1. LETRAS AL SOL
Luis Fernando Macías, literatura y trabajo
Luis Fernando Macías Zuluaga hace parte de esa generación maravillosa de
amigos que conocí durante mi estancia en el taller de escritores de la
biblioteca pública piloto de Medellín, hacia los 80, que dirigía el Maestro
Manuel Mejía Vallejo.
Iván de J. Guzmán López* http://idejeguz.blogspot.com/
EL MUNDO, Medellín. La movida . Junio 28, 2008 . ver detalle
http://www.elmundo.com/sitio/noticia_detalle.php?idedicion=1035&idcuerpo=2&dscuerpo=La
%20Metro&idseccion=18&dsseccion=La
%20Movida&idnoticia=88358&imagen=&vl=1&r=la_movida.php
.
.
Era un espacio delicioso, de producción, camaradería y trato amable; el
Maestro se mostraba paternal, sin dejar de lado la crítica y las
recomendaciones; le gustaba que lo llamáramos Manuel, sencillamente. En
alguna oportunidad, recuerdo, uno de los asistentes, levantando la mano,
dijo:
–Don Manuel...
–Hombre, no me diga don Manuel, –respondió el Maestro–. Don Manuel se le
dice a Tirofijo. Las risas no se hicieron esperar.
Así conocí amigos generosos como José Libardo Porras, Claire Levy de Holguín,
la inolvidable doña Carmen Rosa de Barth y a Luis Fernando Macías Zuluaga,
entre otros. Han pasado más de 20 años desde esa época maravillosa; 20 años
que han forjado en Macías una vida productiva y abierta. Una vida que se
podría titular (parodiando a Carlos Castro Saavedra), “Macías o el elogio de
los oficios”. Así lo certifica la pasión que desborda cuando se entrega a sus
oficios de escritor, poeta, editor o maestro. “Me apresuro a vivir”, como
decía el poeta Mayakosvki, parece ser la consigna de Luis Fernando, cuando
uno lo encuentra pletórico de ideas y de positivismo, siendo coherente con su
poética, donde el tiempo es la existencia misma.
Nacido en Medellín el 15 de marzo de 1957, Luis Fernando Macías Zuluaga
es Magíster en Filosofía y Licenciado en Educación, Español y Literatura de la
2. Universidad de Antioquia y Especialista en Literatura Latinoamericana de la
Universidad de Medellín; fue miembro del comité de dirección de la revista
Poesía, fundador de la Editorial El propio Bolsillo y director del Departamento
de Publicaciones de la Universidad de Antioquia, Universidad donde hoy se
desempeña como profesor de literatura.
Ha publicado novelas: Amada está lavando (1979), Ganzúa (1989), y Eugenia
en la sombra (2003); libros de poesía: Vecinas (1988), Del barrio las vecinas
(1988), Una leve mirada sobre el valle (1994), La línea del tiempo (1997), Los
cantos de Isabel (2000), Memoria del pez (2002), y Cantar del retorno (2003).
Los libros infantiles: La flor de lilolá (1986), La rana sin dientes (1988), Casa
de bifloras (1991), y Alejandro y María (2000). Autor de 5 libros de ensayo:
Diario de lectura I: Manuel Mejía Vallejo (1994), Diario de lectura II: El
pensamiento estético en las obras de Fernando González (1997), Busca raíz
(1999), El juego como método para la enseñanza de la literatura a niños y
jóvenes (2003), y Glosario de referencias léxicas y culturales en la obra de
León de Greiff (2007); 2 libros de cuentos: Los relatos de La Milagrosa (2000),
Los guardianes inocentes (2004); y las antologías: El cuento es el rey de los
maestros (2007), León de Greiff en el mítico país del sol sonoro (2007), Quien
no lo adivina bien tonto es, La canción del barrio, y Los talleres de creación
literaria, métodos, ejercicios y lecturas, en lo que va del año 2008.
La obra literaria de Macías no es ajena a la responsabilidad social y ética del
escritor; por sus novelas pasan seres sin tiempo y sin futuro como Amada, la
criada que lava... y que canta, tal vez para sentirse viva. Amada está lavando
es el canto a una mujer sencilla, pero llena de vitalidad, que se alimenta con
la riqueza de las múltiples sensaciones que le produce su pequeño mundo, aún
desde la condena de su extrema humildad.
