de
la sociedad, donde se ha producido una notable transformación de las clases trabajadoras y pierde
sentido el ver en la confrontación entre capital y trabajo la clave de todo el desarrollo de las
sociedades. El ataque sistemático al derecho de propiedad privada y una cierta obsesión por la
lucha de clases entendida de forma radical –características del socialismo de finales del siglo XIX–
han ido dejando paso a una concepción del socialismo más matizada, entendido fundamentalmente
como profundización en la democracia, y a una ampliación de los ámbitos de participación.
El socialismo histórico fue, por otra parte, el principal impulsor del Estado social. Y los logros
de este en términos de elevación de los niveles de bienestar, mejor distribución de la renta,
integración creciente de estas sociedades, son el mejor antídoto contra todo impulso revolucionario.
Pero esta nueva orientación es la que da origen a la socialdemocracia, como resultado de la
evolución histórica del socialismo en un contexto de bienestar económico y democracia
representativa, del que en buena parte ha sido él responsable. Por eso no es extraño que los
socialistas más ortodoxos critiquen a la socialdemocracia de haberse convertido en la mejor
defensora del capitalismo, del cual ha terminado siendo un magnífico gestor.
12
13. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
VI. LAS NUEVAS COORDENADAS DE LA ECONOMÍA MUNDIAL: DE LA CRISIS DE LOS
AÑOS 1970 A LA GLOBALIZACIÓN
La fase económica expansiva que arranca con la reconstrucción que sigue a la segunda guerra
mundial duró apenas 30 años. La crisis que se venía anunciando estalló con toda su fuerza en la
primera mitad de los años 1970. A partir de entonces se desencadenan una serie de acontecimientos
de enormes consecuencias que modifican el panorama económico mundial. El más llamativo es
probablemente la caída espectacular del colectivismo. Con ello cambia sustancialmente la
estructura de un mundo dividido en dos grandes bloques contrapuestos. El sistema capitalista
tampoco resulta indemne: su versión más evolucionada, el Estado social, entra también en una
innegable crisis. Y la economía mundial sufre convulsiones de enormes proporciones, que intentan
resolverse mediante una progresiva eliminación de fronteras y un avance incontenible de la
globalización.
A. La crisis económica que se inicia en los años 1970 y sus consecuencias
Ya en los años 1960 habían aparecido síntomas de dificultades cre cientes para el funcionamiento
del sistema puesto en marcha tras la segunda guerra mundial. Pero la crisis solo estalló cuando en
1973, aprovechando todas estas circunstancias, los países productores de petróleo (agrupados en la
OPEP) decidieron subir espectacularmente los precios de esta materia prima, que se habían
mantenido prácticamente estables desde el final de la segunda guerra mundial. Entre octubre de
1973 y enero de 1974 el barril pasó de 3,05 a 11,65 dólares: es decir, casi cuadruplicó su valor.
Esta subida de los precios del petróleo tuvo como primer efecto una subida inducida de los
precios de todos los bienes que utilizaban el petróleo para su producción. Eso explica que unos
años más tarde, en 1979, la OPEP decidiera una nueva subida, tan espectacular como la primera, o
más si cabe: en efecto, en los últimos meses de 1979 y primeros de 1980 el petróleo subió de nuevo
de 14 a 34 dólares el barril. Si el primer golpe (el de 1973-74) pudo ser encajado con cierta
facilidad por los países industrializados, que eran los más afectados, el segundo los sorprendió ya
con menos márgenes de reacción. El comienzo de los años 1980 coincide, por tanto, con la toma de
conciencia de que la crisis económica deja de ser una perturbación pasajera, puesto que em piezan a
entreverse una serie de graves consecuencias encadenadas entre sí.
La primera consecuencia de alcance es la profunda transformación en los sistemas relativos de
precios. Al subir desproporcionadamente la energía más empleada (la petrolífera), las economías
que habían basado su desarrollo en un uso intensivo de este factor ven cómo sus produc tos se
encarecen comenzando a perder automáticamente competitividad en los mercados mundiales. Esto
afecta en primer lugar a los países más industrializados. Pero sus consecuencias se transmiten
inmediatamente al resto del planeta, como reflejo de la interdependencia de la economía mundial.
