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PARROQUI
A DE SAN                          P. FEDERICO
FRANCISC                          ALMENARA
O DE ASIS
 MADRID




            Charlas cuaresmales
CARTA ENCÍCLICA
       SPE SALVI
 DEL SUMO PONTÍFICE
    BENEDICTO XVI
    A LOS OBISPOS
A LOS PRESBÍTEROS Y
      DIÁCONOS
   A LAS PERSONAS
    CONSAGRADAS
Y A TODOS LOS FIELES
        LAICOS
SOBRE LA ESPERANZA
      CRISTIANA
PRIMERA PARTE

  ESPERANZA
   CRISTIANA Y
ESPERANZAS DEL
     MUNDO
     (1-31)
Introducción (1)
La salvación no es algo que nos ha ocurrido y
  ya está. La salvación se nos ofrece como
  esperanza fiable que nos ayuda a vivir.
Esta esperanza ilumina el presente y nos
  permite avanzar hacia el futuro, seguros
  de la meta y, por esa razón, capaces de
  afrontar las dificultades del camino.
Pero, ¿qué clase de esperanza es capaz de
  producir este efecto, capaz realmente de
  salvarnos? ¿De qué certeza se trata?
La fe es esperanza (2)
• Esperanza es una palabra central en la Biblia.
  En muchos pasajes fe y esperanza parecen
  intercambiables.
• “No os aflijáis como hombres sin esperanza”
  (1Ts 4,13). No conocemos los detalles de
  nuestro futuro pero sabemos algo
  importante, cierto, que nos permite sobrellevar el
  presente. Para los creyentes la puerta oscura
  del futuro se ha abierto de par en par.
• Eso sí: quien tiene esta esperanza, vive de una
  manera nueva.
Una esperanza
que cambia la
vida (3)


 El único modo de alcanzar esta esperanza es
  buscar y conocer al Dios verdadero (Ef 2,12).
 Para nosotros, acostumbrados a vivir en esta
  esperanza, puede que esta noticia ya no nos
  sorprenda. Pero para los que descubren la
  fe, la esperanza en Cristo transforma
  radicalmente la vida.
La esperanza de la Iglesia
primitiva (4)
         •   Jesús no traía un mensaje
             revolucionario sino una propuesta
             radical: el encuentro con el Dios
             vivo.

         •   Pero su propuesta tiene consecuencias en
             las relaciones sociales como se refleja en
             la carta de Pablo a Filemón, al
             recomendarle que acoja a Onésimo, su
             antiguo esclavo, como hermano. Así la
             sociedad cambia desde dentro incluso si
             las estructuras sociales son las mismas.
Esperanza para
los pobres y para
 todo ser humano
 (5)
•   El cristianismo fue un mensaje liberador para
    esclavos y oprimidos pero también hubo
    conversiones en las clases cultas y acomodadas.
•   La esperanza cristiana libera del determinismo
    cósmico y de la creencia de que todo está regido
    por las leyes de la materia. La vida no es producto
    de un destino cerrado o de una simple casualidad:
    en última instancia hay un sentido, una voluntad
    personal, un Espíritu que en Jesús se ha revelado
    como amor.
Cristo, filósofo y pastor
                     (6)
•                   En la imaginería de los sarcófagos antiguos,
                    Cristo se representa como filósofo y como
                    pastor.
•                   En aquel tiempo el filósofo no era el intelectual
    sino el maestro que enseñaba el arte de vivir y morir
    rectamente. Así Cristo era percibido y representado como el
    filósofo por excelencia, que conocía el camino verdadero. Un
    camino que lleva más allá de la muerte.
•   Lo mismo puede decirse de la imagen de pastor. El pastor
    verdadero es aquel capaz de acompañar por sendas
    oscuras (Sal 22), incluso de atravesar el valle de la muerte.
    Tener la convicción de que Cristo es ese filósofo y ese
    pastor, es la nueva esperanza que se extiende con rapidez
    en el mundo antiguo.
La fe, substancia de lo que se
    espera (Hb 11,1) (7)
•   Este texto nos dice que por la fe, de manera incipiente, ya
    están realmente presentes en nosotros las realidades que
    esperamos.

•   La realidad substancial de la fe genera una certeza: lo
    que todavía no vemos, está sin embargo en camino y ya
    podemos percibirlo.

•   Es importante subrayarlo: la fe no es una disposición
    subjetiva que espera lo que ha de venir. La fe nos aporta
    ya algo, concreto y significativo, de aquello que
    esperamos. El hecho de que ese futuro existe, cambia
    nuestro presente.
Una fe que genera libertad (8)
• Donde está viva la substancia de la fe, queda
  relativizada lo que la mayoría considera
  verdaderamente substancial, es decir, la
  seguridad económica (Hb 10, 34).
• La fe otorga a la vida una base nueva. La fe
  crea libertad. Y esa libertad está en la base de
  la aceptación de las grandes
  renuncias, incluso del martirio. Libertad de
  quienes dejan todo por amor a Cristo y para
  transmitir a Cristo.
• La vida de esos testigos reflejan que la fe es
  realmente “substancia” y fundamento de una
  esperanza sólida.
Perseverancia y
                                      valentía (9)
                            El creyente sabe esperar,
                            pacientemente las pruebas,
                            hasta alcanzar la plenitud
                            de la promesa (Hb 10,36).

                            Puede perseverar con
                            fidelidad porque su
                            existencia se basa en la
                            certeza de una esperanza.

•   Esa certeza hace que, en una situación
    arriesgada, en vez de retraernos con
    miedo, podamos defender lo que es verdadero y
    justo (Hb 10,39).
¿Qué es la vida
eterna?    (10)


  La forma clásica de acogida
al rito del Bautismo pregunta
a los padres:
¿Qué pedís a la Iglesia? La fe.
Y ¿qué da la fe? La vida
eterna.

 Pero, ¿qué es vivir
eternamente? A muchos hoy
esta propuesta les produce rechazo.
Vivir sin fin les parece aburrido e incluso
insoportable.
Confusos, seguimos buscando
•
    (11) cierto grado de contradicción: por un lado no
    Sufrimos
    queremos morir; por otro tampoco queremos seguir
    existiendo ilimitadamente y además la tierra no lo
    soportaría.

• Dice San Agustín:
Nos gustaría vivir la vida en plenitud;
aspiramos y pedimos en la oración
constantemente la felicidad para
nosotros y para nuestros seres
queridos. Aunque no sabemos lo
que deseamos, lo que nos conviene
(Rm 8, 26), estamos convencidos de
que debe existir algo diferente, algo
hacia lo que nos sentimos
impulsados.
Eternidad intemporal (12)
                      Esta realidad desconocida a la que
                        aspiramos es, al mismo
                        tiempo, causa de impulsos
                        positivos y destructivos, motivo de
                        esperanza y desesperación.

                      Desde esta experiencia ambivalente, la
                        expresión “vida eterna”, entendida
                        como prolongación sin fin de la vida
                        que conocemos, no resulta una
                        perspectiva atractiva. 6,22).

Pero la intemporalidad de Dios no es una sucesión
ilimitada del tiempo que conocemos sino la experiencia
prolongada de un momento de plenitud. Jesús lo expresa
así: “volveré a veros, se alegrará vuestro corazón y nadie
os quitará vuestra alegría” (Jn 1
Esperanza individualista
(13)
   Este saber que no sabe, esta esperanza
    que busca concretarse, ha sido
    representada de maneras diversas a lo
    largo de la historia.

