2. El oro acude fácilmente, en cantidades
siempre más importantes, al hombre que
reserva no menos de una décima parte de
sus ganancias para crear un bien en
previsión de su futuro y del de su familia.
El hombre que sólo reserva la décima parte de
sus ganancias de forma regular y la invierte con
sabiduría seguramente creará una inversión
valiosa que le procurará unos ingresos para el
futuro y una mayor seguridad para su familia si
llegara el caso de que los dioses le volvieran a
llamar hacia el mundo de la oscuridad. Esta ley
dice que el oro siempre acude libremente a un
hombre así. Yo puedo confirmarlo basándome
en mi propia vida. Cuanto más oro acumulo, más
oro acude a mí rápidamente y en cantidades
crecientes. El oro que ahorro proporciona más,
igual que lo hará el vuestro, y estas ganancias
proporcionan otras ganancias; así funciona la
primera ley.
3. El oro trabaja con diligencia y de
forma rentable para el poseedor
sabio que le encuentra un uso
provechoso, multiplicándose
incluso como los rebaños en los
campos.
Verdaderamente, el oro es un trabajador
voluntarioso. Siempre está impaciente
por multiplicarse cuando se presenta la
oportunidad. A todos los hombres que
tienen un tesoro de oro reservado, se les
presenta una oportunidad,
permitiéndoles aprovecharla. Con los
años, el oro se multiplica de manera
sorprendente.
4. El oro permanece bajo la
protección del poseedor
prudente que lo invierte según
los consejos de hombres
sabios.
El oro se aferra al poseedor
prudente, aunque se trate de un
poseedor despreocupado. El
hombre que busca la opinión de
hombres sabios en la forma de
negociar con oro aprende
rápidamente a no arriesgar su
tesoro y a preservarlo y verlo
aumentar con satisfacción.
5. El oro escapa al hombre que invierte
sin fin alguno en empresas que no
le son familiares o que no son
aprobadas por aquellos que
conocen la forma de utilizar el oro.
Para el hombre que tiene oro pero que no tiene
experiencia en los negocios, muchas
inversiones parecen provechosas. A menudo,
estas inversiones comportan un riesgo, y los
hombres sabios que las estudian demuestran
rápidamente que son muy poco rentables.
Así pues, el poseedor de oro inexperto que se fía
de su propio juicio y que invierte en una
empresa con la que no está familiarizado
descubre a menudo que su juicio es incorrecto y
paga su inexperiencia con parte de su tesoro.
Sabio es aquel que invierte sus tesoros según
los consejos de hombres expertos en el arte de
administrar el oro.
6. El oro huye del hombre que lo
fuerza en ganancias imposibles, que
sigue el seductor consejo de
defraudadores y estafadores o que
se fía de su propia inexperiencia y
de sus románticas intenciones de
inversión.
El nuevo poseedor de oro siempre se
encontrará con proposiciones extravagantes
que son tan emocionantes como la aventura.
Éstas dan la impresión de proporcionar
unos poderes mágicos a su tesoro que lo
hacen capaz de conseguir ganancias
imposibles. Pero, verdaderamente,
desconfiad; los hombres sabios conocen
bien las trampas que se esconden detrás de
cada plan que pretende enriquecer de forma
repentina.