1) El documento describe 10 características clave de la misión de los discípulos-misioneros de Jesús en el mundo, incluyendo tener una identidad propia, valorar lo cotidiano, y vivir una vida contemplativa. 2) También enfatiza la importancia de un seguimiento radical a Jesús, mostrar ternura y misericordia, alimentar la esperanza, y practicar la solidaridad. 3) Finalmente, destaca la necesidad de tener una conciencia misionera, ecuménica y universal que reconozca la diversidad de culturas.
1. CARACTERÍSTICAS DE LA MISIÓN (PONENCIA P. LAUREN FERNANDEZ)
(Desde el Documento de Aparecida, el CAM3 y los cuestionarios HMA y SDB América)
Estar en el mundo sin ser del mundo define nuestras presencias. “No te pido que los saques
del mundo, sino que los preserves del mal” (Jn 17,14-15).
Mirar el mundo con realismo y amor… Somos llamados para escuchar la Palabra, para
iluminar la realidad que nos rodea y en la que viven nuestras comunidades. Esto requiere una
profunda experiencia de Dios, identidad de congregación, madurez humana, ubicación en el
lugar geográfico, social, cultural, espiritual y teológico.
La presencia del discípulo-misionero de Jesús en el mundo está marcada con algunas
características (como 10 mandamientos) que vemos a continuación.
1- Identidad propia
Las sociedades se componen de grupos claramente identificados. Así, los creyentes
tenemos que identificarnos como seguidores de Jesús, como discípulos y misioneros suyos.
Nuestras limitaciones y debilidades nos recuerdan la importancia de la conversión contínua
para ser mejores discípulos y misioneros.
Nuestra identidad nace de la profunda experiencia de Dios, en Cristo y con la fuerza del
Espíritu, de la fe sólida y coherente, frente al mercado religioso reinante.
La vivencia Pascual: muerte y resurrección alimentan y dan sentido a nuestras renuncias,
sacrificios, luchas, esfuerzos… a nuestras utopías: “Acabar con las cruces del mundo…”,
“destruir las cruces que someten a los esclavos…”
Apoyar organismos que luchan contra las violencias del sistema porque “otro mundo es
posible”.
2- Valorar lo cotidiano
Dios se revela en lo cotidiano de nuestras vidas… se manifiesta en los acontecimientos
comunes y en las personas: en las situaciones más humildes y en las más complejas de la
comunidad.
Como religiosos/as tenemos la tarea de ayuda a descubrir la presencia de Dios en todos los
acontecimientos de la vida y de la historia, aprender a discernir la voluntad de Dios, y a
comprometernos con acciones en la construcción del Reino.
3- Vida contemplativa
La “llama misionera se mantiene viva” en la contemplación que se da en el encuentro con
Dios, con uno mismo, con el otro y con el entorno. Para ello, necesitamos que la Palabra de
Dios nos penetre profundamente para transformarnos. La L.D. es un instrumento valioso que
alimenta diariamente la lámpara de nuestra llama misionera.
La contemplación nos lleva a la mística y a la profecía, a ser discípulos y misioneros de
Jesús, a dar un testimonio significativo con nuestra vida y acción. La contemplación alimenta
nuestro compromiso diario en la transformación de la realidad para una vida más digna y justa,
fraterna y comunitaria y que en la fe celebra la presencia de Dios en medio nuestro. Ser místicos
y profetas es vivir apasionadamente el seguimiento y la misión de Jesús.
4- Seguimiento radical a Jesús
Ser discípulo requiere una respuesta de amor. “Te seguiré a donde quiera que vayas…
(Lc 9,57). Esta respuesta de amor a Cristo solo la puede dar el discípulo que se ha
“configurado con Él”. Así, la centralidad del mandamiento del amor será el distintivo de todo
discípulo-misionero, y el distintivo de la Iglesia y de toda comunidad discípula-misionera. El
testimonio del amor y caridad fraterna será el primero y principal anuncio.
2. Identificarse con Cristo es asumir la cruz y el destino del maestro: “Si alguno quiere venir
en pos de mí…” (Mc 8,32). Asumir estilos de presencias ocultas y de servicios, rechazando la
vanagloria, los protagonismos y triunfalismos.
El seguimiento radical a Jesús requiere de los misioneros/as de hoy un compromiso con los
más pobres y marginados de la sociedad y de la Iglesia para juntos luchar por la liberación de
todas las esclavitudes.
5- La ternura y la misericordia
Este es uno de los principales componentes en el “sistema preventivo”. Todos los
discípulos-misioneros necesitamos ser testimonio de la ternura y misericordia de Dios en este
mundo tan carente de ellas. La ternura y la misericordia hacen creíble la evangelización.