Una segunda consecuencia se sigue de la anterior: todo esto va a conducir a una nueva división
internacional del trabajo. Es decir, se pone en revisión la forma como los países se distribuían la
producción de los diferentes bienes y servicios. Esta división del trabajo es el resultado de las
condiciones técnicas, laborales y financieras de cada país. El encarecimiento de un factor (el
energético) ofrece la oportunidad de sustituirlo por otro relativamente más barato. Ese factor más
barato va a ser el trabajo: pero no en los países industrializados, donde el alto nivel de bienestar se
traduce en unos costes laborales muy elevados, sino en otros países del tercer mundo que disponen
de fuerza de trabajo cuyo coste salarial responde a niveles de vida mucho más bajos. Estos países
van a ir entrando con fuerza en los mercados mundiales con productos que tradicionalmente habían
13
14. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
venido fabricándose en los más industrializados. El Sudeste asiático y algunos países latino-
americanos serán los que más se beneficien de esta nueva coyuntura mundial 5.
Es posible todavía mostrar una tercera consecuencia: la aparición del desempleo como
fenómeno estructural. En los primeros momentos de la crisis el desempleo fue interpretado como
efecto inmediato y normal de una recesión económica pasajera. Pronto se comprendió, sin
embargo, que el fenómeno era de mucho más alcance y revestía carácter estructural (estable). Es
más, la reacción de los países industrializados contra la crisis no iba a conseguir sino agravar el
problema de la falta de empleo. Y esto por dos causas: por la deslocalización de plantas
industriales, que son desmontadas por las empresas multina cionales para trasladarlas a lugares
donde el trabajo sea más barato y la producción sea más competitiva; por la tendencia de los
mismos países industrializados a sustituir trabajo por capital, lo que explica la rápida expansión de
la informática en esos años.
B. La caída del colectivismo
En este contexto de crisis ha tenido lugar el espectacular derrumbe de los regíme nes colectivistas
de Europa, que, no solo parece eliminar a uno de los dos sistemas socioeconómicos que se
presentaban como alternativos, sino que modifica de raíz la configuración del mundo.
Desde siempre se había puesto en duda la viabilidad del sistema colectivista con su modelo de
planificación económica centralizada. Y la duda creció a medida que la economía de este país iba
progresando, la sociedad haciéndose más compleja y las prioridades en cuanto a necesidades a
satisfacer resultaban más discutibles.
La crisis se manifiesta, ante todo, en la Unión Soviética a partir de 1985, con la llegada al
poder de MICHAIL GORBACHOV. Él intenta hacer frente a una crisis que no era solo económica; era
también crisis moral y humana, y se manifestaba en una erosión gradual de los valores morales e
ideológicos del pueblo (corrupción administrativa, absentismo laboral, mercado negro, adulación y
servilismo, alcoholismo, pérdida de la solidaridad). Todo esto exigía una verdadera reforma
estructural, cuyo objetivo lo formulaba Gorbachov, no como una renuncia al socialismo, sino como
la recuperación del verdadero rostro del socialismo, adulterado desde la etapa misma inicial de
Lenin. Porque el verdadero socialismo no era, para el nuevo líder soviético, sino una democracia
real a todos los niveles.
Pero a las dificultades internas de la economía soviética se añadían las derivadas de su
condición de gran potencia mundial, líder del bloque del Este frente al occidental. Esta condición
obligaba a la Unión Soviética a mantener una pulso permanente con los Esta dos Unidos, cuya
expresión más significativa era la carrera armamentista. Ese pulso habría de quebrarse por la parte
más débil.
Las reformas iniciadas por Gorbachov encontraron muchas resistencias: desde las instancias
oficiales (la administración pública, el ejército y la gran industria controlada por el Estado, que es
un colectivo que había progresado desde su situación privilegiada de control de una economía tan
potente) y también desde la población (que no se resignaba a salir de la situación de seguridad que
le daba una sociedad tan colectivizada y paternalista.
La Unión Soviética entra así en una situación de auténtico caos, que precipita la caída de
Gorbachov (abandonado de todos), la desmembración de la Unión Soviética, los inten tos de
reconducción económica, la inestabilidad política en pueblos que carecían de una tradición demo-
crática, el agravamiento de conflictos nacionalistas...
5
Es el caso de los llamados ―pequeños dragones‖: Taiwán, Singapur, Hong Kong y Corea. En una situación
parecida pueden considerarse Brasil y México.
14
15. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
El cambio en los restantes países de la Europa Central y Oriental fue más simple y lineal. Aquí
no existió, al menos en los momentos iniciales, ambigüe dad alguna: lo que se buscaba era un
sistema calcado del las democracias liberales capitalistas de Occidente. Solo hay dos excepciones a
este proceso, Cuba y China, cuyo futuro es incierto, aunque cada uno está siguiendo procesos
diferentes.
