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Introducción
El difícil oficio de escribir. Ciertos literatos prefieren escaparle a las musas
cobijándose en la práctica diaria, otros asumen la inspiración y se llevan muy
bien con ellas, existen diversos métodos de los cuales ninguno se acerca a mí.
Mi lamento mayor es que no soy uno de los tantos talentosos escritores que
vomitan sus trabajos cual niño atracado, apenas pretendo concretizar mi mas
hondo deseo que es el de ser escritor, novelista, ensayista y todas las ista que
se nos ocurra a ti lector y mi escritor en desarrollo. Como todos saben nada es
fácil en esta vida, parece ser que desde el momento de la creación (cada uno
tendrá su cuentito) algunos nacieron para brillar y el resto, la mayoría, lo hace
para mantener resplandecientes la luz que brilla, no solo con la voluntad se
progresa, hace falta trabajo arduo y paciencia, tal vez, una receta inverosímil
pero mayoritariamente consensuada por el resto de los mortales. Claro que si
me preguntan cual seria el mayor obstáculo que tengo para escribir,
respondería que es la falta de tiempo para desarrollar una gran obra a la que
todo escritor querría llegar alguna vez. El tiempo se ha convertido en el mundo
moderno en una mercancía mas de todas las que ya sostienen al capitalismo
salvaje que (casi) todos repudiamos por expulsivo, atroz, inhumano, agobiante,
cruel. Nuestros días se consumen cumpliendo con las obligaciones ineludibles,
una vez acabadas, recomponemos energías simulando ser felices
consumiendo lo mismo que engendramos, somos eslabones en la cadena de
producción no servimos mas que para multiplicar manufacturas, somos la fase
superior del esclavismo antiguo. Nada atractiva resulta ser la vida de quien se
dedica a trabajar solo para sobrevivir, luego de una larga reflexión llegue a la
conclusión (influenciado por una frase cuyo autor ha sido parte de mi formación
intelectual “tratare de ganar la noche”, ¡¡así como lo leen ,así de simple!!
después de todas las obligaciones cotidianas que el maldito sistema ordena,
trabajare para escribir o por lo menos para conformar mis ansias y poder estar
un poco mas convencido de que la vida no es solo producir ganancias.
A veces pretendo escribir sobre cuestiones inabarcables, profundas, hasta que
caigo enseguida en la desazón de que es imposible terminar algo interesante si
carezco de algunos conceptos básicos sobre el tema que quiero desarrollar.
Me interesa muy profundamente el surgimiento del conocimiento en la
humanidad, pero imaginen cuan extenso es la cuestión, que me cuesta mucho
acopiar información, leerla, reflexionarla y luego volcarla al papel. Antes que
nada hablé del poco tiempo que manejo para elaborar alguna idea que me da
vueltas por la cabeza, termino desechándola aunque me parezca interesante
no logro transmitirla en forma interesante. Arriba afirme que quiero escribir un
libro pero me encuentro con grandes problemas a saber: además del tiempo el
otro factor importante es el dinero, ningún ser que pretende vivir cómodamente
necesita de ese veneno que aquí llamamos pesos. Sin el o ellos se dificulta el
día a día, no descubriré nada pero actualmente se mide la moralidad o la
hombría con ceros, cuanto mas tenga la cifra que gano mensualmente o
anualmente o a diario me puedo colocar en lugares diríamos para no ser tan
ofensivos civilizados. Ropa distinguida, casas de fin de semana, viajes
exóticos, autos, etc. etc. Son algunas de los pilares de la moralidad. El mono
por plata baila , canta y hace todo lo que le pidan mas o menos dice un dicho
popular utilizado en gran medida por los monos que bailan, cantan y demás.
A modo de introducción creo que cumplí.
CAPITULO UNO
EL PRIMER COMUNISMO
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Llegue a la literatura por medio de la revolución cubana, no recuerdo cual era mi edad,
sí retengo en mi mente la calcamonia que adornaba la carpeta del pibe que viajaba junto
a mí en el colectivo. La imagen era de las más famosas fotografías de Ernesto Guevara
inmortalizada a partir desde el día de su publicación por el fotógrafo cubano Alberto
Díaz Gutiérrez mas conocido como Korda.
En casa comúnmente suelen faltar los integrantes de la familia excepto a la hora de la
cena. Busqué alguna reproducción de la foto en algunos diarios que juntaba para
recortes escolares pero rápidamente mi efervescencia perdía fuerza a medida que la pila
bajaba, actualmente tan solo con unos segundos de búsqueda y un clic la información
cae a toneladas por la web pero en aquella época no era el caso.
En el living el teléfono no paraba de sonar, por la insistencia sabia que era mi madre
para contarme que había ido a ver a mi abuela, y que esperaba a su esposo, mi padre,
para regresar juntos a casa como dos tórtolas fingiendo amor para que su único hijo (yo)
crezca sin perturbaciones. Nuestra casa era grande, luminosa, anticuada, generosamente
amplia, en la planta baja mis padres, mi hermano y yo, en planta alta mis abuelos, los
progenitores de mi madre, casi siempre bajaban a cenar pero las conversaciones no
salían del fútbol nuestro de cada día y de cómo la empresa familiar continuaría subiendo
sus rentas, algo de actualidad y no mucho mas. El ultimo que tenia la palabra era mi
abuelo, hombre de carácter fuerte, autoritario, admirador de Francisco Franco y por
supuesto fervoroso peronista.
Camino a la escuela descubrí dentro de una galería céntrica una pequeña librería
rebalsada de revistas, cd musicales y por supuesto libros. Me detuvo la presencia de un
hombre sentado sobre una alta banqueta de madera, cruzado de piernas, pantalón
marrón, dueño de una llamativa barba bicolor. Disfrutaba de las pitadas que le daba
constantemente a la pipa que descansaba sobre su boca cada vez que dejaba de
succionar el pico. Me miró con parcimonia, levantó sus cejas esperando que le hablara,
ante mi inmovilidad me pregunto que me traía por su librería. Pensé en decirle algo
inteligente pero nada se me ocurrió, considero que cuenta se dio de mi corta edad
porque se acerco a la puerta y miro, a mi entender cuanto faltaba para que llegaran mis
padres. Un aroma realmente placentero emanaba de la acumulación de libros. El humo
de la pipa, no menos agradable, desprendía un olor interesante un poco sofocante al
principio pero con un buen rato inhalando esa nube toxica el cuerpo se va adaptando y
lo convierte en algo deliciosamente dañino, de hecho tengo varias pipas en casa y de vez
en cuando las enciendo aunque las humaredas no son tan densas como la del librero.
Continuo: el hombre se acerco y me consultó sobre mis requerimientos y no tuve mejor
idea que contarle mi o mis inquietudes a las que rápidamente capto mis pedidos. Trajo
del subsuelo del local dos libros a los que agregó otro dos mientras caminaba por las
estanterías y me los puso sobre mis manos y volví a ver esa imagen dentro de una de las
obras que me había entregado. La imagen era una copia de la foto real, la inmortalidad
detenida del Che, para siempre joven, vivo, rudo, perfecto, encolerizado por las muertes
injustas de aquella jornada trágica que aun yo no sabía pero pronto me iba a enterar
gracias a la lectura compulsiva que aun hoy mantengo.
Llegó el momento mas difícil del relato: los precios no estaban al alcance de mi bolsillo
así que me fui prometiendo volver, recuerdo que el hombre me alcanzó hasta la puerta
de la galería y me hizo prometerle que regresaría por los otros, mientras tanto me
regalaba una versión biográfica sobre la vida del Che ingles castellano que con el
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tiempo pude comprobar que nunca recomendaría una biografía bilingüe a menos de que
sea seriamente trabajada por el autor, el mundo de los libros tampoco escapa de los
oportunistas. Quede atónito, el libro lo agarre pero mientras caminaba a mi casa pensaba
de que forma iba a juntar la plata para los demás. La preocupación se evaporó antes de
llegar cuando vi a mamá parada esperándome en la puerta con una cara similar a la de
una leona enojada con su cachorro. Palabras mas palabras menos nada sucedió
exceptuando cuando vio la tapa del libro, me preguntó de quien era y le dije que mío,
después se distrajo con otra cosa y todo termino allí. Antes de entrar me sugirió que
guardara la obra dentro de mi morral, no entendí pero acaté la orden a la brevedad.
A la mañana siguiente me levante y me fui a la escuela, cursaba todo el día, regresaba a
casa después de la merienda, cenaba, esperábamos a papá y el día terminaba con un
poco de música, pero desde esa noche se sumaba la infaltable lectura de algún texto.
Antes de que me venciera el sueño pensé que podría guardar la plata de los almuerzos
escolares la juntaría y la destinaría primero para pagar la deuda que tenia con el librero
y después para la compra de otras obras. Me acuerdo que mientras viajaba en el
colectivo que me llevaba al colegio entre la gente parado, como podía, termine de leer el
ultimo capitulo del libro. No era una obra profunda pero en ese momento supo evacuar
algunas dudas y también disparó otras, claro que al cabo de algunos meses las
inquietudes eran otras. Si tendría que contestar cuándo fue la primera vez que me
enamore contestaría sin temor el día que conocí a la revolución cubana, creó en mi un
mundo lleno de ilusión algo poco cotidiano, comenzó a girar por mi cabeza adolescente
la palabra utopía, altruismo, revolución, opresor, oprimido y tantas otras.
El Che junto a Fidel, Camilo explotaron en mi ansias de revolución, con esto no quiero
decir que haya tomado un fusil, a conquistar el poder, sino que empecé a tomar
conciencia del mundo en que vivía y el mundo que quería. Una larga lista de
información me esperaba, solo tenia que dejarme llevar por el instinto y las
conversaciones que podía llegar a lograr solo con nombrar al Che.
Por suerte en pocos días pude obtener el valor que debía en la librería y allá fui a
hacerme cargo de mi botín. Casi sin sorprenderse el hombre de la pipa me entrego los
libros y sin mediar palabras me contó sobre la profesión del Che, afirmó que era un gran
hombre, un valiente de los que ya no quedan.
Podría escribir cientos de hojas sobre Cuba y todo su proceso mas sus germinaciones
pero no es el tema en cuestión, de todos modos en alguna otra parte aparecerá ya que
como dije mas atrás fue mi columna vertebral durante mucho tiempo. Sin decirlo saben
que me devore los libros , el que mas me impresiono( recuerden que fue mi primer
libro) fue el de Hugo Gambini, libro por demás desgastante nada atractivo( puedo
calificar aquí y ahora) pero informativo, muchas veces cuando alguien pretende escribir
sobre una persona que nada tiene que ver consigo salen cosas buenas, yo se lo atribuyo
a la envidia sobre todo por la valentía del investigado, como alguna vez Sarmiento
enalteció a Facundo Quiroga su mas encolerizado enemigo (salvando las distancias,
claro). Obstinado por la verdad, comencé un largo viaje hacia todo lo que tenia que ver
con el Che, asi di con una compañera que participaba en el centro de estudiantes de la
escuela y me recomendò otras obras de fácil acceso y no contenta, sabiendo que no
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estaba en mi mejor momento económico me invitò a su casa donde su padre, ostentaba
una interminable biblioteca. Allí pude entender de donde salían las encantadoras
palabras de mi compañera cuando le tocaba hablar en las reuniones del centro, con un
acopio de letras, palabras y por sobre todo ideas, no saldría algo desinteresado, por lo
menos para mi. Sentì como que no queria hacer mas que otra cosa que leer por siempre
encerrarme en ese cuarto y no salir hasta que terminara la ultima oración. Otro de los
momentos cumbres de mi creciente adolescencia, sabia que era lo que me movía por
dentro, las letras serian el motor principal de mi existencia, ellas me llevarían a los
lugares mas recónditos de toda la era, sitios en donde solo se llega leyendo. Mientras
leíamos en voz alta con mi compañera, aparecían chicos un poco más grandes que yo,
pero con las mismas ganas. En aquellos momentos no todos tenían la pronta
comunicación de la actualidad para avisarles a sus seres queridos que siguen vivos, así
que cada vez que nos juntábamos llamaba a casa para que todo parezca normal. Un
joven con inquietudes no es buen visto en la normalidad de la sociedad, pero nosotros
éramos capaces de darnos cuenta, que lejos estaba la humanidad de aprender a convivir.
Muchas diferencias teníamos entre los que nos reuníamos a diario, pero pasó el tiempo
y pude darme cuenta que allí estaba la riqueza, allí se depositaba lo mejor de cada uno,
la discusión generaba la tormenta y en esa misma tormenta siempre dejaba algo
realmente interesante. Las horas pasaban muy rápido en aquella biblioteca, mates de por
medio, algunas cervezas para los mas grandes y tabaco para todos, eso si que era una
tradición, basta recordar a nuestro “líder” para pensar el porque de los cigarros. La
naturaleza se encargó de repartir la barba solo para algunos, se ve que en el momento de
la creación la materia prima escaseaba, por lo tanto trataron de repartirla hasta donde
llegara, a mi no me llego, por lo tanto era uno de los pocos que no tenia una barba
respetable. Cada vez que salía de las reuniones sentía como si saldría del ministerio de
industria luego de una despiadada contienda dialéctica, esa sensación me incitaba a
autoevaluarme por las noches, recitando fragmentos de los discursos mas interesantes
del comandante y también los argumentos de Fidel en La Historia me Absolverá.
En casa comenzaron a sospechar de mi cambio de look progresivo, el no afeitarme era
un indicio de preocupación para mis padres, pero mas se sorprendieron cuando una
noche era el cumpleaños no se cuantos de mi abuelo y respondí como respondería un
fiel enemigo del sistema, acusando a los yanquis de imperialistas. Mis padres nada
objetaron pero solo por sus caras me di cuenta de que no estaban muy cómodos con la
envestida a los dinosaurios que llevaban la voz cantante en la reunión, pero no hice
mucho problema, me levante y me fui a la puerta a rememorar lo ocurrido y concluí que
a pesar de algunos desaciertos tenia razón con los argumentos expuestos. Ese mismo día
25 de septiembre de 199xxxx sellé mi identidad, nada atractiva para la mayoría pero
bastante satisfactoria para mi interior.
Un sábado a media mañana, mi compañera dejó un mensaje en casa diciendo que me
esperaba en la estación de tren cercana a su domicilio. Sin mediar opciones salí en busca
de esa cita, tome el colectivo tan rápido como pude, me comí los dedos hasta llegar y
cuando nos encontramos, apareció un hombre sumamente barbudo, y me saludo con un
beso como si nos hubiésemos pasado la vida juntos. Era el padre de Jimena, lo supuse
desde que lo vi, sin barba son idénticos pero no arriesgue de modo que perdí por no
seguir mi intuición. Pasamos a buscar al resto de los compañeros y nos fuimos a la sede
del Partido Comunista sobre la calle entre ríos, tengo que confesar que sentí un poco de
temor, primero porque estaba fuera de casa y segundo que si mis padres me encontraban
entre todos los barbudos que allí compartían el humo del tabaco en todas sus versiones,
me colgarían del mástil mas alto de toda la capital. La reunión fue bastante larga, a
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veces interesante y otras no tanto pero me animé a preguntar sobre algunas fotos que
lucían en cada una de las banderas que decoraban el salón. Me perdí entre la gente, no
encontraba a nadie conocido, decidí salir a la calle pero seguía sin ver caras conocidas,
vi un colectivo que me dejaba cerca de casa, ya la tarde caía y tenia que volver antes de
que mi ausencia comenzara a generar sospecha. Cuando me anime a cruzar la calle
Jimena venia del otro lado y me llevo nuevamente al recinto, me pregunto donde iba,
respuesta fácil: al kiosco. Tomamos la gaseosa que compró hasta la última gota, fue allí
donde cambiamos fluidos por primera vez, agradable por ser la primera. Entre los
bombos y la prisa por irme la cabeza me estallaba de dolor, ya no estaba disfrutando el
momento, el día acababa para mi. Baje las escaleras y vi un vehiculo similar al de mi
papá, tan similar que era el mismo, cuando me vio bajo con un amigo y me llamó con
un gesto típico de quien esta enojado. Subí al auto y se quejó de mi olor a bosta, tal cual
como lo dijo, me interrogó por un rato y al ver que yo le respondía con pocas palabras
se dedico a contemplar el paisaje mientras llegábamos a casa. En el viaje pensaba en las
cosas que podríamos hacer juntos con Jimena, no solo políticas sino las que hacen los
hombres con las mujeres todas las que se ocurran. Sabia que ella estaba perdidamente
enamorada del presidente del centro de estudiantes, bastante merito tenia el pretendiente
ya que él mismo era quien enfrentaba a los directivos, profesores y padres en casi todos
los encuentros semanales. No era atractivo, pero sus dotes verbales seducían a decenas
de compañeras y sobretodo a Jimena, vestía siempre las misma ropa, en verano un jean,
remera de stones, pink floyd o de Morrison, casi siempre la usaba dos o tres días
seguidos y aparecía con otra. El invierno lo obligaba a cargarse una campera de la
misma tela de los pantalones y le agregaba a su look un pañuelo remendado en su cuello
reemplazando a la bufanda que en mi caso usaba. La desventaja era grande pero el
hombre en cuestión cursaba su ultimo año en la secundaria, Jimena el cuarto y yo el
primero esa era escondida ventaja, tenia por lo menos dos años completos para
conquistarla. Claro que los fructíferos pensamientos se disolvieron cuando llegué a casa,
mis abuelos junto con mamá esperan en la cocina alguna respuesta convincente pero se
quedaron con las ganas, salude y me fui a la habitación a leer un rato hasta que me
llamaron para cenar. Mi familia es una cosa rara, todos esperan a que alguien comience
a hablar (casi siempre es mi abuelo) para opinar todo a favor de él, vale la aclaración el
abuelo (ahora descansa en casa) pero sus años de actividad laboral creó un imperio del
hierro y como todos saben, ha hecho una gran fortuna. La acumulación de riqueza
siempre se destina a girar a su alrededor, por eso las charlas son de fútbol y de plata.
Cuándo mamá conoció a papá ella estudiaba en una prestigiosa universidad privada pero
con las confusiones que causa el amor, entre otras cosas no terminó su carrera,
asignatura pendiente que el abuelo siempre le reprocha. En las pocas oportunidades que
mamá me hablo sobre su etapa universitaria me afirmó que no fue papá que la obligó a
dejar todo sino la obstinación que tenia el abuelo de que ella sea ingeniera como su
papá. Pienso que es un pedido oportunista, mientras la profesión siga en la familia la
fortuna se acrecentara, pero lo reflexiono a medida que adquiero conocimiento sobre lo
que me interesa últimamente que es como y porque el mundo gira tan al revés. Sé que
todavía debo una explicación por el “exabrupto” cometido en el cumpleaños del gerente
pero no diré nada hasta que se me pida argumento, mientras tanto sigo silbando bajo.
Durante el fin de semana no tuve noticias de Jimena ni de ningún otro compañero,
sospecho que no me pasaban las llamadas en casa, no me preocupa demasiado ya que la
escuela es mi centro de operaciones. El lunes a la mañana me sorprendió ver a mi
abuelo vestido tan elegante presumí que iba a salir, le pregunté adonde iba y me dijo
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que me acompañaría al colegio ya que papá salió muy temprano a la empresa, la mire a
mamá pero me bajo la vista y no dijo nada, solo me deseo un buen día. El auto del
abuelo es bastante grande, de modo que tiré la mochila atrás e intente recostarme sobre
ella pero me insistió que pasara adelante, no me quedo otra que hacerlo. No me gustaron
sus comentarios sobre la educación y los buenos modales, la ética y el bla bla cotidiano;
llegamos a la puerta de la escuela, antes de bajar me pregunto si había entendido todo,
asentí con la cabeza y me aleje del auto. No camine dos metros que tocó tan fuerte la
bocina a las 7:30 de la mañana que todos los que se prestaban a entrar se dieron cuenta
de que esa persona que estaba dentro del auto era mi abuelo.
Encontré a Jimena sentada en el buffet, la salude y me sugirió encontrarnos luego del
primer campanazo del día, le dije que no seria fácil pero que lo iba a intentar. Ella no
sabia lo causaba en mi esa propuesta, no solo esa sino que levemente me prometió una
sorpresa. Los primeros cuarenta minutos de clase no encontraron otra causa que su el
recuerdo de su rostro, de sus palabras, algo que se diluyó rápidamente cuando escuché
el timbre del cambio de hora. Me levante del banco y pedí ir al baño, llegué hasta allí di
media vuelta y me fui al patio trasero cerca de los talleres. A pesar de que los profesores
paseaban por le pasillo sin cesar, nadie interrumpía mi conversación con Jimena,
encendió un cigarrillo y después de unas cuantas pitadas me pidió que se lo sostuviera.
