El documento habla sobre la preparación para la venida de Jesucristo a través de la figura de San Juan Bautista. Explica que Juan Bautista predicaba la conversión a través del arrepentimiento y el bautismo. También destaca la necesidad de pedir los dones del Espíritu Santo para lograr una verdadera conversión interior y vivir los valores del Evangelio.
2. Todos los años en
este segundo
domingo de
Adviento la Iglesia
nos presenta a san
Juan Bautista, con
su vida y
enseñanzas, para
mejor prepararnos
a la venida de
Jesucristo a
nuestro corazón.
3. La Navidad puede estar vacía si sólo nos
preocupamos del aspecto externo. Los mundanos
se preocupan del negocio, de las luces, de la
diversión…
4. Pero nosotros, fieles a Cristo, debemos
prepararnos para que los días de navidad sean
días de gracia y de paz. Para ello debemos
escuchar al Bautista.
5. Para ayudarnos a prepararnos, hoy nos presenta la
Iglesia a san Juan Bautista, como la voz que clama en
el desierto:
11. Juan Bautista era un hombre sincero; se había
preparado en la austeridad del desierto para vivir
plenamente la vida de Dios en sí mismo y deseaba que
otros vivieran esa misma vida.
Quería ser
«la voz que
clama en el
desierto»,
como había
anunciado
el profeta
Isaías.
12. Hoy el evangelio le
presenta externamente
un poco estrafalario:
muy mal vestido,
comiendo saltamontes
y miel silvestre,
viviendo al aire libre;
pero con el fuego
santo en el corazón
predicando la
conversión.
31. Pero a ellos aquel
bautismo de Juan no
les servía para nada,
porque el bautismo
de Juan suponía que
quien se bautizaba
estaba convertido, y
aquellos no venían a
convertirse, sino
quizá para quedar
bien ante la gente
sencilla. Entonces
Juan les tuvo que
llamar: «hipócritas,
raza de víboras…»
32. pero sí lo dio
un aspecto
nuevo no sólo
de
formulismo,
sino de unión
a una sincera
conversión.
El bautismo no lo inventó san Juan, pues estaba entre las
prácticas religiosas de los judíos,
33. Sin embargo era
algo transitorio,
porque allí mismo
el Bautista anuncia
que vendrá pronto
el Mesías, que no
va a bautizar sólo
con agua, que
representa el
lavado interior,
sino que lo hará
con el Espíritu y
fuego. Jesús
limpiará de verdad
el alma.
34. ¡Qué fácil les era a los fariseos proclamar que eran
hijos de Abraham! Pero lo que Dios quiere es el
corazón. Seamos cada uno de donde seamos, de la
raza que seamos, tengamos una u otra formación, lo
que Dios quiere es el corazón.
Por eso
quiere que
nos
convirtamos.
Unos más,
otros menos,
todos
necesitamos
conversión.
35. Para los fariseos, como
hoy para muchos,
convertirse significa
hacer más prácticas
religiosas, sobre todo
las obligatorias, como
la misa del domingo.
No se trata de eso,
aunque pueda ser
bueno en parte.
Convertirse es cambiar
de actitud, cambiar de
ver las cosas y la vida
para verlas con la
mirada de Jesucristo.
36. Convertirse es adquirir
una nueva manera de
ver las cosas y tener
un nuevo corazón. Eso
nos lo dará el Espíritu
Santo, a quien hay que
clamar. Hoy en la 1ª
lectura nos habla el
profeta Isaías del
Espíritu de Dios que
iba a tener el Mesías y
nos habla de los 7
dones que es la
plenitud del Espíritu.
Así nos dice Isaías en
el capítulo 11 (1-10):
37. Aquel día: Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz
florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del
Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo
y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará
el temor del Señor. No juzgará por apariencias ni sentenciará
de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los
desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al
malvado con el aliento de sus labios. La justicia será
cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el
cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho
pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías
se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño
jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el
escondrijo de la serpiente. No hará daño ni estrago por todo
mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del
Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de
Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los
38. Este es un poema hermoso, es como una utopía o sueño
del profeta sobre un paraíso que parece imposible.