C. La crisis del Estado social
El fracaso del colectivismo parecía haber resuelto definitivamente el contencioso de más de un
siglo entre capitalismo y socialismo en favor del primero 6. Peor el asunto se complica por la crisis
de aquel modelo que e había ganado su propia legitimidad: el que hemos llamado Estado social o
Estado de bienestar. Este modelo parecía haber garantizado a los países que lo había puesto en
práctica (los industrializados de Europa continental) un cierto nivel de bienestar para todos y un
alto grado de integración y estabilidad social. Sin embargo, en estas últimas décadas comienzan a
manifestarse ciertas insuficiencias de este modelo, que son, en gran parte, consecuencias de su
propia dinámica.
Por una parte, la sociedad no ha dejado de demandar al Estado nuevas prestaciones, pero no ha
tenido la misma disponibilidad (¡paradójicamente!) para aceptar un aumento de la presión fiscal.
Por otro lado, la crisis (pero también el progresivo envejecimiento de la población) ha encarecido
las prestaciones que el Estado tiene que cubrir (desempleo, jubilaciones...). Por fin, este Estado tan
sobredimensionado, no solo ha desmovilizado a la sociedad (tan cómodamente instalada en la
actitud de exigir derechos sin reconocer obligaciones), sino que ha derivado en una maquinaria tan
enorme de dimensiones como ineficiente en su funcionamiento.
Uno de los efectos de la crisis ha sido el debilitamiento del consenso político e ideológico que
sirvió de sustento al modelo cuando funcionaba a satisfacción de todos. El socialismo occidental (o
la socialdemocracia) parece haberse agotado en su empeño de actuar como soporte principal del
modelo. Además es duramente criticado por la izquierda, socialista o no, que le reprocha que está
llevando a cabo políticas liberalizadoras, nada coherentes con sus principios. Pero las críticas más
duras proceden del liberalismo, que responsabiliza al socialismo o socialdemocracia de la crisis del
sistema. El liberalismo resurge como neoliberalismo, convencido de que los hechos le dan
sobradamente la razón: no solo el fracaso del colectivismo, sino la manifiesta inviabilidad de esta
forma mitigada de capitalismo. Consecuentemente sus propuestas se resumen en una estrategia
básica: reducir el papel del Estado. Esto lo ha conseguido desregulando diversos sectores,
reduciendo las tasas impositivas (sobre todo las más altas), reduciendo los gastos sociales.
D. La globalización: sus dimensiones
Pero quizás la manifestación más importante de todos estos cambios es la que se conoce como
globalización de la economía.
Una primera definición, muy sencilla pero muy intuitiva, del fenómeno que estudiamos podría
ser: la mundialización es la presencia del mundo entero en nuestras vidas 7. A pesar de su
simplicidad, tiene la ventaja de conectar un fenómeno complejo con la experienc ia cotidiana de
cualquiera. Basta encender la televisión, mirar los escaparates, entrar en una gran superficie o
6
Es lo que algunos saludaron gozosos como la apoteosis del capitalismo: Francis Fukuyama, por ejemplo, en
su conocida obra El fin de la historia, cree que con esto hemos llegado nada menos que al final de la historia.
7
COMMISSION JUSTICE ET P AIX – FRANCE, Maîtrisser la mondialisation (mars 1999), Documentation
Catholique 81 (1999) 330.
15
16. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
navegar un rato por internet, para convencernos de que el mundo como que se ha reducido de
tamaño y que todo está más al alcance de la mano: es la experiencia directa de la globalización.
Debemos, sin embargo, analizar con más profundidad el fenómeno. Y para ello hay que
destacar en la globalización, al menos en principio, su dimensión económica. En este sentido puede
definirse como un proceso dinámico de creciente libertad e integración mundial de los mercados
de trabajo, bienes, servicios, tecnología y capitales 8.
Como hecho económico, la globalización no es un fenómeno de hoy. Hace ya siglos que se
constata un tendencia al aumento de los intercambios que se realizan entre los países, tanto
comerciales (materias primas, productos, servicios), como financieros, de ideas y de personas. Las
economías cerradas de la antigüedad han ido cediendo en favor de economías cada vez más
abiertas e interdependientes. El desarrollo de la época moderna, con todas sus luces y sus sombras,
ha sido posible gracias a esta internacionalización económica, cuyo fundamento teórico era la
división internacional del trabajo. Pero en ella los protagonistas fundamentales eran los actores
nacionales: y sobre ellos los gobiernos podían desempeñar y de hecho desempeñaban un control
efectivo. Aquí es precisamente donde se produce el cambio más decisivo ahora, un cambio cuali-
tativo, que es el que justifica el uso de un nuevo término: globalización.
