2. A pesar de conocer las promesas divinas, el
pueblo de Israel expresó la siguiente
preocupación:
“El Señor me ha abandonado; el Señor se ha
olvidado de mi” (Isaías 49:14). Este mismo
pensamiento subyace en la vida de miles de
hombres y mujeres del siglo XXI alrededor
del mundo. Afirman que Dios los ha
abandonado; pero, ¿se olvida Dios de sus
hijos?
3. Por experiencia personal, puedo decir que Dios
nunca se olvida de nosotros. Al contrario, somos
nosotros quienes los olvidamos a él. Así lo
confirma el Creador: “¡Te olvidaste de mi!, dice
Jehová, el Señor” (Ezequiel 22:12, RV95). Como
resultado, sentimos que nos hemos quedado
solos, sin amigos y sin Dios.
4. Es muy posible que en la vida lleguemos a
sentirnos realmente solos, sin amigos, «sin
esperanza y sin Dios en el mundo». Sin
embargo, aunque en ocasiones sentimos que
nos falta la compañía humana, podemos
tener la certeza de que el Padre celestial
nunca nos abandonará. Esa es la promesa
bíblica.
5. Sentimos que Dios nos
ha abandonado, ya
sea porque hemos
desobedecido su
Palabra o porque
estamos atravesando
por un momento de
prueba. La buena
noticia es que en las
Escrituras Dios ha
dejado grandes
promesas para todo
aquel que crea en
ellas y las pida en
oración. Veamos.
6. Cuando he desobedecido conscientemente la
Palabra de Dios, haciendo lo contrario de lo que
él me pide, he sentido inmediatamente que su
presencia ha desaparecido de mi vida; que a
partir de ese momento ya no estará a mi lado y
no me podrá perdonar.
Esta realidad la presenta claramente la Biblia:
«la mano del Señor no es corta para salvar, ni
es sordo su oído para oír. Son las iniquidades de
ustedes las que los separan de su Dios. Son
estos pecados los que lo llevan a ocultar su
rostro para no escuchar» (Isaías 59: 1,2)
7. Si, he aprendido que el
pecado me separa de Dios,
pero también he aprendido
que él no me abandona por
ser un pecador, sino que
me invita a volver a él:
«¿Cómo podría
abandonarte, Israel?»
(Oseas 11:8) en lugar de
Israel, siempre coloco mi
propio nombre: «como
podría abandonarte,
Coralia?» y luego en
Malaquías nuestro Padre
celestial añade: «vuélvanse
a mi, y yo me volveré a
ustedes» (Malaquías 3:7)
8. Dios no solo nos invita a regresar a él, sino que
además promete: «si confesamos nuestros
pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los
perdonará y nos limpiará de toda maldad» (1
Juan 1:9).
¡Gracias, Dios mío, porque tu perdón es
absoluto, tu paz es real, y tu presencia vuelve
a mi vida cada vez que regreso arrepentido a
tus pies creyendo tu promesa!
9. Otro momento en que pensé que Dios me
había abandonado se produjo cuando vi
exhalar a mi madre lo que pensé era su
ultimo suspiro en el hospital. Sola, sin amigos
ni parientes en aquella sala y mientras el
doctor ejecutaba un masaje cardiaco,
recordé en medio de mi aflicción la divina
promesa: «No temas, porque estoy contigo;
no te angusties, porque soy tu Dios. Te
fortaleceré y te ayudare, te sostendré con mi
diestra victoriosa» (Isaías 41:10)
10. Recordé al instante que Jesús, mi Dios, es «la
resurrección y la vida» (Juan 11:25). Reclame su
promesa para mi madre. Minutos después, el doctor
salió de la sala de reanimación y me dijo que ella
había despertado. Dice el Salmista «aunque yo este
afligido y necesitado, Jehová pensara en mi»
(Salmo 40:17, RS95)
¡Gracias, Dios mío, porque eres confiable, y porque
respaldas tus promesas con hechos reales y
tangibles, en medio de la angustia y el dolor!
Dios siempre esta con nosotros. Por lo tanto, no
perdamos la confianza, porque no nos deja solos en
las dificultades y, oportunamente, nos dará la
victoria.
11. Finalmente, sin importar cual sea nuestra
situación, debemos recordar que en su Palabra
Dios tiene centenares de promesas que desea
cumplir en nuestra vida; preciosas promesas que
debemos buscar y experimentar.
He aquí otra de ellas, a la que podemos acudir
cuando nos invade el sentimiento de la soledad,
o cuando nos sintamos tentados a pensar que
Dios nos ha abandonado: «¿puede una madre
olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar a su
hijo que ha dado a luz? Aunque ella lo olvidara,
¡yo no te olvidare!» (Isaías 49:15).
12. DIOS NUNCA ME
OLVIDA. DIOS NUNCA
TE OLVIDA. Y «FIEL ES
EL QUE HIZO LA
PROMESA» (Hebreos
10:23)
DIOS SIGUE
CUMPLIENDO SUS
PROMESAS. SIGUE
HACIENDO MILAGROS.