El absolutismo fue un sistema político entre los siglos XVII y XVIII donde el poder recaía en una sola persona sin rendir cuentas al parlamento o al pueblo. Los principios básicos del absolutismo incluían que el poder del rey era divino y absoluto, y que debía gobernar con una razón de estado para lograr el poder, bienestar y riqueza del estado. La nobleza apoyaba el absolutismo para estabilizar la economía, y el protestantismo disminuyó la influencia de la iglesia sobre las decisiones del rey.