   Algunas de esas representaciones
    han sido acusadas de individualismo,
    de ser una búsqueda de salvación
    eterna exclusivamente privada que
    abandona el mundo a su miseria.
Esperanza
    comunitaria (14)
•    En la teología de los
     Padres la salvación es
     siempre comunitaria. •La vida verdadera hacia la
     El pecado es           que buscamos
     destrucción de la
                            reorientarnos siempre de
     unidad del género
                            nuevo, solo puede
     humano; por eso la
                            realizarse dentro de un
     redención refleja de
     manera sacramental y “nosotros.” El aislamiento
     real, el               en el “yo” es incompatible
     restablecimiento de con la experiencia de la
     esa unidad.            alegría de Dios y con Dios
                           mismo.
Esperanza y mundo presente
                  (15)
•   La búsqueda de la vida plena, va más allá del mundo
    presente pero tiene también que ver con la
    edificación de este mundo.

•   Incluso los monasterios medievales tenían
    conciencia clara de sus responsabilidades en el
    mundo. Bernardo lo expresa así: aunque el
    monasterio no puede restablecer el Paraíso, se
    esfuerza, cultivando la espiritualidad y el
    trabajo, en preparar el nuevo Paraíso, talando los
    árboles de la soberbia y extirpando las malas
    hierbas que hacen inservible el terreno.

•   Hoy lo comprobamos una vez más: allí donde las
    almas crecen salvajes, no es posible una
    organización justa y humana del mundo.
La esperanza cristiana se
transforma: la fe en el progreso
(16-17)
                  • En el siglo XVII, con
                    Francis Bacon, la
                    ciencia moderna
                    promete al hombre
                    una nueva forma de
                    redención: el
                    restablecimiento del
                    dominio sobre la
                    creación, la vuelta al
                    paraíso perdido.
                  • Así la redención ya no
                    se espera de la fe.
Progreso en razón y libertad
    (18)
•   La idea de “progreso” se vincula a dos categorías
    centrales: “razón” (progreso como creciente dominio de
    la razón) y “libertad” (progreso que nos permite superar
    todas las dependencias)
.
•   En un primer momento las condiciones políticas de
    este “reino humano” de razón y libertad aparecen
    poco definidas. Se considera que la bondad
    intrínseca de estas ideas garantiza el logro de una
    comunidad humana perfecta.

•   Pero es clara la potencialidad revolucionaria de este
    modo de pensar: cuestiona los vínculos de la fe y de
    la Iglesia, así como los ordenamientos estatales de
    la época.
La revolución francesa (19)
•    La revolución francesa es el intento de instaurar en un
     ordenamiento político el ideal de esa fe en el progreso de la
     razón y la libertad.
•    Kant lo interpreta así: el Reino de Dios del que había
     hablado Jesús, se redefine y se concreta. La fe eclesiástica
     es reemplazada por la fe en la razón.
•    Más adelante Kant expresará un
    temor: la substitución de la fe
    cristiana por otra secular podría
    resultar en un régimen “fundado
    presumiblemente en el miedo y el
    egoísmo” que, tras un breve periodo
    de tiempo evolucione en una
    perspectiva moral hacia “un final
    perverso de todas
    las cosas.”
La revolución proletaria (20)
•   Pero el “progreso” presentó pronto otra cara:
    la tecnología y la industrialización crearon
    rupturas sociales y un enorme colectivo de
    pobres.

•   Engels y Marx anuncian la necesidad de una
    nueva revolución, esta vez proletaria, que iba
    a suponer el paso definitivo en la historia de
    la salvación, la etapa final de lo que Kant
    había denominado la llegada del Reino de
    Dios.
•Así la verdad del más allá (ahora irrelevante) se convierte en
la verdad del más acá, la crítica del cielo en crítica de la
tierra, la batalla contra la teología en batalla política.
•Ahora el progreso no se espera automáticamente de la
ciencia sino de la política, de un ordenamiento social
científicamente construido.
El error de Marx
     (21)
 •   Marx indicó con exactitud cómo promover la
     revolución pero no nos dijo nada sobre qué se
     debía hacer después. Suponía que acabando con el
     capitalismo llegaría una “nueva Jerusalén” en la
     que desaparecerían todas las contradicciones y
     tensiones históricas.

•Tras este error se esconde
otro más de fondo: Marx olvidó
que el ser humano es siempre
ser humano, no tomó en cuenta
su libertad. Creyó que
transformando las condiciones
económicas todo quedaba
solucionado. El error de fondo
de Marx es su materialismo.
La ambigüedad del progreso técnico
              (22)
                  •   El cristianismo tiene que
                      repensar su esperanza para
                      saber lo que puede y lo que no
                      puede ofrecer al mundo.

                  •   La idea de progreso, ya lo
                      anunció Adorno, se ha
                      manifestado enormemente
                      ambigua: el progreso puede
                      ponerse al servicio del bien o
                      abrir terribles posibilidades para
                      el mal.

                  •   Si el progreso técnico no
                      conlleva una correspondiente
                      formación ética, un
                      crecimiento interior del ser
                      humano (Ef3,16; 2Cor4,16), se
                      convierte en una amenaza
                      para el mundo.
Un “Reino de Dios” sin Dios
                              (23)
Dicho de modo sencillo y directo: el hombre necesita de Dios. Sin
él se queda sin esperanza. La búsqueda de un “Reino de Dios”
secular, es decir sin Dios, desemboca en el “final perverso de
todas las cosas” al que se refirió Kant.
Progreso moral y libertad humana
                  (24a)
•   En el ámbito científico y
    tecnológico es posible un
    progreso acumulativo y
    creciente pero en el ámbito
    de la conciencia ética y la
    decisión moral, esa
    posibilidad no existe porque
    la libertad del ser humano
    es siempre nueva y tiene
    que tomar sus decisiones.

• La libertad humana presupone que cada ser humano, cada
  generación, tiene un nuevo inicio. Cierto que ellas pueden
  construir a partir del tesoro moral acumulado en la
  humanidad pero también pueden rechazarlo.
Progreso moral y libertad humana
                                   (24b)
       (Textos de la encíclica citados literalmente por su interés)
a.   El recto estado de las cosas humanas, el bienestar moral del
     mundo, nunca puede garantizarse solamente a través de
     estructuras, por muy válidas que éstas sean. Dichas estructuras no
     sólo son importantes, sino necesarias; sin embargo, no pueden ni
     deben dejar al margen la libertad del hombre. Incluso las mejores
     estructuras funcionan únicamente cuando en una comunidad existen
     unas convicciones vivas capaces de motivar a los hombres para una
     adhesión libre al ordenamiento comunitario. La libertad necesita una
     convicción; una convicción no existe por sí misma, sino que ha de ser
     conquistada comunitariamente siempre de nuevo.
b.   Puesto que el hombre sigue siendo siempre libre y su libertad es
     también siempre frágil, nunca existirá en este mundo el reino del
     bien definitivamente consolidado. Quien promete el mundo mejor
     que duraría irrevocablemente para siempre, hace una falsa
     promesa, pues ignora la libertad humana. La libertad debe ser
     conquistada para el bien una y otra vez. La libre adhesión al bien
     nunca existe simplemente por sí misma. Si hubiera estructuras
     que establecieran de manera definitiva una determinada –buena–
     condición del mundo, se negaría la libertad del hombre, y por
     eso, a fin de cuentas, en modo alguno serían estructuras buenas.
Ampliar el horizonte de la esperanza cristiana (25)
•   Cada nueva generación puede y
    debe hacer su contribución para
    establecer ordenamientos justos y
    convincentes en la estructura
    social. Pero esa búsqueda será
    siempre lenta, fatigosa e
    inacabada.


