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Estado del arte de los programas de prevención de la
violencia en jóvenes
Basados en el trabajo con la comunidad y la familia,
con enfoque de género
Estado del arte
de los programas
de prevención de
la violencia en
jóvenes
Basados en el trabajo con
la comunidad y la familia,
con enfoque de género

José Miguel Abad G.
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes, basados en el trabajo con la
comunidad y la familia, con enfoque de género
Pan American Health Organization (OMS)
Pan American Sanitary Bureau (OPS)
Regional Office of the World Health Organization
525 Twenty-third Street, N. W. Washington, D. C.
20037 United States of America
Teléfono: (202) 974-3000
www.paho.org
Cooperación Técnica Alemana-GTZ
Prolongación Arenales 801
Lima 18, Perú
Teléfono: (511) 422-9067
gtz-peru@pe.gtz.de
Esta publicación se realizó en el 2006 en el marco del Proyecto Fomento del Desarrollo Juvenil y Prevención
de la Violencia (OPS-GTZ)
Autor
José Miguel Abad G.
Ex asesor regional de la GTZ, ensayista y consultor en políticas de juventud y temas de desarrollo social para
varios países de América Latina
Equipo Técnico de GTZ
Matilde Maddaleno
Alberto Concha Eastman
Ana Isabel Moreno
Cuidado de edición: Rocío Moscoso
Diseño de carátula y diagramación: Sinco Editores
ISBN 92 7 532679 7
Hecho el depósito legal 2006-9188 en la Biblioteca Nacional del Perú
Biblioteca Sede OPS - Catalogación en la fuente
Abad G., José Miguel
Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes, basados en el trabajo con la comunidad y la
familia, con enfoque de género.
Washington, D. C.: OPS, © 2006
I. Título
1. Violencia-prevención y control	
2. Conducta del adolescente
3. Salud del adolescente
4. Relaciones familiares



5. Identidad de género
NLM WS 460
1. Metodología y fuentes
de información

Índice
Presentación	

9

Introducción	

11

	

METODOLOGÍA DEL ESTUDIO	

15

	 1. Limitaciones y posibilidades del objeto de estudio 	

17

	 2. Definiciones metodológicas	

19

	 3. Procedimientos aplicados	

21

	

1. CONCEPTUALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA JUVENIL	

25

	 1.1	El enfoque de la salud pública	

27

	 1.2	Definición de violencia	

27

	 1.3	Tipología de la violencia	

28

	 1.4	La distribución de la violencia	

29

	 1.5	Violencia juvenil	

31

	
2. SITUACIÓN DE LA VIOLENCIA EN ADOLESCENTES Y
	 JÓVENES DE AMÉRICA LATINA 	

33

	 2.1	Violencia juvenil y derechos humanos	

37

	 2.2	Violencia juvenil y salud pública	

38

	 2.3	Violencia juvenil y desarrollo	

44

	 2.4	Conclusiones	

45

	

3. 	 CAUSAS DE LA VIOLENCIA EN ADOLESCENTES Y
	 JÓVENES DE AMÉRICA LATINA	

47

	 3.1	El nivel individual	

50

3.1.1 Características biológicas	

50
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

3.1.2 Características psicosociales	

	 3.2 El nivel de las relaciones	

51
52

3.2.1 Influencia de la familia	

53

3.2.2 Influencia del grupo de pares	

56

	 3.3 	 l nivel de la comunidad	
E

57

3.3.1 Influencia del vecindario	

58

3.3.2 Integración y capital social	

61

	 3.4	El nivel social	

63

3.4.1 Cambios demográficos y sociales	

63

3.4.2 Desigualdad de ingresos y pobreza	

65

3.4.3 Desarrollo institucional y protección social	

66

3.4.4 Influencias culturales	

69

	 3.5	Conclusiones	

72

	

4. 	 INTERVENCIONES DE PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA EN
	 ADOLESCENTES Y JÓVENES	

73

	 4.1	Las resistencias contra la prevención	

75

	 4.2	¿Qué se sabe sobre la prevención de la violencia
		
en adolescentes y jóvenes?	

77

4.2.1 Estrategias en el nivel individual	

79

4.2.2 Estrategias en el nivel de las relaciones	

80

4.2.3 Estrategias en el nivel de la comunidad	

83

4.2.4 Estrategias en el nivel social	

88

	 4.3	Consideraciones finales	

	

5. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES	

89
93

BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA	
ANEXO	



103
115
1. Metodología y fuentes
de información

Presentación

Según el Informe mundial sobre la violencia y la salud preparado por la Organización
Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud (OPS-OMS) en el 2003,
América Latina es la región que sufre el mayor impacto de la violencia en el mundo. La
tasa promedio de homicidio de los jóvenes entre 15 y 29 años es de 101,7 por 100.000
en varones, y de 11,5 por 100.000 en mujeres. Sin embargo, el homicidio es solamente
la manifestación más extrema de la violencia. Se calcula que por cada asesinato hay entre
20 y 40 víctimas, adultas y jóvenes, involucradas en actos de violencia sin consecuencias
mortales, pero que requieren atención intrahospitalaria. Los adolescentes y jóvenes
constituyen la población más afectada por todo tipo de violencia, incluyendo el abuso
físico, sexual, verbal y emocional, así como el abandono. Las posibilidades de que los
jóvenes y adolescentes tengan un desarrollo sano se ven limitadas cuando son golpeados
por la violencia, sea como testigos, víctimas o agresores.
En casi todos los países de América Latina se reconoce que la violencia que afecta a los
jóvenes es un problema político y de salud pública. Su prevalencia no solamente tiene
repercusiones en el desarrollo juvenil, sino también mina los fundamentos democráticos
de la sociedad y es responsable por costos humanos, económicos y sociales enormes en
la región.
Los gobiernos dedican considerables recursos a la lucha contra la violencia juvenil; sin
embargo, muchas iniciativas fracasan porque se ha invertido poco en la evaluación de
impacto de los proyectos y en la participación de los jóvenes en el proceso.
El Proyecto Fomento del Desarrollo Juvenil y Prevención de la Violencia, financiado por el
Gobierno alemán e implementado por la Organización Panamericana de la Salud y la
Cooperación Técnica Alemana-GTZ, tiene como objetivo mejorar la participación de los
jóvenes en la gestión de los programas de desarrollo juvenil y prevención de la violencia
en los países seleccionados —Argentina, Colombia, El Salvador, Honduras, Nicaragua y
Perú—.
En este contexto, una de las principales líneas de acción es la gerencia de conocimientos,
que busca generar evidencia de experiencias y políticas exitosas en la prevención de la
violencia relacionada con jóvenes en la región, desde una perspectiva de salud pública
que incorpora el género, el desarrollo y la participación. Esta publicación, Estado del arte
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

de los programas de prevención de la violencia en jóvenes,basados en el trabajo con la
comunidad y la familia, con enfoque de género, es un componente de los esfuerzos en la
gerencia de conocimientos, y esperamos que contribuya a fortalecer las capacidades de
los profesionales que trabajan en esta temática en los diferentes países.
Matilde Maddaleno
Asesora regional
Unidad de Salud del Adolescente
Área de Salud Familiar y Comunitaria
Organización Panamericana de la Salud
Organización Mundial de la Salud

Wilfried Liehr
Asesor principal
Proyecto Fomento del Desarrollo
Juvenil y Prevención de la Violencia
Cooperación Técnica Alemana-GTZ

10

Alberto Concha-Eastman
Asesor regional
Unidad de Evaluación de Riesgos,
Prevención de la Violencia y Lesiones
Área Desarrollo Sostenible y Salud Ambiental
Organización Panamericana de la Salud
Organización Mundial de la Salud
Ana Isabel Moreno
Coordinadora regional
Proyecto Fomento del Desarrollo
Juvenil y Prevención de la Violencia
Cooperación Técnica Alemana-GTZ
Introducción

A

ctualmente, la violencia en adolescentes y jóvenes se ha convertido en uno de los
principales problemas políticos y sociales de América Latina, cuyos costos económicos
y peores efectos sociales recaen sobre la población más pobre. Las insuficiencias de la
democracia generan, además, una subcultura en adolescentes y jóvenes a través de
la idealización defensiva del grupo —la barra brava, la mara, la galera, la banda, la
pandilla, la nación—, en la cual la violencia moviliza la única forma de acceder a un
reconocimiento de aquello que les ha sido negado por una superposición de carencias
desde su infancia.
Hoy por hoy, los hechos de violencia explican la mayor parte de las muertes de los
jóvenes en la región, especialmente tratándose de hombres de bajos ingresos, residentes
en barrios degradados social y físicamente. Al mismo tiempo, la inseguridad ciudadana
—que se ha convertido en una de las mayores aprehensiones para la opinión pública
latinoamericana— facilita que se estigmatice a este sector de la población. De esta manera,
la violencia toma a muchos jóvenes a la vez como víctimas y como protagonistas.
Por otro lado, hay incontestables evidencias científicas sobre el carácter aprendido
de la violencia. Estas evidencias explicarían que, en presencia de determinados
factores situacionales o estructurales, se tome la decisión individual y colectiva —que
llega a convertirse en una forma socialmente tolerada e incorporada a las pautas de
relacionamiento cotidiano— de resolver los conflictos que emergen de la convivencia
social recurriendo a la violencia, así como la tolerancia y el sufrimiento de sus víctimas. Sin
embargo, siendo una respuesta socialmente aprendida, la violencia tiene una expresión
histórica determinada, y no constituye un rasgo “connatural” del ser humano.
En esta tesis se basa la idea de que es posible prevenir la violencia: el aprendizaje de
otras conductas y la eliminación o el control de determinadas condiciones o situaciones
pueden mejorar la capacidad de las sociedades para resolver sus conflictos sin los costos
—tangibles e intangibles— que ocasiona la violencia, incluso aquella que se ejerce
legítimamente. Esto conlleva a la necesidad de conocer más y mejor sus causas, identificar
los factores que la previenen o la incitan, y saber cuál es la magnitud de sus efectos. Al
mismo tiempo, especialmente desde los últimos 15 años, se han implementado, con
mayor o menor eficacia, distintas experiencias de prevención, todo lo que va conformando
un profuso —aunque disperso— cuerpo de evidencias acerca de lo que resulta efectivo o
no efectivo en la prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes.
En este contexto, el Proyecto Fomento del Desarrollo Juvenil y Prevención de la Violencia,
implementado por la Organización Panamericana de la Salud y la Cooperación Técnica
Alemana-GTZ en seis países de la región —Argentina, Colombia, El Salvador, Honduras,
Nicaragua y Perú—, quiere aportar a racionalizar las intervenciones para mejorar su

11
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

efectividad, considerando los ingentes recursos que los gobiernos invierten en la lucha
contra la violencia juvenil. Una de las estrategias del proyecto consiste en sistematizar
las evidencias disponibles sobre las diferentes estrategias de intervención implementadas
en la región para que sirva de insumo en el diseño de proyectos orientados a reducir la
violencia juvenil, produciendo un “Documento de evidencia sobre el desarrollo juvenil y
la prevención de violencia en el contexto de América Latina y el Caribe”.
Como parte de ese documento, se ha contratado la elaboración de un “Documento de
evidencias sobre el estado del arte de la prevención de la violencia en adolescentes y
jóvenes, usando la estrategia de trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de
genero”, que permita establecer cuál es el estado del arte y los avances en la investigación
sobre el tema mencionado.
El documento en cuestión debe seleccionar y ordenar la información disponible en Internet,
en las instituciones de educación e investigación, y en los centros de documentación y
bibliotecas para, sobre esta base, redactar un informe en el que, (1) se identifiquen las
intervenciones de prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes que se hayan
implementado con estrategias de trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de
género, y (2) se analicen las evidencias según su efectividad en la prevención.
La estructura del documento que se ha preparado es la siguiente: el primer capítulo es
una conceptualización mínima para establecer el marco de nociones y de categorías que
serán empleadas en el texto, dando énfasis al enfoque de la salud pública, partiendo del
Primer Informe Mundial sobre Violencia y Salud en el Mundo de la Organización Mundial
de la Salud. Además, se pasa revista a algunos datos que permitan al lector formarse
una idea de la magnitud y las características de este problema de salud en el mundo,
especialmente referido a la violencia juvenil.
El segundo capítulo procura describir de manera sintética la situación de los adolescentes
y jóvenes en los países de la región respecto a la violencia, la que es encarada como un
asunto de derechos humanos, como un problema de salud pública y, finalmente, como
un obstáculo al desarrollo económico de la región.
El tercer capítulo se concentra en exponer las causas de la violencia en los adolescentes y
jóvenes de América Latina. Para ello, se aprovecha el “modelo ecológico” —utilizado por
la OMS— para resaltar el carácter multideterminado que tiene la violencia, las conexiones
entre los distintos niveles etiológicos, así como las complejas relaciones entre factores de
riesgo y de protección que generan la mayor o menor probabilidad de participación
adolescente y juvenil en los actos de violencia.
El cuarto capítulo pasa revista a las intervenciones de prevención que la literatura ha
estudiado, para establecer aquellas que han demostrado ser efectivas o no serlo, así
como aquellas que aún requieren mayor evidencia científica. Para esto, sistematiza la
información general disponible en la literatura especializada acerca de las características
presentes en el diseño e implementación de las “buenas prácticas” de prevención de la
violencia en adolescentes y jóvenes mediante estrategias con la familia y la comunidad,
comparándola con intervenciones revisadas en América Latina, para analizar sus
semejanzas y diferencias.

12

Dado el carácter multicausal de la violencia y el principio de integralidad de los enfoques
de prevención que parece suscitar el mayor consenso de la comunidad científica, no nos
Introducción

hemos concentrado exclusivamente en las estrategias dirigidas a la comunidad y la familia.
Al final, proponemos una matriz sencilla para sintetizar el contenido del capítulo.
Por último, a partir del análisis de las intervenciones destacadas en el capítulo anterior,
planteamos unas conclusiones y recomendaciones que retoman los aspectos planteados
en la revisión documental, intentando relacionarlas con el objetivo del documento: cómo
realizar intervenciones más efectivas en la prevención de la violencia en adolescentes y
jóvenes.
El documento se complementa con una descripción de la metodología utilizada, partiendo
de una reflexión acerca del estado de los datos y las evidencias que están disponibles
para el estudio, las definiciones que delimitan el objeto de estudio, los procedimientos
seguidos para la recopilación de la información, así como los criterios elaborados para
analizar las prácticas de intervención seleccionadas. Al final, se anexa la sistematización
de las intervenciones, con información sobre las fuentes.

13
14
1. Metodología y fuentes
de información

Metodología del estudio

15
Políticas públicas y marcos

Estado del arte de los programas de prevención
legales para la prevención de
de la violencia en jóvenes

la violencia

16
1. Metodología y fuentes
de información

Metodología del
estudio

1. Limitaciones y posibilidades del objeto de estudio
Para el presente estudio, interesa encontrar y sistematizar las evidencias de intervenciones
efectivas de prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes en América Latina,
que se implementen con perspectiva de género, y cuyas estrategias se orienten hacia el
fortalecimiento y la integración social de las familias, la conformación de comunidades
protectoras y cercanas, y la generación de entornos barriales seguros y habitables.
Las evidencias, en este caso, suponen encontrar prácticas de intervención cuya validez
empírica haya sido comprobada científicamente con relación a efectos de prevención
en una situación controlada, quiere decir, donde se supone que las variables de tipo
causal o relacional han sido objeto de algún tipo de control por el diseño experimental.
En teoría, se supondría que tales intervenciones están no sólo documentadas en cuanto
a sus concepciones y procedimientos, sino también evaluadas mediante modelos
experimentales que permiten señalar con certeza las relaciones entre variables dependientes
e independientes, y establecer sus correlaciones con los distintos componentes de la
intervención.
En realidad, en la región nos encontramos con una notable ausencia de investigaciones
acerca de la efectividad de las intervenciones de prevención en comparación con el relativo
desarrollo que sí han tenido, en cambio, las investigaciones sobre las causas y/o los factores
asociados con la violencia. Si la información acerca de los programas y proyectos en cuanto
a su documentación es dispar y de calidad dudosa e irregular, cuando no prácticamente
inexistente e inaccesible —a no ser por una búsqueda directa—, aun así es mayor que
la existencia de evaluaciones e investigaciones que permitan ponderar adecuadamente
las relaciones entre las variables dependientes e independientes, y establecer así sus
correlaciones con los distintos componentes de las intervenciones.
La evidencia que nos proporcionan las experiencias identificadas en la región es
abrumadoramente imperfecta y parcial. Parte de programas y proyectos que no definen
con precisión y claridad sus objetivos de prevención ni establecen metas ni comparaciones
que faciliten apreciar el impacto de su intervención. Por otro lado, la calificación de una
práctica como “efectiva” se basa por lo general en las observaciones y percepciones de
informantes calificados, profesionales que participan directamente en la intervención,
grupos de destinatarios y stakeholders, que algunas veces incorporan algún tipo de
técnicas cualitativas de investigación, pero que rara vez son aplicadas según un diseño
metodológico científico ni se comparan con los resultados de instrumentos e investigaciones

17
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

más objetivas. A esta situación contribuyen diversos factores cuyo análisis escapa al
objeto de este informe y que serían materia de estudios en el área de la sociología de las
ciencias.
Sin embargo, vamos a referirnos a aquellos que la propia búsqueda de información para
elaborar el estudio hizo sobresalir.
El primero es que a nivel internacional y nacional se carece de metas concretas de
prevención que faciliten un acuerdo básico en torno a los estándares de efectividad, como
sucede, en cambio, con la epidemia de VIH o la disminución de la pobreza. Colabora
con ello la amplia —aunque imprescindible— definición de la violencia. La múltiple
gama de consecuencias y manifestaciones que abarca la violencia refleja la necesidad
de incluir actos que no causan por fuerza lesiones, invalidez o muerte, pero que imponen
una carga sustancial a los individuos, las familias, las comunidades y los sistemas de
asistencia sanitaria, y que envuelven daños psíquicos, privaciones y múltiples deficiencias
para el desarrollo de los países.
A su vez, esto se relaciona con los problemas de la recopilación de datos, que se ven
afectados por las diferencias entre países de los sistemas sanitarios y judiciales —tanto
en sus aspectos formales como en la capacidad técnica y el desarrollo—, que emplean
distintos métodos e instrumentos —a veces no aptos para la investigación— o carecen
de los recursos necesarios para adecuarse a estándares internacionales, perjudicando la
disponibilidad y calidad de sus fuentes de datos y estadísticas. Otro tipo de instrumentos,
más sensibles a las violencias que no detectan los sistemas sanitarios y judiciales estatales,
muchas veces se ve influenciado por la forma en que se plantean las preguntas y por
quién las formula, al igual que por circunstancias como el momento, el lugar y el modo
en que se realiza la entrevista o se aplica el instrumento.
Todo esto dificulta vincular los datos de las distintas fuentes, ya que se trata de una
problemática en la que participa una enorme variedad de organizaciones con múltiples
intereses y enfoques, que actúan independientemente unas de otras, sin compartir
objetivos, sistemas de monitoreo ni protocolos de identificación, haciendo difícil cualquier
intento por comparar. Por otro lado, las intervenciones generalmente son complejas, si
bien están basadas —algunas veces— en estrategias e intervenciones compartidas, que
replican proyectos o transfieren metodologías y conceptos. La complejidad proviene de
una mezcla de varios factores: hay una combinación de estrategias, distintos niveles de
objetivos que se dirigen a la prevención de varios tipos de violencia, y con diferentes
grupos de destinatarios y beneficiarios.
También, en relación con este factor, está la necesidad permanente de elaborar medidas
pertinentes y específicas para los subgrupos de población presentes en diferentes
contextos culturales. En contraste con los mecanismos biológicos por los que determinados
problemas de salud pública reaccionan a drogas terapéuticas, es mucho más difícil llegar
a un consenso para explicar el porqué una intervención cognitiva, comportamental o
social previene mejor que otra la violencia en adolescentes y jóvenes.

18

	 La Secretaría Nacional de Segurança Pública (Senasp), de Brasil, recopiló y sistematizó 168 intervenciones de prevención sobre las violencias de diversos tipos, encontrando que “Apenas metade das ações passou por algum processo de
avaliação de resultados. Entre as Polícias Militares e Corpos de Bombeiros, tal percentual é de 42,1%, nas Polícias Civis
este percentual é o maior encontrado (65,8%), nas Secretarias Estaduais de Segurança Pública o percentual de ações
avaliadas foi de 50% e nas instituições da sociedade civil 58% passaram por avaliação” (SENASP 2005: 25).
1. Metodología y fuentes
Metodología del estudio
de información

Finalmente, la falta de documentación hace difícil saber cuáles son los contextos
específicos en que se trabaja, así como tampoco hay buena información sobre los
materiales y procedimientos que se utilizan. De igual forma, el contenido y la calidad de
una sola intervención —como la capacitación a padres de familia o la implementación de
actividades comunitarias— puede variar substancialmente de una organización a otra,
aun cuando se haga lo mismo.
Sin embargo, considerando las dimensiones y los costos de la violencia relacionada con
adolescentes y jóvenes de América Latina, el intento por sistematizar estas intervenciones,
tanto las respaldadas por evaluaciones que siguen modelos experimentales como por
otras más “ligeras”, o mínimamente por comparación con lo que ha sido probado que
funciona a través de la investigación —más especializada y completa— producida en
los países desarrollados, resulta de la mayor importancia, aunque nunca sea suficiente
insistir en la necesidad de incorporar el seguimiento y la evaluación de estas prácticas de
una manera más rigurosa, coherente con la gravedad del problema que se enfrenta y los
ingentes recursos que se invierten en su prevención y tratamiento.
Ponderar qué es lo que realmente funcionó en una estrategia compuesta por varios tipos
de intervenciones en distintos niveles, en ausencia de evaluaciones rigurosas y sin una
documentación sistemática de lo realizado, y hacer recomendaciones al respecto, significa
tomar decisiones basadas en informaciones harto parciales e incompletas. Quizá no sea
posible proceder de otra forma más que por ensayo y error, lo que parece ser, incluso, la
mejor opción política en condiciones de incertidumbre, pues cuando
[...] a complexidade do problema somado à ausência de conhecimentos sistematizados na área da
prevenção dificulta a compreensão dos ganchos que conectam os fatores que levam os indivíduos
à criminalidade e os possíveis mecanismos para ataca-los. baseadas na tentativa e erro […] Para
que as possibilidades de erro sejam reduzidas, é preciso flexibilidade das ações e dos atores para
responderem às mudanças de cenário e/ou entendimento do problema. A flexibilidade, garantida
por um constante processo de negociação, é necessária também para acolher os diversos atores, que
possuem interpretações diferentes do problema e interesses próprios em jogo” (Lana Leite 2003: 121).

