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CANDILES Y JUECES.
“En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque
estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus
discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto
al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los
espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado
Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe
y Bartolomé: Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón,
el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de
paganos ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las
ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se
acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a
los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder;
ejérzanlo, pues, gratuitamente”.
1.- Muy queridos amigos:
Vayan en busca de las ovejas perdidas de Israel... ¡Este imperativo me ha
dejado pensativo durante todos estos días!
Y es que la gran mayoría de los cristianos solemos presumir de habernos dado
cuenta sobre las cosas que debemos hacer en la vida, pero, la mayor parte de
nosotros, no queremos aceptar que adolecemos por no clarificar una adecuada
jerarquización sobre aquello que se marca como una prioridad en nuestra vida:
las ovejas perdidas de nuestro propio redil.
El hacer memoria sobre la vida pública de nuestro Señor nos podrá ser útil en
nuestro discernimiento. Recuperemos algunos elementos sobre su primer
milagro y sobre su primera predicación y esto nos abrirá el entendimiento.
2.- ¿Te acuerdas sobre aquella primera señal milagrosa que realiza el Señor
en su vida pública?
¿En dónde te hubiera gustado que se iniciaran los milagros de su vida pública?
¿En qué lugar te hubiera gustado que realizara su primer hecho portentoso?
Si el Señor hubiese pedido nuestra autorizada y cualificada opinión, es posible,
que muchos de nosotros hubiésemos elegido un funeral, para que allí en medio
del dolor humano se manifestará como el único Señor de la Vida.
Otros, quizá después de nuestro discernimiento hubiésemos llegado a pensar
que el mejor espacio para su primer milagro hubiese sido en un hospital, para
que allí en medio de las discapacidades y de todo tipo de disfunciones se
pudiese contemplar que Él es el único que alivia el cuerpo y el alma.
No faltará quien de nosotros hubiese pensado que el lugar excelente para
efectuar el primer signo de su divinidad sería el desierto, para que así al
convertir el Señor la aridez y la desolación en un verde y promisorio prado, se
manifestará como Aquel que viene a recuperar la mañana de la creación en
aquel espacio que se tornó en cardos y espinas por culpa de nuestro pecado.
Seremos escasos, pero existimos algunos que pensamos que lo adecuado
hubiese sido la majestuosidad del Templo de Jerusalén, en una Liturgia
Solemne y frente al altar de los sacrificios, para que todo mundo contemplara al
Santo de los Santos que ha plantado su Tienda entre nosotros.
Podríamos engrosar nuestro elenco y, sin embargo, tenemos que comprender
la sabiduría de Dios.
3.- ¿Te acuerdas en dónde nos narra el Evangelista san Juan, como el lugar
en que se dió la inauguración de la vida pública de Jesús y la primera de sus
señales? En el contexto de una fiesta de bodas.
La vida pública de Jesucristo empieza con una fiesta de matrimonio. La plenitud
de la obra de la salvación se ha iniciado en un ambiente familiar, en un clima
doméstico, en un espacio tan cotidiano y tan,... ¡rutinario! Se trata del
nacimiento de una familia que es santificada por la presencia del Señor y por el
primer milagro.
Y, fue en ese momento, que la fiesta regresó al seno de la Familia humana.
Aquella fiesta que se perdió por culpa de este hombre que después de la
soberbia se escondía de la mirada de Dios.
En Canná de Galilea aquellas tinajas que durante tanto tiempo sirvieron para
que el hombre intentara infructuosamente purificar sus culpas ante los ojos de
Dios, se han convertido ahora en odres, para que Dios nos enseñe que Él no es
el Dios del Temor sino el Dios del Amor. El Señor quiere misericordia y no
sacrificios. El agua de las abluciones judías ha sido cambiado por el licor de la
fiesta cristiana.
4.- ¡Oye!, ¿Y te acuerdas, en dónde fue la primera de las predicaciones del
Señor?
Yo sé que ya lo sabes, pero... antes de que lo comentemos y lo compartamos
en la reflexión te quiero preguntar: ¿Qué lugar te hubiera gustado?
¿En qué lugar se podría dar la primer enseñanza? ¿Cuál es el sitio idóneo para
ofrecer el primer sermón?
Se trata ahora de elegir al auditorio, que será el receptor del primero de los
mensajes de salvación pronunciados por Aquel que es la Palabra y el Hijo
eterno del Padre.
¿Qué lugar te hubiera gustado para la primera homilía? ¿En que localidad te
hubiera agradado que se nos dieran las primeras palabras de vida eterna?
Sin lugar a dudas, algunos pensaríamos ahora en Ur de Caldea, puesto que el
Señor va a iniciar la formación del Nuevo Pueblo Elegido.
¡Ah! Ya sé,... estoy seguro, que algunos señalaríamos el Mar Rojo, ya que, con
el Señor Jesucristo se estaba iniciando un nuevo éxodo en la salida de nuestro
egipto espiritual y que trajo beneficios para todos los hombres.
Estoy seguro que otros podríamos pensar en el Monte Sinaí, como el lugar
elegido, puesto que ha sido Jesucristo el que ha perfeccionado la ley y nos ha
entregado su mandamiento nuevo.
No pocos, pensaríamos también en el Templo de Jerusalém, como el lugar
indicado para la primer enseñanza de Aquel que nos trae la Nueva Alianza en
su Cuerpo y en su Sangre.
5.- Y, sin embargo, otra vez tenemos que abrir bien los ojos para descubrir el
lugar elegido por Dios. ¿Qué lugar le gustó a Jesús para iniciar su ministerio de
enseñanza? ¿Cuál auditorio escogió para iniciar su predicación?
Se trata de esa Sinagoga en Nazareth. Se trata, ni más ni menos, que del
pueblo de su infancia. Su auditorio está formado por todos esos rostros de
gente que le han visto crecer. Ellos son las personas que le vieron en su niñez,
en su juventud y que le han visto convertirse en adulto. Se trata de sus vecinos,
de sus amigos, de sus compañeros del colegio, de la gente que le conoce y le
reconoce.
Y en la realidad ha escogido el lugar más complicado, y el público más
exigente. Se trata de aquellos con los que convivió no durante 3 años, sino a lo
largo de 3 décadas.
Ellos presumen conocer sus días y sus noches. Ellos han visto su rostro en las
alegrías y en las humanas incertidumbres. Ellos le ubican en el barrio, le han
visto cuando iba al brocal del pozo a llevar el agua para su hogar, han
frecuentado la misma Sinagoga, han ido a su taller.
Le conocen cuando en su infancia jugaba en sus parques. Se trata de aquellos
que compartían las mismas calles que andaba y desandaba cargando los
maderos para la carpintería. Le conocieron en las aulas del colegio en las que
aprendió el alefato, a contabilizar las dracmas, los ases, a conocer las medidas
de los odres y las cánones para las longitudes.
Ellos le han visto sudando en el trabajo. Su rostro les resulta familiar, también
desde su juventud, cuando al salir del taller traía residuos de serrín en sus
barbas y el polvo de la madera en sus ropas. Ellos saben perfectamente que es
“el hijo del carpintero”.
Se trata del auditorio que, hasta cierto punto, te conoce más y que te exige
más. Se trata de aquellos, que en muchas ocasiones, se van acostumbrando a
tu presencia. Aquellos que te conocen tanto, y a los que les resulta demasiado
difícil reconocer un cambio en aquellos con quienes se han familiarizado en
demasía.
¡Qué difícil es predicar en Nazareth! Y, sin embargo es allí en dónde se debe
empezar a predicar.
6.- Ahora, es el tiempo para que regresemos al Evangelio de este domingo y
para que revisemos nuestra jerarquía de prioridades. ¿En dónde debe empezar
su predicación aquel que ha sido enviado por el maestro?
Somos muchos los que preferiríamos predicar en otras latitudes, lo más lejanos
de nuestra familia.
Si nos dieran a escoger, elegiríamos ir a los mismos confines de la tierra y, si
fuera posible, hasta a otras Galaxias, pero evitaríamos el ir con las ovejas
perdidas de nuestro propio Israel.
Somos tantos, incluyéndome yo mismo, los que evangelizamos a medio mundo,
pero que nos olvidamos de nuestras ovejas perdidas. Hemos iluminado
copiosamente las calles y hemos mantenido nuestras casas en la más profunda
oscuridad. Nos hemos convertido en los jueces de otros tribunales, pero que en
nuestra propia casa fallamos al orientar.
Incongruentes somos todos nosotros que somos tan “apostólicos”, y que
olvidamos que el apostolado empieza en nuestra casa...
Es más fácil colocar una carpa en un terreno desmontado y poner unas bocinas
monumentales y ponerse a predicar a los extraños, que predicar a las ovejas
perdidas de nuestro Israel.
El Señor nos dice en este día, que en nuestro Israel están los primeros
destinatarios de nuestra predicación. ¡Oye! ¿Cómo están tus ovejas?
Allí no hay margen de engaño. Son los que te conocen, los que te han visto.
Ellos saben si eres congruente o si no lo eres. Te escucharán con atención o te
reclamarán las imprecisiones.
¿Es difícil predicarles a las ovejas de Israel? Sin lugar a dudas, es el auditorio
más exigente. Pero allí es donde tenemos que empezar.
SOLAMENTE HOY ES HOY…
“En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque
estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus
discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto
al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.
Es increíble que el tema de la mies pueda encerrar tantos puntos de reflexión.
Son apenas cuatro letras en el castellano: m-i-e-s, y podemos, a partir de este
texto, tratar el tema del Reino de Dios, de la obra redentora de Jesucristo, del
discípulado, del apostolado, de las vocaciones específicas, del trabajo humano,
de la Providencia Divina,… y podríamos seguir enumerando una extensa
temática, pero quisiera el día de hoy tomar el tema del tiempo de Dios. Y es que
el tema de la mies implica un plazo que es inaplazable dentro de un proceso y
por lo tanto dentro de una historia.