•   El cristianismo, acomplejado
    ante los avances científicos, ha
    concentrado gran parte de sus
    esfuerzos en el individuo y la
    salvación personal. De este
    modo ha reducido el horizonte
    de su esperanza y limitado su
    responsabilidad ante el mundo.
Solo el amor incondicional redime al ser humano
                      (26)
                     •   La ciencia no salva. El hombre es
                         redimido por el amor. Nuestra propia
                         experiencia confirma esta convicción
                         fundamental. Pero el amor humano es
                         frágil y el ser humano necesita amor
                         incondicional, esa certeza de que “ni
                         muerte, ni vida, ni ángeles ni
                         principados, ni presente ni futuro…
                         podrá apartarnos del amor de Dios,
                         manifestado en Cristo Jesús, Señor
                         nuestro” (Rm8,38-39).

• Solo la certeza absoluta de este amor
  absoluto puede redimir al ser
  humano, a todo ser humano, en
  cualquier situación y condición.
Esperar la vida en plenitud (27)
•   Desde la experiencia de la fe
    podemos decir que quien no
    conoce a Dios, aunque tenga
    múltiples esperanzas, está
    sin esperanza (Ef2,12).
•   Quien ha sido tocado por el
    amor que nos ama “hasta el
    extremo” (Jn13,1) empieza a
    entender lo que es la
    esperanza cristiana y a
    entender que “la vida eterna”
    es, sencillamente, vida en
    plenitud (Jn10,10).
•   Y esa vida no es vida para sí
    sino vida en relación con quien
    no muere, con quien es la
    fuente de la Vida y el Amor.
En comunión con Jesús (28)
            •   La comunión con Jesús nos
                impide caer en un
                planteamiento individualista
                de salvación y nos hace
                participar de su “ser para
                todos.”
            •   Esta comunión con Jesús
                resulta en una inmediata
                responsabilidad por el otro:
                búsqueda de la
                justicia, bondad en las
                relaciones
                humanas, libertad interior
                respecto a bienes
                materiales. Vivir para Cristo
                (2Cor5,15) significa dejarse
La esperanza de Agustín
  (29)
Agustín, a pesar de la
 situación límite del
 Africa romana en la que
 le tocó vivir, quiso
 transmitir esperanza
 participando con todas
 sus fuerzas, a pesar de
 su carácter
 introvertido, en la
 gestión de la vida
 pública.
Resumen de lo dicho hasta aquí
          (30-31)
(Nota: Estos dos números quieren ser un
  resumen sencillo de las principales
  ideas desarrolladas en esta primera
  parte que hemos titulado, “Esperanza
  cristiana y esperanzas del mundo.” Por
  esa razón se recogen a continuación en
  su literalidad.)
30. Resumamos lo que hasta ahora ha aflorado en el desarrollo de nuestras reflexiones. A lo
    largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más
    pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas
    esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. En la juventud puede ser
    la esperanza del amor grande y satisfactorio; la esperanza de cierta posición en la
    profesión, de uno u otro éxito determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando
    estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está
    claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede
    contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar. En
    este sentido, la época moderna ha desarrollado la esperanza de la instauración de un mundo
    perfecto que parecía poder lograrse gracias a los conocimientos de la ciencia y a una
    política fundada científicamente. Así, la esperanza bíblica del reino de Dios ha sido
    reemplazada por la esperanza del reino del hombre, por la esperanza de un mundo mejor
    que sería el verdadero « reino de Dios ». Esta esperanza parecía ser finalmente la esperanza
    grande y realista, la que el hombre necesita. Ésta sería capaz de movilizar –por algún
    tiempo– todas las energías del hombre; este gran objetivo parecía merecer todo tipo de
    esfuerzos. Pero a lo largo del tiempo se vio claramente que esta esperanza se va alejando
    cada vez más. Ante todo se tomó conciencia de que ésta era quizás una esperanza para los
    hombres del mañana, pero no una esperanza para mí. Y aunque el « para todos » forme
    parte de la gran esperanza –no puedo ciertamente llegar a ser feliz contra o sin los otros–
    , es verdad que una esperanza que no se refiera a mí personalmente, ni siquiera es una
    verdadera esperanza. También resultó evidente que ésta era una esperanza contra la
    libertad, porque la situación de las realidades humanas depende en cada generación de la
    libre decisión de los hombres que pertenecen a ella. Si, debido a las condiciones y a las
    estructuras, se les privara de esta libertad, el mundo, a fin de cuentas, no sería
    bueno, porque un mundo sin libertad no sería en absoluto un mundo bueno. Así, aunque sea
    necesario un empeño constante para mejorar el mundo, el mundo mejor del mañana no
    puede ser el contenido propio y suficiente de nuestra esperanza. A este propósito se plantea
    siempre la pregunta: ¿Cuándo es « mejor » el mundo? ¿Qué es lo que lo hace bueno?
    ¿Según qué criterio se puede valorar si es bueno? ¿Y por qué vías se puede alcanzar esta «
31. Más aún: nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más
   pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran
   esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta
   gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos
   puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar.
   De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios
   es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que
   tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno
   en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá
   imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí
   donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Sólo su amor nos da la
   posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el
   impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es
   imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de
   que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin
   embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es «
   realmente » vida. Trataremos de concretar más esta idea en la última
   parte, fijando nuestra atención en algunos « lugares » de aprendizaje y
   ejercicio práctico de la esperanza.
SEGUNDA PARTE
LUGARES DE APRENDIZAJE Y
     EJERCICIO DE LA
       ESPERANZA

     La oración (32-34)
 El actuar y el sufrir (35-40)
       El juicio (41-48)
La oración, escuela de esperanza (32-34)
Cuando nadie me escucha, Dios todavía me
escucha. Si no puedo hablar con nadie, ni
invocar a nadie, siempre puedo hablar con
Dios. Si nadie puede ayudarme, El puede
ayudarme. Quien reza no está totalmente solo.
Agustín ilustra de forma bella la relación entre oración
y esperanza. Define la oración como un ejercicio de
deseo. El hombre ha sido creado para ser colmado por
Dios mismo. Pero su corazón es demasiado pequeño.
Necesita ser ensanchado. Dios, retardando su don,
ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y así
la hace capaz de su don.” Agustín entiende así a San
Pablo que dice estar lanzado a lo que está delante
(Flp3,13).
La oración verdadera supone purificación del vinagre
interior y de su sabor, produce una apertura que recibe
el don de Dios y resulta en apertura a los demás. La
oración enseña a purificar deseos y esperanzas de las
mentiras con las que nos engañamos a nosotros
mismos.
La oración debe ser personal pero también ha
de estar iluminada por las grandes oraciones
de la Iglesia y de los santos. De este modo nos
hacemos capaces de Dios y de servir a los
hombres. Así nos hacemos capaces de la gran
esperanza y nos hacemos ministros de
esperanzas para los demás.
El actuar: escuela de esperanza
              (35)
              •   Pero para que los esfuerzos
                  cotidianos no nos cansen o no se
                  conviertan en fanatismo, estos
                  deben ser iluminados por la luz de
                  una esperanza más grande. Una
                  esperanza que no se acaba cuando
                  mi debilidad física o las limitaciones
                  de la situación histórica que me toca
                  vivir nos dejan sin otras esperanzas.


              •   Con nuestras fuerzas no
                  construimos Reino de Dios sino
                  reinos del hombre. Aquel es don
                  y nunca es merecido. Pero
                  nuestro esfuerzo merece la pena
                  como trabajo para abrir al mundo
                  a Dios. Y esto siempre tiene
                  sentido, incluso cuando en
                  apariencia las fuerzas hostiles
                  son mucho más poderosas que
                  las nuestras.
Sufrimiento: escuela de
    esperanza (36)
•    El sufrimiento es parte de la experiencia
    humana. Resulta de nuestra finitud y de
    la gran cantidad de culpas acumuladas
    en la historia.


