El abogado de los Arrieta se queja ante la embajada de España por la presenci...
Es posible la democracia en el mundo árabe
1. ¿Es posible la democracia en el
mundo árabe?
Diana Campos Candanedo
Universidad Complutense de Madrid
Información Internacional y Países del Sur
2. RESUMEN
I. LA TEORÍA POLÍTICA DEL ISLAM ………………………………………………...........
II. ¿SON COMPATIBLES ISLAM Y DEMOCRACIA? …………………………………….
2.1. Islam y Democracia, dos lógicas contrapuestas …………………………………
2.2. El Islamismo y Separación entre Iglesia y Estado ………………………………..
2.3. ¿Es posible crear una democracia islámica? ………………………………………
III. LOS LASTRES DE LA DEMOCRACIA EN LOS PAÍSES ÁRABES…………............
3.1. Estados artificiales, herencia de la colonización europea ……………………….
3.2. Apoyo a regímenes autoritarios, la hipocresía de Occidente …………………….
3.3. La democracia “armada” y el doble juego de los políticos locales ………………
3.4. Los fracasos del nacionalismo y la vuelta al “Islamismo político” ……………….
3.5. La decepción hacia Occidente: “ellos y nosotros”…………………………………
3.6. El Islam, como solución al problema de identidad ………………………………..
CONCLUSIÓN
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3. RESUMEN
Al iniciar su segundo mandato, el presidente estadounidense George W. Bush
decidió emprender otra de sus "misiones civilizadoras”, la de “propiciar una verdadera
revolución democrática" en Oriente Próximo.
Cuatro años más tarde, la realidad es totalmente opuesta, pues a pesar de que hubo
elecciones en Irak, el país se encuentra al borde de una guerra civil y la democracia sigue
siendo una utopía. Resulta difícil de creer que a estas alturas EEUU aún no haya entendido
que elecciones "formales" no significa democracia. ¿O no lo ha querido entender?
Cualquier musulmán tendría toda la razón en preguntarse ¿de qué democracia y de
qué libertad estamos hablando?, especialmente si se toma en cuenta que el mundo árabe es
tal vez la región del mundo en la cual la población civil ha sufrido más directamente las
consecuencias de su situación geoestratégica y de la real politik de las potencias
occidentales. El contexto actual en Oriente Próximo juega en contra de la democratización.
La mayoría de las naciones-Estado en Oriente Próximo son relativamente recientes
y se crearon de forma artificial en el mapa de la colonización europea, lo cual aún hoy crea
problemas de identidad nacional. Hablamos de países con recursos muy preciados como el
petróleo, que los convierte en teatro de acción de la geoestrategia occidental y en especial de
EEUU, lo cual ha traído una sucesión de conflictos y guerras en estas tierras. Pero además,
las sociedades civiles en el Mundo Árabe llevan un siglo soportando una serie dictaduras y
monarquías autocráticas apoyadas directamente por los países occidentales, por razones tan
diversas que van desde el acceso al petróleo (caso de Arabia Saudí) o la posición que puedan
asumir ciertas naciones en el conflicto palestino-israelí.
El siguiente análisis intenta contestar la pregunta de si ¿es el Islam en sí mismo un
obstáculo para que actualmente exista democracia en Oriente Próximo? La pregunta surge
ante la aparente incompatibilidad entre democracia—tal como es entendida en Occidente—y
la ley sagrada en los Estados Islámicos.
El objetivo es demostrar que no existe nada implícito en la naturaleza del Islam que
impida un avance hacia la democratización en el Mundo Árabe. El obstáculo no es el Islam
en sí mismo, sino las cada vez más radicales interpretaciones del mismo, que responden a
intereses y objetivos geopolíticos y de control interno en los países, que utilizan la religión
como vehículo de movilización popular.
Demostraremos que la principal barrera para la democracia en el Mundo Árabe es la
ausencia de libertad política, la corrupción y mala gestión pública de líderes que lo único que
buscan es su eterna permanencia en el poder.
