A lo largo de la historia, levantar el estado de ánimo ha sido uno de los diferentes motivos para consumir drogas. La historia nos muestra como los fenómenos socioculturales han delimitado qué substancias pueden ser utilizadas para mitigar el desanimo y cuales deben ser vetadas. Esta premisa nos servirá para dar cuenta del por qué aumenta en España el consumo de hipnosedantes[1]. Según la encuesta ESTUDES, realizada por el Plan Nacional Sobre Drogas y presentada en enero, el 11,4% de los españoles consumieron hipnosedantes en el último año, mientras que el 9,6% consumieron cannabis. Al situarse por delante del cannabis se rompían las tendencias de los últimos años, en qué el cannabis era la tercera substancia más consumida después del alcohol y el tabaco. Aunque pueda parecer extraño, no es casualidad que en los últimos años se haya producido un aumento sostenido del consumo de hipnosedantes. El por qué de este aumento se debe a dos fenómenos socioculturales: las condiciones de vida y haber convertido los procesos terapéuticos en un negocio.
Los hipnosedantes como panacea a los malestares emocionales
1. LOS HIPNOSEDANTES COMO PANACEA A LOS MALESTARES EMOCIONALES
David Pere Martínez Oró
Publicado en la revista Cáñamo en marzo de 2013.
A lo largo de la historia, levantar el estado de ánimo ha sido uno de los diferentes motivos para consumir
drogas. La historia nos muestra como los fenómenos socioculturales han delimitado qué substancias
pueden ser utilizadas para mitigar el desanimo y cuales deben ser vetadas. Esta premisa nos servirá para
dar cuenta del por qué aumenta en España el consumo de hipnosedantes[1]. Según la encuesta ESTUDES,
realizada por el Plan Nacional Sobre Drogas y presentada en enero, el 11,4% de los españoles
consumieron hipnosedantes en el último año, mientras que el 9,6% consumieron cannabis. Al situarse por
delante del cannabis se rompían las tendencias de los últimos años, en qué el cannabis era la tercera
substancia más consumida después del alcohol y el tabaco. Aunque pueda parecer extraño, no es
casualidad que en los últimos años se haya producido un aumento sostenido del consumo de
hipnosedantes. El por qué de este aumento se debe a dos fenómenos socioculturales: las condiciones de
vida y haber convertido los procesos terapéuticos en un negocio.
En relación al primer fenómeno, debido a las consecuencias funestas de la crisis social, los tiempos
actuales se presentan difíciles. Solo hace falta echar un vistazo a nuestro entorno para observar un
panorama entristecido. Tristeza no sólo económica sino también psicosocial, es decir, las condiciones de
existencia son complicadas, el contexto nos impregna de pesimismo, se vive con incertidumbre y estrés, en
consecuencia, pensar en el futuro es más angustioso que esperanzador. Para algunos la situación es tan
insostenible que desarrollan malestares emocionales, como la ansiedad o la depresión. Para lidiar con tales
malestares existen varias opciones, entre ellas tomar drogas como los hipnosedantes.
Es respetable que cada uno busque las vías que considere más oportunas para sentirse mejor, pero un
análisis crítico de los consumos de hipnosedantes, nos señala a la industria farmacéutica y al estamento
médico como cómplices de tal aumento. En la actualidad, la salud y los procesos de curación siguen la
lógica del capitalismo salvaje. La industria farmacéutica como cualquier otro sector, intenta obtener los
máximos beneficios, por tanto, podemos intuir que los procesos de (sobre)medicalización de la sociedad
responden, en gran medida, a unos intereses empresariales. Por tanto, como hoy en día, es alta la
demanda de tratamiento por los malestares emocionales, la industria farmacéutica trabajará para ofrecer los
“mejores” fármacos, y estos serán prescritos por los médicos como –casi- la única alternativa para sanar las
dolencias del alma.
Entre los “pacientes” con malestares emocionales es común que se acepte acríticamente el consumo de
hipnosedantes. Parte de esta actitud se debe al buen estatus de los médicos, que se les atribuye el
conocimiento para curar -un conocimiento positivista que proscribe otros enfoques-. Esto unido a la presión
para buscar soluciones rápidas, hace “lógico” que los pacientes prefieran tomar “pastillas” que realizar un
proceso de sanación más largo, pero a la vez, más efectivo. Los hipnosedantes producen una mejoría
2. sintomática pero difícilmente la completa sanación, esto se traduce en unos clientes fieles que pueden
devenir en dependientes, pero por el contrario que los usuarios de otras drogas, estos no molestan a la
vista.
Las dificultades para vivir en una sociedad mejor, nos indica que continuaremos viviendo en un sociedad
patógena, esto unido a la consolidación del actual abordaje terapéutico de los malestares emocionales,
conllevará que los consumos de hipnosedantes continuarán en aumento. Ante tal situación será clave
mantener un espíritu crítico hacia los tratamientos “convencionales” y conocer en todo momento, cuales son
las vías más idóneas para curarse.
[1] El grupo de los hipnosedantes incluye distintos fármacos, los más consumidos son los barbitúricos y las
benzodiazepinas.