No olvides que la mies es el cereal maduro, y es por tanto el tiempo en el que el
sembradío debe ser segado y el cultivo de granos cosechado.
Se trata de una intervención de Dios en el tiempo que necesita de una
intervención del hombre en este tiempo preciso.
La Sagrada Escritura, revelación del Dios trascendente, se abre y se cierra con
anotaciones temporales: Inicia con “En el principio creó Dios el cielo y la tierra”
(Gn 1,1), y concluye con el “Sí, vengo pronto” (Ap 22,20). Dios aparece como el
primero y el último (Is 41,4; 44,6; 48,12; Ap 1,18).
Hablemos sobre el tema del tiempo, pero el tiempo entendido como el KAIRÓS,
allí en donde el tiempo deja de tener una forma vacía, y deja de ser una pura
sucesión de instantes yuxtapuestos. La Biblia logra, por tanto, conciliar la
conciencia de la trascendencia de Dios con la certeza de su intervención en la
historia, se sustrae así a una doble tentación que hemos tenido los hombres de
toda época: la de divinizar el tiempo y la de negarle al tiempo frente a Dios todo
significado.
Para el hombre bíblico, el tiempo no es una realidad opuesta a Dios, sino el
medio de que Dios se sirve para revelar su misericordia. Es por ello que en el
cristiano el tiempo tiene una importancia fundamental.
Dentro de la dimensión del tiempo se crea el mundo, en su interior se desarrolla
la historia de la salvación, que tiene su culmen en la “plenitud de los
tiempos” de la Encarnación y su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios
al final de los tiempos.
En Jesucristo, Verbo Encarnado, el tiempo llega a ser una dimensión de Dios,
que en sí mismo es eterno... De esta relación de Dios con el tiempo nace el
deber de santificarlo... (Tertio Millenio Adveniente, n. 10). Cristo es el Señor del
Tiempo. Digamos que a partir de la Encarnación, el tiempo y la eternidad se
han asociado. No se trata de que el tiempo engendre la eternidad, sino más
bien de que, en el Misterio de la Encarnación, ha sido la eternidad la que ha
fecundado el tiempo.
Llamarle al tiempo KAIRÓS, es llamarle momento precioso y salvífico. Y este
es el mensaje de la MIES, el día de la cosecha es hoy no mañana, ya que
mañana será demasiado tarde.
Aprovechemos el tiempo presente. Hoy es un día irrepetible y decisivo en
nuestra vida, el tiempo ha sido convertido por Cristo en puerta de la eternidad.
Le preguntaban los feligreses a san Agustín de Hipona en el siglo V, ¿que si
no se convertían hoy y al llegar el día de mañana ellos decidían
convertirse, también podría Dios perdonarles? A lo que el santo les
respondía en la honestidad cristiana que “sí”, pero al mismo tiempo les
preguntaba, “¿quién les aseguraba que estarían vivos mañana?”
Se dice que “el tiempo es demasiado lento para quienes esperan;
demasiado veloz para quienes temen; excesivamente largo para los que
sufren; sobradamente breve para los que gozan. Mas para aquellos que
aman, el tiempo no existe.” Y para los cristianos el tiempo es la antesala
de la eternidad.
Sería oportuno recordar el siguiente texto: “¿El dolor dura..., mucho
tiempo?”, pregunta el sacerdote que va a ser fusilado a sus ejecutores en la
novela de Graham Green, El poder y la gloria. “No, no, es cuestión de un
segundo”, le responde el teniente. “¿Y cuánto tiempo dura un segundo?...”
volvió a preguntar el sacerdote.
Por último, el tiempo se ha convertido en el lugar en el que Dios nos ha
querido ofrecer la salvación. La Biblia, revelación temporal del Dios
trascendente, se abre y se cierra con anotaciones temporales: “En el principio
creó Dios el cielo y la tierra” así inicia el Génesis, “Sí, vengo pronto”, así
concluye el Apocalípsis. Dios aparece como el primero y el último, Jesucristo es
el Alfa y la Omega de nuestra historia.
La concepción cristiana del tiempo exige, de parte nuestra, una vida recta. El
tiempo es el más implacable y, al mismo tiempo, el más insobornable de los
jueces. Diría Don Alfonso Junco que el tiempo puede ser alquimia o puede
ser ladrón. El tiempo es alquimia si transforma lo insignificante en un tesoro o
bien puede ser un ladrón si nos despoja de aquello que poseía valor en sí
mismo.
¿Por qué hemos de temerle a que lleguemos al final de nuestro camino? ¿No
es esa una condición de todo recorrido? ¿Por qué le tenemos miedo a la
muerte? Escribe Víctor Frankl en su obra Psicoanalisis y existencialismo:
“La certeza de la muerte sólo le produce espanto a quien abriga una mala
conciencia de su vida. La muerte, como final del tiempo que se vive, sólo
puede causar pavor a quien no sabe llenar el tiempo que le es dado vivir.”
Todas las cosas tienen su tiempo…
Como maestro y como sacerdote, solía decirles a mis alumnos y a los feligreses
que en lo personal prefiero, muy contrario a todos esos métodos de lectura
rápida de comprensión, que ellos tengan acceso y desarrollen la capacidad de
tener una lectura de análisis, aunque sea más lenta.
Fíjate, como hoy, en nuestra ciudad y en una gran cantidad de las más serias
instituciones educativas, está muy de moda esa lectura rápida de comprensión.
Hoy, son muchas las personas que van presumiendo, ser capaces de leer a
razón de millares de palabras por minuto y egresarán como alegres graduados
de esos planteles de lectura rápida.
Yo les he pedido a mis alumnos que no le tengan miedo a disminuir su
velocidad de lectura, e incluso, que no le tengan miedo a regresar sobre un
texto en varias ocasiones. Les exhorto, a que sean capaces de amar el idioma y
que lleguen a ser tan competentes como para que aprendan a saborear la
riqueza de la expresión en nuestro lenguaje y los giros que se posibilitan en la
expresión. ¡Esto es lo que nos permite tener una adecuada lectura e
interpretación de lo que leemos!
Contra aquellos que quieren que se lea un libro en una hora, yo he preferido la
lectura de análisis sobre la lectura de comprensión, aún cuando en este mundo
inmediatista no se valore la inversión de horas a lo que se puede leer en
minutos. Es muy posible que aquellos que hacemos una lectura de análisis en
un texto solamente hayamos aprendido a leer 50 palabras por minuto en lugar
de todos esos millares que leen otros. Pero, ¡créeme!, es también el mejor
método como para que nos capacitemos en la lectura de esos textos que
merecen una dedicada atención y para que de esa manera vayamos
aprendiendo a conocer, por primera vez, con que letras se escriben las
palabras, sí es con “ache” o sin ella, si es con “b labial” o con “v labiodental”, si
es con “ce” o con “ese” o con “zeta”, y así aprenderán el porque un escritor
eligió un tiempo y un modo verbal y no otro, un calificativo del verbo en lugar de
un calificativo del sustantivo, un vocablo y no algún otro que pudiera ser útil
como sinónimo. Pero no tenemos tiempo para hacer lectura de análisis y
solamente tenemos lecturas de comprensión.
Es posible que tú hayas leído aquella obra de Robert Jones Burdette titulada
GOLDEN DAY, en la que se nos habla de esas dos prisiones de nuestra vida:
la culpabilidad y la preocupación. La culpabilidad nos habla de la más oscura
mazmorra del pasado y la preocupación nos hace contemplar nuestra prisión
del futuro:
“No es la experiencia del día de hoy lo que vuelve locos a los hombres. Es el
remordimiento por algo que sucedió ayer, y el miedo a lo que nos pueda traer el
mañana.”
¿Cuál es el día dorado del hombre? Nuestro día dorado es este que Dios nos
está dando. No se trata de desocuparnos ni de preocuparnos, se trata de
ocuparnos de la vida. Hoy, es el día en que puedo decirle a quien amo que le
amo, ¡qué disfruto mucho del pastel y de quien me ofrece amablemente el
pastel!
Aprovechemos el tiempo, sería triste un día escribir tinta sangre en nuestra
existencia lo que Pablo Neruda escribió con tinta de imprenta en su
autobiografía: “Me declaro culpable de no haber hecho con estas manos
que me dieron, una escoba... Así fue: No se cómo se me pasó la vida sin
aprender, sin ver, sin recoger y unir los elementos. En esta hora no niego
que tuve tiempo, tuve tiempo pero no tuve manos...” Los cristianos
debemos darnos cuenta de que no es posible que estemos matando el tiempo
sin herir nuestra eternidad.
BEBE ES EL PADRE DEL HOMBRE.
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los
espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado
Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe
y Bartolomé: Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón,
el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Mil Felicidades por el Día del Padre, aprovechando la misión que el Señor le dio
a los Apóstoles para que la gente no anduviera como ovejas sin Pastor, hoy
quiero hablar acerca de la misión que han recibido los padres de familia.
Hace algunos años escuche una frase anónima que necesitó de un buen
tiempo para que un servidor en lo personal pudiera asimilarla. ¿Qué cuál es esa
frase?: El niño es el padre del hombre.
Al principio mi inexperiencia no me permitía asimilar la veracidad: ¿El niño es
el padre del hombre? Hoy la he comprendido y te quiero compartir mi
aprendizaje: Cuando por primera vez se vive en un matrimonio el nacimiento de
un bebé, aunado al nacimiento de aquel hijo se tiene que hablar del nacimiento
de un padre, es decir, al nacer un bebé se da a luz algo que antes era
inexistente en aquel hombre. La gestación de un niño es, en cierto modo, la
gestación de un padre y también de una madre: nacen en las personas
dimensiones inéditas de su personalidad.