•   Se debe luchar contra el sufrimiento pero, por ser reflejo de nuestra
    limitación y de la fuerza del mal, nunca vamos a extirparlo por completo.
    Además en las últimas décadas ha aumentado el sufrimiento de
    inocentes y las dolencias psíquicas.


•   Nuestra esperanza incluye una salvación, don de Dios, que “quita el
    pecado del mundo” y nos libera del sufrimiento. Esta esperanza nos da
    valor para ponernos de parte del bien. Pero es esperanza y aún no es
    realización plena. En esta existencia “el poder de la culpa permanece
    como una presencia terrible, incluso para el futuro.”
Sufrimiento: camino de
    crecimiento humano y cristiano(37)
•    La tribulación ayuda a
     madurar y adquiere pleno
     sentido en la unión con
     Cristo, que sufrió con
     amor infinito.

    •En algunos casos, como el del mártir
    vietnamita Pablo Le-Bao-Thin, la experiencia del
    infierno acompañado por Cristo que descendió
    a los infiernos, sin dejar de ser sufrimiento, se
    convierte en canto de alabanza.
Actitud ante el sufrimiento: medida de
               humanidad (38)
•    La grandeza ética de una sociedad se expresa en su capacidad de
     compadecerse ante el sufrimiento.

•    Pero una sociedad no aceptará y sostendrá a los que sufren si sus
     miembros no lo hacen. Y éstos no lo harán si no ven en el sufrimiento
     un sentido, un camino de maduración. Cuando el sufrimiento es vivido
     junto a otros, queda traspasado por la luz del amor y adquiere así un
     sentido nuevo.

•    La defensa del bien, de la verdad y de la justicia conlleva en muchas
     situaciones una dosis de sufrimiento. Si el único valor es mi
     bienestar, si nadie quiere arriesgar nada por defender lo justo, nuestra
     vida se convierte en una gran mentira.

•    Además el amor verdadero es fuente de sufrimiento porque exige
     renuncias de mi yo, en las que me dejo modelar y aprendo a
     madurar. De otro modo no es amor sino egoísmo disfrazado.
Sentido cristiano del sufrimiento
                    (39)
•   El cristianismo ha demostrado históricamente
    su capacidad de dar sentido a estos modos de
    sufrir decisivos para la humanidad.
La compasión de Dios
manifestada en la vida
y en la muerte de
Cristo entra en cada
sufrimiento como
“con-solatio”, como
consuelo del amor
cercano de Dios que
hace surgir la estrella
de la esperanza.
“Ofrecer” los propios sufrimientos
                    (40)
• La espiritualidad tradicional
  animaba a los creyentes a
  “ofrecer” contrariedades y
  sufrimientos personales,
• dándoles así un sentido religioso.




    •Ese “ofrecer” era un modo de conectar sus
    dificultades con el gran tesoro de
    compasión que necesita el género
    humano, de integrarlas en el gran océano
    de “compasión” de Cristo.
Juicio: lugar de
                             aprendizaje y ejercicio de
                             esperanza (41)
                             El credo concluye con
                             estas palabras sobre
                             Cristo: “de nuevo
                             vendrá con gloria para
                             juzgar a vivos y
                             muertos.”

   Desde los primeros tiempos la perspectiva del
    juicio ha influido en los cristianos:
    1. Como llamada a la conciencia para ordenar su vida
       presente.
    2. Como esperanza en la justicia de Dios.
Una justicia imposible
                                       (42)
                       •   En la época moderna la idea cristiana del
                           juicio final se ha debilitado y se ha visto
                           transformada en algo diferente.
                       •   Se dice: un mundo con tanta injusticia no
                           puede ser la obra de un Dios bueno. La
                           búsqueda moral de una sociedad justa
                           lleva a cuestionar a Dios. Y ya que no hay
                           un Dios que cree justicia, el mismo ser
                           humano está llamado a restablecerla.

•Si la protesta contra Dios es comprensible, la pretensión de que la
humanidad pueda y deba hacer lo que ningún Dios hace o puede
hacer, es presuntuosa e intrínsecamente falsa. No por casualidad de
esta premisa se han derivado las más grandes crueldades y
violaciones de la justicia.
•Un mundo condenado a crear justicia por sí mismo es un mundo sin
esperanza. Nadie ni nada responde al sufrimiento de los siglos. Nadie
ni nada asegura contra el cinismo del poder que se oculta tras diversos
revestimientos ideológicos.
Juicio final como
justicia plena (43)
•Nuestra confianza en la justicia divina se
asienta en la vida, muerte y resurrección de
Cristo: Dios sabe crear justicia de un modo
que nosotros no somos capaces de
comprender del todo pero que, sin
embargo, podemos intuir en la fe.
•la historia no puede ser la última palabra


La fe en el juicio final es ante todo esperanza en el triunfo definitivo
de la justicia: “estoy convencido de que la cuestión de la justicia es
el argumento esencial o, en todo caso, el argumento más fuerte a
favor de la vida eterna.” La búsqueda de la plenitud que aquí no
alcanzamos y de la inmortalidad del amor que esperamos, son dos
motivos importantes para creer en la vida eterna. Pero la necesidad
del retorno de Cristo llega a ser plenamente convincente sólo desde
la convicción de que la injusticia de
Juicio final: esperanza, responsabilidad y
    gracia (44)
•   Así pues el juicio final, más que producir
    terror, es la imagen decisiva de la
•   esperanza. Eso sí, al mismo tiempo exige
    responsabilidad.

•   Dios es justicia y crea justicia. Pero en su
    justicia hay también gracia. Ambas –justicia y
    gracia- han de ser vistas en una relación
    equilibrada. La gracia no excluye la justicia.
    No es un cepillo que borra todo, desdibujando
    lo que cada cual ha hecho en la tierra.

•   En la parábola del rico Epulón (Lc16,19-31)
    Jesús nos presenta la imagen de un alma
    que ha cavado ella misma un foso
    infranqueable entre sí y el pobre: el foso de
    su cerrazón, el foso del olvido del otro y de
    la incapacidad para amar.
La vida entera ante el juez (45-
                     46)
•   Tras la muerte, la vida del ser humano está toda ella ante el Juez. Su opción
    puede tener distintas formas:

    – Puede haberse destruido totalmente el deseo de verdad y la disponibilidad
      para el amor.

    – Puede haber personas purísimas, completamente abiertas al prójimo que se
      han dejado impregnar completamente por Dios.

    – La mayoría estaremos entre estos dos extremos: serán personas abiertas a la
      verdad en su ser íntimo pero con mucha suciedad acumulada en una vida
      con muchas decisiones que recubren esa pureza.

•   San Pablo (1Cor3,12-15) nos dice que los cristianos construimos sobre
    Jesucristo, cimiento común, casas de mayor o menor calidad. Esas
    construcciones serán probadas a fuego en el juicio. Algunas resistirán y otras
    sufrirán daño.
Juicio final: encuentro de fuego con Cristo (47)
•   Así se entiende mejor la relación
    “justicia-gracia”: nuestro modo de
    vivir no es irrelevante pero
    nuestra inmundicia no nos
    ensucia eternamente, al menos si
    permanecemos orientados a
    Cristo que con su pasión y cruz
    ya ha quemado esa suciedad. Si
    este encuentro fuera solamente
    gracia, lo terrenal sería
    irrelevante. Si fuera solo
    justicia, el juicio sería motivo de
    temor. Esperamos nuestra
    salvación “con temor y temblor”
    (Fil2,12). Pero la realidad de la
    gracia nos permite encaminarnos
    con confianza al encuentro con el
    juez, que también es nuestro
    abogado (1Jn2,1).
Rezar por los difuntos
                                              (48)
 La tradición cristiana ha defendido siempre que el amor
 llega más allá de la muerte, que es posible un recíproco
 dar y recibir a ambos lados de lo que para muchos es una
 barrera infranqueable, que por la Eucaristía, la oración y
 la limosna las almas de los difuntos pueden tener
 consuelo y alivio.
 Ahora bien, si el purgatorio es una experiencia de
 purificación en el fuego que es Cristo, ¿cómo puede
 intervenir un tercero, por mucho que sea cercano?