Los rostros sufrientes de Cristo en nuestro continente americano necesitan de la ternura y
de la misericordia de los misioneros, expresión de la bondad y ternura de Dios. Así, hacemos
vida la bienaventuranza: “Felices los misericordiosos porque serán tratados con misericordia”
(Mt 5,7) y optaremos por los últimos: “Todo lo que hiciste con estos más pequeños, lo hiciste
conmigo” (Mt 25,45). Se trata de optar siempre por los débiles, por los que el mundo deshecha.
6- Alimentar la esperanza
Dice un refrán: “Más vale encender un fósforo o cerilla, que criticar las tinieblas”. Los
análisis de la realidad son muy útiles y necesarios, pero junto a ellos es importante alimentar
sueños y utopías, mirar con esperanza los esfuerzos en transformar la realidad de injusticia,
violencia y miseria que nos rodea.
Ante las dificultades para seguir esperando nos animan las palabras de Jesús: “Ánimo yo he
vencido al mundo”. Nos anima la esperanza de los pobres que comienzan a hablar, actuar,
organizarse; de los misioneros presentes en medio del pueblo que acompañan procesos de
organización y de superación entre grupos marginados.
“Alimentar la esperanza de los pobres exige presencia, visión e intervención de los
discípulos misioneros como actores sociales… La Iglesia de América Latina y del Caribe tiene
que intervenir con señales de justicia en el mundo injusto y lanzar las semillas del Reino. La
Iglesia en Aparecida asumió esa intervención y ruptura como servicio a los pobres. Prometió no
solo ser abogada de los pobres, sino su casa. Como casa de los pobres, la Iglesia será la casa de
la esperanza” (Mons. Erwin Krautler, en CAM 3).
7- La solidaridad
Nuestras prácticas solidarias se ven reducidas en ocasiones a prácticas de caridad que no
ayudan al crecimiento de las personas. Podemos hablar de tres tipos de acciones: paternalistas,
reformistas y transformadoras.
Las paternalistas son aquellas en las que los destinatarios de la acción solo participan en la
acción como objetos que reciben; no crecen y se crea dependencia del sujeto que planificó y
ejecutó la acción que llama “Solidaria”.
Las reformistas son las acciones donde los destinatarios participaron como contraparte de la
acción, pero dependen del sujeto que planificó y controló buena parte de la acción que llama
“solidaria”.
En las transformadoras, el que toma la iniciativa de la acción solidaria la pone a
consideración de los destinatarios y juntos la planifican, administran y ejecutan. Los
destinatarios se hacen sujetos y dueños de la actividad solidaria y crecen con ella.
“La solidaridad debería ser el lenguaje privilegiado para hablar de Dios en el siglo XXI.
Gastados los discursos y condenadas a la irrelevancia las grandes teologías de pretensiones
universales, la acción solidaria se abre espacio para revelar el misterio del gran otro, sensible a
la cotidianidad de la vida y al mismo tiempo a los grandes desafíos de una humanidad llevada al
límite de su sostenibilidad por la ambición, la competitividad y la avaricia”. (Revista Testimonio
Nº 229, pág. 80).
3. 8- La realidad pluricultural
En el actual contexto social, la comprensión de la realidad se ha vuelto relativa, compleja y
opaca. Los criterios unilaterales y parciales para abordar el mundo no logran una comprensión
total de la realidad, generando una crisis de los criterios de ser y estar en el mundo, una crisis
cultural, que lejos de entablar el diálogo cultural impone tensión y conflicto.
Este contexto está marcado por profundos y vertiginosos cambios con alcance global,
determinados por el desarrollo científico-tecnológico guiado por los valores del mercado global.
Su nivel más profundo es el cultural, en el que no sólo desaparece y se rechaza una
concepción integral moderna del ser humano, la que a juicio de muchos merece ser rechazada
por intolerante y opresora de las concepciones culturales de los pueblos oprimidos; también
desaparece la posibilidad del diálogo y mutuo enriquecimiento de las culturas, pues se les niega
su capacidad de portadoras de vida y humanidad, se las condena al fraccionamiento y se las
lleva a una acción de supervivencia en la sociedad del fraccionamiento y de la relativización.
Pese a esto la variedad de las culturas latinoamericanas, desde las más originarias hasta las
que, con el paso de la historia y el mestizaje se han ido sedimentando en las naciones, las
familias, los grupos sociales, las instituciones educativas y la convivencia cívica, las valoramos
como un don de singular riqueza.
Las culturas indígenas con su profundo apego a la tierra y a la vida comunitaria, con su
búsqueda contemplativa de Dios presente en el cosmos, sosteniendo y ofreciendo vida. Las
afrodescendientes con su expresividad corporal, el arraigo familiar y su sentido vital de Dios.
Los mestizos, y su capacidad de síntesis de las diversas culturas originarias, facilitando el
diálogo de las respectivas cosmovisiones y permitiendo su convergencia en una historia
compartida. Culturas caracterizadas por la marginación y la exclusión social y política.
