Revisión de los temas de biodiversidad y su relación con la agricultura tropical sustentable, con referencia a la revolución verde, laagrobiodiversidad y el mejoramiento de los recusos fitogenéticos en Venezuela. Artículo publicado en la Revista Digital CENIAP HOY Nº 11 mayo-agosto 2006
Agricultura tropical sustentable y biodiversidad en Venezuela
1. 1
Revista Digital CENIAP HOY Nº 11 mayo-agosto 2006 _______________________________________
Agricultura Tropical Sustentable y
Biodiversidad
Amalia Rincón, Delis Pérez y Alfredo Romero S.
INIA-CENIAP. Maracay
arincon@inia.gob.ve
____________________________________________________________
SUMARIO
Los orígenes de la agricultura
La Revolución Verde
Importancia de la biodiversidad en la agricultura tropical sustentable
Características de las regiones tropicales
Agricultura Sustentable
Biodiversidad
Manejo sustentable del ambiente
Rentabilidad económica
Justicia y Equidad Social
La agrobiodiversidad y el cambio climático
A manera de síntesis
Bibliografía
Los orígenes de la agricultura
Determinar el origen de la agricultura es problemático, pues
antecede la invención de la escritura. La agricultura no es inventada,
sino el resultado de un cambio gradual en las relaciones entre el
hombre y el ecosistema donde se desenvuelve y del conocimiento
adquirido por la experiencia y la observación durante miles de años.
Sin embargo, la mayoría de los autores coincide en señalar que el
hombre comienza a practicar la agricultura hace aproximadamente
10.000 años (Fussell, 1965; Zeven y de Wet, 1982; Harlan, 1998;
Vavilov, citado por CATOBLEPAS, 2004).
Probablemente, las mujeres eran las encargadas de la
recolección de los granos y frutos de las plantas silvestres (Fussell,
1965), pues los hombres se ocupaban de la caza y pesca. Ellas
aprendieron a mantener cerca la provisión de esos alimentos,
lanzando en los alrededores de los asentamientos algunas de las
semillas recolectadas. Con el paso de los años, descubrieron el uso de
instrumentos de madera (similar a la coa de nuestros campesinos)
para abrir pequeños hoyos y colocar las semillas, y progresivamente
establecer un ordenamiento de esa actividad que les permitía
preservar las fuentes de alimentos en las cercanías del hogar. Así se
2. 2
originó el huerto familiar o colectivo. Paralelamente, se inició la
domesticación de algunas especies animales, especialmente perros,
gatos, bueyes, gansos, cabras y ovejas, que fácilmente se adaptaron
a la vida comunal.
Lo que si es cierto es que no hubo un sitio en particular para esta
revolución en la procura de los alimentos, como lo señalan Harlan y
Vavilov. Las evidencias arqueológicas y arqueobotánicas
(Encyclopaedia Británica, 2006), indican que en diversas áreas tuvo
lugar el mismo proceso:
• En la región del Cercano Oriente, entre el Mediterráneo, el Mar
Caspio y el Golfo Pérsico, los contingentes humanos
establecieron los primeros asentamientos; domesticaron
plantas de trigo, cebada, arveja y lenteja, así como algunas
frutas y hortalizas. En las fértiles tierras entre el Tigris y el
Éufrates (hoy Iraq), en la aldea de Jarmo, se encuentran
evidencias del cultivo del trigo y la cría del cerdo en corrales
8.500 años a.c.
• Paralelamente, en los valles del Indo (actualmente India
Occidental y Pakistan Oriental) y en las estribaciones de los
grandes ríos del sur de la China actual se inicia la producción
de arroz, millo, y diversos granos leguminosos.
• En la región Mesoamericana y los Altiplanos andinos, el
hombre precolombino llegaba al mismo descubrimiento: la
posibilidad de domesticar plantas (maíz, pimientos, papa,
caraotas o porotos y otras especies alimenticias) que le
suplieran de los alimentos requeridos para su manutención y
supervivencia.