¿Cómo concretar este cambio cualitativo? Su manifestación más elocuente es que el mercado
nacional deja de ser el principal marco de referencia de la actividad económica para ceder su lugar
al mercado mundial. A la hora de planificar la producción o la colocación de los productos
terminados, son muchas las empresas que ya no se atienen preferentemente al mercado nacional,
con sus restricciones y sus oportunidades, sino que actúan desde las crecientes posibilidades que
ofrece todo el planeta, gracias a las facilidades para las comunicaciones, para los transportes y para
las relaciones económicas de todo tipo.
Quizás la consecuencia más trascendental de esto –y con esto nos abrimos a la dimensión
política de la globalización– es el recorte de capacidades de los Estados nacionales, que cada vez se
sienten más impotentes –y, en realidad, lo son– para realizar su función esencial de ser la forma
última de organización política y social. Y es que el marco que hacía posible desarrollar sus
acciones, las fronteras territoriales, cada vez tienen menos vigor y entidad. No es que el Estado
nacional haya desaparecido, ni es previsible que desaparezca a corto plazo. Pero ya no puede
aspirar a jugar ese papel hegemónico de otros tiempos.
La globalización tiene, por último, una dimensión cultural. La cultura se globaliza en la medida
en que se homogeneiza y, más concretamente, se occidentaliza. La difusión de esta economía
globalizada, que tiene su origen en los países occidentales, sirve como de vehículo a todo un
conjunto de usos y costumbres, de valores, que se van haciendo dominantes junto con el sistema
económico capitalista y el sistema político de la democracia pluralista.
Como consecuencia de la globalización el mapa mundial ha cambiado. Al mundo bipolar de
hace una década ha sucedido un mundo multipolar con tendencia a ser tripolar. En este nuevo
escenario suelen señalarse tres polos vertebradores de la sociedad mundial –Estados Unidos, la
Unión Europea y el sudeste asiático (con Japón como centro)–, en torno a los cuales tienden a
alinearse los demás países. La supremacía militar de Estados Unidos –todavía indiscutible– no va
ya acompañada por la supremacía económica o tecnológica de otros tiem pos.
Indudablemente, la globalización tiene consecuencias positivas. La eliminación de barreras y el
fomento de los intercambios a todos los niveles es, en principio, enriquecedor. La misma
competencia económica es un estímulo para la creatividad y un antídoto contra la inercia al cambio
y a la innovación.
8
Cf. G. DE LA D EHESA , Comprender la globalización, Alianza, Madrid 2000, 17. Véase también:
Globalización integradora vs. globalización excluyente, Revista de Fomento Social 55 (2000) 143-160.
16
17. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
Sin embargo, el aspecto más negativo de la globalización consiste en que, cuando se desarrolla
en un mundo desigual, estimula las desigualdades, lejos de reducirlas. Precisamente en la década
del primer impulso globalizador, los años 1980, estas des igualdades avanzaron hasta extremos
alarmantes, poniendo de relieve la ambigüedad de este fenómeno. Lo reconoció ya el Banco
Mundial en 1990:
Una mirada retrospectiva al decenio de 1980 nos dice que gran parte del mundo puede
considerarse afortunado (...). Sin embargo, para millones de personas que se cuentan entre
las más vulnerables del planeta, los últimos diez años ofrecen un panorama bastante más
desalentador (...). Para muchos de los pobres del mundo, los años ochenta fueron una
década perdida; un desastre, sin lugar a dudas9.
Muy recientemente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha reco nocido que
la globalización tiene ganadores y perdedores. Los hechos de estos últimos años –donde han
proliferado los ―apóstoles de la globalización‖– lo confirman: no solo han aumentado las
diferencias entre los países en desarrollo, sino que los países industrializados se han visto
sorprendidos por niveles de desempleo insoportables y/o un incremento inesperado de la pobreza.
Es cierto que la desigualdad no es intrínseca a la globalización, pero esta aumenta los riesgos,
aunque aumente también las oportunidades de recompensa 10. Si la globalización conlleva
oportunidades y amenazas, el gran reto de nuestro tiempo es hacer de la globalización una
oportunidad para todos 11.
