Este documento describe la importancia del nombre de Dios en las religiones monoteístas. Explica que en el judaísmo y el islam, los nombres de Dios (YHWH y los noventa y nueve Nombres Más Bellos respectivamente) son sagrados y su invocación es parte fundamental del culto. También describe cómo la tradición cristiana oriental de la "oración del corazón" involucra la invocación constante del nombre de Jesús.
1. Santificado
sea tu
Nombre
«Sea engrandecido y santificado su gran Nombre, en
el mundo que ha creado según su voluntad;
venga su Reino durante nuestra vida y en nuestros
días y durante la vida de toda la casa de Israel,
pronto y en el tiempo próximo. Amén».
De la oración del Qadish
D
ios se reveló siempre a su pueblo como quien de su esencia. Y si este Nombre es Santo, pertenece al
actúa para salvar, como el que está presente en dominio del culto. Más aún, podemos decir que en cierta
la necesidad. La revelación del Nombre de Dios manera el Nombre de Dios fue el corazón del culto del
tiene lugar precisamente en el contexto del principal antiguo Israel. Será frecuente oir, aún en nuestros días, la
acontecimiento salvador: la liberación de Egipto. En el invocación Baruj haShem (¡Bendito sea el Nombre) como
monte Sinaí Dios se presenta a Moisés como el Dios de un modo de alabar a Dios.
los antepasados del pueblo esclavizado: es el «Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob». Es el Dios de la Promesa, El Nombre ocupa en la religión bíblica la misma
la cual se cumple con el rescate de la esclavitud. posición teológica que las imágenes sagradas en los de-
Moisés se puede presentar con seguridad frente a más cultos, y así comprendió el deber de santificar el
los hebreos porque lo envía el Dios que prometió la tie- Nombre de YHWH. Eso significaba proteger ese Nom-
rra, y así la salida (exodo) no es una aventura descabella- bre Santo contra todo empleo abusivo, es decir, no cul-
da. Y junto con la identificación con el Dios de los clanes tual. El Nombre era empleado, sobre todo, para bende-
paternos se da la explicación del Nombre (YHWH): cir. Pero también significaba reconocer la exclusividad
absoluta de su culto. Siempre que Israel rendía culto a
«Yo soy el que soy». Y añadió: «Así dirás a los israe- otra divinidad, profanaba el Nombre de YHWH. En sen-
litas: Yo soy me ha enviado a ustedes» (Ex 3,14). tido positivo, lo santifica quien obedece los mandamien-
tos y «camina en el nombre de YHWH» (Miq 4,5).
YHWH comunica no cómo es, sino cómo se va a Una de las cosas más importantes es que para Is-
mostrar a Israel. El verbo ‘ehyeh puede entenderse como rael este nombre no fue nunca un misterio, accesible sólo
un estar presente, como una existencia relativa y eficaz. a los iniciados. Por el contrario, cualquier israelita po-
Así lo sugiere el contexto: «Yo estaré contigo» (Ex 3,12). día emplearlo libremente, y cuando el hombre de la bi-
YHWH revela su nombre después de que Moisés se blia tomó conciencia plena de lo singular de su religión,
lo había preguntado explícitamente. Conocer el nombre en lugar de ocultar con recelo el nombre divino ante los
es muy importante para el hombre antiguo, porque el pueblos, se sintió obligado a comunicárselo:
nombre contiene una afirmación sobre la naturaleza o
poder de quien lo lleva. El hombre antiguo sabía que su «Y dirán aquel día: «Den gracias a YHWH, aclamen
vida estaba determinada misteriosamente por los pode- su Nombre, divulguen entre los pueblos sus haza-
res divinos; pero de nada le servía saber esto mientras ñas, pregonen que es sublime su Nombre» (Is 12,4).
no conociera qué divinidad era aquella con la cual de-
bía relacionarse, es decir, mientras no conociera su nom- En los últimos tiempos se manifestará al mundo de
bre para poder invocarla en su necesidad. De esta mane- tal modo que desaparecerán por completo los cultos idó-
ra, al confiarse a los creyentes de Israel el Nombre de latras y sólo ante su nombre se doblará toda rodilla:
YHWH, el mismo Dios se entregaba a ellos como su Dios.
Este Nombre participa de la santidad del mismo «El día aquel será único YHWH y único su Nombre»
YHWH, porque era en cierto modo como un duplicado (Zac 14,9).
