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Investigación utilitarismo
1. Investigación
Utilitarismo como corriente filosófica
Concepto: En este sentido tenemos que dejar patente que se trata de una palabra que tiene
su origen etimológico en el latín. Así, podemos ver que se encuentra conformada por dos
partes latinas: el vocablo utilitas, que puede traducirse como “cualidad de útil”, y el
sufijo –ismo, que equivale a “doctrina”.
El utilitarismo es una doctrina filosófica que sitúa a la utilidad como principio de la moral.
Es un sistema ético teleológico que determina la concepción moral en base al resultado
final.
Una de las éticas filosóficas más importantes del siglo XIX fue el utilitarismo que,
podemos dejar patente, tiene entre sus principios fundamentales lo que se conoce como
bienestar social. Todo ello sin olvidar tampoco otra de sus máximas u objetivos más
relevantes como sería el caso del fomento del conjunto de las libertades.
Los resultados, por lo tanto, son la base al utilitarismo.
La ética utilitarista es una de las filosofías morales más importantes del siglo XIX. Antes
de explicarla, observamos que pasamos de la Edad Moderna (de los siglos XV al XVIII)
a la Edad Contemporánea.
Año de su Creación: Al igual que las dos éticas anteriores se puede incluir el utilitarismo
en las "éticas de la conciencia". El utilitarismo es heredero directo de la ética de Hume y
de los filósofos empiristas. Ya vimos cómo Hume ya usó el término "utilidad". Los
utilitaristas, como su propio nombre indica, hablan de la "utilidad" de aquello que da
"placer". Todos los seres humanos buscan "placer" en sus actividades de un modo u otro.
Los utilitaristas consideran que una acción será tanto más benigna moralmente cuanto
más placer genere a la mayor cantidad posible de gente. Hay que tener en cuenta el
contexto histórico en el que se da el utilitarismo y la pertinencia social del mismo. Europa
está cambiando del antiguo régimen de poderes absolutos y sociedades jerarquizadas a
regímenes más o menos democráticos en los que se defiende el liberalismo político y
económico. El utilitarismo es una corriente ética muy unida a este liberalismo. Las
sociedades quieren más libertad, desean romper las barreras sociales del antiguo régimen,
contemplan mayor movilidad social y bienestar para toda la población. Un tema
interesante, que rebasa nuestra intención aquí, es el de ver cómo este liberalismo creará
nuevas barreras sociales ligadas a una economía ultracapitalista y precisará de la reacción
de movimientos reivindicativos de los trabajadores, como es el caso del socialismo
Uno de los Precursores: Jeremy Bentham (1748-1832) fue un afamado filósofo,
jurista y político inglés. En su consideración de la utilidad del placer subrayó la
importancia de la imparcialidad para considerar a todo ser humano como ser a tener en
cuenta en su búsqueda de placer. Esto es algo que rompía con el tradicionalismo clasista
de las sociedades antiguas. Significaba que una sociedad no ha de valorar como superior
el placer de una persona por ser aristócrata, o por ser más adinerado que otra persona no
aristócrata o con poco dinero. Entre sus obras destacamos "Introducción a los principios
de la moral y de la legislación".
2. Entonces, lo bueno moralmente sería buscar aquello que diera mayor placer a la mayor
cantidad de gente sin importar su extracción social. Para ello Bentham ideó una serie de
reglas de cálculo de placeres. Esto a simple vista es fácil de entender y es muy conciliable
con la mentalidad democrática actual. No obstante, surgieron problemas con este cálculo:
primero, cómo calcular el grado de placer de cada individuo de modo cabal, siendo como
es la vivencia del placer algo tan personal, tan subjetivo, y cómo "sumar" experiencias
que, al ser tan personales, son dificilmente equiparables. Otro problema importante era el
relacionado con la posible calidad de los tipos de placeres; aunque Bentham no se
pronunció sobre ello parecía claro que aún considerando valioso por igual el placer de
todas las personas, sin distingos de clases, los seres humanos culturalmente dan más valor
social y/o moral a unos placeres que a otros, por tanto tal vez debería hacerse una
clasificación lo más objetiva posible de calidades morales de los distintos tipos de
placeres.