El hombre-agricultor, reconociendo la abundante diversidad de
especies vegetales que crecían en forma silvestre, inició una
escogencia de las mismas, basándose en el sentido común y las
necesidades de diversificar la dieta, para domesticarlas e igualmente
producirlas en escala mayor. Así, se establecieron las técnicas de
almacenamiento y conservación de las cosechas y la siembra, en el
siguiente ciclo, de aquellas semillas de mejor calidad y apariencia. El
progresivo crecimiento de la población, y su distribución en territorios
adecuados para la agricultura, llevó a una concentración de
poblaciones en asentamientos estables, y dedicadas a la producción
de determinadas especies de valor alimenticio evidente, en desmedro
de algunas especies silvestres que fueron eliminadas.
En un lapso de aproximadamente 2.000 a 3.000 años, las
sociedades humanas sentaron las bases agrícolas para el desarrollo
de la civilización, tal como la conocemos hoy. Las primeras
comunidades agrícolas utilizaban alrededor de 7.000 especies de
plantas para suplir sus necesidades alimenticias. Actualmente, 90%
de los alimentos que consumimos provienen de 15 especies de
plantas y siete de animales. Solamente el arroz, el maíz y el trigo
3. 3
aportan 50% de las calorías en todo el mundo, por lo que la base
ecológica de la alimentación de la humanidad es hoy en día muy
estrecha (FAO, 1996).
Aproximadamente hasta la década de los ochenta, la agricultura
fue el pilar fundamental para la evolución y desarrollo de los pueblos.
Las perspectivas del economista británico Thomas Malthus, de una
escasez de alimentos para finales del siglo XX, ante el crecimiento en
proporción geométrica de la población, mientras que la capacidad de
producción de alimentos crece en proporción aritmética, se vieron
truncadas por la revolución verde, acontecida entre 1960 y 1980,
cuando la investigación agrícola logró generar tecnologías que en
algunos casos inclusive triplicaron la capacidad de producir alimentos,
independientemente de la equidad en su distribución y acceso.
La Revolución Verde
En el siglo XX, la agricultura pasa de la tecnología mecánica a la
tecnología química-genética cuando se producen agroquímicos
(fertilizantes, herbicidas, insecticidas) y se realizan avances
significativos en el mejoramiento genético a través de la hibridación.
La Revolución Verde se produjo por iniciativa de fundaciones
privadas y algunos gobiernos, principalmente México, India, Pakistán
y el Sudeste de Asia, que propiciaron el establecimiento de varios
centros internacionales de investigación (CIMMYT, IRRI CIAT, IITA,
ICRISAT) y el desarrollo de programas de mejoramiento y la
generación de nuevos cultivares de arroz y trigo de altos
rendimientos, tolerantes a las principales enfermedades de estos
cultivos e insensibles al fotoperíodo. Las variedades e híbridos
generados fueron rápidamente adoptados y desplazaron las
variedades tradicionales, las cuales fueron desapareciendo,
ocasionando una intensa erosión genética (Cubero, 1999).
Los rendimientos del trigo y el arroz se triplicaron en una
decena de años en estos países. Sin embargo, estos cultivares
requerían de ambientes altamente favorables (mecanización,
provisión de riego, aplicación de altas dosis de fertilizantes y control
químico de maleza y pestes) ausentes en los contextos
agroecológicos de la mayoría de los pequeños productores. Por ello,
sólo fue aprovechado por una pequeña proporción de agricultores que
disponía de tales recursos. El sistema de producción basado en la
agricultura de altos insumos se consideró por largo tiempo eficiente
por su capacidad de producir abundantes cantidades de alimentos.
Sin embargo, los incrementos de la productividad provocaron una
disminución de los precios, afectando negativamente a los pequeños
productores incapaces de aplicar la tecnología de altos insumos.
Como resultado, los pobres se empobrecieron aún más. El modelo
propulsado por la revolución verde resultó insostenible para la
mayoría de la población productora de alimentos en el mundo.
