Venezuela se encuentra entre los 20 países con la mayor huella de carbono por habitante del planeta Es además vulnerable por la elevada dependencia de su economía de la exportación de productos con una elevada huella de carbono El calentamiento global se destaca como una de las principales amenazas sobre la humanidad. Se debe en su mayor parte a las emisiones de gases provenientes de actividades humanas, principalmente por el consumo de combustibles fósiles: petróleo, gas y carbón mineral. El transporte, la producción y el consumo de electricidad, la actividad industrial, la agricultura y la deforestación son las fuentes más resaltantes.
Informe sobre el Bono Verde en el Parque Eólico Arauco
La huella de Carbono
1. La Huella de Carbono
Venezuela se encuentra entre los 20 países con la mayor huella de
carbono por habitante del planeta Es además vulnerable por la
elevada dependencia de su economía de la exportación de productos
con una elevada huella de carbono El calentamiento global se destaca
como una de las principales amenazas sobre la humanidad. Se debe
en su mayor parte a las emisiones de gases provenientes de
actividades humanas, principalmente por el consumo de combustibles
fósiles: petróleo, gas y carbón mineral. El transporte, la producción y
el consumo de electricidad, la actividad industrial, la agricultura y la
deforestación son las fuentes más resaltantes.
25/06/14 Por Julio César Centeno*
Las negociaciones internacionales del Acuerdo Marco sobre Cambios
Climáticos de la Organización de Naciones Unidas tienen por objeto
reducir drásticamente las emisiones de gas carbónico (CO2), metano
(CH4), óxidos nitrosos (N2O) y otros gases de efecto invernadero. El
acuerdo suscrito en Copenhagen en el 2009 destaca la necesidad de
limitar el aumento de la temperatura promedio del planeta a no más
de 2ºC sobre el promedio de la época preindustrial para finales del
siglo 21. Esto implica limitar la concentración de CO2 en la atmósfera
a no más de 450 partes por millón, lo que a su vez exige que las
emisiones de CO2 se reduzcan en al menos un 60% para el año
2050.
A finales del 2012 la concentración de CO2 en la atmósfera alcanzó
las 395 partes por millón, 41% superior al promedio de la época
preindustrial. Sólo resta una limitada ventana de oportunidades para
que las generaciones futuras inmediatas no tengan que enfrentarse a
transformaciones planetarias catalogadas como peligrosas o
catastróficas. Para que la concentración no exceda las 450 ppm,
durante el período 2013-2050 sólo se puede emitir un máximo de
800 giga-toneladas de CO2 (miles de millones de toneladas). Este es
el presupuesto atmosférico del que dispone la humanidad para las
próximas décadas. A la tasa actual de emisiones (32 Gt/año sólo de
2. CO2), con fuertes tendencia creciente, este presupuesto se agotaría
en menos de 20 años. De continuar las tendencias actuales,
estaríamos exponiendo a nuestros hijos y nietos, así como a todas las
demás formas de vida, a condiciones planetarias que no se han
registrado en los últimos 400.000 años.
La economía mundial se encuentra estrechamente vinculada
al consumo de combustibles fósiles. Los gases de efecto
invernadero se encuentran directa o indirectamente vinculados a casi
cualquier producto de la economía moderna: viviendas, automóviles,
teléfonos, alimentos, ropa o electrodomésticos. En consecuencia,
para lograr las reducciones señaladas en tan poco tiempo se requiere
un esfuerzo internacional de colosal envergadura. Entre sus
principales componentes se encuentran: reducir significativamente el
consumo de petróleo, gas y carbón mineral; optimizar los sistemas de
producción industrial, mejorar la eficiencia energética de la actividad
económica, mejorar el rendimiento de automóviles y otros sistemas
de transporte por unidad de combustible consumido, erradicar la
deforestación, minimizar la producción de desperdicios, maximizar el
reciclaje y optimizar la producción de energías renovables.