El humo me asfixio por unos minutos pero al poco tiempo ya me había acostumbrado a
olor del tabaco quemándose. Sin darnos cuenta el director del colegio se acercaba
rápidamente hacia donde estábamos, vi como los otros que compartían la sala de
fumadores corrían despavoridos cada uno a su puesto. Yo no reaccionaba, y cada vez
estaba mas cerca, por ende cada vez se le ampliaba en campo visual y seria fácil
identificarnos. De pronto sentí que estaba solo con el cigarrillo en la mano ya casi
quemándome los dedos, de modo que lo tire al suelo y lo pisé. La tierra se había tragado
a Jimena, entre los nervios del momento escuche un silbido que venia desde las puertas
de alguno de los talleres, miré concentradamente pero no alcanzaba a identificar de
donde venia aquel sonido. Corrí hasta alcanzar la puerta de uno de ellos y me metí,
como quien se oculta de varios guardines al fugarse de una penitenciaria. Respiré mas
tranquilo, el director ya no estaba cerca mío, escuche el silbido y ésta vez pude ver de
donde venia. Jimena estaba limando una pieza, me miro, se rió y hizo señas de que nos
veíamos luego, le conteste con un gesto amenazador pasándome el dedo pulgar de punta
a punta sobre mi cuello, acción que ella respondió levantando su dedo anular y
encogiendo el resto.
Entré al aula, la profesora conversaba con unos compañeros en la otra punta, sentí alivio
de que no me haya visto, estrene mi adrenalina frente al peligro, considere que no soy
tan valiente como lo creía, pero la experiencia me daría un poco más de lo que era en
ese momento.
Salí del primer turno, me fui a comer solo, no tenía ganas de estar acompañado,
comencé a descubrir que entre la soledad y yo hacíamos una buena pareja. En el camino
me cruce con unos compañeros del centro de estudiantes pero rechace sus invitaciones,
era el día para estar solo necesitaba pensar sobre los riesgos que corría con la nueva vida
que llevaba con la que había elegido. Con poca claridad concluí que eran justificados
comparándolos a los otros comunes: notas, asistencias, buenos modales y más. Mientras
almorzaba, vi desde la ventana que el hombre que estaba frente a mí, no dejaba de
mirarme, su cara me parecía familiar, en ese momento me arrepentí de rechazar la
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invitación de los compañeros, confieso que temí. Pagué y me retire, llevaba la mochila y
en mis manos dos libros que me prestaron Jimena y su papá, el tipo no me siguió pero
algo me decía que el abuelo estaba en todo esto. No entré a la clase de taller, me fui a
casa, pensé que si alguien me estaba siguiendo habría de alguna forma verificado mis
horarios, de modo que cambié la rutina por unas horas. Entre un poco ofuscado por el
calor, el abuelo estaba sentado fumando un habano, leyendo el diario, lo ignore pero
siempre alzaba la voz para que uno supiera que estaba al tanto de todo lo que pasaba a
su alrededor. Salí al rato de mi habitación a la cocina y la señora que trabajaba en casa
insistió en que tomara un vaso de leche, pero todo término cuando el abuelo le dijo que
saldríamos juntos a merendar que no se preocupara por mí, me arrepentí de no haber
aceptado la merienda.
Sentí rechazar la invitación, y lo hice fervientemente, asumí mi individualidad y le hice
saber que a mi no me manejaría como al resto de la familia. No quiero ser parte de tu
caos le grite, libere todo mi malestar contenido durante muchos años, mi cuerpo
comenzó a sudar, a temblar, pero al verlo tan atónito me convencía mas de que alguien
tenia alguna vez que detener su maquiavélico manipuleo. Apagó efusivamente su
habano, se levantó del sillón y partió a su escritorio, no se bien con quien hablo por
teléfono pero no había muchas opciones, la abuela era nula, papá no contradeciría a su
proveedor de dinero quedaba solo mamá la única que escucharía su nuevo plan. Entre
ellos dos existía una complicada relación, se que algo me perdí en el camino, esconden
algo entre sus miradas pero nada pude observar mas que sus complicidades gestuales.
Tome el bolso con los libros y me fui a adelantar la lectura a la plaza que estaba cerca
de mi casa, la sorpresa de Jimena eran algunos tomos de las obras de Lenin pero en ése
momento poco pude entender, solo los concluí para conservar mi integridad sobre ella.
Esa tarde sentí las ganas de escribir por primera vez, nada tenía para poder hacerlo así
que caminé unos metros y compre un cuaderno Gloria de hojas rayadas, un lápiz y una
goma. Mis inicios en la escritura no fueron nada fáciles, creo que quien se proponga a
escribir (a menos de que sea un elegido) no desparramará palabras ni formará grandes e
interesantes párrafos ni tampoco acumulará copiosos capítulos así por que si, de modo
que mas claro no podré ser: no soy un elegido. Una hoja fue llenada de posibles poemas,
la siguiente se compuso de una reducidísima critica sobre la realidad, convencido me
levante del banco donde caminé a casa, vi la puerta tome aire lo mantuve hasta que
pude, entré, vi a mamá sentada con un gesto de preocupación sobre su cara. Me acerque
y la abrace, sin explicaciones derramó una catarata de lagrimas, me abrazó aun mas
fuerte y entre el llanto suyo le dije que querría ser escritor. Levantó la cabeza, buscó mis
ojos con los suyos y poco a poco sonrió (hacia tiempo que no lo hacia por lo menos
delante de mí), con una leve caricia sobre mi mejilla izquierda me dijo: como yo.
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La mañana siguiente del suceso con mamá no asistí a la escuela, llovía torrencialmente,
la oscuridad tomaba de a poco el protagonismo del día, no pude dormir, las palabras de
mamá relampagueaban dentro de cabeza tal cual afuera. Fuera del dormitorio se sentía
un murmullo cada vez más cerca de mí, trate de disimular que dormía mientras mamá y
el abuelo conversaban sobre mi libertad. Encendieron la luz y no pude dejar de abrir los
ojos, vi al abuelo cerca de mi cama y a mamá apoyada sobre el escritorio que estaba
apoyado sobre la pared contraria a la puerta. Supuse que la presencia de ellos no seria
para desearme buenos días ni para regalarme un cheque en blanco para comprarme
libros. En cuestión de minutos el abuelo levantó del piso todo lo que había para leer,
tomo una revista tricontinental que me prestó el papá de Jimena, releyó rápidamente los
principales títulos, mientras tanto mamá y yo nos manteníamos en silencio esperando
que hablara. Se sentó en la silla del escritorio, tomó impulso y empezó a hablar, parecía
que estaba dando una conferencia en alguna reunión de empresarios, no me gustó su
tono agresivo y profundamente verborragico, cualquiera que no lo conociera se daría
cuenta fácilmente que era un soberbio, una persona netamente arrogante, nada dócil, un
imbècil. La síntesis del encuentro matinal fue para anoticiarme de que el próximo año
no seguiría en la escuela, me levanté y rechace la propuesta, nada me enfurecería más
que esa decisión autoritaria. Me cambié, le dije a mamá que de ninguna manera me
cambiaria de colegio que de otra forma dejaría de estudiar, antes de irme mientras me
ponía la campera, le dije que me había fallado.
Llamé a la casa de Jimena, atendió su padre, le conté lo que pasaba, me invitó a charlar
en su casa. Después de secarme el agua de la lluvia tomamos dos termos de mate, me
sentía bien, rodeado de libros, papeles, discos era un hermoso desorden. Hablamos de
casi todo lo que me pasaba con mi familia, seria muy difícil re diseñar mis lazos con la
posición que había decidido tomar. Te has convertido en un traidor de tu propia clase-
me decía-, y eso no te lo perdonaran fácilmente, decidiste pensar por ti mismo, no
oprimiste tus inquietudes, tus ganas, tus deseos así de fácil es la cuestión.
Le devolví unos libros que terminé y lleve otros me acuerdo que una de las obras era la
Historia de la Revolución Rusa de Troksky interesante, mucha sangre, traición e
incertidumbre. Poco a poco mis conocimientos se ampliaban, mi conciencia disponía de
una razón que defender, sabia de que bando me encontraría el destino en cualquier
ocasión que se me necesite. Exactamente eso era lo que al abuelo le molestaba, el único
heredero lo traicionó, no estaba es sus planes, por eso empezó con el plan b.
Dormí algunos días en la casa de mis tíos, ellos conservaban las mismas costumbres que
en casa de Jimena, era cómodo desayunar, almorzar, conversar en cada momento,
cuestiones que toda familia normal podría tener, menos la mía, en casa no se hablaba
mas que de plata, cuando se podía, y cada vez que nos juntábamos en fechas ineludibles
torpes como navidad y año nuevo.
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Nos encontramos con Jimena en el parque que esta cercano al colegio, decidimos no
entras a clases, mi preocupación era mas que un día escolar. No tenía muchas
posibilidades de impedir el traspaso a otro establecimiento si asi lo quisieran en casa,
todavía estaba lejos de la mayoría de edad de modo que tendría que aceptar todo lo que
me dijeran. Recuerdo que Jimena se apenò por la noticia, le pareció injusta, autoritaria
y continuò con un hermoso discurso sobre lo justo y lo injusto apenas caia la tarde.
Esa noche fuimos al comité, se estaba preparando todo para la marcha de la próxima
semana en defensa de una clara ley de educación, al principio no entendía de lo que
hablaban pero no pasaron tres horas que ya tenia en mis manos un manuscrito del
partido donde detallaba las atrocidades de la ley.
Otra noche sin dormir en casa, el papá de Jimena me cedió su cama para que descansara
tranquilo por un momento pensé que dormiríamos en la habitación de ella los dos juntos
pero el sueño se desvaneció rápidamente. Comimos pizzas mientras vimos una película
interesantísima que se llamaba Novecento, hoy puedo decir que fue junto a otras pocas
de las mejores que pude ver en mi vida, antes de dormir me aconsejó que al día
siguiente durmiera en mi casa para tranquilidad de todos. A decir verdad extrañaba un
poco mis cosas, no era tan malo vivir allí pero nada se comparaba con las cenas en casa
de los tios o en lo de Jimena allí se respiraba pura libertad.
Aparecí al atardecer, llevaba el tablero de dibujo técnico colgado sobre mi hombro
derecho y con el otro sostenía la mochila. Mamá me esperaba sentada en la mesa donde
comen cada vez que se hacen grandes reuniones, nadie la usa para otra cosa, siempre
pensé para què se necesita algo tan aparatoso, sin mucho para reflexionar di cuenta de
que a la gente bien como nosotros no le puede faltar una mesa amplia para recibir a sus
visitas. Besé su mejilla y pronto salió papá sin remera y arreglándose el cierre del
pantalón con tanta vulgaridad que me sentí avergonzado, no tanto por mi sino por su
esposa que era mi mamá.
Abrí las cortinas para que entraran los últimos esfuerzos del sol, tan solo a pocos metros
el abuelo se mecía en la reposera como si estaría esperando que el tiempo pase de una
vez por todas. No me equivoque con las sospechas, el abuelo está enfermo me anotició
mamá, en el instante en que sus palabras ingresaron a mis oídos debo confesar que sentí
alivio, después me dio un poco de pena. Las enfermedades suelen ablandar el corazón
de quien no la padece, se suprimen algunas cosas y si es mortal se intenta no perder el
tiempo, llamado en estos casos perdido. La abuela seguía detrás de todo lo que el hacia,
no lo dejaba en paz un solo segundo, él se disgustaba pero en el fondo de su ser le
gustaba la atención, era la primera vez (eso recuerda mi memoria) que se miraban a los
ojos sin recriminarse absolutamente nada. Papá no podía disimular su alegría, quedaría a
cargo de toda la empresa como quiso siempre. No me queda otra, decía disimulando
estar resignado, tu abuelo tardará unos meses para retomar el mando de la empresa. Se
sentía el hombre mas importante del mundo, tan es así que fue al centro comercial junto
con mamá y se compró unos cuantos trajes cada uno con un par de zapatos importados
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de Italia. Lo mejor que podría pasarle era que el abuelo se muriera de una vez, se
acabaría la presidencia transitoria.
Llamé a casa de Jimena pero nadie atendió el teléfono. Supe que estaría junto a su padre
en el comité; fui en busca de algún consuelo. La enfermedad de un ser tan cercano
replantea muchas de las situaciones que a diario no se contemplaban, cada uno asume
un rol distinto o por lo menos disimula hacerlo. El abuelo enfermo significaba la derrota
contundente de la vida, me cansé de escuchar “justo a èl le tenia que suceder” como si
tuviera también arreglos con el “mas allá”. En el “mas acá” no encontraba por ningún
lado a Jimena, optè por regresar a casa después del atardecer, sorprendido sin disimulo
notè que las cortinas frecuentemente cerradas del comedor estaban abiertas de punta a
punta. No paraba de sonar el teléfono, las noticias malas llegan rápidamente, no faltaba
nadie que se enterarà de lo sucedido con el abuelo. El ser humano tiene la particularidad
de mostrar sus miserias una vez que la muerte decidió marcarlos de cerca, cambian las
formas, los que antes odiaban al abuelo ahora lo quieren, los que lo querían ahora lo
adoran incluso todos sus defectos se evaporan, solo falta santificarlo en vida y estaría
completa su existencia.
Si la noticia corría rápido no podía evitar llegar hasta Jimena, era la primera vez que
entraba a casa. Todos los visitantes, centraron el interés en ella, saludo alegremente
(siempre lo hacia de ésa manera) a pocos les gustó la efervescencia del saludo, asumo
que pretendían un anticipado pésame. Entramos a mi habitación, mamá entró sin
permiso no pudo contener sus ganas de conocer a la chica que compartía el mismo aire
que respirábamos. A los pocos minutos salió y nos dejó solos, se que no le agrado
demasiado, el nexo entre el exterior y ella soy yo de modo que no le gustaría perderlo
tan abruptamente. Como mi situación sobre el abuelo no era tan clara no pude evacuarle
dudas a Jimena, lo único que puedo recordar es el beso que nos dimos. No se cómo fue
ni cómo salió de cada uno de nosotros ése sentimiento, solo sé que como ese beso no
hubo otro igual. Tímidamente acaricie sus mejillas con ambas manos, nos miramos,
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sonreímos y continuamos besándonos, el tiempo que duró nuestro romance fue algo
grandioso, tuvimos que mantenerlo en secreto, ella no querría que su novio ni su padre
se enteraran de lo nuestro. Consciente de ello, asumí mi complicidad.
Nunca supe el motivo del secreto, tampoco quise saberlo mientras durò pero pasò el
tiempo y cada uno comtinuò su vida como mejor pudo.
TRAS un larga agonía el abuelo murió, las consecuencias fueron profundas sobre todo
para mamá y la abuela, se quedaron sin su timón. A la que menos le afectó fue a la
abuela, se dedico a viajar con amigas viudas, “desencadenadas” las llamaba yo y ellas
reían con cierta complicidad.
El velorio del abuelo fue horroroso por donde se lo mire, la sala estaba plagada de gente
que nunca había visto en mi vida, todos cada uno de ellos me saludaba afectuosamente
sobre todo las mujeres que acompañaban el saludo con algunas lágrimas. La imagen de
mamá tomándole la mano al abuelo no podré borrarmenla jamás de mi retina cada vez
que la vea, era la despedida. Mientras el abuelo estuvo con vida, sentía que mamá estaba
en deuda con su padre, no se entendía tanta obstinación, ella decidió todo por la
satisfacción de su padre hoy mamá depende de si misma.
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Pasè de año, segundo de la secundaria, acostumbrado definitivamente a las idas y
venidas de los profesores. Ya uno se adapta a cualquier cosa aunque no le guste, es el
futuro dicen los mas grandes. Con el abuelo descansando en paz la idea del cambio del
colegio se evaporo. Compartíamos con Jimena la banca de vocales en el centro de
estudiantes, era algo más de nuestra secreta relación. Yo estaba un poco mas despierto
con respecto al sexo opuesto trataba de ocultar mis señales de adolescencia con
mantener siempre diálogos poco comunes en los chicos de mi edad postura que a las
mujeres les atraía. No soporto mas a ésta flaca del comercial que te habla sin parar, me
decía Jimena, … no tengo la culpa yo, si ella supiera de lo nuestro tal vez se ocuparía de
no entretenerme tanto. Nada le parecía bien a Jimena, se le estaba complicando el
ocultamiento de nuestro romance, sabia que algo rápido tenia que hacer, yo se lo había
advertido… el tiempo no pasa sin sentido algo tenemos que hacer.
No se la jugaba nunca, creo que ella se enamoro de su versión cuando estaba conmigo,
si no cómo se explica tanto amor.
Pausadamente comenzaba a notar que la soledad era una buena compañía, si querría ser
escritor necesitaría de tiempo para pensar qué, cómo y dónde. La presencia de Jimena
me quitaba momentos de trabajo, me aleje tanto de ella como del partido, la
comunicación que tenía era nada mas sobre cuestiones estudiantiles. Nos separamos un
largo tiempo ella concluyó sus estudios y viajó con su padre al exterior, siempre lo tenía
pensado hacer hasta que se le dio. Semanas previas, concretamos el final, lo decidí
después de pensar acerca de nuestra relación. Le jugué una carta que ella no se esperaba
de mí, sus palabras fueron “me pones entre la espada y la pared” aludiendo a mi pedido
de separación con el novio. De su boca no salió sonido más que el del llanto que no
podía contener, era bella aun con su cara llena de lágrimas y su nariz colorada. Me
levanté de la mesa, hacía demasiado calor ese día de diciembre, y me fui a caminar sin
destino unas cuantas cuadras hasta que encontré una parada de colectivo que me llevaba
a casa. Durante el trayecto unos amigos me interceptaron, “qué le hiciste a Jimena te
esta buscando” otro me dijo “la vi y no paraba de llorar”. No contesté a nadie, sentí un
poco de tristeza, un poco de vértigo sobre mi presente. Con los años pude dar cuenta de
que el amor es una gran invitación al fracaso, todo es sublime en la primera etapa,
ningún desacuerdo se instala como principio de batalla. Luego de un tiempo toda esa
energía se transforma en arrepentimiento, pesadez, irritación, costumbre. De todas las
apreciaciones la costumbre es la que mas potente, es la que se encarga de cortar el
cordón que sostiene la guillotina. Y eso mismo es lo que ocurrió con Jimena. El amor
que tuve por ella no creo que se vuelva a revertir, dicen los expertos que uno se enamora
una sola vez, conmigo han acertado. Aquella vez nos vimos por ultima vez, le expliqué
con mas cautela mi decisión, se que no lo entendió, pero disimulo haberlo hecho. Me
abrazó largamente, me pidió perdón por no tener el valor de jugársela por mí, yéndose
me prometió que volvería.
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Confieso que el día después su ausencia percibí un gran vacío, necesitaba tenerla cerca,
algo muy fuerte nos unía no se que era pero cada segundo que pasaba el arrepentimiento
se acrecentaba.
En casa las cosas no habían cambiado demasiado con la muerte del abuelo. Mamá
continuaba con su inmensa tristeza acumulándose cada día, intenté despejarla incluso le
propuse hacer un viaje juntos pero no tuve una respuesta clara. Papá tomó el lugar del
abuelo rápidamente, mandaba a todo el mundo, trasladaba su trabajo a cada rincón de su
vida en cada ocasión no perdía la oportunidad de dar a conocer su posición. Era
sumamente envidioso, nada podían tener los demás que fuera mejor a lo que el tenia. La
relación con mamá si antes era mala ahora ya no existía, vivían juntos pero dormía cada
uno por su lado. Muchas noches escuchaba que el entraba cual adolescente ebrio a muy
altas horas de la noche era una costumbre del líder de la casa: la infidelidad era el
primer mandamiento para derramar hombría en las reuniones donde papá era el
anfitrión.
No estaba acostumbrado a ser parte del circo cotidiano de papá, pero tenia ganas de
conocer con profundidad el mundo que había obnubilado al abuelo y ahora arremetía
con papá. Entre la escuela y empresa me quedaba poco tiempo para leer y mucho menos
para escribir. Busqué una oficina, la diseñe a mi manera, siendo el nieto de mi abuelo
todos estaban a la orden del día para ayudarme, intuyo que era mi sangre lo que mas les
interesaba, la descendencia quiero decir. Si todos ellos supieran que mis ganas siempre
fueron vender esa maldita empresa que arruinó a mi familia, que acabó con mi abuelo,
que trasformó a mi papá en un sediento vampiro me ignorarían. Decidí algo que al
abuelo lo hubiera hecho feliz: ser parte del directorio activamente. Esa misma noche
converse con mamá, me aconsejó que no lo hiciera podría enfrentarme con mi padre y
seria una lucha sin fin. No me desanimé por lo menos tendría algún contacto con él
alguna vez en la vida, no seria el mejor terreno pero era el presente y había que
enfrentarlo.