2. La oracion
del corazon
San Gregorio el Sinaíta (1255-1346) sistematiza el método y
la práctica de la «oración de Jesús». De los medios
monásticos penetra la masa de los fieles seglares. Según
la exhortación del apóstol Pablo «orad sin cesar», la oración
se ofrece a todos. Se forman los círculos de los «laicos
piadosos» y practican el «monaquismo interiorizado».
«El publicano, manteniéndose a distancia, no se
atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten
compasión de mí, que soy pecador!"»
Lucas 18,13
«Nicéforo el Solitario compuso el Tratado de la so- La «oración del corazón» libera sus espacios y atrae a
briedad y de la guarda del corazón, como conclusión de ellos a Jesús por la invocación incesante:
una pequeña filocalia, centrada sobre el método de la
vida en Jesús. Hacer «bajar», colocar el entendimiento en «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí,
el corazón, significa hacer consciente y vivida la presen- pecador... »
cia de Jesús en el corazón. «Respirando a Dios» el hom-
bre lo encuentra en su corazón; ésta es la antigua tradi- En esta oración que es la del publicano evangélico,
ción de la oración de Jesús o de la oración del corazón. Se está toda la Biblia, todo su mensaje reducido a su simpli-
desarrolla en el Sinaí y en el monte Atos. Señalada con cidad esencial: confesión del Señorío de Jesús, de su filia-
los nombres de san Macario, de Diadoco de Foticé, de ción divina, por consiguiente de la Trinidad; después el
Juan Clímaco, de Simeón y de todos los grandes espiri- abismo de la caída que invoca al abismo de la misericor-
tuales, brota de la concepción bíblica del Nombre. dia divina. El comienzo y el fin están reunidos aquí en
Según la Biblia, el nombre de Dios es uno de sus atri- una sola palabra cargada de la presencia sacramental de
butos, el lugar teofánico, lugar de su presencia. De modo Cristo en su nombre. Esta oración resuena sin cesar en el
particular la invocación del nombre de Jesús universali- fondo del alma, aun fuera de la voluntad y de la concien-
za la gracia de su Encarnación, permite a todo hombre su cia; al fin, el nombre de Jesús resuena por sí mismo y
apropiación personal: su corazón recibe al Señor. La fuer- toma el ritmo de la respiración; de alguna manera está
za de la presencia divina en su nombre se revela como «pegado» al aliento, aun durante el sueño: «yo duermo,
una grandeza en sí: «Yo enviaré un ángel delante de ti... pero mi corazón vela» (Cant 5,2).
respeta su presencia... pues mi nombre está en él» (Ex Jesús atraído al corazón, ésta es la liturgia
23,20). El nombre está depositado en el ángel; por eso es interiorizada y el reino en el alma pacificada. El nombre
el portador formidable de la presencia divina. llena al hombre como templo suyo, lo cambia en lugar de
Cuando se pronuncia el nombre de Dios sobre un la presencia divina, lo cristifica. Esta es la experiencia de
pueblo o sobre una persona, éstos entran en relación ín- san Pablo a la luz de esta oración: «Ya no vivo yo, es
tima con Dios. La invocación del nombre de Dios va acom- Cristo quien vive en mí». Actualmente gran número de
pañada de su manifestación inmediata, porque el nom- creyentes de todas las confesiones encuentra una ayuda
bre es una forma de su presencia. Por eso el nombre de eficaz en esta práctica esencialmente bíblica, que se reve-
Dios sólo podía ser pronunciado por el sacrificador, el la un lugar ecuménico privilegiado de unidad y de en-
día de Yom-Kippour, en el «Santo de los Santos» del Tem- cuentro en el nombre de Jesús».
plo de Jerusalén. La Encarnación hace de todo hombre
un sacrificador; pero el hombre es depositario del nom- Paul Evdokímov, El conocimiento de Dios en la
bre en todo momento. tradición oriental, Madrid 1969.
El nombre de Jesús, Jéshuah, quiere decir Salvador.
Nomen est amen, contiene en potencia cifrada la energía
de la salvación: «el nombre del Hijo de Dios sostiene al
mundo entero», dice Hermas en su Pastor, porque está
presente en él y nosotros le adoramos en su nombre.
3. Los bellos
Nombres de
Dios
¡En el Nombre de Dios, el Compasivo, el
Misericordioso!
E
l Corán cita muchos calificativos de Dios: el al-Ghaffâr el Dominador, el Irresistible.