Entre las medidas internacionales actualmente bajo consideración
para impulsar estos cambios se encuentra la aplicación de un
impuesto a las emisiones que puede oscilar entre US$ 50 y 100 por
tonelada de CO2. Al Gore, Thomas Friedman, Paul Krugman, Martin
Feldstein, Joseph Stiglitz, Nicholas Stern y James Hansen se
encuentran entre la multiplicidad de especialistas que abogan por el
establecimiento de un impuesto global a las emisiones de carbono,
aunque no coincidan en su magnitud. Se aplicaría no sólo a las
emisiones provenientes de la actividad industrial, sino a los productos
que se comercialicen, en proporción con sus respectivas huellas de
carbono. Mecanismo similares se aplicarían a las empresas de
servicios, a la actividad agrícola o al transporte.
Un impuesto de US$ 100/ton CO2 equivaldría en el mercado
norteamericano a un aumento de 85 centavos de dólar por galón de
gasolina (22 centavos por litro). La teoría económica establece que
quien contamina debe asumir el costo. Evadir el costo de
las emisiones implica un subsidio, una transferencia del costo a la
sociedad en su conjunto.
En Columbia Británica, Canadá, el impuesto a las emisiones pasó de
US$ 25 a US$ 30 por tonelada de CO2 en el 2012, mientras que en
Australia es de US$ 24/ton CO2, con un aumento de 2,5% cada año.
Los senadores Sanders y Boxer introdujeron al Congreso de los
Estados Unidos a inicios del 2013 una propuesta de ley para
establecer un impuesto de US$ 20/ton CO2, con un aumento de 6%
por año. Este impuesto se aplicaría no sólo a las emisiones
3. domésticas, sino también a las importaciones de productos según
su huella de carbono, tales como petróleo, acero, automóviles,
electrodomésticos o alimentos. De aprobarse se generaría un ingreso
de 100 mil millones de dólares sólo el primer año.
En la Unión Europea se ha establecido un sistema para la
comercialización de derechos de emisiones, o créditos de carbono,
acoplado a una progresiva reducción anual de las emisiones
permitidas a las empresas más contaminantes. Durante años el valor
de dichos créditos osciló entre 20 y 30 euros por tonelada de CO2. El
estancamiento de las negociaciones sobre cambios climáticos en
Naciones Unidas ha impedido hasta la fecha la concreción de un
acuerdo vinculante, aumentando la incertidumbre y la volatilidad en
estos mercados. Las convulsiones de las economías europeas han
contraído la actividad industrial, reduciendo las emisiones previstas.
Esto ha conducido a una sobre-oferta de créditos de carbono,
precipitando sus precios a menos de 10 euros por tonelada de CO2 en
la actualidad. Es precisamente para evitar el efecto de la inestabilidad
en el mercado sobre el valor de los créditos de carbono lo que ha
conducido, entre otras razones, a las propuestas por la aplicación de
un impuesto a las emisiones. Otros han sugerido establecer un precio
mínimo de US$ 100/ton CO2 en el comercio de crédito de carbono.
Joseph Stiglitz, premio Nobel en Economía y quien sirviera como
economista principal del Banco Mundial, ha sugerido un impuesto a
las emisiones de carbono de US$ 80/ton CO2, nivel al que tienden a
estabilizarse los créditos de carbono, los permisos de emisiones o los
impuestos correspondientes, una vez que se formalice un acuerdo
internacional para estabilizar la concentración de CO2 en la atmósfera
en no más de 450 partes por millón. La huella de carbono es una
medida de la contribución al cambio climático de una empresa, una
actividad, un servicio o un producto, por medio de la cuantificación de
sus correspondientes emisiones de gases de efecto invernadero. Es
también una medida de la contribución de nuestras actividades o
hábitos deconsumo al calentamiento global. La huella de carbono
puede igualmente cuantificar la contribución de un país, una ciudad o
un individuo al calentamiento global. Se expresa normalmente en
toneladas o en kilogramos equivalentes de CO2 y se refiere a un
período de tiempo determinado.
Ventajas empresariales
Para cuantificar y certificar la huella de carbono se han elaborado
normas técnicas tanto nacionales como internacionales, entre las que
se destacan las de la Organización Internacional de Estándares (ISO),
la Comisión Panamericana de Normas Técnicas (COPANT), el Comité
4. Europeo para la Estandarización (CEN) y el Consejo Empresarial
Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD).
La identificación de la huella de carbono facilita la formulación de
estrategias para reducir o mitigar las emisiones de gases deefecto
invernadero; permite identificar oportunidades para reducir costos y
optimizar procesos; consolida la imagen empresarial al demostrar el
compromiso con su responsabilidad ante el cambio climático; orienta
a clientes o consumidores y facilita a terceros completar o reducir sus
correspondientes huellas de carbono. Se está convirtiendo
rápidamente en una necesidad empresarial debido a la inminencia de
acuerdos internacionales para penalizar el consumo de productos en
proporción con sus correspondientes huellas de carbono, lo que
tiende a afectar la competitividad en el mercado y la imagen
corporativa.
El etiquetado de la huella de carbono de productos facilita al
consumidor ejercer el derecho a elegir para reducir su propia
contribución al cambio climático. Mientras que el compromiso de
reducir las emisiones de carbono de una empresa influye en la
cadena de suministros, incentivando la reducción de emisiones de los
proveedores y facilitando la selección de productos menos
contaminantes por parte de clientes o consumidores.
La identificación de la huella de carbono permite también precisar los
sectores en la cadena operativa donde se pueden realizar reducciones
más eficientemente, reducir imposiciones crediticias relacionadas con
tales emisiones y superar obstáculos en la cadena de
comercialización. Sirve para mejorar el rendimiento económico,
reducir costos, mejorar la calidad de los productos, aumentar la
reputación y facilitar la comercialización. Las emisiones a considerar
en la actividad industrial provienen de diversas fuentes. En primer
lugar, las controladas directamente por la empresa, como
el consumo de combustibles, los procesos químicos internos o los
gases refrigerantes utilizados. Estas emisiones son complementadas
5. por el consumo de energía proveniente de otras empresas; las
emisiones relacionadas con la extracción, procesamiento y transporte
de las materias primas utilizadas; el transporte, consumo, disposición
final o reciclado de los productos elaborados.
El proceso a considerar puede abarcar diferentes universos. Una
empresa puede prestar servicios o producir insumos o productos para
otra empresa, o puede comerciar directamente con el consumidor
final los productos que elabora o los servicios que presta.
La huella de carbono permite definir una estrategia de diferenciación
de mercado. Una vez calculada y verificada por una entidad externa,
la empresa tiene la opción de decidir si comunica los resultados a sus
clientes o al público. Puede hacerlo a través de una comunicación
empresarial, o mediante el etiquetado de sus productos. La
comunicación puede también incluir las medidas de mitigación o
compensación para compensar la huella de carbono. El empresariado
de América Latina apenas inicia sus esfuerzos para la identificación de
la huella de carbono, principalmente como estrategia preventiva para
la protección de exportaciones. Buena parte de las iniciativas
existentes responden prioritariamente a exigencias de mercados
importadores o de casas matrices transnacionales.
En Venezuela, aún las empresas más grandes y de carácter público
se encuentran en mora tanto con la cuantificación de sus huellas de
carbono, como con el desarrollo de estrategias para mitigarlas:
Petróleos de Venezuela (PDVSA), Siderúrgica del Orinoco (SIDOR),
Venezolana de Aluminio (VENALUM), Electricidad del Caroní
(EDELCA), Teléfonos de Venezuela (CANTV), entre otras. Lo mismo
ocurre con casi la totalidad de la empresa privada, sistemas de
transporte terrestre y naval, líneas aéreas, termoeléctricas, medios
de comunicación, hoteles, universidades, etc.