Alguno se pregunta: ¿Cómo va a ser posible que la
pantera esté junto al cabrito, el novillo esté pastando
con el león, y la vaca con el oso?
Esto se lo
preguntan los
que se
esfuerzan en
leer la Biblia
al pie de la
letra y querer
entenderla de
esa manera.
39. Pero la Biblia habla
mucho en símbolos. Y en
verdad hay personas que
son peores que los
leones o las panteras.
Estos no pueden
cohabitar a veces ni con
sus propios hermanos.
Pero cuando viene la
gracia de Dios y se dejan
guiar por el Espíritu de
Dios, se pueden
transformar en tiernos
corderillos, llenos de paz
y amor.
40. Y hay muchos grupos
imbuidos por el
Espíritu de
Jesucristo, que viven
en verdadera paz y
amor. Sienten en
parte lo que
Jesucristo sentía en
plenitud, cuando en la
sinagoga de Nazaret
exclamó: El Espíritu
de Dios está sobre mi,
porque me ha
ungido»
50. Nosotros también debemos pedir estos dones: el de
sabiduría, para entender y gustar el misterio de Dios; el de
entendimiento para profundizar en la palabra revelada; el
de consejo para discernir lo que mejor conviene en este
camino; el de fortaleza, para llenarnos de energía y
superar los miedos; el de ciencia para aprender mejor las
lecciones del Espíritu;
el de piedad,
para vivir
gozosamente
la fe; y el de
temor de
Dios, para
respetar a
Dios siempre
presente.
51. Y si aceptamos los
dones del Espíritu,
luego irán saliendo
los frutos, como es la
caridad, la alegría, la
paz, el apreciar la
salvación; y la
afabilidad, el respeto,
la ternura, la bondad y
todas las demás
virtudes. ¡Cuántas
cosas buenas nos
sucederán si hay
verdadera
conversión!
52. Recibamos con entusiasmo
el mensaje que hoy nos
dirige san Juan Bautista
como preparación para la
Navidad: CONVERSIÓN. Es
una conversión que
encierra la paz y la justicia,
como nos dice el salmo
responsorial. Se trata de la
justicia mesiánica, que es
Dios mismo. Justicia al
estilo de Dios que es amor y
dulzura, como lo
manifestará en Navidad.
53. Así que la conversión, de la que nos habla hoy san
Juan, no es algo como por encima, sino algo muy íntimo
y racional. Convertirse es mirar a cuantos nos rodean
como verdaderos hermanos. Por lo tanto debe
desaparecer todo odio o envidia.
Es rodear
nuestras
relaciones
de un
verdadero
amor, que
es lo
contrario
del
egoísmo.
54. Convertirse no es cambiar
de trabajo, normalmente,
sino cambiar el corazón;
pero esto no es cosa fácil.
Hay que deshacerse de
muchas cosas en el
camino para ponerse al
servicio de Dios. Y esto es
un proceso que nos puede
llevar toda la vida.
Convertirse es ser de
verdad cristiano; pero ello
significa ser otro Cristo,
encarnar en la existencia
de cada día, la vida misma
de Jesús, con sus valores,
sus opciones, incluso su
Cruz y resurrección.
55. Convertirse es mirar a cuantos nos rodean como
hermanos, por encima de posiciones sociales, ideas
políticas y religiosas o estilos de vida.
La conversión
supone un
retorno a
Dios, una
continua
renovación
del espíritu,
en respuesta
al amor que
Dios ha
derramado en
nuestros
corazones.
56. Convertirse es poner
en todo un acento de
sinceridad, de justicia
y de concordia. Es no
confundir lo esencial,
que es el amor, con lo
accesorio, que es
todo lo demás.
Convertirse es confiar
en la Providencia,
sabiendo que
absolutamente todo
está en sus manos, y
que nuestros
problemas no le son
ajenos.
57. Convertirse no
significa hacer
cosas raras, sino
buscar a Dios
sinceramente en el
trabajo, en las
ocupaciones
diarias. Y es poder
decir de corazón:
No, yo ya no
quiero nada de mi
vida pasada. Yo
quiero vivir para
Él.