El niño es el padre del hombre. En lo personal, siempre he considerado que
cuando Dios les concede a los esposos cristianos el regalo del amor fecundo
les está obsequiando dos regalos que están íntimamente ligados, solo que
suele acontecer que solamente uno de los dos regalos en ocasiones se percibe
y sólo ese regalo se agradece, mientras que el segundo de los obsequios al ser
ignorado no es valorado, y al no ser valorado no suele ser agradecido.
El primer gran regalo que Dios nuestro Señor les concede a los esposos con el
don de la paternidad es sin lugar a dudas el misterio sagrado y profundo en esa
posibilidad de tener a alguien en tus brazos que es la sangre de tu sangre,
alguien que es la vida de tu vida, un ser que es la herencia de tu herencia.
¿Cómo no va a ser un regalo especial este inmenso don?
¿Y cuál es el segundo regalo? –Me preguntarás- El segundo obsequio que Dios
les concede a aquellos que han recibido por primera vez el precioso don de la
vida prolongada en la descendencia es el de un sentimiento que Dios permite
que puedan experimentar un hombre y una mujer en su corazón: se trata del
amor paterno y del amor materno. Este sentimiento había sido desconocido por
una persona hasta que él o ella tienen el gusto de abrazar, besar y cargar a
aquel que es una proyección y una prolongación de su existencia. Es muy
cierto, que las personas han conocido diferentes expresiones del amor, puede
ser que casi todas, pero sí no han tenido a alguien en sus brazos que es sangre
de su sangre, entonces desconocen este sentimiento que ha sido elegido por el
mismo Dios para así expresarnos el amor que Él nos tiene.
Alguien puede saber lo que es el amor filial si se tiene al papá o a la mamá,
conoce sobre el amor fraterno si Dios le ha dado hermanos, ha experimentado
el amor de amistad si hay personas que nos han ofrecido un sentimiento noble
y transparente en la correspondencia, se ha vivido el amor de noviazgo cuando
se ha iniciado la historia de la unión y se conoce hasta el amor esponsal
cuando Dios permite que el amor de noviazgo se transforme de un amor
sincero en un amor sagrado y de un amor posesivo en un amor oblativo, de un
amor humano en un amor santo... pero, ¿el amor paterno y el amor materno?,...
suele ser desconocido, hasta que una persona no llega a tener en sus brazos
aquel o aquella que es sangre de su sangre y vida de su vida.
Es entonces cuando alguien logra experimentar ampliamente ese segundo
regalo, ese sentimiento total, incondicional, espontáneo, indiscriminado y
gratuito, conforme al cual, por primera vez en tu vida, preferirías que te doliera a
ti algo antes que algo le doliera a tu hijo, un amor por el que darías cualquier
cosa con tal de pasar tú carencias antes que ellos pasaran carencias,
preferirías enfermarte tú antes que ellos se enfermaran e incluso desearías
morir tú antes que ellos murieran.
El amor materno y el amor paterno es el sentimiento más incondicional que
existe y Dios mismo ha encontrado en ellos, cuando son auténticos, el mejor
lenguaje para comunicarnos acerca del amor que Él nos tiene.
Hoy, te quiero compartir una escena de mi propia vida en donde conocí la
escena de una vida, y en la que estoy convencido se reflejan muchas escenas
de otras vidas, incluyendo posiblemente tu propia vida:
Cuando cursaba el tercer año de estudios en la secundaria número 33, del
fraccionamiento Coyoacán, ¡no hace mucho tiempo que digamos, en realidad!,
la maestra de lengua extranjera, es decir Inglés, evaluó la asignatura mediante
la traducción de canciones de aquella época.
Era el año 1979, y recuerdo que un servidor escogió una canción que había
salido en 1974, de un señor llamado Harry Chapin, cantante al que comparo
con una de esas estrellas fugaces que cruzan por el horizonte del espectáculo y
que de pronto desaparecen, pero que su aparición efímera causó alegría en el
momento preciso que alguien lo estaba necesitando, la canción se titulaba: "El
gato está en la cuna".
El canto presentaba la familia norteamericana en la sociedad de esos años 80´s
muy parecida a la que viven hoy nuestras familias regiomontanas.
Se trata de una canción repetitiva, pero que a costa de ser insistente se vuelve
contundente en su enseñanza, y que expresa la importancia del tiempo que los
padres le deben dedicar a sus hijos.
Y el gato estáen la cuna con la cucharilla de plata,
el niño azul y el hombre eN la luna.
"¿Cuándo vas a volver padre?" "No se todavía...
pero cuando vuelva estaremos juntos,
juntos y felices ese bello día".....
" Mi hijo nació hace pocos días;
vino al mundo en la forma normal.
Pero yo debía tomar aviones y pagar cuentas;
Él aprendió a andar durante mi ausencia.
Y ya sabía hablar sin que yo me hubiese dado cuenta,
cuando él iba creciendo me decía:
"Yo voy a ser como tú, papá;
¿sabes? Un día seré igualito a ti".
Y el gato estáen la cuna con la cucharilla de plata,
el niño azul y el hombre eN la luna.
"¿Cuándo vas a volver padre?" "No se todavía...
pero cuando vuelva estaremos juntos,
juntos y felices ese bello día".....
El cumplió diez años hace pocos días;
"Gracias por la pelota, papá;
vamos a jugar: ¿tú me enseñarás?"
Si tuviera tiempo,... sí me encantaría,
Pero hoy tengo mil cosas por hacer.
Te enseñaré, quizá algún otro día".
"Está bien", dijo el chamaco
y mientras se alejaba, con una sonrisa me iba diciendo:
"Yo voy a ser como tú papá;
¿sabes? Un día seré igualito a ti".
Y el gato estáen la cuna con la cucharilla de plata,
el niño azul y el hombre eN la luna.
"¿Cuándo vas a volver padre?" "No se todavía...
pero cuando vuelva estaremos juntos,
juntos y felices ese bello día".....
Él volvió del colegio hace pocos días
hecho todo un hombrecito. Yo le dije entonces:
"Hijo,... estoy orgulloso de ti; siéntate un momento,
vamos a platicar".
Él movió la cabeza y contestó sonriendo:
"Si tuviera tiempo sí me encantaría, pero tengo que salir.
Préstame las llaves del auto;
nos veremos,... algún otro día".
Y el gato está en la cuna con la cucharilla de plata,
el niño azul y el hombre en la luna.
"¿Cuándo vas a volver hijo?" "No se todavía...
pero cuando vuelva estaremos juntos,
juntos y felices ese bello día".
Yo ya me he jubilado, mi hijo se ha marchado.
Le telefoneé hace pocos días:
"Hijo, Me gustaría verte, si pudieras venir..."
"Si tuviera tiempo, papá, sí me encantaría,
pero el trabajo, ¡tú lo sabes!; los niños, están malitos...
Me alegro de haber hablado contigo, papá.
Nos veremos algún otro día".
Cuando colgué el teléfono pensé:
Mi hijo ha crecido y actúa como yo;
Sí, mi hijo es igualito a mí”.
Y el gato está en la cuna con la cucharilla de plata,
el niño azul y el hombre en la luna
"¿Cuándo vas a volver hijo?" "No se todavía...
pero cuando vuelva estaremos juntos,
juntos y felices ese bello día".
Muy queridos amigos, yo no creo en la fatalidad. Como cristiano y como
sacerdote no puedo aceptar ni la irracionalidad, ni mucho menos la blasfemia
del determinismo. Yo no puedo creer en lo que hoy se ha dado a llamar “la ley
del boomerang”, en dónde se dice que lo que uno avienta eso es lo que a uno
le regresa. No puedo creer en coincidencias, pero sí creo firmemente en las
consecuencias que entraña nuestro obrar. Creo firmemente que lo que
sembramos es lo que cosechamos, y esto no es más que la mínima aplicación
del principio causa-efecto. ¿Cómo quieres cosechar manzanas en tu huerto si
nunca sembraste manzanas? ¿Cómo quieres cultivar duraznos en tus tierras si
nunca los has sembrado?
Doble regalo sí,… pero los regalos de Dios son siempre una tarea y los dones
que él nos da mucho más que una fuente de privilegios son una fuente de
responsabilidades.
Ojalá que, si tú eres padre de familia puedas corregir el trabajo que estás
realizando en el jardín de tu propio hogar.
LAS GAFAS OSCURAS.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de
paganos ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las
ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se
acerca el Reino de los cielos”.
En este Día del Padre en el que el Señor direcciona la misión de los Apóstoles
con las ovejas perdidas de Israel, te invito a pensar en las ovejas perdidas de tu
propio Israel, y que también aprovechemos el tecnicismo y el significado de un
término tan exacto como lo es el de la palabra M-I-E-S para pensar en los
tiempos de tu propia misión.
¿Qué es el tiempo?
Para los cristianos el tiempo debe ser visualizado como la antesala de nuestra
eternidad, y no como una morada permanente.
Se dice que la gente se relaciona con el tiempo en muy diversas formas. Los
árbitros deportivos indican el tiempo transcurrido; los presidiarios cumplen el
tiempo de su condena; los músicos marcan el tiempo; los historiadores registran
el tiempo; los holgazanes matan el tiempo; los peritos en estadística calculan el
tiempo. Pero cualquiera que sea la forma en que la gente se relacione con el
tiempo, la verdad es que todos disponemos del mismo tiempo. El día tiene
únicamente veinticuatro horas; la semana tiene ciento sesenta y ocho horas, el
mes, el año, la vida... Y los hombres no las aprovechamos.