Amada va y viene, vive y plancha a espaldas del Estado, porque el Estado hace
mucho que le dio la espalda. Amada canta, sin saber que el Estado necesita
muchas Amadas, como ella, que no sepan ni su edad, no se acuerden de sus
padres, no tengan historia y entreguen sus hijos al círculo de los no-futuro.
La obra de Macías acoge con cariño a Ganzúa y a Petróleo. Ganzúa, retrato de
un adolescente criminal; es la copia del barrio, el descubrimiento de la
banda, el despertar de la fuerza arrolladora del amor y el temprano cara a
cara con la muerte en cualquier esquina, antes de cumplir 20 años. Ganzúa es
la muerte de Petróleo, que en el barrio no vale nada (aunque en la bolsa se
cotice a diario). Ganzúa es la tragedia diaria de millones de colombianos,
jóvenes, la mayoría, para quienes la vida es un instante, una negación oficial
de la vida.
Las novelas y los cuentos de Macías están dispuestos espléndidamente al
bisturí de la sociocrítica. Al lado de El pelaito que no duró nada (1991), de
Víctor Gaviria, y No nacimos pa´ semilla (1990), de Alonso Salazar, entre
otros, se constituyen en una apuesta por visibilizar una cara dolorosa de la
realidad Nacional, cara que la historiografía y las estadísticas oficiales se
empeñan en ocultar.
Como en Ítaca, el poema de Borges (“Mirar la vida hecha de tiempo y
agua...”), la obra poética de Luis Fernando Macías despliega sus velas, navega
y ondea en el tiempo, en Cronos, en el océano semántico de la palabra
tiempo. En el libro Cantar del retorno, su poema El tiempo de la vida, dice:
El tiempo de la vida,/reposado en el comienzo,/se hace corto y rápido:/paso
de pájaro en la playa/agua de un río en pendiente de piedras./El tiempo del
3. amor es nada,/de comienzo trepidante,/sólo se hace lento/cuando es ya la
verdad./Llega y se va,/llega y se queda,/es todo el tiempo,/reposa en el
olvido./El tiempo de la vida/se hace lento/cuando quiere/volver a la
quietud./Lento, rápido, lento.../en la muerte se torna/un solo instante.
A lo ya señalado debemos sumar la importante labor de promoción de la
lectura y la literatura que adelanta como director del aula taller del lenguaje
en la “Casa del maestro”, mediante la cual se han beneficiado 1.800
educadores de la ciudad y dirigido varios concursos literarios. Larga vida y
producción al discípulo del Maestro Manuel Mejía Vallejo.
* iguzman2007@une.net.co
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LETRAS AL SOL
Carlos Castro Saavedra poeta de viento y agua
Carlos Castro Saavedra supo madurar las palabras para encontrar poesía en
cualquier recodo; su vida fue una paciente caminata de 65 años por la tierra,
por las cosas, por el tiempo y por los hombres.
Iván de J. Guzmán López* http://idejeguz.blogspot.com/
EL MUNDO, Medellín, Sábado , 21 de Junio de 2008 Ver detalle
Su sonrisa y su sensibilidad eran la levadura que
aplicaba para hornear la poesía. En su poema, Callémonos un rato, nos invita
a dejar madurar las palabras, para encontrar su almendra; para comprender
la esencia semántica, que constituye su existencia real:
4. Hemos hablado mucho, compatriotas, / ¿porqué no nos callamos / para que
las palabra se maduren / en medio del silencio / y se vuelvan arroz, / cajas
de pino, escobas, / duraznos y manteles? / Hacemos mucho ruido / y
repetimos la palabra muerte / hasta que la matamos. / Decimos mucho
corazón / y gastamos el fruto más hermoso del pecho. / Lo que importa es el
río, / no su nombre. / Lo que interesa es pan / y no discursos / sobre las
propiedades de la harina. / El mar es bello porque es mar / y no porque lo
cantan los poetas, / y existirían piñas / aunque no se llamaran como llaman. /
Bajo la tierra crece la semilla / porque el surco no habla / ni le pone
adjetivos a la espiga. / Un hombre que se calla largamente / se convierte en
camino, / y si guarda silencio su mujer / puede volverse viaje. / Callémonos
un rato, / al menos para ver qué le sucede / a la palabra uva. / Es posible que
crezca y se derrame / hasta llenar el mundo de dulzura / y cascadas de vino.
