Sanidad Interior y Liberacion libro de ayuda espiritual y emocional
LECTURA ORANTE - DOMINGO DE PENTECOSTÉS - C
1. DOMINGO DE PENTECOSTÉS
(Ciclo C)
Lecturas bíblicas
a.- Hch. 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo.
Luego de la Ascensión de Jesús al cielo, lo más importante para Lucas, es
describir la venida del Espíritu Santo, que llevará a los discípulos a la verdad
completa. Han pasado cincuenta días desde la Resurrección, el Espíritu Santo
prometido por Jesús, viene a ellos hoy. En el trasfondo, tenemos la idea de la
primera creación, ahora se describe, la nueva creación, entendiendo por ello, la
redención; así como al principio contamos con el aliento vital (cfr. Gn. 2,7), ahora
el soplo del Espíritu, crea al hombre nuevo. Lucas, usa todos los elementos de las
epifanías del AT. El Espíritu viene de Dios, del cielo, pero como el Espíritu es
imperceptible, se describe como viento impetuoso, es el pneuma. Ese viento o
Espíritu, destinado a los apóstoles llena toda la casa, donde estaban reunidos.
Viento y ruido, signos sensibles de la fuerza interna y operante del Espíritu Santo
(cfr. Gn. 10-11). Pentecostés, fiesta que evocaba la entrega de la Ley en el Sinaí.
Siempre en esa tradición, la llama se convirtió en lengua, es decir, la
manifestación de Dios, se hizo inteligible, ya que el hombre se manifiesta a través
de la lengua a los demás. Lucas, quiere mostrar en Pentecostés, la fuerza y el
poder del Espíritu a todos los judíos de la Diáspora y los venidos a la fiesta, en el
fondo se trata de hablar de universalidad. Se habla de Doce regiones distintas, y
todos oyen hablar de las maravillas de Dios, con ello se confirma la presencia y
obra del Espíritu Santo en medio de ellos. Los tiempos mesiánicos habían sido
descritos como los tiempos del Espíritu. Una nueva Ley escrita no en piedras sino
en el corazón de los hombres. Las maravillas de Dios, se refieren al contenido del
evangelio y al universalismo que está alcanzando. El milagro de las lenguas, en
que todos se entendían, se refiere no sólo a la superación de las lenguas sino a
que el evangelio, está llamado a ser predicado en toda las lenguas en el mundo
entero. Todas las lenguas hablarán el evangelio de Jesús. Si ha comenzado en
tiempo del Espíritu, también lo el de la Iglesia Católica.
2. b.- 1Cor. 12,3-7.12-13: El Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
El apóstol quiere aclarar ciertos aspectos de la vida de la comunidad de Corinto.
Toda la Iglesia está gobernada por el Espíritu Santo, quien haga profesión de fe
en Jesucristo, reconociéndolo como Señor, es obra del Espíritu Santo. Los
carismas son signos de la presencia del Espíritu y que otorga a los miembros de la
comunidad para ponerlos a su servicio. Si bien los carismas son diversos, todos
proceden de un único Espíritu, lo que contribuye sobremanera a la unidad de toda
la Iglesia. El símil del cuerpo que usa Pablo, le sirve para complementar esta
realidad. ¿Qué había sucedido? La comunidad vivió la tentación del sincretismo de
los paganos, es decir, obtener conocimiento de Dios, por medio de trances y
éxtasis, es decir, conciencias alteradas. La comunidad ya gozaba de la
experiencia de los carismas por la fe y acción del Espíritu (cfr. Hch. 2, 1-11), y lo
que podía llevar a confusión eran los signos que los acompañaban. Pablo,
establece que sólo la fe del individuo es la que discierne entre la verdad o falsedad
de un carisma. Si es verdadero, servirá para confirmar la fe en Jesucristo (v. 3).
Otro criterio es que la diversidad de carismas debe servir al designio salvífico de
Dios en la unidad. A diferencia del politeísmo pagano que atribuía a los dioses
sus favores místicos, en el cristianismo todo proviene del Espíritu. Por lo mismo,
no puede haber oposición o competencia entre ellos, si existiera, es signo que no
proviene de Dios. El último criterio, es que los carismas deben servir al bien
común y a la unidad del cuerpo, es decir, a la Iglesia (vv.7.12-13). Si los carismas
son para el bien de la comunidad, cualquier don que no tiene repercusión en la
asamblea o no sale del ámbito personal o individual, es sospechoso que sea falso.
La vitalidad del cuerpo de la Iglesia y su crecimiento, dependen de estos carismas,
su dinámica sirve en sus múltiples funciones, en la unidad del Espíritu que la
vivifica continuamente (vv.12-13), con su intenso amor. La Eucaristía reúne las
mentalidades y los carismas más diversos, pero deseosos de colaborar en
construir unidad.
c.- Secuencia del Pentecostés
- Ven, Espíritu divino,/ manda tu luz desde el cielo. / Padre amoroso del pobre;/
don en tus dones esplendido; /luz que penetra las almas;/ fuente del mayor
consuelo.
- Ven, dulce huésped del alma,/ descanso de nuestro esfuerzo,/ tregua en el duro
trabajo, / brisa en las horas de fuego,/ gozo que enjuga las lágrimas /y reconforta
en los duelos.