2. Definiciones metodológicas
La producción de este documento a partir de la búsqueda, revisión, clasificación e
interpretación de fuentes secundarias, significa adoptar una perspectiva metodológica
hermenéutica, como “elemento estructurador del proceso de construcción de estados del
arte” (Hoyos 2002), cuya finalidad es dar cuenta de los desarrollos de la investigación
sobre determinado tema; en este caso, qué se sabe acerca de la efectividad de las
intervenciones preventivas de la violencia en adolescentes y jóvenes en la perspectiva de
las estrategias de trabajo con la familia y la comunidad en América Latina.
Para la delimitación del objeto de estudio, se tomaron en cuenta las siguientes
consideraciones, algunas implícitas en los términos de referencia y otras aclaradas por la
entidad contratante a partir de las preguntas del contratado, así como aquellas que han
surgido por efecto de la revisión de las fuentes documentales.
a)	 El estudio se centra en las estrategias de intervención con carácter preventivo
desarrolladas a través de la familia y la comunidad.
b)	 Los objetivos de la prevención deben tener efectos de reducción de la violencia en
adolescentes y jóvenes, sea en su carácter de víctimas o de victimarios de ésta.

19
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

c)	 Violencia se entiende de una manera amplia, como “una situación de interacción donde
uno o varios agentes actúan de manera directa o indirecta, de forma concentrada o
dispersa, causando daños a una o más personas en grados variables, sea en su
integridad física, su integridad moral, sus posesiones o en sus participaciones simbólicas
o culturales” (Michaud 1989). Sin embargo, se utilizará la definición de la OMS, que
se expone más adelante.
d)	 Siguiendo a Waiselfisz (2000), se opta por la utilización de las muertes por violencia
como indicador general de la violencia en la sociedad —aun reconociendo la amplitud
de sus expresiones no siempre fatales—, por ser la muerte no sólo la violencia
llevada a sus extremas consecuencias —que revela la intensidad de los diversos
tipos de violencia— sino también por la falta de otras alternativas de medición más
confiables.
e)	 De igual manera, no se va a considerar en profundidad la inclusión y el análisis de los
factores de riesgo y de protección individuales asociados a la violencia, aun reconociendo
su importancia en los actuales paradigmas de prevención y tratamiento. Tal decisión no
sólo se justifica por el enfoque mismo del estudio conforme se explicita en los términos
de referencia, sino por la consideración de que la violencia es un fenómeno social que,
lejos de reflejar decisiones individuales aisladas, refleja la interacción de un conjunto de
determinantes originados en e influidos por la convivencia entre grupos heterogéneos
que se distinguen entre sí por su diferencial de acceso a los recursos de la sociedad y las
estructuras sociales de dominación que preservan esa desigualdad.
f)	 Acerca de la delimitación de los sujetos del estudio, adolescentes y jóvenes serán
identificados según las definiciones de la OPS-OMS, que distinguen a los dos grupos
por sus diferencias fisiológicas, psicológicas y sociológicas. Así, para la OPS-OMS la
adolescencia es más un proceso esencialmente biológico, en el que se produce un
desarrollo cognitivo y estructurante de la personalidad, que tiene lugar entre los 10 y
los 19 años, mientras que el concepto de juventud indicaría el proceso de preparación
de los individuos para asumir roles y tareas de adulto en la sociedad, tanto en el plano
social como en el profesional, y abarcaría a los sujetos entre 15 y 24 años.
g)	 La compilación de las fuentes documentales sobre intervenciones se limita a las
experiencias e investigaciones más relevantes desarrolladas en América Latina durante
los últimos 10 años, así como a las compilaciones de los resultados sobre investigaciones
y estudios acerca de las causas y la prevención de la violencia, especialmente en las
obras de Sherman et al. (1997), Cornell (1999), Thornton et al., (2000), McAlister
(2000) y Mihalic et al. (2001), además del Informe mundial sobre salud y violencia de
la OMS.
h)	 Se opta preferentemente por las estrategias de prevención localizadas en ámbitos
urbanos, donde se concentra la gran mayoría de las investigaciones e intervenciones

20

	 Contra la metodología del estado del arte como procedimiento interpretativo que garantiza la “fidelidad” a la verdad
de cada texto (Hoyos 2002: 66) en la tradición de la hermenéutica bíblica, la perspectiva adoptada en este estudio está
en la línea postestructuralista, que renuncia a encontrar un sentido “original” en los textos. En tal sentido, el análisis de
las fuentes recopiladas es, eminentemente, un ejercicio crítico y deconstructivo, en el que la producción de la verdad
resulta de “la reducción represiva de la diversidad infinita de las intuiciones particulares a formas de identidad” (Payne
2002: 380). En esta línea, el investigador opta por el materialismo histórico como significante productor de sentido, en
tanto concepción del mundo como continuo físico-biológico, bio-psico-social y sociocultural, en que la particularidad
de la especie humana y sus manifestaciones fenoménicas devienen de su capacidad para organizar y producir socialmente los medios que necesita para reproducir su vida, lo que revela relaciones de poder y dominación con las que
directamente se relaciona la violencia.
Metodología del estudio

que se han documentado, así como los mayores índices de violencia en adolescentes
y jóvenes.
3. Procedimientos aplicados
Considerando lo anteriormente expuesto, la lectura y síntesis mediante fichas bibliográficas
permitió elaborar una primera estructura para el texto, la que fue sometida a la revisión del
equipo regional del proyecto Fomento de Desarrollo Juvenil y Prevención de la Violencia
(OPS-GTZ), contratante del estudio. Aunque dicha estructura sobredimensionaba las
necesidades de información y ha sido sustancialmente recortada, su realización facilitó
cumplir una extensa revisión bibliográfica, de todas maneras útil para abordar un
problema de esta complejidad.
Metodológicamente, se realizaron las siguientes actividades:
•	 Lectura y análisis de los términos de referencia del estudio, así como aclaración y
delimitación de sus exigencias y condiciones con la entidad contratante.
•	 Lectura y análisis de otros documentos de evidencias elaborados por la OPS remitidos
como modelos de trabajo por la GTZ-OPS.
•	 Construcción de las primeras categorías conceptuales para ser revisadas y/o elaboradas
a partir de los documentos remitidos por la GTZ-OPS y los términos de referencia.
•	 Elaboración y remisión de una encuesta para sondear prácticas preventivas tanto en
el ámbito público como privado, así como para tomar contacto con las instituciones
especializadas en adolescencia y juventud a nivel de los distintos gobiernos nacionales
en América Latina.
•	 Entrevista con investigadores del Núcleo de Estudos da Violência de la Universidad
de São Paulo (NEV-USP) y de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
de Campinas, en Brasil, y con investigadores de la Universidad Nacional y de la
Universidad de los Andes, en Colombia, para ampliar y enriquecer las categorías
conceptuales desde las cuales construir las distintas aproximaciones interpretativas
sobre la violencia.
•	 Identificación, selección y fichaje de los sitios web de universidades y centros de
investigación especializados para el estudio de la violencia en América Latina, así
como de materiales disponibles en organismos de cooperación multilateral.
•	 Diseño y aplicación de un esquema de lectura para la búsqueda y selección de la
información, así como elaboración de una estructura de clasificación, según grupos
temáticos:
	 - Situación de adolescentes y jóvenes en América Latina.
	 - Enfoques analíticos de los estudios sobre violencia.
	 Se solicitó información vía correo electrónico a casi 200 instituciones y/o informantes calificados: de ellos, 9 eran las
oficinas coordinadoras de la OPS y GTZ en los países del proyecto y 24 entidades especializadas en juventud en el nivel
nacional. Además, se aplicaron 95 encuestas dirigidas a organismos públicos y privados con intervenciones en prevención de la violencia. Esta estrategia no tuvo resultado, pues menos del 10% de las instituciones enviaron información,
y de éstas, sólo unas cuantas contenían información que podía ser aprovechada.

21
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

	 - Poder y violencia.
	 - Seguridad, violencia y pobreza en América Latina.
	 - Violencia y delincuencia en adolescentes y jóvenes.
	 - Prácticas de prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes.
•	 Construcción de un archivo de prensa sobre noticias relacionadas con los temas
violencia-prevención-adolescentes y jóvenes en América Latina a través de servicios de
información por Internet.
•	 Búsqueda y lectura en bibliotecas y centros de documentación de la Universidad Estadual
de Campinas, la Universidad de São Paulo, el Núcleo de Estudos da Violência (NEVUSP), la Universidad Nacional de Bogotá y la Universidad de Los Andes, así como en
Internet.
•	 Elaboración de fichas analíticas de la literatura revisada, conforme los grupos temáticos
organizados, con la siguiente información:
	 - Datos de identificación.
	 - Problema planteado y tesis central; tesis secundarias.
	 - Referentes teóricos.
	 - Conclusiones.
•	 Lectura de los informes disponibles producidos por los países de la región en respuesta
al Cuestionario de las Naciones Unidas sobre violencia contra niños y adolescentes.
•	 Construcción de una matriz de clasificación y análisis para las evidencias de efectividad
encontradas en las intervenciones analizadas, identificación de criterios de evaluación
y producción de preguntas-guía para su análisis.
Un aspecto relevante para el estudio era encontrar evidencias de efectividad en prácticas
de prevención implementadas en la región según los términos de referencia, es decir,
intervenciones que han utilizado las estrategias de trabajo con la comunidad y la familia,
con enfoque de género, que (a) tengan evidencia en la literatura de ser efectivas y
eficaces para prevenir la violencia en adolescentes y jóvenes; (b) hayan demostrado su
éxito hasta el momento, pero necesiten más investigación para demostrar su efectividad
en prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes; (c) no hayan demostrado ser
efectivas en la prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes.
Precisamente por las deficiencias derivadas tanto de la calidad de la información
disponible como de la complejidad de las intervenciones, se trata de seleccionar aquella
que, considerando el carácter incompleto e insuficiente de los datos a los que se tiene
acceso, sea suficientemente determinante para orientar decisiones racionales, al tiempo
de ofrecer la información de la manera más sencilla y práctica posible. En consecuencia,
se elaboraron unos criterios para evaluar la evidencia proporcionada por el grupo de
prácticas identificadas.

22

Obviamente, no es un catálogo de todas las intervenciones, y lo que se procuró fue
relevar algunas que fueran ejemplares —en el sentido de ilustrar formas de intervención
con las estrategias de familia y comunidad—, suficientemente diferentes entre sí, y que
se implementaran con elementos innovadores o llamativos. Según estas premisas, los
criterios que se proponen son los siguientes:
Metodología del estudio

•	 Resultados de las intervenciones identificadas, demostrados mediante evaluaciones
con diseños experimentales o cuasi experimentales, de tipo longitudinal o transversal,
y control aleatorio, o bien triangulaciones de mediciones con datos recolectados
para los indicadores de impacto de la intervención, admitiéndose diversos niveles de
sofisticación según los recursos y ámbitos de la intervención analizada.
•	 El segundo criterio es que la intervención se adecue a los relativos consensos en
la comunidad científica acerca de la efectividad de las prácticas, a partir de las
evaluaciones y estudios realizados.
•	 El tercer criterio es que la intervención demuestre suficiencia y plausibilidad en la
reducción de la violencia o en factores precursores, es decir, que se haya realizado
completamente una intervención (suficiencia) que haya generado cambios, y que estos
cambios puedan atribuirse en mayor medida a esa intervención, y no a otras causas
independientes (plausibilidad).
•	 El cuarto criterio es la calidad y pertinencia de la intervención. Algunos elementos
para decidir sobre la evidencia acerca de la probable efectividad de la intervención,
serían:
- La relevancia de la intervención: ¿los contenidos y materiales de la intervención, así
como los objetivos definidos, son importantes y están justificados de acuerdo con las
características culturales y sociales del contexto en que ésta se realiza?
-	 ¿Existe una base teórica consistente —formulada de manera explícita, plausible y
comprobada en otros contextos—, sostenida en evidencias científicas que justifican
la elección de determinadas intervenciones y procedimientos en el marco de una
clara hipótesis de prevención?
	 La sustentabilidad técnica, política y financiera de la intervención: calidad de la
ejecución, existencia de sistemas de monitoreo, relación costo-beneficio, viabilidad
financiera según costos actuales y proyectados, aceptabilidad por parte de los
stakeholders relevantes, posibilidad de ser replicada en otros contextos y posibilidad
de ser transferida a escalas mayores o a programas y políticas más amplias.
	 En los anexos del documento se encontrarán las informaciones pertinentes sobre las
experiencias sistematizadas, así como datos de contacto, cuando sea posible.

	 En este principio hay que estimar la calidad de la evaluación y la pertinencia de su diseño. Cuanto más ambiciosa sea
la intervención en su complejidad operativa y metas, más evidencia deberá exigirse y, por lo tanto, una evaluación
de mejor calidad. En este orden de ideas, evaluar adecuadamente una intervención y obtener resultados modestos es
mucho más útil que obtener resultados más positivos por medio de una evaluación inadecuada y superficial.
	 Obviamente, la comunidad científica no es ajena a fuerzas políticas y financieras que inciden en la preferencia por uno
u otro tipo de intervención. Justamente por eso, es necesario contar con más y mejores evidencias sobre la prevención
de la violencia en la sociedad, capaces de contrarrestar las presiones meramente ideológicas, argumentadas en forma
insuficiente desde el punto de vista científico.
	 Siguiendo a Cornell, considerando los costos —tangibles e intangibles— de la violencia en adolescentes y jóvenes,
tanto para las víctimas como para la comunidad y el sistema de protección social, una intervención puede considerarse
efectiva si consigue reducciones de las tasas de homicidio y de lesiones fatales entre 10% y 20% (Cornell 1999).

23
Políticas públicas y marcos legales

Estado la prevención de la violencia repara del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes
lacionada con adolescentes y jóvenes

24
2. Conceptualización y
1. Metodología y fuentes
marco teórico general
de información

1. Conceptualización
de la violencia juvenil

25
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

26
2. Conceptualización y
1. Metodología y fuentes
marco teórico general
de información

1

Conceptualización de la
violencia juvenil

1.1 El enfoque de la salud pública
Podría afirmarse que la violencia siempre ha estado presente en la historia humana, y
más allá de los diversos conceptos y sistemas religiosos, filosóficos, jurídicos y comunales
que han intentado dar cuenta del fenómeno y actuar a favor de su reducción y control,
sus efectos y manifestaciones continúan siendo evidentes en todo el planeta, afectando
prácticamente al conjunto de la población mundial.
Uno de los enfoques más recientes —marcadamente a partir de los años 1980— y que
usufructúa una considerable legitimidad política y científica a nivel mundial es considerar
la violencia como un problema de salud pública. En estos términos fue reconocida por la
Asamblea Mundial de la Salud en 1996, que además resaltó sus graves consecuencias,
tanto a corto como a largo plazo, para individuos, familias, comunidades y países, e instó
a los Estados miembros y a la Dirección de la OMS a que implementaran acciones para
su prevención y tratamiento.
Las consecuencias de considerar la violencia como un problema de salud pública implican,
a grandes rasgos, una serie de asertos que constituyen tanto la base de su justificación
como el corolario de su adopción: “[…] disponemos de algunos de los instrumentos y
de los conocimientos necesarios para cambiar la situación, los mismos instrumentos que
se han utilizado con éxito para abordar otros problemas de salud”, señala Gro Harlem
Brundtland, directora general de la OMS, en el prefacio del primer Informe mundial sobre
la violencia y la salud, por lo que
Es posible prevenir la violencia y disminuir sus efectos (…) [modificando] los factores que contribuyen
a producir respuestas violentas, ya sea los dependientes de la actitud y el comportamiento o los
relacionados con situaciones sociales, económicas, políticas y culturales más amplias (Krug et al. 2003:
3, corchetes del autor).

El abordaje de salud pública requiere el empleo de métodos científicos y perspectivas
transdisciplinarias para la recopilación de datos cuantitativos y cualitativos sobre la
violencia, el análisis de sus causas y correlaciones con factores individuales y/o colectivos,
el diseño de intervenciones eficaces y eficientes capaces de actuar sobre estos factores, y
el seguimiento a la ejecución de las acciones —que prioritariamente se dirigen hacia la
prevención— para evaluarlas y difundirlas.
1.2 Definición de violencia
Antes de entrar en materia, resulta conveniente precisar el concepto de violencia, ya que
a partir de estas definiciones se comprenden las categorías causales y las estrategias
de prevención. En el informe usaremos preferentemente las definiciones, categorías
conceptuales y clasificaciones utilizadas por la OMS, conforme están expuestas en el

27
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

primer capítulo del Informe mundial sobre la violencia y la salud ya citado, del que
haremos un breve resumen, pues proporciona
[…] un marco útil para comprender los tipos complejos de violencia que acontecen en todo el mundo,
así como la violencia en la vida diaria de las personas, las familias y las comunidades [captando]
la naturaleza de los actos de violencia, la importancia del entorno, la relación entre el agresor y la
víctima, y, en el caso de la violencia colectiva, los posibles motivos de la violencia (Krug et al. 2003: 8,
corchetes del autor).

La OMS define el acto violento como “El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de
hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que
cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos,
trastornos del desarrollo o privaciones” (Krug et al. 2003: 5), independientemente de si
sus consecuencias se realizan efectivamente, excluyendo los incidentes que no tienen una
intención violenta, como los accidentes de tránsito.
La inclusión del concepto “poder” en la definición “amplía la naturaleza de un acto de
violencia así como la comprensión convencional de la violencia para dar cabida a los actos
que son el resultado de una relación de poder, incluidas las amenazas y la intimidación”
(Krug et al. 2003: 5), para contener también aquellos actos por omisión o descuido, los
maltratos físico, sexual y psicológico, así como el suicidio y otras formas de autoagresión,
reflejando “el reconocimiento cada vez mayor, por parte de los investigadores y los
profesionales, de la necesidad de incluir los actos de violencia que no causan por fuerza
lesiones o la muerte, pero que a pesar de todo imponen una carga sustancial a los
individuos, las familias, las comunidades y los sistemas de asistencia sanitaria en todo
el mundo” (Krug et al. 2003: 5), como distintas formas de violencia que no confluyen
necesariamente en lesiones, invalidez o muerte, pero que originan trastornos físicos,
psíquicos y sociales, sea como consecuencia inmediata o sea que se presenten años
después de haberse producido el maltrato. Además, la definición de la OMS conlleva
implícitos otros aspectos de la violencia que no son enunciados manifiestamente en la
definición, que incorpora —en forma tácita— todos los actos de violencia, sean públicos
o privados, reactivos o activos, delictivos o no, con consecuencias de distinta naturaleza
(física, psicológica, sexual y de privación o descuido).
1.3 Tipología de la violencia
A partir de las precisiones anteriores, la OMS ha elaborado una tipología que caracteriza
y relaciona las posibles manifestaciones de la violencia. La clasificación propuesta por
la OMS toma en cuenta las características de quienes cometen el acto de violencia, que
puede ser:
Violencia autoinfligida: cometida por uno mismo contra sí mismo, como el suicidio —incluyendo
pensamientos suicidas e intentos— y las autolesiones y automutilaciones.
Violencia interpersonal: cometida por otro individuo o un grupo pequeño contra alguien.

28

	 Igualmente, hacemos eco de las aclaraciones de la OMS respecto a las limitaciones de estas definiciones y clasificaciones para separar y distinguir claramente los tipos, las motivaciones y la naturaleza de los actos violentos, tanto en la
teoría como en la práctica, sin que esto invalide su utilidad descriptiva.
	 Como en cualquier definición, es necesario adecuar e interpretar correctamente los casos en los que se aplica y sus
limitaciones. El Informe menciona, con ejemplos, la diferencia entre la intencionalidad de causar daño y el uso de la
fuerza, que puede ocasionar daños aunque esa no fuera la intención, y la necesidad de distinguir entre la intención de
lesionar y la intención de usar la violencia, que está determinada por el contexto cultural. Sin embargo, la OMS estima
que un acto es violento si afecta la salud o el bienestar de las personas (Krug et al. 2003: 5-6).
1.1. Metodología y fuentes la
Conceptualización de
violencia juvenil
de información

A su vez, ésta puede ser violencia familiar o de pareja, producida generalmente en el
hogar entre los miembros de la familia o de la pareja, y violencia comunitaria, entre
individuos que no son parientes y que pueden o no conocerse. En este tipo se incluye
explícitamente la violencia juvenil (Krug et al. 2003: 7).
Violencia colectiva: es la cometida por grupos más grandes de individuos, como por
ejemplo organismos de seguridad, organizaciones terroristas o masas, organizadas o
no. Este tipo de violencia es subdividida en violencia social —para promover intereses de
determinados grupos sociales—, violencia política —que incluye la guerra y la represión
de los aparatos estatales o paraestatales— y violencia económica —motivada por el afán
de lucro económico—. Es frecuente que los actos cometidos por grupos más grandes
tengan motivos múltiples.
1.4 La distribución de la violencia
En esta perspectiva, la violencia, como otros problemas de salud pública, no se distribuye
territorialmente de manera uniforme ni afecta por igual a toda la población, y si bien muchos
de los factores que elevan el riesgo de violencia son comunes y su intervención puede incidir
positivamente sobre varios grupos en distintos ámbitos, es también necesaria la implementación
de acciones más específicas que tomen en cuenta las condiciones y situaciones particulares
según diferentes grupos de edad y determinados contextos sociales.
Según el primer Informe mundial sobre la violencia y la salud, la violencia constituye una
de las primeras causas de mortalidad para la población de entre 15 y 44 años de edad,
pues llega a sumar 1,6 millones de muertes cada año. Sin embargo, éstas constituyen,
con toda probabilidad, apenas una aproximación a la verdadera dimensión que alcanza
la violencia en el mundo. De hecho, no se disponen de estimaciones precisas para medir
aquellas agresiones que no ocasionan lesiones suficientemente graves desde el punto de
vista de la atención médica o no están contempladas como delitos por el sistema judicial.
También muchas de éstas ocurren en países cuyos sistemas de vigilancia son deficientes o se
cometen contra grupos cuyas condiciones de género, generación o etnia les imponen una
fuerte presión cultural, que dificulta reportar los actos violentos que los victimizan.
Por todo esto, los investigadores recurren a encuestas y estudios especiales para visibilizar y
evaluar estas formas de violencia, habitualmente subregistradas o invisibles. Sin embargo,
al ser informaciones que se comunican espontáneamente, existe un riesgo de sesgo por
subestimación o sobreestimación: “Las víctimas de la violencia quizá sean renuentes a hablar
de sus experiencias, no solamente por vergüenza y a causa de los tabúes, sino también por
temor” (Krug et al. 2003: 12); de ahí que se utilicen de preferencia los datos de mortalidad,
que por lo general se recolectan universalmente y están más disponibles.
Así, según datos de la OMS, la violencia —autoinfligida, interpersonal o colectiva— causó
en el año 2000 cerca de 1,6 millones de muertes en todo el mundo, lo que representa una
	 “La violencia familiar —y en particular la violencia contra la mujer— se denuncia poco, y las razones son lógicas. ‘Si
hablamos [con el teniente gobernador] es peor, más nos pegan’ (sierra piurana). ‘Nos pegan a veces bien fuerte; pero
no nos quejamos a nadie, ni decimos nada porque tenemos miedo que nuestros esposos luego nos peguen más duro’
(Juliaca). ‘No voy a denunciar porque, capaz, me deja sola. A veces siento que me quiero morir, pero mis hijos me dan
valor’ (Laderas del Chillón, Lima). ‘Cuando me golpea, yo lloro sin que mis hijos se den cuenta y al día siguiente es
como si no hubiera pasado nada’ (Carabayllo, Lima). ‘Existe dónde quejarnos, Comisaría de Mujeres; por vergüenza
no nos quejamos y arreglamos el problema en casa’ (ceja de selva ayacuchana)” (Blackburn 1999: 22).
	 Sobre los actos violentos con consecuencias no mortales, la OMS afirma que la mayoría de los países no cuenta con
datos sistemáticamente levantados, aunque se está trabajando en el diseño de instrumentos que permitan recolectar
esta información de manera confiable (Krug et al. 2003: 9).