4. 4
Así, a pesar de los avances tecnológicos obtenidos, el fantasma
del hambre continúa azotando los continentes. Más de 840 millones
de personas en el mundo padecen hambre, los Objetivos del Milenio
para el Desarrollo (OMD), en cuanto a la disminución del hambre y la
pobreza en el mundo, no podrán ser alcanzados aún cuando se han
logrado moderados avances en el mejoramiento de la calidad de vida
de los desposeídos de la tierra (FAO, 2005). Las expectativas de
crecimiento de la población mundial vaticinan unos 9.000 millones de
habitantes en el planeta tierra para el año 2050 (Figura 1).
Figura 1. Crecimiento de la población mundial (Martínez 2001).
La gran mayoría de esta población se encontrará en las zonas
con menor capacidad de proveerse de alimentos (Figura 2).
Figura 2. Mapa del hambre en el mundo (FAO 2003).
5. 5
El modelo tecnológico imperante durante el siglo XX hizo que
los países desarrollados produjeran más alimentos de los que
realmente necesitaban; mientras que los países menos desarrollados,
teniendo un crecimiento demográfico mayor, dispusieron de menor
cantidad de alimentos (Sevilla y Holle, 2004).
Los costos ambientales tales como la degradación y
contaminación de suelos y aguas, pérdida de hábitat y de la
diversidad genética de la fauna y la flora, así como las consecuencias
sociales (desigualdades en la disponibilidad de alimentos,
marginalidad de las comunidades rurales, pérdida de puestos de
trabajo y otros) han conducido a la búsqueda de formas alternativas
de producción de alimentos.
Importancia de la biodiversidad en la agricultura tropical
sustentable
Características de las regiones tropicales
Desde el punto de vista geográfico, los trópicos son las regiones
de la tierra situadas a ambos lados del ecuador y limitadas al norte
por el trópico de Cáncer (23,5º LN) y hacia el sur por el trópico de
Capricornio (23,5º LS). En los climas tropicales, la incidencia casi
perpendicular de los rayos del sol hace que la duración de los días y
las noches sea prácticamente igual durante todo el año. Las
estaciones no ocurren como en los países templados; las llamadas
estaciones de los países tropicales corresponden a periodos de
lluvias y períodos secos que se alternan anualmente. Las variaciones
de temperatura corresponden a diferencias en la altitud (msnm) y la
nubosidad de las regiones.
Para la producción agrícola, estas características climáticas
traen beneficios e inconvenientes. Latinoamérica y el Caribe (LAC)
representan la mayor reserva hídrica del planeta (Ovalles, 2005); sin
embargo, también es una de la regiones con mayor crecimiento
demográfico y por ende mayor demanda del recurso hídrico para la
población. La disponibilidad de abundante energía luminosa durante
todo el año constituye una ventaja, puesto que no existe limitación
para la actividad fotosintética. La uniformidad de las temperaturas y
las pequeñas variaciones estaciónales permiten una amplia gama de
cultivos y las altas humedades relativas disminuyen los
requerimientos hídricos de las plantas. Sin embargo, la combinación
de elevadas temperaturas y humedades relativas crean condiciones
altamente favorables para la proliferación y desarrollo de numerosos
hongos, bacterias, insectos plaga y maleza. Los daños ocasionados
por los enemigos de los cultivos también ocurren en los países
templados, pero su impacto es menos severo que en los trópicos
(National Academy of Sciences, 1993).
6. 6
Debido a las limitaciones estaciónales, los países de clima
templado no disfrutan la posibilidad de un ciclo de cultivo continuo.
Sin embargo, durante la época de verano la duración de los días es
mucho más larga (14-16 horas luz), lo cual permite la fotosíntesis por
un mayor número de horas diarias, con el consecuente incremento de
la cantidad de CO2 fijada y mayor producción de biomasa con
respecto a los trópicos. Esta condición explica los elevados
rendimientos que se obtienen en el cinturón del maíz, los cuales son
inalcanzables en otras latitudes.