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4. I. LA TEORÍA POLÍTICA DEL ISLAM TRADICIONAL
La concepción política de las sociedades está directamente influida por los rasgos
históricos, culturales y religiosos de cada civilización, por lo cual es un error explicar la política
en el mundo islámico desde los parámetros occidentales o bien tratar de reproducir el modelo
de democracia tal como se concibe en Occidente.
Para comprender ese vínculo tan cercano entre religión y Estado, hay que tener en
cuenta que en el Islam clásico no hubo separación entre Iglesia y Estado, a diferencia del
Cristianismo, en el cual siempre existieron dos dimensiones: la espiritual y la temporal.
De hecho, el Estado como concepto no aparece en las fuentes del Islam (El Corán y
la Sunna) ni el Profeta Mahoma elaboró teoría política sobre un sistema de gobierno que
debía regir esa primera sociedad islámica conocida como umma, que los expertos consideran
el primer embrión de un Estado musulmán.
De allí que varios autores consideran que la umma no era realmente una teocracia
(en la que los miembros obedecen al soberano como si fuera Dios), sino más bien una
“nomocracia”, en la que la ley divina regía la conducta de esta comunidad, la cual se definía
por una religión común.
Los primeros califas, tuvieron una autoridad más de tipo religiosa, aunque su
actuación, se extendió también al aspecto político. Su misión, era velar por la salvación y la fe
de los creyentes y en un segundo plano, administrar la comunidad.
La ley islámica tradicional denominada Shari´a proviene directamente de las
revelaciones que Dios hizo al Profeta, siendo expresión de la voluntad divina inscrita en el
Corán, por lo cual no está sujeta a cambios. Esto no sucede con las democracias modernas,
donde el ordenamiento proviene de los ciudadanos y está en constante evolución.
En consecuencia, en el Islam tradicional la legislación no es función del Estado, ya
que la ley divina precede al Estado. La función del Gobierno y su razón de ser es hacer
posible que el individuo lleve una vida musulmana recta, por lo que la efectividad del Estado y
las buenas o malas acciones se miden por el grado en el que se cumple este propósito.
“Actualmente, la misma noción de jurisdicción y autoridad seculares (por hablar así
de la parte de la vida no santificada que reside fuera de la ley religiosa y de aquellos que la
imponen) se ve como una impiedad e incluso como la mayor traición al Islam. Enmendar este
error es el objetivo principal de los revolucionarios y en general de los que se describe como
fundamentalistas islámicos”. 1
En resumen, la teoría política islámica ha mantenido en todo momento la unión entre
política y religión. Independientemente de la forma política que se adopte, el Gobierno debe
garantizar el cumplimiento de los preceptos religiosos.
1
Lewis, Bernard. El Lenguaje Político del Islam. Taurus, Madrid 1990. p. 14
-3-
5. Ello explica, según Bernard, que en todos los Estados con clara mayoría musulmana,
excepto Turquía, el Islam sea la religión del Estado. Muchos de estos países tienen en sus
Constituciones cláusulas que establecen la ley sagrada del Islam como fuente principal de la
legislación.
Sin embargo, Bernard considera que los estados islámicos actuales no pueden
considerarse teocráticos porque en el Islam no ha existido la Iglesia como institución, ni los
sacerdotes (en el sentido estrictamente teológico) como mediadores entre Dios y el creyente. 2
Tampoco pueden ser estrictamente despóticos o autocráticos, porque según la
concepción islámica, sólo Dios es el soberano supremo y la fuente legítima de autoridad, por
lo que el gobernante no puede cambiar la ley sagrada, según sus intereses, como sí sucede
en los países occidentales.