E. Globalización y neoliberalismo
Pero la globalización no es solo un hecho: es también un modelo que se propone como objetivo y
como ideal. Porque detrás del proceso globalizador hay una ideología que lo alienta y le sirve de
legitimación: es la nueva versión del liberalismo, el neoliberalismo. Es cierto que los autores
neoliberales buscan su inspiración en la tradición de los grandes autores liberales. Pero se
distinguen de ellos, entre otros aspectos, por la prioridad que conceden a lo económico. De hecho,
los principales representantes de esta escuela son economistas, y muchos de ellos tienen la
pretensión de interpretar desde la economía toda la conducta humana y el funcionamiento de la
sociedad. Su pensamiento puede sintetizarse como sigue:
a) El valor supremo es la libertad individual, que hay que salvaguardar por encima de todo.
Se reconoce, por consiguiente la primacía de la actuación de los agentes individuales, sean
personas o empresas privadas, sobre las acciones de la sociedad organizada en grupos informales o
formales, de las asociaciones políticas o del mismo gobierno.
b) El mercado se considera la mejor forma de coordinar las acciones individuales para
conseguir un nivel global de riqueza mayor: porque –se piensa– el mercado maneja más datos e
interpreta mejor la información de consumidores y productores que cualquier organismo de
planificación o de gobierno.
c) La eficiencia está asegurada por el principio de la racionalidad de búsqueda del
beneficio, ya que dicha racionalidad obliga siempre a analizar los costes.
9
BANCO M UNDIAL, Informe sobre el desarrollo mundial 1990. La pobreza. Washington 1990, 7.
10
P ROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PA RA EL D ESA RROLLO (PNUD), Informe sobre desarrollo humano
1997, Nueva York - Madrid 1997, 92-105.
11
Es la propuesta de un reciente documento, que ha elaborado un grupo de expertos por invitación de los
episcopados de la Unión Europea: Sistema de gobierno global. Nuestra responsabilidad de hacer de la
globalización una oportunidad para todos. Un informe para los obispos de la COMECE, Bruselas,
septiembre 2001.
17
18. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
d) No solo por coherencia con la primacía de la libertad individual, sino también como
efecto de la experiencia de la ineficiencia de toda acción gubernamental, esta debe ser lo más
limitada posible. Ocurre, además, que los agentes tienen expectativas racionales que les llevan a
reaccionar de antemano ante las previsibles medidas del gobierno, esterilizándolas casi por
completo.
Ya indicamos más arriba como toman posición ante la crisis del Estado social: su co nsigna
clave es liberalizar, lo que implica reprivatizar y desregular; en una palabra, devolver el
protagonismo y la confianza a la iniciativa privada.
Pero el neoliberalismo proyecta este mismo esquema y emplea esta misma lógica para pensar
la economía mundial. Ahora liberalizar consiste en eliminar las barreras comerciales y arancelarias,
así como quitar todas las trabas a la libre circulación de capitales por todo el mundo. El peligro de
este modelo consiste en reproducir a escala planetaria el capitalismo salvaje, que hubo de ser
superado en los países industrializados en el siglo XX porque la libertad sin restricciones conducía
a desigualdades que se hacían insoportables para los pueblos. Si eso ocurría dentro de las fronteras
de un Estado, donde la homogeneidad es mayor, ¿qué se podrá esperar que produzca en un único
mercado mundial donde se den cita todos los pueblos de la tierra, en toda su diversidad y
heterogeneidad?
Efectivamente la globalización es un proceso inevitable, pero hay que ver cómo lo que puede
ser considerado una oportunidad para muchos sea efectivamente una oportunidad para todos: para
ello no puede dejarse avanzar sin control, a merced de libre juego de los poderes económicos
fácticos, tiene que ser sometido a unas ciertas reglas acordadas en función de todos y respetadas
por todos.
VII. UNA REFLEXIÓN ÉTICA PARA CONCLUIR: ÉTICA DEL MERCADO
Al estudiar los sistemas económicos modernos y su evolución histórica hemos podido constatar que
las variables básicas que explican las diferencias entre ellos son el mercado y el Estado en cuanto a
las funciones que se asignan a uno y otro en la marcha de la actividad económica. Ahora bien, tras
el fracaso de colectivismo y la crisis del Estado social, hechos ambos que cuestionan de fondo el
papel económico del Estado, el mercado adquiere una relevancia especial y un aprecio notable en el
pensamiento económico actual. Por eso es preciso hacer una reflexión ética sobre el mismo para
analizar hasta qué punto es aceptable desde esa perspectiva. Procederemos tomando como punto de
partida la consideración del mercado desde la teoría económica para confrontar luego ese modelo
con lo que ocurre en la realidad. Ahí obtendremos los elementos necesarios para llegar a un juicio
ético.