Una alta proporción de los suelos de las regiones tropicales
presentan limitaciones para la agricultura; ya sea a causa de baja
fertilidad, problemas de acidez y/o relieve. El elemento más limitante
de la producción agrícola en los trópicos lo constituye la disponibilidad
de agua. La distribución de las lluvias determina el calendario agrícola
y la productividad de los cultivos. Existe una gran variabilidad en la
distribución de las lluvias en los trópicos, las probabilidades de
sequías, e inundaciones son mucho más elevadas en los países
tropicales que en los países de clima templado. Por estas razones, los
suelos tropicales se degradan más fácilmente que aquellos de otras
regiones del mundo y la aplicabilidad de prácticas conservacionistas
constituye una imperiosa necesidad (Lal y Ragland, 1993).
Alrededor de 40% de la población mundial vive en las zonas
tropicales, donde se concentran los mayores niveles de pobreza y
hambre (FAO, 2005). Un gran fragmento de esta población depende
de la agricultura, la cual en gran parte continúa siendo de
subsistencia. La aplicación generalizada de las premisas de la
revolución verde, ha resultado inadecuada para la mayoría de los
contextos socioeconómicos de los países del trópico. La especificidad
local de las tecnologías agrícolas sustentables, especialmente en los
sistemas de producción de las regiones tropicales, obliga a
desarrollarlas en el ámbito de sus necesidades y potencialidades.
Agricultura Sustentable
A partir de la década de los ochenta, teniendo en cuenta los
múltiples inconvenientes que se venían presentando en los sistemas
de producción de altos insumos, se desarrollaron varios enfoques
alternativos, los cuales respondían a diversas necesidades según
casos específicos. Así se hablaba de “agricultura orgánica”,
“agricultura biodinámica”, “agricultura ecológica”. En 1986, Gips
propone una definición que agrupa estas alternativas en el término
“Agricultura Sustentable”: Una agricultura ecológicamente viable,
económicamente rentable, social y humanamente justa. Esta visión
holística de la actividad agrícola supone la integración de aspectos
ambientales, sociológicos, económicos y culturales, haciendo un
reconocimiento al carácter antropológico de la actividad agrícola. Si
bien la principal función de la agricultura es la de producir alimentos,
de ella se derivan una serie de productos no alimenticios, bienes y
7. 7
servicios que afectan los recursos naturales, los sistemas sociales y
culturales (FAO, 1996).
Biodiversidad
Se entiende por diversidad biológica la variabilidad de
organismos vivos de cualquier fuente, incluidos los ecosistemas
terrestres, marinos y otros ecosistemas acuáticos y los complejos
ecológicos de los que forman parte, inclusive el ADN que codifica las
formas vivientes (UNEP/CBD/COP, 1996). Se estima que existen
alrededor de 14 millones de especies de seres vivos, de los cuales
han sido hasta ahora debidamente identificados y clasificados
solamente unos 1,2 millones de especies animales y unas 270 mil
especies de plantas. Una referencia ilustrativa se presenta en la
Figura 3 (CAF, 2005).
8,89
15,56
62,22
73,30
79,00
79,50
88,44
92,22
93,33
97,78
99,60
99,80
0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
Vertebrado s 45.000
P lantas 270.000
M olusco s 70.000
Crustáceos 40.000
Algas 40.000
P rotozoario s 40.000
Insectos 950.000
Arácnidos 75.000
Hongo s 72.000
Nemátodos 25.000
Bacterias 4.000
Virus 4.000
Especies descritas
Especies no descritas
Número de especies descritas
%de especies
no descritas
Fuente: Adaptado de Lammerts van Bueren y Dulver vo orden. Tro penbos (1996)
% %% %% %% % % % %
Figura 3. Porcentaje del conocimiento básico de los diferentes grupos
de seres vivos (tomado de CAF, 2005)
Aproximadamente 85% de toda la diversidad existente en el
planeta se encuentra en el cinturón tropical, donde la amplia gama de
condiciones climáticas propician la existencia de innumerables nichos
ecológicos que explican la riqueza aun no cuantificada de la fauna y
flora tropicales (MARN, 2000). Venezuela se ubica entre los primeros
diez países megadiversos del planeta y el sexto de América. La
convergencia de cuatro regiones biogeográficas (amazónica, andina,
caribeña y guayanesa) le confieren una gran variabilidad de hábitat y
ecosistemas que explican tal megabiodiversidad (MARN, 2001).