29
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

tasa de 28,8 por 100.000 habitantes, distribuidas la mitad en suicidios, una tercera parte
en homicidios y una quinta parte en conflictos armados. Del total de estas defunciones,
“Menos de 10% […] registraron en los países de ingreso alto”; la tasa por muertes violentas
en los países de ingresos bajos y medios es de 32,1 por 100.000 habitantes, contra una
tasa del 14,4 en los países desarrollados (32,1 contra 14,4) (Krug et al. 2003: 11).
En cuanto al sexo, en el 2000 hubo casi 520.000 homicidios en el mundo, equivalente
a una tasa de 8,8 por 100.000 habitantes. Los hombres representaron 77% de los
homicidios, con tasas tres veces superiores a las de las mujeres, 13,6 por 4,0 cada
100.000. Las tasas más altas de homicidios correspondieron a los hombres jóvenes, con
edades entre 15 y 29 años, con una tasa de 19,4 por 100.000. En todo el mundo, unas
815.000 personas se suicidaron en el año 2000, lo que representa una tasa de 14,5 por
100.000. Más de 60% correspondieron a hombres, siendo las tasas de 18,9 por 100.000
frente a 10,6 de las mujeres. Más de la mitad de los suicidas eran personas con edades
entre 15 y 44 años de edad, aunque la tasa se incrementa con la edad.
También hay diferencias importantes según las regiones. Así, se puede observar una
relación casi inversamente proporcional en las tasas de homicidios y en las tasas de
suicidios entre las divisiones de la OMS de África y del Pacífico Occidental, y entre las
Américas y Europa (véase la gráfica 1.1).

Gráfica 1.1: Tasas de homicidios y de suicidios por regiones de la OMS (2000)

Fuente: Krug et al. 2003: 12.

Para aproximarse a la magnitud de la violencia en el caso específico de América Latina,
sirve como parámetro de comparación la clasificación mundial de las principales causas
de muerte y en años de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD), y las
posiciones relativas de los homicidios y la violencia interpersonal en cada una de éstas:
También hay grandes diferencias entre países de una misma región o subregión —como
se verá a continuación para el caso de América Latina—, y dentro de los propios países,
además de las diferencias de género y generacionales, que afectan en forma particular a
poblaciones rurales o urbanas, comunidades ricas o pobres, y a distintos grupos raciales
y étnicos (Krug et al. 2003: 11-12).

30
1.1. Metodología y fuentes la
Conceptualización de
violencia juvenil
de información

Tabla 1.1: Posiciones relativas de las muertes vinculadas con violencia y AVAD
en el mundo (Estados miembros de la OMS) y en América Latina
Defunciones
Regiones

AVAD

Homicidios

Hombres

Mujeres

Violencia
interpersonal

Hombres

Mujeres

Total mundial

22.°

17.°

37.°

21.°

16.°

43°

Las Américas

7.°

4.°

30.°

5.°

2.°

27°

Estados Unidos,
Canadá y Bahamas

22.°

s/d

s/d

18

s/d

s/d

América Latina y
El Caribe

5.°

s/d

s/d

3

s/d

s/d

Fuente: Elaboración propia con datos del Proyecto de la Carga Mundial de Morbilidad de la OMS para 2000, versión 1
(Krug et al. 2003).

1.5 Violencia juvenil
La adolescencia y los primeros años de la edad adulta constituyen un período en el
que la violencia, así como otro tipo de comportamientos, a menudo se expresan con
más intensidad. Categóricamente, la OMS afirma que “En casi todos los países, los
adolescentes y los adultos jóvenes son tanto las principales víctimas como los principales
perpetradores de esa violencia” (Krug et al. 2003: 27). Efectivamente, la violencia
cometida por adolescentes y jóvenes es una de las formas más visibles de la violencia en
la sociedad, cuyas manifestaciones son destacadas a diario y difundidas por los medios
masivos de comunicación de todo el mundo, al asociarse con la realización de infracciones
que abarcan diversas violaciones de las normas jurídicas y sociales, desde delitos leves
hasta delitos graves, vinculados con la oportunidad de participar en actividades ilícitas, el
consumo de drogas y los actos de violencia.
Por otro lado, desarrollando la otra parte de la afirmación anterior, en las últimas décadas,
y a nivel mundial, han aumentado las tasas de homicidios juveniles, aunque revelando
marcadas diferencias entre países y regiones: “Los aumentos de las tasas de homicidios
juveniles fueron más pronunciados en los países en desarrollo y en las economías en
transición. Además, los incrementos de dichas tasas se asociaron en general con un
mayor uso de las armas de fuego como método de ataque” (Krug et al. 2003: 28-29).
La magnitud del fenómeno —en el 2000 se produjeron 199.000 homicidios de jóvenes
(9,2 por 100.000 habitantes), un promedio de 565 niños, adolescentes y adultos jóvenes
	 El primer Informe mundial sobre la violencia y la salud define a los jóvenes como personas con edades entre los 10 y
los 29 años (Krug et al. 2003: 27). En este informe acogeremos esta convención, aunque considerando las diferencias
fisiológicas, psicológicas y sociológicas presentes en este amplio rango de edades. Así, de acuerdo con criterios de la
OPS, este rango será diferenciado en las categorías de adolescentes y jóvenes, de la siguiente manera:
-	 La adolescencia, entre los 10 y los 19 años, caracterizada como un proceso esencialmente biológico, en el que se
produce un avance importante en el desarrollo cognitivo y estructurante de la personalidad.
-	 La juventud, para diferenciarla, indicaría el proceso de preparación de los individuos para asumir roles y tareas de
adulto en la sociedad, tanto en el plano social como en el profesional, y contemplaría a los sujetos con edades entre
15 y 24 años, que extenderemos hasta los 29.
	 Según estos parámetros, la población de América Latina entre 10 y 29 años de edad constituye cerca de 37% de la
población total, unos 200 millones en total, con una tasa de expansión inferior a 1% medio anual, con una tendencia
a tasas negativas de crecimiento para los años siguientes (Hopenhayn y Miranda 2004).

31
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

de 10 a 29 años de edad por día— y su incidencia en países de bajos o medianos
ingresos —con tasas superiores a 11,0 por 100.000 habitantes en África, América Latina
y el Caribe, la Federación Rusa y los países de Europa sudoriental, a los que suma
Estados Unidos dentro del grupo de países de altos ingresos— es tal que las crecientes
tasas de homicidios y lesiones mortales en la adolescencia y juventud han llevado a
que, en algunos países no desarrollados, se anulen los impactos en el aumento de años
en la esperanza media de vida producto de la reducción de la mortalidad infantil y
el mejoramiento en la provisión y cobertura de servicios médicos y sanitarios para la
población (Dowdney 2005).
Pero además, son sobre todo los impactos de la violencia sobre niños y adolescentes de
las familias más pobres los que incrementan las presiones en varias áreas y comprometen
seriamente el desarrollo social y humano de los países:
En primer lugar, profundiza la cultura de la violencia a través de la socialización que conlleva la
violencia social y la criminalidad. En segundo lugar, la presión sobre el sistema de salud, cuyos costos
diarios de atender a los niños víctimas de la violencia social son altísimos para las familias pobres,
que no poseen estos seguros. En tercer lugar, los traumas psicosociales para las familias y la cada vez
menor posibilidad de evitar la defensa violenta ante tales agresiones (Wielandt 2005: 20).

Por todo esto, la violencia en adolescentes y jóvenes ha concitado la atención de las
instituciones abocadas al desarrollo y la preservación de la paz a escala global, y es
hoy motivo de atención prioritaria en las políticas de prevención. En el máximo nivel, el
Informe sobre la juventud mundial 2005 del secretario general de las Naciones Unidas
(ONU 2005: 21-23) hace especial referencia a este tópico, refiriendo que la mayoría de
los actos violentos perpetrados por jóvenes se dirigen contra otros jóvenes de la misma
edad y sexo, y que la tasa de delincuencia de los hombres adolescentes y jóvenes duplica
la de las mujeres del mismo grupo etario, así como sus condenas son seis o siete veces
superiores que las de las mujeres. El informe también hace referencia a la forma en
que la discriminación y los estereotipos basados en el género inciden contra las mujeres
adolescentes y jóvenes, especialmente vulnerables a la violencia sexual y el maltrato
físico, así como a su combinación con factores de riesgo que aumentan esta condición,
particularmente en el caso de las refugiadas, cuya población mundial está compuesta por
50% de mujeres menores de 19 años.
El informe avanza también en dar recomendaciones, mencionando algunos instrumentos
específicos de las Naciones Unidas con directrices para la prevención de la delincuencia
juvenil (Directrices de Riad, Reglas de Beijing), que apuntan a su consideración como parte
esencial de la prevención general del delito en la sociedad. Entre estas recomendaciones
están la de reducir la necesidad de intervención del Estado cuando va en detrimento
de la función socializadora de la familia, el establecimiento de medidas positivas para
promover el bienestar general del menor, los enfoques sociales sobre los judiciales para
el tratamiento de jóvenes delincuentes, y la intervención en etapas tempranas como la
mejor forma de prevenir la delincuencia juvenil. Y con relación a la violencia contra
mujeres adolescentes y jóvenes, el informe exhorta a la promulgación de leyes que las
protejan de todas las formas de violencia, con especial énfasis en las medidas preventivas
relacionadas con el infanticidio femenino, la selección prenatal por el sexo del feto, la
mutilación genital, el incesto, el abuso sexual, la explotación sexual, la prostitución y la
pornografía (ONU 2005: 23), entre otras.

32
2. Conceptualización y
1. Metodología y fuentes
marco teórico general
de información

2. Situación de la violencia en
adolescentes y jóvenes de América
Latina

33
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

34
2. Conceptualización y
1. Metodología y fuentes
marco teórico general
de información

2

Situación de la violencia en
adolescentes y jóvenes de
América Latina

América Latina es la región del mundo donde las tasas de homicidios juveniles son más
altas, con 36,4 por 100.000 habitantes, seguida de África —17,6 por 100.000— y,
todavía más lejos, Europa Occidental y algunos países de Asia y el Pacífico —0,9 por
100.000— (Krug et al. 2003: 27). Por otro lado, los estudios sobre violencia no mortal
permiten complementar los datos anteriores, revelando que por cada homicidio juvenil,
hay entre 20 y 40 víctimas jóvenes que reciben tratamiento en los hospitales. Los estudios
—realizados en ciudades africanas y latinoamericanas— revelan que los traumatismos
causados por la violencia tienden a aumentar extraordinariamente conforme se avanza
de la adolescencia a la juventud y hacia los primeros años de la vida adulta (Krug et al.
2003: 30-31).
Obviamente, un fenómeno de esta magnitud no pasa desapercibido ni deja de suscitar
asociaciones más generales con el incremento de la violencia interpersonal en América
Latina, a su vez vinculado al aumento de la inseguridad ciudadana, movilizando a la
opinión pública en todos los países y clases sociales.
En la encuesta Latinobarómetro 2001, realizada en 17 países de la región, cuatro de
cada cinco entrevistados dijeron que la delincuencia y la drogadicción habían aumentado
mucho en sus países en los últimos tres años. El porcentaje es superior al que se obtuvo
en 1995 en una edición similar de la encuesta (fue 65%). Más alarmante aún, dos de
cada cinco señalaron que ellos o un miembro de su familia habían sido objeto de un
delito en los últimos 12 meses (Klinsberg 1999: 1).
Por otra parte, hay una clara tendencia sociodemográfica que vincula la comisión de
actos violentos con hombres jóvenes. La mayor propensión de este grupo no ha sido
satisfactoriamente explicada, y está asociada a un amplio rango de causas, que van
desde las características psicosociales de la adolescencia, los patrones de socialización
patriarcal y las determinaciones biológicas, hasta carencias de oportunidades para la
educación y el acceso al empleo, la distribución desigual del ingreso y de los recursos, la
influencia de una cultura consumista, la tolerancia de la violencia y la alta impunidad de
los delitos, y la disponibilidad de armas de fuego (Moser y Shrader 1999). Los jóvenes
violentos

 “El estado actual de la comprensión de la causalidad de la violencia está fragmentado y es impreciso. Pocos estudios
cuentan con el rigor metodológico para establecer la causalidad, y por consiguiente muchos informes se basan en
conjeturas descriptivas o en análisis incompletos relacionados con las asociaciones entre las condiciones y la violencia
económicas, sociodemográficas o culturales. Lo que es más, las teorías de los determinantes de la causalidad tienden
a reflejar la disciplina profesional que informa el debate; la compartimentalización tanto del conocimiento como de la
praxis perpetúa una comprensión unidimensional de la violencia y limita los esfuerzos de encarar en forma efectiva los
sustentos multicausales de la conducta violenta” (Moser y Shrader 1999: 5).	

35
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

[…] tienden a cometer una variedad de delitos; además, a menudo presentan también otros
problemas, tales como el ausentismo escolar, el abandono de los estudios y el abuso de sustancias
psicotrópicas, y suelen ser mentirosos compulsivos y conductores imprudentes y estar afectados por
tasas altas de enfermedades de transmisión sexual (Krug et al. 2003: 27).

En cualquier caso, la percepción general es que “Muchas veces los sorprende [a los
pobladores pobres de zonas urbanas] las edades de los delincuentes y/o drogadictos,
[que] cada vez son más chicos”, como confirma un estudio del Banco Mundial sobre
pobreza en distintos países de América Latina (Cichero, Feliú y Mauro 1999: 26). Según
Rubio (1998: 2), la violencia en adolescentes y jóvenes y la comisión de actos delictivos
se relacionan, aunque funcionan con dinámicas independientes entre sí:
Para la violencia económica, el posible factor de reproducción sería la delincuencia juvenil. Para la
violencia homicida son claros los síntomas de epidemias locales que se retroalimentan. Este fenómeno
[…] sugiere una asociación entre estos y la violencia más estrecha de lo que se ha venido suponiendo.

La gráfica 2.1 ilustra esta asociación:
Gráfica 2.1: Edades de las víctimas de homicidio (izquierda) y edades de
homicidas (derecha) en América Latina
60

60

50
50
40
30

40

20
20
10
0

0 05 16 1718 22 24 26 28 3032 3436 38 4042 44 4648 50 52 5456 5860 62 64 66

0

0

5

14 16 22 26 30 34 36 42 46 50 54 56 63 67 73 80

Fuente: Centro de Estudos de Criminalidade e Segurança Pública-Universidade Federal de Minas Gerais, en Beato (2001).

Así, los jóvenes —especialmente los hombres que pertenecen a familias con bajos
ingresos, desempleados y que residen en zonas periféricas de las ciudades— son vistos
automáticamente como violentos y potenciales infractores, una apreciación negativa que
se agudiza a medida que la inseguridad ciudadana se convierte en una preocupación
central para los formadores de opinión pública, medios de comunicación, políticos y
organismos especializados. De esta manera, el tema de la violencia juvenil —en el marco
de la seguridad ciudadana— se ha constituido en un problema político de prioritaria
atención en las agendas gubernamentales y en los programas de los candidatos a
cargos de elección pública, que genera también el interés de los centros de investigación,
los organismos no gubernamentales, las agencias de cooperación y las instituciones
financieras multilaterales.
En cualquier caso, las distintas acciones e interpretaciones de los diferentes actores permiten
el reconocimiento de por lo menos tres enfoques diferentes pero complementarios, que

36

	 Al hablar de epidemias locales que se retroalimentan, se hace referencia al modelo estándar de contagio simple usado
por los epidemiólogos para las enfermedades. El modelo se centra en la interacción entre las víctimas, los victimarios y
sus comportamientos, en lugar de enfocarse únicamente en el móvil de la violencia y el supuesto de una víctima pasiva.
La hipótesis más general puede ser sintetizada como “la violencia genera mayor violencia”. Más adelante, al analizar
la dinámica de los factores de riesgo presentes en la comunidad, se volverá sobre este aspecto.
2. Situación de la violencia en
1. Metodología y de América
adolescentes y jóvenesfuentes
de información
Latina

justifican la inversión pública en la prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes,
y que nos permiten levantar un breve estado situacional de la problemática en América
Latina. Nos referimos a la violencia en adolescentes y jóvenes como un asunto de derechos
humanos, como un problema de salud pública y, finalmente, como un obstáculo para el
desarrollo económico.
2.1	

Violencia juvenil y derechos humanos

En principio, se trata de una cuestión crucial en materia de derechos humanos, pues
la violencia relacionada con adolescentes y jóvenes no sólo atenta contra el derecho
fundamental de la vida, sino que está estrechamente vinculada con múltiples violaciones
a otros derechos. Según un estudio de Cardia, Adorno y Poleto (2003) que analiza los
homicidios en adolescentes y jóvenes de São Paulo, las tasas más altas se correlacionaban
con aquellos barrios que presentaban niveles más bajos en el grado de acceso a derechos
como educación, nutrición apropiada, vivienda, salud, seguridad personal, protección de
la familia y posibilidades de trabajo para el conjunto de la población, combinados con
una gran concentración de población adolescente y joven.
El no ejercicio de estos derechos aumenta la exposición a distintas formas de violencia,
patologías y accidentes, lo cual genera una mayor probabilidad de morir durante la
juventud con relación a otros grupos de edad, como niños y adultos (Hopenhayn y Miranda
2004, Dowdney 2005). El estudio cualitativo sobre pobreza en la Argentina, financiado
por el Banco Mundial, ilustra bien este aspecto a partir del testimonio de los habitantes
de barrios marginales en Buenos Aires: “La inseguridad es permanente, cotidiana […]
la violencia del desamparo, la falta de apoyo y cobertura; no hay trabajo, no hay para
comer, condición general que provoca crisis social, degenerando en bandas de ladrones
y asesinos, drogadictos” (Cichero, Feliú y Mauro 1999: 26).
A partir de los datos disponibles sobre violencia juvenil en América Latina, el análisis de
las políticas que tratan de prevenirla y combatirla, y los recursos humanos e institucionales
empleados, Bernales, Albán y Otálora (2001) plantean una hipótesis sobre el vínculo
entre modernización excluyente, ciudadanía y violencia juvenil, la que podemos sintetizar
en su idea central de que
[…] el incremento de la violencia en América Latina surge y se expresa en un contexto de crisis
valorativa y social con características en algunos aspectos de anomia, que afecta principalmente las
normas morales y legales que regulan la conducta humana, ocasionando su desviación de aquellos
patrones socialmente válidos para la convivencia pacífica. Una de las manifestaciones genéricas de la
crisis se expresa como un decrecimiento de las condiciones de vida de la población, lo cual facilita los
comportamientos violentos. Otra, más precisa, indica que la crisis normativa valorativa ha afectado
también a instituciones básicas como la familia, la escuela, los partidos, los sindicatos e, inclusive,
la Policía, donde un porcentaje —no muy grande pero significativo— se involucra en graves faltas
disciplinarias y en delitos comunes (Bernales, Albán y Otálora 2001: 70).

Tal crisis sería producto de un proceso de modernización que reproduce la ubicación
periférica de América Latina en el fenómeno contemporáneo de la globalización, y es
poco eficaz para resolver los problemas de la pobreza y la exclusión, originando, por lo
tanto, factores de tensión social y violencia. Siguiendo con Bernales,
	 Un aspecto sobre el que la evidencia es fragmentaria pero resulta de primera importancia, es el de las inequidades
generacionales en las probabilidades de morir durante la juventud, es decir, durante una etapa vital en que las causas
de muerte son mayormente prevenibles. Todos los indicios disponibles sugieren que los pobres están más expuestos a
patologías, accidentes y violencia, por lo que sus índices de mortalidad son mayores. Según cálculos propios a partir
de datos de la OPS (Estadísticas de salud de las Américas 2003), la relación promedio de jóvenes fallecidos de 15 a 24
años por adultos fallecidos de 25 a 44 años es de 0,5173. Colombia (0,7438), Venezuela (0,7434), Panamá (0,5612)
y Uruguay (0,5519) son los países donde mueren más jóvenes con relación a las defunciones en el grupo de adultos.

37
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

Este tipo de exclusión social afecta principalmente a los jóvenes, dejándolos en una situación de
desprotección casi absoluta y por consiguiente más expuestos a la exclusión social. En una situación como
ésta, las manifestaciones de violencia no dejarán de expresarse pronto. Este es, a nuestro juicio, uno de
los puntos de partida que podrían explicar la génesis de la violencia juvenil […] Estos elementos, sumados
a situaciones de extrema pobreza, han concurrido en no pocos casos a la producción de la violencia y a
una relativa impotencia para combatirla con eficacia (Bernales, Albán y Otálora 2001: 67-68).

La magnitud de la problemática genera presiones sobre la gobernabilidad ante la
percepción de un ambiente generalizado de inseguridad colectiva, que induce a muchos
gobiernos a tomar decisiones favorables a costosas políticas represivas y punitivas
(encarcelamiento, suspensión de hábeas corpus, etcétera):
En todo el mundo, las autoridades tienden a actuar solo después que han ocurrido actos de violencia
patente, para luego invertir recursos durante un breve lapso en programas destinados a grupos de
personas pequeños y fácilmente identificados. Un clásico ejemplo de ello es la adopción de enérgicas
medidas policiales periódicas en zonas con alto grado de violencia, por lo general después de un
incidente muy divulgado (Krug et al. 2003: 265).