•Nadie vive solo, ninguno peca solo, nadie se salva solo. Mi vida entra en la de
los demás, tanto en el bien como en el mal. Por eso la intercesión por otra
persona tiene sentido incluso después de la muerte. En el entramado del ser
mi gratitud, mi oración puede significar parte de su purificación.
•Así se aclara otro aspecto de la esperanza cristiana: nuestra esperanza es
siempre y esencialmente esperanza para los otros. Solo así será también
esperanza para mí. El cristiano no debe preguntar solo por su propia salvación.
El camino más pleno de la salvación personal es siempre este: ¿qué puedo
hacer para que otros se salven, para que también para ellos surja la estrella de
la esperanza?
María, estrella de la
esperanza (49)            •
                    La vida es un viaje a través de
                              un borrascoso mar. ¿Quién
                              mejor que María, la “estrella del
                              mar” para orientar esa travesía?
                          •   Invoquemos confianza a la que
                              con su “sí” abrió en el mundo
                              una esperanza que no
                              defrauda, un sí que inauguró un
                              reino distinto al esperado pero
                              que iniciado en la encarnación
                              de Cristo ya nunca tendrá fin.
                          •   María, madre de Dios y madre
                              nuestra, enséñanos a
                              creer, esperar y amar contigo.
                              “Stella maris”, brilla sobre
                              nosotros y guía nuestro
                              camino.