En tiempos de crisis, los musulmanes encuentran su identidad básica en el aspecto
religioso, es decir, en una entidad definida por el Islam y no en el origen étnico, la lengua, la
nacionalidad o la forma de Gobierno, como sucede en Occidente. E incluso habría que decir,
que la legitimidad de la autoridad proviene de la religión más que de otras consideraciones
nacionalistas, patrióticas o dinásticas.
2
En Irán, debido a la adopción oficial del Islam en el siglo XVI, la profesionalización de la religión siguió un
camino en cierto modo distinto, primero con los mugtahid-s y en el S. XIX con el surgimiento de los ayatolás,
primer equivalente musulmán de episcopado.
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6. II. ¿SON COMPATIBLES ISLAM Y DEMOCRACIA?
La pregunta genera un caluroso debate en círculos académicos y políticos, dado que a
través de la historia, las potencias occidentales han intervenido en los países árabes con la
supuesta misión de “democratizar” y “liberar” esos pueblos de las prácticas “autoritarias” de
sus gobernantes.
Francois Bugart, investigador del Institut de Recherches et d’ Etudes sur le monde
Arabe et Musulman se pregunta “¿cómo puede encajar la soberanía de Dios, la primacía de
la norma divina, en un mundo que, por el contrario, procede de la primacía de la voluntad
humana?” 3
2.1 Islam y Democracia, dos lógicas contrapuestas
Según Bugart, la aparente falta de las categorías que fundamentan la noción moderna
de oposición o instituyen el pluralismo político, y la ‘carencia laica’ (la falta de reconocimiento
de un espacio reservado exclusivamente a la política), así como la afirmación de que la ley
divina prevalece sobre la voluntad popular “son los primeros indicios de la incompatibilidad
estructural entre las referencias del Islam y las del pensamiento político liberal”.
La ley islámica, como ya mencionamos antes, es de inspiración divina y muchos
países árabes en los momentos actuales tratan de recuperar la tradición de la Shari´a para
mantener su propia identidad, en la cual se prioriza la voluntad divina sobre la voluntad
popular, algo que choca frontalmente con el concepto de democracia que significa
precisamente la “autoridad del pueblo”.
Según el profesor Edgar Weber, el concepto de democracia implica que las leyes que
gobiernan el Estado, en el que se reconocen los ciudadanos no se tienen por leyes
“reveladas”, sino que son propuestas, votadas y admitidas por los representantes del pueblo,
quienes a su vez han de aplicarlas. Por esta razón destaca que la concepción del Estado y
del individuo es totalmente distinta en el Islam que en Occidente.
Por otro lado, Weber plantea que los islamistas más ortodoxos no contemplan una
sociedad en la que el individuo pudiese no tener religión alguna. “El pensamiento del
jurisconsulto concibe un mundo en cual la fe es y será la base de todas las instituciones,
mientras que las sociedades modernas desplazan la religión a la periferia y dejan al individuo
la libertad de escoger la religión”. 4
Weber arguye que en ningún país musulmán el presidente o la autoridad suprema
puede ser un no musulmán, ya que en la lógica Shari´a éste debe favorecer únicamente el
cumplimiento de los preceptos musulmanes.
En las sociedades modernas, que anteponen la libertad y la separación de lo político y
lo religioso, la imposición de una religión representaría una injusticia notoria. “Nos
3
Bugart, Francois. El Islamismo cara a cara. Bellaterra, Barcelona, 1996 p. 204
4
Weber, Edgar. Islam y Democracia. Revista CIDOB d’ afers internacionals No. 43-44. Université Toulouse- Le
Mirail. Enero de 1999.
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7. encontramos ante dos lógicas distintas, por lo que pretender comprarlas significa a menudo
comparar lo incomparable”.
En las democracias occidentales la religión no es un asunto público, sino privado, por
lo cual ninguna puede tener preeminencia sobre otra o exigirle sumisión.
En cuanto a la concepción del “ciudadano”, la Shari´a establece que la persona es
ante todo un creyente y está atada a un código muy preciso que le exige sumisión al Islam.