Estas acciones inmediatas, generalmente contra grupos cuyos derechos están seriamente
menoscabados por factores culturales y por efecto de la estructura política-económica de
las sociedades, pueden beneficiar —a veces se las realiza con esa intención— acciones
policiales ilegales y el surgimiento de grupos paramilitares, que contribuyen todavía más
a crear violencia e incrementan la inseguridad en los barrios marginados.
Para más, la falta de resultados de tales acciones no sólo termina dejando serias dudas
respecto a la habilidad de las instituciones democráticas para tratar efectivamente con el
problema de la violencia, sino que causa un impacto político muy negativo en las nuevas
generaciones, reforzando los elementos de un contexto en el cual el reconocimiento jurídico
de los derechos ciudadanos de los y las jóvenes no pasa de ser “un abstraccionismo que
no necesariamente se condice con la realidad” (Bernales, Albán y Otálora 2001: 47), en
el marco de sociedades caracterizadas por una cultura democrática poco consolidada y
un precario desarrollo institucional. Esto determina efectos disolventes en el capital social,
legitimando la desconfianza hacia las instituciones y la regulación de la vida en sociedad
(Buvinic, Morrison y Shifter 1999: 14).
2.2 Violencia juvenil y salud pública
Desde el punto de vista de la salud pública, el informe La juventud en Iberoamérica:
Tendencias y urgencias de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL)
(Hopenhayn y Miranda 2004) señala que mientras la probabilidad de morir de los
jóvenes latinoamericanos a fines de la década de 1990 revelaba una reducción notable
en países como Bolivia, Colombia, el Perú y países centroamericanos, con relación
al comienzo de la década, el perfil epidemiológico de la población juvenil se había
modificado sensiblemente, manteniendo la tendencia a disminuir pero con una creciente
participación de las causas externas en la morbimortalidad juvenil de la región. Esta
situación paradojal se deriva de una mejor salud juvenil en términos de provisión, pero
un insuficiente reconocimiento de su perfil epidemiológico específico.
Es sabido que el ciclo de la juventud es aquel en que son muy bajas las probabilidades vegetativas o
“endógenas” de enfermar gravemente o morir. Pero por otra parte, existe un perfil de morbimortalidad
juvenil que se origina en la mayor prevalencia de accidentes, agresiones físicas, uso nocivo de drogas,

38

	 Incluso las actuaciones eficaces y eficientes de la policía, como parece ser en el caso de Nueva York, pueden, sin
embargo, traer aparejadas acciones represivas focalizadas en los sectores más marginados y excluidos, reforzando
concepciones sociológicas y criminológicas que tratan de justificar “científicamente” la atribución de características
discriminadoras contra los adolescentes y jóvenes de determinados barrios o con ciertos rasgos físicos o culturales
(Barrionuevo s/f).
2. Situación de la violencia en
1. Metodología y de América
adolescentes y jóvenesfuentes
de información
Latina

enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y precoces, y otros, que no encuentran
un sistema integrado de atención en los servicios de salud. De manera que los jóvenes viven un
contraste entre buena salud y riesgos sanitarios poco cubiertos (Hopenhayn y Miranda 2004: 18).

Así, la evolución de la mortalidad juvenil durante los últimos 15 años ha mantenido
una tendencia a descender desde hace 50 años debido al avance de la ciencia médica,
la ampliación de la cobertura de servicios básicos y sanitarios, y el incremento de la
capacidad individual para prevenir y enfrentar las enfermedades. Sin embargo, estos
avances han tenido una distribución heterogénea, ya que se han ampliado las diferencias
según tramos de edad y género, siendo mayor esta disminución en el rango de edades
de 10 a 15 años, ya que en los otros rangos de edad —15 a 20, 20 a 25 y 25 a 30
años— son más frecuentes las causas de muerte vinculadas a conductas o estilos de vida
correlacionados con la comisión de actos violentos o accidentes.
Los actuales roles sociales derivados del género originan riesgos y adversidades diferenciales
en razón de su inadecuación con los drásticos cambios culturales, sociales y económicos
de las sociedades latinoamericanas. La urbanización e industrialización aceleradas, las
transformaciones en el desarrollo institucional y el impacto de la globalización sobre las
estructuras productivas y sociales afectan tanto a hombres como a mujeres jóvenes como
grupo de riesgo que comparte las dificultades de acceso a la escolaridad y el empleo,
aunque los hombres presentan un mayor riesgo psicosocial que las mujeres por su mayor
vulnerabilidad con relación a las adicciones, la sexualidad, el sistema penal y la carencia
de redes de apoyo.
Krauskopf sintetiza así estas diferencias:
[…] entre las situaciones que afectan más al grupo masculino se pueden mencionar: el consumo
intensivo de alcohol y otras drogas, la conducción de vehículos a edades tempranas y sin utilización
de los elementos de protección […] [conducir] en estado de ebriedad o propensión a peleas físicas,
particularmente como portadores de armas blancas o de fuego, los accidentes, homicidios y suicidios.
Es un hecho bastante generalizado, de que son mayores los intentos de suicidios en las mujeres y que
los suicidios efectivos son más frecuentes en los hombres. Entre las mujeres jóvenes su vulnerabilidad
parece asociada a su sexualidad, particularmente cuando son abusadas, maltratadas y explotadas
(Krauskopf 2002: 4).

Así, siendo importantes las causas externas —numérica y proyectadamente— en la
mortalidad juvenil de ambos sexos, aquellas relacionadas directamente con formas de
violencia son mayores en los hombres, pues de cada 100 fallecimientos masculinos, 77
son atribuibles a causas violentas. En tanto, entre las mujeres, 38 de cada 100 defunciones
son resultado de estas causas violentas, y 62 de causas mórbidas (Hopenhayn y Miranda
2004: 136).
En conjunto, las muertes atribuidas a causas externas en los hombres jóvenes superan en
todos los países a las muertes por enfermedades transmisibles y genético-degenerativas,
invirtiendo tanto la tendencia con respecto a las mujeres de la misma edad como la de
los demás grupos de edad, en hombres o mujeres. Según la Cepal,
El abultado peso de la mortalidad juvenil por causas externas obedece principalmente a dos factores,
a saber, la alta frecuencia relativa de muertes accidentales (principalmente de tránsito) y muertes por
violencia (agresiones externas y suicidios). Como se señaló, ambas afectan más intensamente a los
hombres, lo que se refleja en el mayor peso que tienen estas causas de muerte entre ellos (Hopenhayn
y Miranda 2004: 139).

Esto aportaría indicios para explicar el crecimiento de la brecha de mortalidad entre
hombres y mujeres jóvenes, estas últimas beneficiadas por las disparidades de género en

39
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

cuanto a la frecuencia relativa de muertes asociadas también con conductas o estilos de
vida. Así, al comparar según cohortes y géneros, se evidencian diferencias particularmente
agudas y desfavorables para los hombres en los rangos de edad entre 15 y 30 años,
quienes están mucho más expuestos a la mortalidad por causas externas, es decir,
suicidios, homicidios y accidentes (Hopenhayn y Miranda 2004: 42). Así, y con relación a
las muertes por causas externas, los hombres jóvenes aportan — en comparación con las
mujeres— casi 86% del total de defunciones por esta causa en la región, presentándose
las tasas más altas de participación masculina en Brasil, Colombia, Costa Rica, México y
Venezuela. En cambio, la Argentina, Ecuador, El Salvador, Nicaragua y el Perú tienen la
mayor participación de mujeres en muertes por causas externas (véase la tabla 2.1).

Tabla 2.1: Distribución de la mortalidad juvenil por causas externas según sexo
en América Latina (en porcentajes)
Países

Todas las causas Todas las causas externas Accidentes de tránsito

Homicidios

Suicidios

Hombres

Mujeres

Hombres

Mujeres

Hombres

Mujeres

Hombres

Mujeres

Hombres

Mujeres

Argentina (1997)

67,6

32,4

78,5

21,5

74,6

25,4

88,6

11,4

66,1

33,9

Brasil (1998)

75,4

24,6

86,4

13,6

78,1

21,9

92,0

8,0

72,2

27,8

Chile (1999)

75,8

24,2

85,3

14,7

77,6

22,4

91,9

8,1

81,6

18,4

Colombia (1998)

80,6

19,4

87,9

12,1

81,4

18,6

92,6

7,4

64,6

35,4

Costa Rica (2001)

74,8

25,2

88,3

11,7

91,4

8,6

81,2

19,8

78,3

21,7

Ecuador (2000)

59,9

40,1

76,3

23,7

73,3

26,7

88,6

11,4

52,9

47,1

El Salvador (1999)

63,3

36,7

74,9

25,1

75,0

25,0

88,2

11,8

37,9

62,1

México (2000)

73,8

26,2

86,0

14,0

84,3

15,7

89,7

10,3

81,7

19,3

Nicaragua (2000)

66,5

33,5

77,4

22,6

83,0

17,0

86,6

13,4

59,4

40,6

Panamá (2000)

69,7

30,3

84,3

15,9

73,6

26,4

95,6

4,4

73,1

26,9

Perú (2000)

65,7

34,3

75,2

24,8

76,1

23,9

87,0

16,0

51,6

48,4

R. Dominicana (1998)

61,6

38,4

83,5

16,5

81,1

18,9

79,8

20,2

82,7

17,3

Uruguay (2000)	

74,5

25,6

83,5

16,5

81,1

18,9

79,8

20,2

82,7

17,3

Venezuela (2000)

83,1

16,9

90,7

9,3

78,7

21,3

94,9

5,1

81,4

18,6

Total

74,7

25,3

85,7

14,3

79,5

20,5

91,9

8,1

70,1

29,9

Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de la OPS, Estadísticas de salud de las Américas, 2003. En http://
www.paho.org.

De las diferentes causas, el homicidio explica casi 50% de las muertes de jóvenes por
causas externas en América Latina, que representa el doble de las causas de muerte
por accidentes y seis veces los suicidios (véase la tabla 2.1). En el conjunto de las
causas externas de muerte, los homicidios aportan la mayor diferencia de los hombres
con respecto a las mujeres, llegando a 92%. Los países donde es más marcado este
sesgo de género en los homicidios son Brasil, Colombia, Panamá y Venezuela. Para las
mujeres, el homicidio duplica el promedio latinoamericano en Costa Rica, Perú, República
Dominicana y Uruguay.

40

La causa externa de mortalidad que más afecta a las mujeres es el suicidio, atribuyéndose
30% de las defunciones; destacan los casos de Argentina, Colombia, Ecuador, Nicaragua
y Perú. Sin embargo, en América Latina, como se ve en la tabla 2.2, los hombres jóvenes
registran aproximadamente 1,3 veces más suicidios que las mujeres de la misma edad;
existen casos en los que esta diferencia se cuadruplica, como en Chile, Costa Rica, México,
2. Situación de la violencia en
1. Metodología y de América
adolescentes y jóvenesfuentes
de información
Latina

Uruguay y Venezuela. Sólo en El Salvador y el Perú las tasas de suicidios de las mujeres
son más altas que las de los hombres. Con una tendencia regional a disminuir como
causa (Hopenhayn y Miranda 2004), Chile, Nicaragua, Perú y Uruguay son los países
donde la tasa de suicidios es más elevada que la de homicidios en el conjunto de las
causas externas de muerte.
Tabla 2.2: Población juvenil fallecida por causas externas según sexo en América
Latina (en número de personas)
Países
Argentina (1997)

Todas las causas externas Accidentes de tránsito
Hombres

2.265	

Total Argentina
Brasil (1998)
Total Brasil
Chile (1999)

Total Colombia
Costa Rica (2001)

34.658

Ecuador (2000)

304

Total Ecuador
El Salvador (1999)

1.041	

Total México
Nicaragua (2000)
Panamá (2000)
Total Panamá
Perú (2000)

13
86

323 (20,85%)

348 210	

70

280 (20,15%)

12.011

567

41
263

1.723	

30

175 (17,75%)

222	

41

362 (12,55%)

Hombres

Mujeres

Mujeres

105 1.228	

204 	

Hombres

298

309 (10,71%) 1.526 (52,92%)
1.199 6.744	

96	

8

156	

104 (8,73%)
8.365	

673

50	

12
58

511 (33,0%)
636	

85

721 (51,90%)
2.690	

562	

56	

20

76 (28,90%)
569 365	

308

9

42 (13,81%)
106	

94

200 (12,91%)
98	

Total por sexo
Totales América
Latina

160

258 (18,57%)
1.040	

114

191	

30

221 (22,41%)

78

652 (54,74%)
296

1.736 (12,74%)
4

73 (17,45%)
386	

129

515 (33,24%)
97	

34

131 (9,38%)

249 3.550	

85	

4

557

23

123 247	

303 (30,73%)
21	

89 (33,84%)
120	

180	
8

29 (11,03%)
70	

1.086 (17,41%) 2.703 (43,34%)

86

323 (5,18%)

66.635	 11.979 13.638	 3.506 31.867	 2.813 3.279	
78.614

574	

69	

2.292
479 (20,90%)
143 (6,24%)
156 (6,80%)
R. Dominicana (1998) 714	
175 315	
78 174	
24 21	
16
Total R. Dominicana
889
393 (44,21%) 198 (22,27%)
37 (4,16%)
Uruguay (2000)
246	
48 49	
11
33	
8
63	
13
Total Uruguay
294
60 (20,41%)
41 (13,94%)
76 (25,85%)
Venezuela (2000)
5647	
590 834	
252 2.566	
137 263	
60
6.237

1171

307 1.440	

869 (6,38%)
33	

62 (20,39%)
453	

35

191 (16,04%)

Total Perú

Total Venezuela

Otras causasa

3.617 (30,11%) 2.998 (24,96%) 1.289 (10,73%) 4107 (34,19%)

223 145	
986

321 	

1.984 (14,56%) 9.038 (66,32%)
134	

10.330	 1.681 3.050	
763	

370

147 (48,35%)

1.389

Total Nicaragua

55

368 237	

1.549

Total El Salvador
México (2000)

38

Mujeres

5.928 1.665 16.087	 1.402 462	

244 (20,49%)

13.627
266	

Hombres

Suicidios

7.593 (21,90%) 17.489 (50,47%) 1.661 (4,80%) 7.915 (22,83%)

11.981	 1.646 1.614	

1.181	

175

176 189	

1.191

Total Costa Rica

Mujeres

687 (23,82%)

29.959	 4.699
1.015	

Hombres

619 512 	

2.884

Total Chile
Colombia (1998)

Mujeres

Homicidios

40

287 (29,11%)
59	

9

68 (26,23%)
1.168	

366

1.534 (66,06%)
204	

57

261 (29,36%)
101	

16

117 (39,80%)
1.984	

141

2.125 (34.07%)

2.464 17.851	 3.196

17.144 (21,82%) 34.680 (44,11%) 5.743 (7,30%) 21.047 (26,77%)

a Incluye, además de las causas especificadas, eventos de intención no determinada, ahogamientos y accidentes que
obstruyen la respiración, entre otras causas de muerte violenta.
Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de la OPS. Estadísticas de salud de las Américas, 2003. En http://
www.paho.org.

41
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

Una aproximación indirecta a la dimensión de la violencia interpersonal contra
adolescentes y jóvenes en América Latina puede ser también proporcionada por los datos
sobre mortalidad por lesiones intencionales. La tabla 2.3 establece una comparación
con otras regiones, en donde es apreciable no sólo la más elevada incidencia de estas
lesiones en la mortalidad juvenil a nivel mundial sino el sesgo de género, que también
es el más alto —la mortalidad de los hombres por lesiones intencionales es 13,38 veces
mayor que la de las mujeres—:
Tabla 2.3: Mortalidad causada por lesiones intencionales; por sexo, edad juvenil
y región de la OMS (2000-tasa por 100.000 habitantes)
Región

Total

Hombres todas
las edades

Mujeres todas
las edades

Hombres
15-29 años

Mujeres
15-29 años

Total mundial

28,8

40,5

17,3

44,0

20,1

África

60,9

94,6

29,6

80,9

36,1

Estados Unidos, Canadá
y Bahamasa

17,2

27,6

7,1

41,8

8,2

América Latina y el
Caribe

34,3

62,1

7,6

101,7

11,5

Asia sudoriental

22,8

31,3

14,3

31,7

18,2

Europa

32,0

52,5

12,5

53,7

11,3

Mediterráneo oriental

21,6

27,4

15,5

29,1

19,1

Pacífico occidental

24,3

26,5

22,5

22,7

24,5

Las estadísticas de la OMS diferencian por países de alto ingreso y países de medio y bajo ingreso; en las Américas, sólo
estos tres países pertenecen al grupo de alto ingreso.
Fuente: elaboración propia sobre la base de los datos del Proyecto de la Carga Mundial de Morbilidad de la OMS para
2000, versión 1 (Krug et al. 2003).
a

Parte de estas lesiones se produce debido a violencia interpersonal en la familia y la
pareja, aunque es difícil determinar con precisión su dimensión. En las encuestas de
juventud, el tema de la violencia intrafamiliar sólo aparece explícitamente tratado en el
caso de Bolivia, donde del total de adolescentes y jóvenes encuestados, 33,4% reconoció
haber sido víctima de agresiones físicas dentro de su casa, siendo los preadolescentes
quienes más castigo físico reciben en sus hogares. Por otra parte, en un estudio realizado
en Chile, los y las jóvenes manifiestan que con frecuencia se presentan casos de conducta
violenta en sus hogares: 10% en el caso de violencia física de padres a hijos, 5,7% en el
caso de violencia física entre cónyuges, 12,8% en el caso de violencia psicológica entre
padres e hijos, y un 11,3% en el caso de violencia psicológica entre cónyuges (Hopenhayn
y Miranda 2004: 99-100).
Entre otros factores de riesgo identificados en la violencia sexual, ser joven implica un
mayor peligro de violación, como demuestran los estudios mencionados por Krug et al.
2003 —Acierno et al. (1999), Greenfeld (1998) y Heise, Pitanguy y Germain (1994)—
para varios países —entre estos Chile, México y el Perú—, relacionado con la violencia en

42

	 “Sin embargo, al preguntarle a los niños en un estudio más reciente, los datos muestran una realidad más agresiva. El
castigo más frecuente mencionado por niños y adolescentes es ‘no me dejan salir’ (63%), le siguen en importancia ‘no
me dejan ver TV’ (36%) y ‘me pegan’ (27%). Esta última cifra contrasta con el hecho de que en el estudio anteriormente
mencionado solo un 10% de los adultos reconocen la existencia de violencia física dentro del hogar” (Hopenhayn y
Miranda 2004: 100).
2. Situación de la violencia en
1. Metodología y de América
adolescentes y jóvenesfuentes
de información
Latina

las escuelas y las universidades, así como con la explotación sexual de las mujeres. Otros
estudios vinculan la edad joven con la pobreza y la falta de instrucción, que aumenta la
dependencia económica de la pareja y la violencia sexual en el lugar de trabajo (Krug et
al. 2003). El estudio sobre pobreza en el Perú menciona esta situación en los testimonios
recogidos entre mujeres jóvenes migrantes en Lima:
Las mujeres jóvenes empleadas como “domésticas”, por su lado, sufren de otro tipo de abuso. Una chica
de Cerro Blanco contó tímidamente: “Yo me fui a trabajar en vacaciones, pero sólo duré 15 días porque
no me gustaba. Siempre me miraba el patrón y me hacía sentir mal con las cosas que decía… 80 soles al
mes me iba a pagar, pero no me dio ni la mitad… Estaba enojado” (Blackburn 1999: 36-37).

Los datos de The International Crime Victim Survey in Countries in Transition: National
Reports (1998), según un muestreo, permiten comparar casos reportados de violencia
sexual —violaciones y abusos— contra mujeres menores de 16 años, siendo notable una
diferencia en contra entre las ciudades latinoamericanas y las de otras regiones; si bien
pueden darse explicaciones atenuantes, quizá relacionadas con el acceso a la justicia y
valores culturales que podrían incidir en la tasa de denuncia, también hay que considerar
la alta probabilidad de subregistro, ya que generalmente los casos de violencia sexual en
la familia o la pareja no son denunciados; de hecho, un factor de riesgo para la violencia
sexual contra las mujeres es estar casada o tener pareja (Krug et al. 2003).

Tabla 2.4: Comparación por ciudades del porcentaje de mujeres menores de
16 años que reportaron agresiones sexuales durante los cinco años anteriores
(1992-1997)
Región

Ciudades reportadas

Tamaño de la muestra

Promedio (% muestra)

América Latina

Buenos Aires, La Paz, Rio
de Janeiro, Bogotá, San
José, Asunción

5.586

4,53

Europa Oriental y
Eurasia

Tirana, Budapest, Diauliai, Kaunas, Klaipeada,
Paneavzys, Vilnius,
Ulaanbaatar, Zuunmod

4.157

3,975

África

Gaborone, El Cairo,
Johannesburgo, Gran
Túnez, Kampala, Harare

5.940

2,47

Asia

Beijing, Bombay, Yakarta, Surabaya, Manila

6.100

1,625

Fuente: elaboración propia sobre la base de Krug et al. 2003.