8. 8
Una parte de la diversidad biológica ha sido calificada como
agrobiodiversidad, ya que es utilizada por el hombre para satisfacer
sus necesidades de alimentación, vestido, hábitat y otras actividades
relacionadas con la actividad agrícola (UNEP/CBD/COP, 1996).
Integran la agrobiodiversidad la variabilidad de plantas, animales y
microorganismos presentes, las distintas formas de uso del suelo y el
agua en la producción y la diversidad cultural que influye en las
interacciones humanas en todos los niveles. La agrobiodiversidad es
manejada activamente por los agricultores a través del cultivo y el
uso, en base a los conocimientos y valores de éstos; muchos de los
componentes de la agrobiodiversidad no sobrevivirían sin la
intervención humana (Cromwell et al., 2000).
Manejo sustentable del ambiente
La mayoría de las regiones del mundo de gran diversidad
biológica son actualmente muy pobres (Centro y Sur América, Asia,
África). Sin embargo, estas regiones albergaron algunas de las
civilizaciones más prósperas en épocas pasadas (Sevilla y Holle,
2004). El éxito de estas culturas consistió en el manejo y uso
eficiente de su diversidad ecológica y biológica. Una agricultura
tropical sustentable debe mantener como fundamento la utilización
de la rica biodiversidad existente en estos territorios.
En los climas tropicales, la elevada incidencia de hongos,
insectos plaga, maleza y las aplicaciones de fertilizantes encarecen
los costos de producción. Estas condiciones, aunadas a las
irregularidades en la distribución de las lluvias, hacen que la
agricultura intensiva, basada en grandes extensiones de monocultivo,
resulte particularmente riesgosa. En ninguna otra región del planeta
se hace más necesario que en el trópico la implementación de
prácticas que minimicen el impacto negativo sobre el ambiente.
La agricultura familiar o en pequeña escala constituye una
estructura básica para el desarrollo de una agricultura sustentable.
Los sistemas de producción tradicionales como el conuco (Figura 4),
constituyen un ejemplo del uso racional de la biodiversidad. La
variedad de cultivos asociados en el tiempo y en el espacio favorece
la coexistencia e interacciones benéficas entre especies y aumenta las
posibilidades de sostenibilidad de los agroecosistemas (Altieri y
Nicholls, 2000), asegurando una cobertura del suelo que evita
pérdidas de agua por evaporación, lixiviación de nutrientes y erosión.
9. 9
Figura 4. Conuco en la zona alta
del estado Lara, Venezuela
Aunque el desarrollo de la agricultura familiar es básico para
alimentar la creciente población de los países en desarrollo, no es
posible ignorar la capacidad de producción de alimentos de la
agricultura a mayor escala. En unidades de producción de medianas
a grandes se pueden desarrollar alternativas para manejar la
biodiversidad en el tiempo y en el espacio; por ejemplo: rotación de
cultivos (diversidad en el tiempo), cultivos asociados y franjas de
biodiversidad (diversidad en el espacio) (Forjan y Manso, 2006; Loya-
Ramirez et al., 2003; Vega y Flores-Barahona. 2003).
El uso de insumos biológicos, como controladores de plaga o
aplicados al manejo integral de la fertilidad del suelo, constituye otro
ejemplo de los beneficios del uso racional de la biodiversidad. En
muchas zonas donde se practica la agricultura de manera intensiva,
el uso indiscriminado de agroquímicos ha creado graves problemas de
impacto ambiental, de la salud y calidad de vida de los pobladores.
En Venezuela, en las comunidades agrícolas de Monte Carmelo, Bojó
y Las Lajitas en el estado Lara (Figura 5), se han establecido en los
últimos años empresas rurales de base biotecnológica, para la
producción de bioinsumos (insectos y hongos biocontroladores y
fertilizantes orgánicos), manejadas por los propios agricultores, las
cuales soportan una producción de hortalizas y otros cultivos con un
uso mínimo de agroquímicos (Mendoza, 2006).