3. - Entra hasta el fondo del alma,/ divina luz, y enriquécenos./ Mira el vacío del
hombre / si tú le faltas por dentro;/ mira el poder del pecado/ cuando no envías tu
aliento.
- Riega la tierra en sequía,/ sana el corazón enfermo,/ lava las manchas, infunde/
calor de vida en el hielo,/ doma el espíritu indómito,/ guía al que tuerce el sendero.
- Reparte tus siete dones/ según la fe de tus siervos. / Por tu bondad y tu gracia/
dale al esfuerzo su mérito;/ salva al que busca salvarse/ y danos tu gozo eterno.
Amén.
c.- Jn. 20,19-23: Recibid el Espíritu Santo.
Este evangelio nos presenta los dones del Resucitado para la comunidad eclesial:
el don de la paz, el gozo de verlo presente en ella, el envío misionero, el soplo del
Espíritu Santo sobre los apóstoles y el perdón de los pecados. Todos elementos
fundantes de una nueva creación, que la resurrección, hace que tome forma en la
comunidad apostólica. Con la Resurrección de Cristo, se pasa a un nuevo tiempo
el tiempo del Espíritu Santo, donde el Resucitado se hace presente con el poder y
el accionar del Espíritu. Encontramos los considerados dones pascuales del
Resucitado para su Iglesia: En el saludo de Jesús tenemos el primer don, el de la
paz (vv.19.21). Es la paz mesiánica, prometida por los profetas para los tiempos
escatológicos. Paz entre el cielo y la tierra obtenida por las llagas de la Pasión que
ahora les muestra en señal de identificación, el que murió en la cruz, está vivo (cfr.
Jn.14,27). El gozo, es el segundo don, la alegría pascual es propia del discípulo
que sabe y confiesa su fe en Cristo, Crucificado y Resucitado (v.21). El envío, el
tercer don, la misión de los apóstoles consistirá en predicar el Evangelio de la
gracia y de la paz al mundo entero. En su Bautismo Cristo Jesús había sido
consagrado por el Espíritu Santo como Mesías, inaugurando así su ministerio
salvífico. Recibieron el mandato, como ÉL lo había recibido de su Padre. El don de
predicar, movidos y guiados en todo por el Espíritu Santo. Con su paz envía a los
apóstoles a predicar el evangelio a toda la comunidad eclesial por ellos
representada. El cuarto don, es recibir el aliento del Espíritu Santo, es hacer del
hombre una criatura nueva (cfr. Gn.1, 2; 2,7; Ez. 37,1-14). Finalmente, los
discípulos reciben el don de perdonar los pecados, quinto don: la gracia es el
antídoto contra el pecado. Jesús lo comunica a sus discípulos y a los sucesores
de los apóstoles. Concede a la Iglesia, la capacidad de perdonar y retener el
perdón, de admitir un miembro, como de excluirlo de la comunidad eclesial. El
poder debía venir de Jesús para la comunidad y sus miembros (cfr. Mt. 16, 16-19;
18, 18). Estos dones del Resucitado a la Iglesia, el Espíritu Santo los recrea en la
4. Iglesia siempre para dar la vida nueva a los creyentes. ÉL nos había prometido
vida en abundancia (cfr. Jn. 10,10), ahora la poseemos gracias a la acción del
Espíritu en el interior de la Iglesia y en el espíritu de cada cristiano que vive esta
intimidad divina que se manifiesta en las obras que inspira en la oración.
Cuando el místico carmelita San Juan de la Cruz explica el verso: ¡Oh llama de
amor viva” declara: Esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el
Espíritu Santo, el cual siente ya el alma en sí, no sólo, como fuego que la tiene
consumida y transformada en suave amor, sino como fuego que, demás de eso,
arde en ella y echa llama, como dije; y aquella llama baña al alma en gloria y la
refresca en temple de vida divina. Y ésta es la operación del Espíritu Santo en el
alma transformada en amor, que los actos que hace interiores es llamear, que son
inflamaciones de amor, en que unida la voluntad del alma, ama subidísimamente,
hecha un amor con aquella llama. Y así, estos actos de amor del alma son
preciosísimos, y merece más en uno y vale más que cuanto habrá hecho toda su
vida sin esta transformación, por más que ello fuese, etc. Y la diferencia que hay
entre el hábito y el acto, hay entre la transformación en amor y la llama de amor,
que es la que hay entre el madero inflamado y la llama de él: que la llama es
efecto del fuego que allí está. De donde, el alma que está en estado de
transformación de amor, podemos decir que su ordinario hábito es como el
madero que siempre está embestido en fuego; y los actos de esta alma son la
llama que nace del fuego de amor, que tan vehemente sale cuanto es más intenso
el fuego de la unión: en la cual llama se unen y suben los actos de la voluntad
arrebatada y absorta en la llama del Espíritu Santo, que es como el ángel que
subió a Dios en la llama del sacrificio de Manué (Jc.13,20). Y así, en este estado
no puede el alma hacer actos, que el Espíritu Santo la mueve a ellos; y por eso,
todos los actos de ella son divinos, pues es hecha y movida por Dios. De donde al
alma le parece que cada vez que llamea esta llama, haciéndola amar con sabor y
temple divino, la está dando vida eterna, pues la levanta a operación de Dios en
Dios” (Llama de Amor viva 1,3-4).
P. Julio González C.