Sorprendentemente, las encuestas nacionales de juventud no contienen datos que
vinculen la violencia en adolescentes y jóvenes con su salud sexual y reproductiva, ni
con relación a cómo las diversas manifestaciones de la violencia doméstica afectan
su desarrollo psicológico y emocional. Sin embargo, la encuesta de Bolivia evidencia
situaciones extendidas de violencia contra las mujeres en edades tempranas: alrededor
de 7% de las mujeres señalaron haber sido violadas (Hopenhayn y Miranda 2004: 156).
Por otro lado, la encuesta sobre la salud de adolescentes en el Caribe mostró que uno de
cada ocho adolescentes, entre 16 y 18 años de edad, había sido abusado sexualmente,

43
Estado del arte de los programas de prevención
de la violencia en jóvenes

encontrándose que las mujeres tenían una probabilidad dos veces mayor que los hombres
de sufrir esta violencia (Weaver y Maddaleno 1999). Y en Lima, el estudio de Cáceres,
Vanoss y Hudes (2000), citado por Krug et al. 2003, halló que la cantidad de mujeres
jóvenes que decían haber sido iniciadas sexualmente por la fuerza era casi cuatro veces
mayor que la de varones jóvenes (Krug et al. 2003).
Los estudios sobre pobreza mencionan situaciones halladas en los diálogos y talleres con
los participantes que confirman esta realidad, aunque también enfatizan las dificultades
para profundizar en el tema, tratándose de estudios que dependen esencialmente de la
confianza que tengan los sujetos para narrar sus experiencias. Sin embargo, el estudio
de pobreza en Brasil, realizado en barrios marginados de Recife, Itabuna y São Paulo,
menciona que las agresiones contra las mujeres son comunes, tanto en la familia como
en el ámbito de la comunidad y el vecindario, particularmente en los casos de las familias
con jefatura femenina, las que “[…] tem a maior probabilidade de sofrerem abuso sexual,
maus tratos e agressões […] as mulheres que vivem sozinhas são estupradas em suas
residências. As adolescentes também são consideradas como as mais propensas a serem
assediadas na escola” (Melo 2000: 36-37).
2.3	

Violencia juvenil y desarrollo

Finalmente, la violencia, además de sus efectos sobre la convivencia ciudadana y la salud,
se reconoce —por su magnitud en la región— como un obstáculo macroeconómico,
pues afecta en forma adversa a los activos del capital material, humano, social y natural,
incrementando los gastos de los servicios de salud y asistencia social, reduciendo la
productividad, disminuyendo el valor de la propiedad, desorganizando una serie de
servicios esenciales, incrementando los costos de la inversión y disminuyendo los empleos,
y, en general, alterando la gobernabilidad institucional y la salvaguarda de los derechos
de propiedad, socavando las bases sociales ligadas al crecimiento económico (Eyzaguirre
1998; Cruz et al. 1998; Piquet Carneiro y Phebo 1998; Cisalva 1998; Rubio 1998;
Fundación Mexicana para la Salud, 1998; Briceño-León y Pérez Perdomo 1999; Buvinic,
Morrison y Shifter 1999; Londoño y Guerrero 1999, y Moser y Shrader 1999).
Para América Latina, Londoño y Guerrero (1999) estimaron los costos por la violencia como
equivalentes al 12,1% de PIB, lo que significa casi 145.000 millones de dólares anuales,
que adicionalmente implican costos distributivos —a causa de delitos contra la propiedad y
pagos por extorsión o secuestro— del orden de 2,1% por 25.000 millones de dólares, más
de lo que consiguen realizar los gobiernos de la región a través de los impuestos y el gasto
público. Con respecto a la salud, los autores indican que la atención médica por causa
de la violencia insume costos por 2.000 millones de dólares, mientras que en el orden
educativo la destrucción de recursos humanos por muerte prematura o discapacidad es
también significativa. Expresada en cifras, la magnitud del gasto es igual que la inversión
en educación primaria de la región. En cuanto a los gastos en seguridad,
Las pérdidas materiales asociadas con la violencia son elevadas y tienen tres componentes de
aproximadamente igual importancia. Los gastos de seguridad y justicia por parte del gobierno
representan recursos del orden de 1.6 puntos del PBI. Los gastos directos en seguridad por parte de los