“La shari´a está llamada a ser universal, ya que los creyentes deben difundir el Islam hasta
que todo el mundo sea musulmán, pero en principio hay una comunidad precisa. “En una
legislación laica, por el contrario, la persona es una entidad libre, inalienable, que acepta la
libertad del otro y que llega con él a un consenso de vida. No se trata de una autoridad
externa, sino de un acuerdo libremente aceptado”. 5
2.2. Islamismo y separación entre Iglesia y Estado
Otro argumento, generalmente utilizado para afirmar que la democracia es
incompatible con el Islam está en la “evidencia empírica” de los actos de los activistas
islámicos en los países donde tienen el poder. En Irán, el jomeinismo redujo por la fuerza a
su oposición de izquierdas, recurriendo a los métodos de la dictadura imperial, mientras que la
actuación del régimen de Omar al-Bechir en Sudán también apoya la tesis de la
antidemocracia del islamismo radical.
A nuestro juicio, los regímenes totalitarios, el irrespeto a los derechos humanos y la
represión no son inherentes islamismo, ya que esos mismos abusos se han dado también en
países “laicos” y con formas de gobierno presuntamente democráticas. La clave no está en la
teoría política per sé, sino en las prácticas e intereses de los líderes que detentan el poder y
en los factores exógenos que sirven de caldo de cultivo para estas prácticas, muchas veces
apoyadas por las propias “democracias” occidentales y que siguen poniendo distancia entre
Oriente y Occidente (“ellos y nosotros”).
Sobre este punto ahondaremos más adelante en el apartado que trata sobre la
situación actual y el reto de la democracia en el mundo islámico.
Buena parte del debate teórico de la compatibilidad entre Islam y democracia se
analiza desde la perspectiva de la obligatoriedad o no de separar política y religión,
destacándose dos posturas entre los pensadores musulmanes: los partidarios de la
separación entre lo temporal y lo espiritual y los partidarios del Estado islámico.
En el primer grupo se encuentra el teólogo egipcio Ali Abdezrraziq (1888-1966) y el
jeque Jalid Muhammad, quienes concuerdan que en el Corán apenas se puede encontrar algo
que justifique el Estado islámico. Las fórmulas políticas adoptadas posteriormente por los
musulmanes, como el califato, eran inventos humanos que podrían terminar dañando a la
religión y a la política. Sin embargo, Jalid, con el paso del tiempo modificó su pensamiento,
aproximándose más a las tesis del Estado islamista.
5
Weber, op.cit.
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8. El nacionalismo árabe favoreció la separación de los poderes, conjugando al mismo
tiempo el rechazo a la dominación occidental con la admiración de algunos de sus valores, por
considerarlos la clave de su progreso. Sin embargo, la secularización se adoptó durante esa
época en algunos países árabes de una forma desnaturalizada, bajo la tesis de que tal
fórmula iba a solucionar el atraso de siglos.
De allí que los defensores de la primera posición se hallan en minoría, como
consecuencia de los fracasos políticos, económicos y militares (léase Guerra de los Seis Días,
junio de 1967), que “llevaron a los nuevos gobiernos árabes a buscar su legitimidad en el
Islam, mediante la creación de un cuerpo de ulemas favorables al Estado y a la recuperación
de signos religiosos en el sistema… El Islam se convirtió en un elemento de legitimación del
poder, y este se adueñó de su interpretación y de su utilización política, principalmente en la
lucha contra grupos de izquierda radical”. 6
Consecuentemente, la mayor parte de los pensadores políticos musulmanes son
partidarios del Estado islámico. Uno de los principales representantes de esta corriente es
Hasan Banna, iniciador del movimiento de los Hermanos Musulmanes, primer grupo islamista
y fuente de inspiración para muchas de las ideologías actuales, que promulgan el
reestablecimiento del orgullo musulmán y de su poder, para lo cual es indispensable una
restauración de la ley de Dios en el Estado y la sociedad. Algunos de sus postulados más
importantes de esta corriente son:
El Islam constituye una ideología omnicomprensiva, que afecta al individuo, a la
sociedad y al Estado”.