A. El mercado teórico y los mercados reales
La teoría económica reconoce al mercado una función esencial: afirma que el mercado es el
mecanismo más eficaz para la asignación de recursos. En efecto, supuesto que en la sociedad hay,
no solo necesidades y recursos, sino más necesidades que recursos para satisfacerlas, es
conveniente disponer de un instrumento que asigne a la satisfacción de cada necesidad la menor
cantidad posible de recursos (o que, con una cantidad determinada de recursos, satis faga el mayor
número posible de necesidades). Eso lo hace el mercado adecuadamente: primero, porque deja la
iniciativa a los particulares; segundo, porque estos deciden cómo emplear sus recursos, no solo en
abstracto, sino teniendo en cuenta el coste de esa satisfacción por los precios que han que pagar.
Frente a los consumidores, también los productores pueden organizar su actividad en libertad,
aunque ateniéndose a las necesidades manifestadas por los que compran los productos. En el
mercado hay libertad para todos, hay iniciativa; por otra parte, el mercado suministra al que actúa
18
19. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
en él lo que todo ser humano necesita para ejercitar su libertad: información, gracias a los precios,
que le indican continuamente el coste de satisfacer cualquier necesidad. Ahora bien, como ocu rre
siempre con la libertad en un mundo humano, su ejercicio está limitado por las liber tades de los
demás. En todo caso, se dice, el mercado es el sistema de organización eco nómica que admite unas
mayores cotas de libertad efectiva; garantiza, además, una suficiente eficiencia.
En síntesis, podemos decir que el mercado permite un conjunto de intercambios de bienes y
servicios que se hacen en público, es decir con conocimiento de otros y de forma repetida, y en
condiciones semejantes a otros intercambios de los mismos objetos. Lo esencial del mercado es el
intercambio de información y el acuerdo relativamente libre de voluntades que va configurando las
dimensiones, la dirección y el ritmo del acontecer económico.
En la medida en que todo esto es verdad, no hay ninguna dificultad para la aceptación ética del
mercado. Pero, ¿es todo esto verdad en la práctica, es decir, en los mercados reales? El mercado,
tal como ha sido descrito, es un modelo ideal. Tan ideal que supone condiciones muy restrictivas.
Estas condiciones podemos reducirlas a tres:
1º) Todos los compradores y todos los vendedores están pun tualmente informados de los
precios y otras condiciones de venta vigentes en cualquier lugar donde esos bienes se venden. Es
decir, la información es completa. Más aún, todos están en condiciones de acudir a aquel lugar en
que las condiciones les sean más favorables (¡lo cual exigiría que no existiesen distancias
geográficas entre unos lugares y otros!). La transparencia del mercado es, por consiguiente, total.
2º) El producto en cuestión es perfectamente homogéneo en todas partes donde se vende y
no existe en el mercado otro producto semejante que pueda servir de sustituto. Solo entonces el
único determinante de la decisión del consumidor es el precio, y no otras circunstancias, tales como
la marca, la calidad o incluso la amistad con el que se la vende...
3º) Tanto los compradores como los vendedores son tan numerosos que la decisión de cada
uno de ellos no repercute significativamente sobre la decisión de los otros: cada uno, aisladamente,
no puede imponer su voluntad sobre los demás.
Cuando estas tres condiciones se cumplen, se dice que estamos ante un mercado de
competencia perfecta. Pero es fácil comprender que así no son los mercados reales. Las dos
primeras condiciones son inviables en la práctica, aunque cabe acercarse a ellas con medidas de
diferentes tipos sobre todo para garantizar la máxima transparencia. Respec to a la tercera de las
condiciones expuestas, cuando no se da, estamos en el caso del llamado monopolio (existe un solo
productor, que puede fijar los precios que quiera o decidir las cantidades que se van a producir sin
contar con los consumidores) o, más frecuentemente, del oligopolio (existen unos pocos
productores que actúan de acuerdo, porque así todos se benefician más que si se hacen la guerra
abierta). Estas fórmulas restrictivas de la competencia son casi siempre perjudiciales para el
consumidor, porque subordinan las necesidades de estos a los intereses de los productores
(precisamente pueden hacerlo porque tienen poder para imponer sus condiciones en el mercado).
Por eso la competencia perfecta sigue funcionando como un modelo de referencia al que se pre-
tende aproximar las estructuras económicas: eso justifica el que los poderes públicos vigilen para
erradicar aquellas prácticas restrictivas de la competencia.