10. 10
Figura 5. Producción de biocontroladores en la Cooperativa Bojó,
Sanare, Estado Lara. (Foto cortesía de Mendoza, 2006)
Rentabilidad económica
Los sistemas de policultivos y otras formas de producción de la
agricultura familiar constituyen una fuente permanente de alimentos,
además de proveer nuevas alternativas de ingresos. La agricultura
familiar establece un nexo directo con los alimentos, asegurando el
mantenimiento de diversas formas de propiedad, sistemas de cultivo,
paisajes, culturas y tradiciones. Si bien una crítica a las pequeñas
unidades de producción consiste en su poca rentabilidad, al calcular la
rentabilidad de la unidad de producción, en el transcurso del tiempo
se observa que los rendimientos de los cultivos pueden inclusive
verse incrementados; y por ende la rentabilidad de la finca (Vega y
Flores-Barahona, 2003).
Esto coincide con los nuevos enfoques de innovación
institucional en la ciencia y tecnología para los pequeños agricultores
(Santamaría, 2004) en los cuales no se enfatiza únicamente el
incremento de la productividad al menor costo, sino que se determina
sobre la base de consideraciones relacionadas con la sostenibilidad,
equidad, soberanía y reducción de la pobreza.
Aunque los avances de la agricultura moderna no han logrado
resolver la problemática de la disponibilidad de alimentos en el
mundo, se ha logrado solventar algunos de los problemas urgentes
de la producción agrícola. La utilización de la biodiversidad en el
proceso de mejoramiento genético, para incorporar genes que
mejoran la calidad nutricional de los cultivos, en materiales de alto
potencial de producción, contribuye a disminuir el déficit nutricional
de grandes sectores de la población (Figura 6).
11. 11
Existen varias iniciativas en el ámbito mundial para identificar
germoplasma de caraota (Phaseolus vulgaris) con altos contenidos de
hierro y cinc, a fin de solventar la carencia de estos nutrientes en
más de 300 millones de personas cuya ingesta proteica depende
principalmente de esta leguminosa (HarvestPlus, 2003). Estas
caraotas biofortificadas, (Pérez y col, 2005), contienen entre 50 y 100
mg de hierro/kg, lo cual representa hasta 70% más que el contenido
promedio de este importante mineral en los cultivares tradicionales.
Otro ejemplo importante es la incorporación del gen opaco 2,
identificado en maíces del grupo andino, el cual duplica el contenido
de los aminoácidos esenciales lisina y triptofano en las proteínas
presentes en el endospermo del grano de maíz (CIMMYT, 2004). Los
materiales mejorados obtenidos -QPM o maíces de calidad de
proteína- tienen en sus granos el equivalente de 90% del valor
proteínico de la leche, a tal punto que 10 g/kg/día de estos maíces
mejorados son suficientes para satisfacer el mínimo de aminoácidos
esenciales en la dieta diaria de un niño (San Vicente, 2005). Producto
del programa de mejoramiento genético de maíz del INIA, en el año
2005 fueron aprobados para su cultivo en Venezuela dos variedades y
dos híbridos simples de alta calidad de proteína y de calidad molinera
para la fabricación de la harina precocida utilizada para preparar el
principal alimento de los venezolanos: la arepa. El uso de estos
materiales de alta calidad de proteína contribuirá enormemente a
corregir el déficit nutricional de la población venezolana. Igualmente,
el programa de mejoramiento del INIA adelanta la obtención de
cultivares de maíz amarillo para la producción de almidones y
alimentos para animales, ya que existe una importante demanda de
éstos en el país por parte de la agroindustria. Actualmente, esta
demanda es cubierta casi totalmente a través de importaciones. El
grano de maíz amarillo, además de presentar un alto contenido de B-
carotenos y Vitamina A, proporciona a las carne, huevos y grasa
animal el color amarillo, preferido por los consumidores (Alfaro,
2004).
Adicionalmente, la incorporación de genes de tolerancia a
enfermedades, plagas y estreses de tipo ambiental contribuye a la
sostenibilidad de los agroecosistemas, al reducir la aplicación de
biocidas y favorecer la adaptación de las plantas a condiciones
ambientales adversas (FAO, 1996).