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  • 1. PARROQUI A DE SAN P. FEDERICO FRANCISC ALMENARA O DE ASIS MADRID Charlas cuaresmales
  • 2. CARTA ENCÍCLICA SPE SALVI DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS SOBRE LA ESPERANZA CRISTIANA
  • 3. PRIMERA PARTE ESPERANZA CRISTIANA Y ESPERANZAS DEL MUNDO (1-31)
  • 4. Introducción (1) La salvación no es algo que nos ha ocurrido y ya está. La salvación se nos ofrece como esperanza fiable que nos ayuda a vivir. Esta esperanza ilumina el presente y nos permite avanzar hacia el futuro, seguros de la meta y, por esa razón, capaces de afrontar las dificultades del camino. Pero, ¿qué clase de esperanza es capaz de producir este efecto, capaz realmente de salvarnos? ¿De qué certeza se trata?
  • 5. La fe es esperanza (2) • Esperanza es una palabra central en la Biblia. En muchos pasajes fe y esperanza parecen intercambiables. • “No os aflijáis como hombres sin esperanza” (1Ts 4,13). No conocemos los detalles de nuestro futuro pero sabemos algo importante, cierto, que nos permite sobrellevar el presente. Para los creyentes la puerta oscura del futuro se ha abierto de par en par. • Eso sí: quien tiene esta esperanza, vive de una manera nueva.
  • 6. Una esperanza que cambia la vida (3)  El único modo de alcanzar esta esperanza es buscar y conocer al Dios verdadero (Ef 2,12).  Para nosotros, acostumbrados a vivir en esta esperanza, puede que esta noticia ya no nos sorprenda. Pero para los que descubren la fe, la esperanza en Cristo transforma radicalmente la vida.
  • 7. La esperanza de la Iglesia primitiva (4) • Jesús no traía un mensaje revolucionario sino una propuesta radical: el encuentro con el Dios vivo. • Pero su propuesta tiene consecuencias en las relaciones sociales como se refleja en la carta de Pablo a Filemón, al recomendarle que acoja a Onésimo, su antiguo esclavo, como hermano. Así la sociedad cambia desde dentro incluso si las estructuras sociales son las mismas.
  • 8. Esperanza para los pobres y para todo ser humano (5) • El cristianismo fue un mensaje liberador para esclavos y oprimidos pero también hubo conversiones en las clases cultas y acomodadas. • La esperanza cristiana libera del determinismo cósmico y de la creencia de que todo está regido por las leyes de la materia. La vida no es producto de un destino cerrado o de una simple casualidad: en última instancia hay un sentido, una voluntad personal, un Espíritu que en Jesús se ha revelado como amor.
  • 9. Cristo, filósofo y pastor (6) • En la imaginería de los sarcófagos antiguos, Cristo se representa como filósofo y como pastor. • En aquel tiempo el filósofo no era el intelectual sino el maestro que enseñaba el arte de vivir y morir rectamente. Así Cristo era percibido y representado como el filósofo por excelencia, que conocía el camino verdadero. Un camino que lleva más allá de la muerte. • Lo mismo puede decirse de la imagen de pastor. El pastor verdadero es aquel capaz de acompañar por sendas oscuras (Sal 22), incluso de atravesar el valle de la muerte. Tener la convicción de que Cristo es ese filósofo y ese pastor, es la nueva esperanza que se extiende con rapidez en el mundo antiguo.
  • 10. La fe, substancia de lo que se espera (Hb 11,1) (7) • Este texto nos dice que por la fe, de manera incipiente, ya están realmente presentes en nosotros las realidades que esperamos. • La realidad substancial de la fe genera una certeza: lo que todavía no vemos, está sin embargo en camino y ya podemos percibirlo. • Es importante subrayarlo: la fe no es una disposición subjetiva que espera lo que ha de venir. La fe nos aporta ya algo, concreto y significativo, de aquello que esperamos. El hecho de que ese futuro existe, cambia nuestro presente.
  • 11. Una fe que genera libertad (8) • Donde está viva la substancia de la fe, queda relativizada lo que la mayoría considera verdaderamente substancial, es decir, la seguridad económica (Hb 10, 34). • La fe otorga a la vida una base nueva. La fe crea libertad. Y esa libertad está en la base de la aceptación de las grandes renuncias, incluso del martirio. Libertad de quienes dejan todo por amor a Cristo y para transmitir a Cristo. • La vida de esos testigos reflejan que la fe es realmente “substancia” y fundamento de una esperanza sólida.
  • 12. Perseverancia y valentía (9) El creyente sabe esperar, pacientemente las pruebas, hasta alcanzar la plenitud de la promesa (Hb 10,36). Puede perseverar con fidelidad porque su existencia se basa en la certeza de una esperanza. • Esa certeza hace que, en una situación arriesgada, en vez de retraernos con miedo, podamos defender lo que es verdadero y justo (Hb 10,39).
  • 13. ¿Qué es la vida eterna? (10)  La forma clásica de acogida al rito del Bautismo pregunta a los padres: ¿Qué pedís a la Iglesia? La fe. Y ¿qué da la fe? La vida eterna.  Pero, ¿qué es vivir eternamente? A muchos hoy esta propuesta les produce rechazo. Vivir sin fin les parece aburrido e incluso insoportable.
  • 14. Confusos, seguimos buscando • (11) cierto grado de contradicción: por un lado no Sufrimos queremos morir; por otro tampoco queremos seguir existiendo ilimitadamente y además la tierra no lo soportaría. • Dice San Agustín: Nos gustaría vivir la vida en plenitud; aspiramos y pedimos en la oración constantemente la felicidad para nosotros y para nuestros seres queridos. Aunque no sabemos lo que deseamos, lo que nos conviene (Rm 8, 26), estamos convencidos de que debe existir algo diferente, algo hacia lo que nos sentimos impulsados.
  • 15. Eternidad intemporal (12) Esta realidad desconocida a la que aspiramos es, al mismo tiempo, causa de impulsos positivos y destructivos, motivo de esperanza y desesperación. Desde esta experiencia ambivalente, la expresión “vida eterna”, entendida como prolongación sin fin de la vida que conocemos, no resulta una perspectiva atractiva. 6,22). Pero la intemporalidad de Dios no es una sucesión ilimitada del tiempo que conocemos sino la experiencia prolongada de un momento de plenitud. Jesús lo expresa así: “volveré a veros, se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 1
  • 16. Esperanza individualista (13)  Este saber que no sabe, esta esperanza que busca concretarse, ha sido representada de maneras diversas a lo largo de la historia.  Algunas de esas representaciones han sido acusadas de individualismo, de ser una búsqueda de salvación eterna exclusivamente privada que abandona el mundo a su miseria.
  • 17. Esperanza comunitaria (14) • En la teología de los Padres la salvación es siempre comunitaria. •La vida verdadera hacia la El pecado es que buscamos destrucción de la reorientarnos siempre de unidad del género nuevo, solo puede humano; por eso la realizarse dentro de un redención refleja de manera sacramental y “nosotros.” El aislamiento real, el en el “yo” es incompatible restablecimiento de con la experiencia de la esa unidad. alegría de Dios y con Dios mismo.
  • 18. Esperanza y mundo presente (15) • La búsqueda de la vida plena, va más allá del mundo presente pero tiene también que ver con la edificación de este mundo. • Incluso los monasterios medievales tenían conciencia clara de sus responsabilidades en el mundo. Bernardo lo expresa así: aunque el monasterio no puede restablecer el Paraíso, se esfuerza, cultivando la espiritualidad y el trabajo, en preparar el nuevo Paraíso, talando los árboles de la soberbia y extirpando las malas hierbas que hacen inservible el terreno. • Hoy lo comprobamos una vez más: allí donde las almas crecen salvajes, no es posible una organización justa y humana del mundo.
  • 19. La esperanza cristiana se transforma: la fe en el progreso (16-17) • En el siglo XVII, con Francis Bacon, la ciencia moderna promete al hombre una nueva forma de redención: el restablecimiento del dominio sobre la creación, la vuelta al paraíso perdido. • Así la redención ya no se espera de la fe.
  • 20. Progreso en razón y libertad (18) • La idea de “progreso” se vincula a dos categorías centrales: “razón” (progreso como creciente dominio de la razón) y “libertad” (progreso que nos permite superar todas las dependencias) . • En un primer momento las condiciones políticas de este “reino humano” de razón y libertad aparecen poco definidas. Se considera que la bondad intrínseca de estas ideas garantiza el logro de una comunidad humana perfecta. • Pero es clara la potencialidad revolucionaria de este modo de pensar: cuestiona los vínculos de la fe y de la Iglesia, así como los ordenamientos estatales de la época.
  • 21. La revolución francesa (19) • La revolución francesa es el intento de instaurar en un ordenamiento político el ideal de esa fe en el progreso de la razón y la libertad. • Kant lo interpreta así: el Reino de Dios del que había hablado Jesús, se redefine y se concreta. La fe eclesiástica es reemplazada por la fe en la razón. • Más adelante Kant expresará un temor: la substitución de la fe cristiana por otra secular podría resultar en un régimen “fundado presumiblemente en el miedo y el egoísmo” que, tras un breve periodo de tiempo evolucione en una perspectiva moral hacia “un final perverso de todas las cosas.”
  • 22. La revolución proletaria (20) • Pero el “progreso” presentó pronto otra cara: la tecnología y la industrialización crearon rupturas sociales y un enorme colectivo de pobres. • Engels y Marx anuncian la necesidad de una nueva revolución, esta vez proletaria, que iba a suponer el paso definitivo en la historia de la salvación, la etapa final de lo que Kant había denominado la llegada del Reino de Dios. •Así la verdad del más allá (ahora irrelevante) se convierte en la verdad del más acá, la crítica del cielo en crítica de la tierra, la batalla contra la teología en batalla política. •Ahora el progreso no se espera automáticamente de la ciencia sino de la política, de un ordenamiento social científicamente construido.