Carlos Castro Saavedra, cuyo nombre de pila es Carlos Benjamín Castro
Saavedra, hijo de Eduardo Castro Jaramillo y María Saavedra Rengifo, nació el
11 de agosto de 1924 en Medellín. Poeta, prosista, periodista, pintor y
antólogo, estudió en el colegio San Ignacio de Medellín y en el liceo de la
Universidad de Antioquia. Colaborador desde joven en revistas y periódicos de
la ciudad, publicó su primer libro, Fusiles y luceros, en 1946; Mi llanto y
manolete, en 1947; 33 poemas, en 1949; Hojas de la patria, en 1950. Le
siguieron: Camino de la patria (1951), Música de la calle (1952), Despierta
joven América (1953), Escritura en el infierno (1953), Selección poética
(1954), Donde canta la rana (1955), El buque de los enamorados (1957), entre
27 poemarios más, cerrando su producción con Poesía rescatada ( 1988) y La
voz del viento (1989), libro en el cual la Universidad de Antioquia recogió una
selección de sus columnas en diarios.
5. Su poética es una pedagogía del amor por la patria, por el padre y por la
madre; en ella, el amor, la amistad, la paz, la justicia social y el hombre, son
temas recurrentes, tratados con sencillez, frescura y pedagogía poética
recogida en buena parte de su amigo, Pablo Neruda:
Te quiero así, mujer: sencillamente, / como quiere el pastor a sus ovejas, / el
caminante a las encinas viejas / y el río matinal a su corriente.
Te amo como las casas a la gente / y como la colmena a las abejas, / y los
ojos dormidos a las cejas / que vuelan en el cielo de la frente.
Voy a tu corazón como las olas / a los buques cargados de amapolas / y de
maderas claras y sencillas.
Doy con tu beso al fin, con tu ternura, / como el río con toda la llanura / y la
sed con el agua sin orillas.
Su poesía es sentimiento, fina sensibilidad, amor transparente por las cosas
elementales:
Una extraña ternura me conmueve, / cuando veo la sal sobre la mesa, /
cuando se vuelve dulce la tristeza, / cuando brilla la luna, cuando llueve.
Su religiosidad, contraria a los poetas místicos, está representada con fluidez
y cargada de una dialéctica precisa:
Enséñanos, Señor, a amar la muerte, / a contemplarla como vida eterna, /
como infinita protección materna, / como infierno que en cielo se convierte.
6. (...).
Entre 1946 y 1986, recibió 10 premios que dan cuenta de su constante trabajo
poético y su aporte a la cultura. No podemos dejar de lado su obra pictórica
que suma, entre 1956 y 1987, 3 exposiciones; su novela Adán ceniza, 10 libros
de prosa poética, 2 obras de teatro y 40 cuentos infantiles.
Castro Saavedra fue colaborador de varios periódicos, mediante columnas
llenas de poesía, cotidianidad y temas cercanos al ciudadano de a pie, pero
también al letrado.
El poeta murió en Medellín, el 3 de Abril de 1989. En uno de sus poemas,
advertía:
Los muertos vuelven, vuelven con frecuencia / y cruzan invisibles y callados /
por aquellos lugares desolados / en donde no se advierte su presencia.
Son la brisa, la luz, la transparencia / que los caballos miran asombrados, / y
los astros lejanos y apagados / que casi se confunden con la ausencia. (…).
Sus hijos crearon la fundación Carlos Castro Saavedra para la promoción de la
literatura y la memoria del poeta que hablaba y escribía con la naturalidad
del viento y la transparencia del agua.
* iguzman2007@une.net.co
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Pablo Neruda, poeta universal
Pablo Neruda dijo alguna vez que Veinte poemas de amor y una canción
desesperada “es un libro doloroso y pastoril que contiene mis más
atormentadas pasiones adolescentes, mezcladas con la naturaleza arrolladora
del sur de mi patria.