Como consecuencia de esta distancia entre el ideal y la realidad hay que afirmar que la libertad
no queda igualmente garantizada para todos. Si la libertad supone acceso a la información y
capacidad para elegir con las menores restricciones posibles, esta no se da del mismo modo para
todos. Por eso el mercado no ofrece las mismas oportunidades a todos. Para que funcionase
adecuadamente, exigiría una libertad igual para todos: en la medida en que esta igualdad no existe,
19
20. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
el mercado beneficia a quien goza de una libertad efectiva mayor 12. Esto implica que es preciso
introducir elementos correctores de la dinámica del mercado: aquí se inserta toda la discusión sobre
la intervención del Estado en la marcha de la actividad económica (es decir, del mercado). El
mercado no se puede eliminar porque genera información que es insustituible. Pero el Estado podrá
intervenir para garantizar y mejorar esas funciones que el mercado en principio desempeña bien; y
tendrá que intervenir, sobre todo, para contrarrestar los perjuicios que se siguen de la propia
dinámica del mercado, especialmente en relación con la distribución de la renta producida.
B. Las limitaciones del mercado ideal
Más aún, hay casos en que el mercado ni siquiera cumple convenientemente su función de
asignación eficaz de los recursos. Son dos los más significativos: el de la demanda no solvente y el
de los bienes públicos.
Para que el productor responda a la demanda es imprescindible que esta vaya acompañada de
capacidad adquisitiva. En consecuencia, lo que funciona en el mercado no es la demanda sin más,
sino la demanda solvente (necesidad acompañada de capacidad de pago). El mercado no sabe nada
de la urgencia de una necesidad ni de su importancia; reacciona solo si existe un consumidor que
está dispuesto a pagar. De este modo el marcado elimina de la vida económica a todos aquellos que
no tienen recursos para adquirir los bienes y servicios que de hecho necesitan. Históricamente, la
beneficencia ha venido a llenar este vacío del mercado. Porque la beneficencia consiste en eso
precisamente: salir al encuentro de las necesidades de otro sin recibir nada a cambio, es decir,
rompiendo la lógica del mercado. Y no solo los particulares o las instituciones religiosas o
humanitarias; también el Estado ha asumido estas tareas subsidiarias a través de subvenciones,
transferencias, etc. Es el implícito reconocimiento de que la satisfacción de las necesidades
humanas no se puede dejar totalmente al mercado. La lógica del mercado debe ser complementada
desde la sociedad (con la solidaridad y la capacidad de compartir: en eso consistió siem pre la
limosna) y desde el Estado (mediante instituciones que garanticen la atención de personas que
nunca van a ser tenidas en cuenta por los mecanismos del mercado) 13.
Hay un segundo caso en que el mercado –aun aceptando que, en principio, asigne bien los
recursos– no responde a la demanda del consumidor. Y la razón es parecida: que para el productor
no es motivo la demanda que no va acompañada de capacidad de pago. Pues bien, hay bienes que,
aunque necesarios, ningún particular está dispuesto a pagarlos porque no son apro piables en
exclusiva. Son los llamados bienes públicos. Cuando un ciudadano paga por adquirir algo que
necesita, lo hace sobre el supuesto de que el pago le da derecho a poseerlo en exclusiva, es decir, a
excluir de su uso a cualquier otra persona. Esto es lo que ocurre con la inmensa mayoría de los
bienes. Pero no con todos. Por ejemplo, cuando los habitantes de una gran ciudad se quejan de la
contaminación producida por la aglomeración de viviendas, los humos de la calefacción, la
12
Esto ya lo ponía de relieve León XIII cuando criticaba el que la determinación del salario justo quedase
encomendado al libre juego de la oferta y la demanda en el mercado: el trabajador, apremiado por la miseria
en que se debatía, se veía obligado a aceptar ―libremente‖ (pero con una libertad puramente formal) las
condiciones de trabajo que le ofrecía quien le contrataba: el trabajador aceptaba porque no podía hacer otra
cosa (RN 32).
13
Este tema es abordado en el análisis del mercado que se hace en la ―Centesimus annus‖: Da la impresión
de que, tanto a nivel de naciones, como de relaciones internacionales, el libre mercado sea el instrumento
más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale solo
para aquellas necesidades que son “solventables”, con poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son
“vendibles”, esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades
humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden
sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas (CA
34).
20
21. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
combustión de los vehículos, etc., están indirectamente denunciando una de las mayores limitacio-
nes de la economía de mercado. El aire que respiramos no es un bien privatizable, nadie puede
comprar una cantidad para consumirlo en forma exclusiva; por eso, nadie está tam poco dispuesto a
producirlo o, lo que es igual, a garantizar la pureza del medio ambiente 14.