El tiempo suele ser un juez severo e insobornable, diría Don Alfonso Junco, que
el tiempo es alquimia o es ladrón, es decir nos puede convertir en los más
afortunados y en los más desafortunados.
Y no obstante, el buen cristiano no le tiene miedo a vivenciar la noche que nos
llevará al día de nuestro encuentro con Dios,... a aquello que sí le debiéramos
temer es a no estarle dando un sentido de eternidad al tiempo que se está
viviendo.
A nosotros no nos preocupa ni el día ni la hora, nos ocupa el momento que
vivimos, nos ocupa el ser verdaderamente humanos y fraternos puesto que así
seremos cristianos, y es que, como lo decía Ludwig Wittgenstein, la vida eterna
les pertenece a aquellos que han sabido vivir el presente.
¿Sabes? Asko Sirkiä es un periodista de una publicación periódica llamada
Tribune en Helsinki, en Finlandia, y narra en un segmento titulado UN
MOMENTO JUNTO AL MAR, como el tiempo adecuadamente aprovechado
nos da esos recuerdos que le dan un sentido especial a la vida, y un día,
cuando lo necesitemos, le darán calor al alma:
“Cuando llegué a casa, tras una larga jornada, me encontraba cansado y de
mal humor, pues aún me faltaba mucho para terminar la tarea que tenía entre
manos. Pensaba continuarla en casa, pero apenas me había quitado el saco
cuando oí a mi hijo Ville, de 11 años, gritar muy entusiasmado:
-¡Oye, papá! ¿Tienes tiempos hoy? ¡Vayamos a probar mis gafas nuevas!
-Iremos otro día – gruñí.
-¡Anda, me lo prometiste ayer!
-Es cierto, pero ya no hay buena luz afuera.
La conciencia empezó a remorderme. Me sentía como el genio de la lámpara
de aladino.
Le había comprado unas gafas oscuras a Ville la tarde anterior. Para que se las
regalara, me había dicho: “Si las uso cuando vayamos a la playa, reducirán el
reflejo del agua y podré ver los peces”. Era un argumento irrefutable, así que lo
complací. Pensé que en un niño una petición conduce a otra y luego a otra
más, pero recordé también las incontables veces en que, de niño, yo mismo le
pedí cosas a mi padre. Aunque tenía mucho que hacer, él siempre había
sacrificado su tiempo para darme gusto.
Mi padre era una persona muy hábil para el modelismo. Recuerdo en especial
una ocasión en que me construyó una espléndida gasolinera de madera, a la
que juntos, sentados en el piso de la sala, le dimos los toques finales con
pintura blanca y azul.
Lleno de orgullo, les mostré la gasolinera a mis amigos y les dije que yo la
había construido con papá. Ellos al verla tan bellamente manufacturada no me
creían lo que les decía. Y, yo me acercaba a mi padre para preguntarle delante
de ellos: ¿verdad que tú y yo la hicimos, papá? Y él les decía a mis amigos que:
“sí”, “los dos la habíamos hecho”.
Yo no soy muy ducho para los modelos a escala; es más, ni siquiera los sé
pintar bien. Lo que sí puedo hacer es dedicarle un poco más de tiempo a Ville.
Y es que, muy a menudo, los adultos estamos tan agobiados con nuestras
tareas, y usamos esto como un pretexto cuando nuestros hijos nos piden que
hagamos algo juntos.
Lo que nuestros hijos nos enseñan es que hay que aprender a disfrutar del
momento, ya que puede ser más precioso de lo que creemos. En la vida no hay
ni ayer ni mañana: sólo existe este instante, solamente existe el ahora.
Nuestros hijos pronto habrán crecido y ya no necesitarán de nosotros ni nos
pedirán que pasemos tiempo con ellos.
Por eso, aquella despejada tarde de mayo, Ville y yo nos dirigimos hacia una
playa cercana del distrito de Helsinki donde vivíamos. Había yo encontrado
unas viejas gafas oscuras también para mí y, con ellas puestas, parecíamos
unos actores de cine.
El sol ya se acercaba al horizonte. ¡Sólo las estrellas de rock usan gafas
oscuras a esas horas del día! Recuerdo que el mar estaba casi en calma, y un
par de patos iban dejando una angosta estela en la luminosa superficie. Una
gaviota chilló al pasar dando un giro sobre nosotros. El motor de un viejo bote
traqueteaba lánguidamente al adentrarse en el mar, y los veleros se
desdibujaban a lo lejos bajo la luz del ocaso.
Una vez en la playa, Ville recogió una piedra y la lanzó al agua.
-¡Mira, papá, qué clara se ve el agua allí abajo!- exclamó.
La verdad es que, yo no veía casi el mar, mucho menos iba a ver la piedra,
tampoco estaba seguro de que el niño la viera. Más eso no me importaba. Ese
momento se me quedó grabado en la mente para siempre: de pie, muy juntos
uno del otro, como si fuésemos un par de conspiradores o de conquistadores
del universo, contemplábamos a través de las gafas oscuras los círculos
concéntricos que se dibujaban en la superficie del agua al hundirse las piedras.
Pase el brazo sobre los hombros de Ville y permanecimos allí unos minutos
antes de regresar a la casa. El sol ya se había ocultado y una suave brisa nos
acariciaba el cuerpo. Ahí estábamos: el papá, mi niño y… las gafas oscuras.
Le agradezco a Ville que me haya hecho recuperar una parte de la esencia de
la vida: el mágico mundo del disfrute del momento presente. Es algo prodigioso
que todo adulto puede aprender. Esto está al alcance de cada uno de nosotros,
pero hay que ser capaces de verlo.
Aquella espléndida gasolinera en miniatura que mi padre me construyó se
rompió hace años y acabó en el basurero, pero yo conservo su recuerdo. Las
gafas oscuras de Ville se rayarán y quizá las pierda o se las roben al otro día.
Aún así, creo que el recuerdo de haber estado con su padre a la orilla del mar,
un día que en su interior sienta frío, este recuerdo le dará calor a su alma. De la
misma manera en que mis propios recuerdos le dan calor a la mía.
Aprovechemos el tiempo. Hay un pasado con el que se debe romper, un
presente que se debe vivir con fe y lucidez, y un futuro de gloria hacia el cual
dirigimos los ojos atravesando el muro de la noche.
Aquellos que nos confesamos cristianos debemos darnos cuenta de que no es
posible matar el tiempo sin que estemos hiriendo nuestra eternidad.
Haz las cosas mientras tengas tiempo… Habla con los que Dios te ha dado,
con las ovejas perdidas de tu Israel. Termino con otro artículo que me agrada
“Hablar con el muchacho”. John Aspi escribió en su agenda. Se lo había
pedido su esposa, preocupada. Los maestros se quejaban de su hijo: que
faltaba a clases, fracasaba una y otra vez en los exámenes, que se mostraba
irrespetuoso. Además, que estaba gastando más dinero del que convenía a un
chico de su edad. Y aquellas malas compañías que dejaban tanto qué desear,
con aquellos amigos que se rumoraba se dedicaban a tomar cosas ajenas...
Pero,... después lo hago, -decía en su interior-... La mujer exagera...¡así sin las
mujeres!... Tengo cosas en el trabajo, no debo quedarme atrás, se está
acercando una excelente oportunidad de ascenso. Las juntas de la empresa no
esperan. Y,... sí me dan el ascenso ellos serán los primeros beneficiados,
estaremos mejor ubicados en lo económico... Pero, para que ella no se
exasperara tome la agenda y le dije: en la primera oportunidad hablaré con él,
esto es para mí sumamente importante, mira lo voy a agendar: “Ha-blar –con-
-el- mu-cha-cho-” Ya está, vamos a dormir, mañana será otro día.
Y se fue pasando el tiempo, se pasaron los días, y nunca habló con el
muchacho. Y un día el tiempo se vino encima, tan de repente.
Una tarde regresó John Aspi a la casa, con la espalda encorvada por el peso
del sufrimiento y la vergüenza, entró en su cuarto y vio sus cosas. Ya no tenía
que trabajar, le habían jubilado, mejor dicho le habían echado fuera, un día
llegó alguien más joven que él... Y en su casa, todas las cosas parecían
extrañas para él, como extraño había sido siempre su hijo para él. Quizá pudo
decir alguna vez que tenía un hijo, pero su hijo no pudo decir jamás que tuvo un
padre. Y su esposa se había ido, mejor dicho, su esposa un día se dio cuenta y
aceptó con todo el dolor del corazón de que ella no significaba nada para él
Y ahora la cárcel, la acusación –ya probada- de que su hijo andaba en cosas
de drogas y de automóviles robados, y esa terrible fotografía en el periódico, y
las conversaciones que cesaban mágicamente cuando llegaba él al círculo de
sus amigos.
Sintió de pronto la ausencia del hijo, que ahora llevaba como una herida en la
mitad del pecho y en lo más profundo del alma. Molesto, ahora levantaba los
ojos al cielo y le reclamaba a Dios, su desventura... Él,... que trabajó toda la
vida por su familia, que se fatigó a horas y deshoras, que siempre llevó las
mejores cosas a su casa, que les ofreció los mejores regalos a sus seres
queridos, que se medio mató para que no les faltara nada y, ahora Dios le
pagaba de esa manera...¡Sin duda, aquello era injusto! ¿Por qué a él y no a
otro?
Pensando en esto se dirigió al baúl de su recamara y se puso a revolver
papeles viejos en busca de una fotografía que le diera al menos la imagen de
un día pasado en familia, felizmente... Y no encontró nada. Sólo se topó con la
hoja rota de una agenda olvidada, y en ella una inscripción borrosa por el paso
de unos años idos y que no habrían de volver: “Ha-blar –con- -el mu-cha-cho”.