Iván de J. Guzmán López* http://idejeguz.blogspot.com/
EL MUNDO, Medellín, Sábado , 14 de Junio de 2008 Ver detalle
Es un libro que amo porque a pesar de su aguda
melancolía está presente en él el goce de la existencia. Me ayudaron a
escribirlo un río y su desembocadura: el Río Imperial. Los Veinte Poemas...
son el romance de Santiago, con las calles estudiantiles, la Universidad y el
olor a madreselva del amor compartido. ¿Cómo se ha mantenido la frescura,
el aroma vivo de estos versos durante todos estos años que fueron como
siglos? Yo no puedo explicarlo... Por un milagro que no comprendo, este libro
7. atormentado ha mostrado el camino de la felicidad a muchos seres. ¿Qué otro
destino espera el poeta para su obra?”
En 1961 las ediciones autorizadas de Veinte poemas de amor y una canción
desesperada completaron el millón de ejemplares, mostrándonos el camino de
la felicidad. La misma felicidad y el mismo deslumbramiento de la época
lejana de su afortunado descubrimiento. Desde entonces Neruda se ha
instalado en el corazón de millones de personas en el mundo, ganado así la
categoría de poeta universal.
Qué fácil es, para quien descubre a Neruda, recordar al menos un fragmento
del Poema 15, que tanto le agradaba:
Me gustas cuando callas / porque estás como ausente, / y me oyes desde
lejos, / y mi voz no te toca.
Parece que los ojos / se te hubieran volado / y parece que un beso / te
cerrara la boca. (...).
.
Nadie pone en duda la universalidad y la vigencia de Neruda, cuyo vasto
universo poético ancla sus raíces en las experiencias e imágenes que subyacen
en su infancia. En 1954, en una exaltada intervención en la Universidad de
8. Chile, expresó con ese aire poético que jamás lo abandonaba: “No he hablado
gran cosa de mi poesía. En realidad entiendo bien poco de esta materia. Por
eso me voy andando con las presencias de mi infancia”.
En otra oportunidad, dijo: «Muchas veces me han preguntado cuándo escribí
mi primer poema, cuándo nació en mí la poesía. Trataré de recordarlo... Muy
atrás en mi infancia y habiendo apenas aprendido a escribir, sentí una vez una
intensa emoción y tracé unas cuantas palabras semirrimadas, pero extrañas a
mí, diferentes del lenguaje diario. Las puse en limpio en un papel, preso de
una ansiedad profunda, de un sentimiento hasta entonces desconocido,
especie de angustia y de tristeza… Era un poema dedicado a mi madre, es
decir, a la que conocí por tal, a la angelical madrastra cuya suave sombra
protegió toda mi infancia”.
«Mi padre se había casado / en segundas nupcias / con doña Trinidad Candia
Marverde, / mi madrastra. / Me parece increíble / tener que dar este
nombre / al ángel tutelar de mi infancia.
«Mi padre se había casado / en segundas nupcias / con doña Trinidad Candia
Marverde, / mi madrastra. / Me parece increíble / tener que dar este
nombre / al ángel tutelar de mi infancia.
Era diligente y dulce y tenía sentido / de humor campesino, / una bondad
activa e infatigable». / Oh dulce mamadre / -nunca pude / decir madrastra- /
ahora, / mi boca tiembla para definirte, / porque apenas / abrí el
entendimiento / vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro, / la santidad más
útil: / la del agua y la harina”.
En 1920 cursó sus estudios en el liceo de hombres de Temuco, hasta terminar
el sexto año de humanidades. En 1919 obtuvo el tercer puesto en los Juegos
florales de Maule y en 1920 empezó a colaborar con la revista literaria Selva
Austral, bajo el seudónimo de Pablo Neruda, adoptado en homenaje al poeta
checo Jan Neruda (1834-1891). En 1921 se radicó en Santiago de Chile y
estudió pedagogía, allí obtuvo el primer premio de la fiesta de la primavera
con el poema La canción de fiesta. En 1923, publicó Crepusculario, que es
reconocido por escritores como Hernán Díaz Arrieta, Raúl Silva Castro y Pedro
9. Prado; En 1924 apareció su famoso Veinte poemas de amor y una canción
desesperada. Le siguen El habitante y su esperanza, Anillos y Tentativa del
hombre infinito (1926).
En 1927, inicia su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania; cónsul en Sri
Lanca, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. Ese año aparece la
edición madrileña de Residencia en la tierra.
En 1936, en Francia, conmovido por la Guerra Civil Española y el asesinato de
García Lorca, comienza a escribir España en el corazón. En 1937 regresa a su
patria, y su poesía da un giro hacia lo político y social. En 1939 es designado
cónsul en París y luego en México, donde reescribe su Canto General de Chile
(1950), al que le siguen: Los versos del capitán ( 1952), Todo el amor (1953),
Las uvas y el viento( 1954), entre otros libros de poemas.