12. 12
Figura 6. Mejoramiento Genético del maíz en el INIA-CENIAP:
aportando soluciones a la nutrición del venezolano (Foto cortesía Inv.
Yanely Alfaro).
Justicia y equidad social
La agricultura sustentable plantea la necesidad de ir más allá
del paradigma productivista de la agricultura que caracterizó el siglo
XX (Santamaría, 2004). Los agricultores olvidados y marginados son
ahora reconocidos y valorados por los conocimientos que han
atesorado por generaciones. Estos conocimientos locales constituyen
una rica fuente de inspiración para la innovación en el diseño de
nuestros sistemas de producción (Figura 7).
Conjuntamente con el material, ya sea de origen vegetal o
animal, el productor asocia una serie de conocimientos y experiencias
que determinan el uso del mismo (Bolívar y col., 1999). Así
escuchamos nombrar una raza nativa de caraota como “cuarentona”
debido a su ciclo corto de alrededor de 40 días (Gutiérrez y col.,
2004), asociar las fases de la luna con las condiciones necesarias
para la siembra, y la consecuente toma decisiones con base en estos
factores (Paungger y Poppe, 1993). Los pueblos indígenas merecen
una mención especial como creadores y custodios de la
agrobiodiversidad, y por ser poseedores y depositarios de
conocimientos, prácticas y sistemas que constituyen la base de la
seguridad alimentaria en gran parte del planeta (De la Cruz, 2001).
El Estado desempeña un rol fundamental en el desarrollo del
principio de la equidad social, mediante la inversión en las
comunidades marginadas, al ampliar el acceso a los servicios de
salud y educación, mejorando la vialidad rural, las obras de
abastecimiento de agua y saneamiento ambiental y organizando
redes de protección social para los grupos más vulnerables,
propiciando su incorporación en programas de capacitación efectiva.
13. 13
Así, los sistemas de producción resultantes de la intervención del
Estado, tales como huertas comunitarias, mercados de agricultores,
producción artesanal de semillas, fabricación de artesanías y
productos alimenticios y, en general, una agricultura apoyada por la
comunidad contribuye con la generación de nuevas fuentes de trabajo
y la soberanía alimentaria.
Figura 7. Gestión participativa del conocimiento.
Igualmente es necesario capacitar para desarrollar un sistema
alimentario sustentable, rescatar las especies subutilizadas, las
técnicas de cocina y la preparación de alimentos que están cayendo
en desuso e impulsar programas que valoren la biodiversidad en las
escuelas y comunidades, a fin de concienciar las generaciones
presentes y futuras sobre su responsabilidad en la gestión de la
agrobiodiversidad (Figura 8).
Figura 8. Educando para alcanzar un agricultura sustentable
14. 14
La agrobiodiversidad y el cambio climático
El cambio climático global es un cambio atribuido directa o
indirectamente a las actividades humanas que han alterado la
composición de la atmósfera, incrementando las concentraciones de
los gases de invernadero y generando una serie de efectos en el
clima que se han sumado a la variabilidad natural observada en el
transcurso del tiempo (Naciones Unidas, 1992). Según el Panel
Internacional sobre Cambio Climático (IPCC), durante el siglo XX, se
observó un aumento de las temperaturas de alrededor de 0,3ºC por
década; es la tasa de cambio climático más elevada de la historia de
la humanidad. (GCCIP, 1997). Los modelos de simulación prevén un
aumento de la temperatura entre 1,5 y 3,5 ºC para el año 2100. El
aumento de la temperatura ocasiona una circulación atmosférica más
intensa y un ciclo hídrico más rápido que se traduce en un
incremento de la ocurrencia de eventos extremos como sequías e
inundaciones.
