(mar.2012) Conocido cuento de dominio público y origen incierto, que nos muestra con precisión cómo el saber ver más allá de lo anecdótico de las circunstancias del momento, da resultados sólidos y que ante una agresión, devolver agresión solamente es multiplicarla, pero al brindar lo contrario, simplemente se trasforma.
Producción original: Carlos Rangel
2. Cuenta un antiguo relato que había un monasterio construido en lo
alto de una montaña.
Los monjes eran sumamente pobres. Vivían de trabajar la tierra, pero
sobre todo de las limosnas de los peregrinos interesados en conocer
tres antiquísimos manuscritos de los que se consideraban sus devotos
guardianes, pues eran únicos en el mundo y sumamente valiosos,
Eran antiguos papiros en forma de rollo cuyos profundos pensamientos
les habían conferido fama universal.
3. Un cierto día, sin embargo, un ladrón se acercó discreta y
sigilosamente para robar dos de los tres rollos y salió de inmediato
corriendo montaña abajo.
Los monjes avisaron rápidamente al superior, y como un rayo, el abad
tomó el otro rollo y corrió tras el ladrón tomando un atajo y logrando
alcanzarle.
4. “¡Detente, hombre, qué has
hecho! Nos has dejado sólo
con un rollo.
No nos sirve. Nadie va a
venir a leer un mensaje
incompleto. Lo que nos has
robado igualmente carece
de valor, precisamente por
estar incompleto.
Puedes hacer dos cosas,
o devuelves ahora lo que
pertenece al templo,
o tomas también este
manuscrito y te llevas la
obra completa”.
5. “Lo siento, Padre, estoy desesperado, tengo suma urgencia en
conseguir algún dinero con estos manuscritos”, dijo el ladrón.
“Bueno, -le contestó el abad- en ese caso llévate también el tercer
rollo, ya que de lo contrario se va a perder en el mundo algo único.
Véndelo bien, asegúrate que siempre estén los tres rollos juntos, y
estamos en paz”
…y lo dejó ir con el tesoro.
6. Los monjes no entendían cómo era posible que el abad hubiera
actuado de esa forma tan extraña. Saltaba a la vista que había sido
débil, permitiendo que el monasterio perdiera su poderoso atractivo.
Sin embargo, guardaron respetuoso silencio, dando el episodio por
concluido.
7. Cuenta la leyenda que una semana después, para asombro y zozobra
de todos los monjes, el ladrón regresó.
… y pidió hablar con el abad.
8. “Aquí le traigo los tres rollos, no son míos. Se los devuelvo.
Le pido en cambio me permita ser aceptado como monje.
Cuando usted me alcanzó, lo esperaba todo, menos que tuviera la
generosidad de regalarme el tercer rollo, y la confianza en mí como
para creerme la verdad de
mi necesidad, y mucho
menos esperaba que me
dijera que estábamos en paz,
perdonándome con
tanta sinceridad.
Eso me ha hecho cambiar.
Mi vida se ha transformado”.
9. Nunca en su vida ese hombre había sentido la grandeza del perdón.
Nunca había estado en presencia de la generosidad hecha hombre.
Fue así como el abad recuperó los valiosos manuscritos para beneficio
del monasterio y de todos, habiendo ahora muchos más peregrinos a
causa de la leyenda del robo y el desenlace de la historia…
Y por si fuera poco,
el abad tuvo ahora un monje de una honestidad … a toda prueba.
10. En la vida real, como en las antiguas historias,
todo agresor siempre espera ser de alguna manera agredido.
Nunca espera una reacción creativa ni una respuesta insólita.
No sospecha la conmoción del poder incalculable de
“poner la otra mejilla”.
Poco a poco, cada uno de nosotros podemos ir cambiando
nuestras actitudes, sin necesariamente esperar que sucedan
los grandes y radicales cambios trascendentales
tan difíciles de alcanzar; sólo haciéndolo.
Un día plantas una semilla, la cuidas,
y al paso del tiempo tienes un frondoso árbol
que cobija a todos con su sombra
y deleita con su fruto.
Un paso a la vez,
todos juntos podemos lograr la paz para todos.