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LA CUARESMA, CAMINO DE LA IGLESIA HACIA LA PASCUA
1. LA CUARESMA: CAMINO DE LA IGLESIA
HACIA LA PASCUA
HISTORIA
LOS ORÍGENES
Desde finales del s. II existe en la Iglesia un período
de preparación a la Pascua, observado con algunos días de
ayuno. Este ayuno inicial presenta una primera estructura
de una semana de preparación, especialmente en Roma,
convertida después en tres semanas en las cuales se lee el
evangelio de Juan y, finalmente, en cuarenta días de ayuno,
inspirados en los cuarenta días transcurridos por Jesús en
el desierto.
Este ayuno de cuarenta días se realizaba desde la sexta
semana antes de Pascua. Pero estando de por medio seis días
dominicales en los cuales no se ayunaba y queriendo
completar el número simbólico de los cuarenta días, se
prolongó anticipando el comienzo al miércoles anterior a la
sexta semana antes de Pascua y se computaron los días de
viernes y sábado antes de pascua, para completar los
cuarenta días.
Actualmente es éste el cómputo matemático que hace de
nuestra Cuaresma un periodo de cuarenta y cuatro días,
incluidos el miércoles de Ceniza y el Jueves Santo, de los
cuales cuarenta de ayuno, excluyendo precisamente los seis
domingos -cinco de Cuaresma y uno en la Pasión del Señor o
domingo de ramos- y añadiendo los ayunos del Viernes y del
Sábado Santo que pertenecen ya al Triduo Pascual.
En el s. IV encontramos suficientes testimonios de una
organización del período cuaresmal que compromete a la
Iglesia entera y a algunos de sus miembros con gran riqueza
de motivaciones y de contenidos.
Desde el s. IV hasta el VII-VIII, tenemos el periodo de
la Cuaresma cristiana, con fuerte carácter bautismal
expresada también con los ritos del catecumenado y las
lecturas feriales y dominicales de la liturgia romana. Poco
a poco esta perspectiva disminuye con la decadencia de un
verdadero catecumenado en la Iglesia, hasta la recuperación
actual, realizada por el Vaticano II.
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2. MOTIVACIONES Y CONTENIDOS
Para establecer la cronología y el contenido de la
Cuaresma, ha tenido una gran importancia el recuerdo de los
cuarenta días de ayuno del Señor en el desierto, según el
testimonio de los Sinópticos, con su simbolismo. este
número encuentra un parecido simbólico en otras expresiones
de la vida de Israel en el AT: los cuarenta días del
diluvio, los cuarenta días y noches de Moisés en el Sinaí,
de Elías que camina hacia el Horeb; los cuarenta años del
pueblo elegido en el desierto, los cuarenta días en que
Jonás predicó la penitencia en Nínive. Este itinerario
cuaresmal se convierte en un signo sagrado, un sacramento
del tiempo. La Iglesia, los que se preparan al bautismo y
los penitentes que se han de reconciliar con motivo de la
Pascua, tiene en Cuaresma un tiempo de conversión y de
gracia, un camino espiritual que recorren iluminados por el
fulgor de la Pascua.
a) La comunidad cristiana, toda la Iglesia, está
llamada a este ejercicio de preparación que tiene en primer
lugar un carácter de renovación espiritual en el que es
necesario insistir especialmente en el clásico trinomio:
oración, limosna (caridad), ayuno, como atestiguan los
Padres en sus homilías.
b) Los Catecúmenos elegidos ya por el Bautismo,
llamados iluminados, fijada la norma de bautizar en la
vigilia pascual -como ya parece indicar Hipólito en el s.
III- son protagonistas de una preparación intensa para el
bautismo.
En este tiempo se celebran distintos ritos importantes
de la preparación próxima al Bautismo, en estrecha relación
con la liturgia cuaresmal: la elección y la inscripción del
nombre, los escrutinios y los exorcismos unidos a las
lecturas de algunos pasajes del evangelio de Juan: la
entrega y reentrega del Símbolo de la fe y del padre
Nuestro, síntesis de la fe y de la oración respectivamente;
se anticipan también algunos ritos de la preparación
inmediata al Bautismo: el rito del Effetá.
c) Desde el s. IV, Pedro de Alejandría en su canon
recuerda los cuarenta días de penitencia para aquellos que
deben ser reconciliados con la Iglesia, los penitentes.
El inicio de la Cuaresma queda fijado en un principio
en el domingo primero; después se anticipa al miércoles de
ceniza; en este día los pecadores públicos eran alejados de
la asamblea y obligados a la penitencia pública. El
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3. recuerdo de la ceniza y el silicio (cf. Mt. 10,21) era
especialmente para ellos. Existía también en el
Sacramentario Gelasiano y después en Ordines romani y
finalmente en los Pontificales el rito de la reconciliación
pública de los penitentes, que se celebraba el jueves
santo, para que todos pudieran compartir con gozo la fiesta
de la Pascua.
Desaparecida la penitencia pública en su sentido
realista, en el año 1001 el Papa Urbano II, en el sínodo de
Benevento, extiende la costumbre de la imposición de la
ceniza a todos los fieles de la Iglesia, incluidos los
clérigos. la tradición romana se impone con gran fuerza
psicológica entre los fieles, dado el carácter universal
del simbolismo de la ceniza, signo de luto y de muerte, en
diversas religiones. Desde entonces Cuaresma comienza para
todos con un gesto que nos invita a la conversión y
prevalece la motivación penitencial con el ayuno y la
abstinencia, expresiones de la penitencia cuaresmal.