Y vienen aquí nuestros cuestionamientos: ¿Tengo tiempo, tiempo de sobra? ¿A
quién consagro gustosamente mi tiempo? ¿Para quién no dispongo de tiempo?
¿A quién podría dedicar más tiempo? ¿Registro el tiempo dedicado a mis hijos,
como un tiempo perdido o como un tiempo felízmente aprovechado?
Y tú, ¿sabes cómo están tus hijos? Oye,... ¿y dialogas con ellos? Recuerda que
una cosa es dialogar y otra muy distinta el hablar: hablar es abrir los labios y
dialogar es abrir el corazón. Date tiempo para hablar con tus hijos. Para que así
después no le andes culpando a Dios de aquello, que tú no has querido asumir.

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Reflexión La Alegría de la Caridad 18 de junio 2017

  • 1. CANDILES Y JUECES. “En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”. Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé: Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”. 1.- Muy queridos amigos: Vayan en busca de las ovejas perdidas de Israel... ¡Este imperativo me ha dejado pensativo durante todos estos días! Y es que la gran mayoría de los cristianos solemos presumir de habernos dado cuenta sobre las cosas que debemos hacer en la vida, pero, la mayor parte de nosotros, no queremos aceptar que adolecemos por no clarificar una adecuada jerarquización sobre aquello que se marca como una prioridad en nuestra vida: las ovejas perdidas de nuestro propio redil. El hacer memoria sobre la vida pública de nuestro Señor nos podrá ser útil en nuestro discernimiento. Recuperemos algunos elementos sobre su primer milagro y sobre su primera predicación y esto nos abrirá el entendimiento. 2.- ¿Te acuerdas sobre aquella primera señal milagrosa que realiza el Señor en su vida pública? ¿En dónde te hubiera gustado que se iniciaran los milagros de su vida pública? ¿En qué lugar te hubiera gustado que realizara su primer hecho portentoso? Si el Señor hubiese pedido nuestra autorizada y cualificada opinión, es posible, que muchos de nosotros hubiésemos elegido un funeral, para que allí en medio del dolor humano se manifestará como el único Señor de la Vida. Otros, quizá después de nuestro discernimiento hubiésemos llegado a pensar que el mejor espacio para su primer milagro hubiese sido en un hospital, para
  • 2. que allí en medio de las discapacidades y de todo tipo de disfunciones se pudiese contemplar que Él es el único que alivia el cuerpo y el alma. No faltará quien de nosotros hubiese pensado que el lugar excelente para efectuar el primer signo de su divinidad sería el desierto, para que así al convertir el Señor la aridez y la desolación en un verde y promisorio prado, se manifestará como Aquel que viene a recuperar la mañana de la creación en aquel espacio que se tornó en cardos y espinas por culpa de nuestro pecado. Seremos escasos, pero existimos algunos que pensamos que lo adecuado hubiese sido la majestuosidad del Templo de Jerusalén, en una Liturgia Solemne y frente al altar de los sacrificios, para que todo mundo contemplara al Santo de los Santos que ha plantado su Tienda entre nosotros. Podríamos engrosar nuestro elenco y, sin embargo, tenemos que comprender la sabiduría de Dios. 3.- ¿Te acuerdas en dónde nos narra el Evangelista san Juan, como el lugar en que se dió la inauguración de la vida pública de Jesús y la primera de sus señales? En el contexto de una fiesta de bodas. La vida pública de Jesucristo empieza con una fiesta de matrimonio. La plenitud de la obra de la salvación se ha iniciado en un ambiente familiar, en un clima doméstico, en un espacio tan cotidiano y tan,... ¡rutinario! Se trata del nacimiento de una familia que es santificada por la presencia del Señor y por el primer milagro. Y, fue en ese momento, que la fiesta regresó al seno de la Familia humana. Aquella fiesta que se perdió por culpa de este hombre que después de la soberbia se escondía de la mirada de Dios. En Canná de Galilea aquellas tinajas que durante tanto tiempo sirvieron para que el hombre intentara infructuosamente purificar sus culpas ante los ojos de Dios, se han convertido ahora en odres, para que Dios nos enseñe que Él no es el Dios del Temor sino el Dios del Amor. El Señor quiere misericordia y no sacrificios. El agua de las abluciones judías ha sido cambiado por el licor de la fiesta cristiana. 4.- ¡Oye!, ¿Y te acuerdas, en dónde fue la primera de las predicaciones del Señor? Yo sé que ya lo sabes, pero... antes de que lo comentemos y lo compartamos en la reflexión te quiero preguntar: ¿Qué lugar te hubiera gustado? ¿En qué lugar se podría dar la primer enseñanza? ¿Cuál es el sitio idóneo para ofrecer el primer sermón?
  • 3. Se trata ahora de elegir al auditorio, que será el receptor del primero de los mensajes de salvación pronunciados por Aquel que es la Palabra y el Hijo eterno del Padre. ¿Qué lugar te hubiera gustado para la primera homilía? ¿En que localidad te hubiera agradado que se nos dieran las primeras palabras de vida eterna? Sin lugar a dudas, algunos pensaríamos ahora en Ur de Caldea, puesto que el Señor va a iniciar la formación del Nuevo Pueblo Elegido. ¡Ah! Ya sé,... estoy seguro, que algunos señalaríamos el Mar Rojo, ya que, con el Señor Jesucristo se estaba iniciando un nuevo éxodo en la salida de nuestro egipto espiritual y que trajo beneficios para todos los hombres. Estoy seguro que otros podríamos pensar en el Monte Sinaí, como el lugar elegido, puesto que ha sido Jesucristo el que ha perfeccionado la ley y nos ha entregado su mandamiento nuevo. No pocos, pensaríamos también en el Templo de Jerusalém, como el lugar indicado para la primer enseñanza de Aquel que nos trae la Nueva Alianza en su Cuerpo y en su Sangre. 5.- Y, sin embargo, otra vez tenemos que abrir bien los ojos para descubrir el lugar elegido por Dios. ¿Qué lugar le gustó a Jesús para iniciar su ministerio de enseñanza? ¿Cuál auditorio escogió para iniciar su predicación? Se trata de esa Sinagoga en Nazareth. Se trata, ni más ni menos, que del pueblo de su infancia. Su auditorio está formado por todos esos rostros de gente que le han visto crecer. Ellos son las personas que le vieron en su niñez, en su juventud y que le han visto convertirse en adulto. Se trata de sus vecinos, de sus amigos, de sus compañeros del colegio, de la gente que le conoce y le reconoce. Y en la realidad ha escogido el lugar más complicado, y el público más exigente. Se trata de aquellos con los que convivió no durante 3 años, sino a lo largo de 3 décadas. Ellos presumen conocer sus días y sus noches. Ellos han visto su rostro en las alegrías y en las humanas incertidumbres. Ellos le ubican en el barrio, le han visto cuando iba al brocal del pozo a llevar el agua para su hogar, han frecuentado la misma Sinagoga, han ido a su taller. Le conocen cuando en su infancia jugaba en sus parques. Se trata de aquellos que compartían las mismas calles que andaba y desandaba cargando los maderos para la carpintería. Le conocieron en las aulas del colegio en las que aprendió el alefato, a contabilizar las dracmas, los ases, a conocer las medidas de los odres y las cánones para las longitudes.
  • 4. Ellos le han visto sudando en el trabajo. Su rostro les resulta familiar, también desde su juventud, cuando al salir del taller traía residuos de serrín en sus barbas y el polvo de la madera en sus ropas. Ellos saben perfectamente que es “el hijo del carpintero”. Se trata del auditorio que, hasta cierto punto, te conoce más y que te exige más. Se trata de aquellos, que en muchas ocasiones, se van acostumbrando a tu presencia. Aquellos que te conocen tanto, y a los que les resulta demasiado difícil reconocer un cambio en aquellos con quienes se han familiarizado en demasía. ¡Qué difícil es predicar en Nazareth! Y, sin embargo es allí en dónde se debe empezar a predicar. 6.- Ahora, es el tiempo para que regresemos al Evangelio de este domingo y para que revisemos nuestra jerarquía de prioridades. ¿En dónde debe empezar su predicación aquel que ha sido enviado por el maestro? Somos muchos los que preferiríamos predicar en otras latitudes, lo más lejanos de nuestra familia. Si nos dieran a escoger, elegiríamos ir a los mismos confines de la tierra y, si fuera posible, hasta a otras Galaxias, pero evitaríamos el ir con las ovejas perdidas de nuestro propio Israel. Somos tantos, incluyéndome yo mismo, los que evangelizamos a medio mundo, pero que nos olvidamos de nuestras ovejas perdidas. Hemos iluminado copiosamente las calles y hemos mantenido nuestras casas en la más profunda oscuridad. Nos hemos convertido en los jueces de otros tribunales, pero que en nuestra propia casa fallamos al orientar. Incongruentes somos todos nosotros que somos tan “apostólicos”, y que olvidamos que el apostolado empieza en nuestra casa... Es más fácil colocar una carpa en un terreno desmontado y poner unas bocinas monumentales y ponerse a predicar a los extraños, que predicar a las ovejas perdidas de nuestro Israel. El Señor nos dice en este día, que en nuestro Israel están los primeros destinatarios de nuestra predicación. ¡Oye! ¿Cómo están tus ovejas? Allí no hay margen de engaño. Son los que te conocen, los que te han visto. Ellos saben si eres congruente o si no lo eres. Te escucharán con atención o te reclamarán las imprecisiones. ¿Es difícil predicarles a las ovejas de Israel? Sin lugar a dudas, es el auditorio más exigente. Pero allí es donde tenemos que empezar.