El Corán, la Sunna y la Shari´a constituyen el fundamento de la vida musulmana.
La fidelidad al restablecimiento de la soberanía divina, a través de la implantación de la
ley islámica, asegurará el éxito de la comunidad de los creyentes.
Los defensores más radicales del Estado islamista promueven un completo rechazo
a los valores occidentales, que para ellos han sido sinónimo de colonización, dominación y
saqueo de sus riquezas.
“Los nacionalistas musulmanes, atrapados frente a un Occidente militarista y
colonizador, incapaz de compartir y exportar su humanismo, se vieron obligados a
atrincherarse en el pasado y erigirlo como muralla. “El Estado árabe moderno luchará contra
las conquistas de la filosofía de las Luces, condenará el humanismo occidental, como
extranjero e ‘importado’ y tratará a los intelectuales que lo estudian como agentes del
enemigo, y traidores a la causa nacional. 7
En este sentido, los que defienden la incompatibilidad estructural entre Islam y
democracia aluden al hecho de que las categorías y expresiones institucionales del
pensamiento musulmán clásico no se superponen de forma natural a las que creó el
constitucionalismo europeo-americano en el siglo XVII, que proviene de los principios de
“libertad – igualdad- fraternidad de la Revolución Francesa de 1789.
6
Islam: presente y futuro. Centro Superior de Defensa Nacional (CESEDEN). Ministerio de Defensa. Diciembre
de 1999 Vid. http://www.ceseden.es/
7
Mernissi, Fátima. El miedo a la modernidad: Islam y Democracia. Guadarrama, Madrid, 2003. p. 64
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9. 2.3. ¿Es posible crear una democracia islámica?
Para Bugart, la clave del análisis no está en el debate teórico-académico de si el
Islam como doctrina religiosa es o no compatible con la democracia, sino en “tratar de
determinar si las sociedades árabes contemporáneas—es decir, las distintas comunidades
musulmanas—, han alcanzado un umbral de desarrollo político en el que puedan surgir y
desarrollarse conductas pluralistas, respetuosas de las diferencias individuales o colectivas”. 8
Esto nos lleva a la pregunta ¿es posible crear una democracia islámica? Javier
Jordán Enamorado, en un ensayo publicado también por el CESEDEN propone un sistema de
gobierno en el que existan partidos políticos organizados de forma similar a Occidente, pero
que no contengan en sus programas propuestas que contradigan al Islam, en el cual el jefe
del Gobierno sea musulmán, aunque otros puestos de responsabilidad puedan ser ocupados
por no creyentes, entre otras características. 9
A la hora de ejercer el Gobierno, los dirigentes tendrían que seguir su Constitución,
que estaría basada en la Shari´a y no en el sufragio popular; los no creyentes podrían vivir
según sus propias creencias y no estarían obligados a cumplir con los preceptos sociales del
Islam (ayunos, abstinencia de alcohol y carne de cerdo). En definitiva, un sistema en el que
exista la separación entre política y religión y que coexista con otras religiones.
Todo esto nos lleva más al terreno de la interpretación muy particular que hagan los
líderes islámicos a la ley sagrada, la cual va a estar necesariamente influida por otros factores
externos como el entorno geopolítico e incluso los propios intereses nacionales y de las elites
políticas y religiosas de cada uno de los países.
En el siguiente apartado veremos si se dan en este momento las condiciones en el
mundo árabe para una interpretación menos literal y más “democrática” de la ley islámica o si
esta seguirá siendo una respuesta a las constantes agresiones de Occidente.