El poeta de América, el cantor del corazón, de la infancia, de la libertad, de
las cosas elementales y del hombre universal, murió el 23 de septiembre de
1973 en Santiago de Chile, acompañado de un bello canto: Yo dormí bajo
todas / las banderas / como bajo las ramas / de un solo bosque verde / y las
estrellas eran / mis estrellas.
* iguzman2007@une.net.co
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La Cartilla Charry: Libro 1° de lectura
A la inveterada costumbre de husmear en bibliotecas y librerías; buscar entre
libros de segunda y cultivar amistad con libreros y librovejeros, debo el
hallazgo de verdaderos tesoros literarios. Entre ellos, la inefable Cartilla
Charry, libro 1° de lectura, mediante la cual aprendí a leer.
Por Iván de J. Guzmán López*
EL MUNDO, Medellín, Junio 7, 2008 Ver detalle
10. Que grato es volver, de tarde en tarde, tras la huella
de las cosas pasadas, a la patria de la niñez, a la adorada infancia. Cómo no
cantar, al vaivén de la nostalgia, apartes de ese precioso poema de nombre
“Infancia” que acuñó el corazón del poeta José Asunción Silva, en sus furtivos
treinta y un años:
“Con el recuerdo vago de las cosas / que embellecen el tiempo y la
distancia, / retornan a las almas cariñosas / cual bandadas de blancas
mariposas, / los plácidos recuerdos de la infancia.
¡Caperucita, Barba azul, pequeños / liliputienses, Gulliver gigante, / que
flotáis en las brumas de los sueños, / aquí tended las alas, / que yo con
alegría / llamaré para haceros compañía / al Ratoncito Pérez y a Urdemalas!
¡Edad feliz! Seguir con vivos ojos / donde la idea brilla, / de la maestra la
cansada mano, / sobre los grandes caracteres rojos de la rota cartilla, /
donde el esbozo de un bosquejo vago, fruto de instantes de infantil despecho,
/ las separadas letras juntas puso / bajo la sombra de impasible techo”.
Quién puede olvidar su primer abecedario de besos; cómo ignorar las aladas,
breves letras, mostrándonos la ruta de la vida. ¿Se puede apartar del corazón
ese opúsculo que sabía a madre, que olía a mar, que brotaba pureza? Quién
puede olvidar su primera cartilla –la Cartilla Charry, libro 1°–; su olor, su color
y sus sonidos, me acompañan, y me acompañarán por siempre, en un escrito
juguetón de Pombo, o en una afirmación severa de Kierkegaard, Cicerón o
Nietzsche.
Las cartillas eran libros bellos, de tapas gruesas, bien encuadernados e
impresos y con múltiples ilustraciones, tan iluminadas y tan íntimas, que
tenían la virtud de poblar el corazón de ternura y la mente de letras que
servían para escribir “papá”, y decir “mi mamá me mima” con un sonido
especial, como el que tiene la lluvia cuando el corazón está contristado.
Eran libros –supongo que aún lo son– hechos con el amor de verdaderos
artistas y buenos pedagogos que conocían a la perfección la psicología de los
niños y se dirigían a su inteligencia, a su imaginación y a su sed de párvulos
asomados al mundo.
11. Veo la Cartilla Charry, libro 1°, y evoco al instante catorce callejuelas y tres
parques de un pueblo llamado Liborina; un sol inagotable y una casona hecha
de barro, de juguetes y de risas que era mi escuela. Cómo se alegraría el
corazón si tuviera la suficiente inteligencia para decir elogios de mi tierra
natal y escribir cómo era de hermosa la escuela que nos abrazaba con ternura
cuando éramos niños.
Y qué decir de la maestra –de la joven maestra que me tocó en suerte y que
se llamaba Luz Ángela García–, cuando sus finos dedos abrían la cartilla,
mientras sus grandes ojos atraían las letras, las palabras, y su voz les daba
vida, en un prodigio de apenas segundos: i, iguana, iglesia; u, uva, uña; e,
elefante; a, ala, avión; o, oso, ojo.