Mientras cursaba, pensaba en las posibilidades que tendría para mejorar la vida de los
empleados dentro de la empresa. Me acordaba de los discursos del Che durante su paso
por el ministerio de industria, sentía una obligación moral de escuchar sus consejos.
Llegue pasadas las cinco de la tarde a mi oficina, ese día no tenia taller de modo que me
podía dedicar a recorrer un poco todo. Coincidí con uno de los muchachos de la planta
en que se necesitaban mejores condiciones laborales: Desde ropa hasta aumentos de
sueldo. Tomé fotos y las revele en un estudio de un amigo esa misma noche, secas las
colgué en mi habitación y otras las pegué sobre el escritorio de mi oficina.
Le pedí al tío que me cediera un lugar en su casa por un tiempo, compartiría con mis
primos algo mas que una relación familiar, ellos eran capaces de hacerme sentir bien
con muy poco. No tuvieron mayores problemas todos estaban contentos, allí todo se
resolvía escuchando un disco de Spinetta mientras se conversaba. Mamá no dejaba de
mandar cartas desde Europa, en un momento pensé que se radicaría en el viejo
continente pero me di cuenta de la edad que tenia la abuela y supe que mas temprano
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que tarde regresarían al país. Apreciaba la música aun mas desde que entré a esa casa,
era algo común escuchar decenas de melodías consecutivamente durante todo el día. Por
las noches leímos antes de dormir, conversábamos sobre lo leído y no quedaba más que
descansar. A veces cuando sabia que faltaría a clase me quedaba hasta el amanecer
escribiendo y leyendo todo lo que podía. En aquella temporada en la casa de los tíos
descubrí que existía un mundo alternativo desde la lectura, la realidad no era tan real, el
sentido de la vida se profundizaba en las letras que ingresaban en mi interior. Desde la
muerte del abuelo era otra persona, libere todos los prejuicios que me había inculcado
desde muy pequeño cuando decidió por cuenta propia “apropiarse” de mi vida para
transformarme en su heredero.
Elecciones en el centro de estudiantes, me postule como vocal en una lista del partido
obrero. Ganamos ampliamente, los jóvenes de ése tiempo no estaban muy involucrados
en política, no les interesaba casi de nada de lo que sucedía dentro ni fuera de la escuela.
Era difícil convocar a reuniones, pocos querían participar y esos pocos se veían
influenciados por los profesores que no acompañaban todos los reclamos. Salían a las
calles con nosotros cada vez que le tocaban el bolsillo pero de otra manera les costaba
mucho dejar de dar clases. El tío me decía con respecto a esto que la dictadura se había
encargado de generar el clima de hostilidad en la gente joven, atemorizaron con muertes
a las generaciones futuras, acabaron con los sueños de muchos, me decía consternado.
Cuándo hablaba sus gestos eran similares a los de su hermano (mi papá) tenia las manos
grandes, acostumbraba a golpear la mesa cada vez que terminaba una frase. Pocas veces
lo vi con otra ropa que no sea una camisa azul y un pantalón del mismo color, tenia
docenas de parejas de prendas del mismo tipo. Llegaba de la fabrica se bañaba y se
cambiaba de ropa, ponía la pava, me daba algunos mates hasta que agarraba el diario y
se lo devoraba en un rato.
Eran la noche y el día con papá, cada vez que conversábamos sobre él se le llenaban los
ojos de lágrimas. Creo que se querían a la distancia pero ninguno de los dos aflojaba
con la disputa que tenían, que de paso nunca supe cuál era pero pasaron años sin verse
hasta que los unió obligatoriamente la muerte de su madre y después la del padre.
De todo lo que me contó el tío sobre papá nada fue ofensivo ni denigrante hasta logro
con sus palabras enternecerme un poco, empresa que no es nada fácil en mi. Pensé a lo
largo del día si hubiese sido al revés papá hubiese llenado de insultos a su hermano.
Esa noche tenia que terminar algunas laminas que debía de dibujo, decidí quedarme
pasada la medianoche trabajando, alternaba un poco con la lectura cuando estaba
cansado y así terminé. A la mañana siguiente me despertó el incesante sonido del
timbre, supuse que me encontraba solo en la casa. Con un slip que cubría tímidamente
mi sexo bajé la escalera y sin pensar en nada abrí la puerta. El sol de la mañana me
encandilo, no vi bien quién era. Abrí, distinguí una silueta femenina. No me equivocaba,
los ojos mas bellos del universo me miraban esperando reacción alguna. Hola me dijo
soy… ah cómo estás, contesté, te acordas de mi, claro te vi varias veces en las reuniones
en el partido- al principio fingí que la conocía, después me di cuenta de quien era. Me
buscaba para que la ayudara a recolectar información sobre la revolución cubana, mi
primo le sugirió que me consultara. Me sorprendió el pedido, era algo raro que alguien
me buscase para colaborar con un tema por demás estudiado por gente del partido. Temí
que era una broma de mal gusto de mis primos pero conversamos hasta el anochecer
hasta que llegaron mis tíos y todo se esfumo.
Esa misma noche conversamos antes de dormir sobre ella, cerré los ojos pensando en la
próxima cita, seria en su casa el sábado por la tarde.
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La noche más extensa, la de más intensidad fue con ella. Llegué pasadas las diez, una
leve brisa despeinaba mi cabellera, sugerido por mi primo compré en el camino un ramo
de rosas. Antes de anunciar mi llegada respire profundamente para contener la mezcla
de ansiedad y de arrepentimiento que tenia en ese momento. La percepción de la broma
casi estaba descartada, parado en la puerta de la dirección acordada toque levemente el
timbre. Tenía un vestido típico de los años sesenta, colorido, su pelo húmedo y recogido
desprendía un encantador aroma a hierbas. Estaba descalza, su altura era llamativa para
una mujer pero su creador se había encargado de compensar toda su figura de acuerdo a
ella. Cualquier hombre quedaría encantado con su simetría.
Pasamos a la sala principal de la casa, me di cuenta que estábamos solos, pregunté por
el resto de la gente y me respondió moviendo su mano varias veces hacia la puerta
insinuando que se habían ido. Subimos a su lugar de trabajo diario, era un poco oscuro
para mi gusto, la luz de la luna le daba un clima romántico pero no era el ideal para
charlar sobre Cuba menos de su revolución. Bebimos mucho y comimos poco. No se a
que hora terminamos de charlar de nuestras vidas pero recuerdo que el amanecer nos me
sorprendió despierto contemplándola. Era tan bella dormida como lo era despierta,
incontables fueron las veces que pasé mi dedo índice sobre todas las curvas de rostro.
Me mostró una vez mas el color de sus ojos, la bese con tantas ganas que no pude evitar
decirle cuanto lo necesitaba. Ella tenía unos años más que yo, vivía con sus padres pero
se la pasaban viajando al exterior a casa de uno de sus hermanos.
Hicimos el amor al amanecer, desnuda se levantó a buscar el paquete de cigarrillos que
había dejado sobre la mesa. Mientras volvía aprecie un extenso lunar sobre su cintura
que terminaba de redondear su perfección. Ya nada seria igual, con nadie más sentiría lo
de aquella noche. Fumé, casi me descompongo (era la primera vez), reía como loca, le
sugerí que bajara el tono de sus carcajadas, no solo desoyó mi sugerencia sino que
encendió el equipo de música sin importarle la hora que era. Si no les gusta que se
vayan, me respondió sobre los vecinos del lugar, creo ninguno tendría ganas de tocarle
el timbre con tremendo carácter.
Cuando desperté me dolía la cabeza, me duche y al rato cedió la jaqueca. Ella dormía,
tomé un café en la cocina y pensé en Jimena. Por primera vez alguien me había hecho
olvidar su existencia, el amor no da respiro cuando uno piensa tenerlo controlado vuelve
a sorprender. Creí que Jimena seria lo mejor pero me di cuenta que siempre hay algo
mas para conocer, vivimos en permanente cambio. Tomé un libro de su biblioteca,
recuerdo que era sobre la vida de Perón, releí algunas paginas y luego pasé a otro
también de Perón pero analizaba la relación con los trabajadores. Con tanto peronismo
no entendía tanto comunismo. Me sorprendió revisando su tesoro, pienso que no a todos
les contenta que le desordenen su biblioteca pero hasta ese momento le da daba todo por
igual. Si le decía que me llevaría la colección de libros de Borges seguro que no pondría
oposición. Desayunamos cuando deberíamos estar merendando, no salimos para nada
afuera de la casa. Mamá y los otros deberían estar preocupados, estimo que mi abuela
abra hecho la denuncia policial por mi precoz desaparición. Llamé, me atendió la
empleada domestica mas antigua, avísale a mamá que estoy bien a la noche regreso.
Rápido oscureció, me cambie pedí un remis y regrese a mi cotidianeidad. Ya no era el
mismo, las fibras de mi corazón eran más resistentes, supe al salir de allí que tendría una
historia para escribir la más inesperada tal vez la menos buscada.
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Pasaron los meses, mi vida se había transformado poco a poco en un excelente
pasatiempos. Trataba de escribir lo mejor posible, un escritor famoso decía en una
entrevista que aunque el escrito sea malo había que entrenarse de modo que tomé su
sugerencia como algo religioso. Todos los días ejercitaba, algunas cosas eran
sumamente interesantes, otras mejor no decirlas. Me acostumbré a publicar notas en el
periódico del centro y además corregía los guiones que Victoria realizaba, ese era su
nombre. La primera vez que lo oí me pareció un poco antiguo, con el paso del tiempo y
conociendo su historia di cuenta de que le cabía como a ninguna otra.
Una noche de verano, el mismo día que la aprobación de un examen de matemáticas me
posibilitó pasar al próximo año de la secundaria mi vida como escritor cambió.
Acompañé a Victoria hasta la puerta de su casa en la calle Lacarra, cerca de Av
Rivadavia, camine a la parada del colectivo y vi a dos señoritas bastante atractivas que
estaban paradas en la esquina de la calle Goya. Con las manos en los bolsillos del
pantalón me acerque para poder apreciarlas mejor. Una de ellas era mas grande que la
otra, parecían hermanas por su similitud física. La parada se llenaba de gente por la
demora del colectivo y las chicas continuaban paradas en el mismo lugar. Sin quitar la
vista vi que se acercó un auto blanco con vidrios polarizados. Se subieron, el auto se
movía como si desde su interior se balanceaban desenfrenadamente. Las personas que
daban cuenta de la situación miraban forzosamente para otro lado. Algunos paraban el
colectivo que esperábamos todos pero los más curiosos perdimos la oportunidad de
subir. Ya era de noche, la tormenta que anticipaba en pronóstico meteorológico
comenzaba a aparecer, por el momento era solo fuertes ráfagas de viento, pero se veía
que desde el sur se aproximaba un cielo oscuro y seguramente ruidoso.
Para ver con mejor exactitud crucé Rivadavia y me coloque debajo del techo del bar que
estaba en la esquina. Mientras lo hacia intenté ver algo dentro del auto pero no pude, los
vidrios eran tan oscuros que nada se podía ver. La lluvia no aguanto mas, densos
chaparrones complicaban la visión y el andar de vehículos y peatones. Pareciera que las
chicas estaban esperando ese mismo momento para poder salir del auto sin despertar
sospechas. Cada uno que pasaba por ahí, solo se ocupaba de resguardarse del viento y
del agua que caía intensamente. El semáforo que ordenaba el transito de la avenida cayo
desplomado luego de ser vencido por las ráfagas. Semejante estructura arrastró los
cables de la luz y en el mismo momento de la caída una gran parte de Rivadavia se
quedo sin energía eléctrica. La única guía eran las luces de los vehículos que habían
quedado atrapados con la caída del semáforo y los cables. Aprovechando la oscuridad,
corrí con precaución hasta el auto blanco, miré para adentro sin poder visualizar algo
nada claro, solo vi una sombra. Golpee el vidrio del acompañante y no recibí respuesta.
Sin vacilaciones abrí la puerta y vi algo que nunca olvidare: sobre el asiento del
conductor un hombre yacía sin vida completamente desfigurado, alrededor de él su
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sangre derramada desprendía un aroma fuertemente acido. Impactado y apurado por las
sirenas de la policía cerré la puerta y caminé en estado de shock a la casa de Victoria.
Le conté todo lo que había visto, al principio no me creyó, pero le insistí tanto con ir al
lugar del hecho que no se si por miedo o por mi cara de espanto dio crédito a lo que le
contaba. Estábamos a la luz de las velas. La llovizna constante era signo de que las
condiciones climáticas continuarían empeorando. El viento tomaba impulso a cada
momento, no quería que se olvidaran de él tan apresuradamente.
Le prometí a Victoria que volvería tan pronto como pudiera, necesitaba saber qué había
pasado con el auto. Me prestó un piloto de su padre, antes de salir se quedó mirándome
por un momento, sin mas palabras me dijo: te acompaño, le aconseje que se quedara al
resguardo del peligro que provocaría una nueva tormenta, no me importo. Salimos para
Rivadavia cada uno con una linterna, la calle parecía abandonada, árboles caídos,
carteles publicitarios destruidos, autos flotando en las calles era una parte de lo que el
paisaje mostraba. Temí por nuestras vidas, sobre todo por la de Victoria ella era más
débil, más temerosa y eso nos podía jugar en contra. Un solo patrullero custodiaba parte
del caos, dos oficiales montaban guardia en la puerta del banco. Armados fuertemente,
detrás del pasamontañas que tenían solo se distinguía parte de sus ojos. Un camión de
emergencias junto a un grupo de bomberos se encargaban de evacuar a quienes no
podían trasladarse por sus propios medios. Nosotros estábamos muertos de frió, Victoria
quería volver, sus labios tan atractivos en todo momento lucían un color violáceo a
causa de la baja temperatura que tenia en su cuerpo. Caminamos unos metros más hasta
que uno de los oficiales gritó: ¡deténganse ni un paso más! , nos detuvimos miramos al
uniformado y quedamos perplejos esperando ordenes.
Adonde piensan ir- preguntó- necesitamos velas señor- se me ocurrió decirle- diríjanse
al auto bomba, allí les proveerán lo necesario para pasar la noche.
El oficial parecía mas preocupado por la custodia del banco que de nuestras vidas
incluso la de el y la de su compañero.
Volvimos a la casa de Victoria, la ciudad estaba totalmente anegada. Mamá y el resto de
la familia estaría preocupada por mi ausencia pero nada se podía hacer. Con lo poco que
quedo de pilas en la radio nos enteramos que las tormentas generaron un gran problema
para la ciudad y sus alrededores. El estadio de Vélez Sarfield era utilizado para reclutar
evacuados. Nosotros pasamos horas durmiendo después de la tensión, comimos algo y
salimos a ver con la luz del día como estaba todo. Lo primero que vi fue el auto blanco,
la avenida continuaba cortada, los árboles caídos estaban siendo movilizados por
grandes grúas. Abrí sin más dudas la puerta, Victoria no quiso mirar. Metí la cabeza
para ver con claridad pero nadie estaba dentro. Memorice el número de patente no lo
olvide jamás: CRV 327.
Una semana después de las inundaciones, todo volvió lentamente a la normalidad,
excepto las casas destrozadas por las ráfagas de viento. Algunas familias continuaban
viviendo en las iglesias o en hoteles cercanos a sus domicilios por un largo periodo.
Llama la atención en estos casos la capacidad de muchas personas de acomodarse
rápidamente a la situación traumática que viven, en su mayoría se convocaban para
recibir ayuda del estado o de algún responsable que se hiciera cargo de los destrozos.
En casa casi nada ocurrió, solo que uno de los chóferes se fracturó una pierna al intentar
empujar el auto antes que el agua lo tapara. Mama estaba confusa, al no enterarse de mi
vida sentimental no entendía cómo estaba en la casa de Victoria sin la presencia de
Jimena. Se lo expliqué con pocas aclaraciones, para que lo entendiera, se disgustó un
poco (me di cuenta por su forma de entonar las palabras), ella quería a Jimena pero yo
ya no tanto. Le conté algo sobre mi nueva novia pero no hubo caso, creo que intuyó en
su mas profundo ser que había llegado el día en que otra mujer seria dueña de mis
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suspiros. Históricamente a las madres les cuesta compartir su cría, cela, remarca el
territorio y a través del tiempo, ya cansadas por las andadas se resignan a terminar sus
días. No atendí mucho a lo que me dijo papá al respecto, él simplificaba a la relación
con la mujer en un simple acto sexual y nada más. Comprendí escuchándolo cuales eran
las causas de la horrorosa pareja que conformaba con mamá. Nunca logré entenderlo del
todo, me parecía extremadamente vulgar, con la manija de la empresa en sus manos
creia entenderlo todo.
BUSCAMOS en Internet la patente, pero no hallamos una sola pista. Lo seguro era que
a esas chicas las volvería a ver pronto, vivían en el mismo barrio que Victoria. Comencé
mis investigaciones apresuradamente, tenia que saber qué había sido de ése cuerpo, cuál
era el motivo de tanta agresión. Comprendí que de alguna forma, fui invadido por una
amplia curiosidad sobre casos en donde la policía no puede resolver el caso y busca
silenciosamente la ayuda de detectives. Durante un mes seguido leí todos los diarios que
llegaban a casa, le pedí al canillita que me los enviara lo más temprano posible de modo
que me los pudiera llevar a la escuela para leerlos en los ratos libres. La única que me
acompañaba en esta aventura era Victoria, le interesaba la investigación sobre todo el
destino del cuerpo, su mayor deseo era ser médica forense. Horas pasábamos sacando
conclusiones pero no llegábamos a nada claro ambos estábamos confundidos. Cada cosa
que me parecía cercana al hecho lo escribía y junto con el escrito depositaba alguna
prueba para que tuviera sustento lo explicitado. Buscaba algún recorte periodístico,
confesiones, y hasta avisos fúnebres que me parecían (pura intuición) semejantes al
hecho.
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El día que podría haber conocido a los padres de Victoria, no se por que razón pero en
los instantes previos mi cuerpo temblaba como una hoja atacada por los peores vientos
de las noches invierno. La cita era en un lujoso restaurante porteño no recuerdo el
nombre. La puerta principal era muy grande, dos porteros revisaban la reserva y
posibilitaban la entrada a los comensales. Sus rostros parecían de piedra eran
temerosamente ampulosos, por sus diminutos gestos se los veía desagradados de estar
allí. Vi que cada uno de los comensales le dejaba algo de dinero como forma de
agradecimiento por la cortesía, en los que pude ver fueron “galardonados” con el mismo
importe que gasto para un almuerzo y merienda en la escuela. Dicho sea de paso nunca
asimilé el acto de la propina o el agradecimiento, me parece una especie de limosna
legalizada. Si alguien tiene que premiar solo lo hace con dinero, créanme que el
comentario no es de tacaño pero apesta agradecer con dinero.
Era mas tarde de la hora que habíamos pactado con Victoria, para no desentonar arribe
al lugar media hora antes de lo pactado. Una leve brisa ensuciaba mis ojos de partículas
de suciedad a pesar de tener los anteojos como resguardo. Encendí un cigarrillo, ya se
me había echo costumbre, creo los nervios y la ansiedad me empujaban a fumar.
Mientras lo hacia pensaba en el olor que me quedaría en las manos y lance el cigarrillo a
la calle con tanta mala suerte que alcanzó el vestido de una señora que entraba al lugar.
No tenía mas formas de pedirle disculpas, no me hablo, estaba enfurecida. La gente que
frecuenta ese tipo de lugares percibe rápidamente cuando alguien no es de su clase; y yo
no fui la excepción. Caminé constantemente de esquina a esquina, empecé a sospechar
que algo raro pasaría con Victoria y sus padres. Me paré cerca de una de las ventanas
del restaurante, no pude ver nada claro. Cruce la avenida llame a casa de Victoria pero
no me atendió nadie, era extraño que ni la empleada domestica se acercara a responder
la llamada. Poco antes de irme un hombre alto con prolijos bigotes me hizo señas para
que fuera hacia donde el se encontraba; fui. En el trayecto pensé de todo, fue largo ya
no sabia si mirarlo a los ojos o que. Pasamos al interior del recinto, una hermosa música
completaba la calidez de los colores y de las gentes que allí cenaban. Quedé solo por un
momento en el hall de entrada, me invadía la incertidumbre sobre la intérprete que
cantaba tan bonito nunca lo había oído antes a pesar de que en casa siempre sonaba
buena música. El maître me dijo que mi cena estaba servida en la mesa 19, mientras
hablaba revisé con mis ojos los números de las mesas pero no pude ver la que me
correspondía. Sorprendido seguí al mozo que me atendería esa noche, intente explicarle
pero fue en vano parecía sordo, asentía todo con la cabeza. Si llegara a contar esto a mis
amigos no me creerían.
Comiendo sospechaba de todo lo que ocurría a mi alrededor. La verdad es que pocos
muy pocos cenan solos un viernes y en semejante lugar, la intriga de ese sector era yo.