En la solución de este problema de las calidades de los placeres destacó el
utilitarista John Stuart Mill (1806-1873), filósofo, político y economista inglés. Stuart
Mill recogió la teoría de Bentham, la estudió y la complementó con aportaciones
originales. Una de sus obras más importantes se titula precisamente "Utilitarismo". Hay
una frase de Stuart Mill que se ha hecho famosa: "Prefiero ser un Sócrates insatisfecho
antes que un cerdo satisfecho", lo que, de modo muy expresivo, viene a querer decir que
no todo placer es deseable ni personal ni colectivamente. En el cálculo de placeres además
de tener en cuenta a la sociedad en su totalidad hay que tener en cuenta la pertinencia
moral de la calidad del placer. Claro, que para ello, como dijo Stuart Mill, los miembros
de la sociedad han de estar bien informados, bien instruidos y educados, y sin
imposiciones, desde la libertad como valor importante, han de poder descubrir y elegir
aquellos placeres de más valor, que les realizarán más como personas tanto a nivel
individual, buscándolos individualmente, como a nivel colectivo, fomentándolos
solidariamente.
En el siglo actual el utilitarismo está muy presente, a través de corrientes éticas y
filosóficas estrechamente relacionadas, como son el neo utilitarismo, o el pragmatismo
(cuyo origen filosófico está en el siglo XIX, particularmente en Estados Unidos).
EL UTILITARISMO EN EL XIX.
Por utilitarismo se entiende una concepción de la moral según la cual lo bueno no es
sino lo útil, convirtiéndose, en consecuencia, el principio de utilidad en el principio
fundamental, según el cual juzgar la moralidad de nuestros actos. Es posible
encontrar algunos esbozos de la doctrina utilitarista en A. Smith, R. Malthus y D.
Ricardo, si bien se trata de una doctrina moral y social que halla sus principales
teóricos en J. Bentham, James Mill y J. Stuart Mill. Para estos autores, de lo que se
trata es de convertir la moral en ciencia positiva, capaz de permitir la transformación
social hacia la felicidad colectiva.
3. J. Bentham, como hiciera el epicureísmo, estoicismo y Espinosa, considera que las
dos motivaciones básicas, que dirigen o determinan la conducta humana, son
el placer y el dolor. El ser humano, como cualquier organismo vivo, tiende a buscar
el placer y a evitar el dolor. Sólo dichas tendencias constituyen algo real y, por ello,
pueden convertirse en un principio inconmovible de la moralidad: lo bueno y el deber
moral han de definirse en relación a lo que produce mayor placer individual o del
mayor número de personas. Decir que un comportamiento es bueno, significa que
produce más placer que dolor. Al margen de esto, según Bentham, los conceptos
morales no son sino entidades ficticias. La felicidad misma no sería sino existencia
de placer y ausencia de dolor. Bentham complementa este postulado básico con la
aceptación de los siguientes supuestos o principios, que constituyen su sistema: 1)
que el objeto propio del deseo es el placer y la ausencia de dolor (colocando así el
egoísmo o interés propio como el fundamento del comportamiento moral); 2) que
todos los placeres son cualitativamente idénticos y, en consecuencia, su única
diferenciación es cuantitativa (según intensidad, duración, capacidad de generar
otros placeres, pureza –medida en que no contienen dolor–, cantidad de personas a
las que afecta, etc.); y 3) los placeres de las distintas personas
son conmensurables entre sí. En otros términos, si el segundo principio suponía una
indiferenciación cualitativa de los placeres para un mismo individuo, este afirma una
indiferenciación cualitativa inter individuos. En efecto, si el origen o la modalidad
de la sensación placentera (como la del dolor) son variables irrelevantes, el bien
global de una persona cualquiera queda determinado unívocamente por el sumatorio
de las magnitudes de las distintas modalidades de sensación. Esto tiene también un
corolario, y es que, si lo dicho se asume consecuentemente y la tendencia natural de
todo ser humano es hacia la maximización de su placer y minimización del dolor, los
medios elegidos para ello son irrelevantes prima facie. La cláusula prima facie indica
no que cualquier medio sea bueno, sino que (siendo las consecuencias las mismas –
en términos de satisfacción–) la elección de uno u otro sería moralmente indiferente.