La pérdida de biodiversidad se ha incrementado como
consecuencia del cambio climático y de no tomarse las medidas
necesarias para frenar el calentamiento global, entre 10 y 15% de
las especies podrían extinguirse en los próximos 30 años (MARN,
2004). La actividad agrícola, altamente dependiente de las
condiciones climáticas, también se verá seriamente afectada. En
Venezuela se estima que para el año 2050, la temperatura media
habrá aumentado entre 1 y 3ºC mientras que las precipitaciones
podrían disminuir entre 5 y 20%, aumentando la frecuencia e
intensidad de las sequías. El aumento de la temperatura, aunado a la
disminución de las precipitaciones y el incremento natural de la
población agravará los problemas de escasez de agua y energía. Los
rendimientos de maíz y arroz pueden disminuir entre 5 y 10%,
particularmente en el caso de la caraota esta disminución podría ser
hasta de 40% (MARN, 2004).
Ante las nuevas condiciones agroecológicas que se están
generando, es de vital importancia caracterizar nuestro germoplasma
para identificar genes de tolerancia a factores adversos, los cuales
podrán ser utilizados para generar nuevos cultivares que permitan
asegurar la soberanía alimentaria aún bajo estos escenarios
desfavorables.
A manera de síntesis
La diversidad es necesaria para que haya progreso en la
agricultura (Cuberos, 1999). En Venezuela se ha trabajado
intensamente la conservación y caracterización de los recursos
genéticos de interés agrícola. Tal como lo señalan Pérez y col., 1998,
el INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas), mantiene
diferentes bancos de germoplasma (Figura 9) a lo largo del territorio
15. 15
nacional, en los cuales se preservan alrededor de 17.000 entradas de
más de 40 especies utilizadas en nuestra producción agrícola. Se
destacan las colecciones de cereales (maíz, sorgo y arroz),
leguminosas comestibles (caraota, fríjol, tapiramo, quinchoncho,
chivata o gallinazo y soya), raíces y tubérculos (yuca, batata y papa),
frutales (mango, cítricos, aguacate, musáceas, níspero, guayaba,
merey y otras), oleaginosas (ajonjolí, algodón, maní, girasol,
cocotero y otras) y cultivos tropicales (caña de azúcar, café y cacao).
Recientemente se ha impulsado la prospección y conservación de
cultivos amazónicos (túpiro, copoasú, guayaba arazá, ají, piña, yuca
amarga y diversas palmeras).
Figura 9. Biodiversidad para mejorar nuestra producción
agrícola (Foto cortesía Inv. Yanely Alfaro)
Estos recursos fitogenéticos están siendo utilizados en los
programas de mejoramiento genético y actualmente existe una
política institucional para poner estos materiales directamente en
manos de los agricultores y hacerlos coparticipes de las actividades
de conservación de los recursos fitogenéticos tanto in situ como ex
situ. El uso y manejo adecuado de la biodiversidad es un elemento
indispensable para alcanzar una agricultura tropical sustentable, El
INIA, junto con los productores cooperadores y otras instituciones,
realizan grandes esfuerzos para conservarla y utilizarla cumpliendo
sus postulados de respeto al ambiente, rentabilidad económica y
equidad social.
16. 16
Bibliografía
Alfaro, Y.; V. Segovia; M. Mireles; P. Monastérios; G. Alejos y M.
Pérez. 2004. El maíz amarillo para la molienda húmeda. Revista
Digital CENIAP HOY Número 6, septiembre-diciembre 2004.
Maracay, Aragua, Venezuela.
(http://www.cenaip.gob.ve/ceniaphoy/articulos/n6/arti/alfaro_y.
htm. Consultado el 15-06-2006)
Altieri, M. y C. I. Nicholls. 2000. Agroecología. Teoría y práctica para
una agricultura sustentable. 1ª edición. Programa de las
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Nota de los editores.
Este artículo fue revisado y avalado para su publicación por:
Dra. Belkys Rodríguez INIA-ARAGUA brodriguez@inia.gob.ve
Dra. Yanely Alfaro INIA-ARAGUA yalfaro@inia.gob.ve
Citación del presente artículo:
Rincón, A.; D. Pérez y A. Romero S. 2006. Agricultura Tropical
Sustentable y Biodiversidad. Revista Digital CENIAP HOY Nº 11
mayo-agosto, 2006. Maracay, Aragua, Venezuela. ISSN 1690-
4117, Depósito legal 200302AR1449. URL: