1. DOMINGO II – Tiempo de Adviento Preparen el Camino
Un clamor en el desierto
«El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio
Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano
Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo
el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de
Zacarías, que estaba en el desierto.
Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán,
anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados,
como está escrito en el libro del profeta Isaías: "Una voz grita en desierto:
Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán
rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán
enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos.
Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios"» (Lc 3,1-6).
Cada año el Evangelio del II y III domingo de Adviento presenta el ministerio
profético de Juan el Bautista y una comparación entre el Precursor y el
Esperado:
ADVIENTO ciclo A ciclo B ciclo C
Mt 3,1-12 Mc 1,1-8 Lc 3,1-6
Domingo II
Juan predica en el DESIERTO
Mt 11,2-11 Jn 1,6-8.19-28 Lc 3,10-18
Juan, el más grande entre Juan, sólo testigo de la LUZ, Aquel que bautiza con
Domingo III los nacidos de mujer. apenas la voz de la PALABRA. agua, Precursor del que
Menor que el más pequeño bautiza en el ESPIRITU.
en el Reino de los Cielos.
2. DOMINGO II – Tiempo de Adviento Preparen el Camino
Los cielos cerrados
Hacia el final la época del Segundo Templo el antiguo profetismo
parecía extinguido en Israel.
En el lugar de la palabra viva del profeta, se contaba con los
libros de los grandes profetas del pasado, que permitían recordar
sus palabras.
Desde la desaparición de los últimos profetas escritores (Ageo,
Zacarías y Malaquías) se fue haciendo cada vez más común la
convicción de que los cielos se habían cerrado y el Espíritu se
había extinguido.
Esto quería decir que se había interrumpido la comunicación
tradicional entre Dios y su pueblo y que no bajaba ya el Espíritu
para inspirar a los profetas.
«Zacarías, de Jerusalén, hijo de Yodaé, sacerdote, fue matado
junto al altar, por Joás el rey de Judá; la casa de David derramó su
sangre en el centro cerca del vestíbulo. Los sacerdotes lo
recogieron y lo sepultaron junto a su padre. Desde entonces, hubo
en el Templo prodigios extraños: los sacerdotes no pudieron ya ver
en visión a los ángeles de Dios, dar oráculos desde el Santo de los
Santos, ni echar suertes para dar respuestas al pueblo tal como se
había hecho hasta entonces» (Vidas de los profetas 21,1-2)
3. DOMINGO II – Tiempo de Adviento Preparen el Camino
El Profeta del tiempo final
El don de la profecía se presentaba, desde entonces, cada vez más
como un fenómeno que sólo reaparecería al final de los tiempos, y lo
haría de una manera muy visible. La antigua profecía de Joel servía
para animar esta esperanza:
«Sucederá después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda
carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros
ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.
Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en
aquellos días» (Joel 3,1-2).
Como todos los profetas anunciaron el mismo mensaje divino, se
pensaba que el Espíritu Santo se había manifestado sucesivamente
en distintos personajes históricos, pasando de uno a otro.
Un último Profeta aparecería en forma definitiva, y la profecía
llegaría entonces a su término y plenitud.
Según los esenios, «Al Maestro de justicia ha hecho conocer Dios
todos los misterios de las palabras de sus siervos los profetas»
(1QpHab VII,4).
Según otra mirada, el Espíritu Santo diría a Jesús en su bautismo:
«Yo te he esperado en todos los profetas, a fin de que tú vinieras y
yo reposara en ti» (Evangelio de los Hebreos 28)
4. DOMINGO II – Tiempo de Adviento Preparen el Camino
El retorno de algún Profeta del pasado
En la esperanza judía ese Profeta no era un desconocido:
«El Señor tu Dios, te suscitará «Yo envío al profeta Elías antes
de entre tus hermanos un que llegue el día de YHWH,
profeta como yo» (Dt 18,15). grande y terrible» (Mal 3,23).
MOISÉS ELÍAS
Este Profeta realizaría milagros, Moisés fue el mediador en la
restablecería la Ley y el culto revelación de la Ley de Dios.
verdadero en el pueblo y Elías fue el gran predicador
conduciría también a otros de la conversión, del retorno
pueblos al conocimiento de Dios. a esa Alianza. Ambas figuras
Así, según el Evangelio de Juan, eran los más adecuadas para
la samaritana del pozo de Jacob que el Profeta se
le aseguraba a Jesús: manifestaría en su forma
definitiva.
«Cuando venga, nos lo «Ciertamente, Elías ha de venir
explicará todo» (Jn 4,25). a restaurarlo todo» (Mt 17,11).
5. DOMINGO II – Tiempo de Adviento Preparen el Camino
Los cielos otras vez abiertos
Pero, a diferencia de los antiguos profetas, el mensaje del Profeta
definitivo anunciaría el fin del mundo y su llamada a la conversión
sería la última oportunidad de salvación de parte de Dios para los
hombres.
A partir de esas expectativas la aparición de Juan el Bautista podía
ser considerada como un acontecimiento que manifestaba el fin:
«En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio
Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo,
su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca
de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás,
fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de
Año 27-28 EC Zacarías, en el desierto» (Lc 3,1-2)
Lucas usa expresamente la fórmula con la que se narra la
vocación de los profetas bíblicos: un nuevo profeta había surgido,
como en los siglos anteriores.
La visión que, según Lucas, tuvo su padre en el Santuario (Lc 1,8-
12), era una experiencia que no se había dado desde los días en
que el profeta Zacarías había sido martirizado en el Templo. Eso
significaba que había terminado la época del silencio de Dios.
6. DOMINGO II – Tiempo de Adviento Preparen el Camino
El lugar de su actividad
«… bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan,
hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a
recorrer toda la región del río Jordán» (Lc 3,2-3).
Según el Evangelio de Juan fue en «Betania, al
otro lado del Jordán, donde estaba Juan
bautizando» (Jn 1,28).
No debe confundirse esta localidad con la Betania
«cerca de Jerusalén» (11,18), el pueblo de Lázaro.
Pero más adelante se señala era en «Ainón cerca
de Salim», donde Juan bautizaba (Jn 3,23).
Un mapa bizantino en la ciudad de Madaba
(Jordania) señala ese lugar, ubicado en la región de
la Decápolis.
Según este Evangelio Jesús continuó, al menos
por algún tiempo, con la práctica bautismal de Juan.
Pero lo hizo más al sur, en «el país de Judea» (Jn
3,22).
Betania, al otro lado del Jordán
7. DOMINGO II – Tiempo de Adviento Preparen el Camino
Comenzando de nuevo en el desierto
«anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los
pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: "Una voz
grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus
senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas
serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y
nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres
verán la Salvación de Dios [Is 40,3-5]”» (Lc 3,4-6).
El desierto era el lugar vinculado a la redención de Israel pues,
según una antigua creencia, los últimos tiempos serían como el
comienzo de la historia de salvación:
«¿No se acuerdan de lo pasado, ni caen en la cuenta de lo antiguo?
Pues bien, he aquí que yo lo renuevo: ya está en marcha, ¿no lo
reconocen? Sí, pongo en el desierto un camino, ríos en el páramo»
(Is 43,19).
En la soledad del desierto Israel se preparaba, como en los
tiempos pasados, a realizar un nuevo Éxodo y a recibir de una vez
más la revelación de Dios.
Allí había de predicar un nuevo profeta.
8. DOMINGO II – Tiempo de Adviento Preparen el Camino
Lejos del dominio humano, cerca del Reino de Dios
Aunque el desierto es un despoblado, no necesariamente árido,
frecuentemente es un sitio donde faltan los recursos para la vida y, por eso,
no ha sido habitado.
La experiencia histórica de Israel, liberado del yugo egipcio, daría lugar a
una caracterización teológica del desierto: un lugar donde lo que se crea ya
no es un “orden civilizado”, sino un pueblo en relación de Alianza con su
Dios Liberador.
Y como espacio apartado de los grandes sistemas dominadores de los
imperios, el desierto recibirá también una caracterización sociológica: será
el refugio donde huirán los que se resisten a tal dominación.
Todas estas caracterizaciones están implicadas en los mensajes profético
y evangélico que hoy nos propone la liturgia del Adviento. A un pueblo
desterrado y hundido en el nada de la desesperanza el profeta anuncia un
nuevo acto vivificador. El Dios creador del cielo y de la tierra, que está
presente también en un país extranjero y que puede suscitar la salvación
tanto allí como en la patria, da a los exiliados la esperanza del retorno:
“YHWH es un Dios eterno, él crea los confines de la tierra; no se fatiga ni se agota, su inteligencia es
inescrutable. Él fortalece al que está fatigado y acrecienta la fuerza del que no tiene vigor. Los jóvenes se
fatigan y se agotan, los muchachos tropiezan y caen. Pero los que esperan en YHWH renuevan sus
fuerzas, despliegan alas como las águilas, corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan” (Is 40,28-31).
De este modo se renovará no sólo el acto creador del mundo, sino que la nueva intervención de Dios
repetirá también los prodigios del Éxodo.