Hechas estas asunciones, es fácil ver que los asuntos morales podrían dirimirse
fácilmente recurriendo a un simple cálculo utilitarista de las opciones o alternativas
de acción puestas en juego. Finalmente, la atención hacia otras personas
(denominada en los sistemas morales tradicionales bajo los términos de altruismo,
bondad, amor, etc.) tiene cabida en el sistema de Bentham, pero en la medida en que
satisfagan los postulados anteriormente mencionados, es decir, en cuanto
contribuyan a la satisfacción del interés propio. En la medida en que una persona
necesita ser amada, para así eliminar el dolor de su soledad, en esa misma medida
debe ocuparse de los demás, con el fin de que los demás también se ocupen de uno:
los deberes para con los demás, son deberes en la medida en que los demás nos
puedan resultar útiles.
J. Stuart Mill, por su parte, asume la máxima general utilitarista, según la cual, la
tendencia natural de todo individuo hacia la felicidad presupone el esfuerzo por
aumentar el placer y disminuir el dolor. Sin embargo, nocoincide con Bentham en la
necesidad de admitir los tres principios anteriormente citados. Respecto al primero
4. arguye que la felicidad propia no es alcanzable totalmente sin, de una u otra forma,
procurar también la felicidad de los demás. Además, Mill admite el sacrificio, la
renuncia o el comportamiento, en general, no interesado como una actitud moral que,
en ciertas circunstancias, puede coincidir con la propia teoría utilitarista (matizando
que dicho sacrificio no constituye un bien en sí mismo, sino un bien en la medida en
que contribuya a la felicidad de los demás). Así, en El Utilitarismo, se nos dice: «En
la norma áurea de Jesús de Nazaret, leemos todo el espíritu de la ética utilitarista:
"Haz como querrías que hicieran contigo y ama a tu prójimo como a ti mismo"».
Respecto a lo segundo, Mill no cree en una indiferenciación cualitativa de los
placeres; al contrario, habla de la necesidad de distinguir placeres superiores de otros
inferiores. Finalmente, reconoce que si esta diferenciación cualitativa debe
observarse en una misma persona, ya no podemos hablar coherentemente de
la comparabilidad de los placeres entre diferentes personas. Ciertamente, es
preferible (moral y utilitariamente hablando) una persona que ha conquistado los
placeres intelectivos, aunque insatisfecha en otros terrenos, a una satisfecha en los
placeres sensoriales, pero vacía de los contemplativos. En este punto, el utilitarismo
de Mill tiene rasgos de Aristotelismo, epicureísmo (que no hedonismo craso) y
estoicismo innegables.
Estas diferencias entre los sistemas de Bentham y Mill, ha permitido que se distingan
entre dos actitudes utilitaristas subyacentes a cada sistema: un utilitarismo
psicológico (Bentham) que pretende el análisis desapasionado —y no desprovisto de
cierta ironía— de las motivaciones del comportamiento individual y colectivo, y
un utilitarismo idealista (Mill) cuya pretensión es destacar que ciertos valores éticos
tradicionales (libertad, compasión, igualdad, etc.) son lo que más
conviene (utilitaristamente hablando) al ser humano.
UTILITARISMO RACIONALISTA.
El utilitarismo es aquella concepción según la cual bondad y utilidad coinciden y, en
consecuencia, también deber y utilidad. Esta idea, no obstante, tiene sus dificultades.
En efecto, la utilidad es una relación triádica entre aquello de lo que se dice la
utilidad, los intereses de la persona respecto de los cuales se dice ser útil aquello, y
la circunstancia en la que se lleva a cabo la valoración o cálculo de utilidades. Siendo
esto así, cabe legítimamente hacerse algunas de las siguientes preguntas: a) ¿útil para
quién?; b) ¿respecto a qué intereses?; c) ¿no puede esta concepción confundir
intereses personales o colectivos con postulados morales?; d) ¿cómo justificar, en
última instancia, lo que es moralmente correcto hacer, a partir de cálculos utilitarios
sobre opciones particulares?; e) ¿no nos lleva el utilitarismo a un relativismo ético
absoluto, al cambiar las ideas y los sentimientos de una sociedad en la distancia y en
el tiempo?; etc. En vistas a solucionar estas dificultades, el utilitarismo tradicional
ha adoptado en la actualidad la forma de un utilitarismo racionalista, según el cual
los principios y valores morales coinciden, en última instancia, con los criterios
racionales de un, así denominado, «egoísmo ilustrado».
5. Esta nueva forma de utilitarismo, ha adoptado los métodos de análisis propios de las
teorías matemáticas de la decisión y de la teoría de juegos. Algunos autores
significativos dentro de esta original forma de análisis ético, son J. Rawls (quien
elabora una teoría de la /justicia, basándose en tales modelos de investigación), J. C.
Harsanyi (para quien los juicios correctos acerca de la justicia derivan de una
situación de imparcialidad e igualdad de oportunidades, ambas definidas según el
aparato formal de la teoría de la decisión y juegos), D. Gauthier y D. Parfit (quienes
han analizado la moralidad como resultado de la conducta racional, en contextos de
interacción estratégica), etc.
Esquemáticamente, los argumentos del utilitarismo racionalista respecto a las
dificultades señaladas, podemos enumerarlos como sigue: a) Dada la naturaleza
comunitaria de la existencia de cada /persona, todo lo que favorece los intereses
comunitarios es, a fortiori, algo que favorece el interés individual. De donde se sigue,
por ejemplo, que (racionalmente) nadie estaría interesado en comportamientos que
perjudiquen el /bien común y, viceversa, que toda persona (racional) estaría
interesada en promover conductas que favoreciesen el bien común. b) Aunque hay
ciertos intereses que toda persona podría satisfacer independientemente de la
cooperación de los demás, o de la situación en que otras personas se hallen, no con
todos los intereses sucede así. Es más, esto último suele suceder precisamente con
aquellos intereses personales más importantes o significativos. Así, nuestro bienestar
y felicidad depende (en muchos casos) del bienestar o felicidad de otras personas, y
no podemos ser felices a menos que estas lo sean (por ejemplo, de nuestros hijos,
amigos o, en general, de todos aquellos a quienes amamos). c) Finalmente, respecto
del presunto relativismo en que podría incurrir la ética utilitarista, hay que decir que,
pese a la influencia en la elaboración de la teoría de la racionalidad colectiva del
análisis de decisiones, en situaciones de interacción, no se excluye el postulado de
existencia de una naturaleza humana común a todos los hombres (como hiciesen
Aristóteles, el estoicismo, Espinosa, etc.), y en virtud de cuya realización deviniesen
los máximos bienes esperables y la "felicidad.
III. A MODO DE CONCLUSIÓN.
Por un lado, las tesis utilitaristas del siglo XIX (Bentham y Mill) pretendían ser, antes
que un sistema teórico abstracto, un instrumento de reforma social y política,
vinculadas a reivindicaciones de corte socialista, en una realidad caracterizada por la
explotación, la miseria o indigencia de las clases obreras (D. Ricardo) y el problema
del crecimiento indiscriminado de la población en un medio adverso (Malthus). En
este sentido, podemos considerar el utilitarismo (independientemente de las
singularidades de su sistematización teórica y de su suficiencia o no suficiencia)
como una sensibilización filosófica hacia la realidad social, y como una defensa del
/individuo frente a su disolución /ética, económica y política. Por otro lado, el
utilitarismo (en cuanto moral consecuencialista o teleológica) se opone a la moral
superflua, al /deber por el deber (ética kantiana), al dogmatismo, al precepto moral
6. que no se halla legitimado o justificado teóricamente (en función de sus
consecuencias); en definitiva, se halla opuesto a toda moralidad que obstaculiza al
hombre el gozo terreno y su felicidad. El utilitarismo, en su modalidad racionalista,
implica y fomenta asimismo el análisis y la reflexión sobre nuestra conducta moral,
el /diálogo y el /consenso (es decir, la tolerancia), sin reconocer otra instancia
superior a la razón como legitimadora de lo moralmente correcto. En otros términos,
se trata de una moral que sitúa en primer lugar la /autonomía del sujeto, dentro de un
marco de racionalidad: no de una racionalidad concreta y dogmática, sino de una
racionalidad abierta, tolerante y dialógica
En la actualidad: en la actualidad, la toma de decisiones con ética ha tomado un papel
crucial en las empresas, ya que el impacto y la trascendencia de una decisión es cada día
mayor. Existen varias razones por las cuales las empresas han visto en la ética, la manera
de mejorar sus resultados finales a través de imagen. Razones como los posibles efectos
secundarios no deseados de las decisiones empresariales, la reaparición del hombre y sus
actos como factor diferenciador de las organizaciones, el aumento del poder humano
sobre la naturaleza y surgimiento de la naturaleza y el surgimiento de la empresa como
eje del desarrollo social, le dan una alta ponderación a la decisiones éticas y morales
basada en los valore, sobre las decisiones meramente económicas.
Esther Yepez
C.I.-V: 23.845.920