44

	 “En cuanto al abuso sexual de los niños, el estudio detectó pocos casos. El tema sin duda requiere de más tiempo de
investigación. Dos casos fueron mencionados, ambos en Laderas del Chillón (Lima) —uno de un hombre quien abusó
de su hijastra adolescente; otro de otro hombre (vecino de la madre de la víctima) quién abusó de una niña—. Los
agresores no fueron denunciados, por temor a represalias peores” (Blackburn 1999: 23).
	 “El objetivo que implica el análisis de costos macroeconómicos es el de determinar el umbral de inversión por encima
del cual se hace económicamente inviable dedicar recursos a reducir o impedir el crimen” (Moser y Shrader 1999: 8).
Comunidad.violencia
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  • 1.
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  • 4. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes Basados en el trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de género
  • 5.
  • 6. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes Basados en el trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de género José Miguel Abad G.
  • 7. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes, basados en el trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de género Pan American Health Organization (OMS) Pan American Sanitary Bureau (OPS) Regional Office of the World Health Organization 525 Twenty-third Street, N. W. Washington, D. C. 20037 United States of America Teléfono: (202) 974-3000 www.paho.org Cooperación Técnica Alemana-GTZ Prolongación Arenales 801 Lima 18, Perú Teléfono: (511) 422-9067 gtz-peru@pe.gtz.de Esta publicación se realizó en el 2006 en el marco del Proyecto Fomento del Desarrollo Juvenil y Prevención de la Violencia (OPS-GTZ) Autor José Miguel Abad G. Ex asesor regional de la GTZ, ensayista y consultor en políticas de juventud y temas de desarrollo social para varios países de América Latina Equipo Técnico de GTZ Matilde Maddaleno Alberto Concha Eastman Ana Isabel Moreno Cuidado de edición: Rocío Moscoso Diseño de carátula y diagramación: Sinco Editores ISBN 92 7 532679 7 Hecho el depósito legal 2006-9188 en la Biblioteca Nacional del Perú Biblioteca Sede OPS - Catalogación en la fuente Abad G., José Miguel Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes, basados en el trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de género. Washington, D. C.: OPS, © 2006 I. Título 1. Violencia-prevención y control 2. Conducta del adolescente 3. Salud del adolescente 4. Relaciones familiares 5. Identidad de género NLM WS 460
  • 8. 1. Metodología y fuentes de información Índice Presentación 9 Introducción 11 METODOLOGÍA DEL ESTUDIO 15 1. Limitaciones y posibilidades del objeto de estudio 17 2. Definiciones metodológicas 19 3. Procedimientos aplicados 21 1. CONCEPTUALIZACIÓN DE LA VIOLENCIA JUVENIL 25 1.1 El enfoque de la salud pública 27 1.2 Definición de violencia 27 1.3 Tipología de la violencia 28 1.4 La distribución de la violencia 29 1.5 Violencia juvenil 31 2. SITUACIÓN DE LA VIOLENCIA EN ADOLESCENTES Y JÓVENES DE AMÉRICA LATINA 33 2.1 Violencia juvenil y derechos humanos 37 2.2 Violencia juvenil y salud pública 38 2.3 Violencia juvenil y desarrollo 44 2.4 Conclusiones 45 3. CAUSAS DE LA VIOLENCIA EN ADOLESCENTES Y JÓVENES DE AMÉRICA LATINA 47 3.1 El nivel individual 50 3.1.1 Características biológicas 50
  • 9. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes 3.1.2 Características psicosociales 3.2 El nivel de las relaciones 51 52 3.2.1 Influencia de la familia 53 3.2.2 Influencia del grupo de pares 56 3.3 l nivel de la comunidad E 57 3.3.1 Influencia del vecindario 58 3.3.2 Integración y capital social 61 3.4 El nivel social 63 3.4.1 Cambios demográficos y sociales 63 3.4.2 Desigualdad de ingresos y pobreza 65 3.4.3 Desarrollo institucional y protección social 66 3.4.4 Influencias culturales 69 3.5 Conclusiones 72 4. INTERVENCIONES DE PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA EN ADOLESCENTES Y JÓVENES 73 4.1 Las resistencias contra la prevención 75 4.2 ¿Qué se sabe sobre la prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes? 77 4.2.1 Estrategias en el nivel individual 79 4.2.2 Estrategias en el nivel de las relaciones 80 4.2.3 Estrategias en el nivel de la comunidad 83 4.2.4 Estrategias en el nivel social 88 4.3 Consideraciones finales 5. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES 89 93 BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA ANEXO 103 115
  • 10. 1. Metodología y fuentes de información Presentación Según el Informe mundial sobre la violencia y la salud preparado por la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud (OPS-OMS) en el 2003, América Latina es la región que sufre el mayor impacto de la violencia en el mundo. La tasa promedio de homicidio de los jóvenes entre 15 y 29 años es de 101,7 por 100.000 en varones, y de 11,5 por 100.000 en mujeres. Sin embargo, el homicidio es solamente la manifestación más extrema de la violencia. Se calcula que por cada asesinato hay entre 20 y 40 víctimas, adultas y jóvenes, involucradas en actos de violencia sin consecuencias mortales, pero que requieren atención intrahospitalaria. Los adolescentes y jóvenes constituyen la población más afectada por todo tipo de violencia, incluyendo el abuso físico, sexual, verbal y emocional, así como el abandono. Las posibilidades de que los jóvenes y adolescentes tengan un desarrollo sano se ven limitadas cuando son golpeados por la violencia, sea como testigos, víctimas o agresores. En casi todos los países de América Latina se reconoce que la violencia que afecta a los jóvenes es un problema político y de salud pública. Su prevalencia no solamente tiene repercusiones en el desarrollo juvenil, sino también mina los fundamentos democráticos de la sociedad y es responsable por costos humanos, económicos y sociales enormes en la región. Los gobiernos dedican considerables recursos a la lucha contra la violencia juvenil; sin embargo, muchas iniciativas fracasan porque se ha invertido poco en la evaluación de impacto de los proyectos y en la participación de los jóvenes en el proceso. El Proyecto Fomento del Desarrollo Juvenil y Prevención de la Violencia, financiado por el Gobierno alemán e implementado por la Organización Panamericana de la Salud y la Cooperación Técnica Alemana-GTZ, tiene como objetivo mejorar la participación de los jóvenes en la gestión de los programas de desarrollo juvenil y prevención de la violencia en los países seleccionados —Argentina, Colombia, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Perú—. En este contexto, una de las principales líneas de acción es la gerencia de conocimientos, que busca generar evidencia de experiencias y políticas exitosas en la prevención de la violencia relacionada con jóvenes en la región, desde una perspectiva de salud pública que incorpora el género, el desarrollo y la participación. Esta publicación, Estado del arte
  • 11. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes de los programas de prevención de la violencia en jóvenes,basados en el trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de género, es un componente de los esfuerzos en la gerencia de conocimientos, y esperamos que contribuya a fortalecer las capacidades de los profesionales que trabajan en esta temática en los diferentes países. Matilde Maddaleno Asesora regional Unidad de Salud del Adolescente Área de Salud Familiar y Comunitaria Organización Panamericana de la Salud Organización Mundial de la Salud Wilfried Liehr Asesor principal Proyecto Fomento del Desarrollo Juvenil y Prevención de la Violencia Cooperación Técnica Alemana-GTZ 10 Alberto Concha-Eastman Asesor regional Unidad de Evaluación de Riesgos, Prevención de la Violencia y Lesiones Área Desarrollo Sostenible y Salud Ambiental Organización Panamericana de la Salud Organización Mundial de la Salud Ana Isabel Moreno Coordinadora regional Proyecto Fomento del Desarrollo Juvenil y Prevención de la Violencia Cooperación Técnica Alemana-GTZ
  • 12. Introducción A ctualmente, la violencia en adolescentes y jóvenes se ha convertido en uno de los principales problemas políticos y sociales de América Latina, cuyos costos económicos y peores efectos sociales recaen sobre la población más pobre. Las insuficiencias de la democracia generan, además, una subcultura en adolescentes y jóvenes a través de la idealización defensiva del grupo —la barra brava, la mara, la galera, la banda, la pandilla, la nación—, en la cual la violencia moviliza la única forma de acceder a un reconocimiento de aquello que les ha sido negado por una superposición de carencias desde su infancia. Hoy por hoy, los hechos de violencia explican la mayor parte de las muertes de los jóvenes en la región, especialmente tratándose de hombres de bajos ingresos, residentes en barrios degradados social y físicamente. Al mismo tiempo, la inseguridad ciudadana —que se ha convertido en una de las mayores aprehensiones para la opinión pública latinoamericana— facilita que se estigmatice a este sector de la población. De esta manera, la violencia toma a muchos jóvenes a la vez como víctimas y como protagonistas. Por otro lado, hay incontestables evidencias científicas sobre el carácter aprendido de la violencia. Estas evidencias explicarían que, en presencia de determinados factores situacionales o estructurales, se tome la decisión individual y colectiva —que llega a convertirse en una forma socialmente tolerada e incorporada a las pautas de relacionamiento cotidiano— de resolver los conflictos que emergen de la convivencia social recurriendo a la violencia, así como la tolerancia y el sufrimiento de sus víctimas. Sin embargo, siendo una respuesta socialmente aprendida, la violencia tiene una expresión histórica determinada, y no constituye un rasgo “connatural” del ser humano. En esta tesis se basa la idea de que es posible prevenir la violencia: el aprendizaje de otras conductas y la eliminación o el control de determinadas condiciones o situaciones pueden mejorar la capacidad de las sociedades para resolver sus conflictos sin los costos —tangibles e intangibles— que ocasiona la violencia, incluso aquella que se ejerce legítimamente. Esto conlleva a la necesidad de conocer más y mejor sus causas, identificar los factores que la previenen o la incitan, y saber cuál es la magnitud de sus efectos. Al mismo tiempo, especialmente desde los últimos 15 años, se han implementado, con mayor o menor eficacia, distintas experiencias de prevención, todo lo que va conformando un profuso —aunque disperso— cuerpo de evidencias acerca de lo que resulta efectivo o no efectivo en la prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes. En este contexto, el Proyecto Fomento del Desarrollo Juvenil y Prevención de la Violencia, implementado por la Organización Panamericana de la Salud y la Cooperación Técnica Alemana-GTZ en seis países de la región —Argentina, Colombia, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Perú—, quiere aportar a racionalizar las intervenciones para mejorar su 11
  • 13. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes efectividad, considerando los ingentes recursos que los gobiernos invierten en la lucha contra la violencia juvenil. Una de las estrategias del proyecto consiste en sistematizar las evidencias disponibles sobre las diferentes estrategias de intervención implementadas en la región para que sirva de insumo en el diseño de proyectos orientados a reducir la violencia juvenil, produciendo un “Documento de evidencia sobre el desarrollo juvenil y la prevención de violencia en el contexto de América Latina y el Caribe”. Como parte de ese documento, se ha contratado la elaboración de un “Documento de evidencias sobre el estado del arte de la prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes, usando la estrategia de trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de genero”, que permita establecer cuál es el estado del arte y los avances en la investigación sobre el tema mencionado. El documento en cuestión debe seleccionar y ordenar la información disponible en Internet, en las instituciones de educación e investigación, y en los centros de documentación y bibliotecas para, sobre esta base, redactar un informe en el que, (1) se identifiquen las intervenciones de prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes que se hayan implementado con estrategias de trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de género, y (2) se analicen las evidencias según su efectividad en la prevención. La estructura del documento que se ha preparado es la siguiente: el primer capítulo es una conceptualización mínima para establecer el marco de nociones y de categorías que serán empleadas en el texto, dando énfasis al enfoque de la salud pública, partiendo del Primer Informe Mundial sobre Violencia y Salud en el Mundo de la Organización Mundial de la Salud. Además, se pasa revista a algunos datos que permitan al lector formarse una idea de la magnitud y las características de este problema de salud en el mundo, especialmente referido a la violencia juvenil. El segundo capítulo procura describir de manera sintética la situación de los adolescentes y jóvenes en los países de la región respecto a la violencia, la que es encarada como un asunto de derechos humanos, como un problema de salud pública y, finalmente, como un obstáculo al desarrollo económico de la región. El tercer capítulo se concentra en exponer las causas de la violencia en los adolescentes y jóvenes de América Latina. Para ello, se aprovecha el “modelo ecológico” —utilizado por la OMS— para resaltar el carácter multideterminado que tiene la violencia, las conexiones entre los distintos niveles etiológicos, así como las complejas relaciones entre factores de riesgo y de protección que generan la mayor o menor probabilidad de participación adolescente y juvenil en los actos de violencia. El cuarto capítulo pasa revista a las intervenciones de prevención que la literatura ha estudiado, para establecer aquellas que han demostrado ser efectivas o no serlo, así como aquellas que aún requieren mayor evidencia científica. Para esto, sistematiza la información general disponible en la literatura especializada acerca de las características presentes en el diseño e implementación de las “buenas prácticas” de prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes mediante estrategias con la familia y la comunidad, comparándola con intervenciones revisadas en América Latina, para analizar sus semejanzas y diferencias. 12 Dado el carácter multicausal de la violencia y el principio de integralidad de los enfoques de prevención que parece suscitar el mayor consenso de la comunidad científica, no nos
  • 14. Introducción hemos concentrado exclusivamente en las estrategias dirigidas a la comunidad y la familia. Al final, proponemos una matriz sencilla para sintetizar el contenido del capítulo. Por último, a partir del análisis de las intervenciones destacadas en el capítulo anterior, planteamos unas conclusiones y recomendaciones que retoman los aspectos planteados en la revisión documental, intentando relacionarlas con el objetivo del documento: cómo realizar intervenciones más efectivas en la prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes. El documento se complementa con una descripción de la metodología utilizada, partiendo de una reflexión acerca del estado de los datos y las evidencias que están disponibles para el estudio, las definiciones que delimitan el objeto de estudio, los procedimientos seguidos para la recopilación de la información, así como los criterios elaborados para analizar las prácticas de intervención seleccionadas. Al final, se anexa la sistematización de las intervenciones, con información sobre las fuentes. 13
  • 15. 14
  • 16. 1. Metodología y fuentes de información Metodología del estudio 15
  • 17. Políticas públicas y marcos Estado del arte de los programas de prevención legales para la prevención de de la violencia en jóvenes la violencia 16
  • 18. 1. Metodología y fuentes de información Metodología del estudio 1. Limitaciones y posibilidades del objeto de estudio Para el presente estudio, interesa encontrar y sistematizar las evidencias de intervenciones efectivas de prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes en América Latina, que se implementen con perspectiva de género, y cuyas estrategias se orienten hacia el fortalecimiento y la integración social de las familias, la conformación de comunidades protectoras y cercanas, y la generación de entornos barriales seguros y habitables. Las evidencias, en este caso, suponen encontrar prácticas de intervención cuya validez empírica haya sido comprobada científicamente con relación a efectos de prevención en una situación controlada, quiere decir, donde se supone que las variables de tipo causal o relacional han sido objeto de algún tipo de control por el diseño experimental. En teoría, se supondría que tales intervenciones están no sólo documentadas en cuanto a sus concepciones y procedimientos, sino también evaluadas mediante modelos experimentales que permiten señalar con certeza las relaciones entre variables dependientes e independientes, y establecer sus correlaciones con los distintos componentes de la intervención. En realidad, en la región nos encontramos con una notable ausencia de investigaciones acerca de la efectividad de las intervenciones de prevención en comparación con el relativo desarrollo que sí han tenido, en cambio, las investigaciones sobre las causas y/o los factores asociados con la violencia. Si la información acerca de los programas y proyectos en cuanto a su documentación es dispar y de calidad dudosa e irregular, cuando no prácticamente inexistente e inaccesible —a no ser por una búsqueda directa—, aun así es mayor que la existencia de evaluaciones e investigaciones que permitan ponderar adecuadamente las relaciones entre las variables dependientes e independientes, y establecer así sus correlaciones con los distintos componentes de las intervenciones. La evidencia que nos proporcionan las experiencias identificadas en la región es abrumadoramente imperfecta y parcial. Parte de programas y proyectos que no definen con precisión y claridad sus objetivos de prevención ni establecen metas ni comparaciones que faciliten apreciar el impacto de su intervención. Por otro lado, la calificación de una práctica como “efectiva” se basa por lo general en las observaciones y percepciones de informantes calificados, profesionales que participan directamente en la intervención, grupos de destinatarios y stakeholders, que algunas veces incorporan algún tipo de técnicas cualitativas de investigación, pero que rara vez son aplicadas según un diseño metodológico científico ni se comparan con los resultados de instrumentos e investigaciones 17
  • 19. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes más objetivas. A esta situación contribuyen diversos factores cuyo análisis escapa al objeto de este informe y que serían materia de estudios en el área de la sociología de las ciencias. Sin embargo, vamos a referirnos a aquellos que la propia búsqueda de información para elaborar el estudio hizo sobresalir. El primero es que a nivel internacional y nacional se carece de metas concretas de prevención que faciliten un acuerdo básico en torno a los estándares de efectividad, como sucede, en cambio, con la epidemia de VIH o la disminución de la pobreza. Colabora con ello la amplia —aunque imprescindible— definición de la violencia. La múltiple gama de consecuencias y manifestaciones que abarca la violencia refleja la necesidad de incluir actos que no causan por fuerza lesiones, invalidez o muerte, pero que imponen una carga sustancial a los individuos, las familias, las comunidades y los sistemas de asistencia sanitaria, y que envuelven daños psíquicos, privaciones y múltiples deficiencias para el desarrollo de los países. A su vez, esto se relaciona con los problemas de la recopilación de datos, que se ven afectados por las diferencias entre países de los sistemas sanitarios y judiciales —tanto en sus aspectos formales como en la capacidad técnica y el desarrollo—, que emplean distintos métodos e instrumentos —a veces no aptos para la investigación— o carecen de los recursos necesarios para adecuarse a estándares internacionales, perjudicando la disponibilidad y calidad de sus fuentes de datos y estadísticas. Otro tipo de instrumentos, más sensibles a las violencias que no detectan los sistemas sanitarios y judiciales estatales, muchas veces se ve influenciado por la forma en que se plantean las preguntas y por quién las formula, al igual que por circunstancias como el momento, el lugar y el modo en que se realiza la entrevista o se aplica el instrumento. Todo esto dificulta vincular los datos de las distintas fuentes, ya que se trata de una problemática en la que participa una enorme variedad de organizaciones con múltiples intereses y enfoques, que actúan independientemente unas de otras, sin compartir objetivos, sistemas de monitoreo ni protocolos de identificación, haciendo difícil cualquier intento por comparar. Por otro lado, las intervenciones generalmente son complejas, si bien están basadas —algunas veces— en estrategias e intervenciones compartidas, que replican proyectos o transfieren metodologías y conceptos. La complejidad proviene de una mezcla de varios factores: hay una combinación de estrategias, distintos niveles de objetivos que se dirigen a la prevención de varios tipos de violencia, y con diferentes grupos de destinatarios y beneficiarios. También, en relación con este factor, está la necesidad permanente de elaborar medidas pertinentes y específicas para los subgrupos de población presentes en diferentes contextos culturales. En contraste con los mecanismos biológicos por los que determinados problemas de salud pública reaccionan a drogas terapéuticas, es mucho más difícil llegar a un consenso para explicar el porqué una intervención cognitiva, comportamental o social previene mejor que otra la violencia en adolescentes y jóvenes. 18 La Secretaría Nacional de Segurança Pública (Senasp), de Brasil, recopiló y sistematizó 168 intervenciones de prevención sobre las violencias de diversos tipos, encontrando que “Apenas metade das ações passou por algum processo de avaliação de resultados. Entre as Polícias Militares e Corpos de Bombeiros, tal percentual é de 42,1%, nas Polícias Civis este percentual é o maior encontrado (65,8%), nas Secretarias Estaduais de Segurança Pública o percentual de ações avaliadas foi de 50% e nas instituições da sociedade civil 58% passaram por avaliação” (SENASP 2005: 25).
  • 20. 1. Metodología y fuentes Metodología del estudio de información Finalmente, la falta de documentación hace difícil saber cuáles son los contextos específicos en que se trabaja, así como tampoco hay buena información sobre los materiales y procedimientos que se utilizan. De igual forma, el contenido y la calidad de una sola intervención —como la capacitación a padres de familia o la implementación de actividades comunitarias— puede variar substancialmente de una organización a otra, aun cuando se haga lo mismo. Sin embargo, considerando las dimensiones y los costos de la violencia relacionada con adolescentes y jóvenes de América Latina, el intento por sistematizar estas intervenciones, tanto las respaldadas por evaluaciones que siguen modelos experimentales como por otras más “ligeras”, o mínimamente por comparación con lo que ha sido probado que funciona a través de la investigación —más especializada y completa— producida en los países desarrollados, resulta de la mayor importancia, aunque nunca sea suficiente insistir en la necesidad de incorporar el seguimiento y la evaluación de estas prácticas de una manera más rigurosa, coherente con la gravedad del problema que se enfrenta y los ingentes recursos que se invierten en su prevención y tratamiento. Ponderar qué es lo que realmente funcionó en una estrategia compuesta por varios tipos de intervenciones en distintos niveles, en ausencia de evaluaciones rigurosas y sin una documentación sistemática de lo realizado, y hacer recomendaciones al respecto, significa tomar decisiones basadas en informaciones harto parciales e incompletas. Quizá no sea posible proceder de otra forma más que por ensayo y error, lo que parece ser, incluso, la mejor opción política en condiciones de incertidumbre, pues cuando [...] a complexidade do problema somado à ausência de conhecimentos sistematizados na área da prevenção dificulta a compreensão dos ganchos que conectam os fatores que levam os indivíduos à criminalidade e os possíveis mecanismos para ataca-los. baseadas na tentativa e erro […] Para que as possibilidades de erro sejam reduzidas, é preciso flexibilidade das ações e dos atores para responderem às mudanças de cenário e/ou entendimento do problema. A flexibilidade, garantida por um constante processo de negociação, é necessária também para acolher os diversos atores, que possuem interpretações diferentes do problema e interesses próprios em jogo” (Lana Leite 2003: 121). 2. Definiciones metodológicas La producción de este documento a partir de la búsqueda, revisión, clasificación e interpretación de fuentes secundarias, significa adoptar una perspectiva metodológica hermenéutica, como “elemento estructurador del proceso de construcción de estados del arte” (Hoyos 2002), cuya finalidad es dar cuenta de los desarrollos de la investigación sobre determinado tema; en este caso, qué se sabe acerca de la efectividad de las intervenciones preventivas de la violencia en adolescentes y jóvenes en la perspectiva de las estrategias de trabajo con la familia y la comunidad en América Latina. Para la delimitación del objeto de estudio, se tomaron en cuenta las siguientes consideraciones, algunas implícitas en los términos de referencia y otras aclaradas por la entidad contratante a partir de las preguntas del contratado, así como aquellas que han surgido por efecto de la revisión de las fuentes documentales. a) El estudio se centra en las estrategias de intervención con carácter preventivo desarrolladas a través de la familia y la comunidad. b) Los objetivos de la prevención deben tener efectos de reducción de la violencia en adolescentes y jóvenes, sea en su carácter de víctimas o de victimarios de ésta. 19
  • 21. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes c) Violencia se entiende de una manera amplia, como “una situación de interacción donde uno o varios agentes actúan de manera directa o indirecta, de forma concentrada o dispersa, causando daños a una o más personas en grados variables, sea en su integridad física, su integridad moral, sus posesiones o en sus participaciones simbólicas o culturales” (Michaud 1989). Sin embargo, se utilizará la definición de la OMS, que se expone más adelante. d) Siguiendo a Waiselfisz (2000), se opta por la utilización de las muertes por violencia como indicador general de la violencia en la sociedad —aun reconociendo la amplitud de sus expresiones no siempre fatales—, por ser la muerte no sólo la violencia llevada a sus extremas consecuencias —que revela la intensidad de los diversos tipos de violencia— sino también por la falta de otras alternativas de medición más confiables. e) De igual manera, no se va a considerar en profundidad la inclusión y el análisis de los factores de riesgo y de protección individuales asociados a la violencia, aun reconociendo su importancia en los actuales paradigmas de prevención y tratamiento. Tal decisión no sólo se justifica por el enfoque mismo del estudio conforme se explicita en los términos de referencia, sino por la consideración de que la violencia es un fenómeno social que, lejos de reflejar decisiones individuales aisladas, refleja la interacción de un conjunto de determinantes originados en e influidos por la convivencia entre grupos heterogéneos que se distinguen entre sí por su diferencial de acceso a los recursos de la sociedad y las estructuras sociales de dominación que preservan esa desigualdad. f) Acerca de la delimitación de los sujetos del estudio, adolescentes y jóvenes serán identificados según las definiciones de la OPS-OMS, que distinguen a los dos grupos por sus diferencias fisiológicas, psicológicas y sociológicas. Así, para la OPS-OMS la adolescencia es más un proceso esencialmente biológico, en el que se produce un desarrollo cognitivo y estructurante de la personalidad, que tiene lugar entre los 10 y los 19 años, mientras que el concepto de juventud indicaría el proceso de preparación de los individuos para asumir roles y tareas de adulto en la sociedad, tanto en el plano social como en el profesional, y abarcaría a los sujetos entre 15 y 24 años. g) La compilación de las fuentes documentales sobre intervenciones se limita a las experiencias e investigaciones más relevantes desarrolladas en América Latina durante los últimos 10 años, así como a las compilaciones de los resultados sobre investigaciones y estudios acerca de las causas y la prevención de la violencia, especialmente en las obras de Sherman et al. (1997), Cornell (1999), Thornton et al., (2000), McAlister (2000) y Mihalic et al. (2001), además del Informe mundial sobre salud y violencia de la OMS. h) Se opta preferentemente por las estrategias de prevención localizadas en ámbitos urbanos, donde se concentra la gran mayoría de las investigaciones e intervenciones 20 Contra la metodología del estado del arte como procedimiento interpretativo que garantiza la “fidelidad” a la verdad de cada texto (Hoyos 2002: 66) en la tradición de la hermenéutica bíblica, la perspectiva adoptada en este estudio está en la línea postestructuralista, que renuncia a encontrar un sentido “original” en los textos. En tal sentido, el análisis de las fuentes recopiladas es, eminentemente, un ejercicio crítico y deconstructivo, en el que la producción de la verdad resulta de “la reducción represiva de la diversidad infinita de las intuiciones particulares a formas de identidad” (Payne 2002: 380). En esta línea, el investigador opta por el materialismo histórico como significante productor de sentido, en tanto concepción del mundo como continuo físico-biológico, bio-psico-social y sociocultural, en que la particularidad de la especie humana y sus manifestaciones fenoménicas devienen de su capacidad para organizar y producir socialmente los medios que necesita para reproducir su vida, lo que revela relaciones de poder y dominación con las que directamente se relaciona la violencia.
  • 22. Metodología del estudio que se han documentado, así como los mayores índices de violencia en adolescentes y jóvenes. 3. Procedimientos aplicados Considerando lo anteriormente expuesto, la lectura y síntesis mediante fichas bibliográficas permitió elaborar una primera estructura para el texto, la que fue sometida a la revisión del equipo regional del proyecto Fomento de Desarrollo Juvenil y Prevención de la Violencia (OPS-GTZ), contratante del estudio. Aunque dicha estructura sobredimensionaba las necesidades de información y ha sido sustancialmente recortada, su realización facilitó cumplir una extensa revisión bibliográfica, de todas maneras útil para abordar un problema de esta complejidad. Metodológicamente, se realizaron las siguientes actividades: • Lectura y análisis de los términos de referencia del estudio, así como aclaración y delimitación de sus exigencias y condiciones con la entidad contratante. • Lectura y análisis de otros documentos de evidencias elaborados por la OPS remitidos como modelos de trabajo por la GTZ-OPS. • Construcción de las primeras categorías conceptuales para ser revisadas y/o elaboradas a partir de los documentos remitidos por la GTZ-OPS y los términos de referencia. • Elaboración y remisión de una encuesta para sondear prácticas preventivas tanto en el ámbito público como privado, así como para tomar contacto con las instituciones especializadas en adolescencia y juventud a nivel de los distintos gobiernos nacionales en América Latina. • Entrevista con investigadores del Núcleo de Estudos da Violência de la Universidad de São Paulo (NEV-USP) y de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Campinas, en Brasil, y con investigadores de la Universidad Nacional y de la Universidad de los Andes, en Colombia, para ampliar y enriquecer las categorías conceptuales desde las cuales construir las distintas aproximaciones interpretativas sobre la violencia. • Identificación, selección y fichaje de los sitios web de universidades y centros de investigación especializados para el estudio de la violencia en América Latina, así como de materiales disponibles en organismos de cooperación multilateral. • Diseño y aplicación de un esquema de lectura para la búsqueda y selección de la información, así como elaboración de una estructura de clasificación, según grupos temáticos: - Situación de adolescentes y jóvenes en América Latina. - Enfoques analíticos de los estudios sobre violencia. Se solicitó información vía correo electrónico a casi 200 instituciones y/o informantes calificados: de ellos, 9 eran las oficinas coordinadoras de la OPS y GTZ en los países del proyecto y 24 entidades especializadas en juventud en el nivel nacional. Además, se aplicaron 95 encuestas dirigidas a organismos públicos y privados con intervenciones en prevención de la violencia. Esta estrategia no tuvo resultado, pues menos del 10% de las instituciones enviaron información, y de éstas, sólo unas cuantas contenían información que podía ser aprovechada. 21