Prácticamente desaparece poco a poco también el sentido
bautismal de la Cuaresma al cesar el catecumenado, al
manipular los textos de la liturgia bautismal y catecumenal
que se habían creado ejemplarmente en Jerusalén, Antioquía
y Roma, y al acentuar el sentido penitencial. El primitivo
sentido bautismal ha sido recuperado ahora con la reforma
del Vaticano II.
LA CUARESMA HOY
El sentido de la Cuaresma cristiana se puede resumir
así: la Cuaresma nos introduce en la celebración, cada año
más intensa, del Misterio Pascual de Cristo. Puede existir
el peligro de que para algunos la frase se convierta en un
slogan bonito, pero vacío de sentido y de vivencia.
“Misterio Pascual” viene a expresar lo mismo que
Misterio de Redención”, pero de una manera:
* Más concreta: porque centra la atención, no en un
concepto, sino ene le gran acontecimiento que constituye la
muerte y la resurrección de Cristo;
* más completa: porque no considera sólo la muerte de
Cristo, sino también su resurrección, ambas como única
intervención salvadora del poder de Dios;
* más dinámica: porque hace resaltar el paso poderoso
de la muerte a la vida de Cristo.
Para Cristo, el Misterio Pascual es su paso triunfal de
la muerte a la Vida. El misterio total de la Pasión,
Muerte, Resurrección y Ascensión. Es el PASO=PASCUA, el gran
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4. suceso de la historia, el acontecimiento salvador por
excelencia. Acto vital, dinámico del Dios poderoso que nos
salva de la muerte por la Muerte de su Hijo y nos introduce
en la vida por la Vida nueva de Cristo.
Para nosotros, el Misterio Pascual es la participación
de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo. Se trata
de que también nosotros pasemos, que incorporemos al
tránsito pascual de Cristo. Cada año más profundamente.
Este es el eje de toda la historia de la salvación: que
lo que se ha cumplido en Cristo-Cabeza se cumpla en todos
sus miembros.
UN TIEMPO FUERTE DE NOVENTA DÍAS
Todo el año litúrgico tiene como finalidad esta
asimilación del Misterio de Cristo. Pero con mayor
intensidad la Cuaresma y la Pascua.
- La Cuaresma nos inicia en la Pascua, nos entrena en
el paso de la muerte a la vida;
- el Triduo pascual (viernes, sábado y domingo de
resurrección) culmina la celebración del Tránsito del Señor
(de la muerte a la vida) y del nuestro (del pecado, por el
bautismo, a la gracia).
- y el Tiempo Pascual prologa la solemnidad a lo largo
de cincuenta días -la “pentecostés”- que se celebran como
uno solo.
La Cuaresma no es, pues, fin en sí misma, sino que
culmina y se perfecciona en la Pascua. El proceso pascual
decisivo para cada cristiano se realiza en tres tiempos:
- Morir al pecado y al mundo; morir al egoísmo, que ya
es estrena nueva existencia;
- celebrar con Cristo el nacimiento a la nueva vida;
- y vivir con nueva energía y entusiasmo: como niños
recién nacidos.
No se trata de “instruirnos” sobre la Pascua, sino de
“iniciarnos” en su Misterio.
CRISTIANOS QUE SE CONVIERTEN
La incorporación creciente al misterio de la Pascua de
Cristo la expresa la liturgia cuaresmal en una palabra:
conversión.
La palabra griega “metánoia” significa “cambio de
mentalidad”.
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5. La latino “con-versio” viene a indicar lo mismo:
“vuelta, cambio de dirección”:
- que nuestra mentalidad mundana, lejana al evangelio,
se convierta en mentalidad cristiana;
- que nuestro caminos de pecado, nuestra vida carnal y
materialista, se dirijan ahora por los caminos de la
gracia, una vida según el espíritu;
- que donde reinaba el egoísmo, cerrando las puertas a
Dios y al prójimo, se inaugure una apertura de docilidad
para con Dios y de amor práctico para con el prójimo:
Convertíos a mí de todo corazón,
convertíos al Señor Dios vuestro (miércoles de ceniza);
y Leví, dejándolo todo, se levantó y lo siguió...
He venido a llamar a los pecadores para que se
conviertan (sábado de ceniza).
Un cambio, una nueva dirección en la vida. Empezando
por la mentalidad, que es la raíz de toda conducta.
EL DEDO EN LA LLAGA
Una conversión auténtica hace “daño”. Porque nuestra
Cuaresma y nuestra Pascua no debe dedicarse a jugar con las
ideas. Ni contentarse con aguas de rosas. Debe llegar al
fondo.
Este “convertirse”, que es “morir con Cristo para
resucitar con El”, debe entrar con decisión hasta lo más
profundo de nuestro ser. Y reformar. Cortar. Cambiar. Y nos
dolerá. Como cuando el dentista toca el nervio enfermo. Si
no le hacemos “daño” al hombre viejo en Cuaresma, es que no
le hemos puesto el dedo en la llaga.
A lo mejor nos hemos contentado con dar una limosna o
abstenernos de unos caramelos o cigarrillos. Si no nos
hemos abstenido del pecado y del egoísmo, no ha entrado la
Cuaresma en la raíz de nuestra personalidad. Y tampoco
entrará la Pascua.
Si entendemos la “penitencia Cuaresmal” como un pequeño
ayuno, que no nos cuesta gran cosa, y no nos transforma
interiormente, poco habremos conseguido de la Cuaresma. Y
mal podremos tocar las campanas de Pascua:
“rasgad los corazones, no las vestiduras, convertíos al
Señor Dios vuestro” (miércoles de ceniza).
Es adentro donde tiene que bajar la conversión, y no
quedarse en la superficie.