Ya en casa, la dulce madre se tornaba en maestra, y en sus rodillas firmes
continuaba, en horas de indecible ternura y de incontables besos, la
inolvidable lección que me llenaba el alma de palabras, de sueños y de
colores.
La Cartilla Charry, libro 1° fue para mí como el primer diccionario para Gabo:
“fue como asomarme al mundo entero por primera vez”.
A La voz dulce de Luz Ángela, le sucedió la mano paciente de Alberto
Mendoza Ahumada; a la cartilla de primero le siguieron narraciones sencillas,
llenas de magia y emoción, y autores sensibles que amaban la literatura:
primero fueron los hermanos Grimm, luego Pombo; más tarde el
descubrimiento luminoso de Andersen, como una eclosión de ternura y vida;
después, Collodi, Carroll, Twain y Eduardo Caballero. Les siguieron Dickens,
Oscar Wilde, Selma Lagerloff, Julio Verne, R.L. Stevenson, Henry James,
Conan Doyle, Daniel Defoe, Kipling, Rousseau, Fernando González,
Chateaubriand, Víctor Hugo, Rubén Darío, Neruda, Bécquer, Carranza, Aurelio
Arturo, Romain Rollan, Dostoievski, Tolstoi, Goethe, Camus, Balzac, Proust y
Gabo, entre muchos otros.
Nada como volver a la cartilla primera. Sencilla, hermosa, con ilustraciones
tan bellas y palabras tan deslumbrantes que ningún escritor podrá jamás
igualar: fue la ventana hecha de luz y de color, abriéndose en forma de
palabras para leer el mundo. El mundo nuevo, de ficciones, dolores y alegrías,
que desde 1966 -cuando aprendí a leer-, vivo con renovada alegría.
“¡Almas blancas, mejillas sonrosadas, cutis de níveo armiño, cabellera de oro,
ojos vivos de plácidas miradas, cuán bello hacéis al inocente niño!” Cómo es
de bueno recordarte, cartilla primera de lectura; tenerte de nuevo entre las
manos, frente a los ojos, que no se cansan de hacer lo que tanto me
enseñaste: leer.
Cuánta razón tenía Borges cuando dijo: “De los diversos instrumentos del
hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro, porque es una extensión de
la memoria y de la imaginación”; yo agregaría: y del corazón.
* iguzman2007@une.net.co
13. FEBRER0 1999.
Alegría de leer.
Por: Jorge Orlando Melo.
Tomado de: Revista Credencial Historia.
(Bogotá - Colombia). Febrero 1999. No. 110
En 1930, Evangelista Quintana escribió el primer volumen
de la Alegría de leer, una cartilla de lectura y escritura
para el primer año escolar. Fue, antes de las obras de
García Márquez, el libro colombiano más vendido: sus
tomos superaron probablemente el millón de ejemplares.
(El doctor Quintana Rentería, vallecaucano, quizás médico, estuvo en París en 1928 en el
VII Congreso Internacional de la Infancia y fue delegado al Primer Congreso Americano
de Amigos de la Infancia de Buenos Aires en 1938. Su esposa y coautora Susana de
Quintana, era educadora graduada y se había especializado en Chile. Escribió, además,
un Estudio sociológico sobre tribunales para menores (Cali: 1936) y un Tratado moderno
de mecanografía y correspondencia comercial. En los años 70 se publicaron algunas
entrevistas con el anciano educador, pero no he logrado localizarlas).
La Alegría de leer no era el primer libro de lectura escrito en el país; en 1939 salieron los
Primeros conocimientos para los niños que empiezan a leer, al que siguieron otros como
la Cartilla de César B. Baquero, publicada antes de 1889. Desde 1917, la Cartilla de
Charry se convirtió en la más usada en las escuelas del país, cuyo número empezaba a
crecer: leer y escribir era cada día más una necesidad universal. Cuando apareció la
Alegría de leer, lograba aceptación la idea de que todos los colombianos tenían que
"Alegría de lee r. "
de Juan Evangelista
Quintana.
35- Edición, Bogotá:
Editorial Voluntad.
1976.
14. aprender la lectura, y avanzaba un proceso rápido de expansión de la primaria iniciado en
los años finales de la república conservadora. Colombia estaba lista para un texto masivo
y moderno.
Si los textos antes utilizados fueron desplazados, la razón estaba en que la Alegría de leer
era en muchos sentidos novedosa y original, y se adaptaba al espíritu de modernización
que se imponía en el país. El liberalismo quería cambiar una sociedad basada en
jerarquías tradicionales y familiares, para reemplazarla por un mundo en el que el saber o
el trabajo, convertido en riqueza, fueran las fuentes legítimas de superioridad. La escuela
pública era parte esencial de la concepción liberal, y saber leer y escribir era el centro de
la escuela.
La Alegría de leer, por otra parte, incorporaba contenidos que, aunque convencionales y
alejados de todo partidismo, reflejaban una nueva visión de la escuela y del país.
Mientras su exaltación de la religión y los valores familiares la hacían aceptable para los
conservadores, la defensa de la tolerancia y la igualdad moral y legal de todos los
ciudadanos la acercaba a algunos temas del liberalismo. Un buen ejemplo de los valores
que trataba de señalar --nuevo frente a las cartillas anteriores-- es el del gobierno
escolar, elegido por los alumnos, como escuela de democracia y de respeto a las ideas del
otro. La elección de presidente de clase, en la que se oponen el rico que trata de comprar
con regalos a sus electores y el joven pobre y responsable, triunfador a la postre, resulta
aún interesante, pese a su obvio moralismo.
Era también un libro pedagógicamente novedoso. En un país que usaba la lectura silábica
de Baquero y Charry, Quintana abogaba por un método ecléctico basado en la
comprensión integral de la frase. La novedad pedagógica, así como las amplias y
coloridas ilustraciones, el lenguaje muy correcto y cuidadoso, el interés por despertar en
los alumnos al aprecio de la literatura y, en general, los rasgos de una "escuela activa"
que se proclamaba desde la tapa, lo hicieron triunfar.
Por supuesto, con pocas letras, las posibilidades de construir sentencias completas son
reducidas, y esto explica el resultado casi poético del texto, fuertemente aliterativo.
Algunas de las frases más exitosas han pasado a la memoria de todos los colombianos:
Elena tapa la tina, el enano bebe. En otros casos las soluciones son más arbitrarias y
peregrinas, aunque siempre atractivas: yo soy el rey y amo la ley, Olano une la lona, boto
el lulo a la tina, Polita, no vote el apio ni el poleo, el pato no tiene pelo. Y quizás hoy nos
suene improbable la información de que "el general tiene poca gente, pero escogida,
generosa y de buen genio" y produzca sentimientos mezclados el dato de que "Otilia no
tiene vacuna ni coca".
Visto a casi 70 años de su aparición, resulta sorprendente por su calidad, que a veces
contrasta con la torpeza de muchos textos y métodos posteriores; aunque los
colombianos no disfrutaron de un sistema escolar muy bueno en este siglo, al menos
fueron afortunados con su primera cartilla.
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16. Lecturas de los abuelos
Apasiona una veta de esa lectura de anticuarios con fines de investigación, acerca de
los contenidos trasmitidos por los textos escolares en los cuales se formaron los
abuelos, entre otras cosas para saber qué valores soportaban sus comportamientos
sociales e individuales.
Libardo LEÓN GUARÍN
Sociólogo UN / Profesor Titular UIS
lile@intercable.net.co
Existe una tendencia generalizada entre los reseñadores de libros,
a dedicar sus comentarios a lo último en vitrina, muchas veces
haciéndole juego al mercado del “best seller”; muy poco se hace
por estimular la relectura tan amada por J. L. Borges, que prefería
volver una y otra vez a un mismo texto, antes que caer en el
consumo bibliográfico comercial de novedades en libros de
ocasión, sostenidos con buen “marketing”.
Y apasiona una veta de esa lectura de
anticuarios con fines de investigación, acerca
de los contenidos trasmitidos por los textos escolares en los
cuales se formaron los abuelos, entre otras cosas para saber qué
valores soportaban sus comportamientos sociales e individuales,
con frecuencia alabados a la ligera como ejemplos morales,
aplicando a rajatabla lo de “todo tiempo pasado fue mejor”. Si los
refranes heredados son condensación de normas para actuar, no
formalizadas pero sí institucionalizadas, y para la biología, la
medicina y los nutricionistas somos en buena parte lo que
comemos, para la sociología todo ser social es lo que lee, ve y
oye, o sea el resultado de la interacción con el medio ambiente
social y natural a través de los sentidos.