  • 5. SOLAMENTE HOY ES HOY… “En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”. Es increíble que el tema de la mies pueda encerrar tantos puntos de reflexión. Son apenas cuatro letras en el castellano: m-i-e-s, y podemos, a partir de este texto, tratar el tema del Reino de Dios, de la obra redentora de Jesucristo, del discípulado, del apostolado, de las vocaciones específicas, del trabajo humano, de la Providencia Divina,… y podríamos seguir enumerando una extensa temática, pero quisiera el día de hoy tomar el tema del tiempo de Dios. Y es que el tema de la mies implica un plazo que es inaplazable dentro de un proceso y por lo tanto dentro de una historia. No olvides que la mies es el cereal maduro, y es por tanto el tiempo en el que el sembradío debe ser segado y el cultivo de granos cosechado. Se trata de una intervención de Dios en el tiempo que necesita de una intervención del hombre en este tiempo preciso. La Sagrada Escritura, revelación del Dios trascendente, se abre y se cierra con anotaciones temporales: Inicia con “En el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn 1,1), y concluye con el “Sí, vengo pronto” (Ap 22,20). Dios aparece como el primero y el último (Is 41,4; 44,6; 48,12; Ap 1,18). Hablemos sobre el tema del tiempo, pero el tiempo entendido como el KAIRÓS, allí en donde el tiempo deja de tener una forma vacía, y deja de ser una pura sucesión de instantes yuxtapuestos. La Biblia logra, por tanto, conciliar la conciencia de la trascendencia de Dios con la certeza de su intervención en la historia, se sustrae así a una doble tentación que hemos tenido los hombres de toda época: la de divinizar el tiempo y la de negarle al tiempo frente a Dios todo significado. Para el hombre bíblico, el tiempo no es una realidad opuesta a Dios, sino el medio de que Dios se sirve para revelar su misericordia. Es por ello que en el cristiano el tiempo tiene una importancia fundamental. Dentro de la dimensión del tiempo se crea el mundo, en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su culmen en la “plenitud de los tiempos” de la Encarnación y su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos. En Jesucristo, Verbo Encarnado, el tiempo llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno... De esta relación de Dios con el tiempo nace el deber de santificarlo... (Tertio Millenio Adveniente, n. 10). Cristo es el Señor del Tiempo. Digamos que a partir de la Encarnación, el tiempo y la eternidad se
  • 6. han asociado. No se trata de que el tiempo engendre la eternidad, sino más bien de que, en el Misterio de la Encarnación, ha sido la eternidad la que ha fecundado el tiempo. Llamarle al tiempo KAIRÓS, es llamarle momento precioso y salvífico. Y este es el mensaje de la MIES, el día de la cosecha es hoy no mañana, ya que mañana será demasiado tarde. Aprovechemos el tiempo presente. Hoy es un día irrepetible y decisivo en nuestra vida, el tiempo ha sido convertido por Cristo en puerta de la eternidad. Le preguntaban los feligreses a san Agustín de Hipona en el siglo V, ¿que si no se convertían hoy y al llegar el día de mañana ellos decidían convertirse, también podría Dios perdonarles? A lo que el santo les respondía en la honestidad cristiana que “sí”, pero al mismo tiempo les preguntaba, “¿quién les aseguraba que estarían vivos mañana?” Se dice que “el tiempo es demasiado lento para quienes esperan; demasiado veloz para quienes temen; excesivamente largo para los que sufren; sobradamente breve para los que gozan. Mas para aquellos que aman, el tiempo no existe.” Y para los cristianos el tiempo es la antesala de la eternidad. Sería oportuno recordar el siguiente texto: “¿El dolor dura..., mucho tiempo?”, pregunta el sacerdote que va a ser fusilado a sus ejecutores en la novela de Graham Green, El poder y la gloria. “No, no, es cuestión de un segundo”, le responde el teniente. “¿Y cuánto tiempo dura un segundo?...” volvió a preguntar el sacerdote. Por último, el tiempo se ha convertido en el lugar en el que Dios nos ha querido ofrecer la salvación. La Biblia, revelación temporal del Dios trascendente, se abre y se cierra con anotaciones temporales: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra” así inicia el Génesis, “Sí, vengo pronto”, así concluye el Apocalípsis. Dios aparece como el primero y el último, Jesucristo es el Alfa y la Omega de nuestra historia. La concepción cristiana del tiempo exige, de parte nuestra, una vida recta. El tiempo es el más implacable y, al mismo tiempo, el más insobornable de los jueces. Diría Don Alfonso Junco que el tiempo puede ser alquimia o puede ser ladrón. El tiempo es alquimia si transforma lo insignificante en un tesoro o bien puede ser un ladrón si nos despoja de aquello que poseía valor en sí mismo. ¿Por qué hemos de temerle a que lleguemos al final de nuestro camino? ¿No es esa una condición de todo recorrido? ¿Por qué le tenemos miedo a la muerte? Escribe Víctor Frankl en su obra Psicoanalisis y existencialismo: “La certeza de la muerte sólo le produce espanto a quien abriga una mala
  • 7. conciencia de su vida. La muerte, como final del tiempo que se vive, sólo puede causar pavor a quien no sabe llenar el tiempo que le es dado vivir.” Todas las cosas tienen su tiempo… Como maestro y como sacerdote, solía decirles a mis alumnos y a los feligreses que en lo personal prefiero, muy contrario a todos esos métodos de lectura rápida de comprensión, que ellos tengan acceso y desarrollen la capacidad de tener una lectura de análisis, aunque sea más lenta. Fíjate, como hoy, en nuestra ciudad y en una gran cantidad de las más serias instituciones educativas, está muy de moda esa lectura rápida de comprensión. Hoy, son muchas las personas que van presumiendo, ser capaces de leer a razón de millares de palabras por minuto y egresarán como alegres graduados de esos planteles de lectura rápida. Yo les he pedido a mis alumnos que no le tengan miedo a disminuir su velocidad de lectura, e incluso, que no le tengan miedo a regresar sobre un texto en varias ocasiones. Les exhorto, a que sean capaces de amar el idioma y que lleguen a ser tan competentes como para que aprendan a saborear la riqueza de la expresión en nuestro lenguaje y los giros que se posibilitan en la expresión. ¡Esto es lo que nos permite tener una adecuada lectura e interpretación de lo que leemos! Contra aquellos que quieren que se lea un libro en una hora, yo he preferido la lectura de análisis sobre la lectura de comprensión, aún cuando en este mundo inmediatista no se valore la inversión de horas a lo que se puede leer en minutos. Es muy posible que aquellos que hacemos una lectura de análisis en un texto solamente hayamos aprendido a leer 50 palabras por minuto en lugar de todos esos millares que leen otros. Pero, ¡créeme!, es también el mejor método como para que nos capacitemos en la lectura de esos textos que merecen una dedicada atención y para que de esa manera vayamos aprendiendo a conocer, por primera vez, con que letras se escriben las palabras, sí es con “ache” o sin ella, si es con “b labial” o con “v labiodental”, si es con “ce” o con “ese” o con “zeta”, y así aprenderán el porque un escritor eligió un tiempo y un modo verbal y no otro, un calificativo del verbo en lugar de un calificativo del sustantivo, un vocablo y no algún otro que pudiera ser útil como sinónimo. Pero no tenemos tiempo para hacer lectura de análisis y solamente tenemos lecturas de comprensión. Es posible que tú hayas leído aquella obra de Robert Jones Burdette titulada GOLDEN DAY, en la que se nos habla de esas dos prisiones de nuestra vida: la culpabilidad y la preocupación. La culpabilidad nos habla de la más oscura mazmorra del pasado y la preocupación nos hace contemplar nuestra prisión del futuro:
  • 8. “No es la experiencia del día de hoy lo que vuelve locos a los hombres. Es el remordimiento por algo que sucedió ayer, y el miedo a lo que nos pueda traer el mañana.” ¿Cuál es el día dorado del hombre? Nuestro día dorado es este que Dios nos está dando. No se trata de desocuparnos ni de preocuparnos, se trata de ocuparnos de la vida. Hoy, es el día en que puedo decirle a quien amo que le amo, ¡qué disfruto mucho del pastel y de quien me ofrece amablemente el pastel! Aprovechemos el tiempo, sería triste un día escribir tinta sangre en nuestra existencia lo que Pablo Neruda escribió con tinta de imprenta en su autobiografía: “Me declaro culpable de no haber hecho con estas manos que me dieron, una escoba... Así fue: No se cómo se me pasó la vida sin aprender, sin ver, sin recoger y unir los elementos. En esta hora no niego que tuve tiempo, tuve tiempo pero no tuve manos...” Los cristianos debemos darnos cuenta de que no es posible que estemos matando el tiempo sin herir nuestra eternidad. BEBE ES EL PADRE DEL HOMBRE. Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé: Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Mil Felicidades por el Día del Padre, aprovechando la misión que el Señor le dio a los Apóstoles para que la gente no anduviera como ovejas sin Pastor, hoy quiero hablar acerca de la misión que han recibido los padres de familia. Hace algunos años escuche una frase anónima que necesitó de un buen tiempo para que un servidor en lo personal pudiera asimilarla. ¿Qué cuál es esa frase?: El niño es el padre del hombre. Al principio mi inexperiencia no me permitía asimilar la veracidad: ¿El niño es el padre del hombre? Hoy la he comprendido y te quiero compartir mi aprendizaje: Cuando por primera vez se vive en un matrimonio el nacimiento de un bebé, aunado al nacimiento de aquel hijo se tiene que hablar del nacimiento de un padre, es decir, al nacer un bebé se da a luz algo que antes era inexistente en aquel hombre. La gestación de un niño es, en cierto modo, la