III. LOS LASTRES DE LA DEMOCRACIA EN LOS PAÍSES ÁRABES
Hasta ahora nos hemos enfocado en la teoría política del Islam y su aparente
incompatibilidad con ciertos principios de las democracias occidentales, arriesgándonos a
sugerir que muchas de estas incompatibilidades se basan en una interpretación literal de la
Shari’ a, que en muchos casos responde a intereses particulares de los líderes de turno y a un
contexto político específico.
A continuación expondremos los factores internos y externos, más de tipo político y
social que religioso, que a nuestro juicio son claves para entender la actual situación de
Oriente Próximo, su actitud hacia Occidente y la concepción de democracia.
3.1. Estados artificiales, herencia del colonialismo
Al igual que en el llamado “Tercer Mundo”, la mayoría de las naciones-Estado en Oriente
Próximo son relativamente recientes y se crearon de forma artificial o se tallaron a fuerza de
8
Bugart, Op.cit p.223
9
Enamorado, Javier. Islam y Democracia. Centro Superior de Defensa Nacional (CESEDEN). Ministerio de
Defensa. Diciembre de 1999 Vid. http://www.ceseden.es/
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10. lápiz en el mapa de las antiguas colonias cuyo suelo abandonaron las potencias europeas
después de la II Guerra Mundial, lo cual crea problemas de identidad y pertenencia.
Por ejemplo, la creación francesa del Líbano moderno incluyó partes de Siria; Gran
Bretaña fijó las fronteras y los gobiernos de Iraq, Kuwait y Jordania.
“La existencia de problemas de unidad, estabilidad, autoritarismo y ausencia de
democracia son producto de un legado de siglos de imperialismo europeo, en el que las
potencias coloniales se hallaban enfrascadas en la tarea de mantener su mandato e
influencia, en lugar de promover sociedades democráticas estables”. 10
Una vez alcanzada la independencia en estos países, gobiernos autoritarios y élites
influyentes se han mantenido por muchos años en el poder, pero su objetivo no es lograr el
desarrollo económico ni promover la libertad y participación política de sus ciudadanos, sino
mantener el status quo y aprovechar los recursos de sus países para mantener sus privilegios.
3.2. Apoyo a regímenes autoritarios: la hipocresía de Occidente
Muchos autócratas de Oriente Próximo (casos de Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Túnez)
se han mantenido en el poder desde la Guerra Fría, gracias al apoyo occidental por razones
meramente económicas—léase acceso al petróleo—o bien políticas—como el apoyo a la
política de EEUU en el conflicto palestino-israelí o la guerra contra el terrorismo.
Por esta razón, ya ni en el mundo árabe ni en la sociedad civil occidental se toma en
serio los argumentos esgrimidos por EEUU en el sentido de la necesidad de democratizar la
región, como justificación de las intervenciones militares en Oriente Próximo (Guerras del
Golfo, Afganistán, Egipto, etc.)
Según Fawas Gerges, profesor de Asuntos Internacionales y Oriente Próximo en Sarah
Lawrence College de Nueva York, sitúa el corazón del problema democrático en el mundo en
desarrollo en general y en particular en Oriente Próximo, en que “la nueva elite que asumió el
poder tras el fin del colonialismo procedía del aparato militar y de seguridad, un aparato muy
jerárquico, rígido y autoritario”.
Estamos hablando de estados neo-patrimoniales, gestionados por monarcas o líderes
vitalicios con poca o nula legitimidad política, quienes han heredado el poder o bien lo han
arrebatado por medio de golpes de Estado. Históricamente Han sabido muy bien combinar
represión y pequeños espacios de libertad, presión y soborno para mantenerse en el poder,
construyendo una “fachada de democracia” con parlamentos controlados y manipulados y una
oposición diminuta y débil.
3.3. La democracia “armada” y el doble juego de los políticos locales
Aunque este no fue un fenómeno exclusivo del Islam, muchas naciones “emergentes”,
adoptaron sistemas políticos occidentales luego de su independencia, pero lo hicieron en
buena parte por el interés de los gobernantes y las elites locales de obtener tecnología
armamentista de Occidente.