¿Cómo suplir entonces esta otra deficiencia del mercado? Aquí habría que empe zar hablando
también de una concienciación social, de unos valores asumidos por todos que nos hicieran más
respetuosos con el medio ambiente. Ahora bien, en el contexto de la producción industrial, el ser
más o menos respetuoso con el medio ambiente se traduce en tener menos o más costes de
producción que cubrir: no tratar convenientemente ciertos residuos de la producción significa
abaratar costes y tener una situación más ventajosa en la competencia. Por eso, no siempre bastará
un esfuerzo de toma de conciencia: será preciso que la sociedad se organice para controlar la con-
ducta de los menos éticos en este campo. Y eso solo lo puede hacer el Estado, dictando regla-
mentaciones que preservan el medio ambiente e imponiendo multas a los infractores.
Este último supuesto de los bienes públicos no es más que un caso particular de una situación
más amplia: el mercado no asigna bien siempre que hay divergencia entre costos y/o beneficios
privados (que son los que intervienen en el mercado) y costos y/o beneficios sociales. Veamos
algunos ejemplos: en el comercio de drogas el beneficio privado es mayor que el beneficio social;
en la educación y formación el beneficio privado es menor (al menos en su percepción inmediata
por parte del consumidor) que el beneficio social; en casos como el consumo de alcohol o el ya
citado de la contaminación el coste social es mayor que el coste privado. En tales situaciones se
impone introducir elementos correctores para que el consumidor o el productor se acerque más al
comportamiento que se esperaría de él si pudiera valorar mejor los beneficios sociales o los costes
sociales de su comportamiento.
C. Conclusión: necesidad de complementar el mercado
A la vista de las situaciones analizadas se impone como conclusión que, aun teó ricamente, es
preciso complementar el funcionamiento del mercado introduciendo ele mentos que actúan con una
lógica diferente. Si la experiencia de las últimas décadas confirma que en las economías donde ha
presidido el principio de la iniciativa privada se ha producido un innegable progreso social, sugiere
al mismo tiempo dónde están sus limitaciones. Por una parte, los procesos de distribución no han
sido capaces de dotar a todos los ciudadanos de la solvencia precisa, por lo que muchos quedan
excluidos total o parcialmente del mercado. Por otra parte, la presión demográfica y las
aglomeraciones urbanas, unidas a un cierto desenfreno del lucro privado, han convertido en escasos
bienes que antes podían ser considerados como libres (cuando existían en cantidades más que
suficientes para permitir su consumo sin trabas a todos los ciudadanos, como ocurría en el pasado
con el agua y el aire, e incluso con la tierra), pero hoy han perdido esa condición para convertirse
en bienes cada vez más escasos.
En consecuencia un juicio ético del mercado supone cuatro aspectos sucesivos:
14
También este punto es aludido en la ―Centesimus annus‖: Es deber del Estado proveer a la defensa y tutela
de los bienes colectivos, como son el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguardia no puede
estar asegurada por los simples mecanismos de mercado (...). He ahí un nuevo límite del mercado: existen
necesidades colectivas y cualitativas que no pueden ser satisfechas mediante sus mecanismos; hay
exigencias humanas importantes que escapan a su lógica; hay bienes que, por su naturaleza, no se pueden ni
se deben vender o comprar. Ciertamente, los mecanismos de mercado ofrecen ventajas seguras; ayudan,
entre otras cosas, a utilizar mejor los recursos; favorecen el intercambio de los productos y, sobre todo, dan
la primacía a la voluntad y a las preferencias de la persona, que, en el contrato, se confrontan con las de
otras personas. No obstante, conllevan el riesgo de una “idolatría” del mercado, que ignora la existencia de
bienes que, por su naturaleza, no son ni pueden ser simples mercancías (CA 40).
21
22. Licenciatura Estudios Eclesiásticos (2009-2010) - Moral social, política y económica – Tema 6
1º) Un mercado real es tanto más aceptable éticamente cuanto más se aproxime al modelo
ideal de competencia perfecta.
2º) Una tarea esencial de los poderes públicos es hacer que los mercados reales se
aproximen todo lo posible a ese modelo ideal de competencia perfecta, pero sabiendo que nunca lo
reproducirá perfectamente.
3º) Los poderes públicos tendrán que introducir otros mecanismos para corregir los efectos
negativos en la distribución de la renta que todo mercado necesariamente produce.
4º) Y los poderes públicos tendrán también que actuar allí donde ni el mercado ideal es
capaz de asignar eficientemente los recursos: ante las necesidades no acompañadas de capacidad de
pago y en la producción o mantenimiento de los bienes públicos. Este último punto tiene una gran
importancia para abordar hoy los problemas medioambientales.
22