Nada sabia de Victoria me asustaba no saber de ella.
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Tenia sueño ya quería regresar a casa a descansar, a la mañana temprano me esperaban
las interminables clases de análisis matemático. Cuando intenté pedir la cuenta de lo
consumido se acercó el maitre a la mesa. Se inclino y me dijo en un castellano
dificultoso que todo estaba pagado por el Dr Lamas (el padre de Victoria). Antes de
dejar la mesa me ofreció un café y acepte quedarme un rato más. Me acerqué al baño
que estaba en el primer piso, la música seguía sonando cada vez mejor. Me topé con
varias damas que me miraban como si estarían viendo a un fantasma, una de ellas sonrió
al pasar me sorprendí pero no di lugar a especulaciones. Note que algo estaba mal. Mi
costumbre de mirar al piso cuando camino no dejó ver a mis ojos que el pasillo por
donde caminaba me llevaba al baño de mujeres. Retomé el camino que me llevaria al
baño correspondiente. Cauteloso para no volver a equivocarme camine pegado a la
pared hasta la escalera. Antes de ingresar al pasillo correspondiente vi que dos mujeres
llamativas por su vestimenta subían. Disimule ver unos cuadros para poder tenerlas
cerca. Una de ellas me miro y un gran escalofrió corrió por toda mi humanidad. Recordé
el lugar instantáneamente: sin dudas precisé que eran ellas. Ansiaba estar con Victoria
en ese momento para que las pudiera ver para que pudiera conservar sus caras si algo
me pasara a mi. Pensandolo bien seria muy raro que dos asesinas cenen placidamente en
un recinto publico aunque por lo visto nadie las conoce. Lo único que atine a hacer fue
entrar al baño para disimular el viaje por el pasillo, no quieria levantar sospecha del
grandulon que custodiaba la subida y la bajada de los comensales. Era difícil perderlas
de vista la mas alta reía a carcajadas sin importarle el entorno que la miraba con malos
ojos. Decidí esperarlas afuera, cerca de la salida pero en un bar contiguo que daba a la
calle Mejico. Antes de entrar llame nuevamente a casa de Victoria, esta vez me atendió
el chofer diciéndome: “la señora sufrió una descompensación”, y termino: “le diré a la
señorita que la ha llamado”. Desistí de ayudas. Salieron con dos hombres mayores
subieron a un auto y se fueron sin dejar rastros. Los seguí con la vista hasta donde pude
pero giraron a alta velocidad. Algo dentro mío decía que tenía que ir al lugar donde
habían girado. Casi nadie caminaba por las calles, las nubes negras pronosticaban
lluvias. Tal como lo sospechaba el auto estaba detenido a mitad de cuadra con las
balizas encendidas y el motor apagado. Miré con disimulo el interior del vehiculo, pude
ver la cara del conductor desfigurada pero no vi a su acompañante. Mi corazón latía
como nunca antes, encendí un cigarrillo para calmarme un poco pero fue en vano, es
mentira que aplaca los nervios es una justificación mas de los que no admiten que el
vicio los domina plenamente. Pensé-si abro la puerta del auto mis huellas digitales
quedarían allí tal como me había precavido Victoria, después de un largo rato de girar
sobre la misma manzana vi que una patrulla de la policía merodeaba la zona no le di la
debida importancia que le daría un testigo de un hecho como el que cuento. No estaba lo
suficientemente convencido de las que yo considero fuerzas del desorden.
Antes de regresar pasé por la puerta de la casa Victoria, solo una luz estaba encendida y
era la del mayordomo. Intenté cruentamente comunicarme con el pero mis actos
despertaban sospechas de quienes caminaban por allí; desistí. Mientras caminaba sentía
que alguien me estaba siguiendo, el ascenso de mis pulsaciones eran la mejor
explicación de mi estado mientras andaba. Cambié el recorrido, gire hacia la derecha y
retomé mis pasos hasta ver nuevamente la luz del dormitorio. Nadie estaba cerca mío,
sin estar del todo tranquilo, emprendí nuevamente mi camino.
Regrese a casa poco antes del amanecer, necesitaba descansar de modo que fui directo a
dormir pero no pude hacerlo. Fui a la biblioteca del abuelo, desde su muerte no había
entrado. Confieso que en el fondo lo extrañaba, seguramente él podría ayudarme con la
investigación de los asesinatos en los autos. Aquella vez leí tanto que quede
desparramado sobre el corpulento sofá hasta que la voz de mamá llamándome me
21
despertó. Conversamos sobre las vacaciones mientras tomábamos granadina con soda.
Le dije que estaba pensando en otros tipos de viajes a lo que me contestó que era muy
chico para viajar solo. En nada concreto acabamos, pero era común entre nosotros. Se
fue asegurándome que iríamos todos juntos luego de las fiestas de navidad y año nuevo.
Revise todos los cajones del escritorio y encontré una vieja cámara de fotos con varios
rollos vírgenes, y otros para revelar con nombres y fechas poco legibles. Entendí que
esa cámara podría ayudarme a retener escenas que hoy solo las contiene mi memoria.
Ese fue el primer instrumento que utilice en mis investigaciones: una cámara de mi
abuelo.
EN CASA DE Victoria discutimos sobre la noche anterior sobre los riesgos que había
corrido al acercarme al automóvil. Me culpo en varias oportunidades de ser un
descerebrado, arriesgaba mi vida-continuó- por los conatos de detective que habían
aflorado últimamente en mí; le di la razón tampoco era un personaje de una historia
ficticia que recuperaría todo luego del término del rodaje. Cuando su bravura ceso
compartí mi hallazgo con ella, tanto le gusto que me hablo de un primo suyo radicado
en Punta del Diablo que era fotógrafo profesional. Me prometió que lo contactaría para
que nos ayudara.
De más esta decir que gastamos todos los rollos nuevos fotografiando cada cosa que se
nos cruzaba frente al lente. Esa misma tarde revelamos todo lo que teníamos.
Compramos álbumes grandes para que ninguna quedara sin su fecha y descripción. Esa
misma tarde nació nuestro archivo fotográfico.
La cámara pasó a ser parte de mi cuerpo, a todos lados me acompañaba. A raíz de esto
tomé la dirección de fotografía del centro de estudiantes cuya creación fue plenamente
mía y de Victoria que se había sumado a colaborar con nosotros.
Cuando quisimos darnos cuenta de las fotografías que poseíamos estábamos a cargo de
una exposición sobre deportes escolares muy concurrida por vecinos, padres y
estudiantes de la zona.
Sabíamos con Victoria cuales eran las fotos que mas nos interesaban de modo que nos
pusimos a trabajar. Me anticipó algunas posibilidades sobre la instalación de una sala de
trabajo dentro de su casa. No me gusto la idea ya que podrían descubrir algo sobre
nuestra investigación pero no desestimé nada de la propuesta que no era mala pero si era
por el momento peligrosa.
Decidimos que el primer paso seria montar guardia en las cercanías del restaurante,
estábamos seguros de que las mujeres volverían a actuar. Necesitábamos acomodarnos
en algún lugar donde no despertáramos sospechas, era tentador el cartel del banco que
estaba en frente de restaurante pero era peligroso para nosotros por la cantidad de
cámaras que monitoreaban la zona y sobre todo por la extensa altura que tenia el cartel.
El primer día de la investigación a Victoria se le ocurrió cenar allí. Comimos un
exquisito plato de mariscos acompañado de un sabroso malbec. Nada resultaba
sospechoso hasta ese momento. Casi con el postre terminado Victoria me pateó las
piernas con las de ellas avisándome que su padre había llegado al lugar con su madre.
¡No!-grite y todos me miraron con mala cara- pedí disculpas pero no las aceptaron. El
gran problema era que justificación le pondríamos a la cena. El maître dio a conocer
nuestra presencia y trajo a los señores a la mesa. Mi respiración estaba en alza, mi
torpeza incontrolable hizo que derramara la copa de vino sobre el mantel netamente
blanco cuando quise saludar a uno de los padres de Victoria. Todos reímos pero yo
querría estar en la Antartida en ése momento. Aprendí con el tiempo que en ese tipo de
22
situaciones soy difícil de controlar, más aun con algo de alcohol en la sangre. Con un
hábil dialogo Victoria disminuyò la tensión del encuentro comencé a sentirme algo
mareado. Nunca había tomado tanto vino en tan poco tiempo, mi estomago estaba
revuelto era hora de ir a casa pero cómo lo haría si la noche recién empezaba. Bajé las
escaleras y tomé el bolso con la cámara y con permiso de los comensales salí a fumar.
Cuando la puerta se abrió el aire fresco me mareo aun mas, me senté en la plazoleta
frente al restaurante me asaltaron las ganas de vomitar, pero pude aguantar. Estaba ebrio
ese fue el mas preciso diagnostico. Victoria cruzo para asistirme y casi se desmaya de la
risa al verme en ése estado. Caminamos un rato por las calles del centro. Tomé un polvo
efervescente y a los pocos minutos comencé a sentirme un poco más reconfortable.
Entramos con prisa, nuevamente la sagaz lengua de Victoria me salvaba por un rato.
Dentro de mi cuerpo sentía que todos mis órganos se habían declarado la guerra
mutuamente y de nada servirían las órdenes de mi cerebro, que poco podía controlar,
para disimular mi malestar.
Gracias a un corte de energía, tuvimos que evacuar el salón. Nunca pensé que me
alegraría tanto un apagón como el de aquella noche; la ciudad saturada de edificaciones
comenzaba a dar señales de que mucho mas no podía tolerar. Recuerdo que las
empresas constructoras derribaban viejas casonas para levantar inmensos edificios
generando un gran caos habitacional. Las luces de los autos eran las que alumbraban las
calles, nos apuro su padre para que entrásemos a su auto le resultaba sospechoso el
apagón nocturno, era de los que temían alguna sublevación popular. Mis pies seguían
helados, la primera misión resulto fallida-pensaba- mientras Victoria dormía apoyada en
uno de mis hombros. Unos hombres salieron cuando el portón de la casa se abrió, dos se
mantenían adentro cerca de la puerta principal de la casa. Se acercaron al auto y
abrieron las puertas para que pudiéramos bajar cómodamente. Uno de ellos después de
mirar a su jefe se rió al verme bajar, pienso que el padre de Victoria no creyó el cuento
de la comida en mal estado y se dio cuenta de que estaba bajo los efectos del alcohol.
Insistí en regresar a mi casa pero la madre me ofreció el cuarto de huésped para
descansar por esa noche tuve que aceptar aunque no tuviera ganas de quedarme allí. La
casa era una fortaleza en cada rincón no faltaban las cámaras de seguridad ni las luces
de las alarmas por si alguien estaba en donde no tenia que estar. Quede solo en el living
hasta que llego Victoria me trajo un jarro de café para despejarme por completo. Había
olvidado mi cámara en el auto me preocupé y fui a buscarla. Salí al patio y una luz me
alumbro la cara: -¿Qué necesita señor?- escuché que alguien decía- Me olvide la cámara
fotográfica dentro del auto- respondí con cautela- Se la llevaré ni bien la encuentre
E·····- Sabia mi nombre no recuerdo habérselo dicho antes. Entré.
No dormí en toda la noche escuchaba pasos continuamente, cuando alguno de los custodios dejaba de
caminar era porque hablaba por un radio teléfono con alguno de sus compañeros. Sin flash no pude
fotografiar demasiado los movimientos del patio pero no me arriesgue a que los sabuesos me
descubrieran. Dormitaba, cuando sentí la voz del padre de Victoria que salía de la casa esta vez conducido
por un chofer y dos guardias. Fotografié toda la secuencia matinal.
Uno de los custodios se acercó a él e hizo una rara reverencia similar a la que usaban los nazis entre ellos.
Me asusté un poco, temí no estar en el lugar indicado. Por las escaleras escuché que Victoria se dirigía a
la habitación en donde estaba supuestamente descansando. Entró sin ningún permiso lanzándose hacia mi
humanidad como nunca lo habría hecho antes.
¡Cuánto tiempo sin verte corazón!- me dijo extasiada de alegría-
No pude responderle de la misma manera, me encontraba todavía anonadado por aquel saludo de su
padre.
Entró su madre y nos pregunto si deseábamos acompañarla a almorzar fuera de la casa, decidimos que
saldríamos en poco más de media hora cuando ya estemos preparados. Le explique a Victoria que no
tenia ropa para ponerme una vez duchado, preferiría regresar a mi casa a vestirme. Así fue pero me
acuerdo que ella me mostró unas fotos de su infancia presentándome a su hermano residente en Alemania.
23
Mejor no podía haber resultado mi interrogante a su padre lo saludan como a un jefe nazi y su hermano
vivía en Alemania.
En casa armé toda la secuencia de fotos pero a pesar de tener buenas imágenes nada se relacionaba con
nada. Entendí que era el momento para acercarme a papá, necesitaba de sus contactos para sacarme
algunas dudas.
Me acerqué a la oficina que antes ocupaba el abuelo, el aspecto era el mismo pero el aire que se respiraba
allí era el mismo que se notaba cuando papá estaba cerca de mí. Como casi siempre su secretaria o
amante me dijo que una reunión lo demoraría, esperé dentro. Su secretaria o amante no le costaba mucho
hacerme sentir como un intruso en mi propio terreno, no me importaba al fin de cuentas yo soy el único
heredero, ella sabe que muy pronto seré “el rey” si el viejo no funde todo antes de tiempo. Luego de un
rato llego disculpándose de la demora, su camisa estaba mal abrochada presiento que la reunión fue tan
intensa que se tuvo que sacar la ropa. Le conté rápidamente que era lo que necesitaba, muy a su estilo
cobardemente trató de evadirme pero no lo deje. Lo mantuve entre las cuerdas unos cuantos rounds, al no
poderse correr cedió, gane por Knocout. No fue fácil pero cada vez que le recuerdo lo que se sobre todas
sus andanzas nocturnas es capaz de darme su vida, característica de mediocre. Quedamos en vernos esa
misma noche cerca de casa para que mamá no sospechara nada, antes de irme le sugerí que se limpiara la
marca de pintura labial sobre su cuello. Salí con la certeza de que los amigos de papá me ayudarían a
buscar alguna pista sobre el auto y las chicas.
Después de explicarle todo se opuso a prestar colaboración, el siempre se movió cerca de personajes
sospechosos, oscuros pero con importantes influencias. Le insistí hasta el hartazgo, solo le pedí una ayuda
para poder identificar a esas dos personas que tanto me intrigaban. Llegaron incesantes llamados de
mamá al teléfono de papá, sagaz para mentir, le sugirió a mamá que nos esperara cerca de la estación de
tren para cenar juntos.
Con Victoria asistimos a una reunión en la empresa sobre desarrollo industrial y otros temas no tan
importantes para nosotros. Antes de comenzar papá se acercó tanto que le sentí el aliento caliente que
salía de su pastosa boca, “hoy vas a conocer a alguien que te puede ayudar”, mirándolo con cara de
inexpresiva se sentó en la silla que antes ocupaba el abuelo. Nada entendía de lo que hablaban sobre el
desarrollo industrial y todo lo que necesitaba una nacion como la nuestra. Si pude comprender que cada
uno de los señores allí sentados se odiaban entre si, se miraban alienados unos a otros, los unía solo una
cosa: la codicia. Al termino de la reunión me acerqué al la sala donde me esperaba Victoria, en eso entró
papá, son golpear como es su costumbre, con unos señores vestidos de trajes oscuros me hizo acordar a la
famosa película Buenos Muchachos de Scorsese. Algo me pareció familiar en la cara de uno de ellos,
antes de identificar su rostro, detrás suyo se asomo nada menos que el padre de Victoria. No podía creer
tremenda coincidencia, tome mi valija y saque a Victoria casi de los pelos, me dirigí al ascensor del
subsuelo para que pocos me vieran. Tropecé sobre uno de los escalones, rodé hasta la planta baja sin
posibilidad de freno, uno de los guardias de seguridad me ayudó, sin saber quien era yo o por lo menos
eso creí. Le conté a Victoria sobre la llegada de su padre y no salio de su asombro, no del todo
convencida bajó al estacionamiento para ver si allí estaba el auto de su padre. No hay nada me dijo casi
sin aire, esperemos cerca para verlo salir. Era el mediodía y todavía no había salido nadie, teníamos
hambre pero uno de nosotros tenia que mantener la guardia, decidí quedarme con la cámara para
fotografiar el auto. Victoria no había cruzado todavía la avenida cuando la puerta de garaje se abrió,
esperé dentro del hall vidriado ocultándome de que alguien me reconociera. Gatillè varias veces para
poder apreciar luego la mejor foto, creyendo que nadie miraba di un paso hacia fuera del hall y di con la
cara del padre de Victoria, la fortaleza de sus ojos me impidieron seguir con las tomas. Se que me vio, no
podía ocultar mi temor, estaba en un problema. El semáforo los detuvo en la esquina, se que también vio
a su hija y ella lo vio a el, sorprendida se lanzó al auto pero la luz verde no le permitió acercarse mas.
Almorzamos en un banco de una plaza cercana a la empresa, lo hicimos en silencio contemplando el gran
caos que es el centro de la ciudad los días laborables. Es increíble, recuerdo que las personas ingerían
alimentos caminando sin parar con sus rostros desvirtuados, fuera de si, inmersos en sus propios
problemas, cubiertos del gran bullicio citadino. Nosotros dignos de rechazar semejante caos marchamos
hacia algún lugar adonde podamos compartir nuestras ganas de amarnos, recuperar energías y pensar cual
será nuestra próxima coartada.
Tenia en mi buzón extensos mensajes de papá preguntando sobre mi paradero, todavía no habíamos
decidido nada de modo que no le contesté. Acompañe a Victoria a su casa, preferí no entrar, nos
despedimos sin querer desprendernos, intuíamos malos augurios, pero fiel a nuestras buenas nuevas nos
besamos una vez mas. Encendí un cigarrillo, una vez que llegue a la parada del colectivo, la noche era
agradable, poca gente transitaba por esas calles a esas horas, solo se veían las garitas de la custodia en
cada esquina y de lejos se escuchaba la radio de los albañiles que trabajan de noche en la obra cuyo dueño
24
era el padre de Victoria. Allí enfrente estaba la parada, sentí ganas de cruzar a ver, después de todo yo era
el novio de la hija del dueño. Me asomé con cautela, revise por una hendija como estaba todo allí dentro,
vi que seis o siete muchachos compartían una cerveza, reían sin parar parecían animales desquiciados.
Aproveche la distracción y entré agazapado sin que nadie me viera para fotografiar a los muchachos
bebiendo en pleno trabajo. Un gran error que cometí aquella noche fue no haberle quitado el flash a la
maquina, en cuestión de segundos los obreros se levantaron tan rápido que me dieron tiempo a tomar mi
mochila. Escuchaba insultos tras insulto, salí a calle sin saber para donde ir, mire hacia atrás pensando
que el colectivo pasaría pero ya no había nadie esperando en la parada. Tome por el recorrido mas
cercano a la casa de Victoria, casi me atropella un taxi del susto me cai, con ventaja los albañiles casi me
alcanzaban hasta que sentí un estruendo muy potente tanto como el ardor en mi brazo derecho, seguí
corriendo pero ya nadie lo hacia. Reduje la velocidad de mi marcha, me sentía empapado, extenuado, me
tirè a pasos de la puerta de la casa de Victoria, cuando pude ver mi remera me di cuenta de que no era
sudor sino sangre. El balazo rozó mi brazo y me lastimò bastante, no tenia fuerzas para gritar, sentía
nauseas y un intenso mareo, por primera vez tomè noción de que podía morir si segui sangrando. Tratè de
calmarme pero ya casi no tenia control sobre mi cuerpo, apenas tenia fuerza para comprimir la herida que
a pesar de todo seguía sangrando.
Una fuerza interna no me dejaba mantenerme despierto, ya no podía sostener mis parpados, me entregaba
a las órdenes de mi cuerpo. Escuché que abrieron el portón, voces, luces……..
AL ABRIR LOS OJOS vi una inmensa luz, a pesar de mi agnosticismo creí estar cerca de dios, tantas
veces nos hablaron de la luz en un pasillo inmensamente largo que uno en esos momentos duda. No era
exactamente la claridad divina, eran las luces de la habitación en donde me habían depositado luego de
quedar rendido casi muerto- dijo el doctor más tarde- sobre la vereda de la calle La Pampa. Con dificultad
dirigí mis ojos a primer silueta que vi frente a mi, agudicé un poco la vista y di cuenta de que era papá. Lo
primero que me sentencio fue un gesto similar a los que utilizan los árbitros de fútbol cuando advierten a
los jugadores de fútbol que la próxima serán amonestados: ¡basta!me dijo el muy cobarde. Se asustó
pensó que me moría, se le acababan todos los negocios, como le explicaba a mamá de que su hijo había
muerto de un balazo, ya nada los uniría. Después del gran afecto recibido de parte de mi padre, Victoria
me posò su mano sobre mi frente, regrese a la vida, sonrei, cerrè los ojos y senti alivio, cuando los abri ya
tenia el almuerzo preparado. No se moviò de la clínica durante los días de la internacion, ni tampoco
quizo dejarme sola cuando la policía me pedia declaraciones de aquella noche.