10
Esposito, John L. “El Reto de la Democracia en Oriente Medio”. Dossier La Vanguardia. Abril 2005.
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11. Durante la Guerra Fría, se convirtieron en parte del juego de la confrontación Este-Oeste
y actualmente explotan a su favor la paranoia del terrorismo islamista después del 11-S.
“Los dirigentes musulmanes en Túnez, Argelia, Egipto, Turquía, Indonesia y las
repúblicas de Asia Central han explotado el peligro del radicalismo islámico y el terrorismo
para esquivar las consecuencias de los errores de sus propios gobiernos y su eliminación de
toda oposición para ganar la ayuda estadounidense y europea”. 11
“El Estado árabe invertirá en la importación masiva de armamentos de ese mismo
Occidente que tanto critica. Los países árabes tienen, en relación al PIB, un presupuesto
militar superior al de los países occidentales.12
3.4. Los fracasos del nacionalismo y la vuelta al “Islamismo político”
Un factor que ya antes habíamos mencionado es que los fracasos y las crisis
sucedidas en muchos países árabes desacreditaron las formas más aperturistas de
nacionalismo y socialismo árabes, de forma que propiciaron una “vuelta al Islam puro”, que
fusionaba el Estado con la religión.
“El Islam, entendido y difundido en las esfera pública resurgió así como ideología
alternativa, frente a lo que se interpretó como el fracaso de las formas laicas de nacionalismo,
capitalismo y socialismo.” 13
Las crisis económicas de finales de los años 80 y principios de los 90 en numerosos
países árabes—Túnez, Argelia, Jordania y Turquía—indujeron una segunda ola de
descontento popular que propiciaron el auge de muchos movimientos y grupos islámicos de
forma que gran número de ellos se convirtieron en una alternativa política y una opción de
oposición en las urnas.
Por otra parte, la revolución de 1979 en Irán fue vista por muchos musulmanes como
un “faro y guía”, propiciando el nacimiento de movimientos chíes como Amal, Hezbollah y El
Partido de Dios, algunos de ellos financiados e instruidos desde Irán, así como la paulatina
“deslaicización” de la sociedad política.
Los activistas políticos islamistas proponen abolir el orden social y político laico, en
muchas ocasiones corrupto y autocrático, para sustituirlo por un orden islámico, donde se
cumpla la Sharia.
3.5. La decepción hacia Occidente: “ellos y nosotros”
Muchos movimientos islámicos se presentaron como una “tercera vía” frente al
capitalismo y al comunismo, tomando para sí la decepción profunda y generalizada con el
Occidente colonizador, manipulador de ideología, invasor y enemigo de su cultura. Hicieron
hincapié en el fracaso del laicisismo con su sesgo occidental.
11
Esposito, John L. Op. Cit. p. 12
12
Mernissi, Fátima. Op. cit. p. 65
13
Esposito, John L. Op.cit p.11
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12. “En la mente de muchos árabes y musulmanes, la democracia liberal se ha convertido
en sinónimo de hegemonía y dominio político occidentales”. 14
En este sentido, el fenómeno se puede comparar con una bola de nieve alimentada,
tanto por el anti-occidentalismo árabe como por la islamofobia occidental, especialmente
luego de los atentados terroristas del 11-S y las subsecuentes incursiones militares
estadounidenses en Afganistán, Iraq y las amenazas sobre Irán.
Si asociamos democracia con Occidente, entonces probablemente muchas
sociedades islámicas no deseen ver en sus países una reproducción artificial de un sistema
que consideran perverso e hipócrita, y al cual achacan gran cantidad de los males y
problemas de sus sociedades.
El tema del “choque de civilizaciones”, el “ellos contra nosotros” es un factor que
trasciende el la mera interpretación de la ley islámica, para entrar al terreno de los intereses,
la geopolítica, un ámbito en el que seguramente encontraremos respuestas menos retóricas
sobre el debate entre Islam y democracia. Se trata de un círculo vicioso de falsas
percepciones mutuas que se refuerzan una y otra vez.