  • 9. gestación de un padre y también de una madre: nacen en las personas dimensiones inéditas de su personalidad. El niño es el padre del hombre. En lo personal, siempre he considerado que cuando Dios les concede a los esposos cristianos el regalo del amor fecundo les está obsequiando dos regalos que están íntimamente ligados, solo que suele acontecer que solamente uno de los dos regalos en ocasiones se percibe y sólo ese regalo se agradece, mientras que el segundo de los obsequios al ser ignorado no es valorado, y al no ser valorado no suele ser agradecido. El primer gran regalo que Dios nuestro Señor les concede a los esposos con el don de la paternidad es sin lugar a dudas el misterio sagrado y profundo en esa posibilidad de tener a alguien en tus brazos que es la sangre de tu sangre, alguien que es la vida de tu vida, un ser que es la herencia de tu herencia. ¿Cómo no va a ser un regalo especial este inmenso don? ¿Y cuál es el segundo regalo? –Me preguntarás- El segundo obsequio que Dios les concede a aquellos que han recibido por primera vez el precioso don de la vida prolongada en la descendencia es el de un sentimiento que Dios permite que puedan experimentar un hombre y una mujer en su corazón: se trata del amor paterno y del amor materno. Este sentimiento había sido desconocido por una persona hasta que él o ella tienen el gusto de abrazar, besar y cargar a aquel que es una proyección y una prolongación de su existencia. Es muy cierto, que las personas han conocido diferentes expresiones del amor, puede ser que casi todas, pero sí no han tenido a alguien en sus brazos que es sangre de su sangre, entonces desconocen este sentimiento que ha sido elegido por el mismo Dios para así expresarnos el amor que Él nos tiene. Alguien puede saber lo que es el amor filial si se tiene al papá o a la mamá, conoce sobre el amor fraterno si Dios le ha dado hermanos, ha experimentado el amor de amistad si hay personas que nos han ofrecido un sentimiento noble y transparente en la correspondencia, se ha vivido el amor de noviazgo cuando se ha iniciado la historia de la unión y se conoce hasta el amor esponsal cuando Dios permite que el amor de noviazgo se transforme de un amor sincero en un amor sagrado y de un amor posesivo en un amor oblativo, de un amor humano en un amor santo... pero, ¿el amor paterno y el amor materno?,... suele ser desconocido, hasta que una persona no llega a tener en sus brazos aquel o aquella que es sangre de su sangre y vida de su vida. Es entonces cuando alguien logra experimentar ampliamente ese segundo regalo, ese sentimiento total, incondicional, espontáneo, indiscriminado y gratuito, conforme al cual, por primera vez en tu vida, preferirías que te doliera a ti algo antes que algo le doliera a tu hijo, un amor por el que darías cualquier cosa con tal de pasar tú carencias antes que ellos pasaran carencias,
  • 10. preferirías enfermarte tú antes que ellos se enfermaran e incluso desearías morir tú antes que ellos murieran. El amor materno y el amor paterno es el sentimiento más incondicional que existe y Dios mismo ha encontrado en ellos, cuando son auténticos, el mejor lenguaje para comunicarnos acerca del amor que Él nos tiene. Hoy, te quiero compartir una escena de mi propia vida en donde conocí la escena de una vida, y en la que estoy convencido se reflejan muchas escenas de otras vidas, incluyendo posiblemente tu propia vida: Cuando cursaba el tercer año de estudios en la secundaria número 33, del fraccionamiento Coyoacán, ¡no hace mucho tiempo que digamos, en realidad!, la maestra de lengua extranjera, es decir Inglés, evaluó la asignatura mediante la traducción de canciones de aquella época. Era el año 1979, y recuerdo que un servidor escogió una canción que había salido en 1974, de un señor llamado Harry Chapin, cantante al que comparo con una de esas estrellas fugaces que cruzan por el horizonte del espectáculo y que de pronto desaparecen, pero que su aparición efímera causó alegría en el momento preciso que alguien lo estaba necesitando, la canción se titulaba: "El gato está en la cuna". El canto presentaba la familia norteamericana en la sociedad de esos años 80´s muy parecida a la que viven hoy nuestras familias regiomontanas. Se trata de una canción repetitiva, pero que a costa de ser insistente se vuelve contundente en su enseñanza, y que expresa la importancia del tiempo que los padres le deben dedicar a sus hijos. Y el gato estáen la cuna con la cucharilla de plata, el niño azul y el hombre eN la luna. "¿Cuándo vas a volver padre?" "No se todavía... pero cuando vuelva estaremos juntos, juntos y felices ese bello día"..... " Mi hijo nació hace pocos días; vino al mundo en la forma normal. Pero yo debía tomar aviones y pagar cuentas; Él aprendió a andar durante mi ausencia. Y ya sabía hablar sin que yo me hubiese dado cuenta, cuando él iba creciendo me decía: "Yo voy a ser como tú, papá; ¿sabes? Un día seré igualito a ti". Y el gato estáen la cuna con la cucharilla de plata, el niño azul y el hombre eN la luna. "¿Cuándo vas a volver padre?" "No se todavía... pero cuando vuelva estaremos juntos,
  • 11. juntos y felices ese bello día"..... El cumplió diez años hace pocos días; "Gracias por la pelota, papá; vamos a jugar: ¿tú me enseñarás?" Si tuviera tiempo,... sí me encantaría, Pero hoy tengo mil cosas por hacer. Te enseñaré, quizá algún otro día". "Está bien", dijo el chamaco y mientras se alejaba, con una sonrisa me iba diciendo: "Yo voy a ser como tú papá; ¿sabes? Un día seré igualito a ti". Y el gato estáen la cuna con la cucharilla de plata, el niño azul y el hombre eN la luna. "¿Cuándo vas a volver padre?" "No se todavía... pero cuando vuelva estaremos juntos, juntos y felices ese bello día"..... Él volvió del colegio hace pocos días hecho todo un hombrecito. Yo le dije entonces: "Hijo,... estoy orgulloso de ti; siéntate un momento, vamos a platicar". Él movió la cabeza y contestó sonriendo: "Si tuviera tiempo sí me encantaría, pero tengo que salir. Préstame las llaves del auto; nos veremos,... algún otro día". Y el gato está en la cuna con la cucharilla de plata, el niño azul y el hombre en la luna. "¿Cuándo vas a volver hijo?" "No se todavía... pero cuando vuelva estaremos juntos, juntos y felices ese bello día". Yo ya me he jubilado, mi hijo se ha marchado. Le telefoneé hace pocos días: "Hijo, Me gustaría verte, si pudieras venir..." "Si tuviera tiempo, papá, sí me encantaría, pero el trabajo, ¡tú lo sabes!; los niños, están malitos... Me alegro de haber hablado contigo, papá. Nos veremos algún otro día". Cuando colgué el teléfono pensé: Mi hijo ha crecido y actúa como yo; Sí, mi hijo es igualito a mí”.
  • 12. Y el gato está en la cuna con la cucharilla de plata, el niño azul y el hombre en la luna "¿Cuándo vas a volver hijo?" "No se todavía... pero cuando vuelva estaremos juntos, juntos y felices ese bello día". Muy queridos amigos, yo no creo en la fatalidad. Como cristiano y como sacerdote no puedo aceptar ni la irracionalidad, ni mucho menos la blasfemia del determinismo. Yo no puedo creer en lo que hoy se ha dado a llamar “la ley del boomerang”, en dónde se dice que lo que uno avienta eso es lo que a uno le regresa. No puedo creer en coincidencias, pero sí creo firmemente en las consecuencias que entraña nuestro obrar. Creo firmemente que lo que sembramos es lo que cosechamos, y esto no es más que la mínima aplicación del principio causa-efecto. ¿Cómo quieres cosechar manzanas en tu huerto si nunca sembraste manzanas? ¿Cómo quieres cultivar duraznos en tus tierras si nunca los has sembrado? Doble regalo sí,… pero los regalos de Dios son siempre una tarea y los dones que él nos da mucho más que una fuente de privilegios son una fuente de responsabilidades. Ojalá que, si tú eres padre de familia puedas corregir el trabajo que estás realizando en el jardín de tu propio hogar. LAS GAFAS OSCURAS. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos”. En este Día del Padre en el que el Señor direcciona la misión de los Apóstoles con las ovejas perdidas de Israel, te invito a pensar en las ovejas perdidas de tu propio Israel, y que también aprovechemos el tecnicismo y el significado de un término tan exacto como lo es el de la palabra M-I-E-S para pensar en los tiempos de tu propia misión. ¿Qué es el tiempo? Para los cristianos el tiempo debe ser visualizado como la antesala de nuestra eternidad, y no como una morada permanente. Se dice que la gente se relaciona con el tiempo en muy diversas formas. Los árbitros deportivos indican el tiempo transcurrido; los presidiarios cumplen el tiempo de su condena; los músicos marcan el tiempo; los historiadores registran
  • 13. el tiempo; los holgazanes matan el tiempo; los peritos en estadística calculan el tiempo. Pero cualquiera que sea la forma en que la gente se relacione con el tiempo, la verdad es que todos disponemos del mismo tiempo. El día tiene únicamente veinticuatro horas; la semana tiene ciento sesenta y ocho horas, el mes, el año, la vida... Y los hombres no las aprovechamos. El tiempo suele ser un juez severo e insobornable, diría Don Alfonso Junco, que el tiempo es alquimia o es ladrón, es decir nos puede convertir en los más afortunados y en los más desafortunados. Y no obstante, el buen cristiano no le tiene miedo a vivenciar la noche que nos llevará al día de nuestro encuentro con Dios,... a aquello que sí le debiéramos temer es a no estarle dando un sentido de eternidad al tiempo que se está viviendo. A nosotros no nos preocupa ni el día ni la hora, nos ocupa el momento que vivimos, nos ocupa el ser verdaderamente humanos y fraternos puesto que así seremos cristianos, y es que, como lo decía Ludwig Wittgenstein, la vida eterna les pertenece a aquellos que han sabido vivir el presente. ¿Sabes? Asko Sirkiä es un periodista de una publicación periódica llamada Tribune en Helsinki, en Finlandia, y narra en un segmento titulado UN MOMENTO JUNTO AL MAR, como el tiempo adecuadamente aprovechado nos da esos recuerdos que le dan un sentido especial a la vida, y un día, cuando lo necesitemos, le darán calor al alma: “Cuando llegué a casa, tras una larga jornada, me encontraba cansado y de mal humor, pues aún me faltaba mucho para terminar la tarea que tenía entre manos. Pensaba continuarla en casa, pero apenas me había quitado el saco cuando oí a mi hijo Ville, de 11 años, gritar muy entusiasmado: -¡Oye, papá! ¿Tienes tiempos hoy? ¡Vayamos a probar mis gafas nuevas! -Iremos otro día – gruñí. -¡Anda, me lo prometiste ayer! -Es cierto, pero ya no hay buena luz afuera. La conciencia empezó a remorderme. Me sentía como el genio de la lámpara de aladino. Le había comprado unas gafas oscuras a Ville la tarde anterior. Para que se las regalara, me había dicho: “Si las uso cuando vayamos a la playa, reducirán el reflejo del agua y podré ver los peces”. Era un argumento irrefutable, así que lo complací. Pensé que en un niño una petición conduce a otra y luego a otra más, pero recordé también las incontables veces en que, de niño, yo mismo le pedí cosas a mi padre. Aunque tenía mucho que hacer, él siempre había sacrificado su tiempo para darme gusto.