  • 23. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes - Poder y violencia. - Seguridad, violencia y pobreza en América Latina. - Violencia y delincuencia en adolescentes y jóvenes. - Prácticas de prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes. • Construcción de un archivo de prensa sobre noticias relacionadas con los temas violencia-prevención-adolescentes y jóvenes en América Latina a través de servicios de información por Internet. • Búsqueda y lectura en bibliotecas y centros de documentación de la Universidad Estadual de Campinas, la Universidad de São Paulo, el Núcleo de Estudos da Violência (NEVUSP), la Universidad Nacional de Bogotá y la Universidad de Los Andes, así como en Internet. • Elaboración de fichas analíticas de la literatura revisada, conforme los grupos temáticos organizados, con la siguiente información: - Datos de identificación. - Problema planteado y tesis central; tesis secundarias. - Referentes teóricos. - Conclusiones. • Lectura de los informes disponibles producidos por los países de la región en respuesta al Cuestionario de las Naciones Unidas sobre violencia contra niños y adolescentes. • Construcción de una matriz de clasificación y análisis para las evidencias de efectividad encontradas en las intervenciones analizadas, identificación de criterios de evaluación y producción de preguntas-guía para su análisis. Un aspecto relevante para el estudio era encontrar evidencias de efectividad en prácticas de prevención implementadas en la región según los términos de referencia, es decir, intervenciones que han utilizado las estrategias de trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de género, que (a) tengan evidencia en la literatura de ser efectivas y eficaces para prevenir la violencia en adolescentes y jóvenes; (b) hayan demostrado su éxito hasta el momento, pero necesiten más investigación para demostrar su efectividad en prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes; (c) no hayan demostrado ser efectivas en la prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes. Precisamente por las deficiencias derivadas tanto de la calidad de la información disponible como de la complejidad de las intervenciones, se trata de seleccionar aquella que, considerando el carácter incompleto e insuficiente de los datos a los que se tiene acceso, sea suficientemente determinante para orientar decisiones racionales, al tiempo de ofrecer la información de la manera más sencilla y práctica posible. En consecuencia, se elaboraron unos criterios para evaluar la evidencia proporcionada por el grupo de prácticas identificadas. 22 Obviamente, no es un catálogo de todas las intervenciones, y lo que se procuró fue relevar algunas que fueran ejemplares —en el sentido de ilustrar formas de intervención con las estrategias de familia y comunidad—, suficientemente diferentes entre sí, y que se implementaran con elementos innovadores o llamativos. Según estas premisas, los criterios que se proponen son los siguientes:
  • 24. Metodología del estudio • Resultados de las intervenciones identificadas, demostrados mediante evaluaciones con diseños experimentales o cuasi experimentales, de tipo longitudinal o transversal, y control aleatorio, o bien triangulaciones de mediciones con datos recolectados para los indicadores de impacto de la intervención, admitiéndose diversos niveles de sofisticación según los recursos y ámbitos de la intervención analizada. • El segundo criterio es que la intervención se adecue a los relativos consensos en la comunidad científica acerca de la efectividad de las prácticas, a partir de las evaluaciones y estudios realizados. • El tercer criterio es que la intervención demuestre suficiencia y plausibilidad en la reducción de la violencia o en factores precursores, es decir, que se haya realizado completamente una intervención (suficiencia) que haya generado cambios, y que estos cambios puedan atribuirse en mayor medida a esa intervención, y no a otras causas independientes (plausibilidad). • El cuarto criterio es la calidad y pertinencia de la intervención. Algunos elementos para decidir sobre la evidencia acerca de la probable efectividad de la intervención, serían: - La relevancia de la intervención: ¿los contenidos y materiales de la intervención, así como los objetivos definidos, son importantes y están justificados de acuerdo con las características culturales y sociales del contexto en que ésta se realiza? - ¿Existe una base teórica consistente —formulada de manera explícita, plausible y comprobada en otros contextos—, sostenida en evidencias científicas que justifican la elección de determinadas intervenciones y procedimientos en el marco de una clara hipótesis de prevención? La sustentabilidad técnica, política y financiera de la intervención: calidad de la ejecución, existencia de sistemas de monitoreo, relación costo-beneficio, viabilidad financiera según costos actuales y proyectados, aceptabilidad por parte de los stakeholders relevantes, posibilidad de ser replicada en otros contextos y posibilidad de ser transferida a escalas mayores o a programas y políticas más amplias. En los anexos del documento se encontrarán las informaciones pertinentes sobre las experiencias sistematizadas, así como datos de contacto, cuando sea posible. En este principio hay que estimar la calidad de la evaluación y la pertinencia de su diseño. Cuanto más ambiciosa sea la intervención en su complejidad operativa y metas, más evidencia deberá exigirse y, por lo tanto, una evaluación de mejor calidad. En este orden de ideas, evaluar adecuadamente una intervención y obtener resultados modestos es mucho más útil que obtener resultados más positivos por medio de una evaluación inadecuada y superficial. Obviamente, la comunidad científica no es ajena a fuerzas políticas y financieras que inciden en la preferencia por uno u otro tipo de intervención. Justamente por eso, es necesario contar con más y mejores evidencias sobre la prevención de la violencia en la sociedad, capaces de contrarrestar las presiones meramente ideológicas, argumentadas en forma insuficiente desde el punto de vista científico. Siguiendo a Cornell, considerando los costos —tangibles e intangibles— de la violencia en adolescentes y jóvenes, tanto para las víctimas como para la comunidad y el sistema de protección social, una intervención puede considerarse efectiva si consigue reducciones de las tasas de homicidio y de lesiones fatales entre 10% y 20% (Cornell 1999). 23
  • 25. Políticas públicas y marcos legales Estado la prevención de la violencia repara del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes lacionada con adolescentes y jóvenes 24
  • 26. 2. Conceptualización y 1. Metodología y fuentes marco teórico general de información 1. Conceptualización de la violencia juvenil 25
  • 27. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes 26
  • 28. 2. Conceptualización y 1. Metodología y fuentes marco teórico general de información 1 Conceptualización de la violencia juvenil 1.1 El enfoque de la salud pública Podría afirmarse que la violencia siempre ha estado presente en la historia humana, y más allá de los diversos conceptos y sistemas religiosos, filosóficos, jurídicos y comunales que han intentado dar cuenta del fenómeno y actuar a favor de su reducción y control, sus efectos y manifestaciones continúan siendo evidentes en todo el planeta, afectando prácticamente al conjunto de la población mundial. Uno de los enfoques más recientes —marcadamente a partir de los años 1980— y que usufructúa una considerable legitimidad política y científica a nivel mundial es considerar la violencia como un problema de salud pública. En estos términos fue reconocida por la Asamblea Mundial de la Salud en 1996, que además resaltó sus graves consecuencias, tanto a corto como a largo plazo, para individuos, familias, comunidades y países, e instó a los Estados miembros y a la Dirección de la OMS a que implementaran acciones para su prevención y tratamiento. Las consecuencias de considerar la violencia como un problema de salud pública implican, a grandes rasgos, una serie de asertos que constituyen tanto la base de su justificación como el corolario de su adopción: “[…] disponemos de algunos de los instrumentos y de los conocimientos necesarios para cambiar la situación, los mismos instrumentos que se han utilizado con éxito para abordar otros problemas de salud”, señala Gro Harlem Brundtland, directora general de la OMS, en el prefacio del primer Informe mundial sobre la violencia y la salud, por lo que Es posible prevenir la violencia y disminuir sus efectos (…) [modificando] los factores que contribuyen a producir respuestas violentas, ya sea los dependientes de la actitud y el comportamiento o los relacionados con situaciones sociales, económicas, políticas y culturales más amplias (Krug et al. 2003: 3, corchetes del autor). El abordaje de salud pública requiere el empleo de métodos científicos y perspectivas transdisciplinarias para la recopilación de datos cuantitativos y cualitativos sobre la violencia, el análisis de sus causas y correlaciones con factores individuales y/o colectivos, el diseño de intervenciones eficaces y eficientes capaces de actuar sobre estos factores, y el seguimiento a la ejecución de las acciones —que prioritariamente se dirigen hacia la prevención— para evaluarlas y difundirlas. 1.2 Definición de violencia Antes de entrar en materia, resulta conveniente precisar el concepto de violencia, ya que a partir de estas definiciones se comprenden las categorías causales y las estrategias de prevención. En el informe usaremos preferentemente las definiciones, categorías conceptuales y clasificaciones utilizadas por la OMS, conforme están expuestas en el 27
  • 29. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes primer capítulo del Informe mundial sobre la violencia y la salud ya citado, del que haremos un breve resumen, pues proporciona […] un marco útil para comprender los tipos complejos de violencia que acontecen en todo el mundo, así como la violencia en la vida diaria de las personas, las familias y las comunidades [captando] la naturaleza de los actos de violencia, la importancia del entorno, la relación entre el agresor y la víctima, y, en el caso de la violencia colectiva, los posibles motivos de la violencia (Krug et al. 2003: 8, corchetes del autor). La OMS define el acto violento como “El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (Krug et al. 2003: 5), independientemente de si sus consecuencias se realizan efectivamente, excluyendo los incidentes que no tienen una intención violenta, como los accidentes de tránsito. La inclusión del concepto “poder” en la definición “amplía la naturaleza de un acto de violencia así como la comprensión convencional de la violencia para dar cabida a los actos que son el resultado de una relación de poder, incluidas las amenazas y la intimidación” (Krug et al. 2003: 5), para contener también aquellos actos por omisión o descuido, los maltratos físico, sexual y psicológico, así como el suicidio y otras formas de autoagresión, reflejando “el reconocimiento cada vez mayor, por parte de los investigadores y los profesionales, de la necesidad de incluir los actos de violencia que no causan por fuerza lesiones o la muerte, pero que a pesar de todo imponen una carga sustancial a los individuos, las familias, las comunidades y los sistemas de asistencia sanitaria en todo el mundo” (Krug et al. 2003: 5), como distintas formas de violencia que no confluyen necesariamente en lesiones, invalidez o muerte, pero que originan trastornos físicos, psíquicos y sociales, sea como consecuencia inmediata o sea que se presenten años después de haberse producido el maltrato. Además, la definición de la OMS conlleva implícitos otros aspectos de la violencia que no son enunciados manifiestamente en la definición, que incorpora —en forma tácita— todos los actos de violencia, sean públicos o privados, reactivos o activos, delictivos o no, con consecuencias de distinta naturaleza (física, psicológica, sexual y de privación o descuido). 1.3 Tipología de la violencia A partir de las precisiones anteriores, la OMS ha elaborado una tipología que caracteriza y relaciona las posibles manifestaciones de la violencia. La clasificación propuesta por la OMS toma en cuenta las características de quienes cometen el acto de violencia, que puede ser: Violencia autoinfligida: cometida por uno mismo contra sí mismo, como el suicidio —incluyendo pensamientos suicidas e intentos— y las autolesiones y automutilaciones. Violencia interpersonal: cometida por otro individuo o un grupo pequeño contra alguien. 28 Igualmente, hacemos eco de las aclaraciones de la OMS respecto a las limitaciones de estas definiciones y clasificaciones para separar y distinguir claramente los tipos, las motivaciones y la naturaleza de los actos violentos, tanto en la teoría como en la práctica, sin que esto invalide su utilidad descriptiva. Como en cualquier definición, es necesario adecuar e interpretar correctamente los casos en los que se aplica y sus limitaciones. El Informe menciona, con ejemplos, la diferencia entre la intencionalidad de causar daño y el uso de la fuerza, que puede ocasionar daños aunque esa no fuera la intención, y la necesidad de distinguir entre la intención de lesionar y la intención de usar la violencia, que está determinada por el contexto cultural. Sin embargo, la OMS estima que un acto es violento si afecta la salud o el bienestar de las personas (Krug et al. 2003: 5-6).
  • 30. 1.1. Metodología y fuentes la Conceptualización de violencia juvenil de información A su vez, ésta puede ser violencia familiar o de pareja, producida generalmente en el hogar entre los miembros de la familia o de la pareja, y violencia comunitaria, entre individuos que no son parientes y que pueden o no conocerse. En este tipo se incluye explícitamente la violencia juvenil (Krug et al. 2003: 7). Violencia colectiva: es la cometida por grupos más grandes de individuos, como por ejemplo organismos de seguridad, organizaciones terroristas o masas, organizadas o no. Este tipo de violencia es subdividida en violencia social —para promover intereses de determinados grupos sociales—, violencia política —que incluye la guerra y la represión de los aparatos estatales o paraestatales— y violencia económica —motivada por el afán de lucro económico—. Es frecuente que los actos cometidos por grupos más grandes tengan motivos múltiples. 1.4 La distribución de la violencia En esta perspectiva, la violencia, como otros problemas de salud pública, no se distribuye territorialmente de manera uniforme ni afecta por igual a toda la población, y si bien muchos de los factores que elevan el riesgo de violencia son comunes y su intervención puede incidir positivamente sobre varios grupos en distintos ámbitos, es también necesaria la implementación de acciones más específicas que tomen en cuenta las condiciones y situaciones particulares según diferentes grupos de edad y determinados contextos sociales. Según el primer Informe mundial sobre la violencia y la salud, la violencia constituye una de las primeras causas de mortalidad para la población de entre 15 y 44 años de edad, pues llega a sumar 1,6 millones de muertes cada año. Sin embargo, éstas constituyen, con toda probabilidad, apenas una aproximación a la verdadera dimensión que alcanza la violencia en el mundo. De hecho, no se disponen de estimaciones precisas para medir aquellas agresiones que no ocasionan lesiones suficientemente graves desde el punto de vista de la atención médica o no están contempladas como delitos por el sistema judicial. También muchas de éstas ocurren en países cuyos sistemas de vigilancia son deficientes o se cometen contra grupos cuyas condiciones de género, generación o etnia les imponen una fuerte presión cultural, que dificulta reportar los actos violentos que los victimizan. Por todo esto, los investigadores recurren a encuestas y estudios especiales para visibilizar y evaluar estas formas de violencia, habitualmente subregistradas o invisibles. Sin embargo, al ser informaciones que se comunican espontáneamente, existe un riesgo de sesgo por subestimación o sobreestimación: “Las víctimas de la violencia quizá sean renuentes a hablar de sus experiencias, no solamente por vergüenza y a causa de los tabúes, sino también por temor” (Krug et al. 2003: 12); de ahí que se utilicen de preferencia los datos de mortalidad, que por lo general se recolectan universalmente y están más disponibles. Así, según datos de la OMS, la violencia —autoinfligida, interpersonal o colectiva— causó en el año 2000 cerca de 1,6 millones de muertes en todo el mundo, lo que representa una “La violencia familiar —y en particular la violencia contra la mujer— se denuncia poco, y las razones son lógicas. ‘Si hablamos [con el teniente gobernador] es peor, más nos pegan’ (sierra piurana). ‘Nos pegan a veces bien fuerte; pero no nos quejamos a nadie, ni decimos nada porque tenemos miedo que nuestros esposos luego nos peguen más duro’ (Juliaca). ‘No voy a denunciar porque, capaz, me deja sola. A veces siento que me quiero morir, pero mis hijos me dan valor’ (Laderas del Chillón, Lima). ‘Cuando me golpea, yo lloro sin que mis hijos se den cuenta y al día siguiente es como si no hubiera pasado nada’ (Carabayllo, Lima). ‘Existe dónde quejarnos, Comisaría de Mujeres; por vergüenza no nos quejamos y arreglamos el problema en casa’ (ceja de selva ayacuchana)” (Blackburn 1999: 22). Sobre los actos violentos con consecuencias no mortales, la OMS afirma que la mayoría de los países no cuenta con datos sistemáticamente levantados, aunque se está trabajando en el diseño de instrumentos que permitan recolectar esta información de manera confiable (Krug et al. 2003: 9). 29
  • 31. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes tasa de 28,8 por 100.000 habitantes, distribuidas la mitad en suicidios, una tercera parte en homicidios y una quinta parte en conflictos armados. Del total de estas defunciones, “Menos de 10% […] registraron en los países de ingreso alto”; la tasa por muertes violentas en los países de ingresos bajos y medios es de 32,1 por 100.000 habitantes, contra una tasa del 14,4 en los países desarrollados (32,1 contra 14,4) (Krug et al. 2003: 11). En cuanto al sexo, en el 2000 hubo casi 520.000 homicidios en el mundo, equivalente a una tasa de 8,8 por 100.000 habitantes. Los hombres representaron 77% de los homicidios, con tasas tres veces superiores a las de las mujeres, 13,6 por 4,0 cada 100.000. Las tasas más altas de homicidios correspondieron a los hombres jóvenes, con edades entre 15 y 29 años, con una tasa de 19,4 por 100.000. En todo el mundo, unas 815.000 personas se suicidaron en el año 2000, lo que representa una tasa de 14,5 por 100.000. Más de 60% correspondieron a hombres, siendo las tasas de 18,9 por 100.000 frente a 10,6 de las mujeres. Más de la mitad de los suicidas eran personas con edades entre 15 y 44 años de edad, aunque la tasa se incrementa con la edad. También hay diferencias importantes según las regiones. Así, se puede observar una relación casi inversamente proporcional en las tasas de homicidios y en las tasas de suicidios entre las divisiones de la OMS de África y del Pacífico Occidental, y entre las Américas y Europa (véase la gráfica 1.1). Gráfica 1.1: Tasas de homicidios y de suicidios por regiones de la OMS (2000) Fuente: Krug et al. 2003: 12. Para aproximarse a la magnitud de la violencia en el caso específico de América Latina, sirve como parámetro de comparación la clasificación mundial de las principales causas de muerte y en años de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD), y las posiciones relativas de los homicidios y la violencia interpersonal en cada una de éstas: También hay grandes diferencias entre países de una misma región o subregión —como se verá a continuación para el caso de América Latina—, y dentro de los propios países, además de las diferencias de género y generacionales, que afectan en forma particular a poblaciones rurales o urbanas, comunidades ricas o pobres, y a distintos grupos raciales y étnicos (Krug et al. 2003: 11-12). 30
  • 32. 1.1. Metodología y fuentes la Conceptualización de violencia juvenil de información Tabla 1.1: Posiciones relativas de las muertes vinculadas con violencia y AVAD en el mundo (Estados miembros de la OMS) y en América Latina Defunciones Regiones AVAD Homicidios Hombres Mujeres Violencia interpersonal Hombres Mujeres Total mundial 22.° 17.° 37.° 21.° 16.° 43° Las Américas 7.° 4.° 30.° 5.° 2.° 27° Estados Unidos, Canadá y Bahamas 22.° s/d s/d 18 s/d s/d América Latina y El Caribe 5.° s/d s/d 3 s/d s/d Fuente: Elaboración propia con datos del Proyecto de la Carga Mundial de Morbilidad de la OMS para 2000, versión 1 (Krug et al. 2003). 1.5 Violencia juvenil La adolescencia y los primeros años de la edad adulta constituyen un período en el que la violencia, así como otro tipo de comportamientos, a menudo se expresan con más intensidad. Categóricamente, la OMS afirma que “En casi todos los países, los adolescentes y los adultos jóvenes son tanto las principales víctimas como los principales perpetradores de esa violencia” (Krug et al. 2003: 27). Efectivamente, la violencia cometida por adolescentes y jóvenes es una de las formas más visibles de la violencia en la sociedad, cuyas manifestaciones son destacadas a diario y difundidas por los medios masivos de comunicación de todo el mundo, al asociarse con la realización de infracciones que abarcan diversas violaciones de las normas jurídicas y sociales, desde delitos leves hasta delitos graves, vinculados con la oportunidad de participar en actividades ilícitas, el consumo de drogas y los actos de violencia. Por otro lado, desarrollando la otra parte de la afirmación anterior, en las últimas décadas, y a nivel mundial, han aumentado las tasas de homicidios juveniles, aunque revelando marcadas diferencias entre países y regiones: “Los aumentos de las tasas de homicidios juveniles fueron más pronunciados en los países en desarrollo y en las economías en transición. Además, los incrementos de dichas tasas se asociaron en general con un mayor uso de las armas de fuego como método de ataque” (Krug et al. 2003: 28-29). La magnitud del fenómeno —en el 2000 se produjeron 199.000 homicidios de jóvenes (9,2 por 100.000 habitantes), un promedio de 565 niños, adolescentes y adultos jóvenes El primer Informe mundial sobre la violencia y la salud define a los jóvenes como personas con edades entre los 10 y los 29 años (Krug et al. 2003: 27). En este informe acogeremos esta convención, aunque considerando las diferencias fisiológicas, psicológicas y sociológicas presentes en este amplio rango de edades. Así, de acuerdo con criterios de la OPS, este rango será diferenciado en las categorías de adolescentes y jóvenes, de la siguiente manera: - La adolescencia, entre los 10 y los 19 años, caracterizada como un proceso esencialmente biológico, en el que se produce un avance importante en el desarrollo cognitivo y estructurante de la personalidad. - La juventud, para diferenciarla, indicaría el proceso de preparación de los individuos para asumir roles y tareas de adulto en la sociedad, tanto en el plano social como en el profesional, y contemplaría a los sujetos con edades entre 15 y 24 años, que extenderemos hasta los 29. Según estos parámetros, la población de América Latina entre 10 y 29 años de edad constituye cerca de 37% de la población total, unos 200 millones en total, con una tasa de expansión inferior a 1% medio anual, con una tendencia a tasas negativas de crecimiento para los años siguientes (Hopenhayn y Miranda 2004). 31
  • 33. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes de 10 a 29 años de edad por día— y su incidencia en países de bajos o medianos ingresos —con tasas superiores a 11,0 por 100.000 habitantes en África, América Latina y el Caribe, la Federación Rusa y los países de Europa sudoriental, a los que suma Estados Unidos dentro del grupo de países de altos ingresos— es tal que las crecientes tasas de homicidios y lesiones mortales en la adolescencia y juventud han llevado a que, en algunos países no desarrollados, se anulen los impactos en el aumento de años en la esperanza media de vida producto de la reducción de la mortalidad infantil y el mejoramiento en la provisión y cobertura de servicios médicos y sanitarios para la población (Dowdney 2005). Pero además, son sobre todo los impactos de la violencia sobre niños y adolescentes de las familias más pobres los que incrementan las presiones en varias áreas y comprometen seriamente el desarrollo social y humano de los países: En primer lugar, profundiza la cultura de la violencia a través de la socialización que conlleva la violencia social y la criminalidad. En segundo lugar, la presión sobre el sistema de salud, cuyos costos diarios de atender a los niños víctimas de la violencia social son altísimos para las familias pobres, que no poseen estos seguros. En tercer lugar, los traumas psicosociales para las familias y la cada vez menor posibilidad de evitar la defensa violenta ante tales agresiones (Wielandt 2005: 20). Por todo esto, la violencia en adolescentes y jóvenes ha concitado la atención de las instituciones abocadas al desarrollo y la preservación de la paz a escala global, y es hoy motivo de atención prioritaria en las políticas de prevención. En el máximo nivel, el Informe sobre la juventud mundial 2005 del secretario general de las Naciones Unidas (ONU 2005: 21-23) hace especial referencia a este tópico, refiriendo que la mayoría de los actos violentos perpetrados por jóvenes se dirigen contra otros jóvenes de la misma edad y sexo, y que la tasa de delincuencia de los hombres adolescentes y jóvenes duplica la de las mujeres del mismo grupo etario, así como sus condenas son seis o siete veces superiores que las de las mujeres. El informe también hace referencia a la forma en que la discriminación y los estereotipos basados en el género inciden contra las mujeres adolescentes y jóvenes, especialmente vulnerables a la violencia sexual y el maltrato físico, así como a su combinación con factores de riesgo que aumentan esta condición, particularmente en el caso de las refugiadas, cuya población mundial está compuesta por 50% de mujeres menores de 19 años. El informe avanza también en dar recomendaciones, mencionando algunos instrumentos específicos de las Naciones Unidas con directrices para la prevención de la delincuencia juvenil (Directrices de Riad, Reglas de Beijing), que apuntan a su consideración como parte esencial de la prevención general del delito en la sociedad. Entre estas recomendaciones están la de reducir la necesidad de intervención del Estado cuando va en detrimento de la función socializadora de la familia, el establecimiento de medidas positivas para promover el bienestar general del menor, los enfoques sociales sobre los judiciales para el tratamiento de jóvenes delincuentes, y la intervención en etapas tempranas como la mejor forma de prevenir la delincuencia juvenil. Y con relación a la violencia contra mujeres adolescentes y jóvenes, el informe exhorta a la promulgación de leyes que las protejan de todas las formas de violencia, con especial énfasis en las medidas preventivas relacionadas con el infanticidio femenino, la selección prenatal por el sexo del feto, la mutilación genital, el incesto, el abuso sexual, la explotación sexual, la prostitución y la pornografía (ONU 2005: 23), entre otras. 32
  • 34. 2. Conceptualización y 1. Metodología y fuentes marco teórico general de información 2. Situación de la violencia en adolescentes y jóvenes de América Latina 33
  • 35. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes 34
  • 36. 2. Conceptualización y 1. Metodología y fuentes marco teórico general de información 2 Situación de la violencia en adolescentes y jóvenes de América Latina América Latina es la región del mundo donde las tasas de homicidios juveniles son más altas, con 36,4 por 100.000 habitantes, seguida de África —17,6 por 100.000— y, todavía más lejos, Europa Occidental y algunos países de Asia y el Pacífico —0,9 por 100.000— (Krug et al. 2003: 27). Por otro lado, los estudios sobre violencia no mortal permiten complementar los datos anteriores, revelando que por cada homicidio juvenil, hay entre 20 y 40 víctimas jóvenes que reciben tratamiento en los hospitales. Los estudios —realizados en ciudades africanas y latinoamericanas— revelan que los traumatismos causados por la violencia tienden a aumentar extraordinariamente conforme se avanza de la adolescencia a la juventud y hacia los primeros años de la vida adulta (Krug et al. 2003: 30-31). Obviamente, un fenómeno de esta magnitud no pasa desapercibido ni deja de suscitar asociaciones más generales con el incremento de la violencia interpersonal en América Latina, a su vez vinculado al aumento de la inseguridad ciudadana, movilizando a la opinión pública en todos los países y clases sociales. En la encuesta Latinobarómetro 2001, realizada en 17 países de la región, cuatro de cada cinco entrevistados dijeron que la delincuencia y la drogadicción habían aumentado mucho en sus países en los últimos tres años. El porcentaje es superior al que se obtuvo en 1995 en una edición similar de la encuesta (fue 65%). Más alarmante aún, dos de cada cinco señalaron que ellos o un miembro de su familia habían sido objeto de un delito en los últimos 12 meses (Klinsberg 1999: 1). Por otra parte, hay una clara tendencia sociodemográfica que vincula la comisión de actos violentos con hombres jóvenes. La mayor propensión de este grupo no ha sido satisfactoriamente explicada, y está asociada a un amplio rango de causas, que van desde las características psicosociales de la adolescencia, los patrones de socialización patriarcal y las determinaciones biológicas, hasta carencias de oportunidades para la educación y el acceso al empleo, la distribución desigual del ingreso y de los recursos, la influencia de una cultura consumista, la tolerancia de la violencia y la alta impunidad de los delitos, y la disponibilidad de armas de fuego (Moser y Shrader 1999). Los jóvenes violentos “El estado actual de la comprensión de la causalidad de la violencia está fragmentado y es impreciso. Pocos estudios cuentan con el rigor metodológico para establecer la causalidad, y por consiguiente muchos informes se basan en conjeturas descriptivas o en análisis incompletos relacionados con las asociaciones entre las condiciones y la violencia económicas, sociodemográficas o culturales. Lo que es más, las teorías de los determinantes de la causalidad tienden a reflejar la disciplina profesional que informa el debate; la compartimentalización tanto del conocimiento como de la praxis perpetúa una comprensión unidimensional de la violencia y limita los esfuerzos de encarar en forma efectiva los sustentos multicausales de la conducta violenta” (Moser y Shrader 1999: 5). 35