  • 23. El error de Marx (21) • Marx indicó con exactitud cómo promover la revolución pero no nos dijo nada sobre qué se debía hacer después. Suponía que acabando con el capitalismo llegaría una “nueva Jerusalén” en la que desaparecerían todas las contradicciones y tensiones históricas. •Tras este error se esconde otro más de fondo: Marx olvidó que el ser humano es siempre ser humano, no tomó en cuenta su libertad. Creyó que transformando las condiciones económicas todo quedaba solucionado. El error de fondo de Marx es su materialismo.
  • 24. La ambigüedad del progreso técnico (22) • El cristianismo tiene que repensar su esperanza para saber lo que puede y lo que no puede ofrecer al mundo. • La idea de progreso, ya lo anunció Adorno, se ha manifestado enormemente ambigua: el progreso puede ponerse al servicio del bien o abrir terribles posibilidades para el mal. • Si el progreso técnico no conlleva una correspondiente formación ética, un crecimiento interior del ser humano (Ef3,16; 2Cor4,16), se convierte en una amenaza para el mundo.
  • 25. Un “Reino de Dios” sin Dios (23) Dicho de modo sencillo y directo: el hombre necesita de Dios. Sin él se queda sin esperanza. La búsqueda de un “Reino de Dios” secular, es decir sin Dios, desemboca en el “final perverso de todas las cosas” al que se refirió Kant.
  • 26. Progreso moral y libertad humana (24a) • En el ámbito científico y tecnológico es posible un progreso acumulativo y creciente pero en el ámbito de la conciencia ética y la decisión moral, esa posibilidad no existe porque la libertad del ser humano es siempre nueva y tiene que tomar sus decisiones. • La libertad humana presupone que cada ser humano, cada generación, tiene un nuevo inicio. Cierto que ellas pueden construir a partir del tesoro moral acumulado en la humanidad pero también pueden rechazarlo.
  • 27. Progreso moral y libertad humana (24b) (Textos de la encíclica citados literalmente por su interés) a. El recto estado de las cosas humanas, el bienestar moral del mundo, nunca puede garantizarse solamente a través de estructuras, por muy válidas que éstas sean. Dichas estructuras no sólo son importantes, sino necesarias; sin embargo, no pueden ni deben dejar al margen la libertad del hombre. Incluso las mejores estructuras funcionan únicamente cuando en una comunidad existen unas convicciones vivas capaces de motivar a los hombres para una adhesión libre al ordenamiento comunitario. La libertad necesita una convicción; una convicción no existe por sí misma, sino que ha de ser conquistada comunitariamente siempre de nuevo. b. Puesto que el hombre sigue siendo siempre libre y su libertad es también siempre frágil, nunca existirá en este mundo el reino del bien definitivamente consolidado. Quien promete el mundo mejor que duraría irrevocablemente para siempre, hace una falsa promesa, pues ignora la libertad humana. La libertad debe ser conquistada para el bien una y otra vez. La libre adhesión al bien nunca existe simplemente por sí misma. Si hubiera estructuras que establecieran de manera definitiva una determinada –buena– condición del mundo, se negaría la libertad del hombre, y por eso, a fin de cuentas, en modo alguno serían estructuras buenas.
  • 28. Ampliar el horizonte de la esperanza cristiana (25) • Cada nueva generación puede y debe hacer su contribución para establecer ordenamientos justos y convincentes en la estructura social. Pero esa búsqueda será siempre lenta, fatigosa e inacabada. • El cristianismo, acomplejado ante los avances científicos, ha concentrado gran parte de sus esfuerzos en el individuo y la salvación personal. De este modo ha reducido el horizonte de su esperanza y limitado su responsabilidad ante el mundo.
  • 29. Solo el amor incondicional redime al ser humano (26) • La ciencia no salva. El hombre es redimido por el amor. Nuestra propia experiencia confirma esta convicción fundamental. Pero el amor humano es frágil y el ser humano necesita amor incondicional, esa certeza de que “ni muerte, ni vida, ni ángeles ni principados, ni presente ni futuro… podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm8,38-39). • Solo la certeza absoluta de este amor absoluto puede redimir al ser humano, a todo ser humano, en cualquier situación y condición.
  • 30. Esperar la vida en plenitud (27) • Desde la experiencia de la fe podemos decir que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, está sin esperanza (Ef2,12). • Quien ha sido tocado por el amor que nos ama “hasta el extremo” (Jn13,1) empieza a entender lo que es la esperanza cristiana y a entender que “la vida eterna” es, sencillamente, vida en plenitud (Jn10,10). • Y esa vida no es vida para sí sino vida en relación con quien no muere, con quien es la fuente de la Vida y el Amor.
  • 31. En comunión con Jesús (28) • La comunión con Jesús nos impide caer en un planteamiento individualista de salvación y nos hace participar de su “ser para todos.” • Esta comunión con Jesús resulta en una inmediata responsabilidad por el otro: búsqueda de la justicia, bondad en las relaciones humanas, libertad interior respecto a bienes materiales. Vivir para Cristo (2Cor5,15) significa dejarse
  • 32. La esperanza de Agustín (29) Agustín, a pesar de la situación límite del Africa romana en la que le tocó vivir, quiso transmitir esperanza participando con todas sus fuerzas, a pesar de su carácter introvertido, en la gestión de la vida pública.
  • 33. Resumen de lo dicho hasta aquí (30-31) (Nota: Estos dos números quieren ser un resumen sencillo de las principales ideas desarrolladas en esta primera parte que hemos titulado, “Esperanza cristiana y esperanzas del mundo.” Por esa razón se recogen a continuación en su literalidad.)
  • 34. 30. Resumamos lo que hasta ahora ha aflorado en el desarrollo de nuestras reflexiones. A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. En la juventud puede ser la esperanza del amor grande y satisfactorio; la esperanza de cierta posición en la profesión, de uno u otro éxito determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar. En este sentido, la época moderna ha desarrollado la esperanza de la instauración de un mundo perfecto que parecía poder lograrse gracias a los conocimientos de la ciencia y a una política fundada científicamente. Así, la esperanza bíblica del reino de Dios ha sido reemplazada por la esperanza del reino del hombre, por la esperanza de un mundo mejor que sería el verdadero « reino de Dios ». Esta esperanza parecía ser finalmente la esperanza grande y realista, la que el hombre necesita. Ésta sería capaz de movilizar –por algún tiempo– todas las energías del hombre; este gran objetivo parecía merecer todo tipo de esfuerzos. Pero a lo largo del tiempo se vio claramente que esta esperanza se va alejando cada vez más. Ante todo se tomó conciencia de que ésta era quizás una esperanza para los hombres del mañana, pero no una esperanza para mí. Y aunque el « para todos » forme parte de la gran esperanza –no puedo ciertamente llegar a ser feliz contra o sin los otros– , es verdad que una esperanza que no se refiera a mí personalmente, ni siquiera es una verdadera esperanza. También resultó evidente que ésta era una esperanza contra la libertad, porque la situación de las realidades humanas depende en cada generación de la libre decisión de los hombres que pertenecen a ella. Si, debido a las condiciones y a las estructuras, se les privara de esta libertad, el mundo, a fin de cuentas, no sería bueno, porque un mundo sin libertad no sería en absoluto un mundo bueno. Así, aunque sea necesario un empeño constante para mejorar el mundo, el mundo mejor del mañana no puede ser el contenido propio y suficiente de nuestra esperanza. A este propósito se plantea siempre la pregunta: ¿Cuándo es « mejor » el mundo? ¿Qué es lo que lo hace bueno? ¿Según qué criterio se puede valorar si es bueno? ¿Y por qué vías se puede alcanzar esta «
  • 35. 31. Más aún: nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es « realmente » vida. Trataremos de concretar más esta idea en la última parte, fijando nuestra atención en algunos « lugares » de aprendizaje y ejercicio práctico de la esperanza.
  • 36. SEGUNDA PARTE LUGARES DE APRENDIZAJE Y EJERCICIO DE LA ESPERANZA La oración (32-34) El actuar y el sufrir (35-40) El juicio (41-48)
  • 37. La oración, escuela de esperanza (32-34) Cuando nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Si no puedo hablar con nadie, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si nadie puede ayudarme, El puede ayudarme. Quien reza no está totalmente solo. Agustín ilustra de forma bella la relación entre oración y esperanza. Define la oración como un ejercicio de deseo. El hombre ha sido creado para ser colmado por Dios mismo. Pero su corazón es demasiado pequeño. Necesita ser ensanchado. Dios, retardando su don, ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y así la hace capaz de su don.” Agustín entiende así a San Pablo que dice estar lanzado a lo que está delante (Flp3,13). La oración verdadera supone purificación del vinagre interior y de su sabor, produce una apertura que recibe el don de Dios y resulta en apertura a los demás. La oración enseña a purificar deseos y esperanzas de las mentiras con las que nos engañamos a nosotros mismos. La oración debe ser personal pero también ha de estar iluminada por las grandes oraciones de la Iglesia y de los santos. De este modo nos hacemos capaces de Dios y de servir a los hombres. Así nos hacemos capaces de la gran esperanza y nos hacemos ministros de esperanzas para los demás.