3.6. El Islam, como solución al problema de identidad
La creación de Estados artificiales de acuerdo con los intereses de las antiguas
metrópolis olvidó por completo la identidad local de las comunidades árabes, lo que ha
causado limitada identidad nacional en muchos países.
En tal contexto, según Raymond Hinnebusch, de la Universidad de Andrews, “la
mano dura de un líder político sobre las divisiones étnicas o religiosas puede verse fácilmente
como la solución más viable… Consecuencia inevitable de la obligada fragmentación del
mundo árabe fue que tanto activistas militares como intelectuales tendieron a preferir la
superación de tal falta de unidad sobre la democracia”. 15
De allí que ante un Estado corrupto y autocrático, que mantiene a la población en una
situación de total precariedad, los grupos islámicos han logrado captar un importante apoyo
popular por los servicios sociales que prestan y a su rápida capacidad de respuesta ante
situaciones de emergencia. En este contexto, se valen de formas tradicionales de identidad
musulmana, como la mezquita, el simbolismo religioso y las escuelas coránicas para captar
cada vez más simpatizantes.
14
Gerges, F. Op. cit. p. 25
15
Hinnebusch, Raymond. “La persistencia del autoritarismo”. Dossier La Vanguardia. Abril 2005 p. 40
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13. CONCLUSIÓN
A la pregunta de si es compatible Islam con Democracia, la respuesta más acertada
podría ser “depende”. Y ¿de qué? La respuesta sería una larga lista de condiciones que van
desde el ámbito geopolítico de la región de Oriente Medio, hasta las condiciones particulares
de cada país y sus relaciones con los poderes establecidos, tanto a lo interno, como en el
ámbito externo.
En el ámbito interno dependerá en gran medida de la interpretación que le puedan
dar los líderes políticos a la ley sagrada, interpretación que a su vez estará influida por los
intereses muy particulares de cada corriente política y del clima de opinión que impere en las
sociedades musulmanas.
Lo que sí ha quedado bastante claro es que democracia no necesariamente es
sinónimo de “pensamiento liberal”, ni su establecimiento tiene que anular una tradición y una
cultura particular. La democracia no tiene que ser “clonada” a Oriente Medio, pero sí es viable
crear un modelo en el que la religión y el Gobierno funcionen como dos entidades separadas.
Sin embargo, este esfuerzo por conciliar los valores religiosos con el papel del
gobierno y la participación política deberá atravesar todavía un proceso de ensayo y error.
Y no cabe duda que la situación estratégica de Oriente Medio y la posesión del “oro
negro” juegan en contra de las ambiciones democráticas, ya que convierten a la región en una
especie de botín político para Estados Unidos, que bajo la excusa de preservar “la democracia
y la libertad” ha terminado desestabilizando una región, que de por sí ya es bastante
complicada.
La brecha creciente entre “ellos y nosotros” (Oriente y Occidente) está jugando en
contra de los anhelos democráticos. Por lo cual resulta esencial mitigar el antioccidentaismo
en el Mundo Árabe y la islamofobia en Occidente, en pro de una “alianza de civilizaciones”
(tomando prestado el término del presidente español) en lugar de un choque de civilizaciones.
Lamentablemente, la realidad que se vive en Oriente Próximo dista mucho de
avanzar hacia ese objetivo. La invasión estadounidense a Irak ha confirmado la política hostil
de la primera potencia mundial y lejos de percibir el derrocamiento de Saddam Husseim como
el inicio de una época democrática, Iraq se ha convertido en un auténtico caos, que podría
extenderse a toda la región. El argumento de “devolver la democracia” ha perdido total
credibilidad y posiblemente también la democracia como una opción de sociedad y gobierno
en Oriente Próximo.
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