Era imposible que mamá no se enterase del hecho, solo que le dijimos que unos delicuentes me robaron la
mochila y no conformes me dispararon, se que no lo creyo pero fingió que lo había hecho.
Una gran revolución se armo en la obra, regresè con “el jefe” a buscar explicaciones, no podía evitar decir
la verdad ya nada era tan simple. Recupere mi camara ese mismo día, uno de los guardias de la casa me la
entregò con una faja dejada por la policía en el momento de ser secuestrada junto a mis pertenencias.
Papá aprovechó el revuelo y se fue a New York, viajes de trabajo los llamaba èl, todos sabiamos
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El tiempo1

  • 1. Introducción El difícil oficio de escribir. Ciertos literatos prefieren escaparle a las musas cobijándose en la práctica diaria, otros asumen la inspiración y se llevan muy bien con ellas, existen diversos métodos de los cuales ninguno se acerca a mí. Mi lamento mayor es que no soy uno de los tantos talentosos escritores que vomitan sus trabajos cual niño atracado, apenas pretendo concretizar mi mas hondo deseo que es el de ser escritor, novelista, ensayista y todas las ista que se nos ocurra a ti lector y mi escritor en desarrollo. Como todos saben nada es fácil en esta vida, parece ser que desde el momento de la creación (cada uno tendrá su cuentito) algunos nacieron para brillar y el resto, la mayoría, lo hace para mantener resplandecientes la luz que brilla, no solo con la voluntad se progresa, hace falta trabajo arduo y paciencia, tal vez, una receta inverosímil pero mayoritariamente consensuada por el resto de los mortales. Claro que si me preguntan cual seria el mayor obstáculo que tengo para escribir, respondería que es la falta de tiempo para desarrollar una gran obra a la que todo escritor querría llegar alguna vez. El tiempo se ha convertido en el mundo
  • 2. moderno en una mercancía mas de todas las que ya sostienen al capitalismo salvaje que (casi) todos repudiamos por expulsivo, atroz, inhumano, agobiante, cruel. Nuestros días se consumen cumpliendo con las obligaciones ineludibles, una vez acabadas, recomponemos energías simulando ser felices consumiendo lo mismo que engendramos, somos eslabones en la cadena de producción no servimos mas que para multiplicar manufacturas, somos la fase superior del esclavismo antiguo. Nada atractiva resulta ser la vida de quien se dedica a trabajar solo para sobrevivir, luego de una larga reflexión llegue a la conclusión (influenciado por una frase cuyo autor ha sido parte de mi formación intelectual “tratare de ganar la noche”, ¡¡así como lo leen ,así de simple!! después de todas las obligaciones cotidianas que el maldito sistema ordena, trabajare para escribir o por lo menos para conformar mis ansias y poder estar un poco mas convencido de que la vida no es solo producir ganancias. A veces pretendo escribir sobre cuestiones inabarcables, profundas, hasta que caigo enseguida en la desazón de que es imposible terminar algo interesante si carezco de algunos conceptos básicos sobre el tema que quiero desarrollar. Me interesa muy profundamente el surgimiento del conocimiento en la humanidad, pero imaginen cuan extenso es la cuestión, que me cuesta mucho acopiar información, leerla, reflexionarla y luego volcarla al papel. Antes que nada hablé del poco tiempo que manejo para elaborar alguna idea que me da vueltas por la cabeza, termino desechándola aunque me parezca interesante no logro transmitirla en forma interesante. Arriba afirme que quiero escribir un libro pero me encuentro con grandes problemas a saber: además del tiempo el otro factor importante es el dinero, ningún ser que pretende vivir cómodamente necesita de ese veneno que aquí llamamos pesos. Sin el o ellos se dificulta el día a día, no descubriré nada pero actualmente se mide la moralidad o la hombría con ceros, cuanto mas tenga la cifra que gano mensualmente o anualmente o a diario me puedo colocar en lugares diríamos para no ser tan ofensivos civilizados. Ropa distinguida, casas de fin de semana, viajes exóticos, autos, etc. etc. Son algunas de los pilares de la moralidad. El mono por plata baila , canta y hace todo lo que le pidan mas o menos dice un dicho popular utilizado en gran medida por los monos que bailan, cantan y demás. A modo de introducción creo que cumplí. CAPITULO UNO EL PRIMER COMUNISMO 2
  • 3. Llegue a la literatura por medio de la revolución cubana, no recuerdo cual era mi edad, sí retengo en mi mente la calcamonia que adornaba la carpeta del pibe que viajaba junto a mí en el colectivo. La imagen era de las más famosas fotografías de Ernesto Guevara inmortalizada a partir desde el día de su publicación por el fotógrafo cubano Alberto Díaz Gutiérrez mas conocido como Korda. En casa comúnmente suelen faltar los integrantes de la familia excepto a la hora de la cena. Busqué alguna reproducción de la foto en algunos diarios que juntaba para recortes escolares pero rápidamente mi efervescencia perdía fuerza a medida que la pila bajaba, actualmente tan solo con unos segundos de búsqueda y un clic la información cae a toneladas por la web pero en aquella época no era el caso. En el living el teléfono no paraba de sonar, por la insistencia sabia que era mi madre para contarme que había ido a ver a mi abuela, y que esperaba a su esposo, mi padre, para regresar juntos a casa como dos tórtolas fingiendo amor para que su único hijo (yo) crezca sin perturbaciones. Nuestra casa era grande, luminosa, anticuada, generosamente amplia, en la planta baja mis padres, mi hermano y yo, en planta alta mis abuelos, los progenitores de mi madre, casi siempre bajaban a cenar pero las conversaciones no salían del fútbol nuestro de cada día y de cómo la empresa familiar continuaría subiendo sus rentas, algo de actualidad y no mucho mas. El ultimo que tenia la palabra era mi abuelo, hombre de carácter fuerte, autoritario, admirador de Francisco Franco y por supuesto fervoroso peronista. Camino a la escuela descubrí dentro de una galería céntrica una pequeña librería rebalsada de revistas, cd musicales y por supuesto libros. Me detuvo la presencia de un hombre sentado sobre una alta banqueta de madera, cruzado de piernas, pantalón marrón, dueño de una llamativa barba bicolor. Disfrutaba de las pitadas que le daba constantemente a la pipa que descansaba sobre su boca cada vez que dejaba de succionar el pico. Me miró con parcimonia, levantó sus cejas esperando que le hablara, ante mi inmovilidad me pregunto que me traía por su librería. Pensé en decirle algo inteligente pero nada se me ocurrió, considero que cuenta se dio de mi corta edad porque se acerco a la puerta y miro, a mi entender cuanto faltaba para que llegaran mis padres. Un aroma realmente placentero emanaba de la acumulación de libros. El humo de la pipa, no menos agradable, desprendía un olor interesante un poco sofocante al principio pero con un buen rato inhalando esa nube toxica el cuerpo se va adaptando y lo convierte en algo deliciosamente dañino, de hecho tengo varias pipas en casa y de vez en cuando las enciendo aunque las humaredas no son tan densas como la del librero. Continuo: el hombre se acerco y me consultó sobre mis requerimientos y no tuve mejor idea que contarle mi o mis inquietudes a las que rápidamente capto mis pedidos. Trajo del subsuelo del local dos libros a los que agregó otro dos mientras caminaba por las estanterías y me los puso sobre mis manos y volví a ver esa imagen dentro de una de las obras que me había entregado. La imagen era una copia de la foto real, la inmortalidad detenida del Che, para siempre joven, vivo, rudo, perfecto, encolerizado por las muertes injustas de aquella jornada trágica que aun yo no sabía pero pronto me iba a enterar gracias a la lectura compulsiva que aun hoy mantengo. Llegó el momento mas difícil del relato: los precios no estaban al alcance de mi bolsillo así que me fui prometiendo volver, recuerdo que el hombre me alcanzó hasta la puerta de la galería y me hizo prometerle que regresaría por los otros, mientras tanto me regalaba una versión biográfica sobre la vida del Che ingles castellano que con el 3
  • 4. tiempo pude comprobar que nunca recomendaría una biografía bilingüe a menos de que sea seriamente trabajada por el autor, el mundo de los libros tampoco escapa de los oportunistas. Quede atónito, el libro lo agarre pero mientras caminaba a mi casa pensaba de que forma iba a juntar la plata para los demás. La preocupación se evaporó antes de llegar cuando vi a mamá parada esperándome en la puerta con una cara similar a la de una leona enojada con su cachorro. Palabras mas palabras menos nada sucedió exceptuando cuando vio la tapa del libro, me preguntó de quien era y le dije que mío, después se distrajo con otra cosa y todo termino allí. Antes de entrar me sugirió que guardara la obra dentro de mi morral, no entendí pero acaté la orden a la brevedad. A la mañana siguiente me levante y me fui a la escuela, cursaba todo el día, regresaba a casa después de la merienda, cenaba, esperábamos a papá y el día terminaba con un poco de música, pero desde esa noche se sumaba la infaltable lectura de algún texto. Antes de que me venciera el sueño pensé que podría guardar la plata de los almuerzos escolares la juntaría y la destinaría primero para pagar la deuda que tenia con el librero y después para la compra de otras obras. Me acuerdo que mientras viajaba en el colectivo que me llevaba al colegio entre la gente parado, como podía, termine de leer el ultimo capitulo del libro. No era una obra profunda pero en ese momento supo evacuar algunas dudas y también disparó otras, claro que al cabo de algunos meses las inquietudes eran otras. Si tendría que contestar cuándo fue la primera vez que me enamore contestaría sin temor el día que conocí a la revolución cubana, creó en mi un mundo lleno de ilusión algo poco cotidiano, comenzó a girar por mi cabeza adolescente la palabra utopía, altruismo, revolución, opresor, oprimido y tantas otras. El Che junto a Fidel, Camilo explotaron en mi ansias de revolución, con esto no quiero decir que haya tomado un fusil, a conquistar el poder, sino que empecé a tomar conciencia del mundo en que vivía y el mundo que quería. Una larga lista de información me esperaba, solo tenia que dejarme llevar por el instinto y las conversaciones que podía llegar a lograr solo con nombrar al Che. Por suerte en pocos días pude obtener el valor que debía en la librería y allá fui a hacerme cargo de mi botín. Casi sin sorprenderse el hombre de la pipa me entrego los libros y sin mediar palabras me contó sobre la profesión del Che, afirmó que era un gran hombre, un valiente de los que ya no quedan. Podría escribir cientos de hojas sobre Cuba y todo su proceso mas sus germinaciones pero no es el tema en cuestión, de todos modos en alguna otra parte aparecerá ya que como dije mas atrás fue mi columna vertebral durante mucho tiempo. Sin decirlo saben que me devore los libros , el que mas me impresiono( recuerden que fue mi primer libro) fue el de Hugo Gambini, libro por demás desgastante nada atractivo( puedo calificar aquí y ahora) pero informativo, muchas veces cuando alguien pretende escribir sobre una persona que nada tiene que ver consigo salen cosas buenas, yo se lo atribuyo a la envidia sobre todo por la valentía del investigado, como alguna vez Sarmiento enalteció a Facundo Quiroga su mas encolerizado enemigo (salvando las distancias, claro). Obstinado por la verdad, comencé un largo viaje hacia todo lo que tenia que ver con el Che, asi di con una compañera que participaba en el centro de estudiantes de la escuela y me recomendò otras obras de fácil acceso y no contenta, sabiendo que no 4
  • 5. estaba en mi mejor momento económico me invitò a su casa donde su padre, ostentaba una interminable biblioteca. Allí pude entender de donde salían las encantadoras palabras de mi compañera cuando le tocaba hablar en las reuniones del centro, con un acopio de letras, palabras y por sobre todo ideas, no saldría algo desinteresado, por lo menos para mi. Sentì como que no queria hacer mas que otra cosa que leer por siempre encerrarme en ese cuarto y no salir hasta que terminara la ultima oración. Otro de los momentos cumbres de mi creciente adolescencia, sabia que era lo que me movía por dentro, las letras serian el motor principal de mi existencia, ellas me llevarían a los lugares mas recónditos de toda la era, sitios en donde solo se llega leyendo. Mientras leíamos en voz alta con mi compañera, aparecían chicos un poco más grandes que yo, pero con las mismas ganas. En aquellos momentos no todos tenían la pronta comunicación de la actualidad para avisarles a sus seres queridos que siguen vivos, así que cada vez que nos juntábamos llamaba a casa para que todo parezca normal. Un joven con inquietudes no es buen visto en la normalidad de la sociedad, pero nosotros éramos capaces de darnos cuenta, que lejos estaba la humanidad de aprender a convivir. Muchas diferencias teníamos entre los que nos reuníamos a diario, pero pasó el tiempo y pude darme cuenta que allí estaba la riqueza, allí se depositaba lo mejor de cada uno, la discusión generaba la tormenta y en esa misma tormenta siempre dejaba algo realmente interesante. Las horas pasaban muy rápido en aquella biblioteca, mates de por medio, algunas cervezas para los mas grandes y tabaco para todos, eso si que era una tradición, basta recordar a nuestro “líder” para pensar el porque de los cigarros. La naturaleza se encargó de repartir la barba solo para algunos, se ve que en el momento de la creación la materia prima escaseaba, por lo tanto trataron de repartirla hasta donde llegara, a mi no me llego, por lo tanto era uno de los pocos que no tenia una barba respetable. Cada vez que salía de las reuniones sentía como si saldría del ministerio de industria luego de una despiadada contienda dialéctica, esa sensación me incitaba a autoevaluarme por las noches, recitando fragmentos de los discursos mas interesantes del comandante y también los argumentos de Fidel en La Historia me Absolverá. En casa comenzaron a sospechar de mi cambio de look progresivo, el no afeitarme era un indicio de preocupación para mis padres, pero mas se sorprendieron cuando una noche era el cumpleaños no se cuantos de mi abuelo y respondí como respondería un fiel enemigo del sistema, acusando a los yanquis de imperialistas. Mis padres nada objetaron pero solo por sus caras me di cuenta de que no estaban muy cómodos con la envestida a los dinosaurios que llevaban la voz cantante en la reunión, pero no hice mucho problema, me levante y me fui a la puerta a rememorar lo ocurrido y concluí que a pesar de algunos desaciertos tenia razón con los argumentos expuestos. Ese mismo día 25 de septiembre de 199xxxx sellé mi identidad, nada atractiva para la mayoría pero bastante satisfactoria para mi interior. Un sábado a media mañana, mi compañera dejó un mensaje en casa diciendo que me esperaba en la estación de tren cercana a su domicilio. Sin mediar opciones salí en busca de esa cita, tome el colectivo tan rápido como pude, me comí los dedos hasta llegar y cuando nos encontramos, apareció un hombre sumamente barbudo, y me saludo con un beso como si nos hubiésemos pasado la vida juntos. Era el padre de Jimena, lo supuse desde que lo vi, sin barba son idénticos pero no arriesgue de modo que perdí por no seguir mi intuición. Pasamos a buscar al resto de los compañeros y nos fuimos a la sede del Partido Comunista sobre la calle entre ríos, tengo que confesar que sentí un poco de temor, primero porque estaba fuera de casa y segundo que si mis padres me encontraban entre todos los barbudos que allí compartían el humo del tabaco en todas sus versiones, me colgarían del mástil mas alto de toda la capital. La reunión fue bastante larga, a 5
  • 6. veces interesante y otras no tanto pero me animé a preguntar sobre algunas fotos que lucían en cada una de las banderas que decoraban el salón. Me perdí entre la gente, no encontraba a nadie conocido, decidí salir a la calle pero seguía sin ver caras conocidas, vi un colectivo que me dejaba cerca de casa, ya la tarde caía y tenia que volver antes de que mi ausencia comenzara a generar sospecha. Cuando me anime a cruzar la calle Jimena venia del otro lado y me llevo nuevamente al recinto, me pregunto donde iba, respuesta fácil: al kiosco. Tomamos la gaseosa que compró hasta la última gota, fue allí donde cambiamos fluidos por primera vez, agradable por ser la primera. Entre los bombos y la prisa por irme la cabeza me estallaba de dolor, ya no estaba disfrutando el momento, el día acababa para mi. Baje las escaleras y vi un vehiculo similar al de mi papá, tan similar que era el mismo, cuando me vio bajo con un amigo y me llamó con un gesto típico de quien esta enojado. Subí al auto y se quejó de mi olor a bosta, tal cual como lo dijo, me interrogó por un rato y al ver que yo le respondía con pocas palabras se dedico a contemplar el paisaje mientras llegábamos a casa. En el viaje pensaba en las cosas que podríamos hacer juntos con Jimena, no solo políticas sino las que hacen los hombres con las mujeres todas las que se ocurran. Sabia que ella estaba perdidamente enamorada del presidente del centro de estudiantes, bastante merito tenia el pretendiente ya que él mismo era quien enfrentaba a los directivos, profesores y padres en casi todos los encuentros semanales. No era atractivo, pero sus dotes verbales seducían a decenas de compañeras y sobretodo a Jimena, vestía siempre las misma ropa, en verano un jean, remera de stones, pink floyd o de Morrison, casi siempre la usaba dos o tres días seguidos y aparecía con otra. El invierno lo obligaba a cargarse una campera de la misma tela de los pantalones y le agregaba a su look un pañuelo remendado en su cuello reemplazando a la bufanda que en mi caso usaba. La desventaja era grande pero el hombre en cuestión cursaba su ultimo año en la secundaria, Jimena el cuarto y yo el primero esa era escondida ventaja, tenia por lo menos dos años completos para conquistarla. Claro que los fructíferos pensamientos se disolvieron cuando llegué a casa, mis abuelos junto con mamá esperan en la cocina alguna respuesta convincente pero se quedaron con las ganas, salude y me fui a la habitación a leer un rato hasta que me llamaron para cenar. Mi familia es una cosa rara, todos esperan a que alguien comience a hablar (casi siempre es mi abuelo) para opinar todo a favor de él, vale la aclaración el abuelo (ahora descansa en casa) pero sus años de actividad laboral creó un imperio del hierro y como todos saben, ha hecho una gran fortuna. La acumulación de riqueza siempre se destina a girar a su alrededor, por eso las charlas son de fútbol y de plata. Cuándo mamá conoció a papá ella estudiaba en una prestigiosa universidad privada pero con las confusiones que causa el amor, entre otras cosas no terminó su carrera, asignatura pendiente que el abuelo siempre le reprocha. En las pocas oportunidades que mamá me hablo sobre su etapa universitaria me afirmó que no fue papá que la obligó a dejar todo sino la obstinación que tenia el abuelo de que ella sea ingeniera como su papá. Pienso que es un pedido oportunista, mientras la profesión siga en la familia la fortuna se acrecentara, pero lo reflexiono a medida que adquiero conocimiento sobre lo que me interesa últimamente que es como y porque el mundo gira tan al revés. Sé que todavía debo una explicación por el “exabrupto” cometido en el cumpleaños del gerente pero no diré nada hasta que se me pida argumento, mientras tanto sigo silbando bajo. Durante el fin de semana no tuve noticias de Jimena ni de ningún otro compañero, sospecho que no me pasaban las llamadas en casa, no me preocupa demasiado ya que la escuela es mi centro de operaciones. El lunes a la mañana me sorprendió ver a mi abuelo vestido tan elegante presumí que iba a salir, le pregunté adonde iba y me dijo 6