  • 38. El actuar: escuela de esperanza (35) • Pero para que los esfuerzos cotidianos no nos cansen o no se conviertan en fanatismo, estos deben ser iluminados por la luz de una esperanza más grande. Una esperanza que no se acaba cuando mi debilidad física o las limitaciones de la situación histórica que me toca vivir nos dejan sin otras esperanzas. • Con nuestras fuerzas no construimos Reino de Dios sino reinos del hombre. Aquel es don y nunca es merecido. Pero nuestro esfuerzo merece la pena como trabajo para abrir al mundo a Dios. Y esto siempre tiene sentido, incluso cuando en apariencia las fuerzas hostiles son mucho más poderosas que las nuestras.
  • 39. Sufrimiento: escuela de esperanza (36) • El sufrimiento es parte de la experiencia humana. Resulta de nuestra finitud y de la gran cantidad de culpas acumuladas en la historia. • Se debe luchar contra el sufrimiento pero, por ser reflejo de nuestra limitación y de la fuerza del mal, nunca vamos a extirparlo por completo. Además en las últimas décadas ha aumentado el sufrimiento de inocentes y las dolencias psíquicas. • Nuestra esperanza incluye una salvación, don de Dios, que “quita el pecado del mundo” y nos libera del sufrimiento. Esta esperanza nos da valor para ponernos de parte del bien. Pero es esperanza y aún no es realización plena. En esta existencia “el poder de la culpa permanece como una presencia terrible, incluso para el futuro.”
  • 40. Sufrimiento: camino de crecimiento humano y cristiano(37) • La tribulación ayuda a madurar y adquiere pleno sentido en la unión con Cristo, que sufrió con amor infinito. •En algunos casos, como el del mártir vietnamita Pablo Le-Bao-Thin, la experiencia del infierno acompañado por Cristo que descendió a los infiernos, sin dejar de ser sufrimiento, se convierte en canto de alabanza.
  • 41. Actitud ante el sufrimiento: medida de humanidad (38) • La grandeza ética de una sociedad se expresa en su capacidad de compadecerse ante el sufrimiento. • Pero una sociedad no aceptará y sostendrá a los que sufren si sus miembros no lo hacen. Y éstos no lo harán si no ven en el sufrimiento un sentido, un camino de maduración. Cuando el sufrimiento es vivido junto a otros, queda traspasado por la luz del amor y adquiere así un sentido nuevo. • La defensa del bien, de la verdad y de la justicia conlleva en muchas situaciones una dosis de sufrimiento. Si el único valor es mi bienestar, si nadie quiere arriesgar nada por defender lo justo, nuestra vida se convierte en una gran mentira. • Además el amor verdadero es fuente de sufrimiento porque exige renuncias de mi yo, en las que me dejo modelar y aprendo a madurar. De otro modo no es amor sino egoísmo disfrazado.
  • 42. Sentido cristiano del sufrimiento (39) • El cristianismo ha demostrado históricamente su capacidad de dar sentido a estos modos de sufrir decisivos para la humanidad. La compasión de Dios manifestada en la vida y en la muerte de Cristo entra en cada sufrimiento como “con-solatio”, como consuelo del amor cercano de Dios que hace surgir la estrella de la esperanza.
  • 43. “Ofrecer” los propios sufrimientos (40) • La espiritualidad tradicional animaba a los creyentes a “ofrecer” contrariedades y sufrimientos personales, • dándoles así un sentido religioso. •Ese “ofrecer” era un modo de conectar sus dificultades con el gran tesoro de compasión que necesita el género humano, de integrarlas en el gran océano de “compasión” de Cristo.
  • 44. Juicio: lugar de aprendizaje y ejercicio de esperanza (41) El credo concluye con estas palabras sobre Cristo: “de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos.”  Desde los primeros tiempos la perspectiva del juicio ha influido en los cristianos: 1. Como llamada a la conciencia para ordenar su vida presente. 2. Como esperanza en la justicia de Dios.
  • 45. Una justicia imposible (42) • En la época moderna la idea cristiana del juicio final se ha debilitado y se ha visto transformada en algo diferente. • Se dice: un mundo con tanta injusticia no puede ser la obra de un Dios bueno. La búsqueda moral de una sociedad justa lleva a cuestionar a Dios. Y ya que no hay un Dios que cree justicia, el mismo ser humano está llamado a restablecerla. •Si la protesta contra Dios es comprensible, la pretensión de que la humanidad pueda y deba hacer lo que ningún Dios hace o puede hacer, es presuntuosa e intrínsecamente falsa. No por casualidad de esta premisa se han derivado las más grandes crueldades y violaciones de la justicia. •Un mundo condenado a crear justicia por sí mismo es un mundo sin esperanza. Nadie ni nada responde al sufrimiento de los siglos. Nadie ni nada asegura contra el cinismo del poder que se oculta tras diversos revestimientos ideológicos.
  • 46. Juicio final como justicia plena (43) •Nuestra confianza en la justicia divina se asienta en la vida, muerte y resurrección de Cristo: Dios sabe crear justicia de un modo que nosotros no somos capaces de comprender del todo pero que, sin embargo, podemos intuir en la fe. •la historia no puede ser la última palabra La fe en el juicio final es ante todo esperanza en el triunfo definitivo de la justicia: “estoy convencido de que la cuestión de la justicia es el argumento esencial o, en todo caso, el argumento más fuerte a favor de la vida eterna.” La búsqueda de la plenitud que aquí no alcanzamos y de la inmortalidad del amor que esperamos, son dos motivos importantes para creer en la vida eterna. Pero la necesidad del retorno de Cristo llega a ser plenamente convincente sólo desde la convicción de que la injusticia de
  • 47. Juicio final: esperanza, responsabilidad y gracia (44) • Así pues el juicio final, más que producir terror, es la imagen decisiva de la • esperanza. Eso sí, al mismo tiempo exige responsabilidad. • Dios es justicia y crea justicia. Pero en su justicia hay también gracia. Ambas –justicia y gracia- han de ser vistas en una relación equilibrada. La gracia no excluye la justicia. No es un cepillo que borra todo, desdibujando lo que cada cual ha hecho en la tierra. • En la parábola del rico Epulón (Lc16,19-31) Jesús nos presenta la imagen de un alma que ha cavado ella misma un foso infranqueable entre sí y el pobre: el foso de su cerrazón, el foso del olvido del otro y de la incapacidad para amar.
  • 48. La vida entera ante el juez (45- 46) • Tras la muerte, la vida del ser humano está toda ella ante el Juez. Su opción puede tener distintas formas: – Puede haberse destruido totalmente el deseo de verdad y la disponibilidad para el amor. – Puede haber personas purísimas, completamente abiertas al prójimo que se han dejado impregnar completamente por Dios. – La mayoría estaremos entre estos dos extremos: serán personas abiertas a la verdad en su ser íntimo pero con mucha suciedad acumulada en una vida con muchas decisiones que recubren esa pureza. • San Pablo (1Cor3,12-15) nos dice que los cristianos construimos sobre Jesucristo, cimiento común, casas de mayor o menor calidad. Esas construcciones serán probadas a fuego en el juicio. Algunas resistirán y otras sufrirán daño.
  • 49. Juicio final: encuentro de fuego con Cristo (47) • Así se entiende mejor la relación “justicia-gracia”: nuestro modo de vivir no es irrelevante pero nuestra inmundicia no nos ensucia eternamente, al menos si permanecemos orientados a Cristo que con su pasión y cruz ya ha quemado esa suciedad. Si este encuentro fuera solamente gracia, lo terrenal sería irrelevante. Si fuera solo justicia, el juicio sería motivo de temor. Esperamos nuestra salvación “con temor y temblor” (Fil2,12). Pero la realidad de la gracia nos permite encaminarnos con confianza al encuentro con el juez, que también es nuestro abogado (1Jn2,1).
  • 50. Rezar por los difuntos (48) La tradición cristiana ha defendido siempre que el amor llega más allá de la muerte, que es posible un recíproco dar y recibir a ambos lados de lo que para muchos es una barrera infranqueable, que por la Eucaristía, la oración y la limosna las almas de los difuntos pueden tener consuelo y alivio. Ahora bien, si el purgatorio es una experiencia de purificación en el fuego que es Cristo, ¿cómo puede intervenir un tercero, por mucho que sea cercano? •Nadie vive solo, ninguno peca solo, nadie se salva solo. Mi vida entra en la de los demás, tanto en el bien como en el mal. Por eso la intercesión por otra persona tiene sentido incluso después de la muerte. En el entramado del ser mi gratitud, mi oración puede significar parte de su purificación. •Así se aclara otro aspecto de la esperanza cristiana: nuestra esperanza es siempre y esencialmente esperanza para los otros. Solo así será también esperanza para mí. El cristiano no debe preguntar solo por su propia salvación. El camino más pleno de la salvación personal es siempre este: ¿qué puedo hacer para que otros se salven, para que también para ellos surja la estrella de la esperanza?
  • 51. María, estrella de la esperanza (49) • La vida es un viaje a través de un borrascoso mar. ¿Quién mejor que María, la “estrella del mar” para orientar esa travesía? • Invoquemos confianza a la que con su “sí” abrió en el mundo una esperanza que no defrauda, un sí que inauguró un reino distinto al esperado pero que iniciado en la encarnación de Cristo ya nunca tendrá fin. • María, madre de Dios y madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. “Stella maris”, brilla sobre nosotros y guía nuestro camino.