La fe sólo es adecuadamente profesada, entendida y vivida, cuando penetra profundamente
en el substrato cultural de un pueblo. Ello evidencia la importancia de la cultura para la
evangelización. Pues la salvación aportada y ofrecida en Jesucristo es y quiere ser luz y fuerza
para todos los anhelos, y situaciones de gozo o sufrimiento, presentes en las culturas de nuestros
los pueblos.
En la era de la globalización neoliberal se verifica, a nivel masivo, una especie de nueva
colonización cultural por la imposición de culturas artificiales, que desprecian las culturas
locales y tienden a imponer una cultura homogeneizada en todos los sectores.
Con la presencia más protagónica de la Sociedad Civil y la irrupción de nuevos actores
sociales, como son los indígenas, los afroamericanos, las mujeres, los profesionales, una
extendida clase media y los sectores marginados organizados, se está fortaleciendo la
democracia participativa, y se están creando mayores espacios de participación política. Estos
grupos están tomando conciencia del poder que tienen entre manos y de la posibilidad de
generar cambios importantes para el logro de políticas públicas más justas, que reviertan su
situación de exclusión.
La ciudad se ha convertido en el lugar propio de nuevas culturas que se están gestando e
imponiendo con un nuevo lenguaje y una nueva simbología. Esta mentalidad urbana se extiende
también al mismo mundo rural.
Los discípulos, quienes por esencia somos misioneros en virtud del Bautismo y la
Confirmación, nos formamos con un corazón universal, abierto a todas las culturas y a todas las
verdades, cultivando nuestra capacidad de contacto humano y de diálogo.
9- Conciencia misionera
La Buena Nueva exige que los creyentes sean generosos misioneros. No es conveniente
descansar y vivir de los primeros resultados obtenidos. Los Evangelios nos muestran a Jesús y a
sus discípulos preocupados por la evangelización: la gente los busca, tienen hambre de la
palabra y ellos no son indiferentes; tienen conciencia de que su misión es anunciar la Buena
Noticia a otros pueblos.
4. Jesús no se deja atrapar por el entusiasmo agradecido del pueblo, y como si no les hubiese
escuchado a sus discípulos que le informan que toda la gente lo busca Jesús les dice que deben
ir a otros pueblos donde no ha sido anunciado el Reino. ¿Cuántos de nuestros misioneros y
agentes de pastoral se cierran a la posibilidad de salir más allá de las comunidades en que
trabajan y disfrutan de la admiración de los fieles?
10- Conciencia ecuménica y universal
Dios eligió a Israel como a su pueblo, e Israel lo entendió como un privilegio, se creyó el
único pueblo de Dios e inventó falsas divisiones, que hacían que unos pocos se apropiaran de
Dios y su Palabra. Estos guardaban celosamente sus privilegios, creando élites separadas de las
grandes mayorías. La mentalidad de estos privilegiados no estaba abierta a otros pueblos,
creencias y culturas. Todo lo contrario, se creían los únicos guardianes de las verdades
reveladas por Dios en el mundo. Ellos eran los únicos destinatarios de los bienes de la
salvación. Esta mentalidad estrecha y cerrada fue combatida por el mismo Jesús, quien con su
práctica misionera rompió este esquema y llegó a todos, con una práctica universal y supera las
divisiones entre:
– Prójimo y no prójimo: obrar como el samaritano, prójimo es todo aquel a quien uno se
aproxima (Lc 10,29-37).
– Judío y extranjero: Jesús atiende el pedido del centurión (Lc 7,6-10) y de la cananea
(Mt 15,21-28).
– Santo y pecador: acoge a Zaqueo y rebate las críticas de los fariseos (Mc 2,15-17).
– Puro e impuro: Jesús cuestiona, critica y hasta ridiculiza la ley de la pureza legal (Mt
23,23-24; Mc 7,13-23).
– Obras santas y profanas: limosna (Mt 6,1-4), oración (Mt 6,5-8) y ayuno (Mt 6,16-18)
son redimensionados.
– Tiempo sagrado y profano: Jesús coloca el sábado al servicio del ser humano (Mc
2,27; Jn 7,23).
– Lugar sagrado y profano: Jesús relativiza el templo; Dios puede ser adorado en
cualquier lugar (Jn 4,21-24; 2,19; Mc 13,2; Jn 2,19).
– Rico y pobre: denuncia el escándalo del abismo que separa al rico del pobre (Lc
16,19-31).
Por otro lado vemos que Jesús vino a traernos otro tipo de divisiones provocadas por los que
con él, se comprometen en la construcción del Reino. Jesús invita a la gente a definirse frente a
los nuevos valores del amor y la justicia. Algunos lo aceptan, otros lo rechazan. El es señal de
contradicción (Lc 2,34). Crea nuevas divisiones (Mt 10,34-36). A quienes quieren seguirlo les
advierte que se preparen, irán a sufrir la misma contradicción (Mt 10,25).
P. Lauren Fernández