  • 7. que me acompañaría al colegio ya que papá salió muy temprano a la empresa, la mire a mamá pero me bajo la vista y no dijo nada, solo me deseo un buen día. El auto del abuelo es bastante grande, de modo que tiré la mochila atrás e intente recostarme sobre ella pero me insistió que pasara adelante, no me quedo otra que hacerlo. No me gustaron sus comentarios sobre la educación y los buenos modales, la ética y el bla bla cotidiano; llegamos a la puerta de la escuela, antes de bajar me pregunto si había entendido todo, asentí con la cabeza y me aleje del auto. No camine dos metros que tocó tan fuerte la bocina a las 7:30 de la mañana que todos los que se prestaban a entrar se dieron cuenta de que esa persona que estaba dentro del auto era mi abuelo. Encontré a Jimena sentada en el buffet, la salude y me sugirió encontrarnos luego del primer campanazo del día, le dije que no seria fácil pero que lo iba a intentar. Ella no sabia lo causaba en mi esa propuesta, no solo esa sino que levemente me prometió una sorpresa. Los primeros cuarenta minutos de clase no encontraron otra causa que su el recuerdo de su rostro, de sus palabras, algo que se diluyó rápidamente cuando escuché el timbre del cambio de hora. Me levante del banco y pedí ir al baño, llegué hasta allí di media vuelta y me fui al patio trasero cerca de los talleres. A pesar de que los profesores paseaban por le pasillo sin cesar, nadie interrumpía mi conversación con Jimena, encendió un cigarrillo y después de unas cuantas pitadas me pidió que se lo sostuviera. El humo me asfixio por unos minutos pero al poco tiempo ya me había acostumbrado a olor del tabaco quemándose. Sin darnos cuenta el director del colegio se acercaba rápidamente hacia donde estábamos, vi como los otros que compartían la sala de fumadores corrían despavoridos cada uno a su puesto. Yo no reaccionaba, y cada vez estaba mas cerca, por ende cada vez se le ampliaba en campo visual y seria fácil identificarnos. De pronto sentí que estaba solo con el cigarrillo en la mano ya casi quemándome los dedos, de modo que lo tire al suelo y lo pisé. La tierra se había tragado a Jimena, entre los nervios del momento escuche un silbido que venia desde las puertas de alguno de los talleres, miré concentradamente pero no alcanzaba a identificar de donde venia aquel sonido. Corrí hasta alcanzar la puerta de uno de ellos y me metí, como quien se oculta de varios guardines al fugarse de una penitenciaria. Respiré mas tranquilo, el director ya no estaba cerca mío, escuche el silbido y ésta vez pude ver de donde venia. Jimena estaba limando una pieza, me miro, se rió y hizo señas de que nos veíamos luego, le conteste con un gesto amenazador pasándome el dedo pulgar de punta a punta sobre mi cuello, acción que ella respondió levantando su dedo anular y encogiendo el resto. Entré al aula, la profesora conversaba con unos compañeros en la otra punta, sentí alivio de que no me haya visto, estrene mi adrenalina frente al peligro, considere que no soy tan valiente como lo creía, pero la experiencia me daría un poco más de lo que era en ese momento. Salí del primer turno, me fui a comer solo, no tenía ganas de estar acompañado, comencé a descubrir que entre la soledad y yo hacíamos una buena pareja. En el camino me cruce con unos compañeros del centro de estudiantes pero rechace sus invitaciones, era el día para estar solo necesitaba pensar sobre los riesgos que corría con la nueva vida que llevaba con la que había elegido. Con poca claridad concluí que eran justificados comparándolos a los otros comunes: notas, asistencias, buenos modales y más. Mientras almorzaba, vi desde la ventana que el hombre que estaba frente a mí, no dejaba de mirarme, su cara me parecía familiar, en ese momento me arrepentí de rechazar la 7
  • 8. invitación de los compañeros, confieso que temí. Pagué y me retire, llevaba la mochila y en mis manos dos libros que me prestaron Jimena y su papá, el tipo no me siguió pero algo me decía que el abuelo estaba en todo esto. No entré a la clase de taller, me fui a casa, pensé que si alguien me estaba siguiendo habría de alguna forma verificado mis horarios, de modo que cambié la rutina por unas horas. Entre un poco ofuscado por el calor, el abuelo estaba sentado fumando un habano, leyendo el diario, lo ignore pero siempre alzaba la voz para que uno supiera que estaba al tanto de todo lo que pasaba a su alrededor. Salí al rato de mi habitación a la cocina y la señora que trabajaba en casa insistió en que tomara un vaso de leche, pero todo término cuando el abuelo le dijo que saldríamos juntos a merendar que no se preocupara por mí, me arrepentí de no haber aceptado la merienda. Sentí rechazar la invitación, y lo hice fervientemente, asumí mi individualidad y le hice saber que a mi no me manejaría como al resto de la familia. No quiero ser parte de tu caos le grite, libere todo mi malestar contenido durante muchos años, mi cuerpo comenzó a sudar, a temblar, pero al verlo tan atónito me convencía mas de que alguien tenia alguna vez que detener su maquiavélico manipuleo. Apagó efusivamente su habano, se levantó del sillón y partió a su escritorio, no se bien con quien hablo por teléfono pero no había muchas opciones, la abuela era nula, papá no contradeciría a su proveedor de dinero quedaba solo mamá la única que escucharía su nuevo plan. Entre ellos dos existía una complicada relación, se que algo me perdí en el camino, esconden algo entre sus miradas pero nada pude observar mas que sus complicidades gestuales. Tome el bolso con los libros y me fui a adelantar la lectura a la plaza que estaba cerca de mi casa, la sorpresa de Jimena eran algunos tomos de las obras de Lenin pero en ése momento poco pude entender, solo los concluí para conservar mi integridad sobre ella. Esa tarde sentí las ganas de escribir por primera vez, nada tenía para poder hacerlo así que caminé unos metros y compre un cuaderno Gloria de hojas rayadas, un lápiz y una goma. Mis inicios en la escritura no fueron nada fáciles, creo que quien se proponga a escribir (a menos de que sea un elegido) no desparramará palabras ni formará grandes e interesantes párrafos ni tampoco acumulará copiosos capítulos así por que si, de modo que mas claro no podré ser: no soy un elegido. Una hoja fue llenada de posibles poemas, la siguiente se compuso de una reducidísima critica sobre la realidad, convencido me levante del banco donde caminé a casa, vi la puerta tome aire lo mantuve hasta que pude, entré, vi a mamá sentada con un gesto de preocupación sobre su cara. Me acerque y la abrace, sin explicaciones derramó una catarata de lagrimas, me abrazó aun mas fuerte y entre el llanto suyo le dije que querría ser escritor. Levantó la cabeza, buscó mis ojos con los suyos y poco a poco sonrió (hacia tiempo que no lo hacia por lo menos delante de mí), con una leve caricia sobre mi mejilla izquierda me dijo: como yo. 8
  • 9. La mañana siguiente del suceso con mamá no asistí a la escuela, llovía torrencialmente, la oscuridad tomaba de a poco el protagonismo del día, no pude dormir, las palabras de mamá relampagueaban dentro de cabeza tal cual afuera. Fuera del dormitorio se sentía un murmullo cada vez más cerca de mí, trate de disimular que dormía mientras mamá y el abuelo conversaban sobre mi libertad. Encendieron la luz y no pude dejar de abrir los ojos, vi al abuelo cerca de mi cama y a mamá apoyada sobre el escritorio que estaba apoyado sobre la pared contraria a la puerta. Supuse que la presencia de ellos no seria para desearme buenos días ni para regalarme un cheque en blanco para comprarme libros. En cuestión de minutos el abuelo levantó del piso todo lo que había para leer, tomo una revista tricontinental que me prestó el papá de Jimena, releyó rápidamente los principales títulos, mientras tanto mamá y yo nos manteníamos en silencio esperando que hablara. Se sentó en la silla del escritorio, tomó impulso y empezó a hablar, parecía que estaba dando una conferencia en alguna reunión de empresarios, no me gustó su tono agresivo y profundamente verborragico, cualquiera que no lo conociera se daría cuenta fácilmente que era un soberbio, una persona netamente arrogante, nada dócil, un imbècil. La síntesis del encuentro matinal fue para anoticiarme de que el próximo año no seguiría en la escuela, me levanté y rechace la propuesta, nada me enfurecería más que esa decisión autoritaria. Me cambié, le dije a mamá que de ninguna manera me cambiaria de colegio que de otra forma dejaría de estudiar, antes de irme mientras me ponía la campera, le dije que me había fallado. Llamé a la casa de Jimena, atendió su padre, le conté lo que pasaba, me invitó a charlar en su casa. Después de secarme el agua de la lluvia tomamos dos termos de mate, me sentía bien, rodeado de libros, papeles, discos era un hermoso desorden. Hablamos de casi todo lo que me pasaba con mi familia, seria muy difícil re diseñar mis lazos con la posición que había decidido tomar. Te has convertido en un traidor de tu propia clase- me decía-, y eso no te lo perdonaran fácilmente, decidiste pensar por ti mismo, no oprimiste tus inquietudes, tus ganas, tus deseos así de fácil es la cuestión. Le devolví unos libros que terminé y lleve otros me acuerdo que una de las obras era la Historia de la Revolución Rusa de Troksky interesante, mucha sangre, traición e incertidumbre. Poco a poco mis conocimientos se ampliaban, mi conciencia disponía de una razón que defender, sabia de que bando me encontraría el destino en cualquier ocasión que se me necesite. Exactamente eso era lo que al abuelo le molestaba, el único heredero lo traicionó, no estaba es sus planes, por eso empezó con el plan b. Dormí algunos días en la casa de mis tíos, ellos conservaban las mismas costumbres que en casa de Jimena, era cómodo desayunar, almorzar, conversar en cada momento, cuestiones que toda familia normal podría tener, menos la mía, en casa no se hablaba mas que de plata, cuando se podía, y cada vez que nos juntábamos en fechas ineludibles torpes como navidad y año nuevo. 9
  • 10. Nos encontramos con Jimena en el parque que esta cercano al colegio, decidimos no entras a clases, mi preocupación era mas que un día escolar. No tenía muchas posibilidades de impedir el traspaso a otro establecimiento si asi lo quisieran en casa, todavía estaba lejos de la mayoría de edad de modo que tendría que aceptar todo lo que me dijeran. Recuerdo que Jimena se apenò por la noticia, le pareció injusta, autoritaria y continuò con un hermoso discurso sobre lo justo y lo injusto apenas caia la tarde. Esa noche fuimos al comité, se estaba preparando todo para la marcha de la próxima semana en defensa de una clara ley de educación, al principio no entendía de lo que hablaban pero no pasaron tres horas que ya tenia en mis manos un manuscrito del partido donde detallaba las atrocidades de la ley. Otra noche sin dormir en casa, el papá de Jimena me cedió su cama para que descansara tranquilo por un momento pensé que dormiríamos en la habitación de ella los dos juntos pero el sueño se desvaneció rápidamente. Comimos pizzas mientras vimos una película interesantísima que se llamaba Novecento, hoy puedo decir que fue junto a otras pocas de las mejores que pude ver en mi vida, antes de dormir me aconsejó que al día siguiente durmiera en mi casa para tranquilidad de todos. A decir verdad extrañaba un poco mis cosas, no era tan malo vivir allí pero nada se comparaba con las cenas en casa de los tios o en lo de Jimena allí se respiraba pura libertad. Aparecí al atardecer, llevaba el tablero de dibujo técnico colgado sobre mi hombro derecho y con el otro sostenía la mochila. Mamá me esperaba sentada en la mesa donde comen cada vez que se hacen grandes reuniones, nadie la usa para otra cosa, siempre pensé para què se necesita algo tan aparatoso, sin mucho para reflexionar di cuenta de que a la gente bien como nosotros no le puede faltar una mesa amplia para recibir a sus visitas. Besé su mejilla y pronto salió papá sin remera y arreglándose el cierre del pantalón con tanta vulgaridad que me sentí avergonzado, no tanto por mi sino por su esposa que era mi mamá. Abrí las cortinas para que entraran los últimos esfuerzos del sol, tan solo a pocos metros el abuelo se mecía en la reposera como si estaría esperando que el tiempo pase de una vez por todas. No me equivoque con las sospechas, el abuelo está enfermo me anotició mamá, en el instante en que sus palabras ingresaron a mis oídos debo confesar que sentí alivio, después me dio un poco de pena. Las enfermedades suelen ablandar el corazón de quien no la padece, se suprimen algunas cosas y si es mortal se intenta no perder el tiempo, llamado en estos casos perdido. La abuela seguía detrás de todo lo que el hacia, no lo dejaba en paz un solo segundo, él se disgustaba pero en el fondo de su ser le gustaba la atención, era la primera vez (eso recuerda mi memoria) que se miraban a los ojos sin recriminarse absolutamente nada. Papá no podía disimular su alegría, quedaría a cargo de toda la empresa como quiso siempre. No me queda otra, decía disimulando estar resignado, tu abuelo tardará unos meses para retomar el mando de la empresa. Se sentía el hombre mas importante del mundo, tan es así que fue al centro comercial junto con mamá y se compró unos cuantos trajes cada uno con un par de zapatos importados 10
  • 11. de Italia. Lo mejor que podría pasarle era que el abuelo se muriera de una vez, se acabaría la presidencia transitoria. Llamé a casa de Jimena pero nadie atendió el teléfono. Supe que estaría junto a su padre en el comité; fui en busca de algún consuelo. La enfermedad de un ser tan cercano replantea muchas de las situaciones que a diario no se contemplaban, cada uno asume un rol distinto o por lo menos disimula hacerlo. El abuelo enfermo significaba la derrota contundente de la vida, me cansé de escuchar “justo a èl le tenia que suceder” como si tuviera también arreglos con el “mas allá”. En el “mas acá” no encontraba por ningún lado a Jimena, optè por regresar a casa después del atardecer, sorprendido sin disimulo notè que las cortinas frecuentemente cerradas del comedor estaban abiertas de punta a punta. No paraba de sonar el teléfono, las noticias malas llegan rápidamente, no faltaba nadie que se enterarà de lo sucedido con el abuelo. El ser humano tiene la particularidad de mostrar sus miserias una vez que la muerte decidió marcarlos de cerca, cambian las formas, los que antes odiaban al abuelo ahora lo quieren, los que lo querían ahora lo adoran incluso todos sus defectos se evaporan, solo falta santificarlo en vida y estaría completa su existencia. Si la noticia corría rápido no podía evitar llegar hasta Jimena, era la primera vez que entraba a casa. Todos los visitantes, centraron el interés en ella, saludo alegremente (siempre lo hacia de ésa manera) a pocos les gustó la efervescencia del saludo, asumo que pretendían un anticipado pésame. Entramos a mi habitación, mamá entró sin permiso no pudo contener sus ganas de conocer a la chica que compartía el mismo aire que respirábamos. A los pocos minutos salió y nos dejó solos, se que no le agrado demasiado, el nexo entre el exterior y ella soy yo de modo que no le gustaría perderlo tan abruptamente. Como mi situación sobre el abuelo no era tan clara no pude evacuarle dudas a Jimena, lo único que puedo recordar es el beso que nos dimos. No se cómo fue ni cómo salió de cada uno de nosotros ése sentimiento, solo sé que como ese beso no hubo otro igual. Tímidamente acaricie sus mejillas con ambas manos, nos miramos, 11
  • 12. sonreímos y continuamos besándonos, el tiempo que duró nuestro romance fue algo grandioso, tuvimos que mantenerlo en secreto, ella no querría que su novio ni su padre se enteraran de lo nuestro. Consciente de ello, asumí mi complicidad. Nunca supe el motivo del secreto, tampoco quise saberlo mientras durò pero pasò el tiempo y cada uno comtinuò su vida como mejor pudo. TRAS un larga agonía el abuelo murió, las consecuencias fueron profundas sobre todo para mamá y la abuela, se quedaron sin su timón. A la que menos le afectó fue a la abuela, se dedico a viajar con amigas viudas, “desencadenadas” las llamaba yo y ellas reían con cierta complicidad. El velorio del abuelo fue horroroso por donde se lo mire, la sala estaba plagada de gente que nunca había visto en mi vida, todos cada uno de ellos me saludaba afectuosamente sobre todo las mujeres que acompañaban el saludo con algunas lágrimas. La imagen de mamá tomándole la mano al abuelo no podré borrarmenla jamás de mi retina cada vez que la vea, era la despedida. Mientras el abuelo estuvo con vida, sentía que mamá estaba en deuda con su padre, no se entendía tanta obstinación, ella decidió todo por la satisfacción de su padre hoy mamá depende de si misma. 12
  • 13. Pasè de año, segundo de la secundaria, acostumbrado definitivamente a las idas y venidas de los profesores. Ya uno se adapta a cualquier cosa aunque no le guste, es el futuro dicen los mas grandes. Con el abuelo descansando en paz la idea del cambio del colegio se evaporo. Compartíamos con Jimena la banca de vocales en el centro de estudiantes, era algo más de nuestra secreta relación. Yo estaba un poco mas despierto con respecto al sexo opuesto trataba de ocultar mis señales de adolescencia con mantener siempre diálogos poco comunes en los chicos de mi edad postura que a las mujeres les atraía. No soporto mas a ésta flaca del comercial que te habla sin parar, me decía Jimena, … no tengo la culpa yo, si ella supiera de lo nuestro tal vez se ocuparía de no entretenerme tanto. Nada le parecía bien a Jimena, se le estaba complicando el ocultamiento de nuestro romance, sabia que algo rápido tenia que hacer, yo se lo había advertido… el tiempo no pasa sin sentido algo tenemos que hacer. No se la jugaba nunca, creo que ella se enamoro de su versión cuando estaba conmigo, si no cómo se explica tanto amor. Pausadamente comenzaba a notar que la soledad era una buena compañía, si querría ser escritor necesitaría de tiempo para pensar qué, cómo y dónde. La presencia de Jimena me quitaba momentos de trabajo, me aleje tanto de ella como del partido, la comunicación que tenía era nada mas sobre cuestiones estudiantiles. Nos separamos un largo tiempo ella concluyó sus estudios y viajó con su padre al exterior, siempre lo tenía pensado hacer hasta que se le dio. Semanas previas, concretamos el final, lo decidí después de pensar acerca de nuestra relación. Le jugué una carta que ella no se esperaba de mí, sus palabras fueron “me pones entre la espada y la pared” aludiendo a mi pedido de separación con el novio. De su boca no salió sonido más que el del llanto que no podía contener, era bella aun con su cara llena de lágrimas y su nariz colorada. Me levanté de la mesa, hacía demasiado calor ese día de diciembre, y me fui a caminar sin destino unas cuantas cuadras hasta que encontré una parada de colectivo que me llevaba a casa. Durante el trayecto unos amigos me interceptaron, “qué le hiciste a Jimena te esta buscando” otro me dijo “la vi y no paraba de llorar”. No contesté a nadie, sentí un poco de tristeza, un poco de vértigo sobre mi presente. Con los años pude dar cuenta de que el amor es una gran invitación al fracaso, todo es sublime en la primera etapa, ningún desacuerdo se instala como principio de batalla. Luego de un tiempo toda esa energía se transforma en arrepentimiento, pesadez, irritación, costumbre. De todas las apreciaciones la costumbre es la que mas potente, es la que se encarga de cortar el cordón que sostiene la guillotina. Y eso mismo es lo que ocurrió con Jimena. El amor que tuve por ella no creo que se vuelva a revertir, dicen los expertos que uno se enamora una sola vez, conmigo han acertado. Aquella vez nos vimos por ultima vez, le expliqué con mas cautela mi decisión, se que no lo entendió, pero disimulo haberlo hecho. Me abrazó largamente, me pidió perdón por no tener el valor de jugársela por mí, yéndose me prometió que volvería. 13
  • 14. Confieso que el día después su ausencia percibí un gran vacío, necesitaba tenerla cerca, algo muy fuerte nos unía no se que era pero cada segundo que pasaba el arrepentimiento se acrecentaba. En casa las cosas no habían cambiado demasiado con la muerte del abuelo. Mamá continuaba con su inmensa tristeza acumulándose cada día, intenté despejarla incluso le propuse hacer un viaje juntos pero no tuve una respuesta clara. Papá tomó el lugar del abuelo rápidamente, mandaba a todo el mundo, trasladaba su trabajo a cada rincón de su vida en cada ocasión no perdía la oportunidad de dar a conocer su posición. Era sumamente envidioso, nada podían tener los demás que fuera mejor a lo que el tenia. La relación con mamá si antes era mala ahora ya no existía, vivían juntos pero dormía cada uno por su lado. Muchas noches escuchaba que el entraba cual adolescente ebrio a muy altas horas de la noche era una costumbre del líder de la casa: la infidelidad era el primer mandamiento para derramar hombría en las reuniones donde papá era el anfitrión. No estaba acostumbrado a ser parte del circo cotidiano de papá, pero tenia ganas de conocer con profundidad el mundo que había obnubilado al abuelo y ahora arremetía con papá. Entre la escuela y empresa me quedaba poco tiempo para leer y mucho menos para escribir. Busqué una oficina, la diseñe a mi manera, siendo el nieto de mi abuelo todos estaban a la orden del día para ayudarme, intuyo que era mi sangre lo que mas les interesaba, la descendencia quiero decir. Si todos ellos supieran que mis ganas siempre fueron vender esa maldita empresa que arruinó a mi familia, que acabó con mi abuelo, que trasformó a mi papá en un sediento vampiro me ignorarían. Decidí algo que al abuelo lo hubiera hecho feliz: ser parte del directorio activamente. Esa misma noche converse con mamá, me aconsejó que no lo hiciera podría enfrentarme con mi padre y seria una lucha sin fin. No me desanimé por lo menos tendría algún contacto con él alguna vez en la vida, no seria el mejor terreno pero era el presente y había que enfrentarlo. Mientras cursaba, pensaba en las posibilidades que tendría para mejorar la vida de los empleados dentro de la empresa. Me acordaba de los discursos del Che durante su paso por el ministerio de industria, sentía una obligación moral de escuchar sus consejos. Llegue pasadas las cinco de la tarde a mi oficina, ese día no tenia taller de modo que me podía dedicar a recorrer un poco todo. Coincidí con uno de los muchachos de la planta en que se necesitaban mejores condiciones laborales: Desde ropa hasta aumentos de sueldo. Tomé fotos y las revele en un estudio de un amigo esa misma noche, secas las colgué en mi habitación y otras las pegué sobre el escritorio de mi oficina. Le pedí al tío que me cediera un lugar en su casa por un tiempo, compartiría con mis primos algo mas que una relación familiar, ellos eran capaces de hacerme sentir bien con muy poco. No tuvieron mayores problemas todos estaban contentos, allí todo se resolvía escuchando un disco de Spinetta mientras se conversaba. Mamá no dejaba de mandar cartas desde Europa, en un momento pensé que se radicaría en el viejo continente pero me di cuenta de la edad que tenia la abuela y supe que mas temprano 14