  • 14. Mi padre era una persona muy hábil para el modelismo. Recuerdo en especial una ocasión en que me construyó una espléndida gasolinera de madera, a la que juntos, sentados en el piso de la sala, le dimos los toques finales con pintura blanca y azul. Lleno de orgullo, les mostré la gasolinera a mis amigos y les dije que yo la había construido con papá. Ellos al verla tan bellamente manufacturada no me creían lo que les decía. Y, yo me acercaba a mi padre para preguntarle delante de ellos: ¿verdad que tú y yo la hicimos, papá? Y él les decía a mis amigos que: “sí”, “los dos la habíamos hecho”. Yo no soy muy ducho para los modelos a escala; es más, ni siquiera los sé pintar bien. Lo que sí puedo hacer es dedicarle un poco más de tiempo a Ville. Y es que, muy a menudo, los adultos estamos tan agobiados con nuestras tareas, y usamos esto como un pretexto cuando nuestros hijos nos piden que hagamos algo juntos. Lo que nuestros hijos nos enseñan es que hay que aprender a disfrutar del momento, ya que puede ser más precioso de lo que creemos. En la vida no hay ni ayer ni mañana: sólo existe este instante, solamente existe el ahora. Nuestros hijos pronto habrán crecido y ya no necesitarán de nosotros ni nos pedirán que pasemos tiempo con ellos. Por eso, aquella despejada tarde de mayo, Ville y yo nos dirigimos hacia una playa cercana del distrito de Helsinki donde vivíamos. Había yo encontrado unas viejas gafas oscuras también para mí y, con ellas puestas, parecíamos unos actores de cine. El sol ya se acercaba al horizonte. ¡Sólo las estrellas de rock usan gafas oscuras a esas horas del día! Recuerdo que el mar estaba casi en calma, y un par de patos iban dejando una angosta estela en la luminosa superficie. Una gaviota chilló al pasar dando un giro sobre nosotros. El motor de un viejo bote traqueteaba lánguidamente al adentrarse en el mar, y los veleros se desdibujaban a lo lejos bajo la luz del ocaso. Una vez en la playa, Ville recogió una piedra y la lanzó al agua. -¡Mira, papá, qué clara se ve el agua allí abajo!- exclamó. La verdad es que, yo no veía casi el mar, mucho menos iba a ver la piedra, tampoco estaba seguro de que el niño la viera. Más eso no me importaba. Ese momento se me quedó grabado en la mente para siempre: de pie, muy juntos uno del otro, como si fuésemos un par de conspiradores o de conquistadores del universo, contemplábamos a través de las gafas oscuras los círculos concéntricos que se dibujaban en la superficie del agua al hundirse las piedras.
  • 15. Pase el brazo sobre los hombros de Ville y permanecimos allí unos minutos antes de regresar a la casa. El sol ya se había ocultado y una suave brisa nos acariciaba el cuerpo. Ahí estábamos: el papá, mi niño y… las gafas oscuras. Le agradezco a Ville que me haya hecho recuperar una parte de la esencia de la vida: el mágico mundo del disfrute del momento presente. Es algo prodigioso que todo adulto puede aprender. Esto está al alcance de cada uno de nosotros, pero hay que ser capaces de verlo. Aquella espléndida gasolinera en miniatura que mi padre me construyó se rompió hace años y acabó en el basurero, pero yo conservo su recuerdo. Las gafas oscuras de Ville se rayarán y quizá las pierda o se las roben al otro día. Aún así, creo que el recuerdo de haber estado con su padre a la orilla del mar, un día que en su interior sienta frío, este recuerdo le dará calor a su alma. De la misma manera en que mis propios recuerdos le dan calor a la mía. Aprovechemos el tiempo. Hay un pasado con el que se debe romper, un presente que se debe vivir con fe y lucidez, y un futuro de gloria hacia el cual dirigimos los ojos atravesando el muro de la noche. Aquellos que nos confesamos cristianos debemos darnos cuenta de que no es posible matar el tiempo sin que estemos hiriendo nuestra eternidad. Haz las cosas mientras tengas tiempo… Habla con los que Dios te ha dado, con las ovejas perdidas de tu Israel. Termino con otro artículo que me agrada “Hablar con el muchacho”. John Aspi escribió en su agenda. Se lo había pedido su esposa, preocupada. Los maestros se quejaban de su hijo: que faltaba a clases, fracasaba una y otra vez en los exámenes, que se mostraba irrespetuoso. Además, que estaba gastando más dinero del que convenía a un chico de su edad. Y aquellas malas compañías que dejaban tanto qué desear, con aquellos amigos que se rumoraba se dedicaban a tomar cosas ajenas... Pero,... después lo hago, -decía en su interior-... La mujer exagera...¡así sin las mujeres!... Tengo cosas en el trabajo, no debo quedarme atrás, se está acercando una excelente oportunidad de ascenso. Las juntas de la empresa no esperan. Y,... sí me dan el ascenso ellos serán los primeros beneficiados, estaremos mejor ubicados en lo económico... Pero, para que ella no se exasperara tome la agenda y le dije: en la primera oportunidad hablaré con él, esto es para mí sumamente importante, mira lo voy a agendar: “Ha-blar –con- -el- mu-cha-cho-” Ya está, vamos a dormir, mañana será otro día. Y se fue pasando el tiempo, se pasaron los días, y nunca habló con el muchacho. Y un día el tiempo se vino encima, tan de repente. Una tarde regresó John Aspi a la casa, con la espalda encorvada por el peso del sufrimiento y la vergüenza, entró en su cuarto y vio sus cosas. Ya no tenía que trabajar, le habían jubilado, mejor dicho le habían echado fuera, un día
  • 16. llegó alguien más joven que él... Y en su casa, todas las cosas parecían extrañas para él, como extraño había sido siempre su hijo para él. Quizá pudo decir alguna vez que tenía un hijo, pero su hijo no pudo decir jamás que tuvo un padre. Y su esposa se había ido, mejor dicho, su esposa un día se dio cuenta y aceptó con todo el dolor del corazón de que ella no significaba nada para él Y ahora la cárcel, la acusación –ya probada- de que su hijo andaba en cosas de drogas y de automóviles robados, y esa terrible fotografía en el periódico, y las conversaciones que cesaban mágicamente cuando llegaba él al círculo de sus amigos. Sintió de pronto la ausencia del hijo, que ahora llevaba como una herida en la mitad del pecho y en lo más profundo del alma. Molesto, ahora levantaba los ojos al cielo y le reclamaba a Dios, su desventura... Él,... que trabajó toda la vida por su familia, que se fatigó a horas y deshoras, que siempre llevó las mejores cosas a su casa, que les ofreció los mejores regalos a sus seres queridos, que se medio mató para que no les faltara nada y, ahora Dios le pagaba de esa manera...¡Sin duda, aquello era injusto! ¿Por qué a él y no a otro? Pensando en esto se dirigió al baúl de su recamara y se puso a revolver papeles viejos en busca de una fotografía que le diera al menos la imagen de un día pasado en familia, felizmente... Y no encontró nada. Sólo se topó con la hoja rota de una agenda olvidada, y en ella una inscripción borrosa por el paso de unos años idos y que no habrían de volver: “Ha-blar –con- -el mu-cha-cho”. Y vienen aquí nuestros cuestionamientos: ¿Tengo tiempo, tiempo de sobra? ¿A quién consagro gustosamente mi tiempo? ¿Para quién no dispongo de tiempo? ¿A quién podría dedicar más tiempo? ¿Registro el tiempo dedicado a mis hijos, como un tiempo perdido o como un tiempo felízmente aprovechado? Y tú, ¿sabes cómo están tus hijos? Oye,... ¿y dialogas con ellos? Recuerda que una cosa es dialogar y otra muy distinta el hablar: hablar es abrir los labios y dialogar es abrir el corazón. Date tiempo para hablar con tus hijos. Para que así después no le andes culpando a Dios de aquello, que tú no has querido asumir.