  • 37. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes […] tienden a cometer una variedad de delitos; además, a menudo presentan también otros problemas, tales como el ausentismo escolar, el abandono de los estudios y el abuso de sustancias psicotrópicas, y suelen ser mentirosos compulsivos y conductores imprudentes y estar afectados por tasas altas de enfermedades de transmisión sexual (Krug et al. 2003: 27). En cualquier caso, la percepción general es que “Muchas veces los sorprende [a los pobladores pobres de zonas urbanas] las edades de los delincuentes y/o drogadictos, [que] cada vez son más chicos”, como confirma un estudio del Banco Mundial sobre pobreza en distintos países de América Latina (Cichero, Feliú y Mauro 1999: 26). Según Rubio (1998: 2), la violencia en adolescentes y jóvenes y la comisión de actos delictivos se relacionan, aunque funcionan con dinámicas independientes entre sí: Para la violencia económica, el posible factor de reproducción sería la delincuencia juvenil. Para la violencia homicida son claros los síntomas de epidemias locales que se retroalimentan. Este fenómeno […] sugiere una asociación entre estos y la violencia más estrecha de lo que se ha venido suponiendo. La gráfica 2.1 ilustra esta asociación: Gráfica 2.1: Edades de las víctimas de homicidio (izquierda) y edades de homicidas (derecha) en América Latina 60 60 50 50 40 30 40 20 20 10 0 0 05 16 1718 22 24 26 28 3032 3436 38 4042 44 4648 50 52 5456 5860 62 64 66 0 0 5 14 16 22 26 30 34 36 42 46 50 54 56 63 67 73 80 Fuente: Centro de Estudos de Criminalidade e Segurança Pública-Universidade Federal de Minas Gerais, en Beato (2001). Así, los jóvenes —especialmente los hombres que pertenecen a familias con bajos ingresos, desempleados y que residen en zonas periféricas de las ciudades— son vistos automáticamente como violentos y potenciales infractores, una apreciación negativa que se agudiza a medida que la inseguridad ciudadana se convierte en una preocupación central para los formadores de opinión pública, medios de comunicación, políticos y organismos especializados. De esta manera, el tema de la violencia juvenil —en el marco de la seguridad ciudadana— se ha constituido en un problema político de prioritaria atención en las agendas gubernamentales y en los programas de los candidatos a cargos de elección pública, que genera también el interés de los centros de investigación, los organismos no gubernamentales, las agencias de cooperación y las instituciones financieras multilaterales. En cualquier caso, las distintas acciones e interpretaciones de los diferentes actores permiten el reconocimiento de por lo menos tres enfoques diferentes pero complementarios, que 36 Al hablar de epidemias locales que se retroalimentan, se hace referencia al modelo estándar de contagio simple usado por los epidemiólogos para las enfermedades. El modelo se centra en la interacción entre las víctimas, los victimarios y sus comportamientos, en lugar de enfocarse únicamente en el móvil de la violencia y el supuesto de una víctima pasiva. La hipótesis más general puede ser sintetizada como “la violencia genera mayor violencia”. Más adelante, al analizar la dinámica de los factores de riesgo presentes en la comunidad, se volverá sobre este aspecto.
  • 38. 2. Situación de la violencia en 1. Metodología y de América adolescentes y jóvenesfuentes de información Latina justifican la inversión pública en la prevención de la violencia en adolescentes y jóvenes, y que nos permiten levantar un breve estado situacional de la problemática en América Latina. Nos referimos a la violencia en adolescentes y jóvenes como un asunto de derechos humanos, como un problema de salud pública y, finalmente, como un obstáculo para el desarrollo económico. 2.1 Violencia juvenil y derechos humanos En principio, se trata de una cuestión crucial en materia de derechos humanos, pues la violencia relacionada con adolescentes y jóvenes no sólo atenta contra el derecho fundamental de la vida, sino que está estrechamente vinculada con múltiples violaciones a otros derechos. Según un estudio de Cardia, Adorno y Poleto (2003) que analiza los homicidios en adolescentes y jóvenes de São Paulo, las tasas más altas se correlacionaban con aquellos barrios que presentaban niveles más bajos en el grado de acceso a derechos como educación, nutrición apropiada, vivienda, salud, seguridad personal, protección de la familia y posibilidades de trabajo para el conjunto de la población, combinados con una gran concentración de población adolescente y joven. El no ejercicio de estos derechos aumenta la exposición a distintas formas de violencia, patologías y accidentes, lo cual genera una mayor probabilidad de morir durante la juventud con relación a otros grupos de edad, como niños y adultos (Hopenhayn y Miranda 2004, Dowdney 2005). El estudio cualitativo sobre pobreza en la Argentina, financiado por el Banco Mundial, ilustra bien este aspecto a partir del testimonio de los habitantes de barrios marginales en Buenos Aires: “La inseguridad es permanente, cotidiana […] la violencia del desamparo, la falta de apoyo y cobertura; no hay trabajo, no hay para comer, condición general que provoca crisis social, degenerando en bandas de ladrones y asesinos, drogadictos” (Cichero, Feliú y Mauro 1999: 26). A partir de los datos disponibles sobre violencia juvenil en América Latina, el análisis de las políticas que tratan de prevenirla y combatirla, y los recursos humanos e institucionales empleados, Bernales, Albán y Otálora (2001) plantean una hipótesis sobre el vínculo entre modernización excluyente, ciudadanía y violencia juvenil, la que podemos sintetizar en su idea central de que […] el incremento de la violencia en América Latina surge y se expresa en un contexto de crisis valorativa y social con características en algunos aspectos de anomia, que afecta principalmente las normas morales y legales que regulan la conducta humana, ocasionando su desviación de aquellos patrones socialmente válidos para la convivencia pacífica. Una de las manifestaciones genéricas de la crisis se expresa como un decrecimiento de las condiciones de vida de la población, lo cual facilita los comportamientos violentos. Otra, más precisa, indica que la crisis normativa valorativa ha afectado también a instituciones básicas como la familia, la escuela, los partidos, los sindicatos e, inclusive, la Policía, donde un porcentaje —no muy grande pero significativo— se involucra en graves faltas disciplinarias y en delitos comunes (Bernales, Albán y Otálora 2001: 70). Tal crisis sería producto de un proceso de modernización que reproduce la ubicación periférica de América Latina en el fenómeno contemporáneo de la globalización, y es poco eficaz para resolver los problemas de la pobreza y la exclusión, originando, por lo tanto, factores de tensión social y violencia. Siguiendo con Bernales, Un aspecto sobre el que la evidencia es fragmentaria pero resulta de primera importancia, es el de las inequidades generacionales en las probabilidades de morir durante la juventud, es decir, durante una etapa vital en que las causas de muerte son mayormente prevenibles. Todos los indicios disponibles sugieren que los pobres están más expuestos a patologías, accidentes y violencia, por lo que sus índices de mortalidad son mayores. Según cálculos propios a partir de datos de la OPS (Estadísticas de salud de las Américas 2003), la relación promedio de jóvenes fallecidos de 15 a 24 años por adultos fallecidos de 25 a 44 años es de 0,5173. Colombia (0,7438), Venezuela (0,7434), Panamá (0,5612) y Uruguay (0,5519) son los países donde mueren más jóvenes con relación a las defunciones en el grupo de adultos. 37
  • 39. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes Este tipo de exclusión social afecta principalmente a los jóvenes, dejándolos en una situación de desprotección casi absoluta y por consiguiente más expuestos a la exclusión social. En una situación como ésta, las manifestaciones de violencia no dejarán de expresarse pronto. Este es, a nuestro juicio, uno de los puntos de partida que podrían explicar la génesis de la violencia juvenil […] Estos elementos, sumados a situaciones de extrema pobreza, han concurrido en no pocos casos a la producción de la violencia y a una relativa impotencia para combatirla con eficacia (Bernales, Albán y Otálora 2001: 67-68). La magnitud de la problemática genera presiones sobre la gobernabilidad ante la percepción de un ambiente generalizado de inseguridad colectiva, que induce a muchos gobiernos a tomar decisiones favorables a costosas políticas represivas y punitivas (encarcelamiento, suspensión de hábeas corpus, etcétera): En todo el mundo, las autoridades tienden a actuar solo después que han ocurrido actos de violencia patente, para luego invertir recursos durante un breve lapso en programas destinados a grupos de personas pequeños y fácilmente identificados. Un clásico ejemplo de ello es la adopción de enérgicas medidas policiales periódicas en zonas con alto grado de violencia, por lo general después de un incidente muy divulgado (Krug et al. 2003: 265). Estas acciones inmediatas, generalmente contra grupos cuyos derechos están seriamente menoscabados por factores culturales y por efecto de la estructura política-económica de las sociedades, pueden beneficiar —a veces se las realiza con esa intención— acciones policiales ilegales y el surgimiento de grupos paramilitares, que contribuyen todavía más a crear violencia e incrementan la inseguridad en los barrios marginados. Para más, la falta de resultados de tales acciones no sólo termina dejando serias dudas respecto a la habilidad de las instituciones democráticas para tratar efectivamente con el problema de la violencia, sino que causa un impacto político muy negativo en las nuevas generaciones, reforzando los elementos de un contexto en el cual el reconocimiento jurídico de los derechos ciudadanos de los y las jóvenes no pasa de ser “un abstraccionismo que no necesariamente se condice con la realidad” (Bernales, Albán y Otálora 2001: 47), en el marco de sociedades caracterizadas por una cultura democrática poco consolidada y un precario desarrollo institucional. Esto determina efectos disolventes en el capital social, legitimando la desconfianza hacia las instituciones y la regulación de la vida en sociedad (Buvinic, Morrison y Shifter 1999: 14). 2.2 Violencia juvenil y salud pública Desde el punto de vista de la salud pública, el informe La juventud en Iberoamérica: Tendencias y urgencias de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) (Hopenhayn y Miranda 2004) señala que mientras la probabilidad de morir de los jóvenes latinoamericanos a fines de la década de 1990 revelaba una reducción notable en países como Bolivia, Colombia, el Perú y países centroamericanos, con relación al comienzo de la década, el perfil epidemiológico de la población juvenil se había modificado sensiblemente, manteniendo la tendencia a disminuir pero con una creciente participación de las causas externas en la morbimortalidad juvenil de la región. Esta situación paradojal se deriva de una mejor salud juvenil en términos de provisión, pero un insuficiente reconocimiento de su perfil epidemiológico específico. Es sabido que el ciclo de la juventud es aquel en que son muy bajas las probabilidades vegetativas o “endógenas” de enfermar gravemente o morir. Pero por otra parte, existe un perfil de morbimortalidad juvenil que se origina en la mayor prevalencia de accidentes, agresiones físicas, uso nocivo de drogas, 38 Incluso las actuaciones eficaces y eficientes de la policía, como parece ser en el caso de Nueva York, pueden, sin embargo, traer aparejadas acciones represivas focalizadas en los sectores más marginados y excluidos, reforzando concepciones sociológicas y criminológicas que tratan de justificar “científicamente” la atribución de características discriminadoras contra los adolescentes y jóvenes de determinados barrios o con ciertos rasgos físicos o culturales (Barrionuevo s/f).
  • 40. 2. Situación de la violencia en 1. Metodología y de América adolescentes y jóvenesfuentes de información Latina enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y precoces, y otros, que no encuentran un sistema integrado de atención en los servicios de salud. De manera que los jóvenes viven un contraste entre buena salud y riesgos sanitarios poco cubiertos (Hopenhayn y Miranda 2004: 18). Así, la evolución de la mortalidad juvenil durante los últimos 15 años ha mantenido una tendencia a descender desde hace 50 años debido al avance de la ciencia médica, la ampliación de la cobertura de servicios básicos y sanitarios, y el incremento de la capacidad individual para prevenir y enfrentar las enfermedades. Sin embargo, estos avances han tenido una distribución heterogénea, ya que se han ampliado las diferencias según tramos de edad y género, siendo mayor esta disminución en el rango de edades de 10 a 15 años, ya que en los otros rangos de edad —15 a 20, 20 a 25 y 25 a 30 años— son más frecuentes las causas de muerte vinculadas a conductas o estilos de vida correlacionados con la comisión de actos violentos o accidentes. Los actuales roles sociales derivados del género originan riesgos y adversidades diferenciales en razón de su inadecuación con los drásticos cambios culturales, sociales y económicos de las sociedades latinoamericanas. La urbanización e industrialización aceleradas, las transformaciones en el desarrollo institucional y el impacto de la globalización sobre las estructuras productivas y sociales afectan tanto a hombres como a mujeres jóvenes como grupo de riesgo que comparte las dificultades de acceso a la escolaridad y el empleo, aunque los hombres presentan un mayor riesgo psicosocial que las mujeres por su mayor vulnerabilidad con relación a las adicciones, la sexualidad, el sistema penal y la carencia de redes de apoyo. Krauskopf sintetiza así estas diferencias: […] entre las situaciones que afectan más al grupo masculino se pueden mencionar: el consumo intensivo de alcohol y otras drogas, la conducción de vehículos a edades tempranas y sin utilización de los elementos de protección […] [conducir] en estado de ebriedad o propensión a peleas físicas, particularmente como portadores de armas blancas o de fuego, los accidentes, homicidios y suicidios. Es un hecho bastante generalizado, de que son mayores los intentos de suicidios en las mujeres y que los suicidios efectivos son más frecuentes en los hombres. Entre las mujeres jóvenes su vulnerabilidad parece asociada a su sexualidad, particularmente cuando son abusadas, maltratadas y explotadas (Krauskopf 2002: 4). Así, siendo importantes las causas externas —numérica y proyectadamente— en la mortalidad juvenil de ambos sexos, aquellas relacionadas directamente con formas de violencia son mayores en los hombres, pues de cada 100 fallecimientos masculinos, 77 son atribuibles a causas violentas. En tanto, entre las mujeres, 38 de cada 100 defunciones son resultado de estas causas violentas, y 62 de causas mórbidas (Hopenhayn y Miranda 2004: 136). En conjunto, las muertes atribuidas a causas externas en los hombres jóvenes superan en todos los países a las muertes por enfermedades transmisibles y genético-degenerativas, invirtiendo tanto la tendencia con respecto a las mujeres de la misma edad como la de los demás grupos de edad, en hombres o mujeres. Según la Cepal, El abultado peso de la mortalidad juvenil por causas externas obedece principalmente a dos factores, a saber, la alta frecuencia relativa de muertes accidentales (principalmente de tránsito) y muertes por violencia (agresiones externas y suicidios). Como se señaló, ambas afectan más intensamente a los hombres, lo que se refleja en el mayor peso que tienen estas causas de muerte entre ellos (Hopenhayn y Miranda 2004: 139). Esto aportaría indicios para explicar el crecimiento de la brecha de mortalidad entre hombres y mujeres jóvenes, estas últimas beneficiadas por las disparidades de género en 39
  • 41. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes cuanto a la frecuencia relativa de muertes asociadas también con conductas o estilos de vida. Así, al comparar según cohortes y géneros, se evidencian diferencias particularmente agudas y desfavorables para los hombres en los rangos de edad entre 15 y 30 años, quienes están mucho más expuestos a la mortalidad por causas externas, es decir, suicidios, homicidios y accidentes (Hopenhayn y Miranda 2004: 42). Así, y con relación a las muertes por causas externas, los hombres jóvenes aportan — en comparación con las mujeres— casi 86% del total de defunciones por esta causa en la región, presentándose las tasas más altas de participación masculina en Brasil, Colombia, Costa Rica, México y Venezuela. En cambio, la Argentina, Ecuador, El Salvador, Nicaragua y el Perú tienen la mayor participación de mujeres en muertes por causas externas (véase la tabla 2.1). Tabla 2.1: Distribución de la mortalidad juvenil por causas externas según sexo en América Latina (en porcentajes) Países Todas las causas Todas las causas externas Accidentes de tránsito Homicidios Suicidios Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres Argentina (1997) 67,6 32,4 78,5 21,5 74,6 25,4 88,6 11,4 66,1 33,9 Brasil (1998) 75,4 24,6 86,4 13,6 78,1 21,9 92,0 8,0 72,2 27,8 Chile (1999) 75,8 24,2 85,3 14,7 77,6 22,4 91,9 8,1 81,6 18,4 Colombia (1998) 80,6 19,4 87,9 12,1 81,4 18,6 92,6 7,4 64,6 35,4 Costa Rica (2001) 74,8 25,2 88,3 11,7 91,4 8,6 81,2 19,8 78,3 21,7 Ecuador (2000) 59,9 40,1 76,3 23,7 73,3 26,7 88,6 11,4 52,9 47,1 El Salvador (1999) 63,3 36,7 74,9 25,1 75,0 25,0 88,2 11,8 37,9 62,1 México (2000) 73,8 26,2 86,0 14,0 84,3 15,7 89,7 10,3 81,7 19,3 Nicaragua (2000) 66,5 33,5 77,4 22,6 83,0 17,0 86,6 13,4 59,4 40,6 Panamá (2000) 69,7 30,3 84,3 15,9 73,6 26,4 95,6 4,4 73,1 26,9 Perú (2000) 65,7 34,3 75,2 24,8 76,1 23,9 87,0 16,0 51,6 48,4 R. Dominicana (1998) 61,6 38,4 83,5 16,5 81,1 18,9 79,8 20,2 82,7 17,3 Uruguay (2000) 74,5 25,6 83,5 16,5 81,1 18,9 79,8 20,2 82,7 17,3 Venezuela (2000) 83,1 16,9 90,7 9,3 78,7 21,3 94,9 5,1 81,4 18,6 Total 74,7 25,3 85,7 14,3 79,5 20,5 91,9 8,1 70,1 29,9 Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de la OPS, Estadísticas de salud de las Américas, 2003. En http:// www.paho.org. De las diferentes causas, el homicidio explica casi 50% de las muertes de jóvenes por causas externas en América Latina, que representa el doble de las causas de muerte por accidentes y seis veces los suicidios (véase la tabla 2.1). En el conjunto de las causas externas de muerte, los homicidios aportan la mayor diferencia de los hombres con respecto a las mujeres, llegando a 92%. Los países donde es más marcado este sesgo de género en los homicidios son Brasil, Colombia, Panamá y Venezuela. Para las mujeres, el homicidio duplica el promedio latinoamericano en Costa Rica, Perú, República Dominicana y Uruguay. 40 La causa externa de mortalidad que más afecta a las mujeres es el suicidio, atribuyéndose 30% de las defunciones; destacan los casos de Argentina, Colombia, Ecuador, Nicaragua y Perú. Sin embargo, en América Latina, como se ve en la tabla 2.2, los hombres jóvenes registran aproximadamente 1,3 veces más suicidios que las mujeres de la misma edad; existen casos en los que esta diferencia se cuadruplica, como en Chile, Costa Rica, México,
  • 42. 2. Situación de la violencia en 1. Metodología y de América adolescentes y jóvenesfuentes de información Latina Uruguay y Venezuela. Sólo en El Salvador y el Perú las tasas de suicidios de las mujeres son más altas que las de los hombres. Con una tendencia regional a disminuir como causa (Hopenhayn y Miranda 2004), Chile, Nicaragua, Perú y Uruguay son los países donde la tasa de suicidios es más elevada que la de homicidios en el conjunto de las causas externas de muerte. Tabla 2.2: Población juvenil fallecida por causas externas según sexo en América Latina (en número de personas) Países Argentina (1997) Todas las causas externas Accidentes de tránsito Hombres 2.265 Total Argentina Brasil (1998) Total Brasil Chile (1999) Total Colombia Costa Rica (2001) 34.658 Ecuador (2000) 304 Total Ecuador El Salvador (1999) 1.041 Total México Nicaragua (2000) Panamá (2000) Total Panamá Perú (2000) 13 86 323 (20,85%) 348 210 70 280 (20,15%) 12.011 567 41 263 1.723 30 175 (17,75%) 222 41 362 (12,55%) Hombres Mujeres Mujeres 105 1.228 204 Hombres 298 309 (10,71%) 1.526 (52,92%) 1.199 6.744 96 8 156 104 (8,73%) 8.365 673 50 12 58 511 (33,0%) 636 85 721 (51,90%) 2.690 562 56 20 76 (28,90%) 569 365 308 9 42 (13,81%) 106 94 200 (12,91%) 98 Total por sexo Totales América Latina 160 258 (18,57%) 1.040 114 191 30 221 (22,41%) 78 652 (54,74%) 296 1.736 (12,74%) 4 73 (17,45%) 386 129 515 (33,24%) 97 34 131 (9,38%) 249 3.550 85 4 557 23 123 247 303 (30,73%) 21 89 (33,84%) 120 180 8 29 (11,03%) 70 1.086 (17,41%) 2.703 (43,34%) 86 323 (5,18%) 66.635 11.979 13.638 3.506 31.867 2.813 3.279 78.614 574 69 2.292 479 (20,90%) 143 (6,24%) 156 (6,80%) R. Dominicana (1998) 714 175 315 78 174 24 21 16 Total R. Dominicana 889 393 (44,21%) 198 (22,27%) 37 (4,16%) Uruguay (2000) 246 48 49 11 33 8 63 13 Total Uruguay 294 60 (20,41%) 41 (13,94%) 76 (25,85%) Venezuela (2000) 5647 590 834 252 2.566 137 263 60 6.237 1171 307 1.440 869 (6,38%) 33 62 (20,39%) 453 35 191 (16,04%) Total Perú Total Venezuela Otras causasa 3.617 (30,11%) 2.998 (24,96%) 1.289 (10,73%) 4107 (34,19%) 223 145 986 321 1.984 (14,56%) 9.038 (66,32%) 134 10.330 1.681 3.050 763 370 147 (48,35%) 1.389 Total Nicaragua 55 368 237 1.549 Total El Salvador México (2000) 38 Mujeres 5.928 1.665 16.087 1.402 462 244 (20,49%) 13.627 266 Hombres Suicidios 7.593 (21,90%) 17.489 (50,47%) 1.661 (4,80%) 7.915 (22,83%) 11.981 1.646 1.614 1.181 175 176 189 1.191 Total Costa Rica Mujeres 687 (23,82%) 29.959 4.699 1.015 Hombres 619 512 2.884 Total Chile Colombia (1998) Mujeres Homicidios 40 287 (29,11%) 59 9 68 (26,23%) 1.168 366 1.534 (66,06%) 204 57 261 (29,36%) 101 16 117 (39,80%) 1.984 141 2.125 (34.07%) 2.464 17.851 3.196 17.144 (21,82%) 34.680 (44,11%) 5.743 (7,30%) 21.047 (26,77%) a Incluye, además de las causas especificadas, eventos de intención no determinada, ahogamientos y accidentes que obstruyen la respiración, entre otras causas de muerte violenta. Fuente: elaboración propia sobre la base de datos de la OPS. Estadísticas de salud de las Américas, 2003. En http:// www.paho.org. 41
  • 43. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes Una aproximación indirecta a la dimensión de la violencia interpersonal contra adolescentes y jóvenes en América Latina puede ser también proporcionada por los datos sobre mortalidad por lesiones intencionales. La tabla 2.3 establece una comparación con otras regiones, en donde es apreciable no sólo la más elevada incidencia de estas lesiones en la mortalidad juvenil a nivel mundial sino el sesgo de género, que también es el más alto —la mortalidad de los hombres por lesiones intencionales es 13,38 veces mayor que la de las mujeres—: Tabla 2.3: Mortalidad causada por lesiones intencionales; por sexo, edad juvenil y región de la OMS (2000-tasa por 100.000 habitantes) Región Total Hombres todas las edades Mujeres todas las edades Hombres 15-29 años Mujeres 15-29 años Total mundial 28,8 40,5 17,3 44,0 20,1 África 60,9 94,6 29,6 80,9 36,1 Estados Unidos, Canadá y Bahamasa 17,2 27,6 7,1 41,8 8,2 América Latina y el Caribe 34,3 62,1 7,6 101,7 11,5 Asia sudoriental 22,8 31,3 14,3 31,7 18,2 Europa 32,0 52,5 12,5 53,7 11,3 Mediterráneo oriental 21,6 27,4 15,5 29,1 19,1 Pacífico occidental 24,3 26,5 22,5 22,7 24,5 Las estadísticas de la OMS diferencian por países de alto ingreso y países de medio y bajo ingreso; en las Américas, sólo estos tres países pertenecen al grupo de alto ingreso. Fuente: elaboración propia sobre la base de los datos del Proyecto de la Carga Mundial de Morbilidad de la OMS para 2000, versión 1 (Krug et al. 2003). a Parte de estas lesiones se produce debido a violencia interpersonal en la familia y la pareja, aunque es difícil determinar con precisión su dimensión. En las encuestas de juventud, el tema de la violencia intrafamiliar sólo aparece explícitamente tratado en el caso de Bolivia, donde del total de adolescentes y jóvenes encuestados, 33,4% reconoció haber sido víctima de agresiones físicas dentro de su casa, siendo los preadolescentes quienes más castigo físico reciben en sus hogares. Por otra parte, en un estudio realizado en Chile, los y las jóvenes manifiestan que con frecuencia se presentan casos de conducta violenta en sus hogares: 10% en el caso de violencia física de padres a hijos, 5,7% en el caso de violencia física entre cónyuges, 12,8% en el caso de violencia psicológica entre padres e hijos, y un 11,3% en el caso de violencia psicológica entre cónyuges (Hopenhayn y Miranda 2004: 99-100). Entre otros factores de riesgo identificados en la violencia sexual, ser joven implica un mayor peligro de violación, como demuestran los estudios mencionados por Krug et al. 2003 —Acierno et al. (1999), Greenfeld (1998) y Heise, Pitanguy y Germain (1994)— para varios países —entre estos Chile, México y el Perú—, relacionado con la violencia en 42 “Sin embargo, al preguntarle a los niños en un estudio más reciente, los datos muestran una realidad más agresiva. El castigo más frecuente mencionado por niños y adolescentes es ‘no me dejan salir’ (63%), le siguen en importancia ‘no me dejan ver TV’ (36%) y ‘me pegan’ (27%). Esta última cifra contrasta con el hecho de que en el estudio anteriormente mencionado solo un 10% de los adultos reconocen la existencia de violencia física dentro del hogar” (Hopenhayn y Miranda 2004: 100).
  • 44. 2. Situación de la violencia en 1. Metodología y de América adolescentes y jóvenesfuentes de información Latina las escuelas y las universidades, así como con la explotación sexual de las mujeres. Otros estudios vinculan la edad joven con la pobreza y la falta de instrucción, que aumenta la dependencia económica de la pareja y la violencia sexual en el lugar de trabajo (Krug et al. 2003). El estudio sobre pobreza en el Perú menciona esta situación en los testimonios recogidos entre mujeres jóvenes migrantes en Lima: Las mujeres jóvenes empleadas como “domésticas”, por su lado, sufren de otro tipo de abuso. Una chica de Cerro Blanco contó tímidamente: “Yo me fui a trabajar en vacaciones, pero sólo duré 15 días porque no me gustaba. Siempre me miraba el patrón y me hacía sentir mal con las cosas que decía… 80 soles al mes me iba a pagar, pero no me dio ni la mitad… Estaba enojado” (Blackburn 1999: 36-37). Los datos de The International Crime Victim Survey in Countries in Transition: National Reports (1998), según un muestreo, permiten comparar casos reportados de violencia sexual —violaciones y abusos— contra mujeres menores de 16 años, siendo notable una diferencia en contra entre las ciudades latinoamericanas y las de otras regiones; si bien pueden darse explicaciones atenuantes, quizá relacionadas con el acceso a la justicia y valores culturales que podrían incidir en la tasa de denuncia, también hay que considerar la alta probabilidad de subregistro, ya que generalmente los casos de violencia sexual en la familia o la pareja no son denunciados; de hecho, un factor de riesgo para la violencia sexual contra las mujeres es estar casada o tener pareja (Krug et al. 2003). Tabla 2.4: Comparación por ciudades del porcentaje de mujeres menores de 16 años que reportaron agresiones sexuales durante los cinco años anteriores (1992-1997) Región Ciudades reportadas Tamaño de la muestra Promedio (% muestra) América Latina Buenos Aires, La Paz, Rio de Janeiro, Bogotá, San José, Asunción 5.586 4,53 Europa Oriental y Eurasia Tirana, Budapest, Diauliai, Kaunas, Klaipeada, Paneavzys, Vilnius, Ulaanbaatar, Zuunmod 4.157 3,975 África Gaborone, El Cairo, Johannesburgo, Gran Túnez, Kampala, Harare 5.940 2,47 Asia Beijing, Bombay, Yakarta, Surabaya, Manila 6.100 1,625 Fuente: elaboración propia sobre la base de Krug et al. 2003. Sorprendentemente, las encuestas nacionales de juventud no contienen datos que vinculen la violencia en adolescentes y jóvenes con su salud sexual y reproductiva, ni con relación a cómo las diversas manifestaciones de la violencia doméstica afectan su desarrollo psicológico y emocional. Sin embargo, la encuesta de Bolivia evidencia situaciones extendidas de violencia contra las mujeres en edades tempranas: alrededor de 7% de las mujeres señalaron haber sido violadas (Hopenhayn y Miranda 2004: 156). Por otro lado, la encuesta sobre la salud de adolescentes en el Caribe mostró que uno de cada ocho adolescentes, entre 16 y 18 años de edad, había sido abusado sexualmente, 43
  • 45. Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes encontrándose que las mujeres tenían una probabilidad dos veces mayor que los hombres de sufrir esta violencia (Weaver y Maddaleno 1999). Y en Lima, el estudio de Cáceres, Vanoss y Hudes (2000), citado por Krug et al. 2003, halló que la cantidad de mujeres jóvenes que decían haber sido iniciadas sexualmente por la fuerza era casi cuatro veces mayor que la de varones jóvenes (Krug et al. 2003). Los estudios sobre pobreza mencionan situaciones halladas en los diálogos y talleres con los participantes que confirman esta realidad, aunque también enfatizan las dificultades para profundizar en el tema, tratándose de estudios que dependen esencialmente de la confianza que tengan los sujetos para narrar sus experiencias. Sin embargo, el estudio de pobreza en Brasil, realizado en barrios marginados de Recife, Itabuna y São Paulo, menciona que las agresiones contra las mujeres son comunes, tanto en la familia como en el ámbito de la comunidad y el vecindario, particularmente en los casos de las familias con jefatura femenina, las que “[…] tem a maior probabilidade de sofrerem abuso sexual, maus tratos e agressões […] as mulheres que vivem sozinhas são estupradas em suas residências. As adolescentes também são consideradas como as mais propensas a serem assediadas na escola” (Melo 2000: 36-37). 2.3 Violencia juvenil y desarrollo Finalmente, la violencia, además de sus efectos sobre la convivencia ciudadana y la salud, se reconoce —por su magnitud en la región— como un obstáculo macroeconómico, pues afecta en forma adversa a los activos del capital material, humano, social y natural, incrementando los gastos de los servicios de salud y asistencia social, reduciendo la productividad, disminuyendo el valor de la propiedad, desorganizando una serie de servicios esenciales, incrementando los costos de la inversión y disminuyendo los empleos, y, en general, alterando la gobernabilidad institucional y la salvaguarda de los derechos de propiedad, socavando las bases sociales ligadas al crecimiento económico (Eyzaguirre 1998; Cruz et al. 1998; Piquet Carneiro y Phebo 1998; Cisalva 1998; Rubio 1998; Fundación Mexicana para la Salud, 1998; Briceño-León y Pérez Perdomo 1999; Buvinic, Morrison y Shifter 1999; Londoño y Guerrero 1999, y Moser y Shrader 1999). Para América Latina, Londoño y Guerrero (1999) estimaron los costos por la violencia como equivalentes al 12,1% de PIB, lo que significa casi 145.000 millones de dólares anuales, que adicionalmente implican costos distributivos —a causa de delitos contra la propiedad y pagos por extorsión o secuestro— del orden de 2,1% por 25.000 millones de dólares, más de lo que consiguen realizar los gobiernos de la región a través de los impuestos y el gasto público. Con respecto a la salud, los autores indican que la atención médica por causa de la violencia insume costos por 2.000 millones de dólares, mientras que en el orden educativo la destrucción de recursos humanos por muerte prematura o discapacidad es también significativa. Expresada en cifras, la magnitud del gasto es igual que la inversión en educación primaria de la región. En cuanto a los gastos en seguridad, Las pérdidas materiales asociadas con la violencia son elevadas y tienen tres componentes de aproximadamente igual importancia. Los gastos de seguridad y justicia por parte del gobierno representan recursos del orden de 1.6 puntos del PBI. Los gastos directos en seguridad por parte de los 44 “En cuanto al abuso sexual de los niños, el estudio detectó pocos casos. El tema sin duda requiere de más tiempo de investigación. Dos casos fueron mencionados, ambos en Laderas del Chillón (Lima) —uno de un hombre quien abusó de su hijastra adolescente; otro de otro hombre (vecino de la madre de la víctima) quién abusó de una niña—. Los agresores no fueron denunciados, por temor a represalias peores” (Blackburn 1999: 23). “El objetivo que implica el análisis de costos macroeconómicos es el de determinar el umbral de inversión por encima del cual se hace económicamente inviable dedicar recursos a reducir o impedir el crimen” (Moser y Shrader 1999: 8).