  • 15. que tarde regresarían al país. Apreciaba la música aun mas desde que entré a esa casa, era algo común escuchar decenas de melodías consecutivamente durante todo el día. Por las noches leímos antes de dormir, conversábamos sobre lo leído y no quedaba más que descansar. A veces cuando sabia que faltaría a clase me quedaba hasta el amanecer escribiendo y leyendo todo lo que podía. En aquella temporada en la casa de los tíos descubrí que existía un mundo alternativo desde la lectura, la realidad no era tan real, el sentido de la vida se profundizaba en las letras que ingresaban en mi interior. Desde la muerte del abuelo era otra persona, libere todos los prejuicios que me había inculcado desde muy pequeño cuando decidió por cuenta propia “apropiarse” de mi vida para transformarme en su heredero. Elecciones en el centro de estudiantes, me postule como vocal en una lista del partido obrero. Ganamos ampliamente, los jóvenes de ése tiempo no estaban muy involucrados en política, no les interesaba casi de nada de lo que sucedía dentro ni fuera de la escuela. Era difícil convocar a reuniones, pocos querían participar y esos pocos se veían influenciados por los profesores que no acompañaban todos los reclamos. Salían a las calles con nosotros cada vez que le tocaban el bolsillo pero de otra manera les costaba mucho dejar de dar clases. El tío me decía con respecto a esto que la dictadura se había encargado de generar el clima de hostilidad en la gente joven, atemorizaron con muertes a las generaciones futuras, acabaron con los sueños de muchos, me decía consternado. Cuándo hablaba sus gestos eran similares a los de su hermano (mi papá) tenia las manos grandes, acostumbraba a golpear la mesa cada vez que terminaba una frase. Pocas veces lo vi con otra ropa que no sea una camisa azul y un pantalón del mismo color, tenia docenas de parejas de prendas del mismo tipo. Llegaba de la fabrica se bañaba y se cambiaba de ropa, ponía la pava, me daba algunos mates hasta que agarraba el diario y se lo devoraba en un rato. Eran la noche y el día con papá, cada vez que conversábamos sobre él se le llenaban los ojos de lágrimas. Creo que se querían a la distancia pero ninguno de los dos aflojaba con la disputa que tenían, que de paso nunca supe cuál era pero pasaron años sin verse hasta que los unió obligatoriamente la muerte de su madre y después la del padre. De todo lo que me contó el tío sobre papá nada fue ofensivo ni denigrante hasta logro con sus palabras enternecerme un poco, empresa que no es nada fácil en mi. Pensé a lo largo del día si hubiese sido al revés papá hubiese llenado de insultos a su hermano. Esa noche tenia que terminar algunas laminas que debía de dibujo, decidí quedarme pasada la medianoche trabajando, alternaba un poco con la lectura cuando estaba cansado y así terminé. A la mañana siguiente me despertó el incesante sonido del timbre, supuse que me encontraba solo en la casa. Con un slip que cubría tímidamente mi sexo bajé la escalera y sin pensar en nada abrí la puerta. El sol de la mañana me encandilo, no vi bien quién era. Abrí, distinguí una silueta femenina. No me equivocaba, los ojos mas bellos del universo me miraban esperando reacción alguna. Hola me dijo soy… ah cómo estás, contesté, te acordas de mi, claro te vi varias veces en las reuniones en el partido- al principio fingí que la conocía, después me di cuenta de quien era. Me buscaba para que la ayudara a recolectar información sobre la revolución cubana, mi primo le sugirió que me consultara. Me sorprendió el pedido, era algo raro que alguien me buscase para colaborar con un tema por demás estudiado por gente del partido. Temí que era una broma de mal gusto de mis primos pero conversamos hasta el anochecer hasta que llegaron mis tíos y todo se esfumo. Esa misma noche conversamos antes de dormir sobre ella, cerré los ojos pensando en la próxima cita, seria en su casa el sábado por la tarde. 15
  • 16. La noche más extensa, la de más intensidad fue con ella. Llegué pasadas las diez, una leve brisa despeinaba mi cabellera, sugerido por mi primo compré en el camino un ramo de rosas. Antes de anunciar mi llegada respire profundamente para contener la mezcla de ansiedad y de arrepentimiento que tenia en ese momento. La percepción de la broma casi estaba descartada, parado en la puerta de la dirección acordada toque levemente el timbre. Tenía un vestido típico de los años sesenta, colorido, su pelo húmedo y recogido desprendía un encantador aroma a hierbas. Estaba descalza, su altura era llamativa para una mujer pero su creador se había encargado de compensar toda su figura de acuerdo a ella. Cualquier hombre quedaría encantado con su simetría. Pasamos a la sala principal de la casa, me di cuenta que estábamos solos, pregunté por el resto de la gente y me respondió moviendo su mano varias veces hacia la puerta insinuando que se habían ido. Subimos a su lugar de trabajo diario, era un poco oscuro para mi gusto, la luz de la luna le daba un clima romántico pero no era el ideal para charlar sobre Cuba menos de su revolución. Bebimos mucho y comimos poco. No se a que hora terminamos de charlar de nuestras vidas pero recuerdo que el amanecer nos me sorprendió despierto contemplándola. Era tan bella dormida como lo era despierta, incontables fueron las veces que pasé mi dedo índice sobre todas las curvas de rostro. Me mostró una vez mas el color de sus ojos, la bese con tantas ganas que no pude evitar decirle cuanto lo necesitaba. Ella tenía unos años más que yo, vivía con sus padres pero se la pasaban viajando al exterior a casa de uno de sus hermanos. Hicimos el amor al amanecer, desnuda se levantó a buscar el paquete de cigarrillos que había dejado sobre la mesa. Mientras volvía aprecie un extenso lunar sobre su cintura que terminaba de redondear su perfección. Ya nada seria igual, con nadie más sentiría lo de aquella noche. Fumé, casi me descompongo (era la primera vez), reía como loca, le sugerí que bajara el tono de sus carcajadas, no solo desoyó mi sugerencia sino que encendió el equipo de música sin importarle la hora que era. Si no les gusta que se vayan, me respondió sobre los vecinos del lugar, creo ninguno tendría ganas de tocarle el timbre con tremendo carácter. Cuando desperté me dolía la cabeza, me duche y al rato cedió la jaqueca. Ella dormía, tomé un café en la cocina y pensé en Jimena. Por primera vez alguien me había hecho olvidar su existencia, el amor no da respiro cuando uno piensa tenerlo controlado vuelve a sorprender. Creí que Jimena seria lo mejor pero me di cuenta que siempre hay algo mas para conocer, vivimos en permanente cambio. Tomé un libro de su biblioteca, recuerdo que era sobre la vida de Perón, releí algunas paginas y luego pasé a otro también de Perón pero analizaba la relación con los trabajadores. Con tanto peronismo no entendía tanto comunismo. Me sorprendió revisando su tesoro, pienso que no a todos les contenta que le desordenen su biblioteca pero hasta ese momento le da daba todo por igual. Si le decía que me llevaría la colección de libros de Borges seguro que no pondría oposición. Desayunamos cuando deberíamos estar merendando, no salimos para nada afuera de la casa. Mamá y los otros deberían estar preocupados, estimo que mi abuela abra hecho la denuncia policial por mi precoz desaparición. Llamé, me atendió la empleada domestica mas antigua, avísale a mamá que estoy bien a la noche regreso. Rápido oscureció, me cambie pedí un remis y regrese a mi cotidianeidad. Ya no era el mismo, las fibras de mi corazón eran más resistentes, supe al salir de allí que tendría una historia para escribir la más inesperada tal vez la menos buscada. 16
  • 17. Pasaron los meses, mi vida se había transformado poco a poco en un excelente pasatiempos. Trataba de escribir lo mejor posible, un escritor famoso decía en una entrevista que aunque el escrito sea malo había que entrenarse de modo que tomé su sugerencia como algo religioso. Todos los días ejercitaba, algunas cosas eran sumamente interesantes, otras mejor no decirlas. Me acostumbré a publicar notas en el periódico del centro y además corregía los guiones que Victoria realizaba, ese era su nombre. La primera vez que lo oí me pareció un poco antiguo, con el paso del tiempo y conociendo su historia di cuenta de que le cabía como a ninguna otra. Una noche de verano, el mismo día que la aprobación de un examen de matemáticas me posibilitó pasar al próximo año de la secundaria mi vida como escritor cambió. Acompañé a Victoria hasta la puerta de su casa en la calle Lacarra, cerca de Av Rivadavia, camine a la parada del colectivo y vi a dos señoritas bastante atractivas que estaban paradas en la esquina de la calle Goya. Con las manos en los bolsillos del pantalón me acerque para poder apreciarlas mejor. Una de ellas era mas grande que la otra, parecían hermanas por su similitud física. La parada se llenaba de gente por la demora del colectivo y las chicas continuaban paradas en el mismo lugar. Sin quitar la vista vi que se acercó un auto blanco con vidrios polarizados. Se subieron, el auto se movía como si desde su interior se balanceaban desenfrenadamente. Las personas que daban cuenta de la situación miraban forzosamente para otro lado. Algunos paraban el colectivo que esperábamos todos pero los más curiosos perdimos la oportunidad de subir. Ya era de noche, la tormenta que anticipaba en pronóstico meteorológico comenzaba a aparecer, por el momento era solo fuertes ráfagas de viento, pero se veía que desde el sur se aproximaba un cielo oscuro y seguramente ruidoso. Para ver con mejor exactitud crucé Rivadavia y me coloque debajo del techo del bar que estaba en la esquina. Mientras lo hacia intenté ver algo dentro del auto pero no pude, los vidrios eran tan oscuros que nada se podía ver. La lluvia no aguanto mas, densos chaparrones complicaban la visión y el andar de vehículos y peatones. Pareciera que las chicas estaban esperando ese mismo momento para poder salir del auto sin despertar sospechas. Cada uno que pasaba por ahí, solo se ocupaba de resguardarse del viento y del agua que caía intensamente. El semáforo que ordenaba el transito de la avenida cayo desplomado luego de ser vencido por las ráfagas. Semejante estructura arrastró los cables de la luz y en el mismo momento de la caída una gran parte de Rivadavia se quedo sin energía eléctrica. La única guía eran las luces de los vehículos que habían quedado atrapados con la caída del semáforo y los cables. Aprovechando la oscuridad, corrí con precaución hasta el auto blanco, miré para adentro sin poder visualizar algo nada claro, solo vi una sombra. Golpee el vidrio del acompañante y no recibí respuesta. Sin vacilaciones abrí la puerta y vi algo que nunca olvidare: sobre el asiento del conductor un hombre yacía sin vida completamente desfigurado, alrededor de él su 17
  • 18. sangre derramada desprendía un aroma fuertemente acido. Impactado y apurado por las sirenas de la policía cerré la puerta y caminé en estado de shock a la casa de Victoria. Le conté todo lo que había visto, al principio no me creyó, pero le insistí tanto con ir al lugar del hecho que no se si por miedo o por mi cara de espanto dio crédito a lo que le contaba. Estábamos a la luz de las velas. La llovizna constante era signo de que las condiciones climáticas continuarían empeorando. El viento tomaba impulso a cada momento, no quería que se olvidaran de él tan apresuradamente. Le prometí a Victoria que volvería tan pronto como pudiera, necesitaba saber qué había pasado con el auto. Me prestó un piloto de su padre, antes de salir se quedó mirándome por un momento, sin mas palabras me dijo: te acompaño, le aconseje que se quedara al resguardo del peligro que provocaría una nueva tormenta, no me importo. Salimos para Rivadavia cada uno con una linterna, la calle parecía abandonada, árboles caídos, carteles publicitarios destruidos, autos flotando en las calles era una parte de lo que el paisaje mostraba. Temí por nuestras vidas, sobre todo por la de Victoria ella era más débil, más temerosa y eso nos podía jugar en contra. Un solo patrullero custodiaba parte del caos, dos oficiales montaban guardia en la puerta del banco. Armados fuertemente, detrás del pasamontañas que tenían solo se distinguía parte de sus ojos. Un camión de emergencias junto a un grupo de bomberos se encargaban de evacuar a quienes no podían trasladarse por sus propios medios. Nosotros estábamos muertos de frió, Victoria quería volver, sus labios tan atractivos en todo momento lucían un color violáceo a causa de la baja temperatura que tenia en su cuerpo. Caminamos unos metros más hasta que uno de los oficiales gritó: ¡deténganse ni un paso más! , nos detuvimos miramos al uniformado y quedamos perplejos esperando ordenes. Adonde piensan ir- preguntó- necesitamos velas señor- se me ocurrió decirle- diríjanse al auto bomba, allí les proveerán lo necesario para pasar la noche. El oficial parecía mas preocupado por la custodia del banco que de nuestras vidas incluso la de el y la de su compañero. Volvimos a la casa de Victoria, la ciudad estaba totalmente anegada. Mamá y el resto de la familia estaría preocupada por mi ausencia pero nada se podía hacer. Con lo poco que quedo de pilas en la radio nos enteramos que las tormentas generaron un gran problema para la ciudad y sus alrededores. El estadio de Vélez Sarfield era utilizado para reclutar evacuados. Nosotros pasamos horas durmiendo después de la tensión, comimos algo y salimos a ver con la luz del día como estaba todo. Lo primero que vi fue el auto blanco, la avenida continuaba cortada, los árboles caídos estaban siendo movilizados por grandes grúas. Abrí sin más dudas la puerta, Victoria no quiso mirar. Metí la cabeza para ver con claridad pero nadie estaba dentro. Memorice el número de patente no lo olvide jamás: CRV 327. Una semana después de las inundaciones, todo volvió lentamente a la normalidad, excepto las casas destrozadas por las ráfagas de viento. Algunas familias continuaban viviendo en las iglesias o en hoteles cercanos a sus domicilios por un largo periodo. Llama la atención en estos casos la capacidad de muchas personas de acomodarse rápidamente a la situación traumática que viven, en su mayoría se convocaban para recibir ayuda del estado o de algún responsable que se hiciera cargo de los destrozos. En casa casi nada ocurrió, solo que uno de los chóferes se fracturó una pierna al intentar empujar el auto antes que el agua lo tapara. Mama estaba confusa, al no enterarse de mi vida sentimental no entendía cómo estaba en la casa de Victoria sin la presencia de Jimena. Se lo expliqué con pocas aclaraciones, para que lo entendiera, se disgustó un poco (me di cuenta por su forma de entonar las palabras), ella quería a Jimena pero yo ya no tanto. Le conté algo sobre mi nueva novia pero no hubo caso, creo que intuyó en su mas profundo ser que había llegado el día en que otra mujer seria dueña de mis 18
  • 19. suspiros. Históricamente a las madres les cuesta compartir su cría, cela, remarca el territorio y a través del tiempo, ya cansadas por las andadas se resignan a terminar sus días. No atendí mucho a lo que me dijo papá al respecto, él simplificaba a la relación con la mujer en un simple acto sexual y nada más. Comprendí escuchándolo cuales eran las causas de la horrorosa pareja que conformaba con mamá. Nunca logré entenderlo del todo, me parecía extremadamente vulgar, con la manija de la empresa en sus manos creia entenderlo todo. BUSCAMOS en Internet la patente, pero no hallamos una sola pista. Lo seguro era que a esas chicas las volvería a ver pronto, vivían en el mismo barrio que Victoria. Comencé mis investigaciones apresuradamente, tenia que saber qué había sido de ése cuerpo, cuál era el motivo de tanta agresión. Comprendí que de alguna forma, fui invadido por una amplia curiosidad sobre casos en donde la policía no puede resolver el caso y busca silenciosamente la ayuda de detectives. Durante un mes seguido leí todos los diarios que llegaban a casa, le pedí al canillita que me los enviara lo más temprano posible de modo que me los pudiera llevar a la escuela para leerlos en los ratos libres. La única que me acompañaba en esta aventura era Victoria, le interesaba la investigación sobre todo el destino del cuerpo, su mayor deseo era ser médica forense. Horas pasábamos sacando conclusiones pero no llegábamos a nada claro ambos estábamos confundidos. Cada cosa que me parecía cercana al hecho lo escribía y junto con el escrito depositaba alguna prueba para que tuviera sustento lo explicitado. Buscaba algún recorte periodístico, confesiones, y hasta avisos fúnebres que me parecían (pura intuición) semejantes al hecho. 19
  • 20. El día que podría haber conocido a los padres de Victoria, no se por que razón pero en los instantes previos mi cuerpo temblaba como una hoja atacada por los peores vientos de las noches invierno. La cita era en un lujoso restaurante porteño no recuerdo el nombre. La puerta principal era muy grande, dos porteros revisaban la reserva y posibilitaban la entrada a los comensales. Sus rostros parecían de piedra eran temerosamente ampulosos, por sus diminutos gestos se los veía desagradados de estar allí. Vi que cada uno de los comensales le dejaba algo de dinero como forma de agradecimiento por la cortesía, en los que pude ver fueron “galardonados” con el mismo importe que gasto para un almuerzo y merienda en la escuela. Dicho sea de paso nunca asimilé el acto de la propina o el agradecimiento, me parece una especie de limosna legalizada. Si alguien tiene que premiar solo lo hace con dinero, créanme que el comentario no es de tacaño pero apesta agradecer con dinero. Era mas tarde de la hora que habíamos pactado con Victoria, para no desentonar arribe al lugar media hora antes de lo pactado. Una leve brisa ensuciaba mis ojos de partículas de suciedad a pesar de tener los anteojos como resguardo. Encendí un cigarrillo, ya se me había echo costumbre, creo los nervios y la ansiedad me empujaban a fumar. Mientras lo hacia pensaba en el olor que me quedaría en las manos y lance el cigarrillo a la calle con tanta mala suerte que alcanzó el vestido de una señora que entraba al lugar. No tenía mas formas de pedirle disculpas, no me hablo, estaba enfurecida. La gente que frecuenta ese tipo de lugares percibe rápidamente cuando alguien no es de su clase; y yo no fui la excepción. Caminé constantemente de esquina a esquina, empecé a sospechar que algo raro pasaría con Victoria y sus padres. Me paré cerca de una de las ventanas del restaurante, no pude ver nada claro. Cruce la avenida llame a casa de Victoria pero no me atendió nadie, era extraño que ni la empleada domestica se acercara a responder la llamada. Poco antes de irme un hombre alto con prolijos bigotes me hizo señas para que fuera hacia donde el se encontraba; fui. En el trayecto pensé de todo, fue largo ya no sabia si mirarlo a los ojos o que. Pasamos al interior del recinto, una hermosa música completaba la calidez de los colores y de las gentes que allí cenaban. Quedé solo por un momento en el hall de entrada, me invadía la incertidumbre sobre la intérprete que cantaba tan bonito nunca lo había oído antes a pesar de que en casa siempre sonaba buena música. El maître me dijo que mi cena estaba servida en la mesa 19, mientras hablaba revisé con mis ojos los números de las mesas pero no pude ver la que me correspondía. Sorprendido seguí al mozo que me atendería esa noche, intente explicarle pero fue en vano parecía sordo, asentía todo con la cabeza. Si llegara a contar esto a mis amigos no me creerían. Comiendo sospechaba de todo lo que ocurría a mi alrededor. La verdad es que pocos muy pocos cenan solos un viernes y en semejante lugar, la intriga de ese sector era yo. Nada sabia de Victoria me asustaba no saber de ella. 20