Urge legislar sobre la materia, no sólo por la vulnerabilidad que se
desprende de la marcada dependencia de la economía venezolana de
la exportación de productos con una elevada huella de carbono, sino
por ser un país con elevados niveles de emisiones propias.
Sólo por el consumo de combustibles fósiles, en el 2010 Venezuela
emitió casi 200 millones de toneladas de CO2, equivalente a 6,9
toneladas por persona, cuatro veces el promedio de Colombia, el
triple del de Brasil y 50% superior al de Argentina.
Desafortunadamente, esta es sólo parte de la huella de carbono del
país.
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Organización
Internacional de la Madera Tropical (ITTO) y la Comisión Económica
6. para América Latina (CEPAL), en Venezuela se deforestaron 280.000
hectáreas anuales entre el 2000 y el 2010. Entre las múltiples
consecuencias de esta devastación de los bosques naturales del país
se encuentra la emisión de al menos 100 millones de toneladas de
CO2. Esto eleva las emisiones totales a 300 millones de toneladas
anuales, equivalente a aproximadamente 10,5 toneladas por
habitante por año. Venezuela se coloca así entre los 20 países con
mayores niveles de emisiones de CO2 por persona.
Negociaciones internacionales
La inminencia de un acuerdo internacional, de carácter vinculante,
para reducir significativamente y a corto plazo las emisiones de gases
de efecto invernadero conduce al establecimiento de medidas tales
como un impuesto a las emisiones de carbono, una penalización por
la huella de carbono incorporada en un producto o un servicio,
medidas arancelarias proporcionales a las huellas de carbono de
productos en el comercio internacional y medidas restrictivas para
garantizar que buena parte de las reservas de combustibles fósiles se
mantengan en sus depósitos naturales. Las posibilidades de continuar
emitiendo indiscriminadamente gases que conducen a un aumento de
la temperatura del planeta, o de comercializar productos altamente
contaminantes, se verán necesaria y obligatoriamente coartadas.
Dependiendo de la estrategia aplicada, especialmente en
negociaciones internacionales, la identificación de la huella de
carbono puede convertirse en un incentivo o en un obstáculo al
comercio. De allí la importancia de coordinar esfuerzos, a través de
organizaciones como Mercosur y Cepal, para fortalecer la posición
negociadora de América Latina en foros internacionales ante la
creciente importancia de la contribución empresarial al cambio
climático global. Por una parte para evitar que la huella de carbono se
convierta en un obstáculo al desarrollo, o en motivo para la
imposición de medidas arancelarias a las exportaciones de América
Latina. Y por la otra para coordinar y complementar esfuerzos para
reducir la contribución de la región al cambio climático, en proporción
tanto con su responsabilidad como su capacidad.
Conviene conformar un frente unido en las negociaciones
internacionales sobre cambios climáticos para, en coordinación con
otras regiones en desarrollo del mundo, garantizar un trato justo y
equitativo para todas las partes involucradas, tomando en
consideración tanto las responsabilidades acumuladas como las
capacidades al alcance de cada estado contratante.
* Julio Cesar Centeno, especialista venezolano graduado en la
Universidad de Nueva York; estudios de postgrado en la Universidad
de California - Berkeley. Profesor de la Universidad de los Andes. Ha
7. servido como asesor de la Secretaría de la Conferencia de Naciones
Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo [UNCED]. Director
Ejecutivo del instituto Forestal Latino Americano. Representante de
Venezuela en negociaciones internacionales sobre bosques y cambios
climáticos. Investido por el Príncipe Bernhard de Holanda con la
Orden del Arca Dorada. Vicepresidente de la Fundación TROPENBOS
en Holanda. Miembro del Consejo Directivo del Forest Stewardship
Council, FSC. Miembro del Consejo Directivo de SGS-Forestry,
Oxford. Profesor visitante del Departamento de Política y Economía
Forestal de la Universidad de Viena, Austria (1999). Asesor
internacional. Ecoportal.net