Misericordioso, el Todopoderoso, el Omnisciente, al-Qahhâr el Indulgente, el Perdonador
el Perdonador... Calificativos con los que muy a al-Wahhâb el Donador Perenne y Generoso
menudo, y en expresivas rimas, concluyen los versículos al- Razzâq el Dispensador de los bienes
del Corán. La teología estudiará minuciosamente los al-Fattâh el Victorioso, el Revelador
«atributos divinos» que se deducen de tales nombres: la al-‘Alim el Conocedor de todo.
Misericordia, la Omnipotencia, la Omnisciencia... al-Qâbid El que tiene en su puño todo.
al-Bâsit el Dilatador de la vida.
La tradición ha agrupado estos Nombres, añadiendo
al-Khâfid Aquel que abaja y humilla
algunos otros, extraídos más o menos directamente de ar-Rafî‘ Aquel que eleva, el Sublime.
las fórmulas coránicas, y ha formado una lista de los al-Mu‘izz Aquel que da honor y fuerza.
noventa y nueve «bellísimos Nombres de Dios». Estos al-Muzzil Aquel que abaja y envilece
Nombres son muy queridos a la piedad musulmana. as-Samî‘ el que Escucha
Antaño, muchos se los sabían de memoria y solían al-Basîr el Vidente
recitarlos mientras desgranaban una y otra vez las once al-Hakam el que juzga, el Arbitro
(rara vez noventa y nueve) cuentas del rosario al-‘Adl el Justo, Aquel que es la justicia
musulmán, que todavía es posible ver entre los dedos de al-Latîf el Benevolente, el Gracioso
al-Khabîr el Sagaz, el Bieninformado.
los musulmanes (y también de los cristianos), sobre todo
al-Halîm el Manso, lento para castigar
en Oriente. Pero muchas veces no es más que un sencillo al-‘Azîm el Inaccesible, el Magnífico.
pasatiempo. Por el contrario, los místicos y, todavía hoy, al-Ghafûr Aquel que perdona mucho.
los miembros de las cofradías religiosas lo han ash-Shakûr el Muy Agradecido.
convertido en un ejercicio espiritual privilegiado. al-‘Ali el Alto, el Excelso.
Los tratadistas de mística han llegado incluso a al-Kabîr el Grande, el Inaccesible.
elaborar una doctrina de la «mención de los Nombres de al-Hafîz el Guardián Vigilante.
Dios» (dhikr), que no deja de tener una cierta analogía al-Muqît el Alimentador, el Vigilante.
con la «oración de Jesús» de la mística cristiana oriental. al-Hasîb Aquel a quien se rinde cuenta.
al-Jalîl el Majestuoso, el Venerable.
Consiste en que los labios repitan constantemente un
al-Karîm el Generoso.
Nombre de Dios; ese Nombre va descendiendo al ar-Raqîb Aquel que lo observa.
corazón, que se pone a latir a su ritmo, y del corazón al-Mujîb Aquel que recibe las plegarias.
pasa a la sangre y al ser del místico, que se transforma al-Wâsi‘ el Inmenso.
todo él en una lengua que vibra al ritmo del Nombre de al-Hakîm el Sabio, el Prudente.
Dios. ¿No es una hermosa metáfora para expresar una al-Wadûd el Amabilísimo.
vida total y continuamente impregnada de la presencia al-Majîd el Glorioso.
de Dios? al-Bâ‘ith el Resucitador.
ash-Shahîd el Testigo.
ar-Rahmân el Benefactor, el Misericordioso al-Haqq el Real, la Verdad Suprema.
ar-Rahîm el Compasivo al-Wakîl el Confidente
al-Malik el Rey al-Qawi el Fuerte
al-Quddûs el Santo. al-Matîn el Indestructible
as-Salâm la Paz al-Wali el Amigo, el Protector.
al-Mu’min el Creyente al-Hamid el Digno de alabanza
al-Muhaymin el Vigilante al-Muhsî Aquel que conoce todo.
al-‘Azîz el Poderoso, el Precioso al-Mubdi’ el Innovador.
al-Jabbâr el Fortísimo al-Mu‘îd el que devuelve la existencia.
al-Mutakabbir el Soberbio, el Supremo al-Muhiî Aquel que hace vivir
al-Khâliq el Creador al-Mumît Aquel que hace morir
al-Bâri’ el Hacedor de las cosas al-Hayy el Viviente
al-Musawwir el Organizador, el Formador al-Qai-iûm el Subsistente