  • 21. Tenia sueño ya quería regresar a casa a descansar, a la mañana temprano me esperaban las interminables clases de análisis matemático. Cuando intenté pedir la cuenta de lo consumido se acercó el maitre a la mesa. Se inclino y me dijo en un castellano dificultoso que todo estaba pagado por el Dr Lamas (el padre de Victoria). Antes de dejar la mesa me ofreció un café y acepte quedarme un rato más. Me acerqué al baño que estaba en el primer piso, la música seguía sonando cada vez mejor. Me topé con varias damas que me miraban como si estarían viendo a un fantasma, una de ellas sonrió al pasar me sorprendí pero no di lugar a especulaciones. Note que algo estaba mal. Mi costumbre de mirar al piso cuando camino no dejó ver a mis ojos que el pasillo por donde caminaba me llevaba al baño de mujeres. Retomé el camino que me llevaria al baño correspondiente. Cauteloso para no volver a equivocarme camine pegado a la pared hasta la escalera. Antes de ingresar al pasillo correspondiente vi que dos mujeres llamativas por su vestimenta subían. Disimule ver unos cuadros para poder tenerlas cerca. Una de ellas me miro y un gran escalofrió corrió por toda mi humanidad. Recordé el lugar instantáneamente: sin dudas precisé que eran ellas. Ansiaba estar con Victoria en ese momento para que las pudiera ver para que pudiera conservar sus caras si algo me pasara a mi. Pensandolo bien seria muy raro que dos asesinas cenen placidamente en un recinto publico aunque por lo visto nadie las conoce. Lo único que atine a hacer fue entrar al baño para disimular el viaje por el pasillo, no quieria levantar sospecha del grandulon que custodiaba la subida y la bajada de los comensales. Era difícil perderlas de vista la mas alta reía a carcajadas sin importarle el entorno que la miraba con malos ojos. Decidí esperarlas afuera, cerca de la salida pero en un bar contiguo que daba a la calle Mejico. Antes de entrar llame nuevamente a casa de Victoria, esta vez me atendió el chofer diciéndome: “la señora sufrió una descompensación”, y termino: “le diré a la señorita que la ha llamado”. Desistí de ayudas. Salieron con dos hombres mayores subieron a un auto y se fueron sin dejar rastros. Los seguí con la vista hasta donde pude pero giraron a alta velocidad. Algo dentro mío decía que tenía que ir al lugar donde habían girado. Casi nadie caminaba por las calles, las nubes negras pronosticaban lluvias. Tal como lo sospechaba el auto estaba detenido a mitad de cuadra con las balizas encendidas y el motor apagado. Miré con disimulo el interior del vehiculo, pude ver la cara del conductor desfigurada pero no vi a su acompañante. Mi corazón latía como nunca antes, encendí un cigarrillo para calmarme un poco pero fue en vano, es mentira que aplaca los nervios es una justificación mas de los que no admiten que el vicio los domina plenamente. Pensé-si abro la puerta del auto mis huellas digitales quedarían allí tal como me había precavido Victoria, después de un largo rato de girar sobre la misma manzana vi que una patrulla de la policía merodeaba la zona no le di la debida importancia que le daría un testigo de un hecho como el que cuento. No estaba lo suficientemente convencido de las que yo considero fuerzas del desorden. Antes de regresar pasé por la puerta de la casa Victoria, solo una luz estaba encendida y era la del mayordomo. Intenté cruentamente comunicarme con el pero mis actos despertaban sospechas de quienes caminaban por allí; desistí. Mientras caminaba sentía que alguien me estaba siguiendo, el ascenso de mis pulsaciones eran la mejor explicación de mi estado mientras andaba. Cambié el recorrido, gire hacia la derecha y retomé mis pasos hasta ver nuevamente la luz del dormitorio. Nadie estaba cerca mío, sin estar del todo tranquilo, emprendí nuevamente mi camino. Regrese a casa poco antes del amanecer, necesitaba descansar de modo que fui directo a dormir pero no pude hacerlo. Fui a la biblioteca del abuelo, desde su muerte no había entrado. Confieso que en el fondo lo extrañaba, seguramente él podría ayudarme con la investigación de los asesinatos en los autos. Aquella vez leí tanto que quede desparramado sobre el corpulento sofá hasta que la voz de mamá llamándome me 21
  • 22. despertó. Conversamos sobre las vacaciones mientras tomábamos granadina con soda. Le dije que estaba pensando en otros tipos de viajes a lo que me contestó que era muy chico para viajar solo. En nada concreto acabamos, pero era común entre nosotros. Se fue asegurándome que iríamos todos juntos luego de las fiestas de navidad y año nuevo. Revise todos los cajones del escritorio y encontré una vieja cámara de fotos con varios rollos vírgenes, y otros para revelar con nombres y fechas poco legibles. Entendí que esa cámara podría ayudarme a retener escenas que hoy solo las contiene mi memoria. Ese fue el primer instrumento que utilice en mis investigaciones: una cámara de mi abuelo. EN CASA DE Victoria discutimos sobre la noche anterior sobre los riesgos que había corrido al acercarme al automóvil. Me culpo en varias oportunidades de ser un descerebrado, arriesgaba mi vida-continuó- por los conatos de detective que habían aflorado últimamente en mí; le di la razón tampoco era un personaje de una historia ficticia que recuperaría todo luego del término del rodaje. Cuando su bravura ceso compartí mi hallazgo con ella, tanto le gusto que me hablo de un primo suyo radicado en Punta del Diablo que era fotógrafo profesional. Me prometió que lo contactaría para que nos ayudara. De más esta decir que gastamos todos los rollos nuevos fotografiando cada cosa que se nos cruzaba frente al lente. Esa misma tarde revelamos todo lo que teníamos. Compramos álbumes grandes para que ninguna quedara sin su fecha y descripción. Esa misma tarde nació nuestro archivo fotográfico. La cámara pasó a ser parte de mi cuerpo, a todos lados me acompañaba. A raíz de esto tomé la dirección de fotografía del centro de estudiantes cuya creación fue plenamente mía y de Victoria que se había sumado a colaborar con nosotros. Cuando quisimos darnos cuenta de las fotografías que poseíamos estábamos a cargo de una exposición sobre deportes escolares muy concurrida por vecinos, padres y estudiantes de la zona. Sabíamos con Victoria cuales eran las fotos que mas nos interesaban de modo que nos pusimos a trabajar. Me anticipó algunas posibilidades sobre la instalación de una sala de trabajo dentro de su casa. No me gusto la idea ya que podrían descubrir algo sobre nuestra investigación pero no desestimé nada de la propuesta que no era mala pero si era por el momento peligrosa. Decidimos que el primer paso seria montar guardia en las cercanías del restaurante, estábamos seguros de que las mujeres volverían a actuar. Necesitábamos acomodarnos en algún lugar donde no despertáramos sospechas, era tentador el cartel del banco que estaba en frente de restaurante pero era peligroso para nosotros por la cantidad de cámaras que monitoreaban la zona y sobre todo por la extensa altura que tenia el cartel. El primer día de la investigación a Victoria se le ocurrió cenar allí. Comimos un exquisito plato de mariscos acompañado de un sabroso malbec. Nada resultaba sospechoso hasta ese momento. Casi con el postre terminado Victoria me pateó las piernas con las de ellas avisándome que su padre había llegado al lugar con su madre. ¡No!-grite y todos me miraron con mala cara- pedí disculpas pero no las aceptaron. El gran problema era que justificación le pondríamos a la cena. El maître dio a conocer nuestra presencia y trajo a los señores a la mesa. Mi respiración estaba en alza, mi torpeza incontrolable hizo que derramara la copa de vino sobre el mantel netamente blanco cuando quise saludar a uno de los padres de Victoria. Todos reímos pero yo querría estar en la Antartida en ése momento. Aprendí con el tiempo que en ese tipo de 22
  • 23. situaciones soy difícil de controlar, más aun con algo de alcohol en la sangre. Con un hábil dialogo Victoria disminuyò la tensión del encuentro comencé a sentirme algo mareado. Nunca había tomado tanto vino en tan poco tiempo, mi estomago estaba revuelto era hora de ir a casa pero cómo lo haría si la noche recién empezaba. Bajé las escaleras y tomé el bolso con la cámara y con permiso de los comensales salí a fumar. Cuando la puerta se abrió el aire fresco me mareo aun mas, me senté en la plazoleta frente al restaurante me asaltaron las ganas de vomitar, pero pude aguantar. Estaba ebrio ese fue el mas preciso diagnostico. Victoria cruzo para asistirme y casi se desmaya de la risa al verme en ése estado. Caminamos un rato por las calles del centro. Tomé un polvo efervescente y a los pocos minutos comencé a sentirme un poco más reconfortable. Entramos con prisa, nuevamente la sagaz lengua de Victoria me salvaba por un rato. Dentro de mi cuerpo sentía que todos mis órganos se habían declarado la guerra mutuamente y de nada servirían las órdenes de mi cerebro, que poco podía controlar, para disimular mi malestar. Gracias a un corte de energía, tuvimos que evacuar el salón. Nunca pensé que me alegraría tanto un apagón como el de aquella noche; la ciudad saturada de edificaciones comenzaba a dar señales de que mucho mas no podía tolerar. Recuerdo que las empresas constructoras derribaban viejas casonas para levantar inmensos edificios generando un gran caos habitacional. Las luces de los autos eran las que alumbraban las calles, nos apuro su padre para que entrásemos a su auto le resultaba sospechoso el apagón nocturno, era de los que temían alguna sublevación popular. Mis pies seguían helados, la primera misión resulto fallida-pensaba- mientras Victoria dormía apoyada en uno de mis hombros. Unos hombres salieron cuando el portón de la casa se abrió, dos se mantenían adentro cerca de la puerta principal de la casa. Se acercaron al auto y abrieron las puertas para que pudiéramos bajar cómodamente. Uno de ellos después de mirar a su jefe se rió al verme bajar, pienso que el padre de Victoria no creyó el cuento de la comida en mal estado y se dio cuenta de que estaba bajo los efectos del alcohol. Insistí en regresar a mi casa pero la madre me ofreció el cuarto de huésped para descansar por esa noche tuve que aceptar aunque no tuviera ganas de quedarme allí. La casa era una fortaleza en cada rincón no faltaban las cámaras de seguridad ni las luces de las alarmas por si alguien estaba en donde no tenia que estar. Quede solo en el living hasta que llego Victoria me trajo un jarro de café para despejarme por completo. Había olvidado mi cámara en el auto me preocupé y fui a buscarla. Salí al patio y una luz me alumbro la cara: -¿Qué necesita señor?- escuché que alguien decía- Me olvide la cámara fotográfica dentro del auto- respondí con cautela- Se la llevaré ni bien la encuentre E·····- Sabia mi nombre no recuerdo habérselo dicho antes. Entré. No dormí en toda la noche escuchaba pasos continuamente, cuando alguno de los custodios dejaba de caminar era porque hablaba por un radio teléfono con alguno de sus compañeros. Sin flash no pude fotografiar demasiado los movimientos del patio pero no me arriesgue a que los sabuesos me descubrieran. Dormitaba, cuando sentí la voz del padre de Victoria que salía de la casa esta vez conducido por un chofer y dos guardias. Fotografié toda la secuencia matinal. Uno de los custodios se acercó a él e hizo una rara reverencia similar a la que usaban los nazis entre ellos. Me asusté un poco, temí no estar en el lugar indicado. Por las escaleras escuché que Victoria se dirigía a la habitación en donde estaba supuestamente descansando. Entró sin ningún permiso lanzándose hacia mi humanidad como nunca lo habría hecho antes. ¡Cuánto tiempo sin verte corazón!- me dijo extasiada de alegría- No pude responderle de la misma manera, me encontraba todavía anonadado por aquel saludo de su padre. Entró su madre y nos pregunto si deseábamos acompañarla a almorzar fuera de la casa, decidimos que saldríamos en poco más de media hora cuando ya estemos preparados. Le explique a Victoria que no tenia ropa para ponerme una vez duchado, preferiría regresar a mi casa a vestirme. Así fue pero me acuerdo que ella me mostró unas fotos de su infancia presentándome a su hermano residente en Alemania. 23
  • 24. Mejor no podía haber resultado mi interrogante a su padre lo saludan como a un jefe nazi y su hermano vivía en Alemania. En casa armé toda la secuencia de fotos pero a pesar de tener buenas imágenes nada se relacionaba con nada. Entendí que era el momento para acercarme a papá, necesitaba de sus contactos para sacarme algunas dudas. Me acerqué a la oficina que antes ocupaba el abuelo, el aspecto era el mismo pero el aire que se respiraba allí era el mismo que se notaba cuando papá estaba cerca de mí. Como casi siempre su secretaria o amante me dijo que una reunión lo demoraría, esperé dentro. Su secretaria o amante no le costaba mucho hacerme sentir como un intruso en mi propio terreno, no me importaba al fin de cuentas yo soy el único heredero, ella sabe que muy pronto seré “el rey” si el viejo no funde todo antes de tiempo. Luego de un rato llego disculpándose de la demora, su camisa estaba mal abrochada presiento que la reunión fue tan intensa que se tuvo que sacar la ropa. Le conté rápidamente que era lo que necesitaba, muy a su estilo cobardemente trató de evadirme pero no lo deje. Lo mantuve entre las cuerdas unos cuantos rounds, al no poderse correr cedió, gane por Knocout. No fue fácil pero cada vez que le recuerdo lo que se sobre todas sus andanzas nocturnas es capaz de darme su vida, característica de mediocre. Quedamos en vernos esa misma noche cerca de casa para que mamá no sospechara nada, antes de irme le sugerí que se limpiara la marca de pintura labial sobre su cuello. Salí con la certeza de que los amigos de papá me ayudarían a buscar alguna pista sobre el auto y las chicas. Después de explicarle todo se opuso a prestar colaboración, el siempre se movió cerca de personajes sospechosos, oscuros pero con importantes influencias. Le insistí hasta el hartazgo, solo le pedí una ayuda para poder identificar a esas dos personas que tanto me intrigaban. Llegaron incesantes llamados de mamá al teléfono de papá, sagaz para mentir, le sugirió a mamá que nos esperara cerca de la estación de tren para cenar juntos. Con Victoria asistimos a una reunión en la empresa sobre desarrollo industrial y otros temas no tan importantes para nosotros. Antes de comenzar papá se acercó tanto que le sentí el aliento caliente que salía de su pastosa boca, “hoy vas a conocer a alguien que te puede ayudar”, mirándolo con cara de inexpresiva se sentó en la silla que antes ocupaba el abuelo. Nada entendía de lo que hablaban sobre el desarrollo industrial y todo lo que necesitaba una nacion como la nuestra. Si pude comprender que cada uno de los señores allí sentados se odiaban entre si, se miraban alienados unos a otros, los unía solo una cosa: la codicia. Al termino de la reunión me acerqué al la sala donde me esperaba Victoria, en eso entró papá, son golpear como es su costumbre, con unos señores vestidos de trajes oscuros me hizo acordar a la famosa película Buenos Muchachos de Scorsese. Algo me pareció familiar en la cara de uno de ellos, antes de identificar su rostro, detrás suyo se asomo nada menos que el padre de Victoria. No podía creer tremenda coincidencia, tome mi valija y saque a Victoria casi de los pelos, me dirigí al ascensor del subsuelo para que pocos me vieran. Tropecé sobre uno de los escalones, rodé hasta la planta baja sin posibilidad de freno, uno de los guardias de seguridad me ayudó, sin saber quien era yo o por lo menos eso creí. Le conté a Victoria sobre la llegada de su padre y no salio de su asombro, no del todo convencida bajó al estacionamiento para ver si allí estaba el auto de su padre. No hay nada me dijo casi sin aire, esperemos cerca para verlo salir. Era el mediodía y todavía no había salido nadie, teníamos hambre pero uno de nosotros tenia que mantener la guardia, decidí quedarme con la cámara para fotografiar el auto. Victoria no había cruzado todavía la avenida cuando la puerta de garaje se abrió, esperé dentro del hall vidriado ocultándome de que alguien me reconociera. Gatillè varias veces para poder apreciar luego la mejor foto, creyendo que nadie miraba di un paso hacia fuera del hall y di con la cara del padre de Victoria, la fortaleza de sus ojos me impidieron seguir con las tomas. Se que me vio, no podía ocultar mi temor, estaba en un problema. El semáforo los detuvo en la esquina, se que también vio a su hija y ella lo vio a el, sorprendida se lanzó al auto pero la luz verde no le permitió acercarse mas. Almorzamos en un banco de una plaza cercana a la empresa, lo hicimos en silencio contemplando el gran caos que es el centro de la ciudad los días laborables. Es increíble, recuerdo que las personas ingerían alimentos caminando sin parar con sus rostros desvirtuados, fuera de si, inmersos en sus propios problemas, cubiertos del gran bullicio citadino. Nosotros dignos de rechazar semejante caos marchamos hacia algún lugar adonde podamos compartir nuestras ganas de amarnos, recuperar energías y pensar cual será nuestra próxima coartada. Tenia en mi buzón extensos mensajes de papá preguntando sobre mi paradero, todavía no habíamos decidido nada de modo que no le contesté. Acompañe a Victoria a su casa, preferí no entrar, nos despedimos sin querer desprendernos, intuíamos malos augurios, pero fiel a nuestras buenas nuevas nos besamos una vez mas. Encendí un cigarrillo, una vez que llegue a la parada del colectivo, la noche era agradable, poca gente transitaba por esas calles a esas horas, solo se veían las garitas de la custodia en cada esquina y de lejos se escuchaba la radio de los albañiles que trabajan de noche en la obra cuyo dueño 24
  • 25. era el padre de Victoria. Allí enfrente estaba la parada, sentí ganas de cruzar a ver, después de todo yo era el novio de la hija del dueño. Me asomé con cautela, revise por una hendija como estaba todo allí dentro, vi que seis o siete muchachos compartían una cerveza, reían sin parar parecían animales desquiciados. Aproveche la distracción y entré agazapado sin que nadie me viera para fotografiar a los muchachos bebiendo en pleno trabajo. Un gran error que cometí aquella noche fue no haberle quitado el flash a la maquina, en cuestión de segundos los obreros se levantaron tan rápido que me dieron tiempo a tomar mi mochila. Escuchaba insultos tras insulto, salí a calle sin saber para donde ir, mire hacia atrás pensando que el colectivo pasaría pero ya no había nadie esperando en la parada. Tome por el recorrido mas cercano a la casa de Victoria, casi me atropella un taxi del susto me cai, con ventaja los albañiles casi me alcanzaban hasta que sentí un estruendo muy potente tanto como el ardor en mi brazo derecho, seguí corriendo pero ya nadie lo hacia. Reduje la velocidad de mi marcha, me sentía empapado, extenuado, me tirè a pasos de la puerta de la casa de Victoria, cuando pude ver mi remera me di cuenta de que no era sudor sino sangre. El balazo rozó mi brazo y me lastimò bastante, no tenia fuerzas para gritar, sentía nauseas y un intenso mareo, por primera vez tomè noción de que podía morir si segui sangrando. Tratè de calmarme pero ya casi no tenia control sobre mi cuerpo, apenas tenia fuerza para comprimir la herida que a pesar de todo seguía sangrando. Una fuerza interna no me dejaba mantenerme despierto, ya no podía sostener mis parpados, me entregaba a las órdenes de mi cuerpo. Escuché que abrieron el portón, voces, luces…….. AL ABRIR LOS OJOS vi una inmensa luz, a pesar de mi agnosticismo creí estar cerca de dios, tantas veces nos hablaron de la luz en un pasillo inmensamente largo que uno en esos momentos duda. No era exactamente la claridad divina, eran las luces de la habitación en donde me habían depositado luego de quedar rendido casi muerto- dijo el doctor más tarde- sobre la vereda de la calle La Pampa. Con dificultad dirigí mis ojos a primer silueta que vi frente a mi, agudicé un poco la vista y di cuenta de que era papá. Lo primero que me sentencio fue un gesto similar a los que utilizan los árbitros de fútbol cuando advierten a los jugadores de fútbol que la próxima serán amonestados: ¡basta!me dijo el muy cobarde. Se asustó pensó que me moría, se le acababan todos los negocios, como le explicaba a mamá de que su hijo había muerto de un balazo, ya nada los uniría. Después del gran afecto recibido de parte de mi padre, Victoria me posò su mano sobre mi frente, regrese a la vida, sonrei, cerrè los ojos y senti alivio, cuando los abri ya tenia el almuerzo preparado. No se moviò de la clínica durante los días de la internacion, ni tampoco quizo dejarme sola cuando la policía me pedia declaraciones de aquella noche. Era imposible que mamá no se enterase del hecho, solo que le dijimos que unos delicuentes me robaron la mochila y no conformes me dispararon, se que no lo creyo pero fingió que lo había hecho. Una gran revolución se armo en la obra, regresè con “el jefe” a buscar explicaciones, no podía evitar decir la verdad ya nada era tan simple. Recupere mi camara ese mismo día, uno de los guardias de la casa me la entregò con una faja dejada por la policía en el momento de ser secuestrada junto a mis pertenencias. Papá aprovechó el revuelo y se fue a New York, viajes de trabajo los